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La Guerra Civil en Cantabria: Un conflicto desconocido

Miguel Ángel Solla Gutiérrez


Universidad de Cantabria

Entre la ingente producción editorial dedicada a la Guerra Civil española, las


referencias al conflicto en la entonces provincia de Santander son, por el contrario,
escasas. En general, se tiende a zanjar el asunto con unos breves comentarios
sobre el sorprendente fracaso de la sublevación militar de julio de 1936 y sobre la
rápida conquista de la región por las tropas franquistas, en la segunda mitad de
agosto del año siguiente. El intervalo que media entre estas dos fechas queda en
blanco, como si en el mismo no hubiera ocurrido nada o lo sucedido careciera del
más mínimo interés. En realidad, lo que ocurre es que es difícil escribir sobre
aquello que se ignora. Y esto sucede porque en Cantabria la Guerra Civil como
objeto de estudio histórico no ha merecido la atención de los historiadores,
convirtiéndose el conflicto bélico en uno de los vacíos más significativos de la
historiografía regional 1 .
Efectivamente, son contadas aún las obras que han analizado ese periodo 2 .
El resultado final no ha sido otro que un desconocimiento casi absoluto de un

1
Opinión ya expresada hace unos años por Manuel Suárez Cortina, para quien “más alarmante aún
es la historiografía sobre la Guerra Civil y el franquismo. La guerra es aún un tema tabú de la
historiografía regional, en un momento en el que la mayoría de las regiones disponen de uno o varios
trabajos sobre los distintos aspectos militares, políticos, sociales y culturales. Disponemos de algunos y
trabajos totalmente insuficientes que hacen de la guerra una de las lagunas más alarmantes en la
investigación histórica y que no han podido cubrir todavía recientes investigaciones”, en Manuel Suárez
Cortina (ed.), Historia de Cantabria. Un siglo de historiografía y bibliografía 1900-1994, Fundación
Marcelino Botín, Santander, 1994, tomo II, p. 143.
2
Los estudios históricos sobre la Guerra Civil en Cantabria se reducen a los publicados por Jesús
Gutiérrez Flores, Crónicas de la Segunda República y la Guerra Civil en Campoo: Apuntes
antropológicos, Edición del autor, Santander, 1993; y Guerra Civil en una comarca de Campoo. Análisis
de la represión republicana y de la represión franquista, Comité Organizador del Festival Cabuérniga
Música de los Pueblos del Norte, Santander, 2000. La obra colectiva Historia y memoria colectiva. La
vida en el valle de Camargo entre la II República y el primer franquismo, Universidad de Cantabria-
Ayuntamiento de Camargo, Santander, 1994. Consuelo Soldevilla Oria, La Cantabria del exilio. Una
emigración olvidada (1936-1975), Universidad de Cantabria-Asamblea Regional de Cantabria, 1998.
Esther López Sobrado y José Ramón Saiz Viadero (eds.), Sesenta años después. El exilio republicano en
Cantabria, Actas del Congreso celebrado en el Centro Asociado de la UNED en Cantabria, Santander,
2001. Abdón Mateos, La contrarrevolución franquista. Una aproximación microhistórica a la represión
contra la UGT y el nacionalsindicalismo desde la Cantabria rural, 1937-1953, Asociación Histórica del
Presente, Madrid, 2003. Miguel Ángel Solla Gutiérrez, Los inicios de la guerra civil en Cantabria. De las
elecciones del Frente Popular a la constitución de la Junta de Defensa de la Provincia de Santander
(febrero-septiembre 1936), Trabajo de Investigación, Universidad de Cantabria, 2003; La sublevación
frustrada. Los inicios de la Guerra Civil en Cantabria, Parlamento de Cantabria-Universidad de
Cantabria, Santander, 2005; y La Guerra Civil en Cantabria (julio 1936-agosto 1937), Tesis doctoral,
Universidad de Cantabria, 2006. Sobre la represión cabe citar las aportaciones de Enrique Menéndez
Criado, Aspectos generales de la represión republicana y de los tribunales militares franquistas en

1
periodo crucial de nuestra historia más reciente, ignorándose, en consecuencia, lo
acaecido en la etapa en que Cantabria permaneció en la zona republicana, que
transcurre entre el estallido de la sublevación militar, el 18 de julio de 1936, y
finales de agosto del año siguiente, cuando fue ocupada por las tropas de Franco.
Bien pudiera pensarse que estas carencias no son sino el reflejo de que en la
entonces provincia de Santander la contienda fue una época caracterizada por su
falta de interés y por la ausencia de hechos relevantes y, en consecuencia, no
merece dedicarse a la misma más que unas pocas y sucintas líneas.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. En primer lugar, el triunfo de la
rebelión militar en las provincias castellanas limítrofes (León, Palencia y Burgos)
supuso para Santander, junto con Vizcaya, Asturias y Guipúzcoa -esta última hasta
su conquista, en septiembre de 1936, por las tropas del general Mola-, quedar
aislada del resto de la zona que permaneció fiel al régimen republicano,
constituyéndose de esa manera lo que se dio en llamar el Frente Norte, cuya
formación, por otra parte, no hubiera sido posible si, como se daba por seguro, el
golpe militar hubiera triunfado sin problemas en la provincia santanderina.
La existencia de esta peculiar situación fue posible gracias a un suceso
totalmente inesperado: el fracaso de la sublevación militar en Santander. Hecho
imprevisto porque ni los más pesimistas de los conspiradores contra la República
pensaban en otra cosa que no fuera una victoria clara, rápida y sin oposición,
máxime en una provincia que, como la montañesa, estaba considerada como una
de las más conservadoras del país 3 .
En síntesis, tres son los elementos que, a nuestro juicio, marcan el devenir
de los trece meses de gobierno republicano en Cantabria durante la Guerra Civil. En
primer lugar, el fracaso de la intentona golpista; en segundo término, la
problemática construcción de un nuevo modelo gubernamental y administrativo, y
finalmente la rápida conquista de la región por las tropas franquistas, en la segunda
quincena de agosto de 1937.
Para estudiar, pues, este periodo es preciso partir del hecho inicial, es decir,
de los sucesos acaecidos a partir del 18 de julio de 1936. Para la gran mayoría de
los representantes del conservadurismo santanderino, la respuesta a la pregunta de

Cantabria, Trabajo de investigación, Universidad de Cantabria, 2003; y la de Antonio Ontañón Toca,


Rescatados del olvido. Fosas comunes en el cementerio de Santander, Edición del autor, Santander, 2003.
Merecen destacarse los trabajos de David Solar Cubillas, sobremanera el recientemente aparecido bajo el
título de La caída de Santander. agosto 1937, Biblioteca El Mundo, Madrid, 2005. Sobre la etapa
franquista es de gran interés la obra de Julián Sanz Hoya, El primer franquismo en Cantabria. Falange,
instituciones y personal político (1937-1951), Tesis doctoral inédita, Universidad de Cantabria,
Santander, 2003.
3
Un testimonio de esta percepción en Jorge Vigón, Cuadernos de Guerra y notas de paz, Instituto
de Estudios Asturianos, Oviedo, 1979, p. 16, quien en una anotación fechada el 17 de julio de 1936
escribía: “Despido en la estación del Norte a la familia, que, al fin, se ha convencido de que deben ir a
Puente Viesgo. La provincia de Santander inspira confianza”.

