Está en la página 1de 106

breve

x.
• • • • • • • « • • • i ee« ee«

Tema central de la espiritualidad ignaciana, el «dis-


cernimiento» no es sino una pedagogía de la deci-
sión, un camino hacia la verdadera libertad. Más que
una teoría, es en realidad un poner a prueba, en lo
concreto, el deseo propio y el propio juicio, en orden
a «buscar la voluntad de Dios» cada vez con ma-
yor perfección.

En la tradición cristiana, el discernimiento espiritual


consiste en optar por la luz de Cristo, frente al oscu-
ro camino del diablo; y consiste también en poner en
práctica, en la vida, las consecuencias prácticas de
esa opción, mediante la búsqueda de decisiones y
acciones concretas requeridas por la voluntad de
seguir a Cristo aquí y ahora. Se trata, pues, de lle-
gar a decisiones prácticas que respondan al reto
que, para un individuo o para una comunidad, supone
el hecho de vivir con autenticidad las exigencias de
su vocación en una situación concreta.

El presente libro intenta describir el movimiento que


conduce a este objetivo según las enseñanzas de
Ignacio de Loyola. A lo largo de él podrá percibirse
perfectamente la diferencia que existe entre la sim-
ple prudencia humana y el discernimiento espiritual,
en el que la decisión es respuesta, individual o co-
munitaria, al llamamiento que Dios nos hace.

En una época, como la nuestra, de incertidumbres de


radicales transformaciones de todo orden, tal vez no
haya un camino espiritual más realista que éste.

EDITORIAL SALTERRAE
El discernimiento espiritual
SlTl breve 8
Comunidades deVida Cristiana
Secretariado de Ejercicios
John Carroll Futrell, s. j.

EL DISCERNIMIENTO
ESPIRITUAL

Editorial SAL TERRAE


Guevara, 20 — S a n t a n d e r
Título del original francés:
Friere et decisión. Le discernement spirituel
© 1982 by «Vie Chrétienne», París.
Traducción: José Luis Saborido Cursach
© 1984 by Editorial Sal Terrae, Santander
Con las debidas licencias
Printed in Spain

I.S.B.N.: 84-293-0678-1
Depósito Legal: SA. 14-1984

Impreso por: Artes Gráficas Resma


índice
Págs.

INTRODUCCIÓN: EL DISCERNIMIENTO HOY 7


¿De qué se trata? ¿Dónde habla Dios? Vivir
la Alianza hoy. Plan de conjunto

1. LA EXPERIENCIA VIVIDA POR IGNACIO


DE LOYOLA 13
1. Servir a Cristo 17
2. Ayudando a los hombres 21
3. En compañía 25
Estudiantes en París. Una obediencia fra-
terna. Compañía de Jesús. La Delibera-
ción de 1539.
4. Por todo el mundo 33
La obediencia al Vicario de Cristo. La mo-
vilidad. El balance de la experiencia.

2. LA EXPERIENCIA TRADUCIDA 41
1. El sentido de las palabras 43
La apariencia: «parecer». La mirada: «mi-
ra». El conocimiento interno: «sentir». El
juicio: «juzgar».
2. La dinámica del discernimiento 51
a) La oración 53
(Reflexionar en oración. La luz reci-
bida)
b) La recopilación de datos 57
c) La confirmación del juicio 59
(La confirmación exterior. Paz y gozo.
La confirmación definitiva)
Págs.
3. El discernimiento comunitario 67
a) La deliberación de los primeros com-
pañeros 69
(El primer tiempo, el segundo tiempo)
b) El discernimiento comunitario hoy ... 74
(La verdadera comunión. La oración
compartida. El sentido de ser com-
pañeros)
4. El discernimiento de espíritus 81
a) La dinámica de los Ejercicios 82
(El «sí» sin condiciones. Amor y se-
guimiento)
b) Las «reglas del discernimiento» 86
(Consolación y desolación. La memoria
activa. En situaciones ambiguas. El
crecimiento en el Espíritu. El examen
de conciencia)

CONCLUSIÓN: VOLVER A LA ESCUELA 97


Introducción
£1 discernimiento hoy
N o hay t e m a m á s central en la espiritualidad
ignaciana q u e el del discernimiento espiritual, y,
en u n a época de radical transformación cultural
como la q u e a t r a v e s a m o s , n o h a y tal vez u n ca-
m i n o espiritual m á s realista q u e éste.

¿De qué se trata?

El t é r m i n o griego «diacrisis» y las p a l a b r a s


latinas «discernere» y «discretio» significan, ori-
ginariamente, dividir, separar, distinguir, cribar.
E n la tradición cristiana, el discernimiento espi-
ritual consiste e n la elección q u e se h a c e de la
luz de Cristo frente al oscuro c a m i n o del diablo,
y la p u e s t a en práctica, en la vida, de las conse-
cuencias d e esa elección, m e d i a n t e la b ú s q u e d a
de decisiones y acciones concretas requeridas p o r
la voluntad de seguir a Cristo a q u í y a h o r a . Se
t r a t a , p u e s , de llegar a decisiones prácticas q u e
r e s p o n d a n al r e t o q u e s u p o n e p a r a u n individuo
o p a r a u n a c o m u n i d a d , el hecho de vivir con
autenticidad las exigencias de su vocación en u n a
situación concreta, aquí y ahora.

7
I n t e n t a m o s describir en estas páginas el mo-
vimiento q u e conduce a este objetivo según las
enseñanzas de Ignacio de Loyola en sus Ejerci-
cios Espirituales y en las Constituciones de la
Compañía de Jesús. E n el c a m i n o m i s m o iremos
percibiendo m e j o r la diferencia q u e existe e n t r e
el discernimiento espiritual y la simple pruden-
cia h u m a n a . La m a y o r í a de las veces, c u a n d o ora-
m o s antes de t o m a r u n a decisión, t o m a m o s u n a
determinación concreta guiándonos t a n sólo p o r
la p r u d e n c i a h u m a n a teñida de religiosidad. Pe-
ro el proceso del discernimiento es m u y distin-
to, pues en él la decisión es u n a respuesta, indi-
vidual o comunitaria, al llamamiento q u e Dios
nos hace.

¿Dónde habla Dios?

Ignacio de Loyola, p a r a expresar esto, emplea


o r d i n a r i a m e n t e la fórmula «buscar y hallar la vo-
l u n t a d de Dios». E s t e vocabulario tiene el peli-
gro de oscurecer, p a r a el h o m b r e m o d e r n o , el sen-
t i d o real de los t é r m i n o s de Ignacio, p u e s las pa-
labras q u e él u s ó tienen a c t u a l m e n t e u n a conno-
tación distinta o, incluso, u n sentido diverso al
q u e tenían en su t i e m p o . P o r eso, en estas pági-
n a s u s a r e m o s preferentemente los t é r m i n o s de
«escuchar y r e s p o n d e r a la p a l a b r a de Dios a q u í
y ahora».
' La principal razón p a r a ello es q u e la exégesis
m o d e r n a nos h a hecho redescubrir t o d a la rique-
za de la noción bíblica de la «Palabra de Dios»
c o n s t a n t e m e n t e dirigida al h o m b r e en la historia,

8
y a la q u e el h o m b r e debe responder en todos
los m o m e n t o s de su vida. E s t a noción, efectiva­
mente, reviste diversos sentidos.
1) E n p r i m e r lugar expresa el acontecimein-
to actual p o r el q u e p a s a el a m o r activo de Dios
en la historia: alcanza, en el a q u í y el ahora, a
u n d e t e r m i n a d o h o m b r e existente en u n nivel de­
t e r m i n a d o de su m a d u r e z h u m a n a y espiritual,
al igual que a las o t r a s personas y a t o d a s las cir­
cunstancias q u e van a p e s a r en su decisión. E s
lo que l l a m a r e m o s aquí la palabra existencia! de
Dios.

2) E n o t r o sentido, expresa la palabra projé-


tica de Dios, revelada en Jesucristo, en la Biblia,
en la tradición viva de la Iglesia y en la historia
personal de este h o m b r e : la de su crecimiento
en el E s p í r i t u y de los llamamientos a los q u e ya
h a respondido.

3) Mediante la confrontación e n t r e la pala­


bra existencial y la palabra profética llegará a
discernir la palabra de Dios aquí y ahora, la lla­
m a d a real y presente q u e Dios le hace. E s lo q u e
Ignacio quiere expresar al h a b l a r d e la «voluntad
de Dios» q u e debe b u s c a r s e y hallarse.

H a y o t r a razón p a r a preferir la expresión «pa­


l a b r a de Dios aquí y ahora» a la de «voluntad de
Dios»: en la historia de la teología desde la épo­
ca de Ignacio, sobre t o d o a p r o p ó s i t o de las con­
troversias acerca de la predestinación, se acabó
haciendo de la voluntad de Dios u n a noción es­
tática, intemporal, sin relación con los aconte­
cimientos.

9
Vivir la Alianza hoy

Ahora bien, a u n q u e n o tuviese entonces a su


disposición el vocabulario teológico p a r a expre­
sarlo c o r r e c t a m e n t e , es cierto q u e Ignacio e r a
consciente de la relación de alianza e n t r e Dios y
el h o m b r e en la historia. Subyacente a su enfo­
q u e del discernimiento, está su visión dinámica
del a m o r de Dios q u e a c t ú a sin cesar en el m u n ­
do. Todo nuevo m o m e n t o de la vida, t o d a nueva
situación, la condición actual d e u n a p e r s o n a o
de u n a comunidad, las o t r a s p e r s o n a s implica­
d a s , los acontecimientos, el t i e m p o , el lugar, las
circunstancias, t o d o esto contiene en sí m i s m o la
l l a m a d a de Dios a la q u e debemos responder.
El lenguaje a través del cual Dios h a b l a al
h o m b r e y el h o m b r e r e s p o n d e a Dios, es el len­
guaje de los acontecimientos de cada día. P a r a
convencerse de que Ignacio se h a l l a b a p e n e t r a d o
de esta visión dinámica, n o hay m á s q u e fijarse
en la repetición casi m o n ó t o n a , en las Constitu­
ciones, de la m i s m a fórmula, siempre q u e se tra­
t a de aplicar prihcipios generales: «según las cir­
cunstancias de tiempo, lugar y personas». Leyen­
do el sentido de las situaciones reales a la luz de
Cristo es c o m o realmente Ignacio «buscaba y ha­
llaba la voluntad de Dios».
Tal es el discernimiento espiritual, b a s a d o en
la certeza de q u e Dios habla a u n h o m b r e o a
u n a c o m u n i d a d en las personas, acciones, acon­
tecimientos y circunstancias. Pero la p a l a b r a d e
Dios n o es percibida de u n m o d o inmediato, p u e s
las situaciones son a m b i g u a s y p u e d e n existir va­
rias opciones posibles acerca de decisiones y ac-

10
ciones, m o r a l m e n t e b u e n a s , p e r o distintas. Los
h o m b r e s , p a r a e s t a r h u m a n a m e n t e seguros d e
q u e su elección es r e a l m e n t e la respuesta a la
verdadera l l a m a d a que Dios les h a c e a q u í y aho-
ra, deben i n t e r p r e t a r «proféticamente» la situa-
ción concreta, p a r a descubrir e n ella la p a l a b r a
de Dios, del m i s m o m o d o q u e los antiguos profe-
tas de Israel i n t e r p r e t a b a n esa p a l a b r a en los
acontecimientos de su historia.

Plan de conjunto

A través de t o d a s las etapas de su vida y de


la fundación de la Compañía de Jesús, ya sea e n
los Ejercicios Espirituales, de c a r a a la elección
personal, ya sea en las Constituciones, de c a r a a
las decisiones que debe t o m a r el Superior, o e n
los relatos de las experiencias realizadas p o r los
p r i m e r o s c o m p a ñ e r o s p a r a e n c o n t r a r j u n t o s su
vocación, Ignacio vivió y desarrolló la m i s m a en-
señanza. Puede decirse q u e el discernimiento
constituye el v e r d a d e r o objetivo de los Ejercicios
Espirituales y la g r a n contribución de Ignacio a
la espiritualidad cristiana: se t r a t a de llegar a la
elección de u n a r e s p u e s t a auténtica a la p a l a b r a
de Dios en cada situación concreta d e la vida.
Los principios de la vida cristiana e s t á n claros:
p o n e r en práctica el g r a n m a n d a m i e n t o del a m o r ,
d e a c u e r d o con las n o r m a s generales enunciadas
p o r Cristo en las Bienaventuranzas y de las cua-
les El m i s m o dio ejemplo en su vida. P e r o ¿cómo
vivir esos principios generales en las situaciones
concretas? Eso, a m e n u d o , n o está t a n claro. La

11
función del discernimiento es la de establecer u n
p u e n t e e n t r e los principios generales y las accio­
nes concretas, n o m e d i a n t e u n «bautismo» e n la
p r u d e n c i a h u m a n a , sino m e d i a n t e u n a interpre­
tación profética de la p a l a b r a de Dios en los acon­
tecimientos. Tarea m u y u r g e n t e en n u e s t r o s días
p a r a p o d e r h a c e r frente a las difíciles decisiones
q u e deben realizarse en lo q u e concierne a nues­
t r a s misiones apostólicas y a la a d a p t a c i ó n de
n u e s t r a vida a los signos de los tiempos. Se tra­
t a de discernir c ó m o p u e d e m a n t e n e r s e u n a
auténtica continuidad espiritual a través de u n a
radical discontinuidad cultural, cómo p o d e m o s
vivir p l e n a m e n t e n u e s t r o cristianismo en todos
los acontecimientos concretos de n u e s t r a vida en
el m u n d o m o d e r n o .

12
La experiencia vivida
por Ignacio de Loyola
1. Servir a Cristo
2. Ayudando a los hombres
3. En compañía
4. Por todo el mundo
El vocabulario q u e utiliza Ignacio en los
Ejercicios Espirituales r e t o m a u n lenguaje cuyo
origen se halla en el Nuevo T e s t a m e n t o y q u e
fue desarrollado p o r la tradición monástica. De
e s t a m a n e r a San Pablo e n u m e r a los dones del
E s p í r i t u : «A u n o , p o r ejemplo, m e d i a n t e el Es­
píritu, se le d a n p a l a b r a s a c e r t a d a s ; a o t r o pa­
labras sabias, conforme al m i s m o Espíritu; a u n
tercero, fe, p o r o b r a del m i s m o E s p í r i t u ; a o t r o ,
p o r o b r a del único Espíritu, dones p a r a curar;
a o t r o , realizar milagros; a o t r o , u n m e n s a j e ins­
p i r a d o ; a o t r o , discernimiento de espíritus...»
(1 Cor 12, 10).
La contribución p a r t i c u l a r de Ignacio a la tra­
dición reside en su b ú s q u e d a del p r o c e s o dinámi­
co del discernimiento, o r i e n t a d o hacia la respues­
t a continua q u e debe d a r u n h o m b r e , en t o d a su
vida y t o d a s sus acciones, a la p a l a b r a q u e Dios
le dirige en cada situación concreta.
S a n t o Tomás de Aquino h a b í a t r a t a d o acerca
del discernimiento d e espíritus c o m o de u n d o n
extraordinario q u e le hace a u n o capaz d e cono­
cer lo q u e p u e d e o c u r r i r y los secretos del cora­
zón. E n c u a n t o al juicio acerca de acciones con­
cretas, lo hacía d e p e n d e r de la v i r t u d de la pru­
dencia, considerada de m o d o analítico y m á s bien
a b s t r a c t o . La e s t r u c t u r a m e n t a l de Ignacio, p o r
el contrario, es dinámica y se halla enraizada en
la experiencia vivida. El discernimiento le parece
m á s bien u n movimiento de crecimeinto en la
vida del Espíritu, u n a integración siempre m a y o r
de los deseos, sentimientos, reacciones y eleccio­
nes, en u n a actitud existencial de radical y total
c o m p r o m i s o en el seguimiento de Cristo. El obje-

15
to de la Elección en los Ejercicios Espirituales
es e n c o n t r a r el m o d o p a r t i c u l a r como u n indivi-
d u o debe d a r c u e r p o a este c o m p r o m i s o y expre-
sarlo en u n «estado de vida» p e r m a n e n t e ; p e r o
la p u e s t a en práctica d e esta elección exige u n
constante discernimiento, en cada sucesiva situa-
ción, sobre c ó m o p u e d e realizar con autenticidad
el d o n específico q u e d e sí m i s m o h a h e c h o a
Cristo, a q u í y a h o r a . A través de la creciente ex-
periencia de integración de todas las acciones y
relaciones vitales de u n h o m b r e e n su voluntad
de identificarse con Cristo, es como finalmente
llega a sentir, en las diversas fuerzas q u e le ani-
m a n , sea las mociones del Espíritu, sea lo q u e
p u e d e alejarle de la autenticidad. P o r esta razón,
como veremos, la p a l a b r a «sentir» es esencial en
el vocabulario ignaciano del discernimiento, in-
c o r p o r a n d o la antigua tradición d e los dones del
Espíritu Santo.
Aunque en la época en q u e c o m p u s o las Re-
glas del discernimiento de espíritus, Ignacio h a b í a
a p r e n d i d o y h a b í a utilizado en g r a n p a r t e el vo-
cabulario tradicional, sin e m b a r g o , fue a través
de su experiencia personal c o m o llegó r e a l m e n t e
a su p r o p i a c o m p r e n s i ó n del discernimiento. Por
esto v a m o s n o s o t r o s a delinear b r e v e m e n t e estas
etapas. Cuatro etapas e n c a d e n a d a s :

1. servir a Cristo;
2. a y u d a n d o a los h o m b r e s ;
3. en c o m p a ñ í a ;
4. p o r t o d o el m u n d o .

16
1. Servir a Cristo

La conversión de Ignacio de Loyola, p a s a n d o


de u n a vida d e caballero vanidoso y a m a n t e de
placeres al servicio de Cristo, es e n p a r t e el re-
sultado, siguiendo el o r d e n n a t u r a l , de su vida y
formación de hidalgo vasco y d e caballero caste-
llano. Desde su infancia —nació hacia 1491 e n la
provincia vasca de Guipúzcoa— le i m p r e g n a la
fe en Dios y en la Iglesia, c o m p a r t i d a con sus
conciudadanos. E d u c a d o p o r su nodriza, María
de Garin, m u j e r de u n h e r r e r o , el joven Iñigo rea-
liza la mezcla de la fe de sus señoriales p a d r e s
con la sencilla devoción de la gente del pueblo.
A la e d a d de 13 ó 14 a ñ o s va a servir al rey e n la
residencia de J u a n Velázquez de Cuéllar, Tesore-
r o general de los reyes de Castilla. Allí su espíri-
t u fue m o d e l a d o con las nociones castellanas de
honor, lealtad y servicio al rey. Si es cierto q u e
en este período de su adolescencia en la c o r t e
de la época p u d o ceder a las tentaciones q u e
le r o d e a b a n , n o es m e n o s cierto q u e vivió siem-
p r e sumergido en u n a m b i e n t e d e fe profunda
y viva. E n su Autobiografía, h a b l a de esto co-
m o d e u n a época en q u e «fue h o m b r e d a d o a las
vanidades del m u n d o . . . con u n g r a n d e y vano de-

17
seo d e g a n a r h o n r a » , p e r o es igualmente cierto
q u e vivió en u n m e d i o en q u e la fe cristiana e r a
considerada c o m o el único sentido v e r d a d e r o d e
la vida, y q u e allí adquirió las cualidades positi-
vas del servicio caballeresco. E s t a s cualidades las
desarrolló al servicio de Antonio Manrique, vi-
r r e y de Navarra, h a s t a la fecha del 20 de m a y o
de 1521, cuando, en el sitio de Pamplona, u n a
b a l a de cañón iba a c a m b i a r su destino.
H e r i d o al servicio d e su señor, frustrado e n
sus deseos de lecturas novelescas al estilo d e
Amadís de Gauía, p a r a p a s a r las h o r a s intermi-
nables de su convalecencia, Iñigo descubre e n la
Vida de Cristo de Ludolfo el Cartujo y en u n li-
b r o de vidas de santos, el clima de fe que, siendo
niño, había r e s p i r a d o en el castillo de Loyola y
e n la casa de María de Garin. Su imaginación ca-
balleresca s o ñ a b a con igualar las acciones heroi-
cas de San Francisco y S a n t o Domingo, ir descal-
zo a Jerusalén, alimentarse exclusivamente de
hierbas y h a c e r t o d a s las cosas difíciles q u e los
santos h a b í a n realizado. Pensó hacerse cartujo
a su vuelta d e Jerusalén, p a r a ejercitarse e n el
«odio hacia sí mismo», con tal de q u e e n e s t a
Orden n o se le impidiese realizar con t o d a liber-
t a d las grandes penitencias q u e deseaba hacer.
Cuando a fines de febrero de 1522, deja Loyo-
la p a r a ir a a Jerusalén, p a s a n d o p o r la a b a d í a
de Montserrat, sólo se percibe u n a única evolu-
ción en s u motivación personal: y a n o e s t á úni-
c a m e n t e deseoso de r e p a r a r sus pecados, sino
q u e su deseo es igualar en grandes penitencias a
los santos con el único deseo de a g r a d a r a Dios.
N o hay, en este m o m e n t o , huella alguna en él de

18
vocación apostólica. Arde e n deseos d e servir a
Cristo d e u n m o d o caballeresco y heroico, p e r o
n o h a descubierto todavía el m o d o concreto de
realizar este servicio al q u e Dios le iba a llamar.
El ideal del servicio de Dios fue, p u e s , el pri-
m e r p a s o de su evolución espiritual. S u c o m p r o -
m i s o final p o r u n a vocación apostólica realizada
con o t r o s c o m p a ñ e r o s sería el resultado del des-
c u b r i m i e n t o q u e haría, a través de u n a experien-
cia vivida, de q u e así e r a c o m o Dios quería ser
servido p o r él. E s t á d e m o s t r a d o c ó m o la mística
ignaciana, en s u profundidad, tiene s u b a s e e n
este deseo de entregarse p o r completo al servicio
de su Divina Majestad. E s t e ideal, identificado
con la alabanza y gloria de Dios, debía ser inevi-
t a b l e m e n t e el espíritu q u e a n i m a s e a la Compa-
ñía apostólica q u e Ignacio fundara.

