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EL BORRADOR 2
Sergio Cortés
PRÓLOGO
Yo comí porotos con longanizas en la casa de Nicanor Parra, junto a él. En serio.
Me puedo adjudicar el título de que conocí su mesa y conocí su humor negro.
Trabajé en la ampliación de su casa en Las Cruces, junto a mi tío. Don Nicanor
era confianzudo, hay que decirlo. Desde el primer día se burló de mí por ser
flacuchento, es por esto que me bautizó como el “Perro gitano”.
— Perro gitano, te falta ñeque, dái pena — Perro gitano, deja de pegarte combos en
la guata, ya pasó la pubertad, te estái re secando como charqui.
Poco a poco me era menos tolerable, y le advirtí a mi tío que un día le iba a
responder al viejo, pero este me retó, que no fuera hueón, que nos estaba dando
pega y que, por lo demás, había que respetarlo, porque era “Nicanor Parra”.
Apenas se asomó al patio comenzó a gritarme, mientras yo, estaba como a cuatro
metros de altura trabajando en el techo. Mi tío movió su cabeza como diciéndome:
“has caso”. Bajé.
— ¿Qué quiere?
— Perro gitano, anda a la vuelta y me comprái unas longanizas. Vamos a comer
porotos, así que traete una tres y a la vuelta almorzamos, todos juntos.
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El Borrador II
Puta que le gustaba hablar de las longanizas de Las Cruces, porque según él, la
señora “no sé cuánto” hacía las mejores de Chile, incluso les ganaba en sabor
a las de Chillán.
— Ya hombre ¿Pah que te molestas? ¿Has visto alguna vez un gato de circo, acaso?
– me preguntó.
— No… creo que no.
— ¡Bueno, yo sí! ¡Jajajajaja!
Me comí hasta la mitad del plato de porotos, porque la rabia me impidió seguir
tragando por el nudo que se formó en mi estómago. Me levanté de la silla y
fui a laburar, callado, esperando que la jornada terminase, con la única idea de
renunciar. Ya no me era agradable el anti poeta.
El día avanzó y el reloj marcó las seis. Agarré mi mochila y caminé hacia la salida
sin despedirme de nadie, pero este viejo desgraciado me volvió a llamar.
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Prólogo
— ¡Mañana yo no vengo a trabajar donde este viejo culiao, me huevea todo el día,
me tiene pah la paipa!
— Ya cabro chico, si es talla no más. En la constru son peores, Don Nicanor no
te ha dicho nada tan ofensivo, aprende a comértela no más, no seas un hueón
grave. Date la vuelta y anda a ver que quiere, mejor.
Moví la cabeza, lamentando tener que enfrentar una vez más a este tipo.
No le iba a decir la verdad poh, si el viejo me caía mal, no le encontraba ningún brillo.
Muchos pensarían que estar con Nicanor Parra era sinónimo de convivir con un
sujeto serio, que conversaba de literatura, filosofía, de la vida… que se yo. Pero no,
el hombre era bueno pal hueveo, le gustaba reírse de la gente como yo.
Así que, por temor a ofenderlo, y no mostrarme como un pendejo sin respeto, puse esto:
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El Borrador II
Al otro día le llevé aquella hoja, que ya para ese entonces se encontraba completamente
arrugada, manchada y con borrones por no saber que anotar. Se la entregué. Pero
para mi sorpresa, la leyó en voz alta, en mi presencia y en la de mi tío.
Me tenía avinagrado el caballero. Al final del día, me pasó una nueva hoja y partí.
No solo tenía que aguantarlo en la pega, tampoco quería salir de mi cabeza. Me
puse a hacer borradores en otro cuaderno y repetía varias frases como “fome”
“sobervio”, que tampoco alcanzaban a demostrar lo que realmente sentía por él.
Y cuando fui a pasar al limpio, nuevamente me acobardé. Le dí varias vueltas al
asunto y decidí, esta vez, sonar simpático, pero informado, así que investigué un
poco de su carrera por la Internet, y en base a eso podría anotar algo mas adecuado.
Encontré a toda la familia Parra en Google, y lo primero que apareció fue su
hermana Violeta (que también debo decir que sé muy poco). Y lo que encontré
en Wikipedia respecto a Nicanor era la “anti poesía”. No entendía ni weas, si con
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Prólogo
cuea sabía lo que era un poema, menos un anti – poema. Salía algo de que “dos
panes” o algo así. Un dibujo de un papel tirando otro papel, y cosas que para mi
eran puras leseras.
Esa noche me creí a mi mismo que los Parra era una familia sobrevalorada, hasta
me pasé el rollo que habían hecho un pacto con el diablo, porque no me explicaba
tanta fama. Los encontré pencas, fomes, latosos, aburridos.
Lo vi gritar con la boca ensangrentada esa noche, en mis sueños… o más bien, en
mis pesadillas.
Comenzó a ensañarse conmigo, creo que por haber fallado por segunda vez. Ese
día no me dejó en paz.
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El Borrador II
¡¿Te culió un perro?! — ¡No serví pah nah chiquillo leso, andái todo el día con el
celular! — ¡Ven! — ¡Sale de acá! – ¡Tu generación es una peste! — ¡¿Sabí cuánto
es dos más dos, o no?!
Era un mar de mal tratos. El viejo me dejó chato… no me la pude aguantar más.
— Escriba.
Mi tío terminó de trabajar, solo, luego este entró a la casa para ir a buscarme,
pero Don Nicanor lo echó. Me quedaban palabras y frases por decir, necesitaba
más papel y Don Nicanor arrancó unas veinte más de aquel cuaderno, las
cuales dejó sobre la mesa.
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Prólogo
Se hizo tarde, la luna se hizo presente y él seguía allí, inmóvil, solo lo acompañaba
esa cañita que llenaba a cada rato del botellón de Merlot.
Pasaron horas y horas, y nunca acababa. Se hizo la madrugada y las velas se hicieron
presentes en aquel living, me iluminaban aquellas llamitas que daban sombra a
Don Nicanor mientras se mecía en su silla, observándome, esperándome… aquel
escenario se transformó en algo acogedor… pero oscuro.
— “Pienso que usted es raro ¿Pero sabe qué? Ya no le tengo rabia, creo que solo fue
momentáneo, de hecho, creo que odio a otros de verdad, con usted se me hace
imposible ocupar esa palabra “odio”, pah eso hay que trabajar mucho, como lo
hizo mi papá, bueno pah tomar el viejo, ese… bueno pah tomar. Cuando llegaba
a la casa, curáo, mi mamá lloraba harto, era pesáo, tenía la costumbre de ir a
despertarme pah decirme cosas ¡Puta que soy maricón cabro culiao, todos los
viejos van con sus hijos a la cancha y voh no vai porque no te gusta la pelota, no sé
a quién saliste! Y yo me hacía el dormido, pero le sentía el tufo, hediondo a vómito
de cerveza cantinera, el hedor de sus entrañas en mi cara, ese olor de la guata,
ese mismo. Después, se iba adonde mi mamá y los escuchaba discutir. Ella le
tiraba sus garabatos, y este le respondía peor, que por qué no lo dejaba tranquilo,
que se sacaba la cresta en la casa por unas monedas, que tenía derecho a salir.
Pero mi mamá le cargaba, porque no se podía la raja, escuchaba como después
forcejeaban y finalmente solo se sentían los gritos de caballero. Al rato, había un
silencio, se alcanzaba a sentir un murmullo, como que hablaban despacio… y lo
peor venía al ratito… el movimiento de la cama, que chocaba en la pared que daba
con mi pieza, pah… pah… pah… y después más rápido… pah… pah… pah… ¡Pah,
pah, pah, pah, pah, pah, pah, pah… papapapapapapapapa! Y los quejidos de mi
mamá, se le sentían el ahogo del llanto, a veces alcanzaba a percibir la agitación
placentera de mi taita por estar culiando. Me daba asco. Al final no podía
dormir… y si lo lograba, me volvían a despertar en la madrugada con sus gritos.
A ese sí que lo odio ¿Sabe qué? ¡No sé porque le digo caballero! ¡Es un culiao, un
viejo re conchesumadre! ¡Viejo perro culiao! A usted no lo puedo odiar, Nicanor,
no puedo. No soy capaz de odiar más, ya he odiado mucho. Estoy trancáo”
Me sequé las lágrimas y seguí escribiendo, toda la noche, hasta las siete de la mañana.
Don Nicanor se había quedado dormido en la silla, y despertó al salir el sol en la
mañana. Se levantó y me servió un té con pan tostado. Cuando ya eran las ocho,
me di cuenta que tenía que seguir trabajando en la ampliación de su casa.
— No te preocupes, Perro gitano, otro día siguen con eso. Yo hablo con tu tío
cuando llegue, escribe lo que tengas que escribir, no importa cuánto demores.
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El Borrador II
Solo me detenía para comer, mear, cagar, bañarme y salir a respirar un rato la
brisa marina, desde su patio, al lado de este hombre. No hablábamos nada, cuando
intentaba hacerlo se anticipaba:
— ¿Cómo vas?
— Bien, creo ¿Se lo leo?
— No. Aun no me interesa.
Desde el living de la casa observaba a Don Nicanor, al lado de uno de sus árboles,
mirando las olas reventar, luego yo agachaba la cabeza y me concentraba. Noche,
tras noches, velas tras velas, Nicanores tras Nicanores… y así.
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Prólogo
Pasaron meses, y me sentía drogado. La casa no era una casa, era un cohete,
Nicanor era una estatua, el mar era lava, la brisa dejó de ser salada y la saboreaba
dulce como la miel, mis hojas eran negras y la tinta de mi pluma blanca… y yo, ya
no sabía quién era.
— Perro Gitano, no te he visto escribiendo desde hace rato. Creo que ya es hora.
— No, Don Nicanor, aun no termino.
El grito fue tan fuerte, que el viejo abrió los ojos y se dio un respiro antes de
hablarme nuevamente.
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El Borrador II
— Chesumare.
— Perro gitano, párate y anda a lavarte la cara, estás amarillo. Te voy a servir
un jugo.
— Que vergüenza, Don Nicanor. Mejor me voy pah mi casa.
— Espera, tranquilo, si nadie te está echando ¿A ver? Déjame ver que escribiste.
No recordaba que había anotado, supuse que solo leseras, le entregué los papeles
y los leyó para sí mismo.
Se sentó en aquel sillón y leía en voz baja. A veces hacía una pausa y me miraba,
luego volvía a lo suyo. Se fue con los papeles al patio, y caminaba en círculos.
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Prólogo
Salí sin entender nada, di mis primeros pasos por la arena. Me fui pensando que
había hecho, y me detuve. Algo ocurrió, y no sabía qué. Me devolví, corriendo,
entré, a la mala.
— ¡Don Nicanor! ¡Me va a tener que decir que fue lo que escribí!
Puse las hojas y observé sus manchas sucias, negras y oscuras como la noche.
Leí el primer párrafo de aquella última parte y mi nariz sangró. El verano llegaba marchito.
Don Nicanor desvanecía y se transformaba en piedra. Entre más alzaba la voz todo
se ennegrecía y el olor a azufre pentraba los pulmones.
El sol chocaba con la luna y las trompetas sonaban en el cielo. El apocalipsis había llegado.
El mar se convirtió en sal, la casa se fue abajo junto con las rocas.
Papeles malditos, borrador escrito con sangre de mi boca. Libro negro, hechizo
de bruja barata. Vuela por este camino de pájaro molido. Fiesta de ratas, velorio
de gatos. Respira en la apnea, asfixia en el fuego, acompaña al cordero. Los niños
mueren, los ancianos nacen. Río de fábulas, calle sin perros, río de arena. Gato de
circo, perro gitano.
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EL NIÑO DE AL FRENTE
Hace dos meses, defendí en un juicio a una chiquita de 10 años. Su padrastro había
abusado de ella, y no saben la impotencia que sentí cuando lo dieron por inocente. La
pequeña lloraba, y él reía mientras salía del juzgado a vista y paciencia de todo el mundo.
Me fui a casa, con una pena enorme, tanto así que lo primero que hice fue abrazar
a mi hija de cuatro años. Apenas le hablé a mi señora, no quería tocar el tema, me
encerré en la oficina que tenía en el segundo piso.
Era obvio, el cabro estaba pasando por algo similar a lo de la niña que no pude
rescatar de aquel monstruo.
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El Borrador II
Le respondí de vuelta que lo iba a ayudar, que era abogado y podía contar conmigo.
Me informó que vivía solo con su padrastro alcohólico, ya que su madre había
muerto hace dos años.
El Michael a veces no tenía ni para comer. Yo le hacía uno que otro sándwich,
cruzaba la calle y me los recibía en la puerta. Me fui encariñando sin darme cuenta.
Hablábamos seguido por chat y nos hacíamos señas por la ventana del segundo piso.
Su padrastro no estaba, así que escondido tomé nota de lo que le ocurría. Sentí que
tenía una nueva oportunidad con la justicia. Lo lamentable, es que esa especie de
sanación momenténea no duró por mucho tiempo. Mi señora me llemó triste que
viera la televisión. No pude creerlo, la pequeña, la que no pude defender había sido
encontrada muerta por violación… por su padre.
Dos noches después escuché nuevamente gritos que venían de al frente, mi señora
me dijo que no fuera a auxiliar a nadie, y que mejor llamara a los pacos. Pero mi
duda en ese momento, aún siendo abogado, era que la justicia no iba a hacer nada
que realmente ayudase, así que decidí terminar con esto de raíz. Crucé la calle,
golpeé la puerta, y cuando este tipo abrió le saqué la cresta, sin pensarlo, mi señora
gritaba que lo dejara tranquilo porque realmente me estaba ensañando. Lo solté y
grité que ya sabía todo, amenacé con meterlo preso si se volvía a acercar al niño.
Discutí con mi esposa en casa, sobre todo cuando le planteé que cuidáramos al
muchacho por unos días, pero se negó tajantemente.
— Te quiero – me escribió
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El niño de al frente
Ya estaba convencido, comenzaría con todos los trámites legales para salvarlo.
Lo hacía por él, y también por mí, quería redimirme de alguna forma. Quizás
antes no fui lo suficientemente convincente para salvar a la pequeña. Esta era mi
última oportunidad. Antes de acostarme le escribía mensajes de apoyo, quería que
se sintiera respaldado.
— Gracias – respondí.
Cuando vio mi respuesta, hizo algo que me levantó de la silla. Era él, completamente
desnudo en una foto. Cresta. Cerré la puerta de la oficina y le dije que no fuera
leso, que como se le ocurría mandarme eso. Me preguntó si no me gustaba la
imagen, le respondí que no, por supuesto. Lo reté y no me contestó. Borré la foto,
y casi de manera inmediata reaccioné ¿Qué estaba haciendo hablando con un niño
menor de edad que apenas conozco?
No, no era una buena idea. Sentí una extraña culpa e incluso vergüenza, que
claramente no debían pertenecerme. Ante esa situación decidí eliminar todas las
conversaciones anteriores. Pese a la angustia que me había generado, traté no ser
agresivo con él, después de todo era solo un muchacho, abusado, con el cual me
había comprometido a ayudar:
— Disculpa, no quería hacerte sentir mal, pero esto no está bien ¿Entiendes que no
corresponde mandar una foto así a alguien? Imagínate que yo fuese otra persona.
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El Borrador II
No supe de él por días, y decidí finalmente no hacer los trámites para defender al
muchacho, lo mejor era alejarse, completamente.
Tenía varios mensajes de este pendejo, se los leía, pero no se los respondía…
pero hubo uno que me dejó perplejo: Se trataba de un pantallazo en la que yo le
había escrito “Te quiero”. Había editado la conversación dejando solo frases como
“No estás solo, me tienes a mi” “He pensado mucho en ti”. Me estaba mostrando
como si yo tuviese un interés enfermo hacia él, y yo no tenía pruebas que lo
contradijeran, pues había borrado todas las conversaciones antiguas. Miré por la
ventana y estaba con un cartel:
Dudé si bloquearlo en las redes, no sabía si tenerlo lejos o cerca, ignoraba que era
peor. Tenía terror a que me acusase de algo que yo no hacía.
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El niño de al frente
Abrí el computador y le escribí que me las iba a pagar, pero él tenía coraje, me envió
una solicitud de webcam, lo pensé un rato, acepté, después de todo no quedarían
registros de una conversación por ese medio, creo. Y ahí estaba, desnudo, yo le
ordené que se vistiera, pero no me hacía caso. Me obligó a decirle te amo, varias
veces y yo siempre me negué. Hasta que me dio un ultimátum.
Ya todo había pasado, mi niña dormía con nosotros, pero yo no cerraba una
pestaña, me preguntaba a mi mismo si el pendejo había sido capaz de cumplir su
amenaza. Me aseguré de que mi familia no despertase y me levanté, fui hasta mi
oficina, abrí el monitor, y desde la cámara se veía tirado encima de su cama, con
los ojos abiertos, directo hacia mí, ensangrentado, en ese instante no sabría cómo
explicar lo que sentí, fue de todo, primero pensé que era mentira, quizás era un
montaje, también sentí relajo, a la vez culpa, no entendía nada.
— ¡Está muerto!
— ¡Acosador! ¡Pedófilo! ¡Todo el mundo va a saber lo que hiciste! ¡Por eso tanto
interés en mi hijo, asqueroso!
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El Borrador II
Me puse el abrigo, bajé al primer piso, busqué varias bolsas, me las coloque en mis
pies descalzos, y en mis manos… tomé un cuchillo, y salí. Llovía, fuerte. Me pasé
por su patio, y descubrí una puerta abierta en la parte de atrás, entré. Estaba todo
desordenado, se sentía el olor húmedo de la casa sin limpiar. Subí, sigilosamente,
y de inmediato di con la habitación del pendejo, y ahí estaba, muerto encima de la
cama. Me acerqué a él y sorpresivamente, salió este tipo por la espalda, me botó,
pero jamás solté el cuchillo, ambos forcejeamos, él estaba un tanto ebrio, como
siempre, así que fue más fácil, lo di vuelta y se lo enterré en el pecho, una, dos,
tres… perdí la cuenta de las veces que le perforé el tórax, las últimas puñaladas se
las daba a un simple cadáver, a esas alturas ya era innecesario seguir. Actué rápido.
Tomé el cuchillo con el que se había suicidado el niño y volví apuñalar al viejo,
pero esta vez con las huellas del pendejo, con esto, la policía diría que se defendió
de este acosador, y al asesinarlo, producto del miedo sencillamente se suicidó, por
supuesto. Bajé, crucé la calle. El abrigo y las bolsas las mojé en la tina de mi baño
para sacar las manchas de sangre, luego las dejé en mi patio, atrás, al otro día
tendría que quemarlas cuando mi esposa saliese de casa. Subí a mi pieza, pero
antes de llegar ahí, sucedió algo inesperado.
— ¡Eres un asesino!
Ella estaba en mi oficina, mi mujer, mirando todo lo que yo había hecho por la
webcam de la computadora. Le conté todo en ese instante, lo del acoso que yo
había sufrido, pero no me creyó nada, exclamaba alterada que no me acercara
a nuestra hija. Le quise mostrar mis últimas conversaciones, pero ella tomó el
celular para llamar a carabineros. Le volví a rogar, pero no me escuchaba. Me
lancé sobre ella e intenté evitar que diese aviso, trató de tirarme el pelo… pero
yo la estrangulé, lentamente, mientras mordía la rabia, y el color de su rostro
oscurecía. Dejó de hacer fuerza, su lucha cesó, la vista daba directo hacia la nada, y
así quedó. La miré, volví en sí, y me tapé la cara.
De pronto, escuché una voz que dijo mi nombre, miré hacia mí alrededor, no sabía
desde donde provenía, y lo descubrí.
Me apuntaba desde la webcam. Me asomé por la ventana, y allí estaba, con una
sonrisa plena en su rostro, junto a una carcajada que cruzaba toda la calle.
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NEW WOMAN SYSTEM
Mi nombre es Patricia Castro y fui abusada durante treinta años por mi marido,
hizo lo que quiso conmigo, y jamás le importaron los niños. Aguanté durante
mucho tiempo por temor, pero un día dije “NO MÁS” Pero esto no hubiese sido
gracias al programa New Woman System, donde te ofrece una vida de placer y
alegría. Contáctate con nosotras y al fin podrás conocer la felicidad, no tengas
miedo. Llama al 800 800 5346 y di ¡NO MÁS!
Soy Emilia Schuster, de la Dehesa, créanme que los abusos no tienen ni color,
ni estatus económico, acá debemos caber todas, sé bienvenida a New Woman
System y nunca más sentirás miedo. Di ¡NO MÁS!
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El Borrador II
— ¿Aló?
— Usted se ha comunicado con New Woman System ¿En que la podemos ayudar?
— Necesito que me ayuden, mi marido me tiene encerrada en la pieza.
— ¿Cuál es su nombre?
— Inés.
— ¿Nos podría dar la dirección de donde se encuentra?
— No me la sé.
— No se preocupe señora Inés, a través de su llamada la hemos ubicado. Usted se
encuentra en la calle Andrés Bello 258, comuna de Limache.
— ¿Acá también hay New Woman System?
— Por supuesto, trabajamos desde Arica a Punta Arenas, las 24 horas del día.
Le informamos que el costo del servicio es de 100 mil pesos mensuales IVA
incluido, los cuales aumentará de manera progresiva durante los meses.
— Bueno, acepto.
— ¿Cancelará a través de transferencia o efectivo?
— Transferencia.
— ¡¿Inés Conchetumare, a quién chucha estái llamando?!
— ¡Apúrese por favor, está vuelto loco!
— ¿Cuál es el nombre de su marido?
— José Santibáñez Urrejola.
— ¿Él tiene alguna demanda anterior por abuso?
— Si, si… apúrese por favor.
— Efectivamente, nos aparece en el sistema una denuncia por violencia familiar
registrado el 3 de noviembre del año pasado. Con este registro procederemos a
ejecutar el servicio.
— ¡Inés! ¡Abre la puerta, mierda!
— ¡Ya pues! ¡Háganlo rápido!
— No se preocupe, el servicio tardará exactamente 30 segundos.
— ¡Tengo miedo!
— Tranquila, el servicio es cien por ciento efectivo.
— ¡Maraca culiá! ¡Te voy a matar!
— 15 segundos para la activación del servicio.
— ¡Ay no! ¡Entró a la pieza!
— ¡¿Así que llamando a los pacos de nuevo?!
— ¡No, amor, no me hagas nada, te juro que no llamaba a carabineros!
— 5 segundos para la activación del servicio.
— ¡No! ¡No! ¡No me peguí!
— 3 – 2 – 1 Servicio Activado.
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New woman system
— ¿José? ¿José?
—…
— ¿José? ¿Estás bien?
— ¿Inés? ¿Amor?
— ¿Estás enojado?
— ¿Enojado, por qué?
— No… por nada.
— Que estás linda ¿Cuándo te teñiste el pelo?
— Ayer.
— Te queda bonito.
— ¿En serio?
— Si… ¡Ay!
— ¿Qué pasa?
— Me duele un poco la cabeza.
— ¿Te traigo agüita?
— No, yo me lo sirvo, usted quédese sentadita, puedo solo.
— Desde ese día te juro que no me ha vuelto a tocar, es otro hombre.
Fue así como la Inés y varias mujeres más dejaron de sentir miedo, fue increíble
lo que hacía ese sistema. El dicho “Nos están matando” se fue repitiendo cada vez
menos. Pero si bien, New Woman System funcionaba, muchas personas estaban
en contra de su existencia.
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El Borrador II
Así fue como New Woman System no solo se impuso como marca, sino también
como una nueva forma de vida para muchas mujeres.
El Ramiro siempre fue atento, mi relación nunca fue parecida a la de Inés, que vivía
siendo golpeada y que no le quedaba otra que pagar mes a mes para poder tener
una buena relación. Claro, teníamos nuestros altos y bajos como toda convivencia.
Siempre me sacaba una sonrisa, íbamos a todos lados juntos. Pasamos comiendo
fideos con salsa en un principio, casi todos los días, o arroz con huevo, andábamos
pobres. Pero siempre felices. Cuando el Ramiro encontró pega la situación mejoró.
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New woman system
— ¿Qué pasa? ¿Por qué me pones esa cara? ¿No querí? Ya, Paola. No importa,
tampoco te quiero presionar…
— Dame un beso – lo interrumpí.
— ¿Eso es un sí?
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El Borrador II
— ¿Adónde andabas?
— Fui a jugar a la pelota.
— No te creo.
— Ya poh Pao ¿Qué te pasa?
— Voh andái con otra hueona. En eso andabas.
— ¿Y de dónde sacaste eso?
— Como ya no puedo hacer que seas papá, entonces te buscaste otra, así de simple.
— Siéntate y conversemos, porque te veo estresada, andái con mil rollos en tu
cabeza, para un poco.
No estaba con mis sentidos, la situación me fue embargando cada vez más, hasta
que un día exploté.
— ¿Ramiro?
— ¿Ah?
— Estaba pensando en que quizás era mejor que me fuera, me da la sensación de
que ya no me querí.
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New woman system
Nos acostamos esa noche y lo volvimos a hacer. Así pasó un mes, intentamos todo
lo que nos dijo el médico.
— Amor, hay casos en que las mujeres quedan embarazadas, incluso con este tipo
de pronósticos.
— No, Ramiro, ¿No escuchaste, acaso?
— ¡Si, escuché! Mira, tengo ahorros, podemos gastarlo en otras vías, yo tengo fe
de que esto podemos hacerlo de otra forma, por último adoptamos ¿Qué tanto?
— Quiero dormir.
— Pao…
— Déjame sola un rato, quiero descansar.
Por supuesto que esto afectó a la relación. Cuando todo empeoró, fue cuando el
Ramiro tuve que irse de viaje por pega, me volví loca.
— ¡Aló!
— Hola, amor ¿En que está?
— Estoy viendo tu Instagram ¿Me podí decir quien chucha es la Tania?
— Tania… no me suena.
— ¿No te suena? Es una hueona que a todas tus fotos le coloca corazones.
— ¡Ahh! Es una amiga.
— ¿Amiga? Yo conozco a tus amigas y nunca había escuchado a ninguna Tania
en mi vida.
— O sea, es amiga porque éramos vecinos de la población cuando pendejos, pero
eso.
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El Borrador II
— ¿Y te gusta?
— Nah que ver, si nos agregamos porque no nos veíamos hace caleta, de hecho ella
vive en el sur.
— Quiero que la elimines.
— Ya ¿Pah que te vai en esa?
— Elimínala hueón, no quiero que la tengas. Yo sé cómo son las minas, así
empiezan. Haciéndose la hueona, comentándote todo, y después viene el joteo.
— Paola, si ella tiene pololo, hasta un hijo con él.
— ¡Maraca poh! ¡Con pololo y guagua te jotea!
— Ya, mejor hablamos después, te estái poniendo cuática.
— ¿O sea que no la vas a eliminar?
— No.
— ¡¿Ah no?! ¡Entonces terminamos, no te quiero ver acá en el departamento! ¡¿Me
escuchaste?! ¡Quédate con la Tania!
— ¡Que hueviai!
— ¡¿Me estái diciendo garabatos, imbécil?!
— Ya… chao.
— Ramiro.
—…
— ¡Ramiro!
Lo volví a llamar pero me desviaba las llamadas, tenía mierda acumulada, así que
busqué a la famosa Tania y le escribí por interno.
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New woman system
— ¡Cálmate, Paola!
— ¡¿Cómo me voy a calmar si me andái cagando?!
— ¡Nadie te está cagando!
— ¡Entonces muéstrame tu Facebook, muéstrame tus Whatsapp, muéstrame todo!
— No voy a hacer eso.
— ¡Entonces me estás ocultando algo poh! ¡El que nada hace, nada teme!
— Ya ¿Sabí que más? ¡Me cansé, me voy!
— ¡Voh no te vai a ningún lado!
— Yo de verdad me voy.
— ¿Ramiro?
— No, se acabó, esto ya es mucho pah los dos.
Tomó el bolso con la primera pilcha que pilló y se fue. Le mandé mensajes esa
misma noche, diciendo que volviera, que conversáramos de nuevo. Le rogué, no
solo ese día. Estaba desesperada, hasta que un día me volvió a llamar, yo me ilusioné.
33
El Borrador II
cosas, así que déjale las llaves al conserje, avísame cuando no estés, no me
quiero topar contigo.
— ¿Eso es lo que de verdad querí hacer?
— Si, Paola.
— … Bueno.
— Está bien, tú vas a salir de acá con tus cosas, pero te juro que vas a volver.
— ¿Ah, sí? ¿Y cómo?
— Ya vai a ver.
— ¿Carabineros?
— Si, buenas tardes.
— Quiero hacer una denuncia a Ramiro Rojas Basualto, tengo su rut y todo.
— ¿A qué se debe su denuncia?
— Me pegó.
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New woman system
Tenía los ahorros por el tema del intento de embarazo y los ocupé, para el bien de
nuestra relación.
— ¿Aló?
— Usted se ha comunicado con New Woman System ¿En qué la podemos ayudar?
— Se trata de mi pareja. Él me pegó y quiero que cambie conmigo.
— ¿Cuál es el nombre de él?
— Ramiro Rojas Basualto.
— ¿Usted está en una urgencia en este instante?
— No.
— Entonces deme un momento por favor, necesito revisar a esta persona en el
sistema
— Okey, la espero.
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El Borrador II
podrá mirar a otra mujer con el más mínimo deseo. Cualquiera de las tres tiene
un valor 100 mil pesos adicionales IVA incluido, puestos en su boleta mensual.
Pero debe tener en cuenta que estos servicios adicionales se recargarán una hora
después del servicio básico ¿Desea alguno de esto, señorita Paola?
— Si… quiero los tres.
— ¿Transferencia a cuenta, o con efectivo en alguna de nuestras sucursales?
— Transferencia.
— ¡Perfecto! Entonces procederemos a ejecutar el programa sobre el señor Ramiro.
¿Alguna otra consulta?
— No, eso es todo.
— Muy bien, que disfrute a su pareja. Muchas gracias por llamar a New Woman
System.
Me senté y esperé. Prometo que pasó esa hora exacta cuando sonó mi teléfono.
— ¿Aló?
— ¿Paola?
— ¿Si? ¿Ramiro?
— ¿Dónde estás?
— En el departamento.
— Te extraño.
No podía creerlo.
— Te extraño mucho mi vida, no puedo estar sin ti. Voy para allá ahora.
— Paola, perdón.
— Tranquilo, ya está todo bien.
— Abrázame, mi amor.
Fue increíble, no pensé jamás que pudiera a hacer tantas cosas en la cama. Quedé
muerta, me fui muchas veces esa noche.
36
New woman system
Cuando desperté, tenía el desayuno en mi cama y notas en las paredes que decían
mi nombre.
− ¿Ramiro?
— ¿Dígame, mi amor?
— ¿Me dejas revisas tu Facebook?
— Si, toma mi celular, la clave es PAOLA23.
— ¿Es mi nombre?
— Si… y tu edad.
Revisé su mensajería, vi la conversación que tuvo con Tania, existía mucho cariño
entre ellos, pero si lo pensaba fríamente no era nada grave. Aun así, la eliminé.
Me acerqué a él y le avisé.
Y así fue.
37
El Borrador II
Cuando llegó fin de mes, volví a cancelar la boleta. 400 mil pesos mensuales IVA
incluido, era bastante caro, pero valía la pena. Yo por supuesto, sin un pelo de
tonta dejé que fuese a trabajar y lo hacía perfecto, porque yo se lo decía.
Así fuimos pagando la boleta, eso sí, vivíamos con lo justo, pero lo tenía conmigo,
eso era lo más importante.
Pero un día recibí un llamado que me dejó marcada, y pensando por mucho tiempo.
— ¿Paola?
— ¡Inés! ¡Hueona! ¡¿Cómo estái?! ¡Tanto tiempo! ¿A qué se debe tu llamado?
— ¡Es urgente!
— ¿Qué pasa? ¿Por qué esa voz?
— Necesito que me prestí cien lucas.
— ¿Y pah que sería? ¿Onda si se puede saber?
— Al José le queda un rato más de activación, y no tengo para pagar de nuevo.
— Pucha, amiga… ahora no tengo, he estado gastando mucha plata este
último tiempo.
— ¡Por la cresta!
— Ya, pero relaja, si en una de esas podí estar sin pagar unos días, si no creo que
se vuelva loco al tiro.
— Hueona. ¿No has visto la tele acaso?
— No ¿Qué cosa?
— Que si no cancelas a tiempo, se vuelven peor a cómo eran antes. Han encontrado
a un par de mujeres muertas que no tenían como pagar, a una la encontraron
decapitada en el río, y a otra la quemaron viva.
— Chucha, Inés ¿Y si lo dejái solo y te vai donde tu mamá? Aprovecha de arrancar
ahora que está tranquilo.
— Hueona, si sabe dónde vive mi mamá, sabe dónde vives tú también, no tengo
donde chucha más ir con los niños ¡Me va a matar!
— Ya… Yo te consigo la plata, deja que llegue el Ramiro y…
— ¡No! ¡No! ¡Por favor, no!
— ¡¿Inés?! ¡Inés!
— ¡Nooo!
— ¡Inés! ¡Aló!
38
New woman system
Debía sentirme feliz, lo sé, era lo que siempre quise, pero no pude evitar preguntar
cuanto le había costado esa joya.
Conchesumadre.
39
El Borrador II
— ¡Por la cresta!
— ¡Perdóname mi vida! ¡Perdona! ¡Soy una mierda! ¡No te mereces a alguien como yo!
— ¿Aló?
— Le recordamos que su boleta de New Woman System se cancelará en 2 horas,
que consisten en…
Cuando vi que quedaban 30 minutos sentí miedo. Sabía que se pondría peor, pero
no sabía a qué grado. José siempre fue violento con Inés, y cuando se le terminó
la activación se convirtió en un psicópata. Ramiro siempre fue pacífico, tenía la
esperanza que no se convirtiera en alguien tan loco como el otro tipo, pensé en
que me agarraría a garabatos, a lo más una cachetada.
Solo quedaban 5 minutos y el tiempo era eterno. Puse un mueble en la puerta por
afuera y un par de sillas, no quería encontrarme con un monstruo. Me senté y
simplemente esperé.
Pero no contestaba.
40
New woman system
Quizás se había quedado dormido, y había que esperar un poco más. Me empezó a
doler el estómago, me volví a sentar…
— ¿Paola?
— ¡Ramiro! ¡Mi amor! ¡¿Estás bien?!
—…
— Amorcito, no me has dicho nada.
— Me duele la cabeza.
— Ya ¿Pero eso no más?
—…
— ¿No estás molesto?
—…
— ¿Estás enojado, Ramiro?
— No ¿Por qué estaría enojado?
— No sé poh, dime tú.
— No sé qué pasa, pero quiero salir, necesito un poco de aire.
— Ya, vas a salir, pero en un ratito más… ahora quiero que esperes un poquito
¿Bueno?
— ¿Qué onda Paola? ¿Qué es todo esto?
— Nada, es que te quedaste encerrado porque se echó a perder la chapa, así que
tengo que llamar a un cerrajero.
— ¿Y cómo pasó eso?
— Ay, no sé. De tontos no más.
— Ya, apúrate que quiero salir.
— ¿Ramiro?
— ¿Paola?
— Abre por adentro, ya logré arreglar el asunto – le dije.
41
El Borrador II
— No.
— ¿Paola?
— ¿Qué?
— Siéntate aquí, a mi lado – me ordenó.
— ¿A tú lado?
— Sí.
— ¿Estás seguro?
— Sí, quiero que conversemos.
— ¿De qué quieres hablar? Te puedo contestar desde aquí.
— ¿Tienes miedo? – me preguntó.
— No, no tengo miedo.
— ¿Entonces?
— Es que estoy bien así, me duele un poco la espalda, he estado sentada toda el día,
quiero estar parada.
— Bueno, entonces dejémoslo así.
— ¿Y qué me quieres decir?
— Es que me estaba acordando de cuando empezamos la relación. ¿Te acordái?
— Si poh, si me acuerdo.
— Siempre me gustaste, no te lo había dicho, pero ya te había visto varias veces,
antes de hablar por primera vez en la disco.
— ¿En serio?
— Sí. La primera vez que nos dimos el beso estabas pasado a copete, pero me dio
lo mismo.
— Si no hubiese sido por eso, quizás yo no hubiese atinado a nada.
— ¿En serio?
42
New woman system
Vi cuando agachó su cabeza, se veía cansado y me fui acercando a él, poco a poco.
Fui levantando mi brazo a medida que avanzaba, hasta que llegué a su cabeza y le
acaricié el pelo, me detuve ahí un poco.
Lloré y lloré en sus brazos. Sentía que lo había recuperado, de que ya no sería falta
ningún tipo de sistema.
— Hazme un té – me pidió.
— Bueno, yo sé lo hago.
— Si ¿Aló?
— ¡El servicio básico de New Woman System ha sido finalizado! ¡Gracias por
ocupar New Woman System!
Mierda.
— ¡Paola Conchetumare!
43
El Borrador II
Lo recordé todo, como fui tan tonta, los servicios adicionales se activaban una
hora después, solo se había desactivado la función básica. Esta vez sí que su
personalidad cambiaría por completo.
— ¡Amor! ¡Soy yo! ¡El amor de tu vida! ¡No me hagas nada, por favor!
— ¡¿Así que manejándome mierda?! ¡Te voy a partir en siete!
— ¡No! ¡Por favor no! ¡Dios mío, ayúdame!
Solté la puerta y me fui directo a un cuchillo cocinero que estaba cerca del
refrigerador, y se lo levanté.
— ¡No te acerques, Ramiro! ¡No te acerques! ¡Si te acercas un poco, te prometo que
te lo entierro!
Y levantó su mirada hacia mí, directo a mis ojos, y volvió a transformar ese
rostro en odio.
— Un día, cuando estés de lo mejor, cuando ya creas que todo está bien, cuando
quizás estés con otro hueón, cuando ya no sepas de mí, voy a aparecer, porque
día a día este odio hacia ti irá creciendo. Así que ya sabí, te voy a matar un día,
Paola. Te voy a matar… ahora yo me voy.
— Si, eso, ándate.
— Me voy… chaito… adiosito…. me voy. Pero recuérdame que estaré por ahí
mirándote. Puede ser mañana, pasado mañana, en una semana, en un mes ¿O
por qué no hoy?
— ¡Ándate, conchetumare!
— Ya… sin gritar. Chao. Besitos.
Cerré la puerta de entrada del departamento con llave. No pude dormir nada esa
noche, vivía encerrada pensando en que quizás estaba allá afuera, por ahí.
44
New woman system
Sabía que a medida que pasaba los días los efectos adversos eran peores. Quizás él,
entraría al departamento sin pensarlo, rompiendo la puerta, porque no podría más
de su odio. Pensé llamar a carabineros, pero finalmente tomé otra determinación.
— Usted habla con New Woman System, ¿En qué podemos servirle?
— Necesito el plan básico, sin costos adicionales. Su nombre es Ramiro Rojas Basualto.
45
PEDRITO Y EL LOBO
Pedrito era un niño mentiroso, le encantaba reírse de la gente con sus bromas.
Siempre pedía auxilio, que un lobo se lo quería comer. Los pobladores fueron de
inmediato en su auxilio, pero cuando llegaron a la quebrada se encontraron con Pedrito,
muerto de la risa.
Todos molestos se marcharon al darse cuenta que era una de sus tantas pesadeces. La
madre en tanto, le explicó que era malo decir mentiras, pero Pedrito jamás le hizo caso.
La gente nuevamente corrió hacia el lugar. Pero esta vez, al ver que Pedrito no dejaba
de reírse de ellos, le dieron una advertencia.
— El día que te ocurra algo de verdad, nosotros no estaremos allí para ayudarte…
no te lo mereces, por mentiroso.
Pero un día, cuando nadie ya le creía a Pedrito, este se dirigió a la quebrada por
tercera vez.
47
El Borrador II
Antes de gritar, se imaginó aquella escenas, con todas las personas allí mirándolo
molesto, y él, en el suelo a carcajadas.
— ¡Auxilio! ¡Socorro!
Pedrito estuvo allí, por horas, esperando a que los demás llegasen… pero eso finalmente
no sucedió.
Llegó hasta su morada, Pedrito golpeó la puerta, varias veces, esperando que alguien le
abriese. Pese a su insistencia, nadie salió.
Al fin se escuchó la chapa de la puerta moverse y Pedrito movió sus manos, desesperado
por entrar y sentarse a tomar la choca.
— ¿Si? ¿Diga?
Era una joven de unos veinte años. Estaba vestida con una ropa extraña.
48
Pedrito y el lobo
El chiquillo sin entender que ocurría, vio a una mujer salir de allí.
— ¿Qué pasa?
— Mamá, parece que él anda perdido, dice que vive aquí.
— ¡Ya! ¡Entendí! ¡Ustedes me están haciendo una broma! ¡Jajajaja! ¡Es una
venganza! – exclamó Pedrito.
— ¿No sé de qué estás hablando, niño?
— ¡Dígale a mi mamá que salga! ¡Mamá, por un momento me la creí! ¡Les salió
buena! ¡Pero ya entendí todo! ¡Quiero entrar, tengo hambre!
Pedrito, sin pedir permiso entró corriendo, pero grande fue su sorpresa.
Esto ya había dejado de ser gracioso, si se trataba de una broma, pues era
extraordinariamente buena. En un par de horas todo había cambiado.
Los uniformados llegaron a la llamada de aquella dama, e interrogaron al niño.
— ¿Cuál es su nombre?
— Pedrito… quiero a mi mami.
49
El Borrador II
— Hijo, buscamos a su madre… pero no nos figura en ningún lado el nombre que
nos dio de ella.
— Pregúntenle a la gente del pueblo, si los vecinos me conocen.
— Hijo, nadie de allí logró identificarlo. Si de acá a un par de días no viene por
usted, lo más probable que la jueza lo envíe a un hogar de niños.
Los dos niños se hicieron muy amigos. Juntos imaginaban que estaban en el
espacio luchando contra extraterrestres, o que eran soldados batallando en una
guerra. Hasta que de un porrazo todo se terminó:
Era un invierno lluvioso y solitario. Los demás niños eran malos con él, siempre
lo golpeaban o le hacían cosas horrorosas que ningún ser humano debiese vivir.
Y así pasaron los años, nadie lo adoptó. Pedrito empezó a crecer y a crecer en un
mundo que no lograba entender.
50
Pedrito y el lobo
Cuando fue mayor de edad, era hora de salir de aquel hogar de menores. Tenía que
enfrentar una realidad peor: La calle.
Asustado bajo este nuevo mundo desconocido, lo primero que pensó fue en ir a
buscar a su amigo. Lo último que supo de él, fue que se había marchado a Santiago.
Así que tomó un bus y fue en su búsqueda… pero al tiempo, se enteró de una
noticia espantosa.
Al abrir el periódico, buscó entre todos los nombres, y allí estaba el de Bernardito.
Al parecer, el otro pequeño jamás había salido de aquel hogar, así como tantos otros.
Pedrito, dieciocho años, no tenía ninguna experiencia laboral y por tanto nadie
lo aceptaba.
Sufría de hambre y rabia, y por esto último, entró a un supermercado y robó. Sacó
cajitas de leche con chocolate y un par de galletas. Salió de aquel negocio sin que el
guardia lo viese y empezó a comer en una esquina, como un mendigo cualquiera.
Era una joven muy linda que había pasado por su lado.
51
El Borrador II
Ella mostró una botella que tenía escondida en su chaqueta. Al parecer, la había
conseguido bajo las mismas artimañas que había usado Pedrito en el supermercado.
— No me gusta la cerveza.
— Cobarde, gallina. Toma un poco, conmigo.
Pedrito tenía mucha sed. Conocía la cerveza, pues en el hogar de acogida más de
una vez había probado, a escondidas, por supuesto.
Pero no quiso quedar en menos. Así que tomó la botella y tragó un gran sorbo, con
el que conocería su primer amor, Nora.
Ella era una joven perdida, sin rumbo alguno, sola, como él. Nora vivía en una
casa, con jóvenes kaskivanos, tan representativos como la vida que llevaban.
Caminaron detrás de ese tipo, y Nora, de manera muy rápida y ágil abrió aquel
bolso, retrando de esta una billetera.
Al parecer, era cosa de semanas para que Pedrito tomara aquellas costumbres.
— ¿Cuánto sacaste?
— 20 mil ¿Y tú?
— ¡30, te gané!
Con esos 50 mil que juntaron, fueron a comprar más cervezas y se marcharon a
la playa de Cartagena. Pedrito, con dos botellas quedó como saco de papas en la
arena junto a Nora, ebrios.
— Norita… yo te amo.
— Yo también, Pedrito ¿Sabes lo que me gusta de ti?
— ¿Qué?
— Que pareces un niño de cuentos.
Se besaron, toda esa noche, y ella se desnudó, cerca de los roqueríos, donde
nadie los veía.
52
Pedrito y el lobo
Ambos, viajaron por el país, se fueron hasta el sur, sobreviviendo como podían
en las calles.
— Pedrito, tengo un sueño, y quiero que estés conmigo cuando eso suceda.
— ¿Y cuál es tu sueño?
— Seré millonaria… ambos lo seremos. Y nos iremos a recorrer el mundo, juntos.
— Pedrito, esa casa es de un tipo con mucho dinero. Entremos y sacamos todo lo
que tiene.
— Pero Nora, es peligroso. Es mejor así como estamos ¿Para qué más?
— Pero piénsalo, si logramos traer lo necesario, no tendremos que robar nunca
más.
Pedrito aceptó, pero en el fondo nunca quiso, siempre tuvo una mala espina.
Ambos, encapuchados, llegaron hasta una habitación.
Lo que habían encontrado pesaba demasiado, aquella dificultad hizo que bajaran la
escalera de una manera bastante torpe.
Soltaron la caja y Nora en vez de escapar, se fue como un perro encima del
dueño de casa.
53
El Borrador II
El hombre sacó una pistola. Pedrito al ver el arma salió rápido por la ventana,
esperó un par de segundos esperando a que ella saliese detrás de él.
Se escuchó el disparo.
Pedrito quedó en shock, no supo que hacer: Si entrar por Nora, o salir corriendo.
Se escondió muy cerca de aquella casa.
Lo que vio después fue más triste de lo que se pudo imaginar. Llegó una patrulla
de policías y una ambulancia. Nora se había ido, para siempre.
Pedrito robaba claveles en una florería y se las llevaba a un cementerio roñoso. Se
sentaba todos los días allí, llorando, y culpándola.
A veces se dormía allí, y soñaba con aquella niña recorriendo Europa, cumpliendo
todo lo que ella le había dicho, felices. Pero al despertar aterrizaba y se daba cuenta
de que la realidad era cruda… y había que seguir.
Pasaron los años, y Pedrito sobrevivía como le había enseñado su amada. Pero
ya estaba viejo, no estaba para eso, así que se cansó de seguir como delincuente y
buscó empleo, nuevamente, como lo hizo alguna vez en su ya olvidada juventud.
Fue difícil, pero lo logró.
Entró a una escuela, como junior de aseo. Allí veía jugar a los niños, y a los
profesores haciendo clases. Cuando terminaba la jornada, observaba a los padres
como iban por sus hijos, y esto le recordaba a su madre, de la cual, ya no había
registro de su rostro en su mente.
Una mañana, como tantas en el colegio, pasó por afuera de una sala de clases y escuchó:
Se trataba de una parvularia, de unos 50 años, que les leía el cuento de Pedrito y
el Lobo a sus pequeños.
Ya era domingo, en la escuela no había nadie, y Pedrito entró con una de las llaves
que robó en la inspección, se encerró en una sala y comenzó a llorar.
54
Pedrito y el lobo
La soledad lo consumía, muchas veces pensó en huir de esta vida, pero no se sentía
con la valentía de hacerlo. Pero solo bastó con cuatro tragos de vodka barato y un
par de latas de cerveza. Tomó una soga y la colgó en el techo. Se subió arriba de
una de las mesas, y contó hasta tres.
La misma parvularia que había escuchado relatando el cuento a sus alumnos, entró
al lugar por unas cosas que había olvidado. Ella de inmediato atinó a socorrerlo…
y este, cayó al piso, ebrio.
En la noche despertó.
— ¡¿Dónde estoy?!
— Tranquilo, descansaste todo lo que tenías que descansar. Ya puedes levantarte,
vamos a comer algo.
— ¿Dónde vas?
— No se preocupe, usted ya hizo suficiente, no quiero seguir molestando.
— ¡Tonto! Quédate, no me incomodas. Puedes estar acá hasta cuando gustes.
Pedrito se quedó allí, por varios días. Este, vio que en el baño de aquella casa había
una gotera y la reparó, luego observó que las paredes exteriores se encontraban
rayadas, las pintó… y así. Necesitaba pagar de alguna forma ese buen recibimiento.
Y aquel trabajo se convirtió en costumbre, y la costumbre se convirtió en compañía.
55
El Borrador II
— ¡Salgan de acá!
Desesperada jaló el gatillo. Pero la bala no dio con ninguno de los tipos, y uno de
estos se abalanzó sobre ella.
56
Pedrito y el lobo
— ¡Con mis niños, no! ¡Por favor! ¡Mátenme a mí si quieren, pero a los niños no!
— ¿Y su marido?
— Muerto, no sé adónde lo habrán tirado. Esos hombres me quitaron todo. Desde
ese día estoy muerta.
Pedrito, por un momento pensó en contar una historia falsa, así como solía
hacerlo aquel “niño mentiroso”, pero no lo creyó justo, su amiga le había contado
su pasado más triste, y él, se sintió con la obligación de retribuirla con la verdad.
Sabía que no era fácil. Su vida, era un cuento mágico y triste.
— Pedrito, te escucho.
— Un día, salí de mi casa, y desde una quebrada grité que un lobo me quería
comer. Luego, la gente del pueblo me fue a ver y se dieron cuenta que era todo
una mentira. Mi mamá me advertía que no hiciera eso, que era malo engañar a
las personas. Pero no me cansaba y lo hice otra vez… y por tercera.
— Pedrito…
— Cuando volví a casa, vi a una señora que no conocía, mi madre no estaba.
— ¡Pedro!
—…
57
El Borrador II
No le creyeron, como siempre, tal cual como le ocurría en el pueblo, eso, lo hizo
sonreír, porque le recordó su niñez.
Y así, pasaron vario años más, la señora Clara estaba más viejita y apenas se
podía levantar.
Él ya tenía setenta años, sabía qué todo le sería más difícil. Si bien, aún conservaba
el trabajo del colegio, ya no soportaría aquella soledad. Así, Pedrito se fue detrás
de su pasado, tal como se lo había dicho la señora Clara.
Llegó hasta una ciudad, y la cruzó completa a pie, y en la carretera levantó su dedo,
esperando a que alguien se dignara a llevarle.
Aquel hombre lo acercó hasta dónde más pudo, demoraron dos días y cuando
llegaron, este no pudo creerlo.
58
Pedrito y el lobo
Pedrito caminó, y muchas de las casas yacían destruidas, y la suya, no era más que
escombros de madera.
De pronto, llegó una niebla, muy pesada, que no dejaba ver nada. Sin nunca
soltar su libro, dio mil vueltas en el lugar. Empezó a sentir frío, y recordó el
camino hacia la quebrada.
En algún espacio que dejó la niebla, logró ver el lugar, donde antiguamente hacía
sus bromas. Avanzó hasta allí, bajó, y se recostó. Cerró los ojos, junto con su libro
en el pecho. Pedrito sonrío, el solo pensar que se iría de aquel mundo injusto lo
hacía feliz. El mejor final de ese cuento, para él, era ni más ni menos que la muerte.
Sintió frío, y hambre, por varios días… y su cuerpo no resistió más el ayuno.
Abrió los ojos, en medio de lo que no entendía, se levantó, y vio un antiguo mundo,
aquel muy parecido al de su pasado. Al ascender la quebrada, se reencontró con los
mismos colores, aromas, y su gente enfandada por lo mentiroso que era con ellos.
Se alegró, demasiado. Se aproximó hasta su casa, y su madre le abrió.
Ella lo abrazó, porque las madres siempre perdonan a los hijos, estos, sean como sean.
59
El Borrador II
Los niños fueron corriendo, esperando a que fuese él… pero no.
— ¡Mamá, te buscan!
— ¿Quién?
— No sé… dice que trae algo para ti.
— Hola, señora.
— Hola ¿Qué necesita mi niño, en qué lo puedo ayudar?
— Tome, esto es suyo.
— Oye ¿Y de dónde sacaste esto? Este libro me lo había regalado mi padre, hace
años, es el mismo, lo reconozco por el rallón de la primera hoja.
— Es importante que lo lea. Que le vaya bien, señora ¡Adiós!
El niño se marchó corriendo, y ella, sin entender, entró hasta su casa, se sentó en
su sillón, abrió el libro, y en la segunda página se encontró con una sorpresa que
cambiaría su vida para siempre:
“Clara, hoy es 14 de octubre, y el lobo llegará hasta tu puerta. Debes salir con tus
hijos, lo más rápido posible. Tu amigo que te ama, Pedrito”
60
LA LLORONA
A medida que iba creciendo la guatita, mi mamá tenía esos cambios de humor normales
del embarazo, donde a veces pateaba la perra o lagrimeaba por cualquier tontera.
63
El Borrador II
— ¡¿Y cuál es tu nombre?! ¡Perra maraca! ¡Puta re culiá! ¡Los voy a matar!
Se tiró al suelo a gritar, preocupada le pregunté con voz de niña que es lo que
estaba sucediendo.
— ¡No! ¡Ay no, Dios mío! ¡Por favor, que sea mentira! ¡Ay no, por favor no! – era un
llanto desconsolado, daba miedo, era una pena amarga, ácida, de muerte, a veces no
le salía ni la voz, repetía siempre las mismas frases y ese “no” de alma desgarrada.
— ¿Mamá, que le pasa? Pucha mamá, no llore así.
Noté que se tomaba el vientre y apretaba los dientes. Agarré el teléfono y llamé
al hospital, me respondieron que llegaría una ambulancia de inmediato, sin
embargo, vivíamos en una zona rural de La Ligua llamado Longotoma, estábamos
a kilómetros del centro médico, más difícil aún era pedir auxilio a los vecinos,
aquellos más cercanos vivían cruzando el puente del río que se encontraba justo
al final del bosque.
Mi abuela ese día se fue de compras para la Amanda a La Calera… ya no sabía que
cresta hacer.
— ¡Ay, me duele!
— ¡Mamá, pucha oh! — exclamé
— ¡Ay! ¡Va a nacer! ¡No quiero! – gritó.
Saqué un cojín del sillón y se la puse en su cabeza para que dejara de golpearse
contra el piso.
Actué instintivamente, mi mamá andaba con un vestido, así que le corrí la falda y le bajé
el calzón… ahí me quedé… que llegara mi hermana.
64
La llorona
Ella no tenía aliento, cuando la Amanda estaba prácticamente afuera, puse mis manos
para recibirla en un lugar que ya para ese entonces parecía un matadero.
A mi mamá se le dilataron las pupilas, con un rostro estirado, con la boca abierta,
defecada por la fuerza, acostada en su sangre.
Con una tijera corté llorando el cordón umbilical, demoré un montón por la falta de
filo, pero las separé… para siempre.
Estuve una hora con la Amanda y el cuerpo de mi mamá. Mi papá viajó en avión de
urgencia de Calama, llegó en la noche al hospital. Recuerdo que cuando supo la noticia
no dijo nada, se sentó y comenzó a comerse las uñas, parpadeaba mucho, hablaba solo,
movía los dedos de las manos y agitaba la pierna derecha. Me abrazaba a cada rato y me
besaba la frente, tenía los ojos brillantes de pena.
El funeral fue a los dos días, no llegó mucha gente al entierro, la familia cercana y una
que otra señora del pueblo. Mi padre se quedó con permiso del trabajo para estar con
nosotros un par de semanas, mi abuela paterna ayudaba en todo, ella se hacía cargo
de los quehaceres de la casa, pero la pega era pesada, es por esto que contrató a una
empleada que vivía en el pueblo, yo nunca la había visto, tenía unos cuarenta años,
su nombre, Eugenia, era un amor, por el cariño pasó a ser simplemente la “Gena”. La
mayor razón por la que la llevaron a casa era por su leche, según ella, tenía un crío de
dos años que jamás conocí y aún le daba teta, así, también se encargaba de amamantar
a la Amanda. Me contaba historias antes de dormirme, le gustaba asustarme con sus
leyendas, Longotoma tiene eso, mucho cuento, mucho mito, pero le creía, sus ojos
notaban verdad, no había mentira en su tono de voz. La que más le gustaba relatar era
la del “Diablo con el caballo de los dientes de oro”. Su padre le contó que alguna vez, que
él se cayó con su mula a un acantilado, quedó muy herido y sin poder hacer nada,
le oraba a Dios que lo ayudase, pero estaba cada vez peor, la sed, el hambre y el
frío le estaban quitando la vida… pero se negó a morir, miró al cielo y le pidió a
Satanás que lo ayudase. En casi su último suspiro apareció un hombre, montado
en un caballo negro que destacaba por la brillante luz en su dentadura y lo dejó a
los pies del cerro.
65
El Borrador II
— Mamá, Eugenia, hija… les quiero presentar a Lorena, ella es una amiga.
Mi abuela no la miró con buenos ojos, eso se notó de inmediato, y para mí fue un
rechazo total.
— ¡Quiero a mi mamá! – eso fue lo que exclamé mientras lloraba, fue doloroso,
sentí que estaban reemplazándola.
— Hija, no llore, dije que es solo una amiga.
Era evidente que no lo era, podría ser una cabra chica, pero no una idiota.
— ¿Por qué esa pena? Yo solo soy una visita, jamás podría tomar el espacio que
dejó tu madre – me dijo esa mujer, mientras me tomaba las manos.
— ¡¿Pucha Gena, por qué mi papá trae a otra señora?! – le pregunté con impotencia.
— Ya mijita, tranquilita. Esa mujer va a estar un tiempo no mah, en este pueblo
no hay nada, se va aburrir y se va a ir, acuérdese no mah.
Pasaron los diez días de turno de mi padre, le tocaba irse a trabajar a Calama,
todos pensamos que esa tal Lorena lo acompañaría en el bus de regreso al norte,
pero todo resultó como menos lo esperaba. Más terrible fue cuando terminó
quedándose en la habitación matrimonial, para mí, aquella pieza era sagrada,
ninguna otra mujer que no fuese mi madre iba a poder dormir ahí. Fue tanta mi
rabia que entré a la mala mientras ellas dejaba sus cosas encima de la cama.
66
La llorona
Me quedé muda y salí de la pieza, mordiéndome los labios. Aquella mujer venía
con la decisión tomada, quería la casa para ella. Me sentí intimidada, le temí, es por
esto que no le dije a nadie lo que me había pasado.
A la pieza entró Lorena, me vio sola con mi hermana y aprovechó de platicar un poco.
— Si se parece a mí – respondí.
— No. Tampoco se parece a tu papá.
— Entonces se parece a mi mamá.
— ¿Y tan fea era? Porque esta guagua es horrible.
— Tú eres fea.
— ¿Yo? No, soy hermosa, por algo tu papá prefirió quedarse conmigo.
— Pero porque no está mi mamá no mah.
— ¡Dale con tu mamá! Si a esa vieja no la quería.
— ¡Cállate!
— Oye, y cuéntame una cosa… ¿Cómo fue ver a tu mamá ensangrentada,
muriéndose?
— ¡Dije que te calles!
— ¿Sabes qué? Hay algo que nunca te han dicho parece, pero es un secreto a voces…
no, mejor no te lo diré.
67
El Borrador II
— ¿Qué cosa?
— Ya, pero que quede entre nosotras dos ¿Okey? Pasa, que tu papá anda diciendo
que fue tu culpa.
— ¡Mentira!
— Es verdad, de hecho todos lo piensan en la casa, pero no te dicen nada para que
no te sientas tan mal.
Acarició mi pelo, y se marchó. Me dejó teniendo pesadillas, siempre veía esa escena
oscura, con aquel grito de dolor, me reprochaba a mí misma al despertar: “Todo
por mi culpa, no hice nada para que dejara de desangrar”, me repetí mil veces.
Él no dijo una sola palabra al respecto y simplemente se fue con ella. Me acerqué
a mi abuela, picadísima.
Nadie la tragaba, pero ella tenía el respaldo de mi papá, ante eso no había
mucho que hacer.
Recuerdo que un día lo fui a buscar temprano a su habitación, ese día quería que
me acompañara a pasear al perro, pero al encontrar la puerta semi—abierta, los vi
a ambos teniendo relaciones. Incómoda ante la situación me quedé en silencio, aún
así ella me descubrió… sin embargo no dijo nada, me miró sonriente mientras se
meneaba encima de él. Mi padre jamás supo. Creo que esa fue la primera vez que le
sentí miedo, fue algo chocante, extraño.
La Amanda cumplía cinco meses y la tipa aún no se iba y para peor, mandaba a la
Gena como se le antojaba y contradecía en todo a mi abuela.
Una vez vi salir a Lorena de la cocina, esperé que se alejara, puesto que odiaba
68
La llorona
topármela en casa, y fui a hablar con mi viejita que estaba haciendo el almuerzo.
— ¿Qué le pasa?
Llevaba días con lo mismo, fue al hospital de La Ligua, pero la encontraron sana
como un yogurt, quizás solo era un estrés.
Esas noches yo dormía mal, eran pesadillas tras pesadillas, a veces era el rostro de
esa mujer acostada con mi padre, o esa imagen de mi madre ensangrentada.
Seguía su voz, y se oía a más fuerte a medida que me acercaba a la pieza matrimonial.
Abrí la puerta.
Aquella tipa tenías sus tetas al aire, y se tocaba su vagina. No sé cómo, pero
sorprendentemente lograba imitar la voz de mi madre.
69
El Borrador II
Se escuchó un grito desde la cocina. Con la señora Gena nos fuimos corriendo a mirar.
Pero ya era tarde, mi abuela cayó y se azotó la cabeza contra el suelo. Murió ese
día, en la cocina… fue una hemorragia.
Ya no soportaba otra partida, presentía que esa mujer tenía algo que ver con lo
que pasaba, pero no tenía forma de demostrarlo. La enfrenté delante de mi papá.
Mi hermana cumplía ya siete meses de edad, pero el pasar del tiempo no significaba
más que malos augurios. Una noche, apenas acostándome algo me desconcertó
— ¡Auxilio, ayúdenme por favor, mi hijo, por favor, mi hijo, quien se llevó a mi
hijo! ¡Piedad! ¡Devuélvanmelo! ¡Devuélvanmelo!
Era un llanto desgarrador de una mujer. Me recordó a mi madre, con esa pena
negra que transmitía miedo.
Me asomé por la ventana y la vi pasar, tenía el cabello largo hasta el suelo, oscuro
como la noche, vestida de una manta ensangrentada justo en su vientre. Observé
que se acercaba a la casa, en ese momento el terror me inundó por completa.
70
La llorona
— Señor, protege esta casa de los demonios que nos rodean, ilumina a mi niña y
a la Amandita, ellas son tus hijas, no tienen ninguna mancha de pecados, están
limpias, derrama la sangre del cordero sobre ellas y bendícelas.
Tuve tanto rato los ojos cerrados, que terminé quedándome dormida.
— ¡Despierta mi niña!
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El Borrador II
— Ya, tranquilita, acuérdese que no tiene que tener miedo, piense en el Señor no más.
Tenía ganas de orinar, el miedo era hielo que se sentía desde el cuello hacia abajo.
— ¡Llévese a la niña mijita, yo me voy a quedar con esta mujer para que no las
siga! – me ordenó la señora Gena.
— ¡No nos deje solas!
— ¡Váyase!
— ¡Va hacia el bosque! ¡Esa niña con tu bebé van hacia el bosque! – me acusó con
el demonio.
Yo avanzaba lo más rápido posible, lloraba, pasé entre árboles y muchos arbustos,
no se veía nadie cerca para pedir ayuda. Tampoco podía gritar por auxilio, ese
espectro me encontraría.
Finalmente llegué hacia el rio, pero no se podía cruzar, salvo que me devolviese a
tomar el otro camino para aproximarme al puente, pero era mejor olvidar ese plan,
pues la Llorona venía por ese lado… así que solo atiné a esconderme detrás de un árbol.
72
La llorona
La Amanda no se detenía, y se sentía los pasos de aquel monstruo cada vez más
cerca entre esas hojas de otoño.
Era mi padre que venía recién llegado del norte, estaba furioso.
Era una actuación magistral de la tipa, si nunca hubiese sabido que ella estaba
detrás de todo, le hubiese creído.
73
El Borrador II
Lloraba en mi cuarto, sabía que algo malo le había ocurrido a la señora Gena.
Pasaron los días y a pesar de la paliza que me había propinado, no quería que se
fuese a trabajar, no tenía quien me protegiese, me iba a quedar sola con esa mujer,
tenía que evitar a toda costa que se marchara.
— Hija, quería pedirle disculpas por lo del otro día, tiene que saber que a mí
me duele más que a usted cuando la castigo. Pórtese bien, no quiero que nos
llevemos mal.
— Papá, eso no importa, no te vayas, no me dejes sola.
— Pero si se va a quedar con la Lorena.
— Quédese tranquila, yo las voy a cuidar muy bien, vamos a hacer varias cosas,
me vas a querer tarde o temprano – exclamó la tipa.
— ¿Ve hija?
Tenía que escapar rápido de casa, ésta ya no me pertenecía, con mi hermana nos
encontrábamos en peligro. Me encerré con pestillo, envolví a la Amanda y pensé
en salir por el entretecho con ella. Pero increíblemente, el pastillo comenzó a
abrirse por arte de magia, y aquella mujer entró a la habitación.
74
La llorona
Me tomó del pelo y me arrastró por la pieza, me llevó así hasta el living, me sentó
en una silla y me amarró. Dejó una vasija vacía a mi lado, en ese momento no
entendí para qué, pero algo malo se dibujó.
— Voy a invocar a La Llorona, así como lo he hecho últimamente, pero esta vez
será mucho más efectivo, ya no será mi sangre, sino con la tuya.
— ¿Qué te hicimos nosotras? ¡No entiendo nada! ¡¿Por qué no nos dejas tranquilas?!
— Tengo una deuda con la Llorona, desde hace mucho tiempo, ella me otorgó
juventud eterna a cambio de un bebé, y esta familia cumplía con todos los
requisitos: una casa solitaria, un padre idiota e infiel… y una mujer a punto
de dar a luz.
— ¡No! ¡La Amanda, no! ¡Es chiquitita, no le hagas nada!
Me agarró el dedo anular y me raspó con el cuchillo, sentía como me rajaba la carne.
Cuando estaba por cortar todo mi dedo, lo dobló para arrancarlo por completo, se
escuchó el sonido del hueso partiéndose. La sangre la dejó correr en aquella vasija
vacía. El bebé se puso a llorar, como si supiera lo que me hacían.
— ¡Muy bien, con esto será suficiente para que entre la Llorona!
Nombró a Belcebú y al ángel oscuro, que le diera fuerza para atraer la tristeza y
el miedo.
Sentí que estaba dentro de la casa. La Llorona entró al living, con su manta
75
El Borrador II
— ¡Puedes llevártela!
Así fue como aquel demonio se desvaneció, por la muerte de la bruja que la
había invocado.
La señora Gena tomó la vasija con sangre y dijo unas palabras para sí misma, no
entendí lo que decía. Dejé de sentir dolor de inmediato y la herida se cerró.
— ¿Adónde van?
— Voy y vuelvo – me contestó.
— ¿Dónde se la lleva? – insistí.
— Voy y vuelvo.
— Ya poh señora Gena, devuélvase a la casa.
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La llorona
Caminamos tanto por el bosque que la seguí hasta los pies del cerro.
El jinete era un tipo imponente, de cabellera rubia, de ojos claros como el sol, era
hermoso… pero su mirada inspiraba desconfianza, venía en un caballo negro, con
los dientes de oro.
Corrí detrás de ellos lo que más pude, pero los perdí para siempre.
Y hoy, después de muchos años, la busco sigilosa por el bosque, llorando por ella,
con un traje blanco hasta el suelo, aquí, en este pueblo sin vida.
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LUCHITO Y LA 7
Quería verlo contento, así que me levanté temprano y fui a la plaza, esperé que
pasara el carro con el Alexis. Al principio no había mucha gente, pero de a poco
se empezó a llenar. Los más adultos me aforraban codazos. Pero ahí lo alcancé a
ver, con la 7 puesta y acompañado de un megáfono con el que gritaba no sé qué
cosas, porque mis sentidos solo estaban concentrados en obtener una pelota pal
Luchito. Vi que se agachó y se levantó con el primer balón, la lanzó al costado
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El Borrador II
Habré estado unas dos horas, no les miento, lo único que hice fue esperar el
momento justo para entrar. Y se dio, vi al fin salir a los flacuchentos pailones,
caché que iban sin la remera, suponiendo así, que ese niño estaba absolutamente
solo en esa casa. Esperé que se alejaran y me levanté. Me acerqué hasta la puerta,
lamentablemente por la parte frontal no habían ventanas, imposible observar
hacia dentro. Me fui por el patio, con harto cuidado, sin que nadie me viera o
escuchara. La casa no tenía rejas, así que caminé bien piolita, agachado. A medida
que avanzaba, se sentía cada vez más fuerte el olor a meado de gato. El sitio estaba
lleno de escombros de madera y fierros. Observé que tenían unas bolsas de nylon
que reemplazaban las ventanas, y miré bien precavido por los orificios de estas,
lamentando que no se veía a nadie a simple vista.
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Luchito y la 7
Me encontré con una puerta abierta, y cara dura me metí. Sentí un ruido que
provenía de una habitación a mi izquierda, me asomé y me topé con un hombre
durmiendo en el suelo, a raja pelada, roncando profundo, con un olor a copete
que le salían de los poros, a más no poder. Al girar, estaba este cabro, mirándome,
sorprendido. Me intenté calmar y le dije en buena que me devolviera la camiseta,
pero este reaccionó de inmediato, se puso a gritar al taita que había un ladrón, sin
embargo, el otro no despertaba ni con la parada militar encima. Le pedí varias
veces que me entregara la remera, pero me la negaba. Filo, me metí a su pieza, y
caché que la tenía encima de un colchón de plaza que se encontraba tirada en el
piso, justo al lado de una bacinica morada. Decidido fui a recogerla, pero el otro se
lanzó encima de esta… y ahí me entró la rabia. Lo agarré del pelo, me salió bastante
duro el cabrito… me mordió el brazo, como si fuese un perro, yo grité del dolor.
Le metí el dedo en el ojo derecho y poco a poco dejo de apretar con sus dientes,
le aforré dos combos en la frente y se fue al piso. Tomé la camiseta, me marché y
subí a la micro.
Salí de la casa y me puse a correr hasta la playa a vomitar la mugre que tenía en mi
alma, a llenarla de más basura de la que ya tiene. Siempre con la 7 en mis manos.
Lo velamos en la casa y yo no dormí nada. Le puse la camiseta encima del ataúd,
pensando en el consuelo, de que quizás, estaba riendo de lo que yo había logrado.
Al otro día, llegamos todos a la última despedida, a la más terrible: el funeral. Había
un cántico de una señora que me tenía enfermo, que me acuchillaba el corazón. Mi
papá dijo las últimas palabras y todos besamos el cajón… era hora de enterrarlo.
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El Borrador II
de que de seguro se había quedado raja curáo en su casa, que todos lo conocían
y que no era la primera vez que hacía algo así. Sin embargo, yo veía a un cabro
chico con un jokey de Cobreloa, un short, y una camiseta sin mangas, de color
verde, metiendo pala, sudando la gota gorda, el cual con suerte llevaba el cuarto de
profundidad que tenía que tener el hoyo: Era él.
Una vecina empezó a retarlo, de que se apurara, que no podía ser que esperáramos
tanto rato haciendo el luto en el cementerio. Mi papá estaba ahí, abrazando a
mis hermanas y conteniendo a mi madre. Mis tíos no hacían nada, mis vecinos
tampoco, y el cabro chico le ponía con la máxima de sus fuerzas.
Atiné solo, tomé otra pala que había a su lado, y los dos empezamos a tirar tierra
para fuera. El calor de Tocopilla me tenía tan asado, que me tuve que sacar la
camisa que llevaba puesta. Se me veía la cicatriz de la mordida del que era en ese
momento “el sepulturero”.
Por cada sudor que goteaba junto a él, la pena se iba, poco a poco, terminé tan
exhausto y con la determinación de acabar, que no me di ni cuenta cuando el ataúd
ya estaba abajo. Mi papá comenzó a tirar tierra junto a los demás, y yo tomé la
camiseta de Alexis, listo para lanzárcela a mi hermano… pero me detuve. Me puse
a buscar al otro niño con la mirada, pero no lo encontré, se había marchado… pero
en fin, ya sabía dónde vivía.
— ¿Y tení plata?
Me mostró las cinco lucas que se había ganado ese día en el entierro.
— ¿Y a qué vai?
— A jugar al Colo, o a la U, no sé… donde quede.
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Luchito y la 7
— Con esas cinco lucas no vas a llegar a ningún lado… pero toma, esto es tuyo,
algo le podí sacar.
Se puso la remera de inmediato, encima de esa polera sin mangas de color verde, y
no lo hizo de lucido, era para simplemente no cagarse de frío.
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PARAÍSO
Me gustaba harto, era bien bonita, culta y muy preocupada de mí, buena polola.
En ese entonces no tenía a mi familia, ni a mis amigos cerca, así que tener alguien
que te quisiera en medio de la soledad era bueno.
Nos fuimos en el auto de la Flor, directos a Azapa, recuerdo que nos metimos a un
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El Borrador II
— ¿¡Y usted, mi niño hermoso!? ¡Usted debe ser el pololo de mi Florcita! – me dijo
amorosa, como si de verdad me quisiera. Se sentía maternal.
Los tipos del lugar me invitaron a jugar una pichanga, y al finalizar comimos un
cordero al palo.
— Espero que vengan siempre, ustedes son bienvenidos – me dijo Ricardo, hijo de
la señora Raquel.
Ella me mostró una cajita con muchos quiltritos que habían nacido en la noche.
Después de ese día, con la Flor íbamos siempre, almorzábamos, compartíamos en
las actividades de trabajo, deportivas y de oración.
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Paraíso
A uno de los perritos lo bauticé con el nombre de Ruki, el cual, cada vez que
llegaba me movía la cola y se hacía el muerto. Con el tiempo, me fui sintiendo
cada vez más parte de aquella comunidad, y en un principio fue gracias a ese perro.
— Antes que empecemos a comer, quisiera decir que nos pone muy contentos la
constante visita de Flor y Sergio, sentimos que entregan mucho y ante los ojos
de Dios, creo que es pertinente hacerles la siguiente propuesta: ¿Les gustaría
formar parte de esta comunidad?
De cierta manera la Flor siempre quiso hacer familia conmigo en aquel lugar,
nunca me lo había dicho, pero era evidente.
Fui con él y Ruki (que siempre me seguía donde fuese), caminamos a un lugar
donde la comunidad tenía una gran cosecha de maíz.
Cuando llegamos de vuelta, la Flor nos estaba esperando con rostro un tanto aflijido.
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El Borrador II
— Ricardito, no estés triste mi amor, recuerda que Dios es nuestro señor, y he sido
fiel a él, ahora solo moriré en carne, mi alma estará a su lado, y administraré
una de sus tierras, así como lo hice en vida, solo que esta vez será en el paraíso,
allí los estaré esperando, a ti también Sergio.
— ¡¿Ricardo, por qué no llamamos a un doctor?! – exclamé
— ¡No, no hagan eso! Nunca dejen entrar a nadie a la comunidad, solo aquellos
que tiene la luz serán bienvenidos.
La Flor estaba convencida de que ese era nuestro lugar para hacer familia…Yo, aún
no estaba tan convencido.
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Paraíso
Cada día que pasaba, estaba cada vez más desconectado con el exterior, mis padres
no sabían de mí, aunque yo no hice nunca el intento de llamarlos.
Desde ese instante me sentí incomodo, Ricardo andaba extraño, sentía que la
muerte de la señora Raquel le había afectado más de lo normal.
Una noche me fui a caminar con el Ruki. Avanzamos tanto, que llegamos a
aquellas plantaciones de maíz, me senté cerca de ahí, y observé la luna.
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El Borrador II
El silencio era profundo, no se escuchaba nada, salvo los bichos que salen en
las noches, y el viento.
— ¡¿Patricia?!
Llegamos al lugar.
90
Paraíso
Su amenaza fue demasiada dura, me dejó atado de manos, estaba solo en un valle,
sin comunicación al exterior, donde no llegaba nadie, a muchos kilómetros de la
carretera, con una pareja embarazada.
Pasaron dos meses, y yo me apartaba cada vez mas de todos los habitantes, solo
hablaba con la Flor, que estaba insoportable con “la palabra de Dios”
— Hoy el Señor está en nuestra mesa, y quiero bendecir a Flor y a Sergio, los
cuales formarán una nueva familia en este lugar, que Dios bendiga a Josué que
viene en camino.
— ¿Josué? ¿Perdón? Pero que yo sepa, no le he puesto nombre a mi hijo, de hecho ni
siquiera sé si es una niña. – interrumpí.
— Sergio, yo hablé con Dios, y me dijo que era un niño, me habló de la llegada de
Josué, que venía con ustedes – respondió convencido.
— ¡Enfermo de mierda! – exclamé molesto, levantándome de la mesa.
— Sergio, mide tus palabras, estás en la mesa de nuestro Señor.
— ¡¿Sabi qué, hueón?! ¡Un día me vai a encontrar! Vamos a ver si Dios te protege,
tampoco creo que te ayuden los pacos, si después de todo nadie avisa a nadie de
lo que pasa acá, total la Paty se murió, y nadie sabe de qué ¡No me extrañaría
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El Borrador II
92
Paraíso
Tomé las frazadas, y la saqué a escondida en plena noche, Don Ronald nos esperó
y la subí a la camioneta.
Me lancé sobre Ricardo y lo golpeé tanto como pude, pero él no se inmutaba, solo
se veía herido, pero no notaba dolor alguno.
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El Borrador II
Así lo dejé tirado en el suelo, mientras los demás eran testigos de como me retiraba
del campamento.
— ¡No! ¡Déjenla!
— ¡¿Ya poh, no te querías ir?! ¡Ándate, las puertas están abiertas! — gritó Ricardo.
Corrí nuevamente en busca de la Flor, pero no logré nada. Uno de ellos me dio
fuerte con un palo en la cabeza. Caí al suelo.
Desperté en medio de una fogata. No sabía de qué se trataba, apenas podía abrir
los ojos, intenté levantarme, pero me sentía mareado.
— Sergio, mírame.
— ¿Ah? ¿Quién eres?
— Soy Dios. Estoy acá para ayudarte.
Veía unos ojos muy claros, profundos, sentía unas manos suaves que me tocaban
el rostro. Alrededor de nosotros, veía ángeles que bailaban. Escuchaba una música
preciosa, sentía mis pies cálidos sobre el pasto.
— ¿Estoy en el paraíso?
— Si, así es, acá hay maná, come.
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Paraíso
— ¿Mesías?
— Sí ¿No estás orgulloso? Fuiste como José, que cuidó a María embarazada de Jesús.
Observé la fogata mientras los pies de aquellos ángeles se movían alrededor del
fuego, sus mantas blancas hasta el suelo, sin embargo, había uno que estaba quieto,
inmóvil como una piedra. Me acerqué como pude a ver de quien se trataba, pero
aún seguía mareado. Le toqué su rostro.
Tomé las manos de aquel ser pasivo, y puse mucha más atención a su cara.
95
El Borrador II
Le sujeté la pierna a Ricardo y cayó al suelo, tomé una piedra que se encontraba
al lado de la fogata, dándole con este un certero golpe en su cabeza. La sangre
salpicaba en medio de este círculo. Todos se detuvieron de aquella danza frenética.
Me levanté, cansado y uno de aquellos ángeles se puso al frente de mí y se desnudó.
Una de estas me besó en la boca, luego otra. Me tocaban, sentí una sensación
extraña, de culpa en un principio, pero todo se transformó en placer. Lo hice con
cada una de ellas mientras mi novia era testigo inconsiente de aquel acto carnal y
salvaje. La luna se fue y el sol apareció.
Al otro día enterré a Ricardo, mientras las mujeres se encargaban de ayudar a Flor
a dar a luz. Nació un niño, y lo llamé Josué.
Tuve seis hijos más con distintas mujeres del campamento, ordenaba a los
hombres a cosechar, y a cuidar del ganado, teníamos que estar preparados para la
nueva venida de nuestro Señor.
El día del apocalipsis llegará. El sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, las estrellas
caerán del cielo y las potencias de los cielos serán sacudidas. Y aquí estaré yo, para
juzgarlos a todos y traerlos conmigo al paraíso.
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NO ME ABRACES
Mi hijo Pedro desapareció de mi casa, solo cuando tenía cuatro años, no sé si está
vivo o muerto, pero después de tanto tiempo, espero que nos reencontremos.
Alcancé a vivir con el cáncer al pulmón durante dos años, los últimos meses fueron
demasiado dolorosos, dejé de asistir a las quimioterapias por decisión propia, mi
señora jamás lo comprendió, pero yo insistí en que solo quería morir.
Desde la cama la miraba, ella me acompañó hasta el último suspiro.
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El Borrador II
Hice caso, y vi a muchas personas, todos se veían muy vivos. Así, empecé con la
búsqueda de mi hijo:
– ¡Yo no me quería morir, mi mamá me necesita, no puede vivir sin mí! – dijo
llorando desesperadamente.
– Disculpa, sabes que estoy buscando a un niño, morenito, se llama Pedro, tiene
cuatro años, de ojos cafés y…
– ¿Tiene un lunar debajo de su boca? – interrumpió.
– ¡Sí! ¡Él! ¡¿Dónde está!?
– Hace algunos días lo trasladaron al sector de “El Olvido”
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No me abraces
Unos tipos con unas máscaras bastantes extrañas tomaron a esa persona y lo
trasladaron fuera del lugar.
Me imaginé que mi hijo tomó aquel color fosforescente cuando fue llevado, esa era
la forma que daban las personas cuando empezaban a ser olvidadas.
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El Borrador II
– Gracias, me imagino que tus seres queridos te recuerdan como alguien que
siempre estuvo dispuesto a ayudar en vida – le dije agradecido.
Ahora, solo tenía que esperar que los “Transportadores” llegaran a llevarse a alguien,
en ese momento tendría que colocarme mi máscara y salir junto a ellos de Recuerdo.
Esperé un tiempo, hasta que alguien tomara aquel color fosforescente. Aquel
señor, que decía que quería matar a su mujer comenzó a brillar, entonces,
el Guardia hizo lo suyo y llamó a los Transportadores. Cuando llegaron, me
puse la máscara y los ayudé a tomar a aquel hombre, así fue como logré salir
de Recuerdo.
En medio de un destello vi a Pedro, ahí estaba, en silencio, aún no tenía esa luz en
su cuerpo, pero no le quedaba mucho, solo hubo desesperación de mi parte.
Sin escuchar su petición, lo tomé e intenté salir de ahí, de manera muy cuidadosa, sin
que nadie me viera, pero a medida que avanzaba, Pedro se iluminaba cada vez más.
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No me abraces
– Tú, como un recuerdo eres demasiado rebelde, pese a que tu esposa quería que
dejaras de pensar en tu hijo, insististe en buscarlo ¿Por qué no dejas que las
cosas tomen su curso?
– Es mi hijo, no puedo permitirme perderlo de nuevo.
– ¿Quieres regresar con él a Recuerdo? – me preguntó, mientras sacaba un gran
pez de el anzuelo.
– Sí, es lo que más quiero ¿Me devolverás a mi hijo? – le pregunté velozmente.
– Pues no, será tu mujer quien te lo regrese, pero deberás asumir las consecuencias,
obligar a un ser querido a recordar desde acá, siempre trae un costo – me
advirtió.
– ¡No me importa el costo, debo comunicarme con Úrsula, necesito que recuerde a
Pedro! – le respondí firmemente.
– Muy bien, te dejaré entrar a su inconciencia, así podrás comunicarte con ella,
ahora solo deberás esperar a que el lago tome un color rojizo, cuando llegue
ese momento, querrá decir que ella se encuentra durmiendo, ahí deberás
sumergirte, así entrarás en sus sueños.
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El Borrador II
Pedrito tomo uno de los juguetes que tanto le gustaba y se marchó al patio con mi
señora. Ella lo acariciaba y le besó su cabecita… luego se puso a llorar.
Ella lo abrazó.
104
No me abraces
Ella cerró sus labios y presionó al niño con todas sus fuerzas.
Luego lo enterró en aquel patio, debajo de los columpios que le construí, debajo de
los columpios donde tantas veces lloré por él.
Los buscamos por todos lados, ella se tiró al suelo llorando desesperada. Al pasar
las horas, los vecinos y toda la comunidad fuimos tras sus pasos.
105
El Borrador II
– ¿Que he hecho? ¡Mierda! ¡Ahora Pedrito vivirá por tu memoria! ¡Olvida a nuestro
hijo, no lo recuerdes, contigo sufrirá!
– ¡Lo estaba olvidando, imbécil! ¡Hasta que se te ocurrió abrir la puerta! Ahora lo
recuerdo con mucha claridad, aún lo escucho diciendo “no me abraces”.
– Úrsula, desde ahora en adelante, recuérdame siempre odiándote, queriendo que
tengas la peor de las muertes, vas a pagar algún día, estoy seguro de eso.
Pedrito no era el mismo niño que yo recordaba, sino el que ella recordaba, siempre
estaba sufriendo, sentía dolores, se quejaba mucho, y no le gustaba que lo tocasen.
Me acordaba de las palabras del “Pescador”, al decirme que debía asumir las consecuencias,
y ya era muy tarde, logré estar con mi hijo, pero a costa de su sufrimiento.
Odiaba a Úrsula con todo mí ser, seguramente ella ahora me recordaba de esa
forma, en algún momento llegué al extremo de querer matarla, de carácter me
parecía mucho a ese hombre “olvidado” que tenía aquel cinturón en su mano. Pero
por otro lado, amaba a mi hijo, y eso aquella mujer jamás podría dejar de recordarlo.
Estuvimos durante mucho tiempo junto con mi hijo en “Recuerdo”, hasta que un
día ambos empezamos a desvanecer y mostrar ciertos destellos de luz, y antes de
que el “Guardia” llamara a los “Transportadores”, vi a Úrsula, había fallecido, se
veía más vieja y derrotada.
Desde ese momento, por mi parte, ya no sentía odio hacia ella, su muerte me había
desligado de sus pensamientos. Y lo mejor, es que Pedrito también dejó de sufrir.
El “Guardia” gritó y los “Transportadores” nos llevaron a “Olvido”.
En este instante, nos estamos tomamos de la mano con mi hijo, mientras ambos brillamos.
Así, es como junto a él, explotamos en un destello de luz ardiente, olvidados para siempre.
106
LA RATA
Aún recuerdo a mi mamá llorando, que con una caricia me dijo “volveré por ti”. Y
ahí se fue tras los pasos de mi padre, que se había escapado a la Argentina… nunca
más los volví a ver.
Así, pasé a manos de mi abuela, la cual, tenía una pieza para mí solo, donde
no había más que una cama, el velador, una silla, además de un hombre que se
asomaba al abrir el tragaluz del techo. La primera vez que lo vi, salí corriendo
donde la anciana y le avisé casi meándome, ella me golpeó con un palo y me dijo
que nunca más la despertara, ahí entendí que debía soportar el miedo sin el abrazo
de alguien. Al pasar las noches, sentía como se abría el tragaluz, yo solo atinaba a
taparme con las frazadas a cuerpo completo, lo escuchaba que bajaba del techo y
se colocaba al lado de mi cama, se me caían las lágrimas, pero no quería hacer el
quejido del llanto, no quería que me escuchase, el alivio llegaba solo al dormirme.
Y del miedo pasé a la costumbre, a la normalidad, aquel extraño acto que me
atemorizaba terminó transformándose en una simple molestia. Así, un día, decidí
enfrentar aquella situación:
109
El Borrador II
Escuché el ruido de las uñas que pasaban por la madera, pero el sonido se fue
alejando a medida que le gritaba, sentí que empezó a temerme, hasta que dejó de
escucharse no solo por esa noche, sino que también para siempre.
Vaya sorpresa fue cuando se supo que unos niños de mi edad habían sido asesinados
en sus camas; cuando los padres encontraron a sus hijos muertos, vieron que el
tragaluz del entretecho de sus piezas estaban abiertas, al parecer, esa cosa había
entrado por ahí. Como era de suponer, jamás se sospechó de un monstruo, sino,
que de algún psicópata que andaba por el pueblo.
La ventaja de haber sido criado en soledad desde pequeño, fue lo que me hizo más fuerte.
— Yo te ayudo.
— Gracias niño, pero no sé cómo me podrías ayudar.
— Yo saco las fotos, me sé de memoria la quebrada, nadie sospecharía de mí, me
aseguraré de que nadie me vea.
— Okey, te voy a pasar la cámara, pero que nadie te vea, si lo haces bien, te
110
La rata
Noté que le llamó la atención cuando frunció el ceño; extraño que un niño de
nueve años le pidiera un registro de aquella víctima.
Bajé a la quebrada, había unos pocos carabineros y otros tipos de civiles que usaban
lentes oscuros. Me aproximé al lugar, sin que nadie me viera, y lo primero que
encontré fue un brazo que se encontraba al lado de una roca, observé las uñas
pintadas de su mano, la enfoqué y la registré en la máquina. Hice lo mismo con el
torso, y sus otras extremidades, pero lo que yo quería lograr era su cabeza, era casi
imposible poder tomar testimonio de ella, porque estaban todos ahí, concluí que si
lograba acercarme al cráneo, alcanzaría a tomar solo una sola foto… no podía fallar.
Así que caminé lentamente, siempre a la espalda de las personas, logré meterme
como una rata y me puse al frente de la cabeza.
Tomé la cámara, enfoqué y apreté el flash. Antes que me agarraran los sujetos,
salí velozmente. Me persiguieron los tipos por toda la quebrada, pero yo estaba
acostumbrado a andar en esos lugares, se me hizo fácil escapar, ellos quedaron
abajo y me reuní a escondidas con aquel hombre.
— ¡¿Cómo te llamái?!
— ¡Nahuel, señor! — contesté.
— ¿Querí tu foto, verdad? Bueno, te la ganaste.
— ¡Ya, dámela!
— Pero te tienes que esperar primero a que la revele.
111
El Borrador II
llegaría. Hasta que caminando a comprar pan para la once, me di cuenta que aquel
fotógrafo me hacía señas desde la plazoleta.
— ¿Qué es?
— No la abras acá, necesito que la escondas para siempre, nadie puede saber que tú
tienes esto, y tampoco pueden saber que nos vimos ¿Me lo juras?
Era costumbre mía pasar al kiosko de don Juanito cada vez que salía del colegio,
me gustaba ver los titulares de los periódicos, pero habrá una que jamás olvidaré:
“Conocido periodista se habría suicidado de un tiro en la cabeza”. No era más ni
nada menos que el tipo de la cámara, su cara estaba impresa en la portada del diario
del día lunes. Lo que no se supo en ese entonces, fue que la mujer de la quebrada
era una importante sindicalista, perseguida hace bastante tiempo, y de quien nadie
tenía que saber de su trágico desenlace, por lo tanto, las fotos eran una amenaza,
así que lo mejor para aquellos asesinos fue silenciar al periodista para siempre.
Desde ese entonces, quise dedicar mi vida a esto.
112
La rata
— Nahuel, quiero que vayas a Papudo, me llegó un informe que me llamó bastante
la atención. Escucha: En los últimos dos meses se han suicidado siete personas
en esa playa, nadie sabe qué pasa, según yo, la droga los tiene cagados, así que
enfócate en eso.
— ¿Tráfico y consumo?
— Sí. Así que hoy mismo te vas con la Lucía – nos ordenó el editor.
— Mi hijo, los últimos meses andaba muy raro, siempre fue un niño feliz, sano, y
no sé qué pasó por su cabeza – nos comentó llorando aquella madre.
— Señora ¿Su hijo tuvo algún tipo de relación con los otros muchachos que también
se han suicidado? – preguntó Lucía.
— No, nunca los conocí.
— ¿Desde cuándo más o menos empezó con esos comportamientos raros que usted dice?
— Desde que nos empezó a ir mal en la pesca, nosotros vivimos de esto, eso al
Jorgito lo aproblemaba mucho, se sentía responsable porque a veces no teníamos
que comer. Un día me dijo que sabía cómo solucionarlo y de ahí pah adelante
dejó de llegar a la casa, dejó de ser el mismo.
— Si, la verdad es que si, desde que se murió, a mi marido le ha ido demasiado
bien mar adentro, es como si el Jorge hubiese dado su vida a cambio de esto, a
veces lo he pensado.
Con Lucía, nos fuimos al punto específico, justo en el lugar donde estos cabros
se habían matado. Se trataba de una caleta abandonada, tuvimos que caminar por
113
El Borrador II
Caminé hacia él y empezó a correr, pero no dejé que se fuera. Lo perseguí, no era
más rápido que yo, fue fácil alcanzarlo.
— Nada.
Lo solté con calma y me presenté para que se sintiera en confianza, de seguro sabía algo.
114
La rata
— Te veo molesto, parece que me estás mintiendo, claro que tú los conocías – lo
enfrenté.
Nunca me ha gustado que jueguen conmigo y me vean la cara de idiota, así que
decidí actuar. Lo tomé del cuello y lo tiré a la arena.
115
El Borrador II
bueno, con eso le quedó claro cómo eran mis métodos de trabajo.
Con la Lucía nos quedamos mirando, pero para mi no se trataba de ninguna sorpresa.
116
La rata
Nos fuimos abrigados hacia el sector, eran eso de las tres y media de la mañana.
Caminamos ese kilómetro y cuando llegamos, nos fijamos si había actividad en la
caleta abandonada, pero nada.
Se oía un guitarreo, al guiarnos por el sonido, no eran más que unos muchachos
cantando en una fogata que estaba a punto de apagarse.
Era una rubia, guapa, por su tono de voz se notaba que se trataba de una cuiquita.
Eran siete, sacaron un vino tinto, y un par de vasos plásticos, así que nos quedamos
ahí con mi compañera.
117
El Borrador II
Así coqueteamos toda la noche, a medida que pasaban las horas, el vino empezó a
hacer su efecto, lo que me dio más personalidad para actuar, tanto así que le tomé
la mano, y esta se dejó.
Acepté desde luego, vi que Lucía la estaba pasando bien con los muchachos,
así que no le avisé, nos levantamos del círculo con Isidora y la acompañé.
Caminamos y llegamos a unas rocas, se metió entre medio para orinar,
mientras yo miraba hacia otro lado para no intimidar. Cuando terminó, nos
acercamos tanto que olía su perfume.
118
La rata
Con Isidora, nos terminamos la primera petaca, luego otra, y otra… Cuando
desperté, me encontraba solo, había salido el sol, eran las siete de la mañana,
fui a la fogata en busca de Lucía y los demás, pero nada. Empecé a caminar para
marcharme hacia la pensión, como paso obligado, avancé por el lado de la caleta
abandonada, y lo primero que observé, fue una vela a punto de apagarse, y lo
segundo, ella… en aquel lugar, yacía el cuerpo de una mujer, se encontraba colgada
con una soga al cuello, con los ojos hacia fuera, defecada, mostrando su lengua, se
había desfigurado tanto que no se reconocía en primera instancia… era Isidora.
Me quedé ahí, mucho rato, miré hacia el mar, y pensé que aquel demonio se
había llevado el alma de la rubia. Tomé unas fotografías y avisé a la policía de
investigaciones, quienes hicieron las pericias. La localidad nuevamente impactada
por otro suicidio más.
— ¡Te fuiste a tirar a la mina, te desapareciste, te buscamos por todos lados con
esos cabros de la fogata y resulta que la mina despertó ahorcada! ¡¿Me podí
explicar que cresta pasó?! – preguntó enfadada.
— No se poh, tú me podrías explicar mejor, cuando desperté ustedes no estaban,
quizás tus amiguitos le hicieron algo — apelé.
— ¡Imposible! En la mañana salimos todos de ese lugar, si tú me dices que
encontraste a esa mina muerta a las siete, es imposible que la gente que se quedó
conmigo le haya hecho algo – contestó.
— Entonces no sé qué cresta pasó.
Con Lucía nos quedamos en la arena, muy cerca del lugar de los suicidios.
119
El Borrador II
Nos acercamos muy lentamente hacia ese lugar, estaba oscuro, entramos a la caleta
abandonada, y se escuchó un golpe y un quejido.
— ¡Silencio, Lucía! – le tapé la boca antes de que dijese algo, quería saber de dónde
venía el sonido.
120
La rata
Nos pusimos de espalda a la pared, caminamos sigilosos, con la boca bien apretada
y pasos de astronauta, demoramos, pero al fin pude asomarme para ver quien
estaba en el sitio.
— ¡Mierda! – exclamé.
Corrí a socorrer a un hombre que estaba colgado, pero aún se agitaba, le tomé las
caderas e intenté levantarlo con mucha fuerza.
Sentía todo el peso muerto. Lucía puso una banqueta, que al parecer ese
hombre había llevado para poder colgarse. Se puso a su lado y cortó. Caímos
juntos con aquel suicida.
— ¡A ti te conozco, tú eres el joven pescador del otro día, eres Daniel! – exclamé
sorprendido.
No había forma de hablar con el joven pescador, estaba fuera de sí, parecía que era
peor vivir que morir colgado en ese lugar.
Fuimos a dejarlo hasta su casa, y nos quedamos con él hasta que se hiciese de día,
para asegurarnos que no volviese a la caleta.
121
El Borrador II
Nos subimos al auto, y nos fuimos a la casa de Daniel, pero nos encontramos con
una horrible sorpresa.
La casa se estaba incendiando por completo, los vecinos gritaban por ayuda.
— Fueron los “Ángeles del Leviatán” ¿Te acuerdas que los nombró anoche? Dijo
que vendrían por él– le recordé a mi compañera.
Pero yo no la escuchaba.
Preparé una mochila con todo lo que iba a necesitar: velas, un encendedor, tiza,
linterna, y una soga. Lucía después de pensarlo mucho terminó por acompañarme,
advirtiéndome que era la última vez, y por su seguridad, siempre con cuchilla.
Ingresamos al lugar de los suicidios y le dije:
122
La rata
— Si llega esa cosa, tienes que sacarle fotos, luego te irás de acá corriendo… yo
escaparé detrás de tí.
— ¡Ya, apúrate!
Terminé de dibujar y encendí las velas. Amarré la soga y puse un tronco para
luego poder subir.
Me puse al medio del dibujo, con la cuchilla de Lucía hice un corte a mi pulgar de
la mano izquierda, y dejé caer la gota de sangre. Esperamos toda la noche.
Pero en ese instante, se escuchó un ruido, pensé que era esa cosa que se acercaba.
— ¡Muchachos!
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El Borrador II
había concedido el deseo a aquel pescador, pero quedó en deuda, así que hicimos
justicia. – nos confesaron.
— Ustedes ahora tienen que pagar, es un saldo muy caro el que pide nuestro
Señor… primero será tu amiga.
— ¡No, por favor, se los suplico! – gritó Lucía.
— ¡Bájale los pantalones! – ordenó el líder a uno de los suyos.
— ¡¡No, no, no!! – suplicó mi compañera.
— Es muy linda tu compañera, vas a tener que ver todo esto – se burló el tipo.
124
La rata
— Muy bien, Nahuel ¿Qué es lo que vas a pedir? – me preguntó aquel líder.
Todos se fueron a la orilla del mar a recibir a su Dios. Lucía aprovechó el momento
en que todos se iban, se subió en la banqueta y cortó la soga con su cuchilla.
— ¡Hay que irse de acá, estos tipos están locos, Nahuel! – me ordenó.
— ¡No, no me voy a ir, quiero ver esto, pásamela cámara! – le dije ahogado.
— ¡Estás loco, hueón! ¡Hay que irse!
— ¡Pásame la cámara, mierda!
A medida que avanzaba esa cosa, se veía que lo rodeaba una sustancia brillante.
Hasta que llegó a la orilla del mar. Medía más de dos metros, no se le veía el rostro
en ese momento, pero si sus larguísimas manos. El líder se le acercó, y le habló.
125
El Borrador II
Pero inesperadamente, esa cosa tomó al tipo, lo levantó y con una fuerza
impresionante lo partió en dos.
Esa cosa cortó la cabeza a otro de sus seguidores, tomó el cráneo y lo devoró.
Esa cosa empezó a seguirnos por toda la playa, no quería mirar hacia atrás, sabía
que ahí venía, Lucía lloraba mientras avanzaba, pero era demasiado lenta, lo peor
fue cuando cayó a la arena.
Me detuve para recogerla, pero esa cosa la tomó y masticó su pierna derecha.
— ¡Nahueeeeeel!
Yo me quedé estático, mientras veía como la amputaba con sus dientes filosos,
pero ella seguía viva. Escuchaba sus gritos, vi cómo le desgarraba la cadera.
No había nada que hacer contra ese demonio, observé la escena completa, y entendí
que mi deseo en la ahorca se había cumplido, “que se mueran todos ustedes”, y así fue.
Saqué mi cámara fotográfica y registré aquel demonio tragándose a mi compañera,
con la mitad de su cuerpo, a punto de ser devorada por completa.
126
La rata
Cuando terminó, esperé a que viniese por mí, era la hora de mi muerte, tenía que
suicidarme… pero inesperadamente, el Leviatán no hizo nada… solo se fue al mar.
Se hundía lentamente. No quedaron rastros de ninguno de ellos, la sangre fue
consumida por el mar, mientras que sus carnes y huesos habían sido tragados por
el demonio.
Tuve que inventar algo como eso, después de todo, nadie me creería lo del
Leviatán, no entregué mis fotos.
A los días, revelé todos los negativos y fui con todos esos registros a la casa de mi
abuela, estaba mi pieza intacta, me senté y me puse a pensar en Isidora, que gracias
a ella ese demonio no me llevó, creo que fue bueno haberla embriagado para luego
llevarla a la ahorca… su deseo de que nada ni nadie se interpusiera en mi camino
se cumplió. Saqué todas mis fotos, y las puse sobre el colchón, se veía hermosa
mi colección: La cabeza de la sindicalista, la cara deformada de aquella rubia, los
cuerpos calcinados del pescador y su familia, los tipos de la secta despedazados,
Lucía devorada por el Leviatán… pero aún me faltaba algo para que todo fuera
perfecto… la foto de “La Rata”.
Tomé la silla y fui en busca de una escalera, subí, abrí el tragaluz, y soportando
el intenso olor a mierda, saqué mi cámara fotográfica, enfoqué hacia adentro y
apreté el flash.
127
EL QUILTRO
— ¡Este perro no sirve para nada! ¡Parece que voy a tener que hacer sola la tarea!
— ¡Por favor! ¡No me haga nah! ¡Si yo no tengo nada que ver!
— ¡¿A no?! ¡¿Y todas esas fotitos que te pillaron escondidas en tu casa?! ¿Quién
más andaba contigo?
— ¡Le juro que no eran mías!
— ¿Creí que es primera vez que escucho eso? Di la verdad… Mira, si soltái
toda la pepa te dejaré irte a tu casa.
— Señora… en serio que no – juraba el joven mientras le tiritaba el mentón.
— Pucha, el cabro para leso. Te estoy dando una gran oportunidad para que
te confieses, dime quien más andaba contigo, y “calabaza”.
El quiltro estaba sentenciado, era la última oportunidad que le daban para que no
129
El Borrador II
— ¡Me cansaste!
— Te presento a estos dos nuevos pastores, aun no les tengo nombres, son
entrenados, habilosos, no como voh. Ojalá aprendas algo de estos dos.
Uno de ellos les mostro sus filosos dientes y arrugó la nariz, el otro hizo
exactamente lo mismo.
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— ¡El Chocolate llegó a la casa! Cuanto te extrañé, no te vayas otra vez – le dijo
una niñita mientras lo abrazaba.
130
El quiltro
Pero de sus sueños salió rápidamente al verse en esa oscura casa, acompañado de
un par de pastores alemanes y una mujer que solo lo castigaba.
— Les traje algo… pero solo a estos dos… tú no te mereces nada, perro cobarde.
El quiltro tenía tanta hambre que intentó acercarse al plato, pero los pastores
nuevamente se mostraron ganosos de masacrarlo. Rufián decidió retroceder y
volver herido a su rincón.
El cabo miró hacia la calle e hizo un gesto con su mano. Los otros abrieron la
camioneta y metieron de un paraguazo a la joven, tal como lo ordenó la oficial.
— ¡Vamos adentro!
131
El Borrador II
El quiltro se quedó acostado, mientras veía como los dos pastores dejaban de
comer para cumplir con la orden.
— No me haga nada con esos perros. Por favor, señora. No haga que me muerdan.
— ¿Morderte?
— Si, por favor, tenga piedad, yo no he hecho nada.
— “No he hecho nada” Ese ya parece cuento viejo. No sé cuántas veces se les ha
advertido que no anden jugando con fuego ¿Viste? Te apuesto que te calentaste
por ahí con uno de los comunachos y terminaste haciendo tonteras. Si les dicen
y no entienden. Aquí las consecuencias, cabrita.
Mientras aquella mujer le hablaba a esa niña, los pastores comenzaron a olfatearla.
La oficial tomó sus pantalones y se los quitó, lo más obvio era una mordida en uno de
sus muslos desnudos, pero no era el plan de Ingrid, pues la dejó también sin ropa íntima.
El grito se escuchó tan fuerte, que el quiltro sintió la desesperación en sus entrañas,
este empezó a aullar, sin entender porqué.
En la madrugada, Rufián no podía dormir. Sentía el llanto de aquella niña. Así, fue
como decidió acercarse a ella.
Rufián la olfateaba, y ella creyó que sería igual que el día anterior, con aquellos
pastores alemanes.
132
El quiltro
El perro seguía pasando su hocico cerca de su espalda, y esta le decía que se detuviera.
Rufián dio varios pasos hacia atrás, levantó sus orejas y no pudo creerlo. Volvió a
acercarse a ella… era el olor a flores de aquella niña, la misma de su pasado.
El quiltro comenzó a pasar la lengua por su rostro, varias veces. Pero la joven
seguía horrorizada.
— ¡Déjame!
Ella lloró por largas horas, se cansó y se durmió. Al despertar, observó al perro que
seguía allí, con el mismo rostro de inocencia.
Aquella tipa le daba de cucharadas la sopa de nutrina con papas cocidas. Eran
tan grandes las soperas que la joven se atoraba, por lo que finalmente terminaba
vomitando todo lo que tragaba. La mujer dejó el plato a sus pies y se marchó de la
habitación, sin antes decirle unas palabras:
Un poco más calmada, y con la mente fría, entendió que ese perro no tenía
intenciones de hacerle daño.
133
El Borrador II
— Que eres fundido ¿Querí jugar? Si no te dai cuenta, estoy en una situación
complicada, estoy atada de pies y manos.
Rufián vio que la puerta estaba un tanto abierta, así que salió corriendo a buscar
una pelota de tenis que había en el living. Pero lamentablemente para él, se
encontró con que uno de los pastores alemanes tenía aquel objeto. El quiltro sintió
aquella energía extraña en ellos. Aún así, poco a poco comenzó a acercarse, y los
perros de raza hicieron ruido de su enfado.
La dueña jamás se dio cuenta que Rufián había estado allí, y ambos pastores no les
quedó otra que acatar la orden.
— Pucha, perrito, trata de colocarme la pelota acá abajo. Con las manos no puedo.
La muchacha le indicó moviéndoles los dedos de uno de sus pies descalzos. Rufián,
de manera muy inteligente, se la dejó como ella le indicó, y esta como pudo, logró
mover la pelota con un pequeño movimiento.
Él corrió detrás de esta, sentía la energía en su estómago, era feliz como hace
mucho. Ese pequeño metro cuadrado lo hacía sentir como aquel gigantesco patio
de su antigua dueña.
134
El quiltro
Esto lo repitieron unas quince veces, ella no cesó, pues era lo único con lo que
podía interactuar durante esos terribles días. El perro se transformó en su amigo,
su inocente compañía.
Rufián sentía su olor a rosas, cuando dormía cerca, sus sueños eran cada vez más
reales, ella se parecía mucho a esa niña que tanto amó y que por alguna razón que
ya no recordaba, pues ya no estaba con él.
Era la oficial que había llegado en la mañana, pero no venía sola, eran los mismos
tres tipos del día anterior y con ellos, un señor de barba abultada.
Casi todos rieron juntos en esa habitación de aquella broma sin gracia.
135
El Borrador II
Ante esas palabras, los tres carabineros que estaban en aquel lugar miraron al tipo,
esperando alguna respuesta, tal parecía que si no contestaba, su respeto se iba al carajo.
— ¿Sabe que va a pasar después de todo? Algún día todo esto se va acabar, aunque
yo no lo quiera, la historia lo dice, todo es cíclico, seguramente todo el trabajo
que hemos hecho por este país será aplastado por todo estos tipos que atrapamos
día a día, y posteriormente, llegarán otros y se comerán a estos… y así,
sucesivamente. Pero hay algo que va a quedar ¿Saben que muchachos? Nombres,
eso va a quedar, nombres, quizás alguna calle con el nombre de nuestro
general Pinochet, libros con el general Contreras, del brigadier Krasnoff, o el
comandante Corbalán… y junto a todos ellos ¿Saben quién?
— Usted – respondió uno de sus acompañantes.
— Exactamente, tú lo has dicho: Yo ¿Y usted oficial? ¿Usted cree que se encontrará en
los registros? Podría ser… pero como la mujer que se dedicaba a limpiar los mojones
a los perritos. No sea lesa, Olderock. No sea ingenua, no piense siquiera que va a
aparecer en el pasaje de alguna población picante. Ni para eso le va a alcanzar.
Usted no es nadie, cuando se termine todo esto usted va a quedar en el olvido.
— ¡No es así! ¡El máximo general de carabineros me dejó como oficial por órdenes
directas del presidente!
— Bueno, así como seguramente en un futuro bastante próximo, nuestro presidente
la enviará a darle pasto a sus caballos en Santo Domingo.
— ¡No es así!
— ¡Cállese, mierda! ¿Y sabe qué más? Se acabó la entrevista a la señorita, vengo
otro día. Y pobre de usted que le haga algo sin mis órdenes ¿Me escuchó?
— Tuviste suerte, fue solo un día más. Mañana seguramente van a estar tirando
tus restos en Cartagena.
136
El quiltro
— Si supieran todo lo que he hecho, ya estaría cortada en trozos ¿Te confieso algo?
Participé de varios atentados, es cierto, y aunque parezca irónico, lo hice por
amor, tiene razón esa mujer. Y estoy tan enamorada y soy tan fiel a todo esto
que soy capaz de aguantar que me violen mil perros más. No voy hablar… tengo
miedo, pero no voy hablar, ni una sola palabra. Él único que sabrá todo esto en
esta habitación serás tú, amigo.
El perro escuchaba con atención todo lo que ella le decía, sintiendo la vibración de
su pena. El quiltro reaccionó ante eso con un gemido.
— ¿Estás triste por mí? Siento que te entiendo, Rufián. Tan feo el nombre que te
pusieron, te apuesto que te llamas de otra forma.
____________________________________________________________________
— ¡Chocolate! ¡Siéntate!
— Así, mírame.
____________________________________________________________________
137
El Borrador II
— ¿Me hablaste? ¡Bah! Yo pensé que los pastores te habían comido la lengua.
— Tengo sed.
— He estado pensando que no tiene sentido alimentarte ¿Para qué perder tiempo
en cocinarle a alguien que se va a morir? Comida mal gastada. Lo mismo con
el agua, está muy re escasa, hay que cuidarla.
— ¡Muérete, vieja culiá!
— ¡¿Que dijiste?!
— ¡Muérete, vieja re culiá!
— ¿Querí huevearme? Parece que alguien quiere que llame a mis cachorros.
— ¡No me dan miedo tus perros asquerosos! ¡Llámalos! ¡Me da igual, vieja
conchetumadre!
— ¿Te da lo mismo? ¡¿Te da lo mismo, mierda?! Ya poh. Veamos si ahora te va a
dar lo mismo ¿No dijiste que tení sed? ¿Te gusta el pichi de perro?
— Jajajaja. Es broma. Ustedes los marxista siempre tan serios. No tienen sentido
del humor, parece. En realidad te tengo otra sorpresa. Como ya no volverás
con tu ex, el comunista culiao, te traigo un pololo nuevo, pah que veas que soy
considerada.
— ¿Qué me vai a hacer ahora?
— ¡Teniente, lo dejo, es toda suya!
— Oiga, oficial, tiene que salir de la pieza eso sí, no me gusta hacerlo mientras
me están mirando.
— ¡No… no me haga esto caballero! – rogó Antonia
— Los dejo. Nada de estar enamorándose si poh – exclamó la oficial cerrando la
puerta la oficial.
El hombre puso un disco de Creedence, y mientras sonaba Have You Ever Seen
the Rain, este le hablaba, desatándole la soga de las rodillas.
138
El quiltro
El tipo le dio un golpe seco en el rostro, tan fuerte que le rompió la nariz. De
pronto, Rufián sintió algo que no le pasaba hace muchos años. El teniente
la desnudó, dejó su genital en el aire, y se recostó encima de ella. Antonia no
dejaba de gritar mientras este le tocaba sus senos. Intentaba penetrarla pero le era
imposible a los movimientos de Antonia que intentaba zafarse.
— ¡Ayuda!
— ¡Grrrrrrr!
El quiltro mostró sus dientes y arrugó su nariz, así como los pastores alemanes. No
soportó otro grito más de la joven y se abalanzó sobre Martínez… directo al cuello.
Pero no cesó, tenía sus colmillos apretados en la carne. El tipo intentó levantarse y
con sus manos apretaba el hocico de Rufián, pero el quiltro no lo soltó.
Olderock confundida, apuntó a la joven, pero no tenía sentido, estaba amarrada de las
manos. Miró al quiltro que se encontraba echado, notó que tenía su pelaje mojado.
— ¿Fue Rufián?
—…
— ¡Contesta, mierda! ¿Fue el perro?
—…
— ¡Contesta, culiá!
139
El Borrador II
— Prometí que te domaría, así que no gano nada disparándote… pero esta no te
la puedo dejar pasar.
