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DE LOS
ELEMENTOS DIRIGENTES
po r
CHESTER l. BARNARD
Ex-presidente de la Fundación Rockeíeller.
Ex-presidente de la New Jersey Bell Telephone Company.
Tradurido por
FRANCISCO F. JARDON SANTA EULALIA
Ex-profesor Adjunto de Filosofía del Derecho.
Juez Munjcipal de Madrid.
MADRID
Depósito Legal, M. 6.045 - 1959
(l) BatOGMA1', P. W.: TIJP Intelligent lridividuol onJ Society (Nueva York,
The &facmillan Co., 19381, pág. 10.
14 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
C. l. B.
Sout Orange, New Jer&ey, 15 de julio de 1938.
PARTE l
CONSIDERACIONES PRELIMINARES
CONCER�IENTES
A LOS SlSTE·MAS DE COOPERAClON
da eficacia de un ejército estriba, en parte en el orden. J u
parte en el general, aunque fundamentalmente en este último, por
que él no depende del orden. sino el orden de él. Todoa loe eerea,
eean peces, pájaros <l plantas, están organizadoe entre ei de al guna
manera, pero no de la misma manera ; y el sietema no lo ea de tal
modo que no haya relación al guna entre una y otra cosa, sino que
existe una conexión deCinida. Todos los eeres están ordenado, •
un fin, pero la disposición de ello ea como en una familia, en la
que las personas libres tienen menos libertad para obrar al azar,
y todas o la mayor parte de sus acciones las tienen predetermin.
das, en tanto que los esclavos y los animales tienen la menor re.
ponsabilidad común y en su mayor parte obran al acuo> (AalS'IÓ
TELES: Meta/ísica).
CAPITIJLO PRIMERO
INTRODUCCION
Con toda la atención de que se ha rodeado a la inquietud de
1a actualidad en la literatura de reforma social, no se encuentra
prácticamente referencia al guna a la organización como proceso
social concreto mediante el que se cumple ampliamente una actua•
ción social. Este proceso social es casi completamente ignorado aún
como factor en una condición o situación social cualquiera. Por
ejemplo, en la literatura corriente acerca de las condiciones, de la
política, de la organización, etc., del trabajo, por ninguno de los di
versos grupos que discuten la materia se dice casi nada acerca de la¡¡
necesidades de la organización del trabajo o acerca de las funciones
de los elementos dirigentes y de su organización con referencia a éste.
Si se examina el reciente libro de sir Josiah STAMP, The Science o/
Social Adjustement, penetrante e incitadora investigación acerca de
las causas de perturbación del equilibrio social, apenas se enéon
trará en él una línea qu e indi que la existencia de organizaciones
propiamente tales a pesar de la activa conexión del autor con ellas;
ni si qu iera una mera sugestión a su respec o como uno. de·los eam•
pos importantes de la indagación científica tendente a la más apta
acomodación de la sociedad a lo cambiante de las condiciones.
Para mí esa falta de atención es como olvidar un órgano vital
en la anatomía, o sus funciones en la 6.siologfa. La inspección cui
dadosa de las acciones perceptibles del ser humano en nuestra so•
ciedad -Bus movimientos, su lengu aje, y el pensamiento y e�ocio
nes que evidencian su actuación y lenguaje-- muestra que muehaB,
!.! LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
INDIVIDUO Y ORGANJZACION
Me be encontrado en la imposibilidad de avanzar en el estudio
de las organizaciones o de la conducta de las gentes en relación con
éstas, sin enfrentarme con al gunas pocas cuestiones que pueden de
terminarse simplemente. Por ejemplo: «¿Qué es un individuo?»
«¿ Qué se entiende por personas?» «¿Hasta dónde tiene la gente
facultades de elección o voluntad libre?». La tentación era de eludir
cuestiones tan dificultosas, dejándolas en manos de los filósofos y
de los científicos, que aún las discuten desde hace siglos. Pero en
seguida resulta, que aun cuando eludamos definitivamente la res
pueBta a tales preguntas, no podemos, en cambio, evadimos de ellas.
Las contestamos implícitamente en todo lo que digamos acerca de
la conducta humana; y lo que es más importante, toda clase de gen
tes, y eBpecialmente los directores y elementos ejecutores, obran so
bre la base de supuestos y actitudes a ellas relativas, aunque los ta•
les raramente se den cuenta de que obran así. Por ejemplo, cuando
intentamos persuadir a los demás a que hagan lo que deseamos, su
ponemos que son capaces de decidir si quieren o no. Cuando dis
ponemos algo r�specto a la educación o instrucción, suponemos que,
sin éstas, la gente no puede hacer ciertas cosas, es decir, que su fa.
eultad de elección estará más limitada. Cuando establecemos nor
mas, reglas o leyes -lo que hacemos deliberadamente en gran can
tidad-, suponemos que en cuanto a las materias a ellas sometidos,
los afectados por ellas están regidos por fuerzas que se encuentran
fuera de ellos mismos.
28 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
11
1
3'4 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
(3) No quiero decir con esto que en una situación elped/ica estén los mo
tiYoe humanos normalmente determinados por lo que se haga o diga en ese
momento. Por el contrario, hay muchas situaciones en las que los motivos de
loe hembres sólo se infieren: l) por lo que hacen y dicen en esa situaci6R,
2) por lo que hicieron o dijeron en el pasado en situaciones 1emejantee o di
,renas. y 3) por lo que hagan y digan después de la eituadón.
38 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
I
Si eliminamos la consideración de las satisfacciones personale•
y asignamos a los individuos fines que representen necesidades
esencialmente biológicas, su cooperación no tendría razón de ser, a
menos que pueda lograr lo que el individuo no es capaz de hacer.
La cooperación se justifica a &Í misma como un medio de superar
las limitaciones que restringen lo que el individuo es capaz de ha·
cer. Por eso hemos de considerar primero en qué consisten, en p
neral, sus limitaciones.
Advertimos en seguida que las limitaciones de la realización dB
un fin son el efecto conjunto de dos clases de factores: l) las facul•
tades o capacidades biológicas del individuo, y 2) los elementos fí.
sicos· del ambiente. Ha de observarse cuidadosamente que se ha
acentuado el sentido de la palabra «conjunto». Una limitación e&
una función de la situación total, mirada desde el punto de vi.ata
de un fin. Sin el fin establecido, la palabra «limitación» no tendría
significación alguna en el contexto, pues una limitación enunciada
como aplicable a un factor no puede ser descrita más que en fon-
LIMITACIONES FISICAS Y BIOLOGICAS 45
SERIE l SERIE 2
Cuando la posibilidad de coopera Cuando se reconoce c,omo posible
ción no se ve 1 ealizable: la cooperación:
a) Discernimiento de una limita a) Discernimiento de una limita
ción fisica para ser superada por una ción física.
actuación personal. b) Discernimiento alternativo de
una limitación biológica.
e) Reconocimiento de una limi•
tación cooperativa.
d) Limitación física para ser su
perada por la actuación cooperadora.
LIMITACIONES FISICAS Y BIOLOGICAS 41
11
IIl
IV y V
I
Muchas veces la necesidad de actuar �oncretamente con respec
to a uno u otro factor nos encubre, en el modo ordinario de pensar,
el hecho cl,e que toda actuación cooperadora es una síntesis de di•
versos factores físicos, biológicos y sociales y que influye sobre una
situación total en la que todos esos factores se encuentran presen
tes. Mostrar esto del modo más claro posible es el propósito de los
ejemplos siguientes:
a} La forma más universal de cooperación humana, y acaso la
más compeja, es el lenguaje hablado. La palabra es un resultado
físico que requiere una energía física convertida en ondas sonoras
transmitidas en un medio material y limitadas por las condiciones
físicas del medio ambiente. Pero la palabra es también un aeto bio-
68 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
11) Cfr. BENTLEY, Arthur F.: 8Phavior Knowledge Fact (The Principia
Pre81, Inc., 1935), págs. 146 y se.
PRINCIPIOS DE LA ACTUACION COOPERADORA 69
II
JI
111
IV
LA TEORIA Y LA ESTRUCTURA
DE LAS ORGANIZACIONES FORMALES
CAPITULO VI
l. DESARROLLO DE LA DEFINICIÓN
(I) La palabra «físicos>, tal como se emplea aquí y en los capítuloB siguien
trs incluye los elementos biológicos, salvo en sere:s humanos.
