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Sucedió en Veracruz.

Autor: Ricardo Erecto

Dedicado a las lectoras/os de México.

Prólogo

Este relato comienza con una historia que me contó un desconocido en un bar de Veracruz (México). El
mismo despertó mi interés sobre el tema y dio lugar a tres investigaciones (ficticias) que luego realicé.

Quiero advertir a los posibles lectores que este cuento no es recomendable para personas sensibles. En él se
usa un lenguaje rudo y grosero por momentos, tratando temas sexuales desde el punto de vista
sadomasoquista.

No se recomienda la lectura amenores de edad, de acuerdo a las reglamentaciones de cada comunidad.


Cualquier similitud con alguna historia real es absolutamente casual.

Inicio

Quería comenzar a escribir una novela heroica y tenía algunas ideas de cómo estructurarla para la historia que
pensaba narrar, pero lo mejor era ubicarme en un lugar tranquilo ya que debía completar la idea. Ya lo había
hecho otras veces por lo cual decidí volver a un entorno que ya conocía.

Partí para México D.F en un vuelo de Aeroméxico y allí combiné con otro vuelo para Veracruz, hermosa
ciudad a orillas del mar. Como en otras oportunidades me dirigí al Hotel Concha Dorada, ubicado en el
Zócalo de la ciudad. Por las mañanas iba al Café de la Parroquia a desayunar con un clásico “lechero” de la
casa con panes artesanales del lugar y a platicar con los mozos que siempre aportaban ideas y experiencias
para mi novela.

Una de las mañanas, mientras disfrutaba de la vista del puerto desde un ventanal, Ramón, un mozo que me
atendía con frecuencia, me comentó que un señor quería platicar conmigo. Obviamente le dije que
gustosamente compartiría la mesa que ocupaba.

Lauro Arrechaga, tal era el nombre del hasta ahora desconocido, era un hombre de unos cuarenta años, de
pelo renegrido, algo rechoncho y de aspecto muy pulcro. Luego me enteré que había estudiado en la UNAM
filosofía pero que no concluyó su carrera. Como él decía “era especialista en cualquier cosa”. Había trabajado
en cuanta profesión a uno podía ocurrírsele, pero siempre como ave libre. No permanecía en un trabajo más
de seis u ocho meses.

-Señor Ricardo, me siento honrado sentarme a su mesa.-

-Por favor Lauro. Siempre me resulta agradable conocer gente y, además, suelen aportarme ideas para mis
trabajos literarios.-

-Justamente de eso quería hablarle. Quería contarle una historia de la cual tuve noticias bastante directas y me
ha parecido que Ud. puede narrarla adecuadamente para que se conozca.-

Lauro me contó una larga historia. Yo fui tomando notas mientras me daba los detalles y en base a esas notas
y lo que recordaba, fui escribiendo la historia que podréis leer más adelante. Debo reconocer que he agregado
algo de mi propia cosecha para cerrar algunos puntos de la historia que de otra manera no se explicarían
claramente, pero he tratado de ser lo más fiel posible. Los nombres de los personajes han sido cambiados
deliberadamente porque se trata de algunos hombres prominentes del sur de Italia. Postergué la novela que me
había propuesto escribir hasta tanto culminara con la Historia de Lauro, que así justamente la he titulado. En
lugar de escribir una novela heroica, ¡terminé escribiendo primero una novela erótica!

Historia de Lauro

Carmela era una chiquilla de 13 años cuando comenzó a sentir deseos de tener conocimientos sexuales. Le
gustaba mirarse al espejo desnuda cuando se bañaba e imaginarse cosas que no podía definir bien porque
conocía muy poco de sexo y su madre no quería hablar de esos temas porque era muy chica. Vivían en pueblo
cercano a la ciudad de Nápoles, con todas las limitaciones culturales que sobre sexo se tienen aun hoy en día
en algunas pequeñas ciudades del interior.

Con Giuseppe, su primo que le llevaba un año, habían hablado del tema pero ninguno de los dos estaba
suficientemente informado. Con frecuencia se tocaban sus órganos sexuales por encima de las prendas de
vestir, pero nada más. Jugaban peleando y siempre Giuseppe ganaba y la prenda era acariciarle las incipientes
tetitas de Carmela.

Un día ambos combinaron en ir a pelearse en un bosque vecino. El que perdía sería atado a un árbol. Tanto
Carmela como Giuseppe sabían quién perdería la pelea, por lo que ambos estaban bastante excitados.
Efectivamente Carmela terminó vencida en el piso. Debería cumplirse la prenda prometida.

Giuseppe acomodó a Carmela contra un árbol y le ató las manos por detrás del tronco. En esa posición
comenzó a aflojarle el vestido y el corpiño, apareciendo unas pequeñas e incipientes tetitas a la vista de su
primo. Los ojos de Giuseppe se iluminaron. Le levantó la falda y comenzó a bajarle la pantaleta, que quitó
totalmente. Carmela ardía de ganas de ser acariciada en sus partes íntimas pero al mismo tiempo justificaba su
pasividad por defender su virginidad por el hecho de estar atada. Era su justificación perfecta. No podía hacer
nada por evitar que su primo abusara de ella.

Giuseppe acercó la mano a la concha de la niña. Ésta separó las piernas para que su primo tuviera un más fácil
acceso. Finalmente Giuseppe se bajó los pantalones y su pene buscó la entrada de la vagina. Empujó y un
pequeño grito de Carmela anunciaba que había roto el himen. Terminada la aventura, la desató, Carmela se
puso la bombacha, se acomodó la ropa y volvieron a sus casas callados.

Al día siguiente Giuseppe volvió a la casa de su prima para preguntarle qué le había parecido lo ocurrido el
día anterior. Carmela le respondió que suponía que no lo habían hecho bien, por lo que debía repetirse la
experiencia hasta que les saliera mejor.

De allí en más, por lo menos una vez por semana visitaban el bosque. Ya no era necesario saber quién era más
fuerte. Simplemente Carmela de desnudaba y su primo la ataba al mismo árbol, la acariciaba y terminaba
penetrándola. En ocasiones Giuseppe aparentaba alejarse, dejando a su prima atada, completamente desnuda,
al mismo árbol.

En algunas ocasiones y aprovechando que los padres de alguno de ellos se ausentaban de la casa, ambos
jóvenes se encontraban y tenían sexo en la cama de alguno de ellos. Si bien disfrutaban del encuentro, la
“aventura” del bosque los excitaba mucho.

Habían pasado unos diez meses desde la primera vez que su primo la penetró, que fueron una vez más al
bosque. Se desnudó, su primo la ató, la acarició y finalmente la penetró. Hasta allí un rito que se venía
cumpliendo casi rigurosamente todas las semanas. Una vez más pareció que Giuseppe perecía alejarse. En
esta oportunidad se demoraba más que otras veces en regresar. Sin embargo pocos minutos después apareció
en el lugar acompañado por tres de sus amigos, de edades semejantes a la de Giuseppe.

-¿Qué les parece el cuerpo de mi prima? ¿Antes habían visto una chavala desnuda a disposición de ustedes?-
comentó Giuseppe, mientras con una mano acariciaba una de las tetas de su prima, la otra la pasaba
reiteradamente entre los labios del coño.
Carmela no esperaba esto de su primo pero no se animó a gritar por temor a que vinieran vecinos del lugar y
la vieran en estas condiciones. Estaba avergonzada de que los jovencitos observaran sus partes íntimas, siendo
acariciada de esa forma por Giuseppe, pero al mismo tiempo, la situación la excitaba. Los amigos de
Giuseppe, con ojos desorbitados recorrían con la mirada todo el cuerpo de Carmela, pero poco después, seis
manos comenzaron a tocarla por todas partes, incluso introduciendo un dedo en la concha.

-Pueden cogerla, pero de a uno y despacio. Hasta ahora solamente yo se la ha cogido.- autorizó Giuseppe
como dueño de la situación. Uno a uno fueron sometiendo a Carmela que al principio estaba temerosa y
avergonzada pero los tres orgasmos que estremecieron su cuerpo anuló el temor y la vergüenza. Estaba un
poco incómoda de no tener sus manos libres para ella también tocar...pero se justificaba que no podía
defenderse de las penetraciones y caricias en sus partes íntimas, por estar justamente atada.

Nino, uno de los amigos presente dijo. – Tomemos una rama y azotemos las tetas de esta putita.-

-¡De ninguna manera! ¡Yo sólo autoricé a que la cogieran, no a que le pegaran! ¡Y nada de putita que es mi
prima! ¡Ella no es ninguna puta y si deja que Uds. la cojan es porque yo quiero!

Bien, entonces, comenzó diciendo Nino, desatémosla para poder cogerla por el culo. ¡Ahora quiero metérsela
por allí!

-Basta Nino. Te he dejado coger a mi prima por la concha sin pedirte nada a cambio por ahora. ¿Qué más
quieres? Ni siquiera yo la se la metí por el culo. La desataremos para que se vista y cada uno volvamos a
nuestras casas. Nada de cogerla por el culo.

-Nino calló. No podía hacer nada. Debía conformarse con el polvo que se había echado, que, por otra parte,
era el primero de su vida. Desataron a Carmela que lentamente y sacándose el semen que corría por su pierna,
con la bombacha y comenzó a vestirse. Los jóvenes la miraban con avidez y curiosidad, a pesar de haber
acabado en su interior. Una vez terminado, salieron del bosque.

Las prácticas con Giuseppe y los amigos se prolongaron por bastante tiempo aunque Nino dos meses después
de su primer polvo, se mudó a una ciudad vecina y ya no participó más de tan íntimas reuniones. Con
frecuencia Carmela se encerraba en el baño, frente al espejo desnuda e imaginaba distintas situaciones,
posiciones y fantasías en las cuales le hubiera gustado participar. La mayoría de las veces terminaba con sus
dedos en la vagina proporcionándose algo de autosatisfacción. A escondidas se compró un consolador que
también visitaba con frecuencia su vagina y, en algunas ocasiones de mucha excitación, se lo metía por el
culo.

Cuando Carmela cumplió quince años, ya había perdido la cuenta de cuántos jóvenes habían tenido relaciones
con ella. De hecho cambiaba los trabajos que debía hacer para la escuela y otras cosas materiales por sexo.
Con el hijo del dueño de la tienda de la vuelta de su casa cambiaba ropa interior, que el joven sacaba del
comercio de su padre, por permitirle acariciarle sus partes más íntimas aunque nunca accedió a acostarse con
él.

-Si me haces el trabajo completo de Geografía, te dejo que me cojas,- negociaba Carmela con sus
compañeros. Si primo también negociaba, algunas veces por cigarrillos, una entrada al partido de fútbol u
otros objetos a cambio de prestar a su prima para acostarse con ellos. A ambos la escuela secundaria les
resultó fácil. Era cuestión que Carmela se sacara la bombacha y separara las piernas para obtener el trabajo o
la tarea que debían hacer ellos. Con los profesores, no se animaron.

Hasta finalizar la escuela secundaria su primo Giuseppe se acostaba con ella con mucha frecuencia. Parte del
trato entre ellos era que, además, cada uno conseguía alguna pareja para el otro. Así Giuseppe le facilitó
varios compañeros de cama a su prima y ésta devolvía atenciones, convenciendo a sus amigas para que se
acostaran con su primo. Era una sociedad en la cual cada uno tenía su retribución... A esta altura Giuseppe no
se ofendía si alguno llamaba “putita” a su prima como lo había hecho Nino un tiempo antes.
Apenas recibida en la escuela, Carmela decidió irse a Nápoles a ejercer su profesión, que ya era francamente
definida. Le dijo a sus padres que iría estudiar teatro por lo no tendría residencia ni horario fijo. Quería, de
esta manera, tener la libertad suficiente sin que sus familiares conocieran exactamente las andanzas de
Carmela. Particularmente creo que lo sabían pero no lo querían ver.

A su llegada a Nápoles, se relacionó con un “protector” de putas que le evitaría de ciertos peligros a cambio
de una participación de sus ganancias. También le organizaba su agenda para aprovechar al máximo su
tiempo y le conseguía clientes, al igual que a sus otras pupilas.

Un día Franco (el protector), luego de alrededor de un año de estar trabajando con Carmela, le dijo que al día
siguiente debería verse con un cliente que especialmente la andaba buscando.

-¿Cómo sabes que me busca precisamente a mí? –

-Pues porque me preguntó si conocía a Carmela Pavonutti, que sabía que estaba en esta ciudad y que trabajaba
en este barrio. Que yo sepa Carmela Pavonutti eres tú.

-Sí claro que soy yo, aunque ahora soy La Campesina, y casi nadie conoce mi apellido. Por eso me extraña
que me busquen así. Sabes que mi familia se moriría de vergüenza si sus conocidos se enteran que su hija
trabaja en esto.

-Ya te he dicho que este es un trabajo como cualquier otro. Un estibador en el puerto ¿no vende también su
cuerpo para cargar bolsas? Pues tú vendes tu cuerpo para que los hombres sean felices. Pero volviendo al
cliente, te diré que este sí conoce tu apellido y mañana lo servirás como corresponde. Está dispuesto a pagar
bien y te llevará a su casa.

-Está bien Franco. Sabes que todos mis clientes siempre salen satisfechos. Todos mis agujeros están siempre a
disposición de los amigos que pagan bien.-

A las 4 de la tarde un auto paró frente al lugar convenido y Carmela subió sin dudar.

-Tú eres Carmela Pavonutti. Me han hablado mucho de ti y quería conocer todas tus partes y todas las cosas
que puedes hacer por un hombre. ¿Te portarás bien y vas a cumplir todos mis deseos?

-Sí señor. Todos mis clientes siempre quedan muy conformes.

Llegaron a la casa del cliente. Bajaron y se dirigieron directamente al dormitorio. Allí el desconocido se quitó
los anteojos negros que ocultaban parcialmente su rostro.

-Carmela, ¿me reconoces? Soy Nino. Te cogí por primera vez mientras estabas atada a un árbol. ¿Te
acuerdas? ¡Ese fue mi primer polvo!-

-Nino, ¡tanto tiempo sin verte! ¡Claro que me acuerdo! Me querías pegar con una rama y cogerme por el
culo.-

-Exactamente. ¡Ahora voy a cumplir mi sueño!

-Nino, por el culo estoy acostumbrada a hacerlo, pero nada de pegarme.

-Pues estás equivocada. Acabas de decir que cumplirás todos mis deseos. Desnúdate que comenzaré por
cogerte por la vagina.-

Carmela guardó silencio. Efectivamente ella estaba acostumbrada a cumplir todos los deseos de los clientes,
pero nunca se había encontrado frente a semejante pedido. Estaba algo tensa. Luego de acabar, Nino se
encaminó a un armario y tomó unas esposas y se encaminó lentamente hasta dónde estaba Carmela. –No
Nino, no.- Sin embargo las esposas rodearon las muñecas de Carmela y se cerraron. Una corta cuerda unió las
esposas uno de los barrotes de la cama. Carmela quedó tendida boca abajo, con los brazos sobre su cabeza,
mostrando un culo terso y de piel muy blanca de mujer joven.

-Unos azotes en el culo te sentarán bien. La piel es muy blanca y un poco de color rosado me excitará como
para metértela por atrás.

-Por favor Nino, no me pegues. ¡Hago lo quieras pero no me pegues!

-Desde aquel día en te cogí atada a un árbol me quedé con las ganas de azotarte. Ahora estás a mi disposición
y has prometido, y lo prometió Franco, que cumplirías mis deseos y que quedaría conforme. Te daré unos
pocos azotes en el culo.

Sin decir más levantó la paleta y descargó un sonoro golpe en el frágil culo de Carmela. Bastaron diez golpes
para que la blanca piel del trasero de Carmela quedara de un uniforme color rosa. Ella aceptaba el castigo sin
decir palabra. Su obligación era dejar conforme al cliente. Alguna lágrima escapó de sus ojos.

Le sacó las esposas y luego de indicarle que se arrodillara y se separara las nalgas con ambas manos, comenzó
a empujar su pene por el estrecho agujero del culo.

Habían pasado más de dos horas desde que habían llegado a la casa. Carmela había soportado varios
vejámenes. Aparte de los azotes en el culo, el vientre y la espalda. Hasta debió permanecer unos minutos
atada a una silla con alambre, muy apretado que se incrustaba en su piel, pero se iba con una buena propina en
su bolso, su culo ardiendo por los paletazos, algunas marcas en su piel por las ligaduras y su ano un poco más
dilatado que de costumbre. Después de todo Nino era un amigo de la infancia.

Los encuentros se sucedían una vez por semana. El rito era casi siempre el mismo y Carmela salía con alguna
parte de su cuerpo roja por algún castigo recibido. En una oportunidad hasta debió soportar el paso de
corriente eléctrica. Siempre Nino había usado sus tres agujeros y al despedirse siempre lo hacía con un sonoro
beso en la boca. Esto duró unos seis meses, al cabo de los cuales Carmela pasó a servicio de Nino en manera
permanente. Ahora se convertía en una esclava sumisa.

Había dejado la prostitución y a su ex protector, para recibir castigos y placeres de su Amo Nino, que ya no se
limitaban a simples paletazos en el culo sino verdaderas torturas por parte de su dueño. La única parte del
cuerpo medianamente respetada por Nino era la concha de Carmela. Quería que estuviera en muy buenas
condiciones para recibir su pene. Especialmente las tetas recibían casi a diario algún castigo que iba desde
fuertes ataduras, a ser atravesadas por agujas o azotes provenientes de látigos, cañas, fustas y todo tipo de
instrumento que pudiera golpear esa delicada parte de Carmela. Sus pezones había sido atravesados por todo
tipo de agujas, alfileres y cuanto instrumento punzante Nino tuviera a mano

También debió soportar estar atada y completamente inmovilizada a caballetes, columnas, cepos, sillas o
mesas. También pasaba largo tiempo colgada de sus muñecas, pudiendo apenas apoyar la punta de sus pies,
ocasiones que aprovechaba Nino para aplicarle duros castigos con látigos y disciplinas. Muchas noches debía
dormir encogida en una jaula de reducidas dimensiones.