2
por qué fracasó el golpe en Cantabria, a pesar de las buenas perspectivas
existentes, es sencilla y no admite duda alguna; para ellos, el culpable tiene
nombre y apellidos: el jefe militar de la plaza, el coronel José Pérez y García
Argüelles. Él fue el único culpable del fracaso de la sublevación en Santander 4 .
Sin embargo, tales apreciaciones pecan de inexactas. Aun cuando la
responsabilidad de Argüelles fue grande, la misma no es sino la punta del iceberg,
la parte más visible de una serie de olvidos, fallos, deficiencias e imprevisiones que
se hicieron presentes durante la planificación de la trama golpista y en los días
posteriores al 18 de julio de 1936. Con las imputaciones a Argüelles se intenta
hacer olvidar las profundas divisiones existentes entre los grupos conspiradores, la
escasísima coordinación habida entre los diversos participantes 5 y, en definitiva, la
ineptitud de las organizaciones conservadoras y de los militares proclives a la
sublevación para articular una respuesta conjunta frente a la actuación de las
izquierdas santanderinas que, por el contrario, sí fueron capaces de actuar unidas
bajo un único objetivo: el de hacer todo lo posible para evitar el triunfo de la
intentona.
Los preparativos de los distintos grupos civiles se reducían, por regla
general, a poner a disposición de las autoridades militares a sus afiliados y
simpatizantes más jóvenes, para que fueran aquéllas quienes les uniformaran,
encuadraran y armaran, sirviendo como auxiliares del Ejército. Pero este
planteamiento presentaba un gran inconveniente; si las fuerzas armadas no
llegaban a sublevarse, como efectivamente ocurrió, sus movilizaciones no pasarían
de ser actos meramente testimoniales sin posibilidad alguna de poder actuar al
margen del imprescindible paraguas protector de los militares 6 .
La más importante de las tramas civiles estaba encabezada por Emilio Pino
Patiño y los capitanes retirados Carlos Esteve, José Monteoliva y Luis Quevedo. La
conexión a nivel nacional la realizaban a través de los diputados de la Agrupación
Regional Independiente, Pedro Sainz Rodríguez y Santiago Fuentes Pila.
Por su parte, la trama carlista estaba dirigida por el comandante de Artillería
retirado y Jefe del Requeté de Cantabria, Alejandro Valverde González, y al ser
nombrado para el mismo puesto en Vizcaya fue sustituido por Ramiro Casar Cañizo,

4
Afirmaciones que aún hay quien respalda todavía, como es el caso de Arturo de la Lama Ruiz
Escajadillo, Mártires de la Montaña, Sanara, Santander, 1994, pp. 27-8; o el de Francisco María Castro
Fr. OP, Ofrenda martirial de los dominicos en Cantabria en la persecución religiosa de 1936, PP.
Dominicos, Las Caldas de Besaya, 1996, tomo I, pp. 376 y ss.
5
Como dejó escrito uno de los líderes falangistas: “Estábamos desconectados del Ejército, por lo
menos en Santander, y teníamos que preparar la rebelión por nuestra cuenta”, en Arturo Arredondo
González, Datos relativos a la fundación de las JONS y de Falange Española en Santander, texto inédito
e incompleto, Santander, 1942-3, p. 14.
6
Información detallada de los preparativos golpistas, así como de los sucesos acaecidos hasta el 25
de julio de 1936 en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La sublevación frustrada…, pp. 69-158.

3
quien mantenía frecuentes contactos con los mandos militares de Santander y
Santoña.
Falange inició la elaboración de sus planes subversivos a principios de 1936,
cuando tuvieron lugar los primeros contactos con los militares del Regimiento de
Infantería de Santander. De acuerdo con las fuentes falangistas, a mediados de
mayo de 1936, unos 1.500 afiliados se encontraban preparados para pasar a la
acción cuando llegara el momento, aunque únicamente trescientos de ellos se
mostraban dispuestos a tomar las armas 7 . Dos hechos limitaron drásticamente la
eficacia de los preparativos falangistas; de un lado, la escasez de armamento, que
se intentó solventar, aunque con poco éxito, y, sobre todo, la acción policial,
incrementada a principios de junio, tras el asesinato del director del diario
izquierdista La Región, Luciano Malumbres, a manos de un pistolero falangista, que
llevó a prisión a buena parte de sus dirigentes y cuadros más activos 8 .
En lo que respecta a los militares, de acuerdo con los datos disponibles, se
puede asegurar que la conspiración en la capital se limitaba únicamente a unos
pocos oficiales: el coronel Argüelles, los comandantes Senén Ubiña y Emilio Juste,
la mayoría de los capitanes y unos pocos tenientes, posicionándose en contra la
casi totalidad de los alféreces, suboficiales y tropa.
Mucho más proclives a un golpe eran los militares del batallón acantonado
en Santoña. Aquí la totalidad de los capitanes, con la excepción de José Bueno
Quejo, gran parte de los tenientes, la Guardia Civil local y los distintos grupos
derechistas se encontraban en conexión con los conspiradores de la guarnición de
Burgos, donde actuaba como enlace el teniente coronel de Caballería Marcelino
Gavilán Almuzara. Alejado de estos preparativos estaba el jefe militar de la plaza
santoñesa, comandante José García Vayas, militante socialista radicalmente
opuesto a cualquier acción subversiva contra la República.
Los oficiales santoñeses aceptaban a Argüelles como mando superior de la
conspiración en la provincia. En junio se había ultimado un plan de acción que se
desarrollaría en varios pasos; en un primer momento se sublevaría la guarnición de
Santoña, previa declaración del estado de guerra; a continuación una de sus
compañías se desplazaría a Santander, momento que aprovecharía el coronel
Argüelles para alzarse, armar a las milicias derechistas y ocupar la ciudad. Mientras

7
Abundante información sobre los planes falangistas en la serie de artículos, que bajo el epígrafe de
“Un poco de la historia de la España de hoy”, publicó en el diario Alerta, entre el 22 de julio y el 6 de
agosto de 1938, el destacado dirigente de la Falange montañesa Jaime Rubayo. El número de militantes
prestos a actuar en manifestaciones del falangista Amancio Ruiz Capillas al capitán Fernando Benavent
García recogidas en Causa General de Santander (CGS), leg. 1582-2, Pieza 1ª Principal Capital, Tomo C,
fols. 515-515 vº.
8
Las consecuencias del asesinato de Malumbres han sido expuestas por José Ramón Saiz Viadero,
en “La guerra civil en Cantabria/10”, Alerta, 8 de junio de 1986.

4
tanto, el resto de los efectivos santoñeses se apostarían en los límites con Vizcaya y
la Guardia Civil impondría el orden en las zonas rurales, todo ello a la espera de la
llegada, vía Burgos, de refuerzos 9 .
Conocidas, en la noche del 17 de julio, las primeras noticias de la rebelión en
Marruecos, Argüelles fue incapaz de tomar resolución alguna, hecho que fue
aprovechado por el Frente Popular Provincial, comandado por Juan Ruiz Olazarán 10 ,
que movilizó todos los recursos disponibles; armó a unos trescientos voluntarios,
parte de los cuales cercaron el cuartel del Regimiento de Infantería mientras el
resto se dedicaba a vigilar las calles y ocupar los principales edificios públicos;
controló la Central de Correos y Telégrafos -lo que permitió interceptar los
telegramas dirigidos a Argüelles con las claves para la sublevación 11 -; requisó la
emisora local de radio, se incautó de los periódicos conservadores y envió enlaces a
los principales núcleos de población de la provincia con la misión de informar de la
situación y de que se tomaran todas las medidas que juzgaran oportunas para
abortar cualquier tentativa sediciosa en su ámbito territorial 12 . Además, consiguió
el inesperado apoyo de la Guardia de Asalto y de los Carabineros. Fue en esos
momentos cuando Olazarán se convirtió en el líder indiscutible e indiscutido del
movimiento antisublevación, siendo aceptada su jefatura por el resto de los grupos
frentepopulistas, en el que se habían integrado ya la CNT y la FAI. Su posición
además se vio reforzada por la renuncia del inoperante gobernador civil, el azañista
Enrique Balmaseda Vélez. El 18 de julio, los diputados nacionales Bruno Alonso y
Ramón Ruiz Rebollo y Juan Ruiz Olazarán se personaron en las dependencias del
Gobierno Civil y allí consiguieron que Balmaseda cediese su cargo al propio
Olazarán 13 .
Con las riendas del aparato republicano en sus manos, el triunvirato
frentepopulista comenzó a dictar disposiciones de obligado cumplimiento, decretar
incautaciones, efectuar detenciones de conocidos derechistas y proceder a la