19
2. Ayudando a los hombres

E n Manresa, p e q u e ñ a ciudad p r ó x i m a a Mont-


s e r r a t —su primitiva iglesia—, es d o n d e Ignacio,
d u r a n t e varios meses de oración y penitencia, des-
cubrió lo q u e sería p a r a él el servicio d e Cristo:
seguir a su divino Rey e n la batalla c o n t r a Sata-
n á s , bajo el e s t a n d a r t e d e la Cruz, p a r a extender
el Reino de Cristo a t o d a la h u m a n i d a d .
Permaneció en Manresa desde m a r z o d e 1522
h a s t a el m e s d e febrero del a ñ o siguiente. Allí
experimentó los movimientos i n t e r n o s d e «con-
solación» y «desolación» de los q u e h a b l a r á e n
los Ejercicios, y allí se p r e g u n t ó «qué nuevo gé-
n e r o de vida iba a empezar». Fue entonces la épo-
ca de sus «ejercicios espirituales», q u e le condu-
j e r o n a la «elección» de su vocación apostólica,
cuyas p r i m e r a s luces percibió al descubrir, tra-
b a n d o conversación con p e r s o n a s espirituales, las
recíprocas ventajas de los contactos h u m a n o s . Po-
co a p o c o fue e n c o n t r a n d o el r i t m o de vida q u e
le p e r m i t í a , a d e m á s de h a c e r siete h o r a s d e ora-
ción diaria, a y u d a r a las personas q u e venían a
pedirle su ayuda espiritual. Comenzó a experi-
m e n t a r desde entonces u n a serie de g r a n d e s con-
solaciones, y este período de paz espiritual le

21
a y u d ó a reflexionar sobre su m o d o d e vida. El
m i s m o c u e n t a cómo «después q u e empezó a ser
consolado de Dios y vio el fruto q u e hacía e n las
a l m a s t r a t á n d o l a s , dejó aquellos extremos q u e
de antes tenía; ya se c o r t a b a las u ñ a s y cabellos».
I b a p a s a n d o , de hecho, del proceso h u m a n o
de d e s c u b r i r su p r o p i a identidad — ¿ p a r a q u é ser-
vía su vida?— a la experiencia de vivir y discer-
nir la voluntad de Dios sobre él. Llegó a su tér-
m i n o en la g r a n iluminación del Cardoner, e n la
q u e recibió la gracia d e la claridad: u n a visión
sintética de sí m i s m o y del sentido de su vida,
q u e integraba en u n t o d o a r m o n i o s o t o d a su ex-
periencia p a s a d a y le p r o p o r c i o n a b a la n o r m a del
discernimiento p a r a t o d a s sus futuras decisiones.
Oigámosle c o n t a r a él m i s m o , en la Autobiogra-
fía, esta iluminación.

«Una vez iba p o r su devoción a u n a


iglesia que estaba poco m á s de u n a milla
de Manresa, q u e yo creo q u e se llama S a n
Pablo, y el camino va j u n t o al río; y yen-
do así en sus devociones, se sentó u n po-
co con la cara hacia el río, el cual iba
h o n d o . Y e s t a n d o allí sentado, se le em-
pezaron a a b r i r los ojos del entendimien-
t o ; y n o q u e viese alguna visión, sino en-
tendiendo y conociendo m u c h a s cosas,
t a n t o de cosas espirituales c o m o d e co-
sas de fe y de letras; y esto con u n a ilus-
tración t a n grande, q u e le parecían t o d a s
las cosas nuevas. Y n o se p u e d e declarar
los particulares q u e entendió entonces,
a u n q u e fueron m u c h o s , sino q u e recibió

22
u n a g r a n d e claridad en el entendimiento;
de m a n e r a q u e en t o d o el discurso de su
vida, h a s t a p a s a d o s sesenta y dos años,
coligiendo t o d a s c u a n t a s ayudas h a y a te-
nido de Dios, y t o d a s c u a n t a s cosas h a
sabido, a u n q u e las ayunte t o d a s en u n o ,
n o le parece h a b e r alcanzado t a n t o c o m o
de aquella vez sola».

E s t a elevación mística fue el culmen de t o d o


el t r a b a j o q u e la naturaleza y la gracia h a b í a n
realizado en él con anterioridad. El texto citado
n o insiste sobre el contenido cuantitativo de la
experiencia, sino sobre la extraordinaria cualidad
de la luz: u n a claridad r a d i a n t e q u e le descubría
el designio de su p r o p i a historia i l u m i n a n d o s u
vida, u n destello interior q u e le hacía capaz de
c a p t a r u n m u n d o m á s v a s t o y e n c o n t r a r u n «yo»
m u c h o m a y o r . P o r esta razón aquella luz le pa-
reció m á s fuerte q u e t o d a s las gracias místicas
de su vida j u n t a s . Más t a r d e recibió dones de u n a
unión con Dios m u c h o m á s profunda, p e r o en el
C a r d o n e r es d o n d e descubrió, a la luz de esa ilu-
minación divina, el sentido de su existencia e n
el m u n d o . Todos los conocimientos a d q u i r i d o s
h a s t a entoces q u e d a r o n b a ñ a d o s p o r u n a nueva
luz q u e le hacía capaz d e c o m p r e n d e r su sentido
y relaciones, de forma q u e tuvo la impresión d e
n o h a b e r a p r e n d i d o casi n a d a h a s t a ese momen-
to. Lo q u e sintió en lo m á s p r o f u n d o de su con-
ciencia fue u n a u n i ó n luminosa con la fuente d e
la realidad universal. P o r esto le fue imposible
analizar los detalles de esta iluminación: y sin

23
e m b a r g o , e r a la luz q u e iba a i l u m i n a r t o d a su
vida futura.
Le fue necesario p a s a r todavía u n largo pe-
ríodo de b ú s q u e d a antes d e llegar a descubrir la
m e t a a d o n d e Dios le conducía: la fundación de
la Compañía de Jesús. Las cosas n o se clarifica-
r í a n h a s t a 1539. Pero desde aquel m o m e n t o estu-
vo y a c o m p l e t a m e n t e seguro d e su vocación per-
sonal: servir a Cristo a y u d a n d o a los h o m b r e s .
Ese es el principio q u e le guiaría e n adelante en
todos sus proyectos: ir a Jerusalén c o m o após-
tol m á s q u e como penitente; entregarse a los
estudios a p e s a r de su edad, ya m a y o r ; b u s c a r
c o m p a ñ e r o s p a r a servir con ellos a Cristo e n Je-
rusalén o, si la divina Providencia lo disponía de
o t r o m o d o , p o n e r s e t o d o s j u n t o s a disposición
del P a p a p a r a convertirse en misioneros; f u n d a r
u n a o r d e n religiosa activa y establecer sus Cons-
tituciones. «Ayudar a las almas», t a l sería su mo-
d o concreto de servir, a l a b a r y glorificar a Dios,
y esta vocación esencialmente apostólica llegaría
a ser la de t o d o s los m i e m b r o s de la Compañía
de Jesús.

24
3. En Compañía

Sólo después de su vuelta d e Jerusalén, al vol-


ver a Barcelona, en 1524, Ignacio llegó a la con-
clusión de q u e debía b u s c a r c o m p a ñ e r o s p a r a
proseguir su ideal apostólico. Al e m b a r c a r hacia
Jerusalén, en m a r z o de 1523, n o h a b í a q u e r i d o
q u e se le añadiesen c o m p a ñ e r o s q u e h u b i e r a n po-
dido ayudarle d u r a n t e su peregrinación, p o r q u e
su deseo e r a p o n e r t o d a su esperanza e n Dios.
Pero, a su vuelta, se hallaba convencido de q u e
su apostolado sería m á s efectivo con u n g r u p o de
c o m p a ñ e r o s vinculados e n t r e sí p o r el m u t u o
a m o r y a y u d á n d o s e u n o s a o t r o s m a t e r i a l y es-
piritualmente.
Aun a p e s a r d e n o poseer n i n g ú n testimonio
escrito del proceso m e n t a l q u e le llevó a esta con-
clusión, se p u e d e s u p o n e r q u e ésta fue el resul-
t a d o de sus experiencias anteriores, desde Man-
resa, en sus conversaciones espirituales c o n o t r a s
personas, proseguidas en Jerusalén y e n Barce-
lona. Sin d u d a tuvo conciencia d e la limitación
i m p u e s t a a sus esfuerzos apostólicos p o r el he-
c h o de t e n e r q u e realizarlos él sólo. De ahí q u e
cayese en la c u e n t a de q u e u n g r u p o de compa-
ñeros q u e se ayudasen, se a m a s e n y uniesen

25
sus fuerzas individuales en u n solo c u e r p o , sería
u n i n s t r u m e n t o de Cristo m á s eficaz p a r a el esta-
blecimiento d e su Reino. Al t i e m p o q u e iba ga-
n a n d o c o m p a ñ e r o s en Barcelona y Salamanca,
iba teniendo la certeza de q u e e n c o n t r a r í a toda-
vía m á s p a r a c o m p a r t i r ese m i s m o ideal. P a r a
conservar a los q u e ya h a b í a e n c o n t r a d o , se las
arregló h a s t a conseguir q u e sus c o m p a ñ e r o s es-
pañoles viniesen a París. No siguieron c o n él m á s
t a r d e , como t a m p o c o lo hicieron los tres prime-
ros a quienes dio los Ejercicios Espirituales e n
París. P e r o en París es d o n d e se creó el núcleo
de c o m p a ñ e r o s q u e llegaría a ser la Compañía
de Jesús.

Estudiantes en París
Ignacio llegó a P a r í s el 2 d e febrero d e 1528 y
estuvo allí h a s t a comienzos de abril de 1535. Du-
r a n t e este período a c a b ó los estudios de latín en
el Colegio de Monteagudo y consiguió el d i p l o m a
de Maestro en Artes en el colegio de S a n t a Bár-
b a r a . Allí tuvo p o r condiscípulos a Francisco Ja-
vier y a Pedro F a b r o . Más t a r d e consiguió la amis-
t a d de Simón Rodríguez. Laínez y S a l m e r ó n lle-
g a r o n a París en 1533 y r á p i d a m e n t e se hicieron
amigos de Ignacio. A comienzos d e 1534 dio los
Ejercicios Espirituales a P e d r o F a b r o , e n la pri-
m a v e r a de ese m i s m o a ñ o a Laínez y a Salmerón,
poco después a Rodríguez y Bobadilla y, final-
m e n t e , a Javier el m e s de septiembre siguiente.
E s t o s fueron los p r i m e r o s c o m p a ñ e r o s .
E s t a b a n u n i d o s p o r q u e c o m p a r t í a n la m i s m a
identidad. Cada u n o había descubierto el sentido

26
de su p r o p i a vida en el m a r c o de u n a vocación
c o m ú n : servir a Cristo como c o m p a ñ e r o s , ayu-
d a n d o a las a l m a s . Aún n o sabían q u e esta voca-
ción iba a conducirles a fundar u n a nueva o r d e n
religiosa apostólica, p e r o poco a poco fueron re-
cibiendo la gracia de esa c o m p a ñ í a viviéndola.
Discutiendo acerca de su ideal, sus esperanzas y
sueños, hicieron la experiencia de la inevitable
necesidad, q u e a c a d a u n o de ellos se le imponía
de m o d o individual, de someter su p r o p i o juicio
al control del discernimiento c o m u n i t a r i o acer-
ca de su misión apostólica. El 15 de agosto de
1534, en M o n t m a r t r e , p r o n u n c i a r o n t r e s votos:
de pobreza, de castidad y de ir a Jerusalén o, si
esta e m p r e s a se les hacía imposible, p o n e r s e a
disposición del Vicario de Cristo p a r a ir p o r t o d o
el m u n d o a a y u d a r a las a l m a s . Aunque la deci-
sión d e este voto fue u n á n i m e , S i m ó n Rodríguez
refiere q u e fue t o m a d a después de u n a larga dis-
cusión.
Así c o m p r o m e t i d o s en u n a m i s m a vocación,
los c o m p a ñ e r o s se sintieron vinculados p o r u n a
nueva identdiad d e m u t u o a m o r q u e se b a s a b a
en su ideal idéntico de vida. Laínez c u e n t a c ó m o
desde entonces, a u n q u e n o vivían j u n t o s , c o m í a n
u n o s en casa de otros, a m e n u d o se visitaban y
tenían conversaciones «que inflamaban su cora-
zón d e entusiasmo». E s t a familiaridad, esta co-
municación e n t r e ellos, esta atención sin fallo
alguno a las necesidades espirituales y materiales
de los o t r o s , las veía él c o m o el lazo h u m a n o de
u n i ó n que los m a n t e n í a c o m o c o m p a ñ e r o s p a r a
la ayuda de las a l m a s . E n 1539, después d e h a b e r
vivido así algunos años, Ignacio t u v o ocasión de

27
escribir al h e r m a n o de Laínez: «Ahora n o s halla-
m o s m á s inseparablemente u n i d o s y vinculados
q u e n u n c a y ésta es la razón p o r la cual conside-
r o todos sus intereses como míos y c o m o míos
sus negocios».

Una obediencia fraterna

Aunque Ignacio tuviese u n ascendiente perso-


nal y m o r a l evidente, sin embargo, la única cabe-
za de este grupo e r a Jesucristo. E n t r e ellos Igna-
cio era m á s u n h e r m a n o m a y o r q u e u n superior
cuyas decisiones ú l t i m a s debieran seguirse. Así,
d u r a n t e este período de descubrimiento de u n o s
y o t r o s , las decisiones e r a n t o m a d a s , e n ú l t i m o
t é r m i n o , p o r u n a n i m i d a d , y sus relaciones, inclu-
so t r a s el voto de M o n t m a r t r e , fueron m á s las de
u n a familia de h e r m a n o s q u e las de u n g r u p o es-
t r u c t u r a d o p o r u n a a u t o r i d a d jurídica. P r u e b a de
ello es que, c u a n d o Ignacio dejó París a comien-
zos d e abril de 1535 con esperanzas de r e c o b r a r
la salud r e s p i r a n d o el aire d e su tierra, dejó a
P e d r o F a b r o «como h e r m a n o m a y o r de todos»,
n o p a r a dirigir a los d e m á s , sino p a r a velar p o r
sus necesidades con la a t e n t a solicitud del her-
m a n o de m á s edad. La e s t r u c t u r a de la a u t o r i d a d
y la obediencia, lo m i s m o q u e el papel del supe-
rior, sólo a p a r e c e r á m á s adelante, c u a n d o pare-
ce claro q u e esto es u n m e d i o necesario p a r a rea-
lizar la inmensa vocación de la Compañía de
Jesús.
H a y q u e afirmar, sin e m b a r g o , q u e la obe-
diencia n o fue algo ajeno a su vida. Así en Ve-

28
necia, en 1536, m i e n t r a s e s p e r a b a n ilusionados la
p a r t i d a de u n b a r c o hacia Jerusalén, vivían jun-
tos, en la m e d i d a de lo posible, en p e q u e ñ a s co-
m u n i d a d e s , ejercitándose en la obediencia. Cada
semana, p o r t u r n o s , u n o era el superior a q u i e n
los d e m á s obedecían v o l u n t a r i a m e n t e c o m o si es-
tuviesen y a ligados p o r u n voto d e obediencia.
Así lo hicieron h a s t a q u e en 1541 Ignacio fue ele-
gido General. Se t r a t a b a p a r a ellos de u n ejerci-
cio ascético m á s q u e de u n a m a n e r a de estructu-
r a r j u r í d i c a m e n t e su vida en c o m ú n , p u e s segu-
r a m e n t e t o d o s e r a n conscientes, según la tradi-
ción espiritual, de q u e la obediencia, concebida
como imitación de la sumisión d e Cristo a la
v o l u n t a d del P a d r e , e r a u n a c t o de g r a n virtud.
E s t a motivación sería u n a ayuda i m p o r t a n t e pa-
r a t o d o s los c o m p a ñ e r o s c u a n d o tuvieron q u e
p r a c t i c a r la obediencia en la futura Compañía d e
Jesús, p e r o n o fue ésta la razón q u e les determi-
n ó a la obediencia p a r a d a r c u m p l i m i e n t o a su
vocación.

Compañía de Jesús

E n t r e t a n t o , a u n q u e a ú n n o se p l a n t e a b a la
cuestión de c r e a r u n a o r d e n religiosa, el g r u p o
se h a b í a a g r a n d a d o . P e d r o F a b r o h a b í a t r a í d o a
Claudio Jayo, sacerdote c o m o él, en 1535. Al a ñ o
siguiente, c u a n d o d e j a b a n París p a r a u n i r s e a
Ignacio en Venecia, o t r o s dos se a ñ a d e n al gru-
p o : Pascasio Broét y J u a n Coduri. E n Venecia,
el m i s m o Ignacio h a b í a recibido e n t r e los suyos
a Diego Hoces. Tras su ordenación, s i e m p r e es-

29
p e r a n d o el m o m e n t o de la p a r t i d a hacia Jerusa-
lén, c o n t i n u a r o n esta b ú s q u e d a d e nuevos com-
p a ñ e r o s . E l deseo de «conservar y a u m e n t a r » el
g r u p o p a r a fundar u n a o r d e n religiosa se hallaba
y a inscrito en lo m á s profundo de sus corazo-
nes. E n s e p t i e m b r e de 1537, c u a n d o t o d o s los
sacerdotes recientemente o r d e n a d o s , excepto Ig-
nacio, h u b i e r o n celebrado su p r i m e r a Misa, los
c o m p a ñ e r o s n o discutieron ú n i c a m e n t e acerca
del m o d o de servir a Dios m i e n t r a s e s p e r a b a n la
m a r c h a a Jerusalén, sino q u e escogieron p a r a sí
el n o m b r e de «Compañía d e Jesús». Después d e
h a b e r o r a d o y deliberado j u n t o s hicieron la elec-
ción, pues n o tenían jefe ni superior excepto Je-
sucristo, a q u i e n ú n i c a m e n t e deseaban servir. Es-
t e n o m b r e n o tenía resonancia m i l i t a r alguna, si-
n o q u e quería significar q u e deseaban ser com-
p a ñ e r o s u n o s de o t r o s y de Jesús.
Hacia finales d e o c t u b r e d e 1537, sin esperan-
zas y a de p o d e r ir a Jerusalén, Ignacio t o m ó el
c a m i n o de R o m a j u n t o con F a b r o y Laínez, p a r a
e s p e r a r el plazo previsto en su voto de Montmar-
t r e . E n el camino, a m e d i a d o s d e noviembre, tu-
vo u n a visión en la capilla de la Storta, a dieci-
séis kilómetros de R o m a : el P a d r e del cielo le
p o n í a con su Hijo y le decía: «Yo t e seré favora-
ble en Roma», y el Hijo le decía: «Quiero q u e t ú
n o s sirvas». Aquello era, bien m i r a d o , u n a con-
firmación del n o m b r e de «Compañía de Jesús».
Retrospectivamente Ignacio llegó a c o m p r e n d e r
q u e esta visión significaba su vocación p a r a fun-
d a r la o r d e n religiosa de la Compañía, p e r o e n
aquel m o m e n t o n o parece q u e tuviera ese día
ninguna revelación sobre la futura Compañía. Se-

30
g ú n su p r o p i o testimonio, n o c o m p r e n d i ó el sen-
tido de las p a l a b r a s del P a d r e ; creyó q u e p o d í a n
significar q u e iba a ser crucificado e n R o m a . E n
c u a n t o a los detalles del contenido de la visión,
parecen h a b e r tenido pocas consecuencias p a r a
el m i s m o Ignacio: esto se deduce de la observa-
ción q u e hizo el Secretario q u e recogía sus me-
m o r i a s , diciéndole q u e p o d r í a o b t e n e r de Laínez
m á s información q u e de él m i s m o . Sin d u d a la
visión fue, esencialmente, la experiencia i n t e r n a
de ser p u e s t o p o r el P a d r e con el Hijo, y la con-
firmación mística de su vocación: servir al P a d r e
y al Hijo con los c o m p a ñ e r o s a y u d a n d o a las
almas.