En una ocasión, luego de amordazarla y atarle los brazos en la espalda arrolló una cuerda en las tetas de la
joven y comenzó a levantarla desde una roldana en el techo. La joven se puso en puntas de pies para menguar
el castigo. Nino detuvo el ascenso cuando Carmela apenas apoyaba las puntas de los pies. Sus ojos
imploraban que aflojara la cuerda. Sin embargo debió permanecer una hora en esa posición al cabo de la cual
el dolor en sus senos y en los pies era insoportable. Afortunadamente para ella no fue flagelada

Todo aquello que tuviera que ver con el sexo era un placer para ella y si bien algunos castigos eran muy
duros, como brevemente se ha descripto, el tamaño y la forma de mover el pene que tenía Nino no la había
tenido ninguno de los cientos de hombres que penetraron su concha. Se sentía feliz de ser Carmela, la “putana
di Nino” como ella misma decía.
Dos o tres veces por mes era visitada por su primo Giuseppe, quién guardaba celosamente la condición de su
prima ante sus familiares. En estas visitas era cedida por Nino para que fuera penetrada como en aquellos
tiempos cuando apenas eran unos jovencitos calentones. También en esas ocasiones Carmela era castigada por
su primo y en algunas oportunidades debía soportar humillaciones de todo tipo que recibía de tanto de Nino
como de Giuseppe. El equipamiento en la casa de Nino era el adecuado para hacer sentir en el cuerpo de su
prima todas las humillaciones y castigos sólo imaginables por la mente más perversa. Sin embargo su primo
era a la única persona a la que cedía el cuerpo de Carmela.

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Esta historia la publiqué poco después en “Litera” una revista literaria en una serie dedicada al Cuento
Erótico. Originalmente era algo más extenso pero ciertos detalles de las relaciones sadomasoquistas de
Carmela me parecieron inadecuados como para ser publicados en una revista del nivel, recato y seriedad de
Litera, por lo cual eliminé algunos párrafos. Lamentablemente el original, completo, fue extraviado junto con
otros efectos personales en uno de los tantos viajes que realicé y no pude recuperarlo nunca más. Volví a
Veracruz, pero no encontré a Lauro. Vaya uno a saber dónde estaba trabajando ahora.

Algo de cierto debe tener esta historia, porque poco después de publicado, recibí una carta de una tal Carmela,
desde Nápoles, que, indignada y luego de insultarme, afirmaba que toda la historia no era más que nacida en
la imaginación de un autor neurótico que no conocía las mujeres del sur de Italia. No contesté la carta, pero
“cuando el río suena, agua trae”, dice el viejo aforismo. Tanto barullo se debió, seguramente, a que por lo
menos, parte de la historia era cierta y esta buena señora se vio reflejada en el cuento. ¿Sería la misma
Carmela? No me había tomado el trabajo de cambiarle el nombre del personaje, ya que es un nombre muy
común en el sur de Italia. Francamente no creo que tenga nada que ver esta con la otra Carmela. Creo que es
pura coincidencia. ¿O no?

Luego de terminado el cuento que acabo de relatar, me dediqué de lleno, en el vestíbulo del hotel Concha
Dorada a trabajar en la obra que me había llevado a Veracruz. Cambié un poco la temática de mi novela
porque la Historia de Lauro había penetrado en mi imaginación y dejó huellas que luego se reflejaron en las
investigaciones que inicié y en los cuentos cortos del que soy autor. Pensé seriamente si debía dedicarme
definitivamente a escribir cuentos eróticos para ser publicados en un volumen. Lo quiero meditar un poco
más.
Sucedió en Veracruz. Investigación I

Después de mi último libro «Influencia del Tango en la Segunda Guerra Mundial» que se vendieron muchos
miles de ejemplares en Tanzania y Afganistán, quise tomarme un descanso e investigar sobre lo que me había
contado Lauro y que narré en «Sucedió en Veracruz». Primero pensé en viajar a Nápoles para averiguar de
Carmela y Nino pero deseché la idea. No me sería fácil dar con ellos entre otras cosas sin dominar el idioma.

Por otra parte en caso que lo lograra no sería sencillo que me contaran la historia de primera mano, en
especial teniendo en cuenta la carta recibida y que mencioné en ”Sucedió en Veracruz” de una tal Carmela.

Fue así que comencé a preguntar a los conocidos qué sabían de las prácticas sadomasoquistas y, para mi
sorpresa, mucha gente sabía más cosas de las que yo me había imaginado. Algunos lo practicaban, otros
hubieron querido practicarlo pero no se animaron y muchos otros se conformaban con videos y fotos. La gran
mayoría de los hombres querían ser los dominantes y la gran mayoría de las mujeres consultadas, ser las
dominadas.

Luego de preguntar, buscar en distintas guías y detectar varias publicaciones relacionadas con el tema, me
enteré de la existencia de Mujeres Solitarias S.A. por las publicidades en una de las revistas especializadas,
indicando que el titular era el señor Florindo Díaz Badul. Consideré entonces que lo mejor era ir directamente
a la firma en cuestión y hablar con Florindo.

Fue así que me apersoné un miércoles luego de la hora del almuerzo y me presenté a la recepcionista, una
agraciada joven vestida con pantalón y chaqueta de cuero negro con tachas doradas.

-Soy Ricardo Erecto, le decía mientras le alargaba mi tarjeta personal. Quiero hablar con el Sr. Florindo Díaz
Badul. He visto los avisos en una de las revistas que ustedes hacen publicidad.-

Se dirigió a una puerta y luego de unos minutos regresó, invitándome a pasar.

-Mucho Gusto Sr. Erecto. ¿A qué debo su visita?

-Soy escritor y quería informarme de las actividades de Empresas como la suya y otras informaciones que
quizás Ud. tenga la bondad de suministrarme.-

-No tengo inconveniente, pero bajo ciertas premisas.

-Dígame Ud. Sr Díaz.

-Primero, que si usted publica un libro con las investigaciones, nombre a mi Establecimiento como el más
importante del País en su rubro.

-Concedido Sr Díaz. Sin duda es la empresa de este tipo que hace más publicidad.

-Segundo que se resguarde las identidades de las jóvenes que en este momento estás alojadas en el
Establecimiento y de los clientes que han visitado el lugar.

-Concedido también. La reserva y mantener la confidencialidad de las personas en un don que Dios me dio.-

-Finalmente no deben tomarse fotografías de ninguna parte del Establecimiento.

-También estoy de acuerdo. Si me permite le haré algunas preguntas.

-Adelante. Ya tengo ante mi vista la base de datos. Pregunte nomás.

-¿Cuántas mujeres tienen en este momento?


-Tenemos alojadas 137, de las cuales 98 son para venta, 31 para venta o alquiler y 8 para alquiler. Las de
venta son para transferencia definitiva, y las de alquiler se las cede al interesado por un tiempo, que no será
menor a exactamente una semana, es decir 168 horas.

-¿Cómo se efectúa la venta?

Cada una tiene un precio de venta. Si alguna de las mujeres permanece mucho tiempo sin ser vendida,
entonces se procede a rematarla al mejor postor. La mayoría de las mujeres son propiedad de la Empresa y
sólo unas pocas son dejadas en consignación a un precio dado. También efectuamos canjes, tomando alguna
esclava como parte de pago. Con los dueños de las mujeres con los cuales no llegamos a un acuerdo por el
precio al cual nosotros las compramos, son dejadas en consignación para su venta. En ese caso quién deja la
joven en consignación debe abonar una cuota mensual de 400 dólares para solventar gastos de alojamiento y
comidas y cuando se efectúa la venta debe abonarnos un 15 % de comisión.

-¿Qué edades tienen las jóvenes?

-Nunca menos de 18 años que es lo legal. Hoy, la mayor de todas tiene 33 años, pero la gran mayoría tiene
entre los 18 y los 25 años.

-¿Alguna nacionalidad en particular?

-Hay de todos los países y orígenes. Tenemos rubias, morochas, pelirrojas, de tez blanca, mulatas, indígenas,
negras, etc. Por eso cuando un cliente quiere comprar alguna joven puede especificar qué es lo que quiere.
¿Quiere hacer una prueba?

-Me encantaría, pero debe quedar claro que no voy a comprar nada.

-No importa, Hagamos de cuenta que usted está interesado en la compra de una esclava. Dígame, ¿Entre qué
edades la prefiere? ¿Tez de la piel?

-18 a 21 años, mulata.

-¿Estatura, medidas, virgen o no, etc.?

-1 metro sesenta de altura, 83 centímetros de busto 55 de cintura y 92 de cadera, 53 kilos. Puede no ser virgen.

Florindo tecleó varias cosas en su computadora y, luego de buscar en la base de datos me dijo.

-Aquí tengo a Marita, 19 años, 1 metro sesenta y dos centímetros, 88 de busto, 56 de cintura y 89 de cadera.
57 kilos, tez morena, su abuelo era negro y los demás familiares blancos. Ojos pardos. Es virgen.

-Veo que es un buen sistema de búsqueda.

-Una vez seleccionada se le presenta al cliente. La llamaré para que la conozca. Ya sabe que lo hago sin
compromiso alguno.

-En ese caso acepto que me la presente.

-Atención Marita, Presentarse en la sala uno.- dijo a través de un micrófono. Nos movimos a la sala de al
lado. Momentos después golpeaban la puerta.

-¡Adelante!- dijo Florindo. Se abrió la puerta y se presentó una hermosa joven que vestía una pollera y una
remera. Casi de inmediato y sin indicación alguna comenzó a desnudarse. La última prenda que se quitó fue
una bombacha de muy reducidas dimensiones, mostrando un hermoso cuerpo lustroso y de formas
impecables. Casi de inmediato comenzó a dar vueltas sobre sí misma para mostrarme su cuerpo desde
distintas ángulos. Tenía unas tetas muy firmes y un culito respingón. Era una delicia verla. Su coño depilado
apenas mostraba algunos vellos en el pubis.

-Acuéstate en la camilla para que el señor pueda observarte mejor.- ordenó Florindo. De inmediato la joven se
acostó boca arriba en una camilla y encogió y separó las piernas para que quedara a la vista su vulva y su ano.

-Ábrete los labios para una mejor observación.- volvió a ordenar Florindo, mientras Marita cumplía el pedido.
Me acerqué para palparle las tetas y tocar sus pezones. Luego a una indicación mía se dio vuelta para que
pudiese observar su culo.

-Quizás el señor te compre. ¿Serás una esclava que obedecerás todas las órdenes de tu dueño?

-Sí señor, podrá castigarme a su gusto si ese es su deseo. Sé que ese será mi destino y lo acepto.

-Suficiente.- dije. -Puedes vestirte.- Se vistió rápidamente y luego de pedir permiso, salió del lugar.

-¿Qué le ha parecido Ricardo?

-Muy bien. Se la ve muy obediente y resignada a mostrarse ante un extraño. ¿Cómo logra semejante
comportamiento?

-Persuasión y castigos. Si aceptan su condición con persuasión, tanto mejor. Si no algunos castigos les hacen
comprender que deben obedecer y que no hay salida posible.

-Marita es virgen. ¿Cómo les enseñas todas las cosas sexuales?

-Los videos nos ayudan mucho. Varios de ellos son comprados, usted sabe que en el mercado hay de todo.
Otros son filmados aquí mismo. Así aprenden a hacer una felatio, recibirla por el culo o ser desvirgadas.
También pueden observar y tocar algunas vergas en erección, pero nunca son penetradas.

¿Cómo llegan hasta aquí?

-Deben mostrarse muy obedientes, porque en caso contrario tendrían alguna penitencia. En cuanto a cómo
llegan aquí, es de diversas maneras. La mayoría de las veces las traen parientes o amigos que quieren
encaminar su comportamiento o porque necesitan dinero, pero a veces se presentan por su propia voluntad y
ceden lo que pagamos por su compra a algún pariente, amigo o institución de bien público. Las traen o llegan
y me preguntan cuánto estoy dispuesto a pagar por ella. Yo la miro, las hago revisar por nuestro médico y
luego ofrezco un precio. La gran mayoría de las veces llegamos a algún acuerdo. Pago y la joven se queda
aquí para ser vendida. La diferencia entre compra y venta por supuesto es nuestra ganancia. Es un trabajo
similar a una concesionaria de autos. Tenemos autos nuevos (como Marita) o autos usados como alguna otra
que puedo mostrarle.

-Dos preguntas: ¿Cuántas jóvenes puede alojar aquí? ¿Y qué castigos les administran por no ser obedientes?-
pregunté.

-Vamos por partes. Aquí tenemos ochenta habitaciones dobles que pueden alojar 160 jóvenes. Las comidas
son por autoservicio y tenemos 28 menús diferentes. 14 para el mediodía y 14 para la noche. En total hay 20
baños con lo cual nunca están congestionados. En cuanto a los castigos tenemos tres salas, que lo invito a
visitar ahora mismo. Creo que dos de ellas están ocupadas por dos chicas que esta mañana se negaron a
limpiar las habitaciones.

Nos dirigimos hacia la sala 1. Allí, atada a una cruz de San Andrés había una joven amordazada que había
recibido seis fuertes azotes con una caña en el culo. Las marcas eran bien visibles. Observé su cara. Las
lágrimas se habían secado sobre su rostro. Ante la pregunta de Florindo si había aprendido la lección, movió
la cabeza afirmativamente. Luego si quería ser torturada otra vez, movió la cabeza negativamente.

Luego nos dirigimos a la sala 2. Allí estaba una joven colgada de las muñecas y los tobillos simultáneamente
con sus piernas separadas mostrando su vulva que estaba ocupada por un vibrador. Tenía claros signos de
haber recibido algunos azotes en su concha antes de la introducción del vibrador. No estaba amordazada y
cuando entramos vi en su mirada, el temor de continuar siendo castigada. Florindo le separó las nalgas para
que yo pudiese observar su esfínter. Estaba rojo ya que hasta allí había llegado el castigo.

Finalmente pasamos a la sala 3. Allí, amarrada a algo similar a un sillón ginecológico había una hermosa
joven rubia. Tenía sus ojos vendados. Sus pezones estaban apretados por sendas pinzas cocodrilo de las cuales
partían cables que terminaban en un aparato electrónico. En su concha tenía introducido algo, que no veía
excepto una pequeña esfera metálica de la cual partía otro cable que iba al mismo aparato.

Me explicó, y lo pude comprobar momentos después, que el dispositivo cada minuto producía una descarga
eléctrica de un segundo. Justamente en ese momento se produjo la descarga. Todo el cuerpo de la rubia se
estremeció que apenas gimió.

-Como este es un castigo entre se concha y sus tetas se lo aplicamos a quién haya cometido una falta grave.
Ella insultó a uno de los ayudantes del establecimiento. La tendremos así por unas ocho horas. Ya lleva dos
soportando las descargas.

Luego dirigiéndose a la joven le preguntó si volvería a insultar al personal y si creía que merecía el castigo.

-No señor, no volveré a insultar al personal. Creo que este castigo me lo merezco. Las descargas que siento en
la concha son terribles. Aaahhhhhh.

Justamente en ese momento recibió otra descarga.

-Todos los castigos que impliquen meterles cosas en el culo o la concha son, lógicamente, para las que no son
vírgenes.

-¿Cuántas mujeres vende por año?

-Alrededor de 150. Es decir que en promedio están menos de un año antes de ser transferidas. Como le dije
antes hacemos dos remates anuales con las chicas que llevan más de un año sin ser vendidas. Por suerte no
son más de cuatro o cinco por año.

-¿Qué hacen con estas mujeres los compradores? ¿Son hombres o también mujeres que compran otras
mujeres? ¿El médico, sólo las revisa una vez?

-Los compradores generalmente son amos sadistas que castigan duramente a las sumisas que compran, pero
ese es asunto de ellos. Sé que es así porque cuando las traen para dejarlas en parte de pago, suelen traer
marcas de los castigos recibidos. También son compradas por prostíbulos para renovar o aumentar su oferta
de putas. Algunas mujeres también compran sumisas, son con tendencia lésbica y también suelen castigarlas.
En cuanto a nuestro médico las revisa al ingresar, luego les pone un D.I.U. para asegurarse que no se
embaracen y mensualmente se las revisa para asegurarse su buen estado de salud.

Volvimos a la oficina de Florindo. Allí me mostró, en la pantalla de su computadora, fotos de todas las
mujeres que ocupaban su establecimiento. Aprovechando el ofrecimiento que me había hecho anteriormente y
observando una joven de unos 23 años que me impresionaba, Sarita, que no era virgen, le pregunté cuánto
costaba y si podía revisarla como antes había hecho con Marita.

-Por supuesto, ya la llamo. La vendo en sesenta y dos mil dólares.

Momentos después una rubia espectacular comenzaba a desnudarse para mostrarme su cuerpo. Acercó sus
pechos para que los palpara (eran muy firmes) y luego se acostó en la camilla. Flexionó la cintura y separó las
piernas mostrando un conducto vaginal muy húmedo y apetecible. Un vello muy suave quería,
infructuosamente, ocultar el tesoro que tenía entre sus piernas. Como ya había sido penetrada, probé mi dedo
índice en su interior, que estaba completamente húmedo. Era una hembra de lo mejor.
Le indiqué que se diera vuelta. Con sus manos separó las nalgas para hacer más visible el ano y los labios de
la vulva. Quedé impresionado. Le puse una mano sobre el pecho para notar las pulsaciones de su corazón.
Latía normalmente por lo que entendí que esta era una situación a la cual estaba acostumbrada. Levantó sus
piernas y las separó ligeramente y con sus dedos separó los labios de la vulva para mostrarme mejor sus
intimidades. Finalmente le indiqué que se vistiera y se retirara.

-Realmente Florindo, creo que tiene muy buen material. Debo confesarle que nunca imaginé que semejantes
jóvenes pudieran estar a la venta. ¿Ellas saben lo que les puede ocurrir cuando sean vendidas? ¿Esto es,
terminar torturadas por un amo severo o trabajando de putas en un prostíbulo?

-Por supuesto que lo saben. Aceptan su destino y estoy seguro que algunas lo desean vehementemente. Usted
que es escritor debe conocer muchas historias que a veces parecen salidas de la imaginación, pero son más
verídicas de lo que los lectores lo suponen. En este mundo pasan muchas cosas que no imaginamos. Le diré
una cosa más. Usted me ha caído bien. ¿No quiere cogerse Sarita? Se la cedo por un rato sin costo. Arriba
tenemos una habitación para estas ocasiones.

-Realmente se lo agradezco pero será en otra oportunidad. Ahora no tengo ganas de cogerme a esta hermosa
criatura.

-Si no la he vendido cuando vuelva, estará a su disposición. Creo que no durará mucho en el establecimiento,
Tiene muy buen cuerpo y está a un precio muy bueno, pero si viene pronto, seguramente la encontrará.

