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6. LA POESÍA DE 1939 HASTA NUESTROS DÍAS.

TENDENCIAS, AUTORES Y
OBRAS PRINCIPALES

1. La poesía de los años cuarenta


A) La poesía arraigada (la Generación del 36)
B) Poesía desarraigada
C) El postismo (postsurrealismo)
2. La poesía de los años cincuenta: la poesía social
3. La poesía de los años 60: la Generación del 50
4. La poesía de los años setenta: La generación de los novísimos.
5. La poesía última. La poesía en la democracia

1. La poesía de los años cuarenta


En una posguerra reducida por la falta de libertad y en una sociedad cercada por la miseria
y el hambre, la literatura emprende un camino difícil, vigilada por una férrea censura
política e ideológica, entre 1939 y 1950.

A) La poesía arraigada (la Generación del 36)

Se trata de autores complacientes con el régimen de la dictadura. Adopta una forma


clasista y un tono heroico, cuando recurre al pasado imperial para ensalzar el orden
presente, y una forma intimista, cuando ensalza la belleza de la tierra o el sentimiento
religioso. Representa en cierto modo una actitud de conformidad. Se centra en temas
intemporales alejados de la realidad del momento (la familia, la patria, la religión, el amor
o el paisaje). Propugna una vuelta a las formas clásicas (el soneto, la décima, etc.). La
actividad de estos poetas, que cuidan especialmente la pureza de la forma, se desarrolla
alrededor de dos revistas: Escorial y Garcilaso, en las que se genera una poesía de
inspiración petrarquista.
Los autores más destacados de esta tendencia son Luis Rosales (Retablo de Navidad, La
casa encendida), Leopoldo Panero (La estancia vacía, Escrito a cada instante), Dionisio
Ridruejo (Sonetos a la piedra, Elegías), Luis Felipe Vivanco (Tiempo de dolor,
Continuación de la vida), José García Nieto (Víspera hacia ti, Poesía) y José Antonio
Muñoz Rojas (Sonetos de amor por un autor indiferente, Abril del alma).

B) Poesía desarraigada

Refleja la peripecia individual del ser humano en tiempos de angustia y dolor, de continua
zozobra interior y exterior, y de falta de fe en el futuro. Es una poesía existencialista que
evolucionaría muy pronto hacia la poesía social (en estos poetas se perciben también las
primeras manifestaciones de protesta que marcarán la década siguiente): sus poemas
hablan de las miserias sociales, de la injusticia, de la hostilidad de la existencia. Estilo
directo y sencillo que está dominada por un tono angustiado. La religiosidad está también
presente en las obras de estos autores, pero asociada ahora con la duda o con la
desesperada interrogación a Dios sobre el sentido del dolor humano.
El libro capital de esta tendencia es Hijos de la ira (1944), de Dámaso Alonso.
Cultivarán esta poesía: Carlos Bousoño (Subida al amor, Primavera de la muerte), José
Mª Valverde (Hombre de Dios, La espera) y Gabriel Celaya (La soledad cerrada, Las
cosas como son).

C) El postismo (postsurrealismo)
Se centra en el poder creador de la imaginación y en la importancia del humor en la obra
literaria. Su mayor representante es Carlos Edmundo de Ory (Poesía 1945 - 1969). Otros
autores son Gloria Fuertes, Juan Eduardo Cirlot o Ángel Crespo. En esta época se
encuadra igualmente la obra de autores como Miguel Labordeta, Manuel Álvarez Ortega
o Francisco Pino.

2. La poesía de los años cincuenta: la poesía social

Los escritores salen de su angustia interior y contemplan lo que ocurre en la calle.


