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Hiscoria del movimiento psicoanalitico © pesando a otra de las posibles influenciss que Freud recibié | ambiente general de s0 época, debemos shors trata el rema Fe Mieaaaismo de finales del XIX. Los postulados del purit- “aismo de le época cristalizeron con tremenda fuerza en la «era vjerorieo®™ La era viewriana» transcurte bajo e! reinado de Ia Reina ‘Vicetia de Inglaveera, coronada en 1837, s6lo unos afos ances por tanto del nacimicnto de Freud. Bi estilo palaciego de su Ferre marca las paucas de comportamiento a las principales ‘Gudedes europeas —y, privilegiadamenie, a 1a Viena del Germpo de Fread— en [as que se imponen cambign ese tipo de Conducta o de cosrumbres cortesanas de carfcter formalista y Sumamence convencional. 5 Bq eodas las épocas’hay un tema cabé que no puede ser «ra ‘ado, del que esta prohibido hablar. Concretamente el tema tabii Egneate momento era el sexo. Era necesario encubrirlo todo, no se Sips heblar de ese rema en sociedad y ni siquiera en ambientes “Gentificos. Este puritanismo condicionabe la emergenciz de una = sdoble moral sexual: permisiva para el hombre, muy restrictiva == pata la mujer. Janik y Toulmin nos dicen a este respecto: Esta conspicacin del silencio en rorno al sexo cuvo dos consecuencias: por un lado, la lar inhibicién ¢ ignoruncia de Jos asuntes sexuales, por or, la oscurs acentuacién de ls sexvalidad» (anil y Toulmin, 1973, 56) {Cuil va a ser, entcuces, la principal y més revulsiva aporca- in del Psicoandlisis en esta época? Le respuesta parece set incento de levantar el cabs del sexo. No solamente hablar de él - francamence, sino hasta incluso investigarlo prioritariamence. ¥ ‘estudiarlo—para mayor escdndalo—hasta en aquella edad «ange- cal y «asexuada» que por entonces se crefa era fa infancia. No ‘debe excrafiarnos, pues, el gran revuelo social que habré de pro- “vocar le publicacién de la obra freudiana de 1905, Tres ensayos ~ Janik y Toulmia, 1973, 3940) i es becales y pueblo llano. H {gsmismo en Zurich y' gran especialista en la esquizofrenia, ite el siguiente juicio de Freud sobre su propio maestro: -2 peses de los amaegos desengatios personales quelle: on aos después, sempre lo recordaba como el genio mas brillaace que jamés hubiera encontrado (E. Jones, 1953,76). 204 1 el contrario, Martin Esslin, en su erabajo: «La Viena de Jil» (1972), sefiala la participacién popular en el gusto por la Seues (Opera, iceracura, exc), quitando hierco a la dinimica de jp lucha de clases» y de los «nacionalismoss. Insisce mucho en el sor que juegan Ios famosos cafés de Viena como lugares privi- idos de intercambios de ideas entre artistas, fildsofos, profe- Por aquel earonces, Viena ere ademés el centro de la Medi- ‘ua mundial, en general, y de la Psiquiatria, en particular. Eo Aiemia se expresa, pues, toda la Psiquiatria Clisica de la época. fn este sentido, hablar de Psiquiatria clisica u organicisea nos Fee a los tres grandes patriarcas que la conforman y que, semente, escriben todos ellos sus obras en aleméa. Nos refe- jas a Br Kraepelin.(1856-1926); catedritico en Munich en .a e508 aflos y autor de obras can importantes como la de 883 Compendium der Psychiatrie; a Th. Meynert (1833-1892) ‘quien, independiencemente de ser conocido por su infiuencia en fos.primecos momentos. de las investigaciones psiquidtcicas y ‘senroldgicas de Freud, fue también un gran parriarca de la Neu- = -opatologla de la época; y a Bs Bleuler: (1857-19399, catedcdtico seud mantuvo siempre hacia Meynere, quien habia sido su / jele y profesor, un gran respeto, aunque al iniciar sus descubci- =mientos psicoanaliticos divergieron tocalmente en cuanto 2 sus = planteamientos tedricos y, sobre todo, metodolégicos. Desde sus “mismos planteamientos de base, Freud se situaba muy lejos de sina psiquiaerla cl&sica, aunque de hecho partiera de ella. Esto gpastituye, en si mismo, un dato a resaltar: es necesario tener en Excuenta que Freud llega al Psicoanilisis desde la Psiquiatrfa y, més concreremente, desde la Neuropacologia de Meynert, uno de los mis grandes pontifices de toda la Psiquiattia de expresién ale- fina. Respecto a las relaciones entre Freud y Meynert, E. Jones Joveotad de Freud -. Bl otro de los tees grandes pontifices de la Psiquiacria de la época con quien Freud montiene. escrechas relaciones, 5, sia duda, E, Bleuler. Mientras Kraepelia pontificaba en Munich y Meynert en Viena, E. Bleuler lo hacia, efectivamente, en Zurich. Catedratico de Psiquiatria en esta ciudad, era un gran especialista en la «demencia precoz», més tarde denominada por él mismo como «esquizofrenia». La Clinica de Zurich, de le que entonces cera director, ejercla una enorme influencia en ef mundo entero, siendo, por otra parte, la més abierta ea cuanto a los nuevos planteamientos psicoanaliticos se refiere. En este sentido, los principales colaboradores de Bleuler van a entrat en contacto inmediaramence con Freud y el psicoandlisis: Jung, sin ir mas lejos, era asiscence de Bleuler, Abraham y Eitingon fueron, asi- mismo, médicos residentes en esta clinica; Ferenczi, por tltimo, residi6 durante un corto periodo en Zurich. Todo este plantel de psiquiaccas de la época supondrén un gran apoyo pera Freud en ‘unos momentos realmente dificiles de su vida y de su obra. Ea este acercamiento, como sefialébamos anteriormente, influyd también, sobremanera, el hecho de que el idioms original del Psicoandlisis y el de la Psiquiaeria clisica era el misono: la lengua alemana. ‘Nos gustaria, finalments, sefialar el hecho de que el Imperio austro-hiingaro, desde el punto de vista geogrdfico, era la autén- tica encrucijada —«carrefoar» de las Europas— encre la Europa oriental y la occidental. Los grandes pioneros del psicoanilisis vendeén, efectivemente, tanto de Occidente (Londres, Paris, Alemania, Berlfo, Hamburgo...) como de Oriente (Bucsrest y Budapest, principalmente). En este sentido, los cinco primeros congresos internacionales, foros de intercambio cieatifico, que en psicoandlisis freudiano revisten siempre una gran importen se habrin de celebrar en ciadades sicuadas a lo largo de ese eje _geografico marcado por la ciudad de Viena. 3. Estructura familiar ‘Debemos precisamente al psicoanilisis el haber ceconocido le extraordinaria imporcancia que la estructura y dindmnica familiar tienen en orden a una mas profunde comprensién de la persona- lidad y conducra del individvo. En el caso concreto de Freud, las 205 Historia del movimiento psicoaaalicice _rersticas de la constelacibn familiar arrojar. ierts luz sobre jimporeantes rasgos de su carécter y de a.zana de sus més pda inquietudes incelectuales mf, en efecto, cuando Freud viene al mundo en 1856 su Pe acob, contabe cuarenta afios de edad y. en cambio, su Pirie, Amalia, s6lo veinte. Jacob Freud, comer=iante en lanas, OH fp en 1815, habla contraido su primer macimonio, siendo = tla muy joven, con Sally Kenner, De esta unit-n nacieron dos nes, Emmanuel (1832) y Phillips (1836). Poszeriormente, ya ip y sesidiendo en Freiberg, contrae nuevas {oe inculed una alta opiniba de mis propias tdpacidades(O. 1, 3581): Comencacemos amplismente este punto relatvo a fos coa- dicionamientos religiosos de Freud en el ema correspondience del vol. V de esta obra (cf, asimismo,P. F-Villamareo, 19795, 90-9). Asi pues, en el entorno familiar del pequefio Sigmund convi vian tres generaciones: la representada por el padre y le vieja criada, la segunda correspondiente a los hermanastros y a la propia madre de Freud y la cercera, consticuida por él mismo y sus sobrinitos, Hans y Paulina. Ve a ser precisamence esta cit- ‘cunstancia familiar la que habré de provocer en Freud Ia estructu~ racién de un complicado «complejo de Edipo>. Parece evidente que la extrema complejidad de la estruccura familiar, incidiendo sobre un nifio precozmente dorado y de una viva inteligencia, hhabré de despertar en él una gran catiosidad y un intenso deseo de comprender roda esa serie de enigmas generacionales que su propia familia encerraba. 