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HISTORIAS
“Nosotros somos cinco”, dice Natalí apenas comienza a contar su historia. “Bueno,
éramos”, se corrige enseguida, se nubla. “Nosotros éramos cinco”. Mamá, papá, tres
hermanos que se adoraban. Cinco eslabones de una familia a la que llama “común y
corriente” pero que de común y de corriente no tenía nada.
¿Por qué? Porque eran una familia que se sentaba a conversar, porque había tiempo y
espacio para hablar de lo que a cada uno le pasaba. Una familia que rodeó muchas
veces a Denise -la menor de los tres hermanos- para preguntarle ¿qué sentís? ¿qué te
falta? ¿qué más podemos hacer para ayudarte?
"Ella era el puente entre todos", dice su hermana sobre el rol que cumplía en la familia
“Después del primer intento de suicidio hablamos mucho con ella. Cuando le
preguntamos por qué lo había hecho nos dijo que no se había querido matar, dijo ‘lo
que yo quería era dormir’. Decía que sentía un vacío tan grande, una angustia que no
podía sacarse con nada, que creía que si dormía profundo al día siguiente se iba a
levantar mejor”.
“Es un mito creer que la persona que amenaza no se suicida. Muchos piensan que lo
hacen para llamar la atención, eso dieron a entender varios de los médicos que la
atendieron en esas crisis. Lo que yo creo es que, más que amenazas o llamados de
atención, son pedidos de ayuda cuando ya no saben qué más hacer para sentirse
mejor”.
Linda
“Había un grupito de cuatro o cinco chicas que le tenían bronca porque los varones
estaban atrás de ella. Así que se juntaban en el recreo, la señalaban y se le reían en la
cara, o cuando estaban en el boliche, y acá en el pueblo se conocen todos, pasaban
por al lado y le volcaban las bebidas encima de la ropa”.
Cuando sus padres se enteraron “fueron a hablar al colegio pero la verdad es que el
colegio no hizo mucho”, sigue. No fue un episodio aislado. “Empezó cuando mi
hermana tenía 15 años y duró todo tercer año, todo cuarto y todo quinto. Por eso te
digo que fue un antes y un después en su vida, porque cuando Denise terminó el
colegio ya no era la misma”.
De la boca para afuera, Denise decía que no le importaba: “Pero nosotros nos
dábamos cuenta de que no era verdad. Pensá que hasta inventaban rumores,
empezaban a correr la bola de que se había acostado con uno, con otro, hasta que
todos creían que se acostaba con todos. Me acuerdo de una vez que llegó a casa
llorando, un día que colapsó”.
Así y todo, la “mancha venenosa” no había sido efectiva porque no habían logrado
aislarla de sus compañeros. “Creo que eso era lo que más bronca les daba porque
ella era muy querida, entonces el bullying era peor, linda y querida. ¿La escuela? Bien,
gracias”.
Aunque muchos creen que el bullying es “cosa de chicos”, las estadísticas muestran
las consecuencias que puede provocar. Según la ONG Save the Children el acoso
escolar casi triplica las probabilidades de suicidio entre los adolescentes.
Después
En Barcelona
Hizo un corto llamado "Les souvenirs" que fue reconocido y por el que la invitaron a dar charlas
“Se fue a vivir con una amiga, estaba re contenta, había empezado a estudiar cine,
hizo unos cortos hermosos, también modelaba. Pero cuando estaba con esas crisis
decía que no le encontraba sentido a nada”.
Tenía 22 años cuando sucedieron los tres episodios, tres grandes crisis a lo largo de
un año que ahora su hermana ve como parte de una cadena.
“La primera vez nos llamó el chico que era su novio, decía que mi hermana no lo
dejaba irse. Cuando nosotros llegamos estaba muy alterada, en una crisis de nervios
muy grande”.
Le diagnosticaron depresión
Denise había tomado algunas pastillas “para dormir, no para hacer un show”, y a eso
respondía su estado de alteración.
Estuvo mejor después, pero con el correr de los meses volvió a suceder.
“Otra vez llegó un médico que tuvo cero empatía. Le dijo ‘¿vos sabés que con
pastillas no te vas a matar? No sé qué estás queriendo hacer’. Nadie veía el pedido de
ayuda de mi hermana. Es más, ningún sanatorio de la prepaga quiso ingresarla, nos
respondían que un intento de suicidio es algo voluntario, no una enfermedad. Lo que
necesitábamos era una guardia psiquiátrica, pero no existía”.
“Lo hablamos en familia y estuvimos todos de acuerdo, ella también, creo que sentía
que se le estaba yendo todo de las manos. Fijate que ella no se quería morir, todo el
tiempo luchaba por salir”.
