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Colombia, elecciones presidenciales

2022:

Escrito por Carlos Fajardo


Fajardo.

Sábado, 04 Junio 2022 05:55

Una política de las emociones


Es indudable: Colombia sufrió en las pasadas elecciones del 29 de mayo
el triunfo de la emocracia política, social y cotidiana, no de la democracia
moderna, racional, pensante, reflexiva. Triunfo de la emocracia o política
de las emociones, concepto que acuño pensando en las sensibilidades,
sobre todo colombianas, donde se manejan las ideologías con base a
las pasiones inmediatistas y populistas.1 Espontaneísmo visceral,
desprecio al pensamiento racional democrático, una pasión ideológica,
enajenada, lo cual desafía cualquier sensatez, cualquier alteridad,
cualquier respeto a la diferencia. Sus consecuencias son predecibles:
odio combinado con fe y creencia, dogmatismos, persecuciones,
acusaciones y, por ende, paranoias y atrocidades.Esto nos ubica en el
punto álgido de las sensibilidades políticas actuales, donde se organizan
las ideologías con base en la emoción pasional de los ciudadanos,
gracias a los medios tradicionales, a las redes digitales y a las lógicas

1 Estos ciudadanos que dan un sí a la destrucción de sus adversarios,tal como nos lo ilustra Michael Walser,

“no son una sangre tranquila, sino que hierve, por eso son exagerados y apasionados, ansiosos como están

por derramar la sangre de sus enemigos (…) Y los peores de ellos son los demagogos que se ponen a su

cabeza, a los que no se concibe como cínicos manipuladores o príncipes maquiavélicos, sino como hombres

y mujeres que comparten plenamente las pasiones de las personas a las que guían. Eso es lo que se quiere

decir con ‘energía apasionada’: los sentimientos son genuinos, y por eso producen tanto miedo”. (Fajardo

Fajardo, Carlos, 2017. La Emocracia global y otros ensayos. Bogotá: Ediciones Desde abajo, págs.11-12).
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del mercado neoliberal. Pero aclaremos: la pasión estética e imaginativa,
como sabemos, ha edificado y fundado las más grandes e inquietantes
obras del espíritu. No es por esta pasión plena de poesía que
disparamos nuestra alarma, sino por aquella masiva y adoctrinada, la
cual en un instante puede destrozar, de forma sangrienta, las más
poéticas obras.

Las sensibilidades contemporáneas globales son su mejor ejemplo.


La emocracia ha permeado toda la cultura formando ciudadanos
obedientes que dan un sí a la destrucción de sus adversarios, un sí a su
aniquilamiento y, lo peor, votan por la guerra. Convencidos de haber
actuado correctamente, estos ciudadanos se muestran felices y
triunfantes. Control continuo y permanente sin que el implicado se queje.
Tal es nuestra actual cartografía mental y sensible; tal nuestro nuevo
encierro histórico.

Bajo estas condiciones, la situación política, cultural, económica en


Colombia es desastrosa, con gran parte de su población mutilada
ideológicamente y que manifiesta apenas meras opiniones e
impresiones gestadas global y localmente, a través de lo cual justifican
la actuación de sus victimarios. Estos, a la vez, se sienten justificados
como guardianes de la tradición religiosa y moral, del orden,
la nacionalidad, la obediencia y el poder, por lo que, sin vergüenza y con
rampante cinismo pronuncian sin descanso a unísono con Adolfo Hitler:
“quien quiere hacer la historia debe también poder hacer correr la
sangre”,2 blindando así, con esta tesis fascista, sus propuestas y
apuestas de moldear de hacer creíbles y viables entre todos los
colombianos sus antidemocráticas y violentas propuestas, transformar
sus dogmas en creencias, su manipulada historia en verdades, su
sangre en aplausos, el aniquilamiento del adversario en costumbre y
ejemplo a seguir.

En vez de reflexionar el drama nacional, con lucidez y conciencia


histórica, lo que las élites dominantes proponen es construir enfurecidas

2 Citado por Michaud, Eric. La estética nazi. Un arte de la eternidad. Buenos Aires: Ediciones Adriana

Hidalgo, 2009, p.42.