207 Historia del movimienco psicoanelitico edo hay duds de que Freud ya nacié intelecrualmente bien dorado pera la complejided de las elaciones en la familia, debe haber eepreseatedo wn poderoso inceativo para su nacience iteligencia, para su curiosidad y u icerés.» (E.Jones, 1953, 19) *< gegin el propio Freud habria de llegar a descubrir posterioe- tpente en sa «autoanilisis», éste habia emparejado a su madce |= as ermanastro Philips de ls misma edad que ella, de tl © Seree que al nacer Julius y Ana, hermanos ambos de Freud, el #5 quefio Sigmund hizo responsable de semejante «descalabro> a © PMhermenssteo, dirigiendo hacia él una intense corriente de “Spresiva hostlidad. Su padre, en cambio, qued6 libre de toda = Bpecha, al menos conscientemente, y de suftic, consiguiente- vente, sus tempranas iras infanciles. TLos pocos datos, por otra parte, que conocemos sobre estos * sfios —Ia mayorfa procedentes de su «autoanilisis» y de las apor- ‘aciones de Jonés— permiten reconstcuir la imagen de una madre “joven muy setisfecha con su hijo, en torno al cual despliege toda “una setie de fantasfas de inequivoco cardcrer narcisfstico acerca de pot Ulcimo, la incapacidad de hacer frente al reto de i sroderaizacién del Estado, junto con el gravisimo problema de {gs doce aacionalidades de! Imperio, generan un incenso malescar social que se refleja, especialmente, en las clases sociales mis desposeldas. ‘En este clima surgen toda una serie de movimientos de corce secio-ristiano y fuerte carga nacionalista, que uilizan la props ganda entisemita como aglutinante ideolégico. Viena se ha lenado de emigrances que afluyen de rodas partes del Imperio y aun del extranjero, especialmente de asia. En 1869 habia en Viena 40,227 judos, es dees un 63 por cieato del tral dela poblacién. Ba 1980, lacifta era de $9444, ua 12 por cieto del tora de habitances ‘= Para muchus de estos miles de judios las condictones de vida eran incluso peores que en otras nacionalidades. Aun asi, sin embargo, la propaganda ancisemica les hace responsables de la irisis econdmica y de Ia expansién de las ideas del liberalismo capitalisea internacional. Es cero que una capa social de judios se inecbia 2 la trcguesia media y mediates y que contcolaben una pare de Jos medios de comunicaién y las Fasnzes, es commo ta boca porcenaje de cites de Universidad y Gymansims. Per, dua tenicado on cuenta estos datos, os soial-cistianos raco: ‘alias exageraban hasta le caricetareel poder de la comani- dad jul, considecindolos responsable de tu mayoe parte de los males que afligian a las clases medias ytrabajadocesy# la sociedad auseraca'en general. En 1895, K. Lueger (social-cristiano) asciende a burgomaes- wede Viena, y desaca una campafia brueal conera los judios que ya ‘00 tendré apenas eregua hasta el estallido de la Segunda Guerra ‘Mundial en que dicha campafia se transforma en exterminio. Ea ste cima de crispacién antijudfa, al que se suma también, en ~-Parte, le Iglesia cacdlica, ttanscurren los «afios de formacién» y, _ 0 general, toda la vida de Freud, 210 Juvennud de Freud Llegados a este punto, podrlamos preguntarnos: ¢Cémo le “condicionaron estas acticudes antisemitas al fundador del psico- anilisis? : En cuanto a Freud, parece claro que esa especie de lucha contra corriente que supuso su vida, su investigacién y sus des: brimientos, dentro de un contexto antisemits como era el caroli- cismo de la época, le marcS enormemente. Al principio parece set que Freud no se incliné por asociarse 2 ningén movimiento de autodefensa judia de tipo politico o social No parece, en este sentido, que el sionismo eaviera eco en Viena, durante aguella época, en forma significative, Monte Benedict (1840-1920), de origen judo y uno de los dies a dace hombres mis poderosos de Austra slo largo de una genera iba, redactor-jefe, por occa parte, del Newe Freie Prerse (prensa judia), no petmiti siquera que apareciera impress [a palabra ssionismo> (cf. F. Heer, 1972) Quizé, por ello, Freud se limicé més bien, durante toda su vida, « una resistencia individual pasiva que a una lucha activa contra el social-cristianismo, representado en las esferas del poder ranto por el famoso burgomaestre Lueger, como por el conocido padre Schmide (cf. Correspondencia: Frend/Zweig, 1968, 69). En Ja Facultad cambié el nombre de Segismundo (judio) por el de Sigmund, tal vez —como veremos més adelante— para evicar posibles molestias eatisemitas. Sin embargo, parece ser que el malestar interno que le provo- caba esta situacién era muy alto, Desde nifio se sincié en las filas de la minotia y en la oposicién con una fuerve sensacida de injusticia (cf. O.C. IIL, 3229). En Le interpretacidn de los sueflos, Preud nos relata un acon- tecimiento que quisiéramos comentar brevemente. Ea primer lugsr, debemos tener en cuenta que se trata de una obra verdade- ramente autobiogréfica y que, por tanto, muchos de los suefios queen ella se contienen, son suefios del propio Freud. Aunque él ‘mismo nunca llegé a teconocer su propia autoria en estos suetios, tal vez por discrecidn o por no dejar al descubierto determinados conflicros personales, la critica-historica ha demostrado que.ely noventa por ciento-ds Jos.mismos te pertenecep. En estos suefios Fread recuerde episodios de su infancia o adolescencia, si bien encubiercos como acontece en codo producto onirico. Uno de an Historia del movimiento paicoanalitico jos recuerdos adolescentes que él comenta en la obra es el ‘cTendia yo diez 0 doce aftos cuzado mi padre comenzé 8 llevarme consigo en sus paseos y « comunicarme en la conver- sca $us opiniones sobre las cosas de este mundo. Una de sta veces y pera demostrarme que yo habia venido al mundo ‘en mucho mejor Epes que él, me relaco lo siguiente: "Cuanso yo-era joven salfa pasear un domingo por las calles del lager fn que ai caciste, bien vestido y con une gorra nueva en la ‘abers. Us cristiano con el que me cruct me tied de un golpe la ‘gorra.al arroyo, exclamando: “Béjace dela acera, judo" "Y of, ‘aus hiciste?”, pregoncé enconces ami padre. “Deja la aceray fecoger [2 gorra”, me respondié eeanquilamente» (O.C. [, 465). -cAvpertic de esta decepcionante experiencia de adolescente, agin Freud nos sigue celatando, se viene absjo la figura ideali- de su padre: ‘#No pareciéndome muy heroica este conducts de quel hhombee sito y robusto que me llevaba de la manoy stad frente ala escena celacada otra que respondia mejor a mis sentimmien- tos equelle ea la que Amilar Barca, padee de Anibal, hece jurac a su hijo que romaré venganza de los romanos. Desde fenonces tuvo Anfbal un puesto en mis Fantasias.» (Ibidem. Esta cita fretidiana ilustra, en todo caso, la situacién de los judios en Freiberg y, por otca parte, cémo vivia Freud esta con- ficive situacién, Recordemos a este respecto que en Freiberg habia unos cinco mil habicantes, de los cuales la iamensa mayorfa ‘ran catélicos. Los individuos de religiéa judia no llegaban a cien, ue equivale a deci que, dentro del antisemirismo general, su siivacibn era la de una minorfa totalmente oprimida y que tenia -que someterse sin cemedio a lo que Freud llamaré en su Autobio- = fafia: ela mayoria compacta» (O.C. II], 2762). {Pero todavia podrfamos afiadir otro recuerdo del propio , situado ya ésre en su plena juventud: stAate todo, me preocupaba la dex —vuelve 2 decit Freud on su dutobiografia— de que mi pertenencia a la confesién _iseelica me colocaba en una situscién de inferioridad con res- ecw a mis condiscipulos, entre fos cuales cesueaba ua extran- ero». (OC. Ill, 2762). Jevenrad de Freud Este es el concexto, pues, en el que Freud nace y vive por su “Gcendencia judia, y en el que va a emprender la enorme tarea de revolucionar el pensamiento humano a partir de sus grandes descubrimientos. En este sentido, dos consecuencias inmediaras se van a desprender de esta posici6n antisemica de la época: of expiritu de lucha de Freud y su actitud reactiva frente al pensa~ miento cristiano-occidental En relacién a la primera de estas consecuencias, podeiamos recalcar