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Civil
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La interpretación del acto Introduce tu correo para suscribirte.

jurídico. Bien explicado Únete a otros 16.522 suscriptores

POR SAÚL JOSÉ COCA GUZMÁN - 12 MARZO, 2020 " 43150 Dirección de email

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NUEVO DIPLOMADO

REVISTA LP DERECHO

Sumario: 1.- Introducción; 2.- La interpretación objetiva; 3.- La


Interpretación sistemática; 4.- La interpretación finalista; 5.- La
interpretación de buena fe; 6.- La interpretación contra proferentem;
7.- Conclusiones; 8.- Bibliografía.

1.- Introducción

Dentro del conjunto de actividades que deben desarrollarse en el cuadro de la aplicación del
derecho, la interpretación constituye la operación jurídica más importante; ya que solo
puede ser debidamente aplicado aquello que es comprendido en su propia razón de ser. La
interpretación es una actividad de conocimiento referida a la norma aplicable al caso
concreto; la aplicación, por su lado, es una actividad dirigida a determinar los efectos y
consecuencias jurídicas que produce la norma que corresponde al caso en particular.
PUBLICA EN LP
(Leyva Saavedra, 2009, p. 445)

“Interpretar” signiOca escrutar un “hecho” para reconocer su “valor”. En el “negocio jurídico”


(manifestación voluntaria de intención), el dato a escrutar es la “manifestación negocial”, el
valor a reconocer, la “intención”. Interpretar el negocio jurídico signiOca por tanto, escrutar la
“manifestación” para reconocer su “intención”. Reconociendo la intención a través de la
interpretación de la manifestación negocial, se podrá entonces juzgar las “consecuencias
jurídicas”, ya que sabemos que son consecuencias jurídicas del negocio (“efectos
negociales”) las “dirigidas a realizar su intención”. (Barbero, 1967, p. 602)

La indagación interpretativa tiene, pues, por objeto “la manifestación negocial”, pero
entendida esta, no solo como “declaración de voluntad”, sino como “complejo del
comportamiento concluyente” de las partes negociales; por <n, la “intención”. (Ibídem, p.
603)

Doctrina nacional entiende que el derecho se nutre y evoluciona a partir de los actos de los
seres humanos y eventos que se presentan en la vida cotidiana. Sin embargo, no toma en
cuenta esos actos y eventos tal como se presentan, sino que los traduce, esto es los
procesa y transforma al lenguaje jurídico. (Osterling Parodi, 2007, p. 1)

Este proceso de transformación puede ser ejecutado por cualquier analista del derecho,
llámese magistrado, abogado, tratadista o estudiante, porque al hacerlo discrimina entre los
MÁS LEÍDOS
hechos que, a su criterio, son jurídicamente relevantes y aquellos que no lo son.
IdentiOcados los hechos relevantes, el analista les asigna valoraciones en función a las
normas e instituciones jurídicas en juego. Es en este momento que el analista se convierte
en intérprete, pues explica acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de
diferentes modos. Lo que hace el intérprete en este proceso es construir sucesos jurídicos a
partir de sucesos fácticos. Y es esto lo que determina, a su turno, la construcción de una
realidad jurídica. Ello explica que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua asigne al
vocablo “interpretar”, como una de sus acepciones, la de “concebir, ordenar o expresar de un Legislación Básica

modo personal la realidad”. (Ídem)


