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Alerto 2001

ÍNDICE

Cita
Agradecimientos
Introducción
1. Antecedentes familiares
2. Formación militar
3. Campañas De Marruecos (I): Regimiento África y
Regulares
4. Campañas de Marruecos (II): el Tercio de Extranjeros
5. Campañas de Marruecos (III): Franco, jefe del Tercio
6. La Academia General Militar
7. La Revolución de Asturias
8. El alzamiento
9. La Guerra Civil
10. España asediada
11. la estabilidad política
Conclusiones
Bibliografía
Créditos

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«Creo y deseo no haber tenido otros [enemigos]
que aquellos que lo fueron de España,
a la que amo hasta el último momento
y a la que prometí servir hasta el último instante de mi vida».
TESTAMENTO DE FRANCISCO FRANCO

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AGRADECIMIENTOS

A Luis Eugenio Togores, Joaquín Sánchez Rincón, Juan Antonio


Gómez Martínez, José Gutiérrez de la Fuente, José Antonio García
Albares y Herminio Requejo Novoa por sus consejos y asesoramientos.

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INTRODUCCIÓN

La vida de cualquier persona tiene múltiples facetas, como son la


familiar, la profesional, la cultural, la religiosa, la deportiva, etc.
Franco destacó principalmente en la profesión militar, en la que sirvió
desde los catorce años y alcanzó el grado de Generalísimo, el más alto
en la milicia española. También tuvo una destacada actividad política,
de forma extensa e intensa, desde el año 1936 hasta su fallecimiento
en 1975, pero esta función la ejerció como consecuencia directa de su
condición militar.
Alcanzó, en la milicia y en la política, las más altas
responsabilidades, pues fue jefe de Estado y de Gobierno de España,
con indudable éxito casi durante cuarenta años, que finalizaron
pacíficamente. El régimen franquista evolucionó rápido a una
democracia partitocrática, desde la «ley a la ley, a través de la ley». Su
mandato político lo ejerció con el autoritarismo propio de su marcada
impronta castrense.
Lógicamente, desarrolló los otros aspectos vitales, en mayor o
menor medida, pero este trabajo se centrará en exclusiva en su faceta
militar.
La visión histórica propia de las naciones suele ser hemipléjica,
destacando solo el lado bueno y ocultando el oscuro. La percepción
que tienen los españoles de su historia es también hemipléjica, pero
viendo solo la parte menos memorable. La causa hay que buscarla en
nuestros seudohistoriadores, que, a falta de estudios y de investigación
propios, han bebido de historiadores foráneos divulgadores de la
Leyenda Negra, y en consecuencia han difundido un acrítico complejo
de inferioridad. Los historiadores requieren, para no hacer refritos,
una capacidad de análisis y un trabajo de investigación en fuentes
primarias, labores que necesitan constancia y conocimientos
archivísticos y de paleografía.

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La figura histórica de Franco está fuertemente distorsionada por
su carga política. Derrotó en el campo de batalla al Frente Popular
(capitalizado por el comunismo) y lo desterró de la política española
durante más de cuarenta años. Esta victoria le granjeó unos enemigos
irreconciliables, que no se lo han perdonado, ni entonces ni después de
transcurrido casi medio siglo desde su fallecimiento. El hecho de que
las ideologías que sostuvieron al Frente Popular español salieran
vencedoras en la Segunda Guerra Mundial hizo que pervivieran en el
entorno internacional, aunque muchas veces de forma soterrada en
España, donde renacieron cuando el campo político nacional les fue
propicio y, en muchas ocasiones, con ansias, refrenadas y
oportunistas, de revancha.
Si Franco hubiera fallecido en alguna de las campañas de
Marruecos o antes de la Guerra Civil, historiográficamente habría
tenido el mismo tratamiento que los primeros jefes de la Legión, como
el comandante Fontanés o el teniente coronel Valenzuela. Es más, si se
hubiera mantenido fiel al Gobierno del Frente Popular, estaría siendo
ensalzado, desde el punto de vista militar, aunque hubiese perdido la
guerra, como lo han sido los generales Miaja y Rojo (con muchos
menos méritos de campaña). Eso sí, siempre que se hubiera afiliado o
mantenido leal al Partido Comunista. Su condición de poseedor de dos
medallas militares individuales le ha hecho entrar, por méritos
propios, en la galería de militares distinguidos por su valor.
En resumen, que, sin la Guerra Civil por medio, Franco habría
pasado a la historia como un buen militar táctico, como muchos de los
que participaron en esas campañas. Pero fue en esta Guerra Civil, que
dirigió política y militarmente, y de la que salió sin duda victorioso, la
que le hizo entrar, para bien o para mal, por la puerta grande de la
historia militar como estratega y táctico. Además, durante más de
cuarenta años, lo fue todo en la vida política y militar de España, y
dejó como legado a la monarquía borbónica que todavía reina.
El encono político antifranquista se ha ido inflamando con el paso
del tiempo en vez de amortiguarse, como sería lo más lógico, hasta el
punto de que es muy difícil, desde hace años, hablar de Franco con
libertad, incluso en su vertiente militar africana. El dislate ha llegado
hasta el extremo de tratar de impedir, mediante leyes, la libertad de
expresión y de cátedra, básicas en toda democracia, y castigar, de

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modo más o menos encubierto, a quienes osen escribir o hablar bien
de Franco, o lo que es lo mismo, solo se le puede mencionar de forma
negativa y sin atisbos de bondad alguna en ninguna de las facetas de
su vida.
Los historiadores, y seudohistoriadores, críticos con Franco,
aunque sea solo desde el punto de vista militar, generalmente
obedecen a tres motivos fundamentales: ideológicos y políticos, de
resentimiento y de oportunismo. Son los nuevos muñidores de la
Leyenda Negra.
Otros historiadores y novelistas han buscado la equidistancia y lo
políticamente correcto, que es la forma segura de errar. Los
estereotipos más comunes son que «todos eran malos» o que «la
guerra la perdimos todos».

MOTIVOS IDEOLÓGICOS Y POLÍTICOS

Los que mantienen posturas ideológicas recalcitrantes, aunque sea de


forma retrospectiva, no le perdonan haber sido derrotados por él,
sobre todo aquellos que se han considerado intelectualmente
superiores. Los intereses ideológicos y políticos que hay detrás les han
proporcionado abundantes y potentes cajas de resonancia.
El mayor referente de esta corriente historiográfica marxista es el
británico Paul Preston con su libro Franco. Caudillo de España
(1995). Sus públicos posicionamientos políticos y la peregrina idea de
que los restos mortales de Franco sean arrojados al mar ya lo
descartan como historiador, por muchos reconocimientos que le hayan
hecho sus correligionarios.
Al historiador se le debe presumir imparcialidad, y Preston
presume de todo lo contrario. Su obra tiene más de reportaje
periodístico que de estudio histórico. Emplea la biografía de Franco
como arma política con las mismas perspectivas que la oposición
antifranquista en la época de la Guerra Civil, sin análisis crítico
alguno. El abuso del empleo de adjetivos descalificativos sobre el
Caudillo lo desenmascara.
Manuel Tuñón de Lara fue de filiación comunista desde muy
joven, nunca renunció a ella, y a su servicio incondicional puso su
pluma de historiador. Se le puede considerar el pionero, entre los
historiadores españoles, a la hora de dibujar una grosera caricatura de

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Franco.
Ángel Viñas Martín, escorado a la izquierda, emplea la historia
como arma política y tiene una guerra personal declarada contra
Franco. Él mismo ha reconocido ser «un historiador apasionado y
totalmente antifranquista». Actualmente lidera el grupo que
podríamos denominar «historiadores antifranquistas». Aunque la
mayor descalificación, como historiador, proviene de la Fundación de
Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln, que lo ha definido como
«historiador guerrero».
Santos Juliá Díaz da también un trato hemipléjico a las fuentes y
los datos, aunque de forma más sibilina que los anteriores.
Otros estrategas de café, desde su inconsistencia, se han
permitido criticar decisiones sin analizar ni valorar las ventajas e
inconvenientes que se presentaban en las acciones alternativas
posibles, aunque en la mayoría de las ocasiones se han limitado a
recoger y repetir lo que los propagandistas de la guerra difundieron en
su momento.
No le faltó razón a Hitler en la carta que le escribió a Franco el 8
de febrero de 1941, en la que le vaticinó: «Nunca, Caudillo, se le
perdonará su victoria» (Suárez, 1984, III, 230).

EL RESENTIMIENTO, MAL CONSEJERO

Algunos de los que sirvieron a sus órdenes se convirtieron, con el paso


del tiempo, en denigradores. Resentidos por no haber visto satisfechas
sus aspiraciones, que consideraban justas por sus méritos. Podemos
citar a Alfredo Kindelán Duany, Franco Salgado-Araujo y Gonzalo
Queipo de Llano y Sierra.
El general Kindelán fue un destacado piloto militar en las
campañas africanas y jefe de la aviación del Ejército Nacional por
designación directa de Franco. Sus documentos, en forma de
memoria, fueron publicados por sus hijos bajo el título La verdad de
mis relaciones con Franco (1981). Sin embargo, fue un contumaz
conspirador juanista, en contra de su Generalísimo, intrigas en las que
siempre, «casualmente» y de «forma transitoria», el presidente del
Gobierno era el propio general Kindelán. Pero además, y a
consecuencia de su desmedida ambición, vio frustradas sus
aspiraciones de ser el primer ministro del Aire, condición que alcanzó

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el general Yagüe. La lectura actual de sus valoraciones políticas y
predicciones de entonces demuestra que fueron totalmente erróneas.
Francisco Franco Salgado-Araujo hizo su carrera militar a la
sombra de Franco, su primo, y aunque alcanzó el empleo de teniente
general, se vio defraudado al no ser designado ministro del Ejército.
Escribió unas memorias, para ser publicadas al fallecimiento suyo y de
Franco, con el título Mis conversaciones privadas con Franco (1976),
redactadas desde un profundo e inexplicable resentimiento. Es un caso
de ingratitud, porque gracias a que fue primo del Caudillo, a cuya
sombra alcanzó el mencionado empleo militar de teniente general,
vivió en el cómodo cargo de su sempiterno secretario, lo que no es
propio de generales que se precien.
Estas «conversaciones» están en completa contradicción con otra
obra, publicada en 1977, Mi vida junto a Franco, de mayor interés
desde el punto de vista historiográfico.
El general Queipo de Llano fue otro de los grandes críticos de
Franco, como se recoge en sus papeles, publicados a modo de memoria
(Queipo de Llano: memorias de la Guerra Civil, 2008). Queipo se
creía muy superior a Franco, al que como persona consideraba
mezquino, envidioso y ególatra, y como jefe militar inepto e
incompetente. Sus desavenencias procedían de la época de Marruecos.
En la Guerra Civil, era constante su queja por la falta de medios y la
postergación sistemática que, según él, sufrió por parte de Franco.
Queipo estaba al mando del teatro de operaciones de Andalucía, que el
Caudillo, igual que el Ejército Popular de la República, consideró
secundario, algo que Queipo, en su soberbia, no le perdonó. En
cambio, sí enfatizó siempre la audacia de todas las operaciones que él
mismo lideró, cuando en realidad sus éxitos fueron parciales y
relativos. La consecuencia de que él cuestionara constantemente la
autoridad de Franco fue que este le cesara en el cargo de capitán
general de Sevilla y le enviara con el cargo nada desdeñable de
embajador a Roma, donde, a pesar de todo, continuó hablando mal de
él.
Un caso singular es el de Guillermo Cabanellas, hijo del general
Miguel Cabanellas y autor del libro Cuatro generales (1977), en el que
reúne sus motivos ideológicos y su resentimiento. Su padre se sublevó
también contra el Gobierno del Frente Popular en Zaragoza, por ser el

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militar más antiguo fue presidente del Directorio Militar de los
alzados, y falleció el 14 de mayo de 1938 siendo inspector general del
Ejército Nacional.
Esta obra es muy crítica con la figura de Franco y cae en los
tópicos comunes. El autor, según la biografía resumida en la solapa del
citado volumen, vio frustrada su intención de ingresar en la Academia
Militar, intervino en la sublevación de 1930 en Jaca para derrocar a la
monarquía y fue diputado por el Partido Socialista en 1936. Se unió,
junto a su padre, al alzamiento militar de julio de 1936, pero se exilió
voluntariamente en marzo de 1937. Es natural que el libro sea parcial
al juzgar la figura de Franco, porque fue su rival político y, por otro
lado, por despecho al ver a su padre marginado, no solo por el
Caudillo, sino por la nueva élite militar.

LOS OPORTUNISTAS

Los oportunistas, que han proliferado desde la muerte de Franco,


simplemente se han apuntado a caballo vencedor y han tratado de
distanciarse para hacerse perdonar supuestas adhesiones al antiguo
régimen y para ganar méritos y favores de los nuevos poderes políticos
y económicos. También contaron con el espurio estímulo comercial
con el fin de vender más ejemplares o recibir subvenciones y
reconocimientos.
El coronel Carlos Blanco Escolá publicó una obra esperpéntica
hasta en el título (La incompetencia militar de Franco, 2000, escrita
por un incompetente historiador), en la que se suma, de forma zafia, a
la corriente historicista de moda contraria a Franco, con todos los
tópicos típicos, sin un mínimo análisis crítico. No perderemos el
tiempo en rebatirlo, porque ya lo hizo de forma irónica y determinante
José Semprún en su libro que tituló, por contraste, El genio militar de
Franco (Madrid, 2000).
El Generalísimo ganó la contienda civil, según Blanco,
incumpliendo todos los principios del arte de la guerra. Sería
cuestionable si habría que cambiar esos principios, por
contraproducentes, o simplemente reconocer que falló el sistema de
selección de los docentes para los cadetes de la Academia General
Militar, en la que ejerció como profesor de historia militar. Es
preocupante para su formación que, como hábilmente recoge

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Semprún (2000, 86), confunda las piezas de artillería denominadas
obuses con sus proyectiles.
José Luis Rodríguez Jiménez (Franco. Historia de un
conspirador, 2005) repite el estereotipo de un caudillo torpe y
mezquino, sin bondad ni virtud alguna, excepto el valor, y esto tiene
que admitirlo porque ni sus más acérrimos enemigos se han atrevido a
ponerlo en duda. Los títulos de otros libros suyos, además del ya
citado (Agonía, traición y huida; De héroes e indeseables;
Reaccionarios y golpistas; etc.), delatan la parcialidad de este autor.

CRITERIOS PARA UN ANÁLISIS OBJETIVO

Como indica el título de este libro, nos centraremos exclusivamente en


los aspectos militares de su biografía. Quizá desde el punto de vista
político su obra y procedimientos puedan ser discutibles, según el
color del cristal por el que se le mire, pero discutirlo desde el punto de
vista militar es temerario. Los detractores de su trayectoria militar
llegan al extremo de negarle «asiento a la lumbre, sal y vinagre» (como
rezaban nuestras antiguas y sabias ordenanzas) y caen en lo
esperpéntico por inconsistentes y contradictorios. Este volumen no es
un alegato contra los mismos; es un estudio analítico, que pretende ser
independiente y objetivo.
La larga carrera militar de Franco nos permite seguir su evolución
profesional y la de sus responsabilidades tácticas. Fue jefe de sección,
de compañía, de batallón, de tercio, de columnas interarmas, jefe de la
vanguardia en un desembarco anfibio, de brigada, asesor del ministro
de la Guerra y jefe del Estado Mayor Central, con responsabilidades de
organización y política de personal, hasta el nivel estratégico de la
Guerra Civil y conflictos posteriores. Igualmente se puede hablar de su
valor, desde el valor físico en los combates como mando táctico hasta
el valor moral para asumir las responsabilidades personales de un
alzamiento, encabezarlo y dirigir una guerra.

El análisis biográfico de un militar hay que abordarlo desde el punto


de vista de las cualidades profesionales que ha desarrollado durante su
vida de servicio activo y, con la finalidad de que sea lo más objetivo
posible, se debe realizar sobre unos criterios estables y reconocidos.

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Estos parámetros se encuentran en las ordenanzas y la doctrina
militares españolas.
Las Ordenanzas de SM para el régimen, disciplina,
subordinación y servicios de sus ejércitos, del año 1852, en las
órdenes generales para oficiales (Título XVII, art. 5) marcan lo
siguiente: «Los oficiales tendrán siempre presente que el único medio
de hacerse acreedores al concepto y estimación de sus jefes, y de
merecer nuestra gracia, es el cumplir exactamente con las obligaciones
de su grado, el acreditar mucho amor al servicio, honrada ambición, y
constante deseo de ser empleado en las ocasiones de mayor riego y
fatiga, para dar a conocer su valor, talentos y constancia».
Estas cualidades las detalla en el empleo de sargento mayor de
infantería (Título XII, art. 1): «Robustez en la fatiga, inteligencia en el
servicio, maniobra de guerra y gobierno económico de la tropa,
firmeza para el mando, conducta prudente, mucha aplicación y
honrada ambición de hacerse digno de mayores empleos».
Las ordenanzas vuelven a dar nuevas precisiones (Título VI, art.
2) para el empleo de subteniente (el menor empleo de oficial de
aquella época): «La reputación de su espíritu y honor, la opinión de su
conducta y el concepto de su buena crianza han de ser los objetos a
que debe mirar siempre; ni su nacimiento, ni la antigüedad deben
lisonjear su confianza para el ascenso, porque el que tuviese una u otra
de estas cualidades es más digno de olvido, si se descuida,
contentándose con ellas».
Todas estas cualidades se resumieron en el Decálogo del Cadete,
redactado por el mismo Franco cuando fue general director de la
Academia General Militar de Zaragoza. Es un código de honor extraído
de las ordenanzas militares y también del Credo Legionario. Este
decálogo sigue siendo una referencia obligada para la formación de los
cuadros de mando del Ejército:

1. «Tener un gran amor a la patria y fidelidad al rey,


exteriorizado en todos los actos de su vida». El rey es jefe del
Estado y jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Lógicamente
mientras que Franco fue jefe del Estado la palabra rey se
sustituyó por la de caudillo.
2. «Tener un gran espíritu militar, reflejado en su vocación y

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disciplina».
3. «Unir a su acrisolada caballerosidad y constante celo por su
reputación».
4. «Ser fiel cumplidor de sus deberes y exacto en el servicio».
5. «No murmurar jamás ni tolerarlo».
6. «Hacerse querer de sus inferiores y desear de sus superiores».
7. «Ser voluntario para todo sacrificio, solicitando y deseando
siempre ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y
fatiga».
8. «Sentir un noble compañerismo, sacrificándose por el
camarada y alegrándose de sus éxitos, premios y progresos».
9. «Tener amor a la responsabilidad y decisión para resolver».
10. «Ser valeroso y abnegado».

Las cualidades que debe tener un buen jefe militar están asimismo
recopiladas en la Doctrina del Ejército de Tierra, del año 1976 (Título
segundo, cap. I, art. 6.º B); cualidades que deben ser morales,
intelectuales y físicas.
Morales:
Patriotismo.
Confianza en sí mismo.
Amor a la responsabilidad.
Firmeza de carácter.
Elevado espíritu de sacrificio (abnegación).
Serenidad ante el peligro (valor sereno).
Intelectuales:
Disciplina.
Perfecto conocimiento de la profesión.
Claridad de juicio.
Facultad de síntesis.
Físicas:
Buena salud.
Resistencia a la fatiga.

CONCLUSIONES

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La figura de Francisco Franco Bahamonde no es comprensible sin una
perspectiva totalmente militar. Fue muchas cosas en la vida, pero
sobre todas ellas imperó su formación militar, académica y sobre los
campos de batalla, lo que, en consecuencia, imprimió carácter a todo
su recorrido vital.
La biografía militar de Franco se puede dividir, por lo tanto, en
varios ciclos principales:

— Las campañas de Marruecos o la forja de un soldado, que a su vez


se puede fraccionar en dos fases, su paso por las Fuerzas Regulares
Indígenas y por el Tercio de Extranjeros, que a su vez contiene dos
subfases, como jefe de la I Bandera y como jefe del Tercio.
— El empleo de general de brigada con destinos de características
dispares, pero de gran responsabilidad, principalmente la
organización de la Academia General Militar en su segunda época
y como jefe del Estado Mayor Central de facto y de iure. En este
periodo le tocó bregar con tres situaciones político-militares
diferentes: el cambio de régimen de monarquía a república en
1931, el golpe de Estado de Sanjurjo en 1932 y la Revolución de
Asturias de 1934.
— La Guerra Civil, en la que se erigió como caudillo indiscutible de
todos los militares alzados contra el Gobierno del Frente Popular.
Supo organizar un gran ejército y llevarlo a la victoria, a pesar de
partir de una posición inicial netamente desfavorable en casi todos
los conceptos.
— La dura posguerra, tanto nacional como de la Segunda Guerra
Mundial, en la que España se puede asimilar a una plaza fuerte
asediada, sin esperanzas de llegada de socorro. El símil con el
asedio del Alcázar de Toledo es apropiado.
— La fase de estabilización política nacional e internacional, que
supuso un relajo de las serias amenazas exteriores e interiores
anteriores. Esta parte estuvo salpicada de conflictos bélicos
extrametropolitanos (Ifni y Sahara) de media y baja intensidad, en
los que a Franco le correspondió la conducción política y
estratégica.

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ANTECEDENTES FAMILIARES

Los padres de nuestro biografiado fueron Nicolás Franco Salgado-


Araujo (1855-1942) y María del Pilar Baamonde Pardo de Andrade
(1865-1934).
Los hijos se cambiaron posteriormente el apellido materno por el
de Bahamonde, aunque su madre nunca lo hizo, y en las publicaciones
oficiales (diarios oficiales y gacetas) hasta al menos 1928 siguieron
designando al futuro Caudillo sin la hache intercalada. La Revista de
Tropas Coloniales, n.º 73, del año 1931, continúa citando como
director a Franco Baamonde. Igualmente, a su hermana Pilar en el
periódico La Voz de Ortigueira del 24 de enero de 1937.
El padre, natural de El Ferrol (La Coruña), procedía de una saga
de marinos y también ingresó en la Marina de Guerra, en el Cuerpo de
Intendencia. Fue destinado a Cuba en el año 1881 y en 1886 a Filipinas
como contador de navío de la Armada. Era hombre de carácter liberal,
y en este último destino tuvo un hijo con una dama del país con la que
no contrajo matrimonio, aunque reconoció legalmente al niño.
Regresado a El Ferrol, contrajo matrimonio el 24 de mayo de
1890, a los treinta y cuatro años, con María del Pilar, una bella dama
ferrolana de veinticuatro. El matrimonio tuvo cinco hijos, todos
también nacidos en El Ferrol: Nicolás, el mayor, nacido en 1891,
Francisco (1892), Pilar (1895), Ramón (1896) y María de la Paz (1899).
Es decir, fueron una familia numerosa, algo habitual para la época.
Posteriormente se separó de su esposa y abandonó a la familia.
Fue destinado primero a Cádiz y después a Madrid en 1907, cuando ya
Franco había ingresado en la Academia Militar. Desde entonces vivió
en la capital, donde ascendió a intendente general en 1917. Convivió
con una mujer, llamada Agustina, hasta que él falleció, en 1942, con
ochenta y siete años de edad, en su domicilio madrileño. Su

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compañera cobró una pensión de viudedad.
Nicolás Franco acreditó, durante los cincuenta años de servicio
militar, una limpia conducta en el ejercicio de su cargo por encima de
toda sospecha. Tenía una fuerte personalidad, con carácter rebelde,
austero, exigente y severo.
Quizá la mejor definición del padre de Franco sea la de «punto
filipino». El extenso y diseminado archipiélago filipino obligaba a
tener numerosos destacamentos, de reducidas dimensiones, lejos y
muy mal comunicados con sus puestos de mando, circunstancias que
también eran extensibles a otros destinos alejados de la metrópoli,
como Cuba o Puerto Rico. Estas situaciones, que obligaban a ejercicios
de supervivencia (política, militar y logística), formaron a una serie de
cuadros de mando con gran iniciativa y muy independientes en todos
los aspectos. En aquellos «puntos filipinos», las estrictas costumbres
morales de la metrópoli se relajaban o se amoldaban a las más
liberales de los indígenas, en particular en el aspecto sexual. Estos
mandos, cuando se reintegraban a la vida militar y civil de la
Península, se sentían encorsetados y muy incómodos por la carencia
de la iniciativa y autonomía a las que estaban acostumbrados en las
provincias de Ultramar. El término «punto filipinos», en fin, se ha
utilizado, por extensión, para designar a personas problemáticas y
desvergonzadas.
Pilar, la madre, era muy religiosa y de ideas conservadoras, algo
típico en las ciudades de provincias de la época. De ahí que sus hijos
recibieran una sólida educación religiosa. Al ser abandonada por su
esposo, se vio obligada a trabajar, dando clases, para sacar a sus hijos
adelante, aunque su marido le pasaba parte de su paga. La madre
falleció de pulmonía, el 28 de febrero de 1934, en casa de su hija Pilar,
en Madrid. Iba camino de Roma, en peregrinación. Su segundo
apellido, Andrade, fue utilizado por su hijo Francisco como seudónimo
en su novela Raza.

LOS HERMANOS FRANCO BAHAMONDE

Nicolás
Ingresó en la Escuela Naval de Marín (Pontevedra) en 1906 y se
graduó de ingeniero naval.
Comenzó su carrera política durante la Segunda República,

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llegando a ser secretario general del Partido Agrario. Desde 1932 a
1934 ocupó el cargo de director de la Escuela Superior de Ingenieros
Navales. En 1935, en el bienio radical-cedista, fue nombrado director
general de la Marina Mercante Española, a las órdenes del ministro de
Marina Pedro Rahola Molinas.
Iniciada la Guerra Civil, fue un estrecho colaborador de su
hermano, ejerciendo los cargos de embajador en Italia y Portugal. El
general Gómez-Jordana y Souya lo calificó de «genial pero
desbarajustado». Falleció en Madrid en 1977.

Pilar
Extrovertida, simpática y gran admiradora de sus hermanos. Contrajo
matrimonio con un ingeniero y se dedicó a la vida familiar. Publicó un
libro titulado Nosotros, los Franco (1980). Falleció en 1989 en
Madrid.

Ramón
Ingresó en la Academia de Infantería en el año 1912. Después se
incorporó a la Aeronáutica Militar, en 1920, con la que participó
activamente en las campañas de Marruecos. Allí ascendió a
comandante por méritos de guerra y consiguió una Medalla Militar
Individual.
Reputado piloto, formó parte de la tripulación del avión Plus
Ultra, que hizo el primer vuelo transatlántico entre la Península
Ibérica y Sudamérica y batió la marca de distancia (1926). Trató de
repetir la hazaña en 1929, para lo que tuvo que recurrir a varias
irregularidades reglamentarias (entre otras, emplear una aeronave no
autorizada), pero una avería mecánica le obligó a amerizar en medio
del océano Atlántico, teniendo que ser rescatado por un navío
británico. Este incidente provocó la cancelación del proyecto.
Ingresó en la masonería con el grado 33. No destacó por su
disciplina militar, lo que le ocasionó algunos problemas, con graves
consecuencias personales. Tuvo fuertes disensiones profesionales con
el dictador Primo de Rivera por causa del fracasado vuelo
transatlántico que le encaminaron a abrazar la causa republicana. De
ideas izquierdistas, fue miembro de la Alianza Militar Republicana,
creada para derrocar a la monarquía. Fue detenido y llevado a
prisiones militares en octubre de 1930, durante el gobierno de Dámaso

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Berenguer, por la conspiración de Tablada (Sevilla). Se fugó de forma
rocambolesca y marchó a París.
Volvió a formar parte de otra intentona republicana fallida, la de
los oficiales de Aviación de Cuatro Vientos, en la que lanzó folletos
sobre el Palacio Real de Madrid. Fracasada la intentona, huyó en avión
a Portugal. Advenida la República, fue nombrado jefe superior de la
Aeronáutica Militar, en 1931, y obtuvo un acta de diputado por el
partido Esquerra Republicana de Cataluña en las elecciones de 1931.
Cuando se produjo el alzamiento de 1936, se unió al Ejército
Nacional a causa de su desencanto por la política seguida por los
gobiernos de la República, y principalmente por el asesinato de su
amigo Ruiz de Alda en una de las famosas sacas de la Cárcel Modelo
que se ensañaron con los presos políticos. Fue destinado por su
hermano a Mallorca en destino de superior categoría, a pesar de la
oposición del general Kindelán, jefe de la Aviación Nacional, por su
anterior conducta revolucionaria. Murió durante un servicio de
bombardeo en 1938 al estrellarse su avión en el mar por avería cerca
de las islas Baleares.

María de la Paz
La hermana menor, falleció el 4 de mayo de 1904, cuando solo contaba
con cinco años de edad.

Los tres hermanos varones, como se ha podido apreciar, tuvieron


personalidades muy diferentes, lo que suele ocurrir en todas las
familias. Nicolás, el mayor, era más sedentario, intelectual,
extrovertido, hombre de negocios y aburguesado. Los otros dos fueron
indudablemente hombres de acción: Franco fue más introvertido,
equilibrado, reflexivo y disciplinado, mientras que Ramón, con un
carácter más parecido al de su padre, fue más romántico, extrovertido
e indisciplinado tanto en la vida privada como en la profesional y
deportiva.

LA INFANCIA DE FRANCISCO FRANCO

Francisco Franco Baamonde nació el 4 de diciembre de 1892 en El


Ferrol (La Coruña) y el 17 del mismo mes fue bautizado en la iglesia de
San Francisco de su ciudad natal.

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Ha sido considerado por sus biógrafos como un chico normal que
destacaba por su buena memoria, sus habilidades para las
matemáticas, los problemas y el dibujo y por su afición a la historia,
aunque de niño quería ser marino o arquitecto. No tenía grandes dotes
oratorias, pero se expresaba con fluidez. Según Hugh Thomas (1976,
998), esta característica se podía considerar positiva como jefe de
Estado de un país que había sufrido una sobrexposición a la retórica
hueca de tantos oradores políticos que le precedieron.
Tenía una constitución fuerte, era sufrido y resistente para
soportar las penalidades de las duras campañas africanas.
El futuro Caudillo cursó los estudios primarios y el bachillerato en
su ciudad natal. Franco describió a su médico de cabecera, Pozuelo
(1980, 58), cómo era por entonces la educación en Galicia: «El nivel de
la enseñanza en El Ferrol, en estos años, era en general bajo. No
existían colegios religiosos masculinos y cuanto más tiempo pasaba, se
acusaba más la diferencia y el atraso de no seguir el paso del resto de
la población. Faltando escuelas, los profesores se limitaban a tomar la
lección de memoria, por el libro, sin explicaciones ni aclaraciones. No
había instituto de segunda enseñanza, y para los exámenes había que
trasladarse a La Coruña».
Uno de sus entretenimientos infantiles era observar los ejercicios
de instrucción que hacía el Regimiento de Isabel la Católica, de
guarnición en la capital gallega, en su campo de maniobras.
Franco cursó los estudios antes citados junto a su primo, dos años
mayor que él, Francisco Franco Salgado-Araujo, quien después sería
uno de los más estrechos colaboradores durante toda su carrera
militar. Fue su secretario particular desde el 1 de octubre de 1936,
cuando Franco fue designado Generalísimo de los ejércitos nacionales.

Alerto 2001
2
FORMACIÓN MILITAR

La pérdida de Cuba y Filipinas de 1898 estaba muy presente entonces


en la sociedad civil y militar española, sobre todo en poblaciones
marineras, como eran El Ferrol y La Coruña, que habían sufrido en sus
propias carnes los efectos de las catastróficas derrotas. Este ambiente
influía sin duda en el ánimo de las familias, como fue el caso de la
familia Franco, que tenía numerosos miembros marineros.
Es singular que, a pesar del ambiente pesimista del entorno,
todavía hubiera jóvenes dispuestos a abrazar la profesión de las armas,
y, en particular, en la Armada. Nicolás y su hermano Francisco fueron
dos de ellos.
Franco tenía desde la infancia vocación militar y deseaba ser
oficial de la Marina de Guerra, siguiendo la tradición familiar. La
preparación para ingresar en la Escuela Naval la hizo en la academia
que dirigía el capitán de corbeta Saturnino Suanzes Carpegna. Esta
academia preparatoria estaba situada a bordo de la fragata Asturias,
anclada en el puerto de El Ferrol.
Su hermano mayor, Nicolás, había conseguido ingresar como
guardiamarina en 1906. Sin embargo, en la primavera de 1907, cuando
se esperaba la habitual convocatoria anual para la oposición de ingreso
a la Armada, se comunicó que ese año no habría convocatoria y que se
cerraba la Escuela Naval. Fue una decisión inexplicable después del
hundimiento de las flotas españolas en Cavite y en Santiago de Cuba,
que había dejado a España gravemente dañada en sus capacidades
defensivas, en especial las marítimas. El Gobierno de la nación no
quiso, o no pudo hacer, los esfuerzos necesarios para reconstruir su
poder marítimo mediante nuevas construcciones navales con sus
correspondientes dotaciones, en particular con nuevos oficiales.
La mayoría de los aspirantes a ser oficiales de la Armada, al ver

Alerto 2001
frustradas sus aspiraciones, decidieron seguir su vocación militar en el
Ejército de Tierra, cuyas pruebas de ingreso eran muy similares, pero
menos exigentes debido a que era superior la relación entre la oferta y
la demanda. La mayor demanda de oficiales para el Ejército se debía a
las inminentes campañas que se preveían en el norte de África como
consecuencia de la Conferencia de Algeciras, del año anterior, por la
que España adquirió la obligación de ejercer un Protectorado en
Marruecos. Es posible que debido a esta previsión de inminentes
campañas terrestres se desequilibraran los presupuestos del
Ministerio de Guerra en beneficio de Ejército de Tierra, y en perjuicio
de las fuerzas navales, por considerarlas menos necesarias en el
territorio norteafricano adyacente a la Península.

LA ACADEMIA DE INFANTERÍA DE TOLEDO

Franco decidió presentarse a la Academia de Infantería, previa


autorización paterna por ser menor de edad. Superó las pruebas de
ingreso, que se celebraron en mayo de 1907.
Ingresó entonces en la XIV promoción de la Academia de
Infantería, situada en el Alcázar de Toledo. Tenía catorce años y medio
y obtuvo el número 251 de los 382 ingresados en dicha convocatoria, a
la que se presentaron más de 1.500 aspirantes, llegados de toda
España. Su primo, amigo y compañero de estudios de bachillerato,
Salgado-Araujo, tuvo menos suerte y no aprobó ese año, pero lo
consiguió en el siguiente.
Fue una promoción muy heterogénea con respecto a las edades,
pues unos 40 cadetes tenían entre catorce y quince años, 150 entre
dieciséis y dieciocho, alrededor de 100 entre dieciocho y veinte, y unos
40 tenían más de veinte. El 13 de octubre de 1907 prestaron el solemne
juramento de fidelidad a la bandera.
Los comienzos fueron difíciles, como era normal en los centros de
enseñanza militares. Lo primero fueron las novatadas de mal estilo de
los más veteranos, que hacían desagradable la vida de los nuevos
alumnos, hasta que los componentes de la promoción se cohesionaron
y les hicieron frente, acabando con ellas. Además, la actitud de los que
repetían curso, llamados «perdigones» en el léxico académico, no
aportaba sensaciones buenas en el ambiente general a los cadetes
recién incorporados por su espíritu pesimista y resentido. También, el

Alerto 2001
profesorado tuvo la ocurrencia de cortar los cañones de los fusiles
unos 15 cm para facilitar su manejo a los cadetes más jóvenes (parece
ser que para favorecer a hijos de algunos profesores). Esta decisión fue
mal recibida por los propios cadetes a los que estaba destinada. Por
pundonor, y a riesgo de ser arrestados, la rehuyeron, cogiendo los
fusiles disponibles de los compañeros que estaban dados de baja para
instrucción.
Es habitual en las academias militares poner motes a los
profesores y alumnos con más o menos gracia y mordacidad. En
muchos casos el apodo acompaña al agraciado durante toda su vida. A
Franco le correspondió el de Franquito por su escasa edad y estatura,
apelativo que se puede considerar entre los afectuosos.
Franco fue un alumno normal, pero se quejaba de que los estudios
eran muy memorísticos, y no se enseñaba con razonamientos, como se
hacía en la Marina, aunque la Academia de Infantería de aquella época
tuvo un excelente jefe de estudios, después director, y su buen hacer
quedó patente en el buen resultado que dieron sus alumnos en las
campañas militares en que participaron.
Tuvieron primero como jefe de estudios y segundo jefe de la
academia al teniente coronel José Villalba Riquelme, que desarrolló un
gran celo y eficacia en la formación moral, física y táctica de sus
cadetes. Villalba dio un gran impulso a la formación militar de los
cadetes, que mejoró en todos sus aspectos. La Academia de Toledo
tuvo un gran florecimiento en disciplina, formación teórica,
instrucción táctica, higiene y preparación física. Ascendido a coronel,
fue nombrado director de la academia y siguió con su esfuerzo
educativo. Era un veterano de la Tercera Guerra Carlista y de la de
Cuba. De la Academia de Infantería, para dar ejemplo, pasó a mandar
el prestigioso Regimiento de Infantería África en las campañas de
Marruecos. Llegó a ser ministro de la Guerra (1919-1920) con el rey
Alfonso XIII, cargo en el que fundó la Escuela Central de Educación
Física de Ejército, y fue el responsable del Real Decreto de la
Organización del Tercio de Extranjeros (1920).

LA FORMACIÓN DE LOS CADETES

Los cadetes eran formados en una estricta disciplina, amor a la patria


y culto al honor y al valor. Tácticamente recibieron las enseñanzas

Alerto 2001
derivadas de la victoria del ejército de Alemania sobre el de Francia en
1870, en un escenario bélico convencional y campos de batalla y
ambientes europeos. Estas enseñanzas estaban muy lejos del tipo de
guerra y de enemigo con que se tropezaron al poco tiempo de salir de
la academia, circunstancia que, por otro lado, suele ocurrir en todas
las guerras debido a la rápida evolución de los procedimientos
tácticos.
La enseñanza incluía asignaturas militares y civiles, que
complementaban su formación cultural, además de los ejercicios
prácticos de instrucción, táctica, tiro, equitación y educación física. La
formación cultural se complementaba con asignaturas civiles.
Entre las asignaturas militares destacaremos:
— Ordenanzas militares.
— Organización militar.
— Táctica de compañía, batallón y brigada.
— Armamento.
— Balística y tiro.
— Justicia militar.
— Geografía militar de España, Europa y Marruecos.
— Historia militar.
— Ferrocarriles y telegrafía.
— Dibujo topográfico.

Entre las asignaturas civiles citaremos:


— Álgebra y análisis matemático.
— Geometría plana y descriptiva.
— Mecánica.
— Física y química.
— Legislación española.
— Idiomas a elección (francés, alemán, inglés o árabe).

Durante el segundo curso académico ocurrió la agresión rifeña a


los obreros del ferrocarril en la zona de Melilla que provocó la
campaña de 1909, y produjo una gran conmoción en la vida de la

Alerto 2001
nación, con su repercusión directa en las academias militares, las
cuales tuvieron de reforzar su preparación y entrenamiento. El coronel
Villalba les hizo recopilar, como trabajo académico y en forma de
diario de operaciones, todas las operaciones militares llevadas en las
campañas del Rif de los años 1909 y 1910. El coronel director expuso,
en su presentación, la finalidad del trabajo: «Con objeto de que los
alumnos de esta academia tengan una idea aproximada de la marcha
que siguen las operaciones de la guerra en Melilla, procederán a
redactar un extracto de allá a los capitanes profesores D. Manuel
García Álvarez y D. Antonio García Pérez, y me lo remitirán una vez
terminado».
Estas campañas despertaron la ilusión de los futuros oficiales de
infantería, que anhelaron marchar a África para combatir en ellas.
Una anécdota que contó el Caudillo a su médico de cabecera
(Pozuelo, 1980, 65) es significativa, y quizá influyera en sus futuros
conceptos sobre la defensiva y la fortificación, que después quedaron
reflejados en su obra ABC de la batalla defensiva:
Relataré esta anécdota por la importancia que estas cosas tuvieron en la formación de
mi carácter. Discurría el estudio sobre fortificación, en mi segunda clase. El profesor era
hombre bueno y fácil de contentar. Nos solía interrogar por riguroso turno y yo había
quedado, en orden de actuación, para el siguiente día. El hecho de existir dos días
festivos intermedios me ofrecía tiempo para prepararme. La lección que correspondía
estaba dedicada a los trazados en las fortificaciones. Materia ardua a la que el libro de
texto dedicaba corto espacio, en forma muy oscura e imprecisa. Se me presentaba
ocasión de lucimiento si conseguía aclarar conceptos, consultando otros autores sobre la
materia. Y así lo pretendí, dirigiéndome a la biblioteca para realizar las consultas
convenientes, en lo que me ayudó el capitán bibliotecario, que se interesó por lo que
buscaba, lo que me facilitó encontrar la bibliografía y fijar ideas sobre la materia, de lo
que tomé las oportunas notas. Así, fortalecido en mis ideas, salí a la pizarra el día
esperado para mi intervención. Empecé mi exposición recordando los distintos factores
que condicionan la decisión sobre una fortificación y la depreciación progresiva que la
fortificación sufre con el paso del tiempo, por los continuos progresos de las armas y el
aumento de potencia de los medios de combate, que hacen que las fortificaciones sean
antiguas en pocos años. El profesor, que hasta entonces parecía escucharme paciente,
cuando comenté el análisis de los sistemas en auge, al referirme a sus trazados cambió
de gesto y, como malhumorado, me interrumpió diciéndome que no estábamos en el
Ateneo, que no me sabía el libro, y que me ponía un mediano.

LA XIV PROMOCIÓN

Su promoción fue promovida al empleo de segundos tenientes

Alerto 2001
(equivalente en la actualidad a alférez) el 13 de julio de 1910. De los
382 aspirantes que ingresaron salieron 312 (82 por ciento). El solemne
acto fue presidido por el rey Alfonso XIII.
Esta promoción comenzó a combatir nada más salir de la
academia y prácticamente no cesó de hacerlo hasta el año 1945; es
decir, más de treinta años o toda una vida militar en activo. Participó
en las campañas de Marruecos (1911-1927), golpe de Estado de
Sanjurjo (1932), Revolución de Asturias (1934), Guerra Civil (1936-
1939), Segunda Guerra Mundial con la División Azul (1941-1944) y
contra el maquis (1945).
Fue una promoción con un protagonismo relevante en la historia
de España. Las principales vicisitudes militares de sus componentes
fueron:

— Tuvieron una muerte violenta 101 (32 por ciento), de los que 65
(20,8 por ciento) cayeron en combate y 36 (11,5 por ciento) fueron
asesinados en el año 1936, en la zona controlada por el Gobierno
del Frente Popular.
— Obtuvieron la más alta condecoración militar, la Cruz Laureada de
San Fernando, 4 (1,3 por ciento), y 12 (3,8 por ciento), la Medalla
Militar Individual.
— Alcanzaron el generalato 31 (9,9 por ciento).

Los integrantes de las promociones de esta época siguieron la


orientación políticomilitar que imperaba en España desde mediados
del siglo XIX, que, según escribió Payne (1968, 396) y creo que muy
acertadamente, era «el patriotismo, el progreso y la unidad nacional»,
corriente que llevaba a la facción liberal y a oponerse a la monarquía
absoluta y a las rebeliones separatistas americanas y peninsulares
(guerras carlistas, cantonales, República Dominicana, Cuba y
Filipinas). Sin embargo, estas amenazas, desde el principio del siglo
XX, continuaron procediendo de los movimientos separatistas
peninsulares, más focalizados en algunas regiones y en los
movimientos marxistas y anarquistas de lucha de clases, agravado
todo ello por los ataques a la Iglesia católica, de gran virulencia.

LOS COMPAÑEROS DE PROMOCIÓN MÁS SIGNIFICATIVOS

Alerto 2001
Manuel Asensio Cabanillas (1887-1914). Cruz Laureada de San
Fernando, muerto de teniente en combate el 19 de julio de 1914, al
rechazar una agresión a su descubierta en las inmediaciones de la
posición de Izarduy, sector de Tetuán.
Juan Salafranca Barrio (1889-1921). Se le concedió la Medalla
Militar Individual en el año 1912. Participó en el combate del Biutz en
1916, donde fue herido, como su compañero de promoción Franco.
Cruz Laureada de San Fernando. Caído, de capitán, en la posición
avanzada de Abarrán el 1 de junio de 1921.
José Valdés Martel (1892-1924). Sirvió en las Fuerzas Regulares
Indígenas, Policía Indígena y en una harca. Fue Cruz Laureada de San
Fernando en 1914 y cayó en combate al rescatar a un compañero
muerto sobre el campo de batalla el 9 de octubre de 1924 en el río
Hayera (sector de Tetuán).
Fernando Díaz Giles (1887-1960). Excelente músico y uno de los
compositores de Auras Imperiales, que pasó a ser el himno de la
Academia de Infantería, y en la actualidad es el del Arma de
Infantería. Consiguió la cátedra de profesor de piano en el
conservatorio de música en 1924, abandonando definitivamente la
carrera militar.
Camilo Alonso Vega (1889-1971). Natural también de El Ferrol,
su padre murió a bordo del crucero Vizcaya en el combate de Santiago
de Cuba el 3 de julio de 1898. Era, por tanto, huérfano por la guerra de
Cuba. Fue amigo de Franco desde la infancia. Participó en las
campañas de Marruecos en la III Bandera del Tercio de Extranjeros,
donde obtuvo la Medalla Militar Individual en el combate de Buharrat.
Alzó la provincia de Álava en julio de 1936, siendo coronel. Mandó
la 4.ª División de Navarra en la Guerra Civil, y después fue director
general de la Guardia Civil y ministro de la Gobernación.
Juan Yagüe Blanco (1891-1971). Mano derecha de Franco en la
Revolución de Asturias, en el alzamiento, en la marcha sobre Madrid y
en otras ocasiones. Militar de carácter dinámico, enérgico y
vehemente, tuvo desencuentros políticos con Franco, que este siempre
supo controlar. Seguramente el mejor general táctico del Ejército

Alerto 2001
Nacional. Fue Medalla Militar Individual en las campañas de
Marruecos, alcanzó el empleo de teniente general y fue el primer
ministro del Ejército del Aire después de la Guerra Civil.
Darío Gazapo Valdés (1891-1942). El número uno de la
promoción. Se pasó al Cuerpo de Estado Mayor. Tuvo una destacada
participación en el adelanto del alzamiento el 17 de julio de 1936 en
Melilla, 24 horas antes de lo previsto. Falleció de coronel, estando
todavía en servicio activo.
Emilio Esteban-Infantes Martín (1892-1962). Ingresó en el
Cuerpo de Estado Mayor y participó en las campañas de Marruecos
(1922-1927) y en la Guerra Civil, donde obtuvo la Medalla Militar
Individual en el frente de Teruel (1938). Profesor con Franco en la
Academia General Militar, fue segundo el jefe de la División Azul, al
relevar al general Muñoz Grandes y sufrió el embate soviético en la
batalla de Krasny Bor, de la que salió victorioso. Alcanzó el empleo de
teniente general y fue jefe de la Casa Militar de Franco.
Heli Rolando Tella y Cantos (1888-1967). Sirvió en las campañas
de Marruecos, donde obtuvo la Medalla Militar Individual (1923) y la
Cruz Laureada de San Fernando (1925). Participó en el fallido golpe de
Estado de Sanjurjo en 1932. Tuvo una destacada participación en la
Guerra Civil. Alcanzó el generalato, pero acabó siendo expulsado del
Ejército por un tribunal de honor, acusado de corrupción.
Vicente Guarner Vivanco (1893-1981). Diplomado de Estado
Mayor. Participó en las campañas de Marruecos y estuvo destinado en
el Sahara español. Jefe superior de la Policía de Cataluña, en 1936
participó activamente en la represión del levantamiento del 19 de julio
de ese año al servicio del Gobierno catalán. Al término de la Guerra
Civil se exilió en Casablanca y México, donde falleció. No es de
extrañar que haya sido uno de los detractores de Franco.
Alfonso Rey Pastor (1890-1959). Diplomado de Estado Mayor.
Participó en el levantamiento topográfico del Protectorado de
Marruecos, y en la Guerra Civil luchó con el bando nacional. Llegó a
ser director del Observatorio Sismológico de Toledo y realizó estudios
arqueológicos sobre esta ciudad. Fue autor del libro Análisis

Alerto 2001
matemático, que fue durante muchos años lectura exigida para el
ingreso en la Academia General Militar.
Santiago Amado Lóriga (1890-1974). Fue el número dos de la
promoción. Combatió en Marruecos, en la Guerra Civil y con la
División Azul como general segundo jefe de Esteban Infantes. Fue
director de las academias de Infantería y General Militar en su tercera
época. Alcanzó el empleo de teniente general.
Carlos Villalba Rubio (1890-1914). Hijo del coronel director de la
Academia de Infantería. Muerto de capitán en acción de guerra en
Cudia Federico el 28 de agosto de 1914 en las campañas de Marruecos.
Ricardo Villalba Rubio (1892-1994). Hijo también del coronel
director de la Academia de Infantería y hermano de Carlos. Participó
en la Guerra Civil y fue uno de los principales defensores del Alcázar
de Toledo. Mandó el Regimiento 263 en la División Azul. Alcanzó el
empleo de general de brigada.
Francisco Rosaleny Burguet (1890-1973). Participó en las
campañas de Marruecos y en la Guerra Civil con el Ejército Nacional.
Fue gobernador militar del Sahara español en 1949 y alcanzó el
empleo de general de brigada.
Francisco Franco Salgado-Araujo (1890-1975). Hemos incluido
esta reseña biográfica, aunque no fue de la misma promoción de
Franco, sino de la siguiente, como ya hemos visto, porque estuvo en la
infancia y en la carrera militar estrechamente ligado a su primo. Su
padre falleció en 1900, y fue el padre de nuestro biografiado y tío
carnal suyo el que ejerció de tutor.
Los dos primos coincidían en el nombre y primer apellido, por lo
que los compañeros denominaron familiarmente Paquito al futuro
Caudillo, por ser de menor edad y estatura, y Pacón a Francisco
Franco Salgado-Araujo.
Aunque tuvo los cargos de jefe del Regimiento de la Guardia del
Generalísimo y jefe de su Casa Militar, su principal función fue ser
secretario militar y particular de Franco, a cuya sombra hizo la carrera
militar hasta alcanzar el empleo de teniente general, continuando con
la dirección de ambas secretarías.

Alerto 2001
Escribió dos libros. Uno, ya citado, publicado después de su
propio fallecimiento del de Franco, que rezuma resentimientos
inexplicables, pues gracias al Caudillo llegó a teniente general. Pilar, la
hermana de Franco, lo achacó a animosidad personal porque no lo
hizo ministro del Ejército.

LA SALIDA DE LA ACADEMIA

Los oficiales recién salidos de las academias, con el empleo de


subtenientes (equivalentes a los actuales alféreces), no podían ser
destinados a las zonas de combate (Marruecos). Franco, con dieciséis
años, solicitó y fue destinado al Regimiento de Infantería Zamora n.º
8, de guarnición en El Ferrol, donde vivía su madre y donde se
incorporó el 22 de agosto de 1910.
Camilo Alonso Vega fue destinado al mismo regimiento, al que
también llegó, al año siguiente, su primo Salgado-Araujo.
Esteban Infantes tuvo como primer destino el Regimiento de
Infantería del Príncipe n.º 3, en Oviedo, y Yagüe el Regimiento de la
Lealtad, en Burgos.
La vida militar transcurrió dentro de la tónica general y rutinaria
de las guarniciones peninsulares de la época. Mientras tanto, Franco
había pedido sin éxito, en varias ocasiones, destino en las guarniciones
africanas. En el año 1911, dentro de la campaña del Kert en el sector de
Melilla, cayeron en combate algunos de sus compañeros de
promoción, cuyo ejemplo sirvió de estímulo:

— Fernando Sesma Fortún, del Regimiento de Infantería San


Fernando († 27/XII/1911).
— Bruno Pérez Vázquez, del Regimiento de Infantería Melilla (†
27/XII/1911).
— Bernardino Echenique Alonso, del Regimiento de Infantería San
Fernando († 27/XII/1911).
— Arturo Escario Elósegui, del Regimiento de San Fernando (†
12/IX/1911).

Ramón Franco ingresó en la Academia de Infantería de Toledo en


1911, al año siguiente de la salida de la misma de su hermano
Francisco.

Alerto 2001
3
CAMPAÑAS DE MARRUECOS (I): REGIMIENTO
ÁFRICA Y REGULARES

La descripción de la participación de nuestro biografiado en las


campañas de Marruecos se ha basado en su hoja de servicios como
principal fuente primaria, por considerar que son incuestionables los
datos que figuran en ella, al tiempo de ser los más completos. No
obstante, los documentos de este tipo son muy densos en información
y parcos en las descripciones. De ahí que se haya intentado dar una
forma algo menos rígida, aunque sin variar para nada los contenidos, a
fin de facilitar una mejor comprensión. Así pues, son de absoluto rigor
las operaciones en que participó, los lugares donde se desarrollaron, el
mando que ejercía en esos momentos, las fechas, etc.

LA CAMPAÑA DEL KERT (1911-1912)

Esta campaña se desarrolló en la parte oriental (sector de Melilla) de


la que sería zona de influencia de España en Marruecos, una vez
firmado el convenio hispano-francés del 27 de noviembre de 1912. Fue
provocada por la agresión de harqueños del cabecilla rifeño Mizzian a
un destacamento topográfico militar. Una vez rechazada y castigada la
agresión, se aprovechó la situación para extender hasta el río Kert el
territorio controlado por el Gobierno español.
Esta campaña incrementó la necesidad de unidades y oficiales en
este sector, y consecuentemente se derogó, a finales del año 1911, la
disposición por la que los subtenientes no podían ir destinados a
África.
Franco solicitó el destino de mayor riesgo y fatiga, y fue destinado
a la Capitanía General de Melilla el 6 de febrero de 1912 a las órdenes
del capitán general. Así cumplía la vocación militar que le habían
inculcado en la academia para empeñarse en las impopulares

Alerto 2001
campañas militares africanas, donde las posibilidades de
supervivencia de los oficiales jóvenes no alcanzaban el 50 por ciento.
Franco, Alonso Vega y Salgado-Araujo partieron juntos para
Marruecos. Embarcaron en un carguero de El Ferrol a La Coruña con
una mar embravecida, y desde allí por ferrocarril a Madrid, después a
Málaga, y desde este puerto a Melilla, donde desembarcaron el 12 de
febrero.

EL REGIMIENTO DE INFANTERÍA ÁFRICA

Franco y Alonso Vega fueron agregados el día 17 de febrero al


Regimiento de Infantería África n.º 68, de guarnición en Melilla.
Habían sido reclamados por su jefe y antiguo director de la academia,
el coronel Villalba Riquelme. Su primo Salgado-Araujo fue destinado
al Regimiento de Infantería Melilla n.º 59, en el puesto avanzado de
Ras Medua.
Franco se incorporó, el 24 de febrero, al destacamento de su
regimiento en la meseta de Tifasor, donde se hizo cargo de una sección
de fusiles. Tifasor estaba en la desembocadura del río Kert y era un
punto de aguada para abastecer al futuro campamento de Sammar.
Una columna del Regimiento África atacó y desalojó a una
pequeña harca rifeña que había cruzado el río Kert y a la que se le
obligó a repasarlo. El 19 de marzo, Franco participó, al frente de su
sección, en un reconocimiento en vanguardia en las inmediaciones de
Ymyaten, donde recibió su bautismo de fuego al sostener un nutrido
tiroteo con los harqueños.
Desde entonces su vida transcurrió en los servicios habituales de
campaña, principalmente reconocimientos y escoltas de convoyes.

— El 22 de marzo intervino en la ocupación de Sammar, donde quedó


acampado. Prestó los servicios de fortificación necesarios para su
defensa, pues estaban siendo constantemente hostilizados por los
rifeños. El cometido de esta nueva posición era controlar la
desembocadura del río Kert.
— El 15 de abril se trasladó a la posición de Ras Medua, importante
punto de aguada y base de operaciones. Desde allí practicó
continuos reconocimientos y escolta de convoyes con destino a las
posiciones avanzadas.

Alerto 2001
— El 14 de mayo escoltó un convoy a Izaffen y fue hostilizado.
— El 15 del mismo mes de mayo formó parte del grueso de la
columna en la operación que tuvo lugar en las lomas de Taddut y
Tuduit, en la que resultó muerto el jefe del harca, Sidi Mohamed
Mizzian. Este combate fue conocido como la batalla de los llanos
del Garet. Terminada la operación, regresó al campamento de Ras
Medua.
— El 30 de mayo practicó un reconocimiento por Tiduit para proteger
el convoy a Izaffen.

El 6 de junio pasó de estar agregado a destinado, en plantilla, al


Regimiento África, y continuó destacado en el campamento de Ras
Medua. El 13 fue ascendido a primer teniente por antigüedad, junto a
sus compañeros de promoción Vega y Ricardo y Carlos Villalba Rubio,
disponiéndose que continuasen destinados en el mismo regimiento.
Fue el único ascenso que tuvo Franco que no fuese por méritos de
guerra.
Continuó en la posición de Ras Medua en servicios de
reconocimientos y seguridad hasta el 25 de agosto de 1912, cuando
marchó destacado a la posición del Fuerte de las Minas para dar
cobertura a las minas de hierro de Uixan, en la cabila de Beni Bu Ifrur,
donde quedó prestando servicio de seguridad.
La campaña del Kert se dio oficialmente por finalizada el 31 de
agosto de 1912, pero continuaron los destacamentos, reconocimientos
y convoyes, aunque tenían un riesgo más limitado. Los cabileños, con
algunos hostigamientos de fusil o «paqueos», ponían a prueba el
espíritu de sacrificio y abnegación de las guarniciones en un terreno
duro e inhóspito.
El 20 de diciembre de 1912 regresó a Melilla hasta el 10 de enero
de 1913, fecha en la que fue nuevamente destacado a la posición Fuerte
de las Minas, empleándose en servicio de seguridad y fortificación
hasta el 24 de marzo, cuando marchó a la posición de Atlaten, que era
un monte muy escarpado y donde continuó con los mismos servicios.
Su participación en este periodo de operaciones fue
recompensada, el 16 de noviembre de 1912, con la Cruz del Mérito
Militar de primera clase con distintivo rojo por haber estado durante
tres meses en operaciones activas en la campaña del Kert, y con la de

Alerto 2001
Medalla de la Campaña de Melilla, el 4 de abril de 1913, con los
pasadores de Kert y Beni Bu Gafar.
Conocedor de que el ciclo de operaciones se iba a desplazar al
sector de Tetuán, su espíritu inquieto lo incitó a cambiar de destino, a
la unidad que muy previsiblemente iba a operar en aquel sector.

LAS FUERZAS DE REGULARES INDÍGENAS DE MELILLA

A primeros de abril de 1913 pidió una vacante de las Fuerzas Regulares


Indígenas de Melilla, unidad de reciente creación (1911), formada por
tropas mayoritariamente indígenas, mandadas por oficiales españoles
y llamadas a ser fuerzas de maniobra y de choque. Fue otra vez
voluntario para buscar los puestos de mayor sacrificio. Destinado el 15
de abril, se incorporó el día 24 de ese mes y fue inmediatamente
destacado al campamento de Sebt, donde se estaba organizando una
nueva compañía.
La pacificación del sector oriental y la necesidad política de
ocupar la ciudad de Tetuán para que pudiera ser la capital del
Protectorado Español y frenar la penetración francesa por el sector de
Larache fueron los motivos principales para el desplazamiento del
centro de gravedad de la intervención española en Marruecos.
Tetuán fue ocupada de forma pacífica por los españoles en febrero
de 1913, aunque el movimiento provocó agresiones y hostigamientos,
instigados por agentes del líder Raisuni, señor de la cabila de Beni
Arós, que cada vez fueron ganando mayor intensidad. Estos
acontecimientos aconsejaron al alto comisario español en Marruecos,
general Alfau, rodear la ciudad de posiciones defensivas y reforzar el
sector con los regulares de Melilla.
La posición del Zoco de Tzenin, ocupada el 1 de mayo de ese año,
era clave para asegurar las comunicaciones en la zona occidental del
Protectorado. Su primer jefe fue el capitán José Millán Astray, futuro
fundador del Tercio de Extranjeros.
Los regulares de Melilla embarcaron el 16 de junio, al mando del
coronel Dámaso Berenguer Fusté, que era su fundador y primer jefe.
La fuerza marchó en sendos vapores con rumbo a Ceuta, donde
desembarcaron para ir a Tetuán. Franco marchó con estas fuerzas a las
órdenes directas del coronel Berenguer. El 21 de junio pasó destacado
al campamento de Laucién, que proporcionaba seguridad por el oeste

Alerto 2001
a la capital del Protectorado Español.
Franco participó con su nueva unidad en las siguientes acciones
de guerra, en las que sostuvo fuego con el enemigo:

— El 22 de junio, en un reconocimiento una columna mandada por


Berenguer, ya ascendido a general de brigada, se encontró con una
guardia harqueña, que fue batida. Franco tomó parte en los
combates de Uad Ras y Beni Sidel.
— El día 24 se realizó una operación para abortar un ataque enemigo
contra la ciudad de Tetuán. Franco tomó parte en el combate de
Ben Karrich, y el 25 regresó al campamento de Tetuán con todas
las unidades de estas fuerzas y con la columna, mandada por el
general de brigada Berenguer.
— El 28 de junio estuvo en el reconocimiento sobre Bab el-Toriger,
por el Alto Deno.
— El día 11 de julio se montó una operación para desbaratar las
concentraciones enemigas, al norte del campamento de Laucién,
en la zona de Zadino. Las harcas fueron desalojadas de sus
posiciones por la fuerza y sufrieron gran quebranto.
— El 25 de julio participó en la protección del paso de un convoy de
Tetuán a Laucién.
— El 29 de julio de 1913 pasó al campamento de Laucién, donde
desalojó del terreno circundante a los enemigos que lo
hostilizaban. El día 30 hizo una descubierta con ligero tiroteo.
— El 4 de agosto regresó a la plaza de Tetuán para que la tropa
indígena celebrara el Ramadán.

NO DEJAR JAMÁS UN HOMBRE EN EL CAMPO

El 22 de septiembre una columna española alcanzó la posición del


Mogote para fortificarla. Un batallón puso la mano de obra, mientras
varias compañías de regulares le daban la protección necesaria.
Una de estas compañías, al mando del capitán Izarduy, fue
duramente atacada por una harca enemiga. Al intentar un pequeño
repliegue a una posición más ventajosa, el capitán, que se quedó el
último, resultó herido de gravedad, y su cuerpo quedó sobre el campo.
Su compañía trató de recuperarlo sin conseguirlo, incluso uno de sus

Alerto 2001
tenientes cayó herido. El capitán Emilio Mola Vidal intentó también
rescatarlo, para evitar su profanación y que el cadáver de un capitán
de regulares fuera paseado, como un trofeo, por las cabilas. Mola
tampoco lo consiguió, a pesar de las bajas y de que otro teniente
resultó muerto en el intento. El rescate del capitán Izarduy se convirtió
en una cuestión de honor.
Entonces intervino la compañía a la que pertenecía el teniente
Franco, la cual consiguió con su fuego de flanco neutralizar el del
harca, y esto posibilitó la recuperación del cadáver del bravo capitán
Izarduy, ya maltratado por los cabileños. Esta acción reforzó la moral
de las fuerzas de Regulares.
El general Dámaso Berenguer, jefe de la columna, en el parte
reglamentario sobre la operación escribió que «[…] marchara
directamente al sitio donde se encontraba [el cadáver] la Compañía del
Capitán Cuevas, hábilmente flanqueada por una sección de la 1.ª
Compañía, al mando del Teniente Franco [lo cual] permitió conseguir
lo que desde el primer momento fue un compromiso de honor para las
Fuerzas Regulares» (Casas, 1996, 107). Esta breve cita refleja, por
primera vez, el reconocimiento general y oficial de la pericia táctica de
Franco en la difícil maniobra de un flanqueo móvil.
Jorge Vigón escribió en su biografía General Mola (1957, 25):
«Buenos nombres sonaban debajo de aquella lona: Sanz de Larin,
Serrano, Yagüe, Ayuso… También recuerdo a un teniente ferrolano,
moreno, tranquilo siempre, nada bullicioso, activo, cordial, de cuyos
hechos ya se hablaba y que estaba propuesto para el ascenso a capitán.
Se llamaba Francisco Franco».
El teniente Manuel Asensio Cabanillas, del Regimiento de
Infantería Mallorca y de la promoción de Franco, murió heroicamente
en este combate y obtuvo la Cruz Laureada de San Fernando. Su
hermano Carlos, enterado de la muerte, solicitó relevarlo de
inmediato.
El comandante Luis Pareja, de regulares, escribiría poco después,
en 1916, sobre el particular (Ballenilla, 2010, 240): «Aunque cueste el
triple de bajas, no debe dejarse ni un herido ni un muerto en el campo.
Cueste lo que cueste, es el principal resorte de la moral de nuestros
soldados el que sepan que jamás quedarán abandonados en poder del
enemigo. El mando debe castigar severamente al oficial o jefe que deje

Alerto 2001
a un mando sin recoger».
Esta acción de no abandonar a un hombre en el campo del honor,
a pesar de las bajas que pudiera costar, quedó pocos años después
recogida en el espíritu de compañerismo del Credo de la Legión.

LA TÓNICA DE LOS SERVICIOS DE CAMPAÑA

La situación táctica seguía siendo de una constante intranquilidad, y la


actividad militar quedó reducida a la consolidación de las
comunicaciones y algunas acciones para castigar agresiones. El resto
del año (1913) transcurrió con los servicios normales de campaña:
descubiertas, reconocimientos ofensivos, establecimientos de nuevas
posiciones, limpiezas del terreno de elementos hostiles, etc., siempre
en continuo fuego con un enemigo taimado y correoso.
El 7 de octubre de 1913 le fue concedida la Cruz del Mérito Militar
de primera clase y con distintivo rojo, por los distinguidos servicios
prestados y méritos contraídos en los hechos de armas y operaciones
efectuadas hasta el 24 de junio de ese año, especialmente por la
operación de Ben Karrich.
El 24 y el 27 de noviembre practicó servicios de descubierta en el
monte Dersa, al norte de Tetuán. El día 15 de diciembre prestó igual
servicio y apresó una guardia enemiga. El 16 de diciembre, en el
reconocimiento de la cabila de Anyera mantuvo todo el día fuego con
el enemigo.
El día 17 de diciembre se montó una operación para construir un
blocao que evitara incursiones y agresiones sobre la carretera de
Laucién a Tetuán, en la que Franco tomó parte en el combate del
monte de Beni Idel para rechazar al enemigo. En esta operación
intervinieron por primera vez aeroplanos en misiones de
reconocimiento y bombardeo.
El 19 de diciembre intervino en la operación de reconocimiento
del macizo de Beni Amran, en la que mantuvo tiroteos con el enemigo.
El 12 de enero de 1914 formó parte de la columna al mando del
general de brigada Berenguer, desplegada para proteger los trabajos
de construcción de un blocao en las inmediaciones del reducto
Izarduy, denominado así en honor del heroico capitán antes
mencionado.
El 31 de enero Franco hizo un servicio de descubierta en las

Alerto 2001
proximidades del río Martín, donde sostuvo fuego con el enemigo,
haciéndole dos bajas.
El día 1 de febrero se escribió una de las páginas más gloriosas del
historial de regulares: se ejecutó una operación de limpieza de
harqueños rebeldes en la zona situada al norte de Tetuán. La lucha fue
de gran encono y acometividad por ambas partes. El enemigo recibió
gran quebranto, pero a costa de sensibles bajas de los españoles.
Franco entró en combate en el aduar de Beni Salem, a 10 kilómetros
de Tetuán. Este combate supuso la concesión de la Cruz Laureada de
San Fernando al capitán Sanjurjo Sacanell y al teniente Aizpurúa, a
este último a título póstumo. Asimismo conllevó los ascensos al
empleo superior del capitán Mola y de los tenientes Franco e Hidalgo
de Cisneros.
El 27 de febrero, con su compañía, mandada por el capitán
Espinosa, pasó destacado a la posición de Laucién donde estuvo hasta
el 5 de marzo, cuando fue relevada su compañía y regresó al
campamento de Tetuán.
Fue nuevamente condecorado el 17 de abril, esta vez con la Cruz
de María Cristina, en recompensa por los méritos contraídos en los
hechos de armas, operaciones efectuadas y servicios prestados en las
inmediaciones de Tetuán desde el 25 de junio a fin del año 1913. Esta
condecoración (creada en 1890) se concedía para «premiar las grandes
hazañas, los hechos heroicos, los méritos distinguidos y los peligros de
las campañas»; era la tercera en importancia, después de la Cruz
Laureada de San Fernando y del ascenso al empleo superior.
Fue nombrado segundo ayudante del grupo de regulares mandado
por el comandante Serrano Ortiz, cuyos cometidos eran auxiliar al
ayudante en las funciones administrativas de la unidad.
El día 6 de agosto de 1914, con el grupo al mando del comandante
Serrano Orive, practicó un reconocimiento por los montes de Arapiles
y Sansa, sosteniendo fuego ligero con el enemigo.
El 12 de septiembre, con la columna del general de brigada
Dámaso Berenguer, tomó parte en el combate que dio por resultado la
ocupación de los cudias (picos) de Bussen y Hassen.
El día 10 de octubre estuvo en el combate que tuvo lugar para la
ocupación y fortificación de la posición de Izarduy Alto.
El 5 de noviembre, con el primer grupo de compañías, a las

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órdenes del comandante jefe de las mismas, protegió la construcción
de un blocao en la aguada de la posición Izarduy, sosteniendo ligero
tiroteo con el enemigo. Después regresó al campamento de Tetuán,
prestando los correspondientes servicios de guarnición.
Las acciones habituales de las harcas enemigas eran el
hostigamiento y castigo a los poblados bajo protección de las fuerzas
españolas para desacreditar a estas. Una de ellas fue el ataque al aduar
de Dar Ezquier el 16 de enero de 1915. La reacción española consistió
en fijar al harca por el fuego en la Peña de Beni Hosmar y, a
continuación, expulsarla de la misma; operación en la que fue citado
como distinguido el teniente Franco por el teniente coronel Leopoldo
Ruiz Trillo, jefe de la columna. La ocupación de Beni Hosmar
completaba el sistema defensivo del sector de Tetuán.

