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¿Por qué desde la sexualidad el cuerpo es un cicatriz?

Somos una construcción que navega el mundo, constituida por dos dimensiones, una se encuentra
en el plano inmaterial y obedece a todo aquello que no trasciende más allá de las barreras del
pensamiento, y la otra se ubica en el plano material y abarca aquel espacio tangible del que la
realidad se compone. Aquella estructura que somos, aquel sincretismo de lo tangible y lo
intangible, viaja sujeta a un cascarón, a una máquina, a un cuerpo.

Experimentamos el mundo gracias al cuerpo, somos beneficiarios de sus atributos, podemos ver,
podemos sentir, podemos oír, podemos saborear, podemos oler, incluso las cualidades van más
allá , pues podemos interactuar. No obstante, no hay atributos sin desventajas, y todas aquellas
acciones que nuestra herramienta biológica nos brinda la posibilidad de realizar, se acompañan de
reacciones, a veces negativas, y a veces positivas.

Si degusto la comida más exquisita del mundo, tal hecho causará sensaciones maravillosas en mi
paladar, habrá gratitud hacia el cuerpo que me permite sentir. Por otra parte si siento el calor
fulminante de un hierro caliente, habrá también sensaciones, claramente negativas, y en este
caso, sentir ya no es tan gratificante. Todo esto obedece a qué el cuerpo que habitamos, nos
premia y nos condena a la vez a sentir, y sentir es un caudal que conduce a un océano de
vulnerabilidad; el cascarón que llamamos cuerpo, es vulnerable.

El ser vulnerable es un concepto que insinúa riesgo, y no se equivoca, pues ser vulnerable implica
estar presto a heridas, marcas, cicatrices, y ojo, esto no solo en el plano físico, sino también en el
plano mental o espiritual.

Las marcas son inherentes al cuerpo vulnerable y no todas son iguales, las hay positivas y
negativas, pues algunas se las lleva con orgullo y otras con pena.

En relación a la sexualidad…

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