LLÁMENME CASANDRA Marcial Gala Novela Alfaguara, Argentina, 2019
N adie sabe que el capitán me ha traído aquí para matarme,
todos saben que el capitán me ha traído aquí para matarme, todos esos jóvenes soldados y sargentos que tanto lo admiraban saben que él me trajo aquí para matarme, todos esos oficiales de la plana mayor del batallón que juegan al béisbol junto con él, que toman ron junto con él, que se rascan la ingle junto con él, saben que esta noche es mi noche, que me voy a ir, que Marilyn Monroe dejará de ser un problema, lo intuyen. —No te la puedo dejar pasar, tú jugaste con mi moral —dice el capitán y dispara. Dispara el capitán, las balas me atraviesan y me voy de lado como nave que se escora, me voy muriendo despacio y me dan ganas de pedirle disculpas porque él me mira morir como se mira morir a un pequeño animal herido, se acuclilla ante mí y quiere pedirme perdón y hace como que llora, pero no puede llorar, mi muerte no le importa nada aunque quisiera que le importara para no sentirse tan muerto por dentro, nadie acudirá al ruido de los disparos, nadie. Es habitual que en la noche 266 de África se escuchen disparos. Siento que voy dejando de respirar, siento que las erinias me llaman, me tienden sus manos y siguen susurrando afinado al pie, afinado al pie, afinado al pie, afinado al pie. Me estoy muriendo despacio mientras el capitán me mira. Luego me llevará hasta el campo de entrenamiento y me enterrará en el mismo hueco que cavé como recargo de servicio. Lo hará porque se siente culpable de no haberme matado antes. Correrá ese riesgo. Nadie lo verá sin embargo, o nadie querrá verlo. ─¿Qué se hizo de Marilyn Monroe?, ¿desertó? ─preguntará al otro día mi sargento Carlos cuando en la formación compruebe que no estoy. ─Seguro se quedó dormido ─dirá Johnny el rockero. Estás mirando un pedazo de madera en la orilla, un mínimo pedazo de madera que encontraste entre las piedras, allí donde la playa se torna más agreste, te quedas mirando ese pedazo de madera en el que hay una inscripción en un idioma que te lleva a otros tiempos y entonces ese pedazo de madera tan antiguo que es imposible que esté en tus manos empieza a crecer, a tomar forma ondulada, a volverse otro y tú te vuelves otra con la madera y estás sentada en la orilla de un mar que no es el cubano y detrás de ti está la ciudad y tú también eres otra, eres Casandra al fin, y dentro de unos minutos te van a llamar por tu nombre alado. ─Ven ─te van a decir─, ven, corre acá que las naves se acercan, deja esa vieja estatua de Hécate desechada por los sacerdotes, ven junto al templo de Poseidón, ven y cantemos esas canciones que nos gustan tanto, Casandra, ven.