La Deliberación de 1539

Todos los c o m p a ñ e r o s se h a l l a b a n seguros de


esta vocación en el m o m e n t o de reunirse en Ro-
m a p a r a p o n e r s e a disposición del Vicario de
Cristo, siguiendo el v o t o hecho en M o n t m a r t r e ,
p a r a ser enviados en misión p o r t o d o el m u n d o .
D u r a n t e los meses q u e siguieron, p e n s a r o n en su
futuro. P a r a ello convinieron en dedicarse, des-
d e m a r z o h a s t a m e d i a d o s de j u n i o de 1539, al
discernimiento de espíritus, q u e les llevaría a la
fundación de la C o m p a ñ í a d e Jesús. D u r a n t e e s t a
deliberación, conocida c o m o «Deliberación de los
p r i m e r o s Padres», los c o m p a ñ e r o s vieron q u e si
su unión de a m o r y a y u d a m u t u o s , considerada
c o m o u n m e d i o p a r a m e j o r servir a Cristo, de-
bía d u r a r , e r a necesario estabilizar su situación
de c o m p a ñ e r o s . E r a necesario conservarla ha-

31
ciéndola p e r m a n e n t e y a u m e n t a r el n ú m e r o d e
sus m i e m b r o s . Debían vigilar p a r a m a n t e n e r su
í n t i m a u n i ó n e n u n solo cuerpo, p o r g r a n d e s q u e
pudiesen ser las distancias físicas q u e les sepa-
r a s e n a causa de sus misiones p o r t o d o el m u n d o ,
ya q u e su vocación apostólica les exigía realizar
trabajos p a r a los que, precisamente, u n g r u p o n o
p u e d e m a n t e n e r s e t a n cohesionado. P o r e s t a ra-
zón eligieron p r e s t a r obediencia a u n o de ellos,
p u e s sin esta obediencia la Compañía n o p o d r í a
m a n t e n e r s e m u c h o tiempo, si es cierto q u e n a d a
m a n t i e n e m e j o r a u n a c o m u n i d a d q u e el vínculo
de la obediencia.
F u e r o n precisos todavía largos a ñ o s de dis-
cernimiento de la voluntad de Dios sobre él p a r a
q u e Ignacio llegase a concebir la idea de u n a or-
den religiosa d e nuevo c u ñ o : u n a sociedad de
c o m p a ñ e r o s u n i d o s p o r la c o m ú n vocación de
glorificar a Dios en el servicio d e Cristo, enviado
p o r el P a d r e con la misión de salvar a t o d o s los
h o m b r e s . F o r m a d a p o r c o m p a ñ e r o s u n i d o s en-
t r e sí p o r u n vínculo de a m o r m u t u o y p o r la
obediencia a u n jefe, la Compañía fue concebida
c o m o u n i n s t r u m e n t o , constituido c o m o cuerpo,
d e la acción d e Cristo en la Iglesia p a r a a y u d a r
a t o d o s los h o m b r e s a alcanzar el fin p a r a q u e
Dios los creó. Cada m i e m b r o individual de la
Compañía realizaría su a m o r a Cristo e n su Igle-
sia sirviendo a la Compañía, cuya finalidad co-
m ú n es este divino servicio. El papel esencial del
Superior sería entonces, p a r a Ignacio, el d e u n i r
a todos los c o m p a ñ e r o s e n u n a c o m u n i d a d apos-
tólica de a m o r al servicio de Cristo.

32
4. Por todo el mundo

Aunque sea Ignacio de Loyola el p r i m e r o q u e


fundó u n a o r d e n religiosa t o t a l m e n t e apostólica,
m u c h a s o t r a s fueron fundadas después q u e pue-
den definirse igualmente c o m o u n servicio de
Cristo, en compañía, m e d i a n t e la ayuda a las
a l m a s . Sin embargo, desde el comienzo, la Com-
pañía dio u n c a r á c t e r específico a su apostolado,
expresado en u n voto especial: p o n e r s e al servi-
cio inmediato del Vicario de Cristo; lo q u e t r a j o
consigo u n a segunda característica: la movilidad
p a r a ir p o r t o d o el m u n d o , allí d o n d e el P a p a les
enviase p a r a a y u d a r a los h o m b r e s .

La obediencia al Vicario de Cristo

Una p e q u e ñ a a v e n t u r a nos m u e s t r a de f o r m a
i m p r e s i o n a n t e h a s t a q u é p u n t o creía Ignacio q u e
la voluntad de Dios se comunica a los cristianos
p o r m e d i o del Vicario de Cristo en la tierra.
D u r a n t e su estancia en Jerusalén, estaba fir-
m e m e n t e resuelto a p e r m a n e c e r en la Ciudad de
Cristo, siguiendo las huellas de s u Rey y ejercien-
d o allí el apostolado, p a r a el r e s t o d e s u vida.

33
Pero el G u a r d i á n y luego el Provincial de los
Franciscanos le n e g a r o n el p e r m i s o p a r a que-
d a r s e . La experiencia les h a b í a d e m o s t r a d o —de-
cían— q u e la m u e r t e o la cárcel —sin c o n t a r
la obligación de los monjes de p a g a r u n resca-
t e — e r a el desenlace h a b i t u a l d e u n proyecto
semejante.
E s t e r a z o n a m i e n t o n o convenció a Ignacio y
su respuesta al Provincial manifiesta la huella de
la testarudez vasca: de tal m o d o e s t a b a decidido
a q u e d a r s e en Jerusalén, q u e n a d a p o d r í a hacerle
r e n u n c i a r a este proyecto, e incluso, si el Pro-
vincial n o veía el a s u n t o c o m o él, el m i e d o a las
consecuencias n o le h a r í a c a m b i a r s u opinión.
Ante este desafío, el b u e n Franciscano hizo saber
a Ignacio q u e h a b l a b a con la a u t o r i d a d de la San-
t a Sede apostólica y q u e excomulgaría al peregri-
n o si éste n o le obedecía.
Desde ese m o m e n t o , a p e s a r de su determina-
ción personal, Ignacio se sometió de i n m e d i a t o
a la a u t o r i d a d del Papa. Más t a r d e , al c o n t a r esta
aventura, señalaba cómo h a b í a c o m p r e n d i d o q u e
la voluntad de Dios e r a q u e n o permaneciese en
Jerusalén. E s cierto q u e el hecho de q u e esta de-
cisión se hallase en contradicción con s u p r o p i o
discernimiento subjetivo, le h a b í a hecho sufrir,
pero, en ú l t i m o análisis, eso n o tenía importan-
cia. E s t a b a ya convencido de q u e u n a decisión
irrevocable del Vicario de Cristo e r a p a l a b r a de
Dios.
Más i m p o r t a n t e aún, p a r a profundizar e n esta
cuestión, fue su encuentro, e n el colegio d e San-
t a B á r b a r a de París, con la influencia de E r a s m o .
Al igual que Lefévre d'Etaples, E r a s m o mezclaba

34
con su h u m a n i s m o y con s u evangelismo u n a do-
sis n a d a despreciable de crítica a la a u t o r i d a d
pontificia. Ignacio se escandalizaba de ello, e n
s u sentimiento de lealtad castellana, en la m e d i d a
q u e esto chocaba con la concepción q u e tenía d e
su p r o p i a sumisión a la a u t o r i d a d del Papa. E n
sus Supputations escribía E r a s m o , con ingenio
y audacia, q u e si el P a p a debiese a p r o b a r las afir-
maciones del extravagante y archiconservador
Noel Beda —cosa que, decía, n o h a r í a nunca—,
apelaría del P a p a «somnoliento» al P a p a «des-
pierto», p u e s «lo negro n o p o d r í a ser blanco, aun-
q u e así lo declarase el R o m a n o Pontífice». E n la
decimotercera de las Reglas «para el sentido ver-
d a d e r o q u e en la Iglesia Militante debemos tener»,
añadidas a los Ejercicios Espirituales d u r a n t e su
estancia en París, Ignacio dice precisamente q u e
deberíamos t e n e r p o r cierto q u e lo blanco q u e
vemos es negro si la Iglesia hierárquica así lo de-
t e r m i n a . P o r extraña q u e p u e d a p a r e c e r hoy esta
afirmación a los ojos del h o m b r e m o d e r n o y te-
niendo en c u e n t a las múltiples precisiones q u e
deben hacérsele, se t r a t a de u n a r e s p u e s t a a las
proposiciones de E r a s m o y u n a declaración d e fe
profunda de Ignacio, quien, en Jerusalén, h a b í a
tenido la certeza de q u e la a u t o r i d a d p a p a l ex-
p r e s a b a la voluntad d e Dios, en el m i s m o preciso
m o m e n t o en q u e contradecía su p r o p i a decisión
de p e r m a n e c e r allí.
E s t a t o m a de conciencia de Ignacio y de sus
c o m p a ñ e r o s fue lo q u e les condujo a la «cláusu-
la papal» contenida en el voto d e M o n t m a r t r e :
irían a p o n e r s e a disposición del S o b e r a n o Pon-
tífice p a r a ir p o r t o d o el m u n d o en misiones apos-

35
tólicas, si la divina Providencia les h a c í a ver co-
m o imposible el ir a J e r u s a l é n o p e r m a n e c e r allí
p a r a a y u d a r a las a l m a s . Volvieron, p u e s , al P a p a
como Vicario de Cristo: él realizaría el ú l t i m o
acto de discernimiento de la vocación d e los com-
p a ñ e r o s , decidiendo cuáles e r a n los c a m i n o s p o r
los q u e debían servir c o n c r e t a m e n t e a Cristo e n
sus misiones apostólicas. E l acento, en su voto,
recae m á s en la p e r s o n a del Papa, en c u a n t o hom-
b r e q u e debe discernir su misión, q u e e n el servi-
cio al Papa. P e d r o F a b r o lo explica e n u n a c a r t a
del 23 de noviembre de 1538: «La razón de nues-
t r o a c u e r d o p a r a s o m e t e r n o s al juicio y a la vo-
l u n t a d del P a p a e r a q u e e s t á b a m o s seguros de
q u e él era quien m e j o r conocía lo q u e e r a útil a
la cristiandad universal».
Ignacio e s t a b a convencido d e q u e Cristo se-
ría m e j o r servido en el m u n d o p o r m e d i o de la
Iglesia cuya cabeza es su Vicario. E s t e es el fun-
d a m e n t o del voto p r o p i o d e la Compañía d e Je-
sús de ir p o r t o d o el m u n d o p a r a a y u d a r a las
a l m a s , según el m a n d a t o del Vicario d e Cristo
en la tierra. La única cabeza d e la C o m p a ñ í a es
Cristo, p e r o Cristo d a sus m a n d a t o s en el m u n d o
p o r mediación de s u Vicario, a quien se obedece
c o m o quien o c u p a su lugar. E n e s t a concepción,
sencilla p e r o d e n s a y profunda, se enraiza la no-
ción d e obediencia al Superior, q u e o c u p a el lu-
gar de Cristo: esta obediencia es el m o d o prácti-
co y vivo de servir a Dios en el m u n d o .
P a r a p o d e r c a p t a r p l e n a m e n t e la función de
la a u t o r i d a d en la Compañía, es interesante seña-
l a r los «límites» q u e p o n e S a n Ignacio a la fun-
ción de discernimiento del Papa. Ciertamente q u e

36
n o d u d a b a u n i n s t a n t e d e q u e , c u a n d o el P a p a d a
u n a o r d e n directa, expresa, p a r a u n cristiano, la
v o l u n t a d de Dios, p u e s él es el Vicario de Cristo
en la t i e r r a y debe ser obedecido en su lugar
c u a n d o apela a su plena a u t o r i d a d . P e r o la auto-
r i d a d del P a p a sobre la Compañía de J e s ú s está
condicionada, si así p u e d e decirse, p o r el fin es-
pecífico de su vocación: «La intención del 4.° vo-
to del Papa, escribe e n las Constituciones, no era
p a r a lugar particular, sino p a r a ser esparcidos en
varias p a r t e s del m u n d o . P o r q u e c o m o fuesen los
q u e p r i m e r o se j u n t a r o n de la C o m p a ñ í a de di-
versas provincias y reinos, n o sabiendo e n t r e q u é
regiones a n d a r , e n t r e fieles o infieles, p o r n o e r r a r
in via Domini hicieron la tal p r o m e s a o voto, pa-
r a q u e S u S a n t i d a d hiciese la división de ellos a
m a y o r gloria divina, conforme a su intención de
discurrir por el mundo». Así, c u a n d o Ignacio vio
q u e las órdenes del P a p a a m e n a z a b a n c o n frus-
t r a r a la C o m p a ñ í a e n su vocación esencialmente
apostólica, al m i s m o t i e m p o q u e obedecía tales
órdenes, p u s o e n práctica t o d o s los medios posi-
bles p a r a c a m b i a r el á n i m o del P a p a y, m e d i a n t e
esto, c a m b i a r su decisión. E s t e fue p r e c i s a m e n t e
el caso c u a n d o Pablo IV i m p u s o a la Compañía
algunas prácticas monásticas. Desde la Delibera-
ción de los p r i m e r o s P a d r e s , el fin d e s u voca-
ción e r a «ardientemente conocido y deseado». Es-
t a sería e n adelante la n o r m a del discernimiento
p a r a t o d a s las cosas, incluso p a r a juzgar d e la
p r u d e n c i a de u n a o r d e n del Papa.

37
La movilidad

La segunda característica q u e especifica la


vocación apostólica de la Compañía es la movili-
dad. Ignacio y sus c o m p a ñ e r o s e s t a b a n convenci-
dos desde el principio de q u e su vocación e r a p a r a
r e c o r r e r el m u n d o , allí d o n d e el P a p a les enviase
en ayuda de las a l m a s . E s t a concepción d e la
vocación de la Compañía se c o m p a g i n a b a con
o t r o rasgo de la e s t r u c t u r a m e n t a l de Ignacio q u e
p u e d e percibirse ya desde los p r i m e r o s a ñ o s de
Loyola. Desde su m á s tierna e d a d h a b í a vivido
en u n a m b i e n t e lleno de e n t u s i a s m o p o r el ideal
de las Cruzadas: llevar la Cruz de Cristo a los
infieles y al Nuevo M u n d o . Granada, ú l t i m o re-
ducto de los m o r o s en España, h a b í a caído e n
1492, el m i s m o a ñ o en q u e Cristóbal Colón des-
cubría América. Un m u n d o nuevo se a b r í a al celo
de los cruzados e inflamaba a t o d o s los españo-
les con el deseo de conquistarlo p a r a Cristo y pa-
ra España.
La familia de los Loyola, p o r tradición, m a r -
chaba siempre a c o m b a t i r p o r el rey dondequie-
r a q u e fuese. El h e r m a n o m a y o r de Ignacio cayó
en la batalla de Ñapóles en 1496. O t r o d e ellos
m u r i ó en la conquista de Méjico, y u n tercero
dio su sangre en Hungría, c o n t r a los Turcos. E n
el castillo de Loyola debían contarse a m e n u d o
historias de las cruzadas, del Nuevo M u n d o y de
la liberación del s a n t o sepulcro. De niño, Iñigo
h a b í a soñado, sin d u d a alguna, c o n distinguirse
c o m o caballero, llevando el e s t a n d a r t e d e su rey
y la cruz d e Cristo a n t e los infieles de t i e r r a s le-
j a n a s . Ciertamente era necesario q u e la Provi-

38
dencia purificase t o d o esto, p e r o estos funda-
m e n t o s n a t u r a l e s a h o n d a d o s en Loyola en el co-
razón del p e q u e ñ o hidalgo vasco serían la b a s e
del nuevo proyecto: u n a a v e n t u r a espiritual de
dimensiones universales.
El sentido de la misión universal se halla cla-
r a m e n t e p r e s e n t a d o ya en el Llamamiento del
Rey con q u e se a b r e la Segunda s e m a n a d e los
Ejercicios Espirituales: «Mi voluntad es de con-
q u i s t a r t o d o el m u n d o y t o d o s los enemigos, y así
e n t r a r en la gloria de m i Padre». N o es, p u e s ,
s o r p r e n d e n t e e n c o n t r a r , en los d o c u m e n t o s pre-
liminares d e la fundación y en las Constituciones
m i s m a s , m u c h a s expresiones de esta movilidad
esencial e n la Compañía. La p r i m e r a condición
q u e se requiere p a r a ser a d m i t i d o en la Compa-
ñía es e s t a r «dispuesto a ir a cualquier región o
país». La Fórmula del Instituto y las b u l a s papa-
les q u e la a c o m p a ñ a n especifican q u e los jesuítas
deben obedecer al P a p a «sin repugnancia ni ex-
cusarnos, a h o r a nos envíen a los t u r c o s , a h o r a a
cualesquiera o t r o s infieles y cismáticos o a cua-
lesquiera católicos cristianos». La p a l a b r a m á s
característica de los Documentos sobre la movi-
lidad de la Compañía es la de «discurrir», que
implica u n movimiento constante, p u e s el fin d e
la Compañía exige r e c o r r e r el m u n d o , a las órde-
nes del Vicario de Cristo en la tierra, de tal mo-
d o q u e t o d o s los c o m p a ñ e r o s estén dispuestos a
m a r c h a r a t r a b a j a r «hasta el fin del m u n d o » .

39
El balance de la experiencia

E l itinerario de Ignacio q u e a c a b a m o s d e re-


c o r d a r p u e d e r e s u m i r s e del m o d o siguiente.
Manresa fue su escuela, y la experiencia vivida
d e crecimiento en el E s p í r i t u fue su m a e s t r o . Si
tuvo q u e b u s c a r todavía d u r a n t e m u c h o t i e m p o
antes de descubrir la m e t a concreta a la q u e Dios
le conducía, desde ese m i s m o m o m e n t o conocía
ya la esencia de su p r o p i a vocación: el servi-
cio apostólico de Cristo. Tal sería p a r a él la nor-
m a de t o d o discernimiento y d e t o d a s las deci-
siones futuras: ir a Jerusalén, e m p r e n d e r los es-
tudios, b u s c a r c o m p a ñ e r o s , fundar u n a o r d e n re-
ligiosa, escribir sus Constituciones. Cuando se
aleja de las orillas del Cardoner, su b ú s q u e d a n o
h a t e r m i n a d o , sino q u e debe continuarla de a h o r a
en adelante en u n a comprensión luminosa de la
claridad de Dios. Y quiere ya c o m p a r t i r esta ex-
periencia: es el libro de los Ejercicios Espiri-
tuales.

