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II.

DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

Y DEMOCRACIA DIRECTA
PARTO de una constatación sobre la que todos podemos estar de acuerdo: la petición
de mayor democracia, tan insistente en estos últimos años, se manifiesta en la
demanda de que la democracia representativa sea acompañada e incluso sustituida
por la democracia directa. La exigencia no es nueva; como se sabe, ya la había hecho
el padre de la democracia moderna Jean-Jacques Rousseau cuando dijo que "la
soberanía no puede ser representada" y por tanto "El pueblo inglés cree ser libre: está
muy equivocado; lo es solamente durante la elección de los miembros del Parlamento;
pero tan pronto como son elegidos, vuelve a ser esclavo, no es nada. "
Pero Rousseau estaba convencido de que "no ha existido ni existirá jamás verdadera
democracia", porque necesita de muchas condiciones que son difíciles de reunir, en
primer lugar un Estado muy pequeño, "en donde se pueda reunir el pueblo y en donde
cada ciudadano pueda sin dificultad conocer a los demás"; en segundo lugar "una gran
sencillez de costumbres que prevenga o resuelva con anticipación la multitud de
negocios y de deliberaciones espinosas"; luego "mucha igualdad en los rangos y en las
fortunas"; y, por último, "poco o ningún lujo" (de lo que se podría deducir que no es
Marx sino Rousseau el inspirador de la política de "austeridad"). Recuerden la
conclusión: "Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría democráticamente. Un
gobierno tan perfecto no conviene a los hombres. "
Aunque hayan transcurrido más de dos siglos – y que siglos!, nada menos los siglos de
las revoluciones liberales y socialistas, los siglos que por primera vez dieron a los
pueblos la ilusión de estar destinados a las "magníficas y progresivas fortunas" - no nos
hemos vuelto dioses; permanecemos hombres. Los Estados se han vuelto cada vez
más grandes y populosos, en los que ningún ciudadano es capaz de conocer a todos
los demás, las costumbres no son más simples, de manera que los negocios se han
multiplicado y las discusiones se hacen día a día más espinosas, las desigualdades
entre las fortunas no sólo no han disminuido sino que se han vuelto, en los Estados que
se dicen democráticos, aunque no en el sentido roussoniano de la palabra, cada vez
más grandes, y de cualquier manera siguen siendo insultantes, y el lujo que según
Rousseau "corrompe tanto al rico como al pobre, al uno por la posesión y al otro por la
codicia", 80 no ha desaparecido (tan es verdad que entre las demandas
intencionalmente provocadoras, pero no extravagantes, de algunos grupos subversivos
está también la del derecho al lujo).
¿Entonces la demanda de una ampliación de la democracia representativa y de la
institución de la democracia directa es insensata? Considero que no. Pero para poder
responder a esta pregunta es necesario precisar los términos de la cuestión.
Si por democracia directa se entiende estrictamente la participación de todos los
ciudadanos en todas las decisiones que le atañen, ciertamente la propuesta es
insensata. Es materialmente imposible que todos decidan todo en sociedades cada vez
más complejas como las sociedades industriales modernas; y es, desde el punto de
vista del desarrollo ético e intelectual de la humanidad, indeseable. En los escritos de
juventud, Marx indicó como meta del desarrollo civil de la humanidad al hombre total;
pero el individuo roussontano, llamado a participar desde la mañana hasta la noche
para ejercer sus deberes de ciudad. dano, no sería el hombre total sino el ciudadano
total (como fue llamado con evidentes intenciones polémicas por
Dahrendorf)Observando con atención, el ciudadano total no es más que la otra cara,
igualmente peligrosa, del Estado total. No por casualidad la democracia roussoniana
frecuentemente ha sido interpretada como la democracia totalitaria en oposición a la
democracia liberal.
El ciudadano total y el Estado total son dos caras de la misma moneda, porque tienen
en común, aunque considerada la una desde el punto de vista del pueblo, y la otra
desde el punto de vista del príncipe, el mismo principio: "todo es política", es decir, la
reducción de todos los intereses humanos a los intereses de la polis, la politización
integral del hombre, la resolución del hombre en el ciudadano, la eliminación completa
de la esfera privada en la esfera pública.
No creo que haya alguien que invocando la democracia directa pretenda presentar una
exigencia de este tipo. Marx no pensó en una democracia directa de este tipo cuando
veía en el ejercicio del poder de los comuneros de París el inicio de una organización
estatal diferente de la del Estado representativo (y con mayor razón del Estado
bonapartista), aunque la particular experiencia de la revolución parisina, limitada en el
tiempo y en el espacio, podía despertar la ilusión de la posible aplicación, aun en
tiempos normales, de esa movilización continua y emotiva que es posible, más aún,
necesaria, en tiempos de transformación revolucionaria de la sociedad. (Quizás al
único tipo humano al que le quede el calificativo de ciudadano total es al revolucionario;
pero las revoluciones no se hacen aplicando las reglas del juego democrático).
Entonces, cuando se enuncia la fórmula "de la democracia representativa a la
democracia directa" en realidad, ¿qué cosa se pide? Las fórmulas políticas tienen la
