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Civil
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POR SAÚL JOSÉ COCA GUZMÁN - 12 MARZO, 2020 " 43150 Dirección de email
NUEVO DIPLOMADO
REVISTA LP DERECHO
1.- Introducción
Dentro del conjunto de actividades que deben desarrollarse en el cuadro de la aplicación del
derecho, la interpretación constituye la operación jurídica más importante; ya que solo
puede ser debidamente aplicado aquello que es comprendido en su propia razón de ser. La
interpretación es una actividad de conocimiento referida a la norma aplicable al caso
concreto; la aplicación, por su lado, es una actividad dirigida a determinar los efectos y
consecuencias jurídicas que produce la norma que corresponde al caso en particular.
PUBLICA EN LP
(Leyva Saavedra, 2009, p. 445)
La indagación interpretativa tiene, pues, por objeto “la manifestación negocial”, pero
entendida esta, no solo como “declaración de voluntad”, sino como “complejo del
comportamiento concluyente” de las partes negociales; por <n, la “intención”. (Ibídem, p.
603)
Doctrina nacional entiende que el derecho se nutre y evoluciona a partir de los actos de los
seres humanos y eventos que se presentan en la vida cotidiana. Sin embargo, no toma en
cuenta esos actos y eventos tal como se presentan, sino que los traduce, esto es los
procesa y transforma al lenguaje jurídico. (Osterling Parodi, 2007, p. 1)
Este proceso de transformación puede ser ejecutado por cualquier analista del derecho,
llámese magistrado, abogado, tratadista o estudiante, porque al hacerlo discrimina entre los
MÁS LEÍDOS
hechos que, a su criterio, son jurídicamente relevantes y aquellos que no lo son.
IdentiOcados los hechos relevantes, el analista les asigna valoraciones en función a las
normas e instituciones jurídicas en juego. Es en este momento que el analista se convierte
en intérprete, pues explica acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de
diferentes modos. Lo que hace el intérprete en este proceso es construir sucesos jurídicos a
partir de sucesos fácticos. Y es esto lo que determina, a su turno, la construcción de una
realidad jurídica. Ello explica que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua asigne al
vocablo “interpretar”, como una de sus acepciones, la de “concebir, ordenar o expresar de un Legislación Básica
los textos, las declaraciones y los comportamiento de nuestros congéneres con el objetivo Fundamento destacado. Decimocuarto. Con relación a
(advertido o no) descubrir que es lo que nos quieren comunicar esos textos, declaraciones y los cuestionamientos vinculados a la motivación de la
sentencia impugnada, este Tribunal Supremo comparte
comportamientos, o sea cual es la intención que encierran estos.
el criterio de la...
En el presente ensayo abordaremos sucintamente los cinco métodos de interpretación #ÚLTIMO | Condenan a 4
contenidos tanto en el libro de acto jurídico como el de contratos. Nos referimos a la años de cárcel a Adolfo
Bazán...
interpretación objetiva, la interpretación sistemática, la interpretación Onalista, ubicados en
10 diciembre, 2021
el primer libro mencionado pero además incluiremos al método de interpretación de buena
fe y al método de interpretación contra proferentem ubicados en el segundo. Clases de tipos penales en la
parte especial del Código
Penal
2.- La interpretación objetiva
10 diciembre, 2021
El Código ha deOnido indudablemente una posición. Las relaciones entre la voluntad y su ¿Entidades públicas deben
manifestación y la determinación del sentido de esta se rigen por lo declarado, sin que la optar por teletrabajo o por
trabajo remoto? [Informe...