Código Penal peruano
Un caso real ocurrido en sede nacional ilustrará lo trascendente pero cotidiana que resulta
[actualizado 2021]
LP • Pasión por el Derecho& " !7 agosto, 2021
la interpretación en la vida de las personas. Un profesor peruano de derecho civil recuerda
Compartimos con ustedes el Código Penal del Perú
haber organizado un Congreso Internacional de Derecho Civil en el cual uno de los
(Decreto Legislativo 635), promulgado el 3 de abril de
profesores que conformaba la comisión organizadora se puso en contacto con un 1991 y publicado el 8 de abril...
connotado civilista italiano para invitarlo, él aceptó y preguntó si podía llevar a su yerno (que
también era profesor de derecho civil) y el organizador dijo que sí. A la llegada de los Código Civil peruano
[realmente actualizado
italianos, se les alojó en el mismo hotel y, durante el Congreso, también se invitó al yerno a
2021]
exponer. Acabado el certamen, al momento de hacer el check out se le informó al civilista 11 agosto, 2021
que su yerno tenía que pagar el alojamiento de su habitación, mientras que aquel había
entendido que la invitación incluía dar hospedaje al yerno, máxime si había participado en el JNJ destituye a fiscal
superior por pedir favor
evento. En este caso aparentemente trivial nos encontramos con un problema de
sexual a asistente...
interpretación: no solo de la voluntad declarada al momento de perfeccionar el negocio
9 diciembre, 2021
jurídico, sino de la conducta posterior de las partes. (Espinoza Espinoza, 2008, pp. 213-214)
URGENTE: Pedro Castillo
Yendo al tema que nos compete, la interpretación de los contratos implica, dentro de la presenta proyecto de ley
para incrementar número
normatividad legal contenida en el Código Civil peruano de 1984, ubicar a los mismos
de...
(como categoría general) dentro de la disciplina de los actos jurídicos, dado que en nuestro 9 diciembre, 2021
ordenamiento jurídico se considera a aquéllos como una especie integrante del género
conformado por éstos, siéndoles aplicables a los mismos las disposiciones establecidas Nuevo Código Procesal
Penal peruano [actualizado
para el común de dicho género. (Fernández Cruz, 2002, p. 146)
2021]
24 julio, 2021
Sin embargo, debemos empezar por aclarar que, si bien encontramos reglas legales de
interpretación para los actos jurídicos establecidas en el Título IV, del Libro II, del Código
Civil (arts. 168°, 169° y 170°), las cuales constituyen normas hermenéuticas de LO ÚLTIMO
interpretación que tienen que ser aplicadas a cualquier contrato, en tanto éste es un acto
jurídico, existe también una norma especíOca que rige la vida del contrato durante todo el
«iter negocial», como es el artículo 1362° del Código Civil, que contiene otra norma
hermenéutica de interpretación, esta vez exclusiva de los contratos. (Ídem)

La interpretación es una institución esencial ya que pertenece a la teoría general del


derecho, área del saber jurídico que no debe escapar a ningún operador jurídico: llámese
Jurisprudencia
juez, abogado, árbitro y estudiante. Sin embargo su importancia y trascendencia es tal que
desborda las fronteras jurídicas y llega a las orillas de la vida cotidiana pues queramos o no, TID: no basta ser destinatario
todos vivimos interpretando. Por ejemplo, lo que dicen las personas a nuestro alrededor de la encomienda que
(declaraciones), lo que escriben las personas a nuestro alrededor (los textos), las conductas contiene la...
de las personas que nos rodean (comportamientos). Vivimos constantemente interpretando LP • Pasión por el Derecho& " !10 diciembre, 2021

los textos, las declaraciones y los comportamiento de nuestros congéneres con el objetivo Fundamento destacado. Decimocuarto. Con relación a
(advertido o no) descubrir que es lo que nos quieren comunicar esos textos, declaraciones y los cuestionamientos vinculados a la motivación de la
sentencia impugnada, este Tribunal Supremo comparte
comportamientos, o sea cual es la intención que encierran estos.
el criterio de la...

En el presente ensayo abordaremos sucintamente los cinco métodos de interpretación #ÚLTIMO | Condenan a 4
contenidos tanto en el libro de acto jurídico como el de contratos. Nos referimos a la años de cárcel a Adolfo
Bazán...
interpretación objetiva, la interpretación sistemática, la interpretación Onalista, ubicados en
10 diciembre, 2021
el primer libro mencionado pero además incluiremos al método de interpretación de buena
fe y al método de interpretación contra proferentem ubicados en el segundo. Clases de tipos penales en la
parte especial del Código
Penal
2.- La interpretación objetiva
10 diciembre, 2021

El Código ha deOnido indudablemente una posición. Las relaciones entre la voluntad y su ¿Entidades públicas deben
manifestación y la determinación del sentido de esta se rigen por lo declarado, sin que la optar por teletrabajo o por
trabajo remoto? [Informe...
referencia al principio de la buena fe atenúe el criterio objetivista. Puede inferirse entonces
10 diciembre, 2021
que el criterio objetivista que ha adoptado el Código Civil constituye el principio general de
interpretación. En aplicación de este principio, la interpretación no puede orientarse a la Criminalización,
indagación de la voluntad interna, no declarada, sino a precisar la voluntad manifestada descriminalización y
sobrecriminalización
partiendo de una necesaria presunción, de que esta última corresponde a la intención del
10 diciembre, 2021
celebrante o celebrantes del acto jurídico. Pero no se trata de excluir la voluntad interna a la
vista de lo declarado, sino de interpretar el acto “de acuerdo con lo que se haya expresado
en él”. Nos vemos, pues, en la posición del Código una posición extrema en cuanto que el
intérprete tenga que ceñirse a lo expresado y nada más, máxime si tiene que aplicar el
principio de buena fe. (Vidal Ramírez, 2011, pp. 347-348)