Su punto de vista cambia, e intentan presentar con objetividad la vida colectiva española
y sus conflictos, mediante un tono enérgico de testimonio, protesta y denuncia de la
situación social. Exigen una transformación en la sociedad y tienen fe en la literatura
como motor de ese cambio. La actividad poética se concibe como una herramienta capaz
de transformar la realidad. Sin olvidar la preocupación existencial de los desarraigados,
denuncia las desigualdades sociales y la falta de libertades políticas. El tema de España
adquiere de nuevo una enorme importancia. Sitúa al hombre en el centro de su interés,
intenta acercarse al otro, al cual le transmite una llamada solidaria. Es una poesía que
rechaza el puro juego formal destinado al recreo de una minoría intelectual. Crea un
lenguaje sencillo, coloquial, que tiende a lo narrativo y que en ocasiones está próximo a
la prosa. Estos rasgos estilísticos derivan de una voluntad de comunicación amplia, de la
intención de hallar un público mayoritario y una comprensión de su mensaje.
Cultivan esta poesía: Blas de Otero, Celaya, Hierro…

Blas de Otero

Distinguimos en él tres etapas poéticas:


1ª existencialista y estremecedora por su tono desgarrado, se centra en la búsqueda
angustiosa de Dios, del amor y del sentido de la existencia humana (Ancia, título
construido con la primera sílaba de su libro Ángel fieramente humano y la última sílaba
de su libro Redoble de conciencia).
2ª poesía social, de compromiso y solidaridad testimonial con los problemas colectivos
de España (Pido la paz y la palabra).
3ª supone un cambio formal importante, casi cercano al experimentalismo (Hojas de
Madrid).

Gabriel Celaya

Desarrolló un estilo directo y una temática vital y cotidiana, que evolucionó hacia la
denuncia social. A principios de la década de los cincuenta, publica Cartas boca arriba,
obra a la que seguirá su libro más significativo, Cantos iberos (1955), donde emplea un
tono combativo y presenta a la poesía como un modo de acción.

José Hierro
En algunas composiciones muestra unos intereses próximos a los de la poesía social
(Quinta del 42). Posteriormente, en obras como Libro de las alucinaciones y Agenda
deriva hacia una lírica muy personal, de la que son rasgos distintivos la presencia de
imágenes irracionales y la concepción de la realidad como un enigma que el verso puede
desentrañar o expresar. Otra de sus obras es Cuaderno de Nueva York.

3. La poesía de los años 60: la Generación del 50


Lírica concebida como medio de conocimiento o como forma de ahondar en la propia
experiencia. Actitud humanista y preocupación por los problemas del ser humano, tanto
morales y sociales como existenciales e históricos (pero en ningún momento hacen
proclama política abierta, como los poetas sociales, sino que lo preservan en su recinto
personal). Voluntad de estilo y mayor esmero en el cuidado del lenguaje y de las formas
poéticas.
Vuelta a los eternos temas de la poesía (el amor, el dolor, la soledad y la muerte) y a otros
más personales (la amistad, la familia, el recuerdo y la biografía). La ambientación urbana
es el telón de fondo de muchos de sus poemas y es frecuente la mirada crítica e irónica
de algunos autores hacia su origen burgués. Aunque se presente a estos autores en el
marco de esta década (momento en el que su poesía se consolida), su actividad poética
posterior es muy significativa y dará como resultado algunas de sus más altas creaciones.
Comparten con los poetas sociales la visión crítica de la realidad, unas actitudes éticas
comunes y una similar atención a los problemas de la colectividad. Destacamos algunos
poetas: Jaime Gil de Biedma (Las personas del verbo), José Ángel Valente (La memoria
y los signos), Ángel González (Palabra sobre palabra), Claudio Rodríguez (El don de la
ebriedad), José Agustín Goytisolo (Salmos al viento) y Gamoneda (Sublevación inmóvil).