referencia al principio de la buena fe atenúe el criterio objetivista. Puede inferirse entonces
10 diciembre, 2021
que el criterio objetivista que ha adoptado el Código Civil constituye el principio general de
interpretación. En aplicación de este principio, la interpretación no puede orientarse a la Criminalización,
indagación de la voluntad interna, no declarada, sino a precisar la voluntad manifestada descriminalización y
sobrecriminalización
partiendo de una necesaria presunción, de que esta última corresponde a la intención del
10 diciembre, 2021
celebrante o celebrantes del acto jurídico. Pero no se trata de excluir la voluntad interna a la
vista de lo declarado, sino de interpretar el acto “de acuerdo con lo que se haya expresado
en él”. Nos vemos, pues, en la posición del Código una posición extrema en cuanto que el
intérprete tenga que ceñirse a lo expresado y nada más, máxime si tiene que aplicar el
principio de buena fe. (Vidal Ramírez, 2011, pp. 347-348)
Con relación pues a la manera de interpretar los términos del negocio “en cuanto se haya
expresado en él” recurrimos sin duda a la bondad de la redacción del artículo 57 del Código
de Comercio, que bien puede valer para negocios civiles: “Los contratos de comercio se
ejecutarán y cumplirán de buena fe, según los términos en que fueren hechos y redactados,
sin tergiversar con interpretaciones arbitrarias el sentido recto, propio y usual de las
palabras dichas o escritas, ni restringir los efectos que naturalmente se deriven del modo
con que los contratantes hubieren explicado su voluntad y contraído sus obligaciones”.
(Lohmann Luca de Tena, 1994, pp. 265-266)
Para Gastón Fernández Cruz, la norma contenida en el artículo 168 del Código Civil (en
adelante CC) se encuadra perfectamente dentro de la concepción objetiva de la búsqueda
de la “común intención de las partes”, al pretender encontrar el valor objetivo del contrato
deduciéndolo de las declaraciones y conductas de ellas, otorgando prevalencia a la
declaración realizada por cada parte en el marco de sus relaciones intersubjetivas y que son
plasmadas como autorregulación de sus intereses, de tal forma que lo declarado sea la
base sobre lo cual se tenga que empezar cualquier indagación sobre la interpretación del
contrato, sin recurrir a la intención interna o psicológica de los sujetos que realizan el
negocio, valorando las manifestaciones externas y reconocibles de la conducta de las
partes que realizaron el acto jurídico. (Fernández Cruz, 2002, p. 151)
Así, el intérprete debe aprehender la común intención de las partes tomando en cuenta la
conducta integral de las partes. De ahí que debe iniciar la interpretación conociendo el
sentido literal o textual que se le ha ofrecido en la lectura de las cláusulas. Luego, el
intérprete debe confrontarlo y compararlo con los sentidos extratextuales. La común
intención de las partes se descubre mediante una pluralidad de sentidos y por eso la
interpretación del contrato comprende el sentido literal de las cláusulas y los no literales de
los comportamientos y de los documentos. (Morales Hervias, 2014, p. 93)
En Francia, una lectura ordinaria del artículo 1156[1], da dos lecciones en el sentido literal de
este artículo: por un lado, la interpretación del contrato no signiOca simplemente una
explicación del sentido literal de los términos utilizados en los mismos; por otro lado, la
búsqueda de la común intención de las partes es obligatoria para el juez, a On de lograr una
correcta interpretación de los contratos. De hecho, el artículo 1156 no deOne la
interpretación de los contratos como una búsqueda de la voluntad interna común de las
partes. Solo destaca la necesidad de esta investigación psicológica en la interpretación del
contrato. (Quin, 2012, pp. 75-76)
Por tanto, entendemos por interpretación objetiva a aquella actividad hermenéutica dirigida
a desentrañar la común intención de las partes que celebraron el contrato, lo cual involucra
no sólo lo manifestado o declarado (texto) sino también aquellos comportamientos previos
y posteriores (extratextual) al acto negocial. Presumiéndose iuris tantum que lo declarado
es lo realmente querido.
La redacción del artículo bajo comentario establece un criterio que ordena al intérprete
buscar la común intención de las partes, tomando al contrato como una unidad que, en su
totalidad, contiene el programa contractual previsto por ellas. En este sentido:
Una clausula aparentemente clara, debe ser vista y entendida como conformante del unitario
conjunto que forma el contrato.