Con relación pues a la manera de interpretar los términos del negocio “en cuanto se haya
expresado en él” recurrimos sin duda a la bondad de la redacción del artículo 57 del Código
de Comercio, que bien puede valer para negocios civiles: “Los contratos de comercio se
ejecutarán y cumplirán de buena fe, según los términos en que fueren hechos y redactados,
sin tergiversar con interpretaciones arbitrarias el sentido recto, propio y usual de las
palabras dichas o escritas, ni restringir los efectos que naturalmente se deriven del modo
con que los contratantes hubieren explicado su voluntad y contraído sus obligaciones”.
(Lohmann Luca de Tena, 1994, pp. 265-266)

Para Gastón Fernández Cruz, la norma contenida en el artículo 168 del Código Civil (en
adelante CC) se encuadra perfectamente dentro de la concepción objetiva de la búsqueda
de la “común intención de las partes”, al pretender encontrar el valor objetivo del contrato
deduciéndolo de las declaraciones y conductas de ellas, otorgando prevalencia a la
declaración realizada por cada parte en el marco de sus relaciones intersubjetivas y que son
plasmadas como autorregulación de sus intereses, de tal forma que lo declarado sea la
base sobre lo cual se tenga que empezar cualquier indagación sobre la interpretación del
contrato, sin recurrir a la intención interna o psicológica de los sujetos que realizan el
negocio, valorando las manifestaciones externas y reconocibles de la conducta de las
partes que realizaron el acto jurídico. (Fernández Cruz, 2002, p. 151)

Así, el intérprete debe aprehender la común intención de las partes tomando en cuenta la
conducta integral de las partes. De ahí que debe iniciar la interpretación conociendo el
sentido literal o textual que se le ha ofrecido en la lectura de las cláusulas. Luego, el
intérprete debe confrontarlo y compararlo con los sentidos extratextuales. La común
intención de las partes se descubre mediante una pluralidad de sentidos y por eso la
interpretación del contrato comprende el sentido literal de las cláusulas y los no literales de
los comportamientos y de los documentos. (Morales Hervias, 2014, p. 93)

En el mismo sentido, doctrina nacional entiende que la búsqueda de la común intención de


las partes se extiende a la fase anterior y posterior de la celebración del contrato: no solo a
través de los documentos redactados, sino del comportamiento de las partes. (Espinoza
Espinoza, 2008)

Así se recoge en otros ordenamientos jurídicos como el italiano (artículo 1362) en el


artículo 4 de los principios UNIDROIT sobre contratos comerciales internacionales; el
apartado uno del artículo 5:101 de los principios de Derecho Europeo de los contratos y el
primer párrafo del artículo 1278 de la Propuesta de Modernización del Derecho de
obligaciones de la Comisión de CodiOcación de 2009 (STS de 8 mayo 2012). (Sierra Pérez,
2017, p. 158)

En Francia, una lectura ordinaria del artículo 1156[1], da dos lecciones en el sentido literal de
este artículo: por un lado, la interpretación del contrato no signiOca simplemente una
explicación del sentido literal de los términos utilizados en los mismos; por otro lado, la
búsqueda de la común intención de las partes es obligatoria para el juez, a On de lograr una
correcta interpretación de los contratos. De hecho, el artículo 1156 no deOne la
interpretación de los contratos como una búsqueda de la voluntad interna común de las
partes. Solo destaca la necesidad de esta investigación psicológica en la interpretación del
contrato. (Quin, 2012, pp. 75-76)

Por tanto, entendemos por interpretación objetiva a aquella actividad hermenéutica dirigida
a desentrañar la común intención de las partes que celebraron el contrato, lo cual involucra
no sólo lo manifestado o declarado (texto) sino también aquellos comportamientos previos
y posteriores (extratextual) al acto negocial. Presumiéndose iuris tantum que lo declarado
es lo realmente querido.

3.- La interpretación sistemática

La redacción del artículo bajo comentario establece un criterio que ordena al intérprete
buscar la común intención de las partes, tomando al contrato como una unidad que, en su
totalidad, contiene el programa contractual previsto por ellas. En este sentido:

Una clausula aparentemente clara, debe ser vista y entendida como conformante del unitario
conjunto que forma el contrato.

Una clausula aparentemente dudosa, debe ser contrastada con las restante cláusulas del
contrato, a On de eliminar dicha duda, aprehendiendo un único signiOcado de lo que se
presentó inicialmente como “dudoso”, evitando que una clausula pueda ser interpretada de
manera independiente mostrando un sentido que no es acorde con el conjunto del contrato.
(Fernández Cruz, 2002, p. 158)

Según una doctrina brasileña, la interpretación sistemática consiste en la subordinación de


una norma (o cláusula) a un conjunto de disposiciones de mayor generalidad de las cuales
no puede o no debe ser disociada. Es decir, parte el intérprete del presupuesto del que una
ley (o cláusula) no existe en solitario y en consecuencia no puede ser entendida
aisladamente del resto de disposiciones. (Da Silva Pereira, 2011, p. 164)

