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HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA
Concepción heterocentrada
HETERONORMATIVIDAD
HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA 1
(...)
La ideología del amor romántico heterosexual, que le han hecho brillar des-
de la infancia los cuentos de hadas, la televisión, el cine, la publicidad, las
canciones populares, los cortejos nupciales, es una herramienta en las ma-
nos del rufián que no vacilará en utilizar, como demuestra Barry. La indoc-
trinación infantil de las mujeres en el «amor» como emoción puede ser, en
general, un concepto europeo; pero una ideología más universal habla de la
primacía y de lo incontrolable del impulso sexual masculino. Esta es una de
las muchas reflexiones que ofrece la obra de Barry:
(...)
2 Kathleen Barry, Female Sexual Slavery (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice Hall, 1979) [trad. Barcelona: La Sal,
1988]; pp. 218
2
Pero sean cuales sean sus orígenes, cuando miramos dura y claramente
el alcance y el nivel de elaboración de las medidas diseñadas para mante-
ner a las mujeres dentro de un contexto sexual masculino, resulta inevitable
preguntarse si la cuestión que las feministas tienen que plantearse no es la
simple “desigualdad de género” o el dominio masculino de la cultura o los
meros “tabús contra la homosexualidad”, sino la imposición sobre las muje-
res de la heterosexualidad como medio de garantizar el derecho masculino
de acceso físico, económico y emocional3. Uno de muchos mecanismos de
imposición es, evidentemente, el hacer invisible la posibilidad lesbiana, un
continente sumergido que se asoma fragmentario de vez en cuando a la
vista para ser hundido de nuevo. La investigación y la teoría feministas que
contribuyen a la invisibilidad o a la marginación del lesbianismo trabajan de
hecho contra la liberación y la potenciación de las mujeres como grupo4.
4 [nota de la autora] Sugeriría que la existencia lesbiana ha sido más reconocida y tolerada donde ha pare-
cido una versión «anormal» de la heterosexualidad; por ejemplo, donde las lesbianas, como Stein y Toklas,
han representado papeles heterosexuales {o así lo parecía en público) y han sido primariamente identifica-
das con la cultura masculina. Véase también Claude E. Schaeffer, The Kuterai Female Berdache: Couher,
Guide, Prophetess, and Warrior, «Ethnohistory» 12-3 (verano 1965) 193-236. (Berdache: «un individuo de
un sexo fisiológico definido [m, o f.] que asume el papef y el estatuto del sexo opuesto y que es visto por la
comunidad como perteneciente fisiológicamente a un sexo pero que ha adoptado el papel y estatuto del sexo
opuesto» (Schaeffer, 231].) La existencia lesbiana ha sido, también, relegada a ser un fenómeno de la clase
privilegiada, decadencia de élite {como en la fascinación con las lesbianas parisinas de salón como Renée
Vivien y Natalie Clifford Bamey), o la oscuridad de «mujeres comunes» tales como las que describe Judy
Grahn en The Work of a Common Woman (Oakland, Calif.: Diana Press, 1978) y True Life Adventure Stories
{Oakland, Calif.: Diana Press, 1978).
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cios serán grandes: una liberación del pensamiento, un explorar caminos
nuevos, el desmoronarse de otro gran silencio y una claridad nueva en las
relaciones personales.
Concepción heterocentrada
Podemos entonces decir entonces y tal como ha mostrado Judith Butler, que los
valores de nuestro sistema cultural y sus concepciones sobre sexo y género perma-
necen sujetas a una perspectiva que denomina heterocentrada y que se sustenta en
tres pilares:
5 Rubin, Gayle (1984), Thinking Sex: Notes for a Radical Theory of the Politics of Sexuality
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2. Hay una RELACIÓN CAUSAL, EXPRESIVA O LINEAL ENTRE SEXO-GÉNE-
RO-DESEO. Si se nace macho, entonces se es varón, y el deseo se orienta a
mujeres; si se nace hembra, se es mujer, y el deseo se orienta a varones.
6 Frente a esto, a inicios de los noventa, Butler sugería que la teoría feminista no debía «prescribir una for-
ma de vida con género» sino más bien «abrir el campo de las posibilidades para el género sin dictar qué tipos
de posibilidades debían ser realizadas» (2001: 10). Es decir, no debía canonizar las formas tradicionales de
concebir la masculinidad o la feminidad sino más bien evidenciar la inestabilidad intrínseca de tales expre-
siones. En otras palabras, se proponía desestabilizar «el orden obligatorio de sexo/género/deseo», es decir,
la pretendida naturalidad del vínculo causal o expresivo entre tales términos (Butler, El género en disputa).
