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ESTUDIOS LATINOAMERICANOS

LA REDENCIÓN DE LOS OBJETOS EN FELISBERTO HERNÁNDEZ

MARIO ERASO

Doctor en Literatura Hispánica (El Colegio de México). Docente Facultad de Educación y Centro de Estudios

e Investigaciones Latinoamericanas (Universidad de Nariño)

RESUMEN
La narrativa latinoamericana del siglo XX está plena de estrellas de primer orden:
Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez, Vargas Llosa, etc. Sin embargo, Felisberto
Hernández (1902-1964) aún es un escritor del que poco se sabe, al menos, entre
aquellos lectores alejados del mundo académico. Con este artículo busco incorporar
la narrativa de Hernández al intrincado tronco de la literatura fantástica. Es decir,
intento ubicar algunos relatos del escritor uruguayo y, en tal sentido, desentrañar
algunas de sus características para filiarlas con el género literario fundado por Edgar
Allan Poe.
Palabras Claves: Felisberto Hernández, Narrativa uruguaya del siglo XX, El relato
fantástico en la narrativa hispanoamericana, “Las Hortensias”.

ABSTRACT
The Twentieth-Century Latin American literature is full of stars: Borges, Cortázar,
Rulfo, Garcia Marquez, Vargas Llosa, among others. However, Felisberto Hernandez
(1902-1964) is yet a writer from whom little is known, at least among those readers
outside of the academic world.
In this article I try to incorporate Hernandez’s narrative to the intricate world of the
Fantasy Literature, i.e., I try to locate some stories of the Uruguayan writer, and in
that sense unravel some of their characteristics to connect them with the literary
genre founded by Edgar Allan Poe.
Keywords: Felisberto Hernández, Uruguayan narrative of the 20th century, The fan-
tastic story of hispanic narrative, “Las Hortensias”.

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En el patio sus tres hijos jugaban a Felisberto Hernández de súbito adquie-


los yaquis. Un hilo parecía unir los ren autonomía, y los seres humanos, en
sollozos de Rialta, con los golpes ese ir y venir de emociones, parecen
graves de la pelota de tripa de pato, fastidiar. Es posible que la fuerza que
con el ruido tintineante de los yaquis se apropia de estas cosas, dotándolas
al plegarse bajo la presión de la mano de personalidad y carácter, lleve a la
abierta, que los recogía en un movi- escritura de Hernández a entrar en el
miento rapidísimo, sincronizando terreno de lo fantástico. Investigar la
la recolección de los yaquis con la
verdad o imposibilidad de dicha espe-
ascensión y caída de la pelota blanca
y extremadamente gomosa. Violante, culación es el objetivo de este trabajo.
que era la mayor, jugaba con más se- En sus análisis de la obra de Hernán-
guridad, pues era la que repartía en dez, los críticos necesariamente deben
el suelo, con más precisión, los gru- referirse a la presencia de los objetos;
pos de yaquis, según iba avanzando en tal sentido, se puede asegurar que
el juego. Al principio, para que se ellos representan una línea que penetra
esparcieran; luego, juntándolos para sustancialmente la escritura de Her-
que cupieran en el cuenco de la mano. nández. De hecho, ya desde el inicio
Los tres niños estaban tan abstraídos,
de su producción narrativa, el autor
que el ascender de la pelota se crista-
lizaba como una fuente, y la fijeza de uruguayo, tan apegado al mundo de lo
la mirada en el esparcimiento de los minúsculo, los coloca de una manera
yaquis, los extasiaba como cuando se independiente, solitaria, ajena al mun-
contemplan, en demorados trechos de do de los hombres. Al comienzo de “El
la noche, las constelaciones. Estaban vestido blanco” (1929), se lee:
en ese momento de éxtasis coral, que Yo estaba del lado de afuera del bal-
los niños alcanzan con facilidad. Ha- cón. Del lado de adentro, estaban
cer que su tiempo, el tiempo de las abiertas las dos hojas de la ventana
personas que los rodean, y el tiempo y coincidían muy enfrente una de la
de la situación exterior, coincidan en otra (...) Al Marisa salirse, no sentí
una especie de abandono del tiempo, el vacío de ella en la ventana. Al
donde las semillas del alcanfor o de contrario. Sentí como que las hojas
las amapolas, el silencioso crecer noc- se habían estado mirando frente a
turno de los vegetales, preparan una
frente y que ella había estado de más.
identidad oval y cristalina, donde un
Ella había interrumpido ese espacio
grupo al aislarse, logra una comunica-
simétrico lleno de una cosa fija que
ción semejante a un espejo universal1.
resultaba de mirarse las dos hojas2.
La cita introductoria refleja un La individualidad de las ventanas,
conocimiento inusual: los elementos en tanto el narrador las presenta como
relacionados (la pelota de goma y entes vivos, capaces de mirar y ser mi-
los grupos de yaquis), en su juego de radas, ubica el momento exacto en que
atracción y lejanía, parecen abrir con la narrativa de Hernández potencia que
su vitalismo un espacio de evidentes los objetos, ensimismados en su mutua
connotaciones mágicas; de manera contemplación, vivan con propiedad.
parecida, los objetos en la narrativa de Hernández desarrolla y da plenitud

1. LEZAMA LIMA, José. Paradiso. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1991, p. 144.
2. HERNÁNDEZ, Felisberto. “El vestido blanco”, Obras completas, Montevideo: Arca-Calicanto, 1981, t.1, p.
92.

