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Horacio Capel
Universidad de Barcelona
Los problemas del mundo actual son muchos y muy graves. Pero no podemos
quedar inactivos ante ellos. Hemos de movilizarnos, y diseñar programas de
investigación y de enseñanza que ayuden a tomar conciencia y a enfrentarnos
a la misma raíz de los mismos. Pero también hemos de tener fuerza para
hacerlo, lo que es imposible sin un mínimo de optimismo, de convicción de
que podemos abordarlos, con alguna esperanza de que puedan resolverse.
II
La geografía ha sido durante mucho tiempo una descripción del mundo. Pero
es importante, y oportuno, recordar que también en esta ciencia han existido
desde hace mucho tiempo propuestas explícitas para que su estudio contribuya
a la solución de los problemas sociales.
La geografía sirve ante todo para hacer la guerra, escribió hace años el
geógrafo francés Yves Lacoste en un influyente libro. Lo que es cierto en gran
medida, siempre que recordemos que no es la única ciencia que ha contribuido
a la actividad bélica.
Pero, sin negar esa dimensión de la disciplina geográfica, no hay que olvidar
que desde hace siglos los geógrafos han realizado también contribuciones, a
veces decisivas, a la paz. Y que han tenido asimismo la ambición de que esta
disciplina sirva para buscar la felicidad en el mundo.
Quizás sea oportuno recordar en este momento no solo que la geografía
moderna nació aquí en América, tal como he defendido en otra ocasión, sino
que puede sostenerse que también surgió aquí la geografía aplicada. Sobre lo
primero bastará con recordar que fueron las obras de Gonzalo Fernández de
Oviedo Historia natural y general de las Indias, Islas y Tierra Firme del mar
Océano (1535) y de José de Acosta Historia natural y moral de las
Indias (1590) las que inauguraron un género historiográfico que unía a la vez
el estudio de los hechos naturales y humanos de un territorio, algo que se ha
considerado característico de la ciencia geográfica.
Por su parte Isidoro de Antillón en sus trabajos sobre Teruel, a principios del
siglo XIX, procuró contribuir “a la felicidad del pueblo” y a la “ilustración y
reforma de sus paisanos”. Y en sus Elementos de Geografía astronómica,
física y política de España y Portugal, publicados en 1808 fustigó las causas
políticas y morales que retardaban el progreso de la nación.
III
Son pocos los que dudan o se niegan a dar ese paso o directamente lo
rechazan. Quienes lo hacen son continuadores de una línea sostenida por
algunos prestigiosos geógrafos que a mediados del siglo XX levantaron sus
voces contra la geografía aplicada, por el miedo de que ponerse al servicio de
las empresas significara ponerse al servicio del capitalismo. Frente a ello
defendieron una formación geográfica para los expertos, una geografía activa
o una geografía aplicada crítica. No al servicio de los intereses de las
empresas, de los promotores inmobiliarios, sino al servicio del cambio social,
de la presentación de alternativas para mejorar el mundo. Años más tarde, y
con referencia a la sociología, Pierre Bourdieu lo expresaría con una fórmula
expresiva, que podemos parafrasear: cuando se pide a los científicos sociales y
a los geógrafos que sirvan para algo es para servir al poder.
Conviene, sin embargo, hacer algunas matizaciones a este punto de vista. Ante
todo, no siempre servir al poder es negativo. El poder puede ser democrático y
estar orientado hacia la defensa del bien público. Trabajar para los municipios,
regiones, ministerios y organismos públicos de planificación puede
representar una contribución al bien público. Una ciencia social aplicada al
servicio de las empresas puede estar asimismo plenamente justificada. Pero es
evidente que la ciencia puede ponerse también al servicio de ciudadanos, de
los pobres, de los movimientos vecinales, de las cooperativas, de los que no
tienen voz. A quién se sirve, al servicio de quién se está es una
responsabilidad que el profesional tiene que resolver personalmente.
IV
Tal vez debamos también advertir sobre los peligros de los ideales de la
ingeniería social, sobre todo cuando se quieren imponer por la fuerza. Los
mundos descritos por algunos utópicos, empezando por el que imaginó Platón
en Las Leyes, aunque intelectualmente son muy estimulantes, vistos en
perspectiva y considerados como modelos de organización social pueden
resultar muy poco atractivos o ser incluso terroríficos. Y la realización
práctica y forzada de algunos ideales ha podido conducir a catástrofes
increíbles –y que a veces durante mucho tiempo nos resistimos a creer-, como
las del Gulag y la Revolución Cultural china. Hay que ser prudente, ser
capaces de imaginar en todo caso el coste social de las medidas que se
intentan aplicar.
En algunos casos es posible que no deba darse una solución sino varias, que
hayan de presentarse varias alternativas. El técnico puede estar equivocado, o
no tener una idea clara de si tiene razón. Se deben comparar diferentes
estrategias y señalar las consecuencias de las diversas soluciones para que
elijan los responsables políticos y ciudadanos autorizados para ello.
Ficha bibliográfica: