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TEORÍA DEL COLOR Y PERCEPCIÓN

Unidad 1. El color en el espacio interior


Unidad 1. El color en el espacio interior

El color en el espacio interior

El color es un elemento ineludible de nuestra cotidianeidad y un factor primordial


para recrear atmósferas en el diseño interior, ya que está directamente ligado a
la experiencia espacial, por lo que desencadena una reacción emocional inmedia-
ta en el habitador. De este modo, a través de sus propiedades físicas y psicológi-
cas, el color transmite sensaciones y experiencias sensitivas.

Para Ambrose y Harris (2006), “el color es un elemento de diseño fundamental


por su capacidad de provocar reacciones emocionales en el observador” (p. 106).

En la práctica del interiorismo, la toma de decisiones puede tornarse compleja


si no se cuenta con criterios teórico–prácticos y si no se toman en cuenta las
características formales, de iluminación y estilo, que se pretenden representar y
transmitir.

La teoría del color se sustenta en el uso de la gama de colores que asumen los
diferentes efectos respecto de la coyuntura de las tonalidades, con la intención
de motivar a consumir el espacio interior. Por otro lado, la psicología de color
instaura el estado anímico del habitador de acuerdo a la percepción. Las estrate-
gias de selección redundan en matiz, la temperatura y los efectos visuales.

Dentro de los elementos de la forma, el color se establece mediante los signifi-


cantes que definen la figura acompañada de la métrica, el orden y el ámbito en
la formalidad. Dichos significantes son un conjunto de atributos con afinidades o
denotaciones inherentes, variables por su interacción semasiológica, que fortale-
cen el lenguaje formal–espacial arquitectónico–interior y codifican o recodifican
la acepción del mensaje que se pretende transmitir. Además, dotan de materia-
lidad a la objetividad o subjetividad espacial.

El matiz puede ser atribuido a partir de los efectos cálidos, fríos o neutros; mien-
tras que la tonalidad por la intensidad o saturación. Por otro lado, los efectos
visuales se consiguen con la temperatura, el tamaño, el peso y la profundidad.

Técnicamente, los colores son una sensación producida por rayos luminosos que
percibe el ojo y que interpreta el cerebro. Se trata de un fenómeno físico–quími-
co que depende de la distancia que se establece con los elementos. Por tal razón,
son transmisores de emociones y portadores de información, pues cada color es
capaz de alterar las impresiones del habitador.

El color representa un poder esencial en la cotidianeidad del habitador, el cual


se manifiesta con sumo poder en todas partes, desde la recepción en el cerebro,
hasta la transmisión de emociones.

Asimismo, el color puede adquirir diferentes significados, lo cual depende de la


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interpretación de estímulos dentro de una connotación cultural, tal como lo esta-


blecen Prado y Ávila (2006) en la pirámide de la experiencia del color, la cual se
muestra a continuación:

Pirámide de la experiencia del color. Prado y Ávila (2006).

Como podemos apreciar, la interpretación básica del color inicia con la reacción
biológica, la cual se ha desarrollado a través de la adaptación al medio durante
miles de años de evolución, donde indica si la fruta está madura, si un sujeto se
sonroja, si la piel del compañero es sana, etc. Esta información es interpretada por
el cerebro en seis segundos. Esta interpretación del color nos ayuda a sobrevivir,
ya que se relaciona directamente con nuestras reacciones básicas primitivas.

El siguiente nivel nos habla de las sensaciones que nos genera el color a través
de un inconsciente colectivo, es decir, las sensaciones que nos transmite sin
importar la condición sociocultural a la que nos enfrentamos; por ejemplo, todos
podemos experimentar los colores cálidos y fríos.

El tercer nivel se refiere a un simbolismo de asociación consciente, el cual es


establecido por la cultura; por ejemplo, la manera en que asociamos el rosa para
niñas y el azul para niños.

El cuarto nivel hace referencia a las influencias culturales, ya que una cultura
o una tradición pueden identificarse por sus colores; por ejemplo, el morado y
blanco que se emplea para representar la celebración de la Semana Santa.
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Unidad 1. El color en el espacio interior

El siguiente nivel son las tendencias de estilo y moda, las cuales muchas
veces marcan la preferencia por determinados colores en temporadas o periodos
específicos; por ejemplo, en la década de los 90, hubo una fuerte tendencia hacia
los colores fluorescentes.

El último nivel se refiere a las relaciones interpersonales, ya que el color


puede tener distintos significados personales de acuerdo a nuestra personalidad,
lo cual es consecuencia de nuestras experiencias individuales, de ahí la preferen-
cia por cierto color o tonalidad.

