grado y lo poco que quedaba de mi matrimonio se hundía en el lodo para siempre. Me había quedado sin trabajo y sentía que todo era una gran bola de nieve que cada segundo se hacía mas grande. Llegué al colegio con la cara desecha de no haber dormido y llorar la noche entera, intentando ensayar una sonrisa para todos los padres y madres que me examinarían de pies a cabeza. Todos se conocían desde la salita del kinder, Joaquín era nuevo en el colegio, había decidido anotarlo en primer grado en un colegio diferente, con orientaciones afines al arte, como a mi me hubiese gustado para mi misma. El estaba vestido de traje, demasiado formal para la ocasión, era evidente que tenía un compromiso laboral inmediatamente después del acto escolar. Su hija no le soltaba la mano, por lo que pude deducir rápidamente que también era nueva. El resto del alumnado corría y gritaba por la vereda. Nuestros hijos se miraron con indiferencia. El me hizo la pregunta mas tierna que había escuchado en mi vida. ¿Vos te acordás cuando empezaste primer grado? Yo lo miré sin terminar de entender si me hablaba a mí. Había cumplido 42 años una semana atrás, me estaba separando y él era un completo desconocido, qué sin decirme buen día, se despachó con esa pregunta. Lo volví a mirar, su rostro denotaba un cansancio de varios meses, su sonrisa era franca y transparente, el traje le quedaba apenas apretado, dato que me hacía pensar que había engordado un par de kilos en poco tiempo. Mientras pensaba un millón de estupideces por segundo empecé a ver sus gestos en cámara lenta y a perder el audio de la conversación. Lo próximo que recuerdo es abrir los ojos y verlo prácticamente encima mío tirándome agua con una botellita. Cuando me recompuse me preguntó si estaba embarazada, a lo que respondí con un ataque de risa que devino en ataque de llanto en una milésima de segundos. No recordaba la ultima vez que habíamos tenido sexo, con quien entonces estaba a unos pocos días de ser mi ex marido y tampoco sabía que una semana después estaría rendida en los brazos de quien un año mas tarde se convertiría en mi segundo marido. Mario Nicolás, neurocirujano y budista. Esa mañana pensé que todas las madres me observaban con lástima, luego de mi espectáculo en la vereda, y que todas habían llegado a la conclusión cierta de que mi vida era un pequeño gran desastre. Meses mas tarde, Florencia, convertida en mi gran confidente, me contó que el único comentario entre ellas estaba dedicado por entero a los atributos estéticos de mi actual marido. Mario es alto y de una belleza exótica, sus raíces italo-libanesas generan bastante interés en la platea femenina. Ese día no lo ví particularmente bello, tampoco me dí cuenta que me estaba enamorando desde que me llevó a casa después del acto y me convidó un paquete de sugus de su hija, por mi baja presión. A la semana siguiente me mandó un whatsapp después de sacar mi numero del chat de papis y mamis, del cual yo no había respondido ni un solo mensaje. El texto solo decía: ¿Pastas y Chardonay o Risotto y Malbec? Ese mismo jueves cenamos juntos y nunca mas nos separamos. En el medio, el mundo se vino abajo, nuestros hijos se odiaron por meses y el país entró una vez mas en default.