— ¡Atáquenlo!
— ¡Noooo! – gritó Antonia.
____________________________________________________________________
— ¡Nunca aprendes, mierda! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no te juntes con esos
cabros?!
— ¡Es que son mis amigos! – contestó la pequeña.
La niña sufrió un castigo de aquellos por parte de su padre. La muchacha supo que
se sentía nueve correazos de cuero en sus muslos y en las nalgas. A las horas, la
pequeña apenas podía sentarse en su cama, Chocolate escuchó desde el patio a su
ama llorar. Subió a su cuarto y le lamió las piernas.
El perro puso su trasero en el suelo, al lado de la cama, con la lengua afuera. La niña
pese al dolor, sonrío. Al fin su cachorro aprendió después de tantos días de ensayo.
____________________________________________________________________
140
El quiltro
— ¡Ahora como mierda explico esto! Tengo a Martínez muerto en la pieza ¡Oye!
¡Te estoy hablando conchetumadre!
— ¿Qué quiere?
— Escúchame bien. Si preguntan qué pasó, vas a decir que se metió gente del
Frente a la casa y nos atacaron ¡¿Estamos?!
— No le creerán.
— ¡¿Y quién mierda te pidió tu opinión?! ¡Vas a decir eso y punto!
— ¿Y cómo se supone que se metieron?
— No sé… Pero vas decir eso ¡Si confiesas que fue este perro de mierda, los matos
a los dos! ¡¿Me escuchaste?!
La joven movió su cabeza aceptando el trato, después de todo esto favorecía a Rufián.
— ¡¡Oficial!!
141
El Borrador II
Pasaron varios días y las aguas se calmaron, Ingrid notó que nadie la apuntaría con
el dedo por la muerte de uno de los suyos.
La joven se veía cada vez peor, lo poco que le daban de comer y de beber la tenía
en un estado físico de extrema delgadez, ella cumplía un mes en esa habitación.
Se trataban de quince detenidos. Jamás habían tenido tanta gente en la Venda Sexy,
nombre de la casa que pusieron los mismos agentes de la DINA, esto a causa de las
vendas puestas en los ojos (Venda) y torturados con vejámenes de tipo sexuales (Sexy).
Los nuevos secuestrados eran hombres y mujeres de distintas edades, el mayor se
veía de unos sesenta, mientras el menor era de unos diecisiete.
142
El quiltro
Se encontraba en la casa el tipo de barba que interrogó durante los primeros días a
Antonia. Este tenía tanto poder que podía hacer lo que quisiese, incluso con Ingrid
Olderock. Era respetado por todos el grupo de la DINA. El tipo era tan bueno en
su trabajo que podía hacer hablar a hasta un mudo.
— ¿Qué hacemos con estos? ¡Son muchos! ¡Yo no voy a estar haciendo comida pah
tanto hueón! – exclamó molesta la oficial.
— ¡Cocina chancha culiá no más, y déjate de huevearme, mira que no ando de
humor! – le contestó el barbón.
— ¡Yo soy la que mando acá!
— ¡Cállate, guatona de mierda! ¡Agradece que no te mando a matar, mira que yo
no te compro nada lo de Martínez!
— ¡Yo no voy a cocinar pah tantos te dije!
— ¿Ven cabros? La señora no tiene tanta buena mano para tanto hueón. Habrá que
achicar la cantidad de gente, parece.
— Ahora hay catorce ¿Te alcanza la olla con eso? ¿No? ¿Sabi que más? Dejémoslo
en trece.
143
El Borrador II
— ¡Usted, levántese!
— ¡¿Yo?!
— No ahuenao, al muerto que tení al lao ¡Obvio que voh poh, mierda! ¡Levántate!
Al hombre le caían las lágrimas, no sabía a quién elegir, todos tenían sus ojos cerrados.
Todos observaron a aquella valiente muchacha. Estaba cansada, hace mucho que
ya no quería vivir más.
— Mira quien habló. La princesa del lugar ¿Así que te querí morir? – le dijo el
barbón.
— Máteme caballero, no lo piense.
— No, no. Usted es la única que no puede morirse aquí. Nosotros tenemos una
conversación pendiente. Después todo lo que quiera. Pah que sepan todos, ella
no entra en el juego ¡Ya, mata a uno! ¡Te doy cinco segundos si no te vai pal
patio de los callaos! Uno, dos...
— Lo siento, caballero.
144
El quiltro
— ¡Ya saben los culiaos! ¡Vamos a ir jugando todos los días! ¡Así que empiecen a
preparar toda información, los quiero como loritos hablando!
____________________________________________________________________
— ¡Chocolate! ¡Quiero que nos vayamos juntos de casa! ¡No soporto a mis papás, no
quiero vivir más aquí! ¡Sígueme!
La pequeña tomó un par de prendas y las echó en su mochilita. Salió escondida de casa.
Salieron por la puerta y escaparon lo más lejos que pudieron. Esa noche llovía mucho.
— Chocolate, nos estamos mojando demasiado, pero no quiero volver. Mis papás
están locos. Solo pelean y me golpean. Tú eres al único que quiero.
Su padre descubrió que su hija había escapado. Salió rápido en su búsqueda, enfurecido.
____________________________________________________________________
La casa se volvió un verdadero matadero, a medida que pasaban los días, habían
más muertos en la habitación, solo sacaban aquellos cuerpos que se les sentía la
putrefacción. Ingrid se encargaba de torturarlos con sus perros, mientras los demás
se encargaban de usar electricidad. Jugaban con los testículos de los hombres y con
los senos de las mujeres. Hacían que se golpearan entre ellos, se dispararan… e
incluso se violaran. Antonia y el quiltro eran testigos diarios de todos los crímenes
que ocurrían en esas cuatro paredes.
— No quería estar sola en este lugar, pero creo que era lo mejor. Ahora me
acompañan más personas y no sé cuál de todos ellos sigue con vida. Me gustaría
ser parte de esos cuerpos. No soporto un día más en esta mierda – le dijo al perro.
Dejaron la habitación casi vacía y todo quedó como antes, solo aquella joven y el
145
El Borrador II
146
El quiltro
El tipo caminó a paso rápido hacia el living, lugar donde se encontraban los
pastores. La oficial lo tomaba de la camisa para detenerlo, pero este le dio un
golpe en el estómago.
— ¡Deja de huevearme, fueron una de esa cagas de pastores! ¡La otra cagá negra
no sabe morder un hueso!
Olderock se puso a llorar, no soportaba la idea. El tipo apunto a los perros y estos
sintieron la amenaza, ambos le mostraron sus dientes.
— ¿Viste como son de choros estas cagás? ¡Seguramente fue así como se tiraron en
contra de Martínez!
— ¡No le hagas nada!
— ¿Cuál te gusta más Ingrid?
147
El Borrador II
— ¡Para!
Se escuchó el disparo en todo la casa. Rufián levantó sus orejas, mientras Antonia
atada esbozaba una sonrisa.
El pastor alemán no podía levantarse, pero aún seguía vivo. Pero el “barbón” no le
dio una segunda oportunidad. Fueron nueve disparos más sobre el canino.
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El tipo se sacó el cinturón del pantalón y con este le golpeó en el rostro. Cayó al
suelo y aquel demonio la remató con su cinturón en el piso.
La niña se quedó tirada, en silencio, testigo de cómo aquel quiltro la defendía con toda su alma.
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— “Nos parece una vergüenza que el estado chileno no nos tenga respuestas ante el
secuestro de Antonia. Estamos seguros que el gobierno tiene información de su
paradero. Como parte del estado italiano exigimos de inmediato la liberación
de nuestra compatriota. Su total desaparición lo tomaremos como un insulto, y
148
El quiltro
una falta grave a la paz con la que hemos convivido ambos países durante toda
nuestra historia.
— Por su parte, el subsecretario del interior respondió duramente las palabras
de la embajada italiana, negando tajantemente cualquier participación de la
desaparición de la joven.
— Me parece fuera de lugar las palabras del embajador, nuestro gobierno jamás se haría
partícipe de un secuestro. Estamos seguros que forma parte de actos de terceros que
han actuado de manera particular. Para la tranquilidad de la embajada, estamos
haciendo grandes esfuerzos por averiguar el paradero de Antonia Andrade”
Ingrid ya no estaba para juegos, estaba cansada de esa joven, la misma que ya tenía
secuestrada hace más de cuatro meses. La muerte de uno de sus pastores había
gatillado un odio en ella, solo quería acabar con su vida de la peor forma.
— No quiero jugar más Rufián. Pucha, estoy cansada mi perrito. Tírese al ladito mío.
— Me recuerdas a un perrito que tuve cuando niña… nunca supe donde se fue. Lo quise
tanto ¿Cuántos años tienes? Tengo la sensación de que te conociera de toda la vida.
Debes buscarte un mejor lugar, no esta mierda, Rufián ¿Te acuerdas que te dije qué
íbamos a salir juntos? Parece que cambié de idea, ya no saldré de acá, no se puede, es
imposible. Pero tú tienes la posibilidad de marcharte, cuando estos se deshagan de mí,
tú debes irte y buscar a alguien que te cuide, en una de esas tenías otro dueño, ve en
busca de esa persona, pero no con Ingrid… te va a hacer mucho daño.
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149
El Borrador II
— ¡Ándate! ¡Cuando sea grande te buscaré y viviremos juntos, para siempre! ¡Pero
ahora no puedo!
Entonces la niña, con el alma partida en dos apenas pudo decirle las palabras mas tristes.
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150
El quiltro
— ¿Qué hablái tanto con esta hueona? ¿No escuchaste la orden, acaso? ¡Tienen
estrictamente prohibido cruzar palabras con la santurrona!
El tipo sin decir nada se marchó de la pieza. La oficial quedó a solas con Antonia.
La tipa, molesta, se acercó a la muchacha para darle un puñetazo, pero uno de los
hombres interrumpió.
El barbón esperaba a la oficial, este le tenía una noticia que no le agradaría en lo absoluto.
151
El Borrador II
Para la oficial, lo que estaba sucediendo significaba una derrota absoluta, odiaba
como nunca a Antonia, e incluso al mismo ejército. Se sentía traicionada.
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Chocolate jamás se retiró del todo, siempre rondaba la casa, veía a su ama a lo
lejos, aquella niña lo observaba por la ventana, él esperaba aquel llamado de
regreso… pero ella no hacía nada. Así, pasaron días, meses, años y la fidelidad de
aquel quiltro no cesaba. Vio crecer a su dueña a lo lejos, observaba como sufría los
golpes de su padre, quería defenderla, pero entendía que ella no lo quería cerca.
Chocolate fue envejeciendo, pero su amor por aquel olor a flores era infinito.
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Olderock no podía con su orgullo, tanto asi que no quiso decirle la verdad.
Ingrid la desató, la bañó en silencio, mientras aquella muchacha no hacía más que
insultarla, y burlarse de ella antes de su supuesto fusilamiento. Luego la vistió,
mordiéndose la rabia. Finalmente, se dirigió al barbón.
152
El quiltro
Los tipos marcharon a la habitación, Antonia pensó que era su hora. Pero de
pronto, un ruido de bala se escuchó en el living, junto con un grito de dolor.
Ingrid hizo un silbido y apareció el pastor alemán que le quedaba, este se lanzó en
contra de uno de los hombres. Los colmillos apretaron el cuello y su compañero
de servicio intentó ayudarlo, pues apuntó con su pistola hacia el perro, pero Ingrid
fue mucho más rápida, en cosa de segundos le voló la cabeza. Al tercero, nervioso,
se le cayó el arma y se tiró en un rincón.
153
El Borrador II
— ¡Yo soy la jefa de esta casa, conchetumadre! ¡Nadie me dice que hacer!
— ¡Perra re culiá!
— ¡Ataca!
Ambos se arrancaban la piel, y el pastor sintió que peleaba contra un lobo, Rufián
tenía su corazón en llamas. El pastor con su fuerza logró voltearlo y dejó al quiltro
en el suelo.
Antonia cayó al suelo, con la mirada hacia el quiltro, mientras su blusa recién
puesta se manchaba con sangre de su pecho. El canino apenas escuchó el sonido
soltó al pastor, quien quedó agonizando, muy mal herido.
154
El quiltro
— ¡Esto es lo que debiste haber hecho hace mucho tiempo! – le dijo Olderock al
barbón, mostrándole el cuerpo de la muchacha.
— ¡Qué hiciste, mierda!
— Le disparaste nueve veces a uno de mis perros ¿Te acordái? A ver, que se siente,
conchetumare.
Ingrid lo remató varias veces en el piso. Escondió el cuerpo del barbón y de los
demás en la casa… solo dejó al de Antonia en el living. Esperó por horas que
llegasen otros uniformados. El quiltro no dejó nunca el cuerpo de aquella joven.
— ¡Rufián, vuelve!
155
El Borrador II
— ¡CHOCOLATE, VUELVE!
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Chocolate había cumplido catorce años cuando la niña volvió a casa, ella se había
marchado, él nunca supo porqué, solo la esperó.
Cuando volvió a verla se puso tan contento, creyó que al fin podría acercarse,
aquel padre violento ya había muerto, y con esto, nadie podría impedir estar
juntos de nuevo.
El quiltro corrió hacia ella, siempre soñó ese momento en que ambos se reunirían.
Pero ella lo observó y no le dijo nada. Aquella niña ya no lucía el mismo vestido,
aquel, lo había reemplazado por un uniforme. El perro no entendía tanto desapego
por parte de su dueña.
Pasaron los meses y él comenzó a desconocerla, cada vez que ella regresaba se veía
mucho más distinta que la vez anterior… así, finalmente, todo acabó cuando el
quiltro le perdió el olfato, ella ya no tenía el mismo olor que lo deshacía en amor.
Aquella niña, se había ido y nunca volvió con su aroma a flores.
— ¡Súbete al auto!
Él no sabía quién era esa mujer que le hablaba. Supuso que era su nueva ama, que
quizás le entregaría amor, así como lo hizo alguna vez aquella niña… Sin jamás
entender, que increíblemente, siempre se trató de la misma persona.
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— ¡Chocolate, vuelve aquí! ¡Vuelve acá! ¡Te estoy dando una orden, vuelve ahora!
¡No me puedes traicionar! ¡Tú eres mi perro, de toda la vida, a ella la conociste
hace un par de meses! ¡Yo soy tu ama!
— ¿Por qué no puedes ser como yo? ¿Por qué la prefieres a ella?
156
El quiltro
El perro la observó por última vez, y aquella niña que alguna vez conoció
terminaba por desvanecerse en el olvido absoluto.
— ¡¿Para dónde vas?! ¡Vuelve ahora! ¡Chocolate, no te vayas! ¡No me dejí! ¡Vuelve!
El perro corrió detrás del auto que se llevaba Antonia, pero este aceleró… sin
embargo su olor a flores seguía intacto, podía sentirla a los lejos, con eso fue
suficiente para seguirlos por todas las avenidas. El quiltro no dejaba de perseguirla,
quería estar con ella, la nueva dueña de su corazón, con quien había formado un
lazo de amor, como hace mucho no sentía.
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E l B o r r a d o r 2I I
Esquivó un par de estrellas que venían hacia él, y más perros aparecieron para
atraparla, pero este fue más rápido, pues el objeto cayó justo en la luna y este la
alcanzó. La mordió fuerte y miró hacia atrás y vio como Antonia y la pequeña
Ingrid lo invitaban a entrar a casa, y pese a que otros ángeles lo llamaban para
jugar con él, este jamás se desprendió del recuerdo de estas mujeres, su fidelidad
pudo siempre más. El quiltro no sabría vivir, ni menos aún morir sin amor.
158
RESET
— ¿Oye, qué onda tú? Me vienes siguiendo desde Bellavista ¿Me podí dejar de
161
El Borrador II
— Dio la media vuelta hacia mí y su rostro cambio. Yo, sin embargo, también di
la media vuelta y caminé en sentido contrario.
— ¡Oye! ¡Oye flaco! – me gritó — ¡Oye poh! ¡¿Me podí devolver el celular?! — seguí
caminando y ella no tuvo más opción que correr detrás de mí — ¡Flaco, no seas
balsa y pásame el teléfono! – me exigió, tomándome bruscamente del hombro.
— Chuta, no te había escuchado – le dije haciéndome el tonto — Si poh, obvio,
toma, acá está.
— Gracias por tu amabilidad – me respondió en tono irónico.
— ¿Y cómo te llamái? – le pregunté patudamente.
— Magdalena — contestó apurada— Me tengo que ir ¡Chao!
— Cuando se marchaba, me senté en una banca que había cerca, y como logré
robar el número desde su teléfono, la llamé de inmediato.
— ¡Aló!
— ¿Con quién hablo? – me preguntó.
— Con un amigo tuyo.
— ¿Eres el loquito de recién?
— ¿Querí tomarte una chela?
— Déjame, porfa.
— Chuta, quizás no tomái… una bebida entonces, un jugo ¿Agua mineral?
— ¡No!
— ¿Tení que ser tan mala onda? Sé que me veo pobre… pero no soy una mala
persona.
— Que eres catete, loco.
— Ya poh, dime el día, si es en buena onda ¿O creí que te quiero jotear?
— Búscate a un amigo.
— No tengo amigos.
— Jajajaja, pobre.
— ¿Querí ser mi amiga?
— Jajajaja.
— Ya poh, siempre me hacen lo mismo ¿Será que soy muy hediondo?
— No sé poh, báñate.
— No tengo como… no me alcanza ni pal jabón.
— Eres muy fome más encima… adiós.
162
Reset
— Pero insistí
— ¡Aló, Magdalena!
— ¡¿Y tú?!
— Vengo a invitarte a comer algo, ando con mi tarjeta Sodexo.
— ¿Cómo sabes que vivo acá?
— Facebook, Instagram.
— Eres un psicópata.
— Pero con hambre.
— Ya, bueno… todo porque no he comido nada… pero un rato eso sí porque tengo
que volver a hacer unas cosas – respondió con un todo cansado.
— ¡La raja!
— ¿Dónde la llevaste?
— Al Sibarítico, nos comimos un completo gigante cada uno.
— ¿Y te aceptó las cervezas?
— Pero igual poh, a todo le dices no. Te apuesto a que si te vuelvo a invitar a una
cerveza me decí que no.
— A ver… intenta, pregúntame de nuevo.
— ¿Vamos a tomar una cerveza?
— ¡No!
— Ya… vale.
— Jajajajajaja, que eres pavo.
— Mi mamá dice que soy inteligente.
— Te haces no más… deja de ser tan llorón y vamos.
— ¡No!
— ¡¿Me estái leseando?!
— Ese día nos fuimos al Balma, nos pegamos 6 litros después de la primera botella.
163
El Borrador II
Me pitié toda la plata de la beca. Quedé raja, ella se veía bien, parece que el
económico solo era yo.
164
Reset
— ¿Querí probar?
— ¡Mira hueón, no estoy pah tu talla, no te dejé afuera por pena no más! ¡Así que
duérmete ahora, si no te vai cagando de mi casa!
— Hola, compré un pollo asado, y como caché que estabas durmiendo, tuve que
comprar la ensalada también.
— ¡No te creo! – se tiró a reír en la cama.
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El Borrador II
— ¿Qué pasa?
— ¡Te juro que estaba soñando contigo! ¡Como una pesadilla! ¡Y abro los ojos y
estái con una bolsa con un pollo asado! – me dijo sin parar de reír.
— ¡Levántate poh, que tengo hambre! – exigí.
— ¿Y cómo entraste a la casa?
— Uno de tus compañeros de pensión me abrió la puerta.
— Nos quedamos mirando… que es rica esa sensación cuando todo empieza, una
de las mejores cosas que uno siente en la vida.
— Me acerqué con mi boca hacia su nariz, pero vacilé. Me fui directo a su boca en
forma de corazón.
— Entonces al fin la besaste.
— No solo eso…
166
Reset
— ¡¿Ah?!
— Me tengo que ir, tengo cosas que hacer, mañana te llamo.
— ¿Me estái hueveando? – me preguntó sin entender mi actitud.
— No, de verdad, me acabo de acordar – le mentí.
— Salí de la casa con la sonrisa de oreja a oreja. Dejé pasar unos días y no la
llamé… hasta que vi un mensaje en mi Whatsapp.
— Cuando le pedí pololeo por primera vez, lo hice después de tres meses, la primera
vez me rechazó, se cagó de la risa, pero en el fondo sabía que me quería, era
simplemente porque nuestra rutina se basaba en la ironía. Así, terminamos
conviviendo en su pieza, en Valparaíso… tirábamos todos los días, comíamos
caleta… y también discutimos.
— ¡Mira poh! ¡No has hecho nada! ¡Ni siquiera lavaste los platos! ¡Está la pura
embarrada! – reclamó.
— Después me preocupo de eso ¡¿Que tanto apuro?! – respondí.
— ¡Ahora! ¡Se está llenando de moscas!
— Termina el partido y lavo.
— ¡Ahora!
— No todo era malo por supuesto, altos y bajos como toda relación.
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El Borrador II
— Me quitó el resfrío con unas papas, las partía y me las iba dejando en distintas
partes del cuerpo. Juro que al otro día desperté todo sudado… el resfrío se acabó.
— Cuando nació mi chiquita, sentí alegría pura, esos ojitos grises de bebé recién
nacido, con la ropita que le compramos meses atrás, apretándome el meñique,
creo que ha sido el momento más feliz de mi vida.
— Estas volviendo a sentir… tus recuerdos al fin te hacen pisar tierra.
— ¡¿Que cresta hice, doctora?!
— Eso ya pasó, ahora debes recuperarte al cien, y afrontar todo como siempre
debió ser.
— El dueño de la casa nos echó a la calle, le debíamos meses. No tenía plata porque
no encontraba pega en ningún lado, estabamos peor que nunca.
— ¿Y tus papás? ¿O los de ella? ¿Por qué no se quedaron en la casa de alguien de
168
Reset
ellos?
— Los míos eran más pobre que yo y los de ella estaban locos.
— Se va a poner a llover, dime que vamos a hacer, y no me digas que “no tienes
idea”, por favor – me suplicó.
— Voy a hablar con un amigo, él nos puede alojar por un día — contesté
— ¡Qué vergüenza!
— Ya cálmate, si vamos a salir de esta.
— Fueron tiempos duros, sentí que la Magda me odiaba en ese minuto, yo la había
puesto a ella y a mi hija en esa situación de miseria.
— Pero lograron salir adelante, deberías sentirte orgulloso de eso.
— Encontré una pega, voy a ganar ocho gambas mensuales – le dije apenas
entrando.
— ¿¡Me estái leseando!? Al fin, o sea que vamos a poder postular al subsidio.
— Si… pero no estaremos juntos.
— ¿Cómo es eso?
— Me voy al norte.
— Vámonos todos, entonces.
— No entiendes, parece: Es en minería.
— Pero igual, nos adaptamos.
— No se reciben familias en una faena minera poh Magda, no seas ingenua.
— ¿Y cuánto nos vamos a ver?
— Ocho veces al mes, algo así. Los otros días estaré trabajando.
169
El Borrador II
— Chao. Que te vaya bien. – se despidió, mientras yo salía con mi bolso, hacia el
norte, como siempre.
— Chao.
— Ese adiós era lo poco que nos decíamos al pasar los años.
— Doctora, antes de seguir… ¿No tiene por ahí Reset? Con eso podría hablar más
tranquilo.
— No, olvídalo, debes pasar por todo esto, tienes que pisar tierra.
170
Reset
— Sentí que estaba en algo raro, así que fui en busca de ella.
— La busqué por todo Valparaíso. Eran las doce de la noche y no había rastros de
ella. Tampoco me contestó el teléfono. Recorrí varios lugares; El puerto, Subida
Cumming, Echaurren, Barón… y la encontré en Subida Ecuador, saliendo de
un bar con un tipo.
— ¿Y? Sigue.
— Doctora… quiero Reset.
— No.
— ¡Dije que quiero Reset! ¡Ahora, por la mierda!
— No, eso se acabó para ti.
— ¡Juro que si no me pasa esa pastilla, cuando salga de acá, saldré en su búsqueda
y la mataré!
— Dejemos esto hasta acá… mañana seguimos conversando.
— ¡No! ¡Usted no tiene ningún derecho! ¡Deme mis pastillas!
— Llévenlo a su pieza y le inyectan un sedante.
— ¡Necesito Reset! ¡Por favor!
171
El Borrador II
— ¿Doctora?
— Sí, tranquilo. Te tuvimos que inyectar unos sedantes, te dió una recaída. Pero
quédate tranquilo, es normal que suceda en una rehabilitación como esta.
— Disculpe por haberla tratado mal.
— No, calma… mañana seguimos conversando. Duerme.
— No quiero dormir, sueño con ella.
— Entonces sueña con ella, es lo mejor que te podría pasar.
— Es que duele, y no quiero que duela.
— Te tiene que doler.
— Es que siento dolor de muerte. Si pienso en ella solo cocinando o haciendo
cualquier cosa me arde el cuerpo.
— Eso es el efecto secundario de la droga que tomaste. Cuando la pastilla deja
de hacer efecto, empiezas a sufrir el triple… es como si jugaras fútbol con
una lesión infiltrada. Cuando la inyección deja de hacer efecto, entonces los
dolores serán más fuertes. Sucede lo mismo cuando consumes Reset, mientras
recepcionas situaciones dolorosas en tu mente, el alma no siente. Pero si a las
semanas no vuelves a tomarlas, empiezas a sentir dolores profundos de todo eso
que viste anestesiado, más todo aquello que has omitido anteriormente.
— ¿Entonces estoy exagerando en mis emociones?
— En teoría sí. Es lo que pasa cuando termina de hacer efecto la droga. Pero es lo
que sientes. Así tiene que ser. Ahora solo duerme.
172
Reset
— Sí, doctora.
— Entonces retrocedamos: Ayer quedaste cuando la seguiste y la encontraste con un tipo.
— Le pegué una cachetada y la tomé del brazo, el otro tipo trató de defenderla
pero lo tiré al piso. Mucha gente fue testigo de lo que pasó ese día, la niña no
paraba de gritar.
— ¿Y qué pasó en la casa?
— Seguimos en lo mismo.
173
El Borrador II
— ¡Estái cagada de la cabeza! ¡¿Sabí que más, mierda?! ¡Si te querí pelar con cien
hueones, entonces hazlo! ¡Pero con la niña no te vai!
— ¡Ah, claro! ¡¿Te la vai a llevar al norte?! – ironizó.
— ¡No! ¡Pero voy hacer lo humanamente posible porque no estés con ella!
— ¡Tu no me puedes negar a ser mamá!
— ¡¿Ah no?!
— La agarré del brazo y la tiré a la calle. Cerré todo con llave. Ella gritó toda la
noche, la niña estaba asustada.
— ¿Y qué hiciste cuando te tocaba el día para irte al norte?
— No me fui. Me quedé.
— ¡Abre la puerta! ¡Vengo con los vecinos! – gritó en llanto, desde afuera de la casa.
— ¡¿Te vai a tirar a los vecinos ahora?! – le respondí desde el otro lado.
— ¡Caballero, por favor, abra la puerta y entregue a la niña a su mamá! ¡La tiene
raptada allá adentro! – gritó una señora.
— ¡¿Rapto?! ¡Es mi hija! ¡Llévense a esa hueona loca!
— ¡No te quiero cerca de nosotras! ¡Nunca más! – sentenció, la que ya era en ese
entonces, mi ex novia.
— Desde ese día me quedé solo. A las semanas decidí nuevamente no subir a la
minera, asumí el despido laboral. Cuando supe que ella se fue a la casa del
otro tipo, me encerré en la casa, tomando, sentía que estaba bien, que no la
necesitaba. Pero al pasar los meses, poco a poco esto empezó a ser un problema.
— Empezó a doler.
— Sí. Pero apenas sentía el dolor de que no estuviesen conmigo, me tiraba con
varias botellas. La resaca no solo venía con dolores de cabeza, sino también con
mucha pena.
— ¡¿Aló?!
— Hola ¿Qué pasa? – me preguntó con desgano.
174
Reset
— Después de esa llamada sentía que aún tenía esperanzas. Pero no soportaba
pensar que se estaba acostando con ese otro tipo. Me estaba volviendo loco. De
vez en cuando me iba a tomar al bar, solo, con pena, con rabia, arrepentido.
— Señor, disculpe que lo moleste, pero lo observé desde mi mesa, lo noto bastante
deprimido.
— Con ese tipo empezó todo, se veía un buen hombre, se veía bien vestido, formal,
cualquiera hubiese pensado que era una abogado o gerente… que se yo.
— ¿Pastillas? ¡Ah, ya sé! ¡Son drogas! No hueón, yo no le hago a esas cagás – le dije.
— No es una droga, estas pastillas se llaman Reset, es un remedio para su corazón,
para su alma.