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a esta característica, tan pronto logra des inverosímiles donde llueve fuego y
maestría en su arte narrativo. Así, ácido, islas fantasmales habitadas por
años después en “El caballo perdido” un cinematógrafo, oscuras casonas de
(1943), encuentra una amplia manera las cuales es imposible salir cuerdo-,
de vitalizar los objetos: muebles, fun- Hernández opone un mundo minús-
das, sillas, un piano, flores, manos que culo, tachado ingratamente de “naif”;
parecen sobrevivir fuera del resto del allí lo pequeño, lo frívolo, se muda en
cuerpo, cobran en este bello y denso sucesos fantásticos, en tanto el diálogo
relato, rasgos de una impresionante nítido que cada objeto viene a proyectar
autonomía, permitiendo que el lector con otros objetos, se convierte en el
acepte su independencia. Acerca de las principio dominante y estructurador
ventanas, el narrador dice: “Como está- de varios fragmentos de la obra.
bamos en invierno, pronto era la noche. Al impulsar un tipo de escritura
Pero las ventanas no la habían visto donde lo ingenuo encuentra su sitio,
entrar: se habían quedado distraídas, Hernández logra llevar lo fantástico
contemplando hasta último momento más allá del terreno convencional,
la claridad del cielo”3. pues los objetos, a pesar de su im-
Grata manera de hablar de las venta- portancia en la vida cotidiana, siguen
nas, de hacerlas aflorar cargadas de una siendo como grandes desconocidos.
inesperada carga sicológica, capaces de Hernández consigue ver lo grande en
sobrellevar por sí mismas el peso del re- lo pequeño, la aparición, la cercanía
lato. Sobre las relaciones tejidas en “El incuestionable de los objetos, actitud
vestido blanco”, Washington Lockhart que además implica un uso preciso
afirma: “La misteriosa interrelación que de las palabras. Los objetos tienen las
une y distancia las cosas determina un cualidades de lo pequeño, de lo oculto.
dramatismo inédito en la intervención No afloran a la superficie como extra-
del hombre. Y no nos llega como «fan- ños o prohibidos, sino que muestran su
tasía», sino como «lo más primordial». imagen, reconocida por todos; por eso,
¿Qué somos en efecto –viene a decir- cuando se los reconoce, aceptándolos
nos- sino esa presencia alucinante, en como parte integral de la realidad hu-
donde se hace o se deshace la armonía mana, despreciados y rechazados, sin
que debe reinar entre las cosas?”4 El inspirar temor o repulsión, aguardan
divorcio evidente entre los seres y las un momento inesperado en que reapa-
cosas, y su postrera comunión, hace recen ataviados de un nuevo lenguaje.
que en la narrativa de Hernández se Hernández sabe escuchar ese len-
vindique el mundo material, por medio guaje. Y al no mostrar interés por lo
de una concepción ciertamente trans- grandilocuente, hace campaña a favor
parente. De este modo, lo fantástico de la anexión de las cosas a la vida,
emerge desde una óptica diferente a la llevado de un lenguaje directo; así
usual, ya que a los grandes sucesos fan- traduce la voz de las cosas hermana-
tásticos, a veces grotescos –máquinas das en su cotidianidad, trastocando el
capaces de llevarnos al pasado, ciuda- lugar secundario del que proceden5.

3. HERNÁNDEZ, Felisberto. Obras completas: El caballo perdido, Nadie encendía las lámparas, Las Hortensias, 1ª
ed. 1983, 6ª ed. 2000, t. 2, México: Siglo XXI, p. 18.
4. LOCKHART, Washington. Felisberto Hernández una biografía literaria. Montevideo: Arca Editorial, 1991, p. 26.
5. Para F. Hernández, el escritor debe preocuparse por defender los pequeños temas. No es una actitud pueril ni
mediocre, más bien es su posición ética y estética primordial; la característica justificadora de la pareja escritor-
escritura. Me parece que sus declaraciones, hablando metafóricamente de la germinación de una planta en “Ex-

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Sus relatos escogen a los objetos y los chas en el recuerdo. Abandonado en


