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“Las mesas de Jesús”


Miguel Ángel Armada svd

1. CASAS y MESAS en el Nuevo Testamento y el mundo greco-romano

Para comprender el significado de las mesas de Jesús en los Evangelios


necesitamos situarnos dentro de las casas y del contexto socio-cultural de la
época, diverso del imaginario de algunas mesas de nuestro tiempo. La Casa, en
griego oikía-oikós, designa en la cultura greco-romana tanto la edificación como
los miembros de la misma en torno al jefe de familia (oikodespótes/paterfamilias),
señor o amo de la casa (kyrios). El término “casa” (oikós) es empleado 115 veces en
el Nuevo Testamento e incluye: padre, esposa, hijos, parientes a cargo, esclavos,
trabajadores y clientes (por el sistema de patronazgo), la familia extensa de sangre
hasta tercera generación, el edificio en sí, los animales y bienes. El número de
miembros de una casa dependía de su poder y honor. De oikós deriva el término
economía =oikonomia (oikós=casa y nómos= ley): administración de la casa.
En las comidas se reflejaban las características de las casas, que reproducían
generalmente las visiones y leyes del contexto socio-cultural, religioso y político
de las ciudades, como son los códigos de honor-vergüenza, el sistema de pureza
en las familias judías, el sistema del patronazgo, las leyes imperiales y el
pensamiento filosófico dominante. Veamos algunos ejemplos:

Filón de Alejandría (-15 a C/ 45 d. C):

“El futuro hombre del Estado tiene que estar antes entrenado en el gobierno de
su casa. Si una casa es una ciudad en pequeño y si el gobierno de la casa se
relaciona con la política, se puede decir que una ciudad es una casa grande”.1

Areius Didymus de Alejandría (-10 a. C):

“Una casa (oikós) es el principio de una ciudad (polis)… Porque la casa es como
una pequeña ciudad… El hombre por naturaleza tiene el mando de su casa.
Porque la facultad deliberativa de la mujer es inferior, en los hijos no existe

1 Autores citados por Aguirre Rafael en su libro, Del movimiento de Jesús a la iglesia cristiana. Ensayo de exégesis
sociológica del cristianismo primitivo, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1987.
aún, y es totalmente extraña en los esclavos. La dirección racional de la casa y
de lo perteneciente a la casa corresponde al hombre”.

Aristóteles de Grecia (- 384 – 322 a. C):

“Hay por naturaleza varias clases de gobernar y de ser gobernado. El libre


gobierna al esclavo, el hombre a la mujer y el hombre al niño…”

En Atenas2, cuna de la democracia y modelo de ciudad para muchos, existían en


el momento de mayor apogeo democrático aproximadamente 34.000 ciudadanos
(varones, libres y con propiedades), y por consiguiente, más de 34.000 mujeres
(esposas, hermanas, madres y abuelas no ciudadanas), junto con 160.000 esclavas
y esclavos (no ciudadanos, sino “res” = cosa, propiedad del amo y sin derechos)
que mantenían la vida y el cuidado de una minoría de ciudadanos hombres para
que pensasen, debatiesen y legislasen sobre la vida política y social de todos. De
gobierno del pueblo esta democracia tenía muy poco…
Los cristianos de la primera generación se reunían en asambleas= iglesias en las
Casas: “Los saludan mucho en el Señor Aquila y Priscila junto con la Iglesia
congregada en su casa” (1° Cor 16,19) … “Saluden a los hermanos de Laodicea,
especialmente a Ninfas y a la Iglesia que se reúne en su casa” (Col 4, 15).

¿Qué implicaría para las estructuras de una casa patriarcal comenzar a vivir
según el Evangelio de Jesús, expresado en la fórmula bautismal citada por Pablo?
¿Cómo sonaría en el contexto socio-cultural y político las nuevas
asambleas/iglesias alternativas que se congregaban en las casas? En ellas
participaban del liderazgo mujeres, jóvenes, matrimonios, extranjeros, esclavos,
inmigrantes, pobres y trabajadores urbanos, como reflejan las Cartas de Pablo.

“Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, ya que todos
ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos de Cristo. Por lo
tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer,
porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 26-28).

