Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1 El análisis el discurso se reserva esta noción para referirse al destinatario en las conversaciones y
otras formas de interacción verbal. (N.T.)
De aquí el carácter patético del monólogo, ya que es la declaración de una
soledad, -sobre todo en la forma del soliloquio- y que se percibe por el espectador
como un pedido de ayuda. ¿A quién? A ese mismo espectador... También se
puede ver cuán superficial es la idea de que el monólogo es un artificio. De alguna
manera muy general, es siempre una maldad de método atribuirlo a un artificio, es
decir, a una “utilidad”, a una “comodidad”, lo que en la escritura teatral, como en
toda escritura, es el fruto de la necesidad creadora y portador de sentido. El héroe
no “monologa” porque no hay una persona con la cual pueda hablar, sino porque
él está solo, para hablar de su soledad, de su dilema, y de su búsqueda patética
de una solución.
Se puede distinguir, un poco arbitrariamente, el monólogo del soliloquio, y
este último aparecería como un puro discurso autoreflexivo, aboliendo todo
destinatario, aún imaginario, y limitando el rol del espectador al de voyeur. Pero
posiblemente, no existe jamás el verdadero soliloquio en el teatro.
Pero, ¿por qué tengo este furor? ¿y qué es lo que estoy diciendo?
¿Qué vas a sacrificar? ¡Desdichado! ¡Tus hijos! (IV, 5)
Ejemplos
El ejemplo del monólogo de Cinna (Cinna, III, 3), muestra un impresionante
juego de destinatarios: el cómplice-rival, que acaba de acusar al héroe de
debilidad- después el “yo”-culpable, bajo la forma extraña de la abstracción
“traición”:
Son destinatarios los inspiradores del acto, la mujer amada y su padre –la
mujer instigadora y garante del acto de traición; el destinatario se presenta bajo la
forma de sus determinaciones interiores afectivas: “Oh, odio de Emilia, oh,
recuerdo de un padre!” (el padre de Emilia), pues bajo su nombre: “Es a ti, Emilia
(...)”, ella representa la voluntad predeterminada del acto a cumplir. Último
destinatario: la instancia ideal guardiana del valor: los dioses.
Otro ejemplo de un juego de destinatarios, jalonando el itinerario de un “yo”
en prospectiva: el monólogo de Don Carlos (Hernani, IV,2). Tres destinatarios
principales: el muerto, Carlomagno, cuya tumba el locutor pisa y ultraja: