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(Santiago, 25 de febrero de 1785—Tiltil, 26 de
mayo de 1818) fue un patriota chileno que realizó innumerables acciones en diferentes cargos
para lograr la independencia de Chile, como abogado, político, guerrillero y con el
grado militar de Coronel, siendo reconocido como uno de los «padres de la Patria de Chile».1
Durante la Patria Vieja, fue secretario de Hacienda y de Guerra del gobierno de José Miguel
Carrera, además de su secretario personal. Pese a que hubo varios y graves desencuentros
entre Carrera y Rodríguez, siempre retomaron su amistad, camaradería y trabajo en conjunto,
razón por la cual fue la persona con quien Carrera gobernó más estrechamente.1
En el periodo de la Reconquista española, su labor como guerrillero, espía y principal figura de
la resistencia independentista en Chile lo transformó en mito y leyenda popular.1
Durante la Patria Nueva, tras la derrota independentista de Chile en la batalla de Rancagua,
Rodríguez conspiró más de una vez para deponer del cargo de director supremo a Bernardo
O'Higgins. Reapareció en la escena pública tras el combate de Cancha Rayada, asumiendo
brevemente como director supremo interino en Santiago, para evitar el desbande general de la
causa patriota. Tras dejar su puesto, una vez que se supo que O'Higgins no había muerto, y
luego de la victoria en la batalla de Maipú, fue apresado por O'Higgins. Fue custodiado por
soldados, siendo asesinado de un balazo por la espalda en las cercanías de Til-til mientras lo
trasladaban a la cárcel de Quillota.1
El 22 de mayo de 1818, el Batallón Nº1 Cazadores de los Andes salió desde el cuartel de San
Pablo para acantonarse en Quillota, llevándose a Rodríguez, cuya custodia le había sido
encargada, con la excusa de que el gobierno deseaba mantenerlo en una locación más
próxima a la costa para embarcarlo y sacarlo del país. El batallón Cazadores de los Andes,
que estaba entonces al mando del coronel Rudecindo Alvarado16 y que se componía de cerca
de 800 plazas, marchó a vanguardia, mientras que Rodríguez marchó a retaguardia
custodiado por el teniente español Antonio Navarro junto a unos pocos soldados, cuyo
número, según diversos testimonios, oscila entre 8 y 25. La primera noche de marcha, el
contingente habría pernoctado en la hacienda de Colina, actual Lampa, mientras que el 24 de
mayo de 1818 acampó a orillas de un estero en los terrenos de la Hacienda Polpaico.17
De acuerdo a los testimonios de varios ex soldados del batallón recogidos en un proceso
judicial efectuado en 1823, la noche del 24 de mayo Rodríguez fue apartado del campamento
y asesinado por el coronel Rudecindo Alvarado junto a su ayudante José Gómez, el cabo
Agüero y el soldado Parra, recibiendo un balazo de pistola o arcabuz a quemarropa en la
espalda, sablazos, bayonetazos en la cara y el cuerpo y luego uno o varios golpes de culata
en el cráneo para rematarlo. Su cuerpo fue despojado de ropas y prendas dejándolo
semidesnudo y abandonado, quedando a merced de animales carroñeros.18
Otras versiones menos verosímiles señalan que el destacamento se ubicó a
aproximadamente 4 km al sur del pueblo de Tiltil, específicamente frente a la Hacienda "El
Sauce", en el sector escampado "Cancha del Gato" (que aún existe sin modificaciones
antrópicas), cerca de un bosque de maitenes a orillas del río Lampa (hoy estero Lampa),
donde fue asesinado de un tiro por la espalda por el teniente Antonio Navarro al distraer su
atención con un comentario de un ave que pasaba por el sector. Se adujo como causa de
muerte, que el guerrillero tomó una daga atacando a Navarro e intentó escapar. Esta versión
fue oficializada por el gobierno de Bernardo O´Higgins.19
Hubo un testigo, el campesino Hilario Cortés que cumplía labores agrícolas en el sector quien
se escondió y presenció el asesinato.20 Cortés y su patrón Tomás del Valle tomaron 5 días
más tarde los restos y los enterraron en una capilla en Til-Til en secreto. Navarro diría mucho
más tarde que el autor material fue el coronel Rudecindo Alvarado, jefe de la comitiva militar y
que la autoría de Navarro solo fue de conveniencia para el oficialismo.21
El teniente Navarro confesaría, en 1825, que el abogado Bernardo de Monteagudo le dio la
orden de asesinar a Rodríguez. Monteagudo fue expulsado a Perú, donde sería asesinado el
mismo año en que Navarro confesó.
Como recuerdo de aquel luctuoso suceso se erigió, en 1863 un monolito en su memoria, en
que se lee la siguiente estrofa del poeta Guillermo Matta:
¡Jamás el héroe muere!
En la mano que le hiere
En página inmortal su nombre escribe,
Y el héroe mártir con su gloria vive.22
Hijo del coronel de las Reales Milicias Ignacio de la Carrera y Francisca de Paula Verdugo
Fernández de Valdivieso y Herrera (descendiente directa de Juan de
Garay; Hernandarias; Jerónimo Luis de Cabrera; Diego de Villarroel; Martín Suárez de
Toledo; Mencía Calderón, y del señor de Almonaster, regidor de Panamá, capitán general
y gobernador de Tierra Firme, Gonzalo Martel de la Puente y Guzmán).