40
La experiencia traducida
1. El sentido de las palabras
2. La dinámica del discernimiento
3. El discernimiento comunitario
4. El discernimiento de espíritus
1. El sentido de las palabras

Los Ejercicios Espirituales d e Ignacio expre­


san, en el lenguage de su t i e m p o y s u cultura, la di­
n á m i c a del crecimiento en el Espíritu. La m e t a de
los Ejercicios es la de conducir a u n a completa
libertad espiritual, p o d e r servir a Dios con u n
corazón libre p a r a p o d e r e n c a m i n a r ú n i c a m e n t e
a Dios t o d o s los deseos y t o d a la vida, e n respues­
t a plena a la p a l a b r a de Dios en c a d a m o m e n t o .
Los Ejercicios p r e s e n t a n el d i n a m i s m o q u e per­
m i t e descubrir la p r o p i a identidad e n Cristo (la
«elección») y la creación continua, progresiva, de
esta identidad, discerniendo el m o d o de vivir con
autenticidad y en t o d o m o m e n t o sus conse­
cuencias.
Ser llamado a u n «estado de vida», h a l l a r la
vocación, es, en el plano psicológico, descubrir la
identidad personal, el c o m p r o m i s o q u e d a u n sen­
tido a t o d a la existencia en el m u n d o . Cuando es­
te descubrimiento se h a c e en la fe, se t r a n s f o r m a
en respuesta a u n c a r i s m a personal, al E s p í r i t u
S a n t o q u e actualiza su presencia y su fuerza en
u n h o m b r e p a r a llamarle a u n servicio específico
en el a m o r a Jesucristo y al Pueblo d e Dios.
Así, en la dinámica de los Ejercicios Espirituales,

43
Ignacio m u e s t r a cómo la creación c o n t i n u a d e la
identidad personal en Jesucristo q u e h a sido des­
cubierta, n o es u n proceso de autorrealización
c e n t r a d o en u n o m i s m o , sino, p o r el contrario,
u n progreso c o n t i n u a d o de superación de u n o
m i s m o en a m o r , en d o n de sí, lo cual conduce a
u n a v e r d a d e r a autorrealización personal: «Quien
quiere salvar su vida la p e r d e r á » .
Antes de e n t r a r en el análisis de esta dinámica
del discernimiento ignaciano, será útil i n d a g a r el
sentido de los t é r m i n o s m á s repetidos p o r los
cuales Ignacio intentó expresar su experiencia.
Como t o d o el m u n d o , Ignacio, efectivamente, uti­
lizó el vocabulario tradicional y las reglas religio­
sas clásicas, t a n t o e n los Ejercicios c o m o en las
Constituciones. Pero a u n c u a n d o buscase en el
lenguaje recibido de la tradición cristiana y en
su p r o p i a c u l t u r a los materiales con los q u e ex­
p r e s a r sus intenciones, la fuente de la q u e b r o t a
su o b r a es r e a l m e n t e su experiencia personal de
u n c o n s t a n t e discernimiento de la p a l a b r a de
Dios y del crecimiento en el Espíritu. E s t a expe­
riencia es la q u e dio u n sentido p a r t i c u l a r a las
p a l a b r a s empleadas.

La apariencia: «parecer».

La p a l a b r a q u e Ignacio u s a c o n m á s frecuen­
cia al h a b l a r del discernimiento es parecer, q u e
de m o d o profundo designa la opinión q u e u n o
se forma observando las apariencias. E m p l e a este
t é r m i n o refiriéndose a t o d a la g a m a de grados d e
certeza: desde las d u d o s a s impresiones subjeti-

44
vas, el e r r o r debido a u n o m i s m o , h a s t a los he­
chos cuya evidencia es total.
E s t a frecuencia d e la p a l a b r a parecer se debe
sin lugar a d u d a s al hecho de q u e Ignacio, p o r s u
p r o p i a experiencia vivida, conocía m u y bien la
extraordinaria dificultad d e alcanzar u n a comple­
t a certeza de h a b e r discernido r e a l m e n t e la pala­
b r a de Dios c u a n d o las situaciones son comple­
j a s y ambiguas. El g r a d o de certeza e n el discer­
n i m i e n t o depende de dos factores: p o r u n a par­
te, d e la claridad con q u e aparecen los diversos
aspectos de la situación; y p o r otra, de la lucidez
y objetividad de la p e r s o n a q u e se forma u n a opi­
nión p a r t i e n d o de la observación y valoración d e
esas apariencias. E n los pasajes de las Constitu­
ciones q u e se refieren al discernimiento comuni­
tario, Ignacio p o n e el acento en la posible varie­
d a d de las opiniones y en la necesidad del diálogo
con los demás, t a n t o m á s c u a n t o m á s compleja sea
la cuestión a dilucidar. P o r esta m i s m a razón in­
siste t a m b i é n en la necesidad de dejar las decisio­
nes concretas a la p e r s o n a q u e está «sobre el te­
rreno», p u e s se e n c u e n t r a en m e j o r situación p a r a
ver y sopesar todos los aspectos de la situación
real.
La utilización de la p a l a b r a parecer p o r Igna­
cio subraya la posibilidad de e r r o r en el discer­
nimiento, a p e s a r de t o d a la b u e n a v o l u n t a d q u e
se h a y a p u e s t o e n él, y la necesidad de u n a aper­
t u r a constante y dinámica a la p a l a b r a de Dios,
siempre nueva, al a m o r activo d e Dios e n la his­
toria, siempre susceptible d e p r e s e n t a r u n n u e v o
e inesperado desafío.

45
La mirada: «mirar».

El sentido radical d e mirar es observar atenta­


m e n t e (admirar, c o n t e m p l a r ) . Ignacio u s a cons­
t a n t e m e n t e este t é r m i n o p a r a r e c o r d a r d e conti­
n u o la necesidad de u n a reflexión en profundi­
dad, en la oración, a la luz de las n o r m a s del dis­
cernimiento, acerca de la evidencia q u e se tiene
de la situación en q u e debe realizarse dicho dis­
cernimiento.
E s t a reflexión tiene c o m o objeto, a u n tiempo,
t o d o s los d a t o s concretos d e la situación y los
p r o p i o s sentimientos i n t e r n o s q u e se d a n c o m o
reacción a estos d a t o s .
Al hacerla en la oración, nos obliga a s u p e r a r
las apariencias, aquello q u e p r i m e r o «salta a la
vista», las p r i m e r a s impresiones, p a r a ver la si­
tuación en función de lo q u e exige la v o l u n t a d
d e seguir a Cristo a u t é n t i c a m e n t e a q u í y ahora.
Una tal reflexión e n la oración excluye t o d a clase
de prejuicios y s u p o n e u n a profunda libertad es­
piritual frente a t o d a provocación, incluso des­
concertante, q u e p r o c e d a de la p a l a b r a de Dios.

El conocimiento interno: «sentir»

La p a l a b r a clave en el vocabulario ignaciano


del discernimiento es «sentir». S u sentido es t a n
complejo q u e h a sido siempre u n b o c a d o exquisi­
t o p a r a los c o m e n t a r i s t a s .
Los n u m e r o s o s matices del verbo sentir en el
vocabulario de Ignacio proceden de su sentido
principal, q u e designa u n a experiencia sensible

46
y los sentimientos q u e u n a p e r s o n a experimenta
sensiblemente. E n el proceso del discernimiento,
sentir viene a significar sobre t o d o u n a especie
de «conocimiento emocional», u n conocimiento
d e o r d e n afectivo, intuitivo, q u e la reacción d e
los sentimientos h u m a n o s d a a la experiencia ex­
terior e interior.
P a r a Ignacio, el conocimiento n o e r a u n a cap­
tación p u r a m e n t e intelectual de proposiciones
a b s t r a c t a s , sino u n a experiencia h u m a n a total de
comprensión con t o d a s u resonancia emocional.
E s t a n d o atentos al sentir de alguien, e n el mis­
m o desarrollo del proceso del discernimiento, al
testimonio vivo de sus profundos sentimientos
h u m a n o s , es como se descubre la orientación de
sus impulsos p a r a decidir o a c t u a r , si conducen o
n o a u n a respuesta auténtica a la p a l a b r a de Dios.
Y, al m i s m o t i e m p o , se descubre el origen de
esos impulsos: es el «discernimiento de espíritus».
Este sentir, p a r a Ignacio e r a u n a cuestión d e
ser, antes de convertirse en u n a cuestión de agu­
deza en la percepción refleja. E s el fruto de u n a
actitud existencial radical, de u n a formación del
espíritu, de u n a tendencia del ser, de u n a profun­
d a y dinámica orientación de la p e r s o n a hacia
Dios. Más q u e u n juicio consciente, esta actitud
expresa la e s t r u c t u r a de identidad personal de
u n h o m b r e , q u e se constituye m e d i a n t e s u com­
p r o m i s o personal fundamental. E s algo m á s com­
p l e t o q u e las ideas p r o d u c i d a s p o r el conocimien­
t o intelectual, m á s sólido q u e las emociones su­
perficiales siempre fluctuantes. Ignacio sabía p o r
experiencia que, en u n a p e r s o n a viva, el acto de
formarse u n a opinión, de a d q u i r i r u n conocimien-

47
t o o d e realizar juicios, c o m p o r t a s i e m p r e enjsf
u n elemento emotivo.
De esta m a n e r a , son m u c h o s los elementos
q u e se p o n e n en juego y q u e reaccionan u n o s con
o t r o s en el proceso psicológico concreto d e la
conciencia personal: la continuidad de los pensa-
m i e n t o s a lo largo de la reflexión, los sentimien-
t o s concomitantes q u e reaccionan c o n t i n u a m e n t e
a n t e estos pensamientos, q u e confirman o p o n e n
é ñ cuestión la orientación de la reflexión y, fi-
nalmente, la comprensión progresiva q u e implica,
a~la vez, p e n s a m i e n t o s y sentimientos: es el sen-
tir o el conocimiento i n t e r n o .
Hay, pues, en el proceso del discernimiento,
u n a combinación cuyos elementos n o son fáciles
d e distinguir: opiniones formadas p o r la obser-
vación de lo evidente, el juego de los sentimien-
t o s q u e reaccionan frente a esas opiniones y fren-
te a la reflexión q u e sobre ellas se h a c e en la ora-
ción, formación y modificación de los juicios
acerca del m o d o de r e s p o n d e r a la p a l a b r a q u e
Dios profiere a q u í y a h o r a .
El discernimiento conduce al «sentir», al «co-
nocimiento interno» de q u e la decisión q u e se h a
t o m a d o es r e a l m e n t e u n a respuesta a la p a l a b r a
de Dios, y n o u n a forma sutil de b u s c a r s e a sí
m i s m o . Con t o d o , la decisión q u e este «conoci-
m i e n t o interno» h a confirmado, se halla sujeta al
e r r o r h u m a n o . La libertad espiritual del sujeto
p u e d e ser t o d o lo g r a n d e q u e se quiera, p e r o si
la evidencia necesaria p a r a el juicio n o es la ade-
c u a d a , la decisión p u e d e ser errónea. Debe ha-
cerse t a m b i é n u n esfuerzo p o r recopilar t o d o s los

48
d a t o s completos p a r a la reflexión en la oración
y el «conocimiento interno».
E n el vocabulario ignaciano del discernimien-
t o , sentir significa, p u e s , u n conocimiento inter-
n o , b a s a d o e n la reacción d e los sentimientos hu-
m a n o s a n t e la reflexión q u e se h a c e sobre los di-
versos elementos q u e u n a situación concreta pro-
porciona. Se integra e n u n conjunto m á s v a s t o de
sentimientos profundos del sujeto, t o t a l m e n t e
orientados hacia la auténtica realización d e su
identidad personal en Jesucristo, fundados e n la
libertad espiritual y la actitud fundamental de
quien se halla del todo entregado al servicio apos-
tólico de Cristo.

El juicio: «juzgar»

Juzgar es el ú l t i m o acto de la determinación


o decisión. Implica h a b e r t o m a d o e n considera-
ción todos los elementos de la situación real q u e
se juzga: «la opinión» a la q u e la observación de
las circunstancias concretas conduce, el «conoci-
m i e n t o interno» q u e a c o m p a ñ a a la «reflexión en
la oración» acerca de t o d a evidencia accesible a
la luz del Evangelio y de la n o r m a q u e es, p a r a
el sujeto, su identidad personal en Jesucristo.
F o r m a p a r t e igualmente del juicio la confronta-
ción de la p r o p i a opinión y sentimientos con los
de los o t r o s , en especial del consejero espiritual
o del superior. Todo este c o n j u n t o converge e n
la realización de la ú l t i m a e t a p a del discerni-
m i e n t o : la «elección», el juicio q u e se hace so-
b r e el m o d o de r e s p o n d e r a la p a l a b r a de Dios

49
a q u í y a h o r a . E s e juicio, Ignacio insiste en ello,
es el q u e el sujeto b u s c a ver «confirmado» p o r
Dios c o m o u n a r e s p u e s t a auténtica a s u l l a m a d a
divina.

50
2. La dinámica del discernimiento

Después de h a b e r visto el sentido de los tér-


m i n o s empleados p o r S a n Ignacio al h a b l a r del
discernimiento (en los Ejercicios Espirituales, el
Diario Espiritual, los d o c u m e n t o s preliminares a
la fundación de la Compañía de Jesús, y las Cons-
tituciones), nos es posible a h o r a p o n e r de mani-
fiesto la e s t r u c t u r a fundamental del proceso del
discernimiento.
E s s o r p r e n d e n t e c o n s t a t a r q u e esta e s t r u c t u r a
p e r m a n e c e idéntica en t o d a s las épocas q u e v a n
m a r c a n d o la vida de Ignacio y sus c o m p a ñ e r o s :
en las discusiones q u e preceden al voto de Mont-
m a r t r e en 1534, d u r a n t e la deliberación de los
p r i m e r o s P a d r e s en 1539 y, en las Constituciones,
c u a n d o Ignacio describe el papel del discernimien-
t o del S u p e r i o r con sus c o m p a ñ e r o s . P r u e b a com-
p l e m e n t a r i a d e q u e el discernimiento ignaciano
t o m a su inspiración de la experiencia vivida.
¿Cómo r e s p o n d e r al a P a l a b r a de Dios a q u í
y a h o r a ? E s necesario distinguir:
— una base permanente
— t r e s e t a p a s del discernimiento
— la decisión y la acción final.

51
La b a s e p e r m a n e n t e del discernimiento es la
visión global de la vocación apostólica: el servi-
cio cada vez m a y o r a Cristo e n su Iglesia, c o m o
c o m p a ñ e r o s , yendo p o r t o d o el m u n d o e n a y u d a
de los h o m b r e s q u e a g u a r d a n a Cristo. E s t a b a s e
p r o p o r c i o n a la n o r m a estable de t o d o discerni-
m i e n t o individual y c o m u n i t a r i o . P a r a u n a co-
m u n i d a d apostólica como la Compañía de Jesús,
supone el c o m p r o m i s o de t o d o s sus m i e m b r o s a
c o n s a g r a r t o d a su vida y energías p a r a conseguir
el fin q u e t o d o el c u e r p o tiene e n perspectiva. Si
esta c o m u n i ó n profunda n o es la n o r m a de t o d o
discernimiento, u n discernimiento c o m u n i t a r i o es
sencillamente imposible. E s a es la b a s e e n la q u e
t o d o el m u n d o está de a c u e r d o y en función d e
ella es c o m o deben t o m a r s e las decisiones acerca
d e cuáles s e r á n los medios mejores q u e h a y q u e
p o n e r p a r a realizar el objetivo a q u í y a h o r a . E s
posible, y a m e n u d o inevitable, q u e , a p r o p ó s i t o
de esos medios existan considerables diferencias
de juicio; p e r o , gracias al discernimiento comu-
nitario, debería p o d e r llegarse a u n a r e s p u e s t a
unificada a la p a l a b r a de Dios.

Las tres e t a p a s del discernimiento son:

1) La oración p a r a i m p l o r a r la luz del Espí-


ritu S a n t o : implica u n a reflexión acerca d e to-
d a la evidencia accesible, en c o n s t a n t e referencia
a Cristo, m o d e l o viviente de respuesta al P a d r e ,
al igual q u e u n discernimiento de la orientación
de los sentimientos profundos experimentados
d u r a n t e el t i e m p o de la oración.

2) Reunir el m á x i m o posible de evidencia

52
p a r a emitir el juicio, lo cual exige n o sólo la a t e n t a
observación d e t o d a s las circunstancias concretas
de la situación real, sino t a m b i é n el diálogo c o n
los d e m á s , e n razón de su especial competencia
o en razón de su p a r t i c u l a r d o n p a r a c a p t a r la
evidencia.
3) El esfuerzo c o n t i n u a d o p a r a hallar la «con-
firmación», t a n t o en cada e t a p a del proceso co-
m o en el juicio ú l t i m o , confirmación q u e viene
d a d a p o r la experiencia de u n a p r o f u n d a paz in-
terior en el espíritu de u n individuo o e n t r e los
m i e m b r o s de t o d a u n a c o m u n i d a d .
Al fin del p r o c e s o se h a t o m a d o la decisión
de a c t u a r , p e r o todavía se halla sometida a la
verificación de la experiencia vivida y, si fuese
necesario, de u n discernimiento m á s profundo.
E s preciso añadir, antes de e n t r a r e n los de-
talles, que, en la práctica, esas tres etapas del
proceso n o son m o m e n t o s sucesivos, sino u n a
dialéctica continua q u e va c o m b i n a n d o los tres y
les hace avanzar j u n t o s hacia la decisión ú l t i m a y
la confirmación final. E n el análisis de estas eta-
p a s n u n c a debe p e r d e r s e de vista su interacción
práctica.

a) La oración

La e n o r m e i m p o r t a n c i a q u e Ignacio concedía
a la oración en la dinámica del discernimiento n o
necesita ser d e m o s t r a d a . E s evidente en la mis-
m a e s t r u c t u r a de los Ejercicios Espirituales, que
son, precisamente, u n p r o g r a m a integrado de ora-
ción p a r a p o d e r llegar a la Elección decisiva en

53
la q u e la p e r s o n a reconoce su identidad personal
en Jesucristo. E s igualmente evidente e n el Diario
Espiritual de Ignacio, q u e revela de m o d o í n t i m o
el u s o q u e él m i s m o hacía de la oración c u a n d o
debía h a c e r u n discernimiento sobre alguna cues-
tión de g r a n i m p o r t a n c i a p a r a la vida de la Com-
pañía. Sin d u d a alguna la oración es el lugar
central del «discernimiento de espíritus».
E s a b s o l u t a m e n t e esencial p a r a a d q u i r i r u n a
v e r d a d e r a libertad espiritual, s e p a r a d a de u n a
b ú s q u e d a sutil de sí m i s m o , de prejuicios o fija-
ciones provocadas p o r la inseguridad, condición
indispensable en el individuo o en la c o m u n i d a d
p a r a c a p t a r la evidencia de la p a l a b r a existencial
de Dios.
E s a b s o l u t a m e n t e esencial p a r a q u e u n hom-
b r e se a b r a r e a l m e n t e al Espíritu, n o b u s c a n d o ni
deseando m á s q u e el m a y o r servicio apostólico
de Cristo j u n t o con los c o m p a ñ e r o s .