PRIMER ASCENSO POR MÉRITOS DE GUERRA

El 15 de marzo de 1915 fue ascendido a capitán por méritos de guerra


contraídos en campaña desde el 1 de enero al 30 de abril de 1914, y en
particular por su actuación en el combate de Beni Salem. La
antigüedad que se le concedió en el nuevo empleo fue del 1 de febrero
de 1914. Tenía veintidós años de edad y así se convirtió en el capitán
más joven del Ejército español. Consecuencia del ascenso fue el cese
en su destino, quedando en espera de uno en acorde con su empleo de
capitán.
El 26 de marzo fue destinado a la Comandancia de Ceuta por no
haber vacantes de su empleo en plantilla para cubrir eventualidades
del servicio. El 7 de abril fue agregado voluntariamente al Grupo de
Regulares de Melilla, y al día siguiente se presentó en el campamento
de regulares en Tetuán, donde se le encomendó organizar la 3.ª
Compañía del III Tabor del Grupo de Regulares. El 25 del mismo mes
ya estaba destinado en plantilla.
El 21 de septiembre de este año recibió otra Cruz del Mérito
Militar con distintivo rojo por los hechos de armas de la Peña de Beni
Hosmar.
El día 4 de octubre, con su compañía y demás unidades de estas
fuerzas, mandadas por el teniente coronel Ángel Rodríguez del Barrio
y en reserva de la columna del general Berenguer, tomó parte en la
operación que se efectuó contra la cabila de Haus, al norte de Tetuán,

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para la ocupación de Malalyen, que era una posición de gran interés
por cubrir un sector de las comunicaciones entre Ceuta y Tetuán.
El 30 del mismo mes, y con las mencionadas fuerzas y el mismo
jefe, tomó parte en el combate que tuvo lugar en las alturas de
Malalyen. Por su comportamiento en este combate fue citado como
distinguido en la orden de cuerpo de fecha 3 de noviembre de 1915.
La reorganización de las Fuerzas Regulares por orden del
comandante en jefe del Ejército de Operaciones en África hizo que el
III Tabor de Regulares pasara a ser el I del Grupo de Regulares de
Melilla n.º 2. Mientras tanto, Franco continuó con los servicios de
protección de la carretera de Tetuán a Ceuta, apoyo a los
destacamentos avanzados, seguridad de convoyes y reconocimientos.
El 1 de enero de 1916 fue elegido por la junta económica del
cuerpo para el cargo de cajero de los fondos de su tabor, pero sin cesar
en el mando de su compañía. Era un cargo administrativo ingrato para
los hombres de acción, por cuya causa solía recaer en los capitanes
más modernos o los recientemente incorporados, mientras que en las
unidades más adocenadas solía recaer en los más antiguos.
Los soldados indígenas empezaron a considerar que tenía baraka
(bendición o gracia divina de la que disfrutaban algunos jerifes o
morabitos). Después de cuatro años de continuos combates, solo 7 de
los 42 oficiales seguían incólumes, entre ellos nuestro biografiado.
El 8 de mayo, con su compañía y demás unidades del tabor, al
mando de su comandante, salió para Río Martín como parte de la
brigada del general Severino Martínez Anido, efectuando un paseo
militar y regresando el mismo día al campamento de Tetuán.
El 20 de mayo de 1916 se efectuó lo que se conoce como entrevista
histórica entre el alto comisario de España en Marruecos y a su vez
general en jefe del Ejército de Operaciones en África, Francisco
Gómez-Jordana, y el jerife Muley Ahmed Raisuni, célebre caudillo
rebelde del sector occidental de la zona española del Protectorado.
Para esta entrevista, que se celebraría en el Fondak de Ain Yedida, se
movilizaron tropas. La compañía de Franco, en unión de las demás
unidades del tabor, formó parte de la brigada del general Ataúlfo
Ayala, y todos salieron para la posición de Laucién, donde quedaron
sirviendo de apoyo a los cinco escuadrones que acompañaron como
escolta a Gómez-Jordana. De la negociación resultó que Raisuni

Alerto 2001
aceptó laborar a favor de la llamada causa de España y la primera
consecuencia fue que se abrió el camino de Tetuán a Tánger,
quedando establecida por primera vez esa importante vía de
comunicación terrestre. Todas las fuerzas que dieron cobertura a la
citada entrevista regresaron a sus campamentos de Tetuán y fueron
felicitadas en la orden general de este día.
El 27 de mayo salió con su compañía integrada en el tabor al
mando de su comandante y formando parte de la brigada del general
Pedro Bazán Esteban para las inmediaciones del Rincón del Medik,
donde permaneció a la expectativa para el emplazamiento de unos
blocaos en el Samman y para apoyar, en caso necesario, a las fuerzas
del Grupo de Regulares n.º 3. Una vez terminado el servicio, regresó al
campamento de Tetuán donde quedó con su compañía integrada en el
tabor y prestando servicio de campaña.
El 27 de junio salió con su compañía integrada en el tabor al
mando del comandante Enrique Muñoz Guí para el Rincón del Medik
y para efectuar un paseo militar, llegando en el mismo día y
pernoctando allí. El día 28, con el tabor al mando del citado
comandante, continuó la marcha para las llanuras de los Castillejos y
pernoctó en Asfangua.

BAUTISMO DE SANGRE DEL CAPITÁN FRANCO

Como quedó indicado, el alto comisario, general Gómez-Jordana, se


entrevistó y pactó con Raisuni el 20 de mayo en el Fondak de Ain
Yedida. Fue bajo la misma vieja encina donde el general O’Donnell se
había reunido con el emir marroquí Muley el-Abbas para firmar los
preliminares de la paz y el armisticio de la llamada Guerra de África
(1859-1860). El pacto contemplaba, entre otros acuerdos, una acción
militar conjunta para someter a la agresiva cabila de Anyera, ubicada a
las puertas de Ceuta.
Las operaciones se iniciaron el 29 de junio, día de San Pedro y San
Pablo, con tres fuertes columnas, dos españolas y una de Raisuni. La
columna que partía de Ceuta tenía, entre otros objetivos, ocupar El
Biutz, en la cabila de Anyera, y con ella iba el tabor de Franco.
El Biutz era una altura con varios montículos situada a 9,5
kilómetros al sudoeste de Ceuta que dominaba esta ciudad y la
carretera desde ella a Tetuán. Los cabileños la habían ocupado y

Alerto 2001
fortificado con líneas de trincheras que estaban a la vista y cuya
finalidad era provocar un ataque frontal de las fuerzas españolas,
mientras otros grupos de harqueños, ocultos detrás de las alturas,
atacarían por envolvimiento.
Esta columna salió a las tres de la madrugada de su base de
partida, Los Castillejos, para ocupar por sorpresa la que se llamó Loma
de las Trincheras por estar situadas en ella esas defensas. Pero el
enemigo, advertido, la tenía ocupada y bien defendida con su fuego. La
columna llegó a las cinco de la mañana a la posición Cudia Federico,
saliendo acto seguido para la Loma de las Trincheras y entablando
rudo combate con el enemigo, que se hallaba fuertemente
atrincherado y hacía intenso fuego.
La caballería de regulares, en vanguardia, atacó pie a tierra, pero
fue detenida por un fuego bien dirigido, que causó la baja de casi todos
sus mandos y grandes pérdidas entre la tropa. Una compañía de
infantería de regulares atacó seguidamente la loma, quedando
también detenida, con la baja en combate de todos sus oficiales. La
compañía de Franco se lanzó, sin solución de continuidad, al asalto y
se apoderó de la primera línea de trincheras enemiga, y en ella se
mantuvo a la defensiva. El avance continuó para terminar de alcanzar
las alturas bajo un fuego enemigo eficaz que clareaba las filas de las
fuerzas españolas atacantes.
Durante la acción cayó muerto el jefe del tabor, comandante
Muñoz Guí, y el capitán Franco fue herido al agacharse para recoger el
fusil de un soldado caído, pero a pesar de ello, con el impulso
imprimido a su compañía, esta logró alcanzar el objetivo. También
fueron heridos dos de sus oficiales. La compañía de Franco, de 133
hombres, tuvo 56 bajas (42 por ciento), pero la Loma de las Trincheras
quedó en manos españolas.
La herida que Franco recibió en este combate se debió a una bala
de fusil enemiga que le alcanzó en la región lateral del abdomen y lo
derribó al suelo. Unos soldados moros lo cubrieron para evitar que
fuera herido nuevamente. El resto de su compañía se lanzó a la
bayoneta contra el enemigo. Las heridas en esa parte del cuerpo eran
muy graves, pero tuvo la suerte de que el capitán médico del batallón
Barbastro le hiciera la primera cura de urgencia sobre el terreno y, en
el puesto de socorro, también le administró la última inyección de

Alerto 2001
morfina que le quedaba en el botiquín de campaña. No pudo ser
llevado al Hospital Militar de Ceuta debido a la extrema gravedad de
su herida, por lo que fue evacuado al puesto de socorro de Cudia
Federico; esta posición formaba parte de la línea de defensa de Ceuta.
Franco era custodio y responsable como capitán pagador de las
20.000 pesetas que tenía a cargo para el pago de las nóminas de la
tropa. Al llegar a Cudia Federico, hizo ir al oficial más antiguo para
hacerle entrega formal del dinero y los regulares pudieron cobrar sus
pagas aquella misma noche.
La bala había tenido una extraña trayectoria y no le interesó
ningún órgano vital, sin embargo los riesgos de infección eran muy
elevados. Franco continuó inmovilizado en la enfermería de campaña
de Cudia Federico hasta que el 15 de julio pudo ser trasladado al
hospital militar Docker de Ceuta. Recuperado, se le concedieron dos
meses de licencia por enfermo, que disfrutó en El Ferrol. Seguramente
salvó la vida por ir en ayunas, porque no tuvo tiempo de probar
bocado, y desde entonces siempre entró en combate de esa manera.
El parte de operaciones del jefe accidental del tabor, por muerte
en este combate de su titular, cita a Franco como «muy distinguido
por su incomparable valor, dotes de mando y energía desplegada en
dicho combate» (Casas, 1996,123). Este parte resume las virtudes del
jefe militar: «Dotes de mando y energía, y destaca el valor» (X
mandato del Decálogo del Cadete: ser valeroso y abnegado). La
abnegación ya la había mostrado con cuatro años de servicio en
campaña en un terreno inhóspito y muy peligroso.
Su compañero de promoción, teniente Yagüe, también participó
en esta acción con fuerzas de regulares, y en ella ganó su ascenso a
capitán por méritos de guerra. También participó y resultó herido en
esta acción el teniente Salafranca, de la promoción de Franco, y que
posteriormente encontró gloriosa muerte en el Monte Abarrán, en el
preludio del derrumbamiento de la comandancia general de Melilla,
en el verano de 1921.
Años después se levantó un monolito conmemorativo en el lugar
exacto donde cayó herido. Unas obras de ampliación de la carretera
derribaron el obelisco, ya bajo administración marroquí, del que aún
se podían ver fragmentos a principios del siglo XXI.
Su comportamiento mereció además el reconocimiento y la

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felicitación por telegrama del Gobierno de España. Por último, se le
instruyó el proceso reglamentario para la concesión de la Cruz
Laureada de San Fernando por disposición del general en jefe del
Ejército de España en África. Se le abrió el reglamentario juicio
contradictorio para determinar si reunía las condiciones precisas que
marcaba el reglamento, pero no prosperó, como ocurría en multitud
de ocasiones. El simple hecho de haber sido propuesto, y más de que
se abriese juicio contradictorio, era ya una recompensa y un honor
para el propuesto, y no un descrédito, como intentan difundir sus
difamadores.

FRANCO ES ASCENDIDO A COMANDANTE POR MÉRITOS DE GUERRA

Franco se incorporó a su tabor, una vez recuperado de su herida, para


mandar la misma compañía. Había estado casi un año convaleciente.
Mientras tanto, se le había concedido otra Cruz de María Cristina, por
el combate del Biutz. En febrero de 1917 tuvo una mejora de
recompensa y fue ascendido a comandante por méritos de guerra, en
sustitución de la Cruz de María Cristina, y con antigüedad de la fecha
de la acción.
El juicio contradictorio para la concesión de la Cruz Laureada de
San Fernando se cerró en el año 1918. Aunque reconoció que la
conducta observada por Franco fue brillante, se desestimó la
concesión, considerando que no entraba en los casos previstos en la
ley. Es posible que también influyera que ya había sido recompensado
con un ascenso por la misma acción.
Los ascensos por méritos de guerra estaban cuestionados por
parte de la oficialidad, sobre todo de los jefes, que eran de la escala
cerrada y ascendían por rigurosa antigüedad. Durante las guerras de
Cuba, Filipinas y el Rif (1909-1911) se concedían los ascensos por el
solo hecho de haber sido heridos, aunque fueran levemente. Pero
cuando fue ascendido Franco, este defecto ya estaba corregido, y ya se
ganaba a costa de las vicisitudes de una abnegada y arriesgada vida de
campaña, y pasar por un Consejo Supremo de Guerra y Marina rígido
y serio.
El 2 de marzo de 1917 el comandante Franco fue destinado al
Regimiento de Infantería Príncipe n.º 3 (Oviedo), destino al que no se
incorporó hasta el 31 de mayo por prescripción facultativa a causa de

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la herida de guerra. Incorporado, se le dio el mando de un batallón que
hasta entonces estaba mandado por el comandante Miguel Campins y
Aura, quien pasó a hacerse cargo de la mayoría del regimiento.
Campins era entonces más antiguo, y, pasados los años, fue un
estrecho colaborador de Franco en la Academia General Militar.
Volvió a coincidir en el mismo destino con Alonso Vega y Salgado-
Araujo.
Franco se dedicó a mejorar su formación militar mediante el
estudio de obras profesionales y a analizar las batallas que se estaban
desarrollando en la Primera Guerra Mundial, especialmente las
nuevas necesidades logísticas.
El 30 de junio se le concedió el pasador de Tetuán sobre la
medalla de la campaña de Melilla concedida en 1913.
El 10 de agosto se declaró una huelga general en España, que,
aunque fue desactivada a nivel nacional, se mantuvo en Asturias,
donde se cometieron desmanes. El comandante militar de Asturias
ordenó que destacamentos militares reforzaran los puestos de la
Guardia Civil en las cuencas mineras con los cometidos de vigilancia y
seguridad. Franco, al mando de una fuerza compuesta por una
compañía de fusiles del Regimiento del Rey, una sección de
ametralladoras del Regimiento del Príncipe y un destacamento de la
Guardia Civil, fue enviado el 16 de agosto a la cuenca minera de la
Falla de los Lobos en apoyo de la Guardia Civil, donde cumplió con
eficacia su cometido sin que tuviera mayores incidentes. Regresó a su
guarnición el 29 del mismo mes.
Poco después se produjo la revolución bolchevique en Rusia, de
gran violencia. Estas experiencias confirmaron al futuro Caudillo la
sinrazón de los movimientos revolucionarios desordenados.
El 9 de octubre se hizo cargo de forma interina de la Oficina de
Mayoría del Regimiento, designado por el primer jefe del regimiento y
por estar ausente el teniente coronel, hasta el 1 de noviembre, cuando
cesó por incorporación del mismo, encargándose nuevamente de dicho
cometido el día 6 de noviembre. De comandante mayor interino
terminó el año de 1917, y siguió hasta el 27 de enero, cuando cesó en el
cargo anterior por incorporarse el teniente coronel mayor efectivo.
Entonces fue destinado como comandante segundo jefe del Primer
Batallón.

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El día 2 de marzo el jefe del regimiento le nombró inspector de las
academias regimentales y profesor de las academias de aspirantes al
empleo de oficiales de la reserva. Su experiencia en combate avalaba
este nombramiento.

EL COMANDANTE MILLÁN ASTRAY

Franco solicitó hacer el curso de Estado Mayor, pero su petición fue


rechazada, puesto que la Escuela Superior de Guerra consideró
improcedente tener un alumno con la graduación de comandante,
pues las plazas eran convocadas para tenientes y capitanes. Franco
recurrió alegando que no tenía la culpa de haber alcanzado
rápidamente ese empleo, sin embargo fue desestimada su petición.
Parece ser que en compensación se le concedió la asistencia al curso de
la Escuela Central de Tiro en Valdemoro (Madrid), que era para jefes.
El citado curso duró desde el 27 de septiembre hasta el 16 de
noviembre de 1918. Coincidió en él con Sanjurjo, Cabanillas y con el
comandante José Millán Astray, también gallego (de La Coruña), con
quien trabó amistad.
Los trabajos del curso consistieron en prácticas de tiro en el
campo, conferencias técnicas y supuestos tácticos. Entre los
integrantes de este curso se designaban interventores, nombramientos
que recaían siempre en los comandantes de mayor prestigio. Millán
Astray y Franco fueron dos de los elegidos.
Franco trató de asimilar las experiencias de la Gran Guerra en
Europa, en los frentes franceses, sobre todo en el aprovechamiento del
terreno, en el ataque y en la defensa, para la protección y apoyo mutuo
de las ametralladoras y fusiles. Franco y Millán Astray llegaron a la
conclusión de que los libros de texto sobre tácticas de infantería tenían
que ser revisados cuanto antes. Franco permaneció en Madrid del 17 al
24 de noviembre para redactar la memoria sobre el curso de tiro.
Terminada la comisión, se incorporó al regimiento en Oviedo,
donde continuó prestando el servicio ordinario de guarnición. Su
primo Salgado-Araujo fue destinado como capitán jefe de compañía al
batallón que mandaba Franco.
Desde el día 13 de abril de 1919 empezó a desempeñar el cargo de
oficial mayor de la Comisión Mixta de la Junta de Defensa del Arma de
Infantería de esta provincia, a propuesta del general gobernador de la

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plaza, con la aprobación de la Superior Autoridad de la Región. Este
cargo lo desempeñó hasta el día 30 de abril de 1920, fecha en que
marchó por ferrocarril a Sama (Asturias) con la 4.ª Compañía del
Primer Batallón del Regimiento, quedando de comandante militar
hasta el 4 de mayo, que regresó a Oviedo. Por Real Orden del 28 de
mayo se le nombró delegado interino de la Comisión Mixta de Oviedo,
de la Junta del Arma de Infantería, por orden del capitán general de la
región militar. Las Juntas de Defensa ya estaban reconocidas y
oficializadas.
Formó parte de la comisión mixta que fue a la Corte a presenciar
la Jura de la Bandera por el príncipe de Asturias, don Alfonso.
Después se quedó de permiso en Madrid, regresando el 20 de junio a
Oviedo, donde quedó de guarnición. Este tiempo lo empleó para tratar
con el teniente coronel Millán Astray sobre el novedoso proyecto de
organizar el Tercio de Extranjeros.
La acción subversiva seguía trabajando en guarniciones y entre las
clases de tropa. Así, algunas de estas se amotinaron en un cuartel de
artillería de Zaragoza en una clara demostración de infiltración
revolucionaria dentro del Ejército. Todo quedó zanjado con el
correspondiente consejo de guerra, que finalizó con la ejecución de los
amotinados.
Durante su estancia en Oviedo conoció a la señorita María del
Carmen Polo y Martínez Valdés, que después sería su esposa.
Planeaban contraer matrimonio cuando recibió el telegrama
reclamándole para crear el Tercio de Extranjeros. Aplazaron la boda y
partió para Ceuta.

BALANCE

Franco estuvo destinado cinco años, desde febrero de 1912 hasta


marzo de 1917, en el Ejército de Campaña en el norte de Marruecos, y
en él participó en 22 acciones de combate con un excelente
comportamiento. Además, hubo de soportar las penalidades propias
de las campañas desarrolladas en un terreno áspero, con una
climatología dura y en un ambiente hostil, que pusieron a prueba su
espíritu de abnegación.
La diferencia principal entre estar destinado en una unidad con
tropa de reemplazo (Regimiento África) y otra de choque (regulares)

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es que los cometidos en la primera eran principalmente guarnecer
destacamentos y fortificarlos, mientras que en la segunda fueron
operaciones de castigo y para ocupar nuevas posiciones.

Alerto 2001
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Es indudable que la suerte le sonrió, porque sus méritos fueron
reconocidos con dos ascensos por méritos de guerra y varias
condecoraciones y felicitaciones públicas. Incluso sobrevivió a una
herida grave de guerra de un tipo que por aquella época solía ser
mortal a causa de las infecciones.
Aunque las noticias escritas sobre su comportamiento militar en
los empleos de teniente y capitán son lógicamente parcas, sabemos
que el joven Franco había demostrado estas cualidades:

— Patriotismo por el hecho de acudir al lugar de mayor riesgo y fatiga


de entonces (Marruecos) y, además, en unidades de choque.
— Valor sereno y pericia en el mando de fuerzas en combate, como lo
demostraron sus ascensos, condecoraciones y felicitaciones.
Indudablemente se había hecho acreedor a ser deseado por sus
superiores, que lo impulsaron a empleos militares de mayor
responsabilidad.
— Se impuso su espíritu de compañerismo en la destacada y
sangrienta acción para rescatar el cadáver del capitán Izarduy. Esta
experiencia y otras similares marcaron «el espíritu de
compañerismo» del Credo Legionario al que tanto contribuyó para
darle su singular carácter.
— La grave herida en combate no le mermó sus facultades morales y
físicas para continuar activamente con la carrera de las armas. Así,
dio sentido al juramento que de cadete hizo a la bandera: «Seguir
constantemente sus banderas y defenderlas hasta perder la última
gota de vuestra sangre».

El carisma de Franco entre sus compañeros se evidenció desde su


salida de la academia. Algunos de ellos ya fueron entonces sus
seguidores incondicionales. La trayectoria militar del futuro Caudillo
fue ampliando el número de sus partidarios.

Alerto 2001
4
CAMPAÑAS DE MARRUECOS (II): EL TERCIO
DE EXTRANJEROS

El 27 de septiembre de 1920 Franco fue destinado al Tercio de


Extranjeros, de reciente creación, incorporándose el 10 de octubre en
Ceuta. Millán Astray, fundador y jefe del Tercio, le asignó en ese
mismo día el mando de la I Bandera (unidad tipo batallón) y de facto
lo convirtió en su lugarteniente. La Bandera solo existía sobre el papel,
por lo que tenía que organizar, encuadrar e instruir a sus miembros.
La responsabilidad de la organización y formación de la I Bandera
fue de Franco, su primer jefe, y esta bandera, constituida por tres
compañías, fue el modelo para las siguientes que se fueron creando. El
primer acuartelamiento fue la posición A, actual acuartelamiento
García Aldave de Ceuta.
El 24 de octubre salió para Dar Riffien, situada en la costa
marroquí, donde estableció su campamento. El 31 de este mes, solo
veinte días después de la llegada de Franco a Ceuta, las tres banderas
creadas en el Tercio de Extranjeros realizaron la primera jura de
bandera en el campo de Tarajal, con la enseña prestada del
Regimiento de Infantería Serrallo.
Las labores de organización y logísticas continuaron con
intensidad, y Franco encargó a Camilo Alonso Vega que montara una
granja ganadera. Esta iniciativa reforzó las exigencias de la dieta
alimentaria de los legionarios y proporcionó otros beneficios para
cubrir otros tipos de necesidades logísticas, especialmente de
infraestructura.
El 3 de noviembre se ordenó que la I Bandera, al mando de
Franco, se trasladara a Uad Lau, por el Rincón del Medik, Tetuán,
lomas de Beni Madan, donde vivaquearon, y Enza. Fue una marcha de
unos 100 kilómetros, que alcanzó su destino en la noche del 6 de

Alerto 2001
noviembre. Continuó la instrucción en Uad Lau, de forma intensiva,
teniendo como objeto preferente los ejercicios de tiro.
El exceso de borracheras entre los legionarios hizo ensayar el
procedimiento para racionar el vino, pero en el primer festejo que se
llevó a cabo, seguramente con ocasión de la patrona de infantería el 8
de diciembre, algunos legionarios se presentaron en una lúcida
comparsa con un gran cartel que decía: «La tragedia de la viña o el que
no bebe la diña», lo que puso fin al estricto racionamiento del vino.
El Tercio de Extranjeros tuvo muchos problemas con las
deserciones, principalmente con el personal extranjero y con los actos
de indisciplina. Franco se propuso poner fin a esta anómala situación.
Estando en Uad Lau, escribió a su jefe, Millán Astray, para que le
autorizara la aplicación de la pena de muerte en delitos graves frente
al enemigo. Millán lo consultó y no se le autorizó, porque no tenía las
garantías suficientes que marcaba el Código de Justicia Militar.
Un legionario de nacionalidad alemana que ya estaba arrestado
arrojó un plato de comida a un oficial del Tercio. Enterado Franco,
ordenó fusilarlo y la fuerza desfiló ante su cadáver. A continuación, se
lo comunicó a su jefe, asumiendo toda la responsabilidad. Alegó la
imperiosa necesidad de un castigo tan ejemplar para restablecer la
disciplina. Millán Astray respaldó a su jefe de bandera en esta
comprometida situación, aunque le debió de reconvenir severamente
porque tan drástica decisión estaba fuera de toda norma jurídica y
podía haber sido muy contraproducente para el responsable. Ya no se
volvió a dar otro caso tan singular, aunque su recuerdo debió de ser
suficientemente disuasorio para los más indisciplinados.

LAS PRIMERAS OPERACIONES CON EL TERCIO DE EXTRANJEROS

Los primeros meses del año 1921 transcurrieron en una intensa vida
de guarnición, organización e instrucción.
La zona occidental del Protectorado Español (Yebala) estaba en
estado de latente rebeldía, propiciada por el doble juego del caudillo
moro Raisuni. El alto comisario, Dámaso Berenguer Fusté, y el
Gobierno llegaron a la convicción de que no había más solución que
romper abiertamente con este ladino caudillo y someterlo por la
fuerza.
El 18 de abril se inició otro ciclo de operaciones con la finalidad de

Alerto 2001
abrir y asegurar una nueva ruta a Xauen desde el puerto de Uad Lau.
Franco consideraba que su bandera estaba ya bien instruida y con
moral de combate para ser empleada tácticamente.
La bandera de Franco, formando parte de la columna del coronel
Castro Girona, salió desde Uad Lau y progresó por la costa para
ocupar el poblado y puerto de Targa sin combate. El día 19 remontó el
valle del río Targa y a continuación ocupó Tiguisas, también sin
luchar. La bandera permaneció en este lugar hasta el día 2 de mayo, en
que regresó a su base de partida. Su estancia no fue ociosa,
dedicándose a la construcción de barracones y arreglo de caminos,
porque el trabajo para los legionarios fue una forma más de la acción,
como indica su credo.
Franco, en ese tiempo, intentó publicar un artículo en la Revista
Memorial de Infantería titulado «El mérito en campaña», que
preconizaba los ascensos por méritos de guerra como estímulos claves
para lograr la victoria. Este texto fue censurado por la Junta de
Defensa, partidaria de los ascensos por rigurosa antigüedad.
Permaneció en el destacamento de Uad Lau hasta el 30 de mayo,
fecha en que al mando de su bandera y formando parte de la misma
columna asistió a la toma de Tazarut, y el día 1 de junio a la toma del
poblado de Kaala. Después continuó con su Bandera hasta Xauen,
llamada también la ciudad santa, donde permaneció de guarnición y
continuó con la instrucción y el establecimiento de blocaos en las
proximidades.
El día 4 de junio asistió a la ocupación de Gabuzin formando parte
de la columna del general Sanjurjo, sosteniendo fuego con el enemigo.
Fue el bautismo de fuego la I Bandera del Tercio. El día 5 participó en
la toma de Miskrela y sus blocaos, entablando nuevamente combate
con el enemigo.
La bandera de Franco continuó en Xauen y ejecutó una serie de
operaciones para descongestionar la ciudad santa. El 8 de junio, al
mando de una pequeña columna, ocupó y fortificó el blocao de Gabuan
número 2 y el día 11, el blocao de Muratahar. Regresó a Xauen al
frente de su bandera y al día siguiente salió al mando de una columna
mixta para efectuar una marcha a Tagarut, desde donde regresó a
Xauen y permaneció al mando de sus legionarios. Una epidemia de
fiebres tifoideas afectó a los legionarios causándoles sensibles bajas.

Alerto 2001
El día 24, al mando de su bandera, salió para el Zoco el-Arbáa
formando parte del grueso de la columna del general Sanjurjo a fin de
participar en la toma de Ait el-Gaba. Desde allí continuó a Hamed
Bugari, donde sostuvo fuego con el enemigo. Finalizadas las
operaciones, regresó en este mismo día al Zoco el-Arbáa.
El 27 de junio participó con la misma columna en la toma de
Salah. El comandante Franco solicitó ir en vanguardia, lo que el
general le concedió, pero con la condición de no tener bajas. Franco
así lo hizo, a pesar de cruzar una zona enfilada por el fuego enemigo.
La primera acción de guerra importante en que participó la
bandera mandada por Franco tuvo lugar durante las operaciones del
29 de junio, efectuadas para la ocupación de la posición Muñoz Crespo
y donde la vanguardia le correspondió a él con su unidad.
Hubo una fuerte reacción del harca enemiga, que dio lugar a un
combate largo y cruento. Los legionarios consiguieron rechazarla y
rescatar los cadáveres de los policías indígenas caídos en una ladera.
El capitán Pablo Arredondo, jefe de la 1.ª Compañía, fue herido de dos
balazos en las piernas, pero siguió en la lucha mientras pudo
sostenerse en pie.
El general Sanjurjo, jefe de columna, felicitó a Franco por su valor
y actividad, por la reacción de su bandera contra una agresión y por
rescatar a varias bajas de la Policía Indígena para que no cayeran en
manos enemigas. Los legionarios habían demostrado, a pesar de su
bisoñez, gran arrojo y pericia, porque estaban encuadrados por
mandos experimentados. El Tercio de Extranjeros encabezó
brillantemente, y por primera vez, el parte de guerra.
Después de estas operaciones, quedó ocupado el territorio de la
cabila de Beni Lait en su totalidad, y la bandera de Franco regresó al
Zoco el-Arbáa.

EL CERCO A RAISUNI EN TAZARUT

El 1 de julio estaba previsto que comenzaran las operaciones militares


contra Tazarut, guarida de Raisuni, para lo cual se ordenó que la I
Bandera, junto con otras unidades de la zona de Tetuán, pasaran a
engrosar la columna de la zona de Ceuta, que se estaba concentrando
cerca de Zelata de Yebel Hebib.
La bandera salió el día 1 de julio desde el Zoco el-Arbáa para el

Alerto 2001
punto de concentración situado en Ben Karrich, donde pernoctó. El
día 2 continuó hasta el Fondak de Ain Yedida, donde se reunió con la
III Bandera. El día 3 continuaron juntas las dos banderas y
pernoctaron en el Zoco Telata.
El día 5 Franco marchó con su bandera para Cudia Amarach bajo
un calor sofocante. La siguiente jornada participó en la toma de Rokba
el-Gozal y el Fondak de Ain Yedida, formando parte del flanco
derecho, donde sostuvo combate con el enemigo. Finalizadas las
operaciones, regresó a Cudia Amarach.
El día 8 del mismo mes se trasladó con su bandera desde Cudia
Amarach a Tazarut, donde quedó hasta el día 10, en que salió para
pernoctar en Rokba el-Gozal.
Los campamentos de las tropas peninsulares y de regulares
estaban formados por grandes tiendas cónicas alineadas, mientras que
las de los legionarios eran pequeñas y de color caqui y se colocaban
dispersas, aprovechando el terreno y facilitando su ocultación. Para
esa época, esto ya era una muestra de nuevos conceptos tácticos de la
vida en campaña.
El día 11 tuvieron lugar las operaciones para cercar el macizo de
Sidi Embarek. Franco intervino con su bandera como sostén de los
regulares para la toma de Bab el-Sor y las colinas de Beni Resdel.
Sostuvo combate con enemigos que hostilizaban desde las
barrancadas. Finalizadas las operaciones, regresó al campamento de
Tazarut, donde permaneció hasta la siguiente operación.
El día 16 de julio, al mando de su bandera, participó en la
ocupación del Zoco el Jemis de Mesnuela, donde sostuvo fuego con el
enemigo. Regresó a Rokba el-Gozal, donde permaneció hasta el día 19,
en que pernoctó en Bab el-Sor. El 20 de julio asistió a la rectificación
de posiciones, regresando el mismo día a Rokba el-Gozal.

EL SOCORRO DE MELILLA

Las banderas legionarias estaban pernoctando en el campamento de


Rokba el-Gozal. Los jefes de bandera fueron llamados por el teniente
coronel Millán Astray a las dos de la madrugada del 21 de julio. Una de
las banderas tenía que salir urgentemente del campamento hacia el
Fondak de Ain Yedida sin conocer el motivo. Se echó a suertes y le tocó
a Franco.

Alerto 2001
La I Bandera inició la marcha solo dos horas después. Llegó al
Fondak de Ain Yedida en diecinueve horas, tras haber andado más de
50 kilómetros, pero al poco recibió la orden de seguir la marcha hasta
Tetuán a la mayor velocidad posible. Desde allí sería transportada por
ferrocarril hasta Ceuta para ser embarcada en el barco Ciudad de
Cádiz, que saldría con rumbo a Melilla.
Para no desgastar en exceso a la tropa con tan larga marcha y para
cumplimentar la orden de alcanzar el destino con urgencia, Franco
programó la marcha acortando los tramos horarios, alargando los
descansos y, por tanto, también la jornada. Al llegar a Tetuán, un
paisano les dijo: «Ya saben el motivo de su marcha, van en socorro del
sector oriental, que ha tenido un grave desastre militar».
Una fuerza al mando del general Sanjurjo, en la que iban dos
banderas del Tercio de Extranjeros (I y II), a bordo del Ciudad de
Cádiz, partió del puerto de Ceuta a las ocho de la tarde del 23 de julio
rumbo a Melilla. El barco atracó el día 24, y la fuerza nada más
desembarcar en el puerto de Melilla fue arengada por Franco. Desfiló
por la ciudad para levantar la moral, y sobre la marcha fue a cubrir la
línea defensiva. La I Bandera marchó a los Lavaderos, por la carretera
de Nador, con la misión de guardar el sector alambrado de la plaza.
El 25 de julio asistió a la toma de Ait Aissa y Taguit Manin. El día
26, a la de Sidi Ahmed el-Hach y el Atalayón, posiciones que
flanqueaban el camino de Nador a Melilla. Las mujeres y ganados,
que, recelosos, se habían internado en el Gurugú, volvieron a sus
aduares.
Desde esta línea se observaban los combates que aún mantenían
las fuerzas propias cercadas en Nador. En las inmediaciones de la
posición estaba el general Sanjurjo con el teniente coronel Millán
Astray. El comandante Franco se les acercó con la propuesta de ir a
Nador para socorrer a los españoles que todavía se defendían en ella,
pero Sanjurjo no lo permitió. Era una operación muy arriesgada, pero
también era un acto de compañerismo.
Los días 28 y 29 mantuvo fuego con los harqueños enemigos que
se acercaron a las posiciones para hostigarlas. Además de lo dicho
anteriormente, los días 28, 29 y 30 de julio, con parte de su bandera,
protegió un convoy dirigido a dichas posiciones y estuvo en la
ocupación de los blocaos Azemir y Dar Amet, en cuyos combates cruzó

Alerto 2001
fuego con el enemigo. El día 31 de julio protegió el traslado de una
batería al Atalayón.
La bandera finalizó el mes en el Hipódromo de Melilla. El día 1 de
agosto, en protección de convoyes, marchó a la Granja de los Niños,
donde permaneció prestando los servicios de campaña. Mientras
tanto, la posición de Sidi Ahmed el-Hach era atacada constantemente
por el enemigo y sufría bombardeos de la artillería enemiga. La vida en
esta posición aislada era de agua tasada y convoy cada tres días.
El día 4 salió de protección de convoy, sosteniendo nutrido fuego
con el enemigo. El día 8 efectuó convoyes a las posiciones últimamente
ocupadas y tuvo que entablar combate con el enemigo, que había
preparado una fuerte emboscada. El 10 dio protección al convoy a
Taguit Manin y Ait Aissa, haciéndose cargo en esa fecha del mando de
las dos banderas del Tercio de Extranjeros por ausencia del teniente
coronel jefe, quien había marchado a la Península para reclutar nuevas
banderas.
El día 13, al mando de las dos banderas y en la vanguardia de la
columna del general Sanjurjo, ocupó Sidi Amaran y el blocao Valero,
sosteniendo fuerte combate con el enemigo. Las compañías de las
banderas al mando del comandante Franco se lanzaron al ataque de
frente, desbordando al numeroso enemigo que trataba de oponerse al
avance de los regulares y que, al verse amenazado en su retaguardia
por las unidades legionarias, huyó a la desbandada, dejando sobre el
terreno algunos muertos.
El día 21, al mando de su bandera, Franco protegió el convoy a
Sidi Amet, sosteniendo fuego con el enemigo y regresando al
campamento después de castigar los poblados hostiles.
Mientras tanto, el capitán Salgado-Araujo se incorporó destinado
a la I Bandera, tomando el mando de la 1.ª Compañía, en sustitución
del capitán Arredondo Acuña, que acababa de ser herido en combate.
Incorporado el teniente coronel Millán Astray, el día 23 marchó a
ocupar los blocaos de Garet, manteniendo fuego con el enemigo. El día
25 asistió a la operación para que los blocaos de Frajana quedasen
guarnecidos y abastecidos, y cruzó fuego con el enemigo; el 27 protegió
los convoyes a Sidi Ahmed el-Hach y al Atalayón, entablando de nuevo
tiroteo con el enemigo.
El día 28, otra protección de convoyes a las mismas posiciones,

Alerto 2001
con el apoyo de un tren blindado. Intercambió fuego con los moros
enemigos, que tuvieron muchas bajas. El último día del mes de agosto
asistió a la toma del blocao abandonado de Mezquita, sosteniendo
combate con el enemigo.
El día 2 de septiembre de 1921 protegió con dos compañías el
convoy y relevo del blocao Mezquita, y el día 4, al mando de su
bandera, asistió a la protección del convoy de Tizza, sosteniendo fuego
con el enemigo; el día 7 acudió de nuevo a dar protección a los
convoyes de Sidi Ahmed el-Hach y del Atalayón, sosteniendo tiroteos
con el enemigo.
La posición avanzada de Casabona quedó sitiada por el enemigo, y
el día 8 de septiembre una fuerte columna al mando del coronel
Riquelme se abrió paso a viva fuerza. El enemigo, fuertemente
atrincherado y con la moral alta, ofreció una tenaz resistencia. Las
bajas españolas resultaron muy cuantiosas; entre los legionarios,
fueron del 33 por ciento de los que participaron en la acción. El
comandante Franco, que con su bandera actuó en vanguardia, fue
citado como distinguido por el coronel jefe de la columna y por el alto
comisario de España en Marruecos por sus excepcionales dotes tanto
en el ataque como en el repliegue.
Es el momento de hacer observar que, en las campañas de
Marruecos, las operaciones para dar protección a los convoyes que
abastecían las posiciones avanzadas y las de ruptura del cerco de las
mismas requerían grandes esfuerzos, con largos recorridos por un
terreno abrupto, muchas veces por caminos de herradura, con las
cargas en acémilas, altas temperaturas y escasez de agua. Estas
misiones provocaban a veces gran número de bajas por la resistencia y
las emboscadas enemigas. Además de las propias consideraciones
tácticas, era un acto de compañerismo que exigía elevado espíritu de
sacrificio y resistencia a la fatiga.
El avance para recuperar el terreno perdido durante el desastre de
Annual comenzó el 17 de septiembre. La I y II banderas legionarias
marcharon en extrema vanguardia para recuperar Nador, fuertemente
defendido por los cabileños. El ataque se inició con el apoyo de barcos
de guerra y de un globo cautivo hasta ocupar las Tetas de Nador. El
teniente coronel Millán Astray y Franco se adelantaron a la altura de
las primeras guerrillas para dar ejemplo y observar con los gemelos el

Alerto 2001
campo enemigo, y entonces el primero fue gravemente herido por una
bala enemiga en el pecho. Franco tuvo que hacerse cargo del mando de
las dos banderas, que, como se ha dicho, marchaban en vanguardia.
Los legionarios tomaron los objetivos al asalto, y Nador fue
reconquistado. Allí se encontraron muchos cadáveres de españoles
aún insepultos con un hedor que era insoportable.
Ese mismo día se ocuparon y limpiaron de enemigos los poblados
de Sidi Salem, In ar-Armemder y Monte Arbo.
El general Sanjurjo, jefe de la vanguardia, volvió a felicitar a
Franco por su «arrojo y pericia» y solicitó «el ascenso inmediato al
empleo de teniente coronel por los relevantes méritos que contrajo»
(Casas, 1996, 170). Reconocía, una vez más, su valor y su perfecto
conocimiento de la profesión. Era evidente que se hacía desear por sus
superiores.

FRANCO, JEFE DEL TERCIO. CONTINÚAN LAS OPERACIONES MILITARES

Franco se hizo cargo del Tercio, por ser el comandante más antiguo del
mismo, con carácter accidental. El 23 de septiembre tomaron Tauima
y su aeródromo sin gran resistencia. Este lugar sería después y durante
muchos años, hasta la independencia de Marruecos, un
acuartelamiento legionario.
Los legionarios de las dos banderas mandados por Franco y
fuerzas de regulares mandadas por el teniente coronel Mola Vidal,
fuerzas mermadas de efectivos por los combates anteriores,
marcharon una vez más en cabeza de la columna del general Sanjurjo
para ocupar Sebt y Ulad Dau (el 2 de octubre). Las posiciones se
tomaron a la bayoneta y las bajas de las banderas fueron muy
cuantiosas, más de la mitad de la fuerza. La jornada fue muy dura y
entre los heridos se encontraba el capitán Franco Salgado-Araujo, su
primo, jefe de la 1.ª compañía de legionarios.
El día 4 de octubre fue con su bandera a llevar un convoy a las
posiciones últimamente ocupadas, sosteniendo fuego con el enemigo.
El día 5, al mando del destacamento del Tercio de Extranjeros (I y II
banderas) y a la vanguardia de la columna del general Sanjurjo, asistió
a la toma del rocoso peñón de Atlaten, que solo era accesible por un
lado. Allí sostuvo combate con el enemigo y regresó a Nador una vez
finalizada la operación.

Alerto 2001
El día 8 asistió a la toma del antiguo campamento de Segangán.
Los rebeldes habían volado previamente el polvorín de la compañía de
minas, pero la operación se efectuó sin combate y fue un verdadero
paseo militar.
En ese lugar permanecieron las fuerzas del Tercio hasta la
operación de la posición Tazuda n.º 1 y el Gurugú. Allí intervinieron en
vanguardia de la misma columna, librando durante todo el día duro y
empeñado combate. Luego regresaron a Segangán, que se convirtió en
la base de operaciones de las fuerzas legionarias. Mientras tanto,
varias columnas escalaban el macizo del Gurugú, y otra tenía como
misión cortar el paso al enemigo por Tazuda.
El día 10 de octubre se ocupó el macizo del Gurugú, siempre con
la intervención de las dos banderas legionarias en vanguardia bajo el
mando de Franco. La columna Sanjurjo salió de Melilla al amanecer,
procedente del campamento de Segangán, llevando en la vanguardia al
Tercio y al Regimiento de la Princesa. La columna avanzó,
ascendiendo por un terreno muy quebrado, de rocas y grandes
pendientes, donde el enemigo se defendía, favorecido por el terreno y
con un nutridísimo fuego. La aglomeración de enemigos era muy
grande en la cresta de Tazuda N.º 2. Las baterías de montaña
cañonearon con fuego de gran eficacia y finalmente la posición
enemiga fue tomada al asalto.
A media tarde comenzó el repliegue. Las fuerzas fueron
hostilizadas, pero se pudieron rechazar todas las agresiones.
Nuestras bajas fueron muy pocas, comparadas con la magnitud de
la operación y con las que tuvo el enemigo, muy particularmente en las
cargas que dieron el Tercio y el Regimiento de la Princesa.
La toma del Gurugú, sin resistencia, fue recibida con júbilo por la
población de Melilla, que volvió a encender las luces y las farolas,
apagadas por temor al hostigamiento que desde aquel monte hacían
los moros con un cañón.
Los días siguientes los emplearon las banderas en encuadrar
legionarios de nuevo ingreso, llegados de Ceuta, para cubrir las
numerosas bajas, y en darles la instrucción indispensable, en especial
de tiro y aprovechamiento del terreno con vistas a los nuevos
combates que se avecinaban.
El día 14 intervino con su bandera para ocupar Zeluán. Se avanzó

Alerto 2001
en amplio frente siguiendo la vía del ferrocarril, precedidos por dos
camiones blindados. La alcazaba de esta población se tomó a pesar de
la resistencia harqueña. Allí observaron las huellas mudas de las
barbaries cometidas sobre las tropas españolas en su retirada de julio.
El repliegue a Segangán lo efectuó por la tarde y en extrema
retaguardia, recogiendo a soldados peninsulares rezagados. Los
legionarios solían esparcirse por los alrededores del campamento para
saquear de forma particular los aduares próximos abandonados. Estas
incursiones producían pequeñas escaramuzas y, aunque costaron
algunas bajas, servían para alejar del campamento a los pegajosos
hostigadores.
El día 23 la columna pernoctó en Zeluán para emprender, la
jornada siguiente, la reconquista de Monte Arruit, cuyas ruinas se
ocuparon sin resistencia. La subida y entrada al recinto fue dantesca
por la visión de la carnicería y las horribles mutilaciones que los
indígenas habían hecho a los soldados españoles. Esto aumentó aún
más la indignación y deseos de venganza después de lo que habían
visto en Nador y Zeluán. Desde allí la bandera regresó a Zeluán y el día
25 se encontraba en su campamento de Segangán, donde finalizó el
mes de octubre.
Poco después el mando ordenó volver a ocupar Tazuda N.º 2 para
establecer allí una posición fortificada permanente. La operación se
realizó el día 2 de noviembre. La posición intermedia de Esponja Alta
se alcanzó tras duro combate con el enemigo y Tazuda también se
tomó al asalto. Entonces el enemigo emprendió la huida y fue
perseguido al arma blanca. Las bajas enemigas fueron cuantiosas,
mientras las tropas de Franco tuvieron solo siete muertos y 71 heridos.
La posición se fortificó, el repliegue apenas fue hostilizado. Durante la
noche no sufrió ataque, muestra del duro quebranto sufrido por el
enemigo. El combate fue presenciado de cerca por el general jefe de la
columna, quien insertó lo siguiente en la orden general: «La operación
realizada sobre Tazuda ha demostrado, una vez más, el elevado
espíritu y perfecta disciplina de esta columna que dan orgullo al
mando, muy especialmente la Legión, cuya moral, siempre muy
elevada y ardorosa acometividad…» (Casas, 1996, 194). Obsérvese que
ya cita al Tercio de Extranjeros como Legión, y que ya tiene
consolidado el prestigio como unidad de élite y de choque. La fuerza

Alerto 2001
regresó a Segangán después de la operación.
El día 7 se efectuó el avance sobre Iguerman. Franco participó con
su bandera, efectuando una marcha de diversión sobre Sebt y Tazarut
al tiempo que protegía el avance de la columna. El movimiento se
inició de noche para obtener la sorpresa y se dio la circunstancia de
que hacía un frío intenso. Se ocupó el poblado de Bu Asasa y, a
continuación, los de Sebt y Tazarut. El enemigo no se apercibió de la
operación, por lo que esta se efectuó sin hostigamiento. Sin embargo,
los rifeños, finalmente percatados de la presencia española, se
acercaron para hostigar toda la línea. Una vez fortificadas las nuevas
posiciones, comenzó el repliegue sobre el campamento de Segangán
con los moros mostrándose muy pegajosos, como hacían en todo
repliegue. Pero causaron bajas muy escasas. Franco escribió en su
Diario de una Bandera: «Antes de retirarnos sentimos abandonar
estas posiciones, desde las cuales en marcha franca se llega por el llano
de la meseta a la posición de Ras Medua y a las que seguramente
tendremos que volver». Sus palabras fueron proféticas.
El día 11 repitió la acción anterior por Sebt y Tazarut para
cooperar con una maniobra de diversión, también nocturna, para la
ocupación de Yazamen y Tifasor, posición esta última donde Franco
había llegado por primera vez en el año 1912. Para sorprender a los
harqueños, el repliegue no se efectuó como el día 7, sino por lugar
diferente y descolgándose por una fuerte pendiente rocosa, aunque
sosteniendo siempre combate con el enemigo, quien produjo siete
heridos a las tropas de Franco. La I Bandera cruzó las estribaciones del
Gurugú y marchó a pernoctar al Zoco del Hach de Beni Sicar.
La jornada del 12 salieron las dos banderas del Tercio para Nador,
donde pernoctaron. Al día siguiente prosiguieron la marcha a
Segangán. El día 14 ocuparon y fortificaron los poblados de Bu
Acabatin, y regresaron de nuevo a Segangán una vez finalizada la
operación.
Desde el Monte Uixan, también llamado Monte de las Minas, un
núcleo de enemigos hostigaba diariamente al campamento de
Segangán. Lo hacía desde el amanecer, continuaba durante todo el día
y por la noche se retiraba. Un día, cuando se disponía a volver a
ocupar el monte y hostigar a los españoles como de costumbre, se
encontró que sobre él ondeaba la bandera de España. La I Bandera de

Alerto 2001
la Legión mandada por el comandante Franco había ocupado el
monte.
La acción estaba prevista para el 17, sin embargo las fuertes
lluvias habían convertido en difícilmente transitables el terreno
arcilloso y los caminos, lo cual motivó que la operación se suspendiera
hasta el día siguiente. La acción, diseñada y ejecutada por Franco, se
hizo desde Segangán. El macizo montañoso tenía grandes pendientes y
profundas barrancadas, estaba fuertemente fortificado y defendido,
por lo que intentar ocuparlo en pleno día sería muy costoso. Franco
estudió el terreno, al enemigo y la posibilidad de que fallara la
sorpresa.
Fue una operación rápida y por sorpresa, en una marcha
nocturna, sin ganado, en absoluto silencio (los acatarrados se
quedaron en el campamento). Se prohibió fumar y disparar, además
los fusiles iban ocultos para que los cerrojos no brillaran. Las fogatas
de las guardias enemigas de los rifeños sirvieron de guías y
referencias. El asalto se produjo al amanecer con gran sorpresa
enemiga. Hubo fuertes bajas rifeñas y muy escasas pérdidas
legionarias. Una vez tomado el monte, los fuertes de la zona se
pusieron en estado de defensa. Los harqueños enemigos, conocedores
de la importancia de la posición, trataron de manera infructuosa de
hostigarla, sin atreverse a atacarla en fuerza. Destacamos la
importancia que tuvo hacerse con el factor sorpresa y la inherente
escasez de bajas propias. Estas fueron características señaladas de
Franco en estas campañas. El futuro Caudillo fue de nuevo felicitado:
«Me es muy honroso y muy grato transmitir esta valiosa felicitación a
las tropas de la columna que han tomado parte en la operación y muy
especialmente a las fuerzas del Tercio, que han acreditado una vez más
su recia instrucción y disciplina».
La ocupación del Monte Uixan permitió el dominio de una amplia
zona de terreno. El día 21, Franco, al mando de las dos banderas y
constituyendo la vanguardia de la columna del general Sanjurjo, ocupó
la antigua posición de Ras Medua en un veloz ataque frontal que
provocó la rápida retirada del enemigo. La posición fue reconstruida y
guarnecida. Las fuerzas pernoctaron en el poblado de Medua y
regresaron el 22 a Segangán. Las gentes de los aduares que
combatieron al lado de las tropas españolas como harcas amigas

Alerto 2001
ondearon pequeñas banderas de España.
La ocupación del fortín de Ras Medua se hizo por el novedoso y
arriesgado procedimiento de hacer coincidir prácticamente el asalto
con las explosiones de las bombas de aviación, lo que requiere valor de
la tropa y pericia técnica de los mandos. Fue un antecedente de
procedimientos análogos empleados durante la Guerra Civil (1936-
1939).
Franco, al mando de la misma fuerza y en vanguardia de la misma
columna, ocupó Tauriat Hamed el día 30, una posición que se fortificó
mientras que los legionarios dieron la protección y recibieron fuerte
hostigamiento del enemigo. Las tropas pernoctaron en el poblado de
igual nombre.
El día 1 de diciembre Franco asistió a la ocupación del Harcha en
cabeza de la columna y sin resistencia enemiga, pero con mucho viento
y frío. Terminados los trabajos, las dos banderas vivaquearon en el
antiguo campamento de Yazumem. El día 2 regresaron a Segangán,
cruzando la cabila de Beni Bu Ifrur, que ya estaba envuelta. Los
habitantes de esta cabila se habían distinguido por su gran crueldad en
los luctuosos hechos del mes de julio. Los legionarios efectuaron una
operación de castigo y raziaron con dureza sus aduares. La cabila
quedó materialmente destruida. La acción trajo consigo la sumisión de
varios aduares próximos. Algunos jefes cabileños tuvieron dudas, y
uno que hizo aparente sumisión poco después fue muerto en una
refriega cuando perpetraba una agresión contra tropas españolas: era
su idiosincrasia.
El día 11 Franco asistió a la toma de Kadur y de Tazarut,
regresando con su bandera a Segangán. El día 20, formando parte de
la columna Sanjurjo, marchó con sus legionarios a ocupar Tauriat Zag
y Ariot Buchi, donde los harqueños se defendieron de forma débil.
El 22 se conquistó Ras de Terkemin con las banderas legionarias
en la cabeza de la columna. La operación se efectuó con apoyo aéreo.
El combate fue duro y comprometido, teniéndose que empeñar hasta
los ordenanzas y acemileros, y se resolvió gracias a las hábiles
maniobras de envolvimiento del comandante Franco, pues situó a los
policías indígenas en una lomita que batía al enemigo de flanco y de
revés, y a la que accedieron por un barranquito sin ser vistos. La
posición se fortificó con el hostigamiento de un cañón enemigo, pero

Alerto 2001
con poca precisión. Después regresaron al campamento de Hiahuen y
el día 23 al de Segangán, donde celebraron las Navidades.

INICIO DE LA CAMPAÑA DE 1922

El Tercio de Extranjeros tenía cinco banderas al comenzar el año 1922,


tres (III, IV y V) en la zona occidental al mando de Millán Astray y dos
(I y II) en la oriental al mando de Franco, aunque sin dejar el mando
de la suya. El teniente coronel Millán Astray, una vez recuperado de su
herida, se incorporó a su destino en Marruecos por Ceuta, donde tenía
la residencia oficial y estaban las tres banderas de ese sector.
El 7 de enero, Franco marchó a Monte Arruit con sus dos
banderas y el día 8 a Batel, donde hubo una gran concentración de
tropas con vistas a las operaciones previstas para el inicio de 1922, las
cuales comprendían la ocupación de Dar Drius.
El día 9, formando la vanguardia de la columna del general
Berenguer, asistió al combate librado con el enemigo para la toma y
ocupación de Ames Dam, Dar Azuga y Dar Busada, punto en el que
vivaqueó. El 10, en igual disposición y columna, cooperó en la toma de
Uestia, Aman y Dar Drius, en cuyo campamento quedó de servicio de
campaña. Los legionarios marcharon en vanguardia, precedidos por
dos carros blindados.
El campamento general del Ejército de Operaciones se estableció
en Dar Drius, y el del Tercio se ubicó en vanguardia a 1 kilómetro del
campamento general con el apoyo de unas baterías de montaña. Los
legionarios fueron los que fortificaron y construyeron su propio
campamento, amplio y con toda clase de servicios. El trabajo es una
forma más de la acción de toda infantería selecta. Las descubiertas no
paraban de encontrar restos de soldados españoles masacrados.
El aduar de Abbada simuló sumisión para ganar tiempo y
trasladar el grano a las montañas. Una vez trasladado, la población se
internó en el monte y desapareció.
Franco volvió a salir el 14 de enero al mando de una columna
mixta integrada por las dos banderas del Tercio, dos baterías de
artillería de montaña y servicios de ingenieros e intendencia para Dar
Azuga con la finalidad de instalar y fortificar una avanzadilla.
Efectuada la operación, regresó a Dar Drius en el mismo día. Los
legionarios contribuyeron a rechazar un ataque contra dicho

Alerto 2001
campamento que el enemigo efectuó en la noche del 28 de enero.
Continuó de servicio de campaña y reconocimiento, y se dedicó en
especial a reorganizar sus banderas legionarias, sometidas a un
constante desgaste.
Mientras tanto, su hermano Ramón, que había estado destinado
en regulares, prestaba sus servicios como piloto de aviación en la base
de hidroaviones del Atalayón.
El general Sanjurjo tuvo que reconvenir fuertemente a Franco por
demostrar un excesivo valor temerario. Fue a finales de enero de 1922,
cuando el jefe de la I Bandera del Tercio permanecía erguido montado
en un caballo tordo a la altura de la primera línea de sus legionarios,
que estaban soportando el fuego discrecional de unos rifeños. Sanjurjo
le dijo: «No va a ir usted al hospital del tiro de un moro, sino de una
pedrada que le voy a dar yo cuando vaya a caballo en las guerrillas».
Su compañero de promoción, comandante Esteban Infantes, se
incorporó en febrero al Estado Mayor del general Sanjurjo como jefe
de la Sección de Información.
El campamento legionario de Dar Drius fue fuertemente
hostigado en la noche del 22 de febrero, sufriendo algunas bajas.
Finalizadas las operaciones de gran envergadura, Franco disfrutó de
unos días de permiso en El Ferrol, y el general Berenguer ordenó que
el teniente coronel Millán Astray se trasladara desde Ceuta para tomar
el mando de las banderas de la zona oriental, que hasta entonces
mandaba el comandante Franco, jefe de la I Bandera. Esta orden
demuestra el prestigio de Franco, pues lo normal y lógico es que las
sucesiones de mando sean descendentes y no ascendentes.

ÁMBAR Y TUGUNTZ

El día 7 de marzo se reanudaron las operaciones. Franco salió con su


bandera para proteger la instalación de la posición de Chauia, situada
a 3 kilómetros del campamento de Dar Drius. La unidad no fue
hostigada. Al día siguiente se efectuó una operación similar para la
instalación de la posición de Sebsa, pero ahora con nutrido
hostigamiento que causó algunas bajas. El día 14 se repitió la
operación con la columna de Federico Berenguer para instalar la
posición de Arkab, que dominaba el poblado de Itahuen. También se
efectuó con fuerte hostigamiento y con bajas.

Alerto 2001
La operación del día 18 para la ocupación de Tuguntz se hizo por
primera vez con un destacamento de carros de combate, que
acompañaron a las banderas en vanguardia, precediéndolas. La
marcha fue lenta a causa del terreno y la resistencia enemiga, que se
endureció progresivamente. La columna fue detenida por el fuego
enemigo en un poblado de nombre Ámbar, que terminó por ser
ocupado y fortificado.
Los carros avanzaron 1 kilómetro delante de las guerrillas de
vanguardia y tuvieron que replegarse sobre ellas. Se construyó una
posición, sin embargo el momento de intentar iniciar el repliegue fue
aprovechado por los rifeños para acosar a los carros y los inutilizaron;
sus tripulantes se vieron obligados a abandonarlos, y el enemigo
consiguió volarlos con dinamita. La vanguardia se replegó sobre
Ámbar. Las bajas españolas fueron cuantiosas, entre ellas, el
comandante Fontanés, jefe de la II Bandera del Tercio, herido en el
vientre, que murió poco después.
Algunos opinaban que el empleo de los carros era un fracaso y que
no eran aptos para las campañas de Marruecos por su orografía. Sin
embargo, Franco opinó en contra y de forma muy atinada en Diario de
una Bandera:
Los carros de asalto y tanques son de gran aplicación en esta guerra; veremos si el
tiempo me da la razón.
Prescindiendo de las características de los carros de asalto de infantería, aquí
empleados, superados por otros carros de asalto en servicio de los ejércitos extranjeros,
las causas de su poca eficacia en los primeros combates y de su pérdida han sido muy
diversas.
El armamento del carro de asalto consiste en una sencilla ametralladora; es
necesario mejorarlo y dotarlo de una doble ametralladora, como llevan en otros
ejércitos, medio único de asegurar la continuidad de su acción y evitar que la menor
interrupción deje sin armamento al carro.
La ametralladora Hotchkiss, no obstante sus excelentes condiciones balísticas,
necesita una cartuchera seleccionada que disminuya las interrupciones, tan frecuentes
en nuestras unidades de ametralladoras por las municiones tan diversas que se
emplean.
El personal de estos carros ha de ser competentísimo y su instrucción perfecta,
además de estar escogido entre personal entrenado en la campaña.
Los tanques, en esta clase de guerra, han de operar prestándose mutuo apoyo, y en
los periodos de instrucción han de practicar sus ejercicios en combinación con aquellas
tropas con las que han de sostener enlace en el combate.
La falta de gasolina, causa a que se atribuyó la pérdida de los tanques, es, como se

Alerto 2001
ve, tan pequeña e indica al mismo tiempo tal falta de preparación en el personal que no
por ello han de sentenciarse esas unidades al fracaso.
Los enemigos de los tanques son: la artillería, los fusiles y las ametralladoras
contratanques; si nuestro enemigo no dispone de estos medios de acción,
evidentemente su empleo no ha de tener contratiempo y causará a los harqueños hondo
quebranto, evitando al mismo tiempo las bajas propias.
No quiero decir con esto que el carro de asalto vaya a solucionar la campaña, pero
sí que ha de ser un poderoso elemento para nuestra acción militar, y su empleo en
mayor número encajará dentro de las aspiraciones de la Nación de reducir los efectivos
que en África combaten. La construcción de un tanque ligero, con más de un tirador,
especial para Marruecos, aumentaría la eficacia y radio de acción de esta arma.
Las unidades de tanques tienen un valor que hoy parece desconocerse, y no hay
que olvidar que lo más caro en esta guerra no es el material, sino los hombres.

Franco seguía de permiso y sus subordinados lo echaban de


menos en el campo de batalla (Salgado-Araujo, 1977, 60-61):
Nuestro pensamiento estaba puesto en nuestro comandante Franco, y pedíamos a Dios
que regresara cuanto antes de su permiso en España para hacerse cargo del mando del
destacamento de la Legión en Melilla, que era el de las tres banderas… En la madrugada
del día 29 de marzo no se oía en el campamento de Ichtiuen hablar de otra cosa que de
que había llegado de España, una vez terminado su permiso, el comandante Franco.
Aquello era una alegría general.

Incorporado Franco a Dar Drius por avión desde Melilla, relevó a


Millán Astray en el mando de las banderas del sector oriental, y este,
en el mismo avión, regresó a Ceuta, que era entonces un frente
secundario.

EL AVANCE DEL DÍA 29 DE MARZO

Franco y sus banderas fueron en vanguardia de la columna del general


Berenguer para la ocupación de Tuguntz, sosteniendo durante la
operación duro y empeñado combate con el enemigo. Franco intervino
personalmente en la derecha del frente de combate al replegarse de
forma precipitada las tropas de la Policía Indígena, a las que hizo
reaccionar, restableciendo la situación. El citado repliegue se debió a
que acudieron numerosos grupos de moros enemigos que atacaron
tras ocultarse en las profundas barrancadas. La retirada fue difícil,
pues los harqueños estaban tan próximos que en pocos metros podían
coronar las lomas, y las tropas españolas tenían que descender de ellas
y subir a las anteriores. Al empezar el repliegue, las tropas se detenían,

Alerto 2001
se volvían unos momentos y, tras hacer unas descargas, descendían
corriendo por la contrapendiente; mientras tanto, las ametralladoras y
unidades colocadas a retaguardia ponían sobre la cumbre sus fuegos
de barrera. La retirada siguió después de forma ordenada y al abrigo
de las posiciones propias. Los legionarios se replegaron a Istiguen,
donde pernoctaron, y el día 30 regresaron a Dar Drius.
En estas harcas, por lo general, aquellos que disponían de caballo
se adelantaban al resto mientras las tropas españolas iniciaban el
repliegue. A continuación, ocupaban las lomas que más les favorecían
y caían rápidamente sobre los escalones de retaguardia, que se
replegaban tras la operación. Cuando las tropas españolas avanzaban,
solían defender las lomas hasta el último momento, pero eran poco
partidarias de las defensas a toda costa y de la lucha cuerpo a cuerpo si
no contaban con ventaja. La inusual abundancia de caballos que se
observaba se debía a que los habían cogido durante los sucesos del
verano de 1921. En estas circunstancias, toda vigilancia era poca y los
barrancos situados a los flancos debían ser observados con pequeños
destacamentos. Muchas veces la práctica en esta clase de actuaciones
podía predecir con antelación suficiente por dónde iba a aparecer el
enemigo.
Salgado-Araujo (1977, 62), con ocasión de estos duros y
comprometidos combates, describe el estilo de mando de Franco:
Las órdenes de Franco eran claras, concretas, sin verborrea alguna, estaban dichas con
la mayor serenidad, sin temor al enemigo, pero observándolo constantemente. A sus
subordinados nos dejaba iniciativa para el mejor cumplimiento de sus instrucciones. Es
decir, que no se nos abrumaba con detalles sin gran importancia, y siempre con
serenidad.

El día 1 de abril, al mando de una columna mixta constituida por


las dos banderas, dos baterías de artillería y servicios de ingenieros e
intendencia, ocupó el blocao Álvarez Llaneza, regresando a Dar Drius
en la misma jornada. El 5, con las fuerzas del Tercio a su mando,
marchó a vivaquear a Ojeda, saliendo el día 6 con la vanguardia del
general Sanjurjo para tomar parte en el combate librado para la toma
de Dar Quebdani, operación que se ejecutó con colaboración de otra
columna mandada por Cabanellas. Esa misma jornada regresaron a
Ojeda y el 9 de abril, al campamento de Dar Drius.
El día 10 de abril, al mando de una columna compuesta por dos

Alerto 2001
banderas del Tercio, dos baterías de artillería y dos compañías de
ingenieros e intendencia, dirigió la ocupación y establecimiento del
blocao Ich Cho, entre las posiciones de Aman y Uestia, sosteniendo
combate con el enemigo. El 11 también combatió al frente de sus
banderas al efectuar un reconocimiento y socorrer al mencionado
blocao, el cual había sido atacado por el enemigo la noche anterior. En
este día se incorporó procedente de Ceuta el teniente coronel Millán
Astray.
A mediados de abril, se envió un destacamento de 50 legionarios
de la I Bandera, todos voluntarios, mandados por el teniente Martínez
Esparza, para reforzar la guarnición del peñón de Vélez de la Gomera,
atacada y hostilizada por partidarios de Abdelkrim. Los legionarios
fueron transportados en barco y tuvieron que escalar las paredes
rocosas del Peñón. Esta fuerza fue posteriormente relevada por otra,
también legionaria.
El día 14 de abril, con las dos banderas en vanguardia de la
columna del general Berenguer, asistió al combate y ocupación de
Tamasusi y el día 17, a la ocupación de Chaif. Los camiones blindados
y carros de asalto avanzaron por el llano y las orillas del río Kert,
manteniendo a raya al enemigo, con el que se sostuvo fuego.
Finalizadas las operaciones, regresó a Dar Drius, donde quedó de
servicio de campaña y reconocimiento hacia las posiciones avanzadas.

