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Soledad primera

Poemas metafísicos 2
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa Represéntase la brevedad de lo que se vive y cuán nada
(media luna las armas de su frente, parece lo que se vivió.
y el Sol todos los rayos de su pelo),
luciente honor del cielo, ¡Ah de la vida!... ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
en campos de zafiro pace estrellas,
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
cuando el que ministrar podía la copa
las Horas mi locura las esconde.
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobre ausente, ¡Que sin poder saber cómo ni adónde,
lagrimosas de amor dulces querellas la salud y la edad se hayan huido!
da al mar, que condolido, Falta la vida, asiste lo vivido,
fue a las ondas, fue al viento y no hay calamidad que no me ronde.
el mísero gemido
segundo de Arïón dulce instrumento. Ayer se fue; mañana no ha llegado;
Del siempre en la montaña opuesto pino 15 hoy se está yendo sin parar un punto;
al enemigo Noto soy un fue, y un será, y un es cansado.
piadoso miembro roto,
breve tabla, delfín no fue pequeño En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
al inconsiderado peregrino
presentes sucesiones de difunto.
que a una libia de ondas su camino
fió, y su vida a un leño. Francisco de Quevedo.
Del Ocëano pues antes sorbido, Tomado de Poemas metafísicos.
y luego vomitado
no lejos de un escollo coronado 31
de secos juncos, de calientes plumas, Salmo XIX
(alga todo y espumas) ¡Cómo de entre mis manos te resbalas!
halló hospitalidad donde halló nido ¡Oh, cómo te deslizas, edad mía!
de Júpiter el ave. ¡Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
Besa la arena, y de la rota nave pues con callado pie todo lo igualas!
aquella parte poca
que lo expuso en la playa dio a la roca: Feroz, de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía;
que aún se dejan las peñas
mas ya mi corazón del postrer día
lisonjear de agradecidas señas.
atiende el vuelo, sin mirar las alas.
Desnudo el joven, cuanto ya el vestido
Ocëano ha bebido, ¡Oh condición moral! ¡Oh dura suerte!
restituir le hace a las arenas; ¡Que no puedo querer vivir mañana
y al Sol lo extiende luego, sin la pensión de procurar mi muerte!
que, lamiéndolo apenas
su dulce lengua de templado fuego, Cualquier instante de la vida humana
lento lo embiste, y con suave estilo es nueva ejecución, con que me advierte
la menor onda chupa al menor hilo. cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana...

Luis de Góngora y Argote. Francisco de Quevedo.


Tomado de Soledades. Tomado de Poemas metafísicos.

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