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All content following this page was uploaded by Sara Revilla Gútiez on 02 October 2014.
Fueron los mismos Simon Frith (1990) y Pablo Vila (1996) quienes extendieron
y aplicaron en su propuesta teórica el concepto no menos abstracto de
narrativa, con la intención de dar respuesta y continuidad a la línea de estudios
abierta desde la teoría interpelativa de la música. Ya hacía unos años que el
concepto de narrativa había empezado a emigrar desde el terreno de la
lingüística al de las ciencias cognitivas y había sido definida por David Novitz
(1989) como “la variedad de discurso que selecciona lo que se menciona o lo
que se excluye; eventos reales o imaginarios […] ordenados en una secuencia
lógica”. También Paul Ricoeur (1984) la había descrito como “la posibilidad de
comprender el mundo de tal manera que las acciones humanas adquieran
sentido” (ambos citados en Vila, 1996). Éste paradigma se presentaba como
modelo dinámico de construcción identitaria en el que el individuo adquiría un
protagonismo y compromiso esencial, convirtiéndose en punto indispensable
para acceder a la clave de dichos procesos.
1
Todas las traducciones son mías.
lleva a cabo mediante la selección de ‘lo real’ que configurará la trama
narrativa. […] la selectividad otorga coherencia y actúa de hilo conductor entre
las acciones particulares” (Vila, 1996). Asimismo, se apoya en el proceso de
sedimentación para explicar la lógica de los discursos y entender las
interacciones que tienen lugar con todo y todos los que nos rodean: “[la
sedimentación] es un proceso importante en la connotación de las categorías
que utilizamos para describirnos; mediante la sedimentación de las múltiples
narrativas acerca de nosotros mismos y los “otros”, damos cuenta de la
realidad que nos rodea” (Vila, 1996).
Los estudios sobre la identidad que se han ido realizando a partir de las
propuestas explicadas en el apartado anterior, han fundamentado
mayoritariamente sus teorías entorno a las prácticas narrativas. Partiendo de
esa base teórica clarificada por Vila, Frith y Pelinski, se ha profundizado en
aspectos no menos importantes que pretenden explicar las lógicas y dinámicas
de las teorías de la narratividad. Éstos son la temporalidad, las teorías de la
diferencia, la deslocalización propia de un mundo globalizado y el papel de la
música en la cultura de masas.
Por otro lado, el enfoque analítico de dichos procesos tiende a afianzarse cada
vez más en conceptos como subjetividad, individualidad o selectividad, a la vez
que se abre a influencias epistemológicas de otras disciplinas con el fin de
comprender transversalmente el fenómeno de la identidad. Ciencias como la
biología 2 , la psicología 3 y la neurología 4 se adentran en el terreno musical para
explicar las conductas de la escucha y los procesos de identificación. En
función de alguna de estas perspectivas, revisaremos en esta sección las
nociones mencionadas y las propondremos como principios básicos para
entender las identidades musicales.
2
Véanse los estudios realizados por el etólogo Desmond Morris sobre las dinámicas de las sociedades
contemporáneas.
3
Para un estudio de la identidad y música desde la psicología véase MacDonald, Raymond; Miell,
Dorothy & Hargreaves, David (eds) Musical Identities. 2002. New York: Oxford University Press.
4
Véase el artículo de Arias Gómez, Manuel. 2007. “Música y neurología” en Neurología, 22 (1), pág. 39-
45, para una incursión en el terreno de la significación musical desde la neurología.
“permite comprendernos a nosotros mismos histórica, social, étnica y
generacionalmente” (en Cruces, 2001: 434). Más recientemente, la antropóloga
Leonor Arfuch (2002) ha reavivado la discusión sobre el agente temporal al
formular la hipótesis “¿Qué significa el aspecto temporal de la identidad?” a la
cual responde relacionando el concepto de identidad con el proceso de
“devenir más que de ser” y definiéndola como “una posicionalidad relacional,
sólo temporariamente fijada en el juego de las diferencias” (Arfuch, 2002: 24).
Rubén López Cano añade también, en relación con la dimensión corporal del
fenómeno sonoro, que “la música es artefacto de gestión del tiempo, dota de
coherencia y organiza los eventos dentro de un marco temporal” (Cano, 2008).
Podríamos decir entonces que el concepto de temporalidad apela directamente
a la magnitud socio-cultural de la construcción de identidades y que, tal y como
señala Arfuch, “el contar la propia historia es constitutivo de la dinámica de la
identidad: a partir de un ahora cobra sentido un pasado” (Arfuch, 2002: 27).