2Según la antropóloga y activista Yayo Herrero López. Cf Conferencia “Ecologismo y feminismo: nuevas
ventanas de utopía” disponible en el sitio: https://www.youtube.com/watch?v=BoDObApEcWA
2. El Proyecto de Dios expresado como Mesa compartida-Banquete
mesiánico del Reino.
Numerosos textos bíblicos describen la acción liberadora y mesiánica de Dios
junto a los pueblos a través de la imagen de la Mesa o Banquete compartido. A
través de las imágenes contemplamos un rostro de Dios, un modo de vincularnos
y un proyecto de vida que nutre una espiritualidad encarnada.

El banquete o mesa compartida forma parte de las enseñanzas y prácticas de Jesús


al servicio del Reinado de Dios, donde subvierte los roles sociales, lugares de
honor y normas de pureza del sistema socio-cultural, político y religioso
dominante. Mesa inclusiva y comida compartida expresan: un nivel profundo de
encuentro e identidad; experiencias de Dios y de la vida; libertad y acogida;
hospitalidad, reciprocidad y solidaridad; palabras que circulan y dialogan;
miradas y silencios; gestos y sentimientos; fecundidad, cultivo y trasmisión de
valores; alimentación y descanso necesarios para poder vivir y caminar.

“El Señor ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de
manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos,
medulosos, de vinos añejados, decantados. El arrancará sobre esta montaña el
velo que cubre a todos los pueblos, el paño tendido sobre todas las naciones.
Destruirá la Muerte para siempre; el Señor enjugará las lágrimas de todos los
rostros, y borrará sobre toda la tierra el oprobio de su pueblo, porque lo ha
dicho él, el Señor. Y se dirá en aquel día: «Ahí está nuestro Dios, de quien
esperábamos la salvación: es el Señor, en quien nosotros esperábamos.
¡Alegrémonos y regocijémonos de su salvación!» (Is 25, 6-9).

“Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su


lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y
serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos» (Lc 13,
29-30). «¡Feliz el que se siente a la mesa en el Reino de Dios!» (Lc 14, 15).

“Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en
su casa y cenaremos juntos” (Ap 3, 20).
3. Jesús comparte mesas de acogida e inclusión social.
Jesús testimonia la Buena Noticia de Dios (Mc 1, 14-15) en numerosas casas,
caminos y pueblos. Una cultura se comprende, en parte, a través de sus rituales
de comida: quiénes se sientan en la mesa y los lugares que ocupan; los alimentos
ofrecidos y cómo se comen; quiénes y cómo se preparan; quiénes presiden la
mesa; quiénes sirven y el orden para ser servidos; quiénes hablan, en qué
momento y de qué se habla; los códigos, costumbres y normas establecidas para
comer; la situación social de cada casa-familia.

En la cultura judía de Jesús, existían leyes y tradiciones religiosas sobre la pureza


(Lv 11-15) y santidad (Lv 16-22), que impactaban en todas las dimensiones de la
vida cotidiana, social y cultual. No se podía compartir la mesa ni la casa con
impuros como, por ejemplo, los paganos, pecadores públicos, leprosos,
determinados enfermos, mujer en tiempo de menstruación, samaritanos,
prostitutas, publicanos o cobradores de impuestos. Tocar un cadáver, comer
cerdo, no lavarse las manos antes de comer, no respetar el sábado… eran causa
de impureza. En el templo: “Ninguno de tus descendientes que tenga un defecto
corporal se acercará a ofrecer el alimento de su Dios, a lo largo de las
generaciones. No podrá acercarse nadie que tenga un defecto corporal: ninguno
que sea ciego, rengo, desfigurado o deforme; que tenga la pierna o el brazo
rotos; que sea jorobado o raquítico; que tenga una mancha en los ojos; que está
enfermo de sarna o de tiña, o que esté castrado” (Lv 21, 17-20).

