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Partes de una obra de teatro según los elementos estructurales

Esta es posiblemente la clasificación más sencilla. Según los elementos estructurales dramáticos,
una obra de teatro tiene dos partes: los diálogos y las acotaciones.

Diálogos

La primera parte se refiere, claro está, a aquello que dicen los personajes… o a lo que no dicen:
Samuel Beckett, por ejemplo, llenaba los diálogos de sus personajes de repeticiones y naderías. Sin
embargo, tenían una gran profundidad al contraponerlos precisamente con aquello que callaban.
Anton Chéjov, también era un gran defensor del subtexto (lo que el personaje no dice, pero el
público intuye que está pensando).

Estos diálogos pueden ser entre varios interlocutores (coloquio); puede ser una apelación directa
al público; un aparte (que en teoría solo oye el público); un monólogo (que consiste en un diálogo
sin respuesta, aunque va dirigido a un personaje concreto); o puede no tener interlocutor. Este
sería el caso de los soliloquios, donde el personaje dialoga consigo mismo. El más famoso de los
soliloquios españoles es el de Segismundo en La vida es sueño.

Acotaciones

Las acotaciones (o didascalias) son las notas que el autor escribe para expresar cómo quiere que
sea la obra. Pueden ser referidas a cómo debe interpretar un actor cierta frase (acotaciones
personales); a cómo es un personaje (acotaciones nominativas), a cómo es el lugar y la
escenografía (acotaciones espaciales), y un largo etcétera.:

Partes de una obra de teatro según su distribución

La manera en que esté ordenado el texto dramático nos da otro patrón. Para establecer las partes
de una obra de teatro podemos dividir el texto en actos, cuadros o escenas.

Cuando las partes de una obra de teatro se miden por sus actos, suelen ser tres o cinco. Esta es la
manera más habitual, y la que se viene usando desde el teatro griego. Aristóteles, en su Poética,
establecía que la medida ideal de un drama eran los tres actos: uno para la introducción, otro para
el desarrollo, y otro para la conclusión.

En el siglo XVI, sin embargo, las obras se estructuraban en cinco actos, hasta que Lope de Vega, en
El arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, volvió a los tres actos aristotélicos, aunque eso le
supusiera la crítica de sus contemporáneos: Cervantes, en la primera parte del Quijote, le
recriminó que no guardara las normas tradicionales y que hubiera convertido sus comedias en
“mercadería vendible” para satisfacer los gustos del público.

Con la dramaturgia contemporánea, los actos ya no valen para medir las partes de una obra de
teatro, sino que tendríamos que fijarnos en sus cuadros. Un cuadro termina cada vez que hay un
cambio de escenografía. Así, por ejemplo, en Luces de Bohemia hay 15 cuadros en 15 lugares
distintos de Madrid, aunque Valle-Inclán los denomina ‘escenas’.

Hoy en día, entendemos que una escena cambia cada vez que un personaje entra o sale del
escenario (valga la redundancia). Si utilizamos este criterio para estudiar las partes de una obra de
teatro, podemos encontrarnos con dramas de 60 escenas o de una sola. Sobre todo en el teatro
contemporáneo es bastante común que todos los personajes de una obra permanezcan en el
escenario hasta que esta termine.

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