De ésta manera, Arfuch concluye con el esbozo de lo que serían las tres líneas
distintivas del nuevo contexto de estudio: “la creciente capacidad de elección
[del individuo], su afirmación constitutiva en tanto diferencias y las demandas
del espacio urbano y mediático en la lucha del reconocimiento y de los
derechos” (Arfuch, 2002: 21).
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Ésta es una línea de discusión abierta entre seguidores y detractores de Adorno. Unos defienden la idea
de que el receptor es un ente pasivo frente a los medios, mientras que otros abogan por su capacidad de
agencia.
6
Aquí, con el término ‘excluyente’ me refiero al fenómeno por el cual el individuo se define mediante sus
afinidades y sus rechazos (Bourdieu, 2006). Existen, en el ideario común, expresiones musicales que son
de difícil convivencia con otras dentro de un mismo repertorio de gustos y, por consiguiente, de maneras
de auto-definirse.
condicionada por los parámetros culturales propios de cada entorno aunque, en
términos de globalización, el alcance de las nuevas tecnologías y el fin
capitalista de toda acción social han facilitado la homogeneización de una
cultura de masas estandarizada y predominante que genera un bagaje cultural
común.
7
Véase el ejemplo que DeNora utiliza en su libro After Adorno. Rethinking Music Sociology (DeNora,
2003: 1)
Los argumentos de Stokes y DeNora van un poco más allá y arriesgan en
analizar la política de control ejercida a través de los mass-media; así, Stokes
afirma:
Stokes sugiere que el control del ocio del individuo y, por consiguiente, del
placer de las prácticas sociales extra-rutinarias (bailar, escuchar música, ver la
televisión, etc.), otorga un gran poder a las instituciones políticas. Asimismo
expone que
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La traducción es mía.
9
La traducción es mía.
Perspectivas actuales
Desde ésta perspectiva, las barreras que parecían existir entre modelos
pioneros como la homología estructural, la interpelación y la narrativa, tienden
ahora a difuminarse, dejando de ser conceptos ‘estancos’ y complementándose
con el fin de proponer un paradigma mucho más amplio y dinámico. El enfoque,
entonces algo reduccionista y etnocentrista de principios como la homología
estructural o las teorías de Adorno, puede hoy sernos de gran utilidad si
ajustamos debidamente la mira y analizamos más allá de las estructuras
musicales. Es decir, podemos afirmar que existe cierta correspondencia entre
un determinado colectivo y la música que escucha (consume o se le asigna), si
partimos de la base de que actualmente el acto de la escucha (o consumo) y el
gusto están más que nunca condicionados por factores como el bagaje cultural,
el contexto mediático en el que se desarrolla éste y las expectativas que ‘la
sociedad’ marca sobre el colectivo en cuestión. Así, podremos explicar el
funcionamiento y papel de gran parte de las construcciones, tópicos y
estereotipos creados en torno a determinadas comunidades y a sus gustos que
hacen “del estigma un emblema” (Rossana Reguillo, en Cragnolini 2006), y se
reafirman hasta identificarse plenamente con dichos elementos.
Con el fin de reconducir el debate y para entender mejor lo que queremos decir
con el término superposición, el cual antes he mencionado en relación a las
cuestiones de resignificación y asimilación de significados preexistentes,
podríamos pensar en el ‘viaje’ significativo que puede experimentar una
canción a partir del momento de su creación.
Al margen de la gran pantalla, otros músicos han ofrecido sus versiones del (a
estas alturas) ‘emblemático’ tema. Artistas como Jimmy Hendrix, Jerry Lee
Lewis, John Lennon o Eric Clapton cantaron “Hound Dog” en conciertos y
eventos de carácter especial y lo hicieron con aquel sentimiento de retorno
hacia lo que nunca cambia y siempre perdurará, en aquellos momentos en que
la gente necesita oír lo ‘verdadero’ y ‘auténtico’ y sentir que existe algo ‘sólido’
a lo que remitirse.
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El tema en cuestión era una crítica a los jóvenes blancos de familia socialmente bien posicionada,
remarcando así la diferencia de clases y reflejando la amargura de los sectores más desfavorecidos.
Utilizando apelativos metafóricos como “perro de caza” o “conejo” pretendía también referirse a la
persecución y violencia que padecía la comunidad negra en Estados Unidos.
palabras del psicólogo Ray Crozier (1998): “las identidades se pueden
considerar una red de asociaciones vinculadas entre sí mediante emociones
relacionadas, activadas por la música” (en Beard & Gloag, 2005: 88).
BIBLIOGRAFÍA