misión de indicar una dirección ideal, y son más idóneas a suscitar ciertas emociones
que a palpar ciertas realidades (poco importa que sean presentadas en términos
ambiguos y vagos).
Es tarea de la crítica teórica señalar y denunciar las soluciones meramente verbales,
transformar una fórmula en realidad, en una propuesta operativa, distinguir la
conmoción de los efectos del contenido real. Si no soy demasiado pretencioso, este es
el trabajo que me propongo hacer en las siguientes páginas.
Comienzo por la democracia representativa. La primera equivocación de la que
debemos liberarnos es que "democracia representativa" signifique lo mismo que
"Estado parlamentario". Propongo, inmediatamente, este tema de discusión porque
muchos creen haber criticado la democracia representativa cuando han criticado al
Estado parlamentario. Yo mismo me di cuenta de esto en la discusión que, no sólo por
escrito sino también en forma verbal (en decenas de mesas redondas), siguió a mis
artículos sobre democracia y socialismo, cuando descubrí que casi siempre se daba
por entendido que cuando alguien criticaba al Estado parlamentario era como si
criticara también la democracia representativa.
En términos generales la expresión "democracia representativa" quiere decir que las
deliberaciones colectivas, es decir, las deliberaciones que involucran a toda la
colectividad, no son tomadas directamente por quienes forman parte de ella, sino por
personas elegidas para este fin; eso es todo. El Estado parlamentario es una aplicación
particular, si bien importantísima desde el punto de vista histórico, del principio de
representación, o sea, es el Estado en el que el órgano central es representativo (o por
lo menos central, en principio, aunque no siempre de hecho). A dicho órgano llegan las
instancias y de él parten las decisiones colectivas fundamentales. Tal órgano es el
Parlamento. Todos saben que una república presidencial como los Estados Unidos que
no es un Estado parlamentario también es, en términos generales, un Estado
representativo.
Hoy no existe ningún Estado representativo en el que el principio de la representación
se concentre solamente en el Parlamento: los Estados que hoy acostumbramos llamar
representativos son tales porque el principio de representación se ha extendido
también a otras muchas instancias donde se llevan a cabo deliberaciones colectivas,
como son los municipios, las provincias y, en Italia, también las regiones.*
En otras palabras, un Estado representativo es un Estado en el que las principales
deliberaciones políticas son realizadas por los representantes elegidos - no importa si
los órganos donde se efectúan tales deliberaciones sean el Parlamento-, el presidente
de la república, el Parlamento junto con los consejos regionales, ** etc.
• Entidades locales.
*Parlamentos locales.
Del mismo modo que no todo Estado representativo es un Estado parlamentario, así
también el Estado parlamentario puede no ser una democracia representativa. Si por
democracia entendemos, cómo debemos entender, un régimen en el que todos los
ciudadanos adultos tienen derechos políticos, donde, en pocas palabras, existe el
sufragio universal, sabemos que históricamente los Parlamentos se dieron antes de la
ampliación del sufragio y, por tanto, durante mucho tiempo existieron Estados
parlamentarios que eran representativos, pero no democráticos. Llamó la atención
sobre el hecho de que en la expresión "democracia representativa" hay que dar
importancia tanto al adjetivo como al sustantivo. Es verdad que no toda forma de
democracia es representativa (de ahí la insistencia en la democracia directa), pero
también es cierto que no todo Estado representativo es democrático por el sólo hecho
de ser representativo: por ello la insistencia en el hecho de que la crítica contra el
Estado parlamentario no implica la crítica contra la democracia representativa, ya que
si es verdad que toda democracia es representativa, igualmente es cierto que no todo
Estado representativo fue y es en principio una democracia.
Doy un paso adelante. Terminé de decir que la crítica contra el Estado parlamentario
no implica la crítica a la democracia representativa, ahora debo agregar que no toda
crítica contra la democracia representativa lleva directamente a la democracia directa.
Llegando a este punto el discurso se vuelve un poco más complicado y me veo
obligado a simplificarlo a riesgo de hacerlo banal. La complicación deriva del hecho de
que cuando digo que entre dos personas o entre una persona y un grupo de personas
existe una relación de representación, esta expresión puede ser entendida de muchas
maneras. Los escritos jurídicos, sociológicos y políticos sobre el concepto, o mejor
dicho sobre el término "representación" son tan numerosos que si quisiéramos hacer
una relación de ellos, aunque fuera en forma general, debería escribir toda una
monografía.” Para dar a ustedes solamente una idea del enredo en el que se cae cada
vez que se trata de entender o hacer entender qué cosa está detrás de la relación de
representación entre A y B, voy a exponer el siguiente ejemplo: decir que el papa es el
representante de Dios en la Tierra no es lo mismo que decir que el señor Carter
representa al pueblo de los Estados Unidos, o decir que el señor Rossi representa una
compañía de productos médicos, no es lo mismo que decir que el señor diputado
Bianchi representa un partido en el Parlamento.

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