-Florindo, le agradezco todo lo que me ha contado. Seguiré averiguando algunas cosas y ya lo volveré a
molestar para que me cuente más cosas de este mundo desconocido para mí. Siempre me he movido entre
historiadores, filósofos, escritores y periodistas. Como le he dicho esto es todo nuevo para mí.

-Hasta pronto, Ricardo. Espero verlo seguido.

Debo reconocer que salí bastante confundido de la entrevista. Debía poner en orden mis ideas, hacer algunas
notas y luego preparar más preguntas para hacerle a Florindo. Su ofrecimiento de cederme a Sarita para
acostarme con ella, no era despreciable aunque no cuadraba con mis costumbres. Seguí buscando en la red, en
los avisos clasificados de los diarios, los anuncios de las revistas y en las guías telefónicas. Hice algunos
llamados telefónicos y me percaté que Florindo era verdaderamente un caballero.

Escuché tantas groserías que concluí que era mejor no visitar ciertos lugares. Mi sorpresa fue mayor cuando
encontré un lugar que se especializaban en «mujeres-potrancas». Algo así como Pony-girls en inglés. Decidí
visitarlo para interiorizarme de qué se trataba. El establecimiento estaba ubicado en una chacra a unos 200
kilómetros de la ciudad, tomando por la ruta siete. ¿Habrán elegido la ruta siete por alguna cábala?

Quedamos citados para el jueves por la mañana, por lo que me levanté muy temprano para llegar al lugar a las
9 de la mañana. En la entrada había un cartel que decía «PONYGIRLS FACTORY». Vaya uno a saber por
qué tenía un nombre en inglés. Luego me enteré.

Me recibió Stephen Gordon, dueño de la «chacra», un inglés que había llegado a la Argentina hacía unos diez
años. En su despacho había cuados de mujeres tirando carros. Otras en establos tal como yeguarizos. Ante mis
preguntas comenzó a explicarme. -Aquí entrenamos jóvenes mujeres como potrancas. Son útiles para arrastrar
carruajes, para organizar carreras y para todo aquello en que se puedan usar yeguarizos. Es una buena manera
de humillarlas. Para que vea cuán útiles y dóciles son podemos salir a pasear por el campo en un sulky tirado
por un par de ellas.

Dicho esto se levantó y ordenó que prepararan un carruaje con Gata y Tetona. Luego me explicó que eran los
nombres de las ponies. Gata porque tenía cara de felina y Tetona, por sus pechos de generosas dimensiones.
Poco después subimos a un carruaje donde dos mujeres, con apretados corsés en sus cinturas, las muñecas
atadas a la cintura, un freno en sus bocas y unas botas como calzado, estaban unidas a la vara del mismo.
Aparte de los arneses indicados no tenían puestas otras prendas, por lo que su concha depilada era muy
visible, como luego lo comprobé, lo mismo que sus tetas, cuyos pezones lucían sendas argollas.

Steve levantó el látigo que hizo sonar alternativamente en ambos culos. Las dos ponies salieron al trote,
mientras Steve manejaba las riendas. Yo estaba particularmente sorprendido por la fuerza en las piernas de
estas mujeres y por la aceptación de tan degradante condición. Así debieron trotar más de dos kilómetros al
cabo de los cuales estaban jadeantes y transpiradas. Nos detuvimos y bajamos del carruaje y fui a examinar a
las jóvenes. Pude observar que sus conchas también estaban anilladas, por lo que pregunté el motivo.

-Las anillas de las tetas sirven para castigarlas si no se portan bien y en los días de fiesta, les colgamos
cencerros para llamar la atención. En cuanto a las de las conchas, se pueden colgar pesos o dominarlas
fácilmente cuando se resisten a cumplir alguna tarea.

Miré los ojos de Tetona. No se la veía que sufriera la humillación a la cual estaba siendo sometida. Me daba la
impresión que lo aceptaba como algo normal. Estaba totalmente sometida a la voluntad de Steve a pesar del
maltrato que recibía. No podía hablar porque el freno que tenía en su boca le trababa la lengua. Miré con
detenimiento su culo y su espalda. Tenía varias marcas del látigo. Seguramente la habían castigado cuando
estaba atada a algún carro. Steve desató a Tetona y le preguntó: -¿Crees que mereces un castigo por cómo te
has comportado?- Para mi sorpresa Tetona asintió con la cabeza. De inmediato Steve la ató a un árbol y
empuñando el látigo comenzó a castigar su vientre, el culo, la espalda y las tetas sin piedad. Luego de unos
minutos cesó el castigo. Tetona se arrodilló y besó los pies de Steve.

Luego dirigiéndose a Gata le repitió la pregunta. Gata también contestó afirmativamente, pero en este caso
Steve le quitó el corsé dejando todo el cuerpo de Gata expuesto al látigo. Más de 30 azotes cayeron sobre su
cuerpo. Marcas rojas resaltaban sobre su blanca piel. Abundantes lágrimas salían de sus ojos. Una vez
terminado el castigo, Gata también se arrodilló y besó los pies de Steve.

-Tengo que azotarlas para que queden bien domadas. Cuando volvamos a la chacra las voy a torturar con la
picana en la concha. Eso las estimula mucho y ayuda a que obedezcan sin resistirse.

Por mi parte no podía creer lo que estaba viendo. Yo pensaba que todo esto estaba prohibido y cuando me
enteré que había llegado el Juez del pueblo, supuse que me vería en problemas. Sin embargo, el Juez
saludando afectuosamente a Steve le preguntó. ¿Para cuándo cree que estas dos putas estarán bien domadas y
podrán servirme?

-Creo que en dos o tres semanas ya estarán listas. Posiblemente mañana será la yerra para dejarlas marcadas
para siempre. De vuelta al establo voy a torturarlas con la picana. ¿Quiere venir así va practicando?

-Me parece una buena idea- dijo el Juez. -Vamos que las quiero ver sufrir un poco para que sepan quién
manda aquí.

Así regresamos de inmediato al establo. Primero Tetona fue amarrada a una mesa con las piernas separadas y
su sexo expuesto. Steve tomó la picana y comenzó a aplicársela en la concha sin consideración. Tetona, ahora
sin el freno en su boca, gemía con desesperación. El juez alentaba a Steve.

-Más, más en esa concha. Quiero que se retuerza del dolor. Steve, dele más corriente.

Finalmente consideraron que era suficiente. Observé con detenimiento la parte castigada. Estaba roja y muy
hinchada. Ahora era el turno de Gata.

También fue amarrada a la mesa. Le colocaron unas pinzas con cables a los pezones y con otra punta
electrificada comenzaron por el vientre y bajaron a la concha. Gata quería contener los gritos pero le era
imposible. Las puntas electrizadas recorrían una y otra vez el clítoris y se introducía parcialmente en la
vagina. El castigo duró más de media hora. Al finalizar el Juez comentó.

-Muy buen trabajo Steve. Cuando me mande estas putas a mi quinta, envíeme también una picana. Las voy a
torturar sin compasión y prepárame uno de esos látigos feroces con que he visto que a veces las castiga. No se
podrán imaginar lo que les espera a estas dos yeguas.

No pude decir nada. Tenía un nudo en la garganta. Sin saludar me fui y regresé de vuelta a Buenos Aires y
mientras manejaba no podía sacar de mi retina los cuerpos desnudos de las dos jóvenes mientras eran
torturadas delante del Juez de Paz.

Unos días después decidí volver a Florindo en Mujeres Solitarias. Me atendió de inmediato y le relaté lo que
había visto unos días antes en el establecimiento de campo.

-Lo que no entiendo Florindo es cómo esas mujeres llegaron a esa situación y parecen estar felices de su
condición.

-Es que es así. De lo contrario no serían esclavas sumisas. Te propongo algo. Aquí tienes la lista de todas las
mujeres que tenemos en venta en este momento. Elige una cualquiera y luego de examinarla, interrógala
acerca de su condición y todo lo que tú quieras.

Acepté de inmediato y pedí que viniera Ashley Taylor, una joven de 20 años, de origen inglés. Unos minutos
después se presentó y, como era habitual, comenzó a desnudarse. Cuando se sacó la bombacha observé que
estaba totalmente depilada. Luego de mostrar su cuerpo, se acostó en la camilla para que la examinara más
detenidamente. Su pubis, como dije, sin sombra de vello, era extremadamente suave. Toda su piel era de una
tersura indescriptible. Unos pezones prominentes invitaban a la caricia. Luego de observarla y tocar algunas
de sus partes, comencé el interrogatorio.

-¿Sabes para qué estás aquí?

-Sí señor, para ser vendida como esclava.

-¿Sabes cuáles serán tus obligaciones como esclava de quién te compre?

-Complacerlo en todo lo que requiera. Seguramente me castigará todos los días para su propio placer.

-¿Cómo has llegado aquí?

-Me vendió mi cuñado. Cuando mi hermana se casó, me llevaron a su casa para que los ayudara en las tareas.

Aproximadamente al mes de estar allí, una noche mi cuñado vino a mi habitación y dijo que quería cogerme.
He sido educada en una familia que a los hombres de la casa siempre se les obedecía, por lo cual me puse a su
disposición. En ese momento todavía conservaba mis agujeros sin estrenar, pero si mi cuñado quería usarlos,
no me podía negar.

Fue así que primero tuve que chupársela un poco y luego me la metió en la concha. Sentí un poco de asco
tener que meterme la verga en la boca pero lo acepté. Luego me dolió cuando me la clavó en la concha. Antes
de irse me dijo que no lo había hecho bien pero que confiaba en que aprendería a hacerlo mejor y me anunció
que la próxima vez me la metería por el culo, por lo cual debía hacerme un enema para el día siguiente.

Así lo hice y apenas me había metido en la cama entró mi cuñado, me desnudó y me la metió primero en la
concha, luego en la boca y finalmente me la metió por el culo. ¡Que dolor al dilatar el ano! Nunca pensé que
me dolería tanto la primera vez. Luego de correrse, volvió a decirme que no lo había hecho bien.

Fue entonces que comencé a preguntar a mis amigas, leer revistas y buscar información de cómo coger y
cómo complacerlo. Todas las veces que cogíamos terminaba diciéndome que no había satisfactorio. Así
estuvimos unos dos meses, en los cuales además de cogerme, me castigaba por no hacerlo como él quería. A
veces participaba también mi hermana en los castigos, luego que mi cuñado me cogiera.

Al cabo de ese tiempo ambos me dijeron que esa situación debía terminar ya que no aprendía a coger como
mi cuñado quería.
Dos días después me despertó en la mañana y me dijo que me vistiera que en vista de los pobres resultados en
la cama, me iba a vender. Subimos al auto y me trajo hasta aquí.

Me ofreció en venta al señor Florindo y luego de desnudarme y analizar las cualidades de mi cuerpo,
discutieron el precio. Fue larga la negociación ya que si bien mi cuñado admitía que no sabía coger, servía
como esclava para ser torturada. Finalmente cerró trato y pasé a ser propiedad de Mujeres Solitarias S.A. con
las obligaciones lógicas, de someterme a las reglas del lugar.

-¿Te gustaba ser tratada de esa manera?

-Al principio no, pero me acostumbré y viendo la cara de feliz de mi cuñado cuando me cogía y a veces me
torturaba, me sentía feliz. Pienso que luego de esas sesiones en que era duramente castigada, mi hermana
tendría una divertida velada de sexo con él. Como le dije, en ocasiones mi hermana también participaba de
mis torturas. Cuando alguien me compre, también gozará castigándome y eso me hará feliz sabiendo que mi
cuerpo satisface a mi dueño.

-¿Cuál era el castigo más frecuente y por qué?

-Le responderé primero por qué. Creo que simplemente porque les gustaba verme sufrir y torturarme y no
tanto por no saber coger. En cuanto al castigo más frecuente en realidad había dos. El primero era colgarme
de las muñecas o los tobillos (en este caso cabeza abajo), con las piernas separadas para dejar mi sexo
expuesto y con una vara o látigo flagelaba todo mi cuerpo. Si estaba colgada de los tobillos mi pobre concha
sufría la visita del látigo sin piedad. El otro castigo que también me aplicaba con frecuencia era luego de
atarme los brazos en la espalda, tener mi cuerpo levantado pero apoyado en una cadena que pasaba entre mis
piernas. Así todo mi peso se descargaba en mi concha, sobre los eslabones de la cadena, que no era muy
gruesa y se incrustaba sin piedad.

-Recuerdo otros castigos que quizás no eran frecuentes pero sí inolvidables por lo doloroso. Me ataban a un
caballete boca abajo con lo cual dejaba el culo expuesto. Mientras mi hermana me mantenía separadas las
nalgas para que el esfínter quedara a la vista de mi cuñado, éste clavaba agujas todo alrededor del agujero. Iba
penetrándolas lentamente. El dolor era insoportable pero como generalmente tenía una efectiva mordaza en la
boca, todo el castigo transcurría en silencio. En una oportunidad me pincharon con 30 agujas que dejaron
clavadas por varias horas mientras permanecía atada al caballete.

-Todos estos castigos se desarrollaban en la intimidad de la casa y luego que mi cuñado me cogiera y aparte
de los tres, nadie más sabía qué me hacían, hasta que en una oportunidad, una sola, en que prepararon para
torturarme, llegaron unos amigos de mi cuñado. Sin cambiar los planes me azotaron, me pincharon las tetas y
me introdujeron un consolador en la concha y otro en el culo y así permanecí hasta que se fueron. Debí
escuchar todo tipo de insulto y humillaciones por parte de los presentes, aunque ninguno de ellos tocó mi
cuerpo, excepto, por supuesto, mi cuñado y mi hermana.

-Todo lo que me has contado, ¿te hacía feliz?

-Me hacía feliz pensando en la felicidad de mi cuñado y mi hermana.

-¿Por lo que me has contado te trajeron acá?

-No lo sé exactamente pero creo que fueron dos cosas. Por un lado se estaban cansando de mi cuerpo y por
otro necesitaban dinero. Cuando Mujeres Solitarias me compró, para luego venderme, pagó bastante dinero y
al contado.

-¿Sabes que quién te compre volverá, seguramente a torturarte, violarte, humillarte y degradarte?

-Sí, ya lo dije y lo sé y eso es lo que estoy esperando. Preferiría que fuera un hombre y no una mujer. Por lo
que se las mujeres suelen ser más crueles pero los hombres cuando manejan el látigo lo hacen más fuerte y
con más firmeza. Por otro lado si me compra un varón sería frecuentemente violada, cosa que me complace.
¿Usted me comprará? Creo que podría ser muy cruel conmigo, pero que me cogería frecuentemente.

-No soy de comprar esclavas. ¿Conocías este mundo de castigos y penitencias?

-Algo, porque una tía mía era frecuentemente castigada y torturada por mi tío. Recuerde que soy de
ascendencia inglesa y en algunas comunidades esto es frecuente. Es cierto que nunca pensé en ser torturada
como lo fui y como seguramente lo seré cuando tenga nuevo dueño. He hablado con algunas chicas que están
aquí como parte de pago dejadas por algún amo y me han contado las torturas que han sufrido. Seguramente
es emocionante.

Debo confesar que estaba cada vez más y más sorprendido de lo que había visto y escuchado. Ella estaba feliz
de ser tratada de esa manera. Ahora también entendía un poco más a Gata y Tetona. Ashley insistió en
mostrarme mejor sus intimidades y me invitó, con permiso de Florindo, a que le introdujera un dedo en la
vagina para que comprobara cuán mojada estaba. Aproveché la oportunidad. Estaba realmente húmeda y
parecía un conducto estrecho. También observé con detenimiento el pubis. Había pequeñas pero muchas
marcas lineales, muestra inequívoca de los azotes que había recibido en esa zona. Los labios exteriores de su
concha también tenían marcas.

-Ves Ricardo- comentó Florindo luego que Ashley se había retirado, -que conocías muy poco de este mundo
de sumisión. Hay gustos para todo. Podríamos llamar a muchas de las chicas y todas te responderían más o
menos lo mismo.

Asentí con la cabeza y me retiré a meditar. Si bien me era difícil comprender todo esto, ya me estaba
acostumbrando a ver el cuerpo de jóvenes desnudas que eran azotadas o lo habían sido. Pensando nuevamente
en Carmela (de La Historia de Lauro) entendía que no era tan improbable que lo que me habían contado
tuviera más visos de realidad que de fantasía de lo que yo pensaba.

Unos días después de lo acontecido me llamó Florindo por teléfono para invitarme a una fiesta privada que
daba uno de sus asiduos clientes. -Será una reunión en su casa. Verás varias esclavas y el motivo será darle la
bienvenida a una de las chicas que vendí hace unos días. La bienvenida será algún castigo especial que
Rómulo, mi cliente, tiene preparado para ella.

Estuve indeciso si aceptar la invitación o no. Me costaba estar tranquilamente mirando mientras una jovencita
era castigada por puro placer. Sin embargo tendría oportunidad de ver el comportamiento de otras esclavas en
esas circunstancias como así también la de los dueños de las mismas. Finalmente acepté.

Llegamos algo tarde, alrededor de las nueve treinta de la noche, cuando la ceremonia iba a comenzar. Había
unos ocho hombres con sendas esclavas a sus pies. Todas estaban desnudas, varias esposadas y con grilletes y
todas con un collar en su cuello unido a una correa. Había otros invitados (hombres y mujeres) que estábamos
solos. En el centro de la estancia había una tarima con un poste redondo de 30 centímetros de diámetro. Unos
minutos después entró Rómulo trayendo una joven encadenada. La ubicó de espaldas al poste y la ató
firmemente.

-Se procederá a leer el veredicto- dijo con voz grave.- Será flagelada y sometida a otros castigos en todo su
cuerpo a modo de bienvenida a esta casa donde, posteriormente, será cruelmente torturada y humillada.-

A continuación procedió a amordazarla y empuñando el látigo con firmeza comenzó a descargar golpe tras
golpe sobre el cuerpo de la joven, que se retorcía entre las ligaduras. Poco después, todo su cuerpo, desde las
tetas hasta la pantorrilla estaba con gruesas marcas rojas debido al castigo recibido. Estimo que fueron más de
cincuenta azotes que Rómulo aplicó con toda su fuerza. Era fácil observar las lágrimas de la esclava.