De los Diez mandamientos (Ex 20, 1-17; 34, 10-28; Dt 5, 6-21) se llegó a 613
preceptos de la Torá/Ley que se debía observar para ser justo, santo y puro (365
que imponían abstenerse de acción —uno por cada día del año— y 248 preceptos
que orientaban positivamente a realizar alguna práctica). Existían diversos
grupos religiosos (fariseos, escribas, maestros de la Ley, sacerdotes, esenios, sumos
sacerdotes) que seguían una determinada espiritualidad de la observancia legal
para el acceso a Dios. Se reforzaban los mecanismos de control y dominación
sobre los cuerpos en las casas e instituciones levantando muros sociales entre:
ricos y pobres; hombres y mujeres; adultos y niños; sanos y enfermos; justos y
pecadores; amigos y enemigos; puros e impuros; judíos y paganos/extranjeros…

Jesús de Nazaret, desde su experiencia de Dios Padre y Madre, convoca a un


movimiento liberador y emancipador en torno a mesas compartidas de inclusión,
acogida y humanización, mediación abierta para el encuentro pleno con Dios y
los demás:

“Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de


recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y
pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos
dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y
pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen
necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo
quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores» (Mt 9, 9-13).
«Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus
hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a
su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita
a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque
ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección
de los justos!» (Lc 14, 12-14).

El biblista Rafael Aguirre afirma: “Jesús rompe, en nombre de Dios, con las
convenciones establecidas y con el orden social. No lo hace simplemente como
expresión de anomía o de desintegración social, sino en nombre de otra visión del
orden y de unos valores alternativos. Propugna la reintegración de los excluidos
del pueblo, en lugar de mantener su discriminación y alejamiento. En la mesa —
el rito doméstico y social por antonomasia, réplica por excelencia del orden social
establecido— Jesús promueve provocativamente otros valores y otro orden
alternativos de las relaciones humanas… Las reglas de los alimentos y de la
participación en la mesa son claves para identificar a una cultura:

 Las reglas de la mesa y de la comida están estrechamente relacionadas con


las barreras o fronteras que un grupo establece con el mundo que le rodea;
 Las reglas de la mesa y de la comida normalmente reflejan y sostienen el
orden interno, los valores y las jerarquías existentes en un grupo social.
Por otra parte, en las reglas de mesa se reflejan las tradiciones, las jerarquías y
estratificaciones de una sociedad. Siempre hay un protocolo sobre cómo sentarse
para comer, sobre la distribución de los puestos y las preferencias; lo cual implica
la aceptación de un orden simbólico y social, a la vez que lo fortalece y reproduce.
Los antropólogos llaman a las comidas, sobre todo tal como se dan en las
sociedades tradicionales «ceremonias». A diferencia de los rituales, que
confirman y efectúan un cambio de estado, las ceremonias son sucesos regulares
y predecibles, en los que se afirman y legitiman los papeles y situaciones de una
sociedad. Es decir, el microcosmos de una comida es paralelo al macrocosmos de
las relaciones sociales de todos los días”.3

En el Nuevo Testamento, como en nuestras vidas, encontramos diversos tipos de


mesas y comidas. No es lo mismo la mesa compartida y acogedora de Jesús, que
la del fariseo Simón (Lc 7, 36-50), el banquete del asesino Herodes (Mc 6, 17-29) o
del rico indiferente frente al hambre de Lázaro, el pobre (Lc 16, 19-31).

3Aguirre, Rafael, La mesa compartida. Estudios del NT desde las ciencias sociales, Sal Terrae,
Santander, 1994.
PRIMERAS RESONANCIAS sobre mesas y comidas…
4. Las mesas de alegrías compartidas y abrazos de perdón
En tiempos de Jesús compartir la mesa y la comida era un ritual sagrado de
comunión, entrar en lo más profundo de cada persona con su historia, una
posibilidad para nutrir la vida, abrir el corazón, expresar las alegrías y
sufrimientos, un nuevo modo de con-vivir en clave de Reino (Mt 5, 1-12). Jesús
testimonia la pasión del Evangelio de Dios no con doctrinas en espacios cerrados
y separados, ni en lugares desiertos y con ayunos, sino con gestos y enseñanzas
alrededor de comidas, casas y caminos, ámbitos de experiencias profundas de
Dios y discipulado misionero comunitario, dimensión importante para rescatar
en tiempos de fuertes individualismos y encierros. Existían grupos religiosos
centralizados en las sinagogas y en el Templo, donde muchas personas quedaban
excluidas por determinadas leyes, normas y tradiciones. Así, por ejemplo, fariseos
y escribas se auto-percibían como justos delante de Dios y criticaban a Jesús
porque comía con publicanos y pecadores. A ellos les dirige tres parábolas,
llamadas de la misericordia-compasión (Lucas 15), donde se revela a través de las
imágenes de un pastor, una mujer del vecindario y un padre de familia, el rostro
de un Dios que sale a buscar los perdidos; se alegra cuando los encuentra;
organiza y comparte en comunidad una fiesta y la comida; besa y abraza con un
corazón de madre al hijo que regresa sano y salvo:

«Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve
en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando
la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa
llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré
la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá
más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y
nueve justos que no necesitan convertirse». Y les dijo también: «Si una mujer
tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y
busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas
y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me
había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de
Dios por un solo pecador que se convierte».

… “Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente,


corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó… Traigan enseguida la mejor ropa y
vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el
ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado. Y comenzó la
fiesta" (Lc 15, 4-10. 20.22-24).

Frente a la teología del mérito y la retribución, propiciadora de una espiritualidad


legalista, indiferente e insolidaria frente al sufrimiento de los demás, Jesús
propone una teología del amor gratuito, compasivo y comunitario. Además,
critica los grupos religiosos que: “descuidan lo esencial de la Ley: la justicia, la
misericordia y la fidelidad” (Mt 23, 23). En varias mesas y comidas Jesús
cuestiona, interpela y confronta posiciones religiosas deshumanizantes, como la
del fariseo Simón y sus invitados, quienes sin hablar comunican mensajes
lapidarios y discriminadores:
“Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la
mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que
Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de
perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a
bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los
ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: «Si este
hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una
pecadora!» Pero Jesús le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». «¡Di, Maestro!,
respondió él. «Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos
denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la
deuda. ¿Cuál de los dos amará más?». Simón contestó: «Pienso que aquel a
quien perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado bien». Y volviéndose hacia la
mujer, dijo de Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste
agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con
sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de
besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido
perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le
perdona poco, demuestra poco amor». Después dijo a la mujer: «Tus pecados
te son perdonados». Los invitados pensaron: «¿Quién es este hombre, que llega
hasta perdonar los pecados?». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado,
vete en paz» (Lc 7, 36-50).

“El sistema de pureza se encontraba simbolizado de manera eminente en el


templo, que era el centro del universo judío y que se consideraba, además, el
centro del mundo. Estaban escrupulosamente regulados los espacios que se
podían usar (los gentiles no podían entrar en el atrio de Israel; las mujeres no
podían entrar en el atrio de los hombres; los sacerdotes tenían acceso a lugares
prohibidos a los laicos; al lugar más santo —el sancta sanctorum— sólo podía
entrar el Sumo Sacerdote una vez al año); estaba perfectamente determinado
cómo tenían que ser las cosas o utensilios, las características de los animales aptos
para los sacrificios, los tiempos apropiados para la oración y las ofrendas, las
personas que podían sacrificar, las que podían participar y las que quedaban
excluidas. La circuncisión, el sábado y las normas alimentarias (Lv 20,24-25)
pretenden separar al pueblo de los demás pueblos. Las tres cosas suponen un
corte (en el cuerpo, en el tiempo y en las relaciones con los demás y con la
naturaleza, respectivamente)” R. Aguirre.

En contraposición al sistema Templo, encontramos las prácticas de Jesús en torno


a las mesas de las Casas: espacios de inclusión, sanación, enseñanzas, nuevos
vínculos, oración y espiritualidad desde la experiencia del Dios del Reino.
Muchas veces Jesús es invitado a comer, y otras, él mismo se invita. Jesús es
presencia sanadora, liberadora y salvadora de Dios. Es Buena Noticia en primer
lugar para los últimos y discriminados. Por amor a la vida sagrada de cada
persona se torna impuro y transgresor de leyes deshumanizantes, como cuando
toca y cura a un leproso (Mc 1, 40-45), se deja tocar, besar y ungir por una
pecadora pública (Lc 7, 36-50) o se hospeda y come con un impuro como Zaqueo:

“Jesús entró en Jericó y atravesaba la cuidad. Allí vivía un hombre muy rico
llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús,
pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se
adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al
llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto,
porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo
recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar
en casa de un pecador». Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy
a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré
cuatro veces más». Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya
que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre
vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19, 1-10).

