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LA NACION | POLÍTICA | CORONAVIRUS EN LA ARGENTINA

Un gobernador ante la crisis: la carrera


desesperada de Kicillof contra el tiempo

ecer el sistema de salud y el operativo de seguridad antes de las semanas más críticas
ACION - Crédito: Aníbal Greco

Gabriel Sued

29 de marzo de 2020

A xel Kicillof clava la mirada en la pantalla de su teléfono y suspira. El auto que lo


lleva desde la gobernación, en La Plata, al comité de emergencia, en La Matanza, surca
la autopista 25 de Mayo, a toda velocidad. El gobernador acaba de anunciar la
duplicación de la cantidad de "camas críticas" del sistema público de salud de la
provincia de Buenos Aires, gracias a un acuerdo que cerró con el líder de los
camioneros, Hugo Moyano. Pero en su celular se acumulan reclamos de todo tipo. Se
detiene en uno del intendente de Roque Pérez, Juan Carlos "Chinchu" Gasparini. Desde
el asiento del acompañante, le delega la tarea a Jésica Rey, la ministra de Comunicación
Pública y vocera, que viaja atrás: "El Chinchu nos pide un respirador".

Como Alberto Fernández y el resto de los gobernadores, Kicillof corre una carrera
contra el tiempo. Menos de cuatro meses después de haber empezado su mandato, tiene
la misión de preparar a la provincia para enfrentar la etapa más crítica de la expansión
de la epidemia del coronavirus, un cóctel de enfermedad y parálisis económica, que se
espera para los próximos 45 días. El gobernador bonaerense la tiene más difícil que el
resto: en la provincia de Buenos Aires, un distrito con un sistema de salud en estado
crítico, vive el 60% de los pobres del país y el 55% de los desocupados, la mayoría de
ellos amontonados en el conurbano. Es una batalla vertiginosa, en la que, a cada
minuto, surgen problemas inesperados por todos los flancos.

"Nos preparamos para lo peor, como cuando hay alerta de granizo y salimos a ponerle la
frazada al auto. Pero no tenemos miedo. Estamos trabajando para evitar que la gente
pase hambre. El Estado tiene que estar más presente que nunca, y es lo que estamos
haciendo", dice, mientras el auto atraviesa el peaje de Dellepiane, en el sur de la Capital.
En los carriles de la derecha hay filas de más de 30 metros de largo. El chofer del auto
de Kicillof, un Volkswagen Vento gris de la policía bonaerense, se tira hacia la izquierda
y activa unas luces azules. Los agentes en los retenes se corren para dejarlo pasar. "El
que no está preocupado por lo económico, está loco. Pero el que cree que se puede
pensar solo en eso, también", dice, para desmentir cualquier tipo de fisuras con el
gobierno nacional sobre la conveniencia de la cuarentena.

En 15 minutos se le acumulan 16 chats de WhatsApp. Tiene mensajes de su ministro de


Hacienda, el Bati Pablo López; del ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, y de
su esposa, Soledad Quereilhac, que cumple la cuarentena con los dos hijos de la pareja,
en la residencia del gobernador, ubicada en el mismo predio que la gobernación. En el
inicio de la crisis también recibió un mensaje de la exgobernadora, María Eugenia Vidal,
que se puso a disposición. Kicillof elogia el trabajo que hace con el jefe de gobierno
porteño, Horacio Rodríguez Larreta, pero se queja de la convocatoria de médicos que
hizo la Ciudad, con sueldos mayores a los de las provincias: "No podemos andar
tironeando los recursos, tenemos que hacerlo coordinadamente".
El gobernador Axel Kicillof tras compartir un acto con el Ministro de salud Ginés Gonzalez Garcia y Hugo
Moyano
Fuente: LA NACION - Crédito: Aníbal Greco

La agenda oficial del gobernador arrancó a las 11, en la gobernación. "Trabajo con cama
adentro", bromeó, cuando apareció en la antesala de su despacho, donde lo esperaban
Moyano; el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, y el ministro de
Salud bonaerense, Daniel Gollán. Con ellos encabezó, unos minutos después, el acto por
la firma del acuerdo que incorporó al sanatorio Antártida, ubicado en el barrio de
Caballito, como prestador del sistema de salud público provincial. Todavía le falta
conseguir 300 "camas críticas".