Terminado esa parte del castigo le colocó unas pinzas en los pezones y conectándolas por medio de cables a
un aparato, comenzó con descargas eléctricas sobre sus tetas. Podían escucharse los gritos ahogados de la
esclava a través de la mordaza. Finalmente le introdujo un enorme vibrador en la vagina que la hizo
estremecer mientras cesaba el pasaje de corriente entre sus pezones. Minutos después, y luego de retirarle las
pinzas de las tetas, comenzó a clavar agujas en la areola. Había pasado más de una hora cuando finalmente
finalizó el castigo pero la joven debió permanecer atada al poste. Todos aplaudieron y felicitaron a Rómulo
por la excelente esclava que había comprado y el castigo de bienvenida aplicado.

Un señor que estaba sentado muy cerca de mí y que había concurrido con una esclava, dirigiéndose a ella le
dijo:
-Esto me ha excitado mucho. Puta, prepárate porque a nuestro regreso voy a torturarte durante toda la noche.-

-Si mi Amo. Estoy ansiosa por servirlo. Me alegra que esté pensando en mí. ¿Usará el aparato nuevo que ha
comprado?

-Seguramente.

-¡Pobre mi conchita! ¡Cómo va a quedar! ¡Estoy ansiosa por volver a casa!

Luego, dirigiéndose a mí, me dijo: ¿No cree que ha sido un castigo muy suave? Realmente esperaba de
Rómulo algo más contundente, como otras veces lo he visto hacer. Sin embargo me he puesto de humor para
castigar a mi esclava.

Por mi parte no contesté, aunque quizás y para no contradecirlo, asentí con un leve movimiento de cabeza.

Estaba claro que todos los días tenía cosas para sorprenderme. No podía entender acabadamente las
expresiones de la esclava, pero en fin, evidentemente soy un novato en estas cuestiones.

Unas semanas más tarde tenía algunas preguntas más y me dirigí nuevamente a Mujeres Solitarias S.A. para
hablar con Florindo. La secretaria me comunicó que estaba con una persona, pero le comunicaría mi
presencia. Unos minutos después me invitaron a pasar al despacho del titular de la empresa.

-Ricardo, te presento a Rolando, que es titular del Colegio de Niñas Esclavas.- me dijo Florindo.

Luego de los saludos, Florindo me comentó muy escuetamente de qué se trataba el Colegio, pero le cedió la
palabra a Rolando para que él mismo me lo explicara.

-Florindo me ha dicho que usted está haciendo una investigación sobre las esclavas, las castigadas, las Pony
girls y otras variedades de mujeres sumisas.

-Efectivamente.- dije. -Me estoy informando de todo aquello que tenga que ver con la dominación y sumisión.
Pero su colegio, ¿no es uno religioso?

No precisamente Sr Ricardo. El Colegio es de Niñas Esclavas pero no dedicadas a la religión sino a los
hombres. Le explicaré que hacemos y qué ensañamos en nuestro Colegio.

El relato, si bien no fue grabado para asegurar la exactitud, creo que se ajusta bastante a la realidad.

-Nuestro colegio recibe niñas desde los 15 años recién cumplidos hasta justo antes que cumplan los 17 que es
la edad mínima permitida para vender chicas. En el curso se las instruye en todas aquellas artes de la sumisión
a varones exclusivamente y todo está orientado para satisfacer los caprichos de los hombres.

-La chicas ingresan y lo primero que se les enseña es anatomía masculina y femenina. Tenemos modelos de
plástico y muchos videos para que conozcan su cuerpo y al que deberán servir. Se evita en todo momento que
se toquen entre ellas o hagan comentarios obscenos.

-Se le va infundiendo la necesidad de las penitencias para lo cual deben permanecer sentadas y calladas por
largo rato. Se les enseña todo lo relativo al sexo y cómo dar placer. Distintas posiciones para el coito.
Ninguna de las niñas es castigada por sus profesores ni deben quitarse la ropa o mostrar sus prendas interiores
y mucho menos mostrar las partes íntimas.
-Luego deben conocer todos los instrumentos que serán usadas sobre ellas, desde una simple esposa o
mordaza hasta los aparatos más sofisticados. Se les enseña cómo se usan para que cuando los vean, en una
sesión de sumisión en la cual sean las protagonistas, ya conozcan cómo deben ubicarse para ser castigadas.

-Hacia el final del curso se pasan muchos videos en los cuales aparecen mujeres siendo castigadas, torturadas,
humilladas, etc. La repetición de las escenas las acostumbra y las prepara para la función que deberán
cumplir. Se insiste mucho en el castigo de los genitales ya que consideramos una parte que será usada y
abusada con mucha frecuencia. Muchas horas pasan frente a los videos. Tenemos algunos de castigos muy
duros, desde electricidad hasta marcas con hierros calientes. Otros videos de humillaciones, debiendo posar
desnudas mostrando sus intimidades en lugares públicos.

-También deben estudiar historia, especialmente de la Edad Media con un máximo detalle de los instrumentos
usados y los distintos castigos y torturas que se aplicaban a las mujeres. Se dan detalles del uso de líquidos
irritantes en las distintas partes del cuerpo así como las marcas que pueden dejarse en la piel con diversos
instrumentos. Sin embargo todo esto es teórico, ya que ninguna de las niñas sufre el menor rasguño en su paso
por el Colegio. Cuidamos mucho el prestigio de la Institución.

-Cundo termina el curso, ¿qué destino tienen estas niñas?- pregunté.

-Están disponibles para ser vendidas en lugares como éste o en el mercado internacional. Sabemos que
alrededor de un 70% de nuestras alumnas terminan como esclavas en Europa o el norte de África. Menos de
un 10 % en otros países vecinos y el resto dentro de nuestras fronteras. La mayoría dentro de las fronteras son
esclavas de hombres que las tienen ya sea como juguetes personales o como forma de mostrar su importancia.
Muy pocas son compradas por prostíbulos. Suelen ser caras para ellos, excepto para Castigos S.A. que es un
prostíbulo dedicado exclusivamente para hombres que quieren luego de gozar de las putas, torturarlas
cruelmente. En el mismo lugar dispones de las cámaras de torturas para los clientes. Ellos sí pueden afrontar
los pagos que implican las compras de nuestras alumnas.

-¿Cuántas alumnas asisten a los curso?- inquirí.

-Unas treinta por curso. El curso es de dos años. El primero con chicas de quince años y el segundo con chicas
de dieciséis, es decir que se reciben anualmente treinta. Apenas cumplen diecisiete se ponen de inmediato en
venta. Tenemos el orgullo de decir que nuestras ex alumnas se venden en el término de dos meses como
máximo. Son muy buscadas. Justamente Florindo tiene una joven egresada nuestra que ha sido traída por su
tío hace tres días.

-Ricardo, ¿quieres interrogarla? La llamo para ti. Eso sí, Rolando deberá dejarnos solos.- Comentó Florindo.

-Yo ya me iba. Ha sido un gusto conocerlo Sr. Erecto. Cuando guste pase por nuestro Colegio.-me invitó
Rolando.

Florindo llamó a Herminia, una joven que había cumplido la edad mínima hacía sólo 25 días. Pocos minutos
después se presentó una joven cuyo cuerpo se podía imaginar a través del fino vestido que usaba.

-Herminia, desnúdate para mostrar tu cuerpo al Sr. Quiere admirar todas tus dotes e interrogarte y quizás te
compre.- Ordenó Florindo.

Herminia no pudo evitar el rubor y comenzó a desnudarse. Era la primera vez que un posible comprador
quería evaluarla. Se quitó la camisa, luego los zapatos, a continuación la pollera. Se detuvo quedando en
bombacha y corpiño.

-Herminia, eso no es lo que hemos enseñado. Desnúdate o tendré que castigarte- ordenó Florindo.

Herminia se aflojó el corpiño y lentamente se lo quitó. Dos hermosas tetas, muy firmes y con unos pezones
erectos se mostraron a nuestra vista. Luego se bajó la bombacha y se la quitó totalmente. Ahora sí quedaba
desnuda. Le indiqué que se diera vuelta. Un culito redondo, también muy firme y muy blanco apareció ante
mis ojos. Era una hermosa figura. Le acaricié las nalgas para comprobar si eran tan firmes como parecían.
Luego le indiqué que se volteara nuevamente y le apreté ligeramente sus pechos.

Finalmente le indiqué que se acostara en la camilla boca abajo. Le separé las nalgas para observarles el ano.
Luego debió darse vuelta, boca arriba para que libremente abriera las piernas y pudiera observar su sexo. No
lo noté húmedo. Le separé los labios exteriores y observé un conducto vaginal muy estrecho. El pelo del pubis
era muy suave y podía observarse que naturalmente casi no tenía vello en las piernas.

Acto seguido pasé a interrogarla.

-Quizás te compre Herminia. ¿Te gustaría ser mi esclava?

-Señor, estoy aquí para ser vendida como esclava. Ese es mi destino. Obedeceré todas sus órdenes y dispondré
mi cuerpo para su satisfacción en todo momento.

-Mira que a mis esclavas las trato con dureza. Te penetraré por todos tus agujeros y te castigaré sin piedad.-

-Sí señor. Para eso es que Ud. compra una esclava. Espero servirlo adecuadamente.

Aun conociendo la respuesta pregunté: ¿Has sido torturada alguna vez?

-¡Nooo! Nunca me han torturado. Además soy virgen. Ningún hombre me ha penetrado.

-¿Pensarás en escapar si no te tengo encadenada?

-No señor. Soy una esclava sumisa. Si me escapara, estaría indicando que no he aprendido nada en el Colegio
de Niñas Esclavas. Gozaré sentirme encadenada pero no para no escaparme sino porque ello gustará a mi
dueño. Estoy segura que sentir una cadena alrededor de mi cuello que me sujete será algo muy excitante.-

-¿Qué tortura te gustaría que fuera la primera que te aplicara apenas te compre?

-La que al señor le cause más placer. Como no he sido torturada no puedo decir cuál me gustaría más pero
aquella que satisfaga a mi dueño será la que más me gusta. Como Ud. comprenderá tampoco he sido
penetrada por ninguno de mis agujeros. Es posible que mi señor goce penetrándome primero y luego
castigándome en la concha. Por lo que he aprendido si bien es doloroso ser castigada en la concha esto
también satisface a los dueños de las esclavas.-

-Y si te ordeno trabajar de puta en la calle, ¿cómo te comportarás?-

-Como una puta callejera. Respetaré siempre su voluntad y gustos y haré lo que me ordene con verdadero
orgullo.

-Bien Herminia. La entrevista ha finalizado. Vístete y vuelve al lugar dónde estabas.

Una vez que se vistió y se retiró del recinto Florindo, con una enorme sonrisa me preguntó.

-¿En algún momento pensaste en comprar esta esclava? Te vi muy interesado y es la primera vez que
examinas con detalle a una de nuestras chicas. ¿Te gustaría tener a Herminia en tu casa?

-Francamente no. Debo reconocer que todo esto me resulta mucho más familiar que al principio pero creo que
no estoy preparado para tener una esclava en casa. Lo que sí debo reconocer es la naturalidad con que hablaba
de ser castigada y complacer a su dueño. No presentaba el menor rencor hacia su tío que la dejó aquí para su
venta.

Nos despedimos y nuevamente me fui a mi estudio a meditar en todo lo había visto y oído. Me puse a escribir
de inmediato para no olvidar nada importante.

Lo relatado hasta aquí es un adelanto, un informe previo de mis investigaciones. Sin duda es un tema que
llevará mucho tiempo sacar conclusiones valederas. Por ahora veo que «sólo sé que no sé nada». Los
próximos pasos será buscar en Internet información sobre esclavas, ventas, arrendamientos, equipamientos y
otros instrumentos usados en estos casos.
Sucedió en Veracruz. Investigación II

Estaba disfrutando de un aperitivo al atardecer, viendo los veleros que vagaban por el Caribe cuando una
mujer de unos treinta y cinco años se me acercó y dijo:

-Usted es Ricardo Erecto, ¿No es así? Lo vi hace unos días por televisión cuando lo entrevistaban sobre ¨La
Influencia de la Edad Media en Nuestras Costumbres.

-Efectivamente, soy Ricardo Erecto. ¿En qué puedo ayudarla señorita?

-Susana Monte, mi nombre.

Generalmente cuando se me acercan de esta manera es para contarme alguna historia. Ya me había sucedido
muchas veces. Frecuentemente no dicen su nombre para resguardar su identidad y no comprometerse.

-Quería contarle algo, porque me enteré que Ud. estaba investigando sobre la sumisión de mujeres. Conozco
una persona que está a pocos kilómetros de aquí que tiene varias jóvenes esclavas. Yo lo conozco bastante
como para solicitarle una entrevista, si es que usted le interesa.

-Por supuesto que sí, Susana.- respondí. ¿Cómo debo conectarme con él?- Daba por sentado que se trataba de
un varón.

-Lo llamo enseguida. Eso sí tendrá que ir Ud. solo, ya que yo no lo podré acompañarlo. Seguramente ya se
enterará por qué.

Luego de realizar la comunicación, concertó la entrevista para el día siguiente. Debía preguntar por el señor
Hans Moeller.

A la mañana siguiente llegué a la enorme casona que me habían indicado. Salió a atenderme un hombre de
unos 32 años, bastante corpulento pero de fino modales.

-Soy Hans. Susana ya me adelantó que Ud. está investigando sobre esclavas. Tengo muchas cosas que
comentarle, pero antes que nada pase usted que ya pongo una esclava a su disposición.

La última aseveración no dejó de sorprenderme. Poco después apareció nuevamente trayendo una joven, que
sólo calzaba una muy diminuta pantaleta, como allí le decían, de la punta de una cadena que rodeaba su
cuello.

-Se llama Maqueta, porque todo en ella es de reducidas dimensiones. Tetas pequeñas, culito pequeño,
conchita pequeña, pero es muy dócil. Por supuesto puede ordenarle absolutamente lo que desee que ella lo
complacerá.

-Realmente no es mi intención ordenarle nada. Mi visita es para informarme de su actividad aquí, y conocer
algo de esclavas y sumisas.

-Lo mejor será que primero visitemos las instalaciones y luego le doy los detalles que desee.

Nos dirigimos a un ala del edificio. Nos acompañaba Maqueta que ahora tenía las manos esposadas en la
espalda. Transponiendo una gruesa puerta de madera se accedía a un pasillo largo, a la derecha del cual se
veían una serie de celdas con puertas enrejadas. En el interior de algunas de estas celdas había mujeres
desnudas, tres de ellas encadenadas. Recorrí el pasillo con asombro. Casi hacia el final había sobre la
izquierda una puerta con un cartel que decía: Sala de Obediencia.

Transpusimos la puerta y pude observar el cuerpo desnudo de una joven inclinada sobre un caballete con dos
gruesas marcas en el culo.
-Esta es Cortina. La tengo muchas veces colgada de las muñecas. Hoy es el día que le corresponde
obediencia, por eso está aquí. Atada en un caballete y hasta ahora ha recibido dos latigazos en el culo. Luego
recibirá alguno más. En esta Sala de Obediencia están todos los instrumentos que uso sobre las chicas para
enseñarles justamente obediencia. Hace tres años mandé construir todo este ala de la casa. Entramos primero
por las celdas, que son doce y están todas ocupadas y este lugar que he equipado con todo tipo de
instrumentos para atormentar a las mujeres que están esclavizadas.

Hans me dio todo tipo de detalles del uso de cada aparato y con frecuencia pedía a Maqueta que se ubicara en
el mismo para mostrarme su uso. Terminado el recorrido, me indicó que debía castigar a Cortina. Nos
dirigimos al lugar en el que la muchacha estaba atada. Tomando un látigo que estaba junto al cuerpo de la
joven. Hans descargó otros dos azotes en el culo y otros dos en la espalda. Cortina apenas emitió un quejido.
Las marcas se notaron de inmediato. Supongo que deben haber sido muy dolorosos.

Salimos de la Sala y recorrimos el pasillo ahora en sentido inverso. Me paré frente a una puerta de reja de una
de las celdas. En su interior una joven desnuda con grilletes en los tobillos, esposas en sus muñecas y una
cadena que unía su collar con una argolla en la pared, me miraba con cierta curiosidad. Su cuerpo tenía varias
marcas de castigos que había recibido no hacía mucho tiempo.

En el interior de la celda había sólo un catre de madera con un edredón a modo de colchón. Hacia un costado
divisé un pequeño baño.

Esta es Secuestrada, de la cual ya le contaré la historia, me dijo Hans. Seguimos camino y nos encaminamos a
su despacho. A una indicación mía Maqueta se retiró del lugar.

-Hans, cuénteme cómo llegaron estas chicas aquí.

-Es una historia un poco larga. La primera joven que ingresó a esta casa como esclava fue Candado. Su
nombre se debe a debió pasar muchos días encadenada y con candados porque quería escaparse. Resulta que
un día se presentó y me pidió quedarse a vivir en esta casa a cambio de lo cual ella se avenía a ser mi esclava.
Yo nunca había tenido esclavas conviviendo conmigo pero ante su insistencia, acepté y se realizó el contrato
pertinente. Tenía en ese momento apenas 18 años. Su cuerpo invitaba a gozarla y hacerle algunas otras cosas.

-Luego de todas las formalidades, me dispuse a violarla, como era mi derecho. Ella no había previsto
realmente lo que es una esclava por lo que tuve que azotarla primero para violarla después. Allí me enteré que
era virgen y que yo era el primero en penetrarla. Como quiso escaparse la encadené y tuve que diariamente
recordarle que ella era mi esclava. Para ello nada mejor que unos azotes u otros castigos. Luego de cuatro
semanas era una joven dócil y se empeñaba en servirme adecuadamente.

-Muy poco después me vino a ver un mercader de esclavas. Traía una joven rubia de cuerpo firme y
agradables líneas. Discutimos largamente el precio pero finalmente compré a Pelitos para ampliar mi pequeño
harén. El nombre de Pelitos se lo puse por los finos y escasos pelos rubios que adornaban su pubis. No es por
jactarme pero cuando la compré pensaba que hacía una buena compra. ¡Cómo se somete a mis caprichos
sexuales! Además resiste muy bien los castigos.

-La tercera fue Secuestrada. Ella es la sobrina de Susana. Yo conocía a Susana desde hacía un tiempo y me
comentó que una sobrina de ella, de comportamiento algo rebelde, quería que fuese la esclava de un varón y
me propuso que me hiciera cargo de ella. Me dijo, además, que ella no quería aparecer como la promotora de
su esclavitud, por lo cual prepararía todo para que yo la secuestrara.

-Hay algo que no entiendo Hans, Pregunté. ¿No estás fuera de la ley secuestrando a una joven y
esclavizándola de la manera que tú lo haces?