FELICITACIONES Y PROPUESTA PARA ASCENSO

El general Sanjurjo felicitó a Franco por su mando entre el día 4 de


mayo y el 29 de junio de 1922, por su valor y actividad, por recorrer los
sitios de mayor peligro donde tenía establecida su bandera e
interpretar exactamente las órdenes del mando, que secundaba con
provechosa iniciativa. También por que en el repliegue acudió a los
sitios de mayor peligro.
La constancia de este jefe hace más notoria tal distinción, que
siguió mereciendo en las operaciones del 25 al 31 de julio en Melilla.
En otra Orden General del día 14 de junio de 1922 de la Alta Comisaría
de España en Marruecos, le cita el general Sanjurjo como distinguido
por sus excepcionales condiciones de competencia, actividad y valor
en todos los combates a que asistió con su columna, distinguiéndose
de manera notable y demostrando poseer condiciones de mando para

Alerto 2001
el desempeño del empleo superior. Fue mencionado especialmente
por su intervención en el combate del día 17 de septiembre, en el que
se hizo cargo de las fuerzas legionarias, las cuales dirigió con gran
acierto en la toma y ocupación de Sebt y Ublad Dan, asaltando las
trincheras enemigas; asimismo, por su participación en el combate del
10 de octubre, donde demostró su intrepidez, sangre fría y ejemplo en
la toma de la Esponja Alta, contribuyendo a restablecer la situación en
momentos difíciles del combate. También se le mencionó por su
sangre fría y ejemplo en el combate del día 2 de noviembre y por el
asalto de las alturas de la Esponja Alta, en el combate de Yazanan y
Tifasor, demostrando una vez más ser un jefe entendido y valeroso
tanto en el asalto como en la ocupación de las posiciones y protección
de las consiguientes retiradas.
Fue citado también por el coronel Riquelme como distinguido en
la operación del día 8 de septiembre al mando de la I Bandera,
acreditando sus condiciones excepcionales tanto durante el combate
como en el repliegue. En la propia Orden General del 14 de junio
aparece de nuevo citado por el jefe del Tercio como distinguido; el día
15 de agosto, al mando de las dos banderas, merece ser felicitado sobre
el propio terreno de la acción en el combate de Nador al hacerse cargo
de la Legión, que dirigió con gran arrojo y pericia. En el parte de este
día se solicitó el ascenso inmediato al empleo de teniente coronel por
los relevantes méritos que contrajo.
La Orden General de la Alta Comisaría del día 25 de junio de 1922
dispuso la apertura de expediente de juicio contradictorio para su
ascenso a teniente coronel por los méritos de guerra consignados en la
detallada Orden General del día 14 de ese mes.
En la Orden General del Ejército de Operaciones del 30 de junio
en Tetuán, el alto comisario de España en Marruecos, en virtud de las
atribuciones conferidas en el artículo 3.º del Reglamento para la
Concesión de la Medalla Militar Individual, aprobado por Real Orden
Circular del 12 de marzo de 1920, otorgó a este jefe «tan señalada
recompensa, por los servicios y méritos contraídos en su brillantísima
y constante actuación al frente de su Bandera desde su llegada al
territorio de Melilla, con motivo de los sucesos de julio y más tarde
como jefe de las dos banderas se distinguió notablemente,
demostrando en todo momento las brillantes cualidades militares que

Alerto 2001
posee y que influyeron de forma muy notable, en gran parte, en los
éxitos alcanzados por sus tropas en los numerosos combates en que
tomaron parte, consignándose también en dicha orden general que
este Jefe ejemplar es acreedor a esta señaladísima recompensa por la
perseverante labor desarrollada durante la campaña de Melilla al
frente de las dos banderas del Tercio, siempre en primera línea,
sabiendo inspirarles su espíritu esforzado y dirigirlas, en todo
momento, con arreglo a los más estrictos preceptos de la técnica
militar». Esta condecoración pasó a ser, desde su creación en 1918, la
segunda recompensa en importancia, tras la Cruz Laureada de San
Fernando.

OPERACIONES COMPLEMENTARIAS Y MÁS DISTINCIONES

Continúo de servicio de campaña en Dar Drius hasta el 17 de julio de


1922, en que al mando de la I Bandera efectuó una marcha hasta
Tistutin, desde donde por ferrocarril continuó a Melilla, adonde llegó
en dicho día y quedó de guarnición hasta el 7 de agosto, día en que con
la misma unidad emprendió el regreso a Dar Drius, pernoctando en
Tistutin y llegando al campamento general el día 8, a partir del cual
quedó de servicio de campaña.
Habiéndose concedido por Real Orden Circular del 14 de agosto
de 1922 la Medalla Militar Colectiva al Tercio de Extranjeros por su
comportamiento en los hechos de armas que tuvieron lugar en el
territorio de Melilla a raíz de los sucesos de julio de 1921, Franco tuvo
el derecho del uso del distintivo correspondiente, por estar
comprendido en dicha disposición y por haber tomado parte en los
combates que dieron lugar a la obtención de la citada recompensa
colectiva.
Continuó en Dar Drius hasta el 26 de agosto, cuando al mando de
las dos banderas y en vanguardia de la columna a las órdenes del
general Alberto Castro Girona concurrió a la ocupación de Azib Midar,
sosteniendo fuego con el enemigo. El día 29, en la misma forma, tomó
parte en la operación que dio por resultado la ocupación de Azrú, Issen
Lassen y Tauriat Uchen después de combatir con el enemigo,
regresando a Dar Drius el propio día.
Por Real Orden Circular del 4 de octubre de 1922 le fue concedida
la Cruz del Mérito Militar de segunda clase con distintivo rojo por los

Alerto 2001
méritos y distinguidos servicios prestados en las operaciones
realizadas en la Zona de Protectorado en África, desde el 1 de
noviembre de 1920 al 31 de julio de 1921 (tercer periodo).
Por Real Orden Circular del l de septiembre de 1922 le fue
confirmada la concesión de la Medalla Militar Individual, que el 30 de
junio de 1921 le otorgó el alto comisario de España en Marruecos.
Ningún historiador pone en duda, ni puede hacerlo sin caer en el
ridículo, que, en aquellos momentos, Franco era uno de los mejores
jefes de batallón de todo el Ejército español. El batallón está
considerado como la unidad fundamental del Arma de Infantería.

REFUERZO LEGIONARIO EN EL SECTOR ORIENTAL

El día 17 de octubre se aumentaron las fuerzas del Tercio destacadas


en el territorio oriental con la IV Bandera, que llegó dicho día a Melilla
desde Ceuta, y fue enviada a Dar Quebdani.
Franco continuaba en Dar Drius cuando el día 24 llegó Millán
Astray al sector oriental y al día siguiente marchó a Bufarcuff al mando
de la I y II banderas. El día 26 la I Bandera ocupó Tafersit y Bu Hafora,
sufriendo al principio de la operación fuerte cañoneo del enemigo. La
bandera quedó en la última de dichas posiciones hasta el día 28, que
en vanguardia de la misma columna tomó a la bayoneta Tizzi Azza, y
allí quedó Franco al mando de las posiciones que se establecieron,
guarnecidas por la I Bandera, artillería e ingenieros. También organizó
la defensa del collado de Tizzi Azza mediante una pequeña línea de
posiciones y aseguró una reserva permanente de agua mediante un
sistema de pozos y galerías, lo cual facilitó que se rechazaran los
continuos y fuertes ataques rifeños.
El 1 de noviembre de 1922 fueron relevadas las fuerzas legionarias
de Tizzi Azza. Durante la operación de repliegue a Bu Hafora, adonde
llegaron en el mismo día, mantuvieron combate con el enemigo. En la
citada posición quedó la I Bandera al mando de Franco, que prestó
servicio de campaña y dio frecuente servicio de protección a convoyes
para Tizzi Azza, teniendo que sostener ligeros tiroteos con el enemigo
durante esas misiones. Bu Hafora se convirtió en el campamento
avanzado de las banderas del Tercio de Extranjeros.
El jefe de la columna para la ocupación de Tizzi Azza expresó su
concepto sobre Franco con fecha del 22 de noviembre de 1922: «Todo

Alerto 2001
entusiasmo, maneja, cumple y dispone con singular acierto las fuerzas
a sus órdenes, se muestra incansable en activar los trabajos de
fortificación, dirigir personalmente la instalación de la fuerza que
había de quedar en las posiciones y protege, brillantemente, el
repliegue de la columna» (Casas, 1996, 222). Esta distinción
demuestra el equilibrado empleo que tenía de las formas de la acción y
su preocupación por la defensiva, tantas veces despreciada.

EL PROBLEMA DE LAS JUNTAS DE DEFENSA

Las Juntas de Defensa intentaron diferenciar y separar los destinos


guerreros de África de los de guarnición en la Península, de tal forma
que los méritos de guerra africanos no influyeran en los ascensos de
carrera de los oficiales peninsulares, que no participaban en dichas
campañas, y, en caso contrario, pretendían impedir los ascensos por
méritos de guerra.
Fue el Grupo de Regulares de Ceuta el primero que se opuso
públicamente, secundado enseguida por el resto de oficiales de
regulares y del Tercio de Extranjeros, que firmaron un documento
dándose de baja de las Juntas y se negaron a pagar las cuotas
correspondientes. Entre otros motivos, les parecía nocivo para la
eficacia operativa el parecer de las Juntas de suspender los ascensos
por méritos de guerra, que dificultaba cubrir bajas de sangre entre los
cuadros de mando de las unidades de choque.
El general Cabanellas, jefe de la columna que acababa de ocupar
Zeluán en octubre de 1921, donde encontraron torturados,
descuartizados, masacrados e insepultos a más de 500 españoles,
escribió una dura carta a las Juntas de Defensa:
Ante estos cuadros de horror no puedo menos de enviar a ustedes mi más dura censura.
Creo que son ustedes los primeros responsables, al ocuparse solo de cominerías,
desprestigiar al mando y alcanzar en los presupuestos aumentos de plantilla, sin
preocuparse del material que aún no tenemos, ni de aumentar la eficacia de las
unidades. Han vivido ustedes gracias a la cobardía de ciertas clases que jamás compartí.
Que la Historia y los dedos de estos mártires hagan con ustedes la justicia que merecen.

Se celebró, en 1922 y en Sevilla, un acto militar presidido por el


rey Alfonso XIII para condecorar al general Sanjurjo y a otros jefes y
oficiales distinguidos en África. Los oficiales de infantería de la
guarnición boicotearon la ceremonia, siguiendo las consignas dictadas

Alerto 2001
por las Juntas de Defensa. Los africanistas se sintieron ultrajados y
pidieron que se castigara a los culpables; Millán Astray encabezó la
petición mediante la publicación de una carta abierta al rey que fue
apoyada por Franco y por todos los oficiales del Tercio. La
consecuencia de la citada carta fue que Millán Astray, a pesar del
apoyo de los oficiales del Tercio, fue desposeído del mando el 3 de
noviembre «con el pretexto de que sus numerosas mutilaciones le
imposibilitaban para continuar en un cargo de tanta actividad».
El teniente coronel Millán Astray, ante la actuación insidiosa de
las Juntas de Defensa, pidió la baja del Ejército el 7 de noviembre, con
el argumento de que sobre el Ejército «actúan dos poderes, uno legal
del gobierno y otro subversivo, el de las Juntas; yo solo reconozco el
poder del gobierno y me opongo a poder de las Juntas». Las
autoridades militares, muy influenciadas por las Juntas, lo cesaron del
mando del Tercio de Extranjeros y lo dejaron disponible en Madrid. El
comandante Franco, quien le sustituyó en el mando, le envió un
telegrama que definía su postura sobre el asunto: «Oficialidad de estas
Banderas le acompañan en todo momento… piden disolución de las
Comisiones Informativas de hoy» (Casas, 1996, 220-221). Las Juntas
fueron suprimidas por Real Decreto.

CONTINÚAN LAS OPERACIONES

El nuevo mando del Tercio de Extranjeros se le concedió al prestigioso


teniente coronel Rafael de Valenzuela y Urzaiz, fundador del Grupo de
Regulares de Alhucemas, quien tomó posesión del cargo el 2 de
diciembre de 1922. Esta concesión debió de ocasionar alguna
decepción al comandante Franco, y no por la persona designada, sino
porque no se confirmaba su ascenso a teniente coronel por méritos de
guerra, empleo necesario para poder mandar el Tercio. Entre sus
aspiraciones era natural que estuviera mandarlo al ser cesado Millán
Astray, máxime cuando hacía seis meses que había sido propuesto
para el ascenso.
El día 18 de diciembre, con la I Bandera formando parte de la
columna mandada por el general Ruiz Trillo, Franco escoltó al convoy
con destino a la posición de Tizzi Azza, que estaba cercada por el
enemigo. Las Fuerzas Regulares Indígenas eran las encargadas de
forzar el paso por sorpresa, pero la columna fue duramente atacada y

Alerto 2001
el convoy detenido. Por propia iniciativa, Franco se lanzó con sus
legionarios y en apoyo de los regulares mediante una rápida ascensión
por el flanco derecho, que culminó en un reñido combate, donde se
llegó a la lucha cuerpo a cuerpo y al arma blanca. Los rifeños se vieron
obligados a levantar el cerco de dicha posición, el convoy llegó con los
pertrechos y los heridos pudieron ser evacuados. Por este hecho,
Franco fue felicitado en la orden general de la columna. Finalizada la
operación, las unidades regresaron al campamento de Bu Hafora.
El día 22 de diciembre Franco salió al mando de una columna
compuesta por las fuerzas del Tercio y un tabor de regulares con la
misión de proteger otro convoy hacia Tizzi Azza. Durante la operación,
la columna sostuvo combate con el enemigo y estableció un puesto
fortificado sobre dicho collado. Una vez finalizada, regresó de nuevo a
Bu Hafora, en el mismo día.
El 27 de diciembre de 1922 Franco fue destinado al Regimiento de
Infantería del Príncipe n.º 3, destino que había pedido. Pero siguió con
los servicios de campaña en Bu Hafora y de protección de convoyes
enviados a los puntos avanzados. Así, continuó en campaña hasta el
día 11 de enero de 1923, en que se concentraron la I, II y III banderas
en el campamento general de Dar Drius, donde al día siguiente, y con
las formalidades prevenidas, y ante las fuerzas del mismo le fue
impuesta a Franco por el comandante general del territorio la Medalla
Militar Individual, que se le había concedido el año anterior.
El 17 de enero cesó en el mando de la I Bandera y el día 31 de
enero de 1923 marchó para incorporarse a su nuevo destino en
Oviedo, donde fue destinado al Primer Batallón. No obstante, le
siguieron llegando distinciones.
Como demostración de aprecio, el rey le nombró, por decreto del
23 de enero, gentilhombre de cámara, distinción palaciega de la Casa
Real de carácter honorífico. Otros militares ilustres que ostentaron
esta distinción fueron José Villalba Riquelme, Francisco Gómez-
Jordana, José Enrique Varela, Ramón Franco Bahamonde y Ruiz de
Alda.
El 2 de mayo, se le concedieron veinticinco días de permiso para
El Ferrol. Regresó el día 25 del mismo mes a la plaza de Oviedo, donde
quedó de guarnición.

Alerto 2001
CONSIDERACIONES GENERALES DE FRANCO SOBRE LAS CAMPAÑAS DE
MARRUECOS

Se expone un resumen de estas consideraciones que, expuestas en su


obra Diario de una Bandera, demuestran sus profundos
conocimientos sobre este conflicto desde el punto de vista estratégico,
de organización y táctico:
Mientras tengamos enfrente contingentes armados; mientras Beniurriaguel no sea
sometido, el problema de Marruecos ha de seguir en pie. De Beniurriaguel salió el
levantamiento de julio.
Alhucemas es el foco de la rebelión antiespañola, es el camino de Fez, la salida
corta al Mediterráneo, y allí está la clave de muchas propagandas que terminarán el día
que sentemos el pie en aquella costa.
El soldado voluntario es como todos los soldados y lo que mejora su calidad es la
elección de cuadros, el poder llevar a ellos una oficialidad entusiasta y valerosa que les
eduque en un credo de ideales, que no ha de sostenerse con unos puñados de pesetas.
Es necesario el estímulo, que los oficiales se especialicen en la guerra, que
conozcan al enemigo y que no sueñen con el momento de regresar a la Península,
cumplida su forzosa estancia. Solo el premio justo puede en esta época de positivismo
conservar en África los cuadros de oficiales apropiados para las unidades de choque.
En la organización militar del Protectorado, el empleo de las modernas armas
automáticas con la organización de batallones de ametralladoras y fusiles
ametralladores permitirá en el porvenir la reducción de las numerosas guarniciones de
posiciones y los servicios de aprovisionamiento, lo que, unido a las modernas unidades
de tanques, ha de ser la más firme base para la reducción de nuestros efectivos.
El combate en Marruecos se caracteriza por no presentarse el enemigo en los
avances en una situación decidida y franca; los moros no aparecen al descubierto y
hacen del terreno un aprovechamiento ideal. Si se avanza, generalmente retroceden
combatiendo; y si las tropas se estabilizan, se aproximan por las barrancadas y zona
desenfilada y pronto existe un sinnúmero de tiradores que aprovechan los momentos
propicios para causar numerosas bajas. Si a esos tiradores oponéis las rígidas secciones
en guerrilla de nuestros reglamentos, aumentarán vuestros heridos. Esto solo lo evita el
oficial obligando a su tropa, al estabilizarse, a hacer un perfecto aprovechamiento del
terreno.
Otra de las modalidades se presenta en la ocupación de las crestas. En una guerra
regular, la colocación de las guerrillas en la cresta militar es lo apropiado, pero en
Marruecos hay que abandonar la mayoría de los casos esta práctica y ocupar las crestas
topográficas, colocando solo en la militar un pequeño número de soldados que vigilen el
acceso a la loma y el fondo de la barrancada, escogiendo para ello lugares a los flancos o
aquellos puntos en que el terreno permita llegar a cubierto. Esta colocación de tropas,
que contraría lo preceptuado, nos ofrece por la índole del combate muchísimas ventajas,
librándonos de los inconvenientes que lleva aneja la ocupación de la cresta militar. En la
cresta topográfica las guerrillas encuentran abrigo de los fuegos enemigos y el
municionamiento y retirada de heridos no ocasiona ese sinnúmero de bajas que lleva

Alerto 2001
consigo el rebasar las crestas topográficas. En el caso de ocupar la militar, los soldados
estarán al descubierto, las bajas aumentarían, la retirada de cada hombre costará las de
otros varios y en los momentos de la retirada es difícil el evitar que quede abandonado
algún soldado. El único peligro aparente de este dispositivo es el caso de una reacción
enemiga, pero para evitarlo están esos soldados o escuadras adelantadas en los sitios
favorables y el buscar la observación sobre las laderas por otra unidad inmediata que
domine este terreno.
Sin olvidar que la reacción enemiga no es la característica general de los combates
en Marruecos, en los que la mayoría de las bajas son ocasionadas durante las
interminables esperas en tiroteo con el enemigo, mientras se construyen las posiciones.
Los barrancos tienen también para este enemigo más importancia que las lomas;
constituyen excelentes caminos cubiertos para aproximarse y no basta ocupar las lomas
y vigilar las alturas vecinas; es imprescindible vigilar las hondonadas a los flancos y
retaguardia y adelantar por ellos, si así conviniese, escuadras de seis u ocho hombres,
que en la hora de la retirada lo hacen a cubierto siguiendo el barranco.
La retirada es una de las maniobras que más se practica, y siendo estos
movimientos la piedra de toque de la moral de las tropas, todas las precauciones han de
ser pocas para llevarlas a feliz término. Esas retiradas lentas, por escalones, tan
frecuentes en nuestras escuelas prácticas, en que los saltos se acomodan a las reglas de
la guerra regular, olvidando tal vez demasiado la realidad del combate, tienen que
desterrarse de nuestra campaña de Marruecos. El moro aprovecha los momentos de la
retirada para echarse encima, ganar la cresta y sorprender con su fuego a la tropa en los
momentos del repliegue. En las retiradas, en que una fuerza se para a hacer un escalón,
recorrido el espacio que le dicen los reglamentos, si el enemigo ha ganado la cresta,
aumentará muchísimo el número de bajas, y si la moral de las tropas no es excelente y la
zona está muy enfilada, se acaba abandonando los heridos y sembrando en ella el
germen del chaqueteo. Para evitar esto, es conveniente que los saltos se ajusten a las
condiciones del terreno, teniendo establecidas previamente a retaguardia otras
unidades que protejan la retirada, que harán los soldados al paso ligero y teniendo una
señal convenida para volver a ocupar el puesto en caso de que alguno caiga herido,
estando siempre los sostenes dispuestos para reaccionar en este sentido.
Si el enemigo está muy próximo y el terreno puede favorecer su avance, entonces
es preciso simular la retirada esperándole con serenidad que llegue a pocos metros,
hacerle unas descargas y aprovechar la segura huida para desplegarse, en la seguridad
de que no se echará encima nuevamente; pero para esto hace falta que la moral de las
tropas sea muy elevada.

BALANCE

Franco había permanecido destinado dos años y dos meses en la zona


de influencia española en Marruecos, tomando parte en casi todas las
operaciones y casi siempre en extrema vanguardia. Participó
directamente en más de 53 acciones de guerra. Durante más de cinco
meses estuvo al mando de dos banderas legionarias, y además dirigió

Alerto 2001
en operaciones columnas cada vez más numerosas, con capacidades
interarmas y con apoyos aéreos y de carros de combate.
Había demostrado patriotismo, amor a la responsabilidad,
espíritu de sacrificio y abnegación, serenidad ante el peligro, a veces
hasta siendo temerario para dar ejemplo, disciplina, conocimiento de
la profesión y resistencia a la fatiga. Era deseado por sus superiores, y
los subordinados sabían que con su saber hacer era garantía de éxito
con muy escasas bajas.

Alerto 2001
Alerto 2001
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Alerto 2001
Una de las características principales de Franco fue la
preocupación por operar con el menor número de bajas posibles y la
facilidad para lograrlo, basada en la obtención de la sorpresa. Franco
supo aunar la eficacia con el ahorro de vidas, lo que hizo crecer su
popularidad, especialmente entre sus subordinados, pero también
entre sus mandos y en los círculos políticos, temerosos siempre del
desgaste que les producía la publicación de un abultado listado de
bajas. Su espíritu de compañerismo, además de evitar bajas propias y
de no dejar a un hombre en el campo, lo demostró ofreciéndose para la
arriesgada misión de socorrer a los españoles sitiados en Nador.
Es de destacar la preocupación y la importancia que Franco dio a
la defensiva y a la fortificación como base para la seguridad, que,
además, economiza recursos humanos y materiales, y ahorra bajas.
Franco con sus legionarios acostumbraba a marchar y operar
siempre en vanguardia de las columnas de operaciones, demostración
palpable de la eficacia combativa de las nuevas unidades del Tercio de
Extranjeros. Dado su prestigio como jefe táctico, nadie le regateaba ya
el primer puesto frente al enemigo.
Cuando actuaban dos banderas legionarias en una operación,
Franco tomaba casi siempre el mando de ambas, sin dejar el de la
suya. Tomó el mando completo de todo el Tercio de forma interina al
ser herido Millán Astray.
El de las prendas de cabeza fue uno de los grandes problemas
logísticos de las soleadas y calurosas campañas africanas. El ros era
totalmente inapropiado por ser rígido y no proteger de los rayos
solares; el salacot sí lo hacía, pero era incómodo. Franco descubrió el
chambergo, ya utilizado por los legendarios tercios españoles de la
época de los Austrias, con «tal fortuna que se convirtió nuestro
almacén en sombrerería del ejército en campaña» (Millán Astray,
1922, 67), como lo evidencian las fotografías de la época. El éxito ha
continuado, porque sigue dotando a todas las unidades del Ejército
Español. Confiemos en que por ser idea de Franco no vuelvan a
imponer el ros.

Alerto 2001
5
CAMPAÑAS DE MARRUECOS (III): FRANCO,
JEFE DEL TERCIO

El 5 de junio murió el teniente coronel Valenzuela en acción de


guerra, al frente de sus legionarios, en un asalto frontal a Peña
Tahuarda para tratar de socorrer la posición sitiada de Tizzi Azza, en
situación muy comprometida.
Valenzuela fue sepultado con todos los honores en la Basílica del
Pilar de Zaragoza. Había mandado el Tercio solo seis meses.
Muerto Valenzuela, había que encontrar urgentemente un nuevo
sustituto para que hiciera frente a las operaciones militares previstas,
en las que los legionarios llevaban gran parte del esfuerzo principal.
No había más alternativa que Franco para mandar una unidad tan
peculiar y eficaz como el Tercio, pero era todavía comandante y el
cargo era de teniente coronel. El Consejo de Ministros del 8 de junio,
solo tres días después de la muerte de Valenzuela, ascendió a Franco a
teniente coronel por méritos de guerra y a continuación, en el mismo
Consejo de Ministros, se le concedió el mando del Tercio de
Extranjeros. Fue el primer ascenso que se concedió por méritos de
guerra en el Ejército desde el asedio de Monte Arruit (1921).
Oficialmente el Real Decreto del 8 de junio de 1923 ascendió a
Franco por los méritos contraídos y los relevantes servicios de
campaña prestados en el periodo de operaciones comprendido entre el
25 de julio de 1921 y el día 31 de enero de 1922 en la zona de
Protectorado en Marruecos con la antigüedad de esta última fecha. La
misma circular le confirió el mando del Tercio de Extranjeros. Su
primo Salgado-Araujo aseguró que «de todos los mandos que Franco
ha desempeñado, este fue, sin duda, el que recibió con más alegría y

Alerto 2001
con verdadero cariño».
Este nuevo destino, de carácter urgente, obligó a retrasar de
nuevo la boda con su novia Carmen. Los legionarios le dedicaron una
canción, en la que anteponía el deber militar sobre los intereses
personales:
El comandante Franco es un gran militar,
que aplazó su boda para ir a luchar…

El día 12 Franco emprendió la marcha para su nuevo destino,


pasando por Madrid, donde además de despachar asuntos
relacionados con su nuevo destino fue obsequiado con un banquete
homenaje en el hotel Palace. El sacerdote Basilio Álvarez hizo una
tétrica petición en el brindis: «Pido, como gallego, al Gobierno, que si
Franco encuentra la muerte en África, su cadáver sea enterrado al lado
del sepulcro del Apóstol Santiago, en Compostela, lo mismo que
Valenzuela lo ha sido en Zaragoza, cerca de la Virgen del Pilar». La
propuesta era inoportuna y agorera, pero no descabellada porque
entonces caían muchos jefes en tierras marroquíes. Franco se limitó a
sonreír. Quizá sea una propuesta digna de tener en cuenta en la
actualidad; méritos no le faltarían.
El día 18 de junio se incorporó a Ceuta, haciéndose cargo al
siguiente día del mando del Tercio, que entonces ya estaba compuesto
por seis banderas, tres en cada sector. Así acudió, una vez más, a los
sitios de mayor riesgo y fatiga, también de mayores responsabilidades.
El retorno de Franco a la Legión representó un renovado impulso
en organización, administración y táctica, reformas a las que nos
referiremos más adelante y que se consolidaron debido a su larga
estancia al frente del Tercio, pues se prolongó hasta febrero de 1926.
El comandante Franco tuvo el mando efectivo de todo el Tercio de
Extranjeros dos años y unos ocho meses, y tres meses el mando
accidental, siempre en operaciones; el teniente coronel Millán Astray,
dos años, y el teniente coronel Valenzuela, seis meses.

REVISTA A LAS FUERZAS LEGIONARIAS

Franco, una vez llegado a Marruecos y sin pérdida de tiempo, hizo una
intensa gira para revistar e inspeccionar todas las banderas del Tercio
que estaban destacadas en diversos puntos del territorio.

Alerto 2001
El día 21 de junio marchó a Tetuán, y al día siguiente salió para el
Zoco el Jemis de Beni Arós, donde pasó revista a las fuerzas de la VI
Bandera allí destacada, regresando el 23 a Tetuán. El 24 marchó a la
posición del Zoco el-Arbáa de Beni Hassan, pasando revista a la V
Bandera, y regresó a la plaza de Ceuta el día 25. El 28, a bordo del
guardacostas Uad, marchó a la posición de Uad Lau para pasar revista
a la III Bandera. El día 29 se trasladó en un aeroplano a Tetuán,
continuando por vía terrestre a Ceuta. El día 1 de julio salió de la plaza
de Ceuta a bordo del guardacostas Uad para Uad Lau, revistando otra
vez la III Bandera.
El día 2 de julio formó la vanguardia de la columna del coronel
Caballero y asistió con la III Bandera a la operación que, tras varios
combates, se realizó para la toma y ocupación de la posición
denominada Tirisces y el reconocimiento de sus inmediaciones. Luego
regresaron a Uad Lau. El día 6 de julio, como jefe de una columna
compuesta por una bandera, un tabor de regulares, una batería de
montaña y diferentes elementos auxiliares, emprendió la marcha para
Cobba Darsa, donde vivaqueó. El 7, como jefe de la citada columna,
asistió a la operación que tuvo por objeto la toma y ocupación de Yebel
Egilyan y proteger un convoy a Tazza, sosteniendo combate con el
enemigo, para luego regresar a Cobba Darsa, donde quedó de servicio
de campaña hasta el día 9 de julio, en que volvió a Uad Lau, y a bordo
de un aeroplano continuó la marcha a Tetuán, siguiendo por vía
terrestre a Ceuta, donde llegó el mismo día.
El día 13 de julio de 1923 se desplazó a bordo de un hidroavión a
la plaza de Melilla. El 14 fue a la posición de Dar Quebdani, donde
revistó a la I Bandera allí destacada; el 16 marchó a la posición de
Tafersit, pasando revista a la IV Bandera. Permaneció en ella y en
diferentes posiciones avanzadas del territorio de Melilla e inspeccionó
los servicios de la I, II y III banderas. El día 14 de agosto regresó a
Ceuta a bordo de un hidroavión.
Como resultado de estas inspecciones redactó dos normativas
dirigidas a los oficiales tituladas Prevenciones a las Banderas e
Instrucciones generales, breves documentos muy completos, concisos
y concretos sobre mando, disciplina, instrucción, táctica y
administración, aspectos que ponen de manifiesto sus profundos
conocimientos sobre la guerra de Marruecos.

Alerto 2001
EL SOCORRO A TIFARAUÍN

Abdelkrim decidió ejercer su esfuerzo principal contra la posición de


Tifarauín para impedir que fuera abastecida y cayera, como había
ocurrido con Igueriben dos años antes.
El 17 de agosto un numeroso contingente enemigo, bien
atrincherado, impidió el paso de un convoy fuertemente escoltado por
una columna al mando de un teniente coronel. Las bajas españolas
fueron cuantiosas y los rifeños, enardecidos, también sitiaron las
posiciones de Sidi Mesaud, Farha y Afrau.
El 18 se intentó de nuevo, con una columna más fuerte, al mando
de un coronel y con dos banderas legionarias en vanguardia. Tampoco
consiguió romper el cerco y tuvo que replegarse al atardecer bajo el
acoso enemigo. La situación comenzaba a ser apurada en la posición
por la escasez de agua bajo un sol inclemente, y los recursos se
agotaban rápido.
El mando tomó la resolución de que Franco, que se encontraba en
Ceuta, se desplazase urgentemente a Dar Quebdani y se hiciera cargo
de una columna para salvar Tifarauín. Llegó a Melilla en hidroavión el
19 de ese mes. El mando, para elevar la moral de la guarnición
asediada, le reiteró la orden de resistir con el aviso de que llegarían los
socorros con Franco al frente de ellos. El capitán Rodríguez Almeida,
del Regimiento de Infantería Isabel II, y jefe de los sitiados contestó:
«Haremos lo que podamos. Si viene Franco, aguantaremos hasta que
llegue».
El teniente coronel Franco, jefe del Tercio, lo primero que hizo al
día siguiente fue un reconocimiento aéreo de la zona para luego
aterrizar en Quebdani, donde estaba el alto comisario, todavía
dudando sobre qué maniobra elegir para liberar la posición. El terreno
montañoso y quebrado hacía casi imposible el acceso a Tifarauín de
forma frontal. Franco gozaba de un alto prestigio entre las tropas
españolas, como lo demuestra el mensaje lacónico, pero efectivo, para
levantar la moral de los sitiados, lanzado el día 20 por el piloto capitán
Boy, que fue muerto al abastecer esta posición: «Ya ha llegado Franco
de Tetuán».
El día 21 los rifeños arreciaron en el ataque con la pretensión de
apoderarse de la avanzadilla de Tifarauín, sin conseguirlo. Y al día
siguiente por la mañana el harca enemiga trató por todos los medios

Alerto 2001
de tomar la posición al asalto al considerar el momento decisivo ante
la aproximación de las columnas liberadoras. Sin embargo tampoco lo
consiguió.
La operación de ruptura del cerco se realizó el día 22 de agosto.
Las columnas de Kandusi y Tafersit tuvieron como misión distraer y
fijar fuerzas enemigas, sin empeñarse en combate a fondo, en los
frentes de Dar Mizzian y Tizzi Aza. Se encontraron con gran cantidad
de rifeños apostados en alturas, barrancos y trincheras, armados con
ametralladoras, fusiles y granadas de mano, que opusieron una brava
resistencia, con ataques al arma blanca, algo poco frecuente en su
forma de luchar. Las columnas consiguieron los propósitos señalados.
La columna de Quebdani, mandada por el coronel Salcedo, fue la que
estableció contacto y liberó la heroica posición de Tifarauín. La
vanguardia de la columna del coronel Salcedo la mandaba Franco,
quien con su sola presencia levantó la moral de los legionarios.
El jefe del Tercio, con la conformidad de su superior, realizó una
maniobra audaz en su concepción y ejecución. Dejó a los regulares en
posición para que fijara al enemigo, y tras penosa marcha con las
banderas I y II rebasó el flanco de la posición; luego, en un rápido
movimiento envolvente, giró hacia la posición de Tifarauín y enlazó
con una columna desembarcada en Afrau, empezando así un combate
que se sostuvo con fuego violento por ambas partes hasta las dos y
media de la tarde. Los legionarios asaltaron las casas y fortificaciones
en las que el enemigo se había hecho fuerte, donde dejó abandonados
armamento y cadáveres. Los legionarios cruzaron un profundo
barranco y escalaron hasta la posición, que quedó liberada. El
enemigo, en ese momento, se dio cuenta de que su línea de retirada
estaba a punto de ser cortada. Entonces cesó la presión sobre la
columna de Quebdani, abandonó las fuertes trincheras que poseía y
huyó de forma precipitada con gran cantidad de bajas (más de 600).
Desde estas posiciones, las dos banderas al mando de Franco
persiguieron al enemigo hasta el anochecer. Llegada la noche,
vivaquearon en ellas. El día 23, al mando de dichas fuerzas, salió de
descubierta, encontrando numerosísimos cadáveres y varios heridos
que el enemigo había dejado abandonados en su precipitada fuga del
día anterior, y continuó en dirección a Dar Quebdani.
La operación se efectuó con muy escasas bajas (15), cuando el

Alerto 2001
intento anterior había sido costosísimo (142) y a pesar de ello no se
había conseguido romper el cerco. Así también se hacía querer por sus
subordinados, y el mando volvió a citarlo en la orden general como
distinguido. Tifarauín fue uno de los fracasos más importantes de
Abdelkrim gracias a la pericia táctica de Franco.
Franco permaneció en este territorio visitando posiciones,
pasando revista e inspeccionando los servicios de las banderas.
En la Orden General de la Comandancia General de Melilla del día
14 de septiembre de 1923, se le cita como distinguido durante el sexto
periodo de operaciones, que comprende desde el día 1 de agosto de
1922 hasta el 31 de enero de 1923; el general Ruiz Trillo le cita como
tal por haber demostrado excelentes condiciones de mando y pericia, y
se afirma que su actuación fue distinguida constantemente y con un
sereno y firme valor, energía, inteligencia, empleo de sus tropas y
ejemplo de arrojo personal, consiguiendo inculcar a sus banderas
brillantes virtudes militares.
Este mismo día se había pronunciado el general Primo de Rivera,
capitán general de Cataluña, lo que dio lugar a la dictadura que lleva
su nombre. Su llegada provocó recelos en el Ejército de África, porque
eran manifiestas, desde antiguo, sus posturas abandonistas sobre el
Protectorado español, incluso de la plaza española de Ceuta (aunque
esta era a cambio del peñón de Gibraltar).
El día 6 de octubre a bordo del vapor Castilla marchó a la plaza de
Ceuta, donde permaneció hasta el día 13, en que a bordo del vapor
Hespérides emprendió la marcha a la Península en uso de cuarenta
días de permiso.
Pasó por Madrid y fue recibido por el rey Alfonso XIII debido a
que el monarca quería informarse de primera mano de la opinión y
actitud del Ejército de África sobre el golpe de Estado del general
Primo de Rivera. La opinión de Franco era que estaba convencido de
que el problema de Marruecos tenía solución, pues casi todas las
cabilas, excepto la de Beni Urriaguel, estaban de parte de España, y
esta podía ser dominada mediante un desembarco en Alhucemas, para
lo que se disponía de medios y capacidades tácticas suficientes.
Aprovechó el permiso para contraer matrimonio con su novia,
Carmen Polo Martínez y Valdés, el 16 noviembre en la parroquia de
San Juan de Oviedo, apadrinado por los reyes en señal de estima. Se

Alerto 2001
quedó en Madrid por asuntos del servicio desde el 23 hasta el 29 de
noviembre, que marchó para Ceuta, adonde llegó el día 30 para tomar
el mando del Tercio.
El 24 de diciembre la III Bandera, que estaba en Dar Riffien,
marchó a Ben Tieb, en el sector oriental. Con este desplazamiento ya
eran cuatro las banderas legionarias destacadas en la zona oriental
bajo el mando directo de Franco.

SOCORRO A LA POSICIÓN DE TIZZI AZZA

El comandante militar de Ceuta, con ocasión de la Pascua Militar del 6


de enero de 1924, solicitó a todos los oficiales presentes que diesen su
palabra de honor de obedecer las órdenes del Gobierno, fuesen las que
fuesen. Empezó a continuación a interrogar a los jefes de cuerpo, de
mayor a menor antigüedad, y todos lo fueron prometiendo hasta llegar
a Franco. El teniente coronel Franco aseguró que era su norma de
conducta obedecer a sus superiores, pero lo de «fuesen las que fuesen»
no solo estaba en contradicción con las ordenanzas militares, donde se
indicaba que en los casos de duda había que hacer lo que dictase el
honor, y que cuando se ordenaba una rendición había supuestos que
estaban castigados por el Código de Justicia Militar; sino además
existía la desobediencia legítima dentro de las Reales Ordenanzas.
Todos los jefes presentes cambiaron de opinión y se solidarizaron con
la postura de Franco, a la que apostilló el auditor de guerra: «Y al que
se sumase a una rebelión por otro planeada yo me encargaría de
meterlo en la cárcel». Esta actuación lo consolidó como un jefe militar
de gran prestigio y en líder de opinión entre los oficiales del
Protectorado.
El primer número de la Revista de Tropas Coloniales apareció en
este mismo mes de enero. Estaba dirigida por Queipo de Llano, el
redactor jefe era el heroico comandante Valdés, de la misma
promoción que Franco, y el secretario era el capitán jurídico Martín de
la Escalera, que moriría en el naufragio del barco Castillo de Olite, en
marzo de 1939, al intentar desembarcar en Cartagena.
Millán Astray y Franco escribieron sendos artículos en este primer
número, en los que arremetieron contra los planes abandonistas de
Primo de Rivera, erigiéndose en portavoces del pensamiento de los
militares africanistas.

Alerto 2001
El día 7 de enero Franco marchó de Ceuta a Adgos para revistar la
V Bandera allí destacada, regresando a Ceuta el día 10. El 21 marchó a
Tetuán, y el día 22 de enero a Ben Karrich, Buharrax, Audrú e
Iffermin, pernoctando en el Zoco el Jemis de Beni Arós. El día 23
visitó Ain Grana y regresó al Zoco el Jemis, y al día siguiente fue a
Megaret y Tetuán. Volvió a Ceuta el día 25 de enero, donde
permaneció hasta el 30 de ese mes, cuando embarcó en el vapor
Aragón para Melilla, adonde llegó el día 2 de febrero.
El día 5 marchó al campamento de Bien Tieb, revistando en él a la
I, II, III y IV banderas allí destacadas y permaneciendo en dicho lugar
hasta el día 28, fecha en que se trasladó al campamento de Tafersit
para dirigirse seguidamente hacia Loma Roja a hacer un
reconocimiento del terreno entre ese lugar, Tizzi Azza e Iffermin. Al
día siguiente volvió a Loma Roja y regresó ese mismo día a Melilla. Allí
permaneció hasta el 4 de marzo, cuando marchó a Tafersit y Loma
Roja, desde donde de nuevo efectuó un reconocimiento entre Loma
Roja, Tizzi Azza e Iffermin para luego volver a Tafersit. Marchó al día
siguiente a Loma Roja y asistió al combate que sostuvo la III Bandera
al pie de los barrancos del lugar. Luego retornó a Iffermin.
Las dificultades y las continuas agresiones contra los convoyes
que abastecían a Tizzi Azza hicieron necesaria una operación para
castigar con dureza al enemigo y dejar libre el paso. Una vez más brilló
el genio táctico de Franco en la conducción de las vanguardias.
El día 7 de marzo salió al mando de una columna compuesta de
dos compañías de la Mehala de Tafersit, un tabor de regulares de
Alhucemas, la III y IV banderas, una batería de montaña y fuerzas
auxiliares con objeto de avanzar desde la línea de la Casa Fortificada y
Loma Roja con la finalidad de facilitar la entrada de un convoy en las
posiciones de Tizzi Azza. Si tenemos en cuenta la envergadura de esta
columna y que la mandaba un teniente coronel, Franco, nos haremos
una idea de la confianza que el alto mando depositaba en él. Durante
casi todo el día reinó una densa niebla, pero eso no fue óbice para que
la columna avanzara sosteniendo fuerte combate con el enemigo.
Franco estableció su puesto de mando en Loma Roja, trasladándose
más tarde a las guerrillas de la III Bandera, sufriendo intenso fuego del
enemigo y volviendo más tarde a Loma Roja. Después de haber
entrado el convoy en Tizzi Azza, se ordenó el repliegue. El enemigo

Alerto 2001
había sufrido un grave quebranto. Franco fue felicitado por el general
jefe de la vanguardia. Este socorro a Tizzi Azza fue otro importante
fracaso para Abdelkrim.
El jefe del Tercio, tras la citada operación, pernoctó en el
campamento de Tafersit, donde estuvo hasta el día 12 de marzo, día
que regresó a Melilla. Franco volvió el día 13 a Tafersit, donde estuvo
hasta el 17, cuando salió al mando de una columna compuesta por
fuerzas de la Mehala, Regulares, Tercio y tropas auxiliares con objeto
de establecer un puesto fortificado entre las posiciones de Viernes y
Sanz Perea y llevar posteriormente un convoy a Tizzi Azza, para lo que
sostuvo fuertes combates con el enemigo. Consiguió todos los
objetivos con escasas bajas.
En la Orden General de la Zona de Vanguardia se publicó en el
mismo día lo siguiente:
En nombre del Comandante General y en el mío propio felicito calurosamente al
Teniente Coronel don Francisco Franco, Jefe de la columna, que en este día de modo tan
brillante ha abastecido las posiciones de Viernes y Sanz Perea. Felicito igualmente a
todas las fuerzas que han operado, y muy especialmente a las de La Legión, que se han
batido con su acostumbrada bizarría, y a las del 2.º Grupo de Zapadores, que una vez
más han demostrado su excelente espíritu, entusiasmo y arrojo, estableciendo la nueva
posición bajo inmediato y certero fuego del enemigo, coronando de este modo ejemplar
su reciente etapa de duros y peligrosos trabajos.

Permaneció en el campamento de Tafersit hasta el 19 de marzo,


cuando marchó nuevamente a Melilla. El día 25 salió para Tafersit. El
31 de marzo fue con su escolta a Azib Midar, y desde sus
inmediaciones asistió, como observador y asesor, a los combates para
llevar un convoy a la posición de Isen Lasen. Después marchó a la
posición de Azib Midar, donde conferenció con el comandante general
de Melilla. Desde la citada posición marchó de nuevo al campamento
de Tafersit, y allí permaneció hasta el 2 de abril, cuando salió para
Melilla, donde estuvo hasta el día 7, momento en que marchó a la
posición de Bien Tieb.
El 10 de abril marchó a la posición de Benítez, llamada así en
recuerdo del heroico defensor de Igueriben, situada en el área del
collado de Tizzi Azza. Revistó a la IV Bandera, allí destacada,
conferenció con el general de la zona de vanguardia y después regresó
al campamento de Bien Tieb. El día 12 se trasladó a la posición de Dar

Alerto 2001
Mizzian, volviendo de nuevo a Bien Tieb.
El 18 de abril se trasladó con la I y II banderas a la posición de
Azib Midar, donde tomó el mando de una columna compuesta por
fuerzas de la Mehala, caballería, legionarios y apoyos auxiliares con la
misión de abastecer la posición de Isen Lasen. Después de sostener
combate con el enemigo y entregar suministros a la posición, volvió al
campamento de Bien Tieb, donde permaneció hasta el 27 de abril, en
que regresó a Melilla.

EL SOCORRO A LA POSICIÓN DE SIDI MESAUD

Harqueños partidarios de Abdelkrim asediaron la posición de Sidi


Mesaud, muy cerca de Annual, con la intención de repetir la caída de
Igueriben y sus posteriores consecuencias. Los rifeños excavaron
trincheras de circunvalación para impedir todo auxilio. La situación de
los españoles era muy comprometida hasta que Franco, en el mes de
mayo, intervino en la ruptura del cerco. La operación de socorro, que
relatamos a continuación, la resolvió favorablemente por una de las
características de la preparación de sus operaciones: días antes hizo un
detallado reconocimiento del terreno junto con sus jefes de unidad.
El 7 de mayo se trasladó al campamento de Dar Quebdani, donde
tomó el mando de la II, III y IV banderas, mientras que una columna
fracasaba en el intento de romper el cerco de Sidi Mesaud, a pesar de
sus numerosas bajas.
El día 8 de mayo, bajo la protección de una pequeña escolta,
Franco se desplazó a las inmediaciones de las posiciones de Yzumar y
Afrau, con objeto de reconocer el terreno e indicar ante los citados
jefes los caminos y sitios de avance que habían de tomar sus tropas
para levantar el cerco que tenía establecido el enemigo a la posición de
Sidi Mesaud.
El día 10 salió hacia las inmediaciones de Sidi Mesaud al mando
de una columna compuesta por unidades de las tres armas, carros de
combate y apoyos auxiliares con objeto de castigar al enemigo y
arrojarlo de las posiciones y barrancos donde se había fortificado para
cortar el paso a la posición cercada. Los carros de combate fueron
detenidos por esas zanjas y por trampas disimuladas. Después de
duros combates, en los que se llegó al cuerpo a cuerpo, las fuerzas de la
columna tomaron al asalto las trincheras enemigas.

Alerto 2001
Las tropas españolas continuaron sosteniendo fuertes tiroteos con
el enemigo hasta la noche, mientras se construían cuatro puestos
fortificados, que quedaron guarnecidos por fuerzas de una harca
amiga.
Las fuerzas del Tercio vivaquearon sobre el terreno, retirándose el
resto de la columna a las alturas de la loma denominada Felipe, donde
quedaron vivaqueando durante toda la noche.
Al día siguiente, 11, continuaron los combates, que consiguieron
desalojar a los enemigos de las trincheras que les quedaban y
limpiaron el terreno de harqueños rebeldes. El convoy pudo entrar sin
dificultades en la posición de Sidi Mesaud. Entonces, encontraron en
las trincheras conquistadas numerosísimos cadáveres enemigos, gran
cantidad de armas, municiones y piezas de una ametralladora.
Fueron reforzados los puestos levantados el día anterior y se
construyó un camino cubierto desde la posición a Algube, retirándose
la columna al vivac de la noche previa. El 12 de mayo continuaron las
fortificaciones y establecimientos de otros blocaos en la pista hacia la
posición. Este día hubo un violento combate con el enemigo. Las bajas
propias fueron importantes.
Franco, terminada la operación, marchó al día siguiente a Melilla.
El 15 salió con el comandante general para las posiciones de Azib
Midar, reconociendo el terreno e inspeccionando las posiciones,
regresando el mismo día a Melilla. El 20 se trasladaron a Ben Tieb, en
cuyo campamento fueron revistadas las fuerzas del Tercio por el
comandante general de Melilla.

EL SOCORRO A LA POSICIÓN DE COBBA DARSA

El cabecilla rebelde Ahmed ben Mohamed Jeriro fue inicialmente


partidario del xerif Raisuni, pero tuvo desavenencias con él porque no
le concedió la autoridad sobre su cabila, lo que causó distanciamiento.
Terminó por abandonarlo en el año 1924 para pasarse al bando de
Abdelkrim.
Jeriro consiguió que varias cabilas de la zona occidental
reconocieran la autoridad de Abdelkrim. Este aprovechó la ocasión
para abrir un nuevo frente en la zona occidental tras los fracasos
anteriores en la zona oriental. Sus intenciones eran adueñarse de la
ciudad santa de Xauen y, para asegurarla, expulsar a los españoles de

Alerto 2001
la línea del Lau. Las noticias eran muy graves y Franco fue llamado
nuevamente para que se presentara en Tetuán y resolviera otra nueva
situación táctica comprometida.
La posición de Cobba Darsa, que fue atacada y cercada el 20 de
junio, estaba situada en la montañosa región de Uad Lau. Tras quince
días de asedio la situación pasó a ser gravísima debido a que los
defensores ya habían consumido el agua. Todos los intentos de
introducir un convoy habían fracasado y solo contaban con el
abastecimiento que le podían lanzar los aviones. Las columnas de
socorro habían intentado alcanzar Cobba Darsa por envolvimiento con
objeto de eludir el frente fuertemente fortificado por el enemigo.
Ante la imposibilidad de socorrerla, a pesar de cuatro intentos y
de haber sufrido numerosas bajas, el jefe de la zona de Tetuán no
encontró más solución que recurrir a Franco, que se encontraba lejos,
en la cabila de Gomara.
El día 2 de julio, al mando de la vanguardia de una columna, salió
con el objetivo de llevar un convoy a Tazza y relevar el Tabor de
Regulares de Tetuán que se encontraba en la citada posición, objetivos
que se lograron después de tener violentísimos combates con el
enemigo, retirándose las fuerzas al campamento una vez finalizada
esta operación.
El día 3 verificó un reconocimiento del terreno en las
inmediaciones de una avanzadilla. El día 4, al mando de la vanguardia
de la columna ya citada, salió en dirección al barranco de Ybahassen
con objeto de verificar un reconocimiento ofensivo para atraer fuerzas
enemigas. La operación se efectuó avanzando y ocupando nuevas
posiciones. Mientras tanto, las fuerzas eran débilmente hostilizadas
por el enemigo. Finalizado el reconocimiento, la columna regresó al
campamento al mediodía.
El día 5 de julio, Franco se trasladó con una bandera al
campamento de Uad Lau. Embarcó en Río Martín, en el remolcador
Gaditano, y llegó a la citada posición al día siguiente, a la una de la
madrugada. Continuó la marcha al campamento de Tisgarin,
poniéndose a las órdenes del general de brigada jefe del sector.
Franco impuso sus condiciones para la operación de socorro a
Cobba Darsa. Tras un concienzudo estudio del terreno, decidió aplicar
el factor sorpresa para intentar engañar al enemigo en el punto y en el

Alerto 2001
momento de la aplicación del esfuerzo principal. En cuanto al
momento, atacaría cuando menos era esperado por las harcas: al
mediodía, con el calor más intenso y con las temperaturas muy altas
por estar en pleno verano.
Una columna avanzó desde Uad Lau para fijar enemigos por ese
lado. El 6 de junio, Franco inició la progresión hacia Cobba Darsa con
otra columna. La maniobra, al principio, se desarrollaba lentamente y
en las mismas direcciones de envolvimiento que en las operaciones
anteriores, ello provocó que grandes masas enemigas tomasen
posiciones ventajosas para cortar el avance de las columnas. La
columna al mando de Franco, con las unidades de regulares y de la
Legión, de repente cambió de dirección de ataque. Con velocidad y
despliegue de resistencia física, marchó en línea recta hacia la posición
sitiada durante varios kilómetros, en los que cruzó barrancadas. Sin
descanso, se lanzó al asalto de las trincheras enemigas. Los jefes
harqueños no se esperaban esta brillante y audaz maniobra, no
supieron reaccionar y sus seguidores se desbandaron dándose a la
huida, como era habitual cuando la situación les era adversa. El cerco
quedó roto a costa de muy pocas bajas españolas, cuatro veces menos
que en el último intento de socorro. La operación mereció una
felicitación para el jefe de la Legión. Es indudable que Franco se
preocupaba mucho por ahorrar bajas propias, lo que le granjeaba la
admiración de todos y el cariño de sus subordinados, principio que
dejó señalado en el Decálogo del Cadete de la Academia General
Militar: «Hacerse desear por sus superiores y querer por sus
inferiores».

LA COMIDA DE BEN TIEB

El general Primo de Rivera, marqués de Estella y presidente del


Directorio, decidió llevar a cabo un plan para pacificar el Protectorado
Español de Marruecos, problema que consideraba enquistado e
irresoluble. Afirmó que la solución sería «pronta, digna y sensata».
El plan de Primo de Rivera, llamado Estella, en resumen consistía
en reducir el territorio ocupado por las tropas españolas en la zona de
Protectorado, lo que suponía deshacer parte de lo que ya estaba hecho
en el sector occidental, porque el oriental se mantuvo en las líneas
alcanzadas durante la reconquista del territorio. Exigía, en fin, una

Alerto 2001
operación de repliegue de las posiciones de la línea de contacto para
establecerla más retrasada. El trazado de la nueva línea comprendía en
su concepción cuatro aspectos generales: defensa del río Martín por
ser el puerto de Tetuán y estar unido a la ciudad por ferrocarril; la
conservación del macizo del Gorgues por ser de gran interés para la
seguridad de Tetuán dada su proximidad a la ciudad; ejercer el control
de las vías de comunicación de Tetuán con Tánger y Larache y
mantener la defensa del ferrocarril de Tánger a Fez. La finalidad que
perseguía el Plan Estella era reducir bajas para calmar a la opinión
pública española, reducir efectivos militares en Marruecos y ahorrar
en el Presupuesto General del Estado. Pero el repliegue era una
operación muy difícil y delicada militarmente; como demostraba la
experiencia y como se vio en el verano de 1921, se sabía que era muy
costosa en sangre, pues la retirada era el momento en el que el
enemigo más se crecía y se volvía más agresivo al tomar todo
movimiento retrógrado como un signo de debilidad.
Este plan de repliegue mereció el rechazo de los oficiales
africanistas, ya que eran conscientes de sus riesgos y costes, y sabían
que sería contraproducente, porque reavivaría las rebeliones de las
cabilas; incluso algunas de las sometidas se revolverían contra los
españoles, como así ocurrió. Y además, el abandono de la costa norte
de Marruecos sería aprovechado por Francia, siempre ambiciosa y
poco amistosa con España, para ocuparla e interferir fuertemente en el
control del neurálgico y estratégico estrecho de Gibraltar en
detrimento de los intereses españoles y, también, de Gran Bretaña.
Franco publicó, el 24 de abril en la Revista Tropas Coloniales, su
famoso artículo titulado «Pasividad e inacción», que, en resumen,
resaltaba que «la inacción y la pasividad conducen irremediablemente
a ser vencidos… y desacreditada política de atracción se estrella contra
la rebeldía rifeña, que solo ve en nuestro deseo de paz un seguro temor
a la guerra… No es la guerra oficio de pasivos, en ella encarnan la
actividad y la energía, la iniciativa y la voluntad».
Los tenientes coroneles Franco y Luis Pareja, jefes respectivos del
Tercio y de los regulares de Larache, habían pactado que si Primo de
Rivera persistía, después del viaje que tenía programado a Marruecos,
en ordenar la retirada a la Línea Estella, ambos pedirían destino en la
Península. No obstante, Franco le escribió una carta a Pareja, con

Alerto 2001
fecha de 5 de julio, en la que mantenía su compromiso de pedir
traslado de destino a la Península si se consumaba la orden de
repliegue, y que contaba con el apoyo de sus jefes y oficiales, que
seguirían sus pasos; pero tenía dudas de abandonar el mando en estos
momentos tan críticos y de peligro, y también por lealtad a los
generales Bermúdez de Castro y Sanjurjo, comandantes militares de
Ceuta y Melilla, respectivamente.
El día 9 de julio, Franco, al mando de una columna formada por la
V Bandera y apoyos de fuego y de combate, ocupó la antigua posición
de Xeruta, raziando y tomando este poblado sin resistencia enemiga.
Reconstruyó la posición, dejó una guarnición y fue a pernoctar al
campamento de Tisgarin.
Primo de Rivera, para pulsar directamente el estado de opinión de
los mandos del Protectorado, realizó una visita de inspección por el
mismo. Visitó el acuartelamiento de Uad Lau, donde estaba Franco de
guarnición. El dictador reclamó la presencia continua de Franco en su
séquito, y también la del teniente coronel Pareja.
Franco se trasladó a Uad Lau el día 10, luego fue en avión a
Tetuán y después, por vía terrestre, a Ceuta. El día 11 embarcó en un
guardacostas a Uad Lau, pero tuvo que regresar a Ceuta por no haber
podido desembarcar a causa del temporal. Volvió a embarcar al día
siguiente en el mismo guardacostas en dirección al citado
campamento, adonde llegó el día 13, marchando a continuación a
Tisgarin, donde fueron revistadas las fuerzas del Tercio por el
presidente del Directorio. Franco acompañó al día siguiente a Primo
de Rivera en su visita al hospital O’Donnell, regresando el mismo día a
Ceuta. El día 18 embarcó en el crucero Reina Victoria Eugenia,
acompañando al marqués de Estella, rumbo a Melilla. Allí llegaron el
mismo día y se trasladaron seguidamente al campamento de Ben Tieb,
donde el dictador revistó a las tres banderas legionarias (II, III y IV)
que estaban acampadas en dicho lugar.
Primo de Rivera decidió, a iniciativa de Sanjurjo, comer el 19 de
julio con los jefes y oficiales de regulares, del Tercio y de las harcas
amigas en el campamento de Ben Tieb. El general Sanjurjo,
comandante militar de Melilla, ordenó a Franco que se sentara junto a
Primo de Rivera y a su izquierda, mientras que él lo hacía a la derecha,
y que hablara en nombre de los presentes. Además, estaban el teniente

Alerto 2001
coronel Pareja en nombre de los regulares y el bilaureado comandante
Valdés, de la promoción de Franco, en nombre de las harcas amigas.
Franco estaba enterado, por un oficial del Estado Mayor, del plan
general de Primo de Rivera para el repliegue de las posiciones, con el
que estaba en total desacuerdo sobre todo porque sabía que en cuanto
fuera pública la orden de repliegue, se produciría un alzamiento
generalizado de las cabilas contra los españoles.
Franco, como anfitrión de la comida y a los postres de la misma,
dirigió unas palabras al general Primo de Rivera, haciéndole observar
que el ambiente entre los oficiales no era la habitual de alegría, porque
estaban preocupados por los planes del Gobierno de abandonar el
territorio ocupado que tanta sangre había costado conquistar y dijo
que esperaba que oyera a sus oficiales y que los tranquilizara. Primo de
Rivera agradeció las palabras, pero indicando un letrero que había en
el barracón con el Espíritu del Legionario: «Es único y sin igual, es de
ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con
el enemigo y llegar a la bayoneta», dijo que él lo cambiaría por otro
sobre la disciplina: «Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir».
Entonces un coronel del séquito del dictador dijo, con voz fuerte y
contra el protocolo militar: «¡Bien, muy bien!», a lo que el
comandante Varela, jefe de una harca amiga, le contestó de la misma
forma antiprotocolaria y similar tono de voz: «¡Mal, muy mal!». El
general Primo de Rivera ordenó dirigiéndose a Varela: «¡Ese señor,
que se calle!». Y dando por terminado su discurso, se sentó sin que
hubiera un solo aplauso. Se levantó entonces violentamente y le dijo a
Franco:
—Para eso no me debiera usted haber invitado.
—Yo no lo he invitado a usted, a mí me lo ha ordenado el
comandante general. Si no es agradable para usted, menos es para mí
—contestó Franco.
—A pesar de todo, he de considerar que es una oficialidad… mala.
—Mi general, yo la he recibido buena. Si la oficialidad ahora es
mala, la he hecho mala yo.
Esta comida ha dado lugar a muchos falsos bulos, que fueron
desmentidos por Franco, el principal protagonista: no hubo menú a
base de huevos, no renunció al mando ni se arrestó al laureado
comandante Varela.

Alerto 2001
Volvieron y pernoctaron en Melilla. Primo de Rivera citó a Franco
poco después en la Comandancia Militar a la una de la noche.
Mientras esperaba en el antedespacho, entró el general Aizpuru, que le
dijo a Franco: «Lo que ha hecho usted con el general no tiene
nombre». A lo que le Franco contestó: «Lo que no tiene nombre es que
me diga usted eso». Pero Primo de Rivera salió en su defensa: «No se
preocupe, ha hecho usted bien». Después despacharon durante más de
dos horas.
Esta oposición, manifestada abiertamente por el jefe de la Legión
ante la oficialidad presente, pues ante ella lo expuso el general Primo
de Rivera, no puede considerarse un acto de indisciplina, sino de
lealtad a los superiores y a sus subordinados. Una vez tomada la
decisión por el Gobierno, las órdenes se cumplieron con toda
disciplina y con grandes derroches de valor y de sangre.
La actitud de los africanistas convenció parcialmente al general
Primo de Rivera, que se persuadió de no replegar las posiciones del
sector del río Kert. Pero se reafirmó en su voluntad de abandonar
Xauen y los casi 400 puestos que cubrían las rutas de Xauen a Tetuán
y Uad Lau. Todos jefes y oficiales participantes en la comida de Bien
Tieb decidieron continuar destinados en África, excepto el teniente
coronel Pareja, a pesar de las cartas justificativas de su cambio de
actitud que le enviaron Franco y Varela.
El jefe del Tercio garantizó el compromiso de su unidad para
llevar el peso del repliegue de Xauen, maniobra compleja, difícil de
ejecutar y previsiblemente muy sangrienta (Togores, 2016, 126).
Al día siguiente, 20 de julio, se trasladaron al campamento de Dar
Drius, donde pasaron revista a las fuerzas del Tercio, volviendo a
Melilla el mismo día y permaneciendo allí hasta el 22 de julio, fecha en
que embarcó en el vapor Peris Valero con rumbo a Ceuta, plaza a la
que llegó el 23, y quedó en ella hasta el día 25, cuando marchó a
Tetuán. El día 26 salió para el Zoco el-Arbáa, donde quedó prestando
los servicios de campaña.
El comandante militar de Melilla, general Sanjurjo, había
montado un eficaz sistema de defensa, mientras el enemigo estaba
orientando sus esfuerzos sobre Xauen. La tranquilidad en el territorio
de Melilla y las crecientes amenazas en el sector occidental decidieron
al mando a trasladar las banderas legionarias del sector oriental a la

Alerto 2001
zona occidental.
El día 29 de julio, con motivo de haber sido agredidas las fuerzas
de protección de la carretera de Ceuta a Tetuán, Franco salió al mando
de tres compañías, entablando combate con el enemigo, y cubrió la
retirada del servicio agredido y de las bajas. Al día siguiente se
trasladó a Ceuta. El jefe del Tercio se dedicó a acompañar al
comandante general en todas las inspecciones que este hizo para
asesorarle en los informes que tenía que elevar con urgencia al
marqués de Estella.

EL TENIENTE CORONEL PAREJA (1892-1936)

Franco ha sido cuestionado porque se había comprometido con el


teniente coronel Luis Pareja Aycuéns, su compañero de armas, a
abandonar África si se producía el repliegue a la Línea Estella. Pareja
lo hizo, mientras que Franco decidió continuar, aunque ya hemos visto
que este le había comunicado que tenía dudas en hacerlo en esos
momentos tan críticos y por lealtad a sus generales.
Pareja era de una promoción anterior a Franco y, como él,
también obtuvo los ascensos a capitán y a comandante por méritos de
guerra. Fue comandante con veintidós años y Franco con veintitrés.
Pareja pidió destino en el Regimiento de Infantería Tetuán n.º 14,
de guarnición en Castellón, en desacuerdo con el repliegue de Primo
de Rivera. Sin embargo, al poco de marchar se arrepintió de haber
dejado los puestos de mayor riesgo y fatiga y consiguió volver a
Marruecos. Se presentó voluntario y obtuvo el mando de un batallón
expedicionario de su regimiento, que fue destacado a Larache.
Estuvo de nuevo de operaciones en la retirada de Xauen, en enero
de 1925, y en el desembarco de Alhucemas, primero como oficial de
enlace en el acorazado Jaime I, y después en el avance, una vez
asegurada la cabeza de playa. Fue el primero en entrar en la tienda de
Abdelkrim, y también fue recompensando con su ascenso a coronel,
nombrado gentilhombre del rey Alfonso XIII y condecorado con la
Legión de Honor francesa.
Después pasó a la Península. Mandando un regimiento sofocó,
por orden de Azaña, los disturbios de Málaga, durante los que se
habían quemado muchas iglesias. Fue felicitado y recompensado con
la Encomienda de la República; y sin embargo, fue postergado para el

Alerto 2001
ascenso a general cuando Azaña anuló los ascensos por méritos de
guerra.
Ocupó el cargo de jefe de personal del Ministerio de la Guerra por
indicación de Franco durante la Revolución de Asturias. Después fue
delegado gubernamental en Madrid y, más tarde, director de la
Escuela de Aplicación de Infantería, de la que fue cesado por el
Gobierno del Frente Popular.
Se encontraba de permiso en Águilas (Murcia) el 18 de julio de
1936. Allí fue detenido, trasladado y encerrado en la checa «Porlier»
de Madrid. Durante la noche del 4 al 5 de noviembre fue maniatado
con alambres junto con otros militares. Todos estos cautivos fueron
llevados en camiones del 5.º Regimiento, mandado por Líster, y
asesinados en las proximidades de Rivas- Vaciamadrid.

EL INICIO DEL PLAN ESTELLA

Antes del repliegue del Plan Estella, Franco realizó una serie de
reconocimientos del terreno y de asesoramiento a los generales. Salió
de Ceuta el día 1 de agosto para Tetuán con el objeto de conferenciar
con el alto comisario, regresando el mismo día a dicha plaza. El día 4,
a las órdenes del comandante general, salió para Xauen, regresando a
Ceuta y permaneciendo en dicha plaza hasta el día 9, cuando volvió a
marchar a las órdenes del comandante general al Zoco el-Arbáa,
regresando el mismo día a Tetuán. El 10 marchó con la misma
autoridad al Fondak de Ain Yedida, regresando a Tetuán el mismo día.
El 12 fue a Ceuta para asistir junto con el teniente coronel Mola,
nuevo jefe de regulares, por destino de Pareja, al consejo de generales
para valorar la amenaza de una concentración enemiga en el sector del
río Lau.
Embarcó el día 13 en el crucero Extremadura rumbo a Uad Lau,
adonde llegó el mismo día, tomando el mando de la I y II banderas y, a
continuación, marchó a Tisgarin, volviendo el mismo día a Uad Lau.
El 17 de agosto el jefe del Tercio estaba al mando de una columna
compuesta de fuerzas del Tercio, regulares, artillería y apoyos
auxiliares. Marchó en dirección a Tunsa en un reconocimiento
ofensivo, llegando al citado campamento después de haber sufrido
intenso fuego del enemigo, que quería impedir la marcha de la
columna.

