reunió en su persona la condición del escritor y del político.
Y en ambas no pasó desapercibido: fue presidente de la República Argentina y autor de un centenar de obras. Buena parte de la vigencia extraordinaria de su fama se debe a la minuciosa descripción que realizó de la lucha entre civilización y barbarie como rasgos definidores de una república hispánica. Es esta misma tesis, y sus derivados, la que lo ha mantenido siempre en el epicentro de la polémica. En este año 2010 en el que se conmemora el bicentenario de la Independencia de América, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes tiene el honor de inaugurar la Biblioteca de autor dedicada a su obra, en el convencimiento de que Sarmiento quiso construir, con el pensamiento y con la acción, un futuro de progreso y de decencia para su país. Soldado, con la pluma o la espada, combato para poder escribir, que escribir es pensar; escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizar el pensamiento... Domingo Faustino Sarmiento (Campaña en el Ejército Grande, 1852) Si bien Domingo Faustino Sarmiento es considerado por la historiografía como uno de las principales figuras argentinas del siglo XIX, su persona no se encuentra exenta de polémicas. Los numerosos escritos y artículos que escribió a lo largo de más de cincuenta años, cuya última recopilación [67] insumió cincuenta y tres tomos y más de quince mil páginas, contienen algunos pasajes contradictorios y otros de notable violencia verbal, recurso utilizado por sus contemporáneos. A la par de su impulso al desarrollo del país, se señalan la crueldad de las tropas nacionales bajo sus órdenes en la represión de las rebeliones de los últimos caudillos (como el asesinato del General Ángel Vicente Peñaloza) y las levas forzosas de gauchos para luchar contra los indígenas. Asimismo, se le critica su posición con respecto a la Patagonia, poniendo en duda la soberanía argentina sobre dicha región[68][69]. Sin embargo esta posición no fue sostenida posteriormente por el sanjuanino ya que en una carta del 15 de febrero de 1881, un mes después de la entrada de las tropas chilenas a Lima, aconsejaba a Don José Manuel Balmaceda: