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Nina Mimada Cuento Aurora Pimentel Igea
Nina Mimada Cuento Aurora Pimentel Igea
“Caprichos no.”
a comer en la cocina…”
que se nos permitía compartir desayuno, comida y cena con los mayores
que fuera, salvo lo dulce, lo único que admitía con ganas y sin
feos, con los adultos de una vez ya. Bastante malo era ser el último mico
de la casa, la pequeña.
uno de los platos que más me costaban, con sus espinacas nadando, el
asco. Era viernes de Cuaresma. María desde una esquina del cuarto me
los perros.
“Tú no querrás ser una niña mimada ¿verdad?” era la reconvención final
“¡No, no quiero ser una niña mimada, claro que no quiero!” Lo dije con
retiraban el plato sopero vacío. Podía ser una niña sin hambre y sin
madre, pero desde luego no quería ser mimada de ninguna manera. Era
una ofensa hiriente que me hacía lloriquear de furia sólo porque alguien
sentimientos.
Era lo peor que se podía ser a finales de los 60 en mi familia, una niña
con ellas, eran unas cursis, unas remilgadas y todo lo que me espantaba
precisión y cierto estilo mundano. No estaba bien ser así, pero eran, sin
favor. A los niños hay que saber decirles que no. Tienes que aguantar
cara, que no las quieres porque les niegas algo. Hasta entonces, hasta
padre”.
Ahí estaba ella, su madre, para educarnos, niñas huérfanas pero no por
eso mimadas, Dios no lo quisiera. Ser mala era atrayente, pero sobre
todo yo quería ser como los hijos de los cachicanes, los guardas de la
finca, a su aire haciendo lo que les daba la real gana, descalzos, sin
“Tu abuela es toda una señora” decía María con devoción. Así llegué a
creer hasta que fui mayor que las señoras de verdad bebían jerez a
media tarde, usaban bastón y eran capaces de notar lo que ocurría en el
tenido que sacar adelante sola negocio, finca y familia. Lidiar desde
una excepción.
“I'm still paying the loan for the university...” Los estadounidenses
antes, tenían un empleo los fines de semana, los veranos, lo que fuera
entonces para una española nacida en los 60. Para mis compañeros
parte del ocio, de la vida entera. Todo era grande además: platos de
comida a rebosar que no había quien acabase, coca colas de dos litros
que se tomaban una tras otra como si fuera agua corriente. Y todo
hemos visto ya, ¿no?” En una fiesta del trabajo se presentó. Yo, tímida,
qué encontró en mí. Nunca fui guapa y allí sólo era una niña bien de las
malo, que tanto atrae a algunas mujeres, con lo mejor de los hijos de
conocidos.
Juan no paraba. Donde otros llegaban a duras penas él iba sobrado por
febrilmente con una actividad sin descanso porque nunca nada era lo
permanentemente insatisfecho.
Había de todo en aquella época en Nueva York: los que valían y venían
quienes muchas veces se había acabado por enviar al otro lado del
charco para que volvieran con un máster o un curso en una universidad
desconocimiento.
verás, Laura. Algunas personas en España piensan que por decir cuatro
palabras en inglés y haber estado fuera ya vales. Hay muchos tontos y
sol y neblina que te rodea, y mi soledad de niña huérfana que era muy
Pronto acabé por descubrir que Juan era también otro tipo de
imposible para quienes le queríamos. No, desde luego, para los que
maldición que me impide ese ciego amor que tantos años de felicidad
enamoramiento.
"Juan, no te puedes poner así conmigo", "Juan, creo que no tienes razón
sentí por él hasta que rompimos, pasaron unos pocos meses. Fue algo
lento y sin grandes roces, una deriva indolora y suave. Durante ese
¿sabes?, serás siempre una niña rica, Laura, por eso desprecias a los
que se afanan tanto como yo…" , "Dices que no quieres hacer daño a
estás..."
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“No soy mujer para ti. Lo sabes ya, Juan, como lo sé yo…”
tipo de mujer habría dejado que fuera él quien tuviese que dar el paso o
esperar una infidelidad, una coartada para romper con una causa de por
medio como tantas veces se hace por pereza o miedo. Pero no soy así.
vas?”, “He estado fuera”, “No, no salgo con nadie últimamente”, “Sabes
Juan me ayudó mucho. Es cierto que era otro niño mimado. Con las
mujeres no fue una excepción. Dos divorcios y una vida sentimental sin
ser más fáciles de trato y convivencia que alguien como él. Juan tenía
la mesa como los demás, como los adultos de verdad, y comer con
ganas, sin hacerme de rogar o haciendo esperar a nadie. Quizás no con
Era así Juan, lo es. Hoy le recordé al verle en las páginas salmón del País
infancia. Como mi abuela soy capaz de saber antes que otros qué pasa y
me atrevo a nombrarlo aunque tiemble. Una mujer abre los ojos con
sueño, pero también con curiosidad y esperanza. Soy yo. No hay nada
más ni nadie a esas hora en la casa, está la que soy, Laura, solo Laura
de frente.
La vida está ahí para no darnos aquello que queremos, lo que tanto
es un hueco que crece con el tiempo haciéndose más dura, seca, hasta
Sin rabia y con calma sé bien que ahora ya puedo decir "No abuela,
no soy una niña mimada" mientras me siento en la mesa de los mayores
y como con apetito lo que cada día hay en el plato. Quizás un postre me