como el pueblo judio es un pueblo errance, acostumbrado siempre a vivir en ambientes hostiles en una situaci6n minorica- ria, Como consecuencia algo se agudiza en ellos, ancestralmente, desde el punto de vista psicolégico. El hombre de ascendencia jud{a es un hombre invulnerable a ciertos tipos de ataques. En este sentido, Freud ceconoce en sf mismo ciertos rasgos «maso- quistas» de su propia personalidad. En los Tres ancayos para wna teords sexual, Freud estudia dos tipns de perversiones sexuales: el maroyuirma y el sadirrc, Ec un sentido amplio, pedsiames decir que el maso- ‘quismo consisce en gozar con el sufrimiento, Cuslquiee per- sona que colera bien el saftimienco, que de forma fantasmécica incluso experimenca alguna especie de satisfaccién —aunque 20 sea 62 necesariamente genital— con el dolor, se die que es una persons con cierca capacidad masoquisa Rasgos masoquistas de personalidad que, en opiniéa de Freud, eran absolucamente imprescindibles para soportar estci- camence el arnbiente hostil en que siempre se han visto forzados a vivir los judios. Por ello, ef mismo Freud nos sefiala en su Ausobiografta: «Pero ests primerssimpresones enverscarascwvicon ta consesencin importantism de aonrumbrarme desde un principio «figuaren las files de lx oposicion fuer de fa mayor compacta”, dotandome de una eta independencia de juin» (OL ll, 2762), Por otra parte, E. Jones, refiriéndose ssimisino al espiritu de lucha de Freud, escribe: < eS OGTOT UE Yt sin ciertos resgostheredadosrde: sup ‘anrepasadnsjudios, Prem bubiers podidorrelizart- obra qus> 213 storia del movimiento psicoanalicico os dej5,Me efiero en est..a et dciidocorje quel hizo iueei inpersarabernt« ehosiad deb picts lca yas njurias de au colegas de proleisn>(E Jones, to55, 4). i ~~ Cuando estudiemos Ia parte correspondiente a «los dificiles jpomeatos» que acravesd Freud en la dltims etapa del transcarso Peau vida, esta afirmacién de Jones de la que shora nos hacemos = perccipes, se iluminaré més n{tidamente, Podciamos, entonces, Se fpacluir que su personalidad estaba ancestralmente preparada © para’ soportar waa serie de dificultades con cierta holgura y © pesignacién. "parte de todo ello, podrfamos rodavia sefialar una segunda onsecuencia —en este caso negativa— de la influencia que sobre “Fread ejercid el antisemitismo de la época. Ademés de ese espi- —ritu'de lucha, como efecto de ese antisemitismo del que Freud fue vietima, hemos de pensar que el fundedor del psicoandlisis pt ciertas actitudes que, desde un punto de vista psicoanali- 10, denominariemos como activudes reactivas, ois attend reactiva se entiende une poscars demasisdo’ radical frente aun problema concret o frente a una dezecmi* sade sruaidn, Debemos tener en cuentsademis, que freeuens temente Semejante-actiead” est mocivada por problemas lnconscicates ao suflientemente resuetos. Eneste sentido {iil enceader que Freud adopeara una ciera posta reaciva inconscientemente, frente ala religién, la moral y la cultucp cablico-ocidencal propias de ns tociedad que, desde pequoioy tebe hecho objec de semejance ostraciema y perscaxiSat Este daro de su posible acticud reactiva ante ciertos temas convendré tenerlo en cuenta, en concreto, al analizar ciertos “esctitos 7 planteamientos freudianos. Desde el punta de vista £=, moral, puede consultarse su obra de 1908, Mora! ‘rexal' cultural y nerviosidad moderna, que, sin duda, es uno de los ataques més = tadicales a la convencional «moral sexual» de aquella época vicco- ans. En este escrito, junto a intuiciones y ataques acertadisimos contra el puricanismo, se esgrimen determinadas posturas que podien —2 nuestro entender— haber sido mejor matizadas. > Respecto al cema celigioso, podsiamos referienos al escrito “freudiano de 1927, El porvenir de wna ilusién. Tal vez, éstees u50 {delos textos en que Freud se manifiesta de forma mas radical 214 Juventud de Freud __ fsente al tema de la religién. Semejante actitud cesulta chocante, “especialmente en Freud, en tanto éste fue durante toda su vida una persona mis bien moderada en sus planteamientos, En tercer lugar, la obra en la que mejor se expresa quizé su pensamiento en celacién al problema de la culeurs, y en particular sobre los excesos de la civilizacién moderna, sea El malestar en la caltura (1929), Su tesis fundamental consiste en preguntarse hasta qué punto merecen la pena las renuncias a la vida instiativa «que llevamos « cabo para acceder al mundo de la cultura. O lo que 5 lo mismo, qué sentido tiene la frustracién palsional, la cons- triccién o la limiracién de nuestros instintos primarios en aras de una sociedad moderns y civilizada,(cf. P. F.-Villamarzo, 1982b, y aauestro future séptimo volumen de este mismo ciclo de Freud). B) Affos de formacién Hasca este momento, hemos analizado las circunstancias con- dicionantes del nacimiento de Fread. A continuaciba, nos ocupa~ remos de la orientacién de sus estudios: afios de formacién de Freud hasta s1 doccorado en 1881. A su vez, dividiremos este subperiodo en tres apartados: tituheos iniciales, dificultades eco- némicas y aceptacion final de la profesiin médica. 1. Tiubeos iniciales En primer lugar, queremos destacar el hecho de que Freud oscilé entre varias opciones vocacionales hasta que se decidi6 por Ia medicina. Sobre este punto, ademés, contamos con abundantes referencias bibliogréficas del propio Freud que habremos de ic aportando durante el desarrollo de esce apartado. En primer lugar, podriamos sefialar su incipiente interés infantil por los aspectos biblico-religiosas, desencadenado a per- tie de la lectura familiar de la Biblia y de su propia ascendencia judia. Aunque Freud se manifesté siempre como ateo, o lo que es Jo mismo, como no perteneciente a la ortodoxia judia, sin embargo, en un sentido cultural y socioldgico, se mancuvo fir- memente inscrito en una concepcién de la vida préxima 2 la 215 4 3 s Historia del movimiento psicoanalicieo ign de sus mayores. En este sentido, nos dice el propio Freud eM piobiogrefia: i peofunda dedicaci6n 2 los escudios biblicos (iniciadar ‘asi al mismo tiempo que aprendi el arte de la lecture) 03¥0,- fomo lo reconoel mucho después, un prolongado efecto en lay Tinea de mis ineereses.» (OC. Il, 2762). a © Concceramente Freud experiment6 siempre un notable ine- Egg pot diferentes figuras biblicas, encre las que podemos destacar 2¢ Moisés, lider del pueblo judio, y a José, el interpretador de los fuefios del faraén. Con el primero Ilego 2 identificarse de cal nodo que, comparindose en cierta ocesion con él, llege a afirmar = ue al igual que Moisés no logré pisar la tierca promerid, fun- “Giga que sealizé Josué, tampoco él contemplarie la introduccién = del Psicoanlisis en la Psiquiatra, misién que habtia de realizar fn cambio su discipulo Jung (cf. Correspondencia: Freud/Jung, eto ain podcamosafiadiun segundo espero denfues- cise BEd Nos telerna let nein de prop Sbichecho doe Yee so puctto de teeve poe ergy tsa den cbrafeaiansA este pono nos eerie? Sete pop oan ocean re aa Siguiendo, pues, con ef hilo conductor de los «cicubeos inicia- les» en la orientacién vocacional en Freud que aqu{ nos ocupa, podtlamos sefialar cmo éste estuvo también inceresado, en su sdolescencia, por los temas militares. Fay toda una serie de cartas, de las publicades posteriormente por su hijo Ernest, en las que Freud habla de su interés por las grandes figuras castcenses de la historia. En concreto, le apasionaron figuras militares como las de Anibal, Napoledn, el mariscal Massena —dle posible origen judio— y el mismo O. Cronwell, quien habia posibilitado el asen- tamiento de los judios en Inglaterra. Con todos ellos se identificd £ fasté tal punto, que algunos comencaristas tratan de explicar fos 7 tnhelos de gloria del joven Freud en base a estas identficaciones © ‘milisared?Sea como fuere, nos parece evidente que tales identifi- aciones son los primeros indicios de su continuo y posterior “ anhelo de bésqueda de la gloria. A este respecto, dice Freud en su = Interpretacion de los suefos Juventud de Freud Uno de los primeros libros que cuando apcendia # leet cayeron en mis manos, fuela obca de Thiers cculada Ed consa- lado 7 el ionperio,y recuerdo que pegué en la espalda de mis Ssoldados de madera cortulins con fos nombres de los marisca- les, siendo ya enconces Massena (Manasé=) mi peeferido (.. FE paso de los Alpes hace también coincidic a Napoleéa con Aibal El desarrollo de este ideal guerrero pode quizi perse~ “gaits, através de afos ain, mis zempeanos de mi infancia..» (OC I, 4675 Semejante interés por los temas militares se disipa hacia el final de Ia adolescencia y, sobre todo, segin nos relaca Jones, durante el periodo del servicio militar —en rorno a los veinticrés ‘aflos—, edad en la que estuvo somerido, durante todo un aiio, a gue yo tendria eo que Herder > sat elegantemente a laraci> “i estilo iSbtico sos dace, cay cat ue gr al msmo tempo corey earatiin (). 58) comuaico 2 Van por cjemiz=c, que seguraaeate nose Sespe? tabs que be esto cartedrssnse con un estlita de te lena) iemena. Abora, empero, se 3 sconsejo como aiigo = como parte inceresada-—; senmacevels, fel ti oe ons saben (OG, BRS Bet =Otra profesién por la que Freud parecié inclinarse fue la vided politica, Interés que =. =rismo Freud reconoce se origind partic de una identificacia Zevada a cabo con un amigo de la E ntencia. «Bajo la poderosa influeria —dice Frend en su Auco biografta~ de una amistad =se-ae goa wa niko mayoC ue Yo, cps fe a seu desscado Soto, se or een de ‘estudiar leyes como él y de , Se cbloca en pron a los descubrimientos del psicoandlisis. 55 3.2. Encuensros epreliminares» y adecisivosn (1882-1887) En estos cinco afios, el fundador del psicoanilisis se encon- ‘ied con cuatro personas que van a marcar definitivamente su ‘hituca orientaci6n profesional e iavestigadora. De alguaa forma, © tales encuentros van a posibilitar sus déscubrimientos psicoanali- y, al mismo tiempo, van a condicionar las caracteristicas de lps mismos. Estos cuatro encuentsos decisivos son: J. Breuer, M. Beraays, M. Charcot y W. Fliess. Nos detendremos, sin embargo, pre- E Siamente, en la presentaciin de los que podemos denominar E tomo cencuentros preliminares». A) Encuentros preliminares Llamamos «encuentros preliminares» a le relacién que Freud tablecié con E. Briicke (1819-1892) y, posteriormente, con Juvencud de Freud “~.Meynert (1833-1892). El encuentro con el primero de éstos, el célebre catedrdtico de fisiologia de la Facultad de Medicina de Viena, es importante porque en esa relacién con el maestro y en el consiguiente trabajo en su laboratorio es donde se habré de forjac Freud como un auténtico investigador y hombre de ciencis. Su trabajo en el laboracorio de Briicke comienza, efectiva- mente, en el otofio de 1876, permaneciendo en este laborstorio ducante seis afios, hasta el verano del 82. En este intervalo de tiempo investiga al microscopio sobre corres hiscolégicos del sis- tema nervioso, central y médula de peces y cangrejos. Su capaci- dad de observacién y su ingenio —descubrié un método de tin- cin de esteucturas nerviosas con cloruro de oro— le grenjeeron el aprecio y estimacién de Briicke Brticke, al igual que su amigo y en cierto sentido maestro ‘Helmholtz, participaba de una concepcién materialista y mecani- cista de la Fisiologia. Segiin esta teoria, todos los procesos fisiold- ‘gicos se podrian comprender en términos de interacciones de ffuerzas fisico-quimicas. De su maestro, pues, eprendié los con~ ceptos de la Fisiologia que tanta importancia tavieron en sus rimeros estadios psicopatolégicos (ct. Proyecto de una pricolo- gle para neurSlogos, 1895), segin veremos ampliamente en los siguientes temas de las «grandes etapas» y de «epistemologia». Esta concepcidn cientifica impregné el pensamiento y la pea- xxis del joven Freud, hasta cal punco que, solamente por conside- raciones de realidad —fundamentalmente econémicas—, se veré Freud obligado a abandonar su trabajo de investigacién en este laboratorio, incorporéndose al Hospital Clinico de Viena donde habri de iniciar una formacin de tipo rotatorio durante tres aos. Seré, precisamente; en ef paso por los diversos servicios de sre centro donde Freud llegaré a relacionarsé con el Prof. Mey- nett, con quien se habré de formar en Ia especielidad de Neuro- psiquiatria. Fue dasence fos afios que estuvo de médico residence, y ebido a su ferviente deseo de hacer un gran descebcimienro aque le condujera a la riqueza y a la fama, cuando dcursié el ingeresante episodio de la coceina. Como conocetnes por la cotrespondencia con Marta, Freud esti trabajando —expe- imentando incluso en si mismo—, ea los primeros meses de 1884, con el alealoide de lz coca muy poco conocido hasta ‘enconces. En junio de este mismo tf escribe un abajo cia 228 Historia del movimiento psicoenalitco lado Ober Cocs, ue aparece publicado ua mes mis crde. Ea dicho crabajo describe encusisticemence los principales efec- tos de i droga como verdadero enforizante dossdo de un gree poder para alvize fa fatga mecca y sia. lsinGa, ambi, et posible valor anestésico y analgtsico dele misma y consideca ‘gue Esta parece indicada en el ratamiento ce la neuresenia y dela adicci 2 la moctina. Como sabemos, por otea parte, el taco anestésico de [a cocuin lo retoms y amplié un conocido Suyo, el oftalmblogo C. Koller, consiguiendo un enorme éxizo cen allo. Ea cuanto 2 la uclizacibn de fz cocaina pers liberse alos pacientes de la accién morfinice, fue este incento al que le Eendujo al deamético episodio —ya comentado anteriormen- te con su amigo E. von Fleigchl, quien sustinyé aquella dependencia por lade la coceina. La publicacién de ee tabajo freudiano de 1884 provocs, al principio, un considersble enes- slasmo entre los ambiences cieatifcos centroeucopeos. Bien pronto, sin embargo, comenzaron a lover crtias sobre dicho Erabajo, sefalando la peligrosidad de le eocaina El profesor Meynert, por otra parte, del que aunque breve- = jaente ya hemos hablado, era un gran especialista en Neuroana- “omia cerebral y, al mismo tiempo, un importante psiquiatra is bien, en el Servicio de éste, Freud tome por primera vez ‘contacto con auténticos pacientes psiquiftcicos, si bien queda decepcionado al ver las escasas posibilidades terapéuticas de que ‘enconces se disponia para su tratamiento. Esta inicial decepcién yaa contribuir, posteriormence, a dirigir al joven Freud hacia “owos derroteros terapéuticos. Establecidos, de este modo, unos someros datos sobre los dos personajes con los que hemos considecado que Freud realizé sus ‘emcuentros preliminares, pasemos a continuacién 2 tratar aque- llos encuentros que consideramos como verdaderamente de- ‘isivos. B) Encuentros decisivos “_.Veamos ahora detenidamente los cuatro encuentros que fiabclan de marcar el fucuro de la investigacién freudiana y, con “Gi la historia coda del movimiento psicoanalitico, 224 Jovennud de Feud 1. Encuentro con J. Breuer (1842-1925) Podemos destacar dos aspectos diferentes dentro de este encuentro con Breuer: su amistad con este hombre y la trascen- dental confidencia clinica que éste hizo a Freud. Sabemos que la amistad entre ambos hombres era realmente curiosa. Breuer, médico internista vienés, trataba 2 las mejores familias de la sociedad vienesa, de entre las que podiamos dest ‘cat a la del mismo Briicke. Cacorce afios mayor que Freud, quiz desde el primer momento, el futuro fandador de! psicoandlisis vio en Breuer un sustituto del padre, una auténtica Figure pater- nal, Pero, ¢ la vez, era éste una figura lo suficientemente proxima ‘en lo profesicnal, en inquietades cientificas e intereses humancs, sobre todo, como para poder figurar en la categoria del amigo. En su Autobiografia, Freud nos dice al respeco: ‘Hallindome ain en el laborstorio de Beicke conc al doctor José Breuer, uno de los médicas de cabecera més consi- \derados de Viens, que posets ademas un pasado centifcd(.). [Nucstras relaciones se hicieron pronca incimas, y Breuer lew su amistad hasta auxiiaeme en situaciones dificiles de mi vidas (0.C. I, 2768). Sin