Reflexionar en oración

E s i m p o r t a n t e señalar, sin e m b a r g o , q u e la
luz q u e se b u s c a y se recibe en esta oración n o
es u n a especie de revelación del contenido de la
decisión q u e debe t o m a r s e . Ignacio n o afirma
q u e sea la sola oración —incluso u n a oración
a l t a m e n t e mística— la q u e p u e d a p r o p o r c i o n a r
u n a g a r a n t í a de la decisión divina, salvo en el
caso de u n a indubitable revelación, de la cual po-
n e u n ejemplo en los Ejercicios Espirituales evo-
c a n d o los casos de S a n Pablo o S a n Mateo.
Más bien, el contenido de la decisión debe ha-

54
liarse, e n realidad, m e d i a n t e u n a reflexión e n
oración sobre t o d a la evidencia accesible prove-
niente de cualquier fuente q u e p u e d a a y u d a r a
descubrir la p a l a b r a de Dios en la situación real.
Las experiencias místicas personales d e Ignacio,
como las de o t r o s santos, estuvieron caracteriza-
das p o r u n a g r a n luz y u n a c o m p r e n s i ó n i n t e r n a
q u e le fue imposible expresar en conceptos y pa-
labras h u m a n a s ordinarias. El m i s m o advirtió la
necesidad de distinguir el m o m e n t o de u n a autén-
tica visita de Dios —una «consolación sin causa»
la llama él— y las «luces» q u e se siguen después
de ella, c u a n d o afloran a la conciencia n u e s t r a s
p r o p i a s ideas y opiniones, q u e n o proceden inme-
d i a t a m e n t e de Dios:

«Quando la consolación es sin causa,


d a d o que en ella n o h a y a engaño p o r ser
de sólo Dios n u e s t r o Señor, como está di-
cho, p e r o la p e r s o n a espiritual, a quien
Dios d a la tal consolación, debe con mu-
cha vigilancia y atención m i r a r y discer-
n i r el p r o p i o t i e m p o de la tal actual con-
solación, del siguiente en q u e la á n i m a
q u e d a caliente y favorescida con el favor
y reliquia de la consolación p a s a d a ; por-
q u e m u c h a s veces en este segundo t i e m p o
p o r su p r o p i o discurso de habitúdines y
consequencias de los conceptos y juicios,
o p o r el b u e n espíritu o p o r el m a l o , for-
m a diversos propósitos y paresceres, q u e
n o son d a d o s i n m e d i a t a m e n t e de Dios
n u e s t r o Señor, y p o r t a n t o h a n m e n e s t e r
ser m u c h o bien examinados antes q u e se

55
les d é e n t e r o crédito ni q u e se p o n g a n en
efecto» (Ejercicios, n.° 336).

La luz recibida

Dicho esto, la luz de la fe, experimenl^da en


la oración, es r e a l m e n t e luz sobre la p a l a b r a
existencial de Dios a q u í y ahora. E s la luz q u e d a
el E s p í r i t u la que «ilumina las criaturas» — u n o
m i s m o , las p e r s o n a s , los acontecimientos, las cir­
c u n s t a n c i a s — con la luz de Cristo. El vocabula­
rio de Ignacio contiene m u c h a s p a l a b r a s y expre­
siones q u e s u b r a y a n esta b ú s q u e d a de luz y clari­
dad. Al final d e los Ejercicios, en la «Contempla­
ción p a r a alcanzar amor», expresa c l a r a m e n t e el
fin al cual h a p r e t e n d i d o llevar a quien h a c e los
Ejercicios: ver t o d a s las cosas tal c o m o son, d e
Dios, e n Dios, p a r a Dios. Quiere c o n d u c i r al hom­
b r e hacia u n «sintonía» vivida con Jesucristo
(sentir), realizada p o r la oración y la incesante fi­
delidad creadora, en r e s p u e s t a a t o d a s las llama­
das del Espíritu, sea cual fuere el precio («abne­
gación»). E s t a sintonía c o n Jesucristo h a r á al
h o m b r e capaz de discernir, e n t r e las opciones po­
sibles —siendo u n a s y o t r a s m o r a l m e n t e bue­
n a s — , aquella q u e se halle m á s e n c o n f o r m i d a d
con la obediencia de Cristo a la voluntad del Pa­
d r e . De este m o d o descubrirá el contenido de la
voluntad de Dios a q u í y ahora, la decisión y la
acción c o m o respuesta del h o m b r e a la p a l a b r a
q u e Dios le dirige.
La luz b u s c a d a y recibida en la oración es
pues, a n t e t o d o , u n a luz sobre u n o m i s m o , sobre

56
las motivaciones profundas q u e colorean la lec­
t u r a q u e h a c e m o s de la evidencia d e la l l a m a d a
real q u e Dios n o s dirige, de m o d o q u e n o s p o n e
e n condiciones p a r a p o d e r discernir la orienta­
ción de n u e s t r o s p e n s a m i e n t o s y sentimientos.
E s t a luz nos es d a d a poco a poco en la incesante
confrontación de n u e s t r a reflexión sobre la pala­
b r a existencial d e Dios — q u e la evidencia con­
c r e t a de la situación real nos m u e s t r a — y nues­
t r a contemplación de la p a l a b r a de Dios revelada
en Jesús en el Evangelio, en la tradición viva de
la Iglesia, y cuya experiencia volvemos a hallar
en n u e s t r a p r o p i a historia espiritual.

b) La recopilación de datos

P a r a llegar a descubrir el contenido de la de­


cisión — t é r m i n o del proceso del discernimien­
t o — es m e n e s t e r leer los signos de los tiempos»
y r e u n i r todos los conocimientos e informaciones
necesarios p a r a la reflexión en oración acerca de
la p a l a b r a existencial de Dios.
E n el caso del discernimiento c o m u n i t a r i o ,
pues, debe b u s c a r s e la evidencia a p a r t i r de todas
las fuentes precisas, explorar las causas y natu­
raleza de los p r o b l e m a s encontrados, p r e s t a r
atención a t o d a s las circunstancias concretas de
personas, lugar y tiempo. Puede llamarse a exper­
tos que n o pertenecen a la c o m u n i d a d . Ellos n o
dispensan a los m i e m b r o s de la c o m u n i d a d de
su responsabilidad de discernir a la luz del ho­
rizonte de la vocación del conjunto, p e r o segura­
m e n t e ayudan a e n c o n t r a r el contenido necesa­
rio del discernimiento.

57
Aquí t a m b i é n , p a r a llegar al discernimiento
c o m u n i t a r i o , es de capital i m p o r t a n c i a el verda­
d e r o diálogo. Si se quiere q u e este diálogo se lo­
gre y n o conduzca de h e c h o a la polarización y la
división, es necesario q u e todos los interlocuto­
res se e n c u e n t r e n en situación de libertad espiri­
tual y de a p e r t u r a al E s p í r i t u m e d i a n t e la ora­
ción, y q u e permanezcan r e s u e l t a m e n t e fieles al
«presupuesto» que Ignacio coloca c o m o prelimi­
n a r de los Ejercicios Espirituales:

«...se h a de p r e s u p o n e r q u e t o d o b u e n
christiano h a de ser m á s p o m p t o a salvar
la proposición del p r ó x i m o q u e a conde­
narla; y si n o la p u e d e salvar, inquiera
c ó m o la entiende, y si m a l la entiende, co-
rríjale con a m o r , y si n o basta, b u s q u e
todos los medios convenientes p a r a que,
bien entendiéndola, se salve» (Ejerci­
cios, n.° 22).

E n el contexto del discernimiento comunita­


rio, este p r e á m b u l o significa la presuposición, p o r
p a r t e de t o d o s , de q u e la proposición del o t r o es­
t á f u n d a m e n t a d a e n u n a v e r d a d e r a entrega al
objetivo de la vocación c o m ú n antes de conde­
n a r l a como m a l motivada, h a s t a el m o m e n t o e n
que, eventualmente, aparezca u n a p r u e b a de lo
c o n t r a r i o . E s t o quiere decir, en concreto, q u e ca­
d a u n o debe escuchar las proposiciones d e los
o t r o s c o m o si fuera la suya propia, y q u e todos
deben hacer el sincero esfuerzo de c o m p r e n d e r
los sentimientos y actitudes de u n o s y de otros.
N o debería corregirse la actitud de alguien a n o

58
ser en el caso de q u e se vea c l a r a m e n t e q u e está
f u n d a m e n t a d a en u n a motivación i m p r o p i a , u n
conocimiento inadecuado de la situación o u n a
insuficiente reflexión e n la oración.
La insistencia d e Ignacio en la absoluta nece-
sidad de p o n e r todos los medios p a r a recopilar
elementos de evidencia antes de reflexionar en la
oración con vistas a discernir la p a l a b r a de Dios,
se manifiesta t a m b i é n en el principio fundamen-
tal q u e d a al S u p e r i o r p a r a discernir las decisio-
nes q u e debe t o m a r . Cada vez q u e el Superior
tiene q u e ejercitar su función de discernimiento
en circunstancias q u e exigen informaciones o com-
petencias q u e él n o posee, o en situaciones q u e
necesitan la clarificación o liberación de su pro-
pio espíritu m e d i a n t e el diálogo con los d e m á s ,
debe solicitar la ayuda de sus c o m p a ñ e r o s p a r a
p r o c e d e r al discernimiento c o m u n i t a r i o .
Finalmente, u n a p a r t e i m p o r t a n t e de la evi-
dencia proviene de la acción del E s p í r i t u S a n t o
en el espíritu de cada u n o . El discernimiento co-
m u n i t a r i o requiere, pues, u n m u t u o discernimien-
t o de espíritus —sobre el que volveremos a ha-
b l a r — q u e h a r á capaces a u n o s y a o t r o s de ha-
llar el E s p í r i t u de Dios.

c) La confirmación del juicio

La ú l t i m a e t a p a del proceso de discernimiento


es el esfuerzo p a r a lograr u n a confirmación del
juicio emitido acerca del m o d o de o b r a r e n
respuesta a la p a l a b r a de Dios. Según Ignacio, es-

59
t a confirmación p u e d e ser exterior ó interior o
u n a combinación de a m b a s .

La confirmación exterior

Como ya h e m o s visto, p o r ejemplo^ Ignacio


multiplicó t o d o s sus esfuerzos p a r a conseguir q u e
el objetivo de la vocación de la Compañía de Je-
sús y sus Constituciones fuesen confirmados p o r
bulas y c a r t a s del Papa. Sus ojos se volvían hacia
el Vicario de Cristo en la tierra p a r a discernir, a
fin de cuentas, a d o n d e debían ir los jesuítas p o r el
m u n d o en el servicio apostólico de Cristo. Tam-
bién h e m o s visto, igualmente, la razón de este
m o d o de proceder: el P a p a debía poseer, en prin-
cipio, u n a visión m á s completa p a r a d e t e r m i n a r ,
en u n m o m e n t o dado, la misión apostólica m á s
u r g e n t e y necesaria.
E n la Compañía d e Jesús, la confirmación del
discernimiento subjetivo de u n jesuíta, en lo que
toca a la vida y misión de la c o m u n i d a d , se en-
c u e n t r a finalmente en su obediencia, t r a s u n diá-
logo y discusión m e s u r a d o s , al ú l t i m o juicio de
su superior. La e s t r u c t u r a j e r á r q u i c a d e la Com-
pañía d a a los Superiores locales los medios p a r a
o b t e n e r la confirmación de sus decisiones p o r el
General, q u e es el responsable de la misión y la
unificación de la vida de t o d o el Cuerpo, y se
considera q u e tiene m á s amplio acceso a la evi-
dencia, c o m o i n t e r m e d i a r i o e n t r e la p a l a b r a de
Dios y toda la Compañía.
Teniendo en cuenta las necesarias adaptacio-

60
nes, estos diversos medios de o b t e n e r u n a confir­
mación exterior p u e d e n ser experimentados e n
toda c o m u n i d a d religiosa o laica.

Paz y gozo

Ordinariamente, sin e m b a r g o , lo m i s m o en el
discernimiento individual q u e en el discernimien­
to comunitario, la confirmación se obtiene en la
experiencia de u n a paz profunda, de u n contento,
de u n a satisfacción, del reconocimiento r e p o s a d o
de h a b e r e n c o n t r a d o el c a m i n o de la respuesta a
la p a l a b r a de Dios a q u í y ahora.
E s t a confirmación interior se d a a lo largo de
t o d o el discernimiento, «experimentando el espí­
ritu» en cada e t a p a h a s t a el m o m e n t o del juicio
de la acción y la experiencia de su confirmación
final. Sin embargo, e s t r i c t a m e n t e h a b l a n d o , el
u s o q u e p e r s o n a l m e n t e h a c e Ignacio de la p a l a b r a
confirmación r e m i t e a la decisión final.
P a r a describir la experiencia de la confirma­
ción, Ignacio h a b l a c o n s t a n t e m e n t e de contento,
satisfacción, paz, tranquilidad, calma y reposo.
E s t o s t é r m i n o s expresan el d i n a m i s m o psicológi­
co q u e d a testimonio interno de la rectitud del
juicio p r o n u n c i a d o . N o se refiere ni a la conso­
lación sensible ni a la satisfacción «racional» y
el r e p o s o q u e sigue a la elección q u e se h a y a po­
dido h a c e r t r a s el examen de las razones «pro» y
«contra» («tercer t i e m p o de elección»), sino a
u n a experiencia espiritual m u c h o m á s profunda.
E s t a experiencia procede del «sentir», del «co-

61
nacimiento interno», y se enraiza en la actitud ra-
dical, existencial, d e la libertad espiritual y el
completo deseo de servir a u t é n t i c a m e n t e a Cristo
en la misión apostólica, c o m o c o m p a ñ e r o s , aquí
y ahora. A lo largo del proceso h a h a b i d o reac-
ciones de los sentimientos h u m a n o s a n t e la evi-
dencia q u e aparecía en la situación concreta y las
experiencias tenidas m i e n t r a s se reflexionaba en
la oración sobre esta evidencia. Al final, su impul-
so dinámico conduce al reposo en el juicio q u e
d e t e r m i n a la decisión s o b r e el m o d o de respon-
d e r a la p a l a b r a de Dios a q u í y ahora. De ello
resulta u n a profunda satisfacción del deseo, sen-
tido i n t e r i o r m e n t e c o m o paz, tranquilidad, con-
t e n t o : es el apaciguamiento de los sentimientos
m u d a b l e s en la pacífica convicción de q u e la lla-
m a d a de Dios h a sido escuchada. E s t a paz con-
duce a u n profundo gozo «en lo m á s profundo
del corazón» que, p o r o t r a p a r t e , p u e d e d a r s e a
la p a r con sentimientos de real repugnancia «a
nivel de cabeza». E s la experiencia d e los frutos
del E s p í r i t u descrita p o r S a n Pablo: «El fruto
del E s p í r t i u es a m o r , alegría, paz, tolerancia,
agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio
d e sí» (Gálatas 5, 22-23).
E x p e r i m e n t a r esta convicción de h a b e r dis-
cernido en v e r d a d y de h a b e r r e s p o n d i d o a la pa-
l a b r a de Dios es, de hecho, u n a experiencia pas-
cual. E s t a p a l a b r a a m e n u d o exige u n a confor-
mación m á s í n t i m a del h o m b r e con Cristo cruci-
ficado, y q u e su «sí» a Dios se asimile al «sí» di-
c h o p o r J e s ú s en Getsemaní, a r r a n c a d o de e n t r e
la repugnancia, el t e m o r , las lágrimas y la san-
gre y q u e le conduce al Calvario. La confirma-

62
ción, p u e s , n o se experimenta con la cabeza, sino
e n lo m á s profundo del corazón, e n la paz pro-
funda y en la capacidad de a c t u a r y sufrir con
u n a alegría testimonial: el E s p í r i t u es cierta-
m e n t e quien, a través de esta m u e r t e , d a u n a
vida nueva, u n a nueva creación realizada en Cris-
t o resucitado. El «Amén» a la l l a m a d a d e Dios se
t r a n s f o r m a p o r el P a d r e , en Cristo, según el Es-
píritu, en «Aleluya».
Así p u e s , lo q u e implican la progresiva con-
firmación a lo largo del proceso del discerni-
m i e n t o y la confirmación final del juicio, es u n a
continua dialéctica del «discernimiento de espí-
ritus» y la reflexión en oración sobre la eviden-
cia, dialéctica entre la p a l a b r a existencial y la pa-
l a b r a profética de Dios, p u e s el sentir, el cono-
cimiento interno, necesita u n contenido a n t e el
cual reaccionar.
E n el discernimiento c o m u n i t a r i o se observa
el m i s m o tipo de confirmación. E s t a se p r o d u c e
en el c u r s o del proceso, c u a n d o u n g r u p o de com-
p a ñ e r o s tiene experiencia del E s p í r i t u m e d i a n t e
la confrontación de las reflexiones de cada u n o ,
en u n diálogo recíproco, con la n o r m a del objeti-
vo c o m ú n q u e persiguen según s u vocación, y
c u a n d o c o n t i n ú a n verificando en su oración q u e
la orientación de sus p e n s a m i e n t o s y de sus sen-
timientos se halla v e r d a d e r a m e n t e enraizada en
la libertad espiritual y e n la a p e r t u r a al Espíri-
t u q u e les hace afincar en la paz interior. Al tér-
m i n o del proceso, c u a n d o se p r o n u n c i a u n ú l t i m o
juicio acerca del m o d o de o b r a r , la confirmación
definitiva es el c o n t e n t o recíproco (todos conten-
tos, repite Ignacio) de todos los c o m p a ñ e r o s : ve-

63
rifican entonces que están haciendo la experien-
cia de h a b e r b u s c a d o la p a l a b r a q u e Dios les di-
rigía y de haberle respondido al m á x i m o de sus
posibilidades.

La confirmación definitiva

E n realidad, este c o n t e n t o n o es sino la pe-


n ú l t i m a confirmación, p u e s , según la e s t r u c t u r a
m e n t a l dinámica de Ignacio, cuyo m a e s t r o siem-
p r e fue la experiencia q u e él m i s m o vivió, las de-
cisiones están siempre sometidas a revisión me-
diante u n discernimiento renovado, si la expe-
riencia d e m u e s t r a q u e éste es necesario. La con-
firmación definitiva es d a d a p o r el a m o r activo
de Dios en la historia.
Puede darse, p o r ejemplo, el hecho de q u e to-
dos los c o m p a ñ e r o s alcancen u n c o n t e n t o m u t u o
y la confirmación en la u n a n i m i d a d y que, a pe-
sar de todo, el juicio aparezca c o m o i n a d a p t a d o
p o r q u e n o se haya tenido en c u e n t a alguna evi-
dencia necesaria o p o r q u e la situación sea nueva,
Por esto, el proceso del discernimiento es siem-
p r e dinámico, siempre abierto a la p a l a b r a de
Dios c o n t i n u a m e n t e nueva. Lo i m p o r t a n t e es la
respuesta a q u í y a h o r a ; la confirmación interior
p u e d e entonces p r o d u c i r s e p o r q u e la decisión a
la q u e se h a llegado es u n a r e s p u e s t a r e a l m e n t e
libre a lo q u e se h a discernido c o m o p a l a b r a de
Dios aquí y ahora. E n este sentido, es exacto de-
cir q u e al nivel m á s profundo se h a e n c o n t r a d o
y se h a c e «la voluntad de Dios»: la vida del a m o r
en el t i e m p o presente. Si m á s adelante n o s dice

64
la experiencia que, desgraciadamente, alguna evi­
dencia necesaria h a b í a sido descuidada o q u e
faltaba en aquel m o m e n t o , la modificación q u e
sea necesaria se realiza t a m b i é n en paz, y en la
confianza de q u e de ese m i s m o «error» el P a d r e
h a r á b r o t a r u n bien, u n a creación pascual de
«nueva vida».