Una clausula aparentemente dudosa, debe ser contrastada con las restante cláusulas del
contrato, a On de eliminar dicha duda, aprehendiendo un único signiOcado de lo que se
presentó inicialmente como “dudoso”, evitando que una clausula pueda ser interpretada de
manera independiente mostrando un sentido que no es acorde con el conjunto del contrato.
(Fernández Cruz, 2002, p. 158)
Esto signiOca que cada cláusula arrancada del conjunto y tomada en sí misma, puede
adquirir un signiOcado inexacto y que solamente de la correlación armónica de cada una
con las otras y de la luz que se proyectan recíprocamente, surge el signiOcado efectivo de
cada una y de todas tomadas en el conjunto. El contrato, en efecto no es una suma de
claúsulas sino un conjunto orgánico. (Messineo, 1987, pp. 107-108)
Esta regla se encuentra presente en los principales códigos civiles (francés, art. 1161;
español, art. 1285; italiano, art. 1363; mexicano, art. 1854; boliviano, art. 514) y códigos
uniformes, hace que el intérprete vea el conjunto de la manifestación de voluntad como una
unidad y que, en caso de cláusulas contradictorias o ambiguas, las armonice e integre,
evitando, de esta manera, interpretaciones aisladas. Esta regla nos recuerda dos cosas
puntualmente: que el contrato es un cuerpo coherente y que sus cláusulas no deben ser
evaluadas aisladamente. (Leyva Saavedra, 2009, p. 464)
Así por ejemplo, cuando el intérprete se enfrenta a la tarea de interpretar el contenido de las
disposiciones testamentarias de un individuo, bien puede ocurrir que estas disposiciones
como un todo consistan primero en un testamento en el que el causante instituye a sus
hijos como únicos herederos; testamento modiOcado posteriormente, sin hacer alusión al
anterior, instituyendo legados con cargo al tercio de libre disposición, a lo que acaso haya de
agregarse una última disposición por la cual el testador, dentro de los límites que la ley le
permite, beneOcie a algunos descendientes respecto de otros. El intérprete claro está, se
encuentra ante tres negocios jurídicos diferentes, tres declaraciones de voluntad
aparentemente autónomas pero que forzosamente ha de analizar en conjunto, como un
todo, para determinar el propósito Onal y realmente querido por el de cujus. Lo mismo puede
decirse cuando para interpretar un contrato se estudian otros convenios a los que el primero
aparezca vinculado. (Lohmann Luca de Tena, 1994, pp. 272-273)
Cabe recordarse que las reglas de interpretación recogidas por el Código Civil Peruano, para
el acto jurídico y los contratos, tienen un orden de prelación que signiOca que, en primer
lugar, deba atenderse a una interpretación del contrato según la común intención de las
partes y bajo el principio de buena fe, debiéndose recurrir a la interpretación sistemática,
solamente cuando no ha podido ser aprehendida la común intención de las partes, mediante
el empleo de las antes señaladas regla de interpretación subjetiva). Normalmente, sin
embargo, se hace necesario el empleo de la interpretación sistemática para complementar
la interpretación realizada bajo los criterios hermenéuticos de la “común intención de las
partes” y de la “buena fe”. Es más, en doctrina, se considera que las normas hermenéuticas
de interpretación no constituyen normas imperativas, en el sentido que las partes pueden
decidir su no aplicación al contrato que han celebrado o la aplicación prioritaria de otros
criterios interpretativos, con la sola excepción –para algunos- de la regla legal de
interpretación subjetiva según la buena fe, la cual debe reputarse en principio de orden
público. (Fernández Cruz, 2002, pp. 158-159)
Por tanto, entendemos por interpretación sistemática a aquel método hermenéutico que
entiende al contrato no como una suma de cláusulas sino un conjunto orgánico lo cual
involucra que al momento de interpretarse un contrato no deba buscarse desentrañar la
intención negocial de las partes por medio de una sola cláusula soslayándose las demás,
pues hacer ello traería inexactitudes respecto de lo que verdaderamente han querido las
partes en el contrato, sino que deben contrastarse las unas por medio de las otras a On de
evitar y/o eliminar las posibles ambigüedades que provocaría justamente el interpretárselas
de manera independientemente. Además, el criterio sistemático solo tiene lugar luego de
haberse buscado la “común intención de las partes” y observado la “buena fe”. Asimismo,
este criterio rige en caso se trate de interpretar dos o más actos jurídicos vinculados entre
sí.
