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Capítulo 1

Una mañana de 1506, en el castillo de Montsoriu, había nacido la hija del rey Cristóbal y la reina
Sara. Una pareja de reyes formada de la misma manera que sus antecesores, por la celebración de
la carrosa. Este hecho particular consiste en que si el descendiente de los padres nace mujer, esta
deberá a esperar hasta tener los 20 años de edad para ser participe, y los jóvenes y a la vez hijos
en distintos reinos deben esperar hasta a que la hija de los reyes tenga la edad ya mencionada
para poder participar en la festividad. El proceso es el siguiente: a la mañana siguiente de que la
joven tenga ya los 20 años se pondrá una carrosa en la puerta del castillo lista para partir hasta el
río Ter donde los jóvenes enamorados tendrán una velada con comidas y todos los lujos posibles.
Pero para poder decidir quién será el afortunado elegido por la princesa cada príncipe debe hacer
algo que logré cautivar a la muchacha, puede ser cantarle o relatarle poesías. Y cuando haya un
elegido, la chica agitará una campana, para que su nuevo amor suba a la carrosa, y con el ruido de
esta el corcel partirá al instante hasta el río.

La hija la bautizaron con el nombre de Leonor, una pequeña con los cabellos rubios hasta las
puntas como su madre y ojos claros como su padre. La niña había crecido con todo tipo de lujos y
comodidades desde su nacimiento, caso contrario con los demás miembros de la sociedad;
quienes a diario trabajaban intensamente en distintas labores con tal de llevar alimentos a sus
familias.

Entre todas las familias de clase baja nació Niccolo, un día después del nacimiento de la princesa.
Su padre era Óscar, un señor que hacía de todo por ganar dinero en el pueblo, y su madre Alicia, la
cual trabajaba en limpieza en los hogares.
Capítulo 2
El día de la celebración había llegado, Leonor ya con 19 años estaba nerviosa por lo que sucedería
a la mañana siguiente de su cumpleaños. Estuvo recostada todo el día pensando en que pasaría si
todo sale mal

Su madre entra a su habitación:

 Leonor ¿aún no duermes?, debes estar reluciente para mañana. No creo que un príncipe
se fije en una princesa con cara de muerta
 No es para tanto, mamá. Tengo miedo de que todo salga mal mañana. ¿Y si en realidad no
consigo enamorarme de nadie?, toda esta celebración habrá sido en vano

La reina se acostó al lado de su hija, mientras le acariciaba su amarillenta cabellera:

 Yo también estuve nerviosa un día antes, y no pensaba que alguien me pudiera enamorar
de un día para otro. Pero cuando tu padre se acercó, sentí que no era como cualquier otro
pretendiente. Él me hizo sentir que no estaba en una carrosa en medio de una
celebración, sentí que había salido a caminar por el inmenso bosque sin ninguna
preocupación. Me sentí aliviada. Creo que es eso lo que debes buscar, quién te haga sentir
tranquila lo hará por siempre
 Tienes razón, gracias mamá
 Duerme hija, y no pienses que algo saldrá mal si no sabes en realidad a que te llevará el
mal

Leonor cerró los ojos e ilusionada por su nuevo y misterioso príncipe, se quedó dormida.

Capítulo 3
 ¡Niccolo, despierta de una vez!
 ¿Qu... qué pasó?
 Como que ¿qué paso?, hoy es la celebración de la carrosa y tu papá a cambio de dinero
ayudará en los preparativos. Necesitaremos de tu ayuda también
 Si, está bien. Perdón se me olvidó.
 Cámbiate de ropa, ponte lo mejor que tenga para poder dar una buena impresión a los
reyes
 Si mamá ya sé

Después de esto Niccolo y sus padres se encaminaron directo al reino.

Para el mediodía estaba ya todo decorado, la carrosa adornada y las puertas del castillo brillantes.
Y en el castillo, Leonora era ayudada por sus sirvientas a arreglar su elegante y largo vestido.
Mientras era asistida, podía ver a través de su ventana la fila de pretendientes que esperaban
ansiosos su llegada. Había caballeros de todos los lugares, más de los que ella se podría imaginar, y
todos tenían el físico de un príncipe soñado. Era la hora de bajar a las puertas del castillo para
iniciar la ceremonia. Leonor apenas bajó todo el pueblo aplaudía y elogiaba su gran belleza.
Sin más preámbulo, se subió a la carrosa y la fila de príncipes se formó en línea recta hacia la
dirección de la puerta de pasajeros. Y empezó la fiesta, el primer pretendiente era un príncipe
apuesto, alto y de pelo oscurecido. Se acercó y le relató una poesía, Leonor estaba sonrojada y se
creía que la fiesta terminaría rápido de acuerdo a como iba el príncipe. Terminó su poema y
decidió entablar una conversación con Leonor:

 Tus ojos son lo más bello que he visto el día de hoy, ¿Ya te lo han dicho antes?
 Bueno…si, cosas parecidas
 Y tu pelo, ¡ni que hablar! ¿Cómo puedes tener un pelo así de brillantes y adictivo ante la
vista de cualquier hombre?
 Peino mi cabello pensando en mi principalmente, no en “otros chicos”
 Oh, sí bueno es obvio. Y tu… tus manos. – El joven repentinamente intentando disimular
sacó un papel de la manga de su brazo derecho. Leonor extrañada le pregunta:
 ¿Es eso un papel?
 No… no, para nada. Es... es solo ¡un pañuelo!
 ¿Crees que soy tonta para no ver el papel y las escrituras que tiene ahí?
 No, no eres tonta. Es solo un… un pañuelo nada más

Leonor hizo un gesto a los guardias a su costado, y estos al enterarse de esto se llevaron al
príncipe. Y por consiguiente se acercó el próximo pretendiente: era un algo menos bajo que el
anterior y llevaba una cabellera pelirroja. Solo con acercarse le dirigió la mirada y le preguntó:

 ¿Cómo estás?
 ¿Bien?
 Oh, me alegro. Sabes un cuerpo como el que tú tienes no lo veo en cualquier pueblo
 Eso es muy… halagador, gracias
 ¿Acaso no te miras cuando estas desnuda?
 No creo que te importe eso
 Me importa demasiado. Imagina lo que haríamos los dos solos en ese paseo por el bosque
si me eliges, creo que me faltarían ojos para poder... – En eso Leonor interrumpe:
 Ya te escuché suficiente. Ni loca estaría como un depravado como tú. – Seguido de esto
hizo las mismas señas a los guardias para que se lo llevaran.

Y así transcurrió la tarde, ningún pretendiente lograba llenar las expectativas de Leonor. Todos
buscaban algo relacionado a un deseo carnal o solo le decían lo linda que era. Ya iba
aproximadamente 2 horas de descarte de príncipes, y llegó uno que sostenía una copa en la mano:

 Buen día su majestad, le traigo a usted esta humilde ofrenda


 Un gusto, ¿Qué traes ahí?
 Un vino, de los mejores ramos de uva que hay en mi reino
 ¿Y como sabré si puede estar envenenado?
 No, de ninguna manera – dijo mientras se acercaba a Leonor - . Este vino es el más puro y
humilde que alguien le haya podido ofrece… - y antes de terminar la frase el príncipe se
tropieza y cae al suelo, justo al costado de Leonor. Sin darse cuenta había derramado en el
suelo impecable de la carrosa. Los guardias no dudaron en sacar al príncipe.

Alarmados por el escándalo, se acercaron los reyes a ver a su hija. Su madre le preguntó:
 ¿Te encuentras bien? Deberías tomarte un descanso, además los sirvientes podrán
limpiar la carrosa
 Si tienes razón
 El rey ordenó a la fila faltante de príncipes que en un momento proseguirán con sus
encantos. Y a la vez los guardias y la multitud se alejaron

Leonor angustiada por cómo iba saliendo las cosas pensaba si en verdad valía la pena tener un
chico con el cual estar. Así como veía a los supuestos príncipes no tenía tanta ilusión en crear una
relación.