La interpretación sistemática implica diferenciar qué parte es indispensable para la


reconstrucción de “lo expresado” o de “la común intención de las partes”, de aquello que es
simplemente superouo. Este criterio no es subsidiario”, es decir, no es un criterio al cual se
deba recurrir cuando resulte dudoso el signiOcado de la cláusula en concreto. (Espinoza
Espinoza, 2008, pp. 236-237)

De acuerdo con una doctrina nacional el método de interpretación interdependiente o


sistemático, requiere que el hermeneuta vea el conjunto de la manifestación de voluntad
como una unidad y que, en caso de disposiciones o cláusulas contradictorias este las
armonice, evitando con ello interpretaciones aisladas y, más bien, las integre al sentido de
las demás, con las que deben formar un conjunto unitario. El principio también rige cuando
se trata de interpretar dos o más actos jurídicos vinculados entre sí, aun cuando el tenor del
artículo 169 parezca indicar que solo es aplicable a un acto jurídico en particular, lo que no
debe entenderse así. (Vidal Ramírez, 2011, p. 351)

Esto signiOca que cada cláusula arrancada del conjunto y tomada en sí misma, puede
adquirir un signiOcado inexacto y que solamente de la correlación armónica de cada una
con las otras y de la luz que se proyectan recíprocamente, surge el signiOcado efectivo de
cada una y de todas tomadas en el conjunto. El contrato, en efecto no es una suma de
claúsulas sino un conjunto orgánico. (Messineo, 1987, pp. 107-108)

Para un sector de la doctrina del análisis económico del derecho, la interpretación


sistemática es una mera precisión del textualismo. Sigue siendo un método de vocación
textualista por que asume que los contratos se acercan a la perfección. Lo único que indica
es que es más probable encontrar cláusulas imperfectas (consideradas por separado) que
contratos imperfectos. Muchas aparentes imperfecciones se corrigen con una lectura
completa del contrato. (Bullard, 2010, p. 134)

Esta regla se encuentra presente en los principales códigos civiles (francés, art. 1161;
español, art. 1285; italiano, art. 1363; mexicano, art. 1854; boliviano, art. 514) y códigos
uniformes, hace que el intérprete vea el conjunto de la manifestación de voluntad como una
unidad y que, en caso de cláusulas contradictorias o ambiguas, las armonice e integre,
evitando, de esta manera, interpretaciones aisladas. Esta regla nos recuerda dos cosas
puntualmente: que el contrato es un cuerpo coherente y que sus cláusulas no deben ser
evaluadas aisladamente. (Leyva Saavedra, 2009, p. 464)

Así por ejemplo, cuando el intérprete se enfrenta a la tarea de interpretar el contenido de las
disposiciones testamentarias de un individuo, bien puede ocurrir que estas disposiciones
como un todo consistan primero en un testamento en el que el causante instituye a sus
hijos como únicos herederos; testamento modiOcado posteriormente, sin hacer alusión al
anterior, instituyendo legados con cargo al tercio de libre disposición, a lo que acaso haya de
agregarse una última disposición por la cual el testador, dentro de los límites que la ley le
permite, beneOcie a algunos descendientes respecto de otros. El intérprete claro está, se
encuentra ante tres negocios jurídicos diferentes, tres declaraciones de voluntad
aparentemente autónomas pero que forzosamente ha de analizar en conjunto, como un
todo, para determinar el propósito Onal y realmente querido por el de cujus. Lo mismo puede
decirse cuando para interpretar un contrato se estudian otros convenios a los que el primero
aparezca vinculado. (Lohmann Luca de Tena, 1994, pp. 272-273)

Cabe recordarse que las reglas de interpretación recogidas por el Código Civil Peruano, para
el acto jurídico y los contratos, tienen un orden de prelación que signiOca que, en primer
lugar, deba atenderse a una interpretación del contrato según la común intención de las
partes y bajo el principio de buena fe, debiéndose recurrir a la interpretación sistemática,
solamente cuando no ha podido ser aprehendida la común intención de las partes, mediante
el empleo de las antes señaladas regla de interpretación subjetiva). Normalmente, sin
embargo, se hace necesario el empleo de la interpretación sistemática para complementar
la interpretación realizada bajo los criterios hermenéuticos de la “común intención de las
partes” y de la “buena fe”. Es más, en doctrina, se considera que las normas hermenéuticas
de interpretación no constituyen normas imperativas, en el sentido que las partes pueden
decidir su no aplicación al contrato que han celebrado o la aplicación prioritaria de otros
criterios interpretativos, con la sola excepción –para algunos- de la regla legal de
interpretación subjetiva según la buena fe, la cual debe reputarse en principio de orden
público. (Fernández Cruz, 2002, pp. 158-159)

