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El regreso de Ité.

Hoja 1

Hace ya dos días que Ité salió al rio, debió de regresar esa misma tardecita, y aunque el pampero

está trancando los camalotes en la orilla desde aquel día, esto no le había impedido en otras

ocasiones retornar de su pesca junto a la isla grande, donde aprovecha para atrapar, junto con otros

pescadores los grandes peces que bajan del Paraná como en cada invierno. -

Por su parte, Ramona junto a sus dos hijos está impaciente, parada en el umbral del humilde rancho

mira hacia el horizonte, el sol que ya pasó por su zenit y sobre el pueblo de las Vacas, todo es

quietud y silencio, la brisa es agradablemente templada, y aun así, ella siente un hondo escalofrío, y

suspira…

Avanza la tarde y ninguna silueta opaca se marca en la lejanía del agua, ella presiente que Ité no

volverá hoy tampoco, y aquella mujer siente miedo. Hay partidas irregulares portuguesas que

deambulan por la zona y ella con sus dos pequeños hijos está en desventaja, y lo sabe…

Antes era muy diferente; ella formaba parte de la milicia irregular del General Artigas, llevaba

adelante todas las tareas: cocinera, ayudando a heridos, sepultando caídos, o hasta portando una

tacuara si su General lo ordenaba. Ahí fue que conoció a Itaeté, un mestizo guaraní que formaba

parte de la tropa.

Mas todos lo llamaban Ité, porque su nombre guaraní era difícil de pronunciar a los criollos,

además no hablaba muy claro el español, haciéndolo más introvertido que el resto de la milicia…

Ramona poco a poco aprendió a entenderlo en su silencio, entre crudas batallas y severas marchas

en aquel duro invierno del diecisiete desde que sus miradas se encontraron por primera vez. -

Entre ellos el amor nació solo, se entendieron con solo mirarse, pues se descubrieron en los ojos

del otro las similares miserias, sus mismas esperanzas, y de ahí en adelante entrelazaron sus manos y

comenzaron un mismo camino. –


Hoja 2

La situación más dura que les había tocado vivir antes de este momento, fue separarse de su jefe al

comenzar éste su marcha al exilio hace ya tres años, porque en ese entonces Ramona estaba a punto

de parir su primer hijo, y venia atravesado según las comadres. Éstas le aconsejaron no moverse por

varios días si querían que éste viviera. -

El anhelo de ambos era acompañar al General en su querella de una marcha sin retorno a los

territorios de Ité, pero prevaleció el instinto de madre y su compañero hizo su parte quedándose junto

a ella, cuando llegaron a la zona del hervidero. -

Pidieron posada a cambio de trabajo en una población de estancia que estaba cerca, se quedaron

casi dos meses hasta que nació un varón sano y fuerte al que llamaron José…

Luego resolvieron moverse, pues no había mucho para hacer en aquel lugar, además Ité era más

ducho en el oficio de la pesca en aguas calmas, así que decidieron viajar hacia el Sur, hacia un

pueblo que el General había fundado años atrás, en la zona de Colonia del Sacramento. -

Hacia allí marcharon, con la firme esperanza de comenzar una nueva vida y luego de un mes,

llegaron a su ansiado destino…

Levantaron su rancho a una media legua del pueblo, y poco a poco fueron conociendo a los escasos

pobladores del lugar, la mayoría en condiciones similares a ellos, con muchas esperanzas y muy

poco parné. -

Aquel lugar lo llamaban el Pueblo de las Vacas, tomaba el nombre del arroyo que bordeaba entre

altos barrancos aquel asentamiento para desembocar, a poca distancia de ahí, en el Rio de la Plata. -

Ité construyó una canoa. Junto a otros pobladores, salían a pescar, para sustentarse, y hacer charque

que luego vendían a los arrieros que estaban de paso o milicianos que retornaban a sus hogares,

haciéndose mucho trueque y pocas monedas. -


Hoja 3

Así habían pasado los dos últimos años y, sobre finales del veintiuno, apareció su segundo retoño,

una niña a la que llamaron Chandei, con los ojos de su madre y la piel cobriza de su padre. -

Pero hoy todo es diferente, hay un mal presagio en el aire, y Ramona lo presintió desde esa

madrugada que vino envuelta en una niebla helada, así que no duda más, se carga el trabuco en

bandolera, toma un atado de ropas, a la pequeña en brazos y sube a su hijo menor a las cruces del

moro sobre un roído cojinillo como montura. -

Ella monta detrás de su hijo con la pequeña asida al pecho y enfila por el camino real hacia el

Norte, donde el pueblo de Víboras, sin pensarlo Va en busca del padre Felipe Torres y su bonhomía,

un cura que regentea el sagrario en aquel pueblo y es referente en la zona. -

Cuando finalmente corona una loma, divisa el poblado, en su centro se destaca la capilla, ésta

parece pintada de un rojo anaranjado; es una visión novelesca, pues la puesta de sol impregna de sus

colores la puerta y paredes de aquel humilde espacio de oración. –

Entra sin llamar y encuentra al Padre rezando junto a la pequeña imagen de La Virgen del Carmen,

cuando él los ve, se incorpora y va hacia ellos; Ramona, visiblemente afligida comenta qué los llevó

hasta allí y lo mucho que significaría pasar la noche en aquel lugar. -

El Padre los recibe generoso, y les pide que lo acompañen hasta el pequeño comedor y cocina; allí

hay un lugar seco y con un par de camastros disponibles, luego les convida a compartir el sancocho

que se encuentra en la oscura olla colgada sobre un lado del hogar sobre el rescoldo de brasas. -

Al poco rato, dos platos de madera torneada son colocados en la mesa, Felipe le invita a sentarse a

Ramona con sus críos, les sirve y comparte el pan; luego da las gracias, y comienzan a comer en

silencio, la noche ya se ha instalado, todo está en calma. -

Una vez que recupera un poco del calor vital, Ramona detalla un más sobre la situación de Ité, la

aflicción se puede ver en aquellos ojos negros como el carbón. -


Hoja 4

El cura ya lleva muchos años en la zona, conoce el rio y sus particularidades de esta época del año,

por lo que hace intentos de tranquilizar a la mujer, dándole esperanzas por el retorno de su hombre. -

Poco a poco la mujer se tranquiliza, las horas avanzan lentas, sus hijos se duermen y comienza una

charla más coloquial. Es ahí donde el cura le comenta que mañana es un día especial para todos en el

pueblo de donde ha venido, ese que su verdadero nombre El Carmelo y no Las Vacas, en honor a la

virgen patrona, pues así lo dispuso el General Artigas tiempo atrás cuando éste se lo solicitó. -

Le cuenta que habrá misa junto a las barrancas del Sur y una pequeña procesión ya que es el día de

la Virgen del Carmen, guardiana de aquel lugar. –

Embelesada, Ramona no pierde ni una palabra del relato y el cura, viendo su interés, detalla

minuciosamente la historia de la virgen, sus apariciones en el cerro Carmelo, sus milagros…

En ese momento sienten unos golpes en la puerta principal y una voz que no alcanzan a reconocer,

ambos se ponen de pie, la mulata va con sus hijos y toma instintivamente su trabuco. -

El cura, por su parte, se muestra tranquilo, y le pide que quede junto a sus pequeños, que está

protegida por algo más grande, sale de la cocina y se dirige a las puertas de la capilla…

- ¿Quién va? El cura pregunta con voz enérgica. –

Alguien le responde con palabras torpes, en mal español…

- Soy un pescador, vivo en Las Vacas, estuve perdido junto con otros cuatro pescadores cuando

los vientos nos llevaron sin control muy lejos río arriba y recién ahora llegue a la costa, pero

no sé dónde estoy y necesito volver a mi pueblo, mi mujer y mis dos hijos me esperan allá. -

- ¿Eres Ité? - Preguntó el cura con mucha duda.

- Sí, ¿cómo sabe? - Dijo Ité sorprendido.


Hoja 5

- Porque tu mujer me contó de vos, y tu querella en el río, se vino hasta aquí a resguardarse,

estaba muy preocupada y tenía miedo por tus hijos. - responde el Padre, trasmitiendo alivio y

tranquilidad a aquel que lo escuchaba sorprendido. -

El cura abre la puerta y lo recibe con una sonrisa mientras que Ramona, que había escuchado

todo desde el umbral de la cocina corrió hasta abrazar a su compañero, y poco a poco la tensión

dio lugar a lágrimas de felicidad. -

- Quédense esta noche aquí, están bastante lejos, además es tarde y sus hijos duermen; aún hay

algo de guiso para ti, hijo. - dijo el cura mostrando su hospitalidad natural.

- Si, nos quedaremos – respondió Ramona sin dudarlo.

- Y mañana iremos junto a vos hasta nuestro pueblo, a la misa y en la procesión, la Virgen hizo

un milagro esta noche che cura… bajo del Carmelo para traerme a mi Ité, - Sentenció Ramona

con voz firme, parafraseando sobre la historia que momentos antes le contara el padre Felipe

sobre las apariciones de la virgen. -

- Será un gusto tenerlos conmigo mañana, y está claro que ella puso su mano para que estos

pescadores volvieran a salvo a su hogar, daremos gracias por eso al caminar detrás de ella. -

dijo el cura, al entender desde su corazón las palabras de Ramona. -

Aquel 16 de Julio amaneció más luminoso que nunca, había mucho que celebrar, el padre Felipe,

Ramona, Ité y sus pequeños salieron despacio cabeza en alto, como queriendo atrapar al sol en sus

rostros, rumbo a su querido pueblo. -

Cisne negro.

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