4. La interpretación =nalista
El objeto a que alude esta interpretación no es la cosa material sino el objetivo que el agente
se propuso regular con su precepto a través de un cierto negocio. Es más, precisamente la
materia Onal sobre la cual el agente declara su voluntad. El artículo, con el vocablo “objeto”
quiere aludir, en consecuencia, a los temas o asuntos –en cuanto Onalidad objetiva– sobre
los que recae el precepto negocial, sean cosas (en cuanto a bienes materiales), o derechos
o conductas. En este orden de ideas, si el negocio cuya declaración de voluntad se ha de
interpretar alude a la traslación de dominio de dos Oncas, lo que ha de ser materia de
investigación no es solo la precisión de si es una o ambas Oncas, lo que tuvieron en mente
los contratantes, sino si la enajenación es por venta, permuta, donación u otra Ogura
jurídica. (Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 274)
Este criterio de interpretación busca deOnir la causa del contrato o la razón de ser de la
cláusula que es objeto de interpretación. En ese sentido este método se asemeja al
denominado ratio legis o razón de la ley, aplicable a la interpretación de normas jurídicas. En
la interpretación contractual ello implica buscar las funciones que el contrato debe alcanzar.
(Bullard, 2010, p. 135)
Cabe ahora saber que se quiere decir con que se debe atender a la «naturaleza y al objeto
del contrato». La doctrina en este punto se ha dividido: un sector estima que «naturaleza»
debe entenderse como «caliOcación» y «objeto» como contenido económico en general; otro
considera que la alusión al criterio «que más convenga a la naturaleza del contrato», es una
alusión directa a la causa del contrato; un tercer sector, en cambio, estima que cuando se
manda atender a la «naturaleza y al objeto del contrato», no se hace otra cosa que disponer
que se atienda al tipo contractual. (Leyva Saavedra, 2009, pp. 464-465)
Por tanto, entendemos por interpretación Onalista a aquel método hermenéutico, que se
aplica luego de haber utilizado los previos (común intención de las partes, buena fe y
sistemático) y que tiene como objetivo, primero, aclarar las dudas o ambigüedades que aún
persistan y luego encaminar el propósito práctico de las partes a la celebración del tipo
negocial que tuvieron en mente celebrar.