65
3. El discernimiento comunitario

Ya se h a convertido en u n lugar c o m ú n decir


q u e la Iglesia, hoy, atraviesa u n p e r í o d o de cri-
sis y de confusión cultural d r a m á t i c a y rápida,
en el cual el cambio h a llegado a ser la experien-
cia h u m a n a m á s c o m ú n . P o r esta razón los cris-
tianos se ven enfrentados a la constante necesi-
d a d de discernir en c o m ú n m o d o s experimentales
de vida y de misión apostólica p a r a p o d e r llevar
a cabo la renovación y la adaptación q u e su su-
pervivencia exige. Una c o m u n i d a d viva, en u n
m u n d o que c a m b i a r á p i d a m e n t e , es p o r n a t u r a -
leza u n lugar de experimentación. Fijación signi-
fica desaparición.
P e r o decir experimentación es lo m i s m o q u e
decir q u e hay q u e c o r r e r conscientemente el ries-
go de engañarse y e s t a r dispuesto a volver a em-
pezar la experiencia, con la esperanza de h a b e r
adquirido, gracias a ese m i s m o e r r o r , algo de sa-
biduría. Cuando el c a m i n o está claro y seguro,
nadie se lanza a experiencias inútiles. P o r esto es
m á s i m p o r t a n t e q u e n u n c a q u e los cristianos q u e
invocan p a r a sí el espíritu de S a n Ignacio se in-
troduzcan a u t é n t i c a m e n t e en el c a m i n o del dis-
cernimiento t r a z a d o p o r él. H e m o s visto c ó m o

67
este discernimiento, b a s a d o en la libertad interior
y en la a p e r t u r a al Espíritu, se esfuerza p o r juz-
gar siempre las experiencias q u e h a y q u e realizar
a la luz de la n o r m a c o n s t a n t e de u n a vocación
apostólica q u e apela al m a y o r servicio de Cristo
como compañero.
Especialmente en n u e s t r a sociedad, cultural-
m e n t e condicionada p o r u n t i p o de democracia
representativa frecuentemente b a s a d a e n g r u p o s
de presión y en la n o r m a de la mayoría, es nece-
sario distinguir c l a r a m e n t e e n t r e el v e r d a d e r o dis-
cernimiento, según S a n Ignacio, y aquello q u e el
sentido c o m ú n llama «consenso ilustrado». Bien
entendido, este consenso ilustrado p o d r í a ser la
traducción m o d e r n a de lo q u e Ignacio entiende
p o r confirmación de u n a decisión, experimenta-
d a en el m u t u o contento. Pero m u y a m e n u d o es-
t e consenso n o es sino u n a t o m a d e p o s t u r a a la
que se h a llegado d a n d o libre c u r s o a las necesi-
dades p u r a m e n t e sentidas, a los deseos subjeti-
vos o a los prejuicios q u e n o h a n sido cribados
p o r la purificación del E s p í r i t u en la oración. El
consenso es entonces fruto de las presiones d e
u n grupo, y éstas p u e d e n ser, e n ú l t i m o t é r m i n o ,
m á s totalitarias q u e la m i s m a ley d e u n h o m b r e
de b u e n a voluntad.
E l c o n t e n t o ignaciano es la paz profunda q u e
se experimenta c u a n d o reconocemos h a b e r escu-
c h a d o y r e s p o n d i d o a la p a l a b r a de Dios, p a l a b r a
a m e n u d o desconcertante e inesperada, y llamada
a p a r t i c i p a r en la cruz de Cristo. Como este con-
t e n t o p u e d e coexistir con u n a e n o r m e repugnan-
cia a nivel de las emociones espontáneas, el pro-
b l e m a es h a c e r la selección e n t r e «lo q u e deseo»

68
y lo q u e r e a l m e n t e es la l l a m a d a d e Dios dirigida
al individuo o a la c o m u n i d a d a q u í y ahora. Igna-
cio l l a m a b a así, en su p r o p i o lenguaje, a la nece-
sidad de realizar u n a v e r d a d e r a libertad espiri-
tual y el deseo d e servir ú n i c a m e n t e a Dios, pa-
r a p o d e r llegar a u n a determinación q u e n o sea
fruto de las «afecciones desordenadas».
P a r a c o m p r e n d e r m e j o r la dinámica del ver-
d a d e r o discernimiento c o m u n i t a r i o según Igna-
cio, será útil analizar su p r o p i a práctica, sobre
t o d o c u a n d o , j u n t o con sus c o m p a ñ e r o s , decide
fundar la Compañía de Jesús. E l relato se encuen-
t r a en u n d o c u m e n t o titulado Deliberación de los
primeros Padres.

a) La deliberación de los primeros compañeros

P a r a e m p r e n d e r la t a r e a de discernir j u n t o s si
debían f o r m a r u n a o r d e n religiosa, los p r i m e r o s
c o m p a ñ e r o s siguieron el m é t o d o q u e les h a b í a
llevado en o t r o t i e m p o a la u n á n i m e decisión de
p r o n u n c i a r el voto de M o n t m a r t r e , en 1534. E r a ,
en esencia, u n a trasposición del m é t o d o de la
Elección de los Ejercicios Espirituales al m u t u o
discernimiento de espíritus realizado e n g r u p o
con vistas a p o d e r llegar a u n a decisión c o m ú n .
Antes del voto de M o n t m a r t r e , d u r a n t e los lar-
gos años de estudios e n los q u e h a b í a n h e c h o los
Ejercicios, los c o m p a ñ e r o s h a b í a n p u e s t o en co-
m ú n sus sueños y sus esperanzas y los h a b í a n
discutido. Inevitablemente, h a b í a n experimenta-
do la necesidad, q u e a cada u n o se les imponía,
de s o m e t e r el p r o p i o juicio al control d e u n dis-

69
cernimiento colectivo. La «gracia de e s t a r e n com-
pañía» e r a recibida y a c e p t a d a al m i s m o t i e m p o
q u e la vivían. Ya h e m o s señalado el testimonio
de Simón Rodríguez, según el cual la decisión del
voto de M o n t m a r t r e se t o m ó después de u n a lar-
ga y a n i m a d a discusión. ¿Qué tipo de discusión?
Sin d u d a u n a recíproca declaración de las llama-
d a s del Espíritu, d a n d o a conocer cada u n o a los
demás, con absoluta sencillez y a p e r t u r a , lo q u e
le parecían ser mociones del E s p í r i t u S a n t o en
su p r o p i o espíritu. C o m p a r t i r sus p r o p i a s expe-
riencias interiores hizo a los c o m p a ñ e r o s capaces
de llegar a u n juicio c o m ú n acerca de la respues-
t a q u e debían d a r a la p a l a b r a q u e Dios les diri-
gía, en la situación concreta en q u e se h a l l a b a n
en 1534.

El primer tiempo

La deliberación cuya consecuencia fue la fun-


dación de la Compañía, en 1539, fue igualmente
fruto de u n m u t u o discernimiento. E n el relato
q u e poseemos, el m é t o d o del discernimiento co-
m u n i t a r i o c o m p o r t a c u a t r o etapas q u e fueron
m á s finamente precisadas después, al hacerse m á s
difícil el llegar a u n a decisión c o m ú n .

1) El proceso del discernimiento comunita-


rio requiere u n a b a s e c o m ú n en la q u e t o d o s estén
de a c u e r d o : la b ú s q u e d a del discernimiento de la
p a l a b r a de Dios se realizará de a c u e r d o con la
n o r m a del «objetivo de n u e s t r a vocación».
2) Se constata que los m i e m b r o s del g r u p o

70
tienen, cada u n o de ellos, opiniones q u e difieren
acerca de los mejores medios p a r a llegar al ob-
jetivo c o m ú n .
3) Cada u n o se entrega a la oración y la me-
ditación asiduas p a r a b u s c a r la luz de Dios, en
u n a actitud de v e r d a d e r a libertad interior y d e
a p e r t u r a al Espíritu.
4) E m p l e a n d o t a m b i é n t o d o s los medios hu-
m a n o s p a r a hallar u n a iluminación n a t u r a l (re-
cogida de datos de la evidencia), los m i e m b r o s se
reúnen p a r a c o m p a r t i r los frutos de s u discer-
nimiento personal e n el proceso del discernimien-
to c o m u n i t a r i o .
El p r i m e r p r o b l e m a q u e debían resolver se re-
s u m e en esta p r e g u n t a : ¿deberían o n o perma-
necer unidos c o m o cuerpo en vez de dispersarse?
La r e s p u e s t a fue c l a r a m e n t e afirmativa al p o n e r
en c o m ú n , con claridad y sencillez, las mociones
del E s p í r i t u S a n t o q u e cada u n o h a b í a sentido en
sí m i s m o . Si p e r m a n e c í a n u n i d o s , p o d r í a n traba-
j a r m á s eficazmente en el servicio apostólico de
Cristo, es decir, p o d r í a n c u m p l i r m e j o r el objeti-
vo de su vocación. El control del discernimiento
c o m u n i t a r i o era, p u e s , el fin c o m ú n , acerca del
cual tenían ya t o d o s u n m i s m o sentimiento y e n
función del cual t r a t a b a n d e discernir los medios
mejores p a r a llevarlo a cabo.

El segundo tiempo

P a r a conservar la u n i ó n c o m o c u e r p o apostó-
lico, y r e c o r d a n d o q u e h a b í a n ya h e c h o voto de

71
pobreza y castidad p e r p e t u a s , los c o m p a ñ e r o s se
p r e g u n t a r o n entonces si debían h a c e r a d e m á s u n
voto de obediencia a u n o de ellos. Tuvieron bas-
tantes m á s dificultades p a r a llegar a u n a decisión
c o m ú n acerca de este p u n t o . Les fue necesario
a p u r a r a ú n m á s su m é t o d o de discernimiento en
cada u n a de sus e t a p a s :

1) Se e n t r e g a r o n con m a y o r intensidad a ú n
a la oración p a r a p e d i r la luz y la confirmación
del gozo y la paz en el E s p í r i t u acerca de la cues-
tión de la obediencia.
2) E n este t i e m p o de oración personal y dis-
cernimiento de espíritus n o h a b l a r o n u n o s con
o t r o s d u r a n t e el día, b u s c a n d o cada u n o perso-
n a l m e n t e la luz del E s p í r i t u S a n t o . E l discerni-
m i e n t o c o m u n i t a r i o n o p u e d e lograrse m á s q u e
si cada interlocutor h a discernido r e a l m e n t e los
espíritus en él m i s m o , en libertad interna. Dejar-
se llevar p o r «charlas de pasillo» destruiría la
a p e r t u r a al Espíritu.

3) Cada u n o cuidó especialmente d e alcanzar


la objetividad m á s a b s o l u t a y la m á s completa
libertad interior posible c o m o si n o formase par-
t e del g r u p o . Después, t r a s la oración y el discer-
nimiento, sacó sus conclusiones personales acerca
d e la cuestión de la obediencia c o m o m e d i o fa-
vorable p a r a u n m a y o r servicio apostólico a Cris-
t o y p a r a la conservación de la u n i ó n e n t r e los
compañeros.

4) E n el c u r s o del chsceniimiento comunita-


rio, la p r i m e r a noche, con t o d a sencillez y since-
ridad, cada u n o expresó las razones q u e c o n t r a el

72
voto de obediencia h a b í a hallado en su oración
y reflexión; y la noche siguiente, c a d a u n o dio
las razones que veía en favor del voto de obe-
diencia.
E s t e ú l t i m o p u n t o —la deliberada separación
de los tiempos en q u e se p r e s e n t a n los argumen-
tos negativos y positivos de la decisión a t o m a r —
es de los m á s significativos y prácticos. Ignacio
debió de a p r e n d e r en la m i s m a experiencia —lo
m i s m o p o d e m o s fácilmente hacer nosotros— q u e
si los a r g u m e n t o s positivos y negativos se pre-
sentan s i m u l t á n e a m e n t e en el m i s m o t i e m p o del
período del discernimiento, la discusión p u e d e
t r a n s f o r m a r s e r á p i d a m e n t e en debate m á s q u e en
diálogo. Más que escuchar con v e r d a d e r a aper-
t u r a lo que los d e m á s h a n discernido en su pro-
pia oración y reflexión, lo q u e se h a r á casi inde-
fectiblemente es p r e p a r a r c o n t r a a t a q u e s . A la lar-
ga, esta separación de tiempos de la discusión a
favor y en c o n t r a a h o r r a r á tiempo, pues se elimi-
n a r á n discursos y debates inútiles. Además, esta
separación de elementos positivos y negativos,
p u e s t a de manifiesto ante los ojos de t o d o s , h a r á
ver c l a r a m e n t e en m u c h o s casos cuál es la pos-
t u r a q u e m á s peso de evidencia tiene a su favor,
indicando de este m o d o cuál es la p a l a b r a de
Dios a q u í y ahora.

E n esta deliberación se les hizo p a t e n t e a los


c o m p a ñ e r o s , a través de su discernimiento comu-
nitario, q u e debían p r e s t a r obediencia a u n o de
ellos, viendo en ello el m e d i o m á s eficaz de reali-
zar su objetivo c o m ú n : el servicio apostólico ca-
da vez m a y o r a Cristo como c o m p a ñ e r o s .

73
b) El discernimiento comunitario hoy

Las c o m u n i d a d e s cristianas apostólicas, p a r a


ser capaces de renovarse y a d a p t a r s e a los signos
de los tiempos, deben hoy e m b a r c a r s e en el ca-
m i n o de u n a s experiencias decididas en c o m ú n ,
m e d i a n t e u n auténtico discernimiento comunita-
rio. ¿Cuáles p u e d e n ser las garantías de su auten-
ticidad?

La verdadera comunión
La p r i m e r a condición, sine qua non, es q u e
todos los m i e m b r o s de estas c o m u n i d a d e s tengan
conciencia de su v e r d a d e r a y profunda comunión;
entendiendo p o r ello la u n i ó n en profundidad q u e
se realiza m e d i a n t e el c o m p r o m i s o personal d e
cada m i e m b r o de cara al objetivo de la vocación
c o m ú n , m e d i a n t e el descubrimiento de la identi-
d a d personal de cada m i e m b r o en la identidad
c o m ú n d e t o d o el cuerpo. Comunión, u n i ó n en
profundidad, suponen u n a visión c o m ú n y com-
p a r t i d a del sentido de esta unión, de la razón de
ser de esta comunión. P a r a e m b a r c a r s e en el ca-
m i n o de u n verdadero discernimiento comunita-
rio, las c o m u n i d a d e s deben ser capaces de verifi-
c a r que, en m e d i o de t o d a s l a s tensiones superfi-
ciales y los desacuerdos y conflictos q u e de he-
cho se d a n en la expresión de su c o m ú n vocación,
sus m i e m b r o s tienen en c o m ú n u n a visión pro-
funda q u e les p r o p o r c i o n a u n a identidad c o m ú n ,
u n a profunda comunión, a p e s a r de las aparien-
cias c o n t r a r i a s .
El p r o b l e m a q u e se e n c u e n t r a hoy, c u a n d o se
t r a t a de verificar esta comunión, es el hecho de

74
q u e la c o m u n i ó n exige comunicación. P a r a mu-
chos, la discordia y división a p a r e n t e s — q u e n o
son sino u n a participación en la discordia y di-
visión q u e existen en todos los niveles de la co-
m u n i d a d h u m a n a — son en el fondo u n a falta de
comunicación, u n fracaso de lenguaje. Se t r a t a
de u n p r o b l e m a de lenguaje, ocasionado p o r el
cambio cultural radical y r á p i d o que a c t u a l m e n t e
atraviesa la h u m a n i d a d . P a r a b u e n a p a r t e de per-
sonas, la dificultad del diálogo e n t r e generacio-
nes, q u e se da en los m i e m b r o s de las comunida-
des religiosas y laicas lo m i s m o q u e en o t r o s gru-
pos, es f u n d a m e n t a l m e n t e u n choque cultural, el
enfrentamineto b r u t a l de dos modelos culturales
diferentes. Si somos capaces de s u p e r a r la fija-
ción de expresiones histórica y c u l t u r a l m e n t e con-
dicionadas (y p o r ello relativas) del objetivo de
n u e s t r a vocación, nos será posible, incluso hoy
en día, hacer la experiencia de n u e s t r a profunda
comunión. Quien c o m p r e n d e el v e r d a d e r o sentido
de ese objetivo c o m ú n y es capaz de leer los sig-
nos de los tiempos, e s t a r á en condiciones de adap-
t a r s e a las exigencias de la p a l a b r a de Dios en
u n a cultura nueva y cambiante, y de hacerlo go-
zosamente en u n i ó n de sus c o m p a ñ e r o s . E l dis-
cernimiento c o m u n i t a r i o n o p u e d e llevarse a ca-
b o sino c u a n d o se hace la experiencia de la co-
m u n i ó n fundamental c o m o realidad v e r d a d e r a y
realmente presente.

La oración compartida
T o m e m o s el caso, q u e es el m á s familiar p a r a
el autor, de los m i e m b r o s de la C o m p a ñ í a de Je-

75
sus q u e viven, al igual q u e otros, este p r o b l e m a .
Cada jesuíta h a reconocido su p r o p i a identidad
personal en Jesucristo d e n t r o del horizonte d e la
vocación c o m ú n de la Compañía de Jesús; po-
nerse al servicio siempre m a y o r de Cristo en su
Iglesia, como c o m p a ñ e r o s , yendo p o r t o d o el
m u n d o p a r a a y u d a r a los h o m b r e s q u e tienen ne-
cesidad de Cristo. Cada jesuíta h a c e individual-
m e n t e la experiencia de este objetivo c o m ú n , se-
gún la conciencia de su p r o p i o carisma, a través
del cual el E s p í r i t u S a n t o manifiesta su presen-
cia y su p o d e r en él y le llama a e n t r e g a r t o d a su
vida y energía p a r a la realización de e s t a voca-
ción. Dado q u e esta experiencia individual n o es
verbal, sino vivencial, u n a gran p a r t e del cono-
cimiento m u t u o q u e p r o p o r c i o n a la p u e s t a en co-
m ú n de esta experiencia, se realizará p o r m e d i o
de u n a comunicación n o verbal.
Uno de los medios m á s eficaces p a r a llevar a
cabo esta p u e s t a en c o m ú n , en u n a época d o n d e
el fracaso del lenguaje es grande, p a r e c e ser el
de la oración espontánea c o m p a r t i d a . Oir c ó m o
o r a a Dios u n c o m p a ñ e r o , incluso en u n lenguaje
que u n o m i s m o n o p o d r í a emplear, es u n m o d o
m u y eficaz de llegar a reconocer q u e comparti-
m o s la m i s m a experiencia fundamental de voca-
ción, la m i s m a identidad personal, la m i s m a res-
p u e s t a de c o m p r o m i s o vital q u e el o t r o . Nues-
t r o s actuales esfuerzos de discernimiento comu-
nitario recibirán u n a gran ayuda si los comenza-
m o s y los a c a b a m o s con u n a oración espontánea
y compartida.
Y p o r encima de t o d o esto, la m a y o r exigencia
es la de u n a renovación personal, en todos los

76
m i e m b r o s de la c o m u n i d a d , de su experiencia
profunda, personal, de fe en Jesucristo, de su res-
p u e s t a total a la llamada carismática del Espíri-
t u en ellos, y de su comunión m e d i a n t e la parti-
cipación recíproca en esta experiencia. Mediante
la u n i ó n con Jesucristo es como lograremos la
u n i ó n e n t r e n o s o t r o s . El discernimiento indivi-
dual y el discernimiento c o m u n i t a r i o n o p u e d e n
realizarse con éxito a m e n o s que, m e d i a n t e la ora-
ción continuada y el discernimiento de espíritus,
se cultiven c o n s t a n t e m e n t e u n a v e r d a d e r a liber-
t a d y u n a a p e r t u r a interior al Espíritu. El fra-
caso m á s frecuente en el discernimiento comuni-
tario procede del hecho de q u e las p e r s o n a s q u e
lo realizan n o oran. E s simplemente algo t a n sen-
cillo —y t a n difícil— como esto.