Al camionero lo saludó con un choque de codos. "Yo a los 26 años tuve tuberculosis.
Parece que quedé inmunizado, porque nunca me resfrío, no tengo gripe, nada", le
comentó Moyano. "Yo tengo tres resfríos fuertes al año, así que ya decidí que no me voy
a perseguir con que tengo coronavirus", replicó Kicillof, justo antes de que apareciera el
ministro de Seguridad provincial, Sergio Berni. González García se cuadró y lo recibió
con una broma: "¡Teniente coronel, soldado camillero lo saluda!" Berni sonrió, se
cuadró e hizo la venia. Enseguida se sumó Federico Otermín, presidente de la Cámara
de Diputados provincial. Saludó con los dedos en V: "Los peronistas no necesitamos
andar a los codazos". En la gobernación no hay protocolos sanitarios: no se toma la
temperatura a los que ingresan, ni a los custodios.
El gobernador Axel Kicillof en su despacho de la casa de gobierno provincial
Fuente: LA NACION - Crédito: Aníbal Greco

Antes de partir hacia La Matanza, Kicillof regresó a su despacho con Rey y Federico
Thea, el secretario General de la Gobernación, con el que trazó el operativo para la
vacunación de la gripe tradicional. Acordaron que se aplique solo al personal sanitario y
a los mayores de 65 años, que deberán concurrir por turnos, según el último número de
su DNI. La vocera le contó que, por el pago de jubilaciones, había largas filas en los
cajeros automáticos del Banco Provincia, y leyó algunas de las consultas que llegaron
por correo electrónico. "¿Puedo ir a hacer una changa el fin de semana? ¿Hay que pagar
la cuota del colegio? ¿Hay que pagar el seguro del auto?".

Antes de llegar al comité de emergencia, Kicillof llama a De Pedro: "Wadito, ahora te


paso el número. Doce mil palos es nuestra necesidad". Minutos después, atiende a
López. "Bati, llamala a Batakis [Silvina, secretaria de Provincias del Ministerio del
Interior] y explicale lo de las AUH". Al ingresar en el comité, al borde la Autopista
Riccheri, el gobernador ensaya un saludo general. "Buenas, buenas. Ahora ni siquiera
codo, eh. Pasamos a otra etapa", dice a los policías que le abren paso, y se dirige hacia
una habitación ubicada a pocos metros de la entrada, desde donde se monitorea el
operativo de seguridad. En la puerta, un cartel dice: "Sala de situación Covid 19".

Lo recibe Berni. El ministro está descalzo, como si estuviera en su casa. "Duermo donde
me agarra la noche", se excusa, y señala, en una sala contigua, dos sillones de cuerina
negra, de una plaza, donde durmió la noche anterior. Sobre su escritorio hay un casco
blanco. "No es un casco cualquiera. Tiene visión nocturna", dice.
Axel Kicillof junto a Sergio Berni en el departamento policial Puente, en Ciudad Evita
Fuente: LA NACION - Crédito: Aníbal Greco

En una de las paredes de la sala de situación, hay seis pantallas con mapas de calor del
conurbano, repletos de puntos de colores. Las villas figuran en rojo. "Tenemos mapas
del delito de las zonas de mayor sensibilidad social. Los puntos de colores nos marcan
supermercados, helipuertos, centros de salud, comisarías y el despliegue de los móviles.
Hasta el rango etario en cada zona tenemos", se entusiasma Mauricio Idiart, un
ingeniero en informática que trabaja para el Ministerio de Seguridad. En una pantalla
ubicada en otra pared se monitorean las llamadas al 911. "Refiere que un vecino que se
llama David cree que tiene el coronavirus", dice uno de los informes. Berni lo mira a
Kicillof y celebra: "Lo hicimos todo en tres meses. Antes no estaba esto, eh".

En otra sala, jefes policiales trabajan para enviar 2600 efectivos más al territorio. En un
pizarrón dice "planificación estratégica", y debajo hay tres puntos: "Zonificar
territorialmente identificando áreas focalizadas", "medidas para garantizar el
aislamiento comunitario" y "logística". De regreso en el despacho dormitorio de Berni,
el ministro hace un balance del operativo: "Estamos bien", le dice. "Dadas las
circunstancias", matiza Kicillof. El ministro asiente y concede: "Boludo, algunos no
toman dimensión. Esto es un gran quilombo".

Por: Gabriel Sued


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