86 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
), VOLUNTAD DE COOPERACIÓN
II. FINALIDAD
1ean reconocidas. De ahí que una finalidad objetiva, que puede ser
Yir como base para un sistema de cooperación es aquella que los
participantes (o participantes en potencia) confían en que ha de
constituir la finalidad de la organización. El inculcar tal creencia en
la existencia real de una finalidad común es una esencial función de
los elementos dirigentes. Ello explica tanta labor llamada moral y
educadora en las organizaciones políticas, industriales y religiosas,
que sería muchas veces inexplicable de otro modo (3 ). ·
b) Retrocediendo al ejemplo de los cinco hombres que mue•
Yen una piedra, hemos advertido «que no se trata aquí de lo que
significa para cada uno la remoción de la piedra, sino de lo que
piensan que significa para la organización como un conjunto>,. La
,listinción entrecomillada es de la mayor importancia. Sugiere el
hecho de que cada participante en una organización puede ser con•
siderado como teniendo una doble personalidad : una en la organi•
ución y otra en lo individual. Estrictamente hablando, una finali
dad de organización no tiene directamente ninguna significación
para el individuo. Para éste lo que tiene significación es la relación
de organización: qué cargas le impone, qué beneficios le confiere.
Refiriéndonos a los aspectos de la finalidad como cooperadoramente
vista, aludíamos a la personalidad de organización de los indivi•
duos. En muchos casos las dos personalidades están tan claramente
desarrolladas que son bastante manifiestas. En la actividad militar,
la conducta individual puede estar tan dominada por la personali•
dad de organización que sea totalmente contradictoria de la que re•
quiriría una motivación personal. En muchos hombres se ha obser•
vado que su conducta privada no se compadece en absoluto con su
conducta oficial, aun cuando aquéllos parezcan totalmente igno•
rantes de ello. Muchas veces se observará que los que intervienen
en organizaciones políticas, patrióticas o religiosas aceptan un tra•
to que restrinja su conducta personal, incluyendo la aserción de que
es incompatible con sus obligaciones para con la organización, si bien
11e irritarían a la menor reducción del credo o doctrinas de su organi-
111. COMUNICACIÓN
11
J. EFICACIA DE LA COOPERACIÓN
1
114 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
(]) Hay que advertir aquí que el empleo en esta exposición de los término,
«superior> y ,�ubordinado> si gue el uso convencional; por <1:superion entende•
mos de un ,orden máe amplio>, y por ,subordinado> de mn orden inferior o
más restringido>. Los términos tal como se vienen usando ahora son legítimos
118 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGE"ITES
hay de dos tipos, ya conocidos, como las Iglesias, esto es, religiones
formalmente organizadas, y los Estados, intereses políticos formal
mente organizados. En los pueblos primitivos y bárbaros, y en la his•
toria antigua de los pueblos más cultos, tales como las de los primiti• ·
"tos Estados-ciudad griegos, una sola organización formal recubre
ambos tipos de intereses conscientemente organizados. Aun entonces,
ealvo el caso de los pueblos aislados, no era cierto que esa singular
organización dominante coincidiera en extensión con la sociedad o
con el gran complejo de organizaciones irregulares dentro de las que
aquélla vive. Todos los Estados son más pequeños dentro de sus lími
les territoriales o nacionales que sus sociedades respectivas, y la co•
existencia de más de una Iglesia es la situación corriente en cada
país, aun cuando en éste haya una religión ·del Estado (2).
Concluiremos, por tanto, que no hay ninguna organización pro•
píamente tal que sea dominante, salvo en las sociedades primitivas
aisladas; pero que en todo territorio o en todos los pueblos hay Igle
�ias y Estados a los que están formalmente subordinadas todas las
demás organizaciones. Tal subordinación puede ser exclusiva, bien
para el punto de vista estructural, en el que las partes del complejo entero de
la sociedad organizada como una manüestación estática se clasifican de acuerdo
con un orden de generalidad. Las organizaciones «superiores> desde el punto de
vista dinámico u orgánico dependen de las «subordinadas», siendo controladas
por éstas, o más estrictamente, se hallan en estado de dependencia mutua.
(2) Es innecesario entrar en el problema de la subordinación de la Iglesia
al Estado, o del Estado a la Iglesia, o de su acuerdo mutuo mediante concor:
datos, etc., etc., tanto desde el punto de vista político y jurídico, como eclesiás•
tilo. Tales cuestiones quizá sean de interés en los Estados Unidos sólo
en cuanto a las Iglesias que por sus propias organizaciones están limitadas for
malmente a este P!Úª· Resultaría que la Iglesia anglicana, en un sentido temporal
al menos, se encuentra subordinada al gobierno del Reino Unido de la Gran
Bretaña. Pero tales cuestiones desde el punto de vista de la organización, no
tienen aquí su lugar. El hecho es que las Iglesias, cuya organización formal es
internacional en su fin, son en principio necesariamente independientes del
Estado. Ello no signüica que éste y aquéllas no puedan influirse o limiJ!ll'se
mutuamente, cosa que acontece, sino que EU relación es externa y no lleva l"On•
sigo superioridad o inferioridad de posición. Las relaciones entre ambos están
regidu fundamentalmente por una organización irregular.
LA ESTRUCTURA DE LAS ORGANIZACIONBS. 119
11
)JI
11
(9) Quizá sea esto más tlaro si hacemos visible el proceso intentando orga
nizar un grupo de cien o quinientos hombres. En las circun�tancias más
favorables, esto es, cuando quieren organizarse por haberse conseguido cierto
consentimiento de opinión en cuanto a un propósito u objetivo, la masa ha de
disgregarse en pequefios grupos con sus respectivos dirigentes. Sólo cuando se
hayan creado organizaciones simples mediante este proceso es posible combinar
tales organizaciones simples en otras complejas qne puedan regirse a sí mismas.
A este respecto no consideraría a la multitud como una organización formal
simple o compleja, sino como un tipo especial de organización irregular hasta
que tenga jefes propiamente tales.
(10) Excluyo el caso muy extremo y especial de grandes concursos por ser
de muy restringida pertinencia en unn exposición de las funciones de los ele
mentos dirigentes.
01) Por ser históricamente tan remotos los orígenes de las grandes orga
nizaciones y por estar con frecuencia los procesos de reorganización manifiesta
mente dirigidos desde puntos centrales por una autoridad central, nos encontra
mos demasiado bajo el engafio de que organiznciones de grun muchedumbre están
subdivididas como un proceso secundario, habiendo sido constituida primero la
muchedumbre. Este es el orden con el que nos acercamos intelectualmente a la
comprensión de la mayoría de las grandes organizaciones complejas; es el
método analítico, el de descomponer un todo en sus partes. Así, si deseamos
estudiar la organízación de un Estado o de un gran sistema telefónico, podemos
com,m:r.ar efectivamente por la constitución, por los departamentos principales�
LA ESTRUCTURA DE LAS ORGANIZACIONES l27
111
Aún más, si esos hombres por experiencia previa saben lo que están
haciendo y pueden trabajar basados en la costumbre y en la pericia
adquirida, se requiere un mínimum de comunicación ; o si están
acostl\lllbrados a trabajar juntos, un lenguaje especial desenvuelto
por ellos disminuye el tiempo de comunicación.
d) La complejidad de relaciones de un grupo acrecienta con
gran rapidez, tanto como aumenta el número de personas del grupo.
Si la relación más sencilla entre dos personas es la de «conocimien•
to» recíproco como llevado a cabo por una mutua presentación, en•
tonces la- complejidad de relaciones al menos aumenta del modo
siguiente:
Aumento de las relacio-
Número de personas en Número nes con cada agregación
el grupo ·de relacione, al grupo
2 1 4
3 3 2
4 6 3
5 10 4
6 15 5
'l 21 6
8 28 7
9 36 8
10 45 9
15 105 )
20 190 )
50 1.225 )
IV
(18) El profesor Philip Cabot, en una conferencia pública, citó una vez mi
opinión de que las organir.aciones se C<onsideran mejor como circulares o esféric as
con los puestos fundament ales didgeintes en el centr o. Se basó en discusione s
habidas con él y en un manuscrito '1o publicado que tuvo la bondad de exa·
minar suficientemente. He ofrecido, sin embargo, estas figuras convencionalee
por estar convenientemente fundamen,tadas y porque resulta que no hay medie
al gu no practicable para esquematizar los sistema s de comunicación de autori•
LA ESTRUCTURA DE LAS ORGANIZACIONES 135
(5) Vid. en especial las obras siguientes: Elton MAYo: The Human Proble,ru
o/ an Industrial Civilization (Nueva York: The Macmillan Co., 1933).