175
El Borrador II
— Me marché con esas dos capsulas en el bolsillo del pantalón, lo hice solo por no
ser mal educado con él. No dormí nada esa noche pensando en Magdalena, no
podía sacarme de la cabeza en que en ese mismo instante estaba tirando con otro
hueón, yo me daba vueltas en la cama, no eché una sola pestaña. Fue tanta mi
angustia, que decidí salir temprano a la casa de su nueva pareja.
— Hola, disculpa, pero la Magda no quiere conversar ahora – me dijo aquel sujeto.
— ¿Me la estái negando voh, culiao? ¡Es mi mujer hueón! ¡No es tuya!
— Mejor que hables otro día con ella, no se siente bien ahora – insistió.
— ¿Te digo algo? Cada vez que la tocái piensa que yo la toqué mil veces más, hice
de todo con la Magda, voh eres un escupitajo en esta relación, no eres nadie.
Está confundida, eso es todo, pero un día volverá donde mí y te darás cuenta que
fuiste solo el hueón para pasar el rato.
— Pero ahí fue cuando sentenció el final de nuestra relación, de años, con una
sola frase.
176
Reset
— Mientras revolvía toda la pieza, cayeron del pantalón las dos cápsulas. La pena
me empujó a hacerlo, la rabia…sin pensarlo mucho me tragué una.
— ¿Y cuánto tardó en hacer efecto?
— A la hora.
— ¿Y qué te sucedió?
— Fue mágico, dejé de sentir aquel dolor, de a poco, esa tristeza se fue apagando
de manera pausada, mi alma se había limpiado.
— ¿Cómo y cuando lo comprobaste?
— En la noche. Me la imaginaba a ella colocándose en cuatro, la dibujaba junto
a él, entregándose en esa posición… y me daba igual. Lo extraño, fue que
tampoco me puse contento al entender que eso no me dolía. En síntesis, no sentía
absolutamente nada.
— ¿Y a tu hija, la recordabas con amor?
— Papá, te extrañé.
— Que bueno.
— Te quiero mucho.
— ¿Quieres un helado?
— ¿No la querías?
— No, en ese minuto no, no la quería.
— Pensé en el efecto del Reset, hasta donde era capaz de sanarme, así que decidí
devolverme y espiar a mi ex novia desde el auto, quería saber si me daba igual
verla tomada de la mano con el otro.
— ¿Y qué fue lo que viste?
— Cuando se besaron.
— ¿Y qué fue lo que sentiste?
— De sentir, nada, más bien lo que pensé. Fue increíble, todo me dio lo mismo. La
177
El Borrador II
— Amigo, lo volví a encontrar. Quiero decirle que sus pastillas son increíbles, asi
que vengo por más — le dije a aquel tipo de terno, en el bar.
— Muy bien hombre ¿Ves? Yo le dije que solucionaría su problema.
— Entonces dame varias pah no molestarte en un buen rato.
— ¿Y cuantas quieres?
— Dame unos tres frascos.
— Serían cinco millones de pesos.
— ¿Cinco millones de pesos?
— Si pues ¿Cómo crees? Si esto yo no lo regalo, lo del otro día fue cortesía de la casa.
— No tengo esa cantidad de plata.
— Lo siento, no lo puedo ayudar entonces. Cuídese, que le vaya bien.
— Señor, vengo por la venta del auto, vi que lo dejaba en cuatro millones, ahora
ando con tres, si acepta hacemos el trámite de los papeles, al tiro – me dijo un
comprador.
— ¡Trato hecho!
— Pedí un crédito bancario para el resto, quedé hasta el cogote, pero daba igual.
Volví donde el tipo del bar. A esas alturas ya estaba envuelto en dolor por la
Magda, se sentía peor que antes.
— Tomé el primer Reset, y volví a limpiar mi alma, podía manejar todo sin sentir
remordimientos, ni miedos.
— Pero tampoco eras feliz.
— Me dio lo mismo. Pensé que esas cápsulas salvarían a cualquiera. Es una mierda
sentirse mal, sufrir, era mucho mejor tener el manejo de todo sin que el corazón
178
Reset
— Las putas son las únicas que fingen sentir, y al final no son sensibles
a ninguna mierda que no se trate de ellas. Eran lo más parecido a mí,
así que las visitaba frecuentemente.
— ¿Y cómo lo hacías para vivir si no trabajabas?
— Me dediqué a robarle a los ancianos. No sentía ningún remordimiento, los
esperaba cerca del banco y les quitaba la plata de su jubilación, con eso comía.
179
El Borrador II
— ¡Pásame toda la plata viejo culiao! – le dije con una cuchilla en su espalda.
— ¡Caballero, no me haga esto, solo tengo esta platita!
— ¡Me importa una callampa, pásame todo!
— Me venían siguiendo hace tiempo los pacos, me pillaron con las manos en la
masa. Me llevaron a una celda y me quitaron el frasco con Reset que llevaba
en mi bolsillo.
— Seis meses de cárcel por asalto con intimidación, a cinco personas de la tercera
edad – sentenció la jueza.
— ¡Magdalena! ¡Vuelve por favor! ¡Vuelve mi amor! – grité detrás las rejas.
— ¡Callen a ese conchesumadre!
— ¡No! ¡Mi hija! ¡Quiero ver a mi niña!
— Lloraba todo el día, como un loco, los gendarmes me sacaron la cresta varias
veces, los otros presos en un principio solo me intimidaron con palabras para
que me callara, incluso recibí un par de golpes… pero cuando ya se hizo
insoportable, uno de ellos intentó acabar con mi pena para siempre.
— Ahí fue entonces cuando te apuñalaron.
— Así es. Dejé de llorar cuando me desvanecí en el suelo por la hemorragia.
— Benditas puñaladas diría yo, si no fuera por eso no estarías aquí.
180
Reset
— ¡Magdalena! ¡Pásenme un teléfono, por favor! ¡Quiero hablar con ella! – grité
en la sala de un hospital.
— ¿Así que usted es el paciente? – me preguntó una tipa.
— ¿Me viene a pasar un teléfono?
— No, vengo a verlo por otra cosa.
— ¡Quiero a mi mujer!
— Cálmese, tranquilo. Soy su doctora. Vengo a ayudarlo.
— ¡Entonces deme Reset, solo una, por favor, solo un!
— Entonces esa es aquella sustancia extraña que encontramos en su sangre.
181
El Borrador II
Un año después.
Así fue como me marché en busca de una nueva vida, fui a recuperar a mi hija.
Estaba ansioso por saber cuánto había crecido, reencontrarme con mi ex novia me
daba nerviosismo, no sabía cómo iba reaccionar.
— Magdalena – saludé.
— Hola… tanto tiempo… supe que te habían dado el alta, pero no me imaginé que
vendrías.
— Si poh… vine a ver a la niña, disculpa por no haberte avisado ¿Está?
— Sí, la llamo al tiro, espérame acá.
Magdalena estaba hermosa, se había cortado el pelo, mucho más flaca, se veía que
su actual pareja la mantenía bien, se le notaba en su ropa, en su color… no sé. Me
182
Reset
Era una foto de ella en bicicleta y en la parte de atrás decía “te quiero mucho, papito”.
Cuando Magdalena estaba dándose la media vuelta para dejarnos solos, noté que
se había emocionado.
Cuando abrí la puerta de mi casa, vi el desorden que había, como si hubiese pasado un
huracán, recordé aquella escena cuando desarmé todo para quemar las cosas de Magdalena.
Empecé a ordenar, quería ver todo impecable. Tenía que empezar de cero como
correspondía, ordené la pieza de mi hija, le compré unas muñecas nuevas, le
cambié las frazadas, pinté las paredes. Luego, venía el turno de mi alcoba, estaba
asquerosa, ahí me llevé la sorpresa: Sacando la ropa para lavar, cayó un frasco de
183
El Borrador II
Ya no necesitaba esa basura… pero otra persona si, alguien que había olvidado por
completo entró como un demonio a mi hogar.
184
Reset
— No, lo siento… mátame si quieres, pero no tengo ninguna pastilla para ofrecerte.
— Vale… entonces asume las consecuencias.
— ¡¡NO!!
Había destruido la vida de él, con esa foto, que era identica a la que me había
regalado mi hija, terminé entendiendo todo su sufrimiento.
Así que tomé el último frasco de Reset que me quedaba en la casa, puse una pastilla
en mi boca, tragué... y así, fue como me liberé de aquella dolorosa culpa que me
aquejaba por la muerte de mi hermano. El Reset volvió a mi vida, para no irse jamás.
185
DUENDE
Dejé doscientas lucas en la pieza y cuando volví al otro día, me encontré con la
sorpresa que estaba la cagada en el living. Empecé a buscar como loco, pero era
lo obvio, se me habían metido hasta la cocina unos flaites culiaos. Llamé a la PDI
quienes no pudieron hacer mucho, era difícil encontrar al ladrón. La población ya
no era lo mismo de antes, ahora había que asegurarse para que no se te metiera
nadie a tu propia casa. Me conseguí un pastor alemán y cambié todas las chapas,
puse rejas en las ventanas y me compré una pistola.
Pasaron días, en un momento pensé que no volvería ocurrir algo así, pero esta vez
se habían robado los juguetes de mi hijo, de solo siete años.
— Deben ser unos pasteros angustiados, para robar juguetes es porque estái pah
la cagada — exclamé
— ¿Y si no vamos de aquí? – me preguntó mi polola.
Me negué, no podía dejar que me la ganaran estos hueones. Dormí todas las
noches en el living, con pistola al lado… hasta que los escuché.
187
El Borrador II
— ¡Shh, silencio!
Alguien corría por el techo, los pasos de las latas se hacían sentir con los pasos. Fui
rápido a la entrada nuevamente, abrí la puerta de la casa, salí, fui a buscar al perro…
pero este estaba botado en el suelo, con la mitad de su cabeza, como si alguien se
la hubiese devorado, además, observé que se le veían muchas llagas en su cuerpo.
— ¡Óscar!
Volví a entrar para ver que sucedía, intenté ingresar al dormitorio pero la chapa
estaba con seguro.
— ¡Óscar!
Fui corriendo hacia el patio, tomé un chuzo, regresé hacia la puerta, puse la punta
de este en la orilla, hundí muy fuerte y jale con todo.
188
Duende
Me quedaba solo un poco más, y me fui con todo… la puerta se abrió. Entré, vi
a la Cristina en el suelo, aun gritando. Fui a ver al niño, gracias al cielo este se
encontraba bien, miré a mí alrededor para encontrar a alguien, no entendía nada.
Vi un movimiento en la cama.
Apunté a las sábanas, me aproximé con mucho cuidado. Me fui lentamente, tomé
el cubrecama y lo retiré rápidamente… no había nada. Pero se veía la forma de un
cuerpo pequeño en las frazadas, me decidí a disparar.
Respiré profundo, puse mi índice derecho en el gatillo, no puedo negar que sentí
temor, esto no era cualquier cosa, en un principio pensé que se trataba de un
animal. Pero que más daba, ya estaba allí y tenía que enfrentarlo.
Pero cuando estuve a punto de disparar, en ese mismo instante lo vi salir de la cama,
saltó hacia la ventana, tenía la velocidad de una liebre, mi mente logró fotografiar
en ese segundo su rostro de anciano, y sus uñas de felino, sin haber visto algo
como esto antes, pues supe de inmediato de que se trataba. Definitivamente, algo
fuera de lo normal nos estaba acechando en nuestra propia casa.
Los ratis llegaron en la noche, no supimos que decirles, terminé inventando que
no había pasado nada. No fuimos capaces de dormir.
189
El Borrador II
estaba acabado, esa fue la razón del porqué opté por la opción de vivir en la casa
de mis padres fallecidos. La Cristina en tanto, no tenía trabajo, tampoco una
familia o amigos que la acogiera, ella había vivido en el SENAME toda su vida.
El tiempo urgía, quedarnos allí un mes más era complicado, no sabíamos si nos
enfrentaríamos de nuevo a esa cosa. Discutimos todos los días, mi plata alcanzaba
para pagar la luz, el agua, el gas y la comida.
Pero pasaron los días y las cosas empezaron a calmarse, ya no sabíamos más de esa
cosa. Sin embargo, Cristina seguía obsesionada con el tema de los duendes, pasaba
todo el tiempo viendo información en la Internet.
— Amor, yo creo que es mejor a empezar a olvidarse del tema, vas a asustar al
Felipe si seguí con esto.
Nadie se atrevía a nombrarlos, pero era evidente de que se trataba, con la Cristina
nos quedamos mirando, tal parece que no éramos los únicos.
— ¡Yo también los vi! – exclamó otro vecino – ¡Mató a mis dos gatos!
— ¡Es una bestia! ¡Hay que ver la forma de acabar con esta lesera!
— ¡Yo opino que traigamos a un cura y se pegue una rezada, quizás esta población
esté maldita!
— ¡A ver, calma! – ordenó el presidente de la junta – Yo también lo vi, de hecho
ante noche atacó a mi señora, está muerta de miedo en la casa. Si queremos
vencerlo tenemos que unirnos, todos, pero hay que calmarse primero, nerviosos
no vamos a llegar a ningún lado.
— ¡Pero es difícil poh! Con algo así que se meta a nuestras viviendas es para
morirse de miedo.
— ¡Pero déjeme terminar pues! Propongo lo siguiente: Hagamos turnos de rondas
nocturnas, los hombres nos encargamos de eso, lo haremos en pareja.
190
Duende
Finalmente acatamos la propuesta del presidente de la junta, en cierta manera eso calmó
un poco los ánimos de todos, la unión tranquilizaba, ya no nos sentíamos tan solos.
La tercera noche me tocó hacer la ronda con uno de los vecinos, su nombre era Yerko.
Se refería a la Carmen, más conocida como la “Yayita”, una mujer de unos sesenta
años. Yo la conocía con ese apodo porque cuando joven era igual a la novia de
“Condorito”, era así de voluptuosa, hasta de cara se parecían. En ese tiempo todos
andábamos babosos con ella, era mi amor platónico en la pubertad. Mi taita y
todos los vecinos andaban calientes con la viuda, a diferencia de mi madre que
en ese entonces la odiaba. Pero un día, esta mujer perdió a su hijo de seis años
a causa de un atropello ocurrido a las afueras de la población. De ahí se volvió
loca, abandonada, y vieja. Nunca más se le vio salir de su hogar, rara vez la vi
191
El Borrador II
asomándose por su ventana, se decía que parecía una anciana de cien años, junto
al mito que la convertían en bruja.
Cresta, tuve que meterme igual. Fui con pistola y prendí las luces, el living estaba
desordenado por completo, las lámparas se movían como si alguien las hubiese
golpeado hace un par de segundos, se escuchaba el sonido de algo moverse, como
si se tratarse de una rata, o un pájaro.
Las casas de la población eran todas iguales, me pude hallar fácil dentro de esta. Me
imaginé que tenía que estar en una de las piezas, miré rápido, no había nada, y solo
quedaba la otra habitación… vacía. La ventana se encontraba abierta, supuse que
escapó por ahí. Al otro lado quedaba el patio, fui hacia allá… lo mismo.
— ¡Hay que irse de este lugar! ¡Estoy segura que este es solo el primer niño que se
llevan, viene por más, no podemos exponer al Felipe a esto! – exigió, Cristina.
Tenía razón, llamé a familiares y conocidos para que me prestaran plata para salir
rápido de la villa.
— ¡No tengo nada, hueón! Mala fecha, si querí a fin de mes, ahí no tendría
drama – me dijo.
— Pucha, Óscarito, yo pagué todas las deudas y me quedé como con diez
192
Duende
La cosa se veía mal, no teníamos donde irnos por lo pronto. Varios vecinos
se fueron de la población después de aquel incidente, y los que quedamos allí
sentíamos que estábamos sentenciados.
Aceptamos de inmediato, nos fuimos todos a su hogar, en una pieza dejamos dos
camas, en estas dormirían su señora, junto con la Cristina y los niños. Con el
dueño de casa tiramos un par de colchones en el suelo. A modo de recomendación
mía, cruzamos unas tablas bien clavadas en las ventanas. Las puertas las dejamos
apretadas con unos muebles, no había forma de que algo entrase. Se veía la
situación en calma, pero siempre atentos a cualquier movimiento extraño.
— Óscar, despierta.
— ¿Qué pasa?
— Están golpeando la puerta, parece que son los vecinos.
— No estamos seguros, pero parece que vimos que algo se metió en la casa de la
señora Miriam.
— ¿El duende?
— Sí.
— ¿Y avisaste a la gente que habita ahí? – consulté.
— Eso tratamos, hemos llamado bastante y no contestan.
— ¡Vale! ¡Yerko, avísales a las niñas que tomen a los cabros chicos y salgan de la
casa! – ordené.
— ¿No prefieres que se queden adentro?
— No, donde las podamos ver.
Todos los vecinos salieron al lugar más céntrico de la población junto a sus hijos.
193
El Borrador II
Rompió la ventana, abrimos la chapa y nos metimos todos juntos, éramos unos
siete hombres adentro.
— ¡Óscar!
— ¡Chesumare!
— ¡Auxilio! ¡Auxilio!
— ¡AHHHHH!
Mi novia agarró al Felipe para escapar, las demás mujeres hacían lo mismo con
sus hijos. La niña del Yerko quedó sola, intentamos correr para protegerla, pero
fue imposible.Vimos cómo se marchaba junto a ella por los árboles. El Yerko lo
perdió todo, su pequeña se había ido y su mujer se encontraba muerta por una
fuerte mordida en su cuello.
— Yerko…
— Mi niñita, se la llevaron – exclamaba, mientras tenía a su mujer en los brazos.
— La vamos a recuperar, hueón.
— Se acabó todo pah mí, se acabó.
Giré hacia la casa de la señora Yayita, esta se había asomado por la ventana,
cuando observó que la habíamos descubierto mirando hacia nosotros, cerró la
cortina rápidamente.
194
Duende
— ¡Yerko! ¡Calma!
— ¡Fue esa mujer!
— ¡Hueón! ¡No puedes culparla! ¡Nadie tiene certeza!
— ¡Voy a acabar con esto ahora mismo!
Fue decidido hacia la casa de la señora Carmen junto con todos los demás, la
mayoría sospechaba lo mismo que él. Yo era el único que había conocido otro lado
de su persona antes de convertirse en una vieja loca, era un error dañarla sin saber
que estaba pasando realmente.
Pero no oyó mis palabras, intentó sacarme de la pasada, la escena empeoró cuando
nos enfrascamos a golpes, los dos caímos al suelo, y una voz detuvo todo.
Con el Yerko nos levantamos, este con una mirada melancólica y furiosa se retiró,
195
El Borrador II
La noticia recorrió el país, no había pruebas de todo esto, pero tanto testigo
diciendo lo mismo daba para creer. Varios periodistas alojaron durante días en el
lugar, estaba lleno de cámaras en todos lados.
— ¡¿Qué quiere?!
— Hablar con usted.
— ¿Y de que sería?
— De esa cosa.
— ¡Parece que usted no me escuchó, yo no tengo idea, ahora váyase!
196
Duende
de la cabeza… yo sé quién es usted, sé todo! Ahora déjeme hablar con usted, por
favor.
—…
— ¿Me va a dejar?
Sin decir nada, se entró y me dejó la puerta abierta, me fui detrás de ella y observé
su casa. Estaba todo desordenado, se sentía el olor a meado de gato, tenía la cocina
asquerosa, platos sin lavar llenas de moscas, bolsas de basuras, y potes con leche.
Busqué donde sentarme, vi el sillón lleno de ropa sin lavar, la corrí para poder
acomodarme y entablar una conversación de manera más cómoda dentro de lo posible.
Me volví a sentar en ese mismo rincón de aquel sillón lleno de polvo, esperando
que salieran más palabras de su boca.
197
El Borrador II
Fue a la cocina, tomó un vaso, lo limpió con su pijama puesto y lo llenó de agua,
se lo tomó rápidamente y se secó la boca con su manga, volvió donde mí y me
confesó una historia que me hizo pensar bastante.
— A mi hijo lo perdí porque jamás hice caso. El Román, días antes del accidente
decía que una cosa lo visitaba, le decía que se fuera con él, que estaría mejor
que acá.
— ¿Y eso como lo sabe? ¿Él se lo dijo?
— Si, aun me acuerdo:
— Al principio no me lo tomé en serio, pensé que era solo cosas de niños. Pero un
día, cuando volví del patio, los sorprendí sentado junto a él. Sentí terror, así que
averigüé como acabar con esto: Primero fue con un cura que intentó bendecir
con agua bendita, pero no resultó. Traje un pastor evangélico, incluso. Hasta que
di en el clavo, entre tantas cosas que hice, conseguí tréboles de cuatro hojas, con
esto simplemente no se apareció más. Pero cometí un grave error… si hubiese
dejado que ese duende se lo llevara, mi hijo no estaría muerto. La noche en que
198
Duende
enterré a mi hijo sentí a alguien en el living, cuando me asomé, ahí estaba esa
cosa, sentado donde mismo usted está ahora, tenía rostro de tristeza, yo me
lancé a llorar, este solo me observaba, no hacía, ni decía nada.
— ¿Y por qué esta vez ataca de esta manera? ¿Por qué no se aparece de la manera
amistosa en la que usted lo describe?
— Porque ahora no le queda tiempo para convencer a alguien, él tiene que actuar
y rápido, si se lleva a los niños de esta manera es porque se viene algo muy feo.
— Señora Carmen, yo no dejaré que se lleven al Felipe.
— Es lo mismo que yo pensé con el Román, y viste lo que sucedió.
— Puede que tenga razón, pero mi hijo “donde mis ojos lo vean”. Jamás lo
entregaría.
— Espero que no te arrepientas.
— Bien, creo que ya se hizo tarde, gracias por darse el tiempo, fue un gusto hablar
con usted. Y si me lo permite, cualquier día puedo venir con la Cristina a
limpiar su casa, si necesita algo…
— ¡Ya, váyase!
Esa misma noche le conté a mi novia que había que hacer para impedir el ataque
de esta cosa.
199
El Borrador II
— Tengo miedo, Óscar ¿Que estará pasando? Los médicos no saben que tiene,
espero que no le den de alta como siempre, en la casa no va a mejorar.
Nos dieron unos días para ver los resultados… y todo se complicó.
200
Duende
— Óscar, despierta
— ¿Qué pasa, Cristina?
— El niño de al lado… falleció.
— ¡El niño!
— ¿Dónde está?
— En su pieza.
Cuando entré, estaba con sus ojos decaídos, con una fiebre severa.
201
El Borrador II
— Esperemos – le dije.
— ¿Esperar? ¿Esperar qué?! ¡Yo voy a llamar a un taxi para llevarlo al tiro! –
reclamó mi novia.
— Papá…
— Estoy acá, hijo ¿Qué quiere?
— Soñé con un niño.
— ¿Con un niño?
— Si… me decía “Vente conmigo”
—…
— Papá…
— Si, te estoy escuchando ¿Y cómo era ese niño?
— Como ese duende…
— Por la cresta, Felipe.
— No llores, papá.
— No quiero…
— ¿Qué no quieres?
— Nada, no me hagas caso.
202
Duende
No entendíamos que hacían a esa hora. Salí y observé que la policía se encontraba
conversando con la mamá de Tomás Alfaro… su reaccionar fue desconsolador.
203
El Borrador II
Fui hasta la casa de la Yayita esa misma noche, sentí que me había engañado,
no me imaginaba que ella lo había hecho solo por ignorania. Había arriesgado
la vida de mi hijo por sus palabras. Golpeé su puerta, me di cuenta de que esta se
encontraba abierta. Al entrar sentí el mismo olor a meado de gato de siempre,
junto al cúmulo de basura y ropa a causa de su posible “Mal de Diógenes” Pero no
se escuchaba a nadie. Llegué hasta su pieza, la vi acostada de espaldas, me acerqué
para tocarla. Me asusté, pasó una rata por encima de ella.
— ¡¿Señora Carmen?!
— ¡Cristina! ¡Cristina!
— ¡¿Qué pasa?!
— ¡Hay que irse de aquí! ¡AHORA!
— Me asustái…
— ¡Esa cosa, va a llegar aquí!
— ¡Tranquilo! ¡Estamos protegidos!
— ¡No, Cristina! ¡No estamos protegidos de nada!
— ¿Cómo no? Ese duende no puede entrar con las botellas.
— No es un duende.
204
Duende
— ¿Ah?
— ¡No es un duende, Cristina! ¡Es el Román!
—…
— ¡Cristina! ¡Hay que irse, donde sea!
Justo cuando esta cosa saltó arriba de la cama, alcancé a sacar al niño de esta. Salí
por la pieza… pero era demasiado rápido. Sentí que mordió mi pierna. Caí al suelo
con mi hijo, este cayó de mis brazos.
— ¡No!
Esta cosa tomó al Felipe y lo arrastró por el suelo, pero la Cristina lo evitó.
Se abalanzó sobre él.
— ¡Cristina!
Enterró las uñas en la espalda de mi novia, esta gritó de dolor… luego enterró
sus dientes en su cabeza, sentí el crujir de su cráneo. La sangre se derramó en el
piso, cuando este demonio iba nuevamente por el Felipe, le di una patada en el
pecho. Intenté tomar nuevamente a mi hijo, pero se lanzó velozmente sobre mí,
caímos los dos al suelo, intentaba masticar partes de mi cuerpo, forcejeaba con
él, era muy fuerte.
El niño aun yacía en el suelo durmiendo, mientras la Cristina bañaba el living con
su sangre. Ya me sentía vencido, pues puso sus dientes en mi hombro izquierdo,
sentí el desgarro como las de un perro contra su presa. Pero mi adrenalina no
cesaba. Le daba puñetes en su cabeza, pero era inútil… yo iba a morir. Sentía
que me desvanecía, me soltó y veía como se llevaba “Román” a Felipe, yo no era
capaz de levantarme. Esta vez lo arrastraba lentamente, como burlándose de mí.
— Hijo…
205
E l B o r r a d o r 2I I
Apenas salían las palabras de mi boca. Cuando cerraba mis ojos, se escucharon dos
disparos… Yerko.
— Óscar
— Yerko… necesito saber si el Felipe está bien
—…
— Hueón, dime que está vivo, te vi disparar.
— Lo siento…
— ¡No!
— Hoy enterraremos los restos de tu hijo y de Cristina.
Hoy vivo en esta casa… aun. Colecciono cosas, todo me sirve. Dejé un criadero de
gatos en la pieza de Felipe. Junté vasos con leche en toda la casa. Acumulo basura,
es como hoy me siento. Me asomé por la cortina y vi que ha llegado mucha gente
nueva a la población, hay muchos niños por ahí, la carne es más suave para ti…
Creo que es hora de ir de caza… hijo mío.
206
MÁSCARA DE CABRA
209
El Borrador II
principio, pues era normal tirar a los perros muertos a las quebradas, incluso
muchos de ellos tendían a ir a fallecer solos por esos lados. Mi amigo se levantó, se
limpió y me gritó desde abajo que era lo que yo tanto miraba.
Caché que a este le daba cosa acercarse solo, pero yo siempre fui curioso, asi que
avancé y llegué hasta abajo. Igual caminé lento para ver a aquella cosa, porque
nunca estuve seguro de que se trataba, la interrogante causaba cierto temor, no
sabíamos por qué.
Estaba seguro, aquella rata, por alguna razón tenía cristales, joyas que provenían
desde su interior y habían sido expulsadas desde su boca.
210
Máscara de cabra
— Ya, toma, y hazla corta que capaz que ande alguien por ahí – me dijo.
Con la rama que me entregó mi amigo empecé a correr aquellas “joyas” a un lado,
las fui arrastrando hacia a un lado para después tomarlas y echarlas a la mochila.
Con mucho asco metí el palo en el hocico de aquella rata y observamos que tenía
una cadena que brillaba más que todo.
— ¡Mierda! – exclamé.
— ¿Qué onda?
— La tiene incrustada en los dientes, no puedo sacarla.
211
El Borrador II
Con el mismo palo, lleno de sangre de aquella rata levantó la cadena. Esta traía
consigo una pequeña medalla con una inscripción y el rostro de un animal.
— Es un caballo – le dije.
— Culiao ignorante, es una cabra.
— ¡Ya, pasa pah acá! – ordené
— No, es mía – contestó.
— ¿Tuya? Sale pah allá, si yo la descubrí.
— Pero yo la saqué – refutó.
— Porque te la había dejado lista.
— ¿Sabí que, hueón? ¡Es mía, si en todo caso yo gané la carrera!
— ¿Y cuándo apostamos la medalla?
— ¿Te querí llevar la patada en la raj,a entonces? – me preguntó.
—…
— Ya poh, elige, la patada en el huesito del culo o la medalla.
— ¡Quédate con la cagá! Pero conste, yo me quedo con esos pocos cristales.
Lo que jamás pensé, que desde ese día todas nuestras vidas cambiarían.