-No. Si cualquier ciudadano secuestra a una mujer y no hay reclamo por parte de un familiar directo dentro de
los tres días de producido el secuestro, la secuestrada pasa a ser propiedad del secuestrador, pudiendo
disponer de ella como quiera. Así es la ley en esta ciudad, pero continúo con mi relato.
-Susana preparó todo y un día de regreso de visita de la casa de su tía estaba esperando en la ruta a algún
vehículo que la alcanzara hasta su casa. Susana me avisó y me dirigí al lugar indicado. Secuestrada subió al
auto. Hicimos algo más de dos kilómetros y le dije que debía internarme en un campo a buscar la caza del día.
Ella no se sorprendió. Finalmente paré el auto y sacando una cuerda de la guantera del auto quise atarle las
muñecas.

-Comenzó a gritar y a resistirse pero finalmente logré atarle fuertemente las muñecas en su espalda. Luego
otra cuerda a la altura de los codos ya dejaba sus brazos sin movimiento. Como seguía con sus gritos, pataleos
y pedidos de auxilio, primero la amordacé y luego le puse una capucha de tela negra con lo cual comenzó a
desorientarse. Finalmente una cuerda en los tobillos y otra en las rodillas le hicieron perder toda posibilidad
de escapar. La tomé y la puse en el maletero del auto.

-Esta pequeña pelea me había excitado y por un momento pensé en violarla allí mismo, pero consideré que era
mejor hacerlo en la Sala de Obediencia. Llegamos a casa, la saqué del baúl y la llevé a la Sala. Allí le até las
muñecas por sobre su cabeza, le retiré la capucha y le desaté las piernas, fijando sus tobillos con sendas
cuerda al piso, manteniéndolas separadas.

-Acto seguido comencé a aflojarle la camisa y le corté el corpiño. Podía acariciar sus tetas a gusto. Ella
mientras tanto, a pesar de la mordaza se esforzaba por gritar. Así le fui cortando toda la ropa hasta que solo le
quedaba la bombacha, que muy poco después caía hecha jirones en el piso. Ahora sí era el momento de
violarla.

-Susana ya me había advertido que no era virgen, pero su conchita era muy estrecha, por lo que era un
verdadero disfrute cogérsela. Una vez violada le di unos azotes en el culo y le quité la mordaza, explicándole
que la había secuestrado para convertirla en mi esclava. Gruesas lágrimas caían de sus ojos pero sabía que no
podría hacer nada. Nadie reclamaría por este secuestro dentro de los tres días y luego quedaría
definitivamente de mi propiedad. Por ese (y otro motivo que ya te contaré) es que Susana no quiere venir por
aquí. No quiere que su sobrina la vea conmigo.

-Quedó largo rato sollozando hasta que finalmente la llevé a una celda y la encadené. Siempre se ha portado
muy bien y no he tenido necesidad de castigarla más allá de mi propio placer. De todas maneras la primera
semana la cogí por adelante y por atrás y la torturé en los diversos aparatos que habrás visto. Era para afianzar
mi poder sobre ella y que comprendiera que estaba completamente sometida a mi voluntad. Tiene un cuerpo
muy adecuado para ser castigado.

-Habrás visto que Secuestrada tenía una mirada de resignación. Hace ya más de un año que es mi esclava.
Luego compré otras dos. Pelada, porque llegó con la concha afeitada e Inglesa, por su origen Británico. A
Pelada la compré en un remate de esclavas y a Inglesa la importé de Europa.

-Me invitaron a un remate que se accedía solamente con invitación especial. No tenía especial interés en
comprar una esclava pero cuando vi a Pelada, desnuda, en el estrado para ser subastada, me entraron ganas de
comprarla.

-Por algún motivo que desconozco, hubo pocas ofertas y sin pujar demasiado, bajaron el martillo,
adjudicándome la compra.

-En cuanto a inglesa, me enviaron un catálogo con esclavas en venta. Traía varias fotos de cada una de las
esclavas en ventas, algunas encadenadas, otras con arneses, atadas, amordazadas, etc. Inglesa estaba
encadenada, desnuda, con una cinta sellando su boca y mostrando unas tetas muy firmes. Me gustó su figura e
hice una oferta. Luego de discutir el precio la compré y me la enviaron para aquí. La temperatura caribeña
hace que las puedas tener desnudas incluso a la intemperie, que se soporta muy bien.

Ya tenía cinco esclavas pero quería tener más.


-Poco tiempo después, de un colegio de jóvenes rebeldes me ofrecieron unas diez chicas de 17 y 18 años que
estaban en el establecimiento pero que habían intentado escapar varias veces. La directora quería deshacerse
de ellas y me propuso vendérmelas a un precio realmente regalado. Vi fotos pero quería conocerlas
personalmente. Le propuse entonces que con la excusa de hacer una pasantía en una estancia, quería
entrevistarlas.

-Así fue. Entrevisté a las diez y por su cuerpo y personalidad elegí tres. Quedamos en que al día siguiente las
pasaría a buscar para llevarlas al establecimiento. Las tres jóvenes pensaron que sería muy buena oportunidad
para escaparse, desconociendo el futuro que yo les tenía preparado.

-Al día siguiente fui al colegio, pagué lo estipulado y acordamos vacunar a las tres jóvenes para prevenir
enfermedades en la estancia. En realidad fueron inyecciones de anestesia. Unos quince minutos más tarde y
ya en la ruta las tres jóvenes se quedaron profundamente dormidas.

-Llegamos aquí, las bajé y las acomodé en las celdas, desnudándolas previamente y encadenándolas al catre.
Cerré las tres celdas y me retiré a esperar que se despertaran.

-Unas dos horas después comencé a escuchar unos gritos. Me dirigí a las celdas. Efectivamente se habían
despertado, encontrándose con la sorpresa de estar encadenadas. Les anuncié que serían mis esclavas y que
poco después, luego de violarlas procedería a aplicarles algunos castigos.

-Las tres palidecieron de temor. La primera en ser violada fue Granito, nombre que le puse por un lunar que
tiene cerca de la concha. Luego que descargué mi leche en su interior la llevé a la Sala y la monté en un
caballete, amordazada. Unos cuantos azotes le calentaron el culo y la espalda.

-Volví a otra de las celdas y violé a Tetitas, nombre dado por lo chico de sus pechos. Luego la llevé a la Sala
y la fijé en la mesa de torturas. Unas pinzas en los pezones y el clítoris completaban el castigo inicial.

-Finalmente era el turno de Culona, que podrás imaginar el por qué del nombre. La llevé luego a la Sala y la
até a una columna. Estaba por usar una picana pero me pareció muy cruel para el comienzo. Entonces decidí
sólo clavarle algunas agujas en los pezones. No te imaginas la expresión de dolor en su rostro.

-Finalmente azoté abundantemente a Tetitas y Culona para comenzar su entrenamiento.Con las ocho esclavas
comencé a organizar las cosas. Todos los días una de ellas sería torturada pero el día previo sería
intensamente cogida. Mi régimen actual es de no menos de cuatro polvos diarios que los descargo en la
esclava que será castigada al día siguiente. Las demás esclavas están dedicadas al orden de la casa, la limpieza
y preparar la comida. Independientemente de sus obligaciones puedo coger o castigar a cualquiera de ellas
aunque no sea el día de cogida y de castigos.

-Yo quería tener más esclavas. Hablé con Susana para ver qué podíamos hacer. Me sugirió que ella buscaría
una muchacha apropiada para ser secuestrada. Unos días después me llamó para informarme que tenía en la
mira una joven alemana de 22 años que acostumbraba a hacer escapadas con sus amigas a lugares poco
frecuentados, sin dejar señas de dónde estaba. Era la joven ideal para secuestrar, porque si bien tenía
familiares directos que podían reclamar, no era probable que lo hicieran dentro de los tres días que marcaba la
ley. Pasado ese tiempo, no habría problemas.

-Estaba todo preparado y ella misma la invitó a una salida y quedó en que la esperara en la ruta. Allí fuimos
los dos. Paramos el auto y como vio a Susana, subió sin dudar. Poco después paramos el auto y comenzamos
a atarla. Al principio pensó que era un juego pero cuando ya atada Susana, dirigiéndose a mí me dijo -¨Hans,
puedes llevarla a tu casa tranquilo. Podrás cogerla y torturarla a gusto. Está bien atada y ahora la
amordazaremos.¨- Intentó gritar, hecho que aprovechamos para introducirle una bola en la boca. La
trasladamos al maletero, yo alcancé a Susana a su casa y emprendí camino a la mía. Otra razón por la que
Susana no quiera venir.

-A llegar la saqué del baúl. La misma Secuestrada me ayudó a llevarla a la Sala y la atamos a una mesa
diseñada para torturas. Una vez allí Secuestrada, luego de desnudarla parcialmente, se retiró. Me quedé solo
con ella y a mi merced. Le retiré la mordaza de la boca y comenzó a pedir que no le hiciera nada, que ella
accedería a mis requerimientos sexuales.

-Jovencita,- le dije, -desde ahora en más serás llamada Ale, por tu origen alemán. Por supuesto que te voy a
violar cuando así lo quiera, pero primero voy a torturarte un poco para ver cómo te comportas.- Te aseguro
Ricardo, que la manera que comenzó a implorar que no la castigara me produjo tal erección que no pude
contenerme, la desnudé completamente, le apliqué dos o tres azotes en el vientre y se la clavé sin más trámite.

-Ya más calmo le expliqué qué es lo que haría con ella. Le apliqué unos azotes más en las tetas, el vientre y
las piernas y luego de colocarle grilletes en los tobillos, un collar y esposas la llevé a una celda, ordenándole a
una de las esclavas que quedara fuera de celda, pero contra la reja para informarla en detalle de la vida dentro
de mi casa.

-Las siguientes dos vinieron por su propia voluntad. Algo sabían qué era ser esclavas y luego de darles más
detalles, decidieron quedarse. Son Palito, por lo flaquita y Manzana, por su culito redondo y rosado en forma
de manzana. Me han dado muchas satisfacciones. Palito la chupa muy bien. Te diría que es una especialista en
mamadas. En cuanto a Manzana su culo es ideal para los azotes. Es uno de los castigos que frecuentemente le
aplico.

-Ya tenía diez esclavas y consideré que era un número suficiente. Sin embargo Susana me informó que un
traficante, que se dedicaba casi exclusivamente a putas, tenía una joven que entendía que la podía vender a
mejor precio que como puta. Me propuso que la fuéramos a ver.

-Llegamos a la casa y luego de mencionarles el motivo de nuestra visita nos hizo pasar a un salón casi vacío
pero que tenía una gruesa columna casi en el medio del mismo. Allí estaba atada una joven, totalmente
desnuda y con los ojos vendados. Su figura era espectacular. Alta, mide un metro sesenta y ocho centímetros,
delgada y muy rubia. Los pezones, muy oscuros y prominentes eran una invitación a pelizcarlos. Los pelos de
la concha apenas se veían por lo claros que eran. Realmente me gustó.

-Había sido entregada al traficante por su tío como parte de pago por una deuda contraída. La joven estaba
resignada a ser vendida como puta o esclava ya que no le quedaba otra alternativa. Parecía muy dócil.
Arreglamos el precio y Rubia, así la bauticé, pasó a integrar mi harén.

Finalmente una mañana al salir de la casa me encontré en el jardín con una joven con claros signos de haber
sido violada. Había sido dejada en el lugar por sus amigos que, luego de una fiesta y con unas copas de más
habían abusado de ella. Sus ropas estaban desgarradas. Su estado era lamentable aunque intuí una buena
figura. La hice pasar y viendo varias jóvenes desnudas, con grilletes o esposas me preguntó qué eran.

-Le di detalles de la vida en mi casa y me pidió encarecidamente que la tomara como esclava ya que luego de
lo ocurrido no podía volver con su familia o amigos. Me tomé unos minutos para pensarlo, mientras la invité a
recorrer la casa para que estuviera segura de la actividad en la misma. A medida que avanzábamos por las
celdas, noté que sus ojos brillaban cada vez más. Al llegar a la Sala la hice pasar.

-Allí estaba Tetitas sufriendo por estar atada en una muy incómoda posición. La joven la miró con curiosidad
y finalmente, arrodillándose a mis pies me pidió que no la privara de permanecer en mi casa. Se bajó el resto
de braga que le quedaba y tomando mi mano la acercó a la concha para que apreciara la humedad de la
misma. Creo que fue convincente y de allí en más pasó a integrar el conjunto de mis mujeres. La bauticé
Abandonada por la manera en que llegó a mi residencia.

-Así, amigo Ricardo, es como llegaron las doce muchachas que me acompañan.

-Hans, tengo algunas dudas que, si puedes, me las respondes.

-Con gusto Ricardo, pregunta.

-¿Cuál de todas las esclavas es tu preferida?


-Te diré que en realidad tengo dos preferidas. Una es, sin duda, Secuestrada y la otra es Rubia. Ambas reciben
mis favores masculinos con más frecuencia que las demás. También reciben castigos extras mayores que las
demás.

-¿Qué precauciones tomas para que no queden embarazadas?

-Todas tienen una pequeña operación en el cuello de útero que les impide embarazarse.-

-¿Cómo es un día típico aquí?

-A las 7 de la mañana suena una alarma y nos despertamos todos. Las esclavas que no están encadenadas,
comienzan de inmediato a higienizarse en los baños de las celdas. Las que pasaron la noche encadenadas,
esperan a que yo las libere y comienzan a higienizarse.

-La que recibirá el castigo mayor ese día, sin desayunar va directamente a la Sala a esperarme. Las demás se
dividen la tarea en preparar el desayuno, lavar la ropa y acomodar sus celdas. Luego del desayuno ya voy a la
Sala para comenzar los castigos en la que le corresponde. Luego comienzo a gozar con la será castigada al día
siguiente.

-Luego puedo castigar a alguna de ellas o simplemente atarla o humillarla de alguna manera. Luego vuelvo a
la que recibe el castigo mayor. Generalmente gozo de alguna de las esclavas y ya estamos dispuestos para el
almuerzo. Mientras algunas de las esclavas lavan y limpian la cocina y el comedor yo me dedico a continuar
castigando a la del día u otra, si tengo ganas.

-Así seguimos hasta la noche que luego de cenar penetro a alguna de ellas, le doy el último castigo a la
esclava designada, encadeno a alguna de ellas y nos vamos a dormir.

-Mira Hans, me he quedado intrigado con Rubia. Podemos llamarla para hacerle algunas preguntas.

-Por supuesto Ricardo, pero creo que será mejor que la interrogues en la Sala. Allí hay un sillón de
interrogatorios que todas le temen mucho y será muy cómodo para ti.

-¿Por qué todas le temen mucho?

-Porque deben ponerse dos consoladores, uno en el culo y otro en la concha. Son metálicos y al lado del sillón
hay un tablero. Si aprietas el botón rojo, reciben una descarga eléctrica en sus partes íntimas. No sabes cómo
se estremecen cuando aprieto el botón. Ya tiemblan de sólo pensar que las voy a poner allí.-

-No quisiera abusar de una de tus esclavas preferidas.

-No es abusar, es poder proceder a interrogarla con comodidad. Vamos para allá.

En el camino Hans indicó a Manzana que buscara a Rubia y le indicara que fuera a la sala. Poco después llegó
Rubia. Realmente tenía un cuerpo espectacular. Era una de las mejores figuras desnudas que había visto en mi
vida. Con voz firme Hans le indicó que se dirigiera al sillón de interrogatorios. Rubia no pudo contener las
lágrimas anticipándose al sufrimiento que le esperaba. Hans le acomodó los dos consoladores en la concha y
el culo y la fijó con correas al sillón. El tablero de comando fue acomodado a un costado del sillón.

-Bien, ya puedes interrogarla. No ahorres lo que necesites hasta que consigas las respuestas que busques.
Mientras tanto estaré torturando a Cortina. Si me necesitas, me llamas.

-Hans, pensaba interrogarla delante de ti. No quiero abusar de esta joven ni de tu confianza. Me has dicho lo
que representa esta joven para ti.
-No te preocupes. Las esclavas están para servir. Haz con ella lo que quieras. Yo estaré de acuerdo en todo.
Adelante.

Estaba frente a Rubia. Tenía los ojos húmedos ya que suponía que iba a castigarla sin piedad, en especial
teniendo en cuenta las últimas palabras de Hans. Comencé el interrogatorio.

-¿Cuándo y cómo te enteraste que serías dada como esclava en parte de pago de una deuda?

-Sabía que mi tío debía mucho dinero. Una tarde me dijo que quizás debiera utilizar mi cuerpo para saldar
parte de una deuda. Eso fue un mes antes que me cediera al traficante. En principio pensé que debería
acostarme con algunas personas como ya había hecho en otras oportunidades. A la semana me dijo que sería
una cesión permanente. Entonces comprendí lo que me esperaba.

-¿Cómo se concretó la entrega?

-Una mañana mi tío me anunció que por la tarde nos esperaba el traficante para valorar mi cuerpo y arreglar la
cancelación de la deuda. A la tarde llegamos a la casa. Allí una mujer me ayudó a quitarme la ropa y
quedarme sólo con las prendas interiores. Me colocó unas esposas que fijó en lo alto de un poste. Poca
después entró el traficante que me desnudó completamente, palpó todo mi cuerpo de la manera más obscena y
humillante y finalmente discutió con mi tío el valor de la transferencia. Firmaron los papeles y quedé
definitivamente en manos del traficante hasta que me vendiera.

-¿Cuánto tiempo estuviste con el traficante antes que te comprara Hans?

-Unas dos semanas. En ese tiempo vinieron a verme en seis oportunidades. Por lo que podía oír, ya que estaba
encapuchada, alguno de ellos eran los dueños de prostíbulos. Me tocaban la concha, las tetas, el culo, todo.
No quedaba nada sin investigar. Discutían el precio. El traficante quería más dinero para venderme y no se
ponían de acuerdo. Finalmente vino Hans con una mujer y me compró.

-¿Has sufrido mucho en convertirte en esclava?

-Al principio sí. Hans es un experto en hacer sufrir el cuerpo de sus esclavas. Por supuesto me violó a su
gusto. De las penetraciones que soporté la más dolorosa y humillante fue la primera por el culo. Creo que
probé todos los aparatos que Hans tiene, pero luego de unas tres semanas me acostumbré a ser su obediente
esclava.

-Veo algunas marcas de látigo en tu cuerpo y estos dos anillos en tus pezones. ¿Es todo obra de Hans o antes
ya te habían azotado y anillado?

-No, es todo obra de Hans. Antes no había sido castigada.