Capítulo 4
 Oye, pobretón – gritó un guardia – necesitamos a alguien para limpiar la carrosa. Anda en
este instante, si vuelvo a repetírtelo diré al rey que te encontré husmeando en el castillo
 Ya escuché, ya voy para allá energúmeno – respondió el señor Oscar

Al bajarse de terminar de reparar los faroles del castillo, el humilde señor cayó en una mala
posición. Se dobló el tobillo y no podía caminar. Niccolo al escuchar los lamentos de dolor de su
padre, que no estaban tan lejos, se acercó lo más rápido que pudo.

 ¡Papá! ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?


 Si… si lo estoy. Solo me doblé el tobillo. No creo que pueda caminar

La señora Alicia apareció también:

 Óscar, ¿estás bien? ¿esos guardias te hicieron algo?


 No mujer, nada de nada. Solo me doblé el tobillo al bajar del farol

Alicia mientras ayudaba a su esposo a estar de pie le dijo:

 Debemos irnos a casa, no puedes trabajar así


 No puedo irme, hace rato un guardia me ordenó limpiar la carrosa y si no lo hago… -
Niccolo contradiciendo:
 Yo lo haré papá, tú deja que mamá te lleve a casa y descansa. Yo me encargo de limpiar la
carrosa
 Está bien hijo, gracias. Ten cuidado de esos estúpidos guardias, no dejes que se
sobrepasen contigo
 Sí, claro. Nada pasará te lo prometo

Alicia ayudando a su esposo, lo llevó camino hasta su hogar. Luego de esto Niccolo encontró un
par de viejos trapos y fue lo más deprisa a limpiar la carrosa.

Después de tanta búsqueda llegó, abrió la puerta de entrada a los pasajeros y la cerró con él
adentro. Se puso a limpiar lo más rápido que pudo para evitar problemas, cuando escuchó una vos
detrás que se dirigía hacia él:

 ¿Qué estás haciendo aquí?


Niccolo pegó un salto del susto, no sabía que la princesa se había quedado meditando en la
carrosa.

 Perdo... perdón princesa. Solo me mandaron a limpiar la carrosa. No la quise molestar,


nadie me dijo que seguía aquí.
 Limpia lo más rápido que puedas y vete

Niccolo fastidiado por el trato de la princesa, limpió el suelo en donde se iba esparciendo cada vez
más el vino. Después de casi 10 minutos de trabajo, logró secar y quitar la mancha de vino del
suelo.

Luego de acabar, se paró rápidamente dispuesto a irse para evitar la incómoda presencia de la
consentida princesa. Pero al pararse, calculó mal el paso y resbaló con el suelo húmedo que había
secado. Y en el mismo acto de su caída su brazo movió la campana que reposaba en una pequeña
mesa de la carrosa. Esta al caer al suelo hizo su sonido característico. Los caballos ya conocedores
de la melodía de la campana para este tipo de ceremoniosas, confundiéndolo con un sonido
intencional, comenzaron a moverse. Niccolo después de pararse no comprendía que estaba
pasando ni tampoco porque se movían los caballos, pero al ver la cara de odio de la princesa
supuso que había hecho algo malo. Los corceles comenzaron a galopar cada vez más rápido. Toda
la gente en el reino comenzaba a aplaudir y festejar creían que ya había encontrado a su
pretendiente. En cambio el padre medio extrañado quería una explicación, su esposa al ver su
expresión en su cara le dijo:

 ¿Qué te sucede?
 ¿Cómo que: Qué me sucede? Ordené que había parado la celebración, como la carrosa va
a partir si dije claramente que ningún otro príncipe se acercara.
 Cristóbal no seas un amargado, es una joven y quizás un príncipe con valor se acercó a ella
en ese lapso. Probablemente ella se enamoró de su valentía para escabullirse y meterse a
la carrosa. Además ha sido un día complicado para ella, no busques arruinárselo
 Bueno ya, está bien. Todo sea por ella

Capítulo 5
Niccolo apenas se paró de su vergonzoso acto la princesa explotó:

 ¡¿Te das cuenta de lo que hiciste adefesio?!