T. N. WHITEHUD: Leadership in a Free Society (Cambridge, Harward University
Pres&, 1936) y The Industrial Worker, 2 vols. (Cambridge: Harward University
PreN, 1938); F. J. RoETHLISBERCER y W J. D1cKSON: Management and &he
Worker, Busines Research Studies. M.0 9 (Harwtll"d Graduate School of Business
Administration. 1938). Vid. también las obras de Mary P. FoLLETT, quien tenía
un penetrante conocimiento lle los elementos dinámicos de la organización. y
eepecialmente rn lll"tículo reimpreso en Papers on the Science o/ AdmÜÚ$tratwn,
editado, por Gulick & Urwick (Nueva York. lnstitute oí Public Administra
tion, 193 7 ).
lt
H,6 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
LOS EI.JEMENTOS
DE LAS ORGANIZACIONES FORMALES
CAPITULO X
1
Así, pues, los fundamentos de la especialización de las organi,a
cienes (y de los individuos también) son cinco: a) el lugar donde se
realiza el trabajo; b) el tiempo en que éste se ejecuta; e) las per•
sonas con las que éste se efectúa; d) los objetos sobre los cuales
recae, y e) el método o procedimiento mediante el cual se lleva a
efecto el trabajo. Corrientemente una exposición completa de loe
propósitos u objetivos de la cooperación requerirá referirse a los
cuatro primeros puntos y muchas veces a los cinco. Sobre esos ele
mentos descansa la extensa división del trabajo y la minuciosa es
pecialización de las modernas civilizaciones occidentales. No se han
expuesto aquí por un empeño de alcanzar una perfección teórica,
sino porque todos ellos son esenciales para comprender las condi
eiones concretas de las organizaciones y sistemas de cooperación.
Ya desde el aspecto de determinación del propósito, ya d·esde la
construcción deliberada de organizaciones complejas, ya desde el
de la «patología» de organizaciones simples o de grupos de éstas,
tales fundamentos de la especialización, que son muy interdepen
dientes, tanto en conjunto como particularmente soµ también teó
rica y prácticamente de primera importancia.
Por no estar esto reconocido generalmente como cierto, habrá
que exponerlo más detalladamente,
a) En general es imposible eludir la especialización geográ
fica. El trabajo tiene que ser realizado en algún lugar, pero no en
cualquier lugar. Puesto que el sistema de cooperación o la organi
zación simple es un sistema de esfuerzos de individuos que tienen
un asentamiento físico, ese sistema es de ordinario tan patente
mente local y tan frecuentemente desc�ito en términos locales, que
la significación de este hecho escapa a la atención, a pesar de los
problemas prácticos que con no escasa frecuencia provienen de
él. Así, si dos organizaciones realizan idénticas clases de trabajo
(cavando una zanja, por ejemplo), tienen que realizarlo en sitios
distintos. La diferencia muchas veces no tiene importancia, pero
otras muchas, sí. Los que ocupan puestos en la dirección de organ�-
154 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
11
11
LA ECONOMIA DE INCENTIVOS
Se ha demostrado ya que un elemento esencial de las organiza•
ciones es la buena voluntad de las personas en contribuir con sus
esfuerzos individuales al sistema de cooperación. La potencia de la
cooperación, que es muchas veces espectacularmente grande cuando
se la compara precisamente con la potencia no organizada de un
'gran número de individuos, depende con todo de la buena voluntad
de cooperar de los individuos y de contribuir con sus esfuerzos al
sistema cooperador. Las aportaciones de los esfuerzos personales,
que constituyen las energías de las organizaciones, las prestan los
individuos movidos por incentivos. Los motivos egoístas de la pro•
pia conservación y satisfacción so� las fuerzas predominantes; en
general, las organizaciones no pueden existir si no se armonizan
con la satisfacción de tales motivos, a menos que a su vez puedan
cambiarlos. El individuo es siempre el factor básico en la organi
zación. Sin consideración a su historia o a sus obligaciones ha de
ser inducido a la cooperación o ésta no se podrá dar.
No es menester de mayor introducción para indicar que el tema
de los incentivos es fundamental en las organizaciones propiamente
tales y en los esfuerzos conscientes para organizarlas. Los incentivos
inadecuados significan la disolución o el cambio en los propósitos
de la organización o el fracaso de ésta. De ahí que en toda clase
de organizaciones el deparar incentivos convenientes se convierta
en la tarea más definidamente destacada de su existencia. En este
aspecto de labor dirigente es probable que el fracaso sea má! pro•
164 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
nunciado, aun cuando las causas pueden ser debidas a una compren
r.ión inadecuada o al agotamiento de la eficacia de la organización.
l. EL MÉTODO DE INCENTIVOS
(3) En gran manera una ilusión, pero muy querida para algunos.
170 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
posible.
f) Otro incentivo de tipo general es el de las condiciones acos
tumbradas de trabajo y la conformidad con las prácticas y actitu•
des habituales. Lo cual viene puesto evidentemente de manifiesto
con la práctica universal en todas las clases de organización de re•
�hazar reclutas adiestrados en diferentes métodos o que tienen ac
titudes «extranjeras». Se da por sentado que los hombres no quie
ren o no pueden actuar a gusto con métodos o bajo condiciones
extrañas. Lo que no es tao evidente es que los hombres no intenten
con frecuencia cooperar si reconocen que tales métodos o condi
�iooes pued�n aceptarse.
172 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
II
En la economía de incentivos nos ocupamos de los meros efectos
del ingreso o gasto de objetos procedentes de la producción de
incentivos objetivos, y del ejercicio de la persuasión. Una organi
zación que haga de los objetos materiales su principal objetivo no
será capaz durante mucho tiempo de ofrecer esa clase de incentivos
si no es capaz de procurar al menos tanto objeto material o dinero
como consume. Este es el aspecto ecopómico ordinario como bien
se entiende. Pero el mismo principio se aplica a otros incentivos.
Las posibilidades de ofrecer oportunidades no materiales, condi
ciones apetecibles, beneficios ideales, asociaciones deseables, estabi
Jidad de ejercicio, amplia participación, o ventajas de comunidad,
son limitadas y normalmente insuficientes; de tal modo que la
mayor economía posible es de ordinario esencial, no sólo en su
sentido material, sino también en su sentido lato. Las limitaciones
no se deben sólo a las relaciones de la organización con el ambiente
físico externo, sino también a sus relaciones con el ambiente social
y con su eficiencia interna.
Una exposición completa de la economía de incentivos impli
caría, entre otras cosas, una repetición de las teorías de la economía
general reelaborada desde el punto de vista de la organización. No
es éste el lugar para intentar una exposición semejante; pero como
la economía de incentivos como conjunto en relación con la orga•
nización no suele ponerse de relieve en la teoría económiea (6) y
no viene, por cierto, sienao �ien entendida� intentaré indicar las
líneas generales de la teoría. Convendría hacerlo con referencia a
las organizaciones de tres propósitos radicalmente diferentes: a)
ostentación, que son incentivos tanto para los individu�s como para
los grupos, y el de la humildad, que es un beneficio ideal contrario.
Se evidenciará, tal vez, sin más elaborada explicación, que en
todo tipo de organización son, para cual quier propósito, necesa
rios varios incentivos y algún grado también de persuasión para
procurar y mantener las aportaciones a la organización que se re
quieren. Asimismo se evidenciará qu e, salvo en casos raros, las di
ficultades de procurar los medios de ofrecer incentivos, de eludir
en confllicto entre éstos, y de realizar empeños eficaces de persua•
sión, son, por esencia, grandes, y que la determinación de la com
binación precisa de incentivos y de persuasión qu e hayan de ser
eficaces y factibles, es negocio muy delicado. Es, en verdad, tan
delicado y complejo, que raras veces, de ocurrir alguna, el esquema
de los incentivos puede determinarse por adelantado antes de su
aplicación. No se puede sino ir desarrollándolo, y las cuestiones a
él atañentes, de vez en cuando en el curso d� la vida de la organi•
zación, se van tomando principalmente en las de los factores estra
tégicos. También es cierto, naturalmente, qu e el esquema de incen
tivos es proóablemente el más inestable de los elementos del
sistema de cooperación, porque invariablemente las condiciones ex
ternas influyen sobre las posibilidades de los incentivos materiales,
y los motivos humanos son asimismo sumamente variables. Así,
pues, los incentivos representan el residuo de todas las fuerzas
en conflicto implicadas en la organización, provocando muchas ve
ces un levísimo cambio en las fuerzas subyacentes, un cambio gran
de en el poder de los incentivos; y con todo, únicamente por los
incentivos se ha de procurar el equilibrio efectivo de todas fuer
zas, si es que puede procurarse por completo.
Han de advertirse dos consecuencias generales de esa inherente
inestabilidad: Una es la propensión innata a la expansión de todas
las organizaciones. El sostenimiento de todos los incentivos, par
ticularmente los referentes al prestigio, al orgullo de la asociación
y a la satisfacción de la comunidad, exigen crecimiento, expansión,
extensión. Es, a mi parecer, la razón básica, y en un sentido legí
tima, del creciente aumento burocrático de las organizaciones cor-
184, LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
LA TEORIA DE LA AUTORIDAD
l. LA FUENTE DE LA AUTORIDAD
universales de las leyes suntuarias, que son tan válidas como cuales
quiera otras. Hasta las cláusulas de las constituciones y estatutos
que se encuentran «en vigencia», tales como la enmienda décimoc
tava, se quebrantan en sumo grado.
Sin embargo, no es peculiar de nuestro país el quebrantamiento
de la ley. Recientemente, en un Estado totalitario, bajo un dictador,
y en donde la libertad personal hay que suponer que está reducida
al mínimun, y la autoridad arbitraria elevada al máximun, aprecié
muchas violaciones del Derecho positivo y de los decretos, algunas
veces abiertamente y en gran escala, y de otras Euí fidedignamente
informado.
Y esto no es condición peculiar de la autoridad del Estado,
pues es asimismo cierto respecto de la autoridad de las lgleeiae.
Los diez mandamientos y las prescripciones de la autoridad reli
giosa son reiteradamente violados por aquellos que confiesan reco
nocer su autoridad formal.
Estas observaciones no si gnifican que todos los ciudadanos !lean
transgresores de la ley y desprecien su autoridad, ni que todos los
cristianos sean impíos o que en su conducta no influyan los dogmae
de la fe. Es evidente que en un gran ámbito los ciudadanos son re
gidos y la conducta de los cristianos viene siendo sustancialmente
�uavizada por las prescripciones de sus Iglesias; y esto implica
meramente que la j>bediencia o desobediencia a las leyes por el
ciudadano individual la decide éste bajo pertinentes condiciones
específicas. Lo cual es lo que significamos cuando nos referimos a
la responsabilidad individual. Ello entraña que la desobediencia a
las prescripciones de la Iglesia por el individuo viene decidida por
éste en un tiempo y en un lugar determinado. Esto es lo que enten•
demos nosotros por responsabilidad moral.
Podría pensarse que la ineficacia de la autoridad en casos eepe•
dficos se manifiesta principalmente en asuntos propios del Estado
o de la Iglesia, pero no eDI los de aquellas organizaciones más re•
ducidas que están más estrechamente unidas o dirigidas más co•
rrectamente. Pero esto no es cierto. Es asombroso cuanto, que es
autoritario en teoría, carece de autoridad en la práctica en las me•
LA TEORIA DE LA AUTORIDAD 189
11
Estas opiniones significan que aun cuando ello impli que la fuer
za física y hasta bajo la extremada situación de la batalla en que
IV
(4) Salvo relativamente pocos casos individuales, cuando la actitud del indi
viduo indica de antemano una probabilidad de desobediencia (anterior o poste
rior con respecto a la organización), la relación se concluye o se niega antes de
que surja la cuestión formal.
Parece aconsejable añadir aquí una advertencia en contra de interpretar la
exposición en función de «democracia>, ya en las organizaciones del Estado y
religiosas, ya en las industriales. La aserción dogmática de que la «democracia>
o los «métodos democráticos:» están (o no están) de acqerdo con los principios
aquí ·expuestos, no es defendible. Como se evidenciará después de la considera
ción de la autoridad objetiva, las decisiones implicadas son demasiado complejas
y sutiles para ser tenidas en cuenta en cualq uier esquema formal. En muchas
circunstancias en el campo político, religioso e industrial los procesos deriiocrá
ticos promueven cuestiones artificiales, de carácter más o menos lógico, en lugar
de cuestiones reales, que son cuestiones de sentimiento y adecueción y de orga•
nización irre gular. Esto puede destruir la autoridad por la excesiva simplificación
de decisiones. No hay duda que en muchas situaciones los procesos democráticos
formales pueden ser un elemento importante en el sostenimiento de la autoridad,
esto es, de la cohesión de la organización, pero en otr11s situaciones pueden ser
destructores y probablemente no podrían ser en sí mismos suficientes. Por otra
parte la solidaridad de al gunos sistemas de cooperación (el ejército del general
Harbord, por ejemplo) puede ser insuperable, aunque necesitando formalmente
de procedimientos autocráticos.
Además no debiera olvidarse nunca que la autoridad en general proviene de
iodos los cooperadores de un sistema de cooperación, y que la importancia que
ha de atribuirse a la actitud de los individuos varia. Se olvida con frecuencia
que en las organizaciones industriales (o políticas) las medidas aceptables en
el fondo pueden no serlo para una proporción sustancial de cooperadores que
sean dirigentes, y que no desempeñarían sus (unciones esenciales más que los
otros si las condiciones fueron para ellos imposibles. El punto que ha de des
tacarse es que el sostenimiento de las aportaciones necesarias para la perdura
ción de una organización requiere la autoridad de iodos los cooperadorea
_
eMJJciales.
LA TEORIA DE LA AUTORIDAD 195
(6) Será de interés citar una proposición aparecida después de escritas estas
líneas en nn folleto titulado «Business-Well on the Firing Line» (N.0 9 en las
aeries «What Helps Business Helps You», en Nations Business): das leyes no
crean el funcionamiento en equipo, el que no es puesto P,n función por el Derecho.
Por cada regla escrita hay miles de ellas no escritas por las que se viene guiando
el curso de los negocios, que rigen millones de transaciones diarias en que
consisten los negocios. Estas reglas no se aplican de arriba a abajo, sino por auto•
ridad arbitraria. No se originan de la práctica actual, de abajo a arriba. Se
basan en la inteligencia reciproca y en el compromiso, en el deseo de llevar a
cabo fines comunes y posteriormente el bien común. Se observan voluntaria
mente porque tienen el apoyo de la experiencia y del sentido común.>
LA TEORIA DE LA AUTORIDAD 199
11
como sea factible. Lo que se pone de relieve son los puestos o las
personas, si bien normalmente la determinación de la autoridad
recae sobre aquéllos y con menos ahinco sobre éstas.
b) Podemos decir luego que la autoridad objetiva requiere un
definido cauce formal de comunicación para cada miembro de la
organización. Lo que en lenguaje ordinario significa que «cada
uno debe de dar cuenta a al guien» (comunicación en una direc
dón) y que «cada uno debe de estar subordinado a alguien» (co
municación en otra dirección). En otros términos, en las organi
zaciones propiamente tales cada uno debe de. tener unas definidas
relaciones formales con la organización (9).
e} Otro factor es que la línea de comunicación debe ser lo
más directa o corta posible. Lo cual puede explicarse del siguiente
modo: sustancialmente, toda comunicación formal es verbal (oral o
escrita). El lenguaje como vehículo de comunicación es limitado
y susceptible de errores de comprensión. Gran parte de las comu
nicaciones se hacen necesariamente sin preparación, y aun las que
se preparan cuidadosamente exigen interpretación. .lí\.demás, las
comunicaciones, problamente, han de hacerse en términos más
�enerales cuanto más general -esto es, más elevado- sea el pues
to. De lo que se si gue que hay que quitar o que añadir algo en cada
t.tapa del proceso, sobre todo cuando la comunicación sea oral, o
cuando en cada etapa haya una conjunción de comunicaciones.
Además, cuando las comunicaciones provienen de puestos superio
res, con frecuencia han de ir especificándose cada vez más a me
dida que van descendiendo, y si es en dirección contraria, tienen
que ir haciéndose normalmente más generales. Y también sucede
lo mismo con la rapidez de la comunicación: ha de ser menor
cuanto mayor sea el número de centros por los que pase. En con
l!ecuencia, cuanto más breve sea la línea, más grande será la rapidez
y menor el error.
Cuán importante sea este factor lo indica el hecho notable de
(9) En algunos lipos de orgnnización no es raro, con todo, para una persona
el informar y estar subordinado a dos o tres «superiores», en cuyo caso las
funciones de éslos están delimitadas y se excluyen en priucipio.
