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MARÍA, PRIMERA MISIONERA – Lucas 1, 35-40

1. RM 87. “La Espiritualidad misionera se expresa, ante todo, viviendo con plena docilidad al
Espíritu”. María es dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo en su corazón. Y será alabada por
Jesús cuando diga: “dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” o “todo el que
hace la Voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre ”.
Por ello las misiones son una oportunidad de vivir esa docilidad al plan de Dios, en un lugar que
no hemos elegido, y con las sorpresas que cada día nos quiera dar el Espíritu Santo. Donde “cada
día tendrá su propia preocupación”.

2. María recibido el don más grande, pero no piensa en su comodidad, sino en servir a quien lo
necesita, a quien la necesita. Es la madre de Dios, pero no se acomoda. Escucha de alguien
necesitado y se dispone a ayudar en lo que pueda. Tantas personas nos podemos encontrar en la
misión y se trata de servirles de ayudarles, no de ser una carga. A veces habrá que ayudarles en
algún trabajo. *Construcción techo.

3. Pero no solo eso, sino que, además, María no dilata el servicio, lo hace con Prontitud – Lucas 1,
39: "En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una
ciudad de Judá". No busca dilatar el momento en que comience el trabajo; sabe que cuando
llegue comenzará una labor ardua en servicio de Isabel, pero quiere llegar pronto. Nos enseña a
no rehuir al trabajo, o a esperar que “ojalá no haya que hacer algo”, “ojalá no salga nadie”…

4. RM42. “La primera forma de evangelización es el testimonio” María, no va a predicar grandes


sermones, no va a dar una clase de teología, va a servir, va llevando al Mesías que ha sido
concebido en su seno por el Espíritu Santo. Va a dar testimonio con su vida, con sus acciones. Así
también nosotros, hemos de llevar con nuestro testimonio al Cristo que el Espíritu Santo va
formando en nosotros. “Santidad y misión son aspectos inseparables de la vocación de todo
bautizado”. (S. Juan Pablo II) *Madre Teresa: Si su Dios es como usted, ya quisiera ser católico.

5. Por último, María nos enseña a orar y contemplar. Ella es la que meditaba todos los
acontecimientos en su corazón. Nos ha enseñado a poner primero la voluntad de Dios, y a lo
largo del camino, a contemplar todo lo que sucede a la luz de Dios en nuestros corazones, aun
aquello que es más difícil de comprender como la cruz, propia o ajena, que sale al paso.

6. Además, nos ofrece su intercesión cuando acudimos a ella por medio de las distintas oraciones
marianas, en particular el Avemaría y el Santo Rosario. Juan Pablo II (Jornada Mundial de las
Misiones 2003): “El recurso confiado a María con el rezo diario del Rosario y la meditación de los
misterios de la vida de Cristo pondrán de relieve que la misión de la Iglesia se debe sostener,
ante todo, con la oración”. Y todo esto, porque el fruto de la misión depende fundamentalmente
de la obra que Dios haga en cada persona, no de nuestros “geniales” proyectos –que hay que
hacerlos también, ya que el Señor cuenta con nuestro trabajo- pero siempre sosteniendo todo,
sosteniéndonos todos, en la oración. Desde aquella Avemaría que hace cada uno en su corazón
mientras el hermano está hablando con los demás, así como ese Rosario en el que pondremos
todas las intenciones de las familias que se vaya visitando.

Que María, la primera creatura en tener un encuentro personal y real con el Verbo Encarnado, y en
llevarlo a su prima Isabel, sea quien nos ayude a llevar al Cristo con el que nos hemos encontrado
hacia todos los demás, siendo dóciles al Espíritu Santo, dispuestos a servir con prontitud a quien lo
necesite, siempre dando testimonio con nuestras palabras y acciones, y acudiendo siempre en la
oración a Aquel que lo sostiene todo.

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