La buena fe tiene un rol trascendental en la vida social: (i) primero, porque excusa de
responsabilidad a quien razonablemente actúa en la creencia de no estar cometiendo una
infracción a las normas del derecho privado; (ii) segundo, porque permite exigir actos que
razonablemente hubiesen sido pactados si los costos de transacción fuesen bajos; (iii)
tercero, porque permite asignar titularidades en base a un criterio que desincentiva el
comportamiento deshonesto; y, (iv) cuarto, porque permite defender titularidades en base a
un criterio que incentiva el comportamiento honesto. Sin buena fe, tanto los niveles de
responsabilidad extraconcontractual como los niveles de comportamientos contractuales
oportunistas serían alarmantemente altos. (Escobar Rozas, 2015, p. 322)
Por ejemplo, en el artículo 2014[2] del Código Civil, la buena fe a la que se reOere la norma
es la que en doctrina se conoce como »buena fe creencia» o »buena fe subjetiva”, en el
sentido de que el tercero cree que su contraparte es titular del derecho que le está
transOriendo o se encuentra, en todo caso, facultado legalmente para hacerlo; o, desde un
punto de vista negativo, que el tercero desconoce que su contraparte carece de derecho o
de facultades para transferir la titularidad de que se trata. (Del Solar Labarthe, 1994, p. 162)
Por otro lado, actuar de acuerdo con la buena fe objetiva concretiza las exigencias de
probidad, corrección y comportamiento leal capaz de permitir un tráOco comercial
adecuado, teniendo en cuenta el propósito y la utilidad del negocio en vista de que las
partes o ya se encuentran vinculadas o consideran vincularse, así como el campo de
actuación especíOco en el que se encuentra la relación obligatoria. Por tanto, en el plano
concreto de las relaciones de la vida en el cual el Derecho es llamado a ordenar, no siempre
es fácil saber cuáles son esas exigencias de probidad, corrección y lealtad; lo que es un
tráOco comercial adecuado para alcanzar la Onalidad y utilidad del negocio; en suma, lo que
caracteriza un comportamiento según la buena fe. (Martins-Costa, 2016, p. 41)
Como hemos podido observar, la buena fe es una sola, en consecuencia, tanto su aspecto
subjetivo (creencia) como su aspecto objetivo (comportamiento) deberán concurrir
copulativamente para que se pueda alegar, valga la redundancia, la buena fe y, de ese modo,
el ordenamiento jurídico pueda tutelar el derecho del tercero. Esto es, el estado de
ignorancia del tercero solo será legítimo (buena fe subjetiva) en la medida en que el
comportamiento que lo acompañe sea el correcto (buena fe objetiva) lo cual involucra, en
primer lugar, que tercero actué con diligencia, ósea que haya practicado todos los actos
necesarios tendientes a buscar la información relevante acerca de la situación jurídica que
lo afecta (por ejemplos ir a registros públicos y veriOcar que el inmueble que pretende
adquirir no cuente con cargas y gravámenes) acto seguido, en ese momento, su estado de
ignorancia podrá considerarse legítimo conOgurándose así Onalmente la buena fe.
En nuestro código civil, a lo largo de varios de sus libros, se hace mención a la buena fe por
lo que se puede inferir que la intención del legislador haya sido que la buena sea elevada a
la categoría de principio orientador que los sujetos de derechos deban seguir en las
relaciones jurídicas que establezcan los unos con los otros.
Por tanto, en la negociación, celebración y ejecución de los contratos les será exigible a las
partes tanto la buena fe subjetiva como la objetiva pues ambas son indesligables la una de
la otra.
Por tanto, el método de interpretación contra proferentem es aquel, presente tanto en el civil
law como en el common law, que tiene como objetivo tutelar a aquella parte que no redactó
las cláusulas de un contrato por adhesión o con arreglo a cláusulas generales de
contratación, sino que simple y llanamente las aceptó en bloque, mediante una presunción
consistente en que las de dudas o ambigüedades producto de la redacción del
predisponente se interpreten en favor del adherente. Asimismo, este criterio interpretativo
no debe descartar otros tales como la buena, fe, el sistemático, teleológico, etc.
Para la aplicación de esta regla hay que tomar en cuenta tres requisitos: en primer lugar, que
la cláusula sea dudosa, ambigua u oscura; en segundo lugar, que la oscuridad, ambigüedad
o duda sean imputables al predisponente; y, por último, que tanto la oscuridad como la
ambigüedad o duda no se hayan podido resolver utilizando las clásicas reglas subjetivas de
interpretación del contrato. (Leyva Saavedra, 2009, p. 471)
7.- Conclusiones
El criterio sistemático solo tiene lugar luego de haberse buscado la “común intención de las
partes” y observado la “buena fe”.
El criterio sistemático rige también en caso se trate de interpretar dos o más actos jurídicos
vinculados entre sí.