4. La poesía de los años setenta: La generación de los novísimos

En 1970, José Mª Castellet publica Nueve novísimos poetas españoles, antología que da
nombre a la generación. Los novísimos son presentados como un movimiento de ruptura
vanguardista y portador de un nuevo lenguaje que llega incluso al experimentalismo
formal.
Hasta bien entrados los 70, la obra poética de estos autores presenta los siguientes rasgos:
• Culturalismo. Numerosos poemas se inspiran en personajes históricos y obras
artísticas, o bien incorporan citas de otros textos. Son también frecuentes las
referencias a las culturas de masas, en particular al cine (actores, personajes,
películas), la música popular o el cómic. Muestra de ello es el libro La muerte de
Beverly Hills, de Gimferrer, en el que se recrean los ambientes del cine negro
americano.
• Escapismo. En la poesía novísima no hay, al menos en su primera etapa,
referencias a la situación social o política de España. Sin embargo, la creación de
espacios de evasión (cine, arte…) encierra una protesta contra el tardofranquismo.
• Esteticismo y decadentismo. La reivindicación de la belleza como refugio o las
actitudes decadentistas (erotismo, sensualidad, complacencia en lo que va a
perderse o a desaparecer) cristaliza en el símbolo de Venecia. Algunos críticos
acuñaron la denominación estética veneciana o venecianismo para la poesía
novísima. Ejemplo de ello es la ‘Oda a Venecia en el mar de los teatros’, en Arde
el mar, de Gimferrer.
• Barroquismo e influencia de las vanguardias. En contraste con el prosaísmo de la
poesía social o el tono conversacional predominante en la de Medio Siglo, los
Novísimos buscan un lenguaje rico y elaborado, y recuperan estrategias de la
poesía de vanguardia, especialmente el surrealismo (pasajes cercanos a la
escritura automática, supresión de signos de puntuación…). La huella de las
vanguardias es visible en Leopoldo Mª Panero (Así se fundó Carnaby Street,
Teoría).
Estos poetas ya no piensan que la poesía pueda cambiar la realidad, así que se alejan del
compromiso, del testimonio o de la solidaridad, y adoptan una actitud formalista.
La lírica de los novísimos se caracteriza por el esteticismo y la presencia de numerosas
referencias culturales. Esta poesía manifiesta una voluntad provocadora e irónica y una
frecuente reflexión sobre la propia actividad poética. Se trata, en definitiva, de creaciones
de lenguaje artificioso, dirigidas a un público minoritario capaz de apreciar sus filigranas
formales. En los contenidos, o vuelven la mirada a temas o asuntos de otras épocas, o
asimilan una mitología frívola procedente del cine, de la música popular o del cómic.
En lo formal recogen aspectos de las vanguardias del S. XX, en especial del Surrealismo,
y alternan un lenguaje exuberante de imágenes opacas y visionarias con otros aspectos
novedosos (p. ej. estructuras espaciales) sin abandonar el tono coloquial.
Los representantes más destacados son:
a) Tendencia culturalista y surrealista: Pere Gimferrer (Arde el mar; La muerte en Beberly
Hills), Guillermo Carnero (Dibujo de la muerte), Antonio Colinas (Truenos y flautas en
un templo) y Luis Alberto de Cuenca (Elsinore).
b) Tendencia más coloquial, irónica y crítica: Vázquez Montalbán (Coplas a la muerte
de mi tía Daniela) y Leopoldo Mª Panero (Así se fundó Carnaby Street, Teoría).

