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1 septiembre, 2013

ATILIO STOREY RICHARDSON VINO PARA EL FESTÍN

El poeta Atilio Storey Richardson

(Palabras con motivo de la entrega de la primera edición del Premio de Periodismo Cultural
“Atilio Storey Richardson”, el 2 de julio de 2012, en la sede del Rectorado de La
Universidad del Zulia).

por Jesús Ángel Parra

Atilio recolectaba hierbas

de distinto brillo

para fabricar sin siquiera abrir los ojos

las alas con que deben revestirse las lluvias


de los porvenires

desde hace mucho inciertos.

Hesnor Rivera

Al hablar de Atilio Storey Richarson, nos estamos refiriendo de entrada a uno de los poetas
significativos de la vanguardia venezolana y uno de los intelectuales de más vasta formación
en el Zulia. Nació en Maracaibo el 21 de agosto de 1937 y murió en esta misma ciudad el 8
de diciembre de 1991. Era Licenciado en letras egresado de la Universidad de Los Andes en
1965, educador, talentoso músico y escritor, siendo un ensayista de prosa amena y elegante,
así como agudo crítico y lector voraz. A los siete años de edad su abuela materna lo puso a
aprenderse de memoria un soneto de Dante. Estudió siete años de violín con Emil Friedman y
formó parte de la orquesta sinfónica que dirigió este destacado educador musical.

En la plaza Urdaneta conoció a Francisco Riquelme, recién llegado de Panamá, y con su


compañero Néstor Leal crearon el grupo primigenio del Centro Cultural América, en las
esquinas de Carabobo y Milagro, donde los acompañaron Rodolfo Romero de la Vega,
Ricardo Hernández Ibarra, Ruy René Ruiz Reyes y otros, para trabajar por la difusión de la
cultura; más tarde se incorporaron al Centro de Apreciación Musical del liceo Baralt, que
había fundado el educador Pedro José López y siendo sus más cercanos colaboradores
Salvador Conde Prieto y Atilio Storey Richardson, los dos primeros presidentes de ese Centro
en forma consecutiva, siendo además miembros Lilia Linares, Ricardo Hernández Ibarra,
Miyó Vestrini, César David Rincón, Sara Cecilia Araujo, Néstor Leal, Salvador Conde y el
propio Atilio, quienes en un acto sobre Debussy conocieron a Ignacio de La Cruz, periodista
del Diario de Occidente y luego en casa de Josefina Urdaneta al poeta Hesnor Rivera, recién
llegado de Chile. Estaba a punto de nacer el grupo Apocalipsis, y en efecto así fue. En
septiembre de 1955, Atilio Storey Richardson al lado de César David Rincón, Ignacio de La
Cruz, Néstor Leal, Miyó Vestrini, Laurencio Sánchez Palomares y Régulo Villegas, entre los
que escribían poesía y los jóvenes artistas plásticos Francisco Hung, Homero Montes y
Rafael Ulacio Sandoval, además de otros jóvenes aficionados a las letras y al arte en general,
con Hesnor Rivera a la cabeza, decidieron fundar en el Piel Roja, el grupo Apocalipsis,
después de un recital de Hesnor Rivera, cuya poesía no era entendida por los sectores
tradicionales de la ciudad, razón por la cual estos jóvenes se sintieron estimulados a crear una
agrupación que significó a la larga, la irrupción de la vanguardia en la literatura zuliana del
siglo XX, a través del surrealismo. Intentaron desenvolverse con un sentido mágico de la
realidad, que les permitiese traspasar todos los límites, trastocar todos los términos, brindar
un universo nuevo desconocido y maravilloso. Fueron apoyados desde Caracas por Ramón
Palomares, Adriano González León, Félix Guzmán, Mariano Picón Salas y otros escritores
venezolanos que deseaban acabar con la excesiva retórica. Publicaron en Panorama sus
poemas en un lenguaje surrealista, reivindicaron la obra literaria de Ismael Urdaneta, Elías
Sánchez Rubio, Eduardo Matthyas Lossada, Humberto Cuenca y fueron influidos por
Rimbaud, Lautremont, Apollinaire, Cesaire, Rilke, Cernuda, Lorca, Vallejo, Gerbasi, Eliot,
Pound, Saint–John Perse, Novalis, Ramos Sucre y Juan Sánchez Peláez, entre otros. El grupo
estuvo activo desde 1955 hasta 1958, fecha en que se dispersaron hacia Europa. Publicaron
Paraíso de los condenados de Régulo Villegas y Los poetas del grupo apocalipsis, una
antología realizada por Félix Guzmán y editada por la Universidad Central de Venezuela.
Más tardíamente, se publicaron Para una fábula de Laurencio Sánchez Palomares y En la red
de los éxodos de Hesnor Rivera; mientras que Néstor Leal, Laurencio Sánchez Palomares,
César David Rincón y Atilio Storey Richardson, obtuvieron importantes premios de poesía.
Practicaron una escritura automática en los sitios más insólitos de la ciudad. Mariano Picón
Salas catalogó a Apocalipsis como uno de los «más sorprendentes hallazgos de la poesía
venezolana en lo que va de siglo». Su ejemplo de agruparse fue seguido en Caracas y así
apareció Sardio. Jorge Luis Mena afirma que «el verdadero aporte, el verdadero legado del
grupo y es lo que justamente lo avala ante la historia, está en haber propuesto unas nuevas
coordenadas poéticas en el desolado horizonte de la poesía que para el momento se hacía en
el Zulia (…) ocupan, con toda dignidad y justicia, un lugar destacadísimo dentro de la
vanguardia poética y literaria del Zulia. Es preciso recordar, por otra parte, que Apocalipsis
se adelanta algunos años a lo que iba ser la gran eclosión de los sesenta y sus vanguardias,
que oficiaban y despachaban desde Caracas su furiosa iconoclastia para todo el país (…) eso
es, eso fue Apocalipsis, la exaltación de una poesía creadora, de una pasión por el sueño y la
evocación. Eso. Ni más ni menos».