-Me has dicho que ahora te acostumbraste a los castigos de Hans. ¿Te gusta estar aquí como esclava?

-Creo que sí. Es cierto que a veces debo sufrir castigos terribles como los que seguramente me van a aplicar
de un momento a otro, pero también tengo algunas compensaciones.

-¿Qué clase de compensaciones?

-Unos polvos que me hacen estremecer toda. Nunca me había corrido de esa manera.

-¿Cuál ha sido el castigo con el que más has sufrido?

-No sabría decirle. Aquí en el sillón de los interrogatorios puede ser uno de ellos. El otro es cuando Hans me
cuelga cabeza abajo con las piernas separadas y descarga el látigo sin piedad en mi concha. Ese castigo me lo
ha aplicado cuatro veces desde que estoy aquí. No puedo casi caminar por dos días por el dolor que me
provoca entre las piernas.
-¿En esos días no puede cogerte o lo hace igual?

-A veces me coge igual y otras me la da por el culo.

-Bueno Rubia, creo que el interrogatorio ha terminado.

-¿Y no me va a aplicar descargas eléctricas?

-No pensaba ya que has respondido todas mis preguntas.

-¿Y si le hubiera mentido? Si me colocan en este sillón es para torturarme, no sólo para interrogarme. ¿No le
da vergüenza tratar así a una esclava, interrogarla y no torturarla?

-No, no me da vergüenza. Yo soy escritor y estoy haciendo una investigación sobre las esclavas. No he venido
a torturar a nadie y menos a una joven como tú. A propósito, ¿cuántos años tienes?

-Tengo 24, pero por favor, apriete el botón rojo del tablero, aunque sea por algunos segundos. Sería un gran
deshonor para mi haber estado sentada aquí y no recibir siquiera una descarga. Hans se enojará mucho y el
castigo será peor.

-Entonces, ¿te gusta que te torturen?

-No me gusta que me torturen pero si soy una esclava quiero ser tratada como tal y a las esclavas en esta casa
se las tortura. ¡Apriete ese botón!

Los ojos de Rubia brillaban. No sé si de emoción, de excitación o de qué diablos. No podía entender
acabadamente que esta joven me pidiera que apretara el botón. Sabía que las descargas entre culo, la concha y
todo su cuerpo en contacto con el sillón metálico era algo duro de soportar, pero lo estaba pidiendo. Se acercó
Hans.

-¿Qué pasa que esta esclava está gritando? ¿No se ha portado bien? ¿Te ha faltado el respeto?

-No Hans, se queja porque no quiero apretar el botón rojo.

-En ese caso lo mejor es apretarlo.- Dicho esto me tomó la mano y la presionó sobre el famoso botón. Rubia
se movía en todas direcciones y gritaba con desesperación. Hans mantenía mi mano firmemente sobre el
botón. No recuerdo cuanto tiempo las descargas eléctricas pasaron por su cuerpo, pero me pareció una
eternidad. Finalmente Hans levantó su mano y yo la mía.

-Ricardo, a las esclavas debes tratarlas así. Para eso están. Veo que eres un poco tímido. Les hace bien saber
que están a merced de otros. Ya ves que te pedía que la torturaras.- y tomando un látigo descargó dos terribles
azotes sobre las tetas de Rubia, que lanzó sendos gritos de terror. Dos gruesas marcas quedaban sobre sus
senos.

-¿Has conseguido en el interrogatorio lo que querías? ¿Quieres interrogar a alguna otra?

-Es suficiente Hans. Pero quería hacerte un par de preguntas. ¿Podemos ir a tu despacho?

-Por supuesto, vamos.

Una vez allí le pregunté por qué no invitaba a Susana a regentear su casa. Seguramente había cosas en las que
necesitaba ayuda y la presencia de una mujer sería conveniente.

-Lo he pensado alguna vez, pero la presencia de su sobrina aquí, que me fue entregada por ella es lo que me
limita.
-Sin embargo tú y luego ella tienen autoridad suficiente como para que Secuestrada no pueda objetar nada.
Después de todo ella fue la que pidió subirse a tu auto.-

-Hablaré con Susana para ver qué le parece la idea. ¿Te imaginas la cara de Secuestrada cuando la esté
torturando y aparezca su tía y me diga que ese vientre resiste muchos más azotes que los aplicados? Será un
gusto verle el rostro.

Me retiré del establecimiento con la promesa de volver para interrogar a otras de las esclavas. Maqueta, que
había sido designada para asistirme se puso bastante triste porque me fui sin siquiera haberle dado un azote o
haberla penetrado por alguno de sus agujeros.

Unos días después regresé. Estaba bastante intrigado por Abandonada por lo que pedí interrogarla. En esta
oportunidad Hans sugirió que fuera atada a un poste y que tuviera siempre a mano un látigo para intimidar y
eventualmente castigar, a Abandonada.

Poco después me encontré frente a una joven de tez algo morena, con ojos saltones que me miraban con
curiosidad. Estaba atada al poste con los brazos por detrás del mismo. Sus piernas separadas dejaban entrever
una conchita entre roja y negra. Había sido cuidadosamente depilada por cual todas sus intimidades estaban a
la vista.

-Abandonada, te voy a interrogar.- me armé de coraje y continué: -si no contestas mis preguntas
adecuadamente te castigaré con este látigo sin piedad.-

-Sí señor. Contestaré todas sus preguntas sin vacilar, pero mi cuerpo está a su disposición para ser castigado si
es su deseo.

-¿Cómo fue que te violaron cuando finalmente te dejaron aquí?

-Estábamos en una fiesta. Los chicos habían bebido un poco de más y comenzaron a tocarme las tetas. Uno de
ellos me pasó la mano por debajo de la pollera para tocarme entre las piernas. Entre tres o cuatro me
levantaron y me introdujeron en una camioneta de uno de ellos. Allí comenzaron a sacarme alguna prenda
hasta que uno soltó la idea de violarme. De inmediato me sacaron la bombacha y desgarraron la camisa y
mientras uno me sujetaba las manos y otro me separaba las piernas, un tercero me penetró. Como me resistía,
a ser violada, comenzaron a pegarme. Finalmente terminaron violándome algo así como seis de mis amigos.
Me ataron las muñecas y los tobillos arrancaron la camioneta. Finalmente me dejaron en los jardines de esta
casa.

-¿Por qué decidiste quedarte?

-Mi familia no admitiría tener bajo su techo una joven que no fuera virgen. Si me dejaran convivir, sería
despreciada por todos. Así era lo mejor alejarme de todos y el señor Hans aceptó tomarme como su esclava.

-¿Te gusta ser castigada, violada y humillada mientras debes permanecer desnuda, encadenada y dormir en
una celda?

-Me deja en paz sabiendo que así debe ser por haber sido violada. Admito que soy una esclava que debo ser
tratada como tal. Castigada, violada, humillada. Por ese motivo Ud. tiene ese látigo que seguramente usará
sobre mi cuerpo. Estoy también para satisfacer los deseos de mi Amo y de sus amigos. Cuando el Amo Hans
me ataba a esta columna me dijo que Ud. podía ser muy cruel conmigo y que debía resistir el castigo
completamente callada. Así lo haré.

-¿Qué castigo consideras más apropiado para ser aplicado sobre tu cuerpo?

-Una esclava no puede dar opiniones, pero si guarda mi secreto le diré cual creo que debe ser el que me
apliquen con más frecuencia.
-Guardaré el secreto. Dímelo.

-Hans tiene un aparato que es similar a un consolador metálico de unos 3 centímetros de diámetro pero como
de 30 de largo. Tiene una punta redondeada en un extremo y un pulsador en el otro. Se introduce la punta
redondeada en la vagina y se empuja hasta que no entra más. Allí debe estar tocando la punta contra el cuello
del útero. Entonces, bien apoyado en el fondo se presiona el pulsador. Una descarga eléctrica se siente en el
interior de la vagina.

-Según me explicó Hans la descarga es entre la punta redondeada y el resto del consolador, por supuesto a
través del conducto vaginal. Es un castigo muy adecuado para esclavas que, como yo, han sido violadas antes
de ser esclavizadas. Le puedo asegurar que es una tortura terrible. Si quiere ver el efecto, pídale el aparato a
Hans y lo usa en mi interior, pero por favor no le diga que yo se lo sugerí.

Estuve algo indeciso. Esta joven me pedía que le aplicara una terrible tortura porque creía que ella se lo
merecía. Sin duda el trabajo de Hans para entrenarla de semejante manera había sido muy efectivo.
Finalmente me decidí y le pedí a Hans que él mismo le aplicara el consolador. Yo no me animaba a hacerlo.

Hans trajo el aparato. Era tal como Abandonada me lo había descrito. Se lo introdujo en la vagina muy
fácilmente, síntoma inequívoca que la misma estaba húmeda con lubricante natural. Llegó al final del
conducto vaginal, que claramente se apreció por la expresión de dolor en el rostro de la joven. Hans me invitó
a que empujara el aparato para que comprobara que ya no entraba más. Ya ubicado en su lugar apretó el
pulsador.

Todo el cuerpo de Abandonaba se convulsionaba con el pasaje de corriente. Sus gritos de dolor llenaron todo
el recinto. Hans no dejaba de apretar el pulsador. No sé cuánto tiempo lo tuvo apretado pero puedo asegurar
que sí, a mí me parecieron horas. No quiero imaginarme la eternidad que le debe haber parecido a quién sufría
el castigo. Terminada esta parte Hans me indicó que yo pulsara el aparato.

De los ojos de Abandonada manaban lágrimas sin cesar. Hans apretó más ligaduras que inmovilizaban su
cuerpo. Me instó nuevamente a pulsar el botón. Como me negué a hacerlo lo hizo nuevamente él mismo,
luego de mover una perrilla ubicada cerca del pulsador. Luego me entré que en ese momento había
aumentado la descarga que seguidamente aplicaría en el cuerpo de esta infortunada joven.

Con las primeras descargas llegaron sus convulsiones que se notaban más importantes que las anteriores.
Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas y caían sobres sus tetas. Evidentemente el sufrimiento era supremo.

Finalmente cesó el castigo. Luego de unos minutos, Abandonada se recuperó y nos agradeció a ambos la
manera de tratarla.

Cuando entramos en el despacho de Hans, me informó que había hablado con Susana y ésta estaba finalmente
de acuerdo en ser la Gerente de Logística de la casa de Hans. Se ocuparía que las esclavas cumplieran sus
obligaciones, revisaría el estado físico de las chicas, tener provisiones de todos los elementos necesarios para
el funcionamiento de la casa, evaluar nuevos instrumentos de tortura y comprar esclavas nuevas o vender las
muy usadas. Ambos estaban intrigados en ver a Secuestrada cuando apareciera Susana.

Por mi parte había avanzado bastante en la investigación. Me fui al hotel a escribir las experiencias de los dos
últimos días. Quede con Hans que si necesitaba algo, volvería.

Sin embargo conseguí un ejemplar de la revista Esclavas y Amos. Entre los avisos había uno que decía:
“Esclava de 36 años, bien entrenada. Soporta todo tipo de castigos. Busca Amo, Ama o Parejas que quieran
abusar de ella. Llamar al 6432 ----. La llamé de inmediato solicitándole una entrevista.

-Soy escritor y estoy haciendo un trabajo sobre Amos y Esclavas y quisiera tener una entrevista con Ud.
-No tengo inconveniente en responderle todas las preguntas pero para eso dispondría una tarde y solicito el
pago de 300 dólares.

-De acuerdo. Le pagaré la suma requerida. ¿Cuándo puedo visitarla?

-Mañana a las 2 pm. ¿Le parece bien?

-De acuerdo, mañana estaré a las 2 en su casa.

Esta mujer vivía en una ciudad distante unos 60 Km de dónde yo estaba. Alquilé un auto y a las 2 de larde en
punto tocaba el timbre de su casa. Me recibió una morocha, de ojos grandes de 1 metro sesenta y cinco
centímetros de alto y muy agraciada figura que podía apreciarse a través de los pantalones y blusa que vestía.

Aboné la suma indicada y pasamos a un estar dónde me dispuse a tomar las notas. Lo primero que me dijo era
si quería que se desnudara para apreciar su cuerpo y algunas marcas que tenía. Accedí. Mi primera impresión
no me había engañado. Su cuerpo, muy proporcionado, tenía unas tetas firmes (supongo que silicona de por
medio) y un culito redondo encantador.

Comencé la entrevista. -¿Cómo se inició en el sadomasoquismo?

-Cuando tenía catorce años me gustaba andar espiando hombres y mujeres en las duchas del Club. En una de
mis incursiones fui descubierta por la encargada del vestuario de mujeres, que me llevó a un depósito
contiguo, me amordazó y me ató a una silla. Allí permanecí más de tres horas. En esas tres horas comprendía
que me gustaba ser dominada por otros.

-Cuando me soltó corrí al vestuario de hombres y me metí en las duchas. Allí, ante la sorpresa de todos
comencé a desnudarme. Muy poco después me estaban violando por adelante y por atrás. Me dieron unas
cuantas palmadas en el culo y me echaron fuera del vestuario. La experiencia me había gustado.

-Como no tenía edad para iniciarme como sumisa públicamente, recurrí al joven que cuidaba los animales de
una propiedad vecina. Le pedí que me tratara como lo hacía con los animales que cuidaba. Creo que entendió
de inmediato porque me llevó al establo, me desnudó, me violó y me dejó atada de las muñecas al techo del
establo hasta el atardecer.

-Así volvía dos a tres veces por semana. Me penetraba por mis tres agujeros, me castigaba con látigos, me
colgaba de las muñecas o los tobillos o me mantenía encadenada. Así estuvimos cerca de un año. Cuando ya
tenía quince con la excusa de ayudarla en los quehaceres domésticos estuve con una mujer que aprovechando
mis errores me castigaba físicamente. También debía satisfacerla con mi boca o mis dedos. Con ella estuve
algo más de dos años. Posiblemente allí fue donde aprendí a respetar a mi Ama.

-Pero todo llega a su fin. Seguramente cansada de mi cuerpo me entregó a Igor, que resultó ser un amo
durísimo. Me cogía a diario y me aplicaba por lo menos treinta azotes diarios aparte de otros castigos. Debí
presentarme desnuda y ser castigada de las maneras más cruentas en público. Tenía veinte años cuando me
escapé de la casa de Igor buscando nuevos horizontes.

-Luego de unas semanas de ser totalmente libre, comencé a extrañar mi vida anterior. Finalmente encontré un
matrimonio al cual debía complacer. Ambos me castigaban por cualquier motivo. En particular la mujer era
muy cruel. Quizás conociendo mejor la anatomía femenina podía saber cuáles eran las partes que me
causarían mayor dolor. El varón me penetraba diariamente en especial por el culo. Muchas de las marcas que
actualmente presenta mi cuerpo fueron hechas cuando estuve en esa casa. Permanecí con ellos hasta que
cumplí los 26. Un día me permitieron vestirme (estaba permanentemente desnuda) para que buscara un
paquete en un pueblo vecino. A mi regreso el matrimonio había abandonado la casa y yo sólo tenía mi ropa
puesta y nada más.

-Fue así que me dirigí a un prostíbulo en el cual trabajé unos cuatro meses hasta que pude encontrar otro
destino.
-¿Qué hiciste entonces?

-Con la ayuda de una de los clientes del prostíbulo conseguí ubicarme en la casa de Peter. Allí permanecí por
más de dos años. Luego fui pasando por distintas casas a través de avisos en las revistas como este que he
publicado.

-Por lo que veo te gusta más ser castigada que cogida.

-No. Me gusta también coger, pero para que lo disfrute debe ser con violencia, caso contrario difícilmente
llegue al orgasmo.

-Quisiera que me muestres las marcas que tienes.

Se recostó en un sofá, separó las piernas para abrir bien su concha y mostrarme las marcas de agujas y
perforaciones en el clítoris y los labios exteriores de la vulva. Luego se dio vuelta y separándose las nalgas me
mostró unas marcas hechas, seguramente con un hierro caliente, muy cerca del esfínter. Otras marcas en las
piernas, los brazos, la espalda y en las tetas me fueron mostradas con detenimiento.

-Dime, ¿Esas tetas son naturales o tienen silicona para agrandarlas?-

-Tienen un poquito de silicona pero muy poco. Caso contrario cuando me azotan las tetas, me clavan agujas o
en general cuando me torturan las tetas, se corre peligro de un daño grave.-

-¿Nunca has sido vendida por un traficante o en un remate?

-Esa es una experiencia por la que no he pasado. Debo confesar que me gustaría ser rematada y que los
hombres pujen por llevarse mi cuerpo para usarlo como quieran, pero nunca estuve en esa situación.-

-¿Prefieres que te torturen en la concha, el culo u otras partes de tu cuerpo?

-Cada parte tiene su encanto. Quizás que me castiguen en la concha es lo que más me excita.

-¿Te han castigado con electricidad?

-Sí, muchas veces. Uno de los amos que tuve me picaneaba a diario casi siempre en el clítoris. A él le debo las
marcas en dicha parte. ¡Cómo gozaba cuando me castigaba allí! Yo no podía menos que estar muy contenta
cuando veía su cara de felicidad.

-¿A pesar del dolor intenso que te causaba?

-Una esclava no piensa en sí misma sino en su Amo. Si él gozaba castigándome con electricidad en la concha,
yo debía estar contenta de satisfacerlo. También me aplicaba la picana en el culo. Puedo asegurarte que
también es muy doloroso.

Mientras separaba sus piernas y abría su sexo me decía que observara las quemaduras que le habían hecho en
el clítoris. También tenía marcas notables en el esfínter que me mostró con detalle. En cuanto a los pezones
había marcas de perforaciones que había sufrido previamente. Su pubis estaba parcialmente depilado aunque
desde arriba de su concha y hacia atrás estaba completamente depilada. Me mostró también las plantas de sus
pies. Presentaba quemaduras hechas con hierros calientes. Eran evidentes las diversas torturas a las que había
sido sometida. Continuó platicándome.

-Luego estuve con diversos Amos, Amas y Parejas Sadistas. Prefiero ser castigada por varones ya que cuando
se excitan me penetran mientras que con las mujeres yo debo satisfacerlas a ellas con mi boca.

-¿Podrías decirme cuál ha sido el castigo que más te excitó?


