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Prá cticas como las aulas graduadas por edades estructuran las escuelas de una
manera aná loga al modo en que la gramá tica organiza el significado de la
comunicació n verbal. Ni la gramá tica de la escolaridad ni la gramá tica del habla
necesitan ser comprendidas a conciencia para operar como debe ser. En realidad gran
parte de la gramá tica de la escolaridad se ha llegado a dar por sentada, simplemente
como la forma en que son las escuelas. La que se llama la atenció n es la desviación de
la prá ctica escolar habitual (como cuando las escuelas deciden no emitir libretas de
calificaciones a los estudiantes).
La gente está acostumbrada a las escuelas primarias que está n divididas en aulas
autocontenidas, llamadas “grados”. En estos salones los maestros enseñ an toda una
variedad de materias a pupilos de casi la misma edad. Las high schools está n
organizadas de modo totalmente distinto. Cada hora los estudiantes pasan de una
materia otra, de un maestro a otro. Los maestros pertenecen a departamentos
especializados e instruyen a unos 150 alumnos por día –en 5 clases, de cerca de 30
cada una- en su disciplina particular (…) En las escuelas secundarias, pero
generalmente no en las clases de primaria, los alumnos pueden escoger hasta cierto
punto que estudiar.
Una vez establecida, la gramá tica de la escolaridad persistió , en parte porque permitió
a los maestros cumplir con sus deberes de manera predecible y enfrentarse a las
tareas cotidianas que la juntas escolares, los directores y los padres esperaban que
cumplieran: controlar la conducta de los estudiantes, instruir a los alumnos
heterogéneos y separar a la gente para sus futuros papeles en la escuela y después en
la vida. Las pautas institucionales habituales pueden ser recursos para ahorrar trabajo
o maneras de organizar unos deberes complejos. Maestros y estudiantes educados en
tales rutinas a menudo tienen dificultades para adaptarse a diferentes estructuras y
reglas. Las formas institucionales ya establecidas llegan a ser interpretadas por los
educadores, estudiantes y el pú blico como rasgos necesarios de una “escuela
auténtica”. Se van fijando en su lugar por la costumbre diaria en las escuelas y por
fuerzas exteriores, tanto mandatos legales como creencias culturales, hasta que casi
no se notan ya. Se vuelven simplemente la forma en que son las escuelas. (…)
La cultura escolar, así entendida, estaría constituida por un conjunto de teorías, ideas,
principios, normas, pautas, rituales, inercias, há bitos y prá cticas (formas de hacer y
pensar, mentalidades y comportamientos) sedimentadas a lo lardo del tiempo en
forma de tradiciones, regularidades y reglas de juego no puestas en entredicho, y
compartidas por sus actores, en el seno de las instituciones educativas. Tradiciones,
regularidades y reglas de juego que se transmiten de generació n en generació n y que
proporcionan estrategias: a) para integrarse en dichas instituciones e interactuar en
las mismas; b) para llevar a cabo, sobre todo en el aula, las tareas cotidianas que de
cada uno se esperan, y hacer frente a las exigencias y limitaciones que dichas tareas
implican o conllevan; y c) para sobrevivir a las sucesivas reformas, reinterpretá ndolas
y adaptá ndolas, desde dicha cultura, a su contexto y necesidades. Sus rasgos
característicos serían la continuidad y la persistencia en el tiempo, su
institucionalizació n y su relativa autonomía que le permite generar productos
específicos como las disciplinas escolares. La cultura escolar sería, en síntesis, algo
que permanece y que dura; algo que las sucesivas reformas no logran má s que arañ ar
superficialmente, que sobrevive a ellas, y que constituye un sedimento formado a lo
largo del tiempo. Un sedimento configurado, eso si, por capas má s entremezcladas que
superpuestas que, al modo arqueoló gico, es posible desenterrar y separar (…)
Los elementos má s visibles que conforman dicha cultura serían los siguientes:
Los actores, es decir, los profesores, los padres, los alumnos y el personal de
administració n y servicios (…)
Todo este conjunto de escenarios y prá cticas ritualizadas revisten un cará cter
ceremonial. Son, en un sentido cultural, ceremonias “formalizadas y dotadas de una
gramá tica explicita (...) unidas a contextos (espacios) que pueden variar dentro de
ciertos límites (…) si bien los cursos operatorios alternativos estarían ya definidos
previamente”. Estas “acciones regulares, ceremonializadas”, o “mitos ceremoniosos”,
en ocasiones “ajenos a la racionalidad de su origen”, constituyen el “componente
mitoló gico de la cultura escolar”, el “nú cleo duro” o “sedimento institucional “ de la
misma (TERRON y ALVAREZ, 2002)
(En este sentido) Las culturas escolares también cambian; no son eternas. Constituyen
una combinació n –entre otras muchas posibles- de tradició n y cambio. (…)
Puede ser que exista una ú nica cultura escolar, referible a todas las instituciones
educativas de un determinado lugar y periodo, y que, incluso, lográ semos aislar sus
características y elementos bá sicos. Sin embargo, desde una perspectiva histó rica
parece má s fructífero e interesante hablar, en plural, de culturas escolares.