204 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
EL AMBIENTE DE LA DECISION
una organización puede en su forma final ser enunciada por una per
sona y las correspondientes decisiones subsidiarias por varias peno
nas distintas, actuando todas como miembros de una organización y
no personalmente. De modo semejante, la ejecución de una decisión
por una persona puede exigir una subsi gu iente decisión detallada poi
ésta por lo que toca a varios escalones, mientras que la ejecución de
una decisión semejante en una organización requiere casi siempre
una subsiguiente decisión detallada por varias personas diferente!.
Verdad es que se puede decir que muchas veces la responsabilidad
por la decisión de la organización no es personal hasta que se de
termina. La responsabilidad por una decisión de la organización
ha de ser atribuída de modo positivo y preciso en muchos casos,
¡,orque la idoneidad de la decisión depende del conocimiento de
los hechos y del propósito de la organización y, por tanto, va unida
H la comunicación de ésta. Así, pues, las decisiones centrales o gene
neralse de la organización se adoptan mejor desde centros del sis
tema de comunicaciones de la misma, de tal modo que tales de
cisiones han de atribuirse a los que estén situados en ese puesto
central. A las personas situadas en tales puestos se las conoce como
dirigentes, de modo que las necesidades de comunicación, como
un elemento esencial en la organización, impone la atribución de
1·esponsabilidad, para al gunas clases de decisiones de organización,
a los dirigentes. En resumen, una característica de las funciones
de los dirigentes es que representan una especialización de los pro
cedimientos de adopción de decisiones de organización, y ésta es
la esencia de sus funciones.
Las circunstancias que rodean la adopción de decisiones con
cretas son, evidentemente, de una variedad infinitamente grande,
pero vamos a prestar nuestra atención a sólo ciertas circunstancias
generales que pueden presentarse bajo tres títulos: las ocasiones
de decisión, las evidencias de decisión y el ambiente de decisión.
218 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
tir que las ocasiones para tomar decisiones se originan en tres cam
pos distintos: a) en el de las comunicaciones autoritarias de los su
periores; b) en el de casos remitidos para decisión por los subor
dinados, y e) en el de casos que se originan dentro de la iniciativa
del dirigente a quien incumba.
a} Las ocasiones para adoptar una decisión las promueven fre
cuentemente instrucciones o demandas de una autoridad superior.
Tales decisiones se refieren a la interpretación, aplicación y rlistri
bución de las instrucciones. Esas ocasiones no se pueden eludir,
aunque la carga puede reducirse delegando la responsabilidad en
los subordinados. Lo cual implica decisiones serias, cuando las ins•
trucciones parezcan moralmente desacertadas, nocivas para la or
ganización o imposibles de ejecutar.
b} Los casos referidos pueden llamarse casos de apelación.
Provienen de la incapacidad de los subordinados, de la inseguridad
de las instrucciones, de la novedad de las circunstancias, del con•
flicto de jurisdicciones o conflicto de órdenes, o del fallo de la
autoridad subjetiva. La regulación del ntímero de los casos de
apelación está proporcionada a la organización directiva, al perso
nal, a la áecisión previa y al desarrollo del proceso de la organiza
ción no formal. La prueba de la actuación dirigente es el tomar esas
decisiones cuando son importantes o cuando no pueden delegarse
razonablemente y el declinar las demás.
e} Las ocasiones de decisión a iniciativa de los dirigentes son
la prueba más importante de su capacidad. Aparte de su inteligen•
cia de la situación, que depende de su capacidad e iniciativa y del
carácter del sistema de comunicación de su organización, ha de
determinarse, bien a tener que hacer algo, o bien a corregirlo. El
decidir esta cuestión implica, no meramente los elementos ordina•
ríos para la decisión, sino la justificación específica del dirigente
para decidir. Pues si las ocasiones para adoptar decisiones provie•
nen de más arriba o más abajo del puesto del dirigente, otras le
han concedido por adelantado autoridad; pero cuando obra por su
propia iniciativa, ello siempre puede ser (y generalmente lo es)
puesto en tela de juicio, al menos tácitamente (en la forma de si la
220 LA! FUNCIONES DI: LOS 1:LEMENTOS DIRIGENTES
puede ser tan objetivo como pueda serlo cualquier otra emoc1on
humana para un observador. Hemos de advertir a continuación,
sin embargo, que el propósito es esencial para dar un sentido al
resto del ambiente (2). Este ha de considerarse desde algún punto
de vista para que sea inteligible. Un mero montón de cosas, de
átomos, de movimientos, de fuerzas, de sonidos, de luces, pueden
producir algún reflejo en alguna criatura sensible o, con toda se•
guridad, producirá algún efecto sobre ellas o sobre otras cosas, pero
la reducción de ese montón de cosas a algo significativo exige una
base de discriminación, el escoger esto o aquello como pertinente,
jmportante o interesante. Esa base es que en esa situación hay que
hacer algo o no. La situación ayuda, obstaculiza, o es neutral, desde
este punto de vista. El fundamento para esa discriminación es un
propósito, un fin, un objeto que ha de llevarse a cabo.
Sin embargo, el propósito en sí mismo no tiene ninguna sig
nificación sino en un ambiente; sólo se puede definir con relación
a un ambiente (3 ). Hasta el querer ir a alguna parte, donde quiera
que sea, supone algún género de ambiente. Un propósito muy gene•
ral supone un ambiente muy general e indiferenciado, y si el pro•
pósito se enuncia o se concibe, ha de serlo en relación a ese am•
biente general. Pero en cuanto se forma, inmediatamente (si no
hay incertidumbre o queda inactivo, por así decir) sirve para re•
ducir ese ambiente a rasgos más definidos, y el resultado inmediato
ts el transformar el propósito en otro más específico. Así, ·al decidir
ir de A a B, mi idea del terreno es vaga; pero tan pronto como lo
11
(2) CoMMONS, Jobn R.: lnstitutional Economies (Nueva York. The Macmil
lan Co., 1934), p'"sim, pero especialmente el capítulo IX. págs. 627-633.
232 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
111
IV
siquiera sería muy correcto decir que las funciones dirigentes con
sisten en dirigir el sistema de esfuerzos cooperadores. Este, en ge•
neral, viene dirigido por sí mismo y no por la organización diri
gente, que constituye una parte de aquél. Las funciones en que &e
ocupa son parecidas a las del sistema nervioso, incluyendo el ce•
rebro, en relación con las del resto del cuerpo, y el cual existe para
mantener el sistema corpóreo, dirigiendo las acciones más necesa
riamente eficaces para acomodarlo al ambiente, pero apenas se
puede decir que gobierne al cuerpo, cuyas funciones en una gran
parte son independientes de él y de las que a su vez depende.
Las funciones esencialmente dirigentes, tal como aquí las voy
a exponer, corresponden a los elementos de la organización, tal
como han sido ya expuestos en el capítulo VII y ofrecidos con al
gún detalle en la parte III. Son, en primer lugar, las de proporcio•
nar el sistema de comunicación; en segundo, las de promover el
afianzamiento de los esfuerzos esenciales, y en tercero, las de for•
mular y definir los fines propuestos. Por estar los elementos de la
organización relacionados entre sí y ser interdependientes, las fun•
ciones dirigentes también lo son; sin embargo, están sujetas a una
considerable especialización y, como funciones, en la práctica son
separables hasta cierto grado sustancial. Vamos a ocupamos de
ellas sólo tal como se encuentran en las organizaciones complejas,
aunque no necesariamente grandes.
J. El e_,quema de organización
(2) Tras muchas experiencias me he convencido que los servicios más in•
252 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
(4) Al escribir estas líneas intenté acordarme de alguna decisión general im•
portante tomada por mí por iniciativa propia como dirigente de teléfono,
durante dos años. No pude recordar ninguna, aunque revisando el archivo
encontré varias. Por otra parte, aún puedo recordar sin recurrir a archivo al guuo
muchas decisiones importantes tomadas por mí «de plano> siendo administrador
auxiliar. Calculo cinco al día por término medio durante dieciocho meses. En
los últimos casos trabajaba con un grupo muy noble, pero de una organización
.no formal muy pobre y en circunstancies de emergeneíL
LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGF.NTES 257
con una organización para ident ificarse activamente con ella, cons
tituye la labor máe regular y rut inaria de procurarse miembros.