Fue el tercero de cuatro hermanos: Javiera, Juan José, José Miguel y Luis. Casado
con Mercedes Fontecilla Valdivieso, tuvo cinco hijos; cuatro mujeres y un hombre, José Miguel
Carrera Fontecilla, padre del héroe del combate de la Concepción, capitán Ignacio Carrera
Pinto.
En 1807 fue enviado por su padre a España, donde logró una formación militar sólida,
luchando por la causa hispana durante la Guerra de la Independencia Española. Se enroló en
los Voluntarios de Madrid y los Húsares de Farnesio, participando en más de veinte batallas,
siendo las principales la ocupación de la ciudad de Mora, retirada de Consuegra, combates de
Yébenes, río Guadiana, batalla de Talavera y la batalla de Ocaña, en donde fue herido el 19
de noviembre de 1809.
Producto de la herida fue transferido a Cádiz, donde recibió la Cruz de Talavera y fue
ascendido a sargento mayor del Regimiento de Húsares de Galicia. En esos momentos Cádiz
era centro de gran agitación política, en la medida que ahí se encontraba el Consejo de
Regencia y se discutía la futura constitución. Es probable que en esa ciudad Carrera haya
entrado en contacto con Joaquín Fernández de Leiva, quien era medio hermano de Manuel
Rodríguez, íntimo amigo de José Miguel y se encontraba ahí en representación de Chile frente
a las Cortes de Cádiz. Es ahí también donde conoció a José de San Martín.
Años después, San Martín recordaría —en una carta— que mientras estaba
en España conoció a varios “jóvenes americanos” que decidieron volver a sus países para
participar en el proceso por la independencia, que se agudizaba. En la carta San Martín no
menciona quiénes fueron aquellas personas. Sin embargo, coincidencia o no, tanto José
Miguel Carrera como José de San Martín presentaron sus pedidos para volver a sus
respectivos países en 1811. Ambos tuvieron problemas para empezar, pero a poco tiempo la
Regencia se los concedió.
Sin embargo, San Martín viajó primero a Londres, donde conoció —entre otros— a los
venezolanos Luis López Méndez y Andrés Bello, el mexicano Servando Teresa de Mier, los
argentinos Carlos María de Alvear —quien ya conocía a José Miguel— y José Matías Zapiola,
y crucialmente, se unió a la Logia Lautaro. Se ha dicho también, sin ningún fundamento
siquiera contingente, que José de San Martín tomó en esa ciudad conocimiento del
llamado Plan de Maitland.10 Ha quedado aclarado por otros historiadores11 que la presencia de
San Martín en Londres se debió exclusivamente a la necesidad de abordar un buque inglés
para partir de Cádiz hacia América, por la fuerza del bloqueo francés que mantenía la ciudad
cercada. Carrera, por tanto, consigue trasladarse a América en un buque inglés de guerra que
no hacía pasaje por Londres.
Mientras tanto, Carrera se embarca el 17 de abril de 1811 en el navío de guerra
inglés Standard y arribaba a Santiago el 26 de julio, adentrándose inmediatamente en los
vericuetos de la política local.
Desde ese momento y con sólo 25 años, Carrera cambió la orientación del proceso
independentista chileno. Hasta el momento habían predominado los moderados, cuya idea era
más bien obtener grados de autonomía dentro del Imperio español, sin llegar a la
independencia plena. Carrera era un revolucionario, que buscaba la independencia plena
de Chile con respecto a España.
Muerte
Luego de ello y según lo relatado en una carta por John M. Forbes, agente de los Estados
Unidos en Buenos Aires, al Secretario de Estado de Norteamérica John Quincy Adams, y de
acuerdo con un boletín publicado en esa ciudad, el cuerpo de Carrera fue mutilado. Su cabeza
fue cortada y expuesta en la plaza de Mendoza; su brazo derecho fue enviado al Gobernador
de Córdoba, y el izquierdo a Punta de San Luis. Este acto fue considerado de salvaje
ferocidad causando un sentimiento de horror en la comunidad.68 Sin embargo eso es negado
por fray Lamas: "Preguntado por el que redacta esta memoria si era cierto, como dice el señor
Yates en su diario impreso en el apéndice a la obra inglesa cuyo título es: Journal of a
Residence in Chile by Mary Graham, London, 1824, si era cierto que a don José Miguel
Carrera le cortaron, después de ejecutado, la cabeza y la mano derecha, me contestó que no
había oído nunca semejante cosa, a pesar de haber acompañado, al suplicio al general,
residir en Mendoza y haber predicado el sermón de gracias por la victoria de Mendoza contra
él; así como la oración fúnebre del general Morón".69 Cabe considerar que ese tipo de
mutilaciones no era —como el dictamen mismo sugiere— desconocido en la época y que
Carrera mismo no era ajeno a esa “costumbre”, como cuando ordenó cortarle la cabeza al
coronel Videla después de su derrota en la batalla por la ciudad de San Luis a fin de
presentarla como regalo a su amigo, Estanislao López, entonces gobernador de Santa Fe.70
El Instituto de Investigaciones Históricas "José Miguel Carrera" ha estado tratando de
establecer los hechos por algún tiempo, pero aún no ha publicado resultados.71
Su repatriación tuvo lugar, en las palabras de Benavente "cuando Chile gozó de la plena
libertad que nunca había tenido y tal vez no tendrá después", irónicamente, durante la
presidencia de Francisco Antonio Pinto, persona que es considerada responsable de sepultar
para siempre las tendencias federalistas en la política chilena.