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Cómo definir lo fantástico
Mucho se ha escrito acerca de la condición de lo fantástico, y de las experiencias y sensaciones
que ha suscitado y suscita en el hombre. Sin embargo, quizá a causa del carácter indeterminado,
casi inasible de sus componentes, la mayoría de esas reflexiones resultaron poco rigurosas y, en
algunos casos, inconsistentes.
Una introducción a la literatura fantástica
El búlgaro Tzvetan Todorov -uno de los intelectuales más activos y reconocidos del siglo XX-
desarrolló uno de los primeros estudios sistemáticos sobre los mecanismos del género, acaso el
más significativo hasta el momento. En su Introducción a la literatura fantástica (1970), señaló
los puntos débiles de muchas de las teorizaciones precedentes y exploró los elementos que
determinan que un relato pueda ser considerado fantástico.
Primeras aproximaciones
En Introducción a la literatura fantástica, Todorov señala tres errores básicos en las definiciones
y los estudios sobre los textos fantásticos:
•. El género fantástico no puede definirse simplemente por la presencia de hechos o seres
sobrenaturales, porque sería demasiado amplio: «Esim posible concebir un género capaz de
agrupar todas las obras en las cuales interviene lo sobrenatural y que, por este motivo, tendría
que comprender tanto a Homero como a Shakespeare, a Cervantes como a Goethe» señala el
intelectual búlgaro en su libro.
•. Lo que define el fantástico no es el sentimiento que experimenta el lector. Todorov critica la
postura de H. P. Lovecraft, autor estadounidense de numerosos relatos fantásticos, quien
desarrolló sus ideas en torno a este tipo de relatos en su libro El horror sobrenatural en la
literatura. Lovecraft sostiene que el relato debería generar miedo en el lector para ser
considerado fantástico. Todorov invalida también esta tesis, ya que, de acuerdo con ella, «el
género de una obra depende de la sangre fría de su lector». Si nos basáramos en esta idea, un
mismo relato podría ser fantástico para algunas personas y no para otras. «El temor-aclara
Todorov- se relaciona a menudo con lo fantástico, pero no es una de sus condiciones
necesarias».
• Todorov objeta finalmente ciertas posturas que definieron lo fantástico «como opuesto a la
reproducción fiel de la realidad, al naturalismo». Según esta idea, podría calificarse de fantástica
una enorme cantidad de textos que no participan de esa condición como los cuentos de hadas
del estilo Blancanieves o Cenicienta, en los que aparecen elementos irreales.
Lo extraño, lo maravilloso y lo fantástico
En Introducción a la literatura fantástica, Todorov sostiene: «Un género se define siempre con
relación a los géneros que le son próximos». Distingue, así, lo fantástico de lo extraño y lo
maravilloso. En los tres casos se presentan elementos sobrenaturales.
Sin embargo, en los relatos extraños, los hechos narrados encuentran, hacia el final, una
explicación racional que niega la condición sobrenatural de lo acontecido. Aquello que, en un
principio, parecía escapar a las leyes de la razón se revela finalmente como un error de
percepción por parte de los personajes o del narrador. Por ejemplo, esto sucede en algunos
cuentos policiales de Edgar Allan Poe.
En los textos maravillosos, por el contrario, en ningún momento se intenta dar una explicación
de los hechos que se apartan de la realidad, porque todo responde a una lógica distinta. Los
cuentos de hadas, por ejemplo, responden a estas características.
Lo fantástico se ubicaría, precisamente, en un espacio intermedio. In cluso, Todorov indica que
lo «fantástico puro» es muchas veces difícil de encontrar o, con más exactitud, es «un género
siempre evanescente»>.
La condición de lo fantástico según Todorov
La experiencia de lo fantástico nunca tiene lugar desde el comienzo del texto. El mundo que se
muestra en un principio es el mismo que aquel en el que se mueve el lector: responde a las leyes
de la razón, y los personajes y acontecimientos que allí se desarrollan no presentan
características fuera de lo común. En un momento, sin embargo, se produce un hecho que no
puede explicarse por las leyes de ese mundo familiar.
Esa irrupción de lo fantástico en un universo que, hasta un instante antes, era perfectamente
reconocible produce en quien lo percibe una sensación de incertidumbre. Esa sensación surge de
no saber qué explicación dar a lo que acaba
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de suceder: si considerarlo una ilusión de los sentidos o aceptar que el hecho en verdad ocurrió,
y, por lo tanto, las leyes que rigen la realidad son diferentes de las que se pensaban y resultan
desconocidas.
Para Todorov, la sensación de incertidumbre o vacilación es lo que define el género fantástico.
Es más, lo fantástico «ocupa el tiempo de esa incertidumbre. En cuanto se elige una de las dos
respuestas, se deja el terreno de lo fantástico para entrar en un género vecino: lo extraño o lo
maravilloso»>.
El lector vacilante
Ahora bien, ¿quién experimenta esa vacilación? En la mayor parte de los textos, el personaje
que se enfrenta al hecho sobrenatural evidencia signos de duda ante lo que ve y debe optar entre
las dos explicaciones (conside rarlo producto de su imaginación o parte de una realidad regida
por leyes nuevas). Pero el lector también debe identificarse con ese sentimiento. Porque el
fantástico implica una «manera de leer»: se demanda determinada actitud del lector, que tiene
que entrar en el juego e integrarse en el mundo de los personajes. Un lector que no cumpla con
este pacto de lectura corta de inmediato con la condición de lo fantástico. La teoría de Todorov
recibió algunas críticas. Una de ellas plantea que la definición propuesta restringe enormemente
la cantidad de textos que pertenecen al género fantástico.

En el recuadro negro

Tres condiciones necesarias para que un texto sea fantástico:

1. Irrupción de lo extraño.
2. Vacilacion del personaje (lector) ante el hecho.
3. Lectura alejada de la alegoría o la poética.

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