Por tanto, entendemos por interpretación sistemática a aquel método hermenéutico que
entiende al contrato no como una suma de cláusulas sino un conjunto orgánico lo cual
involucra que al momento de interpretarse un contrato no deba buscarse desentrañar la
intención negocial de las partes por medio de una sola cláusula soslayándose las demás,
pues hacer ello traería inexactitudes respecto de lo que verdaderamente han querido las
partes en el contrato, sino que deben contrastarse las unas por medio de las otras a On de
evitar y/o eliminar las posibles ambigüedades que provocaría justamente el interpretárselas
de manera independientemente. Además, el criterio sistemático solo tiene lugar luego de
haberse buscado la “común intención de las partes” y observado la “buena fe”. Asimismo,
este criterio rige en caso se trate de interpretar dos o más actos jurídicos vinculados entre
sí.

4. La interpretación =nalista

Finalmente la regla establecida en el 170 del CC consagra la interpretación legal, funcional o


Onalista, que normalmente se aplica cuando, luego de haberse agotado otros criterios
hermenéuticos de interpretación subjetiva, subsisten signiOcados plurívocos sobre el
sentido de las expresiones utilizadas por las partes en el contrato, las cuales deben
adecuarse a lo señalado por la naturaleza y el objeto del acto. En este sentido, la doctrina
comparada ha entendido que al referirse al tema de la naturaleza del acto, se está ante un
problema en donde la interpretación debe estar dirigida a buscar el signiOcado del contrato
en directa relación con la causa del mismo, esto es que “…el signiOcado de aquello que las
partes han acordado no puede en efecto ser adecuadamente investigado sino se tiene en
cuenta las razones prácticas del negocio, o sea la causa concreta…” (Fernández Cruz, 2002,
p. 159)

El objeto a que alude esta interpretación no es la cosa material sino el objetivo que el agente
se propuso regular con su precepto a través de un cierto negocio. Es más, precisamente la
materia Onal sobre la cual el agente declara su voluntad. El artículo, con el vocablo “objeto”
quiere aludir, en consecuencia, a los temas o asuntos –en cuanto Onalidad objetiva– sobre
los que recae el precepto negocial, sean cosas (en cuanto a bienes materiales), o derechos
o conductas. En este orden de ideas, si el negocio cuya declaración de voluntad se ha de
interpretar alude a la traslación de dominio de dos Oncas, lo que ha de ser materia de
investigación no es solo la precisión de si es una o ambas Oncas, lo que tuvieron en mente
los contratantes, sino si la enajenación es por venta, permuta, donación u otra Ogura
jurídica. (Lohmann Luca de Tena, 1994, p. 274)

Siguiendo a De Cossio, seria extraordinariamente peligroso convertir el proceso de


interpretación en algo puramente subjetivo, ya que el contrato, una vez perfeccionado, cobra
cierta autonomía e impone sus propias exigencias, por lo que las palabras que tienen
distintas acepciones deben ser entendidas en la acepción más adecuada o conforme a la
naturaleza y a la Onalidad del contrato. (Vidal Ramírez, 2011, p. 351)

Este criterio de interpretación busca deOnir la causa del contrato o la razón de ser de la
cláusula que es objeto de interpretación. En ese sentido este método se asemeja al
denominado ratio legis o razón de la ley, aplicable a la interpretación de normas jurídicas. En
la interpretación contractual ello implica buscar las funciones que el contrato debe alcanzar.
(Bullard, 2010, p. 135)

Cabe ahora saber que se quiere decir con que se debe atender a la «naturaleza y al objeto
del contrato». La doctrina en este punto se ha dividido: un sector estima que «naturaleza»
debe entenderse como «caliOcación» y «objeto» como contenido económico en general; otro
considera que la alusión al criterio «que más convenga a la naturaleza del contrato», es una
alusión directa a la causa del contrato; un tercer sector, en cambio, estima que cuando se
manda atender a la «naturaleza y al objeto del contrato», no se hace otra cosa que disponer
que se atienda al tipo contractual. (Leyva Saavedra, 2009, pp. 464-465)

Por tanto, entendemos por interpretación Onalista a aquel método hermenéutico, que se
aplica luego de haber utilizado los previos (común intención de las partes, buena fe y
sistemático) y que tiene como objetivo, primero, aclarar las dudas o ambigüedades que aún
persistan y luego encaminar el propósito práctico de las partes a la celebración del tipo
negocial que tuvieron en mente celebrar.

5.- La interpretación de buena fe

La buena fe tiene un rol trascendental en la vida social: (i) primero, porque excusa de
responsabilidad a quien razonablemente actúa en la creencia de no estar cometiendo una
infracción a las normas del derecho privado; (ii) segundo, porque permite exigir actos que
razonablemente hubiesen sido pactados si los costos de transacción fuesen bajos; (iii)
tercero, porque permite asignar titularidades en base a un criterio que desincentiva el
comportamiento deshonesto; y, (iv) cuarto, porque permite defender titularidades en base a
un criterio que incentiva el comportamiento honesto. Sin buena fe, tanto los niveles de
responsabilidad extraconcontractual como los niveles de comportamientos contractuales
oportunistas serían alarmantemente altos. (Escobar Rozas, 2015, p. 322)

En el contexto registral, la buena fe cobra una relevancia particular, pues en base a un


procedimiento poco costoso, como es el de revisión de la información registral de un activo,
permite oponer, a quien actúa diligentemente, el derecho adquirido en base a la referida
información. (Ídem)

Por ejemplo, en el artículo 2014[2] del Código Civil, la buena fe a la que se reOere la norma
es la que en doctrina se conoce como »buena fe creencia» o »buena fe subjetiva”, en el
sentido de que el tercero cree que su contraparte es titular del derecho que le está
transOriendo o se encuentra, en todo caso, facultado legalmente para hacerlo; o, desde un
punto de vista negativo, que el tercero desconoce que su contraparte carece de derecho o
de facultades para transferir la titularidad de que se trata. (Del Solar Labarthe, 1994, p. 162)

Por otro lado, actuar de acuerdo con la buena fe objetiva concretiza las exigencias de
probidad, corrección y comportamiento leal capaz de permitir un tráOco comercial
adecuado, teniendo en cuenta el propósito y la utilidad del negocio en vista de que las
partes o ya se encuentran vinculadas o consideran vincularse, así como el campo de
actuación especíOco en el que se encuentra la relación obligatoria. Por tanto, en el plano
concreto de las relaciones de la vida en el cual el Derecho es llamado a ordenar, no siempre
es fácil saber cuáles son esas exigencias de probidad, corrección y lealtad; lo que es un
tráOco comercial adecuado para alcanzar la Onalidad y utilidad del negocio; en suma, lo que
caracteriza un comportamiento según la buena fe. (Martins-Costa, 2016, p. 41)

La doctrina casi unánimemente sustenta la distinción, entre una buena fe subjetiva,


consistente en el estado de ignorancia legítima de una persona; y una buena fe objetiva,
consistente en un comportamiento correcto. En otras palabras, la distinción estriba entre un
“estar de buena fe” y “actuar de buena fe”. Sin embargo, esa distinción no resiste ningún
análisis porque toda buena fe es necesariamente objetiva. Basta observar que la alegación
de desconocimiento solo es aceptada en cualquier ordenamiento jurídico siempre y cuando
la persona no supiese –o no habría tenido información relevante acerca del hecho–, pero
también cuando no tenía como saber de ese hecho, lo que se comprueba mediante las
posibilidades de la persona de buscar esa información y no haberla conseguido debido a los
elevados costos de transacción. Solamente después de haber actuado correctamente, esto
es, haber procurado la información, es que se puede alegar la buena fe. De lo contrario, esa
alegación de estar de buena fe resulta un odioso ejemplo de un comportamiento de mala fe.
(Tomasevicius Filho, 2013, p. 312)

Como hemos podido observar, la buena fe es una sola, en consecuencia, tanto su aspecto
subjetivo (creencia) como su aspecto objetivo (comportamiento) deberán concurrir
copulativamente para que se pueda alegar, valga la redundancia, la buena fe y, de ese modo,
el ordenamiento jurídico pueda tutelar el derecho del tercero. Esto es, el estado de
ignorancia del tercero solo será legítimo (buena fe subjetiva) en la medida en que el
comportamiento que lo acompañe sea el correcto (buena fe objetiva) lo cual involucra, en
primer lugar, que tercero actué con diligencia, ósea que haya practicado todos los actos
necesarios tendientes a buscar la información relevante acerca de la situación jurídica que
lo afecta (por ejemplos ir a registros públicos y veriOcar que el inmueble que pretende
adquirir no cuente con cargas y gravámenes) acto seguido, en ese momento, su estado de
ignorancia podrá considerarse legítimo conOgurándose así Onalmente la buena fe.

En nuestro código civil, a lo largo de varios de sus libros, se hace mención a la buena fe por
lo que se puede inferir que la intención del legislador haya sido que la buena sea elevada a
la categoría de principio orientador que los sujetos de derechos deban seguir en las
relaciones jurídicas que establezcan los unos con los otros.

Por tanto, en la negociación, celebración y ejecución de los contratos les será exigible a las
partes tanto la buena fe subjetiva como la objetiva pues ambas son indesligables la una de
la otra.