Alerto 2001
El día 18 marchó con la columna a Mehafora, adonde llegó el
mismo día después de penosísima marcha y escasa resistencia del
enemigo. El teniente coronel Mola, que iba en el Estado Mayor de la
columna, anotó: «La vanguardia iba a cargo de Franco: buenas
manos».
La columna la mandaba el general Serrano Orive, que llevaba
como asesor al teniente Fermín Galán, presunto conocedor del terreno
por su anterior destino en la Policía Indígena. Esta fuerza iba a
ejecutar una operación para instalar una posición de compañía en una
amplia meseta con un gran manantial de agua en la zona de Cudia
Mehafora. La operación se realizó, pero no se encontró la meseta ni
apareció el manantial. El general jefe de la columna quiso someter a
un consejo de guerra al teniente Galán, sin embargo Franco y Mola
mediaron y lograron disuadir al general, no solo del consejo de guerra,
sino de un arresto.
El día 19 Franco, al mando de la misma columna, marchó a
Tisgarin. La marcha tuvo que efectuarse campo a través al haber
quedado interrumpido el camino por efecto de un incendio de la gaba
(vegetación baja, espesa y espinosa) que cubría el mismo.
El día 20 salió al mando de una columna con objeto de proceder a
levantar el cerco y evacuar las posiciones de Hoj principal, Hoj
números 1, 2 y 3, Loma Verde con sus avanzadillas y Tazza con sus
avanzadillas. Consiguió llegar a Hoj principal después de durísimo
combate con el enemigo durante todo el día: la posición quedó
liberada del asedio y allí vivaquearon las fuerzas. La operación
continuó al día siguiente con los refuerzos recibidos. El enemigo opuso
durísima resistencia y se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. El día 22
prosiguió el combate en toda la línea, ofreciendo el enemigo tenaz
resistencia, y las fuerzas vivaquearon en las posiciones liberadas del
cerco enemigo. El día 23 tomó el mando de la columna el general de
brigada Julián Serrano Orive. El combate continuó en toda la línea y el
vivac se mantuvo en Hoj.
El día 30 de agosto Franco marchó con dos banderas legionarias
en dirección a Loma Verde. La misión era rebasar el valle de Tirines y
efectuar la evacuación de Solano y las avanzadillas. La columna no
consiguió el objetivo debido a lo abrupto del terreno y a la resistencia
ofrecida por un enemigo que, además, amenazó con envolver a la

Alerto 2001
columna de socorro. El general que la mandaba ordenó el regreso a la
posición principal de Hoj. Las fuerzas españolas tuvieron ese día más
de 200 bajas y la posición de Solano fue tomada por los harqueños a
principios del mes de septiembre.
Las banderas legionarias que estaban desplegadas en el sector
oriental (II y III) fueron enviadas, por vía marítima, al sector
occidental, donde iba a empezar un nuevo ciclo de operaciones.
Franco permaneció en el Hoj principal al mando de la I y V
banderas, sosteniendo combate con el enemigo en toda la línea. El día
4 de septiembre se trasladó a la avanzadilla del Hoj número 3 con el
fin de reconocer el terreno para la retirada preparada para el día
siguiente. Ese día comenzó a retirarse la fuerza desde El Cobo y Loma
Verde, consiguiéndose el objetivo tras un rudo combate con el
enemigo. El día 6 Franco se trasladó a Ceuta en el guardacostas
Larache y pernoctó en dicha plaza.
El 7 marchó a Tetuán, continuó hacia la posición de Ben Karrich,
en donde se hizo cargo del mando de la II, III y IV banderas del Tercio,
y regresó a Tetuán, donde pernoctó. El día 8 salió a proteger la
retirada de la II Bandera, sufriendo nutrido fuego del enemigo y
consiguiéndose el objetivo. El 9 de septiembre salió al mando de la II y
IV banderas y en vanguardia de la columna mandada por el general de
brigada Gonzalo Queipo de Llano con el objetivo de ocupar el Cónico y
el Harcha, ocupando este último tras duro combate para luego
replegarse con la columna a Laucién. Salió de nuevo, al día siguiente,
al mando de las citadas banderas y en vanguardia de la misma
columna, avanzando hacia el Fondak y ocupando Yebel Hedia,
posición en la que quedó. El día 12 de septiembre regresó al Fondak,
adonde llegó con escasa resistencia del enemigo, y pernoctó en dicha
posición. Al día siguiente, salió al mando de la retaguardia de la citada
columna para Tetuán, apoyando la retirada de la posición de Tisgarin.
Llegó a Tetuán y allí permaneció hasta el día 18.
Gorgues es una montaña situada a 7 kilómetros de la ciudad de
Tetuán, a la que domina, junto a su valle próximo. Sabedores los
cabileños de las intenciones abandonistas del Gobierno español, se
animaron a la rebelión y a la oposición abierta contra España. Una
noche ocuparon por sorpresa la abrupta montaña de Gorgues y
asentaron un cañón con el que hostigaban a la capital del

Alerto 2001
Protectorado, produciendo efectos propagandísticos y morales sobre
propios y adversarios.
Se montó una operación para eliminar esa molestia y establecer al
mismo tiempo una base de partida para la evacuación de Xauen. El día
18 de septiembre Franco salió de Tetuán al mando de una columna
con la IV y V banderas legionarias, que treparon por las escarpadas
laderas con objeto de ocupar los crestones que están delante de la
posición de Gorgues. Consiguieron el objetivo señalado después de
seria y tenaz resistencia del enemigo y vivaquearon en el primer
crestón. Al siguiente día fortificaron varios puestos en los dos
crestones. La operación continuó el día 20, y quedó conquistado todo
el macizo. La bandera de España ondeó en lo más alto del Gorgues,
visible desde Tetuán.
Franco regresó a Tetuán al día siguiente. El día 21 salió para
ponerse al mando de la I y III banderas, que formaban parte de la
columna del general Castro Girona. Llegó a Gorgues, donde hizo un
reconocimiento del terreno, y allí pernoctó.
Durante estas acciones fue condecorado con la Cruz Laureada de
San Fernando el capitán Rolando de Tella, de la promoción de Franco.
Tella era el jefe de la compañía de regulares que iba en vanguardia de
la columna, mandada por el coronel Miaja Menant, quien
precisamente sería el futuro general jefe de la defensa de Madrid en
1936 contra Franco y contra Tella, como jefe de una de las columnas.
Este mismo día (21 de septiembre) es la fecha en la que, según el
general Queipo de Llano cita en su libro El General Queipo de Llano
perseguido por la dictadura (1930), Franco le propuso encerrar en la
prisión militar del Hacho (Ceuta) al general Primo de Rivera y a su
séquito para que Queipo asumiera el mando del Ejército de África.
Sería un golpe de Estado en toda regla. Hay dudas entre los
investigadores de que esta conversación se desarrollara como Queipo
de Llano lo cuenta en el libro. Estas dudas razonables se basan en los
siguientes hechos:

— Era motivo más que suficiente para que este general lo arrestara
inmediatamente y lo denunciara. Es una anomalía que no lo
hiciera.
— Franco, por esa fecha, estaba embebido en los combates de

Alerto 2001
Gorgues.
— Queipo fue destituido fulminantemente y destinado fuera de
Marruecos sin que Franco fuera molestado.
— De este incidente, sea más o menos cierto o exagerado, debió de
venir la inquina que desde entonces demostró Queipo contra
Franco.

LA APERTURA DE LA RUTA DE XAUEN Y LA DESAFORTUNADA ACCIÓN DEL


TENIENTE FERMÍN GALÁN

Enteradas las cabilas del plan de repliegue español, y como era


previsible, hubo un levantamiento general. Para poder efectuar el
repliegue de las posiciones previsto en el Plan Estella, se requería
previamente abrir las rutas de Xauen con Tetuán y la costa. Franco iba
a participar de manera activa en las dos principales rutas de retirada,
en la del río Lau y en la de Tetuán.
El 23 de septiembre se inició la marcha sobre Xauen. Franco salió
al mando de la I y II banderas con dirección a Dar Raiz, formando la
vanguardia de la columna de Castro Girona. Llegó frente a dicho
poblado sosteniendo reñido combate con el enemigo y vivaqueó en las
posiciones alcanzadas. Las bajas que sus fuerzas tuvieron este día
fueron 6 oficiales y 170 de tropa. Al día siguiente y en la misma forma,
continuó la marcha hacia Ben Karrich, estableció dos puestos
fortificados y llegó al poblado de Bu Alal, donde pernoctó.
El día 25 siguió la marcha hacia Xauen y pasó la noche en Rambla.
Al día siguiente continuó la marcha y llegó al Zoco el-Arbáa. El 27 salió
al mando de la vanguardia de la citada columna con objeto de
abastecer los blocaos de Audalf, Mohaedin y Tibisal. Lo consiguió con
el de Mohaedin, pero no tuvo tiempo para abastecer los restantes y las
fuerzas a su mando se retiraron al Zoco el-Arbáa. Al día siguiente
continuó la marcha hacia Xauen al mando de la vanguardia de la
expresada columna y pernoctó en las inmediaciones de la posición
Xeruta, sosteniendo combate con el enemigo, y vivaqueó cerca de
Puente Misal.
El día 30 de septiembre reemprendió la marcha al mando de la
columna anteriormente citada y sosteniendo serios y encarnizados
combates con el enemigo, ya en las proximidades del blocao en
Abbada, que tenía también que abastecer, pero no pudo alcanzarlo.

Alerto 2001
Según Mola, solo pudo llegar a la mitad del camino, a pesar del acierto
con que Franco movió las fuerzas en el terreno, dado que el enemigo
se presentó en gran número y estaba perfectamente atrincherado, y
para derrotarlo se hubieran necesitado más fuerzas, con apoyos de
fuego para poder derrotarlo. Las fuerzas de Franco pernoctaron en
Dar Acobba.
El día 1 de octubre de 1924, el teniente Fermín Galán estaba al
mando de lo que restaba de las compañías legionarias 1.ª y 13.ª; en
total, tres oficiales, incluido Galán, y 145 hombres de tropa. La misión
era establecer un blocao en Abbada, al sur de la pista y cerca del aduar
de Xeruta. Tras instalar el blocao, Galán recibió la orden de retirarse
sobre el grueso de la columna, siguiendo el cauce del río que discurre
paralelo a la pista, pero incumplió la orden y se retiró, por comodidad,
a través del caserío de Xeruta, donde su unidad fue emboscada por el
enemigo. Franco, quien dirigía el conjunto de la operación, tuvo que
empeñar el grueso de la columna para rescatar a las fuerzas de Galán.
Estas sufrieron numerosas bajas, entre ellas, la muerte de un teniente
y de cuatro legionarios, fueron heridos otros dos oficiales de la unidad
y cinco legionarios, y desaparecieron otros dos legionarios. Galán, que
resultó herido, fue evacuado, pero antes recibió las frías
recriminaciones de Franco, que le reprochó el incumplimiento de sus
órdenes.
Meses más tarde y a iniciativa propia, Galán solicitó la apertura
del expediente para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando
por su actuación en esta acción, petición que fue desestimada. La
declaración de Franco en el juicio contradictorio seguido para la
concesión de la Laureada, en el año 1924, fue:
Le envió el declarante la orden de repliegue al teniente D. Fermín Galán, diciéndole que
lo efectuara siguiendo el cauce del río sobre el resto de las fuerzas; que siguiera ese
camino, y no el del poblado de Xeruta; que, pasado tiempo suficiente para ver aparecer
la compañía que había visto descender al río, sin ser hostilizada, se escuchó fuego muy
violento hacia el poblado de Xeruta, con muchos tiros del enemigo, efectuando un
contraataque sobre el poblado, desalojando al enemigo y salvando a la compañía de su
comprometida situación… las noticias recogidas demostraron que la compañía se había
retirado por el camino del poblado, confiado estaría ocupado a vanguardia por las
fuerzas de Xeruta, y que, retiradas estas, lo había ocupado el enemigo que lo sorprendió
en su marcha de a uno… interrogó [al teniente Galán] por las que había efectuado el
repliegue por el poblado, contra mi orden, manifestando que lo había hecho por
considerar que iría mejor, por creer que las fuerzas de Xeruta que cubrían el poblado no

Alerto 2001
se habían retirado; que conocía su grave error y rogaba le perdonase.

El general Picasso, que fue el que instruyó la causa y había sido


también quien hizo el informe sobre la retirada de Annual, la cual lleva
su nombre, elevó al Consejo de Ministros sus conclusiones, que eran
desfavorables a la concesión de la Laureada al ya capitán Fermín
Galán, pues no se ajustaba a lo preceptuado en el Reglamento de la
Orden de San Fernando.
Galán, ya de capitán y destinado en Jaca (Huesca), protagonizó la
llamada sublevación de Jaca de diciembre de 1930 para derrocar a la
monarquía por la fuerza de las armas. Fracasada la intentona, fue
sometido a consejo de guerra y fusilado. Al año siguiente se instauró la
República y su figura fue ensalzada y convertida en un icono
republicano hasta el punto de que el presidente de la República,
Alcalá-Zamora, le concedió a Galán la anteriormente denegada
Laureada de San Fernando, para lo que en la resolución publicada en
el diario oficial tuvo que falsear el resultado del juicio contradictorio,
omitiendo la desobediencia en su repliegue y que su salvación no se
debió a iniciativa propia, sino a un contraataque, y que su
desobediencia aumentó innecesariamente el número de bajas propias.
Franco continuó la marcha para la ciudad santa de Xauen al día
siguiente y llegó a dicha plaza el día 2 de octubre, después de
encarnizados combates con el enemigo. Quedó en la expresada plaza
prestando servicios de campaña y convoyes a las posiciones, y sostuvo
constante fuego con el enemigo. La primera parte de la operación de la
retirada había finalizado brillantemente con la apertura de la ruta de
Tetuán a Xauen.
El 5 de octubre murió en combate el laureado comandante José
Valdés Martel, jefe de harca y compañero de promoción de Franco, al
intentar recuperar el cuerpo sin vida de un oficial caído en combate.

EL REPLIEGUE DE XAUEN

Las operaciones de repliegue por el río Lau fueron tan duras que la
retirada de Xauen por la ruta de Tetuán quiso dirigirla personalmente
el general Primo de Rivera, para lo que se designó alto comisario, el 16
de octubre, con sede en Tetuán. La operación más comprometida del
repliegue a la Línea Estella fue la retirada de Xauen, porque estaba

Alerto 2001
rodeada de una nutrida y aguerrida harca enemiga, y el plan consistía
en abandonar la ciudad santa tras una demostración de fuerza en la
que nunca se debería perder la iniciativa.
El 24 de octubre Franco mandó una columna para socorrer la
posición de Draa el Asef y consiguió el objetivo tras mantener con el
enemigo combates incluso al arma blanca.
El 21 de octubre Millán Astray, que mandaba un batallón del
Regimiento Pavía en San Roque (Cádiz), fue ascendido a coronel por
méritos de guerra. Este ascenso se debió a las gestiones de Franco,
porque Millán estaba cuestionado por Primo de Rivera y otros
generales, lo que demuestra, por un lado, la ascendencia de Franco
sobre el dictador, bien a pesar o bien a causa del famoso incidente de
la comida de Ben Tieb, y por otro, el aprecio que Franco tenía a su
antiguo jefe. El día 26 Millán Astray iba de camino para hacerse cargo
del mando de una columna en el Fondak de Ain Yedida cuando fue
herido en un brazo, el cual tuvo que ser amputado por gangrena.
Ordenó que fuera enterrado junto al cuerpo del laureado comandante
Valdés, muerto heroicamente y sepultado en el cementerio militar de
Tetuán.
Este mismo día se evacuó la posición de Draa el Asef en una difícil
operación mandada por Franco. El movimiento retrógrado se realizó
con gran precisión, sosteniendo enconados combates con los
harqueños.
Franco, que el día 5 de noviembre se había trasladado a Ceuta,
volvió el 10 a Xauen, donde tomó el mando de las cinco banderas y
quedó prestando el servicio de campaña, abasteciendo por medio de
convoyes a las posiciones y haciendo reconocimientos del terreno para
poder efectuar la evacuación de dicha plaza. Franco hizo fabricar, con
el mayor sigilo, centenares de muñecos vestidos con el uniforme
legionario. Esta estratagema era ya conocida de antiguo con el nombre
de bausán, «figura artificial de un hombre, embutido en paja, y vestido
con sus armas. En lo antiguo lo usaron mucho y se ponía detrás de las
almenas de algún castillo… Para engañar y detener al enemigo».
Desmanteladas todas las posiciones del sector de Xauen y
concentradas sus guarniciones sobre esta plaza, solo quedaba ya
abandonarla de la forma más sigilosa posible.
El repliegue comenzó el 15 de noviembre, pero Franco, al mando

Alerto 2001
de la retaguardia de la columna con cinco banderas del Tercio, lo
verificó el día 17 de noviembre, a pesar de la presión del enemigo y el
acoso de los rifeños, para poder evacuar Xauen.
Las unidades legionarias hicieron la vida normal, pero pusieron
en las aspilleras de los parapetos muñecos de paja con uniformes
legionarios hasta que a las doce de la noche se dio la orden de
repliegue, que se hizo con el máximo sigilo y sin que el enemigo lo
advirtiera. Al clarear el día, los cabileños enemigos se dieron cuenta de
que los españoles habían abandonado Xauen. La añagaza dio el
resultado esperado: durante varias horas de esa madrugada engañaron
a los avezados observadores harqueños. Las fuerzas españolas
pudieron abandonar Xauen sin ser hostigadas.
Franco, con su fuerza, pernoctó en las inmediaciones y a los
flancos de la posición de Dar Akobba, donde sostuvo ligero tiroteo de
hostigamiento con el enemigo.
El repliegue desde este punto hasta alcanzar el Zoco el-Arbáa tuvo
dos fases:

1. Marcha de Dar Akobba a Xeruta.


2. Marcha desde Xeruta al Zoco el-Arbáa.

La evacuación de Dar Akobba sobre Xeruta comenzó el 18 de


noviembre de forma escalonada, con protección mutua y con
frecuentes reacciones ofensivas para contener las presiones enemigas.
Las bajas fueron escasas para la magnitud y riesgos de la operación
con el enemigo pegado a las fuerzas de retaguardia. Las penalidades se
vieron incrementadas por los temporales de lluvia, que convirtieron
los campos y caminos en lodazales. Estos inconvenientes eran más
perjudiciales para los españoles que para los harqueños, pues estos
formaban tropas más ligeras, con menos impedimenta, mejores
conocedores del terreno y con mayor flexibilidad de actuación.
La etapa posterior fue la evacuación de Xeruta sobre el Zoco el-
Arbáa, que se hizo al día siguiente, también bajo un temporal de
fuertes lluvias y con un enemigo que consiguió echarse encima del
último escalón de regulares en el fondo de una barrancada. Esta acción
obligó a empeñarse en combates para conseguir despegarse del
enemigo a costa de muy sensibles bajas, pero la columna alcanzó el

Alerto 2001
Zoco el-Arbáa y quedó en dicha posición para reorganizar a las
unidades, que habían sufrido duro desgaste. Entre ellas, estuvo la del
capitán Arredondo Acuña, primer jefe de la 1.ª Compañía de la I
Bandera, quien, a pesar de estar herido, reaccionó ofensivamente para
contener al enemigo, que se había echado encima del último escalón
en el repliegue, y en cuya acción encontró heroica muerte.
Tras un ataque a la aguada, el día 21, Franco salió con su columna
a castigar al enemigo y recoger nuestras bajas, objetivos que logró.
Quedó en la posición del Zoco el-Arbáa.
El día 24 de noviembre llevó un convoy al blocao del Llano, siendo
duramente atacado por el enemigo. Del 25 al 28 salió al mando de la
columna para retirar los blocaos del Llano, Mahadait y de la Aguada,
consiguiendo los objetivos bajo un intenso fuego del enemigo. El día
30 de noviembre volvió a salir con la columna a repeler la agresión de
que habían sido objeto las fuerzas de protección y aguada. El día 5 de
diciembre de 1924 salió con la columna a su mando para recuperar el
blocao de Sidi Musa, que había sido tomado por el enemigo la noche
anterior, objetivo que se logró a pesar de la seria resistencia del
enemigo. Luego se retiró al Zoco el-Arbáa.
La etapa siguiente del repliegue de Xauen, que estaba previsto
hacer a continuación, se demoró tres semanas, hasta el 10 de
diciembre. Ese día Franco salió al mando de una columna compuesta
por cinco banderas del Tercio, regulares, artillería e infantería con el
fin de cooperar en la evacuación de la posición del Zoco el-Arbáa. El
objetivo se consiguió después de durísimo combate con el enemigo en
una situación apurada, debida a que una posición española que
dominaba todo el repliegue había sido abandonada precipitadamente
por su guarnición. El enemigo aprovechó el error y ocupó la citada
posición, desde la que podía batir todo el terreno del repliegue,
produciendo numerosas bajas. La columna llegó a la posición de
Taranes y se vivaqueó en las inmediaciones de la misma.
El día 12 Franco salió de Taranes al mando de la misma columna
con dirección a Zinat. La evacuación se hizo de noche, salvando
barrancos y una espesa vegetación. El enemigo solo pudo hostigar por
el fuego. La fuerza vivaqueó en este último punto.
Al día siguiente continuó la retirada a Ben Karrich, que se efectuó
siguiendo hasta las inmediaciones del Mogote, después de sostener

Alerto 2001
combates con el enemigo. Ese mismo día llegó a Tetuán: el grueso de
la fuerza se había salvado. Durante toda la complicada y arriesgada
operación, la disciplina no se rompió ni un solo momento. Las
banderas desfilaron ante el general en jefe del Ejército de Operaciones
en África y alto comisario de España en Marruecos, Primo de Rivera,
quien felicitó a estas tropas por su brillante actuación durante aquellos
últimos meses y dijo de Franco: «Nadie ha luchado con más
perseverancia y con más capacidad que este invicto jefe en las
campañas de Marruecos». Frase histórica que no puede ser rebatida a
tenor de los hechos incuestionables que la avalan.
Se debe comparar la retirada de Annual con este repliegue o
retirada. En la primera brillaron por su ausencia las virtudes que se
han observado en esta operación, a pesar de que en el repliegue de
Xauen las harcas enemigas estaban más alertadas, eran más
numerosas y estaban mejor organizadas y armadas. Tales virtudes
fueron:

— Moral alta. Voluntad de vencer.


— Planificación detallada.
— Acertada dirección y coordinación.

NUEVAS OPERACIONES Y ASCENSO A CORONEL

Finalizada la retirada de Xauen, esta columna de operaciones se


disolvió y Franco marchó a Ceuta, donde permaneció hasta el día 17 de
diciembre. Una de las consecuencias del repliegue a la Línea Estella
fue que se tuvieron que pacificar de nuevo las cabilas de Anyera y
Haus, situadas entre Ceuta y Tetuán.
Franco salió al mando de una columna para el Zoco Zalata, ocupó
unas lomas próximas y fortificó unos puestos, pero la columna era
seriamente hostilizada por el enemigo y se retiró a Ain Yir, donde
quedó hasta el día 23, fecha en que marchó a Ceuta para volver en la
misma jornada a Ain Yir. El 24 marchó al acuartelamiento de Dar
Riffien, siguió a Ceuta el mismo día, y el 25 marchó a Ain Yir, donde
quedó de servicio de campaña.
Por Real Orden del 27 de diciembre de 1924 se le concedió la Cruz
del Mérito Militar con distintivo rojo por los servicios prestados y

Alerto 2001
méritos contraídos en las operaciones realizadas en nuestra zona del
Protectorado de África desde el 1 de agosto de 1922 al 31 de enero de
1923. Posteriormente, en 1928, fueron reconocidos sus méritos en la
retirada de Xauen con una segunda Medalla Militar Individual.
El 30 de diciembre salió con una columna a su mando del
campamento de Ain Yir con objeto de establecer puestos fortificados
en la línea Ain Yir, Ain Xira, Cudia Alalia y Cudia Marsa. La columna
fue hostilizada por el enemigo y sostuvo combate, pero consiguió
establecer dos puestos fortificados en dirección al poblado de Ain Xira,
retirándose a Ain Yir, donde siguió prestando los servicios de campaña
como jefe de columna.
El día 7 de enero de 1925 embarcó en Ceuta en el cañonero
Almirante Bonifaz, a las inmediatas órdenes del comandante general,
para efectuar un reconocimiento de la costa frente a Alcazarseguer,
regresando a la citada plaza y continuando la marcha a Ain Yir, donde
estuvo hasta que el día 9, cuando al mando de su columna volvió a la
plaza de Ceuta.
El día 14 de enero, a las órdenes del general jefe de la zona,
embarcó en el cañonero Canalejas, efectuó un nuevo reconocimiento
de la costa frente a Alcazarseguer, sufriendo fuego enemigo, y regresó
a la plaza de Ceuta sin novedad. El día 16, al mando de una columna
compuesta por la IV y VI banderas del Tercio, fuerzas de regulares de
Ceuta, una batería de montaña y servicios auxiliares, embarcó en
barcazas K con la misión de efectuar el desembarco en Alcazarseguer,
pero ya en alta mar recibió la orden de regresar al puerto de Ceuta a
causa del temporal. Las barcazas K habían sido compradas en
Gibraltar como excedentes de la Gran Guerra europea, y eran capaces
de transportar hasta 300 hombres con todo su equipo.
Por Real Orden del 7 de febrero fue ascendido por méritos de
guerra al empleo de coronel de infantería con antigüedad del 31 de
enero de 1924, pero siguió mandando las fuerzas del Tercio de
Extranjeros, ya que para ello se elevó a coronel la categoría del jefe que
debía ejercer el mando. Franco siguió prestando los servicios de su
empleo en la plaza de Tetuán.
El día 14 de febrero, al mando de una columna compuesta por un
tabor de regulares de Ceuta, la IV Bandera, una batería de montaña,
una compañía de ingenieros, la 1.ª Compañía del Depósito del Tercio y

Alerto 2001
servicios auxiliares, salió del acuartelamiento de Dar Riffien con
dirección a Haidra con el fin de establecer tres puestos fortificados en
Haidra Alto, Haidra Bajo y en el puente del ferrocarril del Negrón,
objetivos que se consiguieron con débil resistencia del enemigo,
aunque sosteniendo tiroteos. El repliegue se emprendió a las tres de la
tarde. El general en jefe felicitó a Franco de oficio, así como a las
tropas a sus órdenes, por las operaciones efectuadas. No obstante, el
temporal reinante le obligó a regresar a la plaza de Ceuta.

REORGANIZACIÓN DEL TERCIO

El 1 de marzo de 1924 se dispuso la organización de dos banderas más,


lo que situaría la fuerza del Tercio próxima a los 7.000 hombres. Por
este motivo el Estado Mayor Central inició el estudio de su división en
tres unidades independientes, tipo regimiento (denominadas
legiones), al mando de tenientes coroneles, adscritas a las
comandancias generales de Ceuta, Melilla y Larache y compuesta cada
una por tres banderas. Dicha propuesta encontró la firme y razonada
oposición del entonces jefe del Tercio, teniente coronel Franco, que
consideraba que el mando de la Legión no debía fragmentarse,
conservándose bajo un jefe único.
El óptimo rendimiento operativo del Tercio de Extranjeros y las
nuevas operaciones que se avecinaban hicieron que se pensara en
potenciarlo y se le diera una nueva organización más eficiente.
Frente a esta propuesta, Franco proyectaba convertir el Tercio en
una unidad orgánica operativa tipo brigada, con una bandera de
caballería y un grupo de artillería. Franco denominaba al conjunto
Tercio, en vez de Tercio de Extranjeros, estructurado en dos legiones
ubicadas en Ceuta y Melilla, de cuatro banderas cada una. Propuso
para el Tercio una bandera de caballería «que prestaría excelentes
servicios, dadas las extensas líneas de etapas y para cooperar con las
banderas de infantería en muchos momentos del combate». Sostenía
que las compañías de fusiles tuvieran cuatro secciones, llevando la
cuarta seis fusiles ametralladores y manteniendo su fuerza en 216
hombres, «por razones tácticas y por el constante y especial empleo de
estas tropas, cuyos efectivos disminuyen desde el principio del
combate». Por último, defendió que las compañías de ametralladoras
siguieran contando con ocho Hotchkiss y que la sección de morteros

Alerto 2001
dispusiera también de ocho de estas armas, de modelo Lafitte, «en
atención a su constante y necesario empleo en campaña, y como
resultado de la experiencia [adquirida]».
La concepción orgánica de Franco se adelantaba prácticamente en
setenta años a la creación de la Brigada de la Legión del año 1995, que
posteriormente fue reforzada con un grupo de caballería, en el año
2007.
Los trabajos continuaron en 1925. El Estado Mayor Central
dispuso el 16 de febrero que el Tercio de Extranjeros se denominara
Tercio de Marruecos, más acorde con la realidad. Poco después, en
mayo, pasó a denominarse oficialmente El Tercio, y la tropa recibió el
nombre oficial de legionarios, que ya era de uso común.
La estructura finalmente adoptada es la de un solo Tercio al
mando de un coronel del que dependían dos legiones al mando de
tenientes coroneles, adscritas a las comandancias generales de Melilla
y Ceuta. Cada legión estaba compuesta por una plana mayor de mando
y administrativa y cuatro banderas, pero las denominaciones oficiales
no coincidieron con las que habitualmente usaban mandos y tropas.
Así, llamaban legión a lo que reglamentariamente era tercio, y tercio a
lo que el reglamento había bautizado como legión.
Cada bandera tenía tres compañías de fusiles, de tres secciones,
una compañía de ametralladoras con cuatro máquinas Hotchkiss, una
sección con dos morteros y una sección de obreros y explosivos,
además de otros elementos. La bandera de caballería propuesta por
Franco se redujo a un escuadrón de 166 hombres a caballo.
El total del Tercio sumaba 8.023 hombres (251 oficiales y 7.772 de
tropa) y 1.370 cabezas de ganado. Era un mando importantísimo que
se asignaba a un coronel, en este caso a Franco, cuando en el resto del
Ejército, y en el mejor de los casos (regimiento en pie de guerra) un
coronel, mandaba poco más de 3.000 hombres. Este mando fue
confiado a Franco.

EL DESEMBARCO DE ALCAZARSEGUER

El 20 de marzo Franco marchó al campamento de Regaya, donde pasó


revista a las fuerzas de la I y V banderas que se encontraban
destacadas en dicha posición. El día 21 continuó la marcha a la
posición de Tazeuin, donde revistó a las fuerzas de la II Bandera, y

Alerto 2001
seguidamente marchó a la plaza de Larache. El 22 salió para
Alcazarquivir, regresando por la tarde a la plaza de Larache, y el día 23
emprendió el regreso para Ceuta.
El desembarco de Alcazarseguer fue un ensayo general para el
futuro desembarco en la bahía de Alhucemas, capital política y donde
se encontraba el foco principal de la rebeldía en el Rif, al tiempo que
era lugar de residencia de Abdelkrim.
El 30 de marzo, a la una de la madrugada, Franco embarcó en la
lancha K-1 al mando de dos banderas legionarias y el Grupo de
Regulares de Ceuta. Formaba la vanguardia de la columna mandada
por el general Federico de Sousa Regoyes, cuyo objetivo era
Alcazarseguer. Como era costumbre, Franco se encontraba en el
puesto de mayor riesgo y fatiga.
El jefe del Tercio se transbordó al guardacostas Arcila y continuó
la marcha en dirección a Alcazarseguer. A las siete de la mañana se
trasladó nuevamente a la K-1 para dirigir el desembarco. Una vez
reunidas las seis barcazas K con las fuerzas de la vanguardia, las
unidades de la columna se dirigieron a la pequeña playa en el noroeste
de Alcazarseguer. El enemigo hizo un intenso fuego en los primeros
momentos, pero la playa y los objetivos señalados fueron tomados al
asalto, y se establecieron y fortificaron las posiciones previstas. La
sorpresa había dado los resultados esperados. Franco pernoctó en el
poblado de Tarik y al día siguiente dirigió las fortificaciones y el
aprovisionamiento hasta que embarcó en el cañonero Canalejas para
volver a la plaza de Ceuta.
A bordo del guardacostas Arcila coincidió por primera vez con el
alférez de navío Luis Carrero Blanco. El abuelo paterno del autor de
este libro, capitán de corbeta Pedro Fontenla Maristany, participó en
esta operación al mando del guardacostas Uad Targa.

MÁS FELICITACIONES

En la Orden General de la Comandancia Militar de Melilla del día 31


de julio de 1925, se publicaron las siguientes distinciones:
Teniente Coronel don Francisco Franco Bahamonde.- Tercio de Extranjeros.- Citado en
el parte de Tizzi Azza el 7 de marzo por el General Jefe de la línea de vanguardia, muy
distinguida su actuación como Jefe de columna, demostrando una vez más su valor
personal y profundo conocimiento de esta lucha. El mismo General en el parte del

Alerto 2001
combate de Sidi Mesau el 10 de marzo y en escrito especial le cita de un modo
significativo por su actuación que siempre responde a los méritos ya conocidos y tantas
veces demostrados por este Jefe, y hace resaltar el brillante papel que representó
durante la acción, interpretando las instrucciones que recibe con conocimiento perfecto
de la guerra y adelantándose a su desarrollo cuando las circunstancias del momento lo
requieren y pone de relieve en el mando de la columna de la izquierda, que lleva el peso
de la operación, condiciones especiales para el mando de tropas. Reposado en la acción,
sereno en el juicio, con golpe de vista que le permite apreciar las situaciones tácticas en
su preciso valor, arriesgado y audaz para avanzar y estudiar por sí mismo la situación de
sus tropas cuando lo aconseja la importancia de las resoluciones que ha de tomar,
acredita este Jefe unas condiciones excepcionales para mandos superiores.

Teniente Coronel don Francisco Franco Bahamonde.- Tercio de Extranjeros.- Operación


del 17 de marzo.- Muy distinguido como Jefe de todas las fuerzas que operaron, por su
valor y excepcionales aptitudes, realizando a la perfección los múltiples cometidos que
le fueron encomendados, demostrando una vez más ser un Jefe sereno y experto en
quien el mando puede depositar su absoluta confianza para el desempeño de las
misiones más difíciles y completas.

Teniente Coronel don Francisco Franco Bahamonde.- Tercio de Extranjeros.- Operación


del 10 de mayo.- Muy distinguido en el mando de su columna de la izquierda, tomando
acertadísimas disposiciones para desalojar al enemigo y demostrando capacidad para
mandos superiores.- Operación del 12 de mayo.- Muy distinguido como Jefe de la
columna de la izquierda, interpretando fielmente mis órdenes y demostrando capacidad
para mando de fuerzas superiores.

Teniente Coronel don Francisco Franco Bahamonde.- Tercio de Extranjeros.- Operación


del 18 de abril de 1924.- Convoy a Issen Sassen: demostró una vez más las excepcionales
dotes de mando que posee, como también el día 7 de marzo de 1924.

Teniente Coronel don Francisco Franco Bahamonde.- Tercio de Extranjeros.- Como Jefe
de la columna de la izquierda para las operaciones y convoy a Tizzi Azza, se le citó como
muy distinguido al imprimirle la acometividad peculiar a su alto espíritu y gran valor,
desarrollando rápidamente su misión.

EL DESEMBARCO DE ALHUCEMAS

El 2 de agosto de 1925 Franco participó en la ocupación del macizo de


Sans Sans (Ceuta) al mando de una fuerte y heterogénea columna
compuesta por las II y VI banderas del Tercio, el Grupo de Regulares
de Ceuta, dos escuadrones del Regimiento de la Victoria, el escuadrón
del Tercio, una batería de montaña, dos compañías de ingenieros y
servicios auxiliares. Durante la operación sostuvo fuego con el
enemigo. Una vez finalizada, regresó a la plaza de Ceuta, donde se
dedicó a partir de entonces a la preparación de sus fuerzas para el

Alerto 2001
desembarco que estaba proyectado en la bahía de Alhucemas.
Decidida la operación de desembarco en dicha bahía, se
organizaron dos grandes columnas con cantidades similares de
efectivos: una del sector oriental al mando del general Emilio
Fernández Pérez y otra del sector occidental al mando del general
Leopoldo Saro Marín. La vanguardia de la columna del general Saro
estaba al mando del coronel Franco, constituida por la VI y VII
banderas del Tercio, un batallón del Regimiento de Infantería África,
un tabor de la mehala de Larache, el harca de Muñoz Grandes, una
unidad de diez carros de combate, una batería de montaña, zapadores
y apoyo sanitario.
El día 5 de septiembre de 1925, a las 21.18 horas, Franco salió del
puerto de Ceuta embarcado en el vapor Rey Jaime II con rumbo a Río
Martín. El día 6, a las 08.00 horas, llegó el convoy frente a Uad Lau,
donde simuló un desembarco. Se bombardeó la costa y las tropas se
trasladaron a las barcazas K, que iban arrastradas por el remolcador
Cartagenero. A las 08.40 horas se recibió la orden de suspender la
maniobra de diversión que se estaba efectuando. Franco regresó a las
10.00 horas al Rey Jaime II, el cual emprendió la marcha a las 16.00
con dirección a Cabo Quilates. A las 18.10 horas asistió al bombardeo
de la costa por la escuadra. El día 7 las nieblas, el viento y las
corrientes marinas dificultaron los movimientos de los barcos de las
escuadras.
El día 8 a la 01.35 las unidades recibieron las instrucciones para
efectuar el desembarco aprovechando la oscuridad, pero este no se
pudo realizar por la imposibilidad de reunir las barcazas durante la
noche. Al amanecer estaban frente a la playa de La Cebadilla y
tuvieron que esperar a la reunión del resto de la columna, lo que se
logró a las 11.00 horas. Entonces comenzó la acción por la preparación
artillera de la escuadra y de la aviación sobre el lugar elegido para el
desembarco y sobre las baterías enemigas. Las barcazas comenzaron la
aproximación propulsadas por sus motores, y bajo intenso fuego
enemigo se dirigieron contra la playa de Ixdain, que era la escogida
para el desembarco, guiadas por el capitán de fragata Boado y
protegidas por una cortina de fuego. La corriente alteró el rumbo de
las barcazas y el capitán de fragata Boado las dirigió con precisión a la
playa de La Cebadilla. Ante la ausencia de amenaza naval enemiga, no

Alerto 2001
se había hecho un reconocimiento profundo de las playas y resultó que
Abdelkrim había minado la de Cebadilla con unas 40 bombas de
aviación. Boado, que se percató de la presencia de las minas fondeadas
y de un nido rifeño de ametralladoras que las cubría, dirigió la
maniobra de las barcazas con gran habilidad y supo sortearlas. Estas
embarcaciones vararon diez minutos después de iniciar el movimiento
a 50 metros de la orilla y al oeste de Morro Nuevo, donde el agua tenía
más de un metro y medio de profundidad. La varada, tan
comprometida por estar tan lejana de la playa, fue resuelta por el
coronel Franco, que ordenó a su cornetín de mando tocar la
contraseña de la Legión: «¡Legionarios a luchar, legionarios a morir!»,
y dar la orden de ataque. Harqueños y legionarios se lanzaron al agua,
que les llegaba hasta al cuello, llevando fusiles y municiones en alto.
Los carros de combate de acompañamiento se quedaron a bordo por la
imposibilidad de vadear esa lámina de agua.
Franco lo relató al doctor Pozuelo (1980, 41) de esta forma:
Yo mandaba una unidad en la que iba una primera oleada de legionarios. Un oficial de
Marina que viajaba con nosotros al llegar a la costa se encontró con que allí no se podía
desembarcar: el agua cubría más de metro y medio. El hombre había calculado mal.
Muchos de nuestros soldados no sabían nadar. Él, en estas condiciones, comunicó con el
Alto Mando; dijo que se había equivocado y, a continuación, se dio la orden de que las
tropas volvieran. Pero ya los «pacos» habían empezado a disparar. Me hice cargo de la
situación y pensé que nuestros soldados iban a quedar, a partir de entonces, con la
moral por los suelos. Aquello podía interpretarse como un fallo de la operación.
Naturalmente perderían también la confianza en sus jefes. Creí que los rifeños, sin
embargo, se reforzarían pensando en que nos habían rechazado. Así que me creí en la
obligación de dar la orden: «¡Al asalto!». Al corneta que venía a mi lado le indiqué: «Da
la consigna». El corneta tronó: «Legionarios a luchar, legionarios a morir...». Los
legionarios saltaron al agua y realizaron el desembarco. Se ayudaban entre sí. Era
verdaderamente emocionante. Ganamos los primeros puestos y se consumó la
operación. Eso fue todo.
—¿Y qué pasó después? —volví a interrogarle.
—Yo, en realidad, al proceder con arreglo a mi criterio había, en definitiva,
desobedecido las órdenes recibidas. Naturalmente, se me llamó para que explicara los
porqués de mi actitud. Dije que, a mi juicio, se hubieran producido muchas más bajas si
hubiéramos retrocedido y que así, habiendo hecho lo que hicimos, culminábamos el
desembarco y, de paso, lejos de elevar la moral del adversario, minábamos su ánimo y
enaltecíamos el de nuestras fuerzas. Para mi defensa me basé en una ordenanza en la
que se concede a los oficiales al mando la posibilidad de iniciativa en los momentos
cruciales de una operación. Esta es la verdad de lo que allí pasó.

Alerto 2001
El desembarco comenzó a las 11.40 horas. Los harqueños y
legionarios fueron los primeros en poner pie en tierra. Tomaron por
asalto los primeros objetivos, se aseguraron en ellos y prosiguieron
con un avance decidido y brillante hasta coronar las alturas de Morro
Nuevo y Reducto de los Frailes, puntos que dominaban las playas de
desembarco. A las 15.00 horas se habían alcanzado todos los objetivos
señalados. Se constituyó una línea firme y una zona de desembarco en
donde se sostuvo intenso combate. Durante la acción, las tropas al
mando de Franco se apoderaron de cuatro cañones y tres
ametralladoras e hicieron al enemigo abundantes muertos y
prisioneros. Tuvieron a raya al enemigo durante todo el día y la noche,
aunque sosteniendo fuego y sufriendo intensos ataques de su artillería,
bajo los cuales Franco tuvo que dirigir las fortificaciones de las
posiciones alcanzadas.
El terreno conquistado quedó totalmente afianzado a la llegada de
la noche. Se vivaqueó sobre la línea alcanzada sosteniendo fuego de
fusilería con el enemigo y se siguió soportando estoicamente los fuegos
de su artillería.
Franco continúa con su relato (Pozuelo, 1980, 100):
Tras el desembarco de Alhucemas, me correspondió fortificar el amplio sector cubierto
por la Legión, en lo que puse toda mi atención y cuidado con tal suerte o acierto que
llamó ampliamente la atención por su originalidad y eficacia, siendo compartido este
juicio por el general en jefe don Miguel Primo de Rivera, que lo visitó. Tanto le
impresionó que, de regreso a Ceuta, ante los jefes de cuerpo, reunidos en la
Comandancia General, hizo grandes elogios de la fortificación que acababa de conocer y,
al reiterarme su felicitación, me preguntó dónde había aprendido tanto. Este tema de
fortificación había de ser materia a la que dediqué preferente atención toda mi vida.

El coronel Manuel Goded, que sin dejar su puesto de Estado


Mayor mandaba la otra vanguardia del desembarco, comentó en su
libro Marruecos, las etapas de la pacificación (1929) la eficacia de la
línea establecida por Franco: «Una línea admirablemente elegida que
acredita la visión táctica del coronel Franco».
El general Saro, jefe de la columna, dejó escrito (Crozier, 1969, 1,
138): «Hago especial mención del coronel Franco, que, en su más
brillante acción en este combate, confirmó una vez más la opinión que
todos, sin excepción, tenemos de su competencia, habilidad, valor,
serenidad y todas las excepcionales cualidades que hacen de él un jefe

Alerto 2001
merecedor de toda alabanza».
Se continuó con la fortificación de la línea y la acumulación de
recursos logísticos en las playas del desembarco, que supusieron una
pausa operacional al tener que hacerse los transportes a brazo dada la
imposibilidad de desembarcar el ganado, y por la falta de agua para
personal y ganado en la franja de costa conquistada. Mientras tanto, el
día 17 se le concedió la Medalla de Sufrimientos por la Patria por la
herida recibida en El Biutz en el año 1916.

AMPLIACIÓN DE LA CABEZA DE DESEMBARCO

El día 23 de septiembre, con la misma columna que efectuó el


desembarco, tuvo como objetivo la ocupación del macizo del Monte
Malmusi para ampliar la cabeza de playa del desembarco. Los
movimientos preparatorios de las fuerzas se efectuaron durante la
noche, y a las 07.20 dio comienzo el avance y asalto de la primera línea
de trincheras enemigas, encontrando las harcas y mehalas tan serias
resistencias que fue necesario el asalto por tropas legionarias para
coronar esta primera fase y derrotar en ella al enemigo. Este resistía
estoicamente y sin huir el ataque. Se había hecho fuerte en las cuevas y
trincheras del fondo de un gran barranco entre Malmusi y la playa de
Ixdain. Legionarios de la columna de Franco, con granaderos
especializados, se lanzaron contra el barranco. La lucha y limpieza de
enemigos duró hasta la madrugada. El enemigo dejó más de 150
muertos y abundante armamento.
Mientras tanto, se preparó desde estas primeras posiciones el
asalto final a los Cuernos de Xauen, que tuvo lugar con toda decisión a
las 10.45 horas. El esfuerzo fue coronado por el éxito, y los vencedores
se fortificaron en las posiciones alcanzadas y persiguieron al enemigo,
que abandonó en el campo numerosos muertos. Terminaron el día
vivaqueando en las posiciones ocupadas. Franco contó en esta
operación con el intrépido apoyo aéreo de su hermano Ramón.
La fuerza permaneció en las mismas posiciones, perfeccionando
las fortificaciones de la línea y preparándose para el siguiente salto,
que llegó el día 30, en el que Franco, al mando de las mismas fuerzas,
atravesó el río Ixdirt con las primeras luces del día y alcanzó y
conquistó al asalto el monte de Palomas y sus estribaciones al norte.
Los legionarios llevaron todo el material a brazo en una decidida

Alerto 2001
marcha y maniobra encaminadas a ahorrar vidas y se arrojó al
enemigo de sus posiciones. Tras tomar tan importante macizo
montañoso, se fortificó bajo el fuego enemigo y se vivaqueó sobre el
terreno conquistado.
El periodista Gregorio Corrochano, corresponsal de guerra en el
desembarco, publicó en el diario ABC (26/IX/1925):
Todos coinciden en la pericia fría del coronel Franco, que es, por su mando, un
admirable general. Es un estratega excepcional, que sabe y puede aislar el peligro de la
vanguardia para mejor discurrir, como si el combate fuera una maniobra, aún mejor,
porque la anima el deseo de vencer, impulso que glorifica las dotes de mando.

Franco permaneció de servicio de campaña hasta el 22 de octubre,


en una pausa operacional y a las inmediatas órdenes del general de
división Leopoldo de Saro, y como jefe del sector de Palomas asistió a
la operación que tuvo por objeto la rectificación de la línea de
fortificaciones desde la posición de Bescansa hasta el mar, regresando
al vivac de las Palomas, donde pernoctó. El general Saro, su jefe
inmediato superior, felicitó a Franco: «Admirable. No cabe hacer más,
ni mejor».
En la tarde del día 23 de octubre, por haberse marchado el general
de brigada Benito Martín, Franco se hizo cargo del mando de la
Brigada de Ceuta. Continuó de servicio de campaña e inspección de los
trabajos de fortificación, los cuales fueron hostilizados por el enemigo,
permaneciendo en esta situación hasta el día 17 de noviembre, cuando
a bordo del vapor Cabafial marchó a la plaza de Ceuta, a la que llegó el
día 18. Se quedó en dicha plaza de permiso hasta el 29, día en que a
bordo del Cabafial marchó a la plaza del peñón de Alhucemas, adonde
llegó el día 30. Allí fue al vivac del monte Palomas, donde se hizo
nuevamente cargo del mando de la columna. Siguió prestando
servicios de campaña hasta el día 5 de diciembre, cuando regresó
nuevamente a la plaza de Ceuta, donde finalizó el año 1925.
Por Real Decreto del 3 de febrero de 1926, con treinta y tres años,
se le concedió el empleo de general de brigada de infantería, con
antigüedad del 31 de enero de 1926, por los distinguidos servicios
prestados y méritos contraídos en las operaciones activas de campaña
en nuestra Zona de Protectorado en Marruecos en el lapso de tiempo
comprendido entre el 10 de agosto de 1924 y el 1 de octubre de 1925.
Eran muy destacables los méritos contraídos por mandar la extrema

Alerto 2001
retaguardia en Xauen y la vanguardia en el desembarco en la bahía de
Alhucemas, y no hace falta recordar que la retaguardia en los
repliegues y la vanguardia en las ofensivas, especialmente en los
desembarcos, son los puestos de mayor responsabilidad, riesgo y
fatiga. El coronel Miaja, futuro enemigo en la Guerra Civil, declaró
positivamente en esta propuesta de ascenso.
El rey lo felicitó por telegrama: «Te envío con un abrazo mi
cordial felicitación por tu merecido ascenso que he firmado con viva
complacencia. ¡Viva España! ¡Viva la Legión!».
Franco cesó por tal motivo en el mando del Tercio, y pocos días
después, el 11 de febrero, lo entregó a su fundador y antiguo jefe, el
mutilado coronel Millán Astray. El acto se realizó en el
acuartelamiento legionario de Dar Riffien, considerado como la cuna
de la Legión. Franco continuó en la plaza de Ceuta hasta el día 17 del
mismo mes, cuando embarcó con rumbo a la Península para fijar su
residencia en Madrid.
Su hermano Ramón había despegado de Palos de la Frontera
(Huelva) el 22 de enero de 1926 para cruzar el Atlántico en el
hidroavión Plus Ultra junto con el observador Ruiz de Alda y el
mecánico Rada. El 10 de febrero del mismo año llegaron a Buenos
Aires (Argentina), consumando así una gesta memorable en la historia
de la aviación española.

BALANCE

Si observamos las operaciones que dirigió Franco, se caracterizaron


por alcanzar los objetivos con muy pocas bajas, como se puede
verificar fácilmente comparándolas con las operaciones anteriores e
inmediatas para alcanzar los mismos objetivos. Franco basaba sus
planes en un detallado estudio del terreno y del enemigo, en la
sorpresa y en la maniobra, evitando en lo posible el choque frontal.
Franco demostró ser un genio militar en los socorros a las
posiciones de Tifarauín, Tizzi Azza, Sidi Mesaud y Cobba Darsa, así
como en las delicadas operaciones del repliegue de Xauen, en extrema
retaguardia, y en la vanguardia del desembarco de Alhucemas. El
cabecilla rebelde Abdelkrim en todas las operaciones citadas sufrió un
duro quebranto, material y moral, y todas ellas llevaron el sello
inconfundible de Franco y de sus legionarios.

Alerto 2001
El bar de oficiales del Primer Tercio de la Legión en Melilla tuvo,
durante muchos años (ahora está en su sala histórica), una panoplia
con tres cuadros: uno de Millán Astray con el rótulo de «El
Fundador», otro de Franco con el de «La Eficacia», y un tercero de
Valenzuela con el de «El Valor». Vistos los títulos de la panoplia con la
perspectiva que da el tiempo, se debe reconocer que eran bastante
acertados.
Aunque el mérito de la fundación le corresponda al teniente
coronel Millán Astray, también tuvo algo que ver Franco, su
lugarteniente y primer jefe de la I Bandera legionaria. Fue Franco
quien en realidad la formó y conformó su espíritu militar y su eficacia
en combate. El fundador, por razones de las vicisitudes en el combate,
dirigió el Tercio de Extranjeros muy poco tiempo, porque fue herido
dos veces y cesado de forma prematura de su destino: en total estuvo
al mando del Tercio tres años y nueve meses. Sin embargo, Franco no
solo mandó a las fuerzas del Tercio (bandera, columnas y al propio
Tercio) más tiempo (cuatro años y diez meses) hasta prácticamente la
finalización de las campañas de Marruecos, en las que tuvo más de 115
acciones de guerra. Franco también instruyó al Tercio y lo dirigió en el
combate, y además le proporcionó la aureola de unidad muy eficaz e
invencible. Manuel Aznar escribió en el prólogo al Diario de una
Bandera (Franco, 1976, 31): «El comandante Franco Bahamonde fue
quien la formó [la Legión] a imagen y semejanza de su propio
espíritu».
El teniente coronel Valenzuela mandó el Tercio solo durante seis
meses, en los que, aunque dejó su impronta, lo más destacable fue el
valor ciego en la que fue su acción final, un ataque frontal en el que
encontró gloriosa muerte junto con toda su escolta y muchos más
legionarios al intentar rescatar sus cadáveres.
El Credo Legionario es un código ético y de espíritu militar, pero
no recoge procedimientos tácticos ni puede interferir el cumplimiento
de las misiones asignadas. Así, por ejemplo, el cumplimiento riguroso
del Espíritu del Legionario («Es único y sin igual, es de ciega y feroz
acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y
llegar a la bayoneta») ha hecho derramar innecesariamente mucha
sangre por hacer que prevalezca el choque sobre la maniobra. No fue el
caso de Franco, sino todo lo contrario.

Alerto 2001
Este era un convencido de la unidad de mando. Era partidario de
la centralización del control político y militar en Marruecos,
unificando la responsabilidad. Así lo defendió en la reorganización del
Tercio en tres legiones independientes, bajo mandos diferentes.
Consiguió conservar el mando del Tercio, del cual dependían las
legiones, aunque fueran tácticamente dependientes de las
comandancias generales. Además, propuso la creación de una brigada
legionaria, indudable precedente de la actual Brigada de la Legión, con
base en Almería. El concepto de unidad de mando volverá a tener
relevancia cuando se ponga al frente del alzamiento militar en julio de
1936, como veremos.
Destaca también la importancia que dio Franco a la defensiva y a
la fortificación, de la que fue un consumado maestro, algo que
contrasta con el espíritu netamente ofensivo del cuerpo de la Legión
que tanto contribuyó a conformar. Mantuvo un equilibrio entre la
ofensiva y la defensiva (para economizar medios para la primera), que
a su vez es incompatible con la inacción.
Los legionarios, después de ver los horrores de los cuerpos
bárbaramente torturados y mutilados de los soldados españoles, en
Nador, Zeluán, Monte Arruit, etc., como represalia adoptaron la
costumbre de cortar las cabezas de los harqueños, práctica tolerada
porque causaba pánico entre los musulmanes al estar convencidos de
que quien moría mutilado no podía entrar en el Paraíso.
Las razias de los poblados enemigos y, sobre todo, de aquellos que
habían hecho traición estaban sistematizadas como parte de la guerra
económica y como medidas de disuasión.

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Los elogios de sus superiores son unánimes, resaltando su
capacidad de liderazgo, valor sereno y pericia en el combate. Lo
consideraron apto para el mando de unidades superiores (teniente
coronel, coronel y general de brigada), es decir, para el ascenso por
mérito de guerra. Estuvo, en la práctica y de forma habitual, al mando
de unidades de entidad mayor a la que le hubiera correspondido por
su empleo, de carácter interarmas, de organizaciones complejas, y con
apoyos aéreos, navales y de carros de combate, y siempre en la
vanguardia en los avances y en la retaguardia en los retrocesos. El
mariscal francés Pétain conoció a Franco en Ceuta en el año 1925 y
dijo de él: «Me admiró su inteligencia, la lealtad de su carácter, su
arrojo…» (Casas, 1999, 258).
Los castigos y represalias eran necesarios en este tipo de guerra,
pero tenían que ser muy medidos, como dejó escrito con clarividencia
en la Revista de Tropas Coloniales (n.º 1, enero de 1924): «Es guerra
de asimilación; hay que castigar sin despertar odios: el enemigo de hoy
es el aliado de mañana».
Algunos han acusado al futuro Caudillo de una ambición
desmedida. No se le puede negar la honrada ambición, pues sus
méritos y ascensos los consiguió en los puestos de mayor
responsabilidad y en los lugares de mayor riesgo y fatiga, como está
comprobado en el desarrollo de este trabajo. Desde ningún punto de
vista se le puede acusar de servilismo para buscar recompensas, como
lo demostró al suscribir la indicación de la obediencia ciega
propugnada por el comandante militar de Ceuta, en su actitud ante el
presidente del Directorio en la famosa comida de Ben Tieb, y en la
desobediencia «táctica» al dar la orden de desembarco en la bahía de
Alhucemas, en contra de la orden del jefe supremo de la operación,
menos informado de la situación real táctica de la extrema vanguardia,
respaldada por los reglamentos tácticos pero muy arriesgada, lo que
da idea de la clarividencia y temple del futuro Caudillo. Sin embargo,
es cierto que todo ello sirvió para acrecentar su prestigio y liderazgo
ante superiores, compañeros y subordinados.
El 31 de enero de 1926 Franco ascendió a general de brigada,
aunque debió haberlo hecho antes. Su ascenso se retrasó por los
imponderables administrativos, pero de todos modos se tramitó
conforme a todos los preceptos legales.

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6
LA ACADEMIA GENERAL MILITAR

Su primer destino de general fue la Primera Brigada de Infantería


(Madrid), compuesta por los regimientos Inmemorial del Rey y de
León, al completo de efectivos. Después, en el verano de 1927, eligió
como ayudante a su primo Salgado-Araujo. Este comenta en su libro
(1977) que todos los compañeros de su promoción le llamaban
familiarmente Franquito, pero cuando fue proclamado Generalísimo,
al principio de la Guerra Civil, no recibió otro trato que el de «mi
general».
El 24 de junio de 1926 sucedió la Sanjuanada, el intento de golpe
de Estado para derrocar a Primo de Rivera. El golpe fracasó
principalmente porque Franco, que siguió leal a Primo de Rivera, no lo
secundó en Madrid, y otros regimientos comprometidos tampoco se
movieron.

LA ACADEMIA GENERAL MILITAR Y PRIMO DE RIVERA

La Academia General Militar (AGM) fue creada en el año 1882,


durante el reinado de rey Alfonso XII, por Real Decreto del 20 de
febrero. Este centro de formación se ubicó en el Alcázar de Toledo. El
primer director de la academia fue el general José Galbis Amella.
El general Miguel Primo de Rivera fue alumno de esta academia y
el primero en alcanzar el generalato, y estaba convencido de sus
virtudes para la formación de los oficiales del Ejército. La AGM fue
disuelta en 1893, pasando cada una de las armas y cuerpos a disponer
de centros de formación independientes.
El general Primo de Rivera decidió reinstaurar la Academia
General Militar en su segunda época con las siguientes finalidades:

1. Evitar los enfrentamientos de los oficiales de las armas

Alerto 2001
generales (infantería y caballería) con los de los cuerpos
facultativos (artillería e ingenieros), que tenían diferentes
sistemas de ingreso y de promoción y un exacerbado espíritu
corporativo.
2. Fomentar el compañerismo y lograr una mayor homogeneidad
en la doctrina militar y la preparación con vistas a la eficacia
del combate interarmas que tanto se había prodigado en las
campañas marroquíes.
3. Tratar de que los artilleros e ingenieros redujeran su formación
técnica y transformarlos fundamentalmente en combatientes.

Primo de Rivera reinstauró la Academia General Militar (AGM) el


20 de febrero de 1927. El lugar elegido fue Zaragoza por las
características de su población y porque contaba con un magnífico
campo de tiro y maniobras. Obsérvese que es la misma fecha en que se
inauguró la AGM en su primera época, y también en la que se volvió a
abrir, en 1942, en su tercera época, lo que indudablemente señala la
voluntad de continuidad, aunque hubiera vacíos temporales, periodos
de inactividad.
Terminadas las campañas de Marruecos, en octubre de 1927 tuvo
lugar la ceremonia de entrega de la bandera al Tercio en su
acuartelamiento de Dar Riffien. Estuvo presidida por el rey Alfonso
XIII, y Franco fue invitado como signo de honor y de reconocimiento a
su labor.
La AGM estaba fundada sobre el papel, pero sin activar. Franco
fue designado para ser su director al poco de regresar de su último
viaje a Marruecos. Es fácil deducir que Primo de Rivera supo apreciar
bien las capacidades de Franco para organizar el nuevo centro de
enseñanza y para formar oficiales por sus cualidades tácticas y de
liderazgo, demostradas en combate de forma reiterada, su espíritu de
africanista austero y su alejamiento de las intrigas cuarteleras.
También se ve que supo valorar, en su contexto, que le diera su leal
opinión en Ben Tieb. Así se lo expresó directamente a Franco cuando
le comunicó su nombramiento (Crozier, 1969, 1, 148): «Necesitamos
un jefe con prestigio militar y capacidad administrativa, y usted es el
hombre indicado».
El nuevo director visitó la escuela militar francesa de Saint-Cyr,

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asistió a unas maniobras de la guarnición militar de Berlín y visitó la
Escuela de Infantería de Dresde, en Alemania, entre el 23 de junio y el
7 de julio de 1928. La finalidad era conocer las nuevas tendencias de
los ejércitos europeos. Franco fue sensible a la potencia y
concentración de fuegos del sistema francés, y del ejército germano
destacó la férrea disciplina, el culto a la tradición militar y la
vinculación afectiva de los oficiales con su propio regimiento.
Empezó en este año a estudiar la amenaza comunista,
suscribiéndose a la publicación anticomunista, editada en Ginebra,
Boletín de la Entente Internationale Anti-Comuniste, lo que vuelve a
desmentir su falta de formación, como se empeñan sus contumaces
denigradores.

FRANCO Y LA AGM

La idea matriz de la nueva academia, que empezaba su andadura, era


compaginar la teoría con la experiencia y la práctica militar. Así lo
resumió Franco en el discurso de apertura del curso en el año 1928: «A
la experiencia de los que, encanecidos en la profesión de las armas,
dedicaron su vida al trabajo y al estudio unirá la de aquellos otros que,
más afortunados en la guerra, pudieron contrastar su pericia y
entusiasmo y que hoy cubren su pecho con los más preciados
galardones militares».
El objetivo era formar hombres, soldados y caballeros. El
adoctrinamiento político no formó parte del plan de estudios, y, en
consecuencia, la formación y enseñanza se mantuvo en los estrictos
parámetros castrenses.
El Decálogo del Cadete, redactado con Franco, resume de forma
sencilla, breve y didáctica los preceptos morales de las ordenanzas
militares españolas, cuyos preceptos todavía siguen vigentes. El
Decálogo, como el Credo de la Legión, se basa en las tradiciones de las
ordenanzas militares españolas.
Franco trató de corregir los defectos que había observado durante
su permanencia en la Academia de Infantería como cadete y que él
mismo le comentó al doctor Pozuelo (Pozuelo, 1980, 90, 96):
Esto de la carta de recomendación era cosa que yo no alcanzaba a entender. Me parecía
un vicio que arrastraba la sociedad, que no podría tener influencia en el ingreso en un
establecimiento militar y que podría alcanzar efectos contrarios a los pretendidos. Así se

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lo expresé a mi padre, que acabó por comprenderlo. Por otra parte, las cartas en sí
carecían de valor. ¡Quién iba a decirme entonces que, veintiún años después, me iba a
corresponder, como director de la Academia General Militar, el corregir estos abusos!
[…]
Un hecho que nos sorprendió desde el primer día fue el conocer de cerca la
situación de privilegio de que gozaban los cadetes externos. Vivían con sus familias e
iban a la Academia a las clases y prácticas. En el argot militar se les conocía con el
nombre de «medías»; recibían así un trato preferente al estar libres de las sanciones que
a los internos se les prodigaban por pequeñas faltas o infracciones. […]
El profesorado estaba formado por los comandantes y capitanes del Arma de
Infantería, puestos distinguidos a los que se llegaba por designación ministerial, aunque
luego, encastillados en una mal entendida libertad de cátedra, pudieran olvidarse de su
misión primordial: la formación total del alumno que, ante la inhibición de aquellos,
quedaba entregado al arbitrio de los tenientes ayudantes de profesores, poco estimados
por los cadetes y que eran los que mantenían el contacto directo con los alumnos. […]
La enseñanza, en general, era rutinaria. Se seguía el sistema memorista, tan
cómodo para el profesor adocenado, pero en pugna con mi anterior preparación para la
Marina, en que se buscaba la razón y el porqué de las cosas por medio de preguntas y de
pegas. He de confesar que me costó mucho adaptarme.

Franco se incorporó a su nuevo destino, en el que faltaba de todo:


profesorado, personal administrativo, infraestructuras, mobiliario,
equipamiento y dinero, pues tenía un presupuesto escaso. Los
acuartelamientos militares eran viejos edificios, inapropiados e
insalubres, procedentes, en su mayoría, de la desamortización de
Mendizábal de mediados del siglo XIX. La AGM fue el primer centro
militar en España que contó con nuevas instalaciones construidas para
los fines educativos pretendidos y con las nuevas normas de higiene.

EL SISTEMA EDUCATIVO

Los exámenes de ingreso se hicieron en julio de 1928 con gran rigor


para evitar cualquier clase de favoritismo, a pesar de las lógicas
presiones. Solamente se fue flexible con los hijos de los militares
muertos en campaña. Se elevó la edad de ingreso hasta los dieciocho
años, con el propósito de que los cadetes tuvieran suficiente desarrollo
físico para soportar la instrucción que se les iba a exigir.
Se impuso, en consecuencia, el internado estricto de los alumnos,
porque era considerado la mejor opción para la formación completa de
los futuros oficiales. Se trataba de controlar mejor la alimentación y
propiciar la vida ordenada, la higiene y la vida austera.

Alerto 2001
El primer curso de la Academia General Militar, en su segunda
época, se inauguró el 5 de octubre de 1928 en un acto presidido por el
general Primo de Rivera.
Solo tuvo tres promociones, siendo su único director el general
Franco. Sus inmediatos colaboradores fueron todos seleccionados por
él: la mayoría eran antiguos subordinados en el Tercio. El jefe de
estudios fue el coronel Miguel Campins, veterano de las campañas de
Marruecos; y los profesores fueron también antiguos africanistas, con
sobrada experiencia en combate, compañeros de promoción, y ahora
subordinados: su primo Franco Salgado-Araujo, Alonso Vega, Esteban
Infantes, Pimentel, todos ellos de infantería, y Monasterio de
caballería.
El 5 de octubre la academia desfiló ante el general Primo de
Rivera con motivo del acto de la apertura de curso, y su director
pronunció el siguiente discurso:
Caballeros cadetes, soldados hoy de nuestro Ejército y en día venidero oficiales de las
armas: bienvenidos seáis a esta Academia en que se va a iniciar vuestra vida militar y
donde recibiréis las enseñanzas de esta brillante oficialidad de nuestro Ejército, que,
fundida en un mismo sentimiento de amar a España y fidelidad al Rey, anhelaba el
momento de recibiros y de imprimir en vuestro carácter el elevado espíritu de los
soldados españoles. […] En ellos encontraréis constante guía, ejemplo edificante, pues
no en vano atesoran las más puras y acendradas virtudes.

El concepto del profesorado para un centro enseñanza que se


quería modélico era que los profesores fueran, en primer lugar y sobre
todo, soldados, y que además, según el jefe de estudios, reunieran
estas cualidades:
Se requiere una cantidad de entusiasmo, de espíritu profesional, de cultura y de trabajo
extraordinarios, un desgaste de energías físicas e intelectuales grande, una salud, como
se dice, «a prueba de bomba». Y tanto es así que creo que la inmensa mayoría no podrán
resistir arriba de los cinco o seis años en ese régimen, ni creo sea tampoco conveniente
conservarlos más de ese tiempo, pues se requiere renovación de fuerzas, de ideas, que
no se adocenen; que no se conserve gente gastada.

Es inevitable indicar al llegar a este punto que el correr del tiempo


hace que estas exigencias vayan amortizándose y vuelva a surgir una
casta de profesores que no ha tenido más horizonte que la enseñanza,
porque se han arraigado al destino de la ciudad donde casualmente
está ubicada una academia militar.

Alerto 2001
El sistema de los textos de enseñanza también sufrió una
revolución, porque se consideraron perniciosos al quedar con rapidez
anquilosados. Tantos los profesores como los alumnos se tenían que
regir por el desarrollo de unos guiones, inspeccionados por la jefatura
de estudios, que debían estar acordes con los objetivos de la
asignatura, las prácticas y la formación militar de los alumnos.
Se suprimieron los clásicos exámenes rutinarios, reemplazados
por un sistema que ahora llamaríamos evaluación continua.
El coronel Campins impulsó un sistema pedagógico avanzado que
chocaba frontalmente con la mentalidad de los anteriores sistemas de
enseñanza. La experiencia tiene sin duda un gran mérito y dice mucho
en favor de la preparación, del nivel intelectual del jefe de estudios y
de su capacidad de convicción, que lograron que sus planteamientos
fueran aceptados por el director de la academia y, por ende, por el
profesorado
A Franco le fue concedida la segunda Medalla Militar Individual,
mediante Real Orden del 14 de noviembre de 1928, por los combates
que dirigió para la retirada de Xauen en el otoño de 1924, «por su
actuación en los combates librados desde el 23 de septiembre al 16 de
diciembre de 1924, que constituyen una serie no interrumpida de
hechos distinguidos realizados, unos mandando columna
independiente, otros al frente de la vanguardia o retaguardia de las
columnas», y especialmente por la liberación de Cobba Darsa.
Las críticas contra Primo de Rivera arreciaron y hubo varias
rebeliones militares que fracasaron, pero lo desgastaron física y
políticamente. Franco no participó en ninguna conspiración. El
dictador, enfermo, cansado y sin apoyos —incluso el rey le había
retirado el suyo—, terminó por dimitir el 28 de enero de 1930, siendo
sustituido por el general Dámaso Berenguer Fusté.
El rey Alfonso XIII entregó la bandera a la AGM el 5 de junio de
1930. Entusiasmado por la presentación, abrazó a Franco en presencia
de los cadetes y anunció que los invitarían a montar guardia en el
Palacio Real. La Medalla Militar Individual, que tenía concedida, le fue
impuesta por el rey el 8 de junio de 1930 en el paseo del Retiro de
Madrid, y al día siguiente los cadetes montaron la guardia de palacio.
El general Sanjurjo, director general de la Guardia Civil, no
disimuló su desavenencia con el rey por haber dejado caer al general

Alerto 2001
Primo de Rivera, del que fue un estrecho colaborador en Marruecos y
en el pronunciamiento del 13 de septiembre de 1923.

El día 27 de octubre de 1930, con motivo de la visita que efectuó André


Maginot, ministro de la Guerra francés, a la Academia, en el banquete
que en este día se le ofreció, el político francés impuso a Franco la
insignia de comendador de la Legión de Honor Francesa, que le había
concedido su Gobierno por el desembarco de Alhucemas. La Academia
desfiló ante Maginot, quien a continuación visitó todas las
dependencias. Al despedirse felicitó al general Franco diciéndole que
la Academia era un modelo en su clase.
Maginot redactó un informe sobre la AGM a su regreso a Francia,
en el que destacaba: «No se trata tan solo de una organización modelo,
sino que es, en su clase, el centro más moderno del mundo. España
puede sentirse orgullosa de tener en su escuela de oficiales la última
palabra en pedagogía y técnica militar. El general Franco, aunque
joven, me sorprendió como un jefe maduro y un director lleno de
experiencia, de clara visión y con dominio de la psicología del mando».
El ambiente político se enrareció inesperadamente en Zaragoza
después del verano del año 1930. Hasta entonces las relaciones de los
cadetes con la población civil y con los estudiantes universitarios
habían sido correctas, pero de pronto hubo una serie de incidentes
provocados por agitadores, estudiantes y falsos estudiantes. Las
provocaciones fueron aumentando de forma rápida, obedeciendo a
una campaña de agitación.
Franco, para contrarrestar las acciones anteriores y fomentar las
relaciones con los estudiantes, organizó mensualmente una fiesta de
sociedad en la Academia, iniciativa que fue un éxito. Las fiestas
pusieron en evidencia que los incidentes eran promovidos por agentes
subversivos.
El director de la AGM fue invitado por el Gobierno francés para
asistir a un curso de la Escuela Superior de Guerra en Versalles de
preparación de generales para mandos superiores. Durante esta
estancia en Francia se entrevistó con el general Pétain.