F.Uo implica en su aspecto más general el método de persuasión ya
descrito, el establecimient@ de aliciente s e incentivos y la negocia
<-ión directa. Los métodoa que 84! requieren son de un número infini
tamente grande y de exten,ísima variedad (5 ). Aquí no tendría uti•
Jidad alguQa el añadir nada a lo ya manifesta do en el capítulo XI
acerca de la economía de in centivo s. S ólo es menester volver a re•
,altar que f undamentalmette la mayoría de las personas potencial
mente disponibles no son msceptibl es de ser inducidas en un tiem·
po determinado a prestar ijUS servicios a una determinada
organización grande o pequeña.
11
. EL PROCEDIMIENTO DIRIGENTE
Las funciones dirigentes, que se han diferenciado con fine.e e..x•
positivos y que son la base para una especialización sumamente
funcional en las organizaciones, no tienen existencia concreta se
parada alguna (1); son partes O aspectos de un proceso de orga•
nización en general. Tal procedimiento en las más complejas organi
zaciones y normalmente aún en las organizaciones meramente uni
tarias, se convierte en tema de la responsabilidad especializada de
los elementos dirigentes o jefes. Los medios utilizados hasta un grado
conside rable son actos concretos lógicamente deter minados, pe90
el aspecto esencial del proceso es la comprensión de la organización
como un conjunto y de la situación total a ésta concerniente, lo cual
excede de la capacidad de los métodos meramente intelectuales y
de las técnicas de discriminación de los factores de la situación.
Los vocablos a ello adecuados son «sentimiento», «juicio», «senti
do», «proporción», <<equilibrio», «aptitud». Es cuestión de arte ID�
(l) Los fenómenos conccetos son eiempre actos o efectos de actos. Mochoe
actos resultan, sin embargo, tan predominantemente referidos a una función
particular, que es con frecuencia conveniente considerar la función en si mi11m1
como conccetamente ejemplificada en un modo exclusivo. Por ejemplo, una
orden nombrando a una persona para un puesto puede considerarse exduaiv•
mente como expresión concceta de la función de mantener el sistema de com11-
nicación de la organisación. Ser6 con todo evidente desde el punto de vista,
tanto del origen, como del efecto, que el acto 00 puede separarse de otroa ele
mentos o íuncione11.
%66 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DlRICENTRS
11
5e ha expuesto ya (5) que la significación de la «eficiencia» en
euanto aplicada a la organización es el mantenimiento de un equi•
librio de las actividades de la organización, mediante la satisfacción
de los motivos de los individuos bastante para incitarlos a tales
ilCtividades. Este equilibrio va a ser una resultante de una serie de
!actores. En principio, un gran número de combinaciones especí
ficas de estas series variables de factores podría producir el mismo
resultado.
1
euestión con dificultad. Esta se refería a una especie de mundo del que no tengo
experiencia alguna: el mundo económico. Conozco los aspectos económicos de
mi mundo, pero tengo que indagar diligentemente para hallar casos que resulten
&er exclusivamente económicos. Tome el lector un balance o una relación de
ingresos---las manifestaciones más inequívocamente económicas que conozco-
y ruegue a alguien, que comprenda tales manüestaciones específicamente econó
tiicas, que las explique. Observará entonces cuán poco económica es la explica
eión, salvo los valores monetarios que se asignan y la significación aritmética
de tales valores.
Toda nuestra consideración acerca de los esfuerzos organizados tiende a ier
engañosa por razón de lo que A. N. Wbitehead llama «concreción extraviada».
Tenemos que realizar, y realizamos análisis y abstracciones en el manejo más
cotidiano de nuestros negocios, pero cuando tomamos erróneamente los ele
mentos por lo concreto, destruímos la utilidad del análisis. Las decisiones diri
gentes van precedidas del análisis, tal comn he intentado mostrar en el capÍ•
rulo XIV, pero la decisión en sí misma es sintética. El segundo plano fuera del
eual vienen analizados los factores estratégicos, es toda la situación a que se
refiere la decisión. Esta situación total puede ser analizada en factores o ele
mentos físicos, biológicos, sociales, psicológicos y, si lo deseáis, económicoe,
t.al como lo he hecho destacar incesantemente; sin embargo, el análisis no cons
litu:,e el fin de la actuación que se propone, sino su comienzo.
15\ Cap. V, págs. 78 y sigs., y cap. VII, págs. 114 y sigs.
IIL PROCEDIMIENTO DIRIGENTE 271
(Tl Esto no excluye, sino que incluye, la utilidad que Otrllli le dan, si la
or1at1imción lo rf'conoce ·romo ofredendo oportunidad para el intercaaibio.
EL PROCEDIMIENTO DIRIGENTE 273
11
2.128 y sigs.), y también Talcott Parsons (The Structure o/ Social Action, páginas
241-249). Me parece que lo que Pareto dice a este respecto y lo que intentó
desarrollar son, en principio, equivalentes, pero no estoy seguro. Utilizando su
terminología diré que el conjunto de utilidades de la conexión organizativa de
cada miembro de una organi,:ación es una economía y puede denominársela
utilidad de una organización; pero que ha de haber una utilidad de la organiza
ción que se base en factores enteramente diferentes, pero que incluya las utili
dades individuales. Esta utilidad de la orp:anización es necesariamente la evalua
('ión social por el sistema de su propia actuación y no puede ser la suma de las
apreciaciones individuales. En mi decir, la utilidad de la organización es la
economía de la organización, esto es, acentúo su carácter incesantemente
dinámico.
276 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
111
más eficaz. Desde el aspecto social para algunos aumentan las satis
facciones por la asociación, y para otros aumentan los disgustos de
la coordinación (organización reglada). Además se produce un des
contento social en cuanto a unos y una satisfacción con respecto a
otros, a causa de la igualdad en la distribución de lo producido.
Así, A, que empleó más esfuerzo que B, cree que debía tener ma
yor participación. Lo cree porque piensa en términos de causa a
efecto como resultado de su experiencia personal. Así lo creen sus
compañeros salvo cuando les parece que afecta adversamente a la
satisfacción de sus motivos.
A, por lo tanto, decide emplear menos esfuerzo u obtener más
rendimiento. Si hace lo primero, el resultado puede ser pequeño,
,. C, que saca una satisfacción social de la organización, se esfuerza
en compensar la pérdida mejorando la cooperación, esto es, con
una aportación social. Pero si A decide tener más compensación
sin alterar su esfuerzo, esto sólo puede ser posible reduciendo las
cuotas de los demás. Unos quedarán contentos, porque les gustará
trabajar en comunidad, otros no, porque su satisfacción proviene
del pago material. Aceptan, sin embargo, las condiciones porque
aún tienen más de lo que podrían obtener trabajando solos.
Pero tienen la sensación de que el resultado es injusto, e inio
teocionadameote comienzan a disminuir las aportaciones de su es
fuerzo haciéndose los enfermos. Esta reacción social vuelve a ame
nazar la producción total, por lo cual C, para salvar el sistema
entero, intenta crear un entusiasmo o moral compensadora, esto
es, intenta procurar el material suficiente para satisfacer las exi
gencias de pagos materiales, aumentando los pagos sociales.
Adviértase que cada paso por cada partícipe tiene relación con
el factor estratégico tal como aquél lo ve, aunque sus racionaliza
ciones respecto a él hao de ser probablemente sobre la base de
causa a efecto, esto es, sobre el supuesto de una absoluta equiva
lencia de la aportación y de la producción.
Pronto se da cuenta C de que el sistema se va a derrumbar, de
que es imposible mantener la producción material ante las cre
eieotes dificultades del ambiente y proporcionar la compensación
EL PROCEDIMIENTO DIRIGENTE 279
el que fuere e� motivo. Con todo sólo pueden existir, si las satis,
facciones económicas y de otra clase, que produce o procura como
un conjunto, pueden compensar las prestaciones económicas o de
otra índole, que consume en general.
Por otra parte, se da a menudo evidentemente la opinión de que
las organizaciones religiosas, por no tener fines materiales, pueden
desatender o quedar libres de consideraciones de economía mate•
rialista, pero nada es más evidente que el que esto no ocurre nunca.
No sólo son necesariamente productoras directas de objetos mate•
riales sino que son siempre consumidoras de energías físicas y ma•
teriales. La razón de su existencia no es el provecho material, pero
no por ello se escapan a la tiranía de la contabilidad.
