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Son muchos los autores que han definido la filosofía como diálogo, como incesante debate

basado en la exposición razonada y argumentada del pensamiento de las personas.

Matthew Lipman, el creador de los famosos Programas de filosofía para niños, en una obra
traducida al castellano bajo el título La filosofía en el aula (Ed. La Torre, Madrid, 1992, pp. 193-
228), considera que:

"Una buena discusión no necesita involucrar a todos los presentes (algunas personas aprenden
más escuchando que hablando; están participando plenamente, aunque estén calladas). Una
buena discusión no se da necesariamente sólo porque muchos participantes estén hablando y
expresando sus ideas. Ni puede uno decir con satisfacción que tuvo una buena discusión sólo
por el hecho de que la clase se haya polarizado, o porque unos cuantos participantes se
enfrentaron entre sí.

Una buena discusión ocurre en cualquier área cuando el resultado final marca un progreso
definitivo comparado con las condiciones que existían cuando comenzó. Quizá es un progreso
en comprensión; quizá es un progreso al haber alcanzado algún tipo de consenso; quizá es
progreso simplemente porque se formuló el problema, pero en cualquiera de los casos hay un
sentido de movimiento hacia delante que se percibe.

En comparación, una mera discusión puede suscitar comentarios de varios de los individuos
presentes (uno duda en llamarlos "participantes") pero sin alcanzar una "comunión de
mentes". Los individuos pueden tener éxito en expresar la perspectiva desde la cual ven el
asunto, pero las perspectivas nunca se cruzan como para formar parte de un marco de
referencias más amplio (...).

Una buena discusión es acumulativa; cada contribución es, en efecto, una línea de fuerza o un
vector que converge con las otras y es orquestada con ellas. El que haya completo acuerdo o
desacuerdo al cierre del episodio tiene poca importancia; lo que importa es que las
contribuciones de cada participante se relacionan y se refuerzan unas a otras conforme cada
participante aprende a partir de lo que los otros han dicho (y también aprende, por supuesto,
de sus propias contribuciones)"

Para provocar una buena discusión filosófica, se puede comenzar planteando cuestiones del
tipo:

"¿Cuál es tu opinión sobre el asunto?

¿Cuáles son tus creencias acerca de este tema?


¿Estás de acuerdo con lo que se ha dicho? (...)"

Estos interrogantes no promueven aún el razonamiento. Sólo buscan que cada cual exprese su
punto de vista sobre el asunto a tratar. A fin de que se logre una posterior argumentación
racional, resultarán apropiadas preguntas como:

"¿Qué razones tienes para decir eso?

¿Por qué estás de acuerdo (o en desacuerdo) con ese punto?

¿Cómo estás definiendo el término que acabas de usar?

¿Qué quieres decir con esa expresión? (...)"

A partir de aquí, puede hacerse necesaria una "clarificación y reformulación" de los


planteamientos expuestos. Entonces resultará muy útil que quien modere el debate o
cualquier participante en él use "frases de ayuda" como, por ejemplo:

"Parece que estás diciendo...

¿Pudiera ser que...?

Corrígeme si me equivoco, ¿pero no es esto...?

Entonces, desde tu punto de vista...

La idea que quieres expresar es...

¿Podría resumir tu argumentación de la manera siguiente...? (...)"

A continuación, será conveniente una tarea de "interpretación". Esta puede guiarse con
expresiones similares a:
."De lo que se ha dicho, yo concluyo que...

Si no me equivoco, tu posición puede ser interpretada de esta manera...

De lo que estás diciendo, parece seguirse lógicamente que... (...)"

Esta fase, cabe que se complemente con otras dedicadas a:

a)"Buscar coherencia".

b)"Pedir definiciones".

c)"Buscar presuposiciones".

d)"Señalar las falacias".

e)"Pedir razones".

f)"Obtener explicaciones".

Para ello, habrá que recurrir a enunciados del tipo:

a)"Poco antes, cuando usaste la palabra... ¿no la usaste en un sentido muy diferente al que la
estás usando ahora?

¿Están en realidad en desacuerdo uno con otro, o simplemente están diciéndola misma cosa
pero de dos maneras diferentes?

Me parece que hay una contradicción directa entre esos dos puntos de vista... (...)

b) Cuando usas la palabra... ¿qué quieres decir?


¿Podrías definir la palabra... que acabas de utilizar?

¿A qué se refiere la palabra...? (...)

c) ¿No estás dando por supuesto que...?

Lo que acabas de decir, ¿está basado en tu creencia de que...? (...)

d) No creería nada de lo que ella tiene que decir en esta historia. Todo el mundo sabe que su
abuelo estuvo en la cárcel (falacia ad hominem) (...)

e) y f) ¿Cuáles son las razones en las que te apoyas para decir eso?

¿Qué te hace pensar que...?

¿Por qué crees que tu punto de vista es correcto? (...)".

Por lo demás, un buen diálogo filosófico será aquel que dé cabida a posibles alternativas en
relación con lo propuesto. Se puede alentar a su desarrollo con comentarios como:

"Hay algunas personas que piensan que...

¿Aceptarías que fueran posibles otras creencias sobre este mismo tema?

¿De qué otro modo puede verse esta asunto? (...)"

Todas estas sugerencias deben completarse, finalmente, con un constante ejercicio de


"agrupamiento de ideas", de "sugerencia de posibles líneas de convergencia o divergencia" y
de "encaminamiento de las discusiones a un nivel más alto de generalidad".

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