6.- La interpretación contra proferentem

De acuerdo con una regla de interpretación arraigada en tiempos lejanos y conservada en la


mayoría de ordenamientos a nivel latinoamericano y europeo, así como en el common law,
cuando se esté ante la ambigüedad de una cláusula que no haya podido ser superada a
través de los demás cánones de interpretación y cuando, adicionalmente, la cláusula haya
sido dictada por una de las partes (o una de las partes se haya valido de un formulario
facilitado por un tercero), dicha ambigüedad debería resolverse en contra de la persona que
ha dictado la cláusula o se ha valido del formulario del tercero: esta es la formulación
básica y tradicional de la regla denominada interpretatio contra proferentem. A esta se ha
sumado en época reciente una nueva formulación mucho más contundente: las
ambigüedades deben ser resueltas a favor del consumidor. (Rodríguez Olmos, 2012, p. 257)

La regla de interpretación contra proferentem también es una tradición conocida en el


derecho inglés. El juez británico lo usó principalmente para resolver disputas donde las
cláusulas limitativas o excluyentes de responsabilidad estuvieran involucradas. Algunos
autores evocan la regla no en la parte relacionada con la interpretación de los contratos,
sino en la de la exoneración y exclusión de responsabilidad. Se le da cierta importancia a
esto doctrina en el Common Law, caliOcada como «principio no solo legal, sino también de
justicia», de tal suerte que se puede invocar «para limitar el poder de dominación de aquel
contratante que esté en la capacidad de negociar según sus propios términos los que
tendrá ser tomados o no por la otra parte». (Suire, 2017, p. 85)

De acuerdo con una doctrina nacional, en el fenómeno de la contratación en masa ya no


cabe indagar por una “común intención” de las partes: hacerlo sería “ciencia Occión”. Aquí
nos encontramos en un escenario donde no hubo negociación entre las partes, sino la
adhesión de una al programa contractual diseñado por la otra: por consiguiente, la labor
interpretativa (que no debe sustraerse de los criterios analizados anteriormente: buena fe,
sistemático, teleológico, ni a otros que considere pertinente el juez o arbitro) tendrá que
basarse en el principio que cualquier ambigüedad deberá interpretarse en beneOcio del
adherente. Ello se justiOca plenamente si tenemos en cuenta que el predisponente, al
beneOciarse con este tipo de contratación, tendrá que asumir los costos, por haber creado
(ya que el redactó el contrato) dicha situación. (Espinoza Espinoza, 2008, pp. 247-248)

Por tanto, el método de interpretación contra proferentem es aquel, presente tanto en el civil
law como en el common law, que tiene como objetivo tutelar a aquella parte que no redactó
las cláusulas de un contrato por adhesión o con arreglo a cláusulas generales de
contratación, sino que simple y llanamente las aceptó en bloque, mediante una presunción
consistente en que las de dudas o ambigüedades producto de la redacción del
predisponente se interpreten en favor del adherente. Asimismo, este criterio interpretativo
no debe descartar otros tales como la buena, fe, el sistemático, teleológico, etc.

Para la aplicación de esta regla hay que tomar en cuenta tres requisitos: en primer lugar, que
la cláusula sea dudosa, ambigua u oscura; en segundo lugar, que la oscuridad, ambigüedad
o duda sean imputables al predisponente; y, por último, que tanto la oscuridad como la
ambigüedad o duda no se hayan podido resolver utilizando las clásicas reglas subjetivas de
interpretación del contrato. (Leyva Saavedra, 2009, p. 471)

7.- Conclusiones

La interpretación es una institución esencial ya que pertenece a la teoría general del


derecho, área del saber jurídico que no debe escapar a ningún operador jurídico: llámese
juez, abogado, árbitro y estudiante. Sin embargo su importancia y trascendencia es tal que
desborda las fronteras jurídicas y llega a las orillas de la vida cotidiana pues queramos o no,
todos vivimos interpretando. Por ejemplo, lo que dicen las personas a nuestro alrededor
(declaraciones), lo que escriben las personas a nuestro alrededor (los textos), las conductas
de las personas que nos rodean (comportamientos). Vivimos constantemente interpretando
los textos, las declaraciones y los comportamiento de nuestros congéneres con el objetivo
(advertido o no) de descubrir que es lo que nos quieren comunicar , o sea queremos
descubrir que intención encierran.

La interpretación objetiva es aquella actividad hermenéutica dirigida a desentrañar la común


intención de las partes que celebraron el contrato, lo cual involucra no sólo lo manifestado o
declarado (texto) sino también aquellos comportamientos previos y posteriores
(extratextual) al acto negocial. Presumiéndose iuris tantum que lo declarado es lo realmente
querido.