LAS SUBLEVACIONES PARA LA INSTAURACIÓN DE UNA REPÚBLICA

Alerto 2001
Como antes quedó indicado, el capitán Galán se sublevó en Jaca
(Huesca) el 12 de diciembre de 1930, adelantándose a la sublevación
general prevista para tres días después. Proclamó la República, izó la
bandera tricolor en el edificio del Ayuntamiento y organizó una
columna para ocupar Huesca. Era una intentona alocada y sin ninguna
posibilidad de éxito. La columna rebelde adoleció de gran
improvisación, desorganización y baja moral, por lo que huyó a la
desbandada en el primer encuentro con las tropas gubernamentales a
las puertas de la capital oscense, pero no sin antes herir de muerte al
gobernador militar de esa capital.
Los acontecimientos de Jaca se vivieron en la Academia General
Militar con cierta inquietud al considerar que Zaragoza era el destino
final de la columna de los sublevados. En la tarde del día 12 Franco fue
informado de la situación por la Capitanía General y ordenó el
acuartelamiento de profesores y cadetes.
Al anochecer desplegó cuatro compañías de cadetes, tres de fusiles
y una de ametralladoras, bajo las órdenes directas del coronel
Campins, para cerrar la carretera de Huesca, 3 kilómetros al norte de
la Academia. El entusiasmo de los cadetes era enorme ante la
posibilidad de tener su primera acción de guerra.
Franco formó parte como vocal del consejo de guerra sumarísimo
de generales contra los capitanes Galán y Hernández, principales
instigadores de la intentona. Fueron condenados a muerte y fusilados
a continuación. Debió de ser una dura prueba para Franco tener que
participar en el consejo, aunque no conocemos el sentido de su voto
por ser secreto, porque a Galán, que, como hemos visto, estuvo a sus
órdenes, lo defendió cuando lo consideró justo y lo reprendió
verbalmente cuando, por no seguir sus instrucciones, causó bajas
innecesarias.
Tres días después del fracasado golpe de Galán, el día 15 de
diciembre, se produjo la sublevación por la República en Madrid, en la
que el general Queipo de Llano y el comandante Ramón Franco
consiguieron apoderarse, durante unas horas, del aeródromo de
Cuatro Vientos. Fracasada la sublevación, huyeron a Portugal y,
después, a París.
Ramón recurrió a su hermano Francisco, y este le socorrió con
2.000 pesetas (Moa, 2009, 233): «Es cuanto alcanzan mis

Alerto 2001
posibilidades en el día de hoy…». Además, le reconvino por su alocada
actuación y le habló de «la posibilidad de que termines tu vida fusilado
y abandonado por todos, ante la indiferencia cuando no el aplauso del
pueblo, que un día te aclamó como aviador […] democratizándose
dentro de la ley, constituye el verdadero progreso de la Patria, y que
toda revolución extremista y violenta la arrastrará a la más odiosa de
las tiranías […] que el obligado destierro de nuestra Patria serene tu
espíritu y te eleve sobre toda pasión y egoísmo, que rehagas tu vida
alejado de estas luchas estériles que colman a España de desdichas».
Franco volvió a ser vocal del consejo de guerra de generales el 17
de marzo de 1931 contra el resto de los oficiales sublevados en Jaca.
Después de treinta y dos horas de deliberaciones, hubo las
correspondientes condenas de prisión, pero ninguna a la pena capital.

EL ADVENIMIENTO DE LA SEGUNDA REPÚBLICA

El 14 de abril la academia continuó con su ritmo habitual de


actividades y clases. Millán Astray llamó por teléfono a Franco desde
el Ministerio de la Guerra de Madrid para consultarle cuál debería ser
la postura del rey. Franco preguntó si se podía contar con la Guardia
Civil, dirigida por el general Sanjurjo. La respuesta fue negativa, y
entonces no hubo otra solución que la abdicación de Alfonso XIII.
Advenida la República, Franco publicó en la orden de la academia
las siguientes órdenes: «Proclamada la República en España […], a
todos corresponde […] cooperar con su disciplina […], sacrificar todo
pensamiento e ideología al bien de la nación y a la tranquilidad de la
Patria» (Casas, 1996, 284). Una demostración de lealtad institucional
y disciplina.
Mientras la República daba sus primeros pasos, el general Franco
siguió en su puesto de director de la Academia y, al comunicar a los
jefes, oficiales y alumnos el cambio de régimen, dijo:
Habiendo sido proclamada la República en España y estando los altos poderes de la
nación concentrados en el Gobierno provisional, el deber de todos en este momento es
cooperar con su disciplina y sus sólidas virtudes a que la paz reine y la nación se oriente
por las vías jurídicas normales. […] Si la disciplina y el exacto cumplimiento del deber
han reinado en todo momento en este centro, son ahora más necesarias que nunca
todavía, y el Ejército, sereno y unido, debe de sacrificar todo pensamiento y toda
ideología por el bien de la nación y por la tranquilidad de la patria.

Alerto 2001
Una manifestación bloqueó la Capitanía General de Zaragoza para
insultar al capitán general y exigir que se izara la bandera republicana.
Este se negó porque la bandera bicolor era la reglamentaria y la que él
había jurado defender. Manuel Azaña, nuevo ministro de la Guerra, lo
cesó por teléfono. Abandonó la capitanía, y a continuación se arrió la
bandera roja y gualda para izar la tricolor.
El director de la AGM recibió la orden verbal de sustituir la
tradicional bandera bicolor por la nueva enseña tricolor republicana,
que poco antes había sido enarbolada con violencia. Incluso había
tenido que juzgar en consejo de guerra a sus promotores con trágicas
consecuencias. Prudentemente pidió que esa orden fuera confirmada
por escrito, no poniendo más reparo a su sustitución. Franco y la
práctica totalidad de los mandos del Ejército no tuvieron
inconveniente en proseguir sus respectivas carreras militares bajo la
República.

AZAÑA Y LOS MILITARES

Nada más proclamarse la República el 14 de abril, los separatistas


catalanes proclamaron la República de Cataluña en Barcelona.
El nuevo Gobierno dispuso el 22 de abril, solo una semana
después de proclamarse la República, que los ascensos obtenidos por
méritos de guerra posteriores al 23 de septiembre de 1923 serían
revisados antes del 1 de julio. El pretexto era que el Gobierno de Primo
de Rivera había sido una dictadura, y por tanto no era legal. Esta
medida afectaba negativamente a todos aquellos que más se habían
distinguido en las campañas de Marruecos, que justo eran los mejor
preparados y los más decididos.
También decretó que los mandos militares prometieran lealtad a
la República (no a la nación) o abandonaran el servicio activo. Azaña
creó un círculo de asesores de responsabilidad con militares de
izquierdas y masones de «el gabinete negro», que actuó por afinidades
ideológicas y amiguismo.
El general Reguera prefirió retirarse a jurar lealtad a la República,
y entonces Franco le replicó exponiendo sus razones e intenciones
para seguir la carrera de las armas:
Es una pena que usted y otros como usted dejen el servicio activo cuando más
necesarios pueden ser a España y dejen el camino libre a unos cuantos que todos

Alerto 2001
conocemos y que están dispuestos a lo que sea. […] Los que nos quedamos lo vamos a
pasar mal, pero creo que quedándonos podemos hacer mucho más para evitar lo que ni
usted ni yo queremos que pase que si nos hubiéramos ido a casa.

Igualmente, un amigo de Alejandro Lerroux le contó la


confidencia que le hizo Franco (Crozier, 1969, 1, 167): «Si él viese el
poder en medio de la calle y, por consiguiente, la Patria en peligro de
entregarse a la anarquía, sin necesidad de previa conspiración ni
previo compromiso pondría su espada al servicio de la causa del
orden, quienquiera que la representase».
El diario monárquico ABC publicó el 18 de abril una
comprometedora información con una foto de Franco en primera
página y el rumor de que iba a ser nombrado alto comisario de España
en Marruecos. El aludido envió una carta de rectificación, que fue
publicada. Es un ejemplo de neutralidad política y una velada y
arriesgada advertencia de que el nuevo régimen debería discurrir por
los cauces adecuados, cosa que no ocurrió, como sabemos:
Ni el Gobierno Provisional ha podido pensar en ello ni yo habría aceptado ningún
puesto renunciable que pudiera por alguien interpretarse como complacencia mía
anterior con el régimen recién instaurado o como consecuencia de haber tenido la
menor tibieza o reserva en el cumplimiento de mis deberes en la lealtad que debía y
guardé a quienes ayer encarnaron la representación de la nación en el régimen
monárquico. Por otra parte, es mi firme propósito respetar y acatar, como hasta hoy, la
soberanía nacional y mi anhelo que esta se exprese por sus adecuados cauces jurídicos.

El general Berenguer fue detenido e ingresado en una prisión


militar para comparecer ante un tribunal especial en Madrid, acusado
por haber firmado como presidente del Gobierno las sentencias de
muerte a los sublevados en Jaca, condenados por el correspondiente
consejo de guerra. Berenguer propuso a Franco como defensor, pero la
propuesta fue rechazada por el ministro de la Guerra, porque no tenía
residencia en la región militar en que se instruía la causa.
Los incidentes antijurídicos comenzaron nada más proclamarse la
República con asaltos a prisiones y destrucción de archivos. Incluso se
apoderaron del arsenal de Sevilla. Los ataques a la Iglesia católica
comenzaron el 11 de mayo con incendios de iglesias y conventos por
toda España ante la pasividad de las fuerzas de seguridad, por orden
del Gobierno de Madrid y sin que este hiciera nada por evitarlo. El
ministro de la Guerra, Manuel Azaña, se opuso a reprimir estos

Alerto 2001
desmanes con la excusa de que «todos los conventos e iglesias no
valen la vida de un republicano». Es muy significativo que se refiriera
a la vida de los republicanos y no de los españoles.
En medio de esta vorágine de desórdenes, el 18 de mayo el
Gobierno dispuso que todos los ascensos hasta coronel fueran por
rigurosa antigüedad.

EL CIERRE DE LA AGM

El Gobierno provisional de la República decretó la suspensión de la


Academia General Militar el 30 de junio de ese mismo año, alegando
razones económicas, solo dos meses y medio después del cambio de
régimen. Es obvio que no había dado tiempo a un análisis formal para
tan drástica resolución. Las razones aducidas fueron totalmente
inconsistentes y enmascaraban la falta de fundamentos. Fueron estas:

— Era obra de la dictadura de Primo de Rivera, sin entrar en si la


obra era buena o mala. Por esas mismas razones podían cerrar
todos los modélicos cuarteles que había levantado o destruir las
nuevas carreteras.
— El alto coste de su construcción, pero se cerrase o continuase
abierta, el gasto ya estaba hecho.
— Excesivos gastos de mantenimiento, que lógicamente eran
variables según los presupuestos anuales que aprobaran el
Gobierno y las Cortes.

Los verdaderos motivos de la suspensión de la AGM hay que


buscarlos en que el nuevo régimen la consideraba como enemiga
natural, porque todos sus profesores eran africanistas, a lo que
contribuyó su actitud con ocasión de la sublevación de Jaca y la
reticencia de Franco a cumplir la orden verbal de izar la bandera
republicana.
La clausura formal de la AGM tuvo lugar el 14 de julio. Con todos
los cadetes alumnos formados, Franco dio la última lección magistral,
con un elogio a la disciplina militar «que reviste su verdadero valor
cuando el pensamiento aconseja lo contrario de lo que se nos manda,
cuando el corazón pugna por levantarse en íntima rebeldía, o cuando
la arbitrariedad o el error van unidos a la acción del mando. Esta es la

Alerto 2001
disciplina que os inculcamos. […] Este es el ejemplo que os
ofrecemos». Al final gritó solo «¡Viva España!», claro ejemplo de que
para el soldado la lealtad a la Patria estaba por encima de los
circunstanciales regímenes políticos.
Esta alocución le supuso quedar disponible y una amonestación
por escrito el 22 de julio con la siguiente anotación en su hoja de
servicios por parte del ministro de la Guerra: «[En] cuya alocución se
formularon juicios y consideraciones que, aunque en forma encubierta
y al amparo de motivos sentimentales, envuelven una censura para
determinadas medidas de gobierno y revelan poco respeto por la
disciplina».
También consta en su hoja de servicios, en cumplimiento de un
decreto del Gobierno republicano de fecha del 22 de abril de 1931, la
promesa «de servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes
y defenderla con las armas». El citado decreto gubernamental exigía la
defensa de un régimen político con olvido total de la nación y de sus
intereses vitales.
Al despedirse, algunos de sus profesores le pidieron consejo sobre
la conveniencia de seguir o no en servicio activo. Les contestó como al
general Reguera (Crozier, 1969, 1, 184): «Haced lo que os convenga,
pero no olvidéis que el militar debe servir a su patria por encima de
toda consideración, y que puede serle más útil en el Ejército que
abandonándolo». Él así lo hizo, dando ejemplo.

LA SANJURJADA

El general Franco quedó sin destino y en espera de designación de


alguno, si era procedente, por lo que fijó su residencia en Oviedo,
hasta que en enero de 1932 se le dio el mando de la 15 Brigada de
Infantería, que tenía su cuartel general en La Coruña, con el fin, sin
duda alguna, de alejarlo de Madrid. Volvió a escoger a su primo
Salgado-Araujo como ayudante.
El general Sanjurjo, héroe laureado de las campañas de
Marruecos y en las que fue jefe de Franco, fue a verlo el 13 de julio.
Estaba desengañado de la República por el estatuto catalán y las
reformas militares de Azaña y le propuso que se sublevara con él
contra el nuevo régimen, a lo que Franco se negó (Casas, 1996, 299).
No se comprometió a apoyarle, porque, en su opinión, el alzamiento

Alerto 2001
militar era prematuro y estaba condenado al fracaso. Pero tampoco lo
denunció.
Sanjurjo se sublevó el 10 de agosto en Sevilla. La sublevación
fracasó de forma estrepitosa en cuarenta y ocho horas, ya que estaba
muy mal organizada. Quizá se basó solo en el arrastre de su prestigio
personal, pero fue escasamente secundada. Franco, además de otros
generales, se negó a participar, porque la situación política y social no
justificaba la rebelión militar.
Se corrió el rumor de que Franco estaba con la rebelión de
Sanjurjo, infundio que fue intencionadamente difundido para que por
su prestigio arrastrara a los vacilantes. Azaña, enterado del golpe
militar en Sevilla, lo primero que preguntó fue (Crozier, 1969, 1, 191):
«¿Dónde está Franco?». Cuando le informaron de que no se había
movido, respiró tranquilo.
Alcalá-Zamora lo sondeó sobre el particular: «En torno a quien
existe la sospecha […] de que aspire a ser caudillo […] de la reacción
monárquica». Es indudable que el calificativo de «caudillo» definía la
idiosincrasia de Franco.
La Sanjurjada quedó como sinónimo de golpe militar mal
organizado y fallido, referencia de cómo no tenía que ser un golpe de
Estado, y prueba de que si este se daba tenía que ser con todas las
consecuencias. Se tomó buena nota para el alzamiento militar de julio
de 1936, que no se le pareció, pero tuvo coincidencias con el golpe
fallido del 23 de febrero de 1981: le faltaron apoyos iniciales y se confió
en conseguirlos por el arrastre y prestigio personal del capitán general
que lo lideró y en un supuesto apoyo real que no se dio. En su
momento, el rey prefirió marchar por la senda constitucional.
Algunos militares, a pesar de este fracaso, siguieron conspirando,
y organizaron la Unión Militar Española (UME), pero no lograron
convencer a ningún miembro del generalato y no consiguieron pasar
del nivel conspiratorio.
Franco comentó a Millán Astray y a su primo y ayudante
(Salgado-Araujo, 1977, 198-199): «Solo me sublevaría contra la
República en el caso de que esta intentase disolver el Ejército o a la
Guardia Civil, o que viese claramente que había llegado la hora del
comunismo. En esas circunstancias, con los que me siguieran, me
echarían al campo».

Alerto 2001
CONTINÚAN LAS VICISITUDES MILITARES DE FRANCO

Un decreto del 28 de enero de 1933 le anuló el ascenso a general de


brigada, obtenido casi siete años antes, y Franco pasó a ser uno de los
«congelados».
Congelados se llamaba a aquellos oficiales, jefes y generales que
habían sido ascendidos por méritos de guerra durante la época de la
dictadura de Primo de Rivera. La nueva disposición los colocaba en
último lugar del escalafón del empleo que habían obtenido. Esta
medida fue objeto de grandes discusiones entre los que estimaban que
era justa, porque esos ascensos no se hicieron conforme a las normas
de la ley, y los que creían que debía hacerse una revisión para que,
cumpliendo todos y cada uno de los preceptos legales y
reglamentarios, se confirmasen los que fuesen justos y se anularan los
demás. Era indudable que el ascenso de Franco no solo era merecido
sino reconocido. Este asunto afectó a la moral militar y provocó
división y polémica en las filas del Ejército.
Franco fue nombrado comandante general de Baleares, en plaza
de superior categoría (general de división), a la que se incorporó el 6
de marzo de 1933. Esto pudo paliar en parte el injusto agravio de la
congelación. Siempre lejos de Madrid. Parece ser que vigilado por su
jefe de Estado Mayor, que además era masón.
La tranquilidad de su nuevo destino le permitió dedicarse a
planear la defensa del archipiélago, diseñar fortificaciones y buscar
emplazamientos para la artillería de costa, que estaba sin hacer, a
pesar del gran valor estratégico del archipiélago por ser una avanzada
en el mar Mediterráneo, en el que convergían fuertes intereses y
tensiones internacionales. Este proyecto fue utilizado con éxito
durante la Guerra de Liberación para defender la isla de Mallorca,
cuando fuerzas milicianas obedientes a la República Catalana
desembarcaron en esta isla para apoderarse de ella.
Empezó a disfrutar un mes de licencia por enfermedad a finales
de enero de 1934 para que le revisaran la herida recibida en El Biutz,
que le seguía molestando bastante.
Fue ascendido a finales de marzo, por selección, a general de
división, situándolo en el empleo militar que le correspondía si no lo
hubiera postergado el decreto de Azaña. Quedó confirmando en el
mando de Baleares.

Alerto 2001
BALANCE

La Academia General Militar alcanzó un justo y alto prestigio ganado


en su corta vida. Este reconocimiento se debió al alto nivel y exigencia
del profesorado. Pero no podemos olvidar que los profesores fueron
liderados y seleccionados por Franco, que demostró un profundo
conocimiento del personal a sus órdenes, sin necesidad de
burocráticas evaluaciones ni estudio de perfiles.
La AGM mantuvo la coherencia entre los fines previstos y los
medios disponibles. La Academia había tenido tres cursos con un total
de 775 cadetes, de los cuales 735 (95 por ciento) combatieron en el
bando nacional. De ellos, 134 (18 por ciento) cayeron en combate, 84
(11,4 por ciento) fueron fusilados por las fuerzas del Frente Popular, 4
(0,5 por ciento) obtuvieron la Cruz Laureada de San Fernando y 10
(1,4 por ciento), un ascenso por méritos de guerra.
El famoso discurso sobre la disciplina pronunciado el día de la
clausura inesperada e injusta de la AGM fue claro, franco, valiente y
directo para exponer su opinión a sus superiores. Hay que relacionarlo
con la exposición que le hizo al presidente del Directorio en la no
menos famosa comida de Ben Tieb. La diferencia es que el general
Primo de Rivera supo valorar la opinión discordante de un valioso y
experimentado subordinado, y el Gobierno republicano lo sancionó
por discrepar.
Un hecho similar, aunque en este caso no fue por una
discrepancia, ocurrió muchos años después, cuando el teniente
general José Mena Aguado fue sancionado y cesado en su destino por
el ministro de turno por exponer en una alocución durante la
celebración del día de la Pascua Militar lo siguiente: «Las Fuerzas
Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército
del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia
de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento
constitucional»; es decir, lo que recogía la Constitución española de
1978 (art. 8-1).
Compárese la actitud franca de los militares con la taimada de los
ministros políticos que no aceptan asesoramientos leales, que solo
quieren oír los políticamente correctos.
La actitud de Franco frente a la Sanjurjada fue la propia de su
característica prudencia. No la secundó, pero tampoco la denunció por

Alerto 2001
lealtad hacia su antiguo jefe, y seguro que tomó buena nota para el
futuro sobre las causas y consecuencias de su fracaso. La difusión
interesada de que estaba implicado para arrastrar a otros a la aventura
vuelve a poner sobre la mesa su ascendencia moral y prestigio entre
los compañeros de armas.
Una nueva disposición del Gobierno de la República de enero de
1933 congeló todos los ascensos por méritos de guerra obtenidos
durante la dictadura de Primo de Rivera. Una medida arbitraria,
porque habían sido conseguidos en combates en Marruecos,
independientemente del Gobierno político de Madrid. El general
Franco pasó de ser el número uno al 24 del escalafón de generales de
brigada: pasó a la cola del mismo.
Paradójicamente, el Gobierno del Frente Popular el 5 de enero de
1938 (en plena Guerra Civil) restableció los ascensos por méritos de
guerra que había suprimido Azaña cinco años antes.

Alerto 2001
7
LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS

Las actividades políticas del bienio 1934-1936 fueron determinantes:


se cargó el barril de pólvora negra, se puso la mecha y se encendió
para que explotara el 18 de julio de 1936 en la Península de forma
violenta, pero no podemos decir que inesperada.
La revolución tipo bolchevique estaba en marcha en España y
sería aprovechada por los políticos separatistas catalanes para
proclamar la independencia. La preparación bélica de la Generalidad
de Cataluña era descarada e inaudita, y según Calvo Sotelo (el 6 de
junio de 1934) había que tomar medidas urgentes para evitarlo, como
sustituir (en Cataluña) «a Batet por Franco» (Bullón, 2004, 434). Esta
opinión demuestra el alto concepto que tenía el líder de la derecha
española sobre este último.
José Antonio, fundador de la Falange, envió una carta a Franco el
24 de septiembre por medio de Serrano Suñer, cuñado de Franco y
entonces miembro de la CEDA (partido político de derechas). Le
informaba de que la revolución comunista y la secesión de Cataluña
estaban en marcha, y ofrecía el apoyo de sus seguidores en caso de
guerra civil. Franco le contestó que no perdiera la fe en el Ejército, y
que los falangistas, llegado el caso, se presentasen a las autoridades
militares (Crozier, 1969, 1, 210).
Franco asistió como observador a unas maniobras militares de
varias divisiones dirigidas por el general de división López de Ochoa y
que se realizaron en León, a finales del mes de septiembre. Fue
destinado en comisión de servicio a Madrid el 30 de septiembre de
1934 a las inmediatas órdenes del ministro de la Guerra.
El 4 de octubre el PSOE y la UGT declararon la huelga general
revolucionaria en toda España, e impartieron instrucciones para el
inicio de la insurrección armada. Al día siguiente Lluís Companys

Alerto 2001
proclamó la independencia de Cataluña dentro de una república
general española.
También se declaró la revolución en Asturias, que se inició en su
cuenca minera, y con ella comenzaron los asesinatos y desmanes
vandálicos. Los revolucionarios estaban bien organizados. Se habían
hecho previamente con abundante armamento por medio del
contrabando y tenían una actitud muy violenta.
El 6 de octubre el Gobierno español declaró el estado de guerra en
toda España, y Companys proclamó el Estado catalán dentro de la
república federal española. Asturias también anunció su secesión
como la República de Soviets del Noroeste de España.
Al día siguiente, el ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, ordenó a
Franco que se incorporase urgentemente al ministerio como asesor
personal, lo que hizo esa misma noche. Tenía que llevar el control de
las operaciones para la reducción de la sublevación, porque el ministro
no confiaba en el general Carlos Masquelet Lacaci, sospechoso de ser
afecto al PSOE y no acostumbrado al mando de tropas. Ya sabemos el
concepto que tenían los políticos de la eficacia de Franco, que indujo a
preferirlo sobre los otros generales. Así lo expresó el mismo ministro:
«Por su valía, su pericia militar y por su lealtad al régimen […] [y por]
haber residido largas temporadas en Asturias» (Bullón, 2004, 457).
El general Masquelet seguía siendo, a todos los efectos, jefe del
Estado Mayor Central. Esta designación de Franco causó malestar al
general López de Ochoa, jefe militar de Asturias, porque le daba de
facto poderes decisorios, y de hecho, a pesar de su puesto de asesor,
actuó como jefe del Estado Mayor Central.
Los revolucionarios asturianos, con muy elevada moral y gran
entusiasmo, se envalentonaron por noticias falsas que les hicieron
creer que la revolución había triunfado en la mayor parte de España.
Se enfrentaron con gran decisión a las unidades militares encargadas
de reprimir la revuelta. El día 7 los revolucionarios habían conseguido
ocupar la parte sur de la ciudad de Oviedo, y al día siguiente se
apoderaron de su fábrica de armas, de donde sacaron 21.000 fusiles,
198 ametralladoras y 281 fusiles ametralladores. También ocuparon la
fábrica de explosivos. El 9 ocuparon la sucursal del Banco de España,
en la que robaron 14.425.000 de pesetas.
El general López de Ochoa trató de socorrer Oviedo con cuatro

Alerto 2001
columnas que, partiendo de León, Galicia, el puerto del Musel (Gijón)
y Santander, marcharían de manera concéntrica sobre la capital de
Asturias.
Franco permaneció constantemente en el Ministerio de la Guerra
durante las dos semanas que duraron las operaciones. Participó
activamente en el planeamiento de las operaciones. La situación era
difícil. Las guarniciones asturianas eran demasiado reducidas para
resistir a la masa de revolucionarios y las de otras ciudades estaban
bajo mínimos a causa de la reducción del Ejército por Azaña y sacarlas
de sus guarniciones era alentar a los revolucionarios de esas ciudades
a echarse a la calle.
Franco eligió un Estado Mayor de su confianza, y como ayudante
de campo a su primo Salgado-Araujo. Sin embargo, destituyó a otro
primo hermano, el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, jefe
de la base aérea de León, por su actitud abiertamente obstruccionista.
La situación táctica y la incapacidad demostrada por las fuerzas de
orden público y unidades militares con tropa de reemplazo hicieron
que intervinieran las mejores y más experimentadas tropas de África,
en especial los regulares y la Legión. Franco designó al coronel Aranda
y al teniente coronel Yagüe como jefes de columna.
Las tropas africanas eran más aguerridas y tenían la ventaja de ser
menos permeables a las infiltraciones subversivas. Además, sus bajas
en combate eran políticamente menos costosas. No obstante, el jefe
del batallón del Regimiento de África, embarcado y con rumbo a la
costa asturiana, manifestó que no dispararía contra sus hermanos
(revolucionarios), por lo que fue desembarcado en La Coruña y
suspendido de su mando. En todo caso, hay que hacer constar el
antecedente que suponía empeñar en la metrópoli fuerzas organizadas
para ser empleadas en conflictos de carácter colonial, aunque hubiera
precedentes, pues antes otras naciones europeas, como Francia,
habían empleado a sus fuerzas coloniales para reprimir alteraciones
graves de orden público en la metrópoli.
El teniente coronel Yagüe, de la promoción de Franco, tomó el
mando sobre la marcha de la columna del puerto del Musel, integrada
por fuerzas reforzadas con tropas legionarias y de regulares
desembarcadas en Gijón. El coronel Aranda era de carácter liberal y
republicano, había tenido cuatro ascensos por méritos de campaña en

Alerto 2001
Marruecos, tres heridas de guerra y había sido el jefe de operaciones
en el desembarco de Alhucemas.
Un tabor de regulares fue enviado a Barcelona, donde el general
Batet no se decidía a tomar medidas militares enérgicas, mantenía
conversaciones sospechosas con Companys, presidente de la república
rebelde de Cataluña, y era reticente a declarar el estado de guerra. No
obstante, consiguió al día siguiente la rendición del Gobierno
separatista catalán.
Las columnas gubernamentales tardaron cuatro días en alcanzar
la capital asturiana por las resistencias encontradas en su camino.
Mientras tanto, los revolucionarios asesinaron a religiosos y a los
miembros de las fuerzas de orden público que cayeron en sus manos
(guardias civiles, guardias de asalto y carabineros).
Las fuerzas militares entraron en Oviedo el 12 de octubre, y tras
duros combates la ocuparon completamente el 14, no sin que antes los
revolucionarios volaran la Cámara Santa de su catedral con sus
valiosos tesoros y algunos edificios singulares más.
El ministro de la Guerra dimitió el 16 de noviembre, pero el nuevo
ministro mantuvo a Franco como asesor, y este recomendó al coronel
Aranda, que tanta importancia iba a tener en la defensa de Oviedo en
el año 1936, como nuevo comandante militar de Asturias.
Calvo Sotelo, como consecuencia de la actuación del Ejército en
este proceso revolucionario, efectuó unas declaraciones que son una
definición magistral de la función fundamental del Ejército dentro del
Estado: «El Ejército es mucho más que el brazo, es la columna
vertebral [de la Patria] y si quiebra, si se dobla, si cruje, se quiebra, se
dobla o cruje España» (Bullón, 2004, 467).

FRANCO, JEFE DE ESTADO MAYOR CENTRAL DEL EJÉRCITO

Terminada la comisión de servicio, en febrero de 1935 fue destinado


como jefe del Ejército de Marruecos, y tuvo de jefe de Estado Mayor al
coronel Martín Moreno, quien después fue un activo colaborador en el
alzamiento y durante toda la Guerra Civil. Aprovechó el destino para
recorrer todo el territorio del Protectorado español.
Poco después, el 17 de mayo, se hizo cargo de la jefatura del
Estado Mayor Central, «porque la voz casi unánime del Ejército lo
designaba [a Franco] como jefe indiscutible», según era la opinión de

Alerto 2001
Gil-Robles, ministro de la Guerra y quien lo nombró para el mando.
Como todo Estado Mayor, el de Franco no tenía mando directo sobre
unidades militares, pero era el responsable del planeamiento de la
política militar y asesor del ministro de la Guerra para los asuntos
concernientes a ella.
Franco, una vez más, desplegó una gran actividad y energía para
aumentar considerablemente las capacidades del Ejército:

— Reorganizó el Consejo Superior de la Guerra, órgano consultivo del


Ejército que Franco presidió en varias ocasiones por ausencia del
ministro.
— Las medidas más sobresalientes fueron el robustecimiento de la
disciplina, dotación de nuevos medios, mejora de la operatividad,
restablecimiento de los tribunales de honor y autorización de los
actos religiosos en los acuartelamientos.
— Reformó unidades y las dotó de materiales adecuados. Trató de
crear grandes unidades motorizadas para que no les faltara
autonomía, como había pasado en Asturias.
— Se organizaron ejercicios militares en la cuenca minera asturiana
para subsanar deficiencias.
— Ideó un plan de defensa de las Baleares, que fue muy útil con
ocasión del desembarco de fuerzas del Gobierno catalán en agosto
de 1936, especialmente por el abundante acopio de materiales de
guerra, en particular de cañones de artillería de campaña (SHM,
1989, 147).
— Reforzó la guarnición de Asturias.
— Sentó las bases para la elaboración de una ley de movilización, que
le fue de gran utilidad al general Mola para reclutar nuevas
unidades cuando se alzó en julio de 1936.

Sin embargo, el proyecto más ambicioso de Franco y Gil-Robles,


el que contemplaba el rearme total del Ejército en un plazo de tres
años, no pudo ponerse en marcha a causa de la crisis política.
Existía entre los militares un gran descontento como
consecuencia de la política militar seguida por el Gobierno en los
primeros años de la República. Este descontento cedió gracias a las

Alerto 2001
hábiles medidas de organización propuestas por Franco y aceptadas
por Gil-Robles (Bullón, 2004, 507). La jefatura de Franco en el Estado
Mayor Central tuvo la virtud de serenar las pasiones políticas que
existían en el Ejército; incluso las adhesiones a organizaciones de uno
u otro signo por parte de militares decrecieron apreciablemente en
esta época.

CONSPIRACIONES POLÍTICAS

El Séptimo Congreso de la Tercera Internacional, celebrado en julio de


1935 en Moscú y dedicado en gran parte a España, examinó las causas
del fracaso de la revolución española de 1934, especialmente en
Asturias. Lanzó como solución la creación de un Frente Popular con
los partidos revolucionarios y el respaldo de algunos burgueses. Entre
los asistentes estuvieron el presidente del Partido Comunista de
España, José Díaz, y Dolores Ibárruri, más conocida como la
Pasionaria.
El presidente de la República, Alcalá-Zamora, conspiraba desde la
legalidad para derrocar al Gobierno de la CEDA. A finales de 1935
tanto Gil-Robles como Calvo Sotelo trataron de que «los militares de
más prestigio ocuparan transitoriamente el poder, con objeto de salvar
el espíritu de la Constitución y evitar un fraude gigantesco de signo
revolucionario». Los generales Franco, Fanjul y Goded se opusieron
(Togores, 2010, 147) porque consideraron que entonces el Ejército
volvería a participar, al igual que en el siglo XIX, como árbitro de las
contiendas políticas (Bullón, 2004, 537).
Es de pensar que seguramente también desconfiaron de la
volubilidad de los políticos, como lo demostraba el trato que le habían
dado al general Primo de Rivera por hacer lo mismo. De igual modo,
debió de influir el fracaso de la sublevación de Sanjurjo en Sevilla tres
años antes.
El general Primo de Rivera, después de su dimisión, tuvo que
exiliarse y fue denigrado por los políticos, que volvieron a sus torpes y
egoístas andadas, infamias que convencieron después a Franco, una
vez que fue jefe de Estado, de no dejar el puesto, como le dijo al duque
de la Torre: «Yo no haré la tontería que hizo Primo de Rivera. Yo no
dimito. De aquí al cementerio» (Kindelán, 1981, 283). Sabía lo que le
esperaba si dimitía, y a las pruebas me remito. Franco dijo que una

Alerto 2001
guerra civil no se justifica como medio para devolver simplemente el
trono a un rey que lo ha abandonado espontáneamente, y que la
institución real sirve a la nación y no a la inversa (Suárez, 1984, 105,
106). El caso del general Pinochet en Chile vino a darle la razón.
Los generales del Estado Mayor Central se reunieron para
despedirse de Gil-Robles como ministro saliente. Franco pronunció las
siguientes palabras en nombre de todos los presentes (Crozier, 1969, 1,
233): «No puedo por menos decir en este momento que nuestro pesar
es sincero. Jamás el Ejército se ha sentido mejor mandado en esta
etapa. El honor, la disciplina, todos los conceptos fundamentales del
Ejército han sido restablecidos». Se habían restablecido porque habían
sido desmantelados, intencionadamente, por la acción directa de
Azaña.
El 7 de enero el presidente de la República disolvió las Cortes y
convocó nuevas elecciones. Los partidos políticos de la derecha se
presentaron desunidos a estas elecciones y los de las izquierdas
formaron un bloque común denominado Frente Popular.
Calvo Sotelo (candidato del monárquico Bloque Nacional) y Sainz
Rodríguez (diputado del mismo partido político) tuvieron una reunión
con Franco, a iniciativa de los primeros, donde estos trataron de
convencerle para que el Ejército se alzara ante el inminente triunfo en
las urnas del Frente Popular. Pensaban que el momento propicio sería
el de la destitución de Alcalá-Zamora, presidente de la República.
Franco se opuso y les contestó: «Yo lo que creo, en resumidas cuentas,
es que el Ejército debe soportar lo que salga de las urnas» (Bullón,
2004, 568).
Franco, como jefe del Estado Mayor Central, fue comisionado por
el Gobierno para asistir a los funerales del rey británico Jorge V,
coronel honorario del Regimiento de Infantería de Zamora, que se
celebraron en Londres el 25 de enero de 1936.
El 16 de febrero se celebraron las elecciones para el Congreso de
los Diputados. No había terminado el recuento de votos y las
perspectivas eran que el Frente Popular, como mínimo, no había
conseguido la mayoría absoluta. Aunque la victoria del Frente Popular
ya estaba en entredicho, las masas revolucionarias empezaron a actuar
como el 14 abril de 1931: se apoderaron de las actas de votación,
realizaron actos de violencia y se hicieron con los resortes del poder en

Alerto 2001
algunas ciudades. Estas masas solo teóricamente espontáneas no
fueron contenidas por las autoridades civiles, que permanecieron
pasivas. Esta situación creada de forma artificial estaba desvirtuando
gravemente el resultado final del escrutinio y el presidente del Consejo
de Ministros, Portela Valladares, dudaba de las posibilidades de
restablecer el orden institucional.
Gil-Robles llamó al jefe del Estado Mayor Central, el general
Franco, y ambos coincidieron en que el Gobierno debería declarar el
estado de guerra para evitar el desorden institucional y dar tiempo a
que el escrutinio se verificara con todas las garantías.
El general Pozas, director de la Guardia Civil, no dio la mayor
importancia a los incidentes, y en consecuencia el Gobierno no aprobó
la declaración del estado de guerra ante el miedo a una huelga general
y el aumento de los desórdenes. Por otro lado, se apresuró a ponerse a
disposición del Gobierno del Frente Popular que se formase.
Por otra parte, el 18 de febrero Franco recibió presiones de los
generales Goded, Fanjul y Rodríguez del Barrio para que el Ejército se
hiciese cargo del poder si no se declaraba el estado de guerra. Franco
no cedió, porque consideraba que el Ejército no estaba preparado, y
quizá ya estaba suficientemente infiltrado por los movimientos
revolucionarios como para hacerlo por su cuenta, sin el respaldo de los
políticos, que eran los verdaderos culpables de la situación a la que se
había llegado. Con anterioridad se había entrevistado con el
presidente del Consejo de Ministros, Manuel Portela Valladares, para
que declarara el estado de guerra ante tan grave situación. El ministro
le contestó que era demasiado viejo y la empresa era superior a sus
fuerzas.
El 19 por la tarde, antes de que acabara el escrutinio, el presidente
de la República, Alcalá-Zamora, encargó a Azaña que formara
Gobierno (Bullón, 2004, 569-571). Ese mismo día Franco fue
destinado a Canarias y Goded a Baleares como comandantes militares.
Había mucha prisa para alejarlos de Madrid.

BALANCE

La Revolución de Asturias, en la que intervino de forma resolutiva


como asesor del ministro de la Guerra, y su jefatura del Estado Mayor
del Ejército incrementaron el prestigio de Franco dentro y fuera del

Alerto 2001
Ejército.
El Gobierno de la República había empleado en la metrópoli
fuerzas indígenas de regulares creadas expresamente para campañas
de tipo colonial, como así lo especificaba la orden de organización de
las citadas tropas, del 30 de junio de 1911: «creando nuevas unidades
que puedan por su organización constituir la base y, en su día, la parte
principal del Ejército de nuestras posiciones y territorios ocupados por
nuestras tropas en el continente africano», mientras que el Tercio de
Extranjeros podía ser empleado, según el decreto del 28 de enero de
1920, «tanto en la Península, como en las distintas comandancias de
aquel territorio [Marruecos]».
Los desmanes revolucionarios en Asturias y otros lugares abrieron
los ojos a los oficiales militares sobre la grave amenaza de la
revolución socialista de tipo bolchevique, que solo había sido abortada
temporalmente.
Calvo Sotelo expresó lo siguiente en las Cortes españolas: «Y al
hablar de generales conste que tengo presentes, no solamente a
aquellos que se hallan en la inteligencia y en la gratitud de todos,
porque la prensa habla de ellos, sino también a algún otro que, como
el general Franco, no por haber carecido de responsabilidad oficial […]
dejó de contraer una responsabilidad moral enorme en momentos
graves» (Bullón, 2004, 467).
Franco, como jefe del Estado Mayor Central, demostró también
grandes capacidades de organización y supo dar un fuerte impulso a la
potenciación de la operatividad del Ejército.

Alerto 2001
8
EL ALZAMIENTO

La decisión de sumarse al alzamiento militar contra el Gobierno del


Frente Popular fue el momento álgido, el más comprometido de la
vida y la carrera militar de Franco. El trance estaba cargado de
incertidumbres, gravísimos riesgos y responsabilidades personales,
familiares e históricas.
El temor al triunfo de una revolución de modelo soviético,
pregonada abiertamente e intentada una y otra vez por los dirigentes
socialistas, fue lo que principalmente movilizó a los militares
españoles, que hasta el momento habían respaldado o aceptado al
régimen republicano, para alzarse en armas contra el Gobierno
constituido.
Al hacerse cargo del Ejecutivo, Azaña procedió rápido a realizar
cambios de destino entre los militares, dejando a los mandos
nombrados en el periodo 1934-1935 disponibles o destinándolos a
puestos de menor importancia, sustituyéndolos por jefes de confianza
y escrupulosamente subordinados a la superioridad. Todo con objeto
de descabezar cualquier insurrección militar. Por eso alejó de Madrid
a los jefes militares que más podía temer.
La entrevista entre los generales Goded y Franco transcendió, y
fueron sospechosos de preparar un golpe militar. Goded fue enviado a
las Baleares. Franco fue destinado el 21 de febrero a Canarias como
comandante militar y sustituido en la jefatura del Estado Mayor
Central por el general Masquelet, masón y ministro de la Guerra con
Azaña. Por entonces las comunicaciones entre estas islas y la
Península no eran fáciles. Sin embargo, con Mola se equivocó
totalmente, pues fue cesado como alto comisario en Marruecos para
destinarlo de comandante militar de Pamplona, quizá la provincia más
hostil a la República y a las reformas que estaba imponiendo de

Alerto 2001
manera unilateral.
Los revoltosos, controlados o incontrolados, fueron tomando las
calles con asesinatos, atentados, huelgas generales, atracos,
destrucción de iglesias, de periódicos y un sinfín de excesos más. La
Pasionaria señaló con el dedo a Calvo Sotelo, «proféticamente» le
amenazó y sospechosamente acertó: «Usted ha hablado por última
vez».

FRANCO EN CANARIAS

El 8 de marzo Franco partió de Madrid en tren para Cádiz, y en Sevilla


se enteró de que las turbas revolucionarias habían cometido desmanes
en la capital gaditana con quema de iglesias y conventos. El
gobernador militar de esta ciudad lo recibió y lo saludó en la estación
de ferrocarril de Cádiz; Franco le negó la mano (Crozier, 1969, 1, 253-
254): «Yo no puedo darle a usted la mano, porque un coronel del
Ejército Español no debe consentir que en las inmediaciones del
cuartel donde se aloja el regimiento de su mando se incendie y se
asalte una iglesia, como sucedió ayer. Eso no debe tolerarlo un militar
con honor, y por eso me niego a darle a usted la mano».
El gobernador militar se excusó, porque tenía órdenes de la
superioridad para no intervenir en los sucesos. Franco le replicó:
«Esas órdenes no deben ser cumplidas, porque nadie puede ordenar a
un militar que se muestre indiferente cuando a su lado se comete un
crimen, y mucho más si es sacrílego, como el que usted ha tolerado al
dejar que la guardia militar de su regimiento permanezca pasiva e
indiferente a lo que ocurrió ante sus ojos».
El futuro Caudillo de los alzados no ocultaba para los que
quisieran ver su firme decisión de enfrentarse a la revolución de corte
bolchevique. El alzamiento era solo cuestión de oportunidad.
Precipitarse era contraproducente y conduciría inexorablemente al
fracaso (Sanjurjada), y dejar pasar la ocasión propicia la haría inviable
(como pasó en algunas guarniciones en julio de 1936).
El nuevo comandante militar de Canarias llegó en barco el 11 de
marzo al puerto de Santa Cruz de Tenerife. Esperándole estaba una
compañía de honores con bandera y música y una manifestación de
civiles para abuchearle. Franco bajó la pasarela de la embarcación, con
absoluta tranquilidad se dirigió a pasar revista a la fuerza y de forma

Alerto 2001
natural saludó a la muchedumbre con la mano. Los abucheos se
transformaron automáticamente en un prolongado aplauso.
El general Orgaz, que estaba desterrado en Las Palmas por el
ministro de la Guerra, se dedicó a apremiar a Franco para que iniciara
la sublevación.

LA CONSPIRACIÓN

Las conspiraciones para una sublevación son secretas por razones


obvias, pero aun así es difícil que no se produzcan filtraciones.
También es difícil que se conserven documentos conspiratorios, y las
versiones orales de los conspiradores no siempre coinciden, por fallos
lógicos de la memoria, siempre selectiva, al tratar de ocultar
desaciertos propios y atribuirse méritos, y porque algunos
protagonistas fundamentales no pudieron contarlo debido a que los
arrastró el vendaval de la historia.
La actitud de Franco era muy importante para los militares más
decididos a pasar a la acción directa, y para muchos su posición al
respecto era vinculante. Franco no consideraba, en los días previos a
su partida hacia Canarias, que la situación política fuese todavía
desesperada ni que se diesen las circunstancias necesarias para que
una rebelión militar tuviera respaldo social suficiente para culminarla
con éxito. Las dudas de Franco para adherirse a la conspiración de
Mola se basaban en que estaba convencido de que produciría una
guerra civil (Suárez, 2015, 25).
La pregunta que jefes y oficiales repetían en sus cambios de
impresiones sobre el alzamiento era sencilla y directa: ¿qué va a hacer
Franco? El teniente coronel Yagüe le manifestó a Mola que «para
obtener la adhesión de las tropas de Marruecos era indispensable que
las acaudillase Franco». El teniente coronel Yagüe, artífice del
alzamiento de las tropas africanas, comunicó que solo participaría en
el golpe de Estado si Franco asumía el mando del Ejército de África
(Togores, 2010, 37). También el coronel Martín Moreno, jefe de
Estado Mayor del Cuartel General en Tetuán, solo estaba dispuesto a
alzarse y a ponerse a las órdenes de Franco si este se alzaba (Platón,
2018, 72, 74, 523).
La primera reunión conspiratoria de generales tuvo lugar en
Madrid el 8 de marzo, el mismo día en que Franco tenía que partir

Alerto 2001
para Canarias. En la citada reunión estuvieron los generales Franco,
Varela y Mola, quien acababa de ser cesado como jefe de las fuerzas
militares de Marruecos e iba de camino destinado a Pamplona. El
movimiento militar, por indicación de Franco, se haría por España y
no por un régimen político, monarquía o república. La sublevación se
llevaría a cabo en el caso de que los socialistas de extrema izquierda
llegaran al Gobierno o si se llegaba a una situación de anarquía
generalizada.
Franco visitó al presidente, Alcalá-Zamora, y a Manuel Azaña para
despedirse y de paso les advirtió del gran peligro de la revolución que
se avecinaba. Alcalá le contestó (Crozier, 1969, 1, 242): «Váyase
tranquilo, general. En España no habrá comunismo». Franco le
respondió: «De lo que estoy seguro y puedo responder es de que
cualesquiera que sean las contingencias que se produzcan aquí, donde
yo esté no habrá comunismo». No se puede decir que el gallego
gallegueara y que no avisaba.
Después de la reunión de los generales que se comprometieron a
la sublevación, Franco visitó a Manuel Azaña en un intento de que no
lo alejaran de Madrid porque en la capital podía ser más útil, pero
Azaña le contestó: «No temo a las sublevaciones. Lo de Sanjurjo lo
supe y pude haberlo evitado, pero preferí verlo fracasar».
Efectivamente para Azaña, y para muchos dirigentes políticos del
Frente Popular, un levantamiento militar era una coyuntura favorable
para desencadenar la revolución. El fracaso del mismo en julio de 1936
en Madrid, Barcelona, Valencia, Cartagena y otras ciudades engendró
una confianza sin límites en que triunfarían los revolucionarios donde
habían fracasado en 1934.
Horas antes de tomar el tren Franco mantuvo una breve reunión
con el general Fanjul y el coronel Aranda, en la que estableció su
última posición respecto a la conspiración: «Que cada cual declare el
estado de guerra en su jurisdicción y se apodere del mando. Después
ya veremos cómo nos ponemos en relación». Esta declaración
demuestra que Franco estaba plenamente adherido a la conspiración,
pero dejó en el aire varias preguntas sin respuesta, porque, sin ningún
tipo de coordinación previa, lo más seguro era que los conspiradores
fracasasen de forma estrepitosa:

Alerto 2001
— ¿Cuándo se declararía el estado de guerra?
— ¿Cuándo se consideraría que las circunstancias aconsejaban el
inicio del movimiento?
— ¿Qué circunstancias serían esas?

Las conspiraciones no pueden ser extensas ni coordinadas al


detalle para evitar que sean detectados las redes y los planes. Todo eso
se debe compensar con una actuación decidida, audaz, rápida y
enérgica de los principales protagonistas. Donde así se realizó triunfó,
y en los casos contrarios fracasó.
La escuadra hizo unos importantes ejercicios navales a primeros
de mayo en Canarias, y al finalizar la Capitanía de Tenerife dio la
correspondiente recepción oficial con las autoridades civiles y
militares. La oficialidad joven de ambos ejércitos se exaltó a resultas
de los brindis con claras muestras de desafección al Gobierno del
Frente Popular. El resultado fue que se dio la orden de que los buques
regresaran de inmediato a sus bases.
Franco estimaba que el alzamiento era difícil, pues apenas existía
Ejército en la Península, la actitud de la Guardia Civil era muy dudosa
y la experiencia de Sanjurjo no era esperanzadora: «Nadie debe
olvidar que el militar que se subleva contra el poder constituido ya no
puede volverse atrás ni rendirse nunca» (Salgado-Araujo, 1977, 139).
Solo a principios de junio empezó el futuro Caudillo a revelar sus
planes a algunos jefes de confianza de la capitanía.

UN SUPUESTO CRUCE DE LEALTADES

Jurar es un compromiso de lealtad para cumplimentar lo jurado (fides


militum o la lealtad de los soldados). El juramento alcanza su cénit
cuando el soldado, en obediencia del compromiso empeñado, ofrenda
la propia vida, sin olvidar otros sacrificios menores que también
conlleva la vida militar, como heridas y penalidades inherentes a toda
campaña.
Parece lógico que dadas las altas responsabilidades adquiridas en
este juramento, que puede culminar con la entrega de la propia vida,
los creyentes pongan como testigo a Dios. La promesa es, por tanto, de
un rango de compromiso inferior.
No se puede condenar de antemano toda rebelión, ya que en ese

Alerto 2001
caso tendríamos que renegar del levantamiento armado de los
comuneros de Castilla o del Dos de Mayo de 1808 y la consiguiente
sublevación contra los franceses, porque debemos recordar que el
Gobierno de España estaba en manos del general francés Murat, que
había sido nombrado lugarteniente general del reino de España por el
rey español Carlos IV de Borbón.
Franco juró fidelidad a la bandera de España con la tradicional
fórmula introducida por el rey Carlos III en sus Reales Ordenanzas,
del año 1768, que decía así: «¿Juráis a Dios y prometéis al Rey el
seguir constantemente sus banderas y defenderlas hasta perder la
última gota de vuestra sangre y no abandonar al que os esté mandando
en acción de guerra o disposición para ella?». Los reclutas
contestaban: «Sí, juramos». El capellán, a continuación, rezaba por
ellos: «Por obligación de mi ministerio ruego a Dios que a cada uno le
ayude si cumple lo que jura, y si no, se lo demande».
Desde entonces se instituyó el beso a la bandera como símbolo del
poder real, desfilándose bajo sus pliegues como señal de acogimiento.
La fórmula, muy bien ponderada, hace gala de la sabiduría militar que
estas Reales Ordenanzas tenían y que hicieron que permanecieran
vigentes durante siglos con las consiguientes y obligadas adaptaciones
al paso natural del tiempo.
Estas son las características del juramento:

1. Se hace al rey como representante y jefe de los Ejércitos.


2. Cuando se instituyó, no había una bandera nacional que
simbolizara y representara a toda la nación. Cada regimiento
tenía su propia enseña. La bandera era guía visual de las tropas
en el combate; ella marcaba la dirección de marcha y del
combate. Su pérdida las dejaba sin guía y era muy mal
presagio, por lo que su custodia y defensa eran decisivas desde
tiempos inmemoriales.
3. Hasta verter la última gota de sangre suponía la entrega total,
que estaba corroborada ampliamente por insignes militares,
como el maestre de campo Julián Romero, Blas de Lezo, el
capitán Ripoll Sauvalle Mano de Plata, Millán Astray, etc.
4. El no abandonar a los jefes es una síntesis del espíritu de
disciplina que debe imperar en todo ejército. Se debe notar que

Alerto 2001
se refiere solo a las acciones de guerra y a su preparación, no a
otras actividades ajenas al servicio militar.

La Segunda República introdujo, sin embargo, unos cambios que


afectaron a la esencia del anterior juramento: «Prometo por mi honor
servir bien y fielmente a la República, obedecer sus leyes y defenderla
con las armas». Respuesta: «Sí, prometo». Réplica: «La ley os
amparará y la Nación os premiará si lo hacéis, y si no, seréis
castigados». La pregunta y la réplica se tenían que hacer sin cruzar el
sable con la bandera.
La nueva fórmula trataba de romper radicalmente con la que
hasta entonces habían jurado soldados de reemplazo y militares
profesionales, y lo que es peor, con su esencia. Los gobernantes
querían poner de manifiesto que con la República nacía un nuevo ente
político que nada tenía que ver ni nada le debía al concepto de nación
española que se tenía hasta entonces, y, por tanto, tampoco con su
historia y tradiciones:

1. El concepto religioso estaba totalmente descartado.


Suprimieron el juramento, que fue sustituido por lo que era
solamente una promesa, que tiene un grado de compromiso
inferior. Hasta incluso se prohibió que la bandera y el sable
formaran la cruz. Este desarraigo religioso entraba en
contradicción con los santos patronos de los ejércitos, armas y
unidades, himnos, heráldicas seculares y condecoraciones, etc.
2. Cambiaron los colores de la bandera nacional por los de otra
de nuevo diseño.
3. Se anteponía un régimen jurídico y político (república) sobre el
concepto de nación, que evidentemente es muy anterior a la
República, e independiente de ella, como de cualquier otro
régimen de Estado o de gobierno.
4. Consecuentemente se prometía defender solo al régimen
político del Gobierno y no a la nación, su unidad, integridad y
soberanía. Hay que reconocer que mucho éxito no tuvo tan
artificiosa fórmula, porque antepuso un régimen político a la
lealtad a la patria, encarnada en sus símbolos (rey y bandera).
5. Se suprimió la obediencia a los jefes, y con ella el concepto de

Alerto 2001
disciplina, esencial en cualquier ejército (sin ella no puede
haber ejército alguno) y fundamentalmente en las campañas y
combates, que son sus razones de ser. Desde este punto de
vista, no se podía acusar a los militares sublevados de haber
roto ningún compromiso.

García de Cortázar (2003, 290) ha escrito que «la guerra de 1936


estalló, pero podía no haber estallado: hubiera bastado con que los
conspiradores militares se hubiesen mantenido fieles al juramento de
lealtad a la República que pronunciaron un día». ¿Así de sencillo es
simplificar la historia? Esta tajante aseveración es un error que se
repite con frecuencia al confundir los regímenes políticos (monarquía,
república o dictadura) con el concepto de nación o de Estado, los
cuales admiten varios sistemas políticos.
El histórico dirigente socialista Largo Caballero dijo en un
discurso electoral el 26 de enero de 1936: «Pero si ganan las derechas
tendremos que ir a la guerra civil declarada. Yo deseo una República
sin luchas de clases; mas para eso es necesario que desaparezca una de
ellas». Aunque seguramente debió de tener menos dotes como
historiador que García de Cortázar, sí tuvo dotes más proféticas y
quizá por ello le erigieron un monumento en los Nuevos Ministerios
de Madrid.
El alzamiento militar de 1936 no se hizo contra el Estado, y ni
siquiera contra la República como forma de Estado, sino contra el
Gobierno del Frente Popular, que había traspasado todas las líneas
rojas de un sistema democrático. En este contexto, los gobiernos de
Franco se denominaron siempre «nacionales» y los de sus enemigos,
«republicanos». Franco pudo decir, remedando al general Prim,
cuando respondió a uno de los ataques dialécticos de sus adversarios:
«Yo soy el soldado de la nación, no de persona alguna determinada; a
la nación he servido, la nación me ha recompensado» (Diego, 2014,
146). Según el mismo Generalísimo, él nunca dio un «¡Viva la
República!» en los actos oficiales que le correspondió presidir antes
del alzamiento, sino solo «¡Viva España!».
La bandera rojigualda volvió a ondear en el balcón principal de la
Diputación de Navarra en la tarde del 19 de julio. Parece ser que fue
sin conocimiento del general Mola, que, al enterarse de la noticia,

Alerto 2001
quedó algo desconcertado, porque no quería anticipar el sistema del
nuevo régimen para no crear divisiones internas. Fue el coronel Ortiz
de Zárate quien lo sancionó de forma tajante: «Con esa bandera
enterramos en África a todos nuestros muertos». Fue rápidamente
admitida y repuesta por todos los sublevados. La ceremonia de izado
de la bandera bicolor en Sevilla el 15 de agosto fue presidida por
Franco.
Oficialmente fue sancionada por el general Miguel Cabanellas,
presidente de la Junta de Defensa Nacional, el 27 de agosto de 1936:
«Esta gloriosa enseña ha presidido las gestas inmortales de nuestra
España; ha recibido el juramento de fidelidad de las sucesivas
generaciones. Ha ondeado en los días de ventura y adversidad patrias
y es la que ha servido de sudario a los restos de patriotas insignes que,
por servicios prestados a su país, merecieron tal honor» (Díaz-Plaja,
1975, 94).
La enseña bicolor había sido declarada bandera nacional en las
Cortes de Cádiz (1812), en plena Guerra de la Independencia.
Posteriormente se generalizó de forma reglamentaria, en 1843, para
todas las unidades militares. Ni el rey Amadeo I de Saboya ni la
Primera República (1873) cambiaron sus formas y colores; siguieron
con ella sin ningún tipo de problemas. Los cambios de dinastía,
régimen o incluso de monarca se materializaban con la sola
sustitución del escudo. La bandera tricolor, con la franja inferior
morada, sin ningún arraigo anterior, fue impuesta por la Segunda
República (1931) por considerar monárquica la otra, y en teoría para
conmemorar el movimiento sedicioso de los comuneros de Castilla,
que la historiografía liberal, antiabsolutista primero y antimonárquica
después, había mitificado.

LA CARTA A CASARES QUIROGA

Carta enviada el 23 de junio de 1936 a Casares Quiroga, presidente del


Gobierno y ministro de la Guerra desde mayo a julio de este año.
Respetado ministro:
Es tan grave el estado de inquietud que en el ánimo de la oficialidad parecen
producir las últimas medidas militares que contraería una grave responsabilidad y
faltaría a la lealtad debida si no le hiciese presente mis impresiones sobre el momento
castrense y los peligros que para la disciplina del Ejército tienen la falta de interior

Alerto 2001
satisfacción y el estado de inquietud moral y material que se percibe, sin palmaria
exteriorización, en los cuerpos de oficiales y suboficiales. Las recientes disposiciones
que reintegran al Ejército a los jefes y oficiales sentenciados en Cataluña, y la más
moderna de destinos antes de antigüedad y hoy dejados al arbitrio ministerial, que
desde el movimiento militar de junio del 17 no se habían alterado, así como los recientes
relevos, han despertado la inquietud de la gran mayoría del Ejército. Las noticias de los
incidentes de Alcalá de Henares con sus antecedentes de provocaciones y agresiones por
parte de elementos extremistas, concatenados con el cambio de guarniciones, que
produce, sin duda, un sentimiento de disgusto, desgraciada y torpemente exteriorizado,
en momentos de ofuscación, que interpretado en forma de delito colectivo tuvo
gravísimas consecuencias para los jefes y oficiales que en tales hechos participaron,
ocasionando dolor y sentimiento en la colectividad militar. Todo esto, excelentísimo
señor, pone aparentemente de manifiesto la información deficiente que, acaso, en este
aspecto debe llegar a V. E., o el desconocimiento que los elementos colaboradores
militares pueden tener de los problemas íntimos y morales de la colectividad militar. No
desearía que esta carta pudiese menoscabar el buen nombre que posean quienes en el
orden militar le informen o aconsejen, que pueden pecar por ignorancia; pero sí me
permito asegurar, con la responsabilidad de mi empleo y la seriedad de mi historia, que
las disposiciones publicadas permiten apreciar que los informes que las motivaron se
apartan de la realidad y son algunas veces contrarias a los intereses patrios, presentando
al Ejército bajo vuestra vista con unas características y vicios alejados de la realidad.
Han sido recientemente apartados de sus mandos y destinos jefes, en su mayoría, de
historial brillante y elevado concepto en el Ejército, otorgándose sus puestos, así como
aquellos de más distinción y confianza, a quienes, en general, están calificados por el
noventa por ciento de sus compañeros como más pobres en virtudes. No sienten ni son
más leales a las instituciones los que se acercan a adularlas y a cobrar la cuenta de
serviles colaboraciones, pues los mismos se destacaron en los años pasados con
dictadura y monarquía. Faltan a la verdad quienes le presentan al Ejército como
desafecto a la República; le engañan quienes simulan complots a la medida de sus
turbias pasiones; prestan un desdichado servicio a la patria quienes disfracen la
inquietud, dignidad y patriotismo de la oficialidad, haciéndoles aparecer como símbolos
de conspiración y desafecto. De la falta de ecuanimidad y justicia de los poderes
públicos en la administración del Ejército en el año 1917 surgieron las Juntas Militares
de Defensa. Hoy pudiera decirse virtualmente, en un plano anímico, que las Juntas
Militares están hechas.
Los escritos que clandestinamente aparecen con las iniciales de U. M. E. y U. M. R.
A. son síntomas fehacientes de su existencia y heraldo de futuras luchas civiles si no se
atiende a evitarlo, cosa que considero fácil con medidas de consideración, ecuanimidad
y justicia. Aquel movimiento de indisciplina colectivo de 1917, motivado, en gran parte,
por el favoritismo y arbitrariedad en la cuestión de destinos, fue producido en
condiciones semejantes, aunque en peor grado, que las que hoy se sienten en los
cuerpos del Ejército. No le oculto a V. E. el peligro que encierra este estado de
conciencia colectivo en los momentos presentes, en que se unen las inquietudes
profesionales con aquellas otras de todo buen español ante los graves problemas de la
patria.

Alerto 2001
Apartado muchas millas de la Península, no dejan de llegar hasta aquí noticias, por
distintos conductos, que acusan que este estado que aquí se aprecia existe igualmente,
tal vez en mayor grado, en las guarniciones peninsulares e incluso entre todas las
fuerzas militares de orden público.
Conocedor de la disciplina, a cuyo estudio me he dedicado muchos años, puedo
asegurarle que es tal el espíritu de justicia que impera en los cuadros militares que
cualquier medida de violencia no justificada produce efectos contraproducentes en la
masa general de las colectividades al sentirse a merced de actuaciones anónimas y de
calumniosas delaciones.
Considero un deber hacerle llegar a su conocimiento lo que creo una gravedad
grande para la disciplina militar, que V. E. puede fácilmente comprobar si
personalmente se informa de aquellos generales y jefes de cuerpo que, exentos de
pasiones políticas, vivan en contacto y se preocupen de los problemas íntimos y del
sentir de sus subordinados.
Muy atentamente le saluda su affmo. y subordinado,
Francisco Franco

La carta de Franco a Casares Quiroga no tuvo contestación. No la


tuvo porque no había voluntad de satisfacer las sugerencias de Franco:
alejar del Gobierno a los militares colaboracionistas con el Ejecutivo,
restituir a los comprometidos en el alzamiento en puestos relevantes
de la milicia, al menos a parte de ellos. No hubo respuesta porque no
temían un golpe militar, sino todo lo contrario: era una oportunidad
para aplastar toda disidencia.

ANÁLISIS DE LA CARTA

Según Paul Preston, esta carta de Franco a Casares Quiroga es una


«obra maestra de ambigüedad». Por el contrario, Bennasar (2005, 69)
opina que era una propuesta velada de pacto, pero que ya era inviable
a esas alturas, porque Franco no tenía atribuciones para erigirse en
portavoz de los demás conjurados y, de todas formas, el pacto no
hubiera sido respetado por el Gobierno del Frente Popular, que iba por
otros derroteros muy diferentes.
Estimo que esta carta ha sido desde siempre mal interpretada.
Franco pretendía varios objetivos con la misiva, como se desprende de
su detenido análisis y los hechos posteriores. Entre ellos no estaba la
ambigüedad sobre su lealtad o deslealtad, pues habría sido motivo
suficiente para su destitución o arresto.
Los objetivos de Franco seguramente fueron estos:

Alerto 2001
1. Desviar la atención sobre una posible conjura militar contra el
Gobierno del Frente Popular. Siendo conocedor de que no
habrían pasado desapercibidos los movimientos conspiratorios
entre los políticos, trató de desviarlos temporalmente hacia
cuestiones meramente profesionales y disposiciones políticas
arbitrarias, haciendo ver que eran las que ocasionaban las
tensiones en las salas de banderas.
2. Atribuía gran parte de la responsabilidad a las nuevas
organizaciones militares (UME y UMRA) que actuaban a la
manera de las disueltas Juntas de Defensa, consideradas
nefastas para la disciplina.
3. Intentaba sembrar dudas y recelos sobre sus asesores
militares, porque eran opuestos al alzamiento.
4. Protestaba por los cambios innecesarios y contraproducentes
de militares muy cualificados, tratando de evitarlos o
reducirlos con vistas al previsible alzamiento.
5. Trataba también de ganarse la confianza de Casares Quiroga
con las confidencias que le transmitía, pero se abstenía de dar
ninguna pista sobre la conspiración y los militares implicados.
Dejó bien claro que su destino era excéntrico y lejano como
para realizar alguna intentona, todo con la intención de poder
tener libertad de acción cuando llegara el momento oportuno.

La carta no era una obra maestra de ambigüedad, sino de astucia.


Franco ya estaba decidido, pero, siempre prudente, sabía que era
difícil, que el éxito no estaba asegurado y que había que esperar el
momento propicio. Por eso el mensaje a Mola del 12 de julio:
«Geografía poco extensa». No negaba la necesidad del alzamiento ni
su implicación, pero indicaba que no se daban las condiciones
necesarias para el éxito de la sublevación.

OTRAS CARTAS

Franco mantenía una correspondencia cifrada con otros militares a


propósito de la posible acción. Destacan dos cartas por su
singularidad: una al coronel Campins, su antiguo jefe de estudios en la
Academia General Militar, y otra al coronel Martín Moreno, su antiguo
jefe de Estado Mayor cuando mandó el Ejército del Norte de África.

Alerto 2001
Ambas cartas pedían colaboración en caso que el Ejército se viera
obligado a intervenir para salvar a España.
Campins acababa de ser ascendido, en mayo, a general de brigada
por Casares Quiroga, ministro de la Guerra, y estaba en expectativa de
destino. La contestación a la carta fue que no era partidario de la
intervención del Ejército, que solo debía limitarse a recibir órdenes del
Gobierno de turno, y expresaba su lealtad al Gobierno de la República.
Fue destinado a Granada como comandante militar y jefe de una
brigada de infantería pocos días antes del 18 de julio.
El coronel Martín Moreno contestó que si Franco intervenía y se
presentaba en Tetuán, él se pondría inmediatamente a sus órdenes,
«pero solo a las suyas» (Salgado-Araujo, 1977, 147).

EL ALZAMIENTO

El 13 de julio de 1936 se produjo el asesinato del diputado opositor


José Calvo Sotelo por la escolta personal del dirigente socialista
Indalecio Prieto, hecho que decidió a Franco pasar a la acción, porque
era un punto de no retorno. Existía el riesgo de que los comunistas se
adelantaran y ganaran la mano.
Crozier (1969, 1, 246) comenta acertadamente: «Es difícil, quizá,
comparar la enormidad de este hecho, pues resulta casi imposible
trasladarlo a otro país y a diferentes circunstancias ¿Sir Alec Douglas
Home, raptado y asesinado por detectives del Servicio Especial? ¿El
senador Robert Kennedy, raptado y asesinado por el FBI?».
No era el único que pensaba que se había alcanzado el punto de
no retorno; también desde el otro bando pensaron lo mismo. El
asesino de Calvo Sotelo, el capitán de la Guardia Civil Condés, le
comunicó a Indalecio Prieto este hecho y le aseguró que estaba
dispuesto a suicidarse, a lo que el líder socialista le contestó:
«Suicidarse sería una estupidez. Van a sobrarle ocasiones de sacrificar
heroicamente su vida en la lucha, que de modo ineludible comenzará
pronto, dentro de días o dentro de horas» (Bullón, 2004, 686).
Franco era consciente de que el alzamiento conduciría a una
guerra larga, difícil y cruenta. Así se lo comentó a su ayudante y primo:
«Va a ser sumamente difícil y sangriento. Debes comprender que
apenas tenemos Ejército, que la intervención de la Guardia Civil se
anuncia muy dudosa, y entre los generales, jefes y oficiales hay

Alerto 2001
muchos que han de estar al lado del poder constituido; unos, por ser
ello más cómodo y otros, por convencimiento de ideales» (Platón,
2018, 156). Poco después, se lo volvió a confirmar a Bolín, su
compañero de viaje desde Canarias a Tetuán: «El general no abrigaba
la ilusión de un posible triunfo rápido sobre las huestes del Frente
Popular. Los factores en contra eran muchos. […] Sentía fuertes dudas
sobre la actitud de ciertos sectores de la Marina de Guerra. Recelaba
de parte de la marinería y de las clases» (Platón, 2018, 482).
El alzamiento se inició, de forma precipitada, el 17 de julio en
Melilla al ser descubierta la conspiración. Los militares
comprometidos se lanzaron a la acción al conocer la noticia, como lo
habían acordado, en la reunión de Madrid del 8 de marzo: «En el caso
de que una guarnición saltase, no dejarla abandonada y desencadenar
los acontecimientos».
El mensaje de que el alzamiento se había iniciado y triunfado en
Melilla le llegó a Franco por telegrama a las tres de la madrugada del
día 18. Se vistió y rápidamente entró en acción, mientras que otros
esperaron a ver la evolución de los acontecimientos, a veces con
resultados trágicos para ellos. Desde el punto de vista militar, fue
reflexivo en el planeamiento y veloz en la ejecución.
Acompañado del general Orgaz, se dirigió hacia la Comandancia
Militar, una vez allí, envió el siguiente telegrama:
Gloria al heroico Ejército de África. España sobre todo. Recibid el saludo entusiasta de
estas guarniciones que se unen a vosotros y demás compañeros de la Península en estos
momentos históricos. Fe ciega en el triunfo. Viva España con honor. General Franco.