Como común a esta cuádruple economía de todas las organiza•
ciones está el hecho esencial de que sea imposible el equilibrar en
detalle los ingresos y los gastos. Lo cual es un modo diverso de de
cir que en la naturaleza de los sistemas de cooperación hay, o que
lo que produce� o que lo que consumen es, algo más, o menos, o
distinto que la suma de sus partes constitutivas o aportaciones.
La cooperación es una expresión de la voluntad y de la finalidad
humana en un ambiente físico. Nunca es creadora de materia física
y sólo hasta un cierto grado opera sobre ésta. Es creadora y trans•
formadora de utilidades. Cuando se combinan ciertos ele�entos
químicos, los átomos con los que da comienzo el proceso pueden
continuar emitiendo o recibiendo más o menos energía. Pero si el
compuesto resultante es duro, mientras sus elementos componentes
son blandos, la finalidad humana implícita en el acto de la combi
nación halla en el efecto algo que no se encontraba en su origen.
Con todo, como ya hemos reiterado, la mayor cooperación posi
ble o no se emprende o no tiene éxito. Para tener éxito ha de
crear algo, y esto no ha de desvanecerse de tal modo en procesos
pormenorizados que no pueda satisfacer motivos humanos. Al no
poder resumirse los detalles en un conjunto, ni conocerse los resul
tados de la cooperación, salvo por la consecuencia, la eficiencia
final de la organización depende de dos factores bastante diversos:
o) la eficiencia de detalle, y b) la economía creadora del conjunto.
284, LAS FUNCIONES DE LOS ELBIENTOS DIRIGENTES
LA NATURALEZA DE LA RESPONSABILIDAD
DIRIGENTE
En muchas ocasiones ha sido inevitable en este estudio referir
nos a la dependencia que la actuación de las organizaciones forma
les guarda con la elección personal, con los motivos, las situaciones
de valor, las estimaciones de utilidad, las normas de conducta
y los ideales. En el capítulo II se añadieron a todos esos ele
mentos otros en la concepción de la «psicología general» y se dieron
por supuestos sin investigar lo referente a sus Cuentes. En el capÍ·
tulo XI sobre la economía de incentivos esos elementos se presen
taron sumariamente en relación con los alicientes e incentivos y con
la persuasión como medios de asegurar las actividades de la orgn•
nización. En el capítulo XII sobre la teoría de la autoridad los mis
mos elementos quedaron incluídos en la exposición de los aspectos
subjetivos de la autoridad. En los capítulos XIII y XVI, concer
nientes a los procesos de decisión, la referencia a lo que en un
lugar se llamó «sector moral era a estos mismos elementos. En el
capitulo XVI la concepción de «utilidad» en las relaciones de las
personas con la organización entrañaba estos mismos aspectos de la
personalidad.
No obstante, hasta ahora se puso todo el empeño posible por
evitar la consideración de los a1'pectos morales de la cooperación
para que pudiésemos lograr ante todo una común inteligencia de los
principios de la estructura y de los procesos de la organización. En
este intento ha habido necesariamente alguna distorsión. Un estu•
290 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
11
do, etc. Puede decirse que estas sanciones ayudan a consolidar los
códigos, pero no la responsabilidad. Así, cuando el acatamiento
viene producido por el temor a las penas, lo que produce efecto
no, es el factor moral, en el sentido del término que aquí se em•
plea, sino meramente los alicientes o incentivos negativos. En la
práctica muchas veces, y probablemente sea lo normal, es imposi
ble el distinguir las razones para el acatamiento; pero se entiende
de sobra bien que la buena ciudadanía, por ejemplo, no se obtiene
con tales alicientes específicos. Sólo la convicción profunda, que
actúa sin tener en cuenta los premios o castigos específicos, es el
elemento fundamental de la suma responsabilidad.
El código de moralidad privado, que proviene de una determi
nada organización formal, es un aspecto de aquello a que previa•
mente nos hemos referido como «personalidad de organización>) (3).
Es también un aspecto de la « zona de indiferencia» (4). Los que
tienen una fuerte adhesión a una organización, como quiera que
lo efectúen, probablemente tengan un código o códigos derivados
de ésto, si su vinculación ha durado mucho tiempo; pero el que
aparezcan como responsables con respecto a tales códigos depende
de su capacidad general para la responsabilidad y de su lugar en el
espectro de los códigos personales.
De ahí que el asentimiento de un individuo a una orden o exi•
gencia de una organización, esto es, la cuestión de si va a otorgarle
autoridad, sea muy complejo. Depende del efecto de la orden o exi
gencia como incentivo positivo o negativo, modificado por las san
dones, si las hay, que entrañe la denegación de su autoridad; de
si el individuo tiene o no un código de moralidad proviniente de
la organización; de si hay conflicto entre sus códigos con respecto
a las exigencias específicas; de lo importante que sea el código de
organización comparado con los demás; de su sentido de la res
ponsabilidad, y así sucesivamente. Si el sentido de la responsabili
dad es, en general. débil, el conflicto de códigos carece de impor-
111
tal como sus miembros la entienden, y que tal debe ser también
la conducta personal; 7) el código sugerido en la frase «el· bien
de la organización en su conjunto»; 8) las exigencias técnicas del
departamento en general. Habrá con frecuencia otros, pero éstos
servirán de ejemplo.
De esta breve exposición sin consideración de las organizacio
nes específicas se pondrá claramente de manifiesto que el dirigente,
en virtud de su puesto, adopta una moralidad más compleja que
la que de otro modo hubiera tenido. Con todo, esa moralidad no
es peculiar de los dirigentes. Tanto los hombres dirigentes como los
profesionales, se distinguen como clase de los no dirigentes y · no
profesionales en que las condiciones de su posición les imponen nu
merosos códigos adicionales. Estos son principalmente no persona
les en su significación; la mayoría de las actividades profesionales
o departamentales pueden realizarse sin intervención alguna de los
códigos estrictamente privados. Por eso la complejidad de la situa
ción moral del individuo quizá no aumente en proporción a las
adiciones que provienen de las funciones de la organización y pro•
fesionales. Pero, inevitablemente, a veces, cierta actuación o exi
gencia entraña la gama entera. Entonces decimos que ningún hom•
bre puede separar su conducta profesional de su moral privada.
Cuando se dan tales casos, las alternativas que se ofrecen son, o la
de violar la moral profesional, o la de no cumplir una obligación
profesional u oficial. A veces la solución, que las circunstancias per
miten «legítimamente», es la dimisión o renuncia, y entonces el
resultado es el mantenimiento de la integridad personal; pero
cuando la dimisión o la renuncia son por sí mismas sumamente in
morales, como a veces ocurre, entonces se produce una tragedia
virtual. La penalidad por falta de capacidad para eludir o encon
trar un sustitutivo a la actuación es en tales casos severa.
Lo que, en cambio, es peculiar de las funciones dirigentes es que
éstas imponen también la necesidad de crear códigos. Así, en ge•
neral, al problema moral de los individuos agrega la organización,
en el caso de los dirigentes, un aumento sustancial de complejidad
moral, de pruebas de responsabilidad, y la función de crear con-
20
306 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
dente que cuanto más elevado sea el puesto, más expuesto está el
que lo ocupa a una actuación impuesta desde numerosas direccio
nes, y más llamado a la actividad de decidir. El aumento de esta
actividad no es en la práctica proporcional al nivel del puesto por
estar controlado deliberadamente. Es esto una necesidad ya expli
cada en el capítulo XIII, <cEl ambiente de la decisión» (5), donde
(6) No tengo duda ninguna que en ciertos casos donde hay una víctima
falsa o «ideada», ésta constituye un sacrificio voluntario, está dominada precisa•
mente por «el bien de la organización>.
310 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMEl'iTOS DIRIGENTES
IV
que torna en cosa natural los sacrificios que entraña, y que hace
surgir la fe inicial en la cooperación. Estas actitudes y facultades
son suficientes para traer a la vida muchas organizaciones de baja
calidad y de propósitos inferiores o antisociales y para mantener
durante algún tiempo su vitalidad. El poco interés, el propósito
inmediato, lo·s impulsos del momento, pueden ser atendidos, tanto
por combinaciones nuevas, como por viejas, y la exhortación a la
existencia individual independiente es satisfecha muchas veces me
jor por el cambio, si se trata sólo de necesidades inmediatas y ma•
teriales. Por el contrario, las organizaciones perduran en propor•
ción a Ja grandeza de la moralidad por la que se rigen; lo cual
sólo quiere decir que la previsión, los propósitos remotos, los idea•
les elevados, son el fundamento de la persistencia de la cooperación.
