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La ganadería intensiva se basa, como las demás industrias, en la

intensificación de los factores de producción. Juega un papel


importante para cubrir las necesidades de proteína de las
personas y supone una mayor producción con menos costes. Sin
embargo, produce casi el 15% de las emisiones de gases de
efecto invernadero.
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Pozuelo es un pequeño pueblo de Albacete, en España, que no llega a los 500


habitantes. Forma parte de lo que se ha bautizado como la ‘España vaciada’, un
medio rural que pierde población cada vez más rápido por la falta de oportunidades y
la escasa rentabilidad de ciertos modelos agrícolas (entre muchos otros factores). Allí,
los vecinos están divididos ante los planes de ampliación de la industria porcina.
Las granjas de cría y engorde de cerdo del polígono de Pozuelo tienen previsto
aumentar su capacidad para albergar más de 40.000 animales.

El caso de esta localidad de Castilla-La Mancha no es único y se repite alrededor del


globo. La población mundial de animales para consumo humano no ha dejado de
crecer en las últimas décadas y supera, en algunos casos, a la humana. Según
la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en el
mundo hay más de 25.000 millones de pollos de cría. La ganadería intensiva gana
peso en un planeta que demanda cada vez más comida, pero ¿en qué consiste
exactamente?
PRODUCTORES ECOLÓGICOS

BBVA premia a los seis mejores productores sostenibles de España

BBVA ha anunciado el nombre de los seis mejores productores sostenibles de


España. Los Caserinos (Asturias); Verdcamp Fruits (Tarragona); Mirabel Do Rosal
(Pontevedra); Carnísima (Huesca); Pomona Fruits (Lleida) y La Junquera (Murcia), se
han convertido en los ganadores de los Premios BBVA a los Mejores Productores
Sostenibles, iniciativa que el banco ha impulsado en colaboración con El Celler de
Can Roca, para dar visibilidad a los productos locales comprometidos con
el medioambiente y la producción responsable.

Características de la ganadería intensiva


De los 25.000 millones de pollos que se crían tanto para consumo de carne como
para puesta de huevos, el 56 % están en Asia. Tal como señala la FAO, la inmensa
mayoría crece hoy en explotaciones industriales que, además de en este
continente, se concentran en Europa y Norteamérica. Estas aves de corral,
domesticadas hace más de 5.000 años, son las que presentan números más
llamativos, pero el resto de especies para ganadería tampoco ha dejado de crecer en
las últimas décadas.

Siempre según datos de la agencia de la ONU, hoy existen más de 1.500 millones


de cabezas de ganado vacuno repartidas, fundamentalmente, entre cinco países:
Brasil, India, Estados Unidos, China y Argentina. Y hay cerca de 1.000 millones de
cerdos, de los que casi la mitad está en China, aunque países más pequeños como
Alemania y España también destacan. Hay, además, 1.100 millones de cabras, 1.200
millones de pavos y 1.300 millones de ovejas.

“La ganadería intensiva se basa, como las demás industrias, en la intensificación de


los factores de producción. En ella es más importante el factor capital que el factor
trabajo”, explica Miguel Ángel Aparicio, profesor de veterinaria de la Universidad de
Extremadura y presidente de la Sociedad Científica Española de Protección y
Bienestar Animal (Seproba). “La ganadería extensiva utiliza mucho más los recursos
naturales como fuente de alimentación y usa la mano de obra para el cuidado de los
animales. En la intensiva es más importante el equipamiento de la instalación”.

¿Qué es la ganadería extensiva?

“La definición de ganadería intensiva debe hacerse en base a los insumos (conjunto
de elementos que toman parte en la producción de otros bienes). Cuantos más
insumos, mayor grado de intensificación o industrialización”, añade Pablo Manzano,
doctor en ecología e investigador sobre cambio global y conservación de la
Universidad de Helsinki.

“Parece que la ganadería intensiva y la extensiva son dos cosas separadas, pero


en realidad hay un gradiente. En un extremo tienes una granja de decenas de miles
de pollos en jaulas, alimentados con pienso. En el otro tienes un sistema trashumante
en el que la cabaña de animales se mueve siguiendo la producción de la vegetación.
Entre el primer ejemplo, con muchos insumos, y el segundo, con muy pocos, hay un
gradiente muy complejo”, subraya Manzano.
En la actualidad, la ganadería intensiva se concentra, sobre todo, en Europa,
Norteamérica y algunos países asiáticos, como China. Sin embargo, cada vez gana
más peso en territorios de tradición ganadera, como Brasil y Argentina. La producción
industrial es totalmente dominante en la Unión Europea, donde en 2019 se produjeron
siete millones de toneladas de carne de vacuno, 23 millones de toneladas de
porcino y 13,3 millones de toneladas de pollos, según datos de Eurostat.