El texto no nos dice qué comieron ni de qué hablaron en aquella casa, pero la
mirada de Jesús, sus gestos y lo compartido a corazón abierto en la mesa
suscitaron una transformación radical de Zaqueo, con impactos en los vínculos
afectivos, socio-económicos, religiosos y culturales.
5. Las mesas de circularidad de amor, servicio y amistad
Los siguientes textos nos muestran otras dimensiones esenciales de las Mesas de
Jesús: la circularidad de una nueva familia-comunidad ampliada, superadora del
modelo de la casa patriarcal; la experiencia comunitaria de vínculos de amor y
amistad (Betania), con gestos de mujeres que llenan la casa con el perfume del
Evangelio=Buena noticia, en oposición a posturas mezquinas, traicioneras y
falsas; el mandamiento esencial del amor y el servicio, en medio de situaciones
atravesadas de conflictos y desafíos, nutriendo la amistad como Jesús, superando
las relaciones jerárquicas, utilitaristas y funcionales.

“Entonces llegaron su madre y sus hermanos y, quedándose afuera, lo


mandaron llamar. La multitud estaba sentada alrededor de Jesús, y le dijeron:
«Tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera». Él les respondió: «¿Quién es
mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y dirigiendo su mirada
(circularmente) sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «Estos son
mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi
hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3, 31-35).

“Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al
que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era
uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro,
de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La
casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus
discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume
en trescientos denarios para dárselos a los pobres?». Dijo esto, no porque se
interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de
la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: «Déjala. Ella
tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los
tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre» (Jn 12, 1-8). “Les
aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se
contará también en su memoria lo que ella hizo» (Mc 14, 9).
“Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar
de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el
mundo, los amó hasta el fin… Se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando
una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a
lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la
cintura… Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes
también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que
hagan lo mismo que yo hice con ustedes… Les doy un mandamiento nuevo:
ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes
los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos:
en el amor que se tengan los unos a los otros… No hay amor más grande que
dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les
mando. No los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor;
yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre”
(Jn 13,1ss; 15, 13-15).
6. El pan compartido en las mesas como Memoria viva de Jesús y
compromiso con su proyecto del Reino junto al pueblo.
Al recorrer las narraciones de los cuatro Evangelios contemplamos cómo Jesús
suscitó con sus gestos, prácticas y discursos “buenas noticias” en los sectores socio-
culturales empobrecidos, estigmatizados, enfermos y excluidos (Mt 5, 1-12), y por
otro lado, una reacción de rechazo, odio, intolerancia, amenazas de muerte y
violencia creciente de los círculos del poder religioso, socio-económico y político
en torno al templo de Jerusalén y el Imperio romano (Mt 26-27 y relatos paralelos
de la pasión). En la última etapa de Jesús en la capital de su país, debido a las
persecuciones, amenazas, conspiraciones y órdenes de las autoridades para
delatarlo y detenerlo (Jn 11, 45-57; 12, 9-11; 18, 1ss), debe andar clandestino y en
dicho contexto comparte en intimidad con su comunidad la Última Cena-Comida
pascual en memoria de una Nueva Alianza de amor hasta el extremo, imagen
plena de todas las comidas com-partidas y celebradas previamente en su misión.
En Mateo, Marcos y Lucas se destaca en la comida pascual de Jesús la acción de
gracias a Dios (eucaristía), la bendición y distribución del pan y vino (Mt 26, 26-
29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 17-20), memorial de su vida entera entregada (cuerpo-
sangre), mientras que Juan, narra el gesto del lavado de los pies y el mandamiento
del servicio-amor comunitario (Jn 13, 1ss).