Fue ahí, ya con un diagnóstico de depresión grave, que la familia le preguntó ¿qué te
pasa? ¿qué te falta? ¿qué necesitás? Y fue ahí que Denise contó lo del vacío que
sentía, lo de la angustia que la tenía invadida.
“La internaron en una clínica psiquiátrica pero a los 20 días le dijeron que ese no era
un buen lugar para ella. Yo me pregunto entonces cuál era un buen lugar para ella…”.
"Basta de romantizar la depresión", escribió Denise 10 meses antes del suicidio. "Esa persona que ves todos los
días y creés feliz puede estar pasando por un momento de mierda"
Denise tuvo que volver a vivir con sus padres, su familia empezó a administrarle los
medicamentos, mejoró. Y entre todos buscaron la forma de levantarla y protegerla a
la vez. Natalí se anotó con ella en boxeo para hacer algo divertido juntas, la llevaba a
su casa a tomar mate para que saliera del encierro pero estuviera, igual, cercada por
la “mesa chica”.
Como la mejoría fue evidente, tres meses después del intento de suicidio “el
psiquiatra nos dijo que la soltáramos un poco y que la dejáramos volver a su
departamento. Ella todo el tiempo decía que quería volver, era una adulta, ¿qué
íbamos a hacer? ¿encerrarla?”.
“Lo extraño es que se la veía feliz”, escribió su hermana sobre uno de los mitos sobre la depresión que tuvo que
desterrar
Natalí habló de eso en un posteo que escribió hace pocos días: “Lo extraño es que se
la veía feliz”, escribió, precisamente porque creía, como creen muchos, que una
persona depresiva se ve siempre marchita. “Aunque uno después investiga sobre la
depresión y no, no es tan extraño”.
Pasaron algunos meses más, Denise siguió mejorando y empezó una nueva relación
con un joven que la apoyaba y la amaba. Había empezado también a trabajar en una
concesionaria de autos en Rosario, pero estaba en carne viva.
“Las pastillas la habían hecho engordar y un compañero empezó a decirle ‘parece que
estás comiendo mucho’, ‘en las fotos que subís a Instagram no parecés vos’”, sigue su
hermana.
Con el empujón de los opinólogos de los cuerpos ajenos entonces, Denise le dijo a su
familia que quería dejar la medicación o que se la cambiaran. Enseguida se sumaron
los problemas alimenticios, la imposibilidad de dormir, los faltazos al trabajo.
Después de su muerte la familia descubrió que, aunque iban todos los días a llevarle
sus pastillas, había dejado de tomarlas.
Esa noche habló con su mamá, subió fotos a Instagram, hizo un vivo
La noche del 6 de agosto de 2020, Denise llamó a su mamá, le contó que la habían
convocado de una agencia internacional de modelos y le preguntó cuánto medía.
Estaba entusiasmada, proyectando. “Le dijo ‘bueno ma, me voy a bañar, después
seguimos hablando’. Nunca hubo un después”.
Hizo una videollamada con su mejor amigo, subió tres fotos a su cuenta de
Instagram riéndose, hizo un vivo ya entrada la madrugada. A la mañana siguiente,
alguien llamó a la familia para avisar que había policías en la puerta del departamento
de Denise.
“¿Sabés qué pensé yo?”, con esa Natalí. “Esta se hizo una joda, plena pandemia, y los
vecinos la denunciaron”. Natalí la llamó y su hermana no atendió, pero era temprano y
pensó que estaba durmiendo.
"Tu hermana se suicidó", escuchó Natalí del otro lado del teléfono
Natalí gritó sola en su casa, manejó ciega hasta el departamento de Denise, corrió,
quiso subir, la frenó su hermano, que había llegado antes y la abrazó, la tiró al piso y le
dijo “ya está, está muerta, ya no podemos hacer nada”. Fue su papá, todavía con la
mirada perdida, quién la levantó después del piso, el que solo tuvo resto para
abrazarla y decirle “no podemos entrar”.
“No sabemos si la felicidad de esa noche fue una puesta en escena y ya tenía todo
pensado o algo se le cruzó por la cabeza después”, se pregunta todavía Natalí.
Desde entonces, el duelo familiar sigue. Un duelo distinto, atravesado por la culpa.
“Pensar qué más podríamos haber hecho, aunque como familia hicimos todo. Una
impotencia con la que tuvimos que aprender a vivir”, se despide Natalí y se seca las
lágrimas.
Recién ahí se ve el tatuaje del brazo. No dice una frase hecha, motivacional, sino que
dice sólo eso: “Denise”. Al lado, orece una or violeta.
SEGUIR LEYENDO:
Su hermano se suicidó en Navidad y una frase de él fue clave en el duelo: “Mirá dónde
estoy”
Un niño en cuatriciclo y la muerte impensada: “Lo agradezco, aunque crean que estoy
loca”
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