ponen al servicio de una nueva percep- ese espacio lúdico, donde los objetos
ción, transformándolos incesantemente alcanzan mayor nitidez, el narrador
para iluminar el impersonal lugar que infantil hace posible que las cosas,
han ocupado regularmente6. Ellos son las partes de su cuerpo, la mirada, los
capaces de hablar de un mundo de objetos que yacen ensimismados en el
ensueño que los humanos apenas intu- lugar privilegiado de la memoria, sirvan
yen; cuando se hacen presentes desde de puente hacia la escurridiza realidad.
un espacio ajeno, con características En “El caballo de Irene” (1929), dice:
propias, y aun alcanzan a reflexionar, La silla que tomó para tocar era
consiguen vitalizar unos límites que igual de forma a la que había visto
probablemente puedan ser fantásticos. antes pero parecía que de espíritu
Esto no es algo lógico, no obstante, sí era distinta: ésta tenía que ver con-
parece una manifestación verosímil del migo. Al mismo tiempo que sujetaba
mundo7: a Irene, aprovechaba el momento en
Al principio había mirado los objetos que ella se inclinaba un poco sobre
distraídamente; después me había in- el piano y con el respaldo libre me
teresado por los secretos que tuvieran miraba de reojo9.
los objetos en sí mismos; y de pronto Esta forma maestra de volver con-
ellos me sugerían la posibilidad de tinuamente sobre sí, poetizando sobre
ser intermediarios de personas ma- las cosas, es el sello de la narrativa de
yores; ellos –o tal vez otros que yo no Hernández, el centro del cual emana
miraba en ese momento- podrían ser lo fantástico en su producción. Reva-
encubridores o estar implicados en lorando lo pequeño, provoca que su
actos misteriosos8. lenguaje, tenue y transparente, frag-
mentario y lleno de fisuras, sea sojuz-
La mirada ingenua gado injustamente. Todavía en 1975,
Las narraciones que estoy intentado Onetti comenta esto sobre los primeros
deshilvanar, reflejan un momento de textos de Hernández: “Y era difícil -e
plena ingenuidad ante el mundo, ca- inútil- encontrar allí lo que llamamos
racterística fundamental de los relatos literatura, estilo o técnica. Para resumir,
donde Hernández presenta un narrador era necesario desgastar otra vez la mal-
infantil, un niño sumergido a sus an- trecha frase: un alma desnuda”10. Sin

plicación falsa de mis cuentos”, deben interpretarse en ese sentido: “Debo cuidar que no ocupe mucho espacio,
que no pretenda ser bella o intensa, sino que sea la planta que ella misma esté destinada a ser, y ayudarla a
que lo sea. Al mismo tiempo ella crecerá de acuerdo a un contemplador al que no hará mucho caso si él quiere
sugerirle demasiadas intenciones o grandezas. Si es una planta dueña de sí misma tendrá una poesía natural,
desconocida por ella misma” (“Las Hortensias”, Obras Completas: El caballo perdido, Nadie encendía las lám-
paras, Las hortensias…, p. 175).
6. “La orientación hacia lo cotidiano que rige la narrativa felisbertiana descarta las situaciones «límite»: el crimen
y el descubrimiento del criminal. Su continua atención a los matices del sentimiento colorea la vía regía del
género, la razón. La pregunta clásica del género (¿quién fue?) se reformula en ¿Quién es verdaderamente el otro?”
(Rocío Antúnez, Felisberto Hernández: el discurso inundado. México: Instituto Nacional de Bellas Artes-Editorial
Katún, 1985, pp. 90-91).
7. Acerca de la “resbaladiza cuestión del género”, Anick Louis, analizando los relatos de José Bianco, apunta unas
agudas palabras que también pueden extenderse a las piezas narrativas de Felisberto Hernández: “Estas «pequeñas
obras maestras» no introducen un orden sobrenatural sino un mundo de convivencia; lo maravilloso, lo extraño,
lo fantástico, lo insólito, el esoterismo, el surrealismo conviven aquí sin tensiones” (Anick Louis, “Definiendo
un género”, NRFH, 2, 2001, p. 427).
8. HERNÁNDEZ, Felisberto. “El caballo perdido”, Obras Completas, t. 2, p. 16.
9. HERNÁNDEZ, Felisberto. “La casa de Irene”, Obras completas, Arca-Calicanto, Montevideo, 1981, t.1, p. 100.
10. ONETTI, Juan C. “Felisberto el ‘naif’ ”, Cuadernos Hispanoamericanos, Madrid, 302 (1975), p. 258.

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embargo, desde el principio la alta ca- se arreglaba el tul de manera que el