La interpretación sistemática es aquel método hermenéutico que entiende al contrato no


como una suma de cláusulas sino como un conjunto orgánico lo cual involucra que al
momento de interpretarse un contrato no deba buscarse desentrañar la intención negocial
de las partes por medio de una sola cláusula soslayándose las demás, pues ello traería
inexactitudes respecto de lo que verdaderamente han querido las partes en el contrato, sino
que deben contrastarse las unas por medio de las otras a On de evitar y/o eliminar las
posibles ambigüedades que provocaría justamente el interpretárselas de manera
independientemente.

El criterio sistemático solo tiene lugar luego de haberse buscado la “común intención de las
partes” y observado la “buena fe”.

El criterio sistemático rige también en caso se trate de interpretar dos o más actos jurídicos
vinculados entre sí.

La interpretación Onalista es aquel método hermenéutico, que se aplica luego de haber


utilizado los previos (común intención de las partes, buena fe y sistemático) y que tiene
como objetivo, primero, aclarar las dudas o ambigüedades que aún persistan y luego
encaminar el propósito práctico de las partes a la celebración del tipo negocial que tuvieron
en mente celebrar.

La buena fe es una sola, en consecuencia, tanto su aspecto subjetivo (creencia) como su


aspecto objetivo (comportamiento) deberán concurrir copulativamente para que se pueda
alegar, valga la redundancia, la buena fe y, de ese modo, el ordenamiento jurídico pueda
tutelar el derecho del tercero.

El estado de ignorancia del tercero solo será legítimo (buena fe subjetiva) en la medida en
que el comportamiento que lo acompañe sea el correcto (buena fe objetiva) lo cual
involucra, en primer lugar, que tercero actué con diligencia, ósea que haya practicado todos
los actos necesarios tendientes a buscar la información relevante acerca de la situación
jurídica que lo afecta (por ejemplos ir a registros públicos y veriOcar que el inmueble que
pretende adquirir no cuente con cargas y gravámenes) acto seguido, en ese momento, su
estado de ignorancia podrá considerarse legítimo conOgurándose así Onalmente la buena
fe.

En nuestro código civil, a lo largo de varios de sus libros, se hace mención a la buena fe por
lo que se puede inferir que la intención del legislador haya sido que la buena sea elevada a
la categoría de principio orientador que los sujetos de derechos deban seguir en las
relaciones jurídicas que establezcan los unos con los otros.

En la negociación, celebración y ejecución de los contratos les será exigible a las partes
tanto la buena fe subjetiva como la objetiva pues ambas son indesligables la una de la otra.

El método de interpretación contra proferentem es aquel, presente tanto en el civil law como
en el common law, que tiene como objetivo tutelar a aquella parte que no redactó las
cláusulas de un contrato por adhesión o con arreglo a cláusulas generales de contratación,
sino que simple y llanamente las aceptó en bloque, mediante una presunción consistente en
que las de dudas o ambigüedades producto de la redacción del predisponente se
interpreten en favor del adherente.

La interpretación contra proferentem, no debe descartar otros criterios tales como la buena,
fe, el sistemático, teleológico, etc.
La interpretación contra proferentem, siguiendo a Leyva Saavedra, presenta tres requisitos:
1. que la cláusula sea dudosa, ambigua u oscura; 2. que la oscuridad, ambigüedad o duda
sean imputables al predisponente; 3. que tanto la oscuridad como la ambigüedad o duda no
se hayan podido resolver utilizando otros criterios de interpretación.

8.- Bibliografía

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VIDAL RAMIREZ, Fernando (2011). El Acto Jurídico. Lima: Gaceta Jurídica.

[1] “En las obligaciones se deberá buscar cuál ha sido la intención común de las partes
contratantes, más que atenerse al sentido literal de los términos”.

[2] Artículo 2014. Principio de buena fe pública registral. El tercero que de buena fe
adquiere a título oneroso algún derecho de persona que en el registro aparece con
facultades para otorgarlo, mantiene su adquisición una vez inscrito su derecho, aunque
después se anule, rescinda, cancele o resuelva el del otorgante por virtud de causas que no
consten en los asientos registrales y los títulos archivados que lo sustentan.

La buena fe del tercero se presume mientras no se pruebe que conocía la inexactitud del
registro.

Comentarios:
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Nancy Gisela Alarcón Anampa


Excelente, gracias por compartir!
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Bronco Gonzalo
Buen analisis Dr., gracias por su conocimiento
Me gusta · Responder · 1 a

ÁngelesRadio SanIgnacio
excelente analisis gracias
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Marcial Roy Torres


GRACIAS EXELENTE ILUSTRACION
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Claudia Matta
GRACIAS POR COMPARTIR
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SAÚL JOSÉ COCA GUZMÁN

Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú, estudiante de


Comunicación y Publicidad en la Universidad San Ignacio de Loyola, investigador en
Derecho Civil y Procesal Civil, redactor y consultor independiente. Contacto:
scoca@pucp.pe; saul.coca@usil.pe

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