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El documento presenta la leyenda de un ser místico y poderoso que vivió en el antiguo Egipto llamado el Predicador del Caos. Describe su apariencia física imponente y sus habilidades mentales avanzadas. Relata cómo este ser y seis otros sobrevivieron a una tormenta catastrófica que azotó el río Nilo durante siete días y noches. Luego de la tormenta, los sobrevivientes descubren una esfera de energía oscura en el centro del círculo formado por los rayos, hacia la cual
El documento presenta la leyenda de un ser místico y poderoso que vivió en el antiguo Egipto llamado el Predicador del Caos. Describe su apariencia física imponente y sus habilidades mentales avanzadas. Relata cómo este ser y seis otros sobrevivieron a una tormenta catastrófica que azotó el río Nilo durante siete días y noches. Luego de la tormenta, los sobrevivientes descubren una esfera de energía oscura en el centro del círculo formado por los rayos, hacia la cual
El documento presenta la leyenda de un ser místico y poderoso que vivió en el antiguo Egipto llamado el Predicador del Caos. Describe su apariencia física imponente y sus habilidades mentales avanzadas. Relata cómo este ser y seis otros sobrevivieron a una tormenta catastrófica que azotó el río Nilo durante siete días y noches. Luego de la tormenta, los sobrevivientes descubren una esfera de energía oscura en el centro del círculo formado por los rayos, hacia la cual
Cuenta la leyenda que, hace mucho tiempo atrás, en los
áridos desiertos del místico Egipto, existió un ser diferente a todos los demás habitantes de este mundo. Este fue representado como un ente superior, tanto física como mentalmente; con pensamientos más avanzados; con habilidades mayormente desarrolladas; con poderes hasta entonces desconocidos por los habitantes de la civilización y del planeta entero.
Su tamaño era intimidantemente perturbador, llegando a
alcanzar los dos metros veinte de altura; y con una complexión estructural meramente mesomórfica: fibras, músculos, y suma potencia. Su cuerpo poesía vellosidad en abundancia; de sus dedos se extendían unas puntiagudas protuberancias que parecían ser garras. Su mirada era siempre desafiante y cargada con un poder misterioso extremadamente inquietante. Sus ojos eran de color rojo oscuro, tal como si las tinieblas habitaran en ellos. Su piel era reseca, áspera, sobre todo en sus manos. Su pelo era largo y oscuro, carente de vida; sus putrefactos dientes permanecían afilados, tal como los tienen las más temibles bestias de la creación. Su rostro figuraba con varias cicatrices superficiales, la más notable, una cruz que atravesaba los cuatro puntos cardenales de su ojo derecho, tal como si el mismo fuese un eje cartesiano. La capacidad que poseía de influenciar con su propio pensamiento a los demás seres con los que se relacionaba, ejerciendo así un pleno control sobre ellos, era única. Sus conocimientos sobre el origen y el fin del universo, sus teorías de la realidad y de la ficción; sus aportes a la cultura esotérica fueron tan complejos y tan indescifrables para el resto de la población mundial, que hoy sus escritos quedaron mitificados y, en esencia, fueron olvidados.
Su presencia entera era aterradora e infundía respeto; sus
hazañas, acusadas de hechicería, eran causantes de terror y pánico; sus actos se reflejan tan crueles, pero tan necesarios, que hoy solamente una resaca de sus enseñanzas queda con vida, disponible para aquellos pocos que no temen al recuerdo de caos que en aquel tiempo el mundo sufrió; disponible para todos aquellos que no le temen a la verdad.