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Un régimen de regularidad semejante, lejos de estar inscripto en la naturaleza huma-
na, es para Butler el producto de una convención cultural que supone que para que
los cuerpos sean coherentes y tengan sentido debe haber un sexo estable expresado
mediante un género estable (masculino expresa macho, femenino expresa hembra)
que se define históricamente y por oposición mediante la práctica obligatoria de
la heterosexualidad, el marco de entendimiento que nos damos a través del cual los
cuerpos son leídos y significados, y a partir del cual se regulan los modos disponibles
y viables de vivir y actuar «como mujeres» o «como varones».
De tal modo, aquellos cuerpos, géneros o deseos que transgredan de alguna forma
los modelos regulativos de esta matriz que se impone sobre nuestro modo de leer el
sistema sexo-género, están expuestos a las más diversas formas de sanción social:
burlas, persecuciones, descrédito moral, falta de reconocimiento jurídico, social o cul-
tural, e incluso, la muerte.
HETERONORMATIVIDAD7
Aquello que Gayle Rubin dice sobre el sistema jerárquico de valor sexual que instala
a la HETEROSEXUALIDAD como LO HUMANO, ha dado lugar al concepto de HETE-
RONORMATIVIDAD (la HETEROSEXUALIDAD y sus valores morales como NOR-
MAS). Las normas heterosexuales imponen no sólo una orientación sexual, sino una
determinada identidad, en la que el género, la sexualidad y el deseo, han de perpetuar
un sistema que erige como modelo al hombre-blanco-heterosexual.
más inclusiva la diversidad de identidades, evitando las formas tradicionales enmarcadas dentro del binaris-
mo hombre/mujer, así como otras formas que se sirven de «*» o la «@», que pueden dificultar la lectura a
personas con diversidades funcionales. 0
9 Tradicionalmente los términos butch y femme hacen referencia respectivamente posiciones articuladas
desde el deseo lésbico. Butch describiría a posiciones masculinas ocupadas por cuerpos asignados como
mujeres en el nacimiento, a las lesbianas con aspecto, gestos, ademanes y actitudes considerados masculi-
nos en sociedades como la nuestra. Femme a posiciones de feminidad empoderada, a lesbianas femeninas.
No obstante, hay cada vez hay más voces que señalan su independencia e incluso cuestionan la necesidad
de que estén vinculadas a cuerpos identificados como “de mujeres”.
En el pasado, la mujer butch ha sido catalogada de manera simplista como la parte masculina de la relación
lésbica y la mujer femm como su contrapartida femenina. Este etiquetamiento olvida a dos mujeres que han
desarrollado sus respectivos estilos por específicas razones eróticas, emocionales y sociales. Las relaciones
butch/femme no constituyen una “copia” de la heterosexualidad, como la lectura común puede proyectar.
Se trata de una subcultura específicamente lésbica y de clase obrera, en la que comunidades de mujeres
rompían con los modelos heteronormativos de la época conviviendo y ocupando el espacio público de forma
más o menos abierta como lesbianas.
Butch-Femm representa una forma de mirar, de amar y de vivir que puede ser expresada por una persona,
por las parejas o por una comunidad. Las relaciones Butch-Femm, son manifestaciones eróticas y sociales,
no falsas réplicas heterosexuales. Componen un lenguaje profundamente lesbiano referido a la postura, al
vestido, al gesto, al amor, al coraje y a la autonomía.
Romero Bachiller Carmen y Platero R. Lucas (2017), “Butch/Femme” en R. LUCAS PLATERO MÉNDEZ, MARÍA ROSÓN
VILLENA Y ESTHER ORTEGA ARJONILLA (eds.) BARBARISMOS QUEER y otras esdrújulas, Edicions Bellaterra, S.L
10 Trans (con asterisco) es un ensamblaje que refleja, siempre de manera transitoria, la realidad diversa
de las personas que no se identifican con el sexo asignado en el nacimiento. El asterisco después del prefijo
trans se concibió como una posible herramienta conceptual inclusiva, como un paraguas que ampare lo más
posible, de la misma manera que lo fueron anteriormente los términos trans y transgénero. Son nombres
que evidencian en el lenguaje que existe una gran heterogeneidad de experiencias, luchas y activismos. El
dinamismo y cambio que reflejan, especialmente con su sentido perenne de caducidad y la rápida crítica, se
asocia a la necesidad de nombrar y reconocerse en un lenguaje que no siempre recoge los matices que se
experimentan en cada momento cultural y político; evidenciando los matices locales, pero también persona-
les de conformación de la identidad. En el Estado español, el uso de transexualidad como término amplio ha
situado a transgénero en cierto uso subalterno, siendo menos frecuente, y quizá, más politizado. En Latino-
américa encontramos otras identidades que tienen una fuerza política importante, como es la apropiación de
travesti y trava, mostrando procesos propios de empoderamiento distintos a las identidades que surgen en
Norteamérica y Europa.
En los años noventa se comienza a usar el prefijo trans, especialmente desde los movimientos sociales
que son cada vez más críticos con el peso patologizador que contiene la noción de transexualidad y su diag-
nóstico. Trans es un prefijo que significa al otro lado de, a través de, y que, a su vez, genera el antónimo cis
como junto a, al lado de.
