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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO

ESCUELA DE POSGRADO
MAESTRÍA: GERENCIA SOCIAL Y RELACIONES
COMUNITARIAS

Docente:

Dr. Heiner Onu Escalante Gómez

Integrantes:
Casana Rodríguez, André
Mallcco Avila, Carlos Alberto
Martinez Vargas Salinas, Jessie
Rubio Luna Victoria, Ricardo David
Salgado Escalante, Claudia

Trujillo – Perú
2022
EMPLEABILIDAD PARA LAS PERSONAS ADULTAS MAYORES
Garantizar la empleabilidad para las personas adultos mayores en pobreza y extrema
pobreza: “incluir para crecer”

Resumen:
El interés de este trabajo es reflexionar sobre la actividad productiva de las personas
mayores y su valiosa contribución al bienestar familiar y social en el Perú. Se presenta el
paradigma del envejecimiento productivo y sus diferentes dimensiones en la vida cotidiana
de los adultos mayores haciendo hincapié en el potencial productivo de este grupo etario
como un factor influyente en la calidad de vida y un recurso esencial para el desarrollo de la
sociedad. Asimismo, se destaca la existencia de redes de apoyo social basadas en la
reciprocidad como un mecanismo recurrente de las personas mayores, que provee de
oportunidades ocupacionales en la vejez.

El Estado peruano ha adoptado medidas que le han permitido construir un marco jurídico e
institucional en relación a las personas adultas mayores. Así, se pueden identificar dos
instrumentos normativos: La ley de la persona adulta mayor, los cuales establecen los
derechos de esta población y los deberes de la sociedad y del Estado al respecto, siendo el
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables el ente rector en la materia. Por otro lado,
se cuenta con instrumentos como la Política Nacional en relación a las personas adultas
mayores, que define los contenidos principales de las políticas públicas, encontrando
contenidos como: Envejecimiento saludable; empleo, previsión y seguridad social;
participación e integración social; y educación, conciencia y cultura sobre envejecimiento y
vejez.

Introducción:
El proceso del envejecimiento en Perú se ha hecho visible desde mediados de los noventa y
continuará durante toda la primera mitad del siglo XXI (INEI, 2017), ya que se vislumbra un
aumento en la esperanza de vida. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en
nuestro país la esperanza de vida en el periodo 2015-2020 es de 75,3 años, y se proyecta que
entre 2045 y 2050 será de 82,1 años, para luego incrementar a 88,1 en el periodo 2095-2100;
lo cual da muestra de los logros alcanzados esencialmente en materia de salud; no obstante,
también sugiere algunas cuestiones por afrontar en las esferas del empleo, vivienda, salud y
servicios públicos para la población adulta mayor que se irá incrementando.
Actualmente, 4 140 000 de los habitantes del país son personas adultas mayores (PAM) lo
que equivale al 12,7% de la población total al año 2020. Del total de la población de adultos
mayores, el 52,4% son mujeres (2 millones 168 mil) y 47,6% hombres (1 millón 973 mil).
Las mujeres adultas mayores representan el 13,2% del total de la población femenina del país
y los hombres adultos mayores el 12,2% del total de la población masculina.

Ante esta coyuntura actual, debemos preguntarnos: ¿en qué condiciones subsisten durante la
vejez? ¿de qué manera lo harán en el futuro? ¿qué medidas se han implementado y deberán
implementarse desde el Estado para garantizar el ejercicio de sus derechos?

Justificación
La presente investigación se basa en la problemática que actualmente viven los adultos
mayores en pobreza y extrema pobreza, por la carencia de políticas sociales que favorezcan
su desarrollo social, psicológico, salud y económico, además, la pandemia de la Covid-19
acrecentó el descuido de este grupo etario vulnerable.
El Perú se encuentra atravesando un acelerado proceso de envejecimiento poblacional, el
cual consiste en el incremento del número y proporción de personas de 60 años a más y la
disminución de los grupos de edades más jóvenes, debido a la reducción de las tasas de
fertilidad y mortalidad. Tenemos que entender quiénes son la población adulta mayores
(PAM) y cuáles son las particularidades con las que lidia este grupo exige previamente
entender conceptos como la vejez y el envejecimiento. Como lo señala el ministerio de la
mujer y poblaciones vulnerables - MIMP, (2009) “existe un consenso tácito en fijar la edad
en que se inicia la vejez, justamente cuando se deja de pertenecer a la población en edad
activa. Sin embargo, el momento de decaimiento sustantivo de las fuerzas físicas y de las
capacidades mentales, y el deterioro de la salud, es cambiante en cada persona”.
Asimismo, la población adulta mayor (PAM), suman 4 millones (47.8 % de hombres y 52.2%
mujeres), representando el 12.7 % de la población nacional, más del doble que en 1950, año
en el que este grupo poblacional representa el 6 % (INEI- 2020).
Las PAM, son uno de los grupos poblacionales más vulnerables del país, como se evidencia
en las brechas de acceso a la educación básica, al sistema pensionario y de salud, así como
también en su baja participación social y en el mercado laboral, la alta demanda insatisfecha
en servicios de cuidado de larga estancia o cuidados en el ámbito familiar, la alta incidencia
de pobreza y violencia que presentan, esta situación es aún más crítica en ciertos subgrupos
sociales e históricamente excluidos, como las mujeres adultas mayores, asimismo los
miembros de comunidades indígenas u otros grupos étnicos discriminados, y los pobladores
de áreas rurales del país.
Nos preguntamos ante esta coyuntura de la pandemia de la COVID 19, debemos
preguntarnos: ¿En qué condiciones subsisten durante la vejez? ¿De qué manera lo harán en
el futuro? ¿Qué medidas se han implementado y deberán implementarse desde el Estado para
garantizar el ejercicio de sus derechos?