Fue un alma evolucionada en un tiempo antiguo,
descolocado totalmente para la época en la que tuvo manifestación. Se lo conoció y se lo intentó olvidar por el mismo nombre, esta es la leyenda del temible sabio espiritual, del perpetuador de la luz y la oscuridad, del reinante de la tierra, el cielo y el infierno; la leyenda del PREDICADOR DEL CAOS. Capítulo I: El origen del Caos
Siete largos días y siete interminables noches había
llovido, ¡qué digo llovido, diluviado! A orillas del río Nilo. La oscuridad reinó sobre la luz, que tibiamente se dejaba contemplar debajo del acordeón infinito de nubes negras que pintó el cielo por aquel período. Un extraño patrón se notó en esos tiempos, patrón que solamente algunos sabios pensantes reconocieron conscientemente. Exactamente cada Siete minutos las nubes altamente cargadas eléctricamente, dejaban caer un potente rayo deslumbrante, que siempre era seguido por el fiel rugido de un atormentante trueno. Por una milésima de segundos, la noche se llenaba de luz, y luego, regresaba a su perpetua oscuridad. El otro aspecto, no menos importante, que pudo contemplarse durante esos extraños momentos de aquella particular situación, fue que rayo tras rayo, marcaban un círculo perfecto, del primero que lo iniciaba, al séptimo que lo cerraba; y luego el ciclo se volvía a repetir, una y otra vez durante los días y las noches que duró este desastre. El círculo tenía aproximadamente un Kilómetro de diámetro y los rayos extremadamente potentes que lo demarcaban tenían un tamaño acobardante.
Todos los pueblos de los alrededores, que necesariamente
se apilaron en ese sitio por las magnificencias benéficas del río, buscaron refugio en sus precarios hogares durante este período, pero solo aquellos más precavidos lograron subsistir. Lo que no se encontró en las cercanías de los poderosos impactos de energía, y aquello que no fue arrasado por los fuertes vientos, fue sepultado por la inmensa creciente que nunca antes el Nilo había tenido que sufrir. Algunos pocos buscaron un refugio apropiado y algunos menos lo encontraron. Solamente siete personas habían sobrevivido al caótico suceso, entre ellos, un sacerdote, tres filósofos, un niño, una anciana y un noble esclavo. Todos, salvo los filósofos, eran de aldeas distintas; pero en ese momento todos siguieron el mismo patrón de pensamiento que los llevó a la supervivencia. Huyeron horas antes del comienzo de la tormenta y subieron a la gran pirámide de Giza, a sus recovecos superiores. Una vez allí, aquellos más sabios comenzaron a debatir sobre los hechos aterrantes que ocurrían en sus proximidades y comenzaron a registrar sus vivencias, sus pensamientos, sus teorías y todo aquello que contemplaban en una serie de papiros, que iban adjuntando uno tras otro, en forma de libro. Ese compendio de reflexiones, ideas, poesías, relatos y registros de evidencias, fue llamado por ellos mismos “El libro de las siete sombras” por el hecho de que surgió de la oscuridad en la que vivieron mientras fue escrito.
Además del compendio de escritos varios que le regalaron
a la historia, apelaron al arte, dibujando cada uno una imagen de sí mismo en una de las paredes internas del recoveco en el que se hallaban. El sacerdote dibujó un anciano encorvado, con pelo extensamente largo; sus mantas desgarradas, su cetro imperante; sobre su cabeza dibujó una especie de nube y de una de sus manos, se expulsaba una especie de energía en forma de ondas. Los tres filósofos se dibujaron unidos, dos de ellos altos, delgados y refinados, mientras que el tercero, bastante más bajo y de formas redondeadas, se situaba entre medio de los otros; sus túnicas se veían elegantes, bien cuidadas, y sobre su cabeza se podían ver coronas formadas a base de hojas y raíces; los tres apuntaban en la imagen tanto sus ojos como sus manos al cielo. La anciana imitó en gran medida a la figura del sacerdote, pero sólo representó una sombra, sin contrastes, sin detalles…era todo oscuridad; la única diferencia hallada, fue que el bastón era más fino y alargado, y sobre su cabeza parecía extenderse una prolongación cónica, tal como si fuese un sombrero. El esclavo se rehusó a dibujar, pero el niño se encargó que ambos quedaran representados; se dibujó a sí mismo corporalmente frágil y pequeño, sin ropas, sin coronas, sin demasiados accesorios, sin tumultuosos detalles; con una mano se tomaba la cabeza, y con la otra, sostenía la mano del esclavo. A este, lo representó de gran contextura física, con la cabeza rasurada, la espalda ancha, las piernas largas; también sin demasiadas mantas cubriendo su cuerpo. Las dos figuras representadas por el niño, a simple vista, representaban nobleza, pureza y simplicidad; la del sacerdote y la anciana demostraban su antagónico; la de los filósofos, dejaban ver rasgos de sabiduría y a su vez, de arrogancia.