9
Datos aportados por Pablo Cagigas Castañeda, hijo de uno de los enlaces civiles, y publicados por
David Solar Cubillas en Desde las elecciones del 16 de febrero al golpe del 18 de julio, trabajo inédito de
doctorado, Madrid, 1998, p. 48.
10
En esos momentos presidente de la Comisión Gestora de la Diputación Provincial de Santander,
del Frente Popular Provincial, de la Federación Obrera Montañesa (FOM-UGT) y de la Federación
Socialista Montañesa (FSM-PSOE).
11
El texto de los telegramas aparece reproducido en CGS, leg. 1583-2, Pieza 5ª, Justicia Roja,
Causas Tribunal Popular de Santander.
12
La Voz de Cantabria, 21 de julio de 1936.
13
“Llegamos al Gobierno [Civil] y encontramos allí al titular en estado físico y moral lamentable, lo
primero que les propusimos fue incautarnos de las armerías y repartir entre las organizaciones cuanto
había en ellas. Le pareció grave la resolución y para llevarla a cabo, levantamos un acta en la que se
asentaba que en virtud de encontrarse enfermo resignaba el mando civil en mí, como Presidente de la
Diputación, y que fuese yo el que me responsabilizase de dicha medida. Así se hizo”, Archivo Histórico
de la Fundación Pablo Iglesias (AFPI), AAVV-Archivo Juan Ruiz Olazarán (AJRO), 831-25, Escritos
sobre la guerra…, pp. 32-3. Versión refrendada por Bruno Alonso en El proletariado militante.
Memorias de un provinciano, Tantín, Santander, 1994, p. 98.

5
requisa de los edificios y locales de los partidos conservadores. Al mismo tiempo
pusieron en pie una nueva estructura político-administrativa, representada por los
Comités locales y sectoriales y dirigida por el Comité Ejecutivo del Frente Popular
Provincial. Y para acentuar la presión sobre Argüelles decidieron convocar una
huelga general, que logró paralizar la actividad en los núcleos de población más
importantes, así como la formación de columnas militares que supuestamente se
dirigían al sur de la provincia para evitar teóricas incursiones de las fuerzas
rebeldes de Burgos 14 .
Mientras tanto, la Guardia Civil permanecía concentrada a la espera de unas
órdenes de Argüelles, que, sin embargo, nunca llegaron. En la misma situación se
encontraban las milicias de los partidos derechistas, que se habían reunido en
varios lugares de la capital; pocos días después, ante la falta de iniciativas por
parte de los militares, tomaron la decisión de deshacer las concentraciones.
Argüelles, a pesar de las insistentes presiones recibidas desde distintos ámbitos,
general Mola incluido, y ante la falta de noticias concretas, decidió atenerse a los
planes previstos y esperar, por tanto, a que en Santoña se iniciara la sublevación.
Pero aquí sucedió lo imprevisto merced a la decidida actuación del comandante José
García Vayas, que, aun con la oposición de casi todos sus oficiales, logró que las
tropas bajo su mando permanecieran fieles al régimen republicano 15 .
El 21 de julio llegó a Santander la noticia de lo sucedido en Santoña, así
como del fracaso de los conatos de levantamiento en Potes, Reinosa, la costa
oriental y Torrelavega 16 .
Tras varias vicisitudes, en la tarde del 24 Olazarán puso en marcha un audaz
plan para despejar definitivamente la situación. Citó en el Gobierno Civil a Argüelles
y allí le comunicó que había recibido una orden verbal del ministro de Defensa por
la cual se le destituía como jefe militar de Santander. El coronel le indicó que no la
aceptaba sino venía firmada por el mismo ministro. Ante esta negativa, Olazarán le

14
“Trabajadores. De acuerdo con el Frente Popular y para la mejor organización de la defensa de
nuestra provincia, a partir de este momento [3 de la tarde del 21 de julio] queda decretada la huelga
general. Todos los hombres útiles se concentrarán en los lugares que han sido designados, tanto en la
capital como en la provincia, para que colaboren con las fuerzas leales al Gobierno en el momento
preciso. ¡Trabajadores! Divulgad rápidamente la noticia y que se abandonen inmediatamente los trabajos.
Federación Obrera Montañesa. Federación Local de Sindicatos e Izquierda Republicana a sus afiliados”.
Nota radiada el 21 de julio a las 3.05 de la tarde y reproducida al día siguiente en El Cantábrico. Sobre la
actividad de las columnas armadas, véase Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La sublevación frustrada…, p.
117 y ss.
15
Sobre los sucesos de Santoña es de gran interés la información contendida en CGS, leg. 1583-2,
Pieza Quinta, Justicia, Causas Tribunal Popular de Santander, donde aparecen declaraciones de la
mayoría de los implicados en los sucesos. Muy útil también es el relato de los acontecimientos realizado
por el alcalde santoñés, el azañista Epifanio Azofra, en Nuestra conducta en la guerra civil, redactado en
1980, poco antes de morir. Una pormenorizada relato en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La sublevación
frustrada…, pp. 94-106.
16
Sobre estos hechos, véase Miguel Ángel Solla Gutiérrez, ibid, pp. 130-140.

6
informó que recabaría inmediatamente la misma, pero en realidad se dirigió a la
central de Correos, donde, con la ayuda de militantes ugetistas, se confeccionó un
falso telegrama que refrendaba el cese de Argüelles. Poco después, ante la vista del
mismo, el coronel aceptó su destitución y su sustitución por el comandante García
Vayas 17 . Lo inconcebible había sucedido; Santander, provincia profundamente
conservadora, se ponía al lado del régimen republicano.
Conseguido el objetivo inicial de impedir el triunfo de la insurrección militar
en Cantabria, los dirigentes provinciales decidieron que sus prioridades ahora se
encaminaban hacia la adecuación del entramado político, administrativo, militar,
judicial y económico a la nueva situación bélica, con el fin de poner en
funcionamiento un estructura que fuera capaz de conseguir la meta principal que se
habían fijado y que no era otra que contribuir, en la medida de sus posibilidades, a
que la República ganase la guerra; y otras derivadas o subordinadas a ésta, como
lograr una centralización orgánica que superara el proceso abierto de dispersión del
poder, eludiendo una más que posible taifización; la creación de unas fuerzas
armadas capaces de enfrentarse a las tropas rebeldes, que les amenazaban desde
el flanco sur; el establecimiento de un único y eficaz sistema represivo contra
desafectos y enemigos; y la normalización, fomento y desarrollo de la economía
regional, acomodando la misma a la nuevas necesidades generadas por la
coyuntura bélica 18 .
Para hacer frente a todas estas tareas los nuevos gobernantes tuvieron que
valerse inicialmente de los limitados recursos que la provincia de Santander podía
ofrecer. El aislamiento de la región respecto al resto de la zona republicana -
excepción hecha de asturianos y vizcaínos-, cerró los tradicionales canales de
intercambio comercial con la meseta castellana, de donde llegaban buena parte de
las importaciones, sobre todo, de artículos de primera necesidad, como el trigo.
Además, poca ayuda podía esperarse de Asturias y Vizcaya, más interesada cada
una de ellas en desarrollar su propio marco político; la primera, de clara
significación revolucionaria y con la mirada puesta en recuperar a toda costa
Oviedo; y la segunda, empeñada en obtener la ansiada autonomía y llevar a cabo
su propia guerra paralela. El resultado final fue la división del Frente Norte en tres
bloques diferentes y diferenciados, cada uno de ellos más atento a la resolución de
sus propios problemas que en establecer una coordinación política, económica y

