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Faucett
DÍA 1
Un día acompañé a mi papá al sepelio de un vecino muy amigo. El cortejo fúnebre llegó a las diez de la
mañana al cementerio del Callao. La esposa, padres, hijos y demás familiares estaban totalmente
afectados. A mis ocho años, ver a ellos en verdad me causaba mucha tristeza; me acerqué con discreción
a mi papá y le dije que esperaría en la puerta de ingreso al camposanto. Él, al comienzo, no acepto porque
dijo que me podía perder o pasar cualquier otra cosa; sin embargo, debido a su insistencia, accedió; claro
que antes me dio algunas recomendaciones como no conversar ni recibir nada de personas desconocidas.
Además, dijo que no debía alejarme de la puerta y por último, me hizo repetir el número de mi DNI., la
dirección y el teléfono de mi casa. Caminando hacia la puerta, llamaban mi atención las tumbas. Ya sé que
“no hay tumba bonita”, pero los jardines y esculturas que adornaban algunas las hacían atractivas; más
todavía, con sus brillantes lápidas.
Me senté a esperar en una verde banca de madera, cerca de la puerta de salida. Al rato, se sentó a mi lado
un señor de cabello blanco y ojos celestes.
- ¡Qué cansado estoy? -¡Casi grito-¡He caminado mucho!, aquí hay muchas veredas-agregó.
-Sí, pero solo de aquellos a quienes no se les olvida -contestó medio disgustado.
Hablando de olvido, yo había olvidado las indicaciones de mi papá; es que, el señor tenía un rostro calmado
y parecía no tener con quién hablar; cuando me di cuenta, charlábamos, como grandes amigos; mejor dicho,
como conversarían abuelo y nieto.
DÍA 2
Me contó que se llama Elmer y que nació en Estados Unidos. De joven fue mecánico de aviones y cuando
llego al Perú, fundó una gran empresa. Ya estaba atento porque mi mamá siempre me enseño que a los
ancianos se les respeta y escucha con paciencia.
Era un señor que tenía una mirada amigable y conversaba tranquilo. Al parecer, en su juventud había sido
alto, bien parecido y de contextura fuerte.
De un bolsillo sacó una tarjeta y me la alcanzó-esta es mi tarjeta personal-dijo.
Yo la miré y guardé con cuidado, después de leer su nombre y agradecerle. Él seguía hablando.
-La mayoría de los jardines están bien cuidados; pero a algunas tumbas les falta mantenimiento.
En ese momento se puso de pie y me dijo:
-Mira, te voy a mostrar.
Hizo un gesto invitándome a seguirlo; yo accedí. Después de un rato, llegamos a una tumba. El césped
estaba ligeramente crecido. Unas hierbas de largas y delgadas hojas apenas dejaban ver la inscripción en
la parte baja de una escultura hecha con una piedra blanca. De allí me llevó hasta otra tumba adornada por
una rara estructura de piedra negra.
DÍA 3
Mi padre se quedó pensativo por unos instantes; luego, me miro a los ojos y como queriendo entrar a mi
mente a través de ellos, preguntó:
-¿Dime, cual crees tú que fue el tema más importante que tocó él mientras conversaban?
Miré hacia el techo, tratando de recordar…
-Son dos cosas, creo, de las que habló con mucha emoción: el haber creado en el Perú una gran empresa y
cuando me llevó a ver las tumbas.
Después de un rato y casi resondrándome dijo:
-¡Me has desobedecido!,¡conversaste con un extraño! ¡recibiste de él un objeto! Y además ¡lo haz
acompañado, sin saber a dónde! ¡Eso no se hace!...
Mi padre se levantó de la cama y se dirigió hasta nuestra PC,la encendió e ingresó a internet.
-Ven, -me llamó-. El señor de esta imagen, ¿se parece en algo a la persona con la que conversaste?
Miré la imagen y no pude evitar asombrarme
-Si, mucho -dije- ¿Quién es?
-Fue una persona muy importante -contestó -. Era norteamericano, con mucho conocimiento y gran
experiencia en la construcción de aviones. Fundó la empresa Faucett; principal línea aérea de nuestro país
en el siglo veinte.
Yo estaba impresionado. Pedí a mi padre me dejara revisar el internet. Ingrese a Google y a través de él,
a varias páginas y enlaces que se relacionaban con Élmer Faucett.