En la bicicleta fui a los puntos a los cuales acudíamos frecuentemente, los videos, la
plaza, la población Los Paltos, y nada... pero me quedaba solo una parte por visitar:
Llegué al bosque, aún era de día, de noche no me hubiese atrevido ni cagando.
212
Máscara de cabra
Avancé solo por las partes que se podían pasar en la bicicleta, al menos no fue
necesario arriesgarse tanto porque a lo lejos lo vi, estaba sentando, con la cabeza
agacha, solo.
Ahí levantó la mirada, tenía la cadena puesta en el cuello, sus ojos estaban perdidos.
— Me estái asustando.
— La cabra.
— ¿La cabra? ¿Qué cabra?
— La cabra, nos está esperando abajo… en la quebrada, vamos.
213
El Borrador II
Para mi eran incoherencias, me tenía asustado, sus palabras eran extrañas al igual
que su actuar, para más remate ya estaba empezando a oscurecer.
— ¡Vámonos!
— In nomine dei nostri satanas luciferi excelsi. Potemtum tuo mondi de Inferno,
et non potest Lucifer Imperor…
No lo pude creer, vi a un tipo, parado, mirándonos entre los árboles, con una
máscara de una cabra.
No quise mirar hacia atrás, tomé la bicicleta y empecé a pedalear rápido, sentía que
me perseguía, corriente pasaba por mi espalda, un nudo en la garganta, el corazón
en la guata y unas ganas terribles de mear. Y ahí me quedé, no tomé once, hambre
era lo que menos tenía. Me encerré en la pieza. Me tiré sobre la cama y abracé el
cojín, miré a mi lado y observé mi mochila.
214
Máscara de cabra
Di vuelta el bolso y dejé caer sobre la cama todo lo que había quitado del hocico
de esa rata. Tomé una bolsa, metí las joyas adentro, salí de la casa y lo tiré a un
tacho municipal.
— Mijito.
— ¿Mami? – le contesté apenas abría mis ojos.
— Oiga, despierte.
— ¡Chuta, me quedé dormido! ¡Voy a llegar tarde a clases! – exclamé.
— No hijo. Si son las 3 de la mañana.
— A, ya, voy a seguir durmiendo entonces.
— Oiga, despierte pues, hay algo que quiero contarle.
— ¿Que pasa mamá?
— Se trata de su amigo.
— ¿Qué pasa con él?
215
El Borrador II
Pese al deseo de mi madre de que descansara esa noche, me fue imposible, el miedo
fue peor. Me pasé el rollo de que ese hombre era el tipo de la máscara de cabra, y
lo peor… sabía dónde vivía.
Al otro día me fui a clases. El director, el Padre Gerardo, hablaba en el acto del día
lunes, tocó el tema de “como alejar a los demonios que nos perseguían”, fue como
si me hablase a mí, directamente. Me senté y mi compañero de siempre no estaba.
Pensé que quizás aun andaba con ese tipo, pero para sorpresa llegó tarde a clases.
Miré su prueba antes de que se levantara y observé que no había contestado nada.
— ¿Qué es esto?
216
Máscara de cabra
El rostro de todos fue de sorpresa, el mateo de la clase estaba entregando una prueba
en blanco. Entonces ahí entendí que su “normalidad” no era tal, las cosas seguían
como el día anterior. Terminé la evaluación como pude y me fui de la sala a buscarlo.
— ¡Sepárense!
— ¡No! – grité.
217
El Borrador II
— Esa hueá que tení puesta es “tu precioso”. Te voy a poner Gollum de acá en
adelante, te queda bien.
— No me hueí, ¿Querí?
— ¿Si no qué? ¿Me vai a morder la oreja? No te hagas el choro conmigo, mira que
te conozco y sé que es fácil sacarte la chucha.
— No juguí conmigo, porque te podí arrepentir.
— ¿Si, y que me vas a hacer? – pregunté.
— No vaya a ser cosa que te visite con mi amigo en la noche.
—…
— A la tía no le gustaría perder su casa ¿Te la imaginái incendiada?
— ¿Me estái hueando? ¿Cachái lo que me estái diciendo?
— Si poh, si cacho.
— Te mato culiao llega a pasar algo así.
— Veamos quien se muere primero eso sí.
— Padre.
— ¿Y usted? ¿Qué anda haciendo en mi oficina? ¿Se viene a confesar? Debiese
porque hace bastante rato que no lo había visto por aquí.
— No, no vengo a eso.
— ¿Ah no? Bueno, tome asiento y cuénteme que es lo que necesita.
— Se trata de mi compañero.
— ¿De qué compañero me habla?
— Usted sabe a quién me refiero pues… el…
— Ah, ya… sí. Bueno ¿Qué pasa con él?
— Creo que sé porque está comportándose así.
— Hable, cuál sería el motivo según usted.
— Es por una cadena.
— ¿Por una cadena?
— Si, la tiene puesta en el cuello.
—…
— La encontramos en una quebrada, se la sacamos de la boca de un ratón gigante,
después de ese día me lo encontré nuevamente en el bosque y anda con un tipo
que tiene una máscara de cabra, este decía cosas satánicas…
— Espera
— … un día llegó a las 3 de la mañana con el “máscara de cabra” a verme, y ahora
amenazó con quemarme la cas…
— ¡Ey! ¡Calma!
— ¿Qué pasa?
— ¿Te estás escuchando?
218
Máscara de cabra
— Si poh.
— ¿Viste alguna película? ¿Te dejó marcado algún libro últimamente?
— Pero si se lo juro, estoy seguro que hay algo satánico en esto.
— Ya, mucho por hoy.
— Pero si se lo juro por Dios, si quiere.
— ¡No uses a Dios para jurar! ¡Él no es objeto de promesas! ¡Lo que haces es una
blasfemia!
— ¡Pero tiene que creerme!
— ¡Por ese pecado debes rezar 10 padres nuestros y tres aves María, por Dios santo
niño! Tanta cosa que hablas.
— ¡Revísele la cadena!
— ¿Qué?
— Revísela, se va a dar cuenta que tengo razón. Tiene el rostro de una cabra, va
a cachar al tiro que se trata de un demonio lo que sale ahí. Usted entiende de
estas cosas, Padre.
—…
— Padre, revísele el cuello… por favor.
— Ya, vete de la oficina que tienes que entrar a tu clase.
Salí de ahí, se vio al Padre cansado de mi reclamo. Me fui a clases y me senté al lado
de ese hueón, nuevamente. Ahí pensé que ya no había nada más que hacer, quizás
lo mejor era simplemente alejarse y comprender que ya no éramos amigos. Pero
para mi sorpresa algo sucedió.
Este se levantó sin entender de qué se trataba todo esto, pero yo si lo sabía. Pasó
una hora y volvió a la sala. Observé rápidamente su cuello y no vi su cadena.
Pasaron varios días y él dejó de asistir a clases, tampoco fui a preguntarle a la tía por él,
ya no me importaba. Pero fue un 18 de octubre cuando lo volví a ver. Jamás lo olvidaré.
— Hijo, no se levante.
219
El Borrador II
— ¿Qué pasa?
— Hay ruidos en la casa.
Aun así me paré de la cama, quería saber qué era lo que pasaba, yo era el hombre
de la casa en ese momento, mi taita estaba trabajando en el norte, no podía dejarla
sola. Mi madre tomó la escopeta y yo caminé junto a ella. Efectivamente se
escuchaban ruidos en el living.
Estaba nervioso, se escuchaban sonidos cada vez mas fuertes, ella apuntó hacia
adelante, y yo prendí la luz… no se veía a nadie. Pero de pronto observamos la
cortina moviéndose.
— Mamá, dispárale.
—…
— ¡Dispárale!
Siendo sincero siempre supuse que se trataba de mi compañero, nunca tuve dudas.
Apretó los dientes y apuntó con la escopeta directo hacia la cortina… jaló el gatillo.
El ruido de la bala se escuchó fuerte. Yo esperé que alguien cayera, pero nada…
220
Máscara de cabra
— ¡MAMÁ!
Pero alguien entró de pronto por la ventana, le dio una fuerte patada en la espalda
a mi vieja, esta cayó seca al suelo y el rifle salió disparado hacia cualquier lado.
Cuando lo vi quedé helado, era un tipo de mi porte, tenía aquella máscara puesta,
venía con un bidón de bencina.
Veía sus ojos que me miraban por los agujeros de esa careta… Era él.
— ¡No soy tu amigo! Soy el sol que quema tu casa. Soy Máscara de Cabra.
Así fue como vi a mi madre arder, mientras corría por la casa gritando por el dolor
en su carne. Nuestro hogar se hizo cenizas, no quedó nada. Yo logré sobrevivir.
Quiero dedicarte esta historia, porque me vengo todos los días en mi mente,
pensando como hacerte sufrir de la peor manera. Han pasado 20 años, tú estás
bien, ganas plata, todos te quieren. En cambio yo, ando al tres y al cuatro, con
serias secuelas mentales, a veces me despierto solo y recuerdo lo que me hiciste, te
apareces en mi pesadilla, y aún es peor verte cómodo, nunca te voy a olvidar. Es
mentira eso del karma, no has pagado el mas mínímo daño que me causaste… pero
te llegó el día. Hoy es 18 de octubre, tal como esa vez, pero ahora seré yo el sol que
te queme la casa… mono conchetumadre.
____________________________________________________________________
221
El Borrador II
— ¿Nosotros?
— ¡Claro que ustedes! Se cambian para acá, los quiero sentados aquí.
— Pero profe, si siempre nos hemos sentado en este lado.
— ¡Pero en mi clase no!
Pero si las cosas no se podían manejar de esa manera, entonces hacía valer
la palabra del señor, me tenía cansado que me interrumpieran la clase por sus
estupideces.
— ¡Párese! – ordené.
— ¿Por qué, profe?
— Usted al parecer no entiende lo que significa la palabra “respeto”.
— Profe, no le ponga color si yo no he hecho nada.
— Además, mentiroso.
—…
— No me oyó parece. Párese y se viene al pizarrón.
— ¿Usted es bueno para educación física, verdad? Veo que tiene buenos brazos para
ser un niño ¡Levántelos!
Él esbozaba una sonrisa, creía que sería fácil. Pobre cabro. Yo comencé a hacer mi
clase, con aquel alumno allí, parado en el pizarrón, con cara de aburrimiento. Fue
así como tomé la biblia y les leí Juan 19:17
— “Pilato, pues, tomó entonces a Jesús y le azotó. Y los soldados tejieron una corona
de espinas, la pusieron sobre su cabeza y le vistieron con un manto de púrpura;
y acercándose a Él, le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban bofetadas.
Jesús entonces salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y
Pilato les dijo: ¡He aquí el Hombre!...”
222
Máscara de cabra
— ¡Ay!
— ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte, y que tengo autoridad para
crucificarte?
— Profe ¿Por qué no deja que el Zúñiga baje los brazos?
— Jesús murió por nosotros, se sacrificó por nosotros, por todos nuestros pecados,
cargó esa cruz sin pedir que le quitaran esa cruz. Te felicito Zúñiga – le dije
bajándoles los brazos — ¿Por qué todos lo miran así? Sientan admiración por él.
223
El Borrador II
— No los escuché.
— ¡SÍ, PROFESOR!
Zúñiga siempre fue problemático, el líder negativo de aquel curso, tenía que
bajarlo de la nube, si lograba controlarlo, pues entonces ese curso sería mío todo el
año. Por lo demás, tenía que encargarme de que no me acusase con su apoderado,
ni con el Padre Gerardo.
Al salir al recreo, no dejé que se fuera, quise hablar a solas con él en la sala.
— ¡Zúñiga!
— Zúñiga, te tengo un 7.
— ¿Y usted cree que me importa las notas?
— Bueno, debiese importarte, vas como avión para repetir, además que bien tu
sabes que las notas de religión acá afectan a diferencia de otros colegios.
— No me interesa.
— Zúñiga, hablemos esto como hombres, quédate un rato y charlamos la situación.
— ¡¿Y pah qué?! ¿Tiene miedo acaso de que lo acuse?
— No, no. No se trata de eso. Es que creo que tienes dotes, y de verdad es que
me gustaría ayudarte a explotarlos, no quiero verte repetir el año. Imagínate
tu mamá con todo lo que ha tenido que pasar contigo, siempre la veo en la
dirección. Ahórrale un problema, yo te quiero regalar un 7.
—…
— ¿Cuántos 7 has tenido en el año?
—…
— ¿Cuántos poh?
— Ninguno.
— Ya poh, aprovecha la oportunidad entonces.
— ¿Es en serio?
— Claro que si — contesté.
Puse el dedo en el cuadrado donde se colocan las notas, justos en su celda en la que
224
Máscara de cabra
Vi que agachó su cara en el mesón para observar bien su nota… y ahí fui cuando
tomé las riendas del asunto.
— ¡Ay!
— No te escucho.
— ¡Sí!
— ¿Si qué?
— ¡Si profe!
225
El Borrador II
Lo solté y lo empujé.
— No sabes lo feliz que me pone verte trabajando acá, quien te viera y quien te
vio, Jorge.
226
Máscara de cabra
— Jorge, hay algo que siempre he querido conversar contigo, yo sé que ha pasado
mucho tiempo.
— Si Padre, todo lo que quiera, que es lo que necesita conversar.
Aun esa joya conservaba aquel brillo, no podía creerlo, mis sospechas siempre
fueron ciertas, siempre estuvo allí.
227
El Borrador II
amuleto, varios me dijeron que les llamaba la atención de que niños de este
colegio la anduvieran trayendo. Está hecha de oro, puede valer mucha plata
esto ¿Sabías?
— No, no tenía idea.
— Perfectamente yo podría pagar varias deudas y comprar ciertas cosas para mi
bienestar.
— ¿Y lo va a hacer?
— ¡Cómo se te ocurre hombre! Esta joya, Jorge, es un peligro, nadie la puede andar
trayendo, los obispos me insinuaron que trae cargas demasiado peligrosas para
cualquier ser humano, los transforma en bestias. Ahora bien, aprovechando de
que estás acá, resuélveme una duda ¿De que parte sacaste esta lesera, tú y el
Astudillo?
— Pucha, ha pasado tanto tiempo.
— Pero sé que te acuerdas ¿Dónde lo encontraron?
— Bueno, a ver, haciendo memoria... en una quebrada, creo.
— ¿En qué quebrada?
— Cerca del bosque camino a “Rayado”
— ¡Ah! Pero ese bosque ya no existe.
— No poh, si talaron todo y ahora está lleno de casas.
— Mmm… Pero la quebrada aún está.
— No sé, supongo, hace mucho tiempo que no paso por ahí.
— ¿Y la encontraron botada? ¿Cómo fue? Cuéntame.
— Bueno, con el Pedro Astudillo fuimos al bosque un día y recorrimos ese sector, y
la encontramos casualmente Eso.
— Pero yo me acuerdo que alguna vez se mencionó algo de una rata gigante ¿No?
— ¿Una rata gigante?
— Claro que esa vez a mí me dio mucha risa. ¿Pero sabes qué? Después le hallé
sentido ¿Tú sabías que se puede invocar al demonio a través de las ratas?
— Sé que se puede hacer de varias formas, en la universidad me nombraban
algunas, pero nunca había escuchado algo como eso.
— Para que sepas, esto es una de las peores abominaciones que pueden existir.
Como bien sabemos el demonio es un imitador de Dios. Según palabras de
distintos libros cristianos, el anti cristo llegará a través de un vientre de una
mujer, la cual será concebida por un espíritu, al igual como María se embarazó
de Jesús.
— Si, eso lo sé.
— Pero esto es distinto, Jorge, la diferencia está, en que el vientre donde nacerá este
anti cristo no será en el de una mujer.
— Si no que el de una rata – interrumpí.
— Así es. Para que entiendas, quienes hacen esto son imitadores del demonio. Ni
siquiera imitan a Dios. Y lo peor, es que ese demonio que nace de ahí, es uno de
los peores que se podrían ver.
228
Máscara de cabra
— ¿Si?
— Bafomet es su nombre, el demonio con rostro de cabra.
El director volvió a guardar la joya en aquel escritorio, cerrándolo con una llave
que siempre escondía en su bolsillo.
— ¡Zúñiga!
—…
— Zúñiga, hombre, le estoy hablando.
— Hola, profe.
— ¿Cómo anda la cosa?
— Bien.
— Que bueno. Se te ve bien, eso me gusta ¿Te cortaste el pelo?
— Si, un poco.
— Te veí más ordenado, ojalá que el corte signifique el inicio de un cambio, pero
de un cambio de verdad si poh, no uno a medias. Un cambio de actitud en clases,
con tus compañeros, conmigo. Tú sabes que eres un lider en este colegio, pero
tienes que ser de los positivos, no de los negativos.
— Si profe, como usted diga.
— ¿Profe? ¿Escuché bien, me dijiste profe?
—…
— ¿Cómo fue que me dijiste?
— Dios… Disculpe.
— Eso, bien, viste que aprendiste rápido ¿Y cómo ha estado la mamita? El otro día
pasé por afuera de tu casa, oye, y al fin cortaron el pasto, estaba larguito, se
229
El Borrador II
Miré a mi alrededor para asegurarme de que no había nadie cerca para escuchar.
— Zúñiga, necesito que te metas a la oficina del Padre Gerardo y abras el cajón
que se encuentra a la derecha de su escritorio.
— ¿Me está leseando?
— ¡¿Me veí cara de payaso, conchetumare?!
— No, perdón.
— Necesito que abras ese cajón y saques una medalla que hay ahí.
— ¿Usted me dice que lo robe?
— Técnicamente no es ningún robo, esa joya me perteneció a mi cuando fui
estudiante, por lo tanto no se trata de ningún robo, más bien es una restitución.
— ¿Y si no es robo por qué simplemente no se lo pide?
— ¿Por qué creí que te lo estoy pidiendo a ti, ahuenao? ¿Crees que si pudiese pedirlo
ya no lo habría hecho, acaso?
— Si, tiene razón.
— Me imagino que no debe ser la primera vez que te metí a robar ¿O no?
— ¿Y cuando quiere que lo haga?
— Hoy, a la noche.
— ¿Y si me pillan?
— Bueno, si te pillan a lo más va a venir tú apoderado de nuevo, o sea nada raro
viniendo de ti.
— Yo creo que me expulsarían.
— A ver, Zúñiga ¿Con quién crees que estás hablando? Conmigo no te va a pasar
nada, preso no te podí ir, eres menor de edad, y no te van a expulsar porque te
defenderé, y sabes que aquí yo no soy cualquier persona, tengo peso.
— Bueno, vale.
— Si lo haces bien, te prometo que terminarás bien el año y no solo eso... Tú sabes
que “por plata baila el monito” ¿O no?
— Okey, hoy a la noche entonces.
230
Máscara de cabra
Sentí sus uñas sobre mí, me las enterró en la cabeza, debía cumplir penitencia,
pues ya había pasado mucho tiempo desde que perdí la joya. Pero sería la última
vez, Zúñiga lo lograría… o eso pensé.
231
El Borrador II
Nada de esto tenía sentido ¿Quién podría haberse robado la cadena? Salí al patio,
miré la cara de todas las personas que se encontraba allí, intentando identificar
algún rostro, algún ceño, o lo que fuese que me diese alguna pista.
232
Máscara de cabra
— ¡¿Asi que tú la pegaste a mi hijo en clases, mierda?! ¡Ahora estái contento! ¡¿Ah?!
¡Ahora está muerto poh conchetumare! ¡¿Estái feliz?!
— Caballero, yo sé que está pasando por un mal momento, pero no sé de qué me
habla.
— ¡Mi hijo andaba extraño todos estos días, y uno de sus compañeros me contó lo
que le hiciste!
— Señor Zúñiga, de verdad lamento esto, yo a él lo estimaba mucho, al igual que
todos mis colegas y alumnos de este establecimiento. Era muy querido por todos
nosotros.
— ¡Mentiroso!
Y me lancé a llorar.
— Padre, soy un hombre de fe, al igual que usted, he renunciado a todo por este
colegio, he pasado la mitad de mi vida acá, no sabe el amor que siento por todos
los que pisan esta escuela. Esta es mi casa, ustedes son mi familia, nunca haría
nada que pudiese afectar la integridad de los muchachos.
233
El Borrador II
— Me hinco ante Dios Padre, me pongo de rodillas para que me crea, soy como su
hijo ¡Soy su hijo! Sé que he cometido errores, sé que soy un pecador, pero por
favor, créame, yo no he hecho nada de lo que piensa.
— Párese.
— Pero Padre, créame.
— Si le creo hombre, ya, está bien, párese.
Salí de esa escuela y me subí al auto, ahora no sabía quién se había llevado la
cadena. Bafomet me había sentenciado a muerte si no llegaba ese día con aquel
amuleto, este era la llave para su aparición definitiva. Sólo tenía dos caminos, la
vida eterna… o la muerte. Y tal parecía que solo me quedaba una sola opción.
Eran las doce de la noche, 18 de octubre. Me acosté junto al crucifijo que alguna
vez me regaló el Padre Gerardo. No quería dormir, no podía. De pronto, se
escuchó un ruido en el living.
— ¡Por favor! ¡No me haga nada! ¡Por favor! ¡Deme una oportunidad! ¡Descubriré
quien se ha llevado las cosas!
Pero el ruido era cada vez peor, fue como si estuviesen dando vuelta la casa por
completo, si había alguien por ahí, se le escuchaba furioso.
234
Máscara de cabra
— ¡Por favor! ¡Una oportunidad! ¡No quiero que me mate! ¡No me quiero ir a la
infierno!
Comencé a rezar.
— … bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre Jesús…
Iba a morir.
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235
POLAROID DE UNA
LOCURA ORDINARIA
Le dije que ya no la quería, y se cortó con la Gillette. Como un cuento de Bukowski
y una canción de Fito. Me chorreaba en las sábanas mientras se reía y me culpaba.
Al hospital por enésima vez. Su madre me apuntaba por drogadicto, que su hija no
era así, y que la volví loca por la coca.
Musa, loca ¿Qué nos pasó? ¿Si antes solo cantábamos el cordero de Dios?
El jumper corto y unas piernas cruzadas en mis clases, mientras tus ojos redondos
237
El Borrador II
Hasta que llegué a mi casa, y ahí estabas, subiéndote la falda. Tragué saliva y
las ganas, con mucho esfuerzo, para decirte que te fueras. Me amenazaste con
acusarme, pero no te tuve miedo, vete. Musa, loca, te fuiste a la tercera de mi
ventanal y yo renuncié a mi trabajo. Me despedí de todos en clases y fotografié
mentalmente tu cuerpo infernal.
Todos hablaban de “esa cabra” de la esquina del pub, después de tres flashes te
reconocí. Pero tú ya venías de vuelta, te hiciste la tonta, como que no me habías
visto, pero tu mala actuación equivale a tu perfecta sensualidad.
¿Qué querí de mí, pendeja chica? A la chucha, tres besos y al taxi. Chófer incómodo,
su retrovisor, y el reflejo de mi mano en tus entrepiernas. Llegamos y fueron dos
jales, cuatro latas de cerveza, un cripy, tres encamadas y un jugo de proporciones.
Me dijiste que me amabas, y te respondí que no te quería, que tenías mucho por
conocer, y yo necesitaba envejecer, borracho y solo. Prometo que no sé de donde
sacaste la Gillette, tu sangre era azul como de cuentos, mientras tu llanto era el
cantar de una sirena, observando atentamente tus labios gruesos moverse en stop
motion, repitiendo una y otra vez “tu culpa”, te fuiste al suelo en cámara lenta y te
dormiste como una princesa.
Y te olvidé.
238
Polaroid de una locura ordinaria
Se cansó.
Venía de Papudo, un tanto borracho de una fiesta de noche, tomé la ruta corta y vi
a una mujer correr con un vestido, frené, ignorando el temor ridículo de que fuera
“La novia de Kennedy”. Subió al copiloto, llorando, por una pelea con su pololo en
su fiesta de graduación. Me reconoció al instante y se calmó. Al parecer su carrete
estuvo bueno, se le notaba por el medallón de vino en su pecho. Ambos sonreímos
por un chiste corto que dije, no recuerdo cual.
— Perdóname – me dijo.
Le dije que no importaba, que había sido mi culpa, debí yo haber frenado la
situación. Le deseé suerte para futuro y que no llorara por hombres, que ella con
su belleza e inteligencia podía tener el mundo a sus pies, o algo así.
Me besó en la mejilla… luego me mordió.
— No.
— Te quiero aún.
— No… dije que no, por favor.
— ¿Y por qué? Ya soy mayor de edad.
— Lo sé… pero te vuelves loca. No, en serio.
239
El Borrador II
pasó un día, y nadie llegó. Para peor, el infortunio nos preparaba una horrible
sorpresa: comenzó a llover. Ella, se encontraba justo en el suelo, yo en el aire, y
un charco comenzó a formarse, su rostro empezó a mojarse, junto a sus lágrimas
de pánico.
— Tranquila — insistí.
Pero la noche era larga, y aún nadie se asomaba. La poza tapó su ojo derecho, y
sus últimas palabras decían “no me quiero morir”. Se tuvo que callar, cerrando su
boca, porque
240
¿Y tú? ¿Estás segura de ser madre?
POST—PARTO.
En el hospital, hicieron que la Carola tuviera a nuestro hijo por cesárea, yo estaba
más emocionado que la cresta. El Matías apenas salió, chantó el llanto de una. Lo
limpiaron y le pusieron la ropita que tantos meses le guardamos. La escena para
mí era emocionante, y lo que más quería ver era la reacción de su madre al tomar
al niño en brazos.
Esa reacción me descolocó, quizás todo el proceso del parto la había dejado
cansada. Hablé con una enfermera que intentó ayudarme a tratar de convencerla
en que le diera teta, pero no quería escucharnos.
243
El Borrador II
Al otro día, nos fuimos a una pequeña casa que se encontraba en la parte de atrás,
en el mismo terreno de mi mamá.
— ¡Qué coso más hermoso, mi niñito pequeño! Es igual a ti, hijo – exclamó mi madre.
— Yo le hayo un parecido al Emilio – contesté.
— Pucha que estaría contento, estaría chocho con su sobrino.
— Demás que si poh, mamá.
— Y usted, mijita ¿Le haya algún parecido al Daniel?
— Si… no sé, puede ser – respondió Carola.
— Igual, tiene su nariz, mijita. Sacó cosas de los dos.
— ¿Si?
La Carola no andaba bien, era evidente que algo le pasaba, y lo que más me llamaba
la atención, era ese rechazo constante con el niño, tenía la sensación de que yo no
iba a poder solo con esto.
244
Post-parto
Nos dio la espalda, a mí y al Matías. En la noche, puse a mi hijo en la cuna, junto a nuestra
cama, yo no despegaba un ojo, mientras la Carola estaba durmiendo a pata suelta.
— Hijo, disculpen. Escuché al niño llorar desde mi casa ¿Se los hago dormir? –
preguntó.
— Por favor, tía – contestó mi novia.
Yo miraba con vergüenza a la Carola, esperé que mi vieja saliera con el niño de la
pieza, teníamos que arreglar el asunto de una buena vez.
245
El Borrador II
Pasaron un par de meses, y ese tiempo de adaptación que ella me pidió, jamás
llegó. Mi mamá y yo nos tuvimos que hacernos cargo del Matías, y por supuesto,
el resto de la familia comenzó a darse cuenta.
Convencí a la Carola que dejadse de beber y que nos regresáramos a nuestra casa.
246
Post-parto
Bajé la guardia con ella, quizás estaba siendo demasiado duro, y no me había
puesto a pensar en su situación, seguramente había un problema más de fondo.
247
El Borrador II
Nos besamos afuera de la casa. Cuando entramos, acosté al niño en la cuna, tomé
a la Carola y tiramos en el living.
Nos acostamos al lado del Matías. Yo dormía profundo, y de pronto abrí los ojos
por el llanto de la guagua.
— Caro…
— Si, yo me hago cargo – me respondió.
La noche me pesaba, llevaba días sin descansar como correspondía, al fin podría
echar la pestaña.
— Hola, Jorge.
— ¿Y voh? ¿Qué haces acá?
— Nada, paseando ¿Hay alguien por ahí?
— ¿Por ahí donde?
— ¿Alguien que nos pueda escuchar?
— No sé, Emilio.
— ¿Me echai de menos, hermano?
— Más que la chucha.
— Yo también, hueón… oye, yo que voh, despierto.
— ¿Ah?
— Estái soñando.
— ¡Mierda!
— ¡Carola!
Tenía un cojín encima de la cara del niño, vi que apretaba los dientes por la fuerza
248
Post-parto
que ejercía sobre él. Me levanté y la empujé, la Carola se azotó la cabeza contra la
pared y me gritó.
Miré al bebé, y este tenía sus ojitos abiertos, movía sus piernas y brazos.