embargo, el aspecto mas importante de esta relacién con Breuer, habré de ser le trascendental confidencia que éste hace a Freud en el verano de 1882 sobre el tratamiento de «Ana 0.» Podriamos a este respecto sintetizar esta «confidencia» en los siguientes términos. Breuer habia. comenzado. a tratar-a' esta; joven por sus accesos de tos convulsiva: Progresivamente descu? brié que la paciente presentabe-un cuadro sintomético;carence de” base orgénica, y que consistia pocd més o menos en los siguientes, sintornas: contracturas y.parilisis de-los miembros, dificuleades? en.el.lengusje: yen, 1a. vision, compulsién:de- hablar eninglés? —intercelindolo-con su slemdn natal—, sensacién de vértigos 9 mareos;-as{ como. vémitos y un estado’ especial. de disociacién” psiquica: de-japersonalidad’ (doble personalidad); La_paciente- ‘Pasaba de un estado hicide.de canciencis y comportamienco ade- cusdo,'a.un-«estado segundo» donde'se'mostraba como una nifia, impertinente, agresiva.yecon-una.conducta-altamente perturba: dors! paso de un estado a otro ocurria a través de una especie de trance cutohipnético, durante el cual «Ana» manifestaba la 225 Hisroria def movimiento psicvanalitico jg a hacer comunicaciones espontiness sobre determina- deetosrancias qué rodearon la aparicin de certs sintomas Como ficilmence cualquier clinic podia comprobas,y por ~ gpucao ast Ib lnerpred Breaes, exe cadeo sndromico uP aaa sun esetorno histico dels personalidad (his cores roaveesion) (cf, 3 ext expecta el caso clnio de esta © ence en: SET, 21-47; AE. 1h, 47-70) in lus primeras entrevistas del tratamiento, «Aca 0» Hiya a acontar a Breuer» en sus estados de trance —por eso fersamos que es ella la verdadera descubridora del métoco de la thre asociaciOn— las circuastancias que codesron la aparicién de AP faromas. Concretamente, esta paciente padecia de hidrofo- es Tegando ea ua momento de hipnosis a recordar por primers SE igs iecunstancias en que comenz6 su horror al agus. "> Las circunstancias que rodearon la aparicién del referido sin- =e fueron las siguientes: un dia «Ana 0. contemplé cémo el ro desu institutriz esabe beblendo en un vaso de uso familias Pipen su escudilla, Sinci6, en ese momento, une enorme repUs~ " pero no se atcevié a expresar su desagrado, reprimiendo de esta forma el afecco displacience. El hecho de recordar esta £ Grosnstancia en el estado hipnbtico, le produce una gran conmo- = Gbe—lo que luego Breuer y Freud habrian de lamar abreaccion—. Gintiéadose, 2 partir de ese momento, coralmente liberada del desagcadable sintoma. Por abreaccidn 0 estarsis‘enteridemos la descarga de wnosy seatimientos que esteben-reprimidos, olvidados; y cuyo solo” fecuerdo producesuna:yivisima emocién:y i = Caando «Ana O.» vuelve al estado de vigilia, le pide a Breuez = un vaso de agua, bebiéndoselo normalmente sin ninguna difical- > tad, Con este hecho se comprueba que, efectivamente, ls hidrofo- ‘ha desaparecido. Y no solamente este sintoma, sino que stuce~ sivamence van desapareciendo otros al set recordados. Este heciso socprende a Breuer —y més tarde 2 Freud— al observar como ios singomas desaparecen 0 se atentian al recordar Ia paciente Las ‘rounstancias que rodesron el momento de apaticién de los ‘mismos, al poder liberar, al mismo tiempo, el «afecto concomsi- “tante» que entonces no pudo ser expresado. 226 Juventud de Freud La misma comienza a encusiasmarse con Breuer: s6lo habla de I, le considers el mejor médico, erc, Es ral la idealizacién que lleva a cabo sobre su rerapeuta que llega, inclusive, a enamorarse fancesméticamente de él. Pero no sélo se ha instaurado lo que posteriormente se va a denominar «transferencia» de la paciente hacia su terapeuta, sino que, de igual modo, se esté produciendo tuna «conteatransferencia» sumamente incensa por parte de Breuer hacia su propia paciente. En el punto culminante de esta relacién, interviene la esposa de Breuer —mujer segin parece muy celosa— forzindole 2 que opte por su paciente o por ella ‘Ante este ultimdrum conyugel, Breuec decide frenquilizar a su ‘esposa y abandonar el tratamiento. Visita por itima vez 2 su paciente y, bajo el prevexto de un viaje, interrampe la cura. La respuesta de «Ana O.» no se hace esperar. Esa misme noche, Brewer recibe una Hamada de la familie de Betcha —éste es el verdadero nombre de Ia paciente—: ha sufrido un ataque y tes preciso que Breuer vaya.a verla porque ¢odavia no ha cambiado ide médica. Cuando Breuer llega a su casa la encuentra tirada en el suelo, con un tipico ataque histérico, en el cual los movimientos Gificiimente podian disimular la fantasia de embarazo y parto (pseudociesis») que la joven paciente-esti viviendo. «Ans O.» esté dando a luz, fantasmicicamente, un hijo de Breuer. ‘La impresién es tan fuerte, que ésca sera la dltima vez que Brever visite 2 su paciente. A este respect, nos cuenta el propio Jones: Aunque sumameare violecto frente a esto Brever consi ‘gid calmacla hipaotizandolay, badado ca fro sudo, aban ob la cast. Al'dia siguience parti con su mujer rumbo & ‘Yenecis, donde pasacon una segunds luna de micl,cuya conse: Gucocis fae 2 nacitmiento de una hija» (E. Jones, 1953, 236) Sobre el caso de aAna O.» —joven elemana de veintitin afios 27 Historia del movimiento psicoanalitica jada, en realidad, Bertha Pappenheim— existe uaa abundance iografia,e incluso se han realizado peliculas sobce su historia Siow bemos que @ los etreintaafos 3 convitiS en la primera sente social alemana y una de las primeras en e! mundo» (cf. E jones, 1953, 236), luchando asimismo por la emancipaciéa de Pinujer: Podrlamos decir que en la medida en que posterior- ‘siguid en contacto con el psicoandlisis, quiso ofrecer esca ica e todas las personas que lo necesitaban. Tras este breve paréntesis sobre el caso clinico de Ana 0. Semos a coatinuacién 2 exponer el modo como Breuer expuso ‘erascendental confidenciay a Freud SCvando Breuer, en efecto, en 1882 comunica a Freud este rjggo fenémeno del tratamiento de «Ana O.», le oculta, por aesto, mdltiples datos. Concretamente, todo lo relativo a lo serioemente habria de denominarse como «transferencia> “agjatracransferenciay. No le aclara, en consecuencia, muy bien fp qué interrumpié can violentamente ei mismo. Simplemence ier se limica a conrar a Freud que cuando la pacience recor- Sty verbalizaba la situacién eraumética que habia dado Inga 4 "easy sintoma éstos desaparecian. Con este dato, y con las poste. Ses experiencias que el fundador del psicoandlisis va a observar acientes histécicos de Charcot en La Salpétritre, sentaré las ‘bases de sus futuros descubrimientos psicoanaliticos. = De todas formas, podemos decir que el hecho de que el primer ‘de tratamiento analitico fuera realizado por Breuer con esta rite —aunque todavia la técnica era muy rudimentaria— er4 lo que lleve a Freud a afirmar tan modestamente en 1909 ello de que: «Si constinuye ua mécito haber dado vida al psicoanilisis, © goes 2 mi a quién corresponde atribailo (..) el doctor José Breuer empleo por vez primera este méodo en el tratamiento ene muchacha hiscérica (1880-1882)». (O.C. If, 1533), To que no va a impedir que, mejor pensadas las cosas por de Freud, se desdiga en 1914 de aquella primera generosa snacién: a(..) me he decidido —nos dice Feud en la Historia del movimiento psicosnalitico— a corsidererme como el ico sucor responsable de sus caractetes fondamenales.» (OC. I, 1896) 228 Joventud de Freud En un principio, Breuer y Freud intercambiaban sus expe- ‘Fiencias en tratamientos, llegando incluso a escribir juntos «La comunicaciéa preliminar» de 1893 y colaborando Breuer con la redzccién det caso clinica de «Ana O.» para el libro Estudios sobre la histeria de 1895. A partir de aqui las diferencias de opinién y de criterio de ambos hombres van progresivamente ampliéndose. Breuer considera que la etiologia de le histeria no es siempre y en todo caso de tipo sexual, mientras que Freud se reafitma cada vez més en esta hipétesis. Se puede decir con-jones qued partir de 1896 el-distanciamiento entre ambos