lidad de la escritura ha permitido, con agujero grande quedara en la boca. Y
sobrada suficiencia, que el poderoso por allí metía la bombilla del mate”12.
universo de la infancia logre emerger De la mirada ingenua traspuesta a la
en su magnífico esplendor, después de visión dinámica de las cosas, se derivan
que su autor ha sido capaz de rescatar los factores fantásticos, o por lo menos,
las imágenes que lo pueblan. misteriosos, de la narrativa hernadia-
La mirada ingenua afín a los relatos na. Presentando los objetos como si
de Hernández, incrementa el rasgo fueran seres dotados, va desarrollan-
fantástico de algunas de sus páginas, do un discurso cuyos antecedentes
cuando las cosas activas focalizan el inmediatos, difíciles de precisar en la
peso de la narración. Por antonoma- narrativa hispanoamericana, se deben
sia, la infancia está cargada de even- buscar en la sintonía del escritor con
tos inexplicables, proclives al olvido la estética de su tiempo. Esta lo llevó
debido a su carga de incertidumbre a utilizarlos como parte constitutiva
y peligro; como joyas vencedoras del de sus relatos, tal como las máquinas
olvido, los recuerdos en la narrativa y los grandes descubrimientos habían
hernandiana, acunados por la voz de sido poetizados por numerosos artistas
la infancia, dan sentido dinámico a las de la vanguardia europea. La perso-
cosas que se superponen, pues en la nalización de los objetos se relaciona
memoria infantil las cosas son cuerpos con las posibilidades que tienen para
vivos, cada objeto implicado ocupa una interactuar con lo seres, marcando una
dimensión exacta y tiene significado pauta de racionalidad y abriendo una
aparte11. Un buen ejemplo de la atenta nueva expectativa de reivindicación. El
relación infancia-recuerdo, hecho con prestigio oculto de las cosas, aflora para
matices fantásticos, es el párrafo final legitimar su existencia; revaloradas van
de “Por los tiempos de Clemente Co- imponiendo su fuerza, ayudándose,
lling” (1943): apuntalándose entre sí, a través de un
tipo de impresiones que coincide con
“Pero desde aquellos tiempos hasta la estética europea de comienzos del
ahora, el misterio ha vivido y ha cre- siglo XX13.
cido en los recuerdos. Y vuelve a ve-
nir en muchos instantes y en formas Aún así, Hernández va más allá,
inesperadas. Ahora recuerdo a una porque privilegia la independencia de
de las longevas, la que salía a hacer las cosas, por encima de la narración
visitas. Tenía un agujero grande en un efectista, pirotécnica o rimbombante;
lugar del tul; y cuando venía a casa descubre la sicología de los objetos,

11. “(...) todavía entre los animales y las cosas todo es comunión, en la que usted debe participar; y los niños son
siempre los niños, tristes y felices como usted fue de niño; y si reflexiona sobre su niñez, puede volver a ser
niño, entre los solitarios niños; los adultos no son nada y su dignidad no tiene mérito alguno” (Rainer M. Rilke,
Cartas a un joven poeta, trad. Milagros Moleiro. Caracas: Alfadil Ediciones, 1993, p. 35).
12. HERNÁNDEZ, Felisberto. “Por los tiempos de Clemente Colling”, Obras completas, Montevideo: Arca-Calicanto,
1981, t. 1, p. 67.
13. Al respecto Rafael E. Correa, señala: “Hernández, siguiendo la pauta sentada por los movimientos de vanguardia
de principios de siglo, los cuales intentaron rescatar el sentimiento primitivo del objeto, hace del misterio de las
cosas una característica primordial de toda su obra. Es un misterio que señala la existencia íntima de las cosas,
oculta a la mirada desprevenida, pero que se integra a la habitualidad y el uso que el hombre les da. De tal forma,
los objetos en sus relatos son conocidos, aportan la familiaridad que la admisión en un universo particular del
discurso les confiere” (Lo fantástico en la poética de Felisberto Hernández, tesis, Universidad, New Jersey, 1984,
pp. 29-30).

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los desnuda, hasta hacerlos rebrillar El piano era una buena persona. Yo
por medio de una prosa decantada, un me sentaba cerca de él; con unos po-
poco triste. Su prosa sencilla alcanza cos dedos míos apretaba muchos de
equilibrio ante la opulencia desme- los suyos, ya fueran blancos o negros;
surada del lenguaje; en este sentido, en seguida le salían gotas de sonidos;
y combinando los dedos y los soni-
lo fantástico en sus cuentos debe ser
dos, los dos nos poníamos tristes15.
explicado de acuerdo a la dimensión
subjetiva, medida y mesurada, con la Los objetos tienen una energía im-
que el autor penetra en el mundo de posible de ocultar. Esta familiaridad
las cosas, usando imágenes de insólita con la cual Hernández los reanima,
soberanía. No es apresurado asegurar poniéndolos en escena de una manera
que se trata de una palabra que se habla inesperada, negando paso a paso la
a sí misma: equívoca distancia que reina entre las
cosas y los seres, además de revestir
Tenía que atender muchas cosas que a su narrativa de atisbos fantásticos,
se asaltaban a la vez; pero ya me ha- sirve para traducir la naturaleza privi-
bía empezado a crecer un dolor que legiada de las cosas, desencadenando
no tenía más remedio que atender una trama particular de espacios y
en primer término. Se me hinchaban siluetas que se transparentan. De este
unas inaguantables ganas de llorar. modo, Hernández quizás descubrió
Las apretaba con todas mis fuerzas en la mayor parte de los elementos
mientras me iba cayendo en los oídos, una cualidad de raíz hermética que
en la cara, en la cabeza y por todo el el pensador alemán Walter Benjamín
cuerpo un silencio de pesadilla. De (1892-1940), analizándola en el mundo
todo aquello que era el piano, la lám- moderno, llamó ‘aura’. Para Benjamín,
para y Celina con el lápiz todavía en el aura fue el medio eficaz que le per-
la mano, me llegaba un calor extraño. mitió penetrar el sentido de las cosas
En aquel momento los objetos tenían que yacían protegidas tras las vitrinas
más vida que nosotros14. de los bulevares de las ciudades euro-
peas del siglo XIX: Moscú, Paris, Lon-
La identificación cristalina de las dres; en Hernández, el aura es aquella
cosas característica fundamental depositada
en cada uno de los objetos, gracias a
Indagar en la cosmogonía de las la cual pueden sostener un diálogo de
cosas permite crear una obra de claras voces e imágenes vivas, luego de ser
referencias animistas. Transmutadas observados con furor:
por el conjuro de una palabra precisa,
hospedadas en la edad infantil mien- (El hecho de ver las muñecas en vitri-
nas es muy importante por el vidrio;
tras convulsas se agitan, ellas parecen eso les da cierta cualidad de recuerdo;
protagonizar una ceremonia secreta, al antes, cuando podía ver espejos –
ser contempladas pacientemente en su ahora me hacen mal, pero sería muy
fulgurante teatralidad. El estudio dedi- largo de explicar porqué- me gustaba
cado de los objetos es el tallo subterrá- ver las habitaciones que aparecían en
neo, la pulsión que ciñe esta narrativa: los espejos)16.