El sentido del ser compañeros

E n estos tiempos en que se exalta la b ú s q u e d a


m á s bien r o m á n t i c a de la realización personal, es
igualmente necesario insistir en el significado de
ser c o m p a ñ e r o s . Al h a b l a r del discernimiento de
las decisiones q u e debe t o m a r el Superior, Igna-
cio insiste en la necesidad de t r a t a r de h a c e r cons-
t a n t e m e n t e la síntesis e n t r e el bien personal de
los individuos y el bien universal de la comuni-
dad, en u n a dialéctica continua. E l o b j e t o es u n i r
los elementos personales y c o m u n i t a r i o s t o d o lo
a m e n u d o q u e se pueda, m e d i a n t e u n v e r d a d e r o
discernimiento en c o m ú n . Pero c u a n d o t r a s ese
discernimiento, aparece clara la imposibilidad de
esta síntesis, el bien universal de la c o m u n i d a d

77
es quien tiene p r i o r i d a d a la h o r a de t o m a r u n a
decisión, precisamente p o r q u e la identidad per-
sonal de c a d a m i e m b r o se halla en la identidad
d e la c o m u n i d a d . E n t o d a c o m u n i d a d , incluso e n
la de dos p e r s o n a s u n i d a s en m a t r i m o n i o , exis-
te u n a realidad nueva y superior a la de c a d a
«yo» individual: la realidad del «nosotros». La
ú l t i m a p a l a b r a debe siempre dejarse a ese «no-
sotros».
Cuando u n a p e r s o n a se e m b a r c a en el c a m i n o
del discernimiento individual o c o m u n i t a r i o , debe
s i e m p r e tener, pues, u n a p r o f u n d a conciencia de
ser m i e m b r o de u n cuerpo, de u n g r u p o de com-
p a ñ e r o s , unidos p o r su total c o m p r o m i s o e n el
horizonte de su c o m ú n vocación, en profunda co-
m u n i ó n p o r m e d i o de su a m o r personal a Dios
en Jesucristo, y q u e expresan este a m o r a Dios
c o m p a r t i d o a través de su a m o r m u t u o y su
conjunta acción apostólica. Al t r a t a r s e de u n a
vocación de servicio apostólico a Cristo como
compañeros, será a veces necesario r e n u n c i a r al
p r o p i o juicio p a r a p o d e r e n c o n t r a r el profundo
c o n t e n t o en el fruto, expresado en la decisión uni-
ficadora final, del discernimiento de t o d o s los
compañeros en común.
E n esta necesidad de sacrificar el p r o p i o jui-
cio y los sentimientos personales p a r a reconocer
—al m e n o s a la larga— el bien m á s universal, co-
m o es la conservación de la u n i ó n de todos p a r a
el servicio apostólico de Cristo c o m o compañe-
ros, aparece c l a r a m e n t e el sentido de ese conten-
t o ignaciano, q u e se opone a los espontáneos sen-
timientos de repugnancia. P o r ejemplo, es posi-
ble q u e u n o de los c o m p a ñ e r o s desee t o m a r u n

78
d e t e r m i n a d o c a m i n o , t r a s h a b e r hecho u n discer-
n i m i e n t o individual, y reconocer, sin e m b a r g o ,
q u e o t r o camino, m e n o s apetecible p a r a él per-
sonalmente, es m e j o r p a r a la c o m u n i d a d a q u í y
a h o r a . Quien c o n s t a n t e m e n t e m a n t i e n e c o m o
n o r m a de su discernimiento el objetivo de la vo-
cación c o m ú n , c o m p a r t i r á el m u t u o contento de
los c o m p a ñ e r o s en la decisión c o m ú n final. E s
decir, que, a p e s a r de los espontáneos sentimien-
tos de decepción q u e experimenta, reconocerá,
con u n a paz profunda, q u e ésa es la expresión
auténtica de su identidad personal en Jesucris-
to. La v e r d a d e r a respuesta a la p a l a b r a q u e Dios
le dirige a él c o m o c o m p a ñ e r o a q u í y ahora.

79
4. El discernimiento de espíritus

El discernimiento de espíritus, es decir, la cri-


b a de experiencias interiores con vistas a clarifi-
c a r su origen, p a r a saber si provienen del Espí-
ritu de Dios o del Maligno, comienza, e n el cris-
tianismo, con la r e s p u e s t a d e fe o d e rechazo a
Jesús m i s m o . El Evangelio p r e s e n t a a J e s ú s co-
m o signo de contradicción y cada h o m b r e debe
p r e g u n t a r s e , a n t e él, de d ó n d e viene: ¿ E s Cristo
de Dios o es alguien q u e realizó señales p o r el po-
der de S a t a n á s ? La opción a la q u e conduce este
p r i m e r discernimiento es u n a elección existencial
q u e d e t e r m i n a la m á s profunda orientación d e u n
h o m b r e y que, en consecuencia, le p r o p o r c i o n a
la n o r m a de discernimiento de t o d o s sus actos
ulteriores. Sólo t r a s h a b e r discernido el origen de
Jesús p u e d e h a b l a r s e del discernimiento de opcio-
nes individuales, p u e s el discernimiento de las
opciones en el t i e m p o s u p o n e q u e se h a t o m a d o
u n a p o s t u r a fundamental en relación al sentido
total de la vida, q u e d e t e r m i n a el valor de t o d a s
las posteriores opciones. Y a la inversa, las tenta-
ciones se p r e s e n t a r á n como impulsos c o n t r a e s t a
orientación fundamental y la p u e s t a en práctica
de sus consecuencias.

81
a) La dinámica de los Ejercicios

Toda la dinámica de los Ejercicios Espiritua­


les de Ignacio es u n desarrollo de este discerni­
m i e n t o fundamental, q u e p e r m i t e reconocer a
Jesús c o m o de Dios y la vida c o m o u n embarcar­
se en su seguimiento, con todas las consecuencias
q u e de ello se desprenden. E s t a dinámica se pre­
senta, en esencia, en el Principio y Fundamento,
al comienzo de los Ejercicios. La actitud funda­
m e n t a l del creyente se define en él c o m o la de la
v e r d a d e r a libertad espiritual: a p e r t u r a absoluta
al E s p í r i t u y único deseo de realizar u n a comu­
n i ó n perfecta con Dios. E s t a actitud, q u e Ignacio
llama «indiferencia», debe regular todas las op­
ciones y t o d a s las acciones del creyente. A través
de las meditaciones del p e c a d o y del infierno u n o
es llevado a hacer la experiencia interior profun­
d a de e s t a r e n c e r r a d o en sí m i s m o , prisionero p o r
la ausencia de a m o r , a h o r a y p a r a siempre. Me­
diante esto u n o es conducido a enfrentarse al sig­
nificado del definitivo «sí» o «no» a Dios.

El «sí» sin condiciones

La meditación del Reino de Cristo a b r e , a


aquel q u e hace los Ejercicios, a la llamada q u e
Cristo le h a c e p a r a e s t r u c t u r a r su vida según el
modelo de la m i s m a vida de Cristo, cuyo alimen­
t o e r a h a c e r la voluntad del P a d r e q u e le h a b í a
enviado. E s t a meditación t e r m i n a en u n a «ofren­
da»: ésta es u n sí incondicional a la l l a m a d a de
Cristo y u n a aceptación de t o d o s los riesgos de

82
consecuencias inesperadas y desconcertantes de
ese «sí».
A lo largo de los ejercicios siguientes de la
«segunda semana», Ignacio prosigue y clarifica
la dinámica del conjunto. Las «Dos b a n d e r a s »
son u n r e t r a t o vivo d e la radical oposición e n t r e
el egoísta a m o r de sí m i s m o y el v e r d a d e r o d o n
de sí en el a m o r cristiano, a m o r a Dios y a los
d e m á s . E n el ejercicio de los «tres binarios de
h o m b r e s » , quien hace los Ejercicios es llevado a
realizar u n a total a p e r t u r a al Espíritu, en el po-
der eficaz de decir y de vivir su «sí» incondicional
a la p a l a b r a de Dios en t o d a situación eventual.
Ignacio, b u e n conocedor de la psicología h u m a -
n a y de las exigencias de u n discernimiento autén-
tico, sugiere u n ejercicio espiritual m u y eficaz,
en u n a n o t a de esta meditación:

«Es de n o t a r q u e c u a n d o n o s o t r o s sen-
t i m o s affecto o repugnancia c o n t r a la po-
breza actual, q u a n d o n o somos indiferen-
tes a pobreza o riqueza, m u c h o aprovecha
p a r a extinguir el tal affecto d e s o r d e n a d o
p e d i r en los coloquios (aunque sea c o n t r a
t« la carne) q u e el Señor le elija en pobreza
actual; y q u e él quiere, pide y suplica, sólo
q u e sea servicio y alabanza de la su di-
vina b o n d a d » ( E j . n.° 157).

Se t r a t a d e u n test espiritual, p a r a ver si se es


r e a l m e n t e libre, si se está r e a l m e n t e abierto al
E s p í r i t u c u a n d o se está a n t e u n a opción q u e h a y
q u e discernir. La p r u e b a de esta libertad interior
y de esta a p e r t u r a al E s p í r i t u sería la siguiente:

83
puestos a n t e la posibilidad e s t r i c t a m e n t e imagi­
n a r i a de ser llamados p o r la p a l a b r a d e Dios a
u n a elección q u e vaya e n c o n t r a de los propios
deseos, p o d r í a u n o hallarse c o n t e n t o con ello, c o n
ese c o n t e n t o d e paz p r o f u n d a en r e s p u e s t a a la
p a l a b r a de Dios. P o r esto Ignacio aconseja al q u e
h a c e los Ejercicios, si ve q u e su corazón n o está
a ú n r e a l m e n t e libre, q u e p i d a a Dios e n la ora­
ción q u e le conduzca allí d o n d e n o le agrada, con
tal q u e sea allí d o n d e Cristo quiere q u e le siga.

Amor y seguimiento

La consideración del «Tercer g r a d o de hu­


mildad» tiene p o r finalidad el colocar el compro­
miso de quien hace los Ejercicios en u n contexto
de a m o r y, p o r t a n t o , d e paz y gozo profundos.
Se siguen diversas contemplaciones de misterios
de la vida de Cristo, convergiendo t o d a s ellas e n
u n conocimiento m á s í n t i m o d e Jesús y en u n m á s
ardiente a m o r , u n a conformación m á s completa
con Jesús, siguiendo siempre la v o l u n t a d del Pa­
d r e . Incluso c u a n d o ésta lleva al Calvario. A tra­
vés d e estas contemplaciones, el q u e h a c e los
Ejercicios se v e progresivamente conducido a de­
m o s t r a r su resonancia interior a n t e los senti­
m i e n t o s de Jesucristo (sentir), el cual le h a r á ca­
paz de discernir la p a l a b r a q u e Dios le dirige en
el m o m e n t o de la Elección y ya siempre después.
La consideración del «Tercer g r a d o de humil­
dad» le h a c e c o m p r e n d e r p l e n a m e n t e q u e el se­
guimiento de Jesús se realiza en el a m o r y p o r
a m o r ; q u e conformándose al m o d e l o d e vida de

84
Jesús es c o m o se e n t r a en u n a c o m u n i ó n conti-
n u a con El.
La Tercera S e m a n a de Ejercicios profundiza
este a m o r d e c o m u n i ó n en la conciencia del se-
guimiento de u n Señor sufriente y crucificado e n
su t r a b a j o y su p e n a hacia su gloria de Resucita-
do. E s u n t i e m p o de crecimiento en el a m o r real
a Jesús, p u e s el a m o r quiere unión, el a m o r bus-
ca c o m u n i ó n , el a m o r h a c e ansiar e s t a r con el
a m a d o allí d o n d e él vaya. El a m o r de Cristo h a c e
q u e u n h o m b r e ansie e s t a r con E l d o n d e q u i e r a
q u e vaya, incluso c u a n d o sube hacia el Calvario.
Ignacio p o n e al q u e h a c e los Ejercicios a n t e el
Crucificado, y le p r o p o n e q u e c o n t e m p l e larga-
m e n t e a Jesús, colgado así de la cruz p o r a m o r
a él y a t o d a la h u m a n i d a d . Jesús le p r e g u n t a :
«¿Quieres realmente e s t a r conmigo?, h a s t a ha-
cerle realizar en sí m i s m o la experiencia d e la
profundidad de su a m o r personal a Jesús, y h a c e r
t a m b i é n q u e le r e s p o n d a : «Señor, n o estoy mi-
r a n d o la cruz, ni las heridas, ni la agonía, n i la
m u e r t e . Sólo t e m i r o a Ti. Lo ú n i c o q u e quiero es
e s t a r contigo».
La C u a r t a S e m a n a completa esta experiencia
.-pascual y p o n e en la p r o p i a conciencia la b a s e d e
la experiencia q u e r e a l m e n t e confirma las opcio-
nes discernidas, el «Amén» q u e debe finalizar e n
«Aleluya».
De este m o d o t o d a la dinámica d e los Ejerci-
cios Espirituales es u n desarrollo del discerni-
m i e n t o fundamental d e Jesús como Cristo d e Dios
y de la vida c o m o u n enrolarse en s u seguimiento
según t o d a s las consecuencias de esta opción. E s t e
modelo se verifica en las «Reglas del discerni-

85
m i e n t o de espíritus» q u e siguen a los Ejercicios
Espirituales. Más q u e u n c o m e n t a r i o de c a d a re­
gla —cosa q u e ya h a sido hecha p o r u n g r a n nú­
m e r o de comentaristas—, lo q u e v a m o s a inten­
t a r es u n a descripción del d i n a m i s m o subyacen­
te en el discernimiento de espíritus ignaciano.
Dentro del proceso total q u e a c a b a m o s de des­
cribir, el discernimiento d e espíritus es u n ele­
m e n t o de la e t a p a de oración personal. E s la cla­
ve q u e nos lleva al sentir, al «conocimiento in­
terno» q u e reacciona a n t e la evidencia y que, p o r
esta dialéctica, nos p e r m i t e discernir la p a l a b r a
de Dios a q u í y ahora.

b) Las «Reglas» del discernimiento

Ignacio p e n s a b a q u e las «mociones» q u e u n a


p e r s o n a experimenta al nivel en q u e conoce las
cosas interiormente, tenían u n a e n o r m e impor­
tancia. Cuando n o se p r o d u c e ninguna «moción»,
el q u e d a los Ejercicios a alguien tiene q u e inves­
tigar p o r q u é o c u r r e eso.
Sin i n t e n t a r h a c e r aquí u n estudio de la an­
tropología de Ignacio, tenemos q u e p r e g u n t a r n o s
acerca de la naturaleza de estas mociones. P a r a
Ignacio, tienen u n a fuente triple: la libertad cons­
ciente, q u e hace referencia a la experiencia acti­
va interior, el «buen espíritu» y el «mal espíritu»,
q u e hacen referencia a la experiencia pasiva in­
terior. Las mociones que exigen discernimiento
son aquellas q u e b r o t a n de la experiencia pasiva,
aquellas en las q u e se tiene conciencia de ser con­
ducido hacia u n a opción práctica. E n la antropo-

86
logia ignaciana existe u n a fundamental distinción
e n t r e el «yo» q u e se c o m p r o m e t e en opciones li­
b r e s , y esas fuerzas externas que, incluso en el
interior de la p e r s o n a física de u n ser, a c t ú a n so­
b r e ese «yo». El discernimiento de la orientación
de las mociones q u e se experimentan interior­
m e n t e debe conducir a u n conocimiento i n t e r n o
de la actitud existencial radical q u e le rige e n su
m o d o de a c t u a r y de elegir. Así, p a r a quienes su
orientación fundamental les lleva al «pecado mor­
tal», el enemigo les p r o p o n e placeres sensibles
imaginarios, m i e n t r a s q u e el «buen espíritu» les
provoca r e m o r d i m i e n t o s de conciencia. P a r a quie­
nes, p o r el contrario, están ya c o m p r o m e t i d o s con
Cristo, los diversos «espíritus» a c t ú a n en o t r o sen­
tido, el «bueno» provocando alegría y el «malo»
tristeza.

Consolación y desolación

Incluso las reglas que se d a n p a r a el discerni­


m i e n t o de espíritus en la «primera semana» d e
los Ejercicios Espirituales suponen u n a p e r s o n a
4> f u n d a m e n t a l m e n t e o r i e n t a d a hacia Dios. A través
d e las experiencias alternantes d e consolación y
desolación, puede ir d e t e r m i n a n d o su p r o g r e s o
en el crecimiento espiritual y profundizar su com­
p r o m i s o con Dios y su crecimiento e n libertad
interior. Sin e m b a r g o , en esas reglas, lo q u e pre­
tende el discernimiento es a y u d a r a distinguir en­
t r e las mociones q u e i m p u l s a n a la acción, u n a s
b u e n a s y o t r a s m a l a s , al m e n o s teóricamente.
«Consolación» y «desolación» son definidas

87
p o r Ignacio en t é r m i n o s de sentimientos, d e expe­
riencias interiores. La consolación es la experien­
cia q u e se tiene del a m o r d e Dios, de la libertad
interior y de la a p e r t u r a al Espíritu. La desola­
ción, p o r el contrario, es u n sentimiento de atrac­
ción hacia «cosas bajas», u n e s t a d o e n q u e u n o
se e n c u e n t r a «sin a m o r » . E s el sentimiento d e
hallarse e n c e r r a d o en el a m o r de sí m i s m o o el
«no-amor». Quien se e n c u e n t r a e n desolación n o
debe guiarse d e sus sentimientos, de su sentir,
fiándose de ellos, en su discernimiento: n o debe
c a m b i a r las decisiones t o m a d a s en el m o m e n t o
de la consolación, es decir, en el sentimiento de
libertad y de a p e r t u r a al Espíritu. E n este ejerci­
cio de m e m o r i a , debe r e c o r d a r esa experiencia de
consolación p a r a t r a e r al presente la paz del pa­
sado.

La memoria activa

La m e m o r i a , p a r a Ignacio, n o es estática sino


dinámica. N o es el recuerdo de u n m o m e n t o pa­
s a d o e n u n t i e m p o lineal, sino el acto de r e c o r d a r
aquello q u e traigo a h o r a al conocimiento com­
plejo q u e tengo de m í m i s m o . P a r a c o m p r e n d e r
esta concepción dinámica de la conciencia h u m a ­
na, debemos imaginarla c o m o u n a esfera e n cons­
t a n t e expansión, d e n t r o d e la cual se e n c u e n t r a n
o t r a s esferas concéntricas cuyas circunferencias
se hallan a distancias diversas del centro al q u e
se está aplicando entonces t o d a la atención. La
e s t r u c t u r a de la conciencia h u m a n a es así u n a es­
t r u c t u r a de m u e r t e y resurrección continuas. El

88
único «yo» q u e soy es la personalidad del mo-
m e n t o presente, p e r o q u e recapitula t o d a la his-
toria p a s a d a q u e tengo e n m i conciencia siempre
en expansión, en tensión hacia la futura realiza-
ción de m í m i s m o . Pero cada m o m e n t o presente
en m i conciencia se desliza haciéndose p a s a d o ,
incluso c u a n d o intento q u e d a r m e fijo en él: mue-
r e y resucita i n m e d i a t a m e n t e en u n nuevo mo-
m e n t o del conocimiento de m í m i s m o siempre en
expansión.
Así, pues, según la distancia relativa q u e se-
p a r a a t o d a s mis experiencias p a s a d a s del p u n t o
sobre el q u e en este m o m e n t o centro la atención
—incluidas las de consolación, de a p e r t u r a a
Dios, de conciencia de la presencia y p o d e r del
E s p í r i t u en mí—, soy consciente, de u n m o d o m á s
o m e n o s vago, de esa experiencia q u e llevo con-
migo en el m o m e n t o presente. Así, m i e n t r a s m e
concentro en la redacción de este texto, p a s a n
p o r m i cabeza t o d a suerte de cosas: u n a s sufi-
cientemente claras, o t r a s m á s difuminadas, u n a s
m e c a u s a n alegría, o t r a s angustia. Cada u n o pue-
de verificar en su conciencia esto m i s m o . Como
m á s adelante veremos, este d i n a m i s m o complejo
».. del conocimiento de sí es lo q u e se halla suyacen-
te en la noción ignaciana del descubrimiento de
Dios en t o d a s las cosas. Basta señalar p o r a h o r a
q u e el a c o r d a r s e de la consolación c u a n d o se es-
tá en desolación es c e n t r a r la atención en u n a
esfera m á s o menos alejada de la p r o p i a concien-
cia en expansión constante, esfera en la q u e se
halla inscrita esa experiencia p a s a d a de consola-
ción, es decir, la p r o p i a experiencia de Dios. Re-
p a s a n d o m i historia pasada, q u e todavía está pre-

89
senté en m í , es como p u e d o p o n e r en claro m i
crecimiento en el E s p í r i t u y la pedagogía de Dios
en m i vida. E s o m i s m o hace q u e yo p u e d a salva­
g u a r d a r la continuidad a través d e las e t a p a s
m á s divergentes de m i vida espiritual.