emigos es ya~ tun hecho (cf. E. Jones;"1953, 267), Por esa época, precisamente, vva aaparecer el que habria de sustituir a Breuer en los sentimien- ‘0s amistosos de Freud; nos refetimos a W. Fliess. Sia embargo, antes de tratar este importante «encuentro decisivo» con Fliess, vamos a exponer nas someras notas sobre el segundo de los mismos, el de Marta Becaays. ‘Marta Bernays (1882-1951) Freud conoce a la que habrla de convertirse en su esposa, en Viena, en abril de 1882, llegindose a prometer dos meses después de este primer encuentro. Con esto queremas indicac que se tcat6 de un aucéntico «flechazoy. Sin embargo, dadas las condiciones econdmicas de Ia pareja especialmente por parte de Freud—, estaboda habré de de postergarse nor largo tiempo no llegindose a realizar hasta septiembre de 1886. Como sedslibemos en los encuontros preliminarer, Freud abandons el labocazocio de Bricke por su necesidad de labeaese tun porvenir econémico en la prictica médica. Por occa parte, seftalébamos cdmmo aquél necesitaba ejercer la medicina cliaics [paca poder contraer matrimonio y sacar adelance 2 su furura familia, las relaciones de Freud y Marca las conocemos fundamental- mente a través del interesante Epistolario que entre si se cruza- ronen los afios de su larga separacién: en 1883, efectivamente, Marta Betnays, junto con su familia, se habia crasladado a Ham- burgo, donde habrla de permanecer hasta su bods. Por desgracia, de este Epistolario s6lo consecvarnos las cartas, 229 Historia del movimiento psicoanalitico ead escribe @ st novia, pero no a Ia inverse. La justficacién hecho, sin duda, podemos encontrarla en la tendencia de i Gesteuir, periddicamente, todo documento de carécter cul y coafidencial que pudiera cevelar aspectos de su propia I slidad. Por forcuna, Marca no acusaba esa tendencia y con Foy cerifiosamente todas las cartas de su prometido, ihe esta mujer conocemes, POE otra parte, tanto su imagen era waves de las focogratias y de las descripciones de. los Ee # fos de Freud, como su personalidad que aparece muy bien "eflejada en las descripciones del propio Freud en su Epistolario. eespecro a su aspecto fisico, E. Jones nos dice que «Marta sqays era delgada, pélida y més bien baja. Que sus cautivantes, sees ia hacian muy atractiva a los hombres es un hecho que se Hdeacia a través de muchas alusiones a la vehemencie de sus iminadores y preteadientes, cosa que no dejé de dar cierto fun- rato 2 los celos de Freud» (£. Jones, 1953, 112). Por lo segin E. Jones, tres serian los principales rasgos de lad que definirfan el cardcter de Marta: achulmra, gracia 7 devociba» (B. Jones, 1953, 113). =n cuanto al oigen de la que durante cerca de cincuenta y tres ‘0s ser4 Ia fiel compafiera de Freud, podriamos decir que proce- ‘dia de una acomodada familia de judios ortodoxos instalados en ‘Hamburgo durante varias generaciones. Se tratabe, en efecto, de na familia culta en la que existiecon varios zabinos. Por motivos profesionales, su padre, economista, se traslada junto con sa = familia a Viena en 1869, muriendo premacuramente y dejando a su familia sumida de repeate en ciertas dificulrades econémicas. Pot lo que al definicivo emparejamieato de Freud con Marta se refiere, como deciamos anceriormente, ambos contrajeron matrimonio en 1886. A lo lacgo del matrimonio con Freud, Marta e comporté como una tipica ama de cesa. En todo momento se entra en la crianza de sus cinco hijos y en las tareas del hogar. Ea + ese sentido, bien que no fuera nunca interlocutoca vélida para Freud en Jo relativo a sus investigaciones y descubrimiencos ‘pleoanaliticos, no intesficié en ningéin momento en les relacio- nes que éste establecié con sus pacientes 0 con otras mujeres que * le rodearon en su trabajo profesional y continuas iavestigaciones. 'Nos referimos, por ejemplo, a Minna, su cufiada, a Lou-Andreas . Salomé, a Helen Deutsch, a Maria Bonaparte, y sobre rodo a Ana | Fread, én los siltimos afios de su vida. Javeocud de Freud e La celaciba que manauvo con algunas de estas mujeres dio lgac las eis vatiadas versiones de la Hamada eleyenda aegran. En este sentido, W. Reich le acusa de que coda 203) teorlassobte el uicio de ccndenacton larva dl alsin? la sublimacién no fueron ks que una necesidad de justice Sty «estado personal de-absinencia, mancenida desde los euazeni aos en funcibn dela obra sa que se habla consagrato (cf. Ws Reich, 1967 En dicecion diametralmence opucsa, es leyenda negra» laaza la sorpecha —reiencemente recgida poe]. M. Masson, 1984— sobre supuestas elaciones amorosis de Freud con elgua de esas ujeres 3. J. M, Charcot (1825-1893) _En 1885, mientras Freud crabajaba en el Hospital Clinico de ‘Viena donde investigé intensamente, entre otros temas, sobre el de la cocaina; obtavo el titulo de Privat Dozent, equivalence aproximado a profesor adjunco —hoy profesor titular—, y una beca de ampliacién de escudios en el Hospital de le Salpéeritee de Paris, por aquel entonces bajo la direccién del profesor Charcot. Parece ser que los motivos fundamentales que indujeron a Freud a soliciat la beca, fueron la adqusicién de conccimien- tos actuslizados de aeuropatologiay el focjarse une repucscién decara asu intencién de instalarse en Viena como especial: fen cenfermedades netviosas>. Como lo habia previsto, ealiab ‘8 proyecto al volver a Viena en la primavera de 1836. Fédiid “natcha’a Paris; pues,"#’mediiados de octubre de: 1885y donde permanecerd hasta febrero de.1886: Durante este periodo, asise asiduamiente a las clases que el gran neuropatdlogo, profe- sor Charcot, impatte en La Salpétritre. Freud contactaficilmente con Charcot al oftecerse a tradu~ cis sus famosas Legont dt Mardi al slemén. A partir de este oftecimiento, el profesor francés le intcodujo en su cisculo {timo de amistades. _ J. M. Charcot era considerado en toda Europa como una gran figura por sus conocimientos en Neuropatologta. El, personal- mente, y también muchos otros miembros de su equipo (Babinsky, P. Marie, etc.) describieron ua gran mimero de cua- dros neurolégicos de forma magistral. Ea la época en que Freud 231 ‘Historia del movimienco psicoanalitico Pacis, el gran Chascos habia empezado a prestar particular ig ese trastorno tan desprestigiado por la medicina de su in bisleria de conversién. Solamene un hombre de su Pio y segatidad podi avencararse a estudise piblicamente antes trastornos sin correr el riesgo de ser tachado de char- sl Fvidentemente, la aproximacién que a la histeria cealize oe eviste ciertos rasgos de teatralidad y «puesta en escena>, almente por el empleo de la hipnosis. Sin embargo, salvado Pe caremo, s€ puede efirmar que Charcor arroj6 clarisima luz 1 fora, hasta entonces, denigeada enfermedad. A partis de él, isteria habia adquicido caeta de ciudadania» (E. Jones, 1953, ‘Tp que, # primers vista, Freud y los numerosos médicos beca- ips de toda Europa encuentran en las salas de La Salpécriéze, es ‘an especticulo. Charcot y su equipo médico presentan en tas Jebres «Lecons du Mardi» de aquellos cursos académicos perso- nas afectas de neurosis de histeria de conversiéa. Es esta escena la oe iamortaliz6 André Brouiller en su célebre cuadro Une clase “Je Charcot en el Hospital de La Salpétrivre de Parts, caya repco- furcibn Freud coaservé siempre en su gabinese de trabajo y que figura en la portada de este mismo volumen. ‘La impresin que sobre Freud ejercié Charcot, él mismo nos je releta en una carta 2 la que ya por entonces era su novia, 15M. Bernays, s sombrero hego, Tien los oj. a8 ‘yiexirat aves (o-mejor dicho. 