Está en la página 1de 3

SOMOS RESPONSABLES DEL CUIDADO DE LA CASA

COMUN
El valor de la naturaleza como proveedora de recursos para el sostenimiento de la vida
humana es parte integral de todos los regímenes económicos a través de los cuales se
ha organizado la existencia del hombre: aun cuando la actividad económica de las
sociedades estaba reducida a la mera producción de auto sostenimiento, con un
intercambio nulo o reducido, los frutos de la tierra y los animales eran el origen de la
cadena de producción.
La relación establecida entre el ser humano y la naturaleza comenzaba a derivar
desde un vínculo asociado a la supervivencia del primero, que requería tanto del
aprovechamiento como del cuidado de la segunda, hacia una relación marcada por la
superioridad del hombre sobre lo que se percibía como “limitaciones” que su entorno
imponía a sus capacidades. René Descartes (1596-1650) consideró que los animales
eran “máquinas” apropiables por el ser humano en tanto carecían de alma.
Al hombre le toca descubrir su lugar en el mundo para que el encargo recibido de Dios
−cuidar de la Creación−, pueda realizarlo para gloria de Dios, para el bien de la
Creación, de la naturaleza, para su propio bien, y para el bien de todas las demás
criaturas. El hombre no está solo en esta ingente tarea humana y divina. Cuenta con la
colaboración de todos los demás seres humanos. Cada uno a su manera, de forma
irrepetible, realiza la tarea de cuidar de la creación. Nunca somos un número perdido
en medio de una multitud. Si no apreciamos el valor de cada persona, jamás
llevaremos a cabo el cuidado de la creación:
“No se puede prescindir de la humanidad. No habrá una nueva relación con la
naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología.
Cuando la persona humana es considerada sólo un ser más entre otros, que procede
de los juegos del azar o de un determinismo físico, «se corre el riesgo de que
disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad» (…) No puede exigirse
al ser humano un compromiso con respecto al mundo si no se reconocen y valoran al
mismo tiempo sus capacidades peculiares de conocimiento, voluntad, libertad y
responsabilidad”.
En cualquier planteamiento sobre una ecología integral, que no excluya al ser humano,
es indispensable incorporar el valor del trabajo, tan sabiamente desarrollado por san
Juan Pablo II en su encíclica Laboren exercens. Recordemos que, según el relato
bíblico de la creación, Dios colocó al ser humano en el jardín recién creado no sólo
para preservar lo existente (cuidar), sino para trabajar sobre ello de manera que
produzca frutos (labrar). Así, los obreros y artesanos «aseguran la creación eterna».
En realidad, la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es
la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios
para ayudar a brotar las potencialidades que él mismo colocó en las cosas: «Dios puso
en la tierra medicinas y el hombre prudente no las desprecia».
El hombre goza así en su tarea de cuidador de la naturaleza, de la creación:
“El trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios. (…) Al haber sido
asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no
sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad
santificable y santificadora (…) El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena
al amor (…) El trabajo es así oración, acción de gracias, porque nos sabemos
colocados por Dios en la Tierra, amados por Él, herederos de sus promesas” .El
hombre cuida de la Creación, colabora con Dios, trabajando y amando; amando y
trabajando.
Nuestra casa compartida—un bien común— pertenece a todos y fue creada para
todos. El bien común es la totalidad de las condiciones sociales que nos permiten
tener acceso a los recursos y servicios necesarios para tener una vida digna. El Papa
Francisco amplía la noción del bien común hábilmente al incluir a toda la creación, al
igual que a las generaciones futuras.
El Papa Francisco utiliza el término de “ecología integral” para expresar cómo hemos
de vivir en relación armoniosa con nuestro prójimo y con la creación. Él recurre a la
enseñanza de San Juan Pablo II, quien proclamó que “todo desarrollo que sea digno
de este nombre deberá ser integral, es decir, deberá estar orientado al verdadero bien
de toda persona y de la persona completa.
Para vivir la ecología integral con alegría y autenticidad, hemos sido llamados a
reconocer el carácter de nuestra existencia que se relaciona entre sí—sus
dimensiones ambientales, económicas, sociales y culturales—y preocuparnos por todo
lo que Dios ha creado.
El Papa Francisco nombró a la casa común al planeta Tierra, y a todo o que nos
rodea. Nuestra actitud para con el medio ambiente y nuestra casa común debe ser de
cuidado, respeto y armonía.
Por ello toda esto acido creado para nosotros por ello debemos cuidarlo yo en mi
familia y en mi comunidad las acciones que hacemos para el cuidado de nuestra casa
común son las siguientes:

 Cambiar nuestro proveedor de energía las grandes empresas eléctricas no son


las únicas proveedoras de electricidad;
 Reducir nuestro consumo de agua: tengamos en cuenta que el agua es un bien
escaso
 En nuestra alimentación apostar por o a productos de temporada y de
cercanía: no consumamos en invierno sandias traídas de Sudáfrica, en verano
saben mejor
 No tiremos todo, recordemos las tres erres: reduce, recicla reutiliza.
 Las bolsas de plástico que no dan en la compra no son una buena opción:
recuperemos el carrito de la compra.
 Cierra la llave del agua mientras te enjabonas, bañas o lavas tus dientes
 Revista tus instalaciones hidrosanitarias para detectar fugas. Una gota por
segundo puede convertirse en una cubeta de 30 litros al final del día
 Recoge el agua fría que sale mientras esperas la calienta al bañarte. Después
ocupa esta agua para otra tarea del hogar
 Reutiliza el agua enjabonada de la lavadora o cocina para los escusados.
 Compra productos con empaque sencillo, así generas menos basura
 Adquiere productos de limpieza con etiquetas que indiquen ser materiales
biodegradables
 Separa correctamente tus residuos para optimizar el proceso de reciclaje.
 Reduce tus compras. El consumo responsable además de ayudar al medio
ambiente, ayuda a tu economía.
 Reutiliza tus residuos antes de tirarlos a la basura. Pon a prueba tu creatividad
y descubre que usos le puedes dar a los diferentes artículos

También podría gustarte