Representaciones y evocaciones

Las evocaciones son sugeridas a partir de la percepción y se localizan en el


subconsciente del habitador. Históricamente, la evolución perceptiva de las rela-
ciones sensoriales representadas por los estímulos se remonta a la doctrina de
Platón, quien sugirió la idea de conocimiento sobre la evocación. Según esta
postura, los objetos proporcionan un discernimiento verdadero por las sensacio-
nes que se producen a partir de las cualidades físicas del espacio, como el color.

Para Platón, la función de la percepción no es proporcionar conocimiento, sino


reproducir cualidades de las cosas en los sentidos. La totalidad de estos meca-
nismos reproductivos, como oler, ver, oír o tocar, es lo que colectivamente se
denomina “percepción”, sin embargo, ésta no es un modo de conocimiento. En
este sentido,

El conocimiento requiere capacidad de utilizar percepciones, contrastarlas unas


con otras, juzgarlas y, sobre todo, razonarlas; sin embargo, estas funciones no
pueden ser realizadas por la percepción, ya que carece de un objeto estable y
no es autorreflexiva. Para Platón, podemos conocer a través de los sentidos,
pero nos es imposible conocer con nuestros sentidos. La percepción, a lo sumo,
es un medio. Por ejemplo, la percepción no puede representar la igualdad entre
dos cosas diferentes, pero reproducirlas en nuestros sentidos nos sirve como un
medio o una ocasión para el juicio (Ramírez, 1987).

La evocación, en cambio, es un modo consciente que se lleva a cabo a partir de


la memoria, pero tampoco se identifica como el acto de recordar. La evocación
fue estudiada por Aristóteles, quien considera que ésta se debe inscribir prime-
ro en los sentidos antes de que ocurra cualquier acto del recuerdo. Cuando ha
pasado el tiempo, entonces existen diversas impresiones sobre la memoria en el
espacio interior. Por tal motivo, la evocación no es el recuerdo de algo pasado,
sino la redención de algo aprehendido después de que haya existido un periodo
de olvido. De este modo, para la evocación se requiere una fuente distinta de
las impresiones originales, algo que no es necesario para que ocurra la memoria
(Ramírez, 1987).

Cuando se evoca, se experimenta un proceso de representación a través de las


diversas acciones que se realicen dentro de un espacio. Naturalmente, ambos
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actos ocurren sólo en relación con el pensamiento Dicho proceso perceptual se


caracteriza no por el recuerdo de un objeto o suceso pasado, sino porque con
ello se busca una serie de experiencias. Por ejemplo, si se trata de evocar algo
que haya ocurrido hace dos días, a medio día, en un espacio interior específico,
se reproducen una serie de movimientos para reconstruir lo que haya acontecido,
hasta la posibilidad de aislar cualquier objeto o sucedo que se pretende evocar.

Para realizar este acto de evocación, Aristóteles sugiere que nosotros tenemos que
seguir en la conciencia de la secuencia de movimientos de los objetos con respecto
a la secuencia temporal. Un objeto es evocado solamente cuando la secuencia del
tiempo y los movimientos de los objetos llegan a coincidir (Ramírez, 1987).

Un medio para alcanzar la representación y la evocación es la imaginación, la


cual puede crear el boceto de una imagen estilizada e irreal, pero creada por las
impresiones depositadas en la memoria, es decir, se reconstruye por las evoca-
ciones que empiezan por los sentidos y se almacenan de acuerdo a la opinión
individual y vinculada con la esencia de las cosas. Es un mecanismo básico de la
imaginación que funciona por la asociación de ideas o conceptos de representa-
ción; sin embargo, lo que resulta importante es que el habitador debe ser capaz
de retener ideas de los objetos, por medio de la temporalidad, con la finalidad de
conseguir una evocación sobre las vivencias del espacio interior.

La capacidad de reordenar o componer la realidad permite retener, alterar o


componer la serie de imágenes aprehendidas en una espacialidad, las cuales se
combinan perfectamente para organizar la evocación y reordenar lo evocado. La
imaginación, por lo tanto, es el resultado de sensaciones o asociaciones previas,
las cuales se mueven en un orden espacial y temporal a partir de la memoria. Sin
embargo, cuando dichas imágenes se vuelven en un orden diferente o de manera
segmentada, se combinan en un todo nuevo que nunca fue real a los sentidos,
por lo que será entonces un proceso de fantasía.

