Está en la página 1de 3

Informe de lectura sobre el texto: Covid-19: Aprendiendo del virus, Paul B. Preciado.

La tesis del texto de Paul Preciado consiste en que la aparición del Covid-19 en la
comunidad política ha colectivizado formas nuevas de trabajo remoto cibernético
controladas, ha hecho aparecer procedimientos de confinamiento digital, y, sobre todo, ha
hecho sacrificar de forma “necesaria” vidas para garantizar su salvamento, es decir, el de la
comunidad. Y uso este término a propósito, porque es sobre el que se basa uno de los
argumentos de Preciado, tomándolo de los análisis de la gestión inmunitaria de Occidente
elaborados por Roberto Espósito: comunidad, inmunidad, munido, desmunido son pues los
términos sobre los que trabaja el texto.

Paul Preciado comienza entonces por hacernos un breve pero claro recuento de lo que
fueron epidemias anteriores a este siglo y cómo fueron percibidas y cuál fue la gestión
política que se hizo al respecto. Para ello recurre al texto Flexible bodies de Emily Martin.
Y aquí la tesis general de Preciado es que las epidemias desplazan las técnicas biopolíticas
que se aplican en el territorio nacional hacia el cuerpo político de los individuos con el fin
de establecer lo sacrificable.

En 1494, año en que golpeó la sífilis las ciudades europeas de Inglaterra, Francia e Italia,
siempre se la consideró como lo extranjero, lo que viene de afuera, y por lo tanto, como lo
que debe permanecer afuera de la comunidad inmunológica. Finalmente se dijo que había
venido del nuevo mundo traída por los conquistadores que habían tenido relaciones
sexuales con los aborígenes. La epidemia de la sífilis, según Preciado, cargó cultural y
políticamente con todo el ámbito de exclusión de la época patriarco-colonial, es decir, con
la obsesión de la pureza racial, la prohibición de los matrimonios mixtos, y las relaciones
extramatrimoniales. Pero si este era el ámbito de lo excluido, debe decirse que lo que
formaba propiamente el ideal de comunidad inmune para la época era el cuerpo del hombre
blanco burgués confinado sexualmente dentro del matrimonio con vistas a la reproducción.
Y en este sentido fue la prostituta el vector alrededor del que se formó el desmunido.
Luego, en 1981, cuando golpeó el sida las ciudades europeas, las políticas de represión y
exclusión cayeron sobre los homosexuales, los trabajadores sexuales, los hookers y los
heroinómanos. El sida cargó cultural y políticamente con el hecho de que la
homosexualidad fuera considerada una enfermedad de la que se debía inmunizar el cuerpo
político de la comunidad heteronormativa.

Según Preciado, la sociedad actual está atravesada sexualmente por tecnologías micro
prostéticas, es decir, pequeñas prótesis que son administradas en el cuerpo para, en vez de
reprimirlo, incitar al consumo del sexo, realzarlo y potenciarlo, como lo son los
anticonceptivos, el viagra, etc., y todo el resto de tecnologías biovigilantes, que nos hacen
más controlables y nos mantienen mejor adaptados mientras más placer experimentamos.

De esta manera quedamos confinados dentro de nuestra propia experiencia de placer y ello
facilita que disposiciones políticas como las fronteras territoriales del neocolonialismo
puedan incluso llevarse hasta el cuerpo y convertirlo en una frontera física como forma de
identidad nacional. Sucedió así con la Europa que cerró sus fronteras a Oriente, con EE.UU
a México y, en fin, con toda forma de exclusión de los migrantes. El Covid-19 ha llevado a
que se introyecten esas políticas de exclusión fronteriza hasta el punto de que cada uno
respire solo el aire de su mascarilla, toque solo su propio cuerpo, e interponga una distancia
necesaria con el otro, al que se deja por fuera de la comunidad. La frontera territorial ahora
es nuestra propia casa, desde donde ahora nos hemos instalado como tele-estudiantes, tele-
productores y tele-consumidores y desde donde ahora más ensañadamente se ejerce un
ciber-control y una vigilancia digital. La crítica que elabora Preciado es entonces que los
Estados nación han implementado una u otra técnica o ambas (confinamiento a la antigua
usanza, control digital a través de dispositivos móviles) para hacerle frente a la epidemia,
pero en última instancia y, a pesar de los avances monstruosos de biovigilancia digital, los
gobiernos no se han planteado ni siquiera la posibilidad de prohibir el tráfico, la producción
y el consumo de animales silvestres y aves; ni mucho menos prohibir las emisiones de
CO2. Es decir, en vez de ocuparse de los asuntos que van al corazón de la relación de la
humanidad con la naturaleza y la posibilidad misma de la coexistencia, los gobiernos no
han sino legitimar dispositivos de apropiación y manejo de información de los ciber
ciudadanos.
Finalmente Preciado hace un llamado a la unión crítica para la reapropiación de los
dispositivos de biopolítica actuales; un llamado a construir una relación no violenta con la
naturaleza y, sobretodo, un llamado a hacer una transformación deliberada para la
sobrevivencia planetaria.

También podría gustarte