«He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión,
porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno
cumplimiento en el Reino de Dios». Y tomando una copa, dio gracias y dijo:
«Tomen y compártanla entre ustedes. Porque les aseguro que desde ahora no
beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios». Luego tomó
el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi
Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía». Después de
la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza
sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes” (Lc 22, 15-20).
(Emaús) “Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán
de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya
es tarde y el día se acaba». El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa,
tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los
ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido
de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba
en el camino y nos explicaba las Escrituras?». En ese mismo momento, se
pusieron en camino y regresaron a Jerusalén (Lc 24, 28-33a).

Jesús resucitado se hace presente en las casas (Jn 20, 19-23) y por los caminos (Lc
24, 13-35). Las comunidades eclesiales se reúnen en las casas para com-partir
animadas por el Espíritu Santo el pan y el vino, en el contexto de una comida
comunitaria, “la Cena del Señor” (1 Cor 11, 20), memorial del “Cuerpo y Sangre del
Señor” (1 Cor 11, 23-27), acción de gracias y memoria viva de Jesús, inseparable
de la promoción de la justicia y el compromiso con los miembros de Cristo más
vulnerables en el cuerpo social (1 Cor 11, 17-22; 12, 12-30) y ecológico (Rom 8,19-
23). Partir, compartir y repartir el Pan es un rasgo esencial en la misión de Jesús
y de sus comunidades discípulas.
RESONANCIAS sobre Jesús alimento y las mesas compartidas…
“CUANDO LLEGUE LA HORA” allá, donde todos mis hermanos
pequeñitos,
(Julia Equivel, Guatemala)
se sientan como príncipes
Cuando llegue la hora, en LA MESA DEL PADRE.
cambiarás mi desierto en cascada,
Repítemelo fuertemente cada noche,
ungirás mi cabeza con aceite fresco
que has vencido
y tu fuerza conquistará mi debilidad.
al que confunde a este mundo.
Conducirás mis pies sobre tus huellas
Dime que no importa
y caminaré por la senda angosta
cuán amarga sea la copa de la aflicción
que conduce a tu Casa.
para que cese ya de temblar el corazón;
Tú me dirás cuándo para que este desierto del frío
y por dónde, desarrollo
caminaré tu sendero no congele la esperanza
toda bañada de alegría. de estrechar Tus Manos
Mientras tanto junto al Fuego
que crece en la Montaña,
te pido Señor, ¡qué animes
en lo íntimo de mi alma, ¡Tu pueblo es la Montaña!
La Fiesta de la Vida!
¡Hazte fuerte
¡La de la Tumba Vacía!
dentro de mí,
¡La de la Cruz Victoriosa!
para que los mil pretextos
Que tu voz de Jardinero con que el corazón
abra cada mañana mi oído quiere escapar
con la noticia siempre nueva: a lo esencial,
“Ve y dile a mis hermanos no me hagan olvidar
que he vencido a la muerte, que en Tu Casa,
que hay lugar para todos siempre hay VINO y PAN
allá donde se forja La Patria Nueva. y que Tu Casa, Señor,
es allí en donde
Allá,
donde la tierra, el amor y la alegría los humildes buscan la Justicia,
la que brillará en la Patria Nueva,
no se compran ni se venden,
la que ya nos ilumina
donde el vino y la leche
con destellos
se comparten sin dinero y sin precio,
de Tu Reino!
Subsidios

Libro de Rafael Aguirre: “La mesa compartida. Estudio del NT desde las ciencias
sociales”:

file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Libro%20de%20Aguirre%20Monasterio%20Rafael
%20La%20Mesa%20Compartida%20(1).pdf

Libro de Dolores Aleixandre: “Relatos desde la mesa compartida”:

https://kupdf.net/download/relatos-desde-la-mesa-compartida-dolores-aleixandre-
parra_589e43d56454a77e47b1e8fa_pdf

Artículo de R. Aguirre “La mesa compartida”:

http://www.redicces.org.sv/jspui/bitstream/10972/1105/1/RLT-1995-035-B.pdf

Canción “La mesa” Peteco Carbajal:

https://www.youtube.com/watch?v=wrRchBBmEwQ

Canción “Betania” de Germán Pravia:

https://www.youtube.com/watch?v=0MlWnmqkZyA

Canción “Casa abierta” Guardabarranco:

https://www.youtube.com/watch?v=YqlRDOkxYFk

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