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Francisco Bolognesi

Francisco Bolognesi Cervantes (Lima, Virreinato del Perú; 4 de noviembre de 1816-


Arica, Perú; 7 de junio de 1880) fue un militar peruano conocido por su participación en
la Guerra del Pacífico. Con el grado de coronel, defendió la plaza de Arica enfrentando a
las fuerzas chilenas muy superiores en número y poderío; y tras hacer la promesa de
pelear «hasta quemar el último cartucho», murió durante la batalla final. Fue declarado
Patrono del Ejército del Perú el 2 de enero de 1951 (Orden General del Ejército de 1959)
y elevado al grado de Gran Mariscal del Perú por Ley N.º 25 128 del 30 de noviembre de
1989. Actualmente, es considerado Héroe Nacional del Perú.
Hijo del compositor italiano Andrés Bolognesi y de Juana Cervantes, nació en Lima el 4 de
noviembre de 1816, según consta en su partida de bautismo. A la edad de ocho años se
trasladó con su familia a Arequipa donde cursó estudios en el Colegio Nacional de la
Independencia Americana y posteriormente fue trasladado, por pedido de su madre, al
Seminario Conciliar de San Jerónimo. Luego trabajó como tenedor de libros (contador) de
una empresa (1832-1840) e incursionó en el negocio muy rentable de la cascarilla y
la coca, viajando para tal fin a las montañas de Carabaya (Puno). En 1853 ingresó en el
ejército, durante la amenaza de guerra entre el Perú y Bolivia. Se especializó en artillería.
Poco después, se sumó a la Revolución Liberal de 1854 encabezada por Ramón
Castilla contra el gobierno de José Rufino Echenique. Se mantuvo leal al gobierno de
Castilla durante la guerra civil de 1856-1858 y participó en la toma de Arequipa. Fue
ascendido a coronel y enseguida participó en la campaña de Ecuador (1859-1860), siendo
enviado luego a Europa para adquirir armamento para el ejército y cañones para
los fuertes del Callao. En 1868 asumió como Comandante General de Artillería. Al estallar
en 1879 la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, se hallaba ya retirado del servicio,
pero solicitó su readmisión y fue destinado como Jefe de la 3.ª División en el Sur, al frente
de la cual se destacó en las batallas de San Francisco y Tarapacá. Al replegarse los
restos del ejército peruano hacia Tacna, se le confió la defensa de la plaza de Arica con
2000 hombres, la misma que fue sitiada por fuerzas chilenas muy superiores en número y
poderío de fuego. Cuando el mando adversario, a través del mayor Juan de la Cruz Salvo,
le solicitó su rendición, se negó dando su célebre respuesta:
«Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho».
Sus oficiales y subordinados le acompañaron resueltamente en su decisión. El 7 de junio
de 1880 se libró la batalla final, donde, en sangrienta lucha cuerpo a cuerpo, cumplió su
promesa y murió: una bala le impactó el corazón en tanto que un culatazo le destrozó el
cráneo.

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