17
Más información en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, Los inicios de..., p. 50 y ss.
18
Una ampliación de estos planteamientos en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, “El cantón
santanderino. Trece meses de gobierno republicano en Cantabria durante la Guerra Civil (julio de 1936-
agosto de 1937), en VV.AA., II Encuentro Historia Cantabria, Parlamento de Cantabria-Universidad de
Cantabria, Santander, 2006, tomo I, pp. 661-674. Conclusiones similares a las nuestras, a nivel nacional,
en Enrique Moradiellos, “Ni gesta heroica, ni locura trágica: nuevas perspectivas sobre la guerra civil”, en
Ayer nº 50, La guerra civil, Madrid, 2003, p. 36.

7
militar, necesidad que se fue haciendo cada vez más necesaria ante la creciente
presión de las tropas franquistas.
El estallido de la guerra provocó importantes alteraciones no sólo en el
frente externo sino que tampoco la situación de la provincia era la misma que antes
del 18 de julio. Por de pronto, los organismos de la administración republicana
vieron cómo la mayor parte de sus prerrogativas y funciones les fueron arrebatadas
por unos nuevos órganos, los Comités, que, nacidos al calor de la sublevación como
respuesta a la manifiesta inoperancia de aquéllos, fueron ocupando crecientes
parcelas de poder, convirtiéndose durante un breve periodo en el eje principal de la
administración y la política santanderinas.
Mientras en la capital iba tomando cuerpo una estructura jerarquizada en
cuya cúspide se encontraba el llamado Comité Ejecutivo del Frente Popular
Provincial y en su base una serie de Comités o Comisiones sectoriales, en los
distintos municipios, pueblos, aldeas e incluso barrios de la provincia se producía
una situación similar con el desarrollo de los autodenominados Comités Locales del
Frente Popular, que no dudaron en arrogarse las competencias legalmente
atribuidas a las Corporaciones Locales, dando lugar a una peligrosa dispersión del
poder en multitud de pequeños organismos, que, además, frecuentemente
ignoraban cualquier sugerencia, instrucción u orden de sus teóricos superiores del
Frente Popular Provincial 19 .
Por su parte, la economía santanderina tampoco permaneció ajena a las
vicisitudes del conflicto. Muchos de los dueños, gerentes y directores de las
empresas industriales y comerciales, instituciones financieras incluidas, huyeron o
fueron detenidos. Asimismo fue relativamente frecuente, especialmente en los
primeros momentos, que desde diversos ámbitos se procediera a la requisa o
incautación de comercios o de establecimientos fabriles, con el socorrido argumento
de asegurar el abastecimiento de la población o la producción.
El tejido industrial se vio afectado por una progresiva escasez de materias
primas, suministros y recambios indispensables para la continuidad de sus
actividades. Conforme fue pasando el tiempo, y debido al aislamiento de la
provincia y al bloqueo marítimo de su costa por unidades de la flota franquista, la
situación no hizo más que empeorar. La penuria afectó también a los
abastecimientos, obligando, a mediados de septiembre de 1936, a la implantación
de la cartilla de racionamiento obligatoria para todos los naturales y residentes,
correspondiendo a Santander el dudoso honor de ser uno de los primeros territorios
de la España republicana donde se adoptó tal medida.

19
La enumeración de los distintos Comités y el análisis de la situación en el área municipal en
Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La Guerra Civil en..., pp. 153-164.

8
Con el objetivo puesto en remediar estos y otros problemas se fueron
dibujando en el seno del Frente Popular dos tendencias. De un lado estaban
quienes propugnaban reordenar y reconducir la coyuntura hacia parámetros
parecidos a los existentes antes del 18 de julio, y por el otro se encontraban
aquellos -los anarquistas- que abogaban por una profundización del proceso
revolucionario. En esta disputa, el triunfo correspondió a los primeros -socialistas,
comunistas y republicanos-, que conformaron un sólido bloque, que liderado por
Juan Ruiz Olazarán, llevó la dirección política de la provincia hasta su ocupación por
las tropas franquistas, a finales de agosto de 1937.
Desde el punto de vista de Olazarán y sus aliados lo prioritario era ganar la
guerra, subordinándose el resto de las actuaciones a este objetivo, paralizándose y,
posteriormente, reconduciéndose todos los ensayos más o menos revolucionarios -
tanto los políticos como de cariz económico- hacia cauces más ortodoxos. Así, para
Olazarán los Comités habían cumplido su papel con el fracaso de la asonada militar.
Una vez desarticuladas las tramas golpistas, no tenían ya cabida como órganos
efectivos de gobierno sino que su misión debería limitarse a partir de entonces a la
de entidades de relación política entre las diversas formaciones frentepopulistas. En
su opinión se hacía imprescindible, máxime teniendo en cuenta el aislamiento de la
provincia, un gobierno y una estructura administrativa única, centralizada y
jerarquizada, cuyas instituciones tuvieran sus competencias claramente delimitadas
y cuyo ámbito de actuación -el provincial- no estuviese mediatizado por otros
organismos, especialmente los Comités locales, esfera esta última en la que los
Ayuntamientos, y sólo ellos, deberían ser los únicos gestores 20 .
Hasta mediados de agosto de 1936, el poder real y efectivo estuvo en
manos de los Comités, tanto de los sectoriales como de los locales. Pero ya
entonces se habían dado los primeros pasos en la dirección anhelada por Olazarán
y sus aliados; así, el 27 de julio aparece constituido el Comité de Guerra, que
rápidamente se convirtió en el eje sobre el que giraron el resto de los organismos
populares 21 .

20
“Cuando se produjo la sublevación militar y ante la actitud equívoca o reservada de algunos altos
funcionarios que se hallaban en la dirección de los órganos administrativos [...] fue, imperativo para el
Frente Popular de Izquierdas [...], improvisar una sustitución necesaria, comprensiva de todos los
servicios cuya conexión lo demandaba, y sin tener en cuenta las circunstancias de quienes, por un
nombramiento, se encontraban en aquellos momentos al frente de los departamentos de la Administración
cuyas funciones iban a ser temporalmente desplazadas”, Boletín Oficial de la Provincia de Santander, 1
de enero de 1937, “Delegación del Gobierno en Santander, Palencia y Burgos. Circular número 25”.
21
El Comité de Guerra se creó el 25 de julio de 1936 merced a una iniciativa de la FOM y de la
CNT “para mejor organizar la defensa contra los elementos facciosos se constituirá un Comité mixto de
militares y paisanos con representación de las dos organizaciones y por el sistema paritario y plenos
poderes en cuanto se refiere a la organización de defensa y ataque en nuestra provincia, que pueda
ordenar a la vez el auxilio que debe prestarse a las limítrofes [provincias] en cuanto sea preciso”, Archivo