5. La poesía última. La poesía en la democracia

La poesía posterior a 1975 no presenta ruptura con la de los novísimos, sino más bien
indiferencia hacia ella, y los poetas, llevados por un personalismo extremo se adscriben
a diversas tendencias. Desde los años ochenta, la poesía se caracteriza por una enorme
diversidad. Sin embargo, de un modo general, puede decirse que la presentación de
motivos urbanos, la adaptación de la tradición a la sensibilidad actual y la revitalización
de lo irónico, lo anecdótico y lo coloquial son algunos de sus rasgos. Así también, la
preocupación estética se manifiesta mediante el experimentalismo o la depuración.
Entre las principales líneas poéticas (algunas nacidas a finales de la década anterior)
destacan las siguientes:
A) La poesía experimental (de autores como Fernando Millán, José Miguel Ullán,
Antonio Gómez, Felipe Boso o José Luis Fernández de Castillejo) funde lo verbal con
las artes plásticas en una expresión poética visual.
B) Sánchez Robayna desarrolla una poesía minimalista o del silencio, heredera de la
poesía pura y marcada por el intelectualismo y la condensación. A esta tendencia se
incorporan Amparo Amorós, Julia Castillo, María Victoria Atencia, Justo Navarro, José
Luis Jover, Álvaro Valverde, Ada Salas, etc.
C) Antonio Colinas, Luis Antonio de Villena y Antonio Carvajal, poetas culturalistas,
evolucionan hacia una poesía clasicista (llamada así por su acercamiento a los autores
clásicos) en la que incorporan innovaciones propias de la poesía contemporánea. Colinas
cultiva una estética neorromántica; Antonio Carvajal y Francisco Castaño se aproximan
al gongorismo, y Luis Antonio de Villena, a la tradición grecolatina con una poesía de
marcado hedonismo. Dentro de la tendencia que recupera el valor de los referentes
paganos clásicos se encuentra también parte de la obra de Víctor Botas, Abelardo Linares
o María Sanz, que combinan la ambientación helénica con la poesía de la experiencia.
Por su parte, en Javier Salvago, Andrés Trapiello o Juan Manuel Bonet, se aprecia una
tendencia neomodernista, en la que impresiones y símbolos cobran importancia esencial
en los poemas.
D) Continuadora del 27, se desarrolla la poesía neosurrealista de Blanca Andreu, Amalia
Iglesias, Luisa Castro, Concha García o Juan Carlos Mestre.
E) Se ha señalado también la existencia de una poesía de conciencia social en algunos
escritores como Jenaro Talens o Juan Carlos Suñén. Esta tendencia se aprecia más
claramente en Jon Juaristi, Jorge Riechmann, Roger Wolf o Niall Binns, caracterizados
por el desencanto y la crudeza con la que presentan el mundo.
F) También orientada hacia los referentes colectivos se encuentra la nueva poesía épica
que recupera la naturaleza y el recuerdo de un pasado idílico: Julio Llamazares (La
lentitud de los bueyes (1979), Memoria de la nieve (1982); Julio Martínez Mesanza:
Europa y otros poemas (1990), Las trincheras (1996); César Antonio Molina; Luis
Martínez de Merlo.

G) Asimismo, Ana Rosetti Los devaneos de Erato (1980), Punto umbrío (1995) abre el
camino de una poesía erótica. El erotismo se une a motivos como el cuerpo, la noche, el
mar. En ocasiones se aborda el tema de la homosexualidad.
H) Pero, sin duda, una de las líneas más importantes y generales en estos años, que se
funde en ciertos autores con algunas de las tendencias anteriores, ha sido la poesía de la
experiencia, basada en el magisterio de Gil de Biedma o de Brines. Se centra
fundamentalmente en la expresión de las vivencias personales y cotidianas mediante un
lenguaje coloquial, una actitud escéptica y, a menudo, un tono desengañado e irónico.
Esta poesía presenta los siguientes rasgos característicos: antivanguardismo y
anticulturalismo1, ambientación urbana y contemporánea2, ficcionalización del yo e
inclusión de elementos narrativos3, función civil de la poesía y temática amorosa4, tono
conversacional5 y recuperación de formas métricas tradicionales6.
Los autores más significativos de la nueva poesía de la experiencia son Luis García
Montero (Poesía urbana; Un invierno propio; Habitaciones separadas; Completamente
viernes) y Felipe Benítez Reyes. También se incluye en ella parte de la obra de Luis
Alberto de Cuenca (El otro sueño, Sin miedo ni esperanza), así como los autores José
Gutiérrez, Carlos Marzal, Javier Egea, Aurora Luque, Benjamín Prado (Un caso
sencillo), Álvaro García o Luis Muñoz.

I) Desde finales de los años 70, poetas de diversas generaciones han cultivado un tipo de
poesía caracterizado por la indagación metafísica, la concisión expresiva y la renuncia a
lo anecdótico, lo narrativo o lo sentimental. El mentor de esta vertiente poética es José
Ángel Valente, que a partir de Material de memoria (1979) inicia un camino de
depuración formal que cuajó en la llamada poesía del silencio, también llamada abstracta,
metafísica o neopurista. Los temas más señalados en la poesía del silencio son la reflexión

1
El poeta no es (como en el simbolismo o las vanguardias) un ser marginal, un genio o un visionario que
realiza una actividad sublime, sino alguien normal que habla de sus vivencias y emociones.
2
En los poemas de esta tendencia, el lector encuentra bares, taxis, teléfonos, cines, hoteles, ascensores…
que sitúan en el contexto de la España de la época (‘Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi’, en Diario
cómplice, de García Montero).
3
Con frecuencia, se configura un yo poético distinto del autor (‘El insomnio de Jovellanos’, perteneciente
a Habitaciones separadas, de García Montero) y los poemas cuentan una historia o anécdota con una
mínima progresión argumental.
4
Aunque no existe un compromiso político explícito, la poesía debe enraizarse en la realidad histórica y
servir como reducto de los valores éticos esenciales (dignidad, solidaridad…) frente a una sociedad
deshumanizada. Así, el amor, eje de poemarios como Un caso sencillo, de Benjamín Prados, o
Completamente viernes, de García Montero, es uno de los temas fundamentales.
5
Se usa, en general, un lenguaje coloquial que recurre a la ternura, al humor o a la parodia, como Coplas a
la muerte de su colega, de García Montero.
6
Recuperación de formas métricas tradicionales. Frente a la tendencia al verso libre de los Novísimos, se
vuelve al verso medido (heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos), y son frecuentes las silvas y los
sonetos.
metalingüística sobre el lenguaje7, la preocupación por la muerte8 y la apertura a la
trascendencia9. Los representantes de esta poesía más destacados son José Ángel Valente
(Material de memoria; Tres lecciones de tinieblas; Fragmentos de un libro futuro),
Gamoneda (Libro del frío), Sánchez Robayna (Sobre una piedra extrema), Clara Janés,
Jenaro Talens, Olvido García Valdés, Jaime Siles.
J) La poesía conceptualista continúa la línea fragmentaria de Valente. Los poemas,
preferentemente en verso corto, condensan los conceptos y abandonan el exceso verbal.
Se trata de composiciones que invitan a la sugerencia por medio de «silencios». Destacan
los poetas Jaime Siles con Génesis de la luz (1963), Música de agua (1983); Andrés
Sánchez Robayna con Palmas sobre la losa fría (1989), Fuego blanco (1992),
K) En el cambio de siglo, los poetas de la experiencia y del silencio evolucionan hacia un
espacio compartido. Se trata de la llamada poesía reciente. Confluyen con otros autores
que cultivan una poesía meditativa, que oscila entre la celebración de la existencia (Ánima
mía, de Carlos Marzal) y la melancolía por el paso del tiempo (Escaparate de venenos,
de Felipe Benítez), en la que no faltan elementos autobiográficos (Las veces, de Esperanza
López Parada). En los últimos años destacan poemarios como La certeza, de Sánchez
Rosillo; Metales pesados, de Carlos Marzal; Santa deriva, de Vicente Gallego; La miel
salvaje, de Miguel Ángel Velasco; Eros es más, de González Iglesias o Punto de Fuga,
de Lorenzo Oliván, en los que se aprecia la influencia de Francisco Brines o Claudio
Rodríguez.

7
El lenguaje es, para algunos de estos poetas, el fundamento del ser, de modo que las palabras dan realidad
a las cosas y permiten al ser humano orientarse en el mundo y hacerlo habitable (Tres lecciones de tinieblas,
de Valente).
8
Se trata, con frecuencia, de una poesía de los límites, que indaga en la frontera entre la existencia y la
extinción, entre la vida y la nada. Este tema vertebra dos poemarios fundamentales: Libro del frío, de
Gamoneda, y Fragmentos de un libro futuro, de Valente.
9
La apertura a la trascendencia y el afán de alcanzar el absoluto o la plenitud (‘A Thomas Tallis’, en Sobre
una piedra extrema, de Sánchez Robayna.

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