Entre los datos que había sobre este pionero de la aviación comercial, encontré la fecha de su muerte:10
de abril de 1960.Sentí un miedo interno y quería llorar. Mi padre, que percibió mi incomodidad, Me dio una
palmada en el hombro y dijo:
-Tranquilo, él solo ha buscado a alguien especial a quién confiarle algo. Acuéstate, ya veremos qué hacer
mañana.
Yo no podía dormir, estuve pensando por largo rato; miré el reloj…éste marcaba las diez y quince.
Tomé una decisión, fui hasta el teléfono y marqué.
-Aló André…
-No, no es André -contestó una voz de mujer.
-Aló señora, soy Christian, disculpe la hora; ¿podría hablar con André?
La mamá de André, era una señora muy amable; después de saludarme efusivamente y enviarme besitos
para toda la familia, llamó a su hijo:
-Hola Christian, ¿Qué pasa?,-contestó André.
- ¿Podrías acompañarme mañana domingo al cementerio?... quiero llevar flores.
¿Qué milagro es ese, no sabía que tenías parientes fallecidos!
-No, no es para un pariente; ya mañana te cuento.
-Está bien, pero déjame pedir permiso.
André no tardó mucho en convencer a su mamá y luego me contestó:
-Ya, Christian, ¿A qué hora nos encontramos?
-A las diez de la mañana en mi casa.
- ¿Puedo avisarle a Paty? -preguntó.
-Si, claro - acepté…
DÍA 5
Al día siguiente, temprano, escuché a mi papá hablar por teléfono. Durante el desayuno estuvimos
pensativos, callados. Al terminar mi papá dijo:
-Christian, vamos al cementerio. He conversado con mi amigo, el padre Justo, y él ha aceptado
acompañarnos para orar por el descanso del señor Élmer.
-Hemos pensado lo mismo papá, yo también había decidido ir al cementerio para llevarle flores. Mis amigos
André y Patty van a ir con nosotros.
Habíamos coincidido además en la hora, así que, a las diez de la mañana, los cinco nos dirigíamos rumbo al
cementerio del Callao. Llegando, ubique la banca, al lado izquierdo de la entrada; luego fue fácil llegar a la
primera tumba que me mostró. Era una escultura blanca, de tres bloques con inscripciones.
Cortamos el césped que tapaba la inscripción del bloque inferior y pudimos leer
“DORA MAYER DE ZULEN” y, las fechas de nacimiento y fallecimiento. Luego nos dirigimos a la segunda
tumba. Nos acercamos con respeto.
Mi papá me dijo que la hermosa escultura sobre la tumba estaba hecha con dos tipos de piedra: granito y
mármol negro. Retiramos las largas hierbas y pudimos ver palabras grabadas en color anaranjado sobre la
escultura: “Elmer J” y “Faucett”.
Invitamos a los presentes, a orar por las almas de Elmer Faucett y Dora Mayer. El padre Justo, se puso
su alba y una larga estola morada que cruzó a la altura de su pecho.
Fue una ceremonia sencilla pero realizada con mucho cariño
El clérigo destacó las obras de ambos extranjeros; él, un americano emprendedor; ella, una alemana y
defensora incansable de los derechos de las mujeres y los indígenas.
DÍA 6
El padre Justo era muy estudioso, por lo que además resaltó la labor que realizaron muchos extranjeros
que vinieron solo por un tiempo y se quedaron toda su vida en el Perú.
Mencionó a Antonio Raymondi, María Reiche y otros.
Casi treinta personas oramos y cantamos. Fue un momento muy emotivo.
Desde ese inolvidable día, cada tres meses, mis amigos y yo, llevábamos flores al cementerio.
Uno de esos días, mi amiga Paty, después de orar, agregó estas palabras: “Señor Élmer y Sra. Dora, el
Perú, y en especial el Callao, no los ha olvidado. Unas de nuestras principales avenidas y un gran colegio
llevan sus nombres con honor y dignidad”.
¡Ah!, lo que olvidé contarles fue que, cuando regresábamos con el padre Justo, en el autobús, mi papá
intentó mostrarle la tarjeta; pero, para su sorpresa, ésta estaba desintegrada; es decir, al meter la mano
a su bolsillo, solo encontró una especie de polvillo de papel.
¡Así pues! como dice mi tío Chipoco. ¡En la vida suceden cosas increíbles, que tú no las puedes explicar ni
yo tampoco!