9
Una segunda etapa se abre el 11 de agosto con el nombramiento de
Olazarán como gobernador civil de la provincia. En consonancia con sus conocidos
planteamientos, pocos días después de su designación reorganizó el Frente Popular
Provincial, al que dotó de una doble estructura: Comité de Guerra -del que ocupó la
presidencia- y una serie de Secretariados o Secciones, a las que se encomendaban
unos cometidos específicos pero cuyas decisiones no eran válidas sin el aval del
gobernador civil, es decir, del propio Olazarán, que de esa manera consiguió
reforzar sustancialmente su liderazgo político 22 .
A pesar de esta transformación, el sistema de los Comités siguió dejando a
la vista sus carencias. La profunda maraña de organismos, con sus denominaciones
de Comités, Comisiones, Secretariados, Secciones y similares, no era capaz de
configurar un sistema de gobierno que actuara de manera eficaz y coordinada para
hacer frente a los crecientes problemas y dificultades que la guerra generaba. Con
sus competencias y atribuciones escasamente definidas y con unos Comités locales
apenas domeñados, era evidente para Olazarán que la situación no podía continuar
indefinidamente por estos derroteros.
La reforma de mediados de agosto no fue sino el preludio de otra de más
amplio calado, que pasaba por la formación de un auténtico gobierno provincial que
centralizara y ejerciera la función ejecutiva sin oposición de ningún tipo u
organismo. Para lograr este propósito el joven gobernador civil contó con la
decidida ayuda de republicanos y comunistas, que defendían posturas muy
similares. La cristalización de estos planteamientos tuvo lugar el 15 de septiembre
de 1936, al llegar al acuerdo de constituir la llamada Junta de Defensa de la
Provincia de Santander, que se estructuró en catorce departamentos o direcciones
generales, y a cuyo frente se situó, como presidente, el propio Olazarán 23 .
De esa manera lograba culminar uno de los objetivos principales que se
había fijado un mes antes con ocasión de su nombramiento como gobernador civil
de la provincia:

“Desde el momento mismo de la designación [como gobernador civil]


fue preocupación mía restablecer el normal funcionamiento de los órganos

General de la Guerra Civil Española (AGGCE), PS Santander, Serie H/A, leg. 12/3, nº 2, fol. 50,
“Convenio entre la Federación Local de Sindicatos y la Federación Obrera Montañesa”.
22
AGGCE PS Santander, Serie L 544/29.
23
Los objetivos de la nueva Junta aparecen explicitados por uno de sus componentes cuando afirma
que eran “centralizar todas las actividades provinciales diluidas en un sinnúmero de Comisiones nacidas
al inicio del detestable movimiento fascista […] asimismo establecer un control minucioso en todos los
aspectos que ofrecía la vida provincia a fin de armonizar y articular las distintas gestiones para llevarlas a
cabo con acierto y eficacia”, AGGCE, PS Santander, Serie C/U, leg. 7/19, fol. 2, “Informe que presenta el
camarada encargado de este Departamento [Dirección General de Instrucción Pública] a la Federación
Local de Sindicatos, comprendiendo la gestión llevada a cabo desde el 20 de septiembre”.

10
rectores provinciales, logrando inmediatamente la disolución del Comité de
Guerra, constituyéndose un Consejo provincial con idéntica estructura y
facultades que las consignadas a los Consejos Provinciales en el Decreto de
Gobernación de doce [sic] de diciembre de mil novecientos treinta y seis; es
decir, que en orden a la posterior política de normalización dispuesta por el
Gobierno, Santander adelántose a dichas previsiones” 24 .

Un tercera etapa da comienzo con el decreto de reorganización provincial


dictado por el gabinete de Largo Caballero, en diciembre de 1936, por el que se
instituía el Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos, que en realidad
no era otra cosa que la ratificación legal de la Junta de Defensa; y que, tras varias
vicisitudes, vio la luz a principios de febrero de 1937. Como complemento de la
anterior, el gobierno republicano decidió, en enero de 1937, la reconstitución de la
administración municipal mediante la formación de los llamados Consejos
Municipales.
Gracias al impulso representado por estas dos normas, Olazarán pudo
acometer una serie de profundas reformas, muchas de ellas iniciadas ya en los
meses anteriores, que le permitieron terminar definitivamente con la intromisión de
los Comités locales en la vida administrativa municipal y reconvertirlos en meros
órganos de relación política entre partidos 25 .
Factor decisivo para la culminación de este proceso normalizador fue la
hegemonía ejercida por el socialismo montañés sobre el resto de las formaciones
agrupadas en el Frente Popular; la preponderancia de la FSM y de la FOM, con el
consiguiente correlato del liderazgo de Juan Ruiz Olazarán, no fue, en principio,
discutida por ninguna de ellas. En julio de 1936 la única organización que disponía
de una amplia red territorial y humana y de una significativa presencia social era la
socialista, mientras que las demás no podían jugar más que un papel secundario

24
CGM (Causa General de Madrid) leg. 1544-1, Pieza Separada de la Causa por la pérdida de
Vizcaya, Santander y Asturias, “Informe de Juan Ruiz Olazarán al Sr. Asesor e Instructor”, fol. 65.
25
Ya en octubre de 1936 Olazarán promulgó un decreto por el que se restablecía la organización
municipal anterior a la guerra; y en consecuencia “en aquellos Municipios donde la perturbación
producida por el levantamiento fascista hubiese determinado la creación de Comisiones o Delegaciones
del Frente Popular encargadas de regular en sus distintos aspectos la vida administrativa de los pueblos,
se restablecerá enteramente la función municipal, dependiendo exclusiva de estos organismos la gestión
administrativa y la función, por tanto, de velar por el abastecimiento, la sanidad, etc., etc.”, Boletín
Oficial de la Provincia de Santander, 14 de octubre de 1936, “Circular nº 102 del Gobierno Civil de la
Provincia de Santander”. Las fuertes resistencias limitaron la eficacia de esta orden, por lo que hubo que
esperar a la promulgación del decreto de reforma municipal del gobierno de Largo Caballero para que
Olazarán alcanzara los objetivos propuestos.

11
dada su escasa implantación 26 . Tal situación se mantuvo hasta principios de 1937,
momento que marca el inicio de hostilidades entre varios de estos grupos, luchas
que en el curso de los meses siguientes adquirieron tintes de gran dureza.
Es entonces cuando se produjo un serio enfrentamiento entre los grupos
anarquistas y el resto de las formaciones del Frente Popular; en teoría motivado por
que los primeros no aceptaban disponer de tan sólo tres carteras en el Consejo
Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos y exigían que su número fuera de
cuatro para la CNT y otra para la FAI. Realmente lo que pretendían era modificar
sustancialmente la naturaleza del propio Consejo al exigir que el mismo tuviera una
base sindical -ocho puestos para las dos centrales sobre un total de catorce- y
donde los partidos políticos fueran poco más que meros comparsas. Sin embargo,
se encontraron con una cerrada oposición por parte de socialistas, comunistas y
republicanos, por lo que no les quedó más remedio que claudicar y aceptar a
regañadientes la distribución inicialmente propuesta 27 .
Mucho más grave, por lo que significaba y por las consecuencias que tuvo,
fue la ruptura de relaciones entre socialistas y comunistas. Cuando estalló la
rebelión militar de julio, el Partido Comunista en Santander no era más que un
pequeño grupúsculo cuyos afiliados difícilmente alcanzaban el millar; pero en el
transcurso de los meses siguientes, gracias a una activa campaña de propaganda, a
la ocupación de importantes parcelas de poder y, sobre todo, a la difusión de un
mensaje que insistía machaconamente en la protección de la pequeña propiedad
rural frente a los intentos colectivizadores de otros grupos, que caló en sectores
cuantitativamente significativos del campesinado cántabro, su relevancia e
influencia aumentaron de manera vertiginosa, llegando a tener unos 10.000
cotizantes, lo que le convertía en una de las formaciones principales del
conglomerado frentepopulista 28 .
Las fraternales relaciones entre comunistas y socialistas, que en algún
momento hicieron pensar en la posibilidad de la unificación de los dos grupos, se
agrietaron en la primavera de 1937 y degeneraron en abierta confrontación poco
tiempo después. Dos fueron los motivos fundamentales; en primer lugar, la
decisión de Juan Ruiz Olazarán de cerrar todas la cabeceras de prensa existentes y
su sustitución por un nuevo rotativo, República. Este hecho privó a los comunistas
santanderinos de sus órganos de expresión escrita que tan importante papel habían
jugado en sus exitosas campañas proselitistas. Para eludir tan negativas

26
Un análisis de los distintos partidos políticos y sindicatos durante la Guerra Civil en Cantabria,
con datos sobre su evolución ideológica y orgánica, implantación territorial y cuantificación de efectivos,
en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La Guerra Civil en..., pp. 54-149.
27
Más información sobre estos hechos en ibid., pp. 191-6 y 198-202.
28
Miguel Ángel Solla Gutiérrez, “El Partido Comunista en Cantabria durante la Guerra Civil”,
ponencia presentada al I Congreso sobre la historia del PCE, Oviedo, 6, 7 y 8 de mayo de 2004.

12
consecuencias, pusieron en circulación El Boletín del Norte, presentado como
portavoz del Buró del Norte del Partido Comunista. La rápida reacción de Olazarán,
cerrando la imprenta donde se editaba y, con posterioridad, cuando aquél se
trasladó a Gijón, prohibiendo su difusión en Cantabria, no hizo más que exacerbar
los ánimos de los líderes comunistas, que en sus protestas llegaron hasta el
gobierno de Valencia 29 , no descartándose incluso que pidieran la sustitución del
gobernador civil por otra persona más afín a sus planteamientos.
Pero fue la disputa originada por una orden del Frente Popular Provincial que
prohibía cualquier tipo de propaganda partidista individual la que acabó por
provocar la ruptura pública de relaciones entre socialistas y comunistas. Sin
embargo, para desgracia de estos últimos, los primeros contaron en este caso con
el decidido respaldo de todos los miembros del Frente Popular, anarquistas
incluidos. Únicamente los más que evidentes indicios que anunciaban una
inminente ofensiva franquista sobre Santander impulsaron a los dos grupos a
concertar una frágil tregua 30 .
La imagen de una retaguardia dividida, donde los enfrentamientos entre
socialistas y comunistas, entre éstos y anarquistas y entre socialistas y libertarios,
eran crónicos, quedó fijada en la mente de muchos de los habitantes de la España
republicana, dejando para la posterioridad la imagen de un Santander minado por
las disputas internas y la indisciplina y donde la guerra nunca se tomó demasiado
en serio 31 .
Pero lo que casi nunca se tiene en cuenta son las dificultades de los
gobernantes santanderinos para ejercer su labor en una coyuntura tan crítica como
la que atravesaba la provincia desde el inicio de la guerra. A los ya conocidos
problemas originados por el corte del comercio con la meseta castellana, se unían
las escasas y, en general, malas relaciones con vascos y asturianos. En sus intentos
de alcanzar acuerdos de cooperación, los santanderinos chocaron repetidamente
con la obstrucción de las dos regiones vecinas, siendo el fracaso del Comité
Regulador para el Abastecimiento del Norte de España uno de los ejemplos más

29
Notas de protesta de los comunistas santanderinos dirigidas al Presidente del Consejo de Ministros
y al titular de Gobernación en Boletín del Norte, 24 de julio de 1937 y AGMA, Documentación Nacional,
Ejército del Norte, leg. 11, carpeta 47, fol. 27, respectivamente.
30
El desarrollo y desenlace de la crisis entre socialistas y comunistas, en Miguel Ángel Solla
Gutiérrez, La Guerra Civil en..., pp. 359-374. A pesar de la tregua, lo cierto es que los comunistas
siguieron criticando a Olazarán y a los socialistas montañeses, críticas que se redoblaron tras la conquista
de la provincia por los franquistas; véase, al respecto, AGGCE, PS Gijón F 91/3, “Interesante informe
acerca de lo ocurrido en Santander durante los tres últimos días anteriores a su caída y notas para un
discurso”.
31
Una vez terminada la guerra en el Norte y para intentar rebatir esta visión todas las fuerzas
políticas santanderinas, excepción hecha del Partido Comunista, publicaron una nota en la edición de
Solidaridad Obrera del 14 de diciembre de 1937, bajo el significativo título de “A la opinión pública. Por
el buen crédito del pueblo de Santander”.

13
relevantes de cómo las rivalidades, los recelos y los intereses particulares
prevalecieron sobre la perentoria necesidad de implantar y desarrollar modelos de
cooperación interterritorial.
Las limitaciones de los gobernantes santanderinos también se hicieron
palpables en los asuntos internos. En este caso, obligados tanto por la fuerza de las
circunstancias como impulsados por sus propias convicciones, los líderes cántabros
optaron por llevar a cabo una política que se puede calificar más de reformista que
de revolucionaria y donde el intervencionismo y la búsqueda de la autarquía
económica se convirtieron en sus ejes principales.
Dos hechos ilustran estas afirmaciones. En todos los sectores productivos,
salvo contadas excepciones, se continuó la actividad bajo las formas tradicionales;
así, en la industria la figura más generalizada fue la del Control Obrero, expediente
al que hubo de recurrirse, en la mayoría de las ocasiones, por la ausencia de los
dueños, gerentes y administradores de las empresas. En este contexto, la
explicación de las escasas colectivizaciones hay que buscarla más en motivos de
índole económica (necesidad de agrupar los medios y recursos disponibles ante la
escasez de materias primas) que en la plasmación de convicciones ideológicas 32 .
En el mundo rural, Olazarán y sus colaboradores se limitaron a la adopción
de medidas intervencionistas que perseguían como objetivo fundamental el
aumento de la producción agroganadera para intentar cubrir, en el mayor grado
posible, las necesidades de la población. Por ello, una de las principales medidas
fue autorizar un incremento de la superficie cultivada, que ante las serias
dificultades técnicas y de suministro de aperos, semillas y otros elementos, se
vislumbraba como la única alternativa viable para elevar el rendimiento del campo
montañés. Lo que nunca tuvieron intención de hacer fue poner en marcha un
programa de reforma agraria; en cambio, repartieron las pocas tierras incautadas a
los declarados fascistas o enemigos del régimen, siendo en este aspecto los
comunistas quienes más interés pusieron en el mismo 33 .
En este contexto de aislamiento y de graves dificultades de todo tipo se fue
generando en parte de las formaciones políticas y sindicales, preferentemente entre
los círculos republicanos, la creencia de que la labor desarrollada debería servir de
base para la concesión de la autonomía a nueva entidad, llamada País Cántabro, en
la cual, además de los municipios de la provincia de Santander, quedarían
integrados aquellos ayuntamientos burgaleses y palentinos sujetos a la jurisdicción

32
Estos aspectos han sido tratados con más profundidad en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La
Guerra Civil en..., p. 267 y ss.
33
Una relación de las actividades emprendidas por los comunistas en El Proletario, 22 de mayo de
1937, “Guillermo Hernández, delegado de Reforma Agraria, habla para El Proletario”. Relaciones de
fincas incautadas en Boletín Oficial de la Provincia de Santander, 5 de mayo de 1937 y El Cantábrico, 13
de mayo de 1937.

