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Ordo Rosae Crucis

Oficina del Gran Maestro GRAN LOGIA ESPAÑOLA


C/ Flor de Viola, 16 P.170 “Urb. El Farell” Telf.: 938.655.522
08140 – CALDES DE MONTBUI (Barcelona) Fax: 938.655.524

Caldes de Montbui, septiembre de 2017

PARA SER LEÍDO POR EL MAESTRO EN EL ESTE DEL TEMPLO


DURANTE LA ÚLTIMA CONVOCACIÓN DEL MES DE SEPTIEMBRE DE 2017

Querido Frater, querida Soror,

Bajo los auspicios de la Rosa-Cruz,


Salutem Punctis Trianguli!

Confieso que una de las mayores satisfacciones en el desempeño de mi cargo es el de la


comunicación con todos vosotros, y esto teniendo en cuenta que esta comunicación a veces se produce
como resultado de circunstancias sociales complicadas, como las que lamentablemente hemos vivido
recientemente en los atentados perpetrados en Barcelona y Cambrils. Las opiniones que he recibido
sobre este tema, de aquellos que habéis querido compartirlas conmigo, denotan que la actual situación
genera zozobra a las personas de bien, quedando algunas de ellas atrapadas en la incomprensión de
la situación y en la duda que ha generado la demostrada relatividad bien/mal.

¿Cómo es posible que haya personas que estén dispuestas y sean capaces de cometer
atentados terroristas de tal magnitud? Desde el punto de vista psicológico se explica que una persona
atormentada y con muy bajo concepto de sí misma, quiera y pueda hacer “algo grande” que le permita
ser apreciada y querida por un grupo determinado. Estas personas están psicológicamente convencidas
de que están haciendo un gran bien, ya que el lavado de cerebro al que han sido sometidas les hace
pensar que la sociedad debe de ser destruida para que nazca una mejor.

El hecho de que estas personas conozcan lo que otras llamamos bien y que ellos continúen
llevando a cabo atentados, significa que eso que el resto denominamos bien, no es totalmente
comprensible para ellos, ya que no pueden apreciarlo interiormente, por lo que actúan a la medida de
su conocimiento, demostrando que la maldad de cada persona es el bien que su conciencia es capaz
de comprender en ese momento, puesto que, en consciencia, nadie mataría si supiera que está
haciendo el mal. También es sabido que ha habido terroristas que han realizado esos actos execrables
bajo los efectos de las drogas, lo que constata las dudas y el miedo que les ofrecía la relatividad
bien/mal ante la que se encontraban, necesitando la desconexión de la consciencia y la actuación
automatizada para llevarlos a cabo.

La cuestión se complica cuando implicamos a Dios y le hacemos responsable de permitir que


se produzcan estos actos. Es importante hacer notar que, en el plano físico, nuestro concepto de algo
tan abstracto como es Dios está ciertamente restringido por el marco de nuestros limitados sentidos
físicos, los mismos que nos hacen cometer importantes errores de percepción y apreciación, por lo que
la incomprensión del Bien Absoluto, Dios, determina una percepción no real del mal. Este mal es tan
ubicuo como pasivo, y se manifiesta cuando adquiere atributos de “bien”, que es la cualidad positiva
actuante. Es en la consciencia individual de cada individuo donde se adquiere la cualidad aparente de
“bien relativo”, de lo que para otros es el mal. Este proceso opera vibracionalmente en escala, y
lamentablemente tenemos numerosos ejemplos que dan valor a esta afirmación, recordemos por
ejemplo que para los nazis era bueno exterminar a los judíos porque en su consciencia se había
relativizado el bien y el mal en función de sus valores y de sus intereses.
Ordo Rosae Crucis
Oficina del Gran Maestro GRAN LOGIA ESPAÑOLA
C/ Flor de Viola, 16 P.170 “Urb. El Farell” Telf.: 938.655.522
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En la guerra, matar al enemigo se considera un bien, no un mal, y negarse a cumplir la


obligación de ir a matar, es decir, la de ir a la guerra, puede, paradójicamente, significar la pena de
muerte para quien incumple con la obligación de ir a matar. El fanatismo tiene esa facilidad, distorsiona
los valores sectarios hasta elevarlos a la categoría de universales. Arrojar la bomba atómica también
fue catalogado en su momento como una buena acción, ¿lo fue realmente? ¿Qué vara de medir usamos
para llegar a alguna conclusión en este sentido?

Cuando la humanidad tome consciencia de la única y real hermandad humana, de los valores
eternos, de las Leyes Mayores, de la única Moral, entonces el mal irá definitivamente desapareciendo
de los actos humanos. Cuanto mayor despertamiento de consciencia tengamos, mayor comprensión
del bien, y menor cabida para el mal habrá.