Este telegrama dirigido a todas las divisiones orgánicas y


comandancias militares de importancia tenía como objetivo evidenciar
públicamente que Franco estaba con los sublevados y convencido de
que su decisión, como sucedió, animaría a otros muchos militares a
adherirse al alzamiento.
El general Segismundo Casado, del Ejército Popular de la
República, se pronunció en toda regla el 4 de marzo de 1939 contra el
Gobierno comunista de Negrín, con la gran paradoja de que lo hizo
invocando las mismas razones que los alzados en julio de 1936, y
decretó la supresión de la estrella roja de cinco puntas para sus tropas
el 17 de marzo de 1939 con el pretexto de que no tenía significación

Alerto 2001
jerárquica (Díaz-Plaja, 1975, 617).
El jefe de Gobierno, Casares Quiroga, que no se había dignado
contestar a la carta que le envió Franco, intentó hablar personalmente
con él a primeras horas del día 18, pero Franco no se puso al teléfono.
Era demasiado tarde; ya no era el momento de hablar, sino de la
acción.
Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes, por encargo de
Azaña, telefoneó a varios jefes militares alzados con la intención de
que depusieran su actitud. Consiguió hablar con Franco, quien le
aseguró que el alzamiento no iba contra la República, sino contra el
Gobierno del Frente Popular, pero se negó en rotundo a deponer su
actitud, lo que además hubiera sido una ingenuidad; otra Sanjurjada.
La adhesión militar a la proclamación del estado de guerra
ordenada por Franco fue mayoritaria en Canarias. Sin embargo, la
Guardia Civil y la de Asalto se mantuvieron fieles al Gobierno del
Frente Popular. La situación era muy comprometida, porque la tropa
de reemplazo era muy bisoña, y las organizaciones políticas y
sindicalistas, de corte marxista, movilizaron rápidamente a sus
seguidores. Los peligros de una confrontación seria eran muy graves.

FRANCO EN TETUÁN

La incorporación de Franco a Tetuán desde Canarias para hacerse


cargo del mando de las tropas africanas fue una operación de alto
riesgo. El avión Dragon Rapide, desprovisto de radio, tuvo que
aterrizar en Agadir y Casablanca, de noche y con malas condiciones de
visibilidad, donde Franco pernoctó y estuvo a merced de las
autoridades francesas, que no estaban avisadas de su presencia y
podían detenerle. El despegue de Casablanca se realizó a las cinco de
la mañana del domingo 19 de julio, cuando ya se acercaba un grupo de
policías y aduaneros franceses.
El avión alcanzó el aeródromo militar de Sania Ramel, en Tetuán,
y al sobrevolarlo vio la figura del coronel Sáenz de Buruaga, apodado
el Rubito por sus compañeros, señal de que el alzamiento había
triunfado en Tetuán. Aterrizó y Buruaga le dio la contraseña acordada:
«Sin novedad en Tetuán, mi general». Franco fue nombrado
inmediatamente jefe del Ejército de África.
El aeródromo de Tetuán estaba al mando del primo hermano de

Alerto 2001
Franco, el comandante Ricardo de la Puente, el mismo que mandaba
la base aérea de León cuando estalló la Revolución de Asturias, y fue
cesado por resistirse a obedecer al Gobierno de la República. El nuevo
Gobierno del Frente Popular lo había recompensado dándole el mando
del estratégico aeródromo militar de Tetuán.
El comandante De la Puente no solo había opuesto una tenaz
resistencia a las fuerzas alzadas en Tetuán en la noche 17 de julio, con
sensibles bajas para los atacantes, sino que había saboteado los
aviones, perforando los depósitos de combustible. Su acción obedecía
las órdenes del Gobierno de Madrid, pero iba contra la declaración del
estado de guerra de los alzados, a los que puso en peligro de fracasar,
con las correspondientes catastróficas consecuencias para ellos.
Fue sometido a un consejo de guerra sumarísimo y condenado a
muerte. Franco, como jefe del Ejército de África, era el responsable de
aprobar la sentencia. La postura era muy delicada y comprometida
tanto desde el punto de vista personal como militar, porque los
oficiales de la guarnición tetuaní estaban muy soliviantados. La
solución fue salomónica: Franco entregó provisionalmente el mando,
alegando el grado de parentesco con el acusado, que pasó al general
Orgaz, quien confirmó la condena a muerte, que fue ejecutada.
El Gobierno del Frente Popular estuvo obsesionado por los
combates en la Sierra de Madrid, la amenaza más próxima, pero no la
más peligrosa, mientras Franco supo aprovechar este error de
valoración, porque consideraba que era vital para ganar la guerra
asegurar las comunicaciones entre las dos orillas del Estrecho, aunque
fuese por un débil y frágil puente aéreo, y asentar una sólida base de
operaciones en la Andalucía occidental.
Franco, conocedor de la importancia del poder aéreo en la guerra
moderna y de su debilidad entre los alzados, rápidamente hizo las
gestiones oportunas para obtener aviones en Italia y Alemania, únicos
lugares donde podía conseguirlos con la urgencia necesaria.

BALANCE

Es bien cierto que Franco estuvo prudentemente indeciso, porque


consideraba que no se daban las condiciones adecuadas para el
alzamiento y para que este triunfase, pero cuando al fin actuó fue de
forma decidida y sin posibilidades de dar marcha atrás o de entablar

Alerto 2001
unas negociaciones que habrían sido una ingenuidad: solo las armas
decidirían el resultado.
Considerar que Franco fue un oportunista no tiene sentido. En
julio de 1936, las probabilidades de éxito del Gobierno del Frente
Popular eran muy superiores a las de los alzados, lo que evidencia que
no jugó a caballo ganador, sino todo lo contrario. Demostró tener unos
ideales patrióticos por encima de intereses personales, como el resto
de los militares alzados, porque tenían mucho que perder y poco que
ganar. Que después, de forma azarosa y tras una incierta guerra civil,
fuese jefe de los Ejércitos nacionales (Generalísimo), jefe de Gobierno
y de Estado es ya otra historia.
El prestigio personal de Franco, en lo moral y como garantía
militar de éxito, inclinó a muchos indecisos a sumarse al alzamiento.
El golpe planeado y dirigido por el general Mola fracasó, tal y
como estaba planeado, y dejó a los sublevados en una situación
comprometida. Franco fue el que salvó la situación.
Es indudable, por otro lado, que el general Franco no tuvo
ninguna responsabilidad en el Estado ni en el Gobierno de las
convulsiones políticas y sociales que condujeron a que se produjera el
alzamiento y se entrara en una guerra civil, pues habría ocurrido con
Franco o sin él.

Alerto 2001
9
LA GUERRA CIVIL

El general Mola diseñó un golpe de Estado de rápida resolución, cuyo


objetivo fundamental era apoderarse de la capital como centro de
gravedad político. Es bien sabido que no fue así y que los sublevados
estaban territorialmente separados en dos grandes núcleos. El general
Mola al norte, con fuerzas de reemplazo, poco adiestradas, mal
equipadas y con escasa cohesión. Franco en África, con tropas
aguerridas, cohesionadas y bien equipadas. El resto eran núcleos más
o menos aislados sin posibilidades de supervivencia si no eran
socorridos rápidamente: Sevilla, Córdoba, Granada, Alcázar de Toledo,
Oviedo, Gijón, Málaga, Almería, Albacete, etc.
Es curioso que en los mapas de los libros de historia sobre la
situación táctica de la Península en el momento de iniciarse la guerra
se incluyan los principales enclaves nacionales de Oviedo, Sevilla y
Córdoba y generalmente se olviden de Granada, que tuvo gran
relevancia.

EL LIDERAZGO INICIAL DE FRANCO

Franco era el único jefe alzado que contaba con una masa de maniobra
eficaz para emprender acciones ofensivas de cierta entidad, pero se
encontraba en el Norte de África, y el grueso de la escuadra estaba del
lado gubernamental y bloqueaba el estrecho de Gibraltar.
Llegado a Tetuán, mantuvo la iniciativa para no perder la libertad
de acción: gestionó la compra de material de guerra (especialmente de
aviones) en Italia y Alemania, organizó un puente aéreo para reforzar
Sevilla y Granada y forzó un convoy marítimo para que más fuerzas
cruzaran el estrecho de Gibraltar. Gracias a esta rapidez de ejecución
salvó la apurada situación de Queipo de Llano en Sevilla, aseguró la

Alerto 2001
capital granadina para su causa y pudo organizar una base de
operaciones en el sur de la Península.
La muerte accidental del general Sanjurjo dejó a los alzados sin su
jefe previsto, por lo que estos decidieron, el 21 de julio, constituir una
Junta de Defensa Nacional. Su primera medida fue designar a Franco
jefe del Ejército de Marruecos y del Sur de España y a Mola jefe del
Ejército del Norte. La 2.ª División Orgánica en Sevilla, mandada por
Queipo de Llano, quedó subordinada a Franco. Este se incorporó a la
junta el 11 de agosto, cuando sus fuerzas ocuparon Mérida y unieron
los dos territorios en poder de los nacionales.
La situación del resto de las fuerzas sublevadas era cada vez más
desesperada. El general Mola consideraba la opción de abandonar los
puertos de la Sierra de Madrid a la vista de su precaria situación y
replegarse a la línea del río Duero. Mola consultó con Franco y este
impuso la necesidad de mantener las posiciones a toda costa y sin idea
de retroceso. Es significativo que esta consulta del director del
Alzamiento se realizara el 25 de julio, cuando Franco estaba todavía en
África, y que prevaleció su opinión, lo que demuestra el prestigio y
ascendencia que ya tenía entre el resto de los generales alzados.
Ante la inminente invasión de la isla de Mallorca por fuerzas
obedientes al Gobierno catalán, un serio peligro, Franco instó, el 29 de
julio y desde Marruecos, al jefe de la guarnición a tomar medidas para
la defensa. Su plan a tal efecto estaba intacto en un cajón de la mesa
del que fuera su despacho en Baleares, y con él tuvo éxito la defensa.
El 30 de julio y los días 2, 3 y 7 de agosto dirigió sendos mensajes,
animando a la defensa y dando instrucciones para la misma, lo que
confirma sus capacidades de iniciativa y de liderazgo, porque las islas
Baleares no estaban bajo su jurisdicción.
Franco llegó a Sevilla el 6 de agosto para establecer su cuartel
general en el palacio de Yanduri. Se hizo directamente cargo de la
marcha sobre Madrid, que se organizó sin solución de continuidad, y
al objeto de no perder la iniciativa, lanzando columnas a vanguardia
conforme estuvieran disponibles. Franco, además del mando de las
fuerzas africanas, también mandó las fuerzas que se le fueron
agregando en su avance sobre la capital.
El paso del Estrecho por gran parte de las fuerzas africanas
aumentó considerablemente el protagonismo de Franco, que todavía

Alerto 2001
fue mayor cuando situó su cuartel general en Sevilla, lo que además
eclipsó el protagonismo del general Queipo de Llano. El 26 de agosto
la Junta de Defensa designó a Franco jefe de las fuerzas militares de
Marruecos y del Ejército expedicionario, mientras que Queipo se
independizaba como jefe de las fuerzas que operaban en Andalucía y
se quedaba con un frente secundario.

FRANCO, ELEGIDO CAUDILLO

Los mandos militares alzados en la Península constituyeron el 25 de


julio una Junta de Defensa Nacional presidida por el general Miguel
Cabanellas e integrada por cuatro generales (Saliquet, Ponte, Mola y
Dávila) y dos coroneles (Montaner y Moreno Calderón). Ni Franco ni
Queipo de Llano, separados geográficamente de Burgos, estaban
incluidos: bastantes responsabilidades tenían con resolver sus propios
problemas.
El sistema de mando colegiado era bueno para salir del paso, pero
contraproducente a corto plazo, porque iba directamente contra el
principio fundamental del arte de la guerra: el de unidad de mando y
por ende de acción de conjunto. El 1 de octubre Franco fue elegido, en
el aeródromo militar de San Fernando de Salamanca, Generalísimo
(general de generales) de las Fuerzas Nacionales con todos los votos de
los componentes de la Junta de Defensa, excepto el del general
Cabanellas.
Los generales que se barajaron para la jefatura única de los
alzados fueron Cabanellas, Queipo de Llano, Franco y Mola. Franco,
prudente, se mantuvo a la expectativa y, según Kindelán (1981, 30), no
se postuló para ostentar el mando único de las fuerzas nacionales:
«Podían considerarse con derecho Queipo, Mola y Franco; este era el
más ponderado y el de mayor prestigio en el Ejército».
Franco venía acompañado de su vieja fama de guerrero
invencible, y las recientes victorias le seguían avalando. Además, era el
menos significado políticamente y estaba respaldado por el Ejército de
África, sin duda el más poderoso y efectivo. Todos aceptaron la
designación de Franco como jefe único, hasta los más reticentes; lo
acataron por disciplina y porque todos estaban convencidos de que era
la mejor, quizá la única solución para alcanzar la victoria.
Mola comunicó a su acompañante de confianza, al salir de la

Alerto 2001
reunión, que se había tomado la decisión de establecer un mando
único. El interlocutor dio por hecho que el designado era el propio
general Mola, pero este replicó: «¿A mí? ¿Por qué? A Franco» (Vigón,
1957, 254).
Los generales Cabanellas y Queipo de Llano fueron los únicos, por
motivos diferentes, que opusieron alguna resistencia. El primero
porque no era partidario del mando único, y el segundo por razones de
prestigio personal, pero no tuvieron más remedio que aceptar el
acuerdo del consejo. Sus desavenencias personales con el ya
Generalísimo quedaron plasmadas en sus documentos. Queipo afirmó
a pesar de lo anterior: «Elegimos a Franco porque con Mola […] se
hubiera perdido de la guerra. Y yo […] estaba completamente
desacreditado» (Semprún, 2000, 68).
El empleo militar de Generalísimo, el más alto de la milicia, que
ya habían tenido antes Godoy y Espartero, le daba el mando pleno de
todos los ejércitos en paz o en guerra. Así, la unidad de mando política
y militar estaba asegurada. No se puede decir lo mismo del Gobierno
del Frente Popular ni de sus fuerzas armadas, que tuvieron fuertes
disensiones, a veces sangrientas, entre socialistas, anarquistas y
comunistas. Tampoco se deben olvidar las actuaciones autónomas de
los ejércitos vasco y catalán.
El general Millán Astray, fundador de la Legión, fue el principal
instigador e instrumento para centrar en la figura de Franco, como
caudillo, la figura representativa de la España nacional y para facilitar
el esfuerzo de propaganda de guerra. Así lo proclamó desde el balcón
del palacio de los Golfines en Cáceres, donde Franco había situado su
cuartel general, el 20 de agosto de 1936 (Togores, 2003, 354).
Existe controversia sobre si Franco fue nombrado por la Junta de
Defensa jefe de Gobierno solamente, o sobre si el nombramiento de
jefe de Estado fue una decisión unilateral suya. El Generalísimo no
estimó necesario refutarlo en público, pero afirmó posteriormente lo
siguiente (Aznar, 1975, 139):
Yo no solicité ser elegido. Nadie me vio poner en marcha la menor gestión en tal
sentido. […] Los generales convocados […] decidieron nombrarme jefe de Estado; sobre
esto, nunca tuve la menor duda. Cualquiera que hubiese tenido otros propósitos o
tratara de confiarme responsabilidades de menor significación, debió haber hablado allí
muy clara y concluyentemente. […] Pero me interesa repetir que de todos modos,
insisto, no hubiese contado con mi aceptación ningún mando político acompañado de

Alerto 2001
condiciones.

La definición de caudillo es: «El que guía, manda y rige la gente


de guerra, siendo su cabeza, y como a tal todos obedecen». Procede del
castellano antiguo cabdiello, y se usa desde el siglo XII. Es un vocablo y
concepto que estaba arraigado y era grato en la milicia, al menos desde
las Partidas de Alfonso X el Sabio, aunque no fuera un grado ni un
militar. También las revistas profesionales militares hacían uso
regular de ese vocablo con el mismo sentido, como demuestra un
artículo publicado en la ceutí Revista de Tropas Coloniales en junio de
1924 bajo el título de «El Caudillo de Xexauen» para homenajear al
general Dámaso Berenguer
Franco ya había sido señalado repetidamente como caudillo
militar. Esa misma revista publicó en su número de marzo de 1925 un
artículo del político conservador Antonio Goicoechea, que fue ministro
con Alfonso XIII, que no dudaba en alabar a Franco como jefe militar
africanista con esta frase: «Por su juventud, por su historia, por su
triunfal carrera, el nuevo coronel Franco es un hijo del ambiente
militar de la Legión y un singularísimo prototipo de ella. […] El
soldado, audaz, se ha convertido en un caudillo».
Sus compañeros de promoción le ofrecieron un homenaje en la
Academia de Infantería del Alcázar de Toledo el 10 de marzo de 1926
con motivo de su ascenso al generalato. Allí le entregaron un
pergamino en el que premonitoriamente ya le consideraron como su
caudillo y le compararon con varios caudillos históricos:
Cuando el paso por el mundo de la actual generación no sea más que un comentario
breve en el libro de la Historia, perdurará el recuerdo de la epopeya sublime que el
Ejército Español escribió en esta etapa del desarrollo de la vida de la Nación. Y los
nombres de los caudillos más significados se encumbrarán gloriosos, y sobre todos ellos
se alzará triunfante el del general don Francisco Franco Baamonde para lograr la altura
que alcanzaron otros ilustres hombres de guerra, como Leiva, Mondragón, Valdivia y
Hernán Cortés, y a quien sus compañeros tributan este homenaje de admiración y
afecto por patriota, inteligente y bravo.

Indalecio Prieto dijo de Franco en un discurso en Cuenca en abril


de 1936: «Franco, por su juventud, por sus dotes, por la red de
amistades en el Ejército, es el hombre que, en un momento dado,
puede acaudillar un movimiento de este género» (Platón, 2018, 51).
Según el historiador Guillermo Rocafort (2014, 61), el

Alerto 2001
procedimiento seguido por la Junta de Defensa fue una especie de
Consejo Almogávar:
[…] se reunieron los jefes militares de la sublevación a debatir y decidir
democráticamente cómo actuar en la Guerra. Reaparece así el concepto de «democracia
militar», tan arraigado en la España Medieval, por herencia germánico-visigótica, donde
se valora el mérito y la capacidad frente a los intereses partidistas. Los «pares», esto es,
los iguales en mando y responsabilidad, se reúnen y eligen democráticamente el
primero de octubre de 1936 al «primus inter pares», al Generalísimo de los Ejércitos, el
llamado a convertirse en el primero de todos los adalides o caudillos almogávares del
siglo XX.

Esta inveterada tradición había sido previamente recogida en la


Segunda Partida del rey castellano Alfonso X, redactada sobre el año
1265, que trataba sobre asuntos y usos de la guerra:
Ley 11: Acaudillamiento según dijeron los antiguos es la primera cosa que los hombres
deben hacer en tiempo de guerra, pues si este es hecho como debe, nacen de ello tres
bienes: el primero, que los hace ser unos; y segundo, que los hace ser vencedores y llegar
a lo que quieren; el tercero, que los hace tener por bienandantes y por de buen seso y
además, por el buen acaudillamiento vencen muchas veces los pocos a los muchos y
hace cobrar otrosí a vencer a los que son vencidos.
Ley 5: Almocadenes llaman ahora a los que antiguamente solían llamar caudillos
de las peonadas y estos son muy provechosos en las guerras; y en lugar pueden entrar
los peones y cosas acometer, que no lo podrían hacer los de a caballo. Y por ello cuando
hubiere allí algún peón que quiera ser almocadén, ha de hacer de esta manera: venir
primeramente a los adalides y mostrarles por cuáles razones tiene que merecerse de
serlo; entonces ellos deben llamar doce almocadenes y hacerles jurar que digan la
verdad si aquel que quiere ser almocadén es hombre que tiene en sí estas cuatro cosas:
la primera que sea sabedor de guerra y de guiar los que con él fueren; la segunda, que
sea esforzado para acometer los hechos y esforzar a los suyos; la tercera que sea ligero,
pues esta es cosa que conviene mucho al peón para poder pronto alcanzar lo que
hubiese de tomar, y otrosí para saberse guarecer cuando le fuese gran menester; la
cuarta es que debe ser leal para ser amigo de su señor y de las compañías que
acaudillarse. Y esto conviene que tenga en todas maneras el que fuere caudillo de
peones.

Franco se tituló «Francisco Franco, Caudillo de España por la


gracia de Dios». Así consta en sus monedas de curso legal desde el año
1947. No existía autoridad terrenal en España más alta que la suya, y
señalaba claramente que su mandato no era provisional.

LA CONDUCCIÓN ESTRATÉGICA DE LA GUERRA

Alerto 2001
La conducción de la guerra la llevó Franco, especialmente desde del 1
de octubre de 1936, tanto a nivel político como estratégico. La
ejecución de las operaciones, planificadas con su Estado Mayor, las
delegó en sus generales jefes de Ejército. La estrategia a seguir se la
expuso el Generalísimo al embajador italiano en marzo de 1937
(Crozier, 1969, 1, 356):
La táctica para la guerra española está en función de la política que acabo de exponer.
Necesito etapas graduales y proporcionadas a los medios de que dispongo. […] Ocuparé
ciudad tras ciudad, pueblo tras pueblo, línea de ferrocarril tras línea de ferrocarril. Las
ofensivas detenidas ante Madrid me han enseñado que debo abandonar los programas
de liberación total, grandiosa e inmediata. Región tras región, éxito tras éxito: las
poblaciones del otro lado lo comprenderán y sabrán esperar. No habrá razonamiento
alguno que me aparte de este programa gradual; puede ser que alcance menos gloria,
pero tendré más paz interior. Después de cada uno de mis éxitos disminuirá el número
de rojos que tengo ante mí y también detrás de mí. Así planteadas las cosas, esta guerra
civil podrá durar todavía un año, dos o quizá tres…

La Historia, con mayúscula, le dio la razón.


La valoración de un jefe militar en una contienda hay que hacerla
forzosamente analizando su actuación desde el punto de vista de los
principios fundamentales del arte de la guerra. Aunque los tratadistas
militares no han estado de acuerdo en concretar estos principios
esenciales, nosotros haremos hincapié en la voluntad de vencer, la
unidad de mando, la acción de conjunto, la libertad de acción y la
capacidad de ejecución.
Franco supo mantener un equilibrio entre la defensiva y la
ofensiva, teniendo en cuenta la economía de medios, que le permitió
retener siempre la libertad de acción. Su concepto estratégico lo
plasmó con el empeño de su masa de maniobra, lo que ejecutó de
forma flexible, sin concepciones rígidas, adaptándose a la situación y
aprovechándose de los errores del enemigo.
Es indudable que en el otro bando no hubo estrategas de su nivel,
y los que intentan afirmar lo contrario tienen que retorcer los
argumentos hasta extremos esperpénticos. Para encontrar casos
similares en nuestra historia, habría que remontarse a los tiempos en
que los reyes iban a la guerra, quizá con Carlos I, o a los Reyes
Católicos y algunos monarcas medievales.

Alerto 2001
LA VOLUNTAD DE VENCER

Todos los tratadistas militares coinciden, de forma unánime, que el


principio más importante del arte de la guerra es la voluntad de
vencer, que se define como el firme propósito de jefes y tropas de
imponerse al enemigo en cualquier situación, por desfavorable que
esta sea. Implica fe en el triunfo, codicia y tenacidad para alcanzarlo y
actividad insuperable en su ejecución.
Es indudable que cuando Franco llegó a Tetuán el alzamiento
había fracasado como tal, y las fuerzas alzadas estaban separadas, en
situación muy comprometida y en algunos casos desesperada. Así se lo
manifestó Franco el 19 de julio al señor Bolín en su viaje hacia Tetuán
desde Las Palmas: «El enemigo no puede vencernos. […] La guerra
durará más de los que muchos piensan, pero al final la victoria será
nuestra» (Platón, 2018, 482).
Solamente las tropas de África estaban cohesionadas y tenían
capacidad de combate, pero estaban aisladas al tener el Gobierno de
Madrid el control marítimo del estrecho de Gibraltar.
Sin embargo, Franco siempre tuvo la voluntad de vencer, que
supo imponer a sus mandos subordinados y a sus tropas en general,
aun en las ocasiones más desfavorables, como fueron las del principio
de la contienda. Esta voluntad fue afirmándose y acrecentándose
conforme avanzaba la guerra y las victorias eran palpables con la
liberación de nuevos territorios.
Franco impuso este concepto desde el primer momento con la
consigna de fe ciega en el triunfo, que se repitió de continuo durante
toda la guerra. La voluntad de vencer está basada también en el
convencimiento de que se lucha por una causa justa, algo que reforzó
de manera efectiva la carta colectiva del Episcopado español a los
obispos de todo el mundo del 1 de julio de 1937 explicando las razones
del alzamiento y los fines de la guerra.
La vergonzante marcha del Gobierno de Madrid a Valencia ante la
amenaza de las columnas nacionales no fue un buen ejemplo para
mantener la moral de los suyos, a pesar de su cínico comunicado: «El
cambio de residencia del Gobierno no marca en las alteraciones de la
guerra una etapa de abandono ni de retroceso, sino, al contrario, un
nuevo impulso para la lucha final».
Para mantener la voluntad de vencer entre sus tropas, conforme la

Alerto 2001
situación táctica le era cada vez más desfavorable, el otro bando tuvo
que imponerla a base de duras represalias, incluidos fusilamientos
sumarios, procedimientos que en muchas ocasiones fueron
contraproducentes, porque era preferible pasarse a los nacionales o
dejarse hacer prisionero antes que afrontar los severos castigos con los
que estaban amenazados.
El desmoronamiento general se produjo en marzo de 1939,
cuando el Ejército de Extremadura se replegó sin combatir y grandes
contingentes de tropas abandonaron los frentes en los ejércitos de
Levante y Andalucía. La flota dejó Cartagena y se internó en Argel.

UNIDAD DE MANDO Y ACCIÓN DE CONJUNTO

La acción de conjunto es la concurrencia a un mismo fin de cuantos


elementos intervienen en la lucha. La unidad de mando y la acción de
conjunto están estrechamente ligadas. No puede darse la segunda sin
la primera, pero no siempre se da al revés por falta de competencias o
por incompetencia del que ejerce la unidad de mando.
Casi todos los generales alzados eran conscientes de que todo
estaba en juego y estaban convencidos de la necesidad imperiosa de la
unidad de mando. Solo el general Cabanellas se opuso con el
argumento de que «una guerra lo mismo puede ser dirigida por un
generalísimo que por un directorio o por un comité». El general
Kindelán le contestó con la opinión que prevaleció: «En efecto, existen
esos dos modos de dirigir las guerras. Con el primero se ganan, con el
segundo se pierden».
El general Kindelán propuso la instauración de una regencia
monárquica, a lo que Franco se opuso, porque debilitaría la unidad del
mando nacional, pues se opondrían los tradicionalistas, los falangistas
y los militares republicanos alzados, que no eran pocos.
El 31 de diciembre de 1936 la aviación del Gobierno del Frente
Popular bombardeó Salamanca en un intento sin éxito de destruir o
neutralizar el cuartel general del Caudillo.
El 19 de abril de 1937 Franco decretó la unificación de la Falange
Española y el Tradicionalismo, así como todas las demás fuerzas
políticas adheridas al alzamiento militar.
El Generalísimo restableció el cargo de capitán general del
Ejército y de la Armada por decreto del 18 de julio de 1938. Había sido

Alerto 2001
suprimido por el Gobierno de la República en 1931. Asimismo,
restableció los empleos de teniente general y almirante por ley del 11
de abril de 1939.
Franco supo impedir el enfrentamiento entre el Ejército y los
partidos del Movimiento (Falange y Tradicionalistas), así evitó los
violentos choques que tuvieron lugar en Alemania e Italia entre los
partidos nacionalsocialista y fascista y sus respectivos ejércitos
(Suárez, 1984, 250).
Finalizada la guerra, en 1940 el Caudillo disolvió las milicias de
Falange Española, que Serrano Suñer había organizado siguiendo el
modelo de las SS alemanas, y procedió a integrarlas en el Ejército.
Nació entonces la Milicia Universitaria (Suárez, 1984, III, 160).
El primer y principal error del Gobierno del Frente Popular fue no
saber conservar la autoridad y la disciplina política y militar por falta
de unidad de mando no solo en la conducción de la guerra y de las
operaciones militares en su más alto nivel, sino que también
distorsionó los niveles tácticos con la imposición de los comisarios
políticos (16 de octubre de 1936) «para imprimir la máxima eficacia
militar».
El general Vicente Rojo lo resumió de la siguiente forma:
La República tuvo en sus manos la superioridad y los resortes para sostenerla y
acentuarla, y, sin embargo, dejó que se le escaparan. […] No ha habido tal secreto
designio, sino simplemente dos realidades, determinantes de que le hayamos dado la
superioridad a los nacionales: falta de Gobierno, porque los que rigieron la República
fueron impotentes para mandar y para dirigir una política de guerra exterior e interior,
y falta de mando, porque el jefe, en la verdadera acepción de la palabra y de la función,
no existió.

Cuenta Azaña en sus Memorias una anécdota significativa.


Cuando una columna nacional estaba a punto de ser cercada y un jefe
dio las órdenes urgentes pertinentes para hacerlo, estas no se
cumplieron y la columna se salvó. El comandante fue a investigar las
razones por las que no se siguieron sus órdenes y se encontró al comité
todavía deliberando si obedecían o no las órdenes dadas por el jefe
militar.

LA LIBERTAD DE ACCIÓN (INICIATIVA)

Franco la retuvo prácticamente durante toda la campaña. Si bien no

Alerto 2001
consiguió tomar Madrid, sí supo retener la libertad de acción para
dirigirse contra el Frente Norte. Las grandes contraofensivas del
Ejército Popular de la República (EPR) solo consiguieron en contadas
ocasiones (Brunete, Teruel y Ebro) arrebatársela durante escasos días,
porque se agotaron rápido por falta de impulso y por la rápida
reacción de las reservas nacionales.
El EPR tuvo más facilidades para obtener la sorpresa estratégica.
La orografía montañosa favorecía el movimiento de masas de fuerza
fuera de la vista de los observatorios enemigos, y la línea del frente era
muy alargada y estaba débilmente guarnecida por el principio de
economía de medios. Estas circunstancias favorecían a ambos bandos,
pero el EPR tenía además la ventaja de poder mover su masa de
maniobra por líneas interiores.
Franco impuso su voluntad por medio de la aplicación
concentrada de su masa de maniobra:

— Primero forzó el paso del estrecho de Gibraltar con el Ejército de


África y aseguró una amplia base de operaciones en Andalucía
occidental.
— Rápidamente lanzó sus columnas sobre Madrid, imponiendo su
ritmo al Gobierno del Frente Popular.
— Antes de alcanzar Madrid enlazó con el Ejército del Norte, que
estaba en situación apurada, y esto le permitió mantener la
libertad de acción.
— Madrid había dejado de ser el centro de gravedad que decidiera la
guerra, pero seguía teniendo valor estratégico desde el punto de
vista propagandístico internacional y nacional, y por ser un
importantísimo centro de comunicaciones. Descartado el asalto
directo en una lucha callejera por su alto coste, y frustrados los
intentos de envolvimiento, el frente quedó estabilizado.
— La lucha en torno a Madrid impidió que el EPR alcanzara
capacidad ofensiva suficiente en el sector centro, hecho que fue
aprovechado por Franco para desplazar su masa de maniobra
hacia el Frente Norte.
— La cornisa cantábrica era un teatro de operaciones propicio para
una ofensiva victoriosa y para mantener la iniciativa. Permitía a la

Alerto 2001
aviación nacional lograr una amplia supremacía aérea local a pesar
de su inferioridad en el conjunto del territorio peninsular. La
escasa profundidad de la franja cantábrica y la difícil orografía de
su terreno y su climatología no daban muchas opciones para la
selección de aeródromos seguros, lo que incrementaba su
aislamiento del resto del territorio controlado por el Gobierno del
Frente Popular e impedía su refuerzo y apoyo. Era el cambio de
estrategia por una aproximación indirecta.
— La conquista de la cornisa cantábrica supuso la inclinación
decidida de la balanza a favor del Ejército Nacional tanto en
superficie geográfica como en economía de medios y ganancias en
recursos humanos y materiales.
— Atacada y asediada Teruel a finales del año 1937, Franco decidió
acudir en auxilio de la misma. Atraído a Teruel por la ofensiva del
EPR y su victoria pírrica, aprovechó el grave desgaste de este para
quebrantarlo, explotar magistralmente el éxito, alcanzar el mar
Mediterráneo y partir en dos la zona enemiga. Finalizada la batalla
de Teruel, el Caudillo reunió a los jefes de su Ejército, porque había
decidido explotar el éxito de la batalla y el desgaste enemigo, y
aprovechar que tenía en el saliente de Teruel su masa de maniobra
para avanzar y partir la zona enemiga en dos. Solo se opuso el jefe
de la Legión Cóndor, que prefería reintentar la toma de Madrid. La
operación fue un éxito, y en abril había alcanzado el mar
Mediterráneo por Vinaroz (Castellón). La guerra estaba ya
decidida; solo era cuestión de tiempo, salvo intervención directa de
alguna potencia extranjera.
— ¿Valencia o Cataluña? Léon Blum había regresado a la presidencia
del Gobierno con el Frente Popular francés, situación aprovechada
por Negrín para pedirle ayuda. Así obtuvo la reapertura de la
frontera y la entrega de nuevas armas para el Ejército Popular de la
República. Empeñar la masa de maniobra nacional sobre Valencia
fue decisión personal del Caudillo, a pesar de la opinión de algunos
de sus mejores generales de actuar en Cataluña. Prevaleció la
prudencia estratégica sobre una posible ventaja táctica para eludir
que el Gobierno de Francia se implicara a favor del bando
contrario, incluso interviniendo directamente en la guerra, pues
cualquier incidente fronterizo, fortuito o provocado, podía dar

Alerto 2001
excusas para ello.

— Atraído nuevamente hacia el río Ebro por una insensata ofensiva


del EPR, decidió destruir definitivamente la capacidad de combate
del enemigo. Franco tomó su decisión en pocas horas,
circunstancia que no es normal en esos niveles de mando. Por
ejemplo, el general francés Joffre se tomó tres días para decidirse
en el ataque alemán de Verdún (Casas, 1996, 452). El Generalísimo
paralizó la ofensiva en Levante para desplazar su masa de
maniobra al Ebro y dar una batalla de desgaste. Asumió la
responsabilidad, hasta el punto de dirigir en persona esta batalla.
Lluís Companys, presidente de la Generalidad catalana, lo supo ver
claro (Rojas, 1971, 90): «La operación del Ebro fue un golpe
poético, pero destrozó todo el Ejército del Ebro. Perdimos 30.000
hombres y quedó todo disperso y deshecho».

Es un error considerar, para mermar la figura militar del Caudillo,


que la iniciativa fue siempre del EPR y que Franco fue a remolque de
este. Solamente lo hizo en Brunete, y de forma parcial, porque
entonces reforzó sus fuerzas, pero sin desplazar desde el Frente Norte
el grueso de su masa de maniobra. No lo hizo en las contraofensivas de
La Granja, Huesca y Belchite, porque no supusieron una amenaza real
y era más oportuno continuar con sus operaciones previstas. Sin
embargo, en Teruel y en el Ebro el ERP cometió graves errores
estratégicos y tácticos que Franco hábil y rápido aprovechó para
desfondar al enemigo en Teruel y destruirlo en el Ebro.
El Generalísimo no solo supo conservar la libertad de acción en el
frente nacional, sino también en el internacional. Muy celoso de la
soberanía española, hizo frente a las presiones de sus aliados, Italia y
Alemania, que eran dos potencias expansivas, y también a Gran
Bretaña y a los Estados Unidos.
No se puede decir lo mismo de sus adversarios, que tuvieron que
seguir fielmente las directrices de la URSS.

LA CAPACIDAD DE EJECUCIÓN

Es la facultad de saber adecuar los medios disponibles a las misiones


previstas.

Alerto 2001
Hacer planes de escuela de Estado Mayor es fácil, incluso para los
estrategas de café, pero para ejecutarlos se necesita una herramienta
capaz de llevarlos a cabo. Esa herramienta se llama ejército, y ha de
estar bien dimensionado, armado y convenientemente preparado para
las misiones que se le van a encomendar. Un ejército que no surge por
generación espontánea; hay que idearlo, organizarlo, dotarlo y
adiestrarlo.
Es evidente que el Generalísimo Franco pudo ejecutar sus planes
operativos porque contó con una herramienta adecuada para ello.
Herramienta que hubo que forjarla sobre la marcha, conforme la
guerra aumentaba de intensidad y extensión, pero siempre enraizada
en las seculares tradiciones castrenses españolas.
Sin embargo, el Gobierno del Frente Popular disolvió al ejército
que permanecía en los territorios bajo su jurisdicción y organizó otro
de nuevo cuño, pero que fue incapaz de alcanzar la eficacia suficiente
para que ganara la guerra. Es decir, faltaron capacidades para diseñar,
organizar, equipar y adiestrar un ejército eficaz, como lo fue su
modelo: el Ejército Rojo de la URSS.

SORPRESA

El mando nacional, sancionado personalmente por Franco,


consideraba en el Reglamento para el empleo táctico de las grandes
unidades, publicado en agosto de 1938, que la «sorpresa es siempre
aliada de la victoria». Y la dividía en sorpresa estratégica, táctica y de
fuegos.
La escasez y la economía de medios impusieron largos frentes
defensivos con guarniciones exiguas que facilitaban la ruptura por
sorpresa por ambos bandos.
Para paliar este riesgo el mando nacional propugnó el empleo
adecuado de la fortificación. Asimismo, dio órdenes a las posiciones de
conservar el terreno a toda costa para dar tiempo a que acudieran las
reservas que, con los modernos medios de transporte, podían llegar
con rapidez y oportunidad.

MADRID COMO OBJETIVO ESTRATÉGICO

Franco envió una carta a Mola el 11 de agosto en los siguientes

Alerto 2001
términos telegráficos (SHM, 1982, 140):
1.º Siempre consideré como tú que [el] problema capital y de primerísimo orden es [la]
ocupación Madrid, y a ello deben encaminarse todos los esfuerzos.
2.º Al compás de esta acción deben reducirse focos y dominar interior zonas
ocupadas, en especial Andalucía, con muy peligrosos focos.
3.º Ocupación [de] Madrid, acción sobre Levante desde Madrid, Aragón y
Andalucía, y de las fuerzas del Norte a reducir fuerzas rebeldes norteñas.
4.º Acción en masa sobre Cataluña.
Nota: Acción sobre Madrid estimo debe consistir en apretarle cerco y privarle agua
y aeródromos, cortándoles comunicaciones, evitando ataques [al] casco [de] población,
que caso contrario [la] defensa destrozaría [a las] tropas.
Ignoraba siguiese defendiéndose Toledo avance nuestras tropas, que coincide en
dirección general con la que me dices descongestionará y aliviará Toledo sin distraer
fuerzas [que] pueden necesitarse. Dificultades enormes gasolina depende transporte
aéreo tropas [que] me obligarán a enviarle la unidad ofrecida vía terrestre ocupado
Mérida que espero [sea] mañana.

Las instrucciones de Franco indican unas directrices para la


campaña que de hecho supeditan a Mola a las suyas.
La confirmación de Madrid como objetivo político (ombligo
político de España) demuestra que en estas fechas todavía se
consideraba viable decidir la guerra con la toma de la capital. Aún
seguía siguiendo un objetivo estratégico por su situación central y por
ser nudo de comunicaciones para desde allí poder actuar sobre
Levante, Aragón y Andalucía. El Frente Norte, considerado
secundario, se encomienda a las fuerzas del norte. El último objetivo
sería Cataluña. Después veremos que, por la dinámica de la guerra, los
objetivos estratégicos fueron sucesivamente: Madrid, Frente Norte,
Aragón, Levante y Cataluña.
Conocedor de los graves inconvenientes de un combate ofensivo
en una gran urbe, donde las ventajas siempre recaen en el defensor,
propugnaba la acción de envolvimiento, y no el choque frontal, ya que
supondría la anulación de las capacidades combativas de las tropas
atacantes. Sin embargo, la marcha finalizó con un ataque frontal.
Mérida sería un gran objetivo estratégico por unir el Ejército del
Norte con el de África y Andalucía que permitió el refuerzo en tropas y
suministros del primero. Sin embargo, después prefirió marchar
contra Badajoz, en vez de continuar el esfuerzo directamente sobre
Madrid.
Este día, el 11 de agosto, Franco se enteró de que el Alcázar de

Alerto 2001
Toledo seguía resistiendo el asedio, y consideró que el avance sobre
Madrid lo descongestionaría sin distraer fuerzas, pero el alivio del
asedio fue solo parcial.
Las fuerzas nacionales llegaron a las puertas de Madrid
desgastadas y cansadas, y con una muy larga línea de comunicación
con su retaguardia. El envolvimiento por el norte o por el sur requería
fuerzas para fijar el frente y una diseminación de tropas con las que no
se contaba en cantidad suficiente. Una vez llegado a Madrid, era
contraproducente parar por los efectos psicológicos y políticos que se
producirían de no intentar el asalto. La masa de maniobra de los
nacionales estaba sobre Madrid, y cambiarla de frente requería unos
recursos logísticos no disponibles para hacerlo en tiempo oportuno. La
posible solución podría ser un golpe en frente estrecho que
desmoronara la resistencia.
Además, Madrid seguía teniendo interés político nacional e
internacional (reconocimiento de los alzados por los gobiernos de
Italia y Alemania), y seguía siendo un nudo de comunicaciones que
permitiría el movimiento de fuerzas y logísticos por vías internas.
Esta valoración también fue compartida por el bando contrario.
Así lo manifestó Indalecio Prieto a Zugazagoitia (Calvo, 2014, 24): «No
se haga usted ilusiones, las tropas de Franco estarán en la Puerta del
Sol [en dos o tres días]». Y estuvo a punto de producirse el 17 de
noviembre en el sector de Moncloa con una huida de las fuerzas
anarquistas que lo defendían, y que fue contenido por el ejemplo
personal, pistola en mano, del general Miaja.
Franco, en su obra ABC de la batalla defensiva, hace la siguiente
comparación entre Madrid y Stalingrado: «Madrid no se quiso tomar.
En Stalingrado, el Ejército ruso encontró un medio de detener a los
alemanes, de ganar el tiempo necesario a la concentración de tropas:
de obligarles a montar un serio ataque. El afán alemán de ocupar
Stalingrado y asegurarse en el Volga le llevó a la loca empresa de
ocupar Stalingrado». La aseveración de que Madrid no se quiso tomar
hay que matizarla, porque de lo contrario no se habría marchado sobre
ella. No se quiso tomar a un coste inasumible, que es donde tiene
sentido la comparación con Stalingrado.
Efectivamente Madrid fue el objetivo estratégico inicial, y se
intentó conquistar por un golpe de ariete que desmoralizara a los

Alerto 2001
defensores, como estuvo a punto de ocurrir. Y después lo intentó por
envolvimiento.
Franco no se empeñó en tomar Madrid en fuerza con una lucha
callejera que podía desgastar de gravedad a su masa de maniobra,
formada principalmente por tropas africanas, que eran las que le
proporcionaban superioridad táctica sobre los campos de batalla en
terrenos abiertos, y no tanta en el urbano.

EL ALCÁZAR DE TOLEDO

Los críticos de Franco son reiterativos al considerar que fue un error


desviarse de la marcha sobre Madrid para liberar el Alcázar. Sin
embargo, omiten de manera deliberada, o quizá quieren ocultar, que
desde el punto de vista táctico no se encuentra un motivo para que
tantas fuerzas del Frente Popular, incluida la artillería y el mítico 5.º
Regimiento comunista, se empeñaran y se quedaran fijadas ante el
Alcázar, que era un objetivo de escaso valor táctico, en vez de hacer
frente a la amenaza del sur que cada día que pasaba era más fuerte y
estaba más próxima a Toledo y a Madrid.
Ante las expectativas de un triunfo fácil, el Gobierno del Frente
Popular cometió el error de convertir el Alcázar en un objetivo
estratégico por su valor propagandístico a nivel nacional e
internacional. La fuerte carga simbólica del emblemático Alcázar en la
«ciudad imperial» de Toledo, cuna de la infantería del Ejército alzado
(no del suyo, que acababa de disolver) y supuestamente defendida por
cadetes, era equiparable al asalto del Palacio de Invierno de San
Petersburgo por los revolucionarios rusos (1917), que eran su
paradigma.
Este valor estratégico dado por el Gobierno de Madrid fue
aprovechado por Franco para conseguir un sonado triunfo con su
liberación. El desastre propagandístico y estratégico fue completado
en la última voladura con la presencia del presidente del Gobierno,
Largo Caballero, acompañado de numerosas autoridades civiles y
militares, periodistas españoles y extranjeros, y una filmación para
dejar constancia de la inútil «hazaña» de la última mina y del fracaso
del consiguiente asalto. Las explosiones de las minas, sobre todo la
última, no tuvieron en cuenta la vida de la población civil refugiada en
la fortaleza, incluidos niños y rehenes.

Alerto 2001
En resumen, el Alcázar se salvó y Madrid terminó cayendo,
aunque con retraso. Lo contrario es una fantasía histórica.
¿Madrid objetivo prioritario? Este era el objetivo estratégico del
director del alzamiento, el general Mola, pero fracasado en los
primeros días, es evidente que Franco no lo consideró así, porque
como objetivo prioritario se había ido difuminando con el tiempo. Por
tal motivo, y antes de dirigirse a Madrid con todas las fuerzas
disponibles, Franco se impuso otras prioridades:

— El envío de compañías de la Legión por vía aérea para defender


Granada, que estaba asediada.
— La toma de Badajoz, ciudad excéntrica sobre la dirección de
marcha, para no dejar la amenaza de su considerable guarnición a
retaguardia y apoyarse en la frontera de Portugal.
— Enlazar con el Ejército del Norte y enviar fuerzas selectas
(regulares y legionarios) para liberar Oviedo. Una vez hecho el
enlace con el citado Ejército, detener la ofensiva anarquista en el
frente de Aragón.
— La toma de Toledo, que le permitía apoyar su flanco derecho en el
obstáculo del río Tajo. Impedía así que el enemigo tuviera una
cabeza de puente en esta ciudad y al norte de dicho río, que
amenazaría seriamente la larga vía de comunicaciones y la
retaguardia de las fuerzas nacionales.
— Por otro lado, ya entonces Madrid había perdido valor como centro
de gravedad estratégico que decidiera la guerra.

EL PACTO DE SANTOÑA

El Ejército Nacional inició su ofensiva sobre Santander el 18 de agosto,


atacando desde el sur por el puerto del Escudo y Reinosa. El Cuerpo de
Tropas Italiano ocupó Santoña el día 26 y obtuvo la rendición de una
serie de batallones con las siguientes garantías, pero sin permiso de
Franco:

— Se les permitiría pasar a Francia a bordo de barcos.


— Serían prisioneros exclusivamente de los italianos, no de las
fuerzas españolas.

Alerto 2001
— No habría represalias.

Enterado el Caudillo de esta desobediencia de los italianos,


ordenó el desembarco de las tropas enemigas que habían conseguido
embarcar. Los combatientes capturados fueron unos 11.000. La
decisión de Franco se debía a que la rendición se había hecho
demasiado tarde, y no le suponía al Ejército Nacional ningún ahorro
de esfuerzos y de bajas. Tampoco era muy recomendable que 11.000
combatientes enemigos, con experiencia militar, reforzaran al EPR,
trasladándose a la zona del Frente Popular a través de Francia.

LOS BOMBARDEOS AÉREOS ESTRATÉGICOS

Los teóricos del poder aéreo, entonces en sus inicios, consideraban


que eran suficiente para doblegar al adversario de forma rápida y
decisiva. En este contexto y en esta guerra, los bombardeos aéreos
estratégicos sobre ciudades tuvieron el objetivo de ablandar la
voluntad de resistencia en la retaguardia. Los efectos resolutivos que
se supusieron a la acción aérea en la retaguardia no se cumplieron en
España, pero tampoco con los grandes bombardeos de alfombra en
Alemania en la Segunda Guerra Mundial, ni en la guerra de Vietnam.
Sin embargo, no todas las bombas que cayeron en las ciudades
tuvieron ese fin. Los principales puertos marítimos eran objetivos
militares de primer orden, con la presencia de buques de guerra
contrarios y porque por ellos entraban los abastecimientos de guerra
del enemigo. Los aviones que efectuaron estos bombardeos los
hicieron a gran altura para evitar los efectos de la artillería antiaérea
de la defensa, lo que unido a la escasa precisión de los elementos de
puntería y de las bombas de caída por gravedad, en muchas ocasiones
producía graves efectos colaterales.
La propaganda del Frente Popular y de sus acólitos
internacionales ha mitificado el bombardeo de Guernica, que estaba
en la línea de combate, pero se olvida del bombardeo de Cabra
(Córdoba) en un día de mercado de la retaguardia andaluza realizado
por aviones del EPR.
Más cínico es que el cuadro Guernica sea un icono internacional
de la barbarie fascista española, y se olviden de las ciudades
completamente aplastadas y los centenares de miles de civiles muertos

Alerto 2001
en Alemania por las grandes formaciones de bombardeos aliados,
principalmente británicos y estadounidenses (Dresde, Hamburgo,
Núremberg, Kassel, etc.). Sin olvidar las explosiones nucleares sobre
las pobladas ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki por los
Estados Unidos. Como tampoco los bombardeos sobre Hanói en el
conflicto de Vietnam, o más recientemente sobre Bagdad y Belgrado
por la OTAN, en ocasiones con participación española, que, aunque
tenían medios de lanzamiento y proyectiles más sofisticados, siguieron
produciendo daños colaterales. ¿Indeseados?

FRANCO COMO JEFE TÁCTICO

Desde el punto de vista táctico, todos los protagonistas estuvieron de


acuerdo en la superioridad de los mandos militares nacionales, que
supieron formar un magnífico plantel de oficiales subalternos,
suboficiales y clases de tropa, organizados en unas excelentes unidades
de combate, de las que proceden las unidades actuales del Ejército de
Tierra (ET), herederas directas de su historial militar. El coronel Casas
de la Vega (1997, 23) definió con claridad lo que había enfrente: el
Ejército Popular de la República era «un ejército de milicianos,
mandado por milicianos, y dirigidos por un excelente Estado Mayor».
El Generalísimo se movió en el nivel estratégico, aunque no olvidó
otros. Así, reflejó en sendos documentos instrucciones tácticas, fruto
de su experiencia y observaciones sobre el desarrollo de la campaña.
Trató de desterrar modalidades tácticas procedentes de las
campañas de Marruecos, pero ya desfasadas para esta guerra,
principalmente por el aumento exponencial de potencia y precisión de
fuego de la artillería, la aviación, los carros de combate y las armas
automáticas.
Reconociendo la importancia capital de la ofensiva para alcanzar
la victoria, revalorizó la importancia de la defensiva, porque la mayor
parte del frente y del tiempo permaneció en esa situación para
economizar medios. Al enemigo atacante había que tratar de
aniquilarlo por un meditado plan de fuegos.
El empleo de sistemas anticuados de fortificaciones producía
muchas bajas por la artillería enemiga, y como consecuencia de ello
dio instrucciones a principios del año 1937 en las que prescribía
«inscribir en el terreno el dispositivo del terreno»:

Alerto 2001
— Prohibir las trincheras continuas.
— Situar las posiciones en orden escalonado y en profundidad.
— Elegir buenos observatorios.
— Dominar las crestas, pero no establecer en ellas las posiciones
defensivas.
— Apoyarse en un buen obstáculo.
— Plan de fuego con campos de tiro despejados.

Estas instrucciones fueron completadas en octubre del mismo año


con otras que prestaban mayor atención a la defensa contra carros de
combate, y definiendo las posiciones de elemento de resistencia
(posición defensiva de sección), punto de apoyo (posición defensiva de
compañía) y centro de resistencia (posición defensiva de batallón).
El subelemento de resistencia (posición defensiva de pelotón) lo
materializó en agosto de 1938 en plena batalla del Ebro. Resultaron de
gran eficacia si estaban bien situados y fortificados, aunque se
encontrasen aislados.
Sus reflexiones tácticas quedaron reflejadas en su obra
Comentarios al Reglamento de grandes unidades, escrita en 1938, en
plena guerra. El reglamento estaba vigente desde el año 1925 y se
había quedado anticuado al principio de la contienda.
Estas instrucciones eran de carácter reservado, y al principio se
entregaban solo por escrito hasta los jefes de batallón y estos lo hacían
verbalmente a los escalones inferiores. Posteriormente solo llegaba
por escrito a nivel brigada para dificultar que cayeran en poder del
enemigo. Sus conceptos más importantes eran:

— Considerar que los principios fundamentales de toda acción


guerrera son tres: voluntad de vencer, acción de conjunto y
sorpresa.
— El jefe militar debe tener profundos conocimientos del empleo de
la infantería y de la artillería. Cuanto más profundos, mejor.
— El reglamento señala que un cuerpo de ejército tendrá
normalmente dos divisiones. Franco está disconforme con esta
composición, porque le falta capacidad de maniobra y no cuenta
con una reserva adecuada, por lo que estima que deberían ser tres

Alerto 2001
divisiones, y solo excepcionalmente alguna más.
— La importancia del reconocimiento detallado del terreno y del
enemigo, para lo que hay que encontrar buenos observatorios.
— El orden moderno de combate es profundo, escaqueado; y para ser
más fuerte o menos fuerte, nunca se aumenta la densidad lineal de
las fuerzas, sino la profundidad de las mismas y las reservas
— No tratar de ser fuertes en toda la línea del frente, debido al
principio de economía de medios. Dosificar las fuerzas desplegadas
en el frente, para poder contar con fuertes reservas, y cerrar las
brechas que el enemigo pueda abrir.
— Situar las posiciones defensivas en contrapendiente, a fin de
reducir bajas.
— Economizar bajas propias fue una de las constantes en toda su
carrera militar.
— Asegura que, al compás del aumento de la potencia de los medios
blindados, también surgen nuevas armas para combatirlos. Por
tanto, su acción puede ser temible ante una fuerza mal dotada y
desmoralizada, pero no ante una infantería bien dotada y con
elevada moral.
— Importancia de las predicciones meteorológicas, porque muchas
operaciones sufrieron retrasos o se paralizaron por el mal estado
del tiempo.

Estas concepciones tácticas tan avanzadas para la época


contrastan con las del ejército alemán, mucho más atrasadas, a pesar
de ser considerado el mejor del mundo de entonces. Una memoria
redactada por el Estado Mayor de la División Azul, en mayo de 1942,
ya con la guerra avanzada, informaba sobre los problemas del sistema
de fortificación alemana: «La necesidad de ocupar línea con ocasión
de relevos en que la fortificación estaba ya trazada obligó en gran parte
del frente a un constante trabajo bajo las más rigurosas temperaturas,
para convertir el sistema lineal usualmente empleado por los
relevados (alemanes), en isletas de resistencia de mayor eficacia».
Este defecto de la defensiva con largas trincheras lineales ya lo
censuró Franco en la Guerra Civil, cuando analizó las fotografías
aéreas del Cinturón de Hierro, promovido por los nacionalistas vascos

Alerto 2001
para defender infructuosamente Bilbao (Crozier, 1969, 1, 359): «¡Qué
error! ¡Qué inmenso error!», dijo, porque las líneas de trincheras eran
excesivamente largas, requerían para defenderlas un número excesivo
de hombres y los puestos de observación y asentamientos para las
armas estaban mal elegidos.

FRANCO Y LA GUERRA RELÁMPAGO

La guerra relámpago, tal como la hizo el ejército alemán al inicio de la


Segundo Guerra Mundial, no era extrapolable a la España de entonces,
porque las tropas españolas carecían de los medios blindados y de
motorización mínimamente necesarios para llevar a cabo una
operación de ese tipo. Asimismo, se requería una superioridad aérea
como la tuvieron los alemanes, y ni la orografía ni la red de carreteras
eran comparables con los campos centroeuropeos.
Además, Franco no estaba dispuesto a seguir las directrices
técnicas de los asesores alemanes, pues «estaba liberando a España,
no castigándola con la guerra… No debo exterminar al enemigo ni
destruir las ciudades, los campos, la industria y la producción. Por eso,
no debo apresurarme. Si me apresurara, sería un mal español, no sería
un patriota, sino que me comportaría como un extranjero», como le
comentó al embajador italiano, Roberto Cantalupo (Crozier, 1969, 1,
355).
El cuerpo expedicionario italiano, imbuido del espíritu de la
guerra rápida (Guerra Celere) y que además estaba muy motorizado y
contaba con una considerable potencia de fuego, puso en práctica este
tipo de operación en la toma de Málaga (febrero de 1937). La fuerza
italiana avanzó con rapidez, confiando la seguridad de los flancos a la
velocidad de progresión. No obstante, y de forma clarividente, el
Estado Mayor del Ejército Nacional evaluó que con una mayor
resistencia enemiga este tipo de maniobra era inviable.
La predicción del Estado Mayor Nacional se cumplió en la batalla
de Guadalajara, ante un enemigo más experimentado, que ofreció gran
resistencia y que contaba con superioridad aérea.
La marcha sobre Madrid de las columnas nacionales que
partieron de Sevilla, bajo el mando directo de Franco, fue ejemplar y
tuvo las características de una guerra relámpago, a pesar de la escasez
de medios motorizados y de que la superioridad aérea estaba en

Alerto 2001
manos enemigas. Evitó los choques frontales y no se dejó fijar por
objetivos secundarios. Todo se hizo sin desviarse del eje principal de
marcha, y la seguridad de los flancos se encomendó a las columnas
siguientes que marcharían escalonadas y flanqueándose mutuamente.
Siguiendo a Semprún (2000, 49), las columnas que marcharon sobre
la capital española tardaron seis días en hacer 200 kilómetros hasta
Mérida, once días desde Talavera a Maqueda, y dos y medio desde
Maqueda a Toledo. La resistencia de las fuerzas del gobierno de
Madrid se fue endureciendo conforme las columnas se acercaban a la
capital, principalmente porque empezó a haber recursos de todas
clases y se multiplicaron las obras de fortificación.
La explotación del éxito en la ofensiva nacional de Aragón (marzo
de 1938) fue una verdadera operación relámpago. Fue un espectacular
y arrollador avance, con la infantería transportada en camiones,
precedida por carros de combate, con apoyo aéreo con las funciones
principales de enlace y de protección de los flancos, embolsando
grandes unidades enemigas. El avance cesó prudentemente ante el
peligroso alargamiento de las comunicaciones con la retaguardia, que
llegaba al límite de la elasticidad, y por los riesgos de un contraataque
de flanco. El peligro de una repetición de los descalabros de Annual
(1921) y de Guadalajara (1937) eran evidentes.
Desde el punto de vista táctico no se debe confundir la velocidad
de desplazamiento con la rapidez en el avance, porque este sin
seguridad puede terminar en colapso, como tantas veces ha ocurrido
en la historia militar. Crozier (1969, 1, 31) lo sintetizó así: «Von
Thomas y otros oficiales alemanes que estuvieron a su lado se
mostraban exasperados por sus métodos deliberativos que
consideraban anticuados y desacordes con su propia mentalidad de
Blitzkrieg (guerra relámpago). Pero sus recursos eran más reducidos
que los de ellos y, sin duda, se inclinaba menos que ellos a malgastar
sus hombres».
La ofensiva final de los nacionales (Ofensiva de la Victoria) tuvo
todas las características de la guerra relámpago. Fue planeada
minuciosamente, con una ruptura simultánea en todos los frentes de
combate, que, causando enseguida el colapso moral del enemigo,
permitió el avance veloz e imparable de las columnas sobre sus
últimos objetivos militares, dejando embolsados grandes contingentes

Alerto 2001
de tropas enemigas. Las unidades del EPR se rindieron, se disolvieron
solas o huyeron en desbandada.

LA BATALLA DEL EBRO

Franco, al decidir conducir en persona la batalla del Ebro, además del


nivel estratégico asumió el táctico, y cumplió el objetivo que se había
señalado: destruir al ejército enemigo.
Los problemas principales para los nacionales fueron que las
fuerzas enemigas tenían sus flancos firmemente apoyados en el río
Ebro y que contaban con excelentes observatorios. Estas
circunstancias impedían las operaciones de flanco y obligaban a un
ataque frontal sobre un punto del frente, que sería costosísimo, o bien
a una batalla de desgaste, de más larga duración, pero que terminaría
con la destrucción de las capacidades de combate del enemigo.
El Generalísimo aprovechó su gran superioridad de aviación y
artillería para batir diariamente al enemigo, con grandes
concentraciones de fuego, que le producían grandes cantidades de
bajas que ya no podían reemplazar.
Terminada la batalla, el Ejército Nacional no solo tuvo mucho
menos desgaste que el EPR (aproximadamente la mitad), sino que
tenía capacidad de reponer fuerzas con rapidez y eficacia, mientras
que su enemigo carecía de ella porque su moral quedó definitivamente
quebrantada y por lo restringido de su territorio y de su demografía,
sobre todo en la Cataluña que todavía controlaba, y donde se había
dado la batalla.

LA CRUZ LAUREADA DE SAN FERNANDO

Terminada victoriosamente la guerra, le fue concedida la Gran Cruz


Laureada de San Fernando, según lo dispuesto en el artículo 35 del
Reglamento de la Orden de San Fernando, de 1920:
Cuando notorios servicios de un general en jefe, tales como pacificar rápidamente un
territorio, o conquistarlo, sin contar para ello con recursos y medios superiores a la
importancia de la empresa, y antes bien supliéndolos con su pericia y valor, grandes y
victoriosas acciones de resultados indiscutibles en la campaña, denuedo personal y
sabias disposiciones que salven un ejército que él no haya comprometido, y otros de
análoga notoriedad y decisiva importancia, hagan al Consejo de Ministros juzgarlo
acreedor a la Gran Cruz de San Fernando, se comunicará así por el Ministro respectivo a

Alerto 2001
la Asamblea de la Orden, la cual estudiará el caso, y con su informe razonado, devolverá
la moción al citado Ministro para que de acuerdo con el Consejo de Ministros, si el
informe es favorable, pueda proponer a S. M. la concesión de esta recompensa.

Disposición concesión: «Se trata ya solo de un General en Jefe que


llene cumplidamente los requisitos que exige el artículo treinta y cinco
del Reglamento de la Orden de San Fernando para ingresar en ella».
La Laureada le fue impuesta el 19 de mayo en Madrid por el
bilaureado general Varela en un acto previo al Gran Desfile de la
Victoria. Este gran desfile era un aviso implícito de que España sabría
defenderse ante los riesgos inminentes de una conflagración europea.
La condecoración que se le impuso fue donada por la familia del
prestigioso general Marina, que tanto había contribuido a la
pacificación del Protectorado Español en Marruecos desde los
primeros momentos.
La Gran Cruz Laureada de San Fernando, reservada para
generales, también le fue concedida en esta guerra a los generales
Mola, a título póstumo, y Queipo de Llano.
Sostienen sus detractores que tampoco era técnicamente un buen
militar, entendiendo por tal «quien alcanza los objetivos en el menor
tiempo posible y con el menor daño para las fuerzas propias». Este
concepto se llama economía de medios, pero hay otros principios del
arte de la guerra más fundamentales que no citan seguro por
desconocimiento. Tendríamos que recurrir al humorista Gila y a su
teléfono para que llamase al enemigo y este diera su conformidad para
que la contienda sea breve, incruenta y barata. Al inicio de la guerra la
superioridad era manifiesta a favor del Gobierno de Madrid, como
constató Indalecio Prieto, porque tenía mayoría aplastante de recursos
humanos y materiales, dominaba las principales ciudades, tenía
superioridad naval y aérea, y todo el oro del Banco de España…
La Guerra de Liberación contra el comunismo (1936-1939), que
Franco dirigió y ganó, duró menos de tres años (mil días de fuego).
Pongamos otros ejemplos contemporáneos y veremos que el balance
es netamente favorable al Generalísimo:

— La pacificación del Protectorado Español en Marruecos (1907-


1927) duró veinte años con un enemigo muy inferior y mucha
menos superficie territorial.

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— La pacificación del Protectorado Francés en Marruecos (1907-
1933) duró veintiséis años.
— La Primera Guerra Mundial (1914-1918) duró cuatro años.
— La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) duró seis años.
— La Guerra de Indochina (1946-1954) duró ocho años y finalizó con
la derrota de Francia.
— La Guerra de Corea (1950-1953) duró «solo» tres años y terminó
con el fracaso de las fuerzas de la ONU, comandadas por los
Estados Unidos.
— La guerra de Independencia de Argelia (1954-1962) duró ocho
años y terminó con el abandono de esta provincia gala por Francia.
— La guerra de Vietnam, con la intervención directa de los Estados
Unidos (1964-1976), duró doce años y terminó en otro rotundo
fracaso de la potencia norteamericana.
— Las guerras de Afganistán, Irak y otras iniciadas muy a principios
de este siglo todavía continúan, y con un resultado incierto a pesar
de la poderosísima OTAN.

El reglamento para la concesión de esta apreciada condecoración


es muy estricto. Una de las condiciones es tener en la acción
correspondiente un elevado número de bajas, y una de las
características de las operaciones que dirigió Franco eran sus
relativamente pocas bajas. No se puede aducir que fue porque sus
combates tuvieran baja intensidad, cuando hemos visto que siempre
estuvo en fuerzas de choque, en vanguardia y resolviendo las papeletas
más arduas. Entonces hay que deducir que tuvo pocas bajas por su
habilidad y competencia técnica, aunque el reglamento no
contemplara de forma adecuada estos casos.

BALANCE

La trayectoria táctica de Franco hasta julio de 1936 era incuestionable


y fue la que le llevó al generalato de ascenso en ascenso por méritos de
guerra.
La conducción de una guerra es más compleja, porque además del
aspecto táctico comprende el estratégico y el político. También es
indudable que la guerra la ganó de forma absoluta, que consiguió

Alerto 2001
conquistar todo el territorio y, sobre todo, destruir al ejército enemigo,
según los principios de Clausewitz.
Franco fue indudablemente, en nuestra Guerra de Liberación,
director político y estratégico de la contienda, y conductor directo de
las operaciones militares, circunstancias que no se dieron en ninguno
de sus enemigos. Una situación similar, en España y en la edad
contemporánea, solamente se puede comparar a la Guerra de África
(1859-1860) dirigida por el general O’Donnell, presidente del
Gobierno y general de las fuerzas expedicionarias. Aun así, las
características de ambas guerras son muy diferentes tanto por
duración de las mismas como por la entidad de las fuerzas empeñadas
y los medios de combate puestos en acción, y porque los recursos
militares eran netamente favorables al general O’Donnell, mientras
con Franco ocurrió lo contrario: los recursos fueron al principio
totalmente desfavorables.
Sería también comparable con Napoleón, pues ambos fueron jefes
de Estado y jefes supremos de sus ejércitos en operaciones. Todos
conocemos que Napoleón terminó vencido tanto en el nivel estratégico
(en España y Rusia) como en el táctico, mientras que el Generalísimo,
incuestionablemente, resultó invicto en ambos campos.
Desde el punto de vista estratégico, la Guerra de Liberación fue
una guerra de desgaste en la que Franco fue restando al Ejército
Popular de la República recursos humanos y materiales en cada
batalla, y conforme iba conquistando territorios. La destrucción
definitiva de la capacidad militar del enemigo la consiguió en una
batalla de desgaste, la batalla del Ebro.
Los detractores de Franco, como no pueden negar las evidencias
anteriores, le achacan una serie de incompetencias que se suelen
repetir de forma irreflexiva, pero que no se sostienen, como que no
supo ganar la guerra con suficiente rapidez, sobre todo comparándola
con la guerra relámpago alemana en la Segunda Guerra Mundial. Pero
estos detractores se olvidan de que la orografía española no es la de las
llanuras europeas, y no disponía de los medios blindados y
automóviles que tenían los alemanes. Las acciones audaces y
profundas requieren también seguridad. De lo contrario pueden
acabar en desastre, como ocurrió en Annual en 1921, y entonces todos
los estrategas de café que le criticaban por falta de audacia lo

Alerto 2001
criticarían por lo contrario. Además, no se debe confundir la velocidad
de marcha con la rapidez de la maniobra, porque la primera sin
seguridad puede terminar en un descalabro y en una retirada
desastrosa.
Esa misma objeción se podía hacer al Ejército Popular de la
República, con la particularidad de que todas sus ofensivas fueron de
muy corto radio de acción y terminaron en sendos fracasos, mientras
que la marcha sobre Madrid y la llegada al Mediterráneo fueron
ofensivas profundas y audaces.
Franco fue el responsable de la estrategia y de las principales
operaciones militares, así como de asegurar el apoyo logístico a las
mismas en tiempo y forma. Lógicamente fue asesorado por su Cuartel
General y sus mandos más destacados, consejos que tendría en cuenta
en mayor o menor medida. Pero es evidente que tuvo capacidad de
síntesis y claridad de juicio para tomar las decisiones que al final le
llevaron a la victoria, así como amor a la responsabilidad y valor moral
suficientes para tomar decisiones arriesgadas. El Caudillo supo
rodearse de mando eficaces y situarlos en los puestos de
responsabilidad adecuados a sus características por encima de las
antigüedades en las escalillas. Podemos citar a Orgaz, Vigón, Dávila,
Varela, Yagüe, García Valiño, etc.
Gran Bretaña intentó con su propuesta de no intervención en 1937
un alto el fuego entre los contendientes en liza con la designación de
un Gobierno aparentemente neutral, pero Franco sospechaba que era
porque ya faltaba muy poco para que el Ejército Nacional lograra la
superioridad sobre el Ejército Popular de la República, y al Reino
Unido le interesaba congelar el conflicto y balcanizar España (Suárez,
1984, II, 225, 253).
Franco ha sido criticado porque no aceptó negociaciones para
finalizar la Guerra Civil, como proponía cínicamente Gran Bretaña,
sino la rendición incondicional. Pocos años después el primer ministro
británico Churchill exigió la rendición sin condiciones a la Alemania ya
doblegada militar y moralmente para finalizar la Segunda Guerra
Mundial (Suárez, 1984, II, 271). Lo anterior es algo que llama la
atención, porque los británicos, al igual que los franceses, fueron unos
grandes perdedores y derrotados por los alemanes al principio de la
guerra. Pudieron salvar su territorio y apuntarse a la victoria gracias a

Alerto 2001
la intervención de los Estados Unidos. Es evidente que por ellos
mismos y uniendo sus fuerzas no hubieran podido vencer a Alemania.
El general Manuel Díez-Alegría fue consejero del Reino en el
régimen de Franco, procurador en Cortes y jefe del Alto Estado Mayor
de la Defensa, hasta que fue cesado en 1975 a raíz de una entrevista no
autorizada con Nicolás Ceausescu, brutal y represivo presidente
comunista de Rumanía, que acabó trágicamente en el año 1989. Era
hermano de José María, de la Compañía de Jesús, de ideología
marxista y adscrito a la teología de la liberación, por lo que fue
apartado de la cátedra de la Universidad Gregoriana de Roma y
después abandonó la orden religiosa.
El general Díez-Alegría escribió en 1979 (Gironella, 176) sobre
Franco: «Su conducción de la guerra presenta lunares de bulto, como
el empecinamiento respecto a Madrid o en el Ebro. Sobre todo,
alcanzadas tierras mediterráneas en la primavera de 1938, al avanzar
hacia Valencia en lugar de conquistar Cataluña, por entonces inerme y
exhausta, sin duda alguna alargó la guerra bastantes meses. Sin contar
el tiempo perdido de batalla a batalla, corolario en parte de su talante
intemporal y receloso». Es evidente que estas valoraciones no están
bien ponderadas y ponen en entredicho la capacidad de análisis que se
le debe suponer a un militar profesional del nivel que ostentaba, pues
se muestra más políticamente correcto que soldado táctico. Estas
rotundas aseveraciones han sido utilizadas, haciendo seguidismo, por
otros detractores de Franco.
El espíritu de compañerismo, de importantes efectos morales,
cuyos antecedentes inmediatos hay que buscarlos en las frecuentes
columnas de liberación y de socorro a las posiciones cercadas de las
campañas de Marruecos, Sidi Dris, Igueriben, Tizzi Azza, Cudia Tahar,
Cobba Darsa, etc., Franco lo puso en práctica en las liberaciones del
Alcázar de Toledo y de Oviedo. El socorro al santuario de Santa María
de la Cabeza no fue posible, porque ya estaba endurecida la línea y se
trataba de un frente secundario y excéntrico con la masa de maniobra
de los nacionales empeñada en el Frente de Madrid y en el Frente
Norte.

Alerto 2001
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ESPAÑA ASEDIADA

Terminada la Guerra Civil, España quedó exhausta y continuó


rodeada de enemigos. Francia, al norte, era un refugio de exiliados,
muchos de los cuales albergaban la esperanza de volver a la primera
oportunidad para tomarse la revancha, y al sur estaba, en el usurpado
peñón de Gibraltar, el Reino Unido, que controlaba el Estrecho y su
actitud no era precisamente amistosa con el nuevo régimen político.
Es paradójico que Gran Bretaña y Francia declararan la guerra a
Alemania por invadir Polonia en septiembre de 1939, y no se la
declararan a la URSS cuando hizo justo lo mismo que Alemania, pero
unos pocos días después. El ciego empeño en destruir a su rival,
Alemania, les llevó a destruirse como potencias hegemónicas, perder
las colonias en las que basaban su poderío y ceder el paso a los Estados
Unidos y a la URSS como potencias emergentes.
La situación empeoró al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La
actitud adoptada por todas las naciones vencedoras fue de hostilidad
contra España con amenaza de intervención militar y de bloqueo.
Contingentes de comunistas y socialistas se preparaban para una
invasión militar desde el norte de los Pirineos, y la oposición al
régimen seguía conspirando.

REORGANIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS

Después de la guerra, desde el punto de vista militar dejó de llevar el


control táctico de los asuntos militares para centrarse en el aspecto
estratégico.
El Ejército siguió siendo la columna vertebral de la nación,
defendiéndola de sus enemigos externos e internos, especialmente de
los huidos, bandoleros y maquis. La totalidad del Cuerpo de Oficiales
del Ejército vencedor de la Guerra Civil permaneció fiel a la figura del

Alerto 2001
Generalísimo como líder indiscutible.
Franco y sus generales eran completamente conscientes de que la
situación del Ejército era mala después de la guerra. Estaba
insuficientemente armado, con un armamento heterogéneo, desfasado
y gastado, con problemas de abastecimiento, especialmente de
carburantes, e incluso de alimentación.
Durante la guerra el Gobierno nacional tuvo un único ministerio
para las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Defensa Nacional, dirigido
por el general Fidel Dávila, aunque la jefatura suprema de todos los
ejércitos la siguió ejerciendo en exclusiva el Generalísimo. Este mando
lo ejerció Franco con el apoyo de los estados mayores de Tierra, Mar y
Aire, independientes unos de los otros.
Nada más acabar la Guerra Civil, Franco decidió la creación de
tres ministerios para las Fuerzas Armadas: Ejército (septiembre de
1939), Marina y Aire (octubre de 1939). La organización de estos
nuevos ministerios, que fue propuesta al Caudillo por los generales
Kindelán, Dávila, Vigón y Varela, pretendía mejorar el funcionamiento
administrativo, la gestión del personal, armamento y material.
Siempre existieron en España dos ministerios sobre los asuntos
militares, el de la Guerra y el de Marina, y el del Aire siguió la estela de
otras naciones europeas que ya lo habían creado, como Gran Bretaña
(1919), Italia (1925), Francia (1928) y Alemania (1933).
El mando en caso de guerra lo volvería a asumir el Generalísimo
como jefe de Estado, como lo había hecho en la Guerra Civil. Pero esta
división causó efectos negativos en la concentración de esfuerzos,
porque, aunque no hubo más guerras declaradas, sí se hizo sentir en el
equipamiento y en el adiestramiento, así como en otros conflictos
armados, de alta y baja intensidad.
Nombró ministro del Ejército del Aire a Yagüe, en vez de al
general Kindelán, que había sido jefe de la Aviación Nacional durante
la guerra. Su actitud sobre la inmediata restauración borbónica lo
desaconsejó. Yagüe, su compañero de promoción, mano derecha en
tantos asuntos y amigo, fue cesado un año después por su postura
crítica contra el mismo Gobierno del que era miembro.
En agosto del mismo año se organizaron también la Junta de
Defensa Nacional y el Alto Estado Mayor como órganos de
asesoramiento y planeamiento. La Junta de Defensa Nacional era un

Alerto 2001
órgano consultivo del jefe del Estado, especialmente orientado a la
industria militar. El Alto Estado Mayor era el órgano directivo de la
defensa nacional y coordinador de los estados mayores de Tierra,
Marina y Aire. Dependía de forma directa y exclusiva del jefe del
Estado, que era quien designaba a sus componentes, y por
consiguiente no dependía de ningún ministerio.
En julio de 1939 el Ejército de Tierra recuperó la organización de
las capitanías, eliminadas por Azaña, quien las había sustituido por
divisiones orgánicas. Los objetivos de esta nueva reorganización
fueron un reclutamiento de cupos equilibrados, la extensión
territorial, conseguir más recursos y facilitar las comunicaciones, en
concreto para las movilizaciones. Esta organización territorial nunca
tuvo como objetivo controlar a la población, como defienden sus
detractores.
Las milicias armadas fueron disueltas en julio de 1940, dejando
solo su organización juvenil, dedicada a la formación patriótica, el
deporte y el excursionismo.

LA SITUACIÓN DE LOS EJÉRCITOS ESPAÑOLES Y LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

España tenía una situación excéntrica en los campos de batalla


europeos, pero su posición geográfica le proporcionaba un gran valor
estratégico:

— Podía cortar las comunicaciones por el estrecho de Gibraltar.


— Podía amenazar por la retaguardia a Francia y al Protectorado
Francés de Marruecos.
— Podía amenazar las comunicaciones marítimas de África y América
con Europa.

El Generalísimo era consciente de la escasa operatividad de los


ejércitos españoles. Salgado-Araujo puso en boca de su primo Franco
que «muchos creen que nuestro Ejército está preparado para una
guerra, […] están completamente equivocados, […] y aun cuando nos
facilitara Alemania [el armamento], […] nuestro pueblo se moriría de
hambre por el riguroso bloqueo aliado» (Casas, 1996, 538).
El Ejército Español era numeroso, estaba mal armado, pero
curtido en la guerra, apoyado por una aviación con materiales

Alerto 2001
anticuados, pero con un excelente cuerpo de aviadores. La marina era
respetable, pero muy inferior a las de las potencias en conflicto.
El general Martínez Campos, jefe del Estado Mayor del Ejército,
con fecha del 8 de mayo de 1940, pocos días antes de que comenzase la
campaña de Francia, presentó un informe en el que afirmaba de forma
rotunda que «España, después de una guerra de desgaste de tres años,
se encuentra muy débil para intervenir, lo mismo en un bando que en
el otro, y la convendría, a toda costa, ser neutral».
Martínez Campos emitió otro informe importante el día 24 del
mismo mes en el que, sobre la posibilidad de entrada en la guerra de
España, llegaba a una conclusión bien clara, porque consideraba que
el Ejército carecía de medios blindados, artillería antitanque o
antiaérea. Igualmente pensaba que no sería posible una rápida
movilización y que se carecía de las materias primas necesarias. A su
juicio, en caso de participar en la Segunda Guerra Mundial España
sería derrotada. Esta opinión era también la predominante en el
generalato. Además, el coste económico de las materias primas no era
asumible entonces por España, con lo que habría necesitado contar
con ayuda exterior, alemana en este caso. El almirante Canaris expresó
su opinión al Gobierno español: era mejor que España mantuviera la
neutralidad para no extender el conflicto.
Las unidades militares españolas sufrieron durante toda la década
de los años cuarenta graves carencias de artillería de calidad tanto
antiaérea como de campaña, al igual que de medios blindados. Las
divisiones de infantería estaban dotadas con suficiente armamento
ligero. Sin embargo, el número de armas automáticas era inferior al de
las divisiones europeas de esos mismos años, lo que hacía que la
potencia de fuego de las unidades españolas fuese menor. Faltaban
fusiles ametralladores y ametralladoras pesadas. Lo mismo ocurría
con la cantidad de artillería en dotación, de campaña, antiaérea y
contra carro.
Los calibres de los cañones antitanques eran de 45 mm como
máximo, y si bien frente a blindados de los años 1940 o 1941 todavía
eran efectivos, no habrían podido hacer frente a los carros de combate
que entraron en servicio a partir de 1943, con blindajes que en muchos
casos superaban los 100 mm de espesor. En cuanto a los cañones
antiaéreos, todos los informes destacaban la escasez de los mismos,

Alerto 2001
dejando a las unidades absolutamente desprotegidas frente a ataques
de aviones enemigos, con lo que su movilidad hubiera sido casi
imposible.

EL CAUDILLO Y EL FÜHRER

Adolf Hitler le mandó a Franco una carta el 18 de septiembre, y en ella,


después de señalar la amenaza para la economía española por el
bloqueo de sus costas por la Marina británica, concluía que solo cabe
«una solución radical a los problemas de aprovisionamiento de
España. Ese objetivo se puede lograr fácilmente y con seguridad con la
entrada de España en guerra. […] Y precisamente la entrada de
España en la guerra subrayará todavía más la inutilidad para
Inglaterra de proseguir la guerra y ayudará a obligarla a renunciar a
sus injustas pretensiones».
El Caudillo le contestó el 22 de octubre, y entre otras cosas le
comunicaba: «Nuestro aislamiento y la falta de medios indispensables
para la vida nacional hacen nuestra acción imposible».
Franco aprovechó esta misiva para dar su concepto táctico en un
posible ataque a Gibraltar. Mientras que Hitler, seguramente
asesorado por sus estrategas, consideraba el empleo de baterías
pesadas fijas, que romperían la sorpresa y costaría meses
transportarlas e instalarlas, el Generalísimo pensaba en el empleo de
cañones más ligeros y móviles, más discretos y menos vulnerables.
Recordemos las mastodónticas piezas de artillería, fijas o sobre
ferrocarril, empleadas en la Guerra Civil y en la Segunda Guerra
Mundial, que tenían un alto coste y escaso rendimiento.
Las instrucciones secretas de Franco a Serrano Suñer son más
esclarecedoras: «Hay que considerar dos casos: guerra corta y guerra
larga. Si nos pudieran garantizar lo primero, no hay caso; solo se
necesitaría completar los preparativos militares. […] Pero se abre
camino el supuesto de la guerra larga». El convencimiento de que la
guerra iba a ser larga estaba ya bastante extendido. La delegación
española que visitó Berlín observó que las infraestructuras de guerra
en el canal de la Mancha y en la frontera occidental alemana eran
sintomáticas de los preparativos para una guerra larga. El conde
Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de Italia, también opinaba que
la guerra iba a ser larga.

Alerto 2001
Además, en sus instrucciones secretas hacía las siguientes
consideraciones irrefutables: «Alemania fue a la guerra después de un
largo periodo de preparación militar y económica, con una potencia
industrial, lo mismo ha hecho Italia. […] España, en cambio, libró tres
años de guerra sin preparación previa, en condiciones más difíciles,
con gran pobreza en armamento, insuficiente y desgastado, sin
reservas ni descanso para el soldado».
Hitler y Franco se entrevistaron en Hendaya, territorio francés, el
23 de octubre de 1940. La entrevista acabó sin alcanzar ningún
compromiso serio. El Führer estuvo prepotente: «Soy el dueño de
Europa y como tengo doscientas divisiones a mi disposición, no hay
más que obedecer, […] no puede permanecer indiferente a los hechos y
ante la presencia de tropas alemanas en los Pirineos».
El Caudillo insistió en que España no podía hacer una guerra cuyo
alcance no se podía medir. Se llegó al acuerdo formal de que España
aceptaba el tripartito e intervendría en la guerra al lado de las
potencias del Eje contra Inglaterra en el momento que se acordase en
común por las tres potencias, y si el Gobierno español lo aprobaba.
Cinco días después, el 28 de octubre, Italia entraba
inopinadamente en guerra, invadiendo Grecia desde Albania.
El 4 de noviembre Hitler comunicó al Estado Mayor del ejército
alemán su voluntad de tomar Gibraltar y forzar a Franco a entrar en
guerra. El día 11 se firmó el protocolo de Hendaya, y al día siguiente el
Führer firmó la instrucción general para ejecutar la Operación Félix
para la toma del peñón de Gibraltar, programada para enero de 1941.
Esta operación implicaba la entrada de España en la guerra a favor de
Alemania. Era una demostración palpable de la nula voluntad de
Hitler de cumplir lo pactado solo unas horas antes.
El Caudillo se reunió con sus asesores militares y todos
coincidieron en que España no estaba preparada para la guerra. Era
evidente que no había invasión de las islas británicas y, por
consiguiente, la contienda se alargaba.
El 20 de noviembre el alto mando alemán tenía preparado un
fuerte contingente aeroterrestre para la Operación Félix. La situación
era muy comprometida y Franco, para ganar tiempo, dijo que no podía
determinar la fecha exacta para entrar en guerra y pedía una reunión
de alto nivel para evaluar las necesidades.

Alerto 2001
El 2 de diciembre se fijó la fecha del 4 de febrero para atacar el
Peñón. Después del mes que duraría la operación aproximadamente,
los alemanes trasladarían una división acorazada y otra blindada al
norte de Marruecos.
El almirante Canaris fue el enviado alemán, el 7 de diciembre,
para la reunión de alto nivel, pero en realidad era el portador de un
ultimátum para que España declarara la guerra el 10 de enero. Sin
embargo, Canaris desaconsejó nuevamente a Franco que entrara en
guerra.
El ejército italiano sufrió un grave fracaso a principios de
diciembre en Egipto. Las posibilidades de cerrar el Mediterráneo por
Suez se desvanecían, y Mussolini sufría otros descalabros en Grecia y
Albania. Hitler pospuso de forma indefinida la Operación Félix,
porque la situación en otros frentes se había complicado y no era
cuestión de invadir a la fuerza la Península Ibérica con el antecedente
de Napoleón. España no entraría en guerra.
El Caudillo aseguró al embajador inglés en Madrid, Samuel
Hoare, su intención de no involucrarse en este conflicto bélico: «Lo
único que nos unía era nuestro común deseo de mantener a España
fuera de la guerra». Esto fue corroborado por Winston Churchill (Moa,
2015, 491, 496), que opinó sobre el particular: «Hay que elogiar la
decisión española de mantenerse fuera de la guerra».
Carlton Hayes, embajador de los Estados Unidos en Madrid entre
1942 y 1944, escribió que Franco (Moa, 2015, 498) «no deseaba una
victoria del Eje, aunque ansiaba una derrota de Rusia. […] Me pareció
no tener nada de torpe ni ser tan poseído de su persona, antes se me
reveló como dotado de una inteligencia clara y despierta y de un
notable poder de decisión y cautela».

LA DIVISIÓN AZUL

Ya hemos tratado sobre las presiones de Alemania para que España


entrara en guerra o que permitiera el paso de sus tropas para
conquistar Gibraltar. Lo primero se haría con las triunfales divisiones
germanas en los Pirineos, y lo segundo tenía grandes paralelismos con
la entrada napoleónica en España en 1808 para ocupar Portugal.
España tenía intención de permanecer al margen de la Segunda
Guerra Mundial, como lo había hecho en la Primera, por lo que

Alerto 2001
decidió enviar en apoyo de Alemania una división de infantería para
eludir compromisos mayores.
No podía ser una división orgánica del Ejército Español para no
comprometer la neutralidad oficial española en esta guerra. Sería
formada por voluntarios para luchar en exclusiva en el Frente del Este
contra la URSS, por lo que se denominó oficialmente División
Española de Voluntarios para Luchar contra el Comunismo, aunque
popular e historiográficamente se conoció como División Azul por el
color de la camisa azul de la Falange en su uniforme inicial.
La realidad es que estaba encuadrada por mandos profesionales, y
al menos la mitad de sus efectivos de tropas fueron reclutados entre
los que prestaban servicios en filas, en unidades militares.
Según el informe mandado a Gran Bretaña por el embajador
británico en Madrid, el envío de la División Azul había puesto fin a las
presiones alemanas sobre España. El ministro de Asuntos Exteriores
alemán explicó a Hitler que, con esa división, Franco había dado todo
lo que podía y no podía pedírsele más. Además, así se evitaba la
intervención inglesa en la Península (Suárez, 2015, 332).
También se enviaron al Frente del Este una escuadrilla de pilotos
(Escuadrilla Azul) que combatieron con aviones alemanes y algunos
marinos agregados a la Marina de Guerra alemana.
La Escuadrilla Azul actuó en un teatro de operaciones diferente de
la División Azul, en el centro de Rusia. La zona de acción de la División
Azul estuvo prácticamente toda la campaña bajo el dominio aéreo
soviético, lo que le costó gran número de bajas y limitó sus
capacidades de maniobra. El general jefe de la División, ante esta
situación, solicitó en varias ocasiones que la Escuadrilla Azul actuara
en su zona, y en consecuencia en su apoyo. Sin embargo, el Ministerio
del Aire español, de reciente creación, consideró más oportuno que
actuara en otros teatros de operaciones diferentes.
Una carta del jefe de la Segunda Escuadrilla a González Gallarza,
jefe del Estado Mayor del Aire, es muy reveladora: «El General Muñoz
Grandes. […] sin indicarlo, venía a decir que hiciéramos todo lo
posible con la idea de ir con ellos. A varios jefes de la División también
les he oído manifestarse en este sentido, pues dicen que los fríen los
aparatos rusos. […] Nos gustaría mucho ir con la División, pero he
considerado que […] debemos procurar ir a un frente activo»

Alerto 2001
(Fontenla, 2015, 378).
Las consideraciones estratégicas y tácticas que se dieron no se
sostenían. Tampoco eran sólidos los objetivos perseguidos al enviar
una unidad aérea: para que los pilotos españoles aprendieran las
técnicas y tácticas más modernas de la aviación militar, y para que el
mayor número de pilotos adquiriera experiencia de combate. Sin
embargo, para lo primero hubiera sido necesario integrar a cuadros de
mando en los cuarteles generales superiores de la aviación militar
alemana, y lo segundo se podía adquirir en cualquier frente; y en todo
caso era dar un falso predominio a la aviación de caza, única misión en
que actuó la Escuadrilla Azul, sobre el planeamiento táctico general y
las misiones de reconocimiento, bombardeo y transporte.
Fue el primer caso de descoordinación entre ministerios militares
que se pagó con innecesarias pérdidas de vidas de nuestros soldados.
Después del duro desgaste de la División en la cabeza de puente
del Wolchow entre noviembre y diciembre de 1941, Franco intentó
repatriarla, pero Hitler estaba interesado en mantenerla, porque
indirectamente involucraba a España en la beligerancia, y solo
consintió en que se reemplazaran las bajas y se relevara a parte del
personal (Suárez, 2015, 349-350).
Además, a esta altura de la guerra, la situación de Alemania en el
Frente del Este era ya muy comprometida, demasiado como para
aventurarse en el teatro español, situación que se agravó en octubre de
1942, cuando los aliados pasaron a la ofensiva en Egipto.
El 22 de diciembre la situación naval totalmente desfavorable en
el Mediterráneo propiciaba que Alemania desencadenara la Operación
Giselle, que consistía en ocupar el norte de la Península.
Hitler ofreció en febrero de 1943 entrenar y armar a una división
española en territorio francés ocupado por Alemania. Franco no
aceptó. Los paralelismos con la división española en Dinamarca bajo
las órdenes de Napoleón eran evidentes.
La repatriación de la División Azul se debió a que su permanencia
en el frente ya no reportaba ninguna ventaja para España. Por el
contrario, podía producir, y de hecho ya estaba produciendo,
contratiempos y riesgos con las poderosas fuerzas aliadas. La División
fue reducida a una unidad tipo regimiento, llamada Legión Azul, que a
su vez fue retirada definitivamente del frente a primeros de abril de

Alerto 2001
1944.
La retirada no pudo ser más oportuna, pues muy poco tiempo
después de ella el frente alemán en el sector se hundió ante una gran
ofensiva soviética.
La División Azul demostró a nivel internacional la capacidad
combativa de nuestro Ejército de cara a una posible invasión
proveniente de Alemania o de los aliados.
El sacrificio de la División Azul no fue inútil. Su presencia en el
Frente del Este contribuyó a que España no se viera obligada a entrar
en guerra a favor del Eje, y su eficacia combativa en un terreno
inhóspito y lejos de la patria puso en evidencia lo costoso que sería la
invasión de la Península, con una orografía favorable a la defensa y un
ejército numeroso y aguerrido después de la contienda civil.

LA AMENAZA DE LOS ALIADOS

La ofensiva aliada de 1942 en Egipto tuvo como precedente una


enorme concentración de buques en Gibraltar, que causó alarma en el
Gobierno español, porque era una amenaza potencial contra nuestros
territorios, peninsulares o extrapeninsulares.
No obstante, el 2 de noviembre el embajador estadounidense en
Madrid, Carlton Hayes, comunicaba al ministro de Asuntos
Exteriores: «Los Estados Unidos no tienen ninguna intención de violar
la soberanía de España ni de perjudicar sus colonias» (Suárez, 2015,
416).
El 8 de noviembre los aliados desembarcaron en Casablanca (en el
Protectorado Francés de Marruecos), lo que era otra amenaza
potencial sobre España, aunque reiteraron, por vía diplomática, que la
ofensiva no afectaría a los territorios españoles. De todas formas, el
dogal sobre España se iba cerrando poco a poco y las promesas en
política internacional siempre son volubles, según los intereses del
momento de las grandes potencias.
La presencia de tropas angloamericanas en el norte de África
representaba indudablemente un riesgo, porque entraban en el
espacio geopolítico de España y llegaban hasta la frontera sur del
Protectorado Español en Marruecos.
La situación real era que un gran ejército potencialmente
enemigo, había desembarcado en el Marruecos francés, y no era

Alerto 2001
descartable que no quisiera dejar a sus espaldas un núcleo de tropas
que podían ser eventualmente hostiles. Mientras tanto, las divisiones
germanas permanecían muy cerca de los Pirineos, y Hitler planeó
alcanzar el estrecho de Gibraltar a través de la Península en caso de un
ataque aliado a España. Como medida preventiva Franco negoció con
Alemania la entrega de armamento en caso necesario.
El general monárquico Orgaz fue designado alto comisario del
Protectorado Español con sede en Tetuán. El 12 de noviembre de 1942
Yagüe fue nombrado jefe de todas las fuerzas militares del citado
Protectorado. Franco equilibraba así la balanza en un punto muy
delicado, pues Orgaz era favorable a la monarquía y a los aliados, y
Yagüe era falangista y germanófilo.
El mismo día de la batalla de Krasny Bor, 10 de febrero de 1943,
Franco garantizaba la resistencia militar española contra cualquier
agresión a sus territorios.
El alto comisario español en el Protectorado marroquí se
entrevistó en Uxda (Marruecos francés) con el general estadounidense
jefe de las fuerzas aliadas en el norte de África, quien le informó de
que estaban dispuestos a enviar tropas en socorro de España si esta
sufría una invasión alemana y pedía ayuda.
Ante las presiones del embajador de los Estados Unidos, Carlton
Hayes, en junio de 1942 Franco le expuso la teoría de las dos guerras:
una entre las potencias occidentales y las del Eje, en la que España era
neutral, y otra entre Alemania y la URSS, en la que era beligerante
contra esta última. Un año después, en julio de 1943, le expuso la
teoría de las tres guerras, añadiendo la guerra contra Japón, que
masacró a la población hispánica en Filipinas, y por ello deseaba la
derrota de los japoneses.
En octubre de 1943 los británicos se asentaron en las islas Azores,
de Portugal, su secular «aliado», sin permiso y sin oposición del
Gobierno de la nación vecina. Esto confirmaba que la amenaza sobre
Canarias seguía estando latente.
El presidente norteamericano Roosevelt, muy favorable a las tesis
de Stalin, estaba decidido a que el régimen de Franco no sobreviviera a
la derrota de Alemania y a restaurar la República. Los opositores más
decididos, organizados y eficaces eran los comunistas, y los Estados
Unidos ordenaron o permitieron organizar, en el norte de África, el

Alerto 2001
adiestramiento en acciones subversivas de un grupo de refugiados
españoles. Estos hombres vestían con uniformes del Ejército
estadounidense y recibían sus pagas del mismo. El Servicio de
Información español lo detectó a principios de 1944, y las primeras
incursiones fueron descubiertas y desarticuladas, y sus protagonistas,
capturados. Estos fracasos y la queja formal diplomática de España
hicieron que disminuyera considerablemente el apoyo de los Estados
Unidos a los comunistas españoles.
El embajador norteamericano en Madrid se despidió de Franco el
6 de julio, y Franco le expresó sus opiniones, que resultaron proféticas
(Crozier, 1969, 2, 150):

— Alemania sería derrotada antes de que transcurriera un año, y los


generales germanos reconocerían la derrota y pedirían la paz,
antes que los políticos.
— Una gran parte de los políticos nazis colaborarían con los
comunistas, como ocurrió en la parte alemana ocupada por la
URSS, transformándola en una «república democrática».
— El disciplinado comunismo de la URSS exportaría e impondría ese
comunismo a otras naciones europeas. Mostró su pesar por el
triste destino que les esperaba a Polonia, Rumanía, Finlandia y
otras naciones, con una guerra civil por medio.

Los aliados planearon de nuevo, en diciembre de 1944, la invasión


de España para derrocar a Franco, que creían que caería fácilmente al
no contar con apoyos externos. Avisado el infante don Juan,
pretendiente a la corona española, decidió de manera precipitada
romper con el régimen español y alinearse con los aliados (como
anteriormente lo había hecho con los nazis), con la vana esperanza de
la promesa británica de que lo instaurarían como rey de España.
Franco reaccionó con rapidez, como hacía cuando era necesario.
Consiguió la adhesión de todos los generales, incluidos los más
monárquicos, sin adoptar ninguna medida represiva. La lucha de los
guerrilleros yugoslavos en una orografía tan accidentada como la
española era un ejemplo que reforzaba las posibilidades de lucha
contra un invasor. Franco reforzó el despliegue militar y las
fortificaciones de las costas y de la frontera pirenaica, donde además

Alerto 2001
desplegó fuerzas móviles. La cohesión interna se reforzó ante el temor
de la vuelta de organizaciones comunistas con sus secuelas de
sangrientas represalias.
Stalin, Roosevelt y Churchill se reunieron en la Conferencia de
Yalta (Rusia) en febrero de 1945. Acordaron que todas las naciones
que actuaron en la órbita de Alemania, incluida España, elegirían
libremente sus gobiernos mediante elecciones libres. Franco decidió
resistir, pero el resto de los países europeos antes aliados del Eje u
ocupados por Alemania fueron cayendo bajo la bota comunista de
Stalin.
Los aliados impusieron a España, en esta conferencia, como
condición para asociarse a los países «libres» el que se estableciera un
régimen de autonomías regionales (Suárez, 1984, IV, 20). La idea de la
balcanización de la Península Ibérica seguía siendo grata a los
intereses británicos. Seguramente de aquellos polvos vengan estos
lodos de los que no quieren una España unida.

INTERCAMBIO DE CARTAS ENTRE FRANCO Y CHURCHILL

Franco recibió al embajador francés en España el 13 de abril de 1941 y


le dijo que la victoria de los aliados permitiría la expansión del
comunismo y que era una ingenuidad de los anglosajones, como había
afirmado Churchill, el creer que se puede pactar con el diablo (Suárez,
1984, III, 321).
El intercambio de cartas entre Franco y Churchill, del 18 de
octubre de 1944, incidió sobre lo anterior y demuestra que Franco
tenía una visión geopolítica y estratégica incuestionable, que contrasta
con las visiones desacertadas del líder británico.
El Generalísimo envió un mensaje extraordinario al primer
ministro británico, Churchill, a través del embajador de España en
Londres, el duque de Alba. Es un mensaje antológico que
reproducimos íntegramente por su importancia (los pasajes marcados
en cursiva son nuestros):
Excelentísimo señor embajador de España en Londres.
Mi querido embajador y amigo:
El objeto de la presente es el expresarle de una manera directa, clara y sincera, mi
pensamiento y el de la nación española en cuanto afecta a nuestras relaciones con la
Gran Bretaña, a fin de que de la manera más fiel y directa la haga conocer a nuestro

Alerto 2001
buen amigo el «premier» británico.
La grave situación de Europa y el papel a que en un futuro están llamadas
Inglaterra y España para el concierto del occidente europeo aconsejan el que aclaremos
nuestras relaciones, liberándolas de esa serie de reclamaciones y pequeños incidentes
que desde hace más de dos años vienen enervándolas.
Las nobles palabras que en fecha reciente ha tenido ese primer ministro para
nuestra nación, con repercusiones tan favorables en nuestra opinión pública, son
garantía de que estas inquietudes han de encontrar un eco favorable entre las suyas.
Yo encuentro perfectamente natural que hayan existido hasta ahora grandes
diferencias entre el pensamiento de la nación inglesa y el que podía tener la española,
más libre, más natural, de compromisos y pasiones; pero conforme la guerra avanza, se
dibuja más la identidad de los intereses y de las preocupaciones para el futuro, que
vemos acusarse en los discursos, manifestaciones y comentarios a los viajes del primer
ministro.
Porque no podemos creer en la buena fe de la Rusia comunista y conocemos el
poder insidioso del bolchevismo, tenemos que considerar que la destrucción o
debilitamiento de sus vecinos acrecentará grandemente su ambición y su poder,
haciendo más necesaria que nunca la inteligencia y comprensión de los países del
occidente de Europa.
Lo que ocurre en la Italia liberada y la grave situación de la nación francesa, en la
que las órdenes del Gobierno no son obedecidas y los grupos «maquis» proclaman con
descaro sus fines de proclamar la República soviética francesa, para lo que dicen contar
con el apoyo de la URSS, es harto elocuente en estos difíciles momentos.
La Historia nos demuestra, por otra parte, en lo que han acabado siempre los
tópicos de las paces eternas y de las amistades desinteresadas; por ello las bellas
palabras no pueden tener para nosotros otro valor que el de un buen deseo, el de un
ideal a que nunca se llegó ni logrará llegarse.
Destruida Alemania y consolidada por Rusia su posición preponderante en
Europa y Asia, así como consolidada en el Atlántico y en el Pacífico la de
Norteamérica, como nación más poderosa del Universo, los intereses europeos, ante
una Europa quebrantada, padecerían la más grave y peligrosa de las crisis.
Comprendo muy bien que razones militares inmediatas no permitirán a los
ingleses responsables comentar este aspecto de la contienda universal, pero la realidad
existe y la amenaza queda pendiente.
Después de la terrible prueba pasada por las naciones europeas, solo tres pueblos,
entre los de población y recursos importantes, se han destacado como más fuertes y
viriles: Inglaterra, Alemania y España; mas destruida Alemania, solo queda a Inglaterra
otro pueblo en el Continente a que volver sus ojos: España. Las derrotas francesas e
italiana y su proceso de descomposición interna no permitirán probablemente en
muchos años edificar nada sólido sobre estos pueblos; hacerlo acarrearía las mismas
trágicas sorpresas que sufrieron Inglaterra y Alemania en la actual contienda.
La deducción es clara: ¿es conveniente para Inglaterra y para España su amistad
recíproca? No dudo en afirmarlo, y será tanto más imperativa cuanto mayor sea la
destrucción que llegue a hacerse de la nación germana.
Sentada esta necesidad, pasemos a revisar nuestras actuales relaciones con

Alerto 2001
Inglaterra, lo que nos llevará a no hacernos grandes ilusiones y a reconocer que no son
halagüeñas, pues no obstante las nobles manifestaciones de Mr. Churchill y la buena
voluntad de nuestro Gobierno, no acaba de despejarse esa atmósfera de hostilidad y
desafecto que se acusan en el ambiente inglés y que vienen causando en los distintos
sectores españoles reacciones naturales de defensa. Ni la Prensa, comprendida la
gubernamental, ni las radios británicas han cesado de hostilizar periódicamente a
España, a su régimen, cuando no a su Caudillo, unas veces con tonos agrios y
malhumorados, otras con frases o conceptos insidiosos.
Esta hostilidad tiene todavía más importancia cuando se acusa en las
representaciones oficiales o cuando tratan de justificarla en diferencias ideológicas, en
nación tan acostumbrada como la inglesa a entenderse en todos los tiempos con los
diversos pueblos del Globo, cualesquiera que hayan sido sus sistemas de gobierno o sus
ideologías; razones que, por su intromisión en lo interno, sublevan a todo buen español,
produciendo en el país efectos lamentables.
No debiera Inglaterra olvidar que las relaciones actuales son una consecuencia
inmediata de las del pasado, y en las del futuro han de tener una gran influencia la que
ahora mantengamos.
Estimo que no debemos ocultar en esa el que las actividades de los servicios
secretos y de propaganda británicos han venido causando al correr de estos cinco años
un efecto lamentable con los organismos más vivos y sensibles de la nación, cuales son
el Ejército, los servicios de Orden Público y la Falange Española, con sus tres millones
de militantes. Podemos, desde luego, asegurar que no se ha descubierto maquinación ni
pequeña disidencia, en estos años, que no haya tenido alguna relación con los agentes
británicos.
La acción que inevitablemente el Estado había de oponer a las actividades
clandestinas de los extranjeros, y en la parte importantísima que en su descubrimiento y
persecución han tenido aquellos organismos han hecho polarizar sobre ellos el
desafecto, cuando no la antipatía, de los agentes extraños, produciendo la
correspondiente indignación entre los medios propios.
Conviene estén ahí apercibidos de que ninguna clase de actividad política o
diplomática del exterior que a España se refiera ha pasado inadvertida para nuestra
nación; aun de aquello que pudiera parecerles más íntimo y secreto hemos tenido
providencialmente conocimiento; pero el Estado español, con una clara visión del futuro
y de sus necesidades históricas, ha evitado en todo lo posible su publicidad y el
consiguiente escándalo.
Otra circunstancia a exponerles es la de los medios españoles en lo que hasta hoy
se ha alimentado la información británica que, sin contar la que los rojos y políticos
despechados le hayan podido hacer llegar, la que aquí hemos presenciado se ha
alimentado, a nuestro juicio, entre los medios más frívolos e inoperantes de la nación;
por ello mucho me temo que los juicios o noticias que Inglaterra tenga sobre nuestro
país pequen de erróneos o de desfigurados.
Por todo ello, he juzgado indispensable, ante las necesidades futuras para nuestros
países, el que procuremos, en este momento histórico, aclarar nuestras relaciones,
procurando librarlas de aquel ambiente tendencioso y hostil que es incompatible con
una amistad sincera en el mañana.

Alerto 2001
La guerra ha cambiado completamente el concepto de la estrategia y de la fortaleza
de los pueblos; todo ha aumentado de dimensión, y si estos no quieren verse
desagradablemente sorprendidos, han de arrojar por la borda viejos prejuicios y
estrechar su solidaridad continental.
Y como sería quimérico que se pretendiese que España pudiese obrar en estos
momentos contra sus convicciones, y se aprovechase de una situación de desgracia de
otros pueblos, faltando a los principios del honor y de la hidalguía que han presidido y
ennoblecido su historia y que condesa aquella frase tan española de «que nobleza
obliga», sí convendría, en cambio, el que trabajásemos para estrechar las relaciones y
hacer posible la acción común futura.
Conviene destacar que España es un país estratégico, sano, viril y caballeroso; que
ha demostrado sus reservas espirituales y sus tesoros de valor y de energía; que tiene
una voluntad de ser, no abriga ambiciones bastardas, ama la paz y conoce cómo debe
guardarla; que cree que su interés y el de Inglaterra están en entenderse, conoce el valor
de la amistad inglesa y sabe el que la suya tiene; que considera posible este
entendimiento y futura amistad; pero que esta no podría ser eficaz ni duradera con su
simple y frío enunciado, si no cambian completamente los conceptos de nuestras
relaciones, si falta la sinceridad, la buena fe o el propósito firme de entenderse, o si por
un viejo y celoso afán de predominio, se guardasen reservas al engrandecimiento del
amigo y no se salvasen, con los sacrificios que fuesen, las diferencias que nos separan.
Y, por último, creo que debe usted aclarar, ante la acción de los malos españoles
que desde fuera de España especulan con la posibilidad de cambios interiores, que
sirviendo a su pasión hicieran para Inglaterra más barato este acercamiento, que si por
quimérico no debemos siquiera discutir su posibilidad, sí hemos de afirmar de una
manera rotunda que cualquier cambio hipotético que en este sentido se produjera solo
serviría al interés de Rusia. En lo exterior, todos los españoles conscientes pensamos de
igual manera, y la Historia demuestra no es tan difícil ganarse la amistad y el corazón de
España.
Después de haberle expuesto de manera clara y fiel mi pensamiento, solo me resta
el confiar a su patriotismo e inteligente actividad el hacerlo llegar al hombre sobre quien
pesan de manera más grande las responsabilidades del futuro europeo.
Francisco Franco,
8 de octubre de 1944

Winston Churchill contestó a esta carta de Franco, con otra muy


extensa, de la que resaltamos los párrafos más interesantes:
No olvido que la actitud española no se opuso a nosotros en dos momentos críticos de la
guerra. A saber: en el momento del derrumbamiento de Francia en el año 1940 y en la
invasión anglo-americana del norte de África en 1942.

Resulta cuanto menos curioso otro párrafo de dicha carta en el


que Winston Churchill se cubre, de una vez para siempre, de un
rotundo y resonante fracaso como político de visión proyectada al
futuro, porque Gran Bretaña pasó a tener un papel secundario en el

Alerto 2001
nuevo orden mundial. Parece increíble que un personaje de su talla y
categoría cometiese tamaño fallo, no distinguiéndose precisamente
como profeta al escribir lo siguiente:
En la carta de V. E. al duque de Alba hay varias referencias a Rusia que no puedo dejar
pasar sin comentario, teniendo en cuenta las relaciones de amistad y de alianza entre
este país y Rusia. Le induciría a V. E. a serio error si no desvaneciera en su ánimo la idea
equivocada de que el Gobierno de S. M. está dispuesto a considerar ninguna agrupación
de Potencias en Europa occidental, o en cualquier otro punto, basada en hostilidad
hacia nuestros aliados rusos o en la supuesta necesidad de defensa contra ellos. La
política del Gobierno de S. M. se funda firmemente en el Tratado anglosoviético de 1942
y considera la permanencia de la colaboración anglorrusa dentro de la armazón de la
futura organización mundial como esencial no solamente a sus intereses, sino también a
la futura paz y prosperidad de Europa en su conjunto.

Las protestas de amistad con la URSS eran bastante cínicas,


porque en junio de 1944 había reconocido al presidente
norteamericano que «la alianza con Rusia solo durará veinte años»
(Crozier, 1969, 2, 160). Franco siempre consideró que la expansión del
comunismo era una consecuencia de la destrucción de Alemania, que
fue el error más grave de la victoria aliada, porque una Alemania
comunista siempre ayudaría a la URSS a ejercer su dominio sobre
Europa (Suárez, 1984, III, 353, 376). Efectivamente, en 1947, la URSS
estaba sometiendo a Europa a una ocupación más amplia y dura que la
de Alemania nazi, y la Guerra Fría empezó muchos años antes de lo
previsto por Churchill inicialmente.
Pocas semanas después del intercambio de cartas, el premier
británico acabó dándole toda la razón al Generalísimo, pero ya era
demasiado tarde (Crozier, 1969, 2, 164): «La Rusia soviética se había
convertido en un peligro mortal para el mundo libre». E igualmente
hizo de forma más extensa en sus Memorias (Crozier, 1969, 2, 165):
«La destrucción del poder militar alemán había traído un cambio
fundamental en las relaciones entre la Rusia comunista y las
democracias occidentales, pues habían perdido el común enemigo, que
era casi el único brazo de unión. A partir de ese momento, el
imperialismo ruso y el credo comunista no verían, ni se les pondrían,
límites, a su progreso y a su definitivo dominio. Tendrían que pasar
más de dos años antes de verse enfrentados con una igual voluntad de
poder».
El Foreign Office británico, en un informe secreto dirigido al

Alerto 2001
embajador en Madrid e interceptado por los servicios de espionaje
españoles, decía que se autorizaba al diplomático a reconocer
expresamente ante España que Gran Bretaña admitía el error
cometido, al despreciar la advertencia hecha por el jefe del Estado
español en la carta que dirigiera al Gobierno británico antes del final
de la guerra y a la que el tiempo se había encargado de dar la razón
(Suárez, 1984, V, 113).

LA INVASIÓN DEL MAQUIS

Cuando Alemania se rindió (mayo de 1945), el número de divisiones


españolas era considerable, pero no tenían las capacidades adecuadas,
porque faltaban cuadros de mando intermedios, y el armamento y
material estaban muy desgastados y anticuados después de los
grandes avances técnicos producidos durante la guerra mundial,
recién acabada.
La actividad guerrillera en España contraria al nuevo régimen
político se debía principalmente a dos causas. Una, el empeño de los
recalcitrantes, generalmente de militancia comunista, que no
aceptaban la derrota; y otra, la actitud de los huidos al monte por
temor a represalias, en gran parte por tener delitos de sangre. Ambas
ramas evolucionaron, por razones de subsistencia, hacia el
bandolerismo, con las consiguientes repercusiones en la población
civil. Ninguno de los dos tipos de guerrillas, cada vez más debilitadas,
constituyó una amenaza seria.
El 28 de junio de 1944, retiradas las unidades alemanas de los
Pirineos, la zona francesa fronteriza se fue convirtiendo en la base de
partida de guerrilleros, que se autodenominaban maquis, dispuestos a
infiltrarse y actuar en España contra el régimen constituido.
El Partido Comunista de España, totalmente subordinado a
Stalin, efectuó en septiembre de 1944 una invasión en fuerza por los
Pirineos con la intención de provocar un alzamiento interno. El
maquis es un término francés que significa lo mismo que guerrillero
en español. Las partidas del maquis estaban formadas por
combatientes aguerridos y con experiencia. La moral era alta a causa
de la victoria aliada en Francia, de sus enormes ansias de desquite y
porque estaban engañados por la falsa propaganda de sus dirigentes,
que difundían por radio que en las principales ciudades españolas

Alerto 2001
había sublevaciones antifranquistas y luchas callejeras con miles de
muertos.
Los maquis comenzaron a cruzar la frontera pirenaica en otoño de
1944, principalmente con la intención de ocupar por la fuerza el valle
de Arán. La infiltración se hizo por grupos independientes de hasta
cien hombres.
Se calcula que fueron cuatro mil los guerrilleros que atravesaron
la frontera pirenaica en octubre de 1944 por el valle de Arán (Lérida).
Por ser una zona despoblada, era difícil suscitar una insurrección
popular. Pero debido a la sorpresa inicial y a la escasa entidad de las
guarniciones del Ejército y de la Guardia Civil, consiguieron
adentrarse 100 kilómetros, tomando varios pueblos, después de
enfrentarse a la Benemérita. Cercaron la capital del valle, Viella, y
llegaron hasta Pobla de Segur. Menudearon los encuentros con las
fuerzas de seguridad y con tropas regulares, con bajas por ambas
partes, pero siempre los invasores se llevaron la peor parte. Y lo que
era peor para ellos, sus acciones no tuvieron ninguna adhesión entre la
población civil, en contra de lo que esperaban. Estas poblaciones, en
realidad, colaboraron con la Guardia Civil.
La reacción de Franco fue inmediata y ordenó al Ejército resolver
la situación nombrando jefe de las operaciones al general Moscardó,
quien organizó una agrupación de tropas de infantería (con núcleo
principal de tropas de montaña), artillería y Guardia Civil. La reacción
consiguió romper rápido el cerco a Viella poniendo en fuga hacia
Francia a los sitiadores. Los núcleos dispersos de guerrilleros que no
pudieron escapar al país vecino se refugiaron en el monte, siendo
paulatinamente reducidos por la Guardia Civil.
La labor de persecución de los bandoleros y huidos correspondió,
casi en exclusiva, a la Guardia Civil y a la Policía Armada.
El Ejército montó tres operaciones con apoyo de las fuerzas de
seguridad y de las milicias para reducir las fuertes partidas de
guerrilleros que operaban principalmente en Asturias y en los montes
de Toledo.
La reacción de la Guardia Civil y de las unidades militares fue
rápida y enérgica. Pocos meses después la invasión del maquis había
sido completamente derrotada y los supervivientes, repasado los
Pirineos.

Alerto 2001
El Principado de Andorra se convirtió en un nido de comunistas y
guerrilleros que provocaron desmanes y fechorías en dicho territorio.
Esto provocó que las autoridades de Andorra reclamaran la presencia
de fuerzas de la Guardia Civil, y estas entraron en el territorio
andorrano, lo que produjo la desaparición de los últimos núcleos de
maquis.
La vigilancia activa del Ejército francés en su frontera con España
puso coto a la presencia de las organizaciones comunistas y
guerrilleras en la zona, alejando el riesgo de nuevas acciones desde el
exterior. Habían fracasado las intenciones de Stalin de una
desestabilización violenta en la Península que, con la excusa de ser una
amenaza para la paz, provocara una intervención internacional, de
modo que tenía que buscar otras alternativas, menos violentas, pero
no menos eficaces…
El Gobierno de los Estados Unidos propuso a don Juan de
Borbón, aspirante a la corona de España, un plan para derrocar a
Franco. Este proyecto consistía en provocar una nueva invasión de
maquis desde Francia, que propiciara la intervención de las fuerzas
militares estadounidenses con la excusa de restablecer el orden y así
proclamarlo a él rey. Para ello era preciso que el conde de Barcelona
publicara previamente un manifiesto condenando el régimen
autoritario de Franco, lo que hizo de forma incauta el 19 de marzo de
1945 (Suárez, 2015, 568). Lo único que consiguió fue demostrar su
falta de principios y alejarse más del trono, pues hasta el general
Kindelán (1981, 62), uno de sus mejores valedores, estimó que el
manifiesto era inoportuno en un momento tan crítico para España.
El infante don Juan inicialmente se había presentado en la
frontera hispanofrancesa como voluntario para combatir con Franco,
pero fue rechazado por este. Como quedó indicado, pocos años
después había hecho otras declaraciones políticas a favor de las
potencias del Eje, también con la vana esperanza de que lo coronaran.
Era una hoja a merced del viento frente a un militar preclaro y de
recios principios.

LA CONFERENCIA DE POTSDAM (ALEMANIA)

Las amenazas de una invasión de España por las potencias aliadas tras
la total derrota alemana se disiparon con la Conferencia de Potsdam,

Alerto 2001
que se celebró entre el 17 de julio y el 2 de agosto de 1945.
El Ejército Español no tenía posibilidades de resistir a una
invasión de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Pero era
indudable que opondría una seria resistencia, pues había demostrado
sus capacidades de lucha en la Guerra Civil y con la División Azul.
Seguramente esa invasión daría lugar a otra guerra civil en la que los
comunistas serían un factor determinante.
Francia e Italia no estaban interesadas en esa posibilidad, porque
tenían fuertes partidos comunistas y temían que se les contagiara la
guerra civil. Grecia ya había tenido enfrentamientos armados entre
nacionalistas y comunistas durante la ocupación ítalogermana, y al
finalizar esta el clima de guerra civil continuaba hasta que estalló
abiertamente en el año 1946.

EL INCIDENTE DE CHAMBÉRY (FRANCIA)

Numerosos y heterogéneos grupos de españoles residían en Alemania


cuando esta fue definitivamente derrotada. Estos grupos estaban
formados por obreros que trabajaban en las fábricas alemanas
(denominados factores), soldados españoles de la División Azul que se
encontraban ingresados en hospitales de retaguardia, combatientes
enrolados en el Ejército alemán a título personal, etc.
Muchos de estos supervivientes intentaron regresar a España
desde Suiza y en tren a través de Francia. La expedición no pasó
desapercibida, y algunos exiliados españoles pasaron información a
sus correligionarios franceses para que atacaran al tren.
La agresión fue minuciosamente organizada y la realizaron
centenares de franceses de forma muy violenta en junio de 1945,
cuando el tren llegó a la estación de Chambéry. Los españoles, que
iban totalmente desarmados y estaban bajo la protección de las
autoridades francesas, tuvieron 3 muertos y 71 heridos, y el resto no
pudo continuar el viaje.
Franco ordenó la ruptura de relaciones diplomáticas, el cierre de
las fronteras con Francia y la expulsión de todos los militares franceses
que se encontraban en territorio español. Las posteriores gestiones del
Gobierno español permitieron la repatriación de estos españoles al
año siguiente por vía marítima y desde Génova.

Alerto 2001
LA CONDENA DE LA ONU

El 9 de febrero de 1946 la ONU condenaba al régimen de Franco, a ello


siguió una serie de resoluciones, en las que le negaba el derecho a
existir e incitaba al pueblo español a derrocarlo, pero la resolución no
fue suscrita de forma unánime. A continuación, se desató una
campaña orquestada contra España.
Era razonable pensar que las campañas estaban encaminadas a
preparar una agresión armada contra el territorio nacional. El Caudillo
no se amilanó y reaccionó dejando claro que lucharía, y los
antecedentes de la Guerra Civil, de la División Azul y las posibilidades
de una guerra de guerrillas eran condiciones adversas para los posibles
invasores, a pesar de que el Ejército Español estaba en condiciones de
total inferioridad: «Ni una sola unidad [nacional] se había rendido en
nuestra Cruzada, mientras en la guerra europea había rendiciones
masivas en los dos bandos» (discurso de Franco).
Churchill denunció el 5 de marzo que sobre Europa había caído un
Telón de Acero desde el Báltico al Adriático.
El estado de guerra tuvo que prolongarse por las amenazas de
invasión del territorio nacional (por los ejércitos alemanes y aliados, y
por el maquis) hasta que pudo ser derogado en España en 1947,
coincidiendo con el inicio de la Guerra Fría.
Franco se fortaleció en el interior por la reacción de gran parte de
la nación ante el riesgo de que la vuelta de los derrotados en la Guerra
Civil hiciese que se reanudara esta. La progresiva creación de una clase
media en los años posteriores afianzó esta tendencia. La consolidación
interior del régimen de Franco y la Guerra Fría terminaron por romper
el aislamiento político internacional de España.

BALANCE

En la dura posguerra, tras la Guerra Civil y la Segunda Guerra


Mundial, España se puede asimilar a una plaza fuerte asediada sin
esperanzas de la llegada rápida de socorro. Es evidente que la dura y
estoica experiencia de las guarniciones asediadas en las campañas
africanas, con resultado incierto, tuvo gran trascendencia en los
mandos militares y en la abnegada población civil, habituada a los
sacrificios de una penosa guerra.
Se ha especulado mucho sobre las intenciones de Franco de entrar

Alerto 2001
en la Segunda Guerra Mundial, en la que, como su propio nombre
indica, entraron casi todas las naciones europeas. El hecho concreto y
cierto es que España no entró. Franco y sus generales estaban
perfectamente informados de las graves carencias del Ejército
Español, sobre todo, para un conflicto bélico con las primeras
potencias militares de la época.
Las opciones eran muy arriesgadas. Si vencía Alemania,
dominaría Europa y le pasaría factura por no apoyarle, y en caso
contrario, serían las potencias aliadas quienes lo harían. De todos
modos, habría supuesto para España un gran quebranto humano y
económico si hubiera intervenido en la conflagración, máxime después
de su Guerra Civil.
La solución más adecuada para España era que la contienda
terminara en un armisticio o una paz acordada entre las partes pero no
fue así, porque terminó con la derrota total del ejército alemán y la
rendición incondicional de Alemania.
La decisión de enviar a la División Azul al Frente del Este fue
acertada a pesar de sus indudables riesgos. Calmó las presiones
germanas y, sorprendentemente, la URSS no declaró la guerra a
España. Esto pudo deberse a la intervención diplomática de sus
aliados para que el Gobierno español pudiera seguir con su política de
neutralidad.
Franco se empeñó en mantenerse al margen de la gran contienda,
porque estaba bien informado, a pesar de que muchos de sus asesores
estuvieran convencidos de la victoria alemana y de la instauración de
un nuevo orden mundial (Suárez, 2015, 18, 19). No obstante, incluso
los generales más germanófilos eran partidarios de la defensa a
ultranza de España en caso de una invasión alemana.
Mussolini reconoció que su principal error fue haber entrado en la
Segunda Guerra Mundial, en la que fue un peso muerto cuando pudo
haber sido árbitro.
Finalizada la guerra mundial, el desfase de los ejércitos nacionales
con los de los ejércitos vencedores era abismal en volumen y calidad.
Además, estaba agravado por el aislamiento internacional y el estado
de ruina de España a consecuencia de la Guerra Civil: ruina financiera,
de infraestructuras, industrial, etc.
Los escalafones de los cuadros de mando de oficiales quedaron

Alerto 2001
muy inflados como consecuencia de la gran movilización para la
Guerra Civil. Después de esta, no se pudieron desmovilizar por las
serias amenazas para la integridad y la soberanía de España durante
toda la Segunda Guerra Mundial y años posteriores, hasta el principio
de la década de los cincuenta.
Franco supo mantener un equilibrio entre sus más directos
colaboradores, entre los que había falangistas, monárquicos,
republicanos, germanófilos, anglófilos, etc., sin que nunca tomara
represalias o medidas drásticas contra los que conspiraron contra él.
Así, por ejemplo, el general Kindelán, que era monárquico activo, fue
cesado en el mando de fuerza en la Capitanía General de Cataluña y
destinado a la Escuela Superior del Ejército en Madrid. El general
Muñoz Grandes, declarado falangista y germanófilo, a su regreso del
mando de la División Azul fue ascendido por méritos de guerra, pero
no le dio mando de fuerzas, etc.
Sin embargo, la creación de tres ministerios militares atentaba
contra los principios de concentración de esfuerzos al actuar con total
independencia y con escasa o ninguna coordinación.
La reorganización territorial del Ejército se realizó por criterios
técnicos (cupos de movilización y comunicaciones, principalmente),
pero no con la intención, como recientemente han pregonado sus
detractores, de controlar a la población española, con la que el
régimen de Franco no tuvo ningún problema serio, pese a quien pese.
La derrota del maquis se debió, sobre todo, al escaso apoyo de la
población de los territorios invadidos. Este fracaso en lucha abierta
aconsejó a los comunistas cambiar de estrategia, y volvieron a la línea
anterior de infiltraciones políticas, económicas, culturales y sindicales
y a tratar de volver a establecer frentes populares.
Descartado el derrocamiento del régimen de Franco por la
violencia, se recurrió al bloqueo diplomático y económico. España
quedó sola y aislada. El problema era resistir para sobrevivir, como en
los asedios de Zaragoza y Gerona por las fuerzas napoleónicas, los
últimos de Filipinas en Baler, El Callao en el virreinato del Perú, o del
Alcázar de Toledo, y en este sentido se filmaron y difundieron
películas sobre estas gestas bélicas en todo el ámbito nacional.

Alerto 2001
11
LA ESTABILIDAD POLÍTICA

La victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial trajo


automáticamente el aislamiento internacional de España, acrecentado
cuando Stalin consiguió de la ONU en 1946 la retirada de casi todos
los embajadores en Madrid. Francia cerró la frontera de los Pirineos.
La expansión comunista en el este de Europa provocó que a partir
de 1948 las anteriores naciones aliadas en la Segunda Guerra Mundial
dulcificaran sus posiciones contra España, lo que favoreció y terminó
de consolidar al régimen político de Franco.
El Gobierno español era consciente de las debilidades del Ejército
Español, agravadas por el cerco internacional, para enfrentarse a una
guerra convencional contra los ejércitos vencedores de la última
conflagración mundial. La amenaza de una intervención militar para
derribar el régimen con cualquier excusa interior o exterior fue
decreciendo. La solución para hacer frente a las amenazas exteriores
se buscó en la guerra de guerrillas, para lo que el terreno y la
idiosincrasia española eran muy favorables. Se potenciaron los
ejercicios tácticos de esta índole y en 1956 se organizó la Escuela de
Operaciones Especiales (Guerrilleros) para formar cuadros de mandos
y unidades en este tipo de lucha.
La crisis de Berlín de 1948 hizo reflexionar a los estrategas
estadounidenses sobre el valor de la Península Ibérica en sus planes
defensivos ante el expansionismo soviético, y contribuyó a acercar
posiciones entre los dirigentes norteamericanos y españoles. La guerra
de Corea y la proclamación de la comunista República Popular China
terminaron con el aislamiento político internacional de España.
La situación política internacional se fue estabilizando para
nuestro país sobre todo a consecuencia de la Guerra Fría, los fracasos
de desestabilización del régimen por medio de la guerra subversiva y la

Alerto 2001
progresiva estabilización política y económica de España. Los
embajadores comenzaron a regresar y la firma de un acuerdo bilateral
con Estados Unidos dio principio al fin del aislamiento.

EL PACTO DE MADRID DE 1953

La estrategia militar de Estados Unidos consistía en desplegar un


dispositivo de bases militares a lo largo y ancho del planeta para
disuadir a la URSS de una confrontación militar directa, pues en el
caso de un hipotético ataque por su parte le resultaría casi imposible
alcanzar todos objetivos al estar más repartidos. Nadie podía tener
asegurada una respuesta contundente y suficiente.
Esa política estaba condicionada porque en esos momentos la
principal arma eran los aviones de bombardeo estratégico, cargados
con armas nucleares, y estos necesitaban lugares para repostar y hacer
escala; de ahí la importancia de las bases aéreas. Esto cambiaría con la
aparición de los submarinos de propulsión nuclear, que provocó que la
base de Rota (Cádiz), que hasta entonces era simplemente el lugar de
atraque de la VI Flota estadounidense, que opera en el Mediterráneo, y
cuyo muelle era muy reducido, se convirtiese en un punto estratégico
para los norteamericanos. En todo el mundo solo existían otras tres
bases en las que se permitía el acceso de estos submarinos. En España
recibieron la autorización de Franco por medio del teniente general
Muñoz Grandes.
La posición de Franco consistió en permitir la utilización de las
bases españolas en tiempos de paz y guerra, pero no transferir las
propiedades de las bases a los Estados Unidos. Las bases, en
consecuencia, habían de ser de utilización conjunta.
La ayuda que obtuvo España fue escasa y estaba condicionada por
los intereses estadounidenses. El dinero recibido sirvió para
solucionar los problemas de abastecimiento de alimentos y de
materias primas. La importancia de este pacto fue fundamentalmente
militar, ya que significó el establecimiento de bases de utilización
conjunta en territorio español. La firma de estos convenios supuso
para España ayuda económica y militar, además del adiestramiento de
sus mandos, pero no incluía un compromiso de seguridad mutua.
Tenía una vigencia de diez años, con dos prórrogas de cinco años cada
una. Supuso, y supone, una merma de la soberanía nacional, pero

Alerto 2001
podía ser denunciado por España en cualquier momento.
El convenio sobre ayuda económica favoreció la estabilización de
la peseta, el equilibrio de los presupuestos, el mantenimiento de la
calma financiera, el fomento de la competitividad y de la
productividad, el desarrollo del comercio internacional y ayudó a
mantener saneada la economía nacional.
La relación bilateral asistió a un proceso de progresiva reducción
de la presencia norteamericana y un creciente control de las
instalaciones por parte de las Fuerzas Armadas españolas, que
estrecharon sus relaciones de forma significativa con las
estadounidenses, de forma especial la Marina y el Ejército del Aire,
permitiendo su modernización y puesta al día, incluyendo suministros
de material orientados en esta dirección.
El problema de mayor entidad que supusieron las bases conjuntas
es que estaban demasiado cercanas a las grandes ciudades,
especialmente las de Torrejón y Zaragoza, y quedaban expuestas a
posibles ataques nucleares soviéticos. Pero no cabe duda de que la
firma de los acuerdos supuso para el régimen de Franco la mayor
victoria desde el fin de la Guerra Civil y que configuró de forma
determinante la evolución y el reconocimiento internacional del
régimen de Franco.
La alianza estratégica entre España y Estados Unidos se ha
prolongado en el tiempo y ha superado todas las coyunturas
nacionales e internacionales, constituyéndose en una de las piedras
angulares de la arquitectura de seguridad y defensa española. Las
condiciones de los acuerdos con Estados Unidos firmados por Franco
fueron bastante mejores que las que posteriormente firmaron otros
gobiernos, incluidos los socialistas. Aunque las críticas más
considerables los consideran perniciosos para la soberanía nacional e
indican que en contraprestación se debería haber exigido la devolución
del peñón de Gibraltar, posteriormente a ningún Gobierno
democrático español en las sucesivas renovaciones se le ha ocurrido
plantear tal cuestión.

LA INDEPENDENCIA DE MARRUECOS

Francia estaba empeñada en la sangrienta guerra de independencia de


Argelia. Además, bandas armadas que llegaron a alcanzar unos

Alerto 2001
efectivos de doce mil hombres, con el autodenominado nombre de
Ejército de Liberación, hostilizaban a los franceses desde 1953 en la
zona francesa del Protectorado marroquí.
Francia tuvo que acceder el 2 de marzo de 1956 a poner fin a su
Protectorado sobre Marruecos, entre otros motivos, para soltar lastre y
concentrar sus esfuerzos en la insurrección de Argelia, considerada
una provincia francesa.
España hizo lo mismo el 15 de abril de 1956. De este modo,
Marruecos dejó de ser una nación protegida y su Gobierno continuó
ejerciendo su labor, pero ya sin contar con las potencias protectoras.
Es necesario indicar que desde que se inició el Protectorado se había
mantenido la independencia y soberanía de Marruecos, así como el
sultán reinante como autoridad legítima. Sin embargo, es bien
conocido que Francia elevaba al trono al miembro de la dinastía alauí
que más convenía a sus intereses, y desde entonces se les viene
llamando los «sultanes afrancesados».
Las condiciones de la retirada de las tropas españolas en
Marruecos se acordaron el 28 de junio del mismo año. El repliegue de
las fuerzas militares del Protectorado Español se hizo de forma
paulatina, y finalizó en 1960, no sin algunas tensiones e incidentes.
Franco había dicho, en la famosa comida con Primo de Rivera en Ben
Tieb, que no había posibilidad de abandono de Marruecos «mientras
no quedase cumplida la misión confiada a España», y era indudable
que en esos momentos la misión en el Protectorado estaba
sobradamente cumplida.
Ifni y la región de Tarfaya, lindante con el Sahara español,
siguieron estando bajo la administración española, porque
jurídicamente no se consideraban pertenecientes a Marruecos como
nación, y de hecho históricamente nunca lo habían sido.
La independencia de Marruecos y su política internacional
prooccidental restaron importancia estratégica a España. Al tener
presencia en casi toda la costa sur del estrecho de Gibraltar, y con el
Peñón bajo dominio de su fiel aliado británico, Estados Unidos
mantuvieron una teórica neutralidad entre el reino marroquí y el
Gobierno español, pero siempre se mostró más proclive a Marruecos,
como lo demostró en Ifni, Sahara y la isla de Perejil.

Alerto 2001
ANTECEDENTES DEL CONFLICTO DE IFNI-SAHARA

Una vez que se dieron por finalizadas las acciones de Protectorado de


Francia y España, el nuevo rey de Marruecos, Mohamed V (hijo de
Muley Yusuf y sobrino de Muley Hafid), asumió la concepción
geopolítica del Gran Marruecos (Gran Magreb), que comprendía
además parte de Argelia y Mali, el Sahara español, Mauritania, Ifni,
Ceuta, Melilla, las islas Canarias y media Península Ibérica. El
Gobierno marroquí comenzó a planear y a llevar a cabo las
operaciones para alcanzar sus objetivos geopolíticos con todos los
medios a su alcance.
Los territorios de Ifni y Sahara tenían guarniciones muy débiles, y
la proximidad geográfica hacía que parte de la población y de las
tropas indígenas fueran proclives a la causa marroquí. Se produjeron,
además, algunos conatos de rebeldía de soldados indígenas en la zona
de Tan. Todo ello aconsejó y provocó el desarme y licenciamiento de la
mayor parte de las tropas indígenas.
Las agresiones en Ifni y Sahara fueron aumentando en número e
intensidad, principalmente por medio de sabotajes sobre las líneas de
comunicaciones.
El Ejército de Liberación comenzó, en consecuencia, a hostigar los
puestos avanzados franceses en Mauritania con el apoyo de las
Fuerzas Armadas Reales de Marruecos. El puesto de mando de estas
bandas armadas estaba a escasos 50 kilómetros de Ifni. Las
contundentes respuestas francesas hicieron que parte de las bandas se
refugiaran en territorios españoles y trataran de establecer en ellos
bases de operaciones. Las consecuencias fueron las incursiones de
patrullas francesas y vuelos de aviones franceses en el Sahara español.
Estas incursiones francesas provocaron fricciones entre las
autoridades españolas y galas. En septiembre de 1957 tuvo lugar la
Conferencia de Dakar. Los estados mayores francés y español
establecieron planes combinados entre ambas fuerzas militares para
hacer frente a las amenazas de las bandas supuestamente
incontroladas contra los territorios africanos de ambas naciones
europeas.
La eficacia militar se volvió a resentir por la falta de un mando
único, pues estaba disperso entre los tres ministerios militares. Era
imprescindible para integrar los esfuerzos de los tres ejércitos y evitar

Alerto 2001
descoordinaciones. Hubo problemas de unidad de mando por falta de
coordinación y fricciones entre los tres ministerios militares. Por
ejemplo, en octubre de 1957, el Ministerio de Marina ordenó
inexplicablemente y de forma unilateral la retirada de sus
destacamentos de Ifni.
La Junta de Defensa, presidida por el Generalísimo, dio la orden
de expulsar a las bandas armadas del territorio de Ifni. Para alcanzar
estos objetivos se aprobó en julio de 1957 el Plan Madrid, que consistía
en esencia en los siguientes puntos:

— Aumentar los efectivos militares en los territorios africanos.


— Establecerse a la defensiva, reduciendo la zona a defender,
centrándose en las poblaciones más importantes: Sidi Ifni, Villa
Bens, El Aaiún, Villa Cisneros y La Güera.
— Activar la reacción ofensiva con colaboración francesa y limpieza
del terreno.

Los puestos avanzados de Ifni, establecidos con fines más de


distensión que de disuasión, no se replegaron, pensando que podían
ser apoyados en caso de ataque por encontrarse a escasa distancia de
la capital Sidi Ifni.
Sin embargo, se retiraron los puestos avanzados en el Sahara por
considerarlos demasiado lejanos para poderlos apoyar en tiempo
oportuno. Pero la retirada fue políticamente contraproducente, porque
los saharauis, incluso los más fieles, se sintieron abandonados por
España.

EL CONFLICTO DE IFNI

El 23 de noviembre de 1957 se produjo el ataque general contra Ifni.


