Il. Doctrina de las pulsiones
El poder del ello expresa el genuino propésito vital del
individuo, Consiste en satisfacer sus necesidades congénitas,
Un propésito de mantenerse con vida y protegerse de pe-
ros mediante Ja angustia no se puede attibuir al ello. Esa
es Ia tarea de! yo, quien también tiene que hallar la manera
més favorable y menos peligrosa de satisfaccién con mira-
miento por el mundo extesior. Aunque el superyé pueda im-
poner necesidades nuevas, su principal operacién sigue sien-
do fimitar las. satisfacciones.
Llamamos pulsiones a las fuerzas que suponemos tras las
tensiones de necesidad del ello. Representan. (repriisentic-
ren} Jos requerimientos que hace el cuerpo a la vida animi-
ca, Aunque causa tiltima de toda actividad, son de naturale-
za conservadora; de todo estado aleanzado por un ser brota
un afin por reproducir ese estado tan pronto se lo abando-
nd, Se pucde, pues, distinguir un niimero indeterminado de
pulsiones, y asi se acostumbra hacer. Para nosotros es sus-
tantiva Ia posibilidad de que todas esas mtiltiples pulsiones
se puedan reconducir a unas pocas pulsiones bisicas. Hemos
averiguado que las pulsiones pucden alterar su meta (por
desplazamiento); también, que pueden sustituirse unas a
otras al traspasar Ia energia de una pulsiéy sobre otra. ‘Tras
larga vacilacién y oscilacién, nos hemos ,résuclto a acepts
solo dos pulsiones basicas: Eros y pulsidu de destrucciin.
(La oposicin entre pulsién de conservacién de si mismo y
de conservacin de la especie, asi como la otta entre amor
yoico y amor de objeto, se sitdan en el interior del Eros.) La
meta de la primera es producit unidades cada vez més gran-
des y, asf, conserverlas, o sea, una ligazén {Bindung}; la
meta de la otra es, al contratio, disolver nexos y, asf, des-
truir las cosas del mundo. Respecto de [a pulsién de des-
truccién, podemos pensar que aparece como su meta iiltima
trasportar lo vivo al estado inorgdnico; por eso también la
Hamamos pulsidn de nuerte. Si saponemos que lo vivo. ad-
vino més tarde que Io incrte y se generd desde esto, 1a
pulsién de muerte responde a Ia formula consignada, a sa-
ber, que una pulsién aspira al regreso a un estado anterior.
146En cambio, no podemos aplicar a Eros (o pulsién de amor)
esa férmula. Ello presupondria que la sustancia viva fue
otrora una unidad luego desgatrada y que ahora aspira a stu
seunificacién.?
En las funciones bioldgicas, las dos pulsiones bésicas
producen efectos una contra Ia otra o se combinan entre
si, Asi, el acto de comer es una destruccién del objeto con
la meta tltima de la incorporaci6n; el acto sexual, una agre-
sién con el propésito de la unién mas intima, Esta accién
conjugada y contraria de las dos pulsiones bisicas produce
toda Ta vatiedad de las manifestaciones de la vida. Y mas
alld del reino de lo vivo, fa analogia de nuestras dos pulsio-
nes bacicas Ieva a la pareja de contrarios atraccién y re-
pulsién, que gobierna en lo inorginico?
Alteraciones en Ia proporcién de mezcla de las pulsiones
tienen las mas palpables consecuencias. Un fuerte suple-
mento de agresin sexual hace del amante un asesino con
estupro; un intenso rebajamiento del factor agresivo lo
vuelve timorato 0 impotente
Ni hablar de que se pueda circunscribir una u otra de las
pulsiones bésicas a una de las provincias animicas. Se las
tiene que topar pos doquier. Nos representamos un estado
ial de la siguiente manera: la integea energia disponible
‘0s, que desde ahora Ilamaremos libido, esté presente
cn el yorllo todavia indiferenciado [ef. pig. 1480.1 y sirve
para neutralizar las inclinaciones de destruccién simultinea-
mente presentes. (Carecemos de un término anilogo a «li-
bido» para la energia de la pulsién de destruccién.) En pos-
teriores estados nos resulta relativamente facil perseguir
Jos destinos de la libido; ello es mis dificil respecto de la
pulsién de destruccidn
Mientras esta altima produce efectos en lo interior como
1 Los poetas han fantaseado algo semejante; nada correspondiente
nos es consabido desde la historia de Ia sustancia viva. [Indudable-
mente, al decir esto Freud tenia presente, entre ottos escritos, el
Banguete de Plat6n, que ya habia citado con un propésito. andlogo
en lds allé det principio de placer (1920g), AE, 18, pigs. 56-7, y al
que habia aludido antes atin, en el primero de'los ‘Tres ensayos de
teoria sexual (19054), AE, 7, pag. 124.)
La figuracién de las fuerzas fundamentales 0 pulsionales, contra
a cual fos analistas suelen revolverse todavia, era ya familiar al filé-
sofo Empédocles de Acragas. (Freud examiné las teorias de Empé
docles con alguna extension en «Anélisis terminable ¢ interminable»
(937e), infra, pags. 246 y sigs. Una referencia a las dos fuerzas que
operan én la fisica aparece en su carta abierta a Einstein, ¢Por qué
la guerra? (19336), AE, 22, pig. 193, asi como también en la 32°
de sus Nucvas conferencias de introduccién al psicounélisis (19332),
BR, pig. 96.)
147pulsién de muerte, petmanece muda; sélo comparece ante
nosotros cuando es vuelta hacia afuera como pulsién de des-
truccién. Que esto acontezea parece una necesidad objetiva
para la conservacién del individuo. Fl sistema muscular sit-
ve a esta derivacin. Con Ia instalacién del superyé, montes
considerables de Ja pulsién de agresién son fijados en el
interior del yo y alli ejercen efectos autodestructivos. Es
uno de fos peligros para su salud que el ser humano toma
sobre sf en su camino de desarrollo cultural. Retener la agre-
siGn es en general insano, produce un efecto patégeno (mor
tificacién) {Krankung}.® El urdnsito de una agresiGn impe-
dida hacia una destruccién de si mismo por vuelta de la
agresién hacia la persona propia suele ilustrarlo una persona
en el ataque de furia, cuando se mesa los cabellos y se golpea
el rostro con fos pufios, en todo lo cual es evidente que
ella habria preferido iniligir a otro ese tratamiento. Una
parte de destruccién de sf permanece cn lo interior, sean
cuales fueren [as cizcunstancias, hasta que al fin consigue
matar al indivicuo, quiza slo cuando Ia libido de este se ha
consumido o fijado de una manera desventajosa. Asi, se
puede conjeturar, en general, que el individuo mucre a rafz
de sus conflictos internos; la especie, en cambio, sc extingue
por su infructuosa lucha contra el mundo exterior, cuando
este iiltimo ha cambiado de una manera tal que’ no son
suficientes las adaptaciones adquiridas por aquella
dificil enunciar algo sobre el comportamiento de 1a li
bido dentro del cllo y dentro del superys, Todo cuanto sa
bemos acerca de esto se refiere al yo, en el cual se almacens
inicialmente toco el monto disponible de libido. Llamamos
narcisismo primario absoluto a ese estado. Dura hasta que
el yo empieza « investir con libido las representaciones de
objetos, a trasponer libido narcisista en libido de objetc
Durante toda la vida, el yo sigue siendo el gran reservorio
desde el cual investiduras libidinales son enviadas a los obj
tos y al interior del cual se las vuelve a retirar, tal como un
cueipo protoplasmatico procede con sus seudépodos.* Solo
en el estado de un cnamoramiento total se trasfiere sobre el
objeto el monto principal de Ja libido, el objeto se pone
etzen sich) et. ciesta medida en el lugar del yo. Un cari
8 (Literalmente podria traducirse «lo enferma». Esto mismo, in.
cluido ‘el juego de palabras con «Krinkungr, fac dicho por Freud
cuarenta y cinco afios antes en su conferencia sobre [a histeria
(18936), “AE, 8, pag. 38.1
4 [Se hallatén’ dettas consideraciones mfas sobre este pasaje y una
parte de uno antecior (pag. 147) en el «Apéndice By a El yo y el
ello (19236), AE, 19, pigs. 645.1
148er de importancia vital es la’ vrovilidad de la libido, la pres-
teza con que ella traspasa de un objeto a otro objeto. Fn
oposicién a esto se sittia la fijacidn de la libido en determi-
nados objetos, que a menudo dura la vida entera.
Es innegable que In libido tiene fuentes sométicas, y
afluye al yo desde diversos érganos y partes del cuerpo, Esto
se ve de Ia manera més nitida en aquel sector de la libido
gue, de acuerdo con su meta pulsional, se designa «excita-
cidn. sexual». Entre los lugares del cuerpo de Jos que parte
esa libido, Jos mis destacados se sefialan con el nombre de
zonas erdgends, pero en verdad el cuerpo integro es una
zona etégena tal. Lo mejor que sabemos sobre Eros, 0 sea
sobre su exponente, Ja libido, se adquirié por el estudio
de la funeién sexual, la cual en la concepcién corriente
aunque no en nuestra teorfa— se superpone con Eros.
Pudimos formarnos una imagen del modo en que la aspira-
cién sexual, que esta destinada a influir de manera decisiva
sobre nuestra vida, se desarrolla poco a poco desde las al-
ternantes contribuciones de varias pulsiones parciales, sub-
rogantes de determinadas zonas crégenas.
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