 Perdón, fue sin quere…
 Cállate impertinente. Tu maldito error ha hecho que la carrosa comience a andar como si
ya hubiera elegido a mi príncipe. Eres un estúpido, arruinaste por completo mi día.
 Ya, no es para tanto. Le diré al conductor que se de media vuelta, que todo esto fue un
error y que nos regrese al reino

Niccolo sacó la cabeza por la ventana, y al fijar la mirada en la posición del asiento en donde
debería ir el domador de los caballos andantes se dio con la sorpresa de que no estaba. No había
nadie a cargo del manejo de la carrosa, solo estaban los caballos galopando sin parar. Con todos
los nervios del mundo, regresó su cabeza adentro de la carrosa y se dirigió a la princesa:
 No… no hay nadie.
 ¿Cómo que no hay nadie? ¿A qué te refieres?
 No hay nadie manejando la carrosa, los caballos solo están avanzando por donde guía el
camino

Leonor desesperada no sabía qué hacer, quería sacarle la cabeza a Niccolo por lo que había hecho.
En eso volvió a escuchar a Niccolo:

 Pri… princesa
 ¿Ahora qué quieres? ¿No te basta con arruinar mi día y quieres seguir hablándome?
 Debe ver esto – Niccolo señaló la ventana

Los caballos se acercaban a un precipicio. El camino terminaba en un gran abismo, y cada vez se
iban acercando más. Niccolo le dijo:

 Debemos saltar, sino moriremos los dos


 ¿Saltar? ¿Estás demente?
 ¿Y tú tienes acaso otra solución?

Niccolo abrió la puerta, ya listo para saltar:

 Debemos saltar los dos


 ¿Y eso por qué?
 Para asegurarme que no te quedes en la carrosa y caigas al abismo
 Estás loco, no tengo nada que ver contigo. ¿Por qué estoy hablando con un indigente
sobre lo que haré o no? No tengo que darte ninguna explicación
 No estoy jugando, si no saltas conmigo morirás
 Antes muerta que tener contacto con alguien como tú
 ¿Acaso no escuchas lo que te digo?

Niccolo volvió a mirar hacia el camino. Ya se estaba acabando unos cuantos pasos más y los dos
caerían. En eso, sin pensarlo dos veces, él la tomó del brazo y la empujó hacia fuera de la carrosa
junto con él. Los dos caían rápidamente sobre el pasto del gran bosque que rodeaba el reino.
Después de la interminable caída, finalmente quedaron inmóviles en el suelo. Niccolo se puso de
pie después de la caída, estaba desorientado. Escuchó unos pasos provenientes de atrás de él, al
voltear recibió una bofetada. La princesa le dio tan golpe que lo hizo caer al suelo.

 ¿Qué te pasa? ¿Tienes algún problema?


 Pasa que me obligaste a saltar hacia un bosque dañando todo mi vestido
 Te salvé la vida, ¿Qué no ves? Si no te obligaba a saltar como dices tú, ahora estarías
muerta en el fondo de ese precipicio
 Mira indigente, no me interesa lo que hagas; a menos contacto que tengas conmigo más
probabilidades tendrás de que no le diga a mis guardias que te corten la cabeza

Dicho esto la princesa hecho a andar, adentrándose en el bosque. Niccolo confundido de esto le
comenzó a seguir el paso, y le preguntó:

 ¿A dónde se supone que vas?


 Obviamente al reino, ¿A dónde más iría?
 El reino es para allá – dijo Niccolo y a la vez señalando en dirección opuesta a la princesa –
en sentido contrario del camino que ya hemos recorrido.

Leonor se dio media vuelta y comenzó a andar en la dirección señalada por Niccolo. Él igualmente
siguiéndole el paso le hizo otra pregunta:

 ¿Sabes que no es solo caminar en línea recta y llegaremos a las puertas del reino, no? Los
caballos nos han llevado muy lejos y debemos saber por dónde ir para llegar.
 Encontraré la forma – dijo Leonor en tono molesto
 Bueno, está bien

Y así comenzaron a andar y andar, en un silencio absoluto en el cuál había miradas de reojo de
cada uno para observarse como eran. Siguieron así andando hasta aproximadamente 2 horas
hasta que comenzó a oscurecerse.

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