-Es difícil indicar uno. Recuerdo que una vez me llevaron al campo. Mi Amo me desnudó y me ató a un árbol
con las piernas separadas para poder penetrarme. Luego le avisó a un grupo de jóvenes que yo estaba allí para
ser azotada y violada. Vinieron algo así como veinte varones y mujeres. Mi amo tomando una rama verde de
uno de los árboles comenzó a azotarme comenzando por las pantorrillas y terminando arriba de las tetas.

-Como estaba amordazada sólo gruñidos podían salir de mi garganta. Mientras era azotada noté la erección de
algunos penes y de chicas que comenzaban a tocarse la concha. A pesar de los azotes recibidos estaba muy
caliente. Mi concha estaba húmeda y con gran necesidad de ser cogida. Poco después mi Amo ve violó e
invitó al que quisiera a que me penetrara. Algunos varones vinieron hacia mí mientras que otros les sacaban
las bombachas a las chicas y procedían a cogérselas. Recibí cerca de diez penes diferentes y así apenas me
calmé.

-Era evidente que todos nos habíamos calentado mucho. Una de las jóvenes se ofreció a mi Amo que de
inmediato la penetró, primero por el culo y luego por la concha. Como había más varones que mujeres todas
fuimos penetradas más de una vez. Posiblemente yo haya sido la más agraciada. Ya se estaban retirando
cuando una de las chicas se me acercó, tomó la rama con la cual había sido castigada y comenzó a azotarme
en las tetas y la concha. Parecía que no era la primera vez que azotaba a otra mujer. Todos gozamos mucho.-

-¿Alguna otra experiencia que recuerdes y que haya marcado un hito en tu vida?

-En una oportunidad el Amo de turno me indicó que me vistiera que íbamos a salir. Por supuesto obedecí.
Debí ubicarme en el baúl esposada y con grilletes en los tobillos. Luego de andar un rato el auto se detuvo. Se
abrió la tapa del baúl y fui invitada a salir. Resulta que estábamos frente a una plaza de toros muy poco antes
de comenzar la corrida. Mucha gente comenzó a mirarme con curiosidad y así, esposada y con grilletes debí
avanzar hasta la entrada.

-En ese trecho sentí manos que se escurrían debajo de la falda, me tocaban las tetas y debí soportar los
comentarios más soeces. Una vez ubicada en la tribuna mi Amo me ordenó que me quitara el vestido y
quedara así esposada y con los grilletes sólo con una pequeña bombachita. Te puedes imaginar el desaguisado
que se armó.

-Mi Amo discretamente se retiró dejándome en medio de la turba. Muy poco después me arrancaban la única
prenda que cubría mi cuerpo. A pesar de los grilletes en los tobillos se las ingeniaron para cogerme por la
concha y el culo. Nadie prestaba la menor atención a la corrida. La única corrida que les interesaba era la ellos
mismos experimentaban.

-¡Cada Ole! era una penetrada más profunda. As í estuve más de dos horas hasta que mi Amo regresó y con
voz firme les indicó a los presentes que no me molestaran más. Me coloqué el vestido, ahora sin ropa interior
y nos retiramos de vuelta a la casa de mi Amo. Luego de esa experiencia puedo presentarme desnuda y
engrillada en cualquier lado. Si me quedaba algo de vergüenza, en esa ocasión cayó el último resto.-

Había recibido bastante información que para mí era completamente nueva. Me mostró nuevamente su cuerpo
con todo detalle observando una vez más mas marcas que habían dejado sobre su cuerpo. Me retiré al hotel
para pasar en limpio mis notas y agregar mis comentarios.

Unos días después llamé nuevamente a Hans Moeller. Quería entrevistar a otra de sus esclavas. Concertamos
la visita para el día siguiente a las diez de la mañana.

Al llegar Hans me saludó afablemente. Parecíamos viejos amigos. Lo acompañaba Susana que ya estaba
instalada en la casa. Aproveché la oportunidad para preguntarle la reacción de su sobrina al verla.

-Vine justamente el día que le correspondía ser castigada. Fui a su celda con un látigo en la mano. Cuando me
vio pensó que venía a rescatarla o algo así, pidiéndome que le quitara las cadenas y que nos escapáramos de
inmediato. Descargué dos azotes sobre su cuerpo y le indique que se preparara que era su día de castigo. Me
miró con resignación para que la condujera a la sala. La llevé y la até a una cruz de San Andrés para que Hans
comenzara el castigo sobre ella. En esa oportunidad soportó todos los castigos en el más absoluto silencio.
Luego siempre me obedeció sin el menor rencor ni intenciones de cambiar la situación.

-Bien, ahora quiero interrogar a Granito.- Susana se retiró en busca de la esclava para llevarla a la Sala. Fue
colocada en el sillón de interrogatorios, por supuesto con los consoladores metálicos en el culo y la concha. El
temido botón rojo estaba a mi derecha.

-Voy a interrogarte y quiero que me contestes la verdad. Ante cualquier duda apretaré el botón.- dije con voz
que trató de ser convincente.

-Sí Señor. Responderé a todas sus preguntas pero tenga compasión de mí. Sé que me va a torturar pero no
abuse de mi resistencia. Mi día de tortura fue hace dos días y todavía no estoy del todo recuperada.

-Bien, si necesito torturarte lo haré con delicadeza... Nombre, edad, fecha de nacimiento y primera vez que
recibiste un pene en tu concha.

-Mi nombre en Granito por ese lunar que tengo cerca de la concha, tengo 19 años y nací el 22 de agosto de
1982. Cogí por primera vez con un amigo de mi hermano cuando tenía 16. Luego de eso me internaron en el
Colegio.

-¿Sabes por qué estás aquí y para qué?

-Estoy aquí porque era un poco revoltosa en el Colegio. Entonces la Directora llamó a Hans para que se
ocupara de mí y me enseñara buenos modales. Cuando salí del Colegio pensamos, las tres, que podríamos
escaparnos fácilmente pero Hans nos encadenó y nos torturó hasta que olvidamos completamente la idea de
escaparnos. Luego nos enteramos que fuimos vendidas como esclavas y que Hans pagó dinero para tenernos y
abusar de nosotras. Estoy aquí para complacer a mi Amo y sus amigos y ser usada como esclava y torturada
para su placer.

-¿Te complace tu situación actual?

-Ni me complace ni me disgusta. He sido vendida como esclava por mi mal comportamiento en el Colegio.
Debo aceptarlo como aceptaré cuando usted se disponga a apretar ese botón. Este es mi destino. Puede ser con
Hans si él decide tenerme o será con otro si decide venderme. En cualquier caso seré cogida, torturada,
humillada y degradada.

-Veo que tienes la concha depilada, ¿Es una exigencia de Hans?

-Sí. Si no la tengo bien afeitada y extremadamente limpia sería severamente castigada.

-Pero no todas las esclavas de Hans están depiladas. ¿Sabes por qué?

-No lo sé ni tengo derecho a saberlo. Todas somos propiedad de nuestro Amo y él decide qué hacer con
nosotras, como tratarnos y todo lo demás. Somos sus esclavas.

-¿Te gustaría escaparte de este lugar?

-Ni lo pienso porque al menor intento sería castigada tan duramente que posiblemente quede inválida. Tengo
19 años y mientras mi cuerpo complazca a Hans él me podrá torturar pero también me coge y satisface mis
calenturas, así que estoy bastante segura. ¿Puedo preguntarle algo Señor?

-Dime.

-¿Me va a torturar al finalizar el interrogatorio o durante el mismo?

-¿Quieres que apriete el botón ahora?


-Lo que usted decida Señor. Tiene mi cuerpo para su gozo.

Pensé que era mejor no frustrar a Granito. Apreté el botón por un instante. Se estremeció y de su garganta
escapó un quejido.

-Gracias Señor. Ahora estoy mejor predispuesta a continuar con el interrogatorio.

-Entre las esclavas, ¿se satisfacen sexualmente?

-Hemos aprendido a ser un poco lesbianas. Como promedio Hans nos coge el día anterior al castigo y,
generalmente, un día luego de la tortura. Para varias de nosotras es poco por lo cual nos chupamos y nos
masturbamos unas a otras. Hans lo permite o como máximo lo usa como excusa para un castigo menor.-

-Veo que no te disgustan las torturas. ¿Cuál es la que más te excita y te gusta que Hans te aplique?

-No se lo voy a decir, es mi secreto.

-Veo que quieres que apriete el botón nuevamente. O respondes o te castigaré.

-Por favor Señor, otra descarga y luego le respondo.

-Apreté nuevamente el botón. La expresión en el rostro de Granito lo decía todo.

-Sí, responderé. El castigo que más fascina es cuando me coloca montada en el caballete con travesaño fino
que ha untado de una pasta que él tiene.

-¿Qué le pasa a tu concha entonces?

-Ya de por sí la madera se clava en mis labios y me hace doler mucho, pero la pasta que le pone hace que se
irrite la piel y duela mucho más. Generalmente Hans me amordaza antes de aplicarme este castigo. Luego de
permanecer largo rato en el caballete y cuando ya el dolor se hace insoportables, Hans me desata y
obligándome a tener las piernas separadas y mi sexo expuesto me aplica unos diez azotes sobre la concha. El
orgasmo que experimento es delicioso.

-¿Te gustaría ser vendida para trabajar de puta en la calle?

-No se me había ocurrido esa posibilidad. Supongo que tendría compensación sexual pero eso de recibir
varias pijas distintas cada día creo que no me sentaría bien. Prefiero el látigo u otros castigos a esa variedad de
hombres.

-¿Te ha colgado de las muñecas o los tobillos?

-Algunas veces pero no muchas. Generalmente cuando me cuelga de los tobillos, con los brazos cruzados y
atados a mi espalda, me azota con una vara en las tetas y el culo. Me deja marcas que tardan en desaparecer.
Parece que es un castigo que lo satisface porque generalmente, así como estoy, cabeza abajo, debo chuparle el
pene hasta que acaba en mi boca.

-¿Alguna otra cosa que quieras contarme?

-Hace unos días que está en la casa la Ama Susana. Parece que a ella le gusta retorcerme los pezones. Usted
habrá visto que los míos son prominentes y muy marcados. Cada vez que me cruzo con ella toma ambos
centre sus dedos y los retuerce. No es muy doloroso pero la molestia queda más o menos por una hora. Otros
castigos ella no me ha aplicado pero sí nos levanta a la mañana, nos vigila que cumplamos las órdenes y nos
prepara para las satisfacciones que debemos darle al Amo Hans.
-Creo que es todo Granito. ¿Quieres un poco más de cosquilleo en tus intimidades?

-Sí, por favor. Apriete el botón pero déjelo un rato. Quizás así alcance otro orgasmo si Ud. me lo permite.

Apreté el botón. Vi como de repente la concha de Granito se contraía. Estaba experimentando un fuerte
orgasmo. Una sonrisa apareció en su rostro. Me retiré dejándola en el sillón. Susana se encargaría de desatarla
y hacer lo que considerara conveniente. Lo fui a ver a Hans para agradecerle nuevamente y luego de escribir y
pasar en limpio las notas de esta última entrevista. Di por finalizada esta segunda parte de la investigación.
Sucedió en Veracruz. Investigación III

Por una invitación de la Universidad del Oriente a un país del Sudeste Asiático, viajé a fines del mes de julio.
Aprovecharía la oportunidad para continuar con mis investigaciones. Debido a la dificultad del idioma,
contraté un traductor que me acompañaría a todas partes. A fin de agilizar el relato evitaremos la mención de
dicho traductor y narraré la experiencia como si yo mismo me comunicara con mis interlocutores.

Algo que no había presenciado era un remate de mujeres, ya fueran esclavas o putas. Fue así que me informé
de la casa de remates más importante de la ciudad. Tomé conocimiento que no tenían venta directa sino
solamente por remates. También me informé que las subastas se hacían todos los días viernes a las 10 de la
mañana.

Fue así que me presenté en el local unos 15 minutos antes del comienzo de la subasta. El salón era similar a
un anfiteatro con capacidad para 60 personas en tres filas de butacas. En el centro una plataforma, muy bien
iluminada, con una columna de la cual colgaba un collar abierto y a un costado un pequeño escritorio donde
se acomodaba el rematador.

A la hora indicada hizo su entrada Ho Ling, dueño del local y con matrícula de rematador. Comenzó diciendo:

-Hoy tenemos 22 mujeres para la venta. Este importante volumen se debe a la llegada de un barco pesquero
que, además de su carga marina, ha estado recolectando mujeres en las islas que recorrió. Todas las que serán
subastadas tienen certificado de buena salud. Comenzaremos.

-La número 357, joven de 28 años, viuda. No tiene señas particulares. Puede ser usada como puta o esclava.

De inmediato dos hombres subieron al estrado tomando de ambos brazos a una joven, que estaba cubierta con
una tela que la envolvía. La acercaron a la columna, le colocaron el collar alrededor de su cuello y le quitaron
la tela que la cubría. Un cuerpo algo moreno, totalmente desnudo se presentó ante la vista de los presentes.

Estaba en la primera fila y bastante cerca de la muchacha. Alguna lágrima se deslizaba por su rostro. Era
evidente que había sido tomada prisionera contra su voluntad. Fueron subiendo los precios y finalmente fue
vendida en el equivalente a 42.000 euros.

Ahora era el turno de la número 387 (desconozco cómo asignaban números). Se anunció que era la hija no
reconocida de un hacendado, de 22 años de edad. La joven se resistía a ser presentada para su remate.
Finalmente fue encadenada por su cuello y exhibida desnuda. Como con sus manos trataba de cubrir tanto su
vulva como sus tetas, fue rápidamente esposada con los brazos en alto.

El rematador, en vista de la rebeldía de la joven, recomendó que fuera comprada como esclava por alguien
que disfrutara castigándola hasta domarla completamente. La joven insultaba y lloraba por la humillación
sufrida. A pesar de sus gritos, comenzaron a escucharse ofertas y finalmente fue vendida en 53.000 euros. El
comprador, que parecía de origen árabe, sonreía posiblemente pensando en cómo abusaría de esta joven.

La tercera en salir a subasta (la número 391) es una jovencita de 18 años. Se informó que había sido tomada
de un importante colegio de una ciudad vecina. Le colocaron el collar en el cuello pero no le quitaron de
inmediato la tela que la cubría. Ho Ling la describió como una joven sumisa que no opondría ninguna
resistencia a ser tratada como su nuevo dueño lo decidiera. Por su juventud recomendó que fuera usada como
puta. Comentó además que había sido prolijamente depilada para que luego pudiesen observarse sus partes
íntimas con detalle. Su estatura era de un metro sesenta y ocho centímetros, su busto de 87, su cintura de 61 y
su cadera de 93. Pesaba 62 Kg.

Los ayudantes le quitaron la tela que cubría su cuerpo. Le indicaron que separara las piernas, que se diera
vuelta, que se inclinara y separara sus nalgas, etc. Debió mostrar todo su cuerpo a los presentes pero en
ningún momento mostró el menor signo de desobediencia. Sí su cara se tiñó de un intenso color rojo por la
vergüenza. Una fuerte luz se reflejaba en la tez extremadamente blanca de su cuerpo. No se observaba
ninguna marca que pudiera indicar maltrato. Una concha rosada y húmeda era una invitación a ser penetrada.

Unas tetas muy firmes y turgentes, un culito parado y todo su cuerpo de muy buenas formas, resultaban un
cuadro verdaderamente apetecible. Cosa inusual debió responder algunas preguntas. ¿Eres virgen de vagina y
culo? Sí Señor. ¿Has sufrido castigos corporales en el colegio? Sólo una vez me aplicaron unos paletazos en
el culo, pero por encima de la falda. ¿Has estado en alguna cárcel? En cárceles no señor. Sólo he estado en
celdas y encadenada desde que me tomaron en el colegio hace unos días. ¿Has chupado algún pene en tu
vida? No señor. ¿Y alguna concha? Tampoco señor. Veo tu concha húmeda, ¿estás caliente? Un poco señor,
pero por sobre todo estoy avergonzada de presentarme así ante ustedes y con la recomendación de ser
comprada como puta. Nunca antes un hombre me ha visto desnuda y muchos menos depilada y mostrando
mis intimidades.

Finalmente comenzaron las ofertas. 15.000, luego 20.000, 30.000, 38.000, así siguió hasta 72.000 euros,
oferta más alta recibida por esta joven. Ho Ling bajó el martillo y la joven fue vendida. Se la veía algo
emocionada. De inmediato la esposaron, la cubrieron nuevamente y el nuevo dueño se hizo cargo de la joven.
El comprador era un chino de unos 35 años. No dijo ni dónde la llevaba ni qué iba a hacer con ella. La subió a
un auto y partieron. Por mi parte no le auguraba nada bueno a esta joven.

Para no abundar en detalles, la subasta de las distintas mujeres fue más o menos similar. La mayor de mujeres
vendidas tenía 33 años y la menor apenas 17. No quedó ninguna sin ser subastada. Los nuevos dueños, luego
de encadenarlas a algunas, encapucharlas a otras o colocándolas en jaulas a las restantes fueron partiendo del
lugar.

Yo me quedé allí hasta que el último de los posibles compradores se retiró. Entonces me acerqué a Ho Ling
para que me informara de este negocio del remate de esclavas y putas. Si bien al principio me miró con
desconfianza, luego considerando que un escritor no es un peligro para un rematador, me hizo pasar a su
despacho. Arregló algunos papeles y me propuso ir a almorzar a un restaurante de moda de las inmediaciones.

Era una buena oportunidad. En los almuerzos, especialmente si está bien regado por bebidas alcohólicas, las
personas suelen soltar su lengua. Nos sentamos en una mesa retirada y sin muchas vueltas comencé a
preguntar.

-¿Cómo le llegan las mujeres para ser vendidas?

-Aquí hay muchos traficantes. Muchas son reclutadas de islas de las inmediaciones. En general hay muchas
más mujeres que hombres ya muchos de los varones mueren en guerras o en el mar cuando están pescando.
Así siempre encuentran mujeres que están indefensas y son capturadas para su venta.

-Otras son reclutadas de otros lugares. Habrá visto que hoy rematé dos negras. Esas dos jóvenes fueron
secuestradas a la salida de un espectáculo africano. Otras lo son de colegios importantes de la zona.

-Por favor, explíqueme eso.

-Hay colegios con jóvenes que están internadas en los mismos de lunes a sábado. Duermen en el mismo
colegio teniendo libres los días domingos. Cuando regresan los domingos por la noche, los traficantes están
atentos a las que llegan solas, o muy tarde o que están distraídas. Allí aprovechan para atontarlas con
cloroformo y las meten en las camionetas que tienen. Luego desaparecen. Antes que se note la falta de alguna
de ellas ya están muy lejos y pronto a ser subastadas.