14
del Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos; petición que, sin
embargo, dejaban diferida hasta la victoria de las armas republicanas en la guerra,
momento en el que el País Cántabro se convertiría en uno de los Estados
integrantes de la futura República Federal Española.
Pero una cosa eran los deseos y otra la cruda realidad. Todas las
aspiraciones y anhelos se tuvieron que dejar aparcados por las urgentes
necesidades generadas por la guerra. Y éstas, lejos de disminuir, fueron
aumentando, empeorando una situación que cada día se presentaba más difícil. La
ofensiva lanzada por las tropas franquistas en Vizcaya se saldó a finales de junio de
1937 con la ocupación del territorio de la provincia vasca. A consecuencia de ello,
un alud humano, cifrado en unas 160.000 personas, se refugió en Santander; y
junto a él, el gobierno vasco, su presidente y consejeros, el personal de sus
departamentos y las derrotadas fuerzas de su Ejército.
Desde entonces Santander pasó a convertirse en primera línea del frente y
en el inmediato objetivo de las huestes de Franco. Pero, lejos de aprovechar el
inesperado respiro concedido tras el inicio de la batalla de Brunete, las autoridades
santanderinas, los partidos y el gabinete vasco se enzarzaron en una serie de
disputas entre sí y, por si esto no fuera suficiente, incluso con el gobierno de
Valencia, que, como era lógico, repercutieron negativamente y contribuyeron al
descalabro militar que sufrió el Ejército del Norte en la segunda mitad de agosto de
1937.
Efectivamente, las relaciones entre las formaciones políticas y sindicales
santanderinas atravesaron entonces sus peores momentos. Fue cuando los
comunistas se enfrentaron abiertamente al resto del Frente Popular, al negarse a
aceptar la prohibición de realizar propaganda política partidista decretada por éste.
También fue el momento escogido por los grupos anarquistas para lanzar una serie
de propuestas que exigían, entre otros extremos, la constitución de un Comité de
Defensa investido de todos los poderes, lo que venía a suponer, de aceptarse, la
desaparición del Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos, y, que de
hecho, presentaba grandes similitudes con lo que meses después sería el Consejo
Soberano de Asturias y León 34 .
A las anteriores se sumaron las discrepancias y roces habidos entre los
gobernantes santanderinos y los vascos, derivados de sus contrapuestas
concepciones sobre los límites de la jurisdicción de cada una de las
administraciones. Los repetidos intentos protagonizados por el lendakari Aguirre
par conseguir una salida masiva de vascos, independientemente de su sexo y edad,

34
La propuesta anarquista se puede consultar en una nota publicada de la Federación Comarcal
Montañesa (CNT-FAI) publicada en El Cantábrico, 20 de junio de 1937

15
tropezaron repetidamente con la resuelta oposición de Juan Ruiz Olazarán, que veía
en los mismos una vía cuyo objetivo era abandonar el Norte a su suerte, dejando
en la estacada a asturianos y cántabros. Percepción que, en su opinión, se vio
confirmada con la propuesta de Aguirre de trasladar al Ejército de Euzkadi, a través
de Francia, al frente aragonés. Afortunadamente, los santanderinos pudieron contar
con el apoyo en pleno de todo el socialismo del Norte de España y, sobre todo, con
la oposición de los máximos dirigentes republicanos (Azaña, Negrín y Prieto) a los
planes abandonistas de Aguirre 35 .
Incluso los dirigentes norteños tuvieron tiempo para enfrentarse con el
Gobierno de Valencia. Éste, convencido de la imposibilidad de continuar el esfuerzo
bélico en el Frente Norte, si no se establecía algún tipo de coordinación entre las
tres administraciones allí presentes, decidió la creación de un organismo dedicado a
tal fin: la Junta Delegada del Gobierno en el Norte de España. Pero, los gobiernos
de Euzkadi, Santander y Asturias, lejos de aceptar la iniciativa gubernamental,
mostraron graves reparos a la misma, que fueron desde la negativa de Aguirre y el
Gobierno Vasco a participar en ella, a las fuertes reticencias de Olazarán, quien
finalmente tuvo que ceder antes las presiones de su propio partido y porque, en
última instancia, se le mantuvieron sus atribuciones en materia de orden público,
que inicialmente iban a ser de la competencia exclusiva de la nueva Junta 36 .
Los problemas, los enfrentamientos y las disputas también afectaron al
ámbito militar. Ya en la creación del Ejército del Norte hubo su parte de polémica al
no aceptarse, por parte de Aguirre, la integración en el mismo de las tropas vascas;
de ahí, los continuos roces que protagonizaron el general Llano de la Encomienda y
el lendakari, quien consiguió que Indalecio Prieto, en una decisión ciertamente
discutible, dividiera en dos a las fuerzas del Norte. Decisión que, tras la caída de
Vizcaya, fue anulada, volviéndose a unificar en una única organización a las
distintas fuerzas militares del Norte. Pero ni aún así finalizaron las discusiones,
puesto que Prieto cesó a Llano y nombró en su lugar, como Jefe del Ejército del
Norte, al general Mariano Gamir Ulibarri, hasta entonces al frente del Ejército
Vasco. Esta nominación sentó muy mal entre los dirigentes santanderinos, que
opinaban que el político asturiano había procedido así para contentar a los
vascos 37 .

35
Información más detallada en Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La Guerra Civil en..., pp. 345-358
36
Sobre estos aspectos véase, ibid., pp. 377-384.
37
Para las reticencias con que fue acogido entre los socialistas santanderinos el nombramiento de
Gamir, véase AFPI-AAVV-AJRO, 832-9, Informe que la Federación Provincial Socialista de Santander
eleva a la Comisión Ejecutiva Nacional del PSOE, haciendo historia de la labor en dicha provincia
realizada desde la iniciación del movimiento subversivo hasta la caída de la citada región en poder de
las tropas invasoras, así como las causas y hechos que determinaron y precipitaron esta caída el 24-8-
1937, p. 36 bis-37.

16
Las suspicacias de las autoridades montañesas contra Gamir no hicieron más
que aumentar merced a varias disposiciones adoptadas por éste,
fundamentalmente, por el despliegue que efectuó de las tropas a su mando.
Convencido el general Llano, visto el desarrollo de la campaña de Vizcaya, de que
sus fuerzas no podrían oponerse en terreno abierto a las franquistas, dada su
manifiesta inferioridad en medios técnicos, especialmente en artillería y aviación,
había elaborado un plan que preveía la retirada del grueso del Ejército de las
posiciones que defendía en el Norte de Burgos y su repliegue hacia zonas más
elevadas, donde confiaba en poder responder en mejores condiciones al más que
previsible ataque franquista. Pero, por el contrario, Gamir desechó tales
pretensiones y reforzó el dispositivo defensivo en la paramera burgalesa, creándose
de esa forma una bolsa en la que se encontraban lo mejor y más selecto de los
soldados santanderinos. El peligro era evidente; si Franco, como finalmente
sucedió, conseguía culminar con éxito un movimiento envolvente sobre ese
saliente, se produciría un descalabro militar de consecuencias muy difíciles de
reparar 38 .
Y las peores perspectivas se hicieron realidad a partir del 14 de agosto de
1937. Apoyado en su superioridad artillera y aérea, las tropas franquistas en sólo
tres días de lucha quebraron la resistencia republicana; entraron en Reinosa,
conquistaron el importante escollo defensivo que representaba el puerto de El
Escudo, y, sobre todo, cercaron a las tropas santanderinas, vascas y asturianas
desplegadas en la zona, con lo que dejaron fuera de combate a la élite del Ejército
del Norte 39 .
A partir de entonces la ofensiva se convirtió en un paseo militar que
amenazaba con conquistar la capital santanderina en unos pocos días. Dos eran las
únicas alternativas que se vislumbraban como viables para Gamir y su Estado
Mayor: la retirada hacia Asturias de todos los efectivos militares o resistir en la
ciudad de Santander, pero siempre bajo el supuesto ineludible de conservar las
comunicaciones con la región asturiana.
Para adoptar una decisión sobre cuál de las dos soluciones se tomaba, el
jefe del Ejército del Norte convocó a los principales líderes civiles y militares de las
provincias norteñas, nacionalistas vascos incluidos, a una reunión a celebrar el 22
de agosto 40 . En la misma se inclinaron por la segunda de las opciones, fiados en la