El precio: la gran ventaja de la ganadería intensiva


La definición de ganadería intensiva es parecida a la que acompaña a cualquier
industria. Es aquel tipo de ganadería que busca maximizar la producción y
minimizar los costes mediante condiciones artificiales. Para conseguirlo, se ha
apostado por explotaciones con alta densidad de animales, el control de la
alimentación y otros factores para acelerar los tiempos de cría y una cadena de
suministros y comercialización global.

“Las dos ventajas de la ganadería industrial son los precios bajos y la alta capacidad
de producción. Son las ventajas habituales de la industria. Objetivamente, ha
mejorado el estado de nutrición de los países desarrollados”, señala Pablo
Manzano. “Otra cosa sería monetizar las externalidades, porque tiene consecuencias
sociales, económicas y ambientales que no se tienen en cuenta en el precio”.

La ganadería industrial juega, en el sistema actual, un papel importante a la hora de


cubrir las necesidades de proteína de la población mundial. Según el Foro
Económico Mundial en su informe Meat: the Future series, la intensificación es el
camino para aumentar la productividad de las granjas, sobre todo, en los países en
vías de desarrollo.

“Hay que preguntarse por qué existe la ganadería intensiva. Si queremos alimentar de
forma adecuada a los miles de millones de personas que pueblan el planeta, tiene que
ser así. Los ciclos de la extensiva son muy largos y necesita grandes cantidades de
espacio”, asegura Miguel Ángel Aparicio. “Hoy en día, podemos producir en
condiciones ventajosas de precio y de impacto. Y tenemos los sistemas para
reducir la huella ambiental”.
La industrialización ganadera ha protagonizado el escenario agroalimentario en las
últimas décadas. Pero eso no significa que no pueda haber otros caminos para
conseguir objetivos similares. “No está tan claro que la ganadería industrial sea la
única forma de dar de comer al mundo”, subraya Pablo Manzano. “Los sistemas de
pocos insumos podrían dar de comer al mundo, aunque no se ha hecho una
investigación sistemática al respecto. De ser así, la principal consecuencia se vería en
el precio. Para mí, se trata de una cuestión de prioridades, de cuánto nos queremos
gastar en alimentación”.

Impacto ambiental
El alto impacto en el medioambiente es uno de los grandes argumentos que esgrimen
los habitantes de Pozuelo que se oponen a las macro granjas porcinas. Es también
uno de los argumentos que primero entran en escena en todos los debates alrededor
de la ganadería industrial. Cada año, la explotación de Albacete, generará más de
60.000 toneladas de purines, consumirá cerca de 220 millones de litros de agua y
emitirá 400 toneladas de metano. Entre los purines destacan las aguas residuales,
restos de vegetales y semillas, concentración de animales muertos o excrementos.

La huella de carbono de la ganadería intensiva va más allá del impacto local. Las
cadenas de suministro de ganado representan el 14,5 % de las emisiones
globales de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático. Casi dos
tercios de ese total está relacionado con la producción bovina, según el informe de la
FAO Soluciones ganaderas para el cambio climático. Solo los procesos entéricos del
ganado (la digestión) generan el 30% de las emisiones totales de metano, un potente
gas de efecto invernadero, aunque de vida corta.

La generación de metano está, sin embargo, más asociada a sistemas extensivos que
intensivos, sobre todo, por los animales protagonistas en cada uno. El impacto de la
ganadería industrial en el cambio climático está más relacionado con las emisiones
de CO2 de toda la cadena de producción, desde el cultivo de cereal para piensos
hasta la manufactura y distribución de los productos, como explica el informe La
ganadería y su contribución al cambio climático, publicado por el BC3-Basque Centre
for Climate Change.
“A la hora de producir los alimentos para el ganado hay que tener en cuenta el
consumo de la maquinaria, el que conlleva la producción de insecticidas y fertilizantes,
la cantidad de carbono que se libera al arar el suelo, la energía para bombear el agua
tanto para regar como para dar de beber a los animales, la que se consume para
procesar y transportar la cosecha y la que necesita la explotación, la contaminación
de las aguas y la emisión de gases de la explotación, el transporte del animal al
matadero, la distribución, la generación de residuos y basura… Todo suma una gran
huella ambiental”, detalla Pablo Manzano, que también es coautor del informe
anterior.

¿Qué puede hacer el sector ganadero para contribuir con el


planeta?
Tener en cuenta que todos somos clave para el mantenimiento del medioambiente es
clave para tomar decisiones. La ganadería es también fundamental para mitigar el
impacto ambiental y hacer del planeta un lugar más sostenible. ¿Cómo puede
lograrlo?

 Mediante la implantación, por ejemplo, de sistemas de


tratamiento de agua que permitan la recolección,
depuración y purificación de la misma.

 Tratamiento y manejo de los purines

 Implantación de acciones que contribuyan a la economía


circular.

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