-¿Ese sería el caso de la 391?

-Lo desconozco.

-¿Los traficantes las traen y las dejan para ser vendidas en el remate?
-Ellos las retienen hasta la mañana del remate como si fuera un secuestro para pedir rescate. Luego las traen
aquí y antes que puedan hacer nada ya están saliendo para ser vendidas y una vez rematadas no hay retorno a
su vida anterior de estudiantes.

-¿Cuál es su negocio señor Ho Ling?

-Cobro el 15 % del valor de venta. El comprador no paga comisión alguna. Por ejemplo hoy vendimos las 22
mujeres en 880.000 euros. Mi beneficio bruto fue de 132.000 euros. Después de gastos e impuestos quedan
libres unos 40.000 euros.

-¿Qué hacen los compradores con las mujeres?

-De todo. Algunas terminan como putas, otras como esclavas para trabajos manuales, otras son exportadas
como esclavas y putas en Europa del Este, otras más como juguetes de jóvenes ricos, unas más para ser
castigadas por sadistas sexuales. Como verá hay para todos los usos.

-Por lo que me ha dicho, ninguna está en el estrado de remate por su propia voluntad. De una u otra manera
son secuestradas.

-Sí, tiene Ud. razón. Las más interesantes, tanto por su comportamiento como su precio final, son las tomadas
de colegios. Generalmente son vírgenes y son compradas por opulentos comerciantes para divertimento de sus
hijos ya sean varones o mujeres. En una oportunidad fui invitado por un cazador, que me suministra casi todas
las semanas alguna joven, para que lo acompañara en una ronda en un Colegio. ¿Le interesa que le cuente?

-Sí, por supuesto.

-Nos estacionamos con la camioneta cerca de la entrada y esperamos. Llegaban jóvenes en grupos o
acompañadas, que no habían podido ser secuestradas. Finalmente bajaron de un ómnibus dos chicas. De
inmediato el cazador y su ayudante corrieron hacia donde estaban ellas. Rápidamente las redujeron con
cloroformo y las trajeron a la camioneta. Partimos de inmediato. Mientras el cazador manejaba su ayudante
procedía a atarlas y vendarle los ojos. Ya cerca de nuestro destino comenzaron a moverse.

-Llegamos a la casa y las bajaron de la camioneta. Las llevaron al sótano y le ataron las muñecas dejándolas
con los brazos en alto y apenas apoyando los pies. Luego le quitaron la venda de los ojos. Las dos jóvenes
estaban muy asustadas e imploraban que no les hicieran nada. El cazador tomó una mordaza y se la colocó a
la primera de las chicas. La otra comenzó a gritar pero por muy poco tiempo. También fue amordazada.

-Acto seguido comenzaron a comentar qué harían con ellas. Finalmente comenzaron a desgarrarles la ropa.
Muy poco después sólo cubrían sus cuerpos unas diminutas bragas. Uno de ellos tomando unas pinzas se las
colocó en los pezones, mientras el otro bajaba las bragas hasta las rodillas. Las obligaron a ubicarse de
manera tal que nos daban la espalda. Dos culitos blancos muy firmes estaban ante nuestros ojos.

-El cazador tomando un látigo comenzó a azotar esas redondeces hasta que tenía una media docena de
marcas. Acto seguido las pusieron de frente, quitando totalmente las bragas, les separaron las piernas para
violarlas. Tal como sospechábamos eran vírgenes. Sus ojos se llenaron de lágrimas de dolor, indignación y
vergüenza. Acababan de perder su virginidad a manos de un par de violadores.

-Sin embargo las desventuras no terminarían allí. Otra vez el látigo castigaría sus púberes cuerpos, esta vez en
su parte delantera. Ahora más de una docena de azotes cayeron sobre sus vientres y tetas. Las jóvenes
intentaban gritar y zafar de las ligaduras, aunque les resultaba completamente imposible. Finalmente el
castigo cesó.

-A continuación el cazador les anunció que les daba un descanso para que se repusieran porque luego serían
penetradas por el culo. Debo confesar que a pesar de rematar esclavas todas las semanas nunca había visto
semejantes escenas.
-Luego de unos minutos las llevaron contra un caballete, inclinándolas hacia delante. Les separaron las nalgas
y se la metieron por atrás. Otro vano intento de gritos. Seguramente el dolor que les causaba esta penetración
era intensa. Tanto el cazador como su ayudante acabaron en el culo de las chicas.

-Uno de ellos comentó que ya era hora de irse a dormir. Le ataron nuevamente las muñecas, los codos, los
tobillos y las rodillas y las acercaron a una pared. Allí les rodearon los cuellos con cadenas fijas a la pared y
les quitaron las mordazas. Ambas ya estaban sin fuerzas siquiera para gritar o pedir auxilio. Así encadenadas,
atadas y desnudas debían pasar la noche durmiendo en el suelo.

-Me invitaron para el día siguiente a las 8 de mañana que continuarían la diversión con las dos chicas. Acepté
de inmediato. Al día siguiente apenas llegué nos dirigimos al sótano. Allí estabas las dos jóvenes acostadas en
el suelo y atadas. Apenas nos vieron comenzaron a implorar que no las castigaran. El cazador les indicó que
primero serían violadas nuevamente y que luego decidirían qué hacer con ellas. Les desataron las piernas y se
las cogieron. Luego tomaron a una de ellas y la colocaron sobre una mesa atándole los brazos y las piernas.

-Con una cinta adhesiva, que pegaban previamente en los pelos del pubis, comenzaron a depilarla. Con cada
tirón arrancaban no solo un vellón de pelos sino también un quejido de la muchacha. Así siguieron hasta que
quedó totalmente depilada. Le introdujeron un vibrador en la vagina.

-Luego fueron por la otra. A ésta la ataron de espalda contra una columna. Tomando un látigo le descargaron
más de una docena de azotes en el vientre y las tetas tal como habían hecho el día anterior. La muchacha
gemía e imploraba piedad. Terminado el castigo, también le introdujeron un vibrador en la vagina. Salimos
del sótano, dejando a ambas inmovilizadas en el lugar.

-Subimos a desayunar para luego volver al lugar. A la que estaba acostada en la mesa comenzaron a clavarle
agujas tanto en las tetas, en especial en los pezones, como en la vulva. Tanto los labios exteriores como los
interiores fueron atravesados. Los gemidos llenaban el cuarto. Luego para completar el sufrimiento le dejaron
caer un abundante chorro de alcohol en la vulva que se deslizaba hacia el agujero del culo.

-A continuación se dirigieron hacia la otra joven que estaba atada a la columna. Le colocaron unas maderas
entre sus senos. Era un prensatetas que en la superficie en contacto con la piel tenía diminutas puntas
metálicas. Comenzaron a girar los tornillos y aplastando más y más esas carnosas partes. La joven gritaba con
desesperación. No sólo era el aplastamiento de sus tetas sino también las puntas que se clavaban
insidiosamente.

-Como los pezones quedaban fuera de las maderas, los usaron para clavar también allí varias agujas. Las
torturas que estaban sufriendo ambas eran verdaderamente cruentas. La expresión de dolor en sus rostros era
muy notable, cosa que aprovecharon para tomarles algunas fotos tanto de cuerpo entero como de la cintura
para arriba y de su rostro. Las dejaron en estas condiciones mientras subíamos a revelar las fotos.

-Luego de esto me retiré, sin dejar de recordarles previamente al cazador y su cómplice que el valor de venta
de estas esclavas sería bajo por el rudo castigo que estaban recibiendo. Me contestaron que ya lo sabían pero
que luego de pasar por sus manos tantas jóvenes a las cuales no habían siquiera cogido, querían darse el gusto
una vez de abusar de un par de muchachas. Me indicaron además que continuarían torturándolas de distintas
maneras e incluso introducirles diferentes objetos por el agujero del culo.

-El viernes siguiente las trajeron para su remate. Habían continuado siendo castigadas muy duramente. Tenían
marcas de látigo, quemaduras de cera, pinchaduras con agujas por todo el cuerpo. Estaban como dopadas.
Luego me enteré que casi no las habían dejado dormir en los dos últimos días por lo cual ambas eran
incapaces de reaccionar o entender qué estaba pasando. Finalmente las rematamos. Una de ellas se vendió en
11.000 euros y la otra en apenas 7.000. Como verá un precio bajísimo, pero el estado en que se encontraban
sus cuerpos era lamentable y realmente no valían más que ese dinero.

-Por supuesto era un caso especial. El general los cazadores tratan muy bien a sus presas ya que quieren lograr
el mayor precio posible en el remate. Estos precios tan bajos no le convienen a nadie pero como es la primera
vez que me ocurre con este cazador, que es un muy buen proveedor de mercadería, debí aceptar vender dos
jóvenes en semejante estado.

-¿Cuántas mujeres vende por mes?

-Alrededor de 60 o 70. Realmente no me puedo quejar. Creo que es la casa de remates más exitosa del país.
De aquí han salido esclavas para altos funcionarios gubernamentales y otros prominentes personajes.
Generalmente en estos casos, envían a alguien que le compre las mujeres para ellos. Nunca lo hacen
personalmente.

-¿Aquí no alojan esclavas?

-No. Son traídas el viernes por la mañana temprano. Se las higieniza, perfuma, se las viste como Ud. las vio y
finalmente a las 10 comienza el remate. Si alguna queda sin vender, cosa que ocurre muy de tanto en tanto, el
dueño se la lleva de vuelta pero aquí no queda alojada.

-¿Qué edades tienen las mujeres?

-Las más jóvenes 16 pero cerca de cumplir los 17 y hasta los 35. Las más jóvenes (de 16 a 19) son
generalmente tomadas de los colegios. Son las que se venden a mejor precio y que las que despiertan mayor
interés por su inexperiencia y muchas veces por su rebeldía. En cada remate tenemos cuatro o seis
secuestradas en colegios. Luego tenemos el mayor grupo entre 20 y 28 años. El origen es muy diverso y
siempre hay dos o tres mayores de 28.

-¿Ha visto cómo eran tratadas algunas de las mujeres que Ud. vendió?

-Sí me han invitado a veces a fiestas en la que las protagonistas es alguna de estas chicas. Recuerdo que hace
poco un comprador de una joven de 19 años me llamó a su casa porque quería hablar sobre un tema
confidencial. El día y la hora prefijada me presenté en su casa.

-El tema fundamental era que quería instalar una oficina de exportación de jóvenes y me consultaba acerca de
la posible provisión, las expectativas del mercado y los precios en que podía comercializarse. Luego de
conversar un rato me preguntó si quería ver a la joven que me había comprado hacía un mes.

-Nos dirigimos a una de las habitaciones. Allí estaba colgada de sus cuatro extremidades del techo. Sus
piernas separadas mostraban una concha que había sido castigada primero con un látigo y luego atravesada
por varios alfileres. La joven tenía la cabeza inclinada hacia atrás. Se expresión era de desconsuelo total.
Comencé a mirar con detalle las distintas partes de su cuerpo. Creo que no quedaba un centímetro de su piel
sin que hubiera sido castigada. Hasta quemaduras en las plantas de los pies podían observarse. Nunca había
visto un cuerpo tan maltratado como ese.

-En una habitación contigua había todo tipo de instrumentos de castigo. Alguno de ellos era realmente una
rareza y me comentó que los había hecho fabricar especialmente tomando los modelos de antigua literatura
que describía dichos instrumentos. Otros eran los comunes que pueden observarse en cualquier alojamiento de
esclavas. Me llamó la atención en especial una mesa que tenía argollas para fijar a la esclava pero en su parte
superior había un tablero con infinidad de agujas.

-Me explicó que colocaba a la esclava boca abajo sobre la mesa, la amarraba y luego hacía descender el
tablero sobre el culo. Las agujas se iban clavando en las partes carnosas de los glúteos. Me aseguró, y no me
cabe duda, que era un castigo difícil de soportar hasta el final, cuando todas las agujas estaban clavadas.
Frecuentemente las esclavas se desmayaban antes de llegar al final.

-Me explicó que le gustaba torturar a jóvenes en todas sus parte y luego penetrarlas. Debido justamente a lo
intenso del castigo ninguna lograba llegar al orgasmo cuando se las cogía. Me comentó que en ocasiones
alguna de sus esclavas debió permanecer colgada de los tobillos largo tiempo. También había suspendido a
otra de sus tetas, luego de rodear las mismas con una cuerda. Me detalló otros castigos que había aplicado
tomado de publicaciones de torturas realizadas en la edad media. Pocas veces vi tanta crueldad junta. En esos
días estaba importando nuevos instrumentos fabricados según viejas técnicas.

Finalmente saludé a Ho Ling y me retiré a escribir todo lo sucedido. Había avanzado un buen tramo en mis
investigaciones. Luego busqué datos de traficantes para entrevistarme con alguno de ellos. Finalmente Ismael
Martínez Suárez accedió a recibirme en su establecimiento.

Dos días después llegué a la dirección indicada. Me recibió Ismael muy amablemente. Me enteré que ya sus
abuelos habían nacido en estas tierras, lejos de la España de sus ancestros. Ahora era un importante traficante
de blancas.

Primero hicimos un recorrido por las 20 habitaciones, todas con baños. En cada una de ellas podían alojarse
hasta cuatro mujeres. En todas se podían observar argollas fijas a las paredes para poder encadenar a la que
fuera necesario. Todas las mujeres que vi en las distintas habitaciones estaban totalmente vestidas. Sólo unas
pocas estaban encadenadas con un collar o grilletes en los tobillos.

Luego pasamos a su despacho en el cual comenzó nuestra conversación. Mi primera pregunta fue cómo
obtenía estas mujeres que luego serían vendidas.

-Es muy sencillo. Hay dos formas de lograrlo. Por las buenas o por las malas. Por las buenas es convencerlas
que será mejor para ellas ser esclavas y así se despreocupan de las necesidades básicas. Por otro lado tendrán
alguien que las cuide. Muchas veces acceden y con algo de dinero a algún familiar, se advienen a ser
propiedad mía para luego ser vendidas. En ocasiones los mismos familiares o amigos vienen a ofrecerlas para
hacerse de algo de dinero-

-Por las malas te podrás imaginar. Hay que secuestrarlas de alguna manera. Puede ser en Colegios, fábricas,
plantaciones o directamente en sus casas. Para llevarse chicas de los colegios muchas veces se cuenta con la
complicidad de directivos del establecimiento. Es cuestión de darles algún dinero para que indiquen a quién se
podrá tomar sin problemas. Por las islas siempre se consiguen mujeres jóvenes que, a veces, se dejan
secuestrar. En las casas particulares también se puede colectar chicas jóvenes. Generalmente para
conseguirlas por las malas se ocupan otras personas que luego me las venden a mí.

-¿Qué haces con las mujeres que llegan al establecimiento?

-Algunas son vendidas directamente a los interesados. Otras veces las llevamos a casas de remates para que
sean subastadas. Usamos ambos procedimientos para darles destino.

-¿Qué me puedes decir de las putas?

-Por supuesto algunas de las que son vendidas ya sea directamente o en subasta, terminan trabajando de putas
para algún protector o “casas de placer” como también las llamamos. Has notado que la prostitución aquí es
alta y sobre todo los hoteles requieren gran cantidad de putas todos los días. Incluso es importante el número
de putas que son exportadas a distintos países. Te diría que contribuyen a mejorar la balanza comercial de este
país en buena medida.-

-¿Has torturado a algunas de las mujeres que tienes aquí alojadas?

-No. Yo no castigo a las chicas. Solamente las encadeno si creo que quieren escaparse o son algo peligrosas,
pero ninguna ha sido azotada o humillada. Nuestro negocio es comprar barato y vender caro, como ocurre en
todos los comercios. No podemos estropear nuestra mercadería castigándolas. Sólo ocasionalmente elijo
alguna para torturarla, pero sé que así perderé dinero, pero me saco el gusto de oírla gritar.

-¿Dónde las torturas?

-Un amigo me presta su cueva. Allí tiene todo tipo de instrumentos adecuados para estas chicas. Para no
despertar sospechas las visto con ropas de calle y son esposadas. Así me dirijo en la camioneta hasta destino.
Algunas de las torturas que le aplico son realmente crueles. No sabes cómo se retuercen de dolor. Me gusta
trabajar en su concha. Mi amigo tiene todo tipo de pinzas, agujas y otros instrumentos para usar en las
conchas de estas putas. Después las penetro tanto por adelante como por atrás.

-¿Te coges a las mujeres que pasan tu establecimiento?

-Solamente gozo de alguna de ellas, siempre que no sea virgen. Tú sabes que las vírgenes valen un poco más.
Si hay alguna que me gusta especialmente no me privo de ese placer.

-Si yo quiero comprar una esclava, ¿cómo hago?

-Me debes decir más o menos qué quieres. En función de eso seleccionamos las que cumplan con tus
requisitos, las traemos a la sala de exhibición donde son desnudadas y expuestas para que las examines como
quieras y tú eliges la que quieres. Algunos prefieren elegirlas mientras están amarradas a postes, encadenadas
o colgadas de sus muñecas. Normalmente se exponen cuatro o seis mujeres de características similares para
que elijan. Siempre se complace al cliente. Luego arreglamos el precio. Si llegamos a un acuerdo, te la llevas.
Así de sencillo.-

-Observando cómo eligen las mujeres sé para qué las quieren. Los más interesantes son los que buscan
esclavas para torturar. Les observan detenidamente la concha y las tetas. No se interesan por el estado de su
dentadura. Buscan un buen cuerpo, una concha exuberante y tetas regulares, no muy grandes. Cuando aparece
un comprador de estas características ya sé qué busca.

-Cuándo deben ser exhibidas, ¿no se resisten?


-A veces se resisten pero igual son desnudadas y expuestas a los compradores. Luego de unos días que están
aquí saben cómo deben comportarse en esa situación.

-Las que no se venden en corto plazo las llevo a remate. Hay varias casas que se dedican a estos menesteres.
Generalmente tenemos buen ojo como para no pagar de más y así hacer siempre negocios convenientes.

Me despedí de Ismael. Tres días después finalizaba el ciclo de conferencias en la Universidad del Oriente para
la cual había sido invitado. Tomé el avión para Buenos Aires, aunque previamente me quedaría una semana
en Londres.

Nunca hubiera pensado que a partir de aquel encuentro con Lauro en el Café de la Parroquia en Veracruz me
hubiera introducido en este mundo del cual yo no tenía noticias

FIN

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