No sé si ellos quisieron así pasar a la historia, o bien,
solamente mataron el tiempo haciendo obras de arte de sus propias personas; en definitiva simplemente lo hicieron, y en el paso azotante del tiempo y la historia, eso es lo que realmente importa.
Al concluir este pequeño reino del caos en la historia de la
humanidad, los siete sobrevivientes salieron a la luz, que empezaba lentamente a recobrar fortaleza; pero no bastó mucho tiempo para que el joven le haga notar al resto del grupo, una sombra entre el camino de la luminosidad. El sacerdote inmediatamente confirmó con exclamación que ese punto con ausencia de brillo se encontraba exactamente en el centro del circulo ficticio que formaban los rayos cuando impactaban con la Tierra; exclamación que fue confirmada por los filósofos y la anciana; cabe aclarar que a pesar de que la oscuridad estaba a una distancia considerable, podía notarse claramente desde las alturas de la pirámide. Todos, salvo el esclavo, quisieron ir tras el punto sombrío. El joven impulsado por su ansiedad y entusiasmo; los filósofos y el sacerdote fueron tras el misterio por su curiosidad; la anciana parecía eufórica, como si supiese de qué se trataba y eso le diera placer. El esclavo los siguió, por el simple hecho de no quedar solo; antes de abandonar la pirámide, este dejó caer un papiro que no llegó a adjuntarse al libro y que fue hallado varios siglos más tarde por unos reconocidos arqueólogos. Esta hoja contenía una poesía, las letras parecían haber sido escritas con un pulso débil y descoordinado. Salvando los errores ortográficos, en esencia expresaba:
“Amada mía te he perdido, en las profundidades de la
oscuridad
Pero sé que tu luz y bondad, jamás se perderán en mi
olvido.
Amada mía te has marchado, no tuve tiempo de
despedirme
Pero sé que hasta que deba irme, tu amor será recordado.
Amada mía te extraño tanto, que tengo ganas de
abandonar
Pero prometo por ti luchar, no dejaré que me ahogue este
llanto.
Amada mía eternamente serás, lo mejor que mi vida ha
gozado
Gracias por haberme amado, en mi corazón por siempre
estarás.” Capítulo II: Aquel misterioso ser
Aunque desde la pirámide podían contemplar aquel punto
de oscuridad con cierta facilidad, la realidad es que el mismo se encontraba a gran distancia. Caminaron, caminaron y siguieron caminando; hasta que al fin llegaron. Un inmenso campo de energía, en forma de media esfera, con un color que combinaba distintos tonos de púrpuras, violetas y negros, con descargas electromagnéticas en su contorno se había creado en el tan mencionado sitio. Al acercarse, recibían inmediatamente una descarga, que les impedía avanzar; el esclavo y el niño optaron por huir lo más lejos posible, pero el resto se resistió a esa decisión y se obsesionó en quedarse a analizar tal extraño suceso. Con el pasar de las horas, tanto el sacerdote, como la anciana y los filósofos, recorrieron circularmente todo el contorno del extraño campo electromagnético oscuro, una y otra vez, sin descanso. Lo único que lograron descubrir, es que con cada análisis más detallado que intentaban realizar, más asombrados terminaban. Definitivamente eso era algo que no habían contemplado nunca antes en su existencia.