14. HERNÁNDEZ, Felisberto. “El caballo perdido”, Obras Completas, t. 2, p. 23.


15. Ibíd. p. 28.
16. HERNÁNDEZ, Felisberto. “Las Hortensias”, Obras Completas, t.2, pp. 197-198. Las cursivas son mías.

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“Aura” o halo es una de las definicio- panecillo, dejándose saborear a la


nes más caras de la filosofía benjami- intemperie, como quien dice, y hasta
niana. Sobre esa idea, el autor alemán la mantequilla responde con ternura
consignó: “¿Pero qué es propiamente el a las audacias de ese pretendiente
aura? Una trama particular de espacio y que ha irrumpido en la alcoba de la
tiempo: irrepetible aparición de una le- doncella. La mano, joven Don Juan,
janía, por cerca que ésta pueda estar”17. no tarda en penetrar en todas las cel-
En consonancia, una lectura cuidadosa das y aposentos, dejando tras de sí un
de su Dirección única (1925), nutre la reguero de frascos y montoncillos de-
concepción que tenía sobre algunos rramados: virginidad que se renueva
objetos (una calle, el guardarropa, un sin quejarse18.
lapicero, y sobre todo, los libros), al Aunque es ajena totalmente a la lite-
describirlos en su reciprocidad, agrade- ratura fantástica, esta bella descripción,
cidos, solidarios, incluso purificadores, cargada de inesperadas asociaciones,
sopesando la lejanía que los separa de perfila a los objetos como medios trans-
los hombres con la cercanía que les misores de contenidos vivenciales. Con
permite conquistar su potencialidad. delicadeza íntima, Benjamín consigue
La forma cuidadosa como Benjamin y expresar un mundo a la vez personal
Hernández se abren paso en el mundo y social, dignificando los objetos que
de los objetos, desde los iluminados cada hombre usa. En otro fragmento,
márgenes de la infancia, compagina el filósofo postula que la frialdad de
la fuerza nominativa de Hernández, y las cosas, su primitivo silencio, es su
las limpias composiciones del filósofo respuesta ante la prolongada indeter-
alemán. Ambos desenvuelven a los minación del hombre:
objetos, los aceptan hasta liberarlos
del campo trivial de la realidad inme- El calor se está yendo de las cosas.
diata. Esto escribe Benjamín en “Niño Los objetos de uso cotidiano rechazan
goloso”: al hombre suave, pero tenazmente. Y
al final éste se ve obligado a realizar
Por la rendija de la despensa, apenas día a día una labor descomunal para
entreabierta, penetra su mano como vencer las resistencias secretas –no
un amante en la noche. Una vez he- sólo las manifiestas- que le oponen
cha a la oscuridad, busca a tientas esos objetos, cuya frialdad tiene él
azúcar o almendras, pasas o confi- que compensar con su propio calor
turas. Y así como el amante abraza a para no helarse al tocarlos, y coger
su amada antes de besarla, también sus púas con una destreza infinita
el tacto tiene aquí una cita con estas para no sangrar al asirlos”19.
golosinas antes de que la boca sabo-
ree su dulzor. ¡Con qué zalamería se De manera parecida, el narrador
entregan la miel, los montoncillos de felisbertiano llega, algunas veces, a
pasas e incluso el arroz a esa mano! distanciarse de las cosas; al mirarlas
¡Qué encuentro tan apasionado el de en su perpetua lejanía, desoladas, ca-
estos dos, libres al fin de la cucha- mufladas entre colores y olores, logra
ra! Agradecida y fogosa, como si la atraparlas con exactitud, movilizando
hubieran raptado de la casa paterna, un lenguaje sencillo que las vuelve a
la mermelada de fresas se rinde sin mostrar cercanas, cohabitando con los

17. BENJAMÍN, Walter. Discursos interrumpidos I, trad. Jesús Aguirre, Taurus, Madrid, 1973, p. 75.
18. BENJAMIN, Walter. Dirección única, trad. Juan J. Del Solar, Alfaguara, Madrid, 1988, pp. 53-54.
19. Ibíd. p. 33.