Le pegaba a la puerta como una loca. Al rato, sentí que ella bajaba las escaleras, con
alguien se puso a hablar. Yo intenté escuchar.
— ¿Y si escapo? – me pregunté.
249
El Borrador II
— Mamá.
— Hijo, hola ¿Por qué me llama tan tarde?
— Mamá, me van a llevar los pacos.
— ¡¿Qué?!
— Escúcheme bien, necesito que venga a la casa.
Los pacos lograron abrir la chapa, mientras Carola lloraba y “suplicaba por Matías”.
Los tipos me tiraron al suelo y me esposaron, entre tres me llevaban, y le grité a Carola:
— ¿Daniel?
— Si, soy yo ¿Mi mamá?
— Está en tu casa ¿Me podí contar que pasó? Ella se fue hecha con un atado de
nervios. Gritó que te ibas preso.
— Francisca, esa hueá da lo mismo, te estoy preguntando si sabes algo de mi mamá
¿Te has comunicado con ella? ¿Te ha dicho algo del niño? ¿Te ha llamado?
— No, nada.
250
Post-parto
— Hijo.
— ¡Mamá! ¿Y el niño?
— Está arriba, lo acabo de hacer dormir.
— Ay, Dios. Conchesumare, pensé lo peor.
— ¿Qué es lo que te pasa a tí?
— ¿Cómo que es lo que me pasa a mí?
— Anoche le pegaste a la Carola, tiene un moretón en su cabeza.
No me lo podía creer.
Fui al segundo piso, mi novia estaba viendo tele acostada, mientras el niño dormía
en su cuna.
— Hola, Carola.
—…
— Hola, Carola.
—…
— Carola, yo te ví anoche, estabái ahogando al niño, no me lo podí negar.
—…
— Carola, estamos nosotros dos no más, mi mamá se fue ¿Podí sacarte la careta?
— ¿De verdad me crees capaz de eso?
— Yo te vi.
— Viste mal entonces, estaba acostando al niño, al fin pude hacerlo dormir y te
me tiraste como araña.
251
El Borrador II
— Por mi hermano, Emilio, que sé que está acá con nosotros. Él estaría feliz junto
a su sobrino, estoy seguro de eso.
— Amor, si quiere se toma una cerveza, pero una… no creo que le haga algo al
niño – le dije a mi novia.
— No vida, mejor que no.
— Bueno, mucho mejor. – le dije, dándole un piquito en su boca.
— Amor ¿Vayamos acostarnos a la pieza? Vas a andar con dolor de cuello mañana
si te quedas aquí – me dijo.
252
Post-parto
— Oye negro, pa otra vez tení que darme un pase po culiao comilón – le dije.
— Hueón, te dejé solo dos veces y no la metiste nunca – contestó.
— ¿Adonde que me dejaste solo? Andái puro tirando sandías.
— Te la dejé redondita.
— Nunca más juego con voh.
— No seai llorón, aprende a jugar a la pelota primero.
— No te pongái atrevido, hueón, acuérdate que soy tu hermano mayor – le dije.
— Y voh preocupate del niño, la Carola lo tiene arriba, lo va a matar… Ahora.
— ¡Conchetumadre!
— ¡Carola!
— ¡¿Carola?!
No respondía a mi llamado.
— ¡¿Carola?!
— ¡¡CAROLA!!
Al otro día, el rapto de mi hijo era noticia nacional, estaba lleno de pacos y ratis,
mi mamá lloraba con mi hermana, yo tenía un nudo en mi pecho pero no me
quería quebrar.
— ¿Usted tiene alguna idea de donde podría haberse ido? – me preguntó el rati.
— No.
— ¿Usted vió un comportamiento extraño en su pareja?
— Me da risa que ahora me vengan a preguntar huevadas, yo hace meses acusé
253
El Borrador II
Le dije a mi mamá que le entregara cualquier cosa de mi hijo, yo no estaba para juegos.
Aquella vidente tomó un chal del Matías y lo olió, luego cerró sus ojos y me tomó
el hombro.
— Su hermano, Emilio, quiere hablar con usted, dice que lo tiene que escuchar.
254
Post-parto
Pasó la noche, y otra más… y no sabíamos nada. Yo me quería volver loco, lloraba
a momentos, no dejaba de ir al baño, la diarrea me tenía deshidratado, dolores de
cabeza e insomnio.
Uno de los PDI que seguía el caso llegó temprano, pedía en mi mente que no se
tratase de nada malo.
255
El Borrador II
— ¡Tengo que hablar con mi mujer, está adentro! ¡Me tiene que decir dónde está
el Matías! – grité.
— ¡No señor, no puede! ¡Por favor, no insista, sino tendremos que llamar a
carabineros!
— ¡Señorita, hable con ella ahora! ¡Pregúntele por el niño! – le pedí a una enfermera.
— Los siento señor, retírese por favor.
Me senté afuera del hospital. Esperé hasta que amaneciera. Tenía que entrar
donde Carola, a la hora que fuese.
— Don Daniel ¿Qué hace acá? Le dijimos que su novia no puede tener visitas – me
dijo uno de los ratis.
— Soy su pareja, me tienen que dejar pasar, aunque sea un rato, tengo que hablar,
es por el bien del niño.
— Eso es lo que haremos ahora… pero por favor, déjenos hacer nuestro trabajo.
Hice caso, esperé que los tipos sacaran alguna información. Me tiritaban las
piernas, y me dolía el estómago. A la hora salió la policía a hablar conmigo.
Los pasillos se me hicieron gigantescos, solo quería llegar a ver su rostro y que
escupiera de una puta vez, todo.
— ¡Carola!
256
Post-parto
Estaba con sus ojos perdidos, pálida, pelo opaco… no se veía como siempre.
Sus ojos estaban perdidos en mí, pero no decía nada. Me bajaron los policías, me
esposaron y me intentaban sacar a la fuerza.
— Samael.
257
El Borrador II
La Carola se había vuelto loca, me convencí de que mi hijo estaba muerto, ya había
perdido todo tipo de ilusión, sus ojitos ya nos los vería nunca más.
— Hijo.
— Mamá, perdimos al niño, ya no hay más. El Matías debe estar muerto.
— ¿Derrotado?
— ¿No debería estarlo?– contesté.
— No entiendo como no lo ves.
— ¿Qué tengo que ver?
— ¿A quién más? Levanta tu cabeza hacia arriba.
— Te gusta webearme.
— Te extraño, Daniel.
— Yo igual, Emilio.
— Está vivo.
— No, ya no.
— Mira hacia arriba, está vivo.
— Emilio.
— ¡AHORA DESPIERTA Y RESCÁTALO!
— ¡Mierda!
258
Post-parto
259
El Borrador II
Aquella mujer voló por la casa, mi hermana se elevó hacia el techo y mi madre
cayó al suelo.
— ¡Conchetumare!
— ¡Mamá!
— ¡Hijo!
— ¿Señora, Rosa?
— ¡¿Donde está el niño?!
Su voz era la de un hombre, esa cosa había tomado su cuerpo. Me lanzó hacia el
otro lado, aquella vidente se encontraba poseída por esa cosa, mi hermana dejó de
gritar y cayó hacia el suelo ensangrentada por completa. Después miró a mi madre.
260
Post-parto
No quedaba tiempo. Subí al segundo piso. Sabía de otro tragaluz en la casa, puse el
velador, salté y moví la tapa de cristal, luego, logré sujetarme en el entretecho, con
todas mis fuerzas me lancé hacia adentro… ahora debía gatear.
Escuché su llanto, avancé lo que más pude, sin querer aplasté un nido de ratas, y la
madre de estas escapó sobre mi espalda. Escuché otro llanto, y vi a mi hijo, movía
sus pies y manos, fui rápido hacia él. Desde el otro costado se acercaba muy rápido
la vidente. Yo tenía que tomarlo primero.
Tomé al niño, quise doblarme hacia el lado contrario, pero nuestro peso no
resistió, nos fuimos cuesta abajo. Caí de espaldas y nunca solté al Matías. Me
golpeé tan fuerte la cabeza que sentí que me desmayaría, mi hijo se encontraba
bien en mis brazos. La vidente quedó inconciente en el suelo.
261
El Borrador II
Ella iba a quitarme al niño, y cuando se agachó para hacerlo, algo la detuvo.
— ¡Ahhh!
Al otro día, la policía nos resguardó a mi y a mi pequeño. Las noticias hablaban del
secuestro que había cometido mi madre hacia su nieto, nadie podía creer que el
niño se encontraba escondido en el entretecho, nadie entendió por qué. La vidente
no apareció en la casa y no dejó una sola huella de su paradero. Los ratis que
se encontraban a cargo del caso fueron destituidos, sus superiores encontraron
negligente el no haber revisado la casa por completa.
Abrí los ojos. Miré al lado de la cama y mi hijo dormía conmigo. Lo abracé y le
besé la cabecita.
262
Post-parto
— Daniel.
— Daniel.
— ¿Carola? ¿Cómo entraste a la casa?
— Vengo por él.
— No, no te lo vai a llevar, no de nuevo.
— Si, lo haré.
— ¡Mierda!
Volví a despertar.
— Carola, hola.
—…
— Estái bonita, te maquillaron bien.
—…
— Samael.
— Aun repites el nombre de ese demonio.
— Samael.
— Samael ya no está, acabé con él.
— No, Samael está contigo. Mátalo ¡Mata a Samael, viene por nosotros!
— ¿Emilio?
— ¡DESPIERTA!
Me levanté de la cama, fui a su pieza, y ahí la ví, con su pelo opaco, sus ojos
decaídos, el maquillaje corrido, y la ropa del psiquiátrico. No sé cómo entró a la
casa, pero lo había apuñalado tantas veces que ya era tarde. Nunca se escuchó tan
fuerte el reir de Samael, mientras yo, me quedaba mudo y mi cordura se sumergía
en un infinito del infierno.
263
SERENA ALERTA
Vivíamos en la isla, no llevábamos tanto tiempo. La idea fue mía. Me acuerdo que
esa noche mi esposa quería ver a Arjona en el festival, yo la reproché, pero no
hubo caso, me fui a acostar solo. Dormí y me despertaron. Así lo cuento porque
así lo sentí, fue como si hubiese cerrado los ojos dos minutos, como si me hubiese
265
El Borrador II
— Amor, se escucha ruido – me dijo Claudia, mientras me movía para que despertase.
Pero yo no despertaba.
— Amor, se escucha un ruido, parece que alguien está golpeando el gong – insistió.
— Duerma, seguramente alguien anda curáo por ahí.
— Ya po, no seai flojo. Anda a ver qué pasa.
Así, medio sonámbulo, pensando en lo alharaca que a veces era Claudia, fui
solo por consentirla.
Corrí lo más rápido que pude a la pieza del Benja y lo tomé en mis brazos.
Arrancamos lo más rápido que pudimos, pero ya era tarde. Los botes se veían casi
encima de la casa.
— ¡Conchetumadre!
— ¡Papá! ¡Pap…!
No pude sostenerlo ni dos segundos. Me daba vueltas en el fondo del mar, giraba,
giraba… y giraba, esperando en algún momento que ese monstruo me dejase en
paz, que pudiese tocar tierra para salir en busca del niño. Pero eso no sucedía,
seguía girando, girando… y girando. No abrí los ojos, solo sentía la fuerza
abrumadora de aquel gigante, yo no era nada.
No sé cómo nunca perdí la conciencia, no solo era el agua, también todo lo que ella
traía consigo, me golpeaban cosas, me imagino que escombros de las casas, que se
266
Serena alerta
Vi oscuridad. Vi luz.
No era solo yo, habían muchos más gritando una infinidad de nombres. Me sujeté
de un árbol. Solo escuchaba voces desgarradoras, entre esas, la de Claudia. Ella
repetía en aquella humedad oscura:
Me solté para ver si daba con él. Pero la naturaleza me lo negó, el mar me escupió
hacia afuera. Me quedé en el suelo y llamaba a mi hijo, pero ya sin fuerzas, con esa
voz que se usa para orar en las noches.
— Benjita… Benjita.
Yo tenía claro lo que había ocurrido. Es por eso que me quedé ahí mismo, boca
abajo comiendo barro, comiéndome esa pena de mierda. Empuñé la mano en el
charco y tomé un aparato que cayó conmigo.
Pasaron varios días. Miraba el mar sin decir nada. La naturaleza me robó a mi hijo,
y el gobierno fue su cómplice.
267
El Borrador II
— Claudia, me voy.
Ella solo movió la cabeza, con su mirada perdida. Así fue como me marché a un
costado de la isla, de donde nunca más salí.
Aquí he estado, en esta casa hecha con mis propias manos, no quise hacerme parte
de la reconstrucciones; por supuesto, respeto a quienes si lo hicieron. No he visto
a casi nadie de la isla, salvo a los pescadores que salen a navegar, no sé si se han
dado cuenta que vivo por este lado. De hecho el otro día pensé haber visto a Don
Lorenzo en una de sus lanchas, le hice señas, pero no me respondió. Salgo a buscar
leña, no muy lejos, leña que nunca termino por quemar, no se siente nunca frío
por este lado. No me entretiene nada, ni siquiera tengo tele. No lo necesito, con lo
único que me comunico es con esa radio a pilas. A veces se escuchan interferencias
de la gente que vive al otro lado, creo que algo hablaban referente a un rescate..
nunca he entendido eso. A veces termino por acostarme temprano, da la sensación
de que el sol se va antes. Pienso todo el día pensando en que estarán los demás,
pero no tengo ganas de ir a verlos. Quizás la Claudia esté con otro, para que voy
a ir molestarla.
— ¡Aló!
— ¿Quién cresta será a esta hora?
— ¿No? ¡Sí, eres tu! ¡Puta, cabro...! ¡¿Aun estái en estas?! ¿No te acordái de mi?
— No sé, caballero. Parece que no.
Está ebrio, pero me alegra encontrarme con alguien que no veo hace tanto. Lo
hice pasar, aquí lo tengo comiendo. Tiene la misma cara de perdido de siempre.
Cuando vivía con Claudia jamás le pregunté de donde venía, ni siquiera recuerdo
su nombre, mi señora era la quesiempre le hablaba.
268
Serena alerta
Ya han pasado días, y aún está acá. Se encuentra sobrio, se sienta afuera de la casa
mirando el mar, quizás no sabe qué hacer, ya no hay nada que tomar.
— ¡Aló!
— ¡Es usted!
269
El Borrador II
— Sí, no sabe nada: Caminé y me perdí. Se me hizo tarde y me tuve que devolver
¿No le molesta que me quedé de nuevo?
— No poh, amigo, si yo mismo le dije que era bienvenido.
Se ve un poco más amistoso, quizás sea que haya pasado mucho tiempo sin beber.
¡Lo logró!
270
Serena alerta
Pero el amigo no es capaz de configurarlo, tal parece que no existe tal opción.
— ¿Aló? ¿Aló? ¿Alguien por ahí? — intenta Saúl — ¡¿Aló?! Somos de la isla. ¿Alguien
que responda?
— Pucha, parece que vamos a tener que esperar a que sea mañana para averiguar
que pasa con la máquina.
— No sea loco ¿Quiere? Si lo que estamos haciendo no tiene sentido.
— ¿Alo? ¡Aló!
271
El Borrador II
— Sí, marcó uno a las 18:27:12 para el día dos de Febrero, como todos los demás.
— Okey. Pregúntale.
— Luis ¿Qué hora es allá?
— Son una y siete…madruga…
— ¡Okey! Mira ¿Puedes averiguar si hubo un temblor en Buenos Aires a eso de las
seis veintisiete?
— No se entiende…
— ¡Si acaso puedes averiguar si hubo un temblor en Buenos Aires, a eso de las seis
veintisiete!
— No… no ha temblado…
— Seguramente no lo sentiste, es un 3,7 Ritcher. Solo averígualo ¿Tienes Internet?
— Sí...
— Pah mi que no te entendió – le digo a Saúl
— Esperemos que si.
Ha pasado un buen rato desde que nos comunicamos. En fin… fue entretenido.
— No... No tembló…
— ¿Estás seguro? ¿Viste en Internet?
— Sí. Lo vi... No hay nada…
Entonces hay que esperar a que se concrete el tiempo que estipuló la máquina.
Estamos en la madrugada, el movimiento debería concretarse en la tarde.
— Amigo ¿Te puedes conectar mañana y avisarnos si tiembla a esa hora en Buenos
Aires?
—…
— ¿Aló? ¿Aló?
— Saúl, se fue la señal.
272
Serena alerta
8 PM 2 de Febrero
Tiene razón, no a todo el mundo le gustaría mi vida. No hago más que mirar el
océano y juntar leña.
La estática va y viene.
— A… te… zon…
— ¡No entiendo nada!
— ¡Quédate callado poh! — me odena Saúl.
— Co… allí…
— Muévete un poco más allá, quizás haya mejor frecuencia en ese lado.
— Amigo, he estado intentando hablar… to…
— ¡Se escucha mejor, ahora háblale, Saúl!
— ¡¿Aló?! ¡No llega bien la señal! ¿Nos podrías repetir, por favor?
— Tembló, amig... hora… la misma hora... tres siete… Ritcher...
— ¿Buenos Aires?
— Sí…
No me lo puedo creer.
273
El Borrador II
Se me llenan los ojos con lágrimas. No sé qué pensar, me causa una sensación
extraña. Debería estar contento, pero no lo estoy. Saúl ha dejado de gritar, debió
notar mi tristeza. ¿Qué está haciendo? Ahí viene con unos vasos.
13 de Febrero
Y así, fue como poco a poco formamos un equipo que podría cambiar el mundo.
274
Serena alerta
Me mira, y no dice nada, pareciera que quebré algo con la palabra… o más bien,
con la forma. Se ha dado la media vuelta. Salió de la casa. Parece que se fue… No
necesito a este hueón, he estado bien hace mucho tiempo solo en este lado de la Isla.
— ¡Mierda!
275
El Borrador II
— ¡¿Aló, colega?!
— Che… chilenito…
— Oye, argentino, te tenemos una nueva.
— ¿Temblor?...
— Sí. Necesitamos que publiques esto en la Internet.
— Los estoy escuchan…
— Filipinas. 700 km al sureste de Manila. Profundidad de 41 kilómetros de la Isla de
Mindanao. 24 de Febrero, 2:45 de la madrugada, hora Chile. V grados Mercalli.
— Lo publicaré en Facebook…
El mundo sabrá que los sismos se pueden predecir. Mañana será un gran día.
14 de Febrero
— ¿Muchachos?... ¿Al…?
— ¡Compadre, Luis! ¡¿Cómo estás, che¡! ¿Publicaste? – pregunta un exaltado Saúl.
— Sí, publiqué…
— ¡Bien hecho! Cuando se haga noticia la publicación tomará fuerza.
— Acá son las dos cuarenta y cua… La misma hora… ustedes…
— ¿Sabes la hora de Filipinas?
— Sí… están atrasados….una hora...
276
Serena alerta
— 1:44 en Filipinas.
— Vale, Luis. Observa en tu computador lo que sucederá. No nos dejes de hablar
en el radio.
— ¡Muchach…!
— Dinos, Luis ¿Qué pasó? – pregunta Saul.
— Hay… problema…
Chesumadre, capaz que no haya pasado nada y lo del otro día solo fue suerte.
— Estoy… Twitter…
— ¿Ya, y?
— No entiendo… idioma… filipinos…
Y aquí estamos aún, esperando la respuesta que viene del otro lado de la cordillera.
— Se…
277
El Borrador II
16 de Febrero
Ya han pasado dos días y no tenemos idea si nuestro temblor se cumplió o no.
278
Serena alerta
19 de Febrero
279
El Borrador II
la gente y después la bajarán. Una estrategia política para que se crea que estos
tipos trabajan y la “hueá funciona” Zánganos culiaos buenos para nada.
— ¿Cómo estarán en el país? ¿Se estarán preparando? Igual 6,9 no es pah tanto.
— Lo bueno que la gente está expectante.
— Ahora si que seremos famosos.
A veces este Saúl me hace pensar que el Benja se parecería un poco a él en la forma
de ser, siendo sobrio, claro está.
280
Serena alerta
— No lo sé. A veces siento que no puedo. Estoy amarrado a este territorio, es raro
de explicar.
— Anda, aún sigues siendo un hijo. Deben extrañarte.
281
El Borrador II
— ¡¡Déjenlo!!
— ¡¡Suéltenme, perros culiaos!!
— Estoy publicando… página… La gente sabrá rápid...
— ¡¡Monstruos de mierda!!
— Mierda… chicos… ¿Qué pasa allá…? Tendré que llamar… policía…
— ¡¡No le hagan nada!! ¡¡Conchas de su madre!!
— ¡¡Aahhhhhhhhhhh!!
— No entien… si hay alguien en el otro lado hacién……..se sabrá…. Llamado a
autorida…
—…
— ¿Mucha…? ¿… ahí?
—…
— No… escuch…
—…
— Estaré aquí… hasta que hablen... no… puedo… pens… amig…
—…
— Cl… ma… est… par…
—…
—…
20 de Febrero
23 de Febrero
282
Serena alerta
en mi cabeza.
Tanto tiempo sin venir esta parte de la isla. Está un tanto distinta, las casas no son
las mismas de antes, algo se ha reconstruido. Justo en ese lado de la playa estaba
nuestro hogar… ya no hay nada. Me pregunto si la Claudia estará viviendo por
acá. Recuerdo que una de las cosas que me dijo antes de marcharme fue que se
quedaría para siempre. La catástrofe tuvo efectos distintos en nosotros, mientras
ella no podía despegarse de este lugar, esperando quizás esa fantasía de que el mar
devolviese al niño, yo en tanto necesitaba marcharme para no recordar los gritos
y el segundo exacto en el que perdí al Benja de mis brazos, una tortura.
— ¡Hola!
— Caballero ¿Desea llevarse algo?
— ¿Señora Juana, ya no me recuerda?
— No, no se quien es.
283
El Borrador II
¿Serán esos mismos tipos que se llevaron a Saúl los que se llevaron a Claudia?
Están pasando cosas muy extrañas en la isla.
— Para lo únicque sirvo, para que la gente me pregunte por otros, ya nadie me
compra. El tsunami cambió a todo el mundo
24 de Febrero
Dicho y hecho, Don Lorenzo, está igual. Trabajólico como nadie, el mar es su
pasión. Su bote quedó destruido con el día de la catástrofe.
— ¿Ya se va a pescar?
— ¿Y usted que cree? Son las unas de la mañana, es hora de reunirse con mi gente
en la caleta para armar las cosas, y de ahí, tipo dos y media de la mañana ya
tenemos que estar mar adentro.
— ¿Y yo podría ir con usted?
— Se va a marear, como todo el mundo. No se lo recomiendo.
— Déjeme acompañarlo, no sabe lo bien que me haría.
— ¿Está seguro?
— Sí, Don Lorenzo, quiero ir.
Claudia dijo que necesitaba ir mar adentro. Desde el otro lado de la isla se veía el
faro… algo debe haber, y estos pescadores podrían ayudarme.
284
Serena alerta
— ¿Oiga? ¿Le puedo hacer una pregunta? No es de entrometido, pero desde que
subió al bote,usted no ha parado de observar esa lesera que tiene en su mano
¿Qué es?
— Esto Don Lore, es mi amuleto de la suerte – le respondo.
— No se le vaya a echar a perder con la sal que hay en el aire. Mar adentro capaz
que se le oxide.
Tal parece que nunca lo ha visto, no hay respuesta de nada. Nadie sabe nada.
La máquina comenzó a marcar registros, y esta vez suena más fuerte que nunca.
— ¡Mierda!
— ¿Que le pasa? Veo que no se siente bien
— ¡Don Lorenzo! ¡Hay que irse de la isla! ¡Ahora!
— No me asuste. Le dije que no le iba a hacer bien venir con nosotros.
— ¡Todo se va acabar! ¡Todo se va a destruir! ¡Lo del 2010 no será nada al lado
285
El Borrador II
de esto!
— Muchachos, hay que volver a tierra. No podemos arriesgar a este caballero.
Tengo que evitarlo. Debo hablar con Luis para que lo publique, rápido. Lo que se
viene es una catástrofe histórica.
¡Mierda!
— ¡Noooo!
A la mierda, saltaré.
Debo hundirme lo que más pueda, estoy intentando avanzar con mis máximas
fuerzas. No debo estar cerca del bote. .. Debo hundirme… debo aguantar…
debo aguantar… Puta madre… No resisto la apnea… salgo a la superficie. Estoy
respirando... el bote, el bote está vacío, se los llevaron. La máquina sigue aquí.
Arranco motor y vuelvo a la orilla para pedir ayuda y avisar a todo el mundo del
mega terremoto.
— ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Don Lorenzo y los demás! ¡Se los han llevado! ¡Ayuda!
286
Serena alerta
mi regreso. Hay que arriesgarse, debo hablar por radio con Luis.
— ¡¿Luis?!
—…
— ¿¡Luis?! Te estoy hablando desde la isla.
— ¡Aló!...
— Luis, hueón. Qué bueno escucharte. Perdimos a Saúl.
— ¡¿Qué pasó?! Escuché… mucha… ¿Quiénes… atacó?
— Unos tipos, aún no se de quienes se trata. Amigo, debes escuchar esto, es
extremadamente urgente. Se trata de un terremoro.
— Okey… Estoy listo… publicar…
— Bien, copia: Habrá un terremoto grado IX Mercalli en Valparaíso, repito, habrá
un terremoto grado IX Mercalli en Valparaíso, será hoy, 24 de febrero a las
22:32:46.
—…
— ¿Luis? ¿Estás ahí?
— Copiado… Eso es mucho… Corre…
— Compadre, ha sido un gusto. Gracias por todo.
— Espera… No… vayas…
Apago el radio, y me siento en la orilla para mirar este lado del océano, mientras
espero la hora de mi muerte. El mar me llevará, espero que sea al lado de mi hijo.
¿Qué es eso? Esa luz… es el faro, y apunta fuertemente hacia mi. Hay lanchas,
se dirigen hacia acá, me han visto. Son esos tipos, nuevamente ¿Qué es lo que
quieren? Bajaré por las rocas, nunca lo he hecho, espero no caer.
— ¡Me entrego!
He llegado hasta abajo. Los tipos me miran, subo lentamente a uno de sus botes.
Nadie me habla. Nos dirigimos hacia el Faro. Debe quedar una hora para el
terremoto. Al parecer no hay manera de evitarla.
287
El Borrador II
Solo hay silencio. Veo esa intensa luz, no sé hacia adónde apunta. Hemos llegado.
¡Cómo no lo pensé!
Debe haber una manera de desactivarlo, quizás pueda hacerlo desde arriba.
Nadie contesta.
288
Serena alerta
Creo que este es el final… no tengo nada que hacer, he caído en una trampa.
289
El Borrador II
Mi corazón.
Veo al Benja alejarse. Me lanzan por aquella luz, el Faro me sopla, hacia el tiempo
y el espacio, hacia el universo.
— … 10, 9, 8, 7,6…
290
Serena alerta
— … 5, 4 ,3, 2… 1.
291
El Borrador II
— ¿Benjamín?
— ¡Che, boludo! ¡Acá hay un hombre! ¡Ayúdenme a sacarlo!
— ¿Luis?
— ¡Silencio, tranquilo, vas a estar bien!
Casi un mes en el hospital, con los ojos abiertos y mi alma destrozada. Regresé a
la isla, y esa pesadilla fue mucho mejor que esta realidad. Aquel faro nos dio una
nueva oportunidad de vivir: Claudia se volvió loca, no es distinta a aquella mujer
que me había descrito la señora Juana. Saúl, se ve mucho más perdido que antes,
aún sigue caminando, ebrio, pero esta vez entre medio de los escombros. Don
Lorenzo se levanta todas las madrugadas para buscar a su nieto, mar adentro, y
yo a veces lo acompaño, tirando pétalos de rosas en el océano, preguntándome si
alguna vez aparecerán esos hombres extraños. O esperando el milagro de que nos
alumbre aquella potenta luz, avisándome que estoy viviendo una nueva pesadilla.
La máquina que predecía sismos no existe, y aquel terremoto Mercali lo estoy
viviendo día a día, en mi cabeza, en mi corazón.
Aún busco responsables, aún busco que no nos olviden. La isla está acá, entre
vivos y muertos, pidiendo lo mismo, justicia para Benjamín y su gente.
292
ÍNDICE
Prólogo 07
El niño de al frente 19
New woman system 27
Pedrito y el lobo 49
La llorona 65
Luchito y la 7 81
Paraíso 87
No me abraces 101
La rata 111
El quiltro 131
Reset 163
Duende 189
Máscara de cabra 211
Polaroid de una locura ordinaria 239
Post-parto 245
Serena alerta 267
Éste libro se terminó de
imprimir en otoño del 2019
en los talleres de LOM.
Santiago de Chile