La noche no tardó en llegar, pero seguían con su obstinada
obsesión en la semi-esfera. A pesar del frío torturante que ofrecía la umbra, eligieron quedarse sentados esperando, tal vez, alguna respuesta. El niño y el esclavo se les unieron. Entre los restos de lo que antes había sido una próspera aldea, encontraron un poco de abrigo, algo de alimento y materiales para realizar una fogata. Quedaron todos dormidos, y al despertar, grata sorpresa se llevaron. El campo de energía era ahora diminuto, abarcando aproximadamente seis metros de diámetro por tres de altura. El sacerdote fue el primero en notarlo, pero inmediatamente se los comunicó al resto de los supervivientes que le acompañaban. De nuevo intentaron acercase, pero la misma descarga eléctrica, o tal vez más intensa, los detenía. Era como si algo o alguien lo estuviese generando, la energía podía sentirse en el aire, todo a su alrededor parecía ionizarse, cada vez, con un poco más de fuerza.
De pronto, el esclavo sintió una voz en su cabeza:
- Tú, que eres noble de alma y puro de corazón. Tú, que posees una buena combinación de mente, cuerpo y espíritu. Tú, que has sido corrompido por la sociedad. Ahora eres libre.
Arrodillado y con expresiones de extremo sufrimiento, el
esclavo tuvo en su cabeza esta oración una y otra vez, hasta que cesó. El resto, sin entender el motivo de sus gesticulaciones, le preguntaron con algo de desesperación que le sucedía. Él respondió aterrado que había alguien dentro de la oscuridad que le hablaba, aunque metiéndose en sus pensamientos. Ni los filósofos, ni el sacerdote le creyeron; el niño creía, pero era muy joven como para entender; la anciana sonrió y exclamó que estaban en presencia de un acto de telepatía, una manera de comunicación superior, una manera poderosa, aunque olvidada. Los filósofos exigieron más explicaciones sobre ese conocimiento, pero la anciana se limitó a decir que había tenido en su poder, antes del desastre, antiguos papiros con grandes misterios; y que entre ellos, uno hablaba de esta habilidad mental.
En medio de esta conversación el sacerdote también cayó
de rodillas, y tal como si su propio cerebro le susurrara, se le grabó la siguiente oración.
- Tú, que te haces llamar guardián de la luz y la verdad.
Tú, que usas el conocimiento para obtener poder. Tú, que has decidido el silencio, en vez de compartir la sabiduría de los siglos. Ahora calla.
Y el sacerdote, por más que lo intentó, ya no pudo
expresar palabra alguna. Su mirada se ahogó en pánico, aunque su cuerpo poco pudo expresar. Los filósofos le consultaron a la anciana que estaba pasando, pero ella no tenía respuesta ante el nuevo suceso. El niño comenzó a llorar por miedo, el esclavo lloraba por conmoción, los tres pensantes buscaban en vano respuestas y la anciana seguía demarcando una sonrisa, aunque cada vez, se tornaba más fría.
Las siguientes víctimas de este acto mental desconocido
fueron los filósofos, como si estuviesen conectados en pensamiento, al mismo tiempo, todos escucharon dentro de su cabeza el mismo mensaje en forma de ecos reiterativos:
- Tú, que te crees superior al resto y solo piensas en tu
bienestar. Tú, que has decidido cambiar tu nobleza por ego. Tú, que te has dejado manipular por la soberbia. Ahora dependerás de tu par y sin él no serás nada.
Al cesar esta voz, aparentemente interna, el pensante de
formas redondeadas comenzó a correr hacia la masa energética con impotencia, recibiendo una fuerte descarga eléctrica que, al margen de dañarlo, daño en igual medida a sus otros dos pares. La anciana, borrando totalmente los vestigios de esa sonrisa que mantenía, dijo un tanto atemorizada que uno de los papiros también hablaba de la unión física/emotiva de dos o más cuerpos, de tal manera que lo que sentía uno, sería también sentido por el otro. Sabía también, que ahora sería su turno, entonces comenzó a alejarse de aquella semi-esfera irradiante de oscuridad; pero no tuvo ningún sentido. Al cabo de unos cuantos pasos quedó inmovilizada, sus rodillas se aflojaron y cayó sin oposición a la arena. Al igual que había pasado con los demás, alguien estaba en su cabeza, alguien o algo que le dijo:
- Tú, que obedeces a la oscuridad. Tú, que luchas en
contra de la luz. Tú, que has dedicado tu vida a la brujería. Ahora, pagarás con tu vida.