38
El despliegue defensivo de Gamir, en Mariano Gamir Ulibarri, Guerra de España, 1936-1939,
Librería Española, París, pp. 38 y ss.
39
Sobre el desarrollo de la ofensiva militar es de interés la consulta de la reciente obra de David
Solar Cubillas, La caída de Santander. Agosto 1937, Biblioteca El Mundo, Madrid, 2005.
40
Existen varias versiones de esta reunión. Entre ellas destacan la trascripción oficial en CGM, leg.
1543-2, Pieza Principal del Sumario en esclarecimiento de las responsabilidades que proceda exigir por la
pérdida de Vizcaya, Santander y Asturias, fol. 760-4; la de Juan Ruiz Olazarán, en ibid., leg. 1543-1,

17
promesa de Indalecio Prieto de que en setenta y dos horas el Ejército republicano
del Centro iniciaría una ofensiva en el frente aragonés. Con la aparente seguridad
ofrecida por este arreglo, se dieron las órdenes oportunas para efectuar la retirada
general de las tropas hacia Santander. Pero cuando todo parecía desarrollarse de
acuerdo con los planes previstos, éstos se vieron profundamente alterados por la
actitud de los batallones vascos del PNV.
En la noche del 23 de agosto, las tropas nacionalistas del Cuerpo de Ejército
de Euzkadi apostadas en la zona oriental de Cantabria desoyeron las órdenes de
Gamir y, de acuerdo con las instrucciones recibidas por la dirección del PNV, se
dirigieron, entre otros, a los puertos de Santoña, Laredo y Limpias. En el primero
de ellos, detuvieron a las autoridades locales; y seguidamente declararon su
voluntad de no continuar la lucha.
Conocida la noticia en Santander en las últimas horas del mismo 23,
Olazarán y Gamir intentaron que Aguirre desautorizara la rebeldía de sus tropas y
que éstas acatasen las disposiciones del mando militar. Pero sus intentos no
conocieron más que el fracaso. Los dirigentes santanderinos, especialmente los
socialistas, consideraron estos sucesos como una traición en toda regla, a los que
achacaron, además, la responsabilidad en el rápido desmoronamiento del sistema
defensivo propuesto en la reunión del día anterior 41 .
Por su parte, los jefes militares republicanos se convencieron, vista la
imposibilidad de que los vascos modificaran su actitud, de la inutilidad de cualquier
resistencia en Santander. En consecuencia, se decretó la retirada general de todos
los efectivos hacia Asturias. Sin embargo, la misma no pudo completarse en su
totalidad; el 24 de agosto, a media tarde, contingentes de las Brigadas Navarras
ocuparon Torrelavega y Barreda, cortando todas las comunicaciones terrestres con
el Principado.

Informe al Sr. Asesor y Fiscal, pp. 77-87. La de Gamir, en ibid., “Relación conjunta de los sucesos
desarrollados en la pérdida de la plaza y provincia de Santander”, p. 5 y ss. La de los socialistas
montañeses, en AFPI-AAVV-AJRO, 832-9, Informe que la…, fols. 24 bis-26. La de José Antonio
Aguirre, en El Informe del Presidente Aguirre al Gobierno de la República. Sobre los hechos que
determinaron el derrumbamiento del frente del Norte (1937). Prólogo y notas de Sancho de Beurko,
Editorial La Gran Enciclopedia Vasca, 2ª Edición completa, Bilbao, 1978, pp. 221-6. Y la de los
comunistas santanderinos, en AGGCE, PS Gijón, F 91/3, “Interesante informe acerca…”, fols. 9-11.
41
Véanse, al respecto, las apreciaciones de Juan Ruiz Olazarán en CGM leg. 1543-1, Pieza Principal
del Sumario en esclarecimiento de las responsabilidades que proceda exigir por la pérdida de Vizcaya,
Santander y Asturias, Información de la Asesoría Jurídica del Ministerio de Defensa Nacional, leg. 2,
Informe de Juan Ruiz Olazarán al Sr. Asesor…, p. 79; en su opinión “con el abandono de las defensas
encomendadas a los batallones vascos en territorios montañeses, que si hubiese cumplido como era su
deber, sin duda el avance italiano primero y falangista después, se hubiese retrasado el tiempo necesario y
posible para dar tiempo a Santander a reorganizar su evacuación a Asturias evitando ciertamente el
desorden causado, por las tropas montañesas, cierto, pero en mayor grado la deserción vasca, controlada,
orientada y aconsejada por las autoridades vascas”.

18
Los máximos dirigentes republicanos huyeron a Gijón en la noche de ese
mismo día. Ante su ausencia, algunos elementos civiles y militares, intentaron lo
imposible, es decir, resistir en la ciudad de Santander, pero finalmente se
convencieron de que la situación era insostenible. En el mediodía del 26 de agosto
dos columnas, una Navarra y otra italiana, entraron en la capital de la Montaña,
dando fin a una experiencia singular de la historia contemporánea de Cantabria 42 .
El resultado de los trece días de lucha no se puede calificar más que de
catastrófico para la República y su futuro. De hecho, fue el mayor desastre militar
que había conocido hasta entonces; cerca de 50.000 hombres fueron hechos
prisioneros, junto a una importante cantidad de armas y pertrechos 43 .
Aunque la contienda civil conocería todavía muchos avatares, lo cierto es
que el final de la batalla de Santander fue decisivo para el posterior desarrollo del
conflicto. La mayoría de los especialistas consideran que la República perdió la
guerra en el Norte; e incluso alguno de los protagonistas opina que gran parte de la
culpa de ello recayó en Santander y su rápida conquista, tal y como dejaría escrito
el teniente coronel Ciutat, para quien

“Empezamos a perder la guerra en el Norte, y a mi parecer, no tanto


en Bilbao como en Santander. Sin el catastrófico hundimiento del frente
santanderino en agosto de 1937, no hubiera Franco podido en modo alguno
terminar la lucha en el Norte antes de la primavera de 1938, y para ese tiempo
estaba listo a entrar en acción el Ejército de Maniobra, la gran reserva
estratégica que preparaba el Estado Mayor Central de la República. Este
Ejército tuvo que emplearse prematuramente y por partes cuando Franco
disponía ya de abundantes reservas estratégicas formadas por las divisiones del
Norte” 44 .

42
Sobre estos intentos, véase Miguel Ángel Solla Gutiérrez, La Guerra Civil en..., pp. 413-415.
43
En un telegrama enviado el 30 de agosto de 1937 por el cónsul de España en Bayona al ministro
de Justicia, Manuel de Irujo, se decía que “…la ocupación de Santander es mucho más catastrófica de lo
imaginado. Los prisioneros militares pasan de cincuenta mil; treinta mil vascos, veinte mil santanderinos,
aparte directivos políticos, funcionarios diversos departamentos Gobierno vasco, entre ellos los Comités
ejecutivos Partido Nacionalista, Izquierda Republicana, varias personalidades socialistas vascas…”,
Archivo General Militar Ávila (AGMA), Zona Republicana, leg. 853, carpeta 8. En un telegrama
posterior elevaba las pérdidas hasta los sesenta mil hombres, en ibid.
44
Francisco Ciutat de Miguel, Relatos y reflexiones de la Guerra de España 1936-1939, Forma
Ediciones, Zaragoza, 1978, pp. 9-10.

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