En los últimos años se han desarrollado diversas acciones dirigidas a las personas mayores,
como la nueva Ley de la Persona Adulta Mayor, Ley N.º 30490, promulgada en 2016, y su
reglamento; la elaboración de una Política y un Plan Nacional para las Personas Adultas
Mayores, y la implementación de programas y servicios focalizados. No obstante, existe un
déficit en el plano normativo y de las políticas públicas. De esta manera, si bien la Ley N.º
30490 establece un catálogo amplio de derechos para este grupo poblacional, en muchos
casos es necesaria la implementación de acciones concretas por parte de diversos organismos
estatales, así como un mayor desarrollo normativo para alcanzar un goce efectivo.
(Defensoría del pueblo, 2019).

En el Informe Mundial sobre el Envejecimiento y la Salud se señala que es muy común que
los empleadores presenten actitudes de rechazo hacia los trabajadores de avanzada edad,
aunque éstos no necesariamente sean menos saludables, educados, habilidosos o productivos
que sus colegas más jóvenes (OMS, 2015).
Las estadísticas sobre empleo muestran que, de cada 10 personas de 60 a más años de
edad, aproximadamente, 6 de ellas participan en el mercado laboral, como ocupadas o
desocupadas; mientras que, las restantes 4 personas mayores representarían la
denominada población económicamente inactiva. Las circunstancias en las que los adultos
mayores trabajan no serían las apropiadas, dado que, el 53,5% de esta población son
trabajadores independientes (INEI, 2020).

El INEI informó que, del total de hogares del país, el 25,6% tiene como jefa o jefe a una
persona de 60 y más años de edad. Por sexo, existen más mujeres que hombres de 60 y más
años de edad como cabeza de hogar. Así, del total de hogares que son conducidos por
mujeres, el 28,8% son adultas mayores; en el caso de los hogares con jefe hombre, el 24,0%
cumplen con esta condición.

El 4,04% de los adultos mayores tienen una


ocupación principal que no es remunerada,
frente al 11,93% de las mujeres adultas
mayores que también trabaja sin recibir
remuneración.

Respecto al grupo ocupacional de los trabajadores de 60 años o más, destaca que 1 de cada
4 adultos mayores se desempeña como agricultor, ganadero o pescador calificado (26,2%).
El segundo grupo de mayor participación es el de vendedor, el cual representó al 14,1% de
adultos mayores en el 2019. Asimismo, 1 de cada 10 trabajadores de 60 años a más se empleó
como peón agropecuario, pesquero o forestal (9,4%), mientras que el 6,7% lo hizo como
vendedor ambulante.
Por otro lado, un pequeño porcentaje de adultos mayores se desempeñó como peón en el
sector minero, de construcción, de industria manufacturera o de transporte (2,2%), como
trabajador del hogar (2,5%) y como empleado de oficina (2,8%). Informe anual de empleo
de la población adulta mayor (2019).
De acuerdo al último censo realizado por el INEI a los adultos mayores como PEA (2017),
el 54,4% forma parte de la Población Económicamente Activa (PEA), conforme a los
resultados de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO).

Bajo un análisis más certero sobre la situación de los adultos mayores pertenecientes a la
PEA, se establecen los siguientes datos demográficos:

30 de cada 100 trabajadores adultos mayores labora en la actividad Comercio. Por rama
de actividad, el 30,3% de 60 y más años de edad trabaja principalmente en Comercio.
Asimismo, el 12,2% labora en Agricultura/Pesca/Minería, el 8,7% en Manufactura, el 7,1%
en Alojamiento y Servicios de Comida, el 6,9% en Enseñanza, el 6,1% en Transporte y
Comunicaciones, el 3,9% en Construcción y el 24,8% en otros Servicios.