Su cuerpo comenzó a incendiarse y no se detuvo hasta
convertirse en cenizas. Cenizas que el viento se encargó de dispersar y mezclar con la infinidad de granos de arena caliente que decoraban toda la zona. El niño fue el único que no escuchó nada. Y de pronto, la masa energética se esfumó, revelando al ser que se encontraba en su interior.
Imperante, colosal, deslumbrante. Así se manifestó ante
sus maravillados ojos. Una especie de humo negro se evaporaba de su cuerpo con una intensidad elevada; los remolinos se formaban y desarmaban a sus lados; la energía que irradiaba penetró tanto el cuerpo como la mente de todos los ínfimos seres que ante su majestuosa presencia se encontraban. Y de pronto, con una voz ronca, áspera y causante de un eco aterrador, la criatura exclamó:
“Yo soy el Alfa y el Omega; la luz y la oscuridad; yo soy
la nada y el todo”
Nadie tuvo coraje para interrumpir, siquiera con una
intensa respiración. El terror había tocado los corazones de todos; el niño lloraba abrazado a una de las piernas del esclavo, que por cierto, también lloraba atemorizado; los filósofos estaban en pánico después de haber contemplado todos los hechos inexplicables para su razón y entendimiento; El sacerdote, aún sin poder expresar una palabra estaba paralizado. Entonces, la criatura prosiguió:
“Vengo para guiarlos; para dar orden a sus vidas. Vengo
desde una dimensión más elevada, para compensar sus errores y aciertos, para dar justicia a sus vidas. Pueden llamarme HERTRIS. Puedo darles mucho poder, aunque como habrán visto, también puedo destruirlos en un parpadeo. Ustedes marcarán su destino, sus elecciones guiarán su futuro.
Seré su maestro, el de cada uno y el de todos, seré la luz
que los aparte de la oscuridad o la propia oscuridad que los consuma.”
Luego hubo silencio…
Capítulo III: Las enseñanzas del maestro
Perplejos de tal magnificencia de ser; nadie se animaba a exclamar sus pensamientos en palabras; nadie podía expresar con su rostro los sentimientos que gobernaban en sus corazones; nadie tenía los escrúpulos, voluntaria o involuntariamente, de reaccionar ante la intimidante mirada del maestro. Al niño lo gobernaba el temor de la incertidumbre, pues no sabía ni entendía que pasaba; el esclavo, si bien era el menos temeroso, titubeaba por su libertad, los filósofos temían por su vida; el sacerdote temía por las consecuencias de sus pecados conscientes. Por algún u otro motivo, claro está, que todos temían.
“¡No teman!”, exclamó el predicador. “El miedo es la
causa primera de la perdición y la agonía. El miedo es desorden y oscuridad. El miedo es la palanca que lleva sus vidas hacia la penuria y la muerte.
Todos están vibrando en la sintonía del miedo, en esa
frecuencia baja y densa, sus sueños se desintegran, su salud es degrada, sus esperanzas perturbadas se marchitan. ¡No teman!, nada malo va a pasarle a aquel que nada malo espera.”
El niño y el esclavo calmaron naturalmente sus
sentimientos, a pesar de infundir terror, comenzaba el extraño ser a contagiar confianza y seguridad. Los filósofos se esforzaron en dejar de temer, pero su intento fue vano en sentimiento y pleno en razonamiento, por ende fallaron en la búsqueda de tal sencillo objetivo: encontrar la paz interior. El sacerdote sabía controlarse, era más bien un conocedor de muchos secretos, por lo tanto forzó sus emociones a vibrar un poco más en la luz y la calma.
“Voy a enseñarles la manera de aumentar su vibración, si
bien todos ustedes no lo merecen, vale la pena darles una oportunidad.
Primero, tengan en cuenta que su mente es su vida como
hoy la conocen. Lo que en ella proyecten va a materializarse de alguna manera en algún futuro de su existencia. Piensen en positivo, vibren en la sintonía del amor, no se lamenten, no se culpen, no se auto flagelen, no se rindan, repitan que se puede, piensen en un ambiente de luz, que irradia luz y recibe luz.”