8nd de-ellos, puss el ‘Siro turece de vods expiesidin'y lo thetce hacia Uentro)'y targos acumolan ers avorejas Vrain, J 5s facciones son expresvasicoa labios amuesos 7 procuberase kes. Areméjasey ca una palabrs; aon curt tandano, del qug pidiers esperats¢ tin Vivo! ingenjory.unié sharcadacrendencia.a Ly bueaa vida, Se sccab'y eripees a eeednocer elespacionts: ip iinpesion® Jn brillantez de sus.diapodstcos e.viociuece? aie se tomaba en-tode, que conerasabe eoaraectid. de? auestros-grandes hombres, que;"comd Sib "se Fevisten eH ‘una:eapa:de; superficialidad, pseudodistinguida ss (Epis la 1960, 194), En estas clases de los martes, Charcot utiliza la hipnosis como = procedimiento erapéutico. Como toda persona fascinante y fas- 232 Joventud de Freud ~einadora tenfa mucha facilidad paca hipnotizac a sus pacientes, El procedimiento consistia ea io siguiente: una ver, hipnotizado el paciente —generalmente se crataba de mujeres—, éste recibia tuna orden —imperativo posthipnético— por parte del hiproti- zador, segiin la cual deberia desaparecer el sintoma caracteristico tuna vez que se hubiera despertado la paciente. Si, por ejemplo, ésta padecia de algo tan corriente en Ia sintomatologia histérica como un sintoma de parilisis motriz de los miembros inferiores, los asistentes # estas clases podian observar, en efecto, que al despercar del trance Ia paciente comenzaba a andar. Pero la fuerza de este imperativo posthipnético llegaba toda- via mis lejos. Charcot incluso Megé a provocar —especticulo verdaderamente «citcense>— intercambios de sintomas: hacia desaparecer un sintoma en un paciente, susticuyéndolo por orzo, correspondiente a otro enfermo. As{ Hevaba, por ejemplo, ¢ una sesi6n a una paralftica y a occa con temblor continuo de manos y a través del impecativo posthipnético incercambiaba dichos sinto- mas. De este modo, [a «paralirica andaba agui con vemblor de ‘manos, mientras que la xcemblorosa» quedaba pacalitica, bien que sin sincomatologia alguna de cemblor. ‘Cuando Charcot, por otca parte, preguntabs « las pacientes en estedo de vigilia o superado el estado de trance, por qué habia desaparecido su sintome, ninguna apoctabe una explicacion ‘valida del hecho. Se llegaba, entonces, a dos conclusiones: por ung’ parce, que la histérice no era una simuladora, ea cuanto que no corerolaba'el proceso ocurrido durante la hipnosisy por otra, que la influencia de las sugestiones era capaz de modificar.un cuadrp ‘patoldgico que hasta entonces se suponis carente de toda eciolo? ‘gid de natucaleze psicoldgicaz” Sia embargo, el mismo Charcot, pese a sus experimentos con Ia Aipnosis, pensaba que la causa ilcime de la hisceria ere un proceso degenerativo del sistema nervioso central. Aceptaba, sia embargo, sobre todo en la histeria traumitica —como ‘nos reauerda el propio Freud en su nora necroligica a la muerté de Charco—, que: 4(..) tales passliss eran consecuencia de cepeesentaciones ominantes en el cerebro del enferma en momentos de espe- tial disposicién, quedendo asi explicado por vez primers el mecanismo de un fenémeno histérico» (O.C. 1, 36). 233 Historia det movimiento psicsslicico . Fasiadas estas demostraciones que Charc>r hacia con sus pacien- (Pee 2 0 cardcter aparentemente teszcal,ejecieron tn te jmpacto sobre el pensamiento ing':sitivo del joven Freud. jestia todo ello una enorme imporeaic.a de cara a ceatrar de ee definitiva la atencién de Freud score ua trastorno de la lidad (histeria) que, hasta encccrces, era considerado For ote pact la ecanca de Freud en serio de Chaves, supaso la roma de cone {bdes que la ugesibn ips tens c= Sfrestgacion de las neurosis, especiline =~ en Int conver tes niscericas,Deseoto de pecfecconat su yea de seston Npaotia se dirgis en 1889 « Nancy fis se tomar conse tor Lihavl yBetaheim (dos grandes msescrs en las teripsn por seston hipodtis) De squela esencia adguiné Freud “2 soaviceién de que rosa facress psigucassubyacen {2 Syacencisy de Finan, ea algioos casos, las peirbaciore scuriay = fl Side br cnpemen ben emt oon sdguirendo ineensss impeesiones sets pose a teacia de poderosos procesos animicos c= tah embargo, ocultos« i concent» (O.C ‘a de las posibil- ‘eamient9 j eale 67). 4 El prof. Charcot era, ademés, un gra: =mpirista, No se can- = = sabe de afirmar la importancia de los hemos observables sobre las teorias. Siempre, por.el contracio, “=sistia en su famoso ala théorie cest bon, mais ca n'empécme pas dexiser> (la ‘torla es buena, pero no impide que los kee=rng existan) (O.C. 13). Freud se identificé con esta méxima é= su maestro a lo largo «de toda su vida investigadora. Pese « mementos de fascinacion jpor ls especulacién, nunca abandoné ei recceno seguro de la “dbservaci6n rigurose de los hechos. En coxmfuato, podemos afic- Smit con toda seguridad, que el contacto nn Charcot fue sume- =pitente positive en cuanto que instauré e= ia mente de Freud le ébioluea conviccién de que las fuerzas psicxsicas pueden jugat, y hecho asf lo hacen, un importantisime Sapel en le génesis de “ttéstornos de apariencia orginica. En este Jones, 1953, 331). ~ Para los no iniciados en el mundo del psicoanilisis, les puede -resulrar como ciertamente factible el que una persona sislada { pueda realizar la exploracién de su propio inconsciente, es decir, ‘racticarse 41 mismo un anilisis personal. Desde el punto de sta, sin embargo, de un conocimiento serio, préctico y tebrico psicoandlisis, esta posibilided se presenta realmente como 238 Juvencud de Freud tuna verdadera utopia. La raza es ficilmente comprensible, si tenemos en cuenta que el acceso al inconsciente esta obsteuido por incontable mimero de defensas y resistencias. Precisamente pot eso 2 uno mismo le resulta, en la préccica, una tarea titénicay destinada a la esterilided, intentar acceder a los estratos més profundos de su propia personalidad. Sélo con Ia ayuda, pues, de uuna persona experimentada que se haya somecido, @ su vez, @ ua heteroanilisis» peevio, puede el analizado ir comando contacto con ese material suyo inconscieate En este sentido conviene, adem, afiadir de entrada una idea fundamental: desde el punto de vista:técnico, todo:tratamiento analitico esté intimamente ligado a un fenémeno fundamental en psicoanilisis, el fendmeno de. la transferenciar Cuando bablemas de Epistemologta veremes que uno de> los feasmenos emplricos més. ficilmente observables:en la? clinica psicnanattiea es, precisamente éste dela ransferencia. 7 Sistemiticamence, en coda persona que entea en sieuacibn ana lic, 82 produce una vinctlacién afectiva y faneasmacica cada vee uals fuzensa ydiscorvionsd en celaaibat eos be pessoa del [propio analista. S6lo las excepcionaies caracterisicas que con- Cacfen en la personelidad y en la vida del fundador del psico- nilisis hicieron psibleandliss an acipio y verdaderamente original Con el fin, pues, de resalearel esfuerzo gigantesco de Freud en ssa sutoandlisis, y con el propésito de ir entendiendo, ademés, las diversas erapas de todo proceso analitico, pasemos ahora al estu dio del aucoandlisis freudiano. Varnos a tratar de comprender, primeramente, cudl fue la causa desencadenante del mismo. El'padre de Freud roueresen el mes:de:ocrubre:de1 8999 2 los ochenta y un afios de edad, Si bien es verdad que Freud estaba incernamente preparado —segin #1 ctela— para encajar esta dolorosa pérdida, sin embargo la realidad fue muy distines. El fandador del psicoandlisis experimear6, efectivamente, un serio colapso psiquico ante esta «muerte anunciaday. ei anciane padre (ciene ochenta y un afi) se encuentra cen Badem en un estado muy calamnitoso, con desfallecimiencas ‘cardiacos, prdlisis de la vejiga y otras cosas semejances» (O.C. 1, 3458). Es el propio Fread quien comunica a Fliess, eres dias después 239 Historia del movimiento psicvanaliieo sin va cietto y profundo dramatismo humaao—, este luc- ° Sontecimiento de la muerte de su progenitor y su consi- re estado animico: “cl viejo mucié la noche dol veincerés y ayer le enerra- pos. (-) Todo esto coincidié con mi periodo critica, estoy ‘Bralmente deshecho.» (O.C. Ill, 3549). ues bien, la depresiGn reactiva que sigue a este fallecimiento ecisamente la inmediata causa desencadenante de lo que se lado en denominar «andlisis original»? El propio Freud se Yate perplejo ante este abatimienco que él juzga absolucamence proporcionado. Al interrogarse por los mocivos qué hun gene- teste estado, nos dice el mismo Freud —siempre hablando a cA teavés de alguna de esas oseuras rutas que corcen tres le concieacia “oficial”, le muerte del