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DESENREDANDO LA GRAMATICA

Shutterstock / Africa Studio


¿Cuántas veces hemos escuchado expresiones como “se me dan fatal los idiomas,
¡mi
oído es pésimo!” o “entender, entiendo, pero soy incapaz de hablarlo”?

Intuitivamente, creemos que lo importante de un idioma es lo bien que


discriminamos los sonidos junto con las palabras que seamos capaces de reconocer
y entender. ¿No se nos olvida algo?

Ocurre al hablar, leer o escribir. Casi sin que nos demos cuenta, nuestro cerebro
organiza o procesa las palabras siguiendo una serie de reglas. Así, comprender un
idioma no solo implica aprender las palabras y su significado (semántica). También
las reglas que las gobiernan (sintaxis).

Para hablar, hay que automatizar

Grosso modo, aprender el idioma materno o uno segundo implica discriminar


sonidos, aprender palabras y automatizar reglas. Sin embargo, según nuestra
experiencia, centrarnos exclusivamente en vocabulario y gramática no garantiza
que lo aprendamos.

De hecho, al estudiar una segunda lengua, hay un punto en el que somos capaces
de entender, pero nos cuesta mucho hablar. Ocurre, quizá, porque estudiar
gramática no necesariamente implica que la hayamos automatizado. Esto sí sucede
con nuestro idioma materno.

Según los modelos clásicos del procesamiento del lenguaje, la sintaxis se ha


considerado automática, poco flexible e impermeable a otras fuentes de
información (emocional, social, etc.). Es decir, nuestro cerebro utilizaría las reglas
del lenguaje sin ser consciente de ellas.

La semántica, en cambio, se ha considerado controlada, flexible y permeable a


otros procesos cerebrales.

Estudio de la comprensión del lenguaje

Tradicionalmente, para estudiar la comprensión del lenguaje se ha medido la


actividad eléctrica cerebral gracias al encefalograma (EEG). En el caso
de la sintaxis, se registra la actividad cerebral de voluntarios leyendo oraciones que
contienen errores sintácticos (un ejemplo: el detective “privados” investiga).
Cuando aparece un error sintáctico, nuestro cerebro genera dos patrones de
actividad eléctrica muy característicos. Se denominan LAN (del inglés: left anterior
negativity) y P600. Ocurren principalmente en áreas frontales y parietales del
cerebro respectivamente.

Estas investigaciones han confirmado que, efectivamente, la sintaxis es automática


y se procesa incluso en ausencia de consciencia.

Emociones y sintaxis

Sin embargo, en la última década se ha demostrado que, a pesar de ello, la sintaxis


se ve más afectada por otras fuentes de información no lingüísticas de lo que
inicialmente pensábamos.

Así, por ejemplo, se sabe que cuando leemos una oración con este tipo de error, la
información emocional positiva o negativa previa afectaría al
procesamiento sintáctico. De esta forma, se necesitarían más recursos para detectar
el error.

No obstante, si la información emocional concurre en la misma palabra donde


aparece el error sintáctico (el detective “corruptos” investiga), esta dificultad de
procesamiento sólo ocurre para las palabras negativas.

Mientras que, para las palabras positivas, en comparación con las neutras, el
procesamiento del error requeriría menos recursos.

En definitiva y contra todo pronóstico, parece que las emociones son capaces de
afectar a la sintaxis. Incluso si se percibe la emoción de forma inconsciente.
Además, parece hacerlo de forma diferente dependiendo de cómo se presenta esta:
previamente, concomitante, enmascarada, etc.

Si tenemos en cuenta que el reconocimiento y expresión de emociones son


esenciales
para la supervivencia, el hecho de que el procesamiento sintáctico se vea afectado
por la emoción puede tener un valor adaptativo decisivo.

Los aspectos sociales también interfieren en la comprensión del


lenguaje

Otro elemento adaptativo clave que puede afectar a la comprensión del lenguaje
son
los aspectos sociales. De hecho, la mayoría de los autores proponen que este
evolucionó por la necesidad de reunir e intercambiar la compleja información
social.
Si el lenguaje es una herramienta fundamental en la interacción social, cabría
esperar, al igual que en el caso las emociones, que la interacción social afectara a la
sintaxis.

Esta pregunta, que parece obvia, no ha sido contestada hasta hace muy poco. Una
vez más, midiendo la actividad eléctrica cerebral mediante EEG, se comprobó el
efecto que produce leer en compañía y en soledad en la comprensión del lenguaje y
el
procesamiento cerebral. Los participantes leían oraciones que contenían errores
sintácticos o semánticos, la mitad del tiempo solos y la otra mitad acompañados.

Cuando estaban acompañados, se observó actividad en el precúneo, área del


cerebro implicada en el procesamiento social y atencional. Ante errores sintácticos,
apareció un patrón de actividad eléctrica característico del procesamiento
semántico (N400) que se concibe como más heurístico e integrado. Además, se
asocia con la creatividad.

Sin embargo, en la situación de aislamiento apareció una LAN, un patrón de


activad eléctrica cerebral más automático y temprano. Es decir, la comprensión del
lenguaje se hizo menos global e integradora.

Por tanto, en principio, si un niño o un adulto lee acompañado, esto favorecería


una comprensión del lenguaje más creativa e integradora. Si lee solo, el
procesamiento sería más detallado y sistemático.

Teniendo en cuenta que el procesamiento sintáctico es, además, automático e


inconsciente, la influencia de las emociones y las claves sociales también pasa
desapercibida, aunque afecte a nuestro procesamiento y a la toma de decisiones.

Por tanto, es necesario empezar a considerar las claves sociales y emocionales que
afectan a la sintaxis y, por ende, a la comprensión del lenguaje, en ámbitos
educativos, personales y profesionales. Contextos donde la comprensión del
lenguaje desempeña un papel fundamental.

Todavía hacen falta investigaciones para ver en qué dirección afectan las emociones
y el contexto social a la sintaxis y a la comprensión del lenguaje. Es muy probable,
en línea con varias propuestas pedagógicas recientes, que los ambientes sociales
ricos emocionalmente la faciliten. Por tanto, también al aprendizaje.

Incluso podría facilitar el aprendizaje de un segundo idioma y la automatización de


la gramática. La misma que tan de cabeza nos trae cuando intentamos hablar una
lengua que no es la nuestra.
Sobre la autora: Laura Jiménez Ortega es profesora del Departamento de
Psicobiología y Metodología en Ciencias del Comportamiento de la Universidad
Complutense de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Artículo original.

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