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pasiones contra el inventado enemigo; incitar a odios, violencias,
cizañas, desgarraduras a través de la sugestión y de la mentira. Una
‘’emoteca’’ visceral política de unos muchos contra unos pocos que
piensan diferente, descartando toda alteridad. ¿Qué responsabilidad
ética tiene el colectivo que apoya todas estas manifestaciones de
una emocracia masificada? Es obvio que dicha situación no puede
sobrevivir sin tener la complicidad de los medios y de las redes oficiales,
de la ultraderecha local y mundial, de las oligarquías y de una comunidad
votante que apoya sus propuestas, a pesar de que conozca los horrores
y errores de sus gobernantes. He aquí una de las demandas del
autoritarismo en general: absorber a los individuos haciéndoles perder
su autonomía crítica. De esto al fascismo no hay distancia alguna. La
viralización del miedo en las redes ayuda a que esta propagación fóbica
se agudice y con ella se masifique la ira, el repudio y el odio al que vive
y piensa diferente. Con todos estos ingredientes la sociedad, dominada
por una emotividad gestada y dirigida, se aproxima más a las tiranías
autocráticas que a las democracias autocríticas y realmente
participativas. Por lo mismo, la emocracia pasional fomenta el
salvajismo, y ante la ley de la doctrina tiránica emocrática, se inclina una
apasionada muchedumbre vehemente.

Estas pasiones ideológicas fueron las que llevaron a votar a más de


cinco millones de colombianos por un candidato vacío de verdaderas
propuestas, por un populachero que llega con astucia a una población
acostumbrada a la obediencia, a la violencia, el despojo y a escuchar a
promeseros convirtiéndolos en culto y en mediocres guías políticos. Así,
entre el discurso de Rodolfo Hernández y el Uribista no hay mayor
diferencia, ambos son clasistas, machistas, patriarcales, misóginos,
dogmáticos, impulsores del terror, de la persecución y de las atrocidades
sociales, lo que, con un simulado gesto de viejito buena persona, Rodolfo
Hernández nos desea ocultar. Pura pasión de fascista, disfrazada de un
hombre “bien intencionado”.

La derrota del pensamiento


Pero esta emocracia también es producto de la idiocia cultural y social, o
de la llamada por Alain Finkielkrautderrota del pensamiento. Muchos de
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los seguidores de Hernández podrían gritar sin remordimiento: “muera la
inteligencia”. Tal frase recuerda las palabras que pronunció el general
franquista José Millán Astray el 12 de octubre de 1936 frente a Miguel
de Unamuno en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, la cual
parece cada vez más diciente, anunciada sin ninguna vergüenza por sus
seguidores; más aún, con cierto orgullo cínico y amenazante ante los
defensores del pensamiento humanista. Una gran mayoría de los
colombianos puede decirse, que la confirman y la ponen en
funcionamiento.

“Abajo la inteligencia”. ¿No se regocija y se enorgullece el mismo


Rodolfo Hernández de su ignorancia libresca? ¿No será ese el perfil
general de los que votaron por este millonario iletrado, manipulador,
corrupto, neofascista, explotador y maltratador, cuya ignorancia del país
y de la cultura del mismo se une a la idiocia política que envuelve y
ejercen una buena parte de sus electores?

Bajo estas circunstancias, la memoria histórica, el pensamiento crítico-


creador, reflexivo, han pasado a ser considerados innecesarios, inútiles,
pura especulación, ensoñación, fantasía. Pero, tanto a Hernández como
a sus electores parece que estas apuestas críticas y de conocimiento no
les interesan. Es, pues, la instalación efectiva de una idiocia efusiva y de
un despotismo delicioso. Todo su discurso se centra entonces no en un
proceso reflexivo sobre el contenido, sino en una palabrería emotiva,
ligera, vacía de argumentos e impactante, cargada de odio, de venganza
y rabia hacia el otro. Y de nuevo nos topamos con una frase de Hitler
(entre otras, admirado por Rodolfo Hernández y según él “gran pensador
alemán”): “Ante todo, es necesario desembarazarse de la idea de que
las concepciones ideológicas podrían satisfacer a la multitud. El
conocimiento es para la masa una base tambaleante, lo que es estable
es el sentimiento, el odio…”3

“Ganarse el corazón del pueblo” proclamaba Josef Goebbels, el Ministro


de Instrucción Popular y Propaganda del Nazismo. Ganarse la pasión, la
emoción guerrerista, masificada en red, a través de valores tradicionales,

3
Op.cit., 64.
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religiosos y patrioteros. Como tal es una influencia desproporcionada de
la idiocia sobre las mentalidades. En ello podemos observar la exaltación
al dominadorcomo modelo a seguir -e imitar-, la idolatría a la
subordinación del individuo a los principios del jefe, padre modelo
protector a la vez que autoritario. Es la imagen social de una cultura
cerrada y provincial gozando de buena salud.

