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Filosofía antigua y medieval (Com.

01) Lucía Cáceres Graneros

PROPUESTA CONTINUIDAD PEDAGÓGICA N°3: Sócrates y sofística


1) Sócrates
1. En Sócrates, Rodolfo Mondolfo destaca que, durante el siglo V a. C., se produce el mayor
florecimiento cultural de Atenas; esta ciudad se convierte en el centro intelectual de la civilización
helénica. Esto se debe al espíritu democrático que promueve la participación activa de los
ciudadanos en el progreso cultural, favorecido por el gobernador Pericles. Él se encarga de ofrecer
al pueblo obras maestras en los monumentos públicos con el propósito de educarles el gusto
artístico, también, les ofrece representaciones dramáticas de la poesía trágica y cómica de grandes
poetas de la época, en ellas se presentan problemas de diversa índole: religiosos, morales,
políticos y éticos. Además de lo señalado, Pericles procura promover el libre desarrollo de la
libertad humana, consecuencia de la evolución política ateniense dada por la victoria de Grecia
sobre Persia.
A su vez, en este período, se visualiza un cambio de enfoque en la investigación filosófica.
Mientras que la preocupación de los primeros filósofos era la phýsis (periodo cosmológico, VI a. C.)
y la cuestión a la que intentaban dar respuesta era cuál es el principio (arkhé) ordenador que rige el
Universo; en el siglo V a. C., la investigación filosófica se enfoca en el hombre, en los problemas
humanos (periodo antropológico). Mondolfo señala que para entender este cambio de enfoque, se
debe tener en cuenta la evolución de los intereses intelectuales y la situación político-social. En lo
que respecta al último aspecto, el autor se encarga de destacar la victoria de Grecia sobre Persia,
lo que conllevo la consolidación del régimen democrático en Atenas e inspiró un sentimiento de
consagración de los ciudadanos a la pólis y a su grandeza. Otros rasgos a destacar son la
hegemonía de Atenas y su poderío económico, así como también la participación activa de los
ciudadanos en la asamblea popular. Es así como se desemboca en el primer aspecto, la evolución
de los intereses intelectuales: se siente la necesidad de brindar una cultura político-jurídica a las
elites y que éstas adquirieran a través del discurso cierto poder que les permitiera imponerse y
triunfar en las asambleas y los tribunales.
Es en este contexto en el que se mueven los sofistas, los nuevos maestros que ofrecen la
enseñanza que los ciudadanos atenienses reclaman y están dispuestos a pagarles. Por otro lado,
Sócrates que también se encarga de educar a los ciudadanos, pero utilizando una metodología
diferente, entendiendo esta enseñanza como una misión que le confió el Dios.
2) Mondolfo menciona que Sócrates y los sofistas se oponen en diversos aspectos, a saber: su
modo de concebir la enseñanza, qué tienen en cuenta a la hora de la elección de los discípulos, a
qué obedece la educación y la formación, en qué consiste la educación y con qué espíritu se
asocia la educación.
 ¿Cómo conciben la enseñanza? Sócrates concibe la enseñanza como una misión sagrada,
desinteresada, que le fue brindada por el Dios y que se realiza de acuerdo a su voluntad.

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Sócrates posee la obligación moral interior de cumplir con su deber de maestro, aún a costa
de la propia vida.
En contraposición, los sofistas conciben la enseñanza como una actividad
profesional, interesada, utilitaria; se encargan de proveer conocimientos por los que cobran
una remuneración (beneficio propio).
 ¿A qué vinculan la elección de los discípulos? Sócrates vincula la enseñanza de sus
discípulos a la disposición intelectual y moral de los mismos (exigencia de unidad entre
teoría y práctica, es decir, estos deben poseer la ciencia y “obrar bien”), dicha disposición
era reconocida por el filósofo ya que era guiado por una intuición instintiva brindada por su
daimón; mientras que los sofistas la vinculan a la situación económica de los jóvenes.
 ¿A qué obedece la educación y la formación? Para Sócrates, la educación y la formación
obedece a un compromiso ético que él tiene con sus discípulos: escruta a los hombres para
conocerlos y alentarlos a conocerse a sí mismos y a ser mejores. En cambio, para los
sofistas, la educación y la formación responde a las ambiciones y a los intereses personales
y políticos de los jóvenes.
 ¿En qué consiste la educación? La educación socrática consiste en la formación de
conciencias ajenas, despertando y estimulando la cooperación activa de sus discípulos,
para que logren la purificación e iluminación del espíritu; mientras que la educación sofística
consiste en la formación de habilidades (enfoque práctico).
 ¿Con qué espíritu se asocia la educación? Por un lado, la educación socrática se identifica
con un espíritu democrático porque forma a los jóvenes teniendo en cuenta la exigencia del
examen de los candidatos que proponía la democracia ateniense, pero agrega que los
jóvenes deben poseer cierta disposición moral e intelectual como requisito previo para su
educación.
La educación sofística se asocia con un espíritu oligárquico porque la educación es
brindada únicamente a aquellos jóvenes que poseen cierto privilegio económico y, por lo
tanto, tienen la posibilidad de adquirir el privilegio educativo.
3) El método socrático recibe el nombre de ironía socrática, es un método contra la ignorancia que
Sócrates lleva a cabo mediante el diálogo con sus discípulos. Consta de dos instancias o
momentos, a saber: la refutación y la mayeútica.
La refutación es la parte inicial de la ironía socrática cuya misión es suscitar en los otros la
conciencia de su ignorancia. A través de la conversación, Sócrates espera que su discípulo realice
un examen de conciencia de sus faltas y errores, es decir, de los falsos saberes, conocimientos
que considera que son verdaderos; en otras palabras, invita a sus discípulos a conocerse a sí
mismos (“Conócete a ti mismo). La conciencia de su ignorancia (“Solo sé que no sé nada”)
representa para el hombre una verdadera sabiduría, en cuanto por ella su espíritu reconoce la
exigencia de purificarse del error y, a su vez, reconoce que ésta implica un beneficio ya que