66 de cada 100 varones adultos mayores forma parte de la PEA. El número de hombres
de este rango de edad asciende a un millón 505 mil 761, y el de mujeres, a un millón 724 mil
115, conforme a las proyecciones antes señaladas. Entre los hombres, el 66,2% forma parte
de la PEA; y entre las mujeres adultas mayores, lo es el 43,6%.

La quinta parte de la población adulta mayor recibe Pensión 65


De la población mayor de 65 años, el 20,3% cuenta con el programa Pensión 65, que está
dirigido a quienes se hallan en situación de pobreza extrema. Entre los hombres, la cobertura
es del 18,7%, y del 21,7% en el caso de las mujeres. El 58,7% de los adultos mayores del
área rural son beneficiarios de este programa, el 2,7% en Lima Metropolitana y el 13,5% en
el área urbana (sin tomar en cuenta la capital del país).

44 de cada 100 personas de la tercera edad cuentan con una pensión.


Menos de la mitad de los adultos mayores (43,8%) cuenta con una pensión: el 22,5% de la
población de esta edad está afiliada a la ONP; y el 11,5%, a alguna AFP. El 6,5% recibe del
sistema público una renta bajo el régimen de cédula viva, equivalente al valor de la
remuneración que percibía durante su tiempo de servicios, y quienes perciben otro tipo de
pensión constituyen el 3,3%.
75 de cada 100 trabajan en microempresas.
La población trabajadora de más de 60 años de edad se desempeña principalmente en
microempresas (74,9%), que tienen de uno a 10 trabajadores y son las de mayor presencia en
el país, el 3,7% labora en empresas de 11 a 50 trabajadores y el 21,4% lo hace en empresas
más grandes (de 51 a más empleados).

El crecimiento de la población adulta mayor y la participación en el mercado de trabajo se


encuentran estrechamente vinculados, “ya que el aumento de la esperanza de vida incide en
el comportamiento individual en cuanto a la decisión de permanecer más tiempo en el
trabajo” (Oit, 2009). En este contexto, el país en estos años cuenta con un potencial
productivo de población importante para su economía, por tanto, es un momento adecuado
para hacer frente a los desafíos que la población enfrentará en los años siguientes,
En materia de empleo y seguridad social, se ha notado que la multiplicidad de regímenes
pensionarios constituye un problema debido a que no obedecen a una misma lógica y no
necesariamente se encuentran articulados.

Aspectos teóricos de la participación laboral en las personas adultas mayores

Existen múltiples factores que se vinculan a la toma de decisiones para que una persona de
60 años y más se encuentre en el mercado laboral, incluyendo los demográficos, económicos,
sociales, arreglos familiares y residenciales. Sin embargo, una de las características que se
mantiene presente en todas las edades de la Población Económicamente Activa (PEA) es la
menor participación de las mujeres y entre la población adulta mayor las diferencias por sexo
son aún más marcadas, donde los hombres, el 66,2% forma parte de la PEA; y entre las
mujeres adultas mayores, lo es el 43,6%, (INEI, 2017).
Como apreciamos, las condiciones de inicio afectan las trayectorias ocupacionales de las
adultas mayores, así como también el entorno cultural y educativo adquiridos durante la
juventud, resultando en condiciones desiguales con respecto a los varones.
Cabe precisar que dicha participación debe analizarse con cierto cuidado ya que podría
presentar subestimación, dado que pudiesen declararse inactivas, aunque realicen actividades
laborales, generalmente en el sector informal de la economía, y contribuyen
indiscutiblemente al sustento del hogar sin un reconocimiento social (Cepal, 2001)
El enfoque del envejecimiento productivo: contribuir desde la cotidianidad

El envejecimiento productivo es un tema novedoso, relevante y de máxima actualidad que


ha sido propuesto en la literatura gerontológica por el Dr. Robert N. Butler, a principios de
la década de 1980. Según este especialista, por vejez productiva debe entenderse “la
capacidad de un individuo o una población para servir en la fuerza de trabajo remunerada, en
actividades de voluntariado, ayudar en la familia y mantenerse independiente como sea
posible” (Butler, R., 2000).
El envejecimiento activo se relaciona con el desarrollo de cualquier actividad por parte de un
adulto mayor, al cual se le reconoce como capaz de producir bienes o servicios, colaborando
con las dinámicas de familia y la comunidad que lo rodea. (Donatti, Moorfoot y Deans, 2005).
Dicho esto, un componente determinante del envejecimiento activo es el acceso continuo a
la formación. La obsolescencia de los conocimientos es uno de los principales factores de
expulsión del mercado laboral, por lo que, la relación entre el nivel de permanencia de los
trabajadores mayores, su nivel de empleo, la calidad del mismo y el grado de formación que
reciben, es estrecha (Flores, 2008).
Sin embargo, las tendencias analizadas demuestran que los trabajadores de más edad son los
que menos formación reciben (en comparación con otros grupos poblacionales), ya que ésta
disminuye con la edad. En la misma línea, Malul (2009) encontró que los trabajadores
mayores tienen los beneficios del entrenamiento por un periodo más corto, en comparación
con los más jóvenes, por lo que el aprendizaje y el entrenamiento son más relevantes para
éstos. Una variable, de especial trascendencia en este sentido, es el cambio tecnológico que
induce al reemplazo de los viejos por los más jóvenes. Para evitar esa expulsión, se sugiere
una serie de subsidios gubernamentales al trabajo, dirigidos a reducir la brecha entre ambas
generaciones. (García, 2007).
Otro factor que también influye es el desconocimiento de las formas y métodos de enseñanza
para la población de la tercera edad la que conduce a su marginación de las actividades de
formación. Por las razones anteriormente expuestas, el garante de la empleabilidad a largo
plazo de la población mayor es, junto las políticas activas laborales, el aprendizaje
permanente, cuya articulación dependerá del compromiso de los interlocutores sociales
(López Cumbre, 2004; Suso, 2006).
EN MATERIA SEGURIDAD SOCIAL Y EMPLEO
Artículo 34.

Promoción de oportunidades de empleo y autoempleo productivo y formal. El Estado, en sus


tres niveles de gobierno, promueve, capacita, gestiona y crea oportunidades de empleo,
autoempleo productivo y formal, así como emprendimientos productivos para personas
adultas mayores de acuerdo a su experiencia de vida, condición de salud y respeto a
su autonomía. En este sentido se debe garantizar lo siguiente:

a) Prohibir la discriminación laboral por razones de edad.


b) Prohibir cualquier distinción, que no se base en las exigencias propias de la naturaleza de
la función a realizar, en todos los regímenes laborales.
c) Proveer las mismas garantías, beneficios, derechos laborales y sindicales y ser
remunerado con el mismo salario aplicable a todos/as los/las trabajadores/as frente a
iguales funciones y responsabilidades.
d) Promover políticas laborales dirigidas a propiciar que las condiciones, el ambiente
de trabajo, horarios y la organización de las funciones sean adecuadas a las
características de las personas adultas mayores.
e) Cualquier otra medida que favorezca a los intereses de la persona adulta mayor.

Conclusiones:
- Se evidencia la necesidad de un programa social dirigido a la empleabilidad del adulto
mayor que se encuentre físicamente y en capacidad de seguir laborando.
- Se evidencia una falta de cultura social y sensibilización hacia la reinserción laboral
de los adultos mayores.
- Se evidencia la carencia de promoción de las empresas privadas que brinden apoyo
en la empleabilidad laboral de los adultos mayores.
- Es necesario impulsar políticas sociales sostenibles referido a los adultos mayores y
mantenerlos actualizado de acuerdo a sus necesidades.
-
BIBLIOGRAFÍA
BUTLER, Robert (2000). Productive aging: live longer, work longer. Hannover, Alemania.
Ponencia presentada en el Congreso Mundial sobre Medicina y Salud,
URL:http://www.ilcusa.org/_lib/pdf/Productive_Aging.pdf
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Cepal [Comisión Económica para América Latina y el Caribe] (2001), Acercamiento
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http://repositorio. cepal.org/bitstream/handle/11362/7157/ S01121061_es.pdf;jsessionid=7D
C5ED764 2B073AADFE3798406AD9BC7?sequence=1 (consultado en junio 2016).
Donatti, C., L. Moorfort y D. Deans (2005). Defining productive ageing-engaging
consumers. Melbourne, National Seniors Productive Ageing Centre.
Flores Mallo, M. (2008). Envejecimiento demográfico y mercado de trabajo: análisis de los
determinantes de la participación laboral de los trabajadores mayores en España. Revista
Universitaria de Ciencias del Trabajo, pp 97-117, Valladolid
García, N. (2007). La educación con personas mayores en una sociedad que envejece.
Horizontes Educacionales, nº 12, pp 51-62, Universidad del Bío-Bío.
López Cumbre, L. (2004). Aumentar el empleo de los trabajadores de más edad y retrasar su
salida del mercado de trabajo. Comentario a la comunicación de Comisión 3 de marzo de
2004, Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigración de España, nº 52, Madrid.
Oit [Organización Internacional del Trabajo] (2009), Sociedades en envejecimiento: ventajas
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work-magazine/articles/wcms_124692/lang--es/index. htm (consultado en junio de 2016).

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