¿Cuáles son las consecuencias políticas? Parálisis ideológica, la no


acción frente al horror de los sucesos. Es como entrar a la “peste del
olvido” macondiana, a una burbuja doctrinal. Parálisis mental, pues ya
existe alguien quien piensa por todos, obediencia y silencio, ignorancia
y colaboración.

La cultura del entrampamiento


Sí, el uribismo fabricó un entrampamiento contra Gustavo Petro. Lo
puso a debatir con dos supuestos rivales: con Sergio Fajardo, que no
tenía ninguna opción, y con Federico Gutiérrez, el supuesto rival
poderoso. Lo que poco se veía en panorámica era que había un gallo
tapado, el verdadero competidor que puso Uribe y al que el
establecimiento de la ultraderecha colombiana tenía que defender
cuando ganara para segunda vuelta. He allí el entrampamiento, la
“jugadita” uribista y de la oligarquía nacional. Se comprende entonces el
por qué no asistía Rodolfo Hernández a los debates, pues Gutiérrez y
Fajardo estaban encargados de atacar las tesis de Petro; su misión era
desgastarlo–sin lograrlo, por supuesto-, mientras Hernández se
camuflaba en el Tik-Tok y las redes, impactando con su idiocia y
su emocracia a los incautos e ingenuos.

Claro, la atmósfera nacional desde hace tiempo se enrareció; dicho


entrampamiento es producto de una cultura mafiosa: las mentiras, la
trampa, el fraude electoral, el cinismo, el chiste hostil, los asesinatos al
opositor, la corrupción, la ilegalidad, se oficializaron y legitimaron en
Colombia. Hoy por hoy se ve normal la exaltación al réprobo, al malevo
social; se aplaude al que hace trampa y comete la falta, pues se sabe
que quedará impune. Legitimada la impunidad, se legitima su
exhibicionismo vil pantallizado; más aún, se legaliza el delito. Véanse
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estas manifestaciones en los medios y en las redes sociales, donde los
políticos victimarios se vuelven virales y famosos gracias a que se
fetichiza al astuto, al vivo, al malandro.

Con una habilidad de ocultarse de la justicia y de violar leyes a través de


astucias, actitudes ambiguas y de trampas, la mayoría de nuestros
políticos corruptos y matones se ocultan, pasan impunes sin vergüenza,
exponiendo su cinismo en público. La mentira se constituye así en una
garantía de distinción, reconocimiento y ganancia. El hacer el mal, el ser
malo, da estatus, puesto que quien lo ejerce ha sido capaz de pisotear
al otro, a esos del montón, sin que nada pase. Si no se cumple con
dichos procederes se corre el riesgo de estar en peligro, de ser excluido
del clan de los astutos y audaces, de los supuestos vencedores. Por lo
tanto, a cualquier pensamiento crítico, opositor y analítico se le observa
como una perturbación que pone palos en la rueda a semejante
maquinaria de ignominia patria.

Tal es el plan en un país diseñado para y por los trúhanes, los tramposos,
los zafios, los réprobos; proyectado para los crápulas y ladrones; un país
con una dictadura legalizada, asolapada, camuflada.Lo peor es que
algunos delos votantes por Hernández y por Gutiérrez lo justifican, lo
toleran, lo apoyan, lo ejercen y hasta piden su puesta en acción de
manera urgente.

Aunque el ganador de la primera vuelta en esta contienda electoral ha


sido El pacto Histórico, es a Hernández a quien los grandes medios
elitistas y las redes consideran ganador, pues es él quien, unido a los
clanes de la ultraderecha y al uribismo, puede darle la pelea al Pacto
histórico. ¿Apocalípticos? No. La actualidad nacional nos da la razón.
Miremos a Colombia y esto se comprenderá. Un país que -y es difícil
creerlo- se ha acostumbrado al horror, a los desmanes del poder, siendo
indiferente ante su atroz destino, es un país que ha consentido su
decadencia. Ello puede explicar en parte los resultados en la primera
vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia.

Bogotá, mayo 30, 2022.


Carlos Fajardo Fajardo, poeta y ensayista colombiano.

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