Entonces, cerró sus diabólicos ojos incendiados y a su
alrededor comenzó a levantarse polvo primero, y rocas pequeñas luego. La gravedad parecía desaparecer de a poco, todo era más liviano, menos denso, más sutil.
De pronto, abre sus ojos y todo a su alrededor retorna a la
normalidad.
“El universo es una creación de la mente, no se dejen
engañar por los espejos que su propio cerebro les pone frente a su razón. Con tiempo, calma y aprendizaje, no existe nada que no puedan lograr ni manifestar en lo que ustedes llaman realidad. Si yo pienso que crezco voy a crecer, porque tengo una mente entrenada y pura, que vibra en la más sutil de las posibilidades. Salvo la mente poco corrompida del niño, ustedes vibran con una longitud de onda muy baja.”
De pronto, volvió a cerrar sus órganos captadores de luz y
su cuerpo empezó a creer a una velocidad sorprendente. En longitud, en masa y en espesor, su volumen se duplicó en un santiamén. Y de nuevo abrió sus ojos, pero ahora, los cambios en su parte material quedaron manifestados.
“Los cambios que generen en sus vidas pueden ser
pasajeros o permanentes. Todo depende de la intensidad de sus pensamientos, de la luz y el amor que le aporten, del deseo sincero que los genere. Aquello que nace de la oscuridad, estará predestinado a terminar en la oscuridad, porque nada escapa a las leyes del Universo.”
Si bien el silencio seguía reinando en todos los ahora
aprendices del sublime maestro, su atención ya no se concentraba en el miedo que sentían, sino más bien que estaba dirigida a las enseñanzas que les estaba impartiendo el Ser superior. El niño escuchaba con asombro, el esclavo de igual manera hacía anotaciones en el libro que llevaba a su cargo, el sacerdote escuchaba atentamente, y los filósofos mantenían su soberbia y desinterés, aunque eso no disminuía su atención. Ahora el poderoso ente agitó sus manos en forma circular enérgicamente, y un remolino de arena se formó en consecuencia. Mientras realizaba esta hazaña comentó:
“Gobiernen su mente, el quinto elemento, y así podrán
gobernar al resto. El agua, el aire, el fuego y la tierra son manipulables, controlables, dominables. La mente es la llave maestra para combinar los elementos base y convertirlos en cualquier cosa que uno desee.”
Entonces, uno de los filósofos delgados y altos intenta
detener al maestro, pero uno de sus dedos es cortado por el poder que existía entre las manos del mismo. Con el contacto, también pierden un dedo cada uno de los otros filósofos, de acuerdo con la maldición que el predicador les había arrojado con anterioridad.
“Sus propios pensamientos pueden dar vida, pero también
pueden destruirlas. No olviden que todo en la existencia tiene dos polos, dos extremos y que existe un ritmo que pendula, que va y que regresa de un lado al otro, del positivo al negativo, del amargo al dulce y viceversa. El equilibrio es la respuesta a la desarmonía de compensación.”
En ese momento el joven pide perdón y se aleja para
intentar dormir, el esclavo lo sigue fiel como desde el principio. El sacerdote, aún sin poder hablar, se quedó atento esperando que el maestro continúe. Los filósofos, a esta altura irritados con su despreciable conocimiento en comparación con el ente superior, también se van a dormir. Entonces el maestro le dice al sacerdote:
“Tú que no eres capaz de compartir tu conocimiento y dar
a luz la verdad, no mereces por hoy seguir aprendiendo. Agradece que aún permito que presencies los secretos del Cosmos.” Y dirigiendo su dedo fríamente hacia el resto del grupo, le indica al sacerdote que se vaya a dormir también.
Esa noche, el esclavo escribe:
“No imaginas cuanto te echo de menos, no creo tener la
fortaleza para seguir sin tu amor; aunque me enseñaste a tolerar el dolor, hoy me falta tu energía; necesito que seas mi guía, sin tu luz veo oscuro el camino; no puedo asimilar mi destino, si tu corazón no me acompaña; mi corazón y mi mente te extrañan, mi alma quedó fuera de foco; poco a poco me vuelvo loco y ya no sé qué más hacer; supongo que voy a ceder, me siento débil y tengo miedo.” Capítulo IV: El elegido
Después de haber aplicado sus filtros, el gran maestro
HERTRIS debía decidir entre el pequeño niño y el noble esclavo, y por más difícil que a una persona normal le pareciera esta decisión, él tenía la certeza desde un primer momento de quién sería su discípulo. El resto de los sobrevivientes al desastre habían demostrado claramente, no estar a la altura de tal privilegio; sus propios temores, representados de maneras diferentes (tal como arrogancia, avaricia y egoísmo) los habían matado por dentro.
El esclavo era un hombre con todas las letras, era
poderoso, era humilde, tenía un corazón repleto de luz… pero, el miedo lo invadía desde muy profundo, nunca tuvo las agallas necesarias para revelarse contra los que hacían llamarse sus dueños y, por ende, no estaba listo para recibir todo el conocimiento. El niño, a pesar de tener más defectos, más temores, menos fuerza y menos capacidad; tenía un potencial ilimitado y eso bastaba para el predicador. Por eso, la decisión fue espontáneamente sencilla.
Y dejó que el esclavo se marchara con vida, pues no
merecía un castigo por su situación, solo aprendería y evolucionaría. Antes de dejarlo partir borró de su memoria los últimos hechos, para no cortar el proceso natural de su conciencia, entonces, solo quedaron el niño y él. “Joven héroe, eres tú el elegido para liderar la conciencia de las civilizaciones futuras, plantando buenas semillas en las presentes. Serás nombrado Faraón, tendrás el poder para hacer lo que quieras, te diferenciarás de los demás por estar más despierto, por tener mayor conocimiento de los secretos del universo; pero esto no te dará el derecho de utilizar ninguno de estos poderes, solamente se te permitirá crear bases sólidas para que las almas que te sigan puedan evolucionar a su debido ritmo, sin caer en telarañas ponzoñosas que obstaculicen su despertar. Joven guerrero de la luz, te enseñaré las leyes que rigen nuestra existencia, te mostraré el camino y dependerá de ti seguirlo o desviarte. Yo ya no podré detenerte, ni evitar que malogres tu futuro y el del resto de los seres que estén bajo tu mandato, pero te haré saber cómo tú mismo te harás pagar por cada uno de tus desviaciones. Desde hoy, te harás llamar JOSEPH”
El joven solamente asintió con la cabeza, mirando
fijamente a los macabros ojos del maestro, que por cierto, lo miraba desafiante. Entonces, el mismo continuó.
“La primera ley de universo radica en que todo aquello
que tu mente pueda crear, es posible de materializarlo. Eres tan creador como la mente que te ha creado, solamente que dentro de un cuerpo físico, la mente jamás llega a alcanzar su máximo potencial, es más, luego de millones de años, ni siquiera se ha acercado a un 30 %. Tienes que aceptar que tu cuerpo es solamente un envoltorio y que tu espíritu, la combinación de tu mente con tu alma, son lo que realmente eres, y que solamente eliminando todos los rezagos de densidad, podrás dominar esta ley en su máxima expresión.”
Entonces, el niño le pidió al maestro que haga una
demostración del principio, y el maestro uniendo sus manos atrajo nubes sobre sus coronillas y dejó caer unas cuántas gotas de agua. El niño, le pide luego que cree una criatura, pero a eso el maestro responde:
“No seas obsecuente pequeño, en el plano físico solamente
podemos crear cosas que partan de los cuatro elementos, tierra, fuego, aire y agua. No sé puede simplemente manifestar en este plano una vida.”
El joven vuelve a asentir con la cabeza y pide disculpas.
“Cuando logres dominar este plano a la perfección, recién
estarás listo para comenzar a estudiar el plano siguiente. Mientras tanto, no existe nada más que lo que hoy te estoy enseñando.” Exclamó HERTRIS con un tono cargado de molestia.