Podemos hacer una analogía entre el bien y la luz. La oscuridad no existe, pero la percibimos
cuando nos falta luz. Si las penumbras y sombras las percibimos como malignas, destruyendo los
objetos que las proyectan, desaparecen también las penumbras y las sombras. No aumentamos la luz,
pero destruimos lo que entendemos que no debería de existir, porque es malo.

Esto lo ha hecho siempre el género humano: destruir lo que genera sombras, dudas, miedo;
en definitiva, aquello que no se comprende. Pero esto aumenta la oscuridad, no aumenta la luz. Todavía
demasiadas personas, incluyendo criminales, piensan que les falta luz por culpa de los demás, porque
les obstruyen el paso de la luz, y tienden a destruir lo que obstaculiza el fluir de su luz. Ellos suponen
que hacen bien. Cuando comprendan que la Luz Mayor brota del interior de los seres, ya no necesitarán
odiar ni matar; descubrirán que el único obstáculo es uno mismo, uno mismo es el infiel al que hay
que destruir, el hombre viejo. Entonces sólo cultivarán su propia Luz Interior.

A pesar de todo, el avance en la evolución de la humanidad continua, lo que ocurre es que el


miedo hace que parezca que retrocede por épocas. Si observamos por ejemplo la lucha por la igualdad
en los países desarrollados, aunque es del todo evidente que las diferencias siguen existiendo y siendo
injustas, nada tiene que ver con lo que ocurría hace tan sólo 100 años. Igual ocurre con los derechos
de los niños y el fomento del buen trato y la parentalidad positiva, única posibilidad de cortar la cadena
de desatinos en la educación de los menores que perpetúan comportamientos arcaicos. Lo cierto es
que esto contrasta con el trato que reciben, tanto mujeres como niños, en otros países que todavía no
han alcanzado este nivel de evolución; pero hace dos siglos, y la humanidad es muchísimo más antigua,
ni se soñaba con esta posibilidad en ningún país.

También es cierto que el terrorismo consigue, a través del miedo, estancar la evolución, puesto
que el objetivo final de la evolución es una fraternidad y una educación globales, basadas en el amor.
Como consecuencia de esos atentados, algunos países dicen tener ahora miedo de recibir terroristas
entre los inmigrantes que pretenden encontrar la paz que no existe en sus países, factor éste que se
añade a la hipótesis de la desestabilización social que produciría su llegada. Se trata de retos que deben
hacernos reflexionar y que deberán ser inexorablemente incluidos en futuras líneas de mejora de la
sociedad.

Ante la violencia y el terrorismo, sea de la clase que sea, y como ya he mencionado en otras
ocasiones, no podemos permanecer impasibles, debemos trabajar para ayudar con las herramientas
que disponemos. Cuando tengamos conocimiento de un acto violento, nuestra primera ayuda debe
estar dirigida a las víctimas a través del Comité de Ayuda Espiritual o del Comité de Ayuda Silenciosa,
que se dedica a auxiliar a quienes han pasado la transición y, especialmente, a quienes lo han hecho
de manera violenta. Nuestra segunda ayuda debe ser para los allegados de las víctimas, enviándoles
Ordo Rosae Crucis
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pensamientos de fuerza y de aceptación, y también de perdón. Por último, y aunque es sumamente


complicado enviar ayuda hacia quien no ha tenido compasión con sus semejantes, también debemos
enviar ayuda hacia los que asesinan, para que tomen consciencia de la amplitud de su crimen y puedan
encontrar el camino del auténtico arrepentimiento.

Para este objetivo será necesario el desarrollo de la autocompasión en nosotros, porque es en


nuestro interior donde se genera la luz que podemos aportar al mundo. Aceptar la realidad tal como
es, comenzando por aceptar nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. No desear y no
rechazar son actos de bondad y significan amar. Rechazar y desear significan juicio. El deseo se
impregna de egoísmo y el rechazo de enojo. Enjuiciar nos lleva a condenar, algo que, de manera
inconsciente, hacemos continúa y automáticamente, ¿o somos capaces de escuchar una conversación
sin enjuiciar si estamos o no de acuerdo? Sólo aceptando la realidad encontraremos nuestros mejores
recursos para decidir y actuar en consecuencia.

Querida soror, querido frater, hasta nuestro próximo encuentro, recibe todo mi cariño y mis
mejores deseos de Paz Profunda.

Sincera y fraternalmente,

Hugo Casas

Gran Maestro

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