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humanos el mismo espacio del que circunstancias prodigiosas que rodean


parecen desertar: a gran parte de los objetos involucra-
Hoy encontré a Irene en el mismo dos; siendo las muñecas, los princi-
lugar de su jardín. Pero esta vez me pales objetos sobre los que recae el
esperaba. Apenas se levantó de la si- andamiaje de esta sugestiva narración.
lla casi suelto la risa. La silla en que En el cuento, Horacio, un hombre
estaba sentada la vi absolutamente común y corriente, de pronto se hunde
distinta a la de ayer. Me pareció de lo en la atracción ferviente que siente por
más ridícula y servil. La pobre silla, las muñecas, estratégicamente vestidas
a pesar del respeto y la seriedad que y adornadas en forma ritual, viviendo
me había inspirado el día antes, ahora un dramatismo bufonesco, resguarda-
me resultaba de lo más idiota y servil. das tras las maravillosas vitrinas que
Me parecía que esperaba el momen- arma en su casa. Impulsado por un
to en que una persona una pequeña sentimiento que, poco a poco, se torna
flexión y se sentara. Ella con su forma, enfermizo, dejando sin piso el amor
se subordinaba a una de las maneras conyugal, Horacio oye, o piensa oír, ve
cómodas de descanso y nada más20. o piensa que ve, una serie de activida-
des brotadas de los seres de plástico. La
Rumores significativos de las irrupción de lo fantástico se presenta
hortensias de una forma contundente: “La muñeca
“Las Hortensias” (1949), es uno de estaba vestida de novia y sus ojos abier-
los relatos más comentados de Felis- tos estaban colocados en dirección al
berto Hernández. De su contenido se techo. No se sabía si estaba muerta o si
han podido colegir dos lecturas: una soñaba. Tenía los brazos abiertos; podía
psicoanalítica y otra fantástica. Los ser una actitud de desesperación o de
fuertes elementos eróticos del cuento abandono dichoso”22. “No se sabía si”
(mórbidos, si se quiere), desencade- es una expresión dubitativa que invita
nan una trama recurrente, ligada a la al lector a un ámbito de vacilación,
presencia respetable de unas muñecas propio de los relatos fantásticos, según
capaces de producir en el protagonista lo dicho por Todorov:
un estado de delirio y evidente locura. Lo fantástico es la vacilación expe-
Que las protagonistas sean unas mu- rimentada por un ser que no conoce
ñecas deseantes (Hortensia, Eulalia, más que las leyes naturales, frente a
la negra), atractivas, dotadas de sen- un acontecimiento aparentemente
sualidad y calor postizo, subsume al sobrenatural. (...) Hay un fenómeno
relato en una coordenada de definitiva extraño que puede ser explicado de
raigambre fantástica21. Sin duda, este es dos maneras, por tipos de causas
un relato deliberadamente fantástico, naturales y sobrenaturales. La posi-
porque su autor se ha propuesto desde bilidad de vacilar entre ambas crea el
el principio, alertar al lector sobre las efecto fantástico23.

20. HERNÁNDEZ, Felisberto. “La casa de Irene”, Obras Completas, Arca-Calicanto, Montevideo, 1981, t.1, p. 101.
21. “En tanto que motivo, la muñeca es una variante de uno de los motivos más antiguos y más tradicionales de la
literatura fantástica o de lo extraño: el motivo del substituto antropomorfo del hombre, del humanoide artificial
animado en transgresión a las leyes divinas o naturales” (Jean L. Andreu, “«Las Hortensias» o los equívocos
de la ficción”, en Alain Sicard, Felisberto Hernández ante la crítica actual. Caracas: Monte Ávila, 1977, p. 13).
Sobre el mismo tema, otro clásico de la narrativa latinoamericana es el cuento de Juan José Arreola, “Parábola
del trueque”.
22. HERNÁNDEZ, Felisberto. “Las Hortensias”, p. 180.
23. TODOROV, Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. México: Premiá, 1980, p. 24.

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Este principio de los cuentos fan- Entonces Hortensia, la muñeca


tásticos, se manifiesta sin premura en ornada, convirtiéndose en el objeto
varios momentos de “Las Hortensias”. deseado por Horacio, se desprende de
Si a esto se añade que la escritura fe- su estrecho nicho de quietud, y se sitúa
lisbertiana, huidiza, ambigua, cargada por sí misma, de manera sorpresiva,
de indeterminación, no busca precisar en un mundo exterior a aquel en que
nada más que su propia desarraigo, es los objetos no se mueven ni sienten.
posible afirmar que en “Las Horten- La vacilación se muda en certeza. De
sias”, su autor alcanza a tematizar lo este modo, Hernández representa lo
propiamente fantástico, apuntalando el fantástico discretamente, hasta darle a
relato con unas descripciones que os- la muñeca la motricidad de los seres.
cilan entre lo real y lo irreal: “Después El narrador deja de interesarse por su
miró fijamente la muñeca y le pareció esposa y comienza a desear a su nueva
tener, como otras veces, la sensación y engañosa compañera:
de que ella se movía”24. (…) después de unos instantes se
Después de la vacilación (“Le pa- inclinó ante la desdichada y al be-
reció tener”)25, el narrador comienza a sarla en la frente volvió a sentir una
entrar en un mundo en que lo cotidiano sensación de frescura tan agradable
viene a cargarse de una atmósfera tur- como en la cara de María. Apenas
badora donde la muñeca va a mostrar había separado los labios de la frente
signos humanos. Tal vez es un hecho de ella vio que la muñeca se movía;
esperado por el lector, pero el obvio él se quedó paralizado; ella empezó
enamoramiento entre Horacio y el a irse para un lado cada vez más rá-
juguete de caucho, el duelo de sus mi- pidamente, y cayó al costado de la
radas, demuestra como lo cotidiano es silla; y junto con ella una cuchara y
rebasado por un hecho de naturaleza un tenedor27.
fantástica: El movimiento de la muñeca es un
(…) ella se esforzaba demasiado por acontecimiento que desborda clara-
mirar hacia arriba; hacía movimientos mente el carácter realista e ingenuo de
oscilantes, apenas perceptibles; pero otros momentos de la escritura hernan-
en un instante, en que él sacó los ojos diana. Si bien es un suceso precario,
de la cara para mirarle las manos, ella ayuda a vincular con mayor claridad a
bajó la cabeza de una manera bastante la narrativa de Hernández en el género
pronunciada; él, a su vez, volvió a fantástico, porque no está al margen
levantar rápidamente los ojos hacia la del relato sino que lo estructura, pues
cara de ella; pero la muñeca ya había el movimiento nace de la muñeca, gran
reconquistado su fijeza26. protagonista de este drama intempesti-

24. HERNÁNDEZ, Felisberto. “Las Hortensias”, p. 182.


25. La necesidad de la “vacilación” como instrumento operativo de los relatos fantásticos, es un recurso citado por
J.L Borges en el prólogo de Elogio de la sombra. Aunque Borges no se refiere en forma específica a la escritura del
género, sus palabras pueden ser interpretadas como una reflexión velada en torno a este asunto: “El tiempo me ha
enseñado algunas astucias: eludir los sinónimos, que tiene la desventaja de sugerir diferencias imaginarias; eludir
hispanismos, argentinismos, arcaísmos y neologismos; preferir las palabras habituales a las palabras asombrosas;
intercalar en un relato rasgos circunstanciales, exigidos ahora por el lector; simular pequeñas incertidumbres,
ya que si la realidad es precisa la memoria no lo es; narrar los hechos (esto lo aprendí en Kipling y en las sagas
de Islandia) como si no los entendiera del todo” (Elogio de la sombra. Buenos Aires: Emecé, 1ª ed. 1969, 4ª ed.
1976, p. 9).
26. “Las Hortensias”, p. 182.
27. Ibíd. p. 183.

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ESTUDIOS LATINOAMERICANOS

vo. No es un simple hecho sobrenatural ¿No podría haber ocurrido que el


ni real, sino que brota con maestría del habitante del cuerpo de Hortensia
cuerpo de la narración28. hubiera provocado la furia de María,
para que ella deshiciera el cuerpo
Las zonas de indeterminación que de Hortensia y evitara así la proxi-
presenta la narrativa felisbertiana son midad de él, de Horacio? No podía
intencionales, algo que no disminuye el dormir; le parecía que los objetos del
ámbito fantástico de su obra. Hernán- dormitorio eran pequeños fantasmas
dez no pretende agregar nada nuevo que se entendían con el ruido de las
al mundo, más bien, modestamente máquinas30.
busca reivindicar el mundo de los ob-
jetos, detallándolos en su espesura y La carga poética de “Las Horten-
soledad. De ahí que su escritura es tan sias”, también está encaminada a
reforzar su tendencia fantástica. Me
fragmentada como las piernas, la cara,
parece que este lirismo acendrado,
la cabeza de las muñecas flotando sin
no impide que lo fantástico se anule
rumbo en “Las Hortensias”. A partir de
o desvanezca. Comprometido con la
lo fragmentado, su escritura se torna en
gravedad del lenguaje, en Hernández,
artefacto complejo donde lo fantástico
la palabra poética, de por sí subversi-
sirve para reflejar un universo de ob-
va, vacilante, justifica ampliamente la
jetos que se buscan, que se celebran:
dinámica del texto, y da cabida a que
“Me gustaría que compusieran escenas los objetos puedan ejercer prácticas
en mis vitrinas con brazos y piernas concretas, dialogando vivazmente con
sueltas; por ejemplo: un brazo encima el entorno. Cuando María huye de
de un espejo, una pierna que sale de Horacio, descubre el encantamiento
debajo de una cama, o algo así”29. de la poesía; pero la palabra-objeto se
Las muñecas, aparte de determinar sale del libro, vuela, en una apropiada
el universo delirante de Horacio, con- metonimia para ejemplificar su libertad
viven solidariamente con el resto de y compañía, y el enorme poder que la
las cosas. En este punto, es indiscuti- poesía es capaz de evocar:
ble el carácter sociológico del cuento, “María fue serenamente a despedir
sugiriendo la armonía reinante entre al chofer y le encargó que le pidiera
las cosas, en oposición a la desunión dinero a Horacio y que si él le pregun-
afectiva, a la falsedad sentimental, im- taba por ella, le dijera, como cosa de
pregnada en la pareja María-Horacio. él, que ella se paseaba entre árboles
Las cosas vuelcan su mueca hospitala- con un libro en la mano (...) Después
ria, ante las fantásticas interpelaciones ella fue a sentarse bajo un árbol con
del protagonista. En efecto, el relato el libro de hule; de él se levantaban
mismo comienza a hundirse en el caos, poemas que se esparcían por el pai-
y a una sazonada dosis de cordura, el saje como si los formaran de nuevo
protagonista empieza a pensar enfer- las copas de los árboles y movieran,
mizamente: lentamente, las nubes”31.