En medio de esta irrupción por la modernidad y ruptura de lo vetusto en nuestro medio, de


significación histórica, desde luego que la poesía de Atilio Storey Richardson fue clave e
iluminada.

Finalizando la dictadura de Pérez Jiménez estuvo varias veces preso por sus actividades
políticas e ideales democráticos. En 1958 le propuso al rector de la Universidad del Zulia,
Antonio Borjas Romero, la creación de una Facultad de Humanidades y entonces fue becado
para estudiar humanidades en Francia, donde obtuvo el certificado de estudios literarios
generales en La Sorbona (París) y más tarde, en la Universidad de Los Andes, el título de
licenciado en letras en 1965. Durante sus estudios en París, su beca le fue suspendida
sorpresivamente, entonces decidió trabajar como cantante de música latinoamericana en una
boite de la capital francesa, acompañado a la guitarra por el maestro del cinetismo, Jesús
Soto, y de esta manera sobrevivir y seguir adelante con su proyecto de vida. En 1966, el
partido Acción Democrática lo envió a los Estados Unidos para estudiar el sistema político y
el sistema universitario norteamericano.

A su regreso a Maracaibo se dedicó intensamente al periodismo y la crítica de arte, hasta que


en 1968 recibió el premio municipal como mejor periodista del año.

Fue el segundo director de la Casa de la Cultura Andrés Eloy Blanco y articulista del diario
Panorama (1956-1958) con su columna «Ver, Oír y Callar», la cual firmaba bajo el
seudónimo de Pablo Morel y en otras ocasiones con las iniciales de su nombre completo;
obtuvo mención en el premio estadal de poesía (1956) con Junto a la muerte siempre
levantados y Algo que ella preside.

A comienzos de la década del 70, después de vivir una temporada en la ciudad de Coro, a su
regreso dirige la página Arte y Letras del diario Panorama y se desempeña como docente en
varios institutos educativos de la ciudad. A mediados de esta misma década se afilió a un
grupo de estudios de las ideas de Gurdjieff.

En 1988, el Dr. Luis Guillermo Hernández y quien esto escribe, siendo presidente y
secretario general, respectivamente, de la Asociación de Escritores de Venezuela, Seccional
Zulia, decidimos publicar con justicia el poemario Vino para el festín, de Atilio Storey
Richarson, el único que publicó y que fue reeditado por la Universidad Católica Cecilio
Acosta en 2005, acompañado de un estudio del crítico Valmore Muñoz Arteaga. Ojalá su
obra inédita y dispersa, sea compilada y publicada con amplio estudio crítico, así como sus
artículos aparecidos en diarios y revistas.

Vino para el festín, recoge poemas escritos en tiempos de Apocalipsis (1955-1958) e incluye
otros de la década del 60 y 70, y uno último de finales de los 80. Sin duda Storey Richardson
escribió muchos más, circunstancias adversas pero sobre todo una exigencia sin límites, le
permitió reunir estas gemas de la palabra, que nos muestran la fascinación de un mundo
poético propio. Estos poemas constituyen una selección mucho más rigurosa por no decir que
fue lo que salvó de la desaparición total. Existen todavía poemas suyos dispersos en
periódicos locales, como es el caso de las páginas de artes y letras del diario Panorama. En
los poemas de la segunda mitad de la década del 50, se cuelan imágenes surreales y la
creación de un paraíso poético donde triunfa el amor y la paz, un mundo utópico y solar para
habitarlo eternamente, pletórico de ensoñación y de fina sensualidad al lado de la amada,
donde la muerte resulta derrotada. Esperaremos la publicación de la totalidad de los poemas
de Storey Richardson, de un poeta excepcional.

De su breve obra poética publicada, Jorge Luis Mena asevera que «hay desde la denuncia de
la impostura y el fariseísmo ideológicos, hasta la expresión de un declarado afán místico,
donde se busca la conciliación y el equilibrio de los opuestos, en una suerte como de
recogimiento y ansia religiosa, que muestra su inclinación hacia una música sosegada, calma,
escrita en tono menor. El tema de lo erótico y la sublimación o idealización de la amada -tan
cara al surrealismo y a Apocalipsis, de donde procede la poética de Storey Richardson- está
presente en Vino para el festín, libro en el cual es evidente una actitud de entusiasmo vital y
de celebración del mundo».

[Tomado del Blog EL ZULIA PLURAL


https://jesusangelparra.wordpress.com/tag/apocalipsis/]

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