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Batalla de Chacabuco

En enero de 1817, San Martín logró emprender con su ejército el cruce de los
Andes, una de las epopeyas más heroicas que recuerda la historia militar de la
humanidad. Integraban la expedición 5.200 hombres. Llevaban 10.000 mulas,
1.600 caballos, 600 vacas, apenas 900 tiros de fusil y carabina; 2.000 balas de
cañón, 2.000 de metralleta y 600 granadas. En varios tramos del cruce de los
Andes, San Martín debió ser trasladado en camilla a causa de sus padecimientos.
Sufría de problemas pulmonares –producto de una herida producida en una
batalla en España en 1801-, reuma y úlcera estomacal. El 12 de febrero de 1817 el
ejército libertador lanzó su fulminante ataque sobre Chacabuco. Fue el comienzo
de la realización de un vasto plan ideado por San Martín para dar libertad a Chile
y Perú a fin de asegurar así la independencia de América.
El 29 de febrero de 1816 San Martín escribe al director Álvarez Thomas sobre su
plan de avanzar sobre Chile para luego conquistar Lima.
“Deben zarpar oportunamente de esas playas dos buques de toda consideración y
porte, armados de cuenta del Estado y sujetos a órdenes del jefe del ejército, los
que, cruzando las costas de Chile, contengan el escape de nuestros enemigos o
los apresen con los grandes tesoros que de lo contrario pueden substraer,
promoviendo sobre todo desde ahora estos preparativos para que nada falte en
el momento precioso de la marcha. Yo, por mi parte, protesto activar cuanto
alcance en mis recursos hasta formar –si es de la aprobación de V.E.- cuadros
completos de oficiales escogidos entre los emigrados, los que, uniformados a
nuestra táctica, serán utilísimos y podrán llenarse fácilmente en aquel país donde
por sus relaciones se deben merecer la confianza y aprecio de sus naturales”
El 15 de diciembre de 1816 San Martín manifestaba a Tomás Guido su
resolución de emprender el cruce de los Andes sin dilación.
“Si no puedo reunir las mulas que necesito, me voy a pie. Ello es que a más tardar
estoy en Chile para el 15, es decir, me pondré en marcha y sólo los artículos que
me faltan son los que me hacen demorar este tiempo. Trabajo como un macho
para salir de ésta el 15 del que entra. Si salimos bien, como espero, la cosa puede
tomar otro semblante; si no, todo se lo lleva el diablo.”
A principios de febrero de 1817, poco antes de la batalla de Chacabuco, San
Martín le escribe al subdelegado realista de la villa de San Felipe para solicitarle
ayuda.
“O la América es libre a costa de sus propios esfuerzos, o desciende encorvada al
cadalso que le preparan los tiranos. No hay medio. Mi ejército viene decidido a
morir o a ser libre, pero los pueblos deben auxiliarme de grado o de fuerza. En su
virtud, junte usted hoy mismo a todo ese vecindario e intímele que en el término
de seis días deben entregar cuatrocientos caballos escogidos, y que no haciéndolo
a las veinticuatro horas, pondrán en comisaría treinta mil pesos o quedan
confiscados los bienes de todos los pudientes declarados tales.”
Finalmente, el 12 de febrero de 1817 se libra la batalla de Chacabuco. Sobre el
campo de batalla San Martín escribe el parte de guerra al gobierno central.
“Señor: una división de 1.800 hombres del ejército de Chile, acaba de ser
destrozada en los llanos de Chacabuco por el ejército de mi mando, en la tarde de
hoy. Seiscientos prisioneros, entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta
muertos y una bandera, que tengo el honor de dirigir, es el resultado de una
jornada feliz, con más de mil fusiles y dos cañones. Debo decir a V.E., que no hay
expresiones como ponderar la bravura de estas tropas; nuestra pérdida no
alcanza a cien hombres. Estoy sumamente reconocido a la brillante conducta,
valor y conocimientos de los señores brigadieres don Miguel Soler y don Bernardo
O’Higgins. Dios guarde a V.E. muchos años. Cuartel general de Chacabuco, en el
campo de batalla y febrero 12 de 1817.”
Casi dos semanas después de esta victoria, el 25 de febrero de 1817, el director
Juan Martín de Pueyrredón escribía a San Martín:
“¡Gloria al restaurador de Chile! Sí, mi amigo querido, la fortuna ha favorecido los
heroicos esfuerzos de usted y la América nunca olvidará la valiente empresa de
usted sobre Chile, venciendo a la naturaleza en sus mayores dificultades. Usted
venció y yo me glorío con usted y lo abrazo con toda ternura de mi alma
reconocida a sus servicios. Ayer ha sido un día de locura para este gran pueblo.
No tengo tiempo para expresar a usted los términos con que se ha explicado el
sentimiento de regocijo público por la victoria de Chacabuco. Eran las once de la
noche y aún se oía un ruido sordo de vivas en toda la ciudad. Lo que sé por
Luzuriaga es que usted con dos escuadrones de granaderos tuvo que meterse
entre las líneas enemigas. De esto infiero, o que la cosa estuvo apurada, o que no
tuvo usted jefe de caballería de confianza, porque en todo otro caso yo acusaría a
usted del riesgo en que se puso.”

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