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prepara el camino para encaminar el alma al descubrimiento de la verdad. Este momento se


reconoce negativo para los hombres porque son conscientes, al purgarse de sus falsas
concepciones, de un vacío interior intolerable, de una vergüenza ante sí mismos.
La mayeútica es la instancia positiva en la que el interlocutor está preparado para comenzar
la reflexión investigativa, es decir, se encuentra listo para alumbrar la verdad en su alma. Resulta
de vital importancia la cooperación activa del interlocutor o discípulo para que este logre extraer
sus contestaciones y descubrimientos de su espíritu, estos conocimientos no necesariamente están
presentes, estáticos en el interrogado, sino que es posible llegar a ellos en el intercambio dialógico.
A través de preguntas, Sócrates estimula y guía espiritualmente al interrogado para que estos se
preocupen por la mejora de su alma, a nivel ético-religioso. También, a través de la
cooperación/solidaridad investigativa, Sócrates quiere encontrar no únicamente lo subjetivo sino
también lo universal, lo que hay de común en las particularidades.
4) A lo largo de Sócrates, el autor presenta el valor del diálogo para el filósofo. Se puede destacar
que el valor que le asigna es de despertador de conciencias e inteligencias, busca escrutarlas y
purificarlas, en otras palabras, mediante el diálogo espera que sus interlocutores realicen un
examen de conciencia. Al acercarse a sus discípulos a través del diálogo, Sócrates busca
aportarles un beneficio al invitarlos a cuidar, mejorar, purificar sus almas y su ciudad y, también,
trata de convencerlos de que se preocupen por ellos mismos, por ser más buenos y más justos,
antes que por los objetos exteriores.
Mantiene con sus discípulos conversaciones acerca de las cosas humanas, cosas éticas por
las que no cobra retribución alguna, a diferencia de sus coetáneos, los sofistas. Estas se llevaban a
cabo en cualquier parte de la pólis, sin hacer distinciones entre sus interlocutores, pero siempre
guiado por una intuición instintiva brindada por su daimón, que le indica quién está dispuesto a
dialogar y quién no y así, seleccionaba a sus discípulos. Al dialogar con ellos cumple su misión de
maestro como servicio al Dios, aun a costa de la propia vida. Mondolfo refuerza lo anteriormente
señalado con una cita de la Apología de Platón: ‹‹Mis queridos atenienses, os quiero y os amo, pero
obedeceré al Dios antes que a vosotros y en tanto tenga aliento no cesaré de filosofar y de amonestar y aconsejar a
vosotros y a cualquiera de vosotros a quien tenga ocasión de hablar›› (Apología, 29 c-d citado en Sócrates,
Rodolfo Mondolfo)1.
Otro rasgo a destacar del valor del diálogo socrático es que el maestro invita a la
cooperación activa del discípulo y provoca su respuesta obligándolo a buscar para descubrir, como
se presenta en Menón: ‹‹Mira cómo este joven contesta buscando conmigo y cómo consigue encontrar […] mientras
que yo no hago más que interrogarlo […]›› (Menón, 84 y sigs. citado en Sócrates, Rodolfo Mondolfo)2. Es
decir, el diálogo estimula la investigación y se caracteriza por ser viviente y libre. Para sostener
dicha afirmación, el autor recurre a un pasaje del Fedro de Platón, en el que rescata la importancia

1
Cap. 3: La existencia histórica de Sócrates. Vida y características, pág. 17.
2
Cap. 6: La refutación como purificación y estímulo para la investigación. La mayéutica, pág. 34.

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del intercambio activo con el otro y rechaza el discurso escrito al compararlo con una pintura, que
permanece estática. Además, ofrece la comparación entre el médico y el educador: Sócrates, que
dirige al interlocutor, espera de su parte una actitud activa en la refutación y no que posea la actitud
pasiva del enfermo.
5) La felicidad o eudaimonía para Sócrates consiste en convertirse continuamente en mejor a sí
mismo, es decir, en purificar y perfeccionar su propio espíritu (satisfacción interior) y en ayudar,
mediante el intercambio con sus discípulos, a que estos también logren la purificación de sus almas
ya que, para Sócrates, llegar a ser mejores debería ser la mayor de las satisfacciones para el
hombre. Esta misión divina que le confía el Dios eleva el alma al estado divino de beatitud y
perfección interior que, como destaca Platón en su diálogo Fedón, en el que se discute el destino
del alma previo a la muerte de su maestro, deviene en un beneficio perpetuo: “[…] la muerte es el
comienzo de otra vida mejor […]”3, es decir, la muerte es el comienzo de una vida divina y eterna.
En resumen, la felicidad del hombre consiste en el buen ejercicio de la virtud, en un “obrar
bien” (eu práttein), en otras palabras, en el cuidado del alma para mejorarla, en la satisfacción y
elevación espiritual y moral propia y de todos los que forman parte de la pólis, al preferir las cosas
buenas y justas. Agrega que quien posee y emplea la ciencia es el sabio, cuya característica
principal recae en el hecho de poseer autonomía, de tener dominio sobre sí, que lo libera de toda
dependencia respecto a las cosas exteriores; lo que constituye la verdadera fuente de la felicidad,
lo que le permite vivir bien.

BIBLIOGRAFÍA
MONDOLFO, Rodolfo, Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1995.

3
R. MONDOLFO, Sócrates, Buenos Aires, Eudeba, 1995. Cap. 3: La existencia histórica de Sócrates. Vida y
características, pág. 12.

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