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El tránsito de Alfinger y Martín García por estas comarcas en 1532, dejó huellas
indelebles que la Historia recuerda con horror; robos, matanzas sin piedad,
violencias de toda especie, aterroziaron de tal manera a los Chitareros y
Bocalemas, a los Cúcutas y Ciñeras que quince años después, al haber noticias
vagas de que existían fuerzas españolas por los lados de Ocaña, trataron de
confederarse para resistir al feroz enemigo.
Fijaron sus ojos en el anciano Cínera en quien pusieron todas sus esperanzas por
su poderosa influencia y los recursos de que disponía, y al efecto le enviaron
sendas diputaciones que arreglaron con él los términos de la defensa; pero
conociendo el astuto indio la dificultad de vencer a los invasores a causa del
pavoroso armamento que traían, pensó igualar las ventajas, por lo menos
oponiéndoles un número crecido de soldados fuertes y aguerridos. Aceptó las
proposiciones de sus vecinos y resolvió enviar una embajada a sus aliados y
parientes, los invictos Guanes, para que estuvieran listos al combate cuando fuera
preciso. Nadie mejor que su bella hija Zulia, de aquella valiente raza, para el
desempeño de tan importante comisión: así lo dispuso y ella fue la embajadora.
CACIQUE CINERA: Hija, te enviare como emisaria para que convenzas al cacique
Guane, buscaremos estar listos para el combate, ellos son guerreros imparables,
te enviare acompañada de una pequeña corte de parientes y amigos que formaré,
te recibirán de la mejor manera, pues somos familia, pelee al lado de mi padre en
la guerra que tuvimos que declarar a los Guenes, pero termino pronto y
satisfactoriamente, pues me case con tu madre, hija del jefe de la tribu.
Narrador: Despues de enviar sus emisarios, me situó en el valle en que hoy está
construida la ciudad de Pamplona, a esperar el resultado de sus proyectos.
Poco tiempo después, tenía a su derredor más de dos mil hombres dispuestos a
combatir.
ZULIA: Tenemos que armar un plan para atacar a los españoles en Arboledas.
Guaimaral: la mejor táctica es dividir la expedición en dos cuerpos: uno a tu
mando, compuesto de los Guanes, Labatecas y Cáchiras, que daría el asalto por
el sur; y el otro, bajo mi mando, obraría por el camino de Salazar. Este cuerpo
estaba formado de los Bocalemas, Chitareros y Cúcutas y cuenta de mil hombres.
NARRADOR: Fijados como estaban el día y la hora del asalto, se efectuó con
éxito asombroso. Las tropas indias pelearon con valor y disciplina, debido a la
altísima confianza en los jefes, quienes en la movilización de los cuerpos y
ejecución de su misión. Guaimaral, profundamente enamorado de Zulia desde que
la vió por primera vez, demostró en el combate, con actos de increíble arrojo que
tenía derecho a pretender la posesión de su divina hermosura; y Zulia, que
correspondía dignamente tan noble pasión, se esmeró con su indomable valor y
feroz energía en conservar el renombre que le había discernido la fama.
Diego Parada: dos años después de la muerte infame de Diego Montes, aquí
estoy en los cerros de occidente, con trescientos soldados y sesenta caballos.
Diego Parada: estoy enterado de la calidad de los jefes y tropa con quienes vamos
a combatir, no les daremos tiempo, avancemos resueltamente en su persecución.
Narrador: Sin embargo de las emboscadas que sufrió en las sombrías montañas
de Cucutilla. Los indios se resguardaron en el valle de Pamplona, en el rincón del
sur dejando libre la retirada hacia el páramo; en pocos momentos se le agregaron
las parcialidades más vecinas y las disposiciones de Guaimaral y Zulia dieron para
el combate, infundieron en el ejército la persecución del próximo triunfo.
Narrador: pero cae en las lanzas asesinas de los invasores, tejiéndose otra
leyenda. Al desplomarse del caballo cae moribunda bocabajo, besando
fulgúreamente su amada tierra