viejo me ha afectido pro- feedamente, (..) Cuando murié hacia mucho que su vids habia ~~ (pmcluizos pero ance su muerte codo el pasado wolvié a desper- farse en mi intimidad.» (O.C. Ti, 3549). ‘Freud experimenca, pues, ance este fallecimiento une serie de sencias de su infencie y adolescencis, viaculadas a Ia relacién gon sa padre y otros familiares, que van a disponer su éniimo en la “linea del andlisis de tales recuerdos. == Pero, si bien decimos que es a calz de Jz muerte del padre ‘{uando una auténtica «resaca» de recuerdos y vivencias infantiles | itvade Ia conciencia de Freud, ao hay duda, en cambio, que ya = ‘hacia mis de un afio que Freud habia empezado a analizac sus © propios suefios. Ea este sentido, como él mismo babria de decic Een sa obca maestra de 1900: «(...) La inrerpretaci6n onirica es la "la regia para el conocimiento de lo inconsciente ¢n Ia vida ani- Sti» (OC, I, 713). “Va a sez, pues, etlas-vacaciones del. werano:de 1895. cuando Feud ¥a‘a realizar el primer.anilisis completo. de un suefio; el félebre suevio de Ia «inyecciéa de Irma» (cf. documento a? 3). El Histo To presenta ast En la noche inmediaca, mis bien a la mafana, cove el siguience sueBio, que seaté por escrito al despertar y que es el primero que somedi a una minuciosa incerprecacién.» (O.C. 1, 412), 240 Joveatud de Freud “Sn Cuando Freud comunica a Fliess, en una de sus cartas, lo sensacidn que le produjo el descubrimiento del sentido oculto de los suefios, lo hace en los siguientes téeminos humoristicos: acCeees que en esta cass pode leese algin dis una placa de mismol que diga asi: Aqui, el 24 de julio de 1895, se te teveld al dx. Sigmund Freud el enigma de los suefos» (O.C. MI, 368). Podemos, pues, peasar que Freud ya se encontrabs entrenado en el anilisis de suefios propios, cuando sucumbe ala depresién reactiva a la muerte del padre En este sentido, sabemos por las «Cartas a Fliess> que Freud, desde julio de 1897 hasta enero de 1899, estaba ya trabajando de tuna manera sistemética en su propio «autoanélisis» (cf. O.C. Tl, 3576 y 3613). En este perlodo de tiempo, la siatomatologia neu- rotica de Freud se habia reactivado sobremanera, experimen tando éste grandes oscilaciones en su estado de inimo: perfodos e intensa apatia ¢ incapacidad pura escribi, molestias cardincas y quejas hipocondriacas sobre su salud, asi como frecuentes ata ques de angustia de muerce. Parte de estos sintomas eran achaca~ bles probablemente a una intoxicacién nicotinics. A partir de la teoria de la periodicidad de Fliess, el fundador de! psicoanélisis incluso habia Legado a calcular que moriria antes de la edad de cincuenta y un afi. De cualquier forma, habré de ser ya en el otofio de 1897 cuando Freud se sumerja en las profandidades de su inconsciente. Las cartas que iatercambia con Fliess, en esta época, van a seren ral forma reveladoras que el gean investigedor E. Erickson no ha dudedo en llamarlas ZHis@Sricis'y heroicas ‘carsas-del orofo deb 975, (O.C#If;3578 ti. 1TST7En efecto, va a ser en este otofio cuando habré de tener lugar el descubtimiento freudiano mis increfble y perturbador: Freud toma conciencia de que en su pri- mera infancia alberg6 deseos sexuales hacia su made al tiempo que experimentaba una intense corriente de hostilidad hacia su padre. En este sentido nos dice el propio Freud en la famosa carey, ‘71 de las dirigidas a su intimo amigo Fliess: “ (O.C. Il, 3584). 241 Hisoria del movienicnto psicosnalitico "Gj tenemos en cuenta, ademés, lo profundamente reprimidos * uelen encontrarse tales deseos, y la repugnancia que provo- «fas fantasias y situaciones de incesto y parricidio en cualquier =o poe normal, podemos imaginarnos el incalculable esfuerzo y Pacis de este hombre, Freud también hace conscience, por orr2 "que este componente fantasmético en si mismo descu- Pir no 5 elgo tinico que he ocurrido sélo en él, sino que es ealmente ua patrimonio de coda Ia humanidad. La tragedia de ies que tanto conmueve « [os espectadores, encuentra ahora _frexplicacién. El, Freud, fue un pequetio Bdipo en su infencia y ‘de siguna. manera hemos vivido ese drema universal «Sies asl —segin afieme Freud en eset misma carta se “eomprende pecfectamence el apasionance hechizo del Edipo Rey, 2 pesar de todas las objeciones racionales contra Ia idea el destino inexorable que el asuato presupone.(..) Cada uno de los expectadores fue tna vez, en germen y en sa fantasia, un Eipo semejance..» (O.C. IL, 3584) Episu.xqutoanilisis», pues, Freud’ habia comprobado en si ismo lo que tantas veces obsetvaria en sus pacientes. La teoriay pues; del trauma sexwal ala que’ Con. tanta, pasidn se: habia afe? rumba" Ya fo és'el-adulto-el quer Taiido en ellos situaciones de ente.a! Ja ‘neurosis. Esy abordl propia niitio-el qiie de “ubid “miaineta ‘activa-e’ intense ‘Eipérimenta;, esponténeamente,” deseos “de carscter. erdtico "y hacia sus progenitores. He nacido, pues, ld Yeorla de la pals “Ahora bien, este proceso de «autoanilisis» en el que Freud ‘desmonta toda una serie de resistencias, no lo realiza en el vacio, ‘sino que ocurre en el seno de una relacién intensisima, aunque en susencia fisica de la figura que de una manera fantasmética actie ‘como soporte de su propia transferencie: su amigo W. Fliess. En ‘este sentido, Fliess se comporta de alguna manera como un ena- lista, siquiera sea por el mero hecho de que este acoge benévols- iene todos los desahogos, inquietudes y preocupaciones de su = amigo-pacience, Freud. Pero, como ocutre inevitablemente en # todo proceso de anilisis, los momentos de incensa idealizacién se ‘acompafian también de réfagas de duda, desconfianza y hostili i. Al final, Freud-pacience termina liberdndose de la depen- 242 Javentud de Peeud _dencia que habia establecido con su analista imaginario: rodo ello ‘va-a costar verdaderamente al joven Freud —como vulgarmente se dice— «sangre, sudor y légrimas». 1a relaciéa apasionada con Fliess, su interlocutor vilido del momento, experiments, pues, en los afios de 1897 a 1900, toda tuna serie de zltibajos y'progresivas transformaciones. Durante este periodo, en el que Freud va a dedicar una gran cantidad de tiempo y energla 2 su autoanilisis —«Mi autoandlisis es, en efecto, lo mas importante que tengo entre manos», le dice a Fliess (O.C II, 3582)— y en el que esti ya escribiendo, por otra parte, La interpretacién de los cuefios, el vinculo iaconsciente con Fliess se va sucesivamente aflojando, Va a ser finalmente en el verano de 1900, cuando tiene lugar una violenta escena entre ambos hombres que supone pricticamente el final de su intensa amistad. No podemos ya dudar de que es a lo largo de su propio andlisis cuando Freud descubre hasta qué panto habia deposicado €n Fliess muchos aspectos de la figura idealizada del padze. Y que al igual que ya le ocurriera con su progenitor, se habia ocultado a si mismo la coriente hostil que sentia hacia la figure del amigo. Por otro lado, aunque en las castas no se exprese directamente, es evidente que la nacuraleza del vinculo que le unia « Fliess involu- craba contenidos de tipo homosexual. Basta un leccura media- namence detenida de las cartas que le dirigia paca comprender cémo estaban presentes ingredientes de esta naturaleza. ‘Hacemos 2 continuacién una breve seleccién de las mismas: {He callado durante largo tiempo, pero ahora que le res- pondo le hago con canto mayor afecto: un libro, un arcculo y tna forogeafla —dificilmente podtlase pedir mis anexos de una carte (OG. UL, 3470). ‘Tue cartas (..) me fascinan y me dejan aoonadado. El ‘pensamianvo de que ambos estamos trabsjando en uns misma obra es por ahora el més feliz que podria concebir» (O.C. UI, 3529). «Ta elogio es néceary ambrosia pare mi (..) ées ua verds~ ero Kepler de la Biologf» (E. Jones, 1953, 310 y 316) ‘eMe siento careramente contento escribiendo solamente para pars ti» (E. Jones, 1953, 314). Progresivamente, Freud mismo —-como sefilébamos an- reriormente— va tomando conciencia de la aeturaleze homose- 243

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