Platero R. Lucas (2007), “Trans* (con asterisco)” en R. LUCAS PLATERO MÉNDEZ, MARÍA ROSÓN VILLENA Y ESTHER
ORTEGA ARJONILLA (eds.) BARBARISMOS QUEER y otras esdrújulas, Barcelona, Edicions Bellaterra, S.L
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que es humano. El correlato de las “normas posibilitadoras” marcan quién ha
de ser oprimido y agredido (Gimeno, 2014). Además, establece una máxima
ontológica sobre quién es el verdadero hombre-macho. Amar, desear, follar
a otro hombre queda tajantemente prohibido. La heteronormatividad esta-
blece un proyecto hegemonizador en la que todo lo relativo a la sexualidad
pertenece a la intimidad privada, mezclándose con sentimientos amorosos y
el parentesco (Berlant y Warner, 1998).
8 GA ARJONILLA (eds.) BARBARISMOS QUEER y otras esdrújulas, Barcelona, Edicions Bellaterra, S.L
gays... No sé qué significa heterosexual. Yo soy lo normal, profe”. Decir
“soy lo normal”, es la expresión más concisa y cargada de significado sobre
lo que implica la heteronormatividad.
Somos las otras-cosas-raras, las que somos cuestionadas y las que ofen-
demos. Digo esto recordando una de esas cenas universitarias, donde fui
obligado a sentarme con las parejas varones de mis amigas. Yo era escép-
tico, no me apetecía tener que sentarme con desconocidos, pero decidí
darles una oportunidad desde un optimismo causado por un vino previo.
Pero no pudo ser. Lo que podría haberse aventurado como una socializa-
ción divertida entre “machos”, pronto acabó en tragedia. Tratando de enta-
blar conversación seguí a la “manada” y ante sus comentarios cosificado-
res sobre la camarera, añadí: “el camarero es muy guapo, también”. No fue
bien recibido. El macho-patriarca sentado a mi derecha soltó “no jodas que
eres... No se te nota”. Respondí “a ti tampoco”. Se armó, porque al señor y
al resto que miraban la escena, no se les tenía que notar nada. El único que
debía de dar explicaciones de su anormalidad, de avisar del peligro, era yo.
No fuese a ser que el novio de una de mis compañeras de carrera se con-
tagiase de “a saber qué”. Y es que siempre me ha gustado “armarla”, “¿no
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podías estarte callado?”. Obviamente NO. Puedes ser anormal, mientras no
des el «cante» y lo mantengas en privado.
12 La traducción de Top al idioma castellano sería «la parte de arriba» y es una expresión utilizada para
clasificar binariamente los roles dentro de una relación normohomosexual, en este caso el de lxs activxs. Para
Botton la traducción sería «la parte de abajo», «el fondo» y también se puede traducir como «culo», siguiendo
la anterior clasificación es una expresión para catalogar a lxs pasivxs. Estas nomenclaturas tienden a delimitar
y fijar los roles dentro de las relaciones sexuales, pensando siempre la lógica coital en polos opuestos.
13 El término hace referencia al carácter peyorativo de ocupar un rol tipificado como pasivo a la hora de las
relaciones sexuales, pero eso lo trasladan a la identidad del sujeto. Esto claramente es el resultado de un
proceso hegemónico respecto a las sexualidades y cómo deben ser manifestadas. Es imposible escapar, si
hablamos de masculinidad, al heterosexismo. Ya de por si la homosexualidad es una idea contrapuesta res-
pecto esta masculinidad planteada. Lo que se rechaza en gran medida es lo femenino. La feminidad, que por
supuesto para el macho es inferior, es lo que degrada la calidad de hombre.
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Conceptos claves14
Para hablar de diversidad sexual es necesario conocer los conceptos y términos
adecuados. Informarse permite revisar las propias creencias y consolidar la mirada
desde la comprensión e introspección. A continuación les proponemos, a modo de
glosario, alguno de los conceptos importantes a tener en cuenta.
14 Para la elaboración de este apartado se utilizaron como referencia los “Conceptos básicos relativos a per-
sonas LGBTI Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)”.
http://www.oas.org/es/cidh/multimedia/2015/violencia-lgbti/terminologia-lgbti.html
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aquellas expresiones que quedan por fuera, en ocasiones, son violentadas, censu-
radas con el fin de mantener el firmemente el discurso cisheterocentrado sobre sus
cuerpos.
SEXO ASIGNADO AL NACER: Esta idea trasciende el concepto de sexo como mas-
culino o femenino. La asignación del sexo no es un hecho biológico innato; más bien,
el sexo se asigna al nacer en base a la percepción que otros tienen sobre sus geni-
tales. La mayoría de las personas son fácilmente clasificadas pero algunas personas
no encajan en el binario mujer/varón.
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