Si se considera fantasía, se limita la idea de la evocación para contemplar la


verdad. Por lo tanto, se debe ser consciente de la capacidad para ordenar las
sensaciones recordadas, para ligarlas con las imágenes evocadas a partir de los
sucesos que tienen lugar en un espacio interior, a partir de las experiencias del
habitador y su relación con los demás.

De este modo, la imaginación del habitador se aproxima a diferentes ideas, es


capaz de cambiar el orden que tenían en la memoria y forja con ellas una cadena
totalmente nueva de acuerdo a su percepción. Dichas ideas se enlazan de mil
maneras y, con frecuencia, se puede recordar menos el orden en el cual se hayan
experimentado las sensaciones de aquello que haya imaginado el habitador. Así,
la realidad, lejos de ser descartada, es el referente, mediato o inmediato, para
examinar el mayor o menor deleite conseguido mediante la fantasía. Por ello,
más abajo establece una correlación gradual, sin solución de continuidad, entre
sensaciones, fantasía, reflexión, etc. La capacidad de fantasear, por lo tanto, está
entre la memoria y la reflexión, por lo que no está claramente diferenciada, ni
funcional ni estéticamente (Serés, 1994).

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El color en la plástica

El color parte de una sensación percibida por medio de la luz; mientras que la
plástica se introduce como medio de comunicación visual. Muchos artistas se
preocupan por buscar la razón y causa de los medios artísticos para crear sus
obras, en las que incluyen el color como elemento primordial, sin importar la
corriente a la que hagan referencia.

El color es la vida, pues un mundo sin colores parece muerto. Los colores
son las ideas originales, los hijos de la luz y de la sombra, ambas incoloras
en el principio del mundo. Si la llama engendra la luz, la luz engendra los
colores. Los colores provienen de la luz y la luz es la madre de los colores.
La luz, fenómeno fundamental del mundo, nos revela a través de los colo-
res el alma viva de este mundo.

Nada puede conmover al hombre tanto ni tan profundamente como la


aparición en el cielo de una inmensa y luminosa corona de colores.

El relámpago y el trueno asustan pero los colores del arco iris o de la auro-
ra boreal nos tranquilizan y nos subliman. El arco iris está considerado
como un signo de paz.

La palabra y su acento, la forma y su color son receptáculos de un mensa-


je. SI el acento confiere a la palabra un brillo coloreado, el color comunica
a la forma la plenitud y el alma.

El espíritu profundo del color constituye una resonancia de sueño, una luz
que se hace música. Cuando reflexiono sobre el color, cuando relaciono
nociones, cuando construyo frases, todo vuela en perfume y en mis manos
queda el espíritu (Itten, 1992, pp. 8-9).

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Unidad 1. El color en el espacio interior

Como podemos darnos cuenta, el color es uno de los elementos más expresivos
del lenguaje visual y plástico, ya que a través de él, es posible expresar más
cosas que con las palabras. Por ejemplo, un árbol lo podemos reconocer por su
figura, pero, además, a través de su color podemos identificarlo más fácilmente.
Incluso, podemos conocer por los cambios de color la estación del año en la que
nos encontramos.

Para Valenciano (2006), “el color da una información total, pues todo cuanto nos
rodea tiene color, pero ese color que percibimos es la luz que el objeto refleja
(todo objeto absorbe unas longitudes de onda y rechaza otras, que son las que
percibimos)” (p. 38)

La fuente del color proviene de la luz solar o luz blanca, que se refleja
sobre las superficies y que percibimos a través de nuestro sistema visual.
Este a su vez transforma esta información en señales eléctricas que se
envían a nuestro cerebro, responsable de crear la sensación de color. Por
lo tanto, se concluye que el color no existe como realidad física. Del estu-
dio de las propiedades del color y de sus aplicaciones se encarga la teoría
del color (Andueza et al., 2016, p. 183).

Dado que los colores son una sensación percibida por nuestro cerebro, éstos
transmiten determinados mensajes cuando son recibidos. Por tal motivo, es
importante conocer las propiedades y singularidades del color cuando se tiene el
propósito de comunicar un mensaje.

De acuerdo con Bargueño, Sánchez y Sainz (2015), “el color se asocia a diferen-
tes objetos y sensaciones, y puede transmitir o sugerir sentimientos. Cada época
y cultura ha encontrado en el color una simbología diferente. Estos valores influ-
yen en signos, señales, anuncios publicitarios, cine, etc. “ (p. 75). Por ejemplo, el
blanco es signo de pureza, limpieza, ausencia o verdad, y se puede utilizar para
indicar que un producto es nuevo; mientras que el negro se asocia a la oscuridad,
el miedo o el vacío, aunque también indica elegancia.