28. “Desde otra perspectiva, lo fantástico se define por la ruptura tanto de lo cotidiano como de lo sobrenatural. Por
su antinomia, la bipolarización razón/creencia, fe/escepticismo despliega una realidad mezclada de irrealidad.
Las economías de lo natural y de lo sobrenatural son igualmente cuestionadas. El relato fantástico vulnera el
principio de no-contradicción; en él algo es y al mismo tiempo es o no es” (Oscar Hahn, El cuento fantástico
hispanoamericano en el siglo XIX. México: Premiá, 1982, p. 19).
29. “Las Hortensias”, p. 209.
30. Ibíd. p. 211.
31. Ibíd. pp. 217-218.

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Finalmente, el relato se hunde en su obra literaria, puede decirse que las


escenas de una poblada tristeza. La sillas, las ventanas, las fundas, los árbo-
locura es triste, y Horacio se pierde en les, las piedras, tienen rostro. Algunos
las entretelas del delirio, vanamente de esos objetos parecen actuar desde un
acompañado de visiones fantasmales, mundo de percepciones humanizadas,
inconexas. Entonces, y como cierre ya no provienen exclusivamente de un
de este relato ambicioso, aparecen espacio sometido a leyes mecánicas,
nuevamente los objetos, superpues- sino que buscan y consiguen, a veces,
tos, galopantes, fragmentados. “Las relacionarse con los humanos por me-
Hortensias” cumplen con el itinerario dio de un enorme esfuerzo de personi-
del género fantástico, pues a un hecho ficación, característica que Hernández
cotidiano (unos juguetes fríos, vacíos), ha logrado usando imágenes plásticas,
se interponen otros extraordinarios, y poéticas, opuestas a la irregular manera
de esa aparente insensibilidad, pasan con la que tradicionalmente han sido
a involucrarse en la narración, pose- tratados.
sionándose de las emociones de los
humanos: Horacio y María. Una vez Para reconocer el valor de sus rela-
más, Hernández construye aquí un tos dentro del género fantástico, debe
texto impreciso, difícil de interpretar, entenderse forzosamente la manera
donde lo fantástico se acumula prodi- cómo lo cotidiano es subvertido, avan-
giosamente en la presentación nítida zando a la vez en la dirección indicada
de los objetos, alzados de su mutismo, por los objetos vitalizados. El esfuerzo
destinados por medio de una escritura absorbente que supone la invención
sencilla, a ser los nuevos protagonistas de nuevas formas narrativas, condujo
de la realidad: a Hernández a explorar en la silueta de
las cosas. Esta profunda innovación,
Después vino otra pierna seguida de
la mano con su brazo; se perseguían
basada en la escritura de la cosas, ha
y se juntaban lentamente como fieras provocado que su narrativa sea sosla-
aburridas entre una jaula. Horacio yada y tenida por ‘naif’. Sin embargo,
quedó un rato distraído viendo todas cada frase estilística de Hernández,
las combinaciones que se producían además de la inquietud que produce,
entre los miembros sueltos, hasta que da una buena perspectiva acerca de la
llegaron, juntos, los dedos de un pie forma elevada y reposada con la que el
y de una mano; de pronto la pierna autor enfrentaba su oficio.
empezó a enderezarse y a tomar la
Entendido lo fantástico como una
actitud vulgar de apoyarse sobre el
pie; esto desilusionó a Horacio32.
visión estética que desdobla la realidad,
si es pertinente aplicar esta categoría
de análisis a los relatos de Hernán-
CONCLUSIÓN dez. Efectivamente, “Las Hortensias”,
El interés de Felisberto Hernández no esta alejado de esta proposición.
por la escritura de relatos pertenecien- Cuando las muñecas intervienen, ya
tes, en menor o mayor medida, al géne- de manera activa, deseante, o como
ro fantástico, expresa la disponibilidad simple referencia textual, empieza la
permanente del autor uruguayo por evocación, el proceso de madurez,
darle un nuevo sentido a los objetos. En que termina con el estado patológico

32. Ibíd. p. 232.

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del protagonista, acunado por la pre-


dilección erótica hacia los objetos. Es
probable que la irrupción de esta rela-
ción por lo menos extraña, relatada con
imágenes que tienden al delirio, más la
declaración de las emociones y de los
movimientos dormidos de las muñecas,
incline el relato hacia lo fantástico,
afanosamente buscado por Hernández
en la veneración de lo sencillo.

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