El estado de ignorancia del tercero solo será legítimo (buena fe subjetiva) en la medida en
que el comportamiento que lo acompañe sea el correcto (buena fe objetiva) lo cual
involucra, en primer lugar, que tercero actué con diligencia, ósea que haya practicado todos
los actos necesarios tendientes a buscar la información relevante acerca de la situación
jurídica que lo afecta (por ejemplos ir a registros públicos y veriOcar que el inmueble que
pretende adquirir no cuente con cargas y gravámenes) acto seguido, en ese momento, su
estado de ignorancia podrá considerarse legítimo conOgurándose así Onalmente la buena
fe.
En nuestro código civil, a lo largo de varios de sus libros, se hace mención a la buena fe por
lo que se puede inferir que la intención del legislador haya sido que la buena sea elevada a
la categoría de principio orientador que los sujetos de derechos deban seguir en las
relaciones jurídicas que establezcan los unos con los otros.
En la negociación, celebración y ejecución de los contratos les será exigible a las partes
tanto la buena fe subjetiva como la objetiva pues ambas son indesligables la una de la otra.
El método de interpretación contra proferentem es aquel, presente tanto en el civil law como
en el common law, que tiene como objetivo tutelar a aquella parte que no redactó las
cláusulas de un contrato por adhesión o con arreglo a cláusulas generales de contratación,
sino que simple y llanamente las aceptó en bloque, mediante una presunción consistente en
que las de dudas o ambigüedades producto de la redacción del predisponente se
interpreten en favor del adherente.
La interpretación contra proferentem, no debe descartar otros criterios tales como la buena,
fe, el sistemático, teleológico, etc.
La interpretación contra proferentem, siguiendo a Leyva Saavedra, presenta tres requisitos:
1. que la cláusula sea dudosa, ambigua u oscura; 2. que la oscuridad, ambigüedad o duda
sean imputables al predisponente; 3. que tanto la oscuridad como la ambigüedad o duda no
se hayan podido resolver utilizando otros criterios de interpretación.
8.- Bibliografía
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Parte General. Tomo I, Buenos Aires: Ediciones Jurídicas Europa-América.
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LOHMANN LUCA DE TENA, Juan Guillermo (1994). El Negocio Jurídico. Lima: Grijley.
MARTINS-COSTA, Judith (2016). A Boa-Fé no Direito Privado: Critérios para a sua aplicação.
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MESSINEO, Francesco (1986). Doctrina General del Contrato. Tomo II. Buenos Aires:
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Lima: Estudio Mario Castillo Freyre, Ius Et Veritas, pp. 81-94.
SIERRA PÉREZ, Isabel (2017). “Las reglas de interpretación de los contratos en el Código
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Carlos III de Madrid, Instituto de Estudios Clásicos sobre la Sociedad y la Política Lucio
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SUIRE, Charles (2017). “L’interpretation des contrats. Étude Comparative, France- Royaume
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Vogenauer, Paris: Universite Paris II, Pantheon –Assas, Institut de Droit Comparé de Paris.
TOMASEVICIUS FILHO, Eduardo (2013). “Boa-fé no Código Civil brasileiro: dez anos de
experiencia”. En: 10 anos de vigência do Código Civil brasileiro de 2002: estudos em
homenagem ao professor Carlos Alberto Dabus Maluf. São Paulo: Saraiva, pp. 308-323.
[1] “En las obligaciones se deberá buscar cuál ha sido la intención común de las partes
contratantes, más que atenerse al sentido literal de los términos”.
[2] Artículo 2014. Principio de buena fe pública registral. El tercero que de buena fe
adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con
facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque
después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no
consten en los asientos registrales y los títulos archivados que lo sustentan.
La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del
registro.
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Bronco Gonzalo
Buen analisis Dr., gracias por su conocimiento
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ÁngelesRadio SanIgnacio
excelente analisis gracias
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Claudia Matta
GRACIAS POR COMPARTIR
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