Asimismo, los tonos saturados son vivos y alegres; mientras que los colores poco
saturados dan sensación de sucios o viejos, desgastados. Por otro lado, los colo-
res claros son suaves, dulces, acarician y transmiten tranquilidad; mientras que
los oscuros son tristes, agresivos y dan una sensación de temor y miedo.

Todos estos factores deben ser considerados dentro de la plástica, ya que ésta
es un medio que permite comunicar las vivencias del habitador a través de un
lenguaje de pensamiento que se dicta por la propuesta del color.

Color luz y color pigmento

El análisis del color se puede abordar desde diversas perspectivas, como la física,
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la psicológica, la social y la cultural. Una de las teorías que actualmente influyen


en la vida cotidiana del habitador es la de los denominados “colores pigmentos”
o “colores luz”.

En lo que respecta a los primeros, en un inicio, se consideraba que estos colores


eran cualidades de los objetos; sin embargo, diversos estudios han permitido
reconocer que los colores pigmento son producidos por la luz que se refleja
debido a la capacidad de algunos pigmentos aplicados en distintas superficies.
Por ejemplo, la mayoría de los sistemas de impresión, utilizan los pigmentos
magenta, cian y amarillo, los cuales son también aplicados en la pintura.

Teóricamente, la combinación de los colores primarios (rojo, amarillo y azul)


debería producir el negro o el color con menos cantidad de luz, una mezcla que
comúnmente se conoce como “síntesis sustractiva”. Dicha mezcla carece de inten-
sidad, es por ello que se agrega un pigmento negro mediante el modelo CMYK, el
cual se utiliza en la impresión de colores. Los procedimientos utilizados en estos
modelos se conocen como “tricromía” o “cuatricromía” y están basados en una
síntesis sustractiva (pigmento negro) y síntesis aditiva (pigmento blanco).

El ojo humano está compuesto por células fotosensibles, las cuales dotan de visi-
bilidad al habitador, mediante conos sensibles a la luz roja, verde y azul, razón
por la cual se denominan “colores luz”. Los colores que se producen por la luz de
objetos como pantallas de cine o computadoras, son capaces de identificar los
colores primarios del rojo, el verde y el azul (por sus siglas en inglés RGB); sin
embargo, no son objetos visuales que puedan imprimirse con dicha calidad, ya
que requieren de la luz para mantener la tonalidad precisa.

Por otro lado, los colores acromáticos (blanco y negro) tienen cierta luminosidad,
pero no tienen tonalidad ni saturación. Debido a que el color es una sensación,
llega a los ojos y es capaz de enviar información al cerebro, la cual interpreta o
reinterpreta. Precisamente, para el trabajo en el espacio interior, es importante
reconocer las cualidades de los colores luz y pigmentos, con el fin de realizar una
propuesta basada no sólo en los aspectos sensoriales, sino también en los técnicos.

De este modo, la importancia de la armonía radica no sólo en la disposición de


los colores, sino también en la relación que existe entre ellos en cuanto a lo
cuantitativo, la pureza y la claridad. Para Itten (1992), el principio fundamental
de la armonía deriva de la ley de contraste simultaneo, la cual establece que
los colores están sujetos a las variaciones visuales producidas por los otros que
están a su lado. Así, el efecto óptimo de un color depende del color yuxtapuesto.

La luz es el elemento que crea armonía entro dos o más colores; sin embargo,
la decisión depende del criterio de cada habitador, pues hay combinaciones que
sugieren un carácter análogo o colores agrupados con el mismo valor tonal;
mientras que otros están reunidos con un contraste marcado que puede generar
una serie de emociones en el espacio interior. No obstante, dicho contraste debe
ser justificado mediante la armonía de un condicionamiento subjetivo; es decir,
de acuerdo a los gustos e impresiones que posea el habitador de las experiencias
vivenciales dentro del espacio. Además, son importantes las impresiones de los
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procesos fisiológicos que se presentan en las percepciones de los objetos que


mantienen una propiedad de pigmentación, las cuales acercan al habitador a un
espacio incluso sensorial.

El circulo cromático es un elemento fundamental para realizar una propuesta


estética en el espacio interior, ya que permite clasificar los colores, colocándo-
los uno frente al otro para crear colores complementarios. Actualmente, existen
diversas marcas en el mercado que ofrecen una importante gama de círculos
cromáticos que pueden ayudar a tomar decisiones respecto al uso del color en el
diseño de interiores.