Así, pues, la perduración de la organización depende de la ca•
lidad de la jefatura, y esta calidac! proviene de la grandeza de la
moralidad sobre la que descansa. Una responsabilidad superior
$iempre ha de haberla, aun en la organización más ínfima, más
inmoral, pero si la moralidad a la que aquélla re refiere es baja,
las organizaciones serán de vida corta. Una baja moralidad no sos•
tendrá mucho tiempo a la jefatura, su influencia se desvanecerá
pronto y no podrá originar su propia sucesión,
La jefatura, naturalmente, es unas veces injusta y otras fracasa.
Quizá con frecuencia crea el jefe que su moralidad personal y la
de la organización son idénticas, cuando en realidad no lo son. Qui
zá ignore los códigos que son necesarios en la organización por ra
zón del ambiente, al que no logra ver objetivamente ; quizá con•
funda un motivo puramente personal con un propósito de la or
ganización. En estos casos los hechos destruyen su responsabilidad,
su jefatura fracasa, ya no puede crear, está atrapado entre la in
compatibilidad del p�opósito y la del ambiente, la insinceridad
arruina su influencia. Pero hasta tanto que esto suceda --como qui•
zá acontezca inevitablemente a todos los jefes, puesto que muchas
veces parece que las organizaciones consolidadas perduran más que
sus jefes--, la creación de la moralidad de organización es el es
píritu que supera a las fuerzas centrífugas de los intereses o motivos
LA NATURALEZA DE LA RESPO 'SABILIDAD DIRIGENTE 315
CONCLUSION
I
11
(2) Principles o/ Gestalt Psychology (Nueva York.: Harcoun, Brace & Co.,
1935), págs, 626�27.
LA MENTE EN LOS ASUNTOS CUOTIDIANOS 347
Fi c c i o n e s
Esta expos1c1on quedaría manca sin al guna referencia a las
ficciones, concepción errónea que atañe a lo que se halla en la
raíz de ciertas falsas opiniones referentes al raciocinio. Una ficción,
tal como aquí se emplea la palabra, es una aserción de que un
enunciado es cierto, en tanto se reconoce que su verdad no puede
demostrarse, ni con un razonamiento teórico, ni con la evidencia
experimental. Se designa a las ficciones con diversos nombres: axio
mas, evidencias por sí mismas, verdades, postulados, leyes, presun
ciones, suposiciones, hechos «de cajón», etc. Hay muchos ejemplos
de ellas en �as matemáticas, en la lógica y en las ciencias físicas.
Hay otros en el campo social: las de que todos los hombres conocen
las leyes, la «voluntad» del pueblo, la « personalidad» de una cor
poración, la «infalibilidad» (es decir, la indiscutibilidad) �e la
orden de una organización, la corrección de un recuento de sufra
gios (a falta de ciertas recusaciones dentro de un límite de tiempo).
Las ficciones menores son corrientes en muchos dominios de la vida
cotidiana.
Algu nas de esas ficciones no se comprueba nunca que sean ver
dad; de otras se ignora si lo son; en realidad pueden coexistir con
otras ficciones lógicamente inconsistentes. Por ejemplo, en ·nuestro
Derecho todos los hombres se presumen inocentes mientras no se
pruebe su culpabilidad, pero al descubrirse que algunos se encuen
tran en culpa, esto niega la justificación de la presunción. El mero
hecho de que se acuse a un hombre convierte a la presunción de
inocencia en una contradicción en los términos. Pero todos senti
mos que esta presunción hay que considerarla como verdad dentro •
de ciertas limitacionés.
La diferencia más importante entre esas varias ficciones me pa
rece que estriba entre la probabilidad de su verdad, por una parte,
y su utilidad por otra. Permítaseme citar la encantadora filosofía
popular de las matemáticas de DANTZIG: «Esta afirmación de la
facultad de la mente, que se sabe por sí misma capaz de concebir
la repetición indefinida de un acto, cuando este acto es absoluta•
354 LAS FUNCIONES DE LOS ELEMENTOS DIRIGENTES
mente posible, puede ser una pura ficción, pero es una ficción
conveniente, y por lo tanto. necesaria» (3). La variación en el 6.n,
la utilidad y probabilidad de verdad de las ficciones es muy am•
plia. Es decir, hay una diferencia considerable en su di gn idad. En
la mayoría de los dominios ordinarios de la vida, la extensión de
su aplicación se limita tanto en el espacio como en el tiempo.
Decimos «para este propósito», o «para el presente», o «bajo estas
condiciones», «así y así es 'verdad' o 'puede admitirse como reali
dad', o 'es un principio' de trabajo'». Un efecto de ello es el que un
hombre, más frecuentemente de lo que se da cuenta, afirmará algo
como si fuera una ley natural en un respecto, y lo negará en otro.
Muchas veces, por consigu iente, se puede suponer que es ignorante
(no sabe lo que a tal respecto está diciendo), o que es incapaz de
razón (está enfermo), o que miente. Todas son, por desgracia, acu•
saciones correctas demasiado frecuentemente. A pesar de ello, mu•
chas veces no hay fundamento para tales tachas, y es porque un
hombre sabe de que está hablando, o porque está sano, o porque
dice la verdad, por lo que a veces surge la discrepancia.
Esto significa que entre las ficciones de los asuntos ordinarios
y las grandes ficciones de la ciencia, los axiomas fundamentales, la
diferencia no está tanto en su carencia de lógica, como en su fin y
objeto. Las frecuentes incompatibilidades de posición en el mundo
práctico me parecen inevitables, si el mundo ha de persistir siendo
práctico.
Me agrada ilustrar esta opinión aplicando las matemáticas al
campo de los asuntos humanos. Supongamos que el que 2 más 2
sean 4 en los números abstractos no haya de considerarse como una
ficción, salvo en un sentido muy extremado. Pero en el momento
en que se aplican los números a los objetos comienza la dificultad.
No puede realizarse la suma de unidades de mantequilla con uni
dades de ranúnculos. Sólo pueden sumarse las cosas homogéneas.
Es fácil decir que, naturalmente, ha de haber distinción, identifica•
(3) DANTztc, Tobias: Number, the Language of Science (The Macmillan Co.,
1930), pág. 247. La bastardilla del original.
LA MENTE EN LOS ASUNTOS CUOTIDIANOS 355
La última complicación.-Reacción
Y ahora una última complicación que explica ciertas cosas ex
trañas en los procedimientos mentales �umanos, y que la mente
tiene que realizar.
La diferencia más importante entre el trabajo científico y otra
clase de trabajos no está en la composición de los procedimientos
mentales requeridos, sino en la reacción o falta de reacción de
tales procedimientos sobre el sujeto al que éstos se aplican. La
ciencia física pura tiene por objeto la averiguación de la verdad
acerca del universo físico, pero ni por su objeto, ni por sus efectos,
logra un cambio en ese universo. La aplicación de sus investiga-
Prefacio ... ... ... ... ... ... ... .. . ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. . .
.,
PARTE I
PARTE 11
VI. Definición de la organización formal ... ... ... ... ... ... 85
VII. Teoría de la organización formal .. . ... ... ... ... ... ... 105
VIII. La estructura de las organizaciones formales complejas l l7
IX. Las organizaciones irregulares y su relaci6n con las organiza•
dones formales ... 139
p AR TE III
PágÚIG$
p ARTE IV
XV. Las funciones dirigentes .. . ... ... ... .. . . . . . .. ... ... 245
XVI. El procedimiento dirigente ... ... •.. •.. ... •.. 265
XVII. La naturaleza de la responsabilidad dirigente 289
XVIII. Conclusión ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. . 317
CORRIGENDA
En la página 22, nota l. DICE: «Pá g. 108.> DEBE DECIR: «Pág. 130.>
En la página 74, nota 3. DONDE DICE: ,;:Pág. 117.> DEBE DECIR: «Pá g. 140.>
En la página 100, nota 10. DONDE DICE: «Págs. 314 y sigs.> DEBE DECIR: «Pá
ginas 353 y si gs.>
En la página 105, nota 2. DONDE DICE: «Pág. 93.> DEBE DECIR: «Pág. 92.>
En la página 146, nota 7. DoNDE DICE: «Págs. 169 y sigs.> DEBE DECIR: «Pá
ginas 196 y sigs.>
En la página 184, nota 10. DONDE DICE: «Págs. 2 � y sige.> DEBE DECltl: «Pá
ginas 284 y sige.>