En situaciones ambiguas

Las reglas del discernimiento de espíritus q u e


se d a n en la Segunda S e m a n a de los Ejercicios
Espirituales tienen u n a óptica diferente. E s t a s re­
glas a y u d a n a discernir la p a l a b r a de Dios e n si­
tuaciones concretas p e r o ambiguas, en las q u e n o
existe u n a clara distinción e n t r e lo q u e es j u s t o
y lo q u e no, e n t r e lo q u e es b u e n o y lo q u é es me­
j o r . El p r o b l e m a entonces consiste en j u z g a r cuál
es la l l a m a d a auténtica del E s p í r i t u a la q u e se
debe responder.
La práctica de estas reglas p r e s u p o n e u n a per­
sona q u e n o sea n e u r ó t i c a n i se halle emocional-
m e n t e desequilibrada, sino q u e sea u n a p e r s o n a
r e a l m e n t e m a d u r a q u e h a descubierto su p r o p i a
identidad en Jesucristo y q u e libremente se h a
entregado p o r completo p a r a vivirla. P o r esto Ig­
nacio insiste t a n t o en el hecho de q u e los Ejerci­
cios n o son p a r a t o d o el m u n d o . P a r a u n a p e r s o n a
cuya efectividad esté desordenada, las Reglas del
discernimiento de espíritus de la Segunda Sema­
n a n o son ú n i c a m e n t e inútiles, sino q u e son posi­
tivamente peligrosas.
Teniendo como tiene el Maligno p o d e r p a r a
«transformarse en ángel de luz», el p r o b l e m a del

90
discernimiento es a h o r a el de detectar el origen
de las «mociones» —la «cola serpentina» q u e se
oculta detrás—, m e d i a n t e el discernimiento de
su orientación. P a r a lograr llevar a cabo este dis­
cernimiento en situaciones a m b i g u a s es necesa­
rio t e n e r en la p r o p i a conciencia la p e r m a n e n t e
piedra de t o q u e de la profunda paz interior. E n
efecto, t o d o tiene su b a s e en u n a c o m p a r a c i ó n en­
t r e experiencia y experiencia. La validez de la ac­
tual elección e n t r e o t r a s alternativas posibles re­
cibe su confirmación al c o m p a r a r la actual expe­
riencia de paz, de calma, de c o n t e n t o en esa elec­
ción específica (o la experiencia c o n t r a r i a d e fal­
t a de paz, etc.), con la paz, c a l m a y c o n t e n t o q u e
se h a tenido en la p r i m e r a experiencia de apertu­
r a y a b a n d o n o a Dios en Cristo. Si n o se h a he­
cho esta p r i m e r a experiencia, si n u n c a se h a lle­
gado a descubrir todavía la p r o p i a identidad per­
sonal en Jesucristo confirmada p o r u n a profunda
impresión de reposo, de plenitud, de calma, de
«vuelta a casa» en ese libre c o m p r o m i s o , n o h a y
capacidad p a r a c o m p a r a r l a con la experiencia ac­
tual en referencia a la elección de u n a acción de­
t e r m i n a d a , n o es posible descubrir la p a l a b r a de
Dios reciba aquí y a h o r a p o r el discernimiento
de espíritus.

El criterio del discernimiento

La utilización de este m é t o d o exige, p u e s , la


continua renovación en la oración de la radical
y p r i m e r a experiencia q u e se h a tenido de Dios e n

91
Cristo. P a r a u n a p e r s o n a c o m p r o m e t i d a en s u vo-
cación apostólica, esto significa q u e debe r e n o v a r
su conciencia de la llamada p a r t i c u l a r del Espí-
r i t u S a n t o q u e u n día le llevó a e n c o n t r a r su iden-
tidad personal en el horizonte de u n a vocación
c o m ú n y en su entrega total a esta vocación. Es-
t a es p a r a él la piedra d e t o q u e p e r m a n e n t e p a r a
discernir la orientación y el origen d e las «mo-
ciones» q u e experimenta interiormente al hallar-
se frente al hecho de t e n e r q u e elegir e n t r e opcio-
nes alternativas de acción q u e v a n en el sentido
de la realización de esta vocación. P a r a u n a co-
m u n i d a d q u e pone en práctica u n discernimiento
c o m u n i t a r i o , la confirmación p o r el m u t u o con-
tento supone al m i s m o t i e m p o la presencia de
esta piedra de t o q u e en t o d o s aquellos a quienes
el discernimiento concierne.
Lo q u e a q u í se está teniendo p r e s e n t e es lo
q u e los c o m e n t a r i s t a s l l a m a n la «confirmación
positiva» de u n a elección, es decir, la paz interior
que se experimenta c o m o proviniendo de Dios y
q u e d a a e n t e n d e r q u e Dios acepta esa elección.
Si n o se llega a e x p e r i m e n t a r esta paz interior, la
elección debe realizarse conforme al «Tercer tiem-
p o de elección», es decir, sopesando las ventajas »
e inconvenientes según la razón. E n este caso la
confirmación será «negativa» o «interpretada»:
la paz interior n o es u n a nueva experiencia q u e
se siente de inmediato, sino el recuerdo de la pri-
m e r a experiencia p r o l o n g a d a m e d i a n t e la m e m o -
ria dinámica. No se tiene u n a experiencia absolu-
ta de q u e Dios rechaza la elección realizada, y ese
silencio del S e ñ o r se i n t e r p r e t a c o m o su confir-
mación.

92
E n a m b o s casos, la experiencia p r i m e r a en la
q u e se descubrió la orientación m á s p r o f u n d a de
t o d o el ser es la que, en consecuencia, se consti­
tuye en n o r m a de discernimiento p a r a t o d a s las
futuras elecciones. E n esa p r i m e r a experiencia se
tuvo conciencia de u n a paz p r o f u n d a e n total aper­
t u r a a cualquier eventual consecuencia, concien­
cia de u n t o t a l a b a n d o n o a t o d a s las imprevisi­
bles l l a m a d a s del E s p í r i t u q u e p u d i e r a n oírse e n
el futuro, conciencia de u n a a b s o l u t a disponibili­
d a d p a r a seguir a Cristo d o n d e q u i e r a q u e E l pu­
diese ir. E s c o m o si se h u b i e r a dicho: «No tengo
idea alguna de a d o n d e vas a llevarme, p e r o estoy
dispuesto a todo, y en ello consiste m i paz, m i
plenitud y m i realización.

El crecimiento en el Espíritu

El h o m b r e es u n ser en relación. Su persona­


lidad crece y crea su identidad personal e n la me­
dida en q u e va integrando progresivamente t o d o s
las relaciones de su vida en t o r n o al núcleo cen­
tral que constituye su total c o m p r o m i s o d e base.
E s t a integración de las relaciones d e t e r m i n a si
u n a «moción» se discierne c o m o proviniendo del
«buen espíritu» o del «mal espíritu». U n a elec­
ción q u e en sí m i s m a p u e d e ser b u e n a p a r a u n a
p e r s o n a p o r q u e p u e d e ser integrada en su iden­
tidad personal, p u e d e ser m a l a p a r a o t r a p o r q u e
n o es integrable. Aquello que, p a r a u n a p e r s o n a
p u e d e ser u n p a s o positivo d e c a r a a su realiza­
ción, puede perjudicar a o t r a p e r s o n a e n la inte-

93
gración d e sus relaciones. Así, los m i e m b r o s de
u n a c o m u n i d a d apostólica deben discernir, en co­
m ú n o individualmente, si u n a elección determi­
n a d a es o n o integrable en el sentido de la voca­
ción c o m ú n y, e n t r e diversas opciones posibles,
cuál es la q u e parece ser m á s c l a r a m e n t e p a l a b r a
de Dios a q u í y ahora, cuál se halla m á s en con­
f o r m i d a d con el m o d e l o de obediencia de Cristo
a la v o l u n t a d del P a d r e .
E s t e es, p u e s , el crecimiento en el E s p í r i t u :
u n crecimiento de la personalidad q u e va inte­
g r a n d o c a d a vez m á s t o d a s sus relaciones y cuya
identidad se e s t r u c t u r a siempre m á s en el inte­
r i o r de t o d a s las esferas concéntricas del conoci­
m i e n t o de sí en la expansión. De m o d o gradual,
la conciencia de la presencia y el p o d e r del Espí­
r i t u S a n t o y de la sensibilidad t o t a l a t o d a s sus
llamadas, se va haciendo cada vez m á s clara y
constante, incluso a u n q u e n o se le aplique la aten­
ción de m o d o inmediato. E s o quiere decir Igna­
cio c u a n d o h a b l a de «encontrar a Dios e n t o d a s
las cosas». Dios se convierte en u n clima e n el
q u e se está viviendo de continuo, u n a m b i e n t e
p e n e t r a n t e e n el q u e se está siempre a c t u a n d o ,
el horizonte constante e n el q u e se ven siempre
t o d a s las cosas. Al final de s u vida, Ignacio afir­
m a b a q u e podía volver su atención a Dios a vo­
luntad, e n c o n t r a r a Dios siempre q u e lo desea­
ba. P o r el crecimiento en el Espíritu, q u e n o se
realiza de golpe, sino m e d i a n t e u n a fidelidad, u n a
oración y u n auténtico discernimiento continuo,
somos progresivamente conducidos a la plena

94
conciencia de la presencia y la fuerza del Espíri­
t u S a n t o d e n t r o de n o s o t r o s .

El examen de conciencia

E n este contexto del crecimiento en el Espíri­


t u es fácil c o n p r e n d e r p o r qué Ignacio insiste tan­
t o en la práctica cotidiana del «examen de con­
ciencia». Ignacio lo entiende como la renovación
c o n s t a n t e de la p r i m e r a experiencia de total aper­
t u r a a Dios, la c o m p a r a c i ó n c o n t i n u a e n t r e las
experiencias de cara a discernir siempre la pala­
b r a de Dios aquí y a h o r a y r e s p o n d e r a ella c o n
autenticidad. A m e d i d a que va creciendo en el
Espíritu, a m e d i d a q u e t o d a s las relaciones de su
vida van integrándose cada vez m á s en su iden­
t i d a d profunda, el h o m b r e apostólico irá hacien­
d o m á s y m á s la experiencia, con g r a n facilidad,
casi espontáneamente, de u n continuo discerni­
m i e n t o de sus acciones ordinarias de cada día. Y
lo h a r á m e d i a n t e el sentir, experimentando la
consonacia o la disonancia de las «mociones» con
su identidad profunda. La m a y o r p a r t e de sus de­
liberaciones se realizarán, pues, n o m e d i a n t e u n
examen racional, sino p o r el testimonio de la ex­
periencia q u e vive él, n o como conclusión de u n
razonamiento, sino como respuesta a u n a fuerza
interior q u e le hace preferir u n c a m i n o a o t r o ,
p o r q u e e n él reconoce la p a l a b r a q u e Dios efecti­
v a m e n t e le dirige. Cuando se halle ante u n a op­
ción m á s difícil y ambigua, será capaz de utilizar
con familiaridad el discernimiento de espíritus,
en u n a reflexión en oración sobre la complejidad

95
d e la evidencia, y p o d r á , incluso, llegar a la elec­
ción de u n a experiencia en p a z interior y conten­
t o . Como Ignacio, a p r e n d e r á a e n c o n t r a r a Dios
en t o d a s las cosas, incluso en la p a l a b r a descon­
c e r t a n t e o la l l a m a d a inesperada, incluso e n la
cruz de Cristo.

96
Conclusión:
Volver a la escuela

S a n Ignacio de Loyola nos legó u n a herencia


espiritual e n cuyo seno el discernimiento espiri-
tual p u e d e ser quizás el elemento m á s rico. E n el
m o m e n t o en q u e nos enfrentamos a los desafíos
de u n a época d e confusión y d e c a m b i o , u n mo-
m e n t o en q u e el a m o r activo de Dios en la histo-
ria, sin e m b a r g o , sigue a c t u a n d o d e m o d o m a r a -
villoso, p o d e m o s enfrentarnos a ella con valor y
con la fuerza q u e d a la u n i ó n d e los c o m p a ñ e r o s
e n u n a profunda c o m u n i ó n , discerniendo la pala-
b r a q u e Dios nos dirige p a r a u n servicio apostó-
lico a Cristo siempre m a y o r c o m o c o m p a ñ e r o .
¿ S a n Ignacio de Loyola fue u n político o u n
cruzado, u n Lenin del siglo XVI o u n conquista-
dor, u n d e s c u b r i d o r de América? (1) Su final res-
p o n d e a estas p r e g u n t a s . Murió en la brecha, el
31 de julio de 1556, casi solo e ignorándolo todos,
cogido h a s t a el final p o r el oscuro y cotidiano
t r a b a j o y la administración de su naciente Orden.
N a d a espectacular ni edificante e n el m o m e n t o

(1) Estas últimas líneas, que aportan un testimonio


del propio discernimiento espiritual de Ignacio, son el
texto de la homilía pronunciada en 1966 por el P. Michel
de Certeau, s. j . en la iglesia de San Ignacio de París.

97
de su desaparición. Cayó e n el s u r c o q u e e s t a b a
a b r i e n d o y d o n d e p o n í a u n pie t r a s o t r o ; m u r i ó
e n la habitación en la q u e iba organizando su
o b r a día a día. E s el silencioso final de u n o b r e r o
o c u p a d o h a s t a el ú l t i m o m o m e n t o en la «mies»
de la q u e el Evangelio nos habla. Se entregó con
a m o r a este servicio; se enraizó en él resuelta-
m e n t e , lúcidamente, desde m u c h o s años a t r á s ,
antes de ser e n t e r r a d o b r u s c a m e n t e c o m o u n a se-
milla en la tierra.
Murió allí, sin ver el fin de la j o r n a d a comen-
zada p o r él, sin certeza alguna del futuro destino
de la Orden q u e h a b í a fundado, sin g a r a n t í a al-
g u n a sobre la fidelidad futura de sus amigos y
de la o b r a p o r él e m p r e n d i d a . Al ser cogido y
s o r p r e n d i d o definitivamente p o r Dios, e s t a b a sen-
cillamente en su sitio; todavía hizo el gesto co-
tidiano, realista, siempre r e e m p r e n d i d o , siempre
p o b r e , q u e r e s p o n d e segundo a segundo a la ta-
rea, ese gesto de ir avanzando p a s o a p a s o e n la
mies cuyo comienzo y cuyo desenlace desconocía,
p e r o de la q u e ú n i c a m e n t e a p r e n d i ó el c o n s t a n t e
y m o d e s t o volver a empezar. Su final es el de u n
trabajador y un pobre, q u e m u e r e en la brecha.
E s la m u e r t e m á s ordinaria; es t a m b i é n la m á s
h e r m o s a . N o la eligió él, ciertamente, p e r o m e
atrevería a decir q u e la mereció c o m o la ú l t i m a
p a l a b r a de u n a vida arriesgada a r a s de suelo, e n
el valor de ser fiel a la renovación de u n servicio.
E s la firma d e su santidad, c o m o el final d e u n a
ú l t i m a relación o u n a ú l t i m a carta.
Bien diferente h a b í a sido en s u j u v e n t u d : e r a
u n gentilhombre ambicioso y deseoso de acciones
brillantes, seducido p o r los gestos q u e l l a m a n la

98
atención de los d e m á s . Le gustaba ser amado y
h a b í a en él u n a p a r t e de Quijote q u e vuelve a en-
c o n t r a r s e h a s t a después de su conversión c u a n d o ,
con la p i e r n a deformada p o r la herida, sueña con
ser u n h é r o e de Dios, y h a c e r c o m o los grandes
santos cuyas d o r a d a s leyendas lee e n t u s i a s m a d o :
«Santo Domingo hizo esto; p u e s yo lo tengo d e
hacer. S a n Francisco hizo esto; p u e s yo lo tengo
d e hacer».
Todavía está s o ñ a n d o ; prefiere el p a s a d o al
presente; cede a la tentación del prestigio de lo
excepcional, y a ú n n o discierne a Jesús de Naza-
ret en la modestia de las t a r e a s y urgencias actua-
les. Pero Ignacio p r o n t o cae e n la cuenta: la «per-
fección» a la q u e Dios n o s llama n o está e n esas
imágenes de lo extraordinario, e n esas inquietas
fijaciones, en esas escapadas hacia o t r o s sitios,
q u e nos detienen en el c a m i n o . La s a n t i d a d n o se
halla en ninguno de esos sueños q u e nos gobier-
n a n y nos fascinan — a m e n u d o eso viene a ser
lo m i s m o — , p o r q u e t e n e m o s m i e d o de ser noso-
t r o s m i s m o s , de n o ser m á s q u e h o m b r e s , d e n o
ser finalmente m á s q u e h o m b r e s , hoy, modes-
tamente.
H a y u n gesto decisivo de Ignacio q u e nos re-
c u e r d a dónde debemos situar, en n u e s t r a vida, el
valor de la h u m i l d a d . Después de m u c h a s aven-
t u r a s —las q u e nos cuenta su Autobiografía—,
después de u n a serie de a ñ o s extraordinarios,
después de h a b e r sido peregrino y v a g a b u n d o a
lo largo de t o d o el Mediterráneo, después de ha-
b e r recibido los m á s elvados dones de la mística
y h a b e r r e u n i d o a su alrededor u n g r u p o de dis-
cípulos p o r él seducidos, viejo ya y rico en expe-

99
r i e n d a , Ignacio decide ir a la escuela — a mil ki-
lómetros de su casa—, h a s t a la Universidad de
París. Vuelve a empezar la vida. E s t o es lo q u e
él debe hacer. N o se c o n t e n t a con profetizar nue-
vos tiempos; e n t r a en ellos de modo activo, mo-
desta y audazmente, p o r el camino de u n a técni-
ca. Si discierne su importancia, n o es ú n i c a m e n t e
p a r a señalársela a los d e m á s con el dedo, c o m o
si tuviera m i e d o de tocarla él m i s m o . Experimen-
t a el i n s t r u m e n t o de su época, corre ese riesgo
real q u e i m p o n e la realidad del presente, cuyo fu-
t u r o es desconocido. R o m p e con su p a s a d o p a r a
e n c o n t r a r a Dios allí d o n d e sus c o m p a ñ e r o s tra-
bajan. C o m p a r t e la audacia de su t i e m p o , par-
ticipa en u n a nueva tarea, sabiendo q u e el traba-
j o y las creaciones h u m a n a s son su cita con Dios.
S u conversión es, pues, u n a reconversión; su
fidelidad a Dios n o p u e d e expresarse m á s q u e a
través d e u n valiente volver a empezar, a través
de u n a t a r e a h u m a n a . Docilidad y audacia v a n a
la p a r .
A n o s o t r o s se nos exige c o n t i n u a m e n t e u n a re-
conversión semejante. El r o s t r o de Dios n o es el
d e n u e s t r o s sueños, n u e s t r a s ansiedades o nues-
t r a s h e r m o s a s ideas. Nos llama p o r m e d i o d e . l a
realidad d e u n t r a b a j o y de u n o s c o m p a ñ e r o s .
Nos h a b l a a través de u n t r a b a j o q u e debe trans-
formarse en el lenguaje y la invención de la cari-
dad. E s t o significa, en concreto, q u e continua-
m e n t e debemos volver a la escuela. ¿A q u é es-
cuela? A la d e los o t r o s , a la de los niños, a la de
las nuevas técnicas, a la del progreso, de los acon-
tecimientos y de lo imprevisto... Nos es necesa-
rio d e s a p r e n d e r n u e s t r o s sueños y p e r d e r las se-

100
guridades que h e m o s a d q u i r i d o del p a s a d o , p a r a
ir hacia adelante, olvidándonos de lo q u e q u e d a
a t r á s , como dice San Pablo. E s t e será, modesta­
m e n t e , n u e s t r o m o d o de p a g a r el precio de u n a
participación en la t a r e a presente, p a r a aprender,
gracias a los demás, lo serio de u n a cooperación
en el t r a b a j o de la «mies».
Debemos p e r d e r n u e s t r a s a t a d u r a s a los éxi­
tos del p a s a d o , r e n u n c i a r a defender u n privilegio
de ayer, p a r a p o n e r n o s m o d e s t a m e n t e , con auda­
cia, al servicio del presente. Necesitamos ese co­
raje de o b r e r o , esa audacia realista, ese enterra­
m i e n t o y esa pobreza e n la novedad. Cada u n o d e
nosotros debe ir a la escuela p a r a convertirse e n
a l u m n o y o b r e r o de Dios.

101
Colección ST Breve
1.—Leonardo Boff
ENCARNACIÓN:
La h u m a n i d a d y la jovialidad d e n u e s t r o
Dios.
96 págs.
2.—James B o r s t
MÉTODO D E
ORACIÓN CONTEMPLATIVA
96 págs.
3.—Hugo-M. Enomiya-Lassalle
LA MEDITACIÓN, CAMINO
PARA LA E X P E R I E N C I A DE DIOS
104 págs.
4.—Pier Giordano Cabra
AMARAS CON TODO TU CORAZÓN
(Celibato)
96 págs.
5.—Pier Giordano Cabra
AMARAS CON TODAS TUS FUERZAS
(Pobreza)
120 págs.
6.—CON INFINITA TERNURA
La oración y la vida de u n a leprosa
88 págs.
7.—Alessandro Manenti
VIVIR E N COMUNIDAD
Aspectos psicológicos
123 págs.
8.—John Carroll Futrell, s. j .
E L D I S C E R N I M I E N T O ESPIRITUAL
104 págs.

También podría gustarte