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Por ello, civiles y militares nos identificamos hoy en la más reverente gratitud para
quienes, orgullosos de su peruanidad, actuaron con el más elevado sentido del
cumplimiento del deber y, con indomable actitud, se hicieron eco de la serena y altiva
respuesta del coronel Bolognesi : “Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré
hasta quemar el último cartucho”, palabras éstas que acrecientan con el tiempo la
profundidad del significado que la epopeya del Morro encierra para la vida y la defensa
nacional.
La heroica conducta de los defensores del Morro es paradigma del deber, como
imposición concientemente asumida; deber, que es la más excelsa obligación moral y que
precisamente debe aflorar en circunstancias difíciles para la Patria, cuando sus
verdaderos defensores, en cualquier tiempo y circunstancia, aceptan y reconocen que son
ellos quienes tienen, en su debida oportunidad, deberes sagrados que cumplir.
Tal declaración sobre el deber ciudadano es un llamado moral a todos los peruanos, sin
diferencia de clases, con o sin uniforme, a dar a la sociedad todo los que nos sea posible
en pro del bien común y la solidaridad, y a entregar a la Patria lo mejor y mucho más de lo
que ella nos da.
Sólo con esta mística hacia el cumplimiento del deber, y el esfuerzo individual y colectivo
de todos, podremos mantener un franco proceso de crecimiento sostenido y hacer del
Perú un país líder en Sudamérica, recordando, como dijo el Presidente de la República,
que las naciones no sólo se destacan por su poder económico y material sino
fundamentalmente por su fuerza espiritual.
Al decir ¡Sí juro!, hemos asumido el mismo compromiso que el coronel Bolognesi hizo en
el Morro de Arica y hemos renovado a la bandera del Perú nuestra más absoluta fidelidad.
El eco de este juramento es un toque de clarín llamando a la victoria, victoria que se debe
dar tanto en la guerra, contra las amenazas externas, cuanto en la paz, contra los flagelos
que azotan a nuestra sociedad, especialmente para derrotar la pobreza y superar la
exclusión. Nuestro juramento de fidelidad a la bandera es importante pero, tan importante
como él, es el compromiso que renovamos a la Patria, para que hombres y mujeres,
civiles y militares, unidos en nuestro esfuerzo, forjemos la gran nación que todos
deseamos.
Arica es el elocuente testimonio del compromiso consciente con la Patria. Arica es fe ante
la desesperanza, es tenacidad e impulso frente a la apatía, es rebeldía ante el
conformismo, es valor y unidad como la de un puño- en el momento de la prueba
suprema, es honor ante la adversidad y es determinación por la lucha aún a costa de la
propia vida.
COMPATRIOTAS:
Al evocar a Francisco Bolognesi y los defensores del Morro, vemos que en la vida hay
hechos que han sido realizados para ser sentidos y no para ser explicados. Si nos
preguntamos qué tipo de estímulo lleva a las personas a entregar lo más precioso que
tienen como es su vida, si como contrapartida y mayor recompensa sólo está la
satisfacción del deber cumplido, nos sería imposible responder. Lo que importa al final, es
saber que vale la pena ser soldado, que vale la pena ser un ciudadano comprometido con
la Patria. Total, no es tanto cuestión de entenderlo, sino de sentirlo.
Hagamos nuestras las palabras de Jorge Basadre y digamos con él y cito: “Quienes
mueren, y mueren donde desean, vencen y sirven, Bolognesi y sus compañeros al
inmolarse, nos dieron algo más importante que una lección de estrategia, nos dieron el
vigor para amar y defender todo lo que representan los símbolos nacionales, nos dieron
aliento misterioso para fortalecer el alma colectiva. Y este es el dolor que puede ser la
mejor fuente de júbilo, para la tarea nueva”.
¡Viva Bolognesi!
¡Viva el cumplimiento del deber!
¡Viva el Perú!