Se efectuó de manera simultánea en todos los puestos y en Si- di Ifni,
la capital de la provincia. Consiguieron la sorpresa, sobre todo por la
extensión del ataque y por efectuarlo en el momento más inoportuno
para las fuerzas españolas a causa de su improvisación, porque se
había procedido al licenciamiento de un reemplazo y todavía no había
sido sustituido, lo que había reducido a prácticamente la mitad el
número de tropa europea.
Ifni a finales de noviembre contaba ya con una potente masa de

Alerto 2001
maniobra, que le proporcionaba libertad de acción gracias a la
reacción rápida y al eficaz transporte logístico de tropas por la
Aviación y la Marina.
Las fuerzas agresoras fueron progresivamente reforzadas con
poco disimulo por tropas del Ejército de Marruecos.
Una demostración naval española ante la ciudad portuaria de
Agadir sirvió para que Marruecos cesara en su presión sobre los
territorios españoles.
El día 26 pudo darse por fracasado el plan general de asalto a Ifni.
El Estado Mayor Central ordenó pasar a la defensiva estática, sin idea
de retroceso, en una línea alrededor de Sidi Ifni. Se realizó una serie de
ofensivas de corto alcance con el objeto de rectificar el frente a
vanguardia. Las posesiones españolas quedaron limitadas a un campo
atrincherado de unos 6 kilómetros de radio con su centro en Sidi Ifni;
el resto quedó en manos del enemigo. Se desconoce la suerte de los
defensores de los puestos fronterizos y del interior que no
sobrevivieron al ataque de las bandas armadas, supuestamente
incontroladas.
Ifni fue entregado a Marruecos en 1969 pacíficamente y previo
acuerdo. Se consideró que era una tierra inhóspita, en donde no había
nada que ganar y donde, con la política internacional dominante de
descolonización, terminarían por reproducirse episodios sangrientos.

EL CONFLICTO DEL SAHARA ESPAÑOL

El centro de gravedad de las bandas armadas promarroquíes se


desplazó a partir de diciembre al Sahara español.
Los ataques en la zona del Aaiún, el secuestro del personal civil
del faro de cabo Bojador y el descalabro de una bandera de la Legión
en la Saguía el-Hamra en enero de 1958 provocaron la reacción del
Gobierno de Madrid.
Se unificó el mando militar en la figura del capitán general de
Canarias con dos zonas de operaciones independientes (Ifni y Sahara).
Tenía la orden de restablecer la soberanía nacional en todo el territorio
del Sahara, contando con la colaboración francesa.
Las fuerzas del Sahara fueron reforzadas con urgencia por vía
aérea y marítima para recobrar la libertad de acción.
La ofensiva comenzó a finales de enero de 1958 con la limpieza de

Alerto 2001
las bandas armadas. La operación, con la prevista cooperación
francesa, fue un éxito: el 25 de febrero había quedado pacificado el
Sahara español y las unidades militares regresaron a sus bases.
El éxito quedó demostrado, porque durante los diez años
siguientes no hubo ninguna actividad militar contraria a los intereses
españoles en el territorio.
España terminó por entregar a Marruecos en 1958 la región de
Tarfaya, al norte del Sahara, y una zona típicamente saharaui y fuera
de las fronteras naturales e históricas de la dinastía alauí. Esta cesión
sin contraprestaciones trató inútilmente de aplacar la ambiciosa
política expansiva del Gobierno marroquí. Todo lo contrario: alimentó
su voracidad, porque lo percibió como una condescendencia motivada
por debilidades políticas y militares.

LA GUERRA DE VIETNAM

La guerra de Vietnam, en la que estaban totalmente implicado los


Estados Unidos, no iba por buenos derroteros. El presidente
norteamericano, Lyndon B. Johnson, declaró en abril de 1965: «No
nos retiraremos, mantendremos la palabra dada. Evacuar ahora
Vietnam nos obligaría a acudir muy pronto a otro campo de batalla. Es
un deber nacional, una promesa que yo, como presidente, mantendré.
[…] No nos derrotarán, no nos cansaremos».
Estados Unidos reforzó considerablemente su presencia militar en
este país asiático, y ante su capacidad de vencer en la guerra de
guerrillas que le había impuesto el Vietcong, consideró que la mejor
alternativa era declarar la guerra total a Vietnam del Norte. Para
justificar internacionalmente esta contienda, buscó un pretexto que
justificara la intervención militar abierta con todo su potencial.
Recurrió una vez más a un viejo truco: simuló un ataque sobre su
destructor USS Maddox, la misma excusa que fue empleada por el
Gobierno norteamericano para declarar la guerra a España en 1898,
acusando falsamente a los españoles del hundimiento por una
explosión interna del acorazado Maine.
La escalada en la guerra supuso el refuerzo de las tropas en el
Vietnam con más de quinientos mil soldados, la mayor movilización
nacional desde la Segunda Guerra Mundial. El presidente Johnson
buscó apoyo diplomático y militar internacional para esta

Alerto 2001
intervención.
Uno de los primeros países a los que pidió ayuda fue España,
como buen enemigo del comunismo que sabía que era. Además,
Franco se había convertido en un aliado fiable con la firma de los
acuerdos con el presidente Eisenhower en 1959, por los que Estados
Unidos trajo sus primeras bases militares a la Península Ibérica.
Johnson le envió una carta al jefe de Estado español, fechada el 26 de
julio de 1965, convencido de que no se encontraría un «no» por
respuesta.
Se han seleccionados los párrafos más importantes de la carta de
Johnson:
A lo largo de estos últimos días he estado revisando la situación a la luz de recientísimos
informes procedentes de mis colaboradores de mayor confianza. Aunque aún no se han
adoptado decisiones definitivas, puedo decirle que será necesario incrementar las
Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en un número que podría igualar, o ser
superior, al de los 80.000 hombres. […] En esta situación debo expresarle mi profunda
convicción personal de que las perspectivas de paz en Vietnam aumentarán en la
medida en que los necesarios esfuerzos de Estados Unidos sean apoyados y compartidos
por otras naciones que comparten nuestros propósitos y preocupaciones. Sé que su
Gobierno ha mostrado ya su interés y preocupación concediendo asistencia. Le pido
ahora que considere seriamente la posibilidad de incrementar dicha asistencia mediante
métodos que indiquen claramente al mundo (y especialmente a Hanói) la solidaridad
del apoyo internacional a la resistencia contra la agresión en Vietnam.

El Caudillo le respondió por carta tres semanas después, el 18 de


agosto de 1965, por medio del embajador español en Washington, y
seguro que no era la respuesta que el mandatario norteamericano
esperaba. Esta es la carta íntegra:
Mi querido presidente Johnson:
Mucho le agradezco el sincero enjuiciamiento que me envía de la situación en el
Vietnam del Sur y los esfuerzos políticos y diplomáticos que, paralelamente a los
militares, los Estados Unidos vienen desarrollando para abrir paso a un arreglo pacífico.
Comprendo vuestras responsabilidades como nación rectora en esta hora del mundo y
comparto vuestro interés y preocupación de los que los españoles nos sentimos
solidarios en todos los momentos. Comprendo que un abandono militar de Vietnam por
parte de los Estados Unidos afectaría a todo el sistema de seguridad del mundo libre.
Mi experiencia militar y política me permite apreciar las grandes dificultades de la
empresa en que os veis empeñados: la guerra de guerrillas en la selva ofrece ventajas a
los elementos indígenas subversivos que con muy pocos efectivos pueden mantener en
jaque a contingentes de tropas muy superiores. Las más potentes armas pierden su
eficacia ante la atomización de los objetivos. No existen puntos vitales que destruir para

Alerto 2001
que la guerra termine. Las comunicaciones se poseen en precario y su custodia exige
cuantiosas fuerzas. Con las armas convencionales se hace muy difícil acabar con la
subversión. La guerra en la jungla constituye una aventura sin límites.
Por otra parte, aunque reconociendo la insoslayable cuestión de prestigio que el
empeño pueda presentar para vuestro país, no se puede prescindir de pensar las
consecuencias inmediatas del conflicto. Cuanto más se prolongue la guerra, más se
empuja a Vietnam a ser fácil presa del imperialismo chino, incluso suponiendo que se
pueda quebrantar la fortaleza del Vietcong. Subsistirá mucho tiempo la acción larvada
de las guerrillas, que impondrá la ocupación prolongada del país en que siempre seréis
extranjeros. Los resultados, como veis, no parecen estar en relación con los sacrificios.
La subversión en Vietnam, aunque a primera vista se presenta como un problema
militar, constituye un hondo problema político a mi juicio. Está incluido en el destino de
los pueblos nuevos. No es fácil para Occidente comprender la raíz de sus cuestiones. Su
lucha por la independencia ha estimulado sus sentimientos nacionalistas. La falta de
intereses que conservar y su estado de pobreza les empuja hacia el social-comunismo,
que les ofrece mayores posibilidades y esperanzas que el sistema liberal patrocinado por
Occidente, el cual les recuerda la gran humillación del colonialismo. Los países se
inclinan en general al comunismo porque, aparte de su poder de captación, es el único
camino eficaz que se les deja. El juego de las ayudas comunistas rusa y china viene
siendo para ellos una cuestión de oportunidad y provecho.
Es preciso no perder de vista estos hechos. Las cosas son como son y no como
nosotros quisiéramos que fueran. Se necesita trabajar con las realidades del mundo
nuevo y no con quimeras. ¿No es Rusia una realidad con la que ha habido que contar?
¿No estaremos en esta hora sacrificando el futuro a aparentes imperativos del presente?
A mi juicio hay que ayudar a estos pueblos a encontrar su camino político, lo mismo que
nosotros hemos encontrado el nuestro.
Ante estos hechos nuevos no es posible sostener la rigidez de las viejas posiciones.
Una cosa es lo que puedan acordar las grandes naciones en Ginebra y otra el que tales
decisiones agraden a los pueblos y se conformen con ellas. Es difícil de defender en el
futuro y ante los ojos del mundo esa división artificial de los países que sí fue
conveniente de momento dejará siempre abierta una aspiración a la unidad.
Comprendo que el problema es muy complejo y que está presidido por el interés
americano de defender a las naciones del Sudeste Asiático de la amenaza comunista;
pero siendo esta de carácter eminentemente político, no es solo por la fuerza de las
armas como esta amenaza puede desaparecer.
Al observar, como hacemos, los sucesos desde esta área europea, cabe que nos
equivoquemos. Guardamos, sin embargo, la esperanza de que todo pueda solucionarse,
ya que en el fondo los principales actores aspiran a lo mismo; los Estados Unidos a que
el comunismo chino no invada los territorios del Sudeste Asiático; los estados del
Sudeste Asiático a mantener a China lo más alejada de sus fronteras; Rusia, a su vez, a
que su futura rival, China, no se extienda y crezca; Ho Chi Minh, por su parte, a unir el
Vietnam en un Estado fuerte y a que China no lo absorba.
No conozco a Ho Chi Minh, pero por su historia y sus empeños en expulsar a los
japoneses, primero; a los chinos, después, y a los franceses más tarde, hemos de
conferirle un crédito de patriota, al que no puede dejar indiferente el aniquilamiento de

Alerto 2001
su país. Y dejando a un lado su reconocido carácter de duro adversario, podría ser, sin
duda, el hombre que necesita Vietnam.
En este interés superior de salvar al pueblo vietnamita y a los pueblos del Sudeste
Asiático, creo que vale la pena de que todos sacrifiquemos algo.
He deseado, mi querido Presidente, haceros estas reflexiones confidenciales en el
lenguaje directo de la amistad. Aunque sé que muchas están en vuestro ánimo, le
expongo lealmente mi juicio con el propósito de ayudar al mejor servicio de la paz y del
futuro de los pueblos asiáticos.
Suyo buen amigo,
Francisco Franco.
Jefe del Estado Español

Los consejos de Franco fueron proféticos. Esta guerra de


guerrillas a la que se refiere Franco ya había causado numerosos
estragos en Vietnam. Franco la conocía muy bien por experiencia
propia en las campañas de Marruecos. La superioridad numérica y
armamentística no eran suficientes para vencer en este tipo de lucha,
porque las bajas masivas por los bombardeos no acababan con el
espíritu de lucha de los guerrilleros, que eran perfectos conocedores
del terreno.
Franco no dio su brazo a torcer y acababa la misiva sin soltar una
sola palabra sobre el apoyo militar solicitado; no lo negó, pero no lo
prestó. Tampoco se conoce la reacción del presidente estadounidense
ante la carta. No hay que olvidar que estaba escrita por el líder de un
régimen autoritario que, además de militar, era calificado como «el
primer vencedor contra el comunismo». La ayuda militar española no
llegó, pero Franco envió a cambio una delegación de médicos y
sanitarios.
De lo que no cabe duda es de que el líder del mundo libre no tuvo
en consideración las palabras del español, que cayeron en saco roto.
Consciente del fracaso que estaba viviendo en Vietnam antes de
abandonar la Casa Blanca, el presidente Johnson renunció a
presentarse a la reelección en 1968.
El intervencionismo militar tuvo como consecuencia un divorcio
entre la clase dirigente y una sociedad americana cada vez más
antibelicista. Una concienciación que estuvo influenciada por los
horrores de la guerra difundidos por los medios de comunicación
occidentales, pero solo de forma parcial y en contra de las tropas
americanas, y por las manifestaciones masivas contra la guerra,

Alerto 2001
alimentadas por agentes comunistas infiltrados.
Diez años después, con Nixon ya en el poder, Estados Unidos se
veían obligados a abandonar la guerra, derrotados y afectados por una
profunda crisis moral.

EL PEÑÓN DE GIBRALTAR

Consolidado internacionalmente el régimen, estabilizada la política


interior y recuperada la economía española, había llegado el momento
de dar la batalla diplomática para la descolonización del peñón de
Gibraltar, usurpado por Gran Bretaña desde el año 1704.
Las gestiones políticas tuvieron éxito, y la ONU aprobó sendas
resoluciones que instaban al Reino Unido a la descolonización del
Peñón, devolviéndoselo a España. Estados Unidos, que tanto apoyaron
la independencia de las colonias europeas, nada hizo por la
descolonización del peñón de Gibraltar.
El Gobierno británico hizo caso omiso a estas resoluciones, con el
secular cinismo que le caracteriza cuando van en contra de sus
intereses, y en 1966 autoproclamó su soberanía sobre la mitad sur del
istmo, que lo unía con el resto de la Península. El Gobierno español
rechazó esta usurpación, prohibió el sobrevuelo de los aviones
militares ingleses que se dirigieran o procedieran del aeródromo
construido en el istmo y vetó la entrada en puertos nacionales de
buques que se dirigieran o procedieran del puerto del Peñón.
Tres años después, Gran Bretaña aprobó, contraviniendo el
tratado de Utrecht, una supuesta Constitución gibraltareña. España,
dos días después, cerró la verja fronteriza del istmo y lanzó un plan de
inversiones y desarrollo económico del Campo de Gibraltar. Esta
política de firmeza puso al peñón de Gibraltar al borde de la
bancarrota y viviendo de los subsidios de la metrópoli, porque se cortó
el contrabando de tabaco y toda clase de mercancías.
La postura de Gran Bretaña no ha cambiado, a pesar de ser un
aliado en la OTAN y en la Unión Europea (que no lo era en la época de
Franco). Sin embargo, los gobiernos posteriores a Franco terminaron
con la política de firmeza y han cedido a las presiones británicas de
forma ingenua o espuria, porque no olvidemos que el Peñón es de
facto un paraíso fiscal. Ha vuelto otra vez a parasitar la economía
española, y especialmente la del territorio circundante.

Alerto 2001
Además, permite actividades peligrosas, como las reparaciones de
submarinos nucleares ingleses y estadounidenses en su puerto o el
acoso a los pescadores españoles, y también antiecológicas, como el
servicio de abastecimiento de combustibles fósiles en la bahía de
Algeciras por medio de viejas y oxidadas gabarras y barcos cisterna sin
que proteste ninguna organización pacifista o ecológica, sea nacional o
internacional.

LA ANEXIÓN DEL SAHARA ESPAÑOL POR MARRUECOS

Las resoluciones de la ONU reconociendo el derecho a la


independencia de los pueblos colonizados hicieron que la situación
internacional fuera muy desfavorable para que España conservara la
soberanía sobre el Sahara. El Gobierno español diseñó una estrategia
para mantenerse sobre el territorio:

— Fomentó el nacionalismo saharaui y su secular aversión a la


administración política marroquí.
— Impulsó el desarrollo económico del Sahara español con fuertes
inversiones económicas.
— Reprimió cualquier oposición a la administración española.

Los nacionalistas saharauis, siguiendo el modelo y el apoyo del


Frente de Liberación Nacional de Argelia, y propiciados además por
una torpe política de orden público por las autoridades españolas del
territorio, fundaron en mayo de 1973 el Frente Polisario.
El ministro de la Presidencia le expuso a Franco el problema que
suponían las presiones de las Naciones Unidas. El Caudillo fue tajante
contra cualquier solución entreguista mientras que él viviese que
supusiese la salida de España del Sahara.
La posición de España se fue haciendo cada vez más
comprometida, sobre todo por el deterioro de la salud de Franco en el
verano de 1974, que le obligó a delegar interinamente la jefatura del
Estado en el príncipe don Juan Carlos. Marruecos amagó en agosto de
1974 con una acción militar en fuerza en el norte del Sahara, pero el
restablecimiento de la salud del Generalísimo y el considerable
refuerzo militar español del territorio hicieron que el rey Hasan II
cediera, detuviera los preparativos y esperara un momento más

Alerto 2001
oportuno. La intención era reactivar la presión política y militar
cuando Franco falleciera o estuviera incapacitado.
Las acciones guerrilleras del Frente Polisario fueron muy
limitadas, tratando solo de vivir sobre el territorio y hacer algunos
hostigamientos a destacamentos más con intenciones propagandistas
que de causar bajas. Solían hostigar a primeras horas de la noche para
tener la oscuridad como aliada al favorecer la huida. Efectuaban un
intenso y breve fuego de fusil desde largas distancias, pero dejando
abandonadas muchas vainas de cartuchería y alguna carta de
propaganda que a las muy pocas horas era difundida por Radio París o
alguna otra emisora internacional. Esta rapidez en la difusión de tan
pequeñas acciones bélicas y en lugares remotos demuestra que eran
solo un pretexto para difundir internacionalmente una situación
conflictiva en el Sahara, aunque fuera creada artificialmente.
Las bajas por ambas partes (Polisario y tropas españolas) se
produjeron generalmente por inopinados combates de encuentro.
Mientras tanto, Marruecos aprovechó la ocasión para ejecutar de
forma subrepticia acciones hostiles contra España, principalmente
golpes de mano y colocación de minas en las rutas de paso y en
territorio español que ocasionaron bajas en las tropas españolas.
El Gobierno de España buscó la solución en un referendo de los
saharauis para que ellos decidieran su futuro, que previsiblemente
sería bajo la protección de España. El Alto Estado Mayor español
consideraba que el Sahara independiente, bajo un Gobierno socialista
apoyado por Argelia y Libia, hostiles a Occidente, sería un peligro para
la seguridad de Canarias. Así se fue imponiendo la tesis de la anexión a
Marruecos a cambio de determinadas concesiones y ventajas,
promesas que el reino alauí nunca cumplió.
El rey de Marruecos, con apoyo diplomático y logístico de Estados
Unidos y de Francia, tenía decidido anexionarse el Sahara y no
consentir su independencia. Washington no quería que el Sahara
cayera bajo la órbita de Argelia y Libia, que apoyaban al Frente
Polisario, aliados de la URSS. Y el momento elegido era aprovechando
el vacío de poder que se produciría cuando Franco falleciera.
El Ejército Español se fue preparando para un enfrentamiento
armado con el ejército marroquí, mientras que en el nivel político el
Gobierno español ya había optado por el abandono del territorio y su

Alerto 2001
entrega a Marruecos y a Mauritania.
El último Consejo de Ministros que pudo presidir el Generalísimo,
ya con la salud muy quebrantada, tuvo lugar el 17 de octubre de 1975.
La clase política no estaba dispuesta a correr los riesgos y asumir
el coste de una guerra con Marruecos, con la delicada situación
política interna del relevo de Franco como jefe de Estado, para
después tener que dar la independencia al territorio. A lo anterior se
sumaba el desapego demostrado por la población saharaui hacia las
iniciativas españolas. El PUNS (partido promarroquí) y el Frente
Polisario (partido proargelino) organizaron manifestaciones
antiespañolas ante los miembros comisionados de la ONU.
Decididamente el Sahara no merecía una guerra ni derramar sangre
española para defender su independencia ante la actitud claramente
antiespañola de los saharauis, inducida pero abierta, especialmente de
la juventud, que era favorable a los movimientos armados que
proliferaban entonces en el Tercer Mundo. En conclusión, si los
saharauis repudiaban el amparo de España, justo era que ellos fueran
los que defendieran sus intereses.
El 12 de noviembre se firmaron los Acuerdos de Madrid por los
que España abandonaba definitivamente el Sahara antes del 28 de
febrero de 1976, que se repartieron Marruecos y Mauritania.

* * *
Con su muerte el 20 de noviembre de 1975 se cerró la brillante hoja de
servicios de Franco. Había muerto un legionario. Franco ya ha
respondido ante Dios, que sabemos que fue benévolo con el centurión
legionario. También estamos seguros de que será benévola la historia
(no confundir con la propaganda).
Fue solemnemente sepultado detrás del altar principal de la
basílica del Valle de los Caídos, erigido por él para que sirviera de
mausoleo para los españoles cristianos muertos durante la Guerra
Civil, entre ellos muchos legionarios. Lugar digno y apropiado para un
jefe militar, para reposar eternamente junto a los que había mandado
en la guerra y los había conducido a la victoria.

Alerto 2001
* * *
La ejecución de la retirada de las fuerzas españolas del Sahara,
denominada Operación Golondrina, fue todo un éxito, sobre todo por
su volumen, disciplina militar, coordinación y logística, lo que
demostró las capacidades del Ejército de entonces, a veces tan
injustamente denostado.

BALANCE

España, durante este periodo, solo tuvo algunos conflictos de baja


intensidad y siempre con Marruecos, decididamente profrancés,
aunque en los mismos se pusieron en evidencia los desajustes
operativos provocados por la existencia de tres ministerios militares
sin un mando único efectivo.
Franco fue preclaro, una vez más, en su carta dirigida al poderoso
presidente Johnson, con su gran equipo de asesores, y la historia le dio
la razón al Generalísimo. A su vez, demostró independencia de criterio
y de soberanía al no hacer caso a las presiones para enviar unidades
militares a la guerra de Vietnam, con su ya clásico estilo de no negarse
a prestar ese apoyo, no contestando directamente a la petición. Solo
mandó un pequeño destacamento de apoyo sanitario.
El Caudillo supo mantener un equilibrio en la política
internacional, velando siempre por los intereses nacionales.
La mayor parte de las naciones europeas (Italia, Holanda,
Inglaterra, Francia, Bélgica y Portugal) perdieron sus colonias antes
que España, y de formas más dramáticas y onerosas, con derrotas,
masacres y numerosos desplazamientos de refugiados. La
descolonización española fue mucho más tardía, menos desordenada,
menos costosa en vidas (propias y ajenas) y financieramente menos
dramática.
Es evidente que Estados Unidos y Marruecos no consideraron
prudente forzar la ocupación del Sahara estando Franco operativo, lo
que demuestra el prestigio internacional con el que contaba, además
del interno. El uso de la fuerza de las armas no era aconsejable ante las
capacidades militares que tenía el Ejército Español.

Alerto 2001
CONCLUSIONES

Franco fue eminentemente un militar vocacional. Desde el punto de


vista profesional, tuvo tres periodos bien caracterizados: las campañas
de Marruecos, la Guerra Civil y la Jefatura del Estado y de todos sus
Ejércitos. Se destacó como gran táctico en África, como buen
organizador al fundar la Academia General Militar y como estratega
para la acción conjunta en la revolución asturiana y en la Guerra Civil.
La fase de las campañas de Marruecos tuvo dos periodos también
claramente definidos: el paso por el Regimiento de Infantería de África
y por las fuerzas de regulares, y su época legionaria, ambas separadas
por la grave herida recibida en El Biutz.
La Guerra Civil fue mucho más breve, pero mucho más intensa y
extensa, y con mucha mayor responsabilidad personal al ser designado
Caudillo de los alzados en una situación muy difícil y, además, jefe
único y supremo de la dirección de la guerra. Dentro de este periodo se
deben incluir los prolegómenos de la sublevación de Jaca y la
revolución de 1934, así como de las correspondientes conspiraciones
contrarrevolucionarias, los cuales culminaron con el alzamiento
militar de julio de 1936. Desde el punto de vista puramente militar,
Franco no fue derrotado en ninguna batalla, ni en las campañas de
Marruecos ni tampoco en la Guerra Civil, por mucho que se empeñen
sus contumaces oponentes, con razón o sin ella. Las batallas de
Madrid, Jarama, etc., no acabaron en derrota. Aunque no alcanzara
sus hipotéticos últimos objetivos propuestos, en una guerra de larga
duración, siempre logró batir al enemigo sobre todo campo de batalla,
conseguir ventajas territoriales y desgastar al enemigo.
Franco siguió ostentando, después de la Guerra Civil, la jefatura
suprema de las Fuerzas Armadas españolas, pero paulatinamente fue
descargando las responsabilidades administrativas en los ministerios
militares, aunque no faltaron amenazas y conflictos de baja
intensidad.

Alerto 2001
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA PERSONALIDAD DE FRANCO

Todos los biógrafos suelen coincidir en los rasgos característicos de su


personalidad: tímido, poco comunicativo, austero, frío, prudente,
pragmático, astuto (la astucia es un complemento de la inteligencia),
resuelto, valeroso, analítico, trabajador concienzudo, con una voluntad
férrea y carácter ambicioso.
Estos rasgos no son por sí identificativos de la bondad de un buen
militar, pero su combinación nos puede dar algunas pistas:

— Militar muy disciplinado; exigía una estricta disciplina.


— La honrada ambición está contemplada y recomendada en nuestra
doctrina militar. Franco pudo decir, como dijo el general Prim en
el Congreso de los Diputados, que su faja de general no se la debía
a ningún favor de nadie, sino que la había arrancado de la boca de
los cañones enemigos.
— El ser prudente y resuelto supone un equilibrio digno de un
militar; reflexivo en las decisiones y decidido en la ejecución. Solo
lo primero es contraproducente por la pérdida de tiempo y solo lo
segundo es temeridad. Solo los prudentes pueden ser audaces.
— El ser poco comunicativo o reservado puede tener doble
interpretación. Por un lado, la reserva es fundamental para
conservar el secreto, y por otro, puede no saber comunicar las
propuestas y planes de la forma debida y en tiempo oportuno. A
juzgar por sus éxitos, supo combinar ambas condiciones.
— Fue valeroso, pero sereno, sin caer en la temeridad, y dio ejemplo
personal siempre que fue necesario. El valor personal que
demostró Franco en las duras campañas de Marruecos se convirtió
en serenidad, asumiendo riesgos calculados, durante la Guerra
Civil y en la posguerra, rodeado de potencias hostiles que tenían
colaboracionistas interiores, durante más de diez años. En las
circunstancias especialmente difíciles Franco tomaba las
decisiones por sí mismo.
— La resolución puede equivaler a amor a la responsabilidad.
— Era analítico. Solicitaba opiniones diversas a los expertos,
desmenuzaba los informes y sopesaba los pros y los contras, y
después programaba con minuciosidad.

Alerto 2001
— Fue hombre de acción, tenaz, pero nunca impulsivo, para
desesperación de amigos y enemigos.
— Eligió la dura profesión del soldado de infantería en tiempos
compulsivos, y su conducta fue guiada por un acendrado
patriotismo.

Antonio Garrigues, que fue ministro de Justicia en el primer


Gobierno de la monarquía del rey Juan Carlos I (1976), describió a
Franco de forma magistral (Gironella, editor, 235):
Albergaba la idea muy clara de la autoridad y de la disciplina militar. […] Era un
soldado, es decir, un militar que ha hecho la guerra. El dictador (que puede ser un
militar o un civil politizados) no tiene ley. El soldado tiene la dura ley de la milicia «dura
lex, sed lex». Podía imponer la disciplina a los demás porque empezaba por imponérsela
a sí mismo. Su autoridad emanaba del principio de la responsabilidad y del deber. Era
muy tolerante y muy paciente salvo en lo que pudiera interferir o afectar su autoridad;
entonces era implacable, pero no tanto por soberbia ni por la pasión del poder y la
gloria, aunque también haya sufrido estas tentaciones, sino sobre todo por el sentido
castrense de la autoridad que aplicaba indiscriminadamente a la vida civil, ignorando
que la vida civil y la castrense tienen sus leyes propias que no se pueden recíprocamente
extrapolar.

Su vida privada y familiar fue simplemente sencilla, austera y


ejemplar.

SU PERSONALIDAD MILITAR

Franco fue un militar, un guerrero entregado totalmente a su


profesión en el nivel táctico, sobresaliendo en el mando de unidades
de choque en combate. No fue hombre de despacho ni palaciego, fue
un soldado guerrero.
Destacó principalmente, y es lo más conocido como militar, en su
condición de legionario. Fundador de la I Bandera de la Legión, se
puede considerar cofundador con Millán Astray de la misma. La
eficacia de la Legión se debió, en gran medida, a Franco, que fue quien
prácticamente la dirigió en combate, desde su fundación hasta su
ascenso a general en 1926, y en ella dejó su impronta de mando y
eficacia, aunque de forma más discreta que el carismático Millán
Astray. Este último supo utilizar con habilidad los medios de
comunicación y de propaganda para los fines de captación de reclutas
y para prestigiar al recién creado Tercio de Extranjeros,

Alerto 2001
proporcionándole una aureola, que todavía persiste, de heroísmo y
abnegación.
Siendo ya anciano, Franco relata a su médico de cabecera:
«Inmediatamente empezaron a sonar unos acordes: “Soy valiente y
leal legionario...”. Aquel hombre, lo recuerdo perfectamente, cambió.
Sus ojos se hicieron más brillantes; apretó los labios, levantó la
barbilla; estiró los hombros. Me pareció que se ponía marcial. Su cara
se alegró. Se había producido el milagro. Yo pensé que el
Generalísimo, que lo había sido todo, se sentía más que nada un
legionario» (Pozuelo, 1980, 39).
Franco se puede considerar el representante más genuino de los
militares africanistas, como una escuela castrense y forma de entender
la vida y la milicia, tal como los concibe el profesor Togores en su libro
Historia de la Legión española (2016, 44).
Una de sus características fue tener un gran valor personal tanto
físico como moral. Era impasible ante las adversidades y no se dejaba
guiar por las impresiones iniciales, que suelen llevar a errores de
valoración y decisiones precipitadas. Sabía esperar a tener un
conocimiento de la situación lo más exacto posible antes de tomar una
decisión, pero valorando también el factor tiempo.
La terrible eficacia táctica de Franco se basaba principalmente en
los siguientes factores:

1. Un gran conocimiento de la idiosincrasia del enemigo.


2. Un detallado estudio del terreno («señor en el combate»,
según su propia expresión) para sacar de él su máximo
provecho, reconocimiento que era detalladamente compartido
con sus subordinados para que todos lo conocieran y que la
maniobra prevista se pudiera ejecutar sobre el terreno.
3. La maniobra era minuciosamente detallada, y en ella buscaba
siempre la sorpresa de todos los modos posibles.
4. Dentro de un espíritu general ofensivo y un cierto desprecio
por la defensiva, Franco consideró fundamental la segunda,
porque ahorraba bajas, por economía de medios y poder hacer
la concentración de esfuerzos en el lugar y momento
oportunos. La defensiva se basa fundamentalmente en el
trabajo, y no podemos olvidar (como muchos infantes suelen

Alerto 2001
olvidar) que para la infantería el trabajo es una forma más de
la acción, sin que ninguna de ellas tenga preponderancia sobre
las demás. Una de las primeras canciones legionarias, de los
primeros tiempos, es bien explícita: «¿Quiénes son esos
soldados con tan bonitos sombreros? Son el Tercio de
legionarios que llena sacos terreros…».

Consecuencia de todo lo anterior es el ahorro de bajas, y una de


las principales características de las operaciones tácticas de Franco,
además de la eficacia, era la habilidad que tenía para que fueran con
un mínimo de bajas en combate. Ello demuestra una gran
preocupación por sus subordinados, que también se extendía a otros
aspectos de la vida militar. Así, creó la granja agrícola para mejorar la
alimentación y para cubrir otras necesidades. El mismo Barea, que
sirvió en el Tercio de Extranjeros y no es sospechoso de profranquista,
reconoció que «con Franco puedes estar seguro de tener todo a lo que
tienes derecho». Sus subordinados le seguían con entusiasmo, porque
se preocupaba de ellos en el campo de batalla y en la vida de
guarnición.

FRANCO Y LA GUERRA CIVIL

Por todas las virtudes militares anteriormente expuestas Franco fue


elegido por sus compañeros como caudillo militar único, como en un
antiguo consejo almogávar, para que les condujera en la guerra y los
llevara a la victoria.
Durante la Guerra Civil no solo tuvo que dirigir política y
militarmente la lucha, sino también, simultáneamente, construir un
ejército y un Estado y gobernarlos.
Es indiscutible que fue el general vencedor de la Guerra de
Liberación desde el punto de vista estratégico, operacional y táctico, y
que lo fue partiendo de una situación inicial netamente desfavorable,
aunque muchos quieran quitarle méritos de una forma u otra, como es
el caso de Engel (2008, 8) y de otros, que afirman que el verdadero
estratega del Ejército Nacional fue el general Juan Vigón. Los
herederos del general Kindelán afirman que fue él, cómo no, quien
planificó muchas batallas que luego el Generalísimo hizo suyas
(Kindelán, 1981, 179). Sin quitar méritos a dichos generales y a otros

Alerto 2001
muchos subordinados, el principal y único responsable de la dirección
del planeamiento, oídos sus asesores, y de asumir la responsabilidad
fue el Caudillo, Francisco Franco Bahamonde.
Precisamente una de las características de todo jefe es saber elegir
a sus subordinados (si le dejan), y Franco lo supo hacer. Eligió a los
mejores sin que prevalecieran otros criterios de antigüedad,
ideológicos o de amistad. Así, sus principales colaboradores fueron
Dávila, Saliquet, Varela, Yagüe, Aranda, Kindelán, por citar algunos.
Todo lo hizo sin estudios de perfiles ni baremos, sino gracias a un
profundo conocimiento de sus hombres.
La misión principal del jefe es decidir. Franco supo elegir a
colaboradores brillantes y prestigiosos, lo que demuestra su amplitud
de miras y que antepuso el cumplimiento de la misión a su interés
personal. Porque los hombres más ambiciosos y menos inteligentes se
suelen rodear de colaboradores menos hábiles para que no les hagan
sombra en su prestigio. Bien asesorado, desplegó sus facultades
intelectuales, capacidad de síntesis, conocimiento de la profesión y
claridad de juicio para tomar las decisiones oportunas y la voluntad
para llevarlas a cabo. Así consiguió ganar la guerra.
Las características de la Guerra Civil, por su intensidad y
magnitud, hacen que el Generalísimo Franco merezca pasar a la
historia como el mejor militar español al menos de la Edad
Contemporánea.
Si para quitarle méritos consideramos que Franco fue un mal
militar porque se alzó contra los poderes constituidos, ya podemos
borrar de nuestros callejeros y monumentos a Viriato, don Pelayo, los
comuneros de Castilla, los capitanes Daoiz y Velarde, el teniente Ruiz,
Espartero, Martínez Campos, Prim, O’Donnell y otros muchos; y en el
extranjero podríamos descartar a Julio César, Napoleón, Washington,
a todos los líderes independentistas hispanoamericanos, a De Gaulle…
La principal dificultad para este reconocimiento estribaría en que
somos los primeros y principales forjadores de nuestra leyenda negra.
Es, además, paradójico que los que tratan de desprestigiar a Franco lo
único que consiguen es desacreditar más a sus adorados enemigos,
vencidos por él, porque supo aplicar mejor los principios del arte de la
guerra.
Otra de las características de Franco fue su profundo sentido del

Alerto 2001
compañerismo, que se debió de forjar en África, en las frecuentes y
arriesgadas operaciones para socorrer a posiciones y destacamentos
angustiosamente cercados por el enemigo. Tuvo dentro de su régimen
y entre los compañeros de armas a numerosos conspiradores contra él,
como Fal Conde, Hedilla y los generales Kindelán, infante Alfonso de
Orleans, Yagüe, Muñoz Grandes... A todos los supo capear, y con
ninguno tomó medidas drásticas, limitándose al cese en sus funciones,
los destierros y algunas condenas incumplidas. Carácter totalmente
opuesto a la conducta que en casos similares tuvieron Stalin, Hitler o
Mussolini con sus compañeros y colaboradores cuando los
consideraron peligrosos.

FRANCO Y LOS GENERALES VICENTE ROJO Y JOSÉ MIAJA

Los denostadores de la figura militar de Franco tratan de


desprestigiarlo por comparación con los generales Vicente Rojo y José
Miaja, que serían geniales estrategas del EPR, mientras que el primero
habría sido excesivamente conservador, falto de audacia y de
imaginación.
Estas comparaciones solo pueden hacerse de forma parcial,
porque las responsabilidades de unos y otros fueron dispares. Franco
tuvo las más altas responsabilidades políticas y militares, mientras que
Rojo prácticamente solo tuvo responsabilidades de planeamiento, y no
de decisión, por su parte Miaja fue un ejecutor militar, y no en el más
alto nivel.
No hace falta recordar que el jefe militar empeña toda su
responsabilidad en la decisión, y en ella refleja su valor moral y
competencia técnica. Y esa decisión la convierte en planes su Estado
Mayor.

EL GENERAL VICENTE ROJO

Está considerado por sus panegiristas como un gran estratega que


planificó sobre el papel brillantes y elegantes contraofensivas que no
tuvieron un final feliz, salvo para su prestigio militar. El Partido
Comunista ensalzó siempre a sus militantes, a pesar de los sucesivos
descalabros que tuvieron, como fueron los casos de Juan Guilloto
Modesto, Líster y El Campesino… y Vicente Rojo, porque si bien no

Alerto 2001
estuvo afiliado al Partido Comunista, sí que fue un fiel servidor suyo.
El primer curso de táctica enseña que para el planeamiento y
decisión de una operación militar hay que contar con los factores de la
decisión, que son: misión, enemigo, terreno, medios propios y
ambiente. Todas las operaciones militares que diseñó Vicente Rojo
fracasaron porque no contó con el factor medios propios, es decir, la
herramienta encargada de ejecutar tan deslumbrantes planes sobre el
mapa (que todo lo soporta). El EPR fue siempre un «medio» incapaz
de ejecutarlos. Ante esta reiterada evidencia hubiera sido más
prudente adoptar una actitud más defensiva, que era donde podía
tener más posibilidades de éxito.
No contó con el factor enemigo, porque los puntos de aplicación
de sus contraofensivas estuvieron demasiado próximos a la masa de
maniobra del Ejército Nacional, lo que facilitó que acudiera en socorro
del sector amenazado. Tampoco tuvo en cuenta la reiterada capacidad
de su enemigo de mover rápido las reservas al contar con un flexible y
eficaz servicio de automovilismo para transportar tropas en camiones
y camionetas.
Los objetivos de sus planes ofensivos estuvieron en frentes
secundarios, no buscaron la destrucción del enemigo. Sin embargo, el
Ejército Nacional aprovechó la concentración de la masa de maniobra
del Ejército Popular Republicano para batirla (Brunete) y,
especialmente, para destruirla en Teruel y en el Ebro. Teruel fue una
victoria pírrica de Rojo, y la batalla del Ebro, un error estratégico y
táctico que habría reportado un suspenso en cualquier escuela de
Estado Mayor.
Sus defensores a ultranza, cada vez menos, deploran que no se
aprobase su propuesta de ataque por Extremadura con el hipotético
propósito de romper en dos la zona nacional. Es de suponer que de
haberse efectuado hubiera pasado como siempre: que una vez roto el
frente por sorpresa, los bordes de la brecha resistirían, y velozmente
reforzados, las reservas nacionales bloquearían una penetración de
corto alcance. Además, esta operación tenía el inconveniente de estar
lejos de la zona central, donde estaba su masa de maniobra, lo que
implicaba un gran esfuerzo logístico y dificultaba la sorpresa, que fue
justo lo que pasó en la batalla de Peñarroya a principios de 1939.
Comentó que Barcelona fue ocupada por los nacionales el 26 de

Alerto 2001
enero de 1939 sin que hubiera resistencia «simple y llanamente por no
haber voluntad de defensa». Pero él no estuvo dentro para defenderla
(ni el Gobierno del Frente Popular, que por cierto huyó de Madrid al
comienzo de la guerra), como tampoco estuvo un año antes El
Campesino, comandante militar de Teruel, para defenderla (como sí lo
hicieron los nacionales en tantos lugares, incluida esta plaza).
Es posible que su formación militar fuera demasiado teórica. Solo
estuvo cuatro años en África, y gran parte de su carrera militar, antes
de la Guerra Civil, estuvo dedicada a la enseñanza. Así, durante diez
años seguidos (1922-1932) fue profesor en la Academia de Toledo, y
desde allí pasó a la Escuela de Guerra como alumno hasta el año 1936.
Precisamente, una de las directrices de la Academia General Militar,
de la cual Franco fue su director, era que el profesorado rotara con
frecuencia para que no se anquilosara.

EL GENERAL MIAJA

La comparación de Miaja solo se puede hacer al principio de la guerra,


cuando el futuro Caudillo mandaba las columnas en la marcha sobre
Madrid y Miaja tuvo el mando de una fuerte columna para tomar
Córdoba, en manos de los alzados, y cerrar el paso de las columnas
enemigas que se dirigían a Madrid, supuestamente por el desfiladero
de Despeñaperros.
No hace falta ensalzar la hazaña táctica de la marcha de las
columnas mandadas por Franco, que con habilidad evitó el choque
frontal con las fuerzas de Miaja, supo avanzar con rapidez, con los
flancos al descubierto, sin superioridad de apoyo aéreo y sin dejarse
fijar en objetivos secundarios (no como le ocurrió al EPR
reiteradamente en Brunete, Belchite, Teruel y el Ebro).
El general Miaja llegó a Montoro el 28 de julio, pero perdió tres
semanas prácticamente de total inacción, sin atreverse a atacar la
capital cordobesa, y cuando lo trató de efectuar, era ya demasiado
tarde (20 de agosto), porque había sido reforzada.
Tampoco tuvo la iniciativa de atacar o al menos hostigar las
columnas que marchaban sobre Madrid. La primera había salido de
Sevilla el 2 de agosto, y el 20 ya había rebasado Badajoz y Mérida y
unido los valles del Guadiana y del Tajo.
La defensa de Madrid fue su mayor hazaña, pues con su valor

Alerto 2001
personal contuvo una desbandada de fuerzas anarquistas en la Ciudad
Universitaria, que estuvo a punto de provocar una brecha irreparable,
contagiarse al resto de los defensores y producir un colapso de la
defensa (el Gobierno del Frente Popular ya se había desbandado). Solo
esto ya justificaría la decisión de los nacionales de dar un golpe de
ariete sobre la capital.
Evitado, in extremis, el desmoronamiento de la defensa, Franco
tomó la acertada decisión de no desgastar a la masa de maniobra
nacional, formada principalmente por las selectas tropas africanas,
con costosos combates callejeros en una gran urbe, en la que la
proporción entre defensores y atacantes era de siete a uno.
Al general Miaja le faltó visión de la acción de conjunto y
compañerismo. Durante la batalla del Jarama se negó a ceder fuerzas
bajo su mando para reforzar a otro general empeñado en la misma. Lo
mismo hizo en las batallas de La Granja y Belchite, como
explícitamente dijo el jefe del Estado Mayor del Ejército del Este del
EPR: «Consideraba [Miaja] al ejército que mandaba como propiedad
personal que nadie tenía derecho a emplear o reducir». Contrástese
esta actitud con el socorro de Franco a Granada, el Alcázar de Toledo,
Oviedo y el Frente de Aragón, o con la postura del general Yagüe
desprendiéndose de tropas para reforzar la batalla de Brunete.

LA PLUMA NO EMBOTÓ LA LANZA

Sus denigradores no deben de haber leído al Marqués de Santillana


(«la sciencia non embota el hierro de la lança, ni face floxa el espada
en la mano del cavallero») ni el Quijote de Cervantes («nunca la lanza
embotó la pluma, ni la pluma la lanza»), porque le achacan que tenía
escaso bagaje cultural por su dedicación exclusiva a la guerra y al
mando de fuerzas mercenarias. No deben de saber que los asuntos de
la guerra no son para analfabetos.
Mal se avienen los intentos de descrédito anteriores con las
actividades culturales que desarrolló en su carrera militar: fundador y
director de revistas profesionales, numerosos artículos, libros y
tratados militares. Esto hace que podamos asegurar que estaba muy
por encima de la media de los profesionales de su época y de ahora.
Ciertamente, no destacaba por sus extraordinarias dotes de escritor,
pero su estilo austero, claro y conciso se asemeja mucho al clásico

Alerto 2001
laconismo militar con unas calidades por encima de la media de la
época.

LA REVISTA DE TROPAS COLONIALES

Un grupo de oficiales destinados en Marruecos con excelentes hojas de


servicio y culturalmente inquietos fundaron una publicación periódica,
denominada Revista de Tropas Coloniales, con la finalidad de dar a
conocer la misión de España en el Protectorado marroquí. El primer
número salió en enero de 1924, siendo su primer director el coronel
Queipo de Llano y figurando Franco en el Consejo de Dirección. Allí
siguió hasta enero de 1925, cuando asumió la dirección.
Las páginas de la publicación estaban dedicadas a artículos de
tipo doctrinal y divulgativo. También había aportaciones sobre
estrategia, táctica y operaciones militares, junto con artículos de
naturaleza político-militar. También tenía cabida la historia tanto de
las fuerzas militares, especialmente las coloniales, como la historia en
general. Se escribía sobre la España árabe, de costumbres marroquíes,
asuntos indígenas, religiosos, antropología, arqueología, cartografía,
arte, comunicaciones, economía, industria, sanidad y deportes.
También publicó artículos y reportajes sobre las diferentes plazas
militares españolas en el norte de África o sobre la política colonial
francesa. Incluyó secciones de reseñas de la prensa española y
extranjera, así como bibliográficas de libros y revistas.
Franco publicó durante este periodo un artículo titulado «El
empleo táctico de la artillería», en el que preconizaba una
colaboración más estrecha entre la infantería y la artillería, es decir, el
combate interarmas, que después desarrolló más en la organización de
la Academia General Militar.
Esta publicación tuvo su continuación con el nuevo nombre de
África, con el subtítulo de Tropas Coloniales. Franco fue un asiduo
colaborador de ambas revistas, donde publicó 29 trabajos entre 1924 y
1933, además de algunos editoriales. También colaboró en el Diario de
Alhucemas.
Su pensamiento militar y su acreditada experiencia sobre los
asuntos marroquíes los compartió en su serie de artículos, tales como
«La maniobra» (1924), «Artificios de combate», «Necesidades sobre el
material y fortificación» (1925) y «Reformas necesarias» (1926).

Alerto 2001
Técnicamente, en estos trabajos abogó por el aumento de las armas
automáticas (ametralladoras y fusiles ametralladores), los morteros y
los carros de asalto, y por que debían perfeccionar su armamento y
adiestrar adecuadamente a sus tripulantes.
Seguía habiendo una fuerte disociación entre las fuerzas en
campaña y los estados mayores centrales, empeñados en despreciar la
parte doctrinal de la guerra de guerrillas que se estaba desarrollando
en Marruecos con tantos sacrificios. Seguían obcecados en el
desarrollo de doctrinas militares para batallas campales con grandes
masas de maniobra, al estilo de las desarrolladas en los campos de la
Gran Guerra europea. Esta diferencia conceptual quedó reflejada en la
introducción a la Doctrina para el empleo táctico de las armas y
servicios, publicada en junio de 1924 por el Estado Mayor Central,
escrito «en el que se ha tenido presente lo poco que resulta
aprovechable de nuestras campañas en Marruecos». El comandante
Franco lo criticó en un artículo publicado en la Revista de Tropas
Coloniales, en el que reclamaba abandonar la guerra de trincheras de
patrón francés para operar con movilidad y ligereza.
Llama la atención el desprecio oficial no sobre los campos de
combate, sino sobre los procedimientos tácticos de la guerra de
guerrillas, porque fueron un concepto y una denominación acuñados
en España durante la guerra de la Independencia, y porque la sufrimos
en las guerras carlistas, en Cuba y en Filipinas (Fontenla, 2017, 418).
Franco también advirtió en su artículo «Reformas necesarias»,
publicado en 1926, del error de organizar a las unidades del Ejército y
adiestrarlas, según los patrones franceses de la guerra de trincheras de
la Gran Guerra, para emplearlas en las campañas marroquíes ante un
enemigo emprendedor y maniobrero, abogando por la guerra de
movimientos, con unidades ligeras y móviles, transportes adecuados y
potencia de fuego con armas automáticas. Asimismo, abogaba por la
desaparición de los grandes regimientos a caballo y con soldados de
reemplazo por su elevado coste y poca eficacia en este tipo de
conflictos.
Además, los patrones de los reglamentos franceses estaban
calculados en función de la orografía y de la red de carreteras
francesas, muy diferentes de las españolas, que tiene una geografía
más accidentada y unas comunicaciones más complicadas.

Alerto 2001
DIARIO DE UNA BANDERA (1922)

En este libro Franco describe las operaciones militares en Marruecos


de la I Bandera, que fundó, organizó y mandó. Fueron operaciones en
las que La Legión brilló por su valor, abnegación y heroísmo.
Es una obra de indudable valor histórico para documentar los
primeros y fundamentales pasos del Tercio de Extranjeros, sus
particularidades y las de su autor. Está escrita con sobriedad militar
que exalta la profesión de las armas, pero no exenta de emotividad ni
falta de humor.
Stanley G. Payne afirma en su libro Politics and the Militar in
Modern Spain que Diario de una Bandera fue escrito por Juan
Ferragut, seudónimo de Fernández Piñero. Pero eso no es posible por
varias razones. Primera, de estilo: el texto de Diario de una Bandera
es frío y los textos legionarios de Fernández Piñero son muchísimo
más floridos. Segunda, el texto refleja un directo conocimiento de los
acontecimientos y del terreno, y como sabemos, Fernández Piñero no
estuvo en Melilla y lo que escribió lo hizo por referencias de la prensa
(Ballenilla, 2010, 319). Tercera, la descripción topográfica es muy
minuciosa, poniendo de relieve el profundo estudio que hacía
constantemente del terreno.
El general norteamericano Willoughby recomendó a sus oficiales
del Pentágono la lectura del libro de Franco Diario de una Bandera
(Suárez, 1984, I, 106).

INSTRUCCIONES A LA LEGIÓN

Cuando tomó el mando del Tercio, Franco dictó una serie de


instrucciones para sus unidades que comprendían aspectos morales,
para el combate y para el régimen interior de los cuerpos. Estas
normativas se publicaron en varios documentos titulados
Prevenciones a las Banderas (1923), Instrucciones generales de paz y
guerra (1924) y las Instrucciones generales para el régimen interior
de los cuerpos (1924).
Son unos manuales completos, sencillos y muy didácticos, que
dan normas sobre los procedimientos tácticos en el combate, sobre
disciplina y sobre administración. Destaca que se designara al Tercio
«Legión Extranjera» como síntoma de la evolución de una
denominación hasta llegar definitivamente al nombre de Legión o

Alerto 2001
Legión Española.
Es una fuente documental para comprender el funcionamiento del
Tercio durante las campañas de Marruecos.
Resulta admirable que hoy, noventa y cinco años después, salvo
muy contados detalles de táctica referidos a las muy particulares
circunstancias de la guerra en Marruecos, pero de los que también se
pueden sacar enseñanzas, el resto de las Prevenciones todavía pueden
seguir siendo útiles.

EL ÚLTIMO PARTE DE GUERRA (1939)

«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado


las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha
terminado. Generalísimo Franco. Burgos, 1 de abril 1939». Es un
ejemplo del estilo lacónico militar: breve, claro, concreto y con garra
emotiva.

ABC DE LA BATALLA DEFENSIVA (1944)

Fue escrito por Franco después de la Guerra Civil y seguramente


recoge las experiencias e instrucciones dadas durante esta contienda y
las conocidas de la Segunda Guerra Mundial, en especial del Frente del
Este y de los informes proporcionados por la División Azul.
El texto demuestra una mente didáctica que sabe diferenciar lo
accesorio de lo fundamental y exponer de forma asequible conceptos
complejos del arte de la guerra defensiva. Es destacable que, de forma
autocrítica, resalte más los errores propios que los del enemigo.
La difusión prevista en un principio era exclusivamente para su
distribución entre generales en activo. Su formato, estructura y
redacción revelan sus propósitos didácticos, para lo que puso ejemplos
de la Segunda Guerra Mundial, entonces actuales. Las principales
conclusiones son:

1. La ofensiva es la que decide la victoria, pero la defensiva tiene


una importancia capital por economía de medios y para contar
con recursos suficientes para emprender acciones ofensivas.
2. La importancia de las fortificaciones, enterrándolas para eludir
el efecto destructivo de las armas modernas. Es un elogio al

Alerto 2001
trabajo como una de las formas de la acción.
3. La eficacia del sistema defensivo con las posiciones
escaqueadas demostrada en la Guerra Civil, en vez de los
largos trincherones que se siguieron empleando en la Segunda
Guerra Mundial.
4. Critica el sistema defensivo griego, con fortines en las cumbres
de las montañas que facilitan su localización y la concentración
eficaz de los fuegos enemigos.
5. Critica los famosos fuertes belgas, porque tienen tal
concentración y densidad de elementos de combate que
facilitan los bombardeos aéreos. La línea fortificada francesa
Maginot, como se había demostrado, fue una ratonera.
6. Ya existían armas capaces de combatir a los tanques; solo
faltaban la táctica y el espíritu cazacarros.
7. «El espíritu ofensivo que suelen buscar los ejércitos hace
despreciar los cuidados de la defensiva, que se revelan en la
repugnancia a fortificarse, y que retrata aquella torpe frase de
un oficial de Marruecos: “El que tenga miedo que se
fortifique”». La renuncia a la fortificación es, en el fondo, un
desprecio al trabajo como forma de acción, que no tiene menor
valor que las otras (movimiento, fuego y choque), y para la
infantería ninguna tiene predominio sobre la otra.
RAZA

Novela histórica, escrita en 1940, y guion de una película que, sin


entrar en valoraciones literarias, demuestra inquietudes intelectuales.
Hizo su incursión como historiador con La Batalla de San
Quintín (1967), libro publicado con ocasión del IV centenario de la
fundación del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Destaca la
evolución que supuso en el arte de la guerra: la supremacía de las
armas de fuego en la infantería y el progresivo aumento de las
capacidades de la artillería como arma de destrucción de murallas y
cuadros de infantería.

LA PINTURA

Franco, que había demostrado desde su juventud dotes para el dibujo,


también pintó como entretenimiento en sus ratos libres. Aunque sus

Alerto 2001
obras no se puedan considerar meritorias desde un punto de vista
artístico, demuestran una inquietud cultural más. Eran pinturas
figurativas al óleo, luminosas y coloristas, que, según los entendidos,
denotan que son obras de un aficionado, aunque tienen cierta calidad
y las pinceladas están ejecutadas con soltura. Los temas tratados son
generalmente marinas, paisajes, retratos familiares y bodegones de
caza. También pintó escenas cotidianas de Marruecos, de su época
africana, que conoció tan bien, y parece ser que firmaba bajo el
seudónimo de Gironés.

PERSONAJES ILUSTRES CONTEMPORÁNEOS QUE OPINARON SOBRE FRANCO

Cuando Franco llegó a Burgos al principio de la Guerra Civil, fue


recibido por Mola, y juntos marcharon por las calles aclamados por la
multitud. Mola proclamaba ante todos (Iribarren, 1963, 218): «Este es
Franco, Franquito, mi compañero de campañas en África, el más
valiente, el mejor de nuestra familia».
Carta del infante don Juan de Borbón, padre del rey Juan Carlos I,
con fecha del 7 de diciembre de 1936 (Salgado-Araujo, 1977, 354):
Mi respetado general: En forma tal vez impremeditada, cuando la guerra en España
tenía solo el carácter de lucha interna, he intentado tomar parte en ella. […]
Actualmente la lucha parece tomar, cada vez más, aspecto de una guerra contra
enemigos exteriores, guerra en la que todos los buenos españoles de mi edad habrán
podido hallar un puesto de combate. […] Yo no sé, mi general, si al escribirle así infrinjo
las normas protocolarias con que es usual dirigirse a un Jefe de Estado. […] Con mis
votos más fervientes para que Dios le ayude en la noble empresa de salvar a España […]
se reitera a sus órdenes […].

El general Pétain pidió a Franco el 10 de julio de 1940 que


mediase con Hitler para obtener un armisticio (Salgado-Araujo, 1977,
267-288): «Quiero que sea este país, Generalísimo Franco, la espada
más limpia de Europa. La Francia que va a nacer nacerá ya con esta
deuda de gratitud hacia la España inmortal».
El jefe de operaciones del Alto Mando alemán, Alfred Jodl,
declaró en el juicio de Núremberg (Crozier, 1969, 2, 311): «Las
repetidas negativas de Franco a permitir a las fuerzas armadas
alemanas atravesar España había sido una de las principales causas de
la derrota alemana». Pero Franco no lo hizo para favorecer a las

Alerto 2001
potencias aliadas, sino por exclusivo interés patriótico.
Churchill en la Cámara de los Comunes: «La política de Franco
era interesada y de sangre fría. […] No más guerras para España»
(Batista, 2007, 463).
De Gaulle le dijo a Castiella con motivo de una visita oficial que
este hizo a París: «Es mucho lo que Occidente le debe a Franco»
(Suárez, 1984, VI, 126).
El periódico The New York Times encargó a Arnold Toynbee en
1959 que indicara diecisiete personajes contemporáneos con una
importancia decisiva en la historia. Incluyó a Franco e hizo un notable
elogio de su habilidad política (Suárez, 1984, VI, 132).
W. R. Hearst, nieto del famoso magnate del periodismo que
desencadenara una campaña de la opinión pública norteamericana
contra España en 1898, afirmó en 1960 y ante el desastre de la
invasión norteamericana en Cuba que Franco era una de los jefes de
Estado más lúcidos de Occidente (Suárez, 1984, VI, 251).
El profesor Raymond Carr en su obra Spain 1808-1939: «El orden
ha sido el logro indudable del gobierno del general Franco». Los
críticos pensarán que el orden no lo es todo, porque también lo hay en
los países comunistas, pero sin orden no hay paz, libertad ni
prosperidad. Todo lo cual faltaba en la Segunda República en 1936.
Crozier (1969, 2, 316): «Siempre que se produjo una crisis, Franco
se reveló como superior a los demás en todos los aspectos, y por lo
tanto, habría llegado a la cumbre en cualquier caso. Tenía suerte, pero
esta no es la única explicación de sus éxitos». Efectivamente desde
Marruecos fue requerido reiteradamente y por sus jefes naturales para
resolver situaciones apuradas y de responsabilidad.
Franco Salgado-Araujo (1977, 11): «Todos los que conocíamos a
Franco militarmente el 18 de julio de 1936, día en que estalló el
alzamiento militar, estábamos profundamente convencidos de que nos
llevaría a la victoria».

DEL ENEMIGO EL ELOGIO

Alerto 2001
Desde hace tiempo, hay una corriente historiográfica que trata de
desprestigiar a Franco como militar por razones ideológicas, rencor
por haber sido derrotados y para agradar al poder, lo que suele ser una
opción lucrativa. A todos estos la terca realidad los ha ido dejando en
evidencia. Sin embargo, muchos de sus enemigos directos en su época
valoraron y opinaron positivamente sobre las virtudes militares de
Franco. Citamos algunas a continuación:
Arturo Barea (1951, 37), jefe de la censura del Frente Popular,
escribió la novela La forja de un rebelde, que es tendenciosa en
muchos aspectos, tanto que afirma que a Millán Astray no se le podía
dar un tiro por la espalda, porque tenía buen cuidado de ello, cuando
es bien conocido que tuvo tres heridas graves de guerra (en el pecho,
un ojo y un brazo) estando precisamente de pie en las guerrillas de
primera línea. No obstante, de Franco dice:
Se pone a la cabeza y […] bueno, es alguien que tiene riñones, hay que admitirlo. Yo lo
he visto marchar a la cabeza de todos, completamente derecho cuando ninguno de
nosotros nos atrevíamos a despegar los morros del suelo, de espesas que pasaban las
balas […] Franquito, como todo lo motejan a sus espaldas, marcha derecho hacia las
balas cuando los más curtidos se echan a tierra y arrastran como culebras […] con
Franco puedes estar seguro de tener todo a lo que tienes derecho, puedes tener
confianza de que sabe dónde se mete. […] Conocidos asesinos se ponen lívidos porque
Franco les mira de reojo.

Diego Hidalgo (1934), ministro de la Guerra con la Segunda


República, dejó constancia escrita de su opinión sobre el general
Franco, de la que pueden entresacarse los siguientes párrafos:
Conocí a este general en Madrid en el mes de febrero. Le traté por vez primera en mi
viaje a Baleares, y en aquellos cuatro días pude convencerme de que su fama era justa.
[…] Entregado totalmente a su carrera, posee en alto grado todas las virtudes militares,
y sus actividades y su capacidad de trabajo, su clara inteligencia, su comprensión y su
cultura están siempre al servicio de las armas. […] De sus virtudes, la más alta es la
ponderación al examinar, analizar, inquirir y desarrollar los problemas; pero
ponderación que le impele a ser minucioso en el detalle, exacto en el servicio, concreto
en la observación, duro en la Ordenanza, exigente, a la vez que comprensivo, tranquilo y
decidido. […] Es uno de los pocos hombres, de cuantos conozco, que no divaga jamás.
[…] Las conversaciones sostenidas con él sobre temas militares durante mi estancia en
aquellas islas me revelaron además sus extraordinarios conocimientos. […] Y Franco, en
el silencio de su despacho, lleva muchos años, los años de paz, consagrado a
documentarse. El estudio ha dado frutos, y hoy bien puede afirmarse que no hay
secretos para este militar en el arte de la guerra, elevado a ciencia por el ingenio de los

Alerto 2001
hombres. […] No es el narrador más o menos elocuente, sino el expositor de problemas
que hace pasar de la teoría y de la tesis genérica a la práctica y al caso concreto,
analizando con frialdad los postulados de la ciencia guerrera desde el punto de vista del
armamento y estudiando con calor cuanto afecta al soldado, a su moral y a su espíritu.
[…] Con este juicio se explica fácilmente que, a la vista de unas maniobras militares,
quisiera yo tener cerca de mí a un comentarista tan singularmente capacitado para el
asesoramiento. Y no sé, ni me importa, si faltaba al protocolo invitando a Franco a que
me acompañara a las maniobras de León. […] Al terminar estas, ya en Madrid, en los
primeros días de octubre, el General, antes de marchar a su destino, me pidió permiso
para ir a Oviedo a asuntos particulares; yo se lo concedí gustoso, y por una casualidad
no se encontró en Oviedo los días de los sucesos. […] Al comenzar estos y tener que
suspender su proyectado viaje fue cuando yo dispuse que quedara agregado a mis
órdenes, pues, aparte de su asesoramiento en el orden militar, por el hecho de haber
residido largas temporadas en Asturias y tener allí intereses familiares, conocía muy
bien no solo la capital y la cuenca minera, sino la costa y las comunicaciones todas de la
región. […] Alguien debió mostrar su extrañeza y ocultar su disgusto ante mi
determinación de retener cerca de mí un asesor extraño a los órganos oficiales del
Ministerio; pero un ministro tiene siempre el derecho y el deber de buscar libremente
quien le asesore, ayude y acompañe. En momentos agudos, en que los organismos del
Ministerio trabajaban a gran presión, era además perfectamente explicable que un
ministro acumulase junto a sí cuantos elementos estimara convenientes para lograr con
éxito y rapidez resolver airosamente una grave perturbación del orden público que
exigía una actuación militar muy complicada, cuyos límites era de todo punto imposible
calcular, ni en orden a su intensidad ni en orden a su extensión. […] Criticar a un
ministro porque se asesore, o pretender limitar su facultad de elegir libremente la
persona o personas que hayan de realizar esa labor creo que sería una insensatez,
porque el ministro, responsable de las determinaciones que adopte, ha de estudiar y
consultar estas, valiéndose de todos los medios que crea convenientes para que le
acompañe el acierto. […] Estas consideraciones no deben ser tomadas como una
contestación a los comentarios que se hicieron al agregar a mis órdenes al General
Franco durante los sucesos de Asturias, sino como una explicación del hecho que,
aunque no sea necesaria para quienes conocen las facultades ministeriales y la
organización del Ministerio de la Guerra, sí lo es para cuantos no tienen motivo de estar
al tanto de estos pormenores. […] Todos los que, con más o menos elementos de juicio,
han comentado mi actuación en el Ministerio de la Guerra durante los sucesos de
Asturias han ponderado la meritoria labor de este General, pero ninguno ha tenido una
sola palabra de elogio para el ministro que le nombró. Tengo derecho a enterar al país
que ese ministro fui yo, y que sin haber hecho yo el nombramiento, el General Franco,
con su técnica y sus admirables condiciones, hubiera presenciado los sucesos de
Asturias a través de la Prensa en las lejanías de las islas Baleares.

Es de suponer que, a la vista de los resultados, el hecho de que


fueran adversarios en la posterioridad no le hiciera cambiar de
opinión, sino todo lo contrario.

Alerto 2001
Manuel Azaña (Platón, 2018, 74), presidente de la República,
escribió de Franco en su diario que era «el más temible y el único
temible». No es mala alabanza para un militar.
Indalecio Prieto, dirigente socialista, dijo de Franco, en un
discurso en Cuenca: «Lo he visto pelear en África y para mí el general
Franco llega a la fórmula suprema del valor: es hombre sereno en la
lucha. Tengo que rendir este homenaje a la verdad […] entre los
militares […] existen fermentos de subversión. […] Franco, por su
juventud, por sus dotes, por la red de amistades en el Ejército, es el
hombre que, en un momento dado, puede acaudillar un movimiento
de este género» (Platón, 2018, 51).
Prieto difundió por radio el 8 de agosto de 1936 lo siguiente: «Es
muy viejo el concepto de que una guerra la gana aquella de las partes
en lucha que disponga de más medios para resistir. Una guerra no es
simplemente heroísmo; una guerra no es simplemente valentía; una
guerra, en suma, no se resuelve por la superioridad exclusiva del factor
humano. […] ¿A dónde van esos locos? Nosotros tenemos las
principales ciudades, todo el oro del Banco de España, inagotables
reservas de hombres y tenemos la Escuadra». Reconoce
implícitamente la superioridad del factor humano de los nacionales,
acaudillados por Franco, y la superioridad material de los suyos. No
contó con que en el arte de la guerra, según la doctrina militar, «se
basa en la indiscutible importancia de los valores morales e
intelectuales».
Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor Central del Ejército Popular
de la República y su mayor adversario intelectual en la contienda, dio
las siguientes razones de la victoria del Generalísimo: «La ciencia
militar, el arte de la guerra, exigía el triunfo de Franco». Exigía y
justificaba el triunfo, a pesar de las serias carencias materiales que
indicaba Indalecio Prieto: «Franco logró la superioridad moral en el
exterior y en el interior».
Vicente Guarner Vivancos, compañero de promoción de la
Academia de Infantería de Toledo, participó en la declaración de la
República Catalana en 1934 y combatió en el bando perdedor en la

Alerto 2001
Guerra Civil. Hizo unas declaraciones sobre Franco (Gironella, 1979,
261-263) en las que rezumaba resentimiento, aunque reconocía que
Franco «sabía rodearse de gente útil (Alonso Vega en el Tercio,
Campins en la Academia General Militar, Carrero en el Gobierno,
etc.)». La rara habilidad de saber rodearse de colaboradores eficaces es
una prerrogativa de los grandes líderes, además de un acto de
generosidad.
Salvador de Madariaga (Moa, 2015, 495), político contrario a
Franco: «Me llamó la atención por su inteligencia concreta y exacta
más que original y deslumbrante, así su tendencia natural a pensar en
términos de espíritu público, sin ostentación de hacerlo».
A causa de la Conferencia de Potsdam (1945): «Franco fue
rechazado por totalitario y agresor por Stalin, el archiagresor y
architotalitario».
Samuel Hoare, embajador británico en España entre 1940 y 1941,
muy hostil al Caudillo, escribió sobre él que «en su intrincada mente
es imposible penetrar» (Thomas, 1976, 164), en lo que coincide con el
escritor Azorín (Moa, 2009, 270): «Franco se domina a sí mismo y
domina las cosas. Para él lo sustantivo es la persona y lo adventicio el
hecho. Entre lo inextricable y peligroso, el Caudillo se mueve con
increíble facilidad».
Hoare también escribió: «Vi lo suficiente en él […] para
comprender que lo único que nos unía era nuestro común deseo de
mantener a España fuera de la guerra. A partir de este punto nuestras
opiniones divergían. […] Su inconsciencia era desconcertante. […] Mis
palabras no causaron el menor efecto. […] Me fui con la sensación de
que […] la influencia que yo había ejercido sobre la psicología del
Caudillo […] era insignificante» (Moa, 2009, 275).
José María Gil-Robles (Gironella, 1979, 241), antiguo ministro de
la Guerra (1935) y que, según él mismo, fue objeto de la persecución
franquista durante casi cuarenta años, escribió sobre Franco:
Cuando nombré a Franco jefe de Estado Mayor a mis órdenes en el entonces Ministerio
de la Guerra, apenas le había tratado. Había hablado con él una sola vez en una cena en
casa del marqués de la Vega de Anzo, pocos días antes de la sublevación de Sanjurjo, y
claramente expresó su disconformidad con la que se proyectaba. En los sietes meses que

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estuvo a mis órdenes se portó como un militar disciplinado y como un colaborador leal,
competente y eficaz. Casi nunca hablamos de política y siempre se mostró enemigo de
acudir al empleo de la fuerza para resolver los problemas políticos.

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