Círculo cromático. Itten (1992).

El círculo cromático es la representación visual del efecto de mezclar colores. Se


inicia con un nivel central inicial, el cual se compone de los tres colores prima-
rios: azul, rojo y amarillo. Posteriormente, en un nivel posterior, se colocan los
colores secundarios, que son las combinaciones de los del primer nivel, dando
como resultado:

®® Rojo + amarillo = naranja.

®® Azul + rojo = violeta.

®® Amarillo + azul = verde.


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En el siguiente nivel, se ubican los colores terciarios, los cuales corresponden a


la mezcla de todos los secundarios. De igual forma pueden apreciarse los colores
complementarios, que son aquellos opuestos en el círculo cromático que indican
la opción visualmente más acertada y atractiva para combinar.

Física del color

La física explica el color como una función de la luz, donde la energía del sol
viaja en forma de ondas electromagnéticas, las cuales, al llegar a los objetos,
estimulan la percepción visual. Las diferencias entre los colores suponen diversas
formas de captar la realidad que se observa de las tonalidades, las cuales, según
la física, corresponden a una cierta porción de gama de longitudes de onda.

La teoría física de la luz se fundamenta en el trabajo de Newton, quien fue el


primer físico que descubrió, entre 1672 y 1676, que el color surge de la luz.

Para demostrarlo, realizó un experimento que consistía en pasar un hilo de


luz solar por un prisma de cristal triangular, en una habitación oscura. El
resultado fue la aparición del arco iris como consecuencia de la refracción
de la luz blanca. También demostró que la suma de todos los colores daba
como resultado el color blanco. El experimento consistió en pintar un disco
con diferentes colores de forma radial; al hacerlo girar, los colores desapa-
recían y el círculo se veía de color blanco (Bargueño et al., 2015, p. 59).

La imagen que se muestra a continuación, ilustra el experimento realizado por


Newton:

Descomposición de la luz solar en los colores del espectro. Itten (1992).

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Unidad 1. El color en el espacio interior

El ojo humano sólo es capaz de percibir la realidad de los colores, designada


por los pigmentos, los cuales pueden ser analizados por la física o la química.
El contenido y sentido del habitador son recibidos por la percepción a través de
la transmisión de la información cerebral. Cada color del espectro posee una
longitud de onda específica; la indicación de su longitud de onda o del número
de vibraciones permite determinarlo con exactitud. Las ondas luminosas son en
sí incoloras. El color nace únicamente en nuestro ojo o en nuestro cerebro. La
percepción de las ondas luminosas es un fenómeno que todavía está sin explicar,
únicamente se sabe que los colores nacen de las diferencias de reacción ante la
luz (Itten, 1992).

En el mundo contemporáneo, el color ha ido más allá de su valoración simbólica


e intuitiva, convirtiéndose en uno de los insumos más considerado en los aspec-
tos técnicos y conceptuales a la hora de comunicarse visualmente. Así, podemos
verlo incorporado al mundo actual de manera determinante y sistémica en los
semáforos, avisos de circulación códigos de colores en empaques, industrias y
otros signos de lectura inmediata que no dan opción a la interpretación. De este
modo, el color se define como un instrumento incorporado a nuestro sistema de
visibilidad y a nuestras conductas de comportamiento (Castañeda, 2005).

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Referencias

®® Ambrose, G., y Harris, P. (2006). Color. España: Parramón.

®® Andueza, M., et al. (2016). Didáctica de las artes plásticas y visuales en


educación infantil. España: Universidad Internacional de La Rioja.

®® Bargueño, E., Sánchez, M., y Sainz, B. (2015). Educación Plástica, Visual y


Audiovisual. Graphos B. España: McGraw-Hill.

®® Castañeda, W. (2005). Color. Colombia: Editorial Universidad de Caldas.

®® Itten, J. (1992). El arte del color. México: Limusa.

®® Prado, L., y Ávila, R. (2006). Factores ergonómicos en el diseño: percepción


visual. México: Universidad de Guadalajara.

®® Ramírez, C. (1987). La idea del hombre en el pensamiento occidental. Costa


Rica: EUNED.

®® Serés, G. (1994). El concepto de fantasía, desde la estética clásica a la


dieciochesca. Anales de Literatura Española. (10), 207-236. Recuperado de
http://rua.ua.es/dspace/handle/10045/7437

®® Valenciano, J. (2006). Educación plástica. España: Fondo de Publicaciones


del Gobierno de Navarra.

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