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pandemia ha generado. De hecho, los datos de las encuestas al inicio de la pandemia sugerían que
el pueblo de Dios eran mucho más propensos a decir que la crisis del COVID-19 había
durar, y algunas personas podrían verse disuadidas de volver físicamente a la iglesia debido a la
prolongación de la pandemia.
lo que conocemos como la hipermodernidad (la postmodernidad ya paso hace años), una
excesivo afán por la velocidad, todo tiene que ser instantáneo, para “ayer”, con un notable sentido
de soberbia sobre las posibilidades humanas, más cercano a la inteligencia artificial que a las
del ministro o pastor (y en muchos casos no la desean tampoco); creyentes que se salen del marco
Lo mencionado en el párrafo anterior es en definitiva una excelente síntesis del mal que
conocimientos sin darnos cuenta de que como afirma la Palabra, ni siquiera tenemos control
sobre lo que pasará con nuestras vidas el día de mañana o podremos hacer algo el día de mañana,
o podemos evitar que uno de nuestros cabellos se caiga. Siguiendo con el análisis contextual y
teniendo en cuenta el entorno de hipermodernidad e individualismo a ultranza, cabe colocar en el
escenario un nuevo actor llamado Covid-19, cabe destacar que se han elaborado varias teorías
sobre su origen y propósito, sobre el mundo de la post pandemia, la llamada “nueva normalidad”.
En el libro de Santiago encontramos lo siguiente; Santiago (1960) “cuando no sabéis lo que será
mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de
Como cristianos, hemos de reconocer en la pandemia un “signo de los tiempos” que exige
recrear las formas en que somos Iglesia y en que encarnamos el Evangelio. Esto se dice fácil,
pero la verdad estamos ante una cuestión donde no existen recetas predeterminadas. Al estar ante
circunstancias inéditas en nuestra historia, estamos exigidos de responder con fidelidad creativa y
audacia pastoral. Sin embargo, debemos ser precavidos de no caer en la actitud de quienes creen
estar “inventando la pólvora”. Nuestra tradición, como cuerpo vivo fundado en Cristo y
enriquecido por las generaciones de cristianos que nos precedieron, cuenta con recursos para
orientarnos en la difícil tarea de navegar por esta crisis, sin por ello ser ciegos a la radical
En esta perspectiva, la tradición bíblica leída desde el momento presente puede darnos
pistas para la pregunta en juego. Para el pueblo de Israel, su experiencia “fundante” fue el exilio
en Babilonia durante el siglo VI a.C. La ciudad santa de Jerusalén fue saqueada, el templo de
YHWH destruido y las élites del reino de Judá deportadas a la capital del enemigo. Nobles,
reinsertarse en una sociedad extranjera como ciudadanos de segunda clase. Aquellos que eran
décadas habían cerrado sus oídos a las denuncias de los profetas, que denunciaban una práctica
religiosa llena de hipocresía y una vida institucional repleta de abusos contra los insignificantes.
Pensaron que eran omnipotentes. Al tocarles estar en el lado de los oprimidos, recordaron su
esencial: recordaron que eran una nación elegida por YHWH para anunciar la salvación a todas
las demás naciones. Dios los había liberado de la esclavitud en Egipto y se había comprometido a
Así como los judíos en el exilio, la Iglesia ante la pandemia está llamada a examinarse a sí
misma. Nuestra tradición está tan centrada en el culto que hoy nos cuesta mucho no tener
liturgias presenciales y ayunar de la comunión con Cristo. Retomando el símil con el exilio
babilónico, esta comunidad también se vio impedida de dar culto a YHWH de la manera
tradicional. Al ser el Templo de Jerusalén destruido, esa dimensión de la religiosidad judía fue
bloqueada. Sin embargo, ante esta ausencia, redescubrieron el mensaje revelado por Dios y la
historia de su relación con Él. Más aún, decidieron ponerlo por escrito para que los ayudase a
sanar sus heridas, reconciliarse con su pasado y convertir el desarraigo en esperanza. El corazón
de la Biblia hebrea adquirió forma durante este tiempo de prueba. Ante la imposibilidad de ir al
conciencia, por un lado, la interdependencia entre todos y por otro la presencia de fuertes
puede decir, que remamos en barcos diferentes, los más frágiles se están hundiendo cada día. Es
esencial repensar el modelo de desarrollo de todo el planeta. Todos los ámbitos están siendo
nuevo orden social que ponga en el centro el bien común de los pueblos. Ya no hay nada
“privado” que no ponga en juego la forma “pública” de toda la comunidad. El amor por el “bien
cuestión de vida o muerte, para una convivencia a la altura de la dignidad de cada miembro de la
comunidad. Sin embargo, para los creyentes, la fraternidad solidaria es una pasión evangélica:
En este difícil contexto, frente a las medidas de precaución que prohíben las reuniones
masivas, las iglesias se ven en la necesidad de potenciar los medios de comunicación en internet
servicios litúrgicos, aplicando normas para el tiempo de pandemia. Además, las comunidades
empiezan a utilizar en forma masiva las redes sociales y plataformas virtuales para reunirse
Desde las diferentes pastorales asumen como desafío en estos tiempos de confinamiento la
innovación y la virtualidad. En Chile, la pastoral siguió con sus trayectorias pastorales a través de
las diversas redes sociales, transitando de lo presencial a lo virtual. De este hecho dan testimonio
las innumerables páginas de Facebook de las distintas parroquias y movimientos, las páginas web
y las revistas online que dan a conocer las diversas actividades eclesiales en una Iglesia.
Por consiguiente, En lo que respecta a las problemáticas que afecta a la liturgia en este
tiempo se pueden identificar dos categorías que ilustran cómo se ve afectada lo celebrativo de la
vida de la Iglesia: una primera categoría son las celebraciones litúrgicas transmitidas por internet
y TV, las reuniones de liderazgo a través de las plataformas; es aquí donde los miembros de la
iglesia desertan del templo para quedarse definitivamente en sus hogares u otros lugares para
vivir el culto de manera virtual sin mantener ningún vínculo eclesiástico con la iglesia. Estas dos
aproximaciones nos permiten identificar las preguntas que han emergido en este tiempo, e
indagar no solo en las expresiones eclesiales del cristianismo, sino también revisar y revisitar la
evolución de las estructuras litúrgicas colocando en evidencia los núcleos centrales, así como
virtual. En el caso extremo ¿es sustentable una vida litúrgica solamente online? ¿Una celebración
sacramental donde los fieles sigan a través de una pantalla lo que el pastor en otro lugar y quizás
a destiempo realiza frente a otra pantalla? Estas preguntas retoman una discusión que viene desde
hace mucho: la incorporación de la tecnología en las celebraciones litúrgicas, como fue, por
construcción de los templos, entre otras. Y más tarde, el proyector, la música grabada,
el Smartphone. La finalidad de incorporar estas tecnologías ha sido permitir que el rito sea visto y
escuchado.
los criterios con los cuales los responsables de la liturgia han discernido. Dichos criterios tienen
naturaleza simbólica, propia de los ritos, o en el caso de servicios transmitidos por la web,
permitir a los fieles presenciar el servicio de su comunidad y sentirse en casa. Dicho de otra
distancia, a la necesidad de los grupos humanos. Al mismo tiempo, nos pone frente a las
constantes preguntas sobre algo tan fundamental como es la verdad de la acción litúrgica.
Bibliografía