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Filosofía antigua y medieval (Com. 01) Lucía Cáceres Graneros
Sócrates posee la obligación moral interior de cumplir con su deber de maestro, aún a costa
de la propia vida.
En contraposición, los sofistas conciben la enseñanza como una actividad
profesional, interesada, utilitaria; se encargan de proveer conocimientos por los que cobran
una remuneración (beneficio propio).
¿A qué vinculan la elección de los discípulos? Sócrates vincula la enseñanza de sus
discípulos a la disposición intelectual y moral de los mismos (exigencia de unidad entre
teoría y práctica, es decir, estos deben poseer la ciencia y “obrar bien”), dicha disposición
era reconocida por el filósofo ya que era guiado por una intuición instintiva brindada por su
daimón; mientras que los sofistas la vinculan a la situación económica de los jóvenes.
¿A qué obedece la educación y la formación? Para Sócrates, la educación y la formación
obedece a un compromiso ético que él tiene con sus discípulos: escruta a los hombres para
conocerlos y alentarlos a conocerse a sí mismos y a ser mejores. En cambio, para los
sofistas, la educación y la formación responde a las ambiciones y a los intereses personales
y políticos de los jóvenes.
¿En qué consiste la educación? La educación socrática consiste en la formación de
conciencias ajenas, despertando y estimulando la cooperación activa de sus discípulos,
para que logren la purificación e iluminación del espíritu; mientras que la educación sofística
consiste en la formación de habilidades (enfoque práctico).
¿Con qué espíritu se asocia la educación? Por un lado, la educación socrática se identifica
con un espíritu democrático porque forma a los jóvenes teniendo en cuenta la exigencia del
examen de los candidatos que proponía la democracia ateniense, pero agrega que los
jóvenes deben poseer cierta disposición moral e intelectual como requisito previo para su
educación.
La educación sofística se asocia con un espíritu oligárquico porque la educación es
brindada únicamente a aquellos jóvenes que poseen cierto privilegio económico y, por lo
tanto, tienen la posibilidad de adquirir el privilegio educativo.
3) El método socrático recibe el nombre de ironía socrática, es un método contra la ignorancia que
Sócrates lleva a cabo mediante el diálogo con sus discípulos. Consta de dos instancias o
momentos, a saber: la refutación y la mayeútica.
La refutación es la parte inicial de la ironía socrática cuya misión es suscitar en los otros la
conciencia de su ignorancia. A través de la conversación, Sócrates espera que su discípulo realice
un examen de conciencia de sus faltas y errores, es decir, de los falsos saberes, conocimientos
que considera que son verdaderos; en otras palabras, invita a sus discípulos a conocerse a sí
mismos (“Conócete a ti mismo). La conciencia de su ignorancia (“Solo sé que no sé nada”)
representa para el hombre una verdadera sabiduría, en cuanto por ella su espíritu reconoce la
exigencia de purificarse del error y, a su vez, reconoce que ésta implica un beneficio ya que
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Filosofía antigua y medieval (Com. 01) Lucía Cáceres Graneros
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Cap. 3: La existencia histórica de Sócrates. Vida y características, pág. 17.
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Cap. 6: La refutación como purificación y estímulo para la investigación. La mayéutica, pág. 34.
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Filosofía antigua y medieval (Com. 01) Lucía Cáceres Graneros
del intercambio activo con el otro y rechaza el discurso escrito al compararlo con una pintura, que
permanece estática. Además, ofrece la comparación entre el médico y el educador: Sócrates, que
dirige al interlocutor, espera de su parte una actitud activa en la refutación y no que posea la actitud
pasiva del enfermo.
5) La felicidad o eudaimonía para Sócrates consiste en convertirse continuamente en mejor a sí
mismo, es decir, en purificar y perfeccionar su propio espíritu (satisfacción interior) y en ayudar,
mediante el intercambio con sus discípulos, a que estos también logren la purificación de sus almas
ya que, para Sócrates, llegar a ser mejores debería ser la mayor de las satisfacciones para el
hombre. Esta misión divina que le confía el Dios eleva el alma al estado divino de beatitud y
perfección interior que, como destaca Platón en su diálogo Fedón, en el que se discute el destino
del alma previo a la muerte de su maestro, deviene en un beneficio perpetuo: “[…] la muerte es el
comienzo de otra vida mejor […]”3, es decir, la muerte es el comienzo de una vida divina y eterna.
En resumen, la felicidad del hombre consiste en el buen ejercicio de la virtud, en un “obrar
bien” (eu práttein), en otras palabras, en el cuidado del alma para mejorarla, en la satisfacción y
elevación espiritual y moral propia y de todos los que forman parte de la pólis, al preferir las cosas
buenas y justas. Agrega que quien posee y emplea la ciencia es el sabio, cuya característica
principal recae en el hecho de poseer autonomía, de tener dominio sobre sí, que lo libera de toda
dependencia respecto a las cosas exteriores; lo que constituye la verdadera fuente de la felicidad,
lo que le permite vivir bien.
BIBLIOGRAFÍA
MONDOLFO, Rodolfo, Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1995.
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R. MONDOLFO